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Para aclarar este punto pueden resultar útiles unos pocos comentarios
formulados en relación con el plano de lo funcional, lo orgánico. Mi proceso de ser y de
experimentar es teñido constantemente por mis necesidades, su frustración y su
satisfacción. En la medida que soy un organismo complejo y sin embargo fácilmente
programado, puedo aprender a bloquear la satisfacción de mi propia necesidad. Tal
bloqueo puede perpetrarse en cualquier nivel del proceso de ingerir y asimilar, lo cual
incluye lo que recibo por vía de mi sensibilidad, así como lo que hacen mis glándulas,
otros órganos corporales y mis músculos, y lo que corresponde a varias otras funciones
vitales de sostén, como la respiración. También existe bloqueo en el plano cortical, bajo
forma de ideas rumiadas, obsesiones, pensamientos estereotipados que se repiten, hasta
llegar, ese bloqueo, a lo infinito. Esta es una forma de fijación. La fijación bloquea el
desarrollo continuo del organismo.
Toda patología puede ser entendida como una interrupción amplia y crónica del
proceso en virtud del cual la persona avanza hacia la satisfacción de toda la escala de
sus necesidades. La persona no es despojada de su integridad; ésta, o su realización de
experiencias, se modifica de modo de acomodarse a ese estado de cosas detenido,
condición que Kurt Goldstein ha descrito maravillosamente. El comportamiento del
tullido tiene sus características especiales y propias, y lo que a nosotros nos parece
“enfermo” en otra persona es, en ella, una acomodación al estado de bloqueo. Yo
compruebo que con toda naturalidad mantengo rígido mi cuello para mitigar un dolor,
mientras el resto de mi cuerpo se acomoda a mi cuello. Camino tieso por la calle y a
quien me vea le parecerá que camino como un zombie, pero yo sé que en tanto camine
en esa forma me sentiré relativamente libre de molestia.
Aunque la persona sea compleja, sus neuronas y otras células son discretas,
finitas. En la medida en que soy susceptible de ser manipulado y acondicionado, y capaz
de almacenar información en forma relativamente permanente tiendo a conservar mi
propia estabilidad funcional: es decir, perpetúo mi manera de funcionar.
Todos los procesos humanos incluyen fuerzas polares. Por ejemplo, todo
movimiento fluido involucra la compleja cooperación de grupos musculares que se
oponen entre sí. De no suceder así, una persona se tornaría gelatinosa, o bien congelada
e incapaz de desarrollar una actividad altamente diferenciada. Una de las polaridades
centrales de nuestra existencia es la de “estabilidad contra cambio”, o sea, necesidad de
saber contra miedo de saber. Nos guste o no, somos seres sujetos a hábitos y de
conducta repetitiva. Constantemente luchamos por mejorar nuestra suerte y modificar
nuestro fututo. Gran parte de nuestra energía se consume en la tensión entre esas dos
fuerzas y como es una terapia que se propone modificar el comportamiento debe
enfrentar ese fenómeno polar partiendo de la base de que está en el primer plano de la
conducta. Es razonable, pues, considerar que, nos dirijamos ya al lado “cooperativo”, ya
al lado “resistente” de la persona, tendemos a movernos hacia el centro de sus
motivaciones. Todas las partes y fuerzas de la persona se conectan hacia su integración
recíproca y cada uno de sus aspectos por pequeño que sea, nos conduce hacia un sentido
más completo de la persona entera.