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Luis Bretel
Enero 2002
ÍNDICE
ÍNDICE..........................................................................................................................2
2.1 ¿Para qué podría ser útil la evaluación del desempeño docente?.......................15
2.2 ¿Quién podría ganar y qué con un sistema de evaluación del desempeño
docente?...................................................................................................................16
4.2 La autoevaluación....................................................................................................27
2
4.4 El portafolio..............................................................................................................29
5 BIBLIOGRAFÍA........................................................................................................34
3
1. ¿QUÉ ES EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO DOCENTE?
La evaluación educativa es un proceso muy complejo y precisamente por esta razón existen muchas
formas de conceptuarla, definirla y entenderla.
Es posible definirla a partir de lo que se hace cuando se evalúa y así afirmar que es un proceso de
construcción de conocimiento a partir de la realidad, con el objetivo de provocar cambios positivos en
ella. La evaluación educativa nunca es un hecho aislado y particular es siempre un proceso que
partiendo del recojo de información se orienta a la emisión de juicios de valor respecto de algún
sujeto, objeto o intervención educativos1. Pero un proceso evaluativo sería absolutamente limitado y
restringido si no estuviera dirigido, explícitamente, a la toma de decisiones en función de la
optimización de dichos sujetos, objetos o intervenciones evaluadas.
Por ello es que se suele afirmar2 que éste es un proceso cognitivo (porque en él se construyen
conocimientos), instrumental (porque requiere del diseño y aplicación determinados procedimientos,
instrumentos y métodos) y axiológico (porque supone siempre establecer el valor de algo). De estos
tres procesos simultáneos, sin duda, el proceso axiológico es el más importante y significativo, porque
cuando se evalúa no basta con recoger información, sino que es indispensable interpretarla, ejercer
sobre ella una acción crítica, buscar referentes, analizar alternativas, tomar decisiones, etc. Todo lo
cual tiene como consecuencia fundamental la legitimación del valor de determinadas actividades,
procesos y resultados educativos, es decir la creación de una “cultura evaluativa”, en la que cada uno
de los instrumentos empleados y los conocimientos generados adquiere sentido y significado. En tal
perspectiva Valdez (2000) afirma que la evaluación del desempeño docente es “una actividad de
análisis, compromiso y formación del profesorado, que valora y enjuicia la concepción, práctica,
proyección y desarrollo de la actividad y de la profesionalización docente”3. La evaluación, quiérase o
no, orienta la actividad educativa y determina el comportamiento de los sujetos, no sólo por los
resultados que pueda ofrecer sino porque ella preestablece qué es lo deseable, qué es lo valioso, qué es
lo que debe ser.
Por otra parte, la evaluación educativa también se suele definir ateniéndose a aquello que es objeto de
evaluación. Si ésta se centra en los resultados educativos se la define como evaluación sumativa. Si, de
manera diferente, se orienta al estudio y valoración de los procesos educativos y de las interrelaciones
educativas entre los sujetos se la define como evaluación formativa. En la primera de estas dos
comprensiones, generalmente la evaluación es asociada al uso de determinas tecnologías educativas, al
empleo de ciertos instrumentos y escalas de medición. Mientras que la segunda de ellas busca
comprensiones más globales, muchas veces no cuantificables.
También es posible hacerlo a partir del tipo de proceso y su finalidad. Así, algunos la conciben como
un proceso riguroso de medición cuantitativa que tiene puesto el interés en realizar comparaciones
precisas y determinar distancias cuantificables entre una situación determinada y un modelo deseable,
claramente establecido. Una evaluación de esta naturaleza requiere hacer uso de un patrón de medida,
lo que supone definir indicadores objetivamente verificables y cuantificables, determinar desde allí
unidades de medida, construir escalas de medición y diseñar instrumentos válidos y confiables.
1
MATEO, J. La evaluación educativa. En Enciclopedia General de la Educación, 532-586. Barcelona. Océano. 1998.
2
MATEO, J. La evaluación educativa, su práctica y otras metáforas. Barcelona. Ed. Horsori. 2000
3
VALDÉS V., Héctor. “En un mundo de cambios rápidos, sólo el fomento de la innovación en las escuelas permitirá al
sistema educacional mantenerse al día con los otros sectores”. Ponencia presentada en el Encuentro Iberoamericano sobre
Evaluación del Desempeño Docente. OEI, México, 23 al 25 de mayo de 2000.
4
Pero, quienes la entienden, más bien como construcción y emisión de juicios de valor, o como un
proceso de valoración no cuantitativa en función de ideales, es porque lo único que desean lograr es
que se acorte la brecha entre los desempeños y condiciones actuales y los deseables. Para poder
evaluar el desempeño docente desde esta comprensión, se requiere tener claridad y haber alcanzado
acuerdo respecto al deber ser del desempeño docente y contar con una conciencia ética y moral
suficientemente desarrollada, especialmente en los docentes, porque la evaluación tendería que ser
sobre todo una auto y coevaluación, desarrollada a través de procesos de reflexión y análisis de los
propios desempeños, en relación con los desempeños que la sociedad o el sistema educativo considera
deseables.
Sin embargo, es importante tener en cuenta lo que muchos han hecho para evitar una evaluación
reducida y miope, a saber, optar por una evaluación definida como la combinación de todas estas
comprensiones, asignándole mayor peso y significatividad a alguno de los polos dentro de las
combinaciones resultantes. De esta opción podríamos concluir que al proponerse evaluar el
desempeño docente es importante tener e cuenta que:
Se debe prestar más atención a la “cultura evaluativa” que se originará con la forma en que se
evalúe que a los procedimientos e instrumentos de evaluación. En todo caso, antes de aplicar
estos últimos es indispensable determinar cuáles serán los impactos que podrían producir
(positivos o negativos) en la cultura evaluativa que se requiere construir.
No debe temerse a un proceso evaluativo muy complejo, porque toda simplificación puede
resultar reductiva y empobrecedora.
5
Quisiéramos cerrar este acápite con las siguientes palabras del cubano Héctor Valdés, respecto al
sistema de evaluación del desempeño docente en su país:
“Durante varias décadas se trabajó en el sector educacional bajo el supuesto de que el peso
de las condiciones socioeconómicas y culturales externas al sistema educativo sobre las
posibilidades de éxito de los escolares es tan fuerte, que muy poco podía hacerse al interior
de las escuelas, para contrarrestarlas [...]
