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Konfino, Demian
Hasta el amanecer de Tupacamaria : el viaje de una nueva
generación militante . - 1a ed. - Buenos Aires : Perspectiva Bicentenario,
2010.
216 p. ; 23x15 cm.
ISBN 978-987-25731-0-2
Demian Konfino
Primeros
y otros pasos
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Y. El avión
El avión es algo que ellos conocían. De pibes viajaron con sus padres
por este medio de transporte, que se intenta imponer en el reino de los
cielos, por su andar casi perfecto y por su tamaño de dinosaurio.
Las Aves, que no pueden competir con él por su talla, empiezan
y terminan siendo las protagonistas excluyentes para fotógrafos
aficionados y profesionales, pintores de naturaleza viva, y otros
observadores indiscretos o artistas, cuando al fondo se contempla el
cielo.
Cuentan que el cóndor, en la parte Sur de estas latitudes, no sale a pasear
por las altas cumbres sin estar peinado, y que el Quetzal, en el Centro del
continente, es tan coqueto que no se lo ve hasta que él mismo corrobora,
en algún lago espejado, que su color del plumaje sigue siendo aquel que
dará esperanza a quien lo mire.
En cambio, ¿quién no ha visto al avión como protagonista de las
películas más burdas, exageradas y repetitivas de Hollywood con el
siempre secuestrador, que nunca será occidental y cristiano, encarnando
el Mal, y se ve sorprendido por el Bien, de tez blanca y musculoso por
regla (aunque pueda tener un amigo negro), encargado de salvar a la
humanidad una y otra vez?
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X. ¿Señora Sociedad?
Un año antes de iniciar el viaje o cuando ya lo había iniciado, Walter
escribió en una hoja suelta una misiva que envió al Correo Central
de la Ciudad de Buenos Aires, sin dirección ni código postal. En el
remitente del sobre, en cuyo interior se encontraba dicho papel, sólo
se leía: “Sra. Sociedad”.
“Sra. Sociedad:
En esta oportunidad le escribo porque estoy bastante enojado con Ud., no por
un hecho puntual, sino que hace rato que no entiendo por qué actúa como lo hace
en tantos temas, y por qué omite hacerse cargo de papeles que le corresponde
en otros. Será por esto que, en las líneas que siguen a continuación, verá que
no la tuteo, mas no por una cuestión de respeto, cuyo merecimiento es dudoso,
sino porque la siento lejos, extraña.
Desde hace tiempo que no me explico por qué pudo no ver lo evidente, lo
que era fluorescente en la oscuridad; negro en una salina o pico nevado; cómo
miró para otro costado cuando en el país al que pertenecemos se cometían las
barbaridades más atroces que estas tierras hayan conocido; cómo no vio el
genocidio jurídico, económico, y humano que cometió la última dictadura militar
en la Argentina. Más aun, cómo su conciencia pudo sentirse aliviada, pensando
que Ud. era una víctima de violentos de distintos signos que se peleaban por
vaya Ud. a saber qué, y Ud., pobre indefensa, compraba el 6 a 0 a Perú como
algo legítimo, o peor aun, como una ‘viveza criolla’.
Sin conformarse con una actitud indiferente en aquellos años, muchas veces tuvo
actitudes cómplices y también delatoras. No dejaba de estar exultante porque podía
comprar dos electrodomésticos importados en vez de uno, sin siquiera intentar pensar
que se estaba hiriendo de muerte a la industria nacional.
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1 Del inglés: “Confiamos en dios”. Inscripción que se lee en cada verde papel moneda
estadounidense.
2 Del inglés: “¿Confiamos?
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V. Saint Salvador
Un extraño escozor recorrió su cuerpo. Walter observaba en esa ciudad
cosas que a él le parecía haber visto ya. ¿Cómo podía ser si por primera
vez visitaba esas tierras?
La magia de la globalización que, enmascarada en una revolución
tecnológica, trajo la aplicación del neoliberalismo a escala planetaria.
Cuando empezó a ver los locales de comidas rápidas, efímeras, y de
mala calidad, denominados Mc Donald´s, Burger King, los sombreros
de Pizza Hut, los bancos, los neones rodeando las chapas patentes de
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U. Sueños
Corría el año 2006, y Walter, que en letra manuscrita garabateaba fiero,
escribió una correspondencia epistolar que envió al Correo Central de
Buenos Aires, en un sobre en el que sólo se leía: “Para Vos”.
Este autor, que ha tenido acceso a una copia de la misma, la transcribe
y entrega al lector, sin certezas sobre si alguien la ha leído aún.
Posiblemente el original haya sido destruido por el primer empleado
del correo que no haya encontrado dirección a la cual enviarla.
“A él, que ha transcurrido gran parte de su vida, ya sea por la experiencia
propia y la posterior decepción; o porque nunca se ha mostrado distinto y menos
va a variar ahora pues seguramente quiere terminar sus últimos años en paz
teniendo en cuenta lo poco propensos (o timoratos) que somos los seres humanos
a las innovaciones; a él no lo entiendo.
Aunque si en esto cupiera la graduación, es como si su comportamiento actual,
pudiera verse atenuado. Pero, ¿cabe la atenuación, en estos casos?
