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LA COEDUCACIÓN EN EL SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL

Clara Eugenia Ruiz Gómez y Aarón Ruiz Gómez


La coeducación en la educación tiene su sentido. Lejos de escepticismos que esta
nueva premisa educativa pueda levantar, está claro que haber destacado los valores de
igualdad entre hombres y mujeres en un plan con contenido propio en las escuelas, ha
dotado de mayor peso y mayor respaldo a una idea (la de la igualdad) que, si bien
formaba parte del ideario cívico de nuestra sociedad, no se había concretado en el
ámbito escolar.
El I Plan de Igualdad entre hombres y mujeres en educación fue aprobado por la
Consejería de Educación de la Junta de Andalucía en noviembre de 2005 y desde
entonces, y en todos los centros escolares, existe un coordinador o coordinadora
encargado de potenciar este entendimiento en la comunidad escolar, a nivel de género.
En relación con esta normativa también se dio la posibilidad de elaboraciones de
proyectos coeducativos a desarrollar en los centros escolares. Entre 2005 y 2008 se
aprobaron un gran número de proyectos de este tipo.
Por tanto, el I Plan de Igualdad ha servido para racionalizar el trabajo en esta
línea y obtener mejores resultados desde el punto de vista educativo. En el marco de
este plan se creó en el 2005 una red de centros en la provincia de Córdoba que
trabajaron en un proyecto común intercambiando experiencias a través de grupos de
trabajo. El centro de referencia fue el Centro de Profesores “Luisa Revuelta”. Aunque
la experiencia no se ha vuelto a repetir con el mismo entusiasmo, no es menos cierto
que la labor continúa, lo que no es poco.
Habría que señalar que las nuevas prácticas coeducativas están centradas, en
general, en una búsqueda de la igualdad, pero integrando ese concepto diferenciador,
que lo hay, entre hombres y mujeres. Así, apuntar hacia una igualdad, pero subrayando
las diferencias que se pueden establecer entre el modo de actuar y sentir de mujeres y
hombres, debe ser la meta fundamental de la coeducación.
Se intenta alejar, de esta manera, posturas radicales del feminismo en donde se
interpreta lo masculino con la violencia y la opresión. En consecuencia, este modelo
sustitutivo del poder femenino que estrangula lo masculino no debe ser admisible en la
nueva política coeducativa escolar, donde los valores de respeto y aceptación del otro
deben ser los primordiales.
Junto a ello, hay que resaltar el desarrollo de nuevos modelos masculinos y
femeninos en nuestra sociedad. Esto es así y se producen cuando tiene lugar la
absorción de valores del contrario. De esta manera, aprehendiendo lo positivo de ambos
mundos, han surgido nuevas masculinidades y feminidades, que van rompiendo los
moldes de los estereotipos vinculados a hombres y a mujeres.
Estos nuevos modelos tienen que ver, sobre todo, con hombres y mujeres que
rompen con las características tradicionales que se le han asignado a su género.
Podríamos hablar de una cierta «feminización» del mundo masculino, y al mismo
tiempo, algunas características tradicionales del mundo masculino que se han
incorporado a la vida de las mujeres actuales.
Dentro de estos nuevos modelos, cabe destacar la integración de tendencias
sexuales que, hasta hace relativamente poco tiempo, eran perseguidas y denostadas en
España. La posibilidad en nuestro país de la celebración oficial de matrimonios

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homosexuales ha culminado un proceso de aceptación legal de opciones afectivas que,
durante muchos años, sufrieron la ridiculización y la persecución por parte del estado
franquista.
No nos queda ninguna duda de que la igualdad entre hombres y mujeres aún no
se ha alcanzado en muchos niveles en nuestro país, aunque así parezca señalarlo el
marco legal que recoge nuestra Constitución. Un ejemplo de ello se evidencia en los
repetidos casos que manifiestan que el mundo laboral está lejos de ofrecer esta igualdad
teórica. Se deben señalar también las incesantes muertes de mujeres como víctimas de
violencia de género. Un tipo de violencia que, aunque siempre ha existido, en estos
últimos años salta a los medios informativos con un ritmo imparable, que parece no
tener fin. Pero, aun así, los logros son evidentes, no sólo en este ámbito, sino en muchos
otros.
Por tanto, la existencia de una base teórica de igualdad no debe hacernos
presuponer que la batalla ha concluido. Todos sabemos que las sociedades no son
estáticas y éstas se ven sometidas a avances y retrocesos culturales y sociales. Por esta
razón, la defensa de los ideales mencionados debe estar siempre en marcha. Es más, se
podría afirmar que, en determinados aspectos, es posible que la igualdad entre hombres
y mujeres haya sufrido retrocesos en el mundo desarrollado. La fuerte influencia que en
los jóvenes tiene la música o los seriales de televisión de claro contenido “machista” ha
supuesto que en, algunos aspectos, el avance en la consecución de actitudes de libertad
haya sufrido un paso atrás. Por tanto, queda mucho por hacer aún.
Nos queda una asignatura pendiente: el mundo de la afectividad. Es en el ámbito
de lo privado donde nos encontramos con mayores dificultades para hacer comprender a
hombres y mujeres la dignidad de ser ellos mismos. Y es en este mundo de los
sentimientos, donde la escuela puede representar un papel activo fundamental para
potenciar el entendimiento entre ambos sexos.
Hasta ahora las leyes han servido para establecer los principios que deben regir
una sociedad igualitaria en su más amplio sentido. La educación es la base fundamental
para consolidar y hacer efectivos todos estos ideales. Esta educación se realiza en
ámbitos diferenciados: la familia, la escuela, la calle, los medios de comunicación, el
grupo, etc. La práctica de actividades coeducativas en el ámbito escolar está destinada a
conseguir una educación emocional en nuestras alumnas y alumnos, que evite la
violencia de género que desgasta a una sociedad y esta educación debe liberar a nuestro
alumnado de roles de género marcados y determinados. De esta manera, se potencia una
sociedad futura más responsable y, sobre todo, más libre.

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