En el último decenio los sistemas educativos latinoamericanos han privilegiado los esfuerzos
encaminados al mejoramiento de la calidad de la educación y en este empeño se ha
identificado a la variable “desempeño profesional del maestro” como muy influyente,
determinante, para el logro del salto cualitativo de la gestión escolar [....]
Hoy se aprecia un cierto consenso en la idea de que el fracaso o el éxito de todo sistema
educativo depende fundamentalmente de la calidad del desempeño de sus docentes. [...] Sin
docentes eficientes no podrá tener lugar el perfeccionamiento real de la educación.
La evaluación del maestro juega un papel de primer orden, pues permite caracterizar su
desempeño y por lo tanto propicia su desarrollo futuro al propio tiempo que constituye una
vía fundamental para su atención y estimulación.
Otros actores educativos, sin embargo, obstaculizan todo esfuerzo porque se instauren
políticas de este tipo en sus sistemas educativos, a partir de posiciones básicamente gremiales
que, tratando de “proteger al docente”, olvidan el derecho de los alumnos a recibir una
educación cualitativamente superior e incluso no reflexionan en el derecho que tienen los
docentes a recibir acciones de asesoramiento y control que contribuyan al mejoramiento de
su trabajo.
La evaluación profesoral no debe verse como una estrategia de vigilancia jerárquica que
controla las actividades de los profesores, sino como una forma de fomentar y favorecer el
perfeccionamiento del profesorado, como una manera de identificar las cualidades que
conforman a un buen profesor para, a partir de ahí, generar políticas educativas que
coadyuven a su generalización.
Los educadores están sometidos constantemente a una valoración por todos los que reciben
directa o indirectamente sus servicios. Por esa razón se hace necesario un sistema de
evaluación que haga justo y racional ese proceso y que permita valorar su desempeño con
objetividad, profundidad, e imparcialidad.
4
Ibid.. Páginas 14 y 15.
6
1.2 ¿Cómo sentir la evaluación?
En primer lugar, es importante sacar a la luz los sentimientos que la evaluación produce en
todos, tanto cuando evaluamos a otros como cuando nos sentimos evaluados o susceptibles de
serlo.
Desde el punto de vista de quien evalúa, en tanto que el evaluar otorga poder sobre los
evaluados, quien tiene que hacerlo no puede evitar sentir que los destinos ajenos están en sus
manos y que la sensación de producir temor en el otro puede llegar a producir un enfermizo
placer.
Es evidente que hacer explícito este temor no lo va a evitar ni superar, pero es indispensable
estar concientes de él y de sus posibles manifestaciones, que pueden enturbiar, distorsionar e
irracionalizar la discusión y la implementación de un sistema de evaluación del desempeño
docente.
Tan sólo de pensar en este tema los docentes peruanos nos llenamos de ansiedades y temores,
sin embargo es importante tener en cuenta que estos sentimientos es reversible y que el éxito
o el fracaso de un sistema de esta naturaleza depende, en gran medida, de lograr generar un
clima evaluativo positivo. El primer reto a enfrentar debe ser el lograr que los docentes de
puedan llegar a sentir que ser evaluados es valioso, agradable y hasta deseable.
Héctor Valdez (2000) insiste en la necesidad de tener en cuenta este aspecto y nos advierte de
los peligros de no tenerlo en cuenta:
Para muchos el docente es un trabajador de la educación. Para otros, la mayor parte de los
docentes son esencialmente servidores públicos. Otros lo consideran simplemente un
educador. También puede considerársele como un profesional de la docencia y aun hay
quienes todavía lo consideran una figura beatífica y apostólica. Aunque establecer la
distinción pueda parecer una trivialidad, optar por una u otra manera de concebir al docente
puede tener importantes implicancias al proponer un sistema de evaluación de su desempeño.
Por otra parte, entenderlo como educador, puede resultarnos además de también genérico y
poco claro, ya que en principio todos educamos y todos somos educados, sino que puede
hacer referencia a la mítica imagen del docente “apóstol de la educación”, con una misión que
al trascender lo mundano pierde una característica propia de todo servicio profesional, a saber,
la rendición mundana y social de cuentas por la calidad del servicio prestado.
5
Ibid. Página 16
6
PAVEZ URRUTIA, Jorge, Presidente Colegio de Profesores de Chile. Seminario Perspectiva del Colegio de Profesores
sobre el Profesionalismo Docente., Internacional “Profesionalización docente y calidad de la educación”. Santiago de Chile, 8
y 9 de mayo de 2001.
8
materia y que poseen herramientas profesionales adecuadas para cumplir con cualquier
objetivo que sea sugerido o impuesto desde el sistema. Esto implica definir el campo de
trabajo docente como una práctica investigativa. Y ello requiere contar con la capacidad de
construir y evaluar sistemáticamente sus prácticas pedagógicas.
Es indispensable precisar cuál es la misión educativa específica del docente y en ese contexto,
cuáles son los conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes que corresponden a esas
tareas. Su misión es contribuir al crecimiento de sus alumnos y alumnas. Contribuir, desde los
espacios estructurados para la enseñanza sistemática, al desarrollo integral de las personas,
incorporando sus dimensiones biológicas, afectivas, cognitivas, sociales y morales. Su
función es mediar y asistir en el proceso por el cual niños y jóvenes desarrollan sus
conocimientos, sus capacidades, sus destrezas, actitudes y valores, en el marco de un
comportamiento que valora a otros y respeta los derechos individuales y sociales. Para
realizar esta misión los docentes necesitan creer en ella y en que es posible realizarla bien.7
Todo ello hace pensar en que su rol es un rol profesional y definirlo como tal, es no sólo
indispensable sino un paso trascendental en la profesionalización de la docencia y en la
construcción de una educación de calidad. Graciela Messina8, reflexionando sobre el carácter
profesional de la tarea docente, no sólo plantea que es una tarea urgente lograr que se
considere que el docente es un profesional, sino que está segura que el asumirlo como “un no
profesional” es un mito tanto para deslegitimar su trabajo y en consecuencia justificar las
injustas condiciones de trabajo y salario, como para justificar que la “creatividad” le pertenece
sólo a unos pocos, al nivel central de los ministerios de educación, que toman decisiones y
hacen guías de aprendizaje, que definen currículo, dándole muy poco espacio a los docentes.
El buen desempeño profesional de los docentes, así como de cualquier otro profesional, puede
determinarse tanto desde lo que sabe y puede hacer, como desde la manera como actúa o se
desempeña, y desde los resultados de su actuación10. Obviamente no es posible calificar al
buen profesional, y menos al docente, sólo desde alguno de estos aspectos.
Es de sentido común afirmar que un buen docente debe tener conocimientos sobre las
disciplinas académicas en torno a las que debe lograr que los alumnos construyan
aprendizajes; también sólidos conocimientos pedagógicos que le permitan lograr dichos
aprendizajes, así como respecto de las características generales e individuales de cada uno de
sus estudiantes.
9
ABRILE DE VOLLMER, María Inés (Exministra de Educación de la Provincia de Mendoza (Argentina) durante el período
1989-1992 y actual asesora del Ministerio de Cultura y Educación de Argentina). Nuevas demandas a la educación y a la
institución escolar, y la profesionalización de los docentes. Revista Iberoamericana de Educación Número 5. Mayo - Agosto
1994.
10
WILSON, J.D. Cómo valorar la calidad de la enseñanza, Barcelona: Paidós/MEC. 1992.
11
HERNÁNDEZ, Carlos Augusto. Aproximaciones a la Discusión sobre el Perfil del Docente. II Seminario Taller sobre
perfil docente y estrategias de formación. Países de Centroamérica, El Caribe, México, España y Portugal. San Salvador, El
Salvador del 6 al 8 de diciembre de 1999. Página 9.
12
AYLWIN, Mariana. Ministra de Educación. Política de profesores en Chile. Discurso. Seminario Internacional
“Profesionalización docente y calidad de la educación”. Santiago de Chile, 8 y 9 de mayo de 2001.
10
1.3.2 ¿Cómo debe actuar el buen docente?
La gama de tareas del docente incluye la planificación de sus actividades de enseñanza,
teniendo presente las características de los destinatarios de la educación, las del entorno en
que viven y las de la sociedad que deberán enfrentar. También incluye la capacidad para
establecer ambientes de aprendizaje que facilitan la participación e interacción entre alumnos
y profesor; la creación de herramientas de evaluación apropiadas que le permitan, por una
parte detectar las dificultades de sus alumnos y alumnas y, en consecuencia apoyarlos y, por
otra parte, evaluar el efecto de su propia estrategia de trabajo. Finalmente incluye formar parte
constructiva del entorno en el que trabaja, compartir y aprender de y con sus colegas y
relacionarse con los padres de familia y otros miembros de la comunidad circundante. 13
Es todo esto lo que hace que la respuesta a esta pregunta resulte más complejo en tanto que la
actuación profesional del docente se realiza en diversos ámbitos y con diversos sujetos.
En el ámbito del aula, su buen desempeño tiene que ver tanto con el diseño cuidadoso, la
conducción responsable y la evaluación profunda de los procesos de aprendizaje; así como
con la relación comunicativa y afectiva que establece con todos y cada uno de sus estudiantes.
Con relación a sus colegas, se espera una actuación de colaboración, de apoyo mutuo y
corresponsabilidad tanto respecto a la diversificación del currículo como a la organización y
marcha del centro.
Respecto a sí mismo, se espera que el buen docente esté permanentemente buscando los
mejores medios para crecer profesional y humanamente.
Finalmente el aspecto que consideramos más importante y que la sociedad entera espera que
se dé en todos los ámbitos señalados anteriormente: se espera un comportamiento moralmente
recto y ejemplar.
“Y mucho más claro, aunque quizá más frecuente en sus formas sutiles, es el carácter
moralmente reprobable del uso que el docente puede hacer de su poder para
experimentar el placer del control. Muchos algunas veces hemos dudado de si la
disciplina o las tareas que exigimos se justificaban por las necesidades de la
13
Estándares.... Chile. Página 9
14
La Ética en la Formación y en la Práctica Docente. Enfoques multidisciplinarios. En: Quehacer Educativo. No. 36 (Julio,
1999). Página 18.
11
enseñanza, o si en ellas mas bien nos complace la experiencia de nuestro propio
poder. “15
“La falta de este particular deber de virtud del docente amenaza con convertir la
enseñanza en un simulacro.” 16
15
Ibid. Página 25
16
Ibid. Página 27
17
AYLWIN. Op cit
18
SCRIVEN, M.. "Summative teacher evaluation" en J. Millman (ed.) Handbook of teacher evaluation pp. 244-271. Beverly
Hills, Ca. Sage. 1981.
12
Es evidente que es posible realizar muchas otras síntesis de las competencias que deben
caracterizar el buen desempeño del docente. De hecho lo más importante es avanzar en la
definición socialmente aceptada y consensuada de las competencias básicas que deben
caracterizarlo para nosotros.
13
2 LA FINALIDAD DE LA EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO
DOCENTE
Las diversas experiencias de evaluación del desempeño docente nos demuestran que las
finalidades o las razones por las que se puede implementar un sistema de evaluación del
desempeño docente son varias, y estas mismas experiencias nos demuestran que no se trata de
alternativas excluyentes ya que todas ellas contribuirían, unas más y otras menos, a mejorar la
calidad de la docencia y con ello la calidad de los procesos educativos y de la educación en
general. Para el Colegio de Profesores de Chile:
“El propósito fundamental del sistema (de evaluación) es el de mejorar la calidad del
desempeño de los profesores y profesoras en todos los niveles, en función de un
mejoramiento de la educación ofrecida en los establecimientos del país. [...]
[...] Subyace a esta propuesta, que se reconozca que el éxito o fracaso de un sistema
como el propuesto depende de los esfuerzos realizados por manejar bien los factores
que afectan el desempeño docente y, sobre todo, reconocer que los resultados de
aprendizaje de los alumnos y alumnas del sistema no dependen enteramente de la
acción de los docentes. Los factores que requieren atención son los siguientes:
(a) La comprensión de los docentes del sistema que se les propone y su compromiso a
asumirlo como sistema válido para asegurar la calidad del ejercicio de su profesión.
Ello implicará un tiempo dedicado a la socialización y discusión del esquema con
docentes a través de todo el país.
14
(b) El que existan condiciones básicas de trabajo pedagógico y profesional que
permitan ejercer y desarrollar los estándares19 de desempeño que dicho sistema de
evaluación impulsará.
2.1 ¿Para qué podría ser útil la evaluación del desempeño docente?
1. Consideramos que la más importante utilidad que esta evaluación debería tener es el
posibilitar el diseño de estrategias y medidas de refuerzo y crecimiento profesional
pertinentes y ajustadas a las condiciones y necesidades reales de cada docente. Es
evidente que las necesidades de formación y capacitación de los docentes son diversas
y que las propuestas uniformes y monocordes terminan siendo útiles sólo para un
grupo pequeño a cuyas necesidades responde.
2. Por otra parte, un sistema de evaluación participativo, con criterios concordados y
procedimientos auto y coevaluativos, permitiría lograr un mayor nivel de compromiso
de cada docente con las metas, los objetivos y las personas involucradas en el proceso
educativo.
3. Así mismo, un sistema de evaluación, con participación de todos los actores
involucrados en el proceso educativo permitiría el empoderamiento y la
responsabilización individual y colectiva de todos los ciudadanos respecto a las
grandes metas y objetivos educativos nacionales, regionales, locales o institucionales,
y a sus resultados.
4. La evaluación del desempeño docente permitiría también la formulación de metas y
objetivos institucionales, regionales o nacionales pertinentes que se definirían sobre
bases y condiciones reales.
5. Esta evaluación sería un insumo fundamental para el enriquecimiento de las
propuestas y el currículo de las instituciones formadoras de docentes.
6. A cada docente le permitiría el delineamiento de metas y objetivos personales de
crecimiento profesional.
19
“Los estándares son, por tanto, patrones o criterios que permitirán emitir una forma apropiada juicios sobre el desempeño
docente de los futuros educadores y fundamentar las decisiones que deban tomarse. Son genéricos. Expresan posiciones
respecto a la enseñanza y el aprendizaje que derivan de una larga tradición pedagógica que se extiende desde Sócrates,
incluyendo a Froebel, Pestalozzi y Dewey, hasta Paulo Freire. Se han formulado como descripciones de formas de
desempeño. Se expresan en términos de lo que sabe y puede hacer. [...] Los estándares de desempeño nos dotan de
parámetros que aseguren una mejor preparación de los profesores en un futuro próximo, además de constituir un paso
concreto hacia formas prácticas de evaluar el desempeño docente. “Estándares de desempeño para la formación inicial de
docentes. Ministerio de Educación de Chile. División de Educación Superior. Programa de Fortalecimiento de la Formación
Inicial docente. Junio-2001.
15
7. Podría ser empleada para seleccionar y escoger a quienes hayan logrado una mayor
desarrollo de las competencias necesarias, entre quienes quieren incorporarse a la
carrera magisterial o a un centro educativo determinado.
8. Finalmente, podría ser útil para calificar y clasificar a los docentes en un escalafón o
en los niveles de la carrera magisterial, para determinar si cuentan con las condiciones
adecuadas para asumir una función o un cargo determinados, o para sancionar,
positiva o negativamente a los docentes, aplicando incentivos y estímulos o medidas
punitivas a docentes individuales o a colectivos docentes.
La respuesta es que si diseñamos un sistema adecuado podrían ganar todos los sujetos
involucrados en la tarea educativa y la sociedad en su conjunto, porque estimularía el
crecimiento personal y profesional de cada docente, al plantearle metas claras de desempeño
esperado, al garantizarle un proceso racional de ascenso y movilidad dentro de la carrera
magisterial. Ganaría el colectivo administrativo-docente de cada escuela, porque estimularía
su mejoramiento continuo. Ganarían los alumnos, porque contribuiría considerablemente al
mejoramiento de la calidad de las oportunidades y los resultados del aprendizaje. Ganarían las
instituciones formadoras, por sus resultados les permitiría ajustar permanentemente sus
propuestas de formación de docentes. Ganarían los padres de familia, el sistema educativo y
el país, porque la evaluación del desempeño docente promovería el cambio continuo,
contando con el compromiso de todos sus actores.
Como ya se afirmó, estas finalidades distintas no son excluyentes y hasta podrían alcanzarse
simultáneamente, sin embargo, en nuestro medio es importante determinar cuáles podrían y
deberían ser logradas primero, en virtud a generar y desarrollar una cultura evaluativa que
permita evitar las limitaciones y riesgos de la implementación de un sistema de evaluación de
esta naturaleza y contribuir realmente al mejoramiento de la calidad del servicio educativo y
al empoderamiento de los diversos actores y sujetos involucrados en la educación.
A continuación se presentan los objetivos y las formas que debiera tener la evaluación para
cada una de las finalidades posibles y se analizan desde la perspectiva estratégica de su
contribución a la generación de una cultura evaluativa en nuestro medio.
16
3 LOS OBJETIVOS Y LOS PROCEDIMIENTOS DE
EVALUACIÓN MÁS APROPIADOS SEGÚN FINALIDAD
Para lograr la construcción de un sistema de evaluación del desempeño docente que logre el
equilibrio entre las distintas finalidades planteadas en el capítulo anterior, Stronge20 propone
las siguientes acciones indispensables:
Usar múltiples fuentes de datos, para lograr que el marco de la actuación evaluada mucho
más rica y contextualizada, que se recoja la información en situaciones más naturales, que
se logre una mayor fiabilidad en la información obtenida, que se tengan bases legalmente
mejor defendibles, en el caso de tener que tomarse decisiones sancionadoras, y,
finalmente contar con una información de base mucho más firme sobre la que construir
planes de mejora y desarrollo docente realistas.
20
STRONGE, J.H.. Evaluating Teaching. A guide to current thinking and best practice. Thousand Oaks, CIa. Corwin Press,
Inc. 1997
17
3.1 Evaluación desde y para la formulación de metas y objetivos
personales, institucionales, regionales o nacionales y para el diseño de
estrategias y medidas de refuerzo al crecimiento profesional de los
docentes
Cada docente, cada colectivo docente (en cada centro educativo o Red de centros), cada
instancia local o regional del sector educación, debería involucrarse en un proceso de
autoevaluación que permitiera identificar, en primer lugar, sus potencialidades y sus
limitaciones, sus éxitos y sus fracasos, para desde ellos proponerse objetivos y metas precisas
de crecimiento y mejora y, en segundo lugar, el nivel de logro y consecución de dichos
objetivos y metas.
Este proceso, de alguna manera, fue el que se pretendió iniciar con la exigencia de que cada
centro educativo desarrolle su propio Plan de Desarrollo Educativo Institucional (PDI).
Desgraciadamente, en la mayor parte de los casos, se convirtió sólo en una exigencia
burocrática y en un documento carente de relevancia. En aquellos, tal vez pocos, centros en
los que sí cumplió su cometido fue porque:
Los directores y algunos docentes tenían absoluta claridad sobre su finalidad y el
sentido de elaborarlo y porque sabían cómo y mediante qué procesos tenía sentido
hacerlo;
los colectivos docentes participaron y se comprometieron en el proceso de
elaboración y de seguimiento y evaluación de sus objetivos y metas;
contaron con el apoyo y acompañamiento de instituciones que tenían claridad sobre el
impacto que su elaboración tendría y que contaban con los conocimientos y
experiencia suficientes como para brindar soporte efectivo en el proceso de su
elaboración.
El diseño mismo del PDI implicaba un proceso de evaluación diagnóstica en el que los
docentes no sólo debían mirar y recoger datos relevantes del contexto, sino que debían mirar
hacia adentro evaluando sus propias capacidades, potencialidades y limitaciones. Por otra
parte, implicaba el establecimiento de objetivos y metas orientados al desarrollo profesional
de los docentes, al involucramiento de padres y alumnos en las decisiones del centro, la
atención de las necesidades específicas y prioritarias de los alumnos y la vinculación del
centro con organizaciones e instituciones que pudieran convertirse en aliados estratégicos de
su misión. Así mismo, debían precisar metas a ser alcanzadas en plazos específicos y personas
responsables de su consecución, además de acciones de seguimiento, monitoreo y evaluación
de las mismas. Ese proceso, ya iniciado y sobre el cuál se han desarrollado no sólo
experiencias exitosas, sino también instrumentos útiles, debería ser retomado y enriquecido.
En cuarto lugar, es evidente que tendrían que asegurarse no sólo la capacitación de los
equipos docentes que se involucrarían en un proceso semejante, sino sobretodo el
acompañamiento de quienes hayan iniciado el proceso. Es posible que esto no se pueda
generalizar desde un primer momento, pero se podría diseñar una estrategia que haga posible
el avance paulatino hacia que en un plazo razonable, todos los docentes y centros del país se
involucraran en él. De los diversos procedimientos que se proponen en el siguiente Capítulo,
los que pueden resultar de utilidad al evaluar en función de esta finalidad son los siguientes:
La autoevaluación, la opinión de los padres, la opinión de los alumnos, la coevaluación o
evaluación de pares y el rendimiento en el aprendizaje de los alumnos.
21
BENVENISTE, Luis. “La evaluación del rendimiento académico y la construcción de consensos en Uruguay”. Abril-2000.
http://www.grade.org.pe/gtee-preal/docs/Beneviste.pdf
19
En quinto lugar, el proceso de elaboración, seguimiento y monitoreo del PDI de cada centro,
debiera complementarse con procesos locales de elaboración de proyectos de desarrollo
educativo, que tomando como base los diagnósticos de los PDI de los centros del ámbito,
establezcan objetivos y metas relativos a cómo y en qué medida se les apoyará (a cada centro)
en el logro de sus objetivos y metas específicos. Lo mismo debiera producirse en los ámbitos
provinciales, departamentales y nacional. Adquieren relevancia aquí las palabras de J.C.
Tedesco: “la autonomía de los establecimientos y la articulación de esfuerzos entre las
instituciones educativas, a partir de elementos comunes en los proyectos de cada institución,
forma una red que puede constituir una vía prometedora para acercarse a buenos resultados”.22
Estos procesos se verían enormemente facilitados en la medida en que la intercomunicación
informática de las diversas instancias de administración del sistema educativo se vaya
incrementando.
A diferencia de los otros dos que se proponen a continuación, este subsistema de evaluación
del desempeño docente, cuyo objetivo no es seleccionar, calificar ni sancionar, sino promover
una cultura de la autoevaluación, podría iniciarse temporalmente antes que ellos y alcanzar su
finalidad primero.
el nivel de compromiso y colaboración con los otros docentes para el logro de sus
metas profesionales, etc.
Los esfuerzos del profesorado tienden a tener una mayor influencia cuando persiguen
un objetivo tan deseado que estimule la imaginación y dé a la gente algo en lo que
desee trabajar, algo que todavía no sepa hacer, algo de lo que pueda enorgullecerse
cuando lo consiga.
Una vez identificados los objetivos prioritarios para mejorar el grado de eficacia de
la escuela, éstos se integran en el proceso de evaluación haciendo que los profesores
desarrollen unos objetivos de rendimiento que centren su atención en las necesidades
identificadas en los objetivos prioritarios.
TEDESCO, Juan Carlos El nuevo pacto educativo. Educación, competitividad y ciudadanía en la sociedad moderna.
22
Utilizar el enfoque basado en equipo para desarrollar unos objetivos de mejora tiene
varias ventajas. En primer lugar, fomenta la confianza y la colegialidad. En segundo
lugar, saca parte del proceso de evaluación del despacho del director y lo traslada al
lugar donde se desarrolla el trabajo. En tercer lugar, a través de este enfoque, la
evaluación de profesorado tiene un impacto más visible y significativo sobre la
mejora de la escuela que si los profesores trabajasen solos en el desarrollo de sus
objetivos de rendimiento.”23
23
Valdez. Op.cit.
21
Además, la precisión sobre las evidencias que permitirían determinar si está o no desarrollada
cada competencia y a qué nivel, permitiría descubrir con mayor facilidad cuáles debieran ser
los procedimientos e instrumentos de evaluación más adecuados, lo que indudablemente
enriquecería a las mismas instituciones formadoras, en tanto les arrojaría luces sobre qué y
cómo deberían ellas mismas evaluar en sus estudiantes durante su proceso de formación.
El proceso y los procedimientos empleados deben apuntar a recoger la mayor cantidad de
evidencias posible y en evaluar las competencias de los futuros docentes en situaciones reales
o realistas. No debe, de ninguna manera, reducirse a un proceso de sólo evaluación de
conocimientos. De los procedimientos propuestos en el siguiente Capítulo, los más eficaces
para la evaluación desde esta finalidad serían los siguientes: Observación de clase, pruebas de
conocimientos, portafolio y coevaluación de los pares. Si esta evaluación se realiza después
de un período de práctica educativa en aula, sería importante incorporar también la opinión
de los alumnos y la de los padres.
Una vez concordados los perfiles y estándares, así como los posibles procedimientos e
instrumentos, sería indispensable un proceso que permitiera su validación empírica, así como
la experimentación con diversos procesos de evaluación y diversos evaluadores. Es necesario
no sólo establecer correlaciones entre sus resultados, para determinar su confiabilidad, sino,
sobretodo, descubrir qué proceso y qué evaluadores son técnicamente más adecuados y
garantizan más confianza de las instituciones, de los docentes y de la sociedad. Los
resultados de esta experimentación-validación permitiría formalizar este sistema.
Teniendo en cuenta el tiempo que requeriría este proceso de definición de perfiles,
estándares, procedimientos y evaluadores, sin los cuales cualquier sistema de selección sería
incompleto, sesgado y nada predictor del desempeño real de los docentes que se incorporen a
la carrera magisterial, debieran ya darse los primeros pasos porque el tiempo requerido para
instalar este subsistema, teniendo en cuenta todo el proceso descrito, no es poco. En el
mediano plazo, dos o tres años, se podría contar con un sistema que permita cumplirla
cabalmente, si es que se inician inmediatamente las acciones en tal dirección.
Una evaluación con esta finalidad tendría, más que cualquiera, un sentido axiológico muy
fuerte, porque es la que expresaría lo que la sociedad peruana considera o no un buen docente
y porque delinearía el camino de tránsito en la carrera magisterial. Es por ello que el proceso
de su diseño y definición debiera ser más complejo y cuidadoso que el anterior.
Una primera etapa de su construcción, el establecimiento de perfiles profesionales, podría
coincidir temporalmente con el diseño de la evaluación para la incorporación en la carrera, en
tanto que los ámbitos de evaluación y las competencias demandadas serían las mismas, la
diferencia estaría en que se requerirían establecer mínimos de logro distintos para cada nivel
de la carrera. Determinar cuáles son los posibles cargos, funciones y responsabilidades a que
un docente podría acceder en cada nivel permitiría establecer con precisión los mínimos de
logro acreditables para cada nivel de la carrera.
Es muy probable que la valoración relativa que determinados aspectos tengan para acceder a
un nivel específico de la carrera no sean los mismos que para acceder a otro. O que, algunas
competencias cuya posesión podría considerarse no indispensable al inicio o en los primeros
22
niveles de la carrera, se considere absolutamente indispensable en otro, por ejemplo la
producción intelectual. Es posible, aunque poco probable que en alguna región del país se
considere indispensable una competencia a un nivel de logro diferente que en otra.
También los QTS (Estándares de Calidad Docente) ingleses (1995), el Framework for
Teaching de Virginia (1996), o los National Board for Professional Teaching Standards
norteamericanos (http://www.nbpts.org/), pueden ser un punto de partida importante para la
construcción del complejo sistema de competencias, indicadores y niveles de logro que se
requerirían.
Dada la importancia axiológica y el impacto que sobre los sujetos de la educación y la
sociedad entera tendría este subsistema, el proceso y los actores que debieran participar en su
diseño son aun más importantes que con relación al subsistema anterior.
En la discusión sobre los estándares y niveles de logro, asociados a cada nivel de la carrera,
tendrían que incorporarse, de ser posible, la mayor parte de los docentes, padres de familia,
alumnos y representantes de otras instituciones vinculadas con el quehacer educativo. Sería
indispensable promover un proceso por el cuál se vayan discutiendo y definiendo uno a uno
los elementos, desde lo que se entiende por un buen profesor, luego las competencias
específicas que debe poseer, hasta las evidencias que debieran ser presentadas, asegurando
que en cada etapa fluya la información bidireccionalmente: se lanza un documento base de
discusión, se recogen, centralizan y sistematizan los aportes, buscando la construcción
paulatina (al nivel local, provincial, departamental) de un cuadro único en el ámbito nacional,
en el que es posible, como se dijo anteriormente, especificar algunos énfasis y elementos que
sólo tendrían valor regional, finalmente se devuelve el producto parcial sistematizado, para
poner el siguiente elemento a discusión e iniciar un nuevo proceso.
En este proceso tendría que haber una participación orgánica de los colectivos docentes de
cada centro educativo, de las asociaciones de padres de familia, de los estudiantes de los
últimos de la primaria y la secundaria, así como de “mesas de trabajo” constituidas por
representantes de instituciones vinculadas a la tarea educativa. Desde el nivel local, pasando
por el provincial y el departamental, tendrían que haber instancias de centralización y
sistematización de las propuestas, que serían además correas de transmisión de la
información. Este proceso tendría que acompañarse de un proceso de difusión, discusión y
debate a través de los medios de comunicación social, de tal manera que la reflexión y la
profundidad en ella se vayan paulatinamente alcanzando en toda la población.
Es evidente que se podría saltar algunos pasos y abreviar el recorrido, diseñando el sistema
desde el MED e implementándolo sin tantas mediaciones y dilaciones, pero no debemos
olvidar que:
“Una reforma efectiva no puede imponerse por decreto de arriba hacia abajo […]
(Que si bien) la reforma requiere liderazgo [...] los líderes deben crear consenso
entre los burócratas y los empresarios, los sindicatos y la opinión pública, los
directores y los maestros, así como entre los padres y los estudiantes. Estos
participantes serán quienes en última instancia, habrán de interpretar y aplicar las
reformas. Para tener éxito la reforma debe procurar el compromiso y la participación
de los interesados. La participación y el compromiso político son importantes fuerzas
que sustentan el éxito del cambio educacional. Por lo tanto, el “mercadeo social” y la
23
atención al proceso de diálogo de política y formación de consenso son importantes
componentes de los esfuerzos de reforma.”24
Es evidente que este proceso podría ser largo, pero que sus efectos sobre la mejora de la
calidad de la educación peruana y el empoderamiento de todos los actores respecto a qué debe
esperarse de la educación y debe exigirse de ella y del docente se producirían y harían
evidentes mucho antes que el establecimiento definitivo del sistema mismo de evaluación.
Teniendo en cuenta todo lo anterior y el tiempo que demandaría el diseño y puesta en marcha
de este susbsistema de evaluación, tampoco creemos que debiera esperarse instalar de manera
inmediata este sistema. Aunque, tal como se afirmó respecto al subsistema de evaluación para
la selección, se deberían iniciar acciones que además de hacer posible que se cuente en el
mediano plazo con él, permitirían alcanzar las tres últimas finalidades que se planteaban en el
capítulo anterior, a saber, que cada docente vaya planteándose metas y objetivos personales de
crecimiento profesional y que vaya logrando un mayor compromiso con las metas, los
objetivos y las personas involucradas en el proceso educativo, y que se vaya consiguiendo el
empoderamiento y la responsabilización de todos los ciudadanos respecto a las grandes metas
y objetivos educativos nacionales, regionales, locales o institucionales, y sus resultados.
24
RODRÍGUEZ C., Abel. Los maestros, protagonistas del cambio. Convenio Andrés Bello. Seminario de Integración
Educativa Andrés Bello. Noviembre, 1999. Página 15.
24
Además, consideramos que en la perspectiva de ir generando una cultura evaluativa, debiera
irse ensayando procesos de evaluación de algunos aspectos poco problemáticos y muy
objetivos como asistencia y puntualidad a la escuela asociados a la asignación de incentivos,
sin comprometer la nueva carrera magisterial en proceso de construcción.
25
4 DESCRIPCIÓN DE ALGUNOS PROCEDIMIENTOS E
INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO
DOCENTE
Observación de clases
Autoevaluación
Pruebas de
conocimientos
Portafolio
Opinión de los
alumnos
Coevaluación
Rendimiento de los
alumnos
hay muchos aspectos del desempeño docente en el aula que no son fácilmente
observables, como por ejemplo: la planificación que hace el docente de sus clases, su
valoración y modificación de los materiales didácticos que emplea, su elección y
adaptación de métodos pedagógicos, y sus relaciones de trabajo con colegas, padres y
otros miembros de la comunidad educativa;
26
el número de observaciones limitado y la brevedad de su duración no permiten la
generalización;
el peligro de que el evaluador focalice su atención guiado por sus intereses, reflejando,
consecuentemente, más sus propios puntos de vista que la realidad del aula;
la visita misma altera el comportamiento del docente y de los alumnos, de forma que
reduce la posibilidad de que el evaluador realmente observe una situación
representativa;
Los instrumentos abiertos se utilizan a veces en conexión con los juicios emitidos por el
evaluador. Los informes proveen ejemplos específicos que se pueden discutir o analizar en
una reunión entre el evaluador y el docente o en una revisión realizada por los colegas.
Por el contrario, los sistemas cerrados ponen el énfasis en la reunión de datos y centran su
atención en tipos o aspectos específicos del comportamiento. Los sistemas cerrados incluyen
sistemas de categorías y signos, así como listas de comportamientos y escalas de clasificación.
El sistema de categorías típico contiene categorías mutuamente exclusivas y exhaustivas que
son aplicadas a los comportamientos de interés.
4.2 La autoevaluación
27
de su actividad docente. Finalmente es también él quien decide la naturaleza de las acciones
de desarrollo personal que deberá asumir después del proceso de reflexión sobre su actividad.
Algunas de las técnicas e instrumentos que se utilizan normalmente asociados a este método:
- Hojas de autoclasificación.
- Materiales de autoestudio
28
4.3 Pruebas de conocimientos
No vamos a describir con detalle en qué consisten pero sí señalar algunas características que
debieran tener para que tengan real valor en la evaluación del desempeño docente: deben
retomar experiencias en las cuales se ve inmerso cotidianamente el docente. Por ejemplo,
plantear una serie de preguntas para que el docente seleccione la estrategia que considere más
adecuada; valore las respuestas dadas por un estudiante a una evaluación; decida un curso de
acción ante una situación de aula; aborde una situación problema desde su saber disciplinar
entre otros.
Se recomienda utilizar preguntas de selección múltiple, con única respuesta o con preguntas
de respuesta ponderada. En estas últimas, cada una de las opciones corresponden a una
posición diferente del docente ante la situación planteada, asignándole mayor valor a las
alternativas que reflejen características deseables en relación a los perfiles y estándares
establecidos. Existen, sin embargo competencias que de evaluarse mediante pruebas
requerirían necesariamente preguntas abiertas y de desarrollo.
4.4 El portafolio
El uso del portafolio docente se ha extendido en los últimos años, convirtiéndose en algunos
países en uno de los instrumentos más comunes, tanto para la evaluación como para el
desarrollo profesional de los docentes. Lo han adoptado en numerosos ámbitos, incluido el
universitario, demostrando su utilidad en el reconocimiento de la actividad docente de
excelencia y, en los Estados Unidos, aun en procesos de renovación de licencias tanto en el
ámbito estatal como nacional.
Para asegurar que la información contenida tenga significación para orientar el proceso de
mejora el portafolio debería tener las siguientes características25:
Contener ejemplos cuidadosamente seleccionados del trabajo del docente y de sus alumnos,
de tal manera que ilustre adecuadamente hechos o situaciones clave de la práctica docente.
Tendría que llegar a ser una colección de experiencias vividas que sirvieran de base para
discutir con los colegas elementos de desarrollo profesional.
25
MATEO. Op.cit.
29
Debiera contener también ejemplos que el docente considere relevantes de la planificación de
algunas clases y otros documentos elaborados por él para el trabajo de los estudiantes.
Puede llegar a ser un valioso instrumento en la evaluación del desempeño docente, porque
además de reunir experiencias significativas y representativas, permite apreciar la
comprensión y el sentido de lo relevante para el docente. Por ello es muy útil cuando la
finalidad de la evaluación es la orientación y mejora del desarrollo profesional del docente.
Parece obvio que una buena relación entre padres y profesores y una comunicación efectiva
entre el hogar y la escuela, tiene consecuencias importantes en la calidad de la educación.
Potenciar la participación de los padres en los procesos de evaluación del desempeño docente,
permitiría analizar perspectivas y conocer puntos de vista y aspectos imposibles de obtener
mediante otras fuentes: acerca de la interacción entre el docente con los alumnos y con las
familia; de cómo responde a las necesidades de los estudiantes; de la pertinencia de los retos y
trabajos que asigna a los alumnos, especialmente los que encomienda para hacer en casa; etc.
La desventaja, sin embargo es que los padres al no ser profesionales de la educación, pueden
incluir sus propios prejuicios y preconcepciones en el juicio que emitan respecto a los
docentes. Es posible, también que los docentes puedan sentirse acosados y mostrar rechazo a
ser evaluados por personas ajenas al centro.
Aun así, si tenemos en cuanta que la evaluación tiene como finalidad fundamental el aportar
información para desarrollar capacidades y potenciar actitudes que puedan insertarse en los
procesos de mejora de la calidad de la educación, debemos aceptar las percepciones de los
padres pueden contribuir al desarrollo de actitudes de interrelación y mutuo conocimiento
absolutamente necesarias para producir una educación de calidad.
No debe cometerse el error de asumir que éste, o cualquiera de los otros procedimientos
propuestos, se constituya en la única fuente de evaluación, pero sí tener en cuenta que el
aporte de los padres proporciona percepciones distintas, enriquecedoras de la visión
comprensiva a la que debe aspirarse y, sobre todo, para moldear nuevas y más positivas
actitudes.
Uno de los argumentos de mayor peso para justificar su inclusión en la evaluación del
desempeño docente tiene que ver con el hecho que ellos sean los consumidores principales de
los servicios educativos del docente. Por ello se encuentran en una posición privilegiada para
30
proporcionar información acerca de la efectividad de la docencia. Son los únicos que tienen
información directa del tipo, naturaleza y calidad de las prácticas docentes que se realizan en
el aula.
Sin embargo, las experiencias con su empleo parece restringirse a los estudiantes de mayor
edad, aunque en el Colegio de la Inmaculada- Jesuitas, así como en La Casa de Cartón su uso
se ha extendido desde hace algunos años hasta los primeros grados de la primaria, parece ser
que con muy buenos resultados. Es cierto que los juicios de los estudiantes tienen que ver
básicamente con los niveles de empatía y sintonía que los docentes han logrado o no con
ellos. Pero, si esto es así, debiéramos esperar sólo esa información del empleo de este
procedimiento, con la seguridad que ella es absolutamente relevante, porque del nivel de
empatía y comunicación afectiva logrado por el docente, depende buena parte de los
resultados de aprendizaje de los estudiantes.
Que el profesor conozca las percepciones del alumno sobre su práctica docente y su actuación
personal en el aula, independientemente de su valor formativo para alumnos y docentes,
puede ser una importante plataforma de interacción y acercamiento entre los alumnos y el
docente.
Finalmente, cabe añadir que la información obtenida a partir de la opinión de los alumnos,
puede resultar muy valiosa cuando se cruza con otras obtenidas mediante otros medios. (p.ej.:
portafolio, informes de autoevaluación, opinión de los padres, etc), sobre todo si quien tiene la
posibilidad de hacer ese cruce es el mismo docente.
Existen experiencias muy exitosas en algunos colegios privados de nuestro medio y en varios
centros públicos, entre ellos un buen número de centros de Fe y Alegría. Sin embargo,
debemos tener cuidado en no confundir la retroalimentación proporcionada por los pares con
la evaluación realizada por los pares. La información aportada por los pares formará parte,
como una fuente más, en el marco general de un sistema de evaluación comprensivo de la
docencia. En ningún caso deben derivarse juicios valorativos directos desde esta información.
La información solicitada a los pares nunca debe ser juicios valorativos personales del
compañero o información subjetiva basada en la impresión (o en el desconocimiento) respecto
de su actuación, sino en información objetivamente valorada respecto de aquellos elementos
31
de su actividad, que los compañeros conocen directamente y que deberán expresar de tal
manera que pueda utilizarse para su mejora. Sólo así la información de los pares introduciría
elementos sustantivos para la retroalimentación positiva del profesor y le aportaría verdadero
valor añadido.
Una forma de incrementar la validez del estudio es preguntar, única y exclusivamente, por
cuestiones que la persona interrogada, por su conocimiento directo, está en condiciones de
contestar, evitando pedir consideraciones de tipo valorativo. En cuanto a la fiabilidad, cabe
recordar que cuanto mayor sea la muestra de personas interrogadas mayor será la misma, por
tanto convendrá incluir suficientes sujetos en los procesos evaluativos por pares.
Lograr estos análisis comparativos, que debieran ser hechos principalmente por los colectivos
docentes de cada centro o red de centros, supone la existencia de instrumentos confiables,
construidos desde estándares de aprendizaje preexistentes.
Otro aspecto importante es que es la imposibilidad práctica de discriminar, sobre todo en los
grados en los que hay polidocencia, cuál es el efecto sobre el aprendizaje de los alumnos, de
la práctica de un solo docente. Lo que sí es posible es comparar los resultados muestrales o
censales de un mismo grupo de estudiantes del centro a lo largo del tiempo y desde allí tratar
de hacer inferencias sobre el impacto real que la actividad docente está teniendo.
Por otra parte y tal como ya hemos expresado anteriormente, la información así obtenida
formará parte de ese registro acumulativo de evidencias múltiples que ayudaría a los docentes
32
de un centro a dibujar, con la mayor precisión posible y con el mayor número de matices, la
realidad de la docencia ejercida en el centro educativo.
33
5 BIBLIOGRAFÍA
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RODRÍGUEZ C., Abel. Los maestros, protagonistas del cambio. Convenio Andrés Bello.
Seminario de Integración Educativa Andrés Bello. Noviembre, 1999.
STRONGE, J.H.. Evaluating Teaching. A guide to current thinking and best practice.
Thousand Oaks, CIa. Corwin Press, Inc. 1997.
STRONGE, J.H., HELM, V.M., Y TUCKER P.D. Evaluation handbook for professional
support personnel. Kalamazoo: Wes- tern Michigan University, Center for
Research on Educational Accountability and Teacher Evaluation. 1995.
VALDÉS V., Héctor. “En un mundo de cambios rápidos, sólo el fomento de la innovación en
las escuelas permitirá al sistema educacional mantenerse al día con los otros
sectores”. Ponencia presentada en el Encuentro Iberoamericano sobre
Evaluación del Desempeño Docente. OEI, México, 23 al 25 de mayo de 2000.
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