A su lado, su hijo, o en una de esas, un sobrino. Dudo. Si fuera su hijo, lo
habría concebido de muy joven. Parece ser de esos hijos de un hermano mayor,
con los que no hay más de quince años de edad de diferencia. Lo innegable es
el parecido físico que existe entre ellos, por lo que deduzco, y no me venero por
ello, que son parientes.
Debe tener treintaypico. Ha empezado ha madurar en la gloriosa década del
90. Antes que interrumpas tu lectura, para preguntarte por qué el que escribe
le adosa ‘Gloria’ a dicho período de años, que abarcan los años entre 1990 y
1999, debo sólo aclararte que tal adjetivo ha sido colocado en ese lugar por esta
pluma, mas no como una opinión personal, sino como la que comparten algunas
personas. No considero oportuno juzgar a éstas, ni emitir, en este fragmento,
opinión sobre aquellos diez años. Espero me lo respetes.
Cierto es que de cuando en cuando me trepo a una rama, y hago distraerte.
No sé si es intencional, posiblemente sea un truco de magia, pero en verdad no
creo poseer dicha habilidad. Simplemente me cuelgo. Pero ya quiero retomar
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Cuba
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R. A Fidel
Walter y John habían sellado un pacto de admiración hacia Fidel,
líder de la Revolución Cubana, cuando una noche de otoño, en
Buenos Aires, mientras corría el año 2003 según el calendario por el
que muchos se rigen, se acercaron a las escalinatas de la Facultad de
Derecho de la Universidad de Buenos Aires a escucharlo.
Sólo se dieron cuenta de que habían transcurrido más de tres horas,
cuando la clase magistral, charla o discurso concluyó. En tal ocasión
comprobaron eso que algunos decían, que hay momentos en los que
el tiempo se detiene.
Años más tarde, Fidel enfermó, y por primera vez cedió la presidencia.
Mucho fue el alboroto. En Miami las imágenes de la tele mostraban
descorches masivos de champagnes. Por entonces, ese fue el deporte
predilecto en esos pagos.
La abuela de los chicos, Rebeca, grande y sabia ya, les recordó que en
la Argentina había visto alguna vez esa situación. Se refería a la muerte
física de Evita.
Walter sintió la necesidad de recurrir a aquel pacto de palabra para apoyar
al otro pactante y desearle una pronta recuperación a su manera.
En un trozo de papel arrancado de un cuaderno escolar, de marca
“Gloria”, escribió algo, que envió al Correo Central de Buenos Aires,
dentro de un sobre blanco, en cuyo remitente sólo se leía “A Fidel y a
quien quiera”.
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3 Lanata, Jorge. Argentinos. Tomo II. Siglo XX: desde Irigoyen hasta la caída de De la Rúa,
Buenos Aires, Ediciones B – Grupo Zeta, 2003, pp. 642 y ss.
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4 Galeano, Eduardo. Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Buenos Aires, Catálogos,
2004, pp.79 y ss.
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Ñ. Arte Solar
El sol se iba, convencido que ese día había dejado todo en la cancha.
Los cronistas deportivos habrían calificado con 10 su performance,
estimaba.
Su despedida debía de ser soberbia.
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M. Pateando la Historia
Difícil no fue para ellos darse cuenta del nivel cultural que ese pueblo
detentaba. Habían ido por muchos motivos. Uno, hablar con la gente.
Al principio, Sharon no entendía cómo sus dos hermanos
aprovechaban cada diálogo, por más efímero que se presentara, para
platicar con los transeúntes respecto al tema que surgiera. Pronto lo
comprendería.
Estaban pateando la Historia. La Historia viva, la que se escribe en
presente para ser recolectada o transcripta por los historiadores en el
futuro, al hablar del pasado. Las calles de La Habana eran la Historia
de la lucha de los pueblos oprimidos. Cada adoquín respiraba gloria.
Ese día despertaron temprano, sospechando que sería imposible
recorrer tan grande cosa. No los preocupaba. Felices ya estaban. Se
aprontaban a atestiguar verdades. A vivirlas.
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6 Batista, Fulgencio: Dictador cubano que escapó al norte cuando el triunfo revo-
lucionario era un hecho. Atención a la minúscula.
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L. Cien Fuegos
Tras un accidentado viaje llegaron por la noche a la ciudad de
Cienfuegos. Allí caminaron por sus silenciosas calles hasta encontrar
un lugar donde dormir. La casa de Fefa y de Pepé sería el destino
indicado.
Al despertar en la mañana, no salieron con velocidad. La simpatía con
que la dueña de casa los había recibido los llenó de intrigas. Su postura
de madraza les generaba un sentimiento de intimidad y protección, y
su mirada expresiva y tierna predisponía a la conversación.
–¿Están tomando mate? Eso sí que es bien amargo, ¿eh? –sugirió
amigablemente Fefa.
–Así es. Es amargo, pero no es feo. ¿Quiere probar? –le ofreció John,
que ocupaba el rol de cebador.
–No, muy agradecida, chicos. –Empezaba, Fefa, la conversación que
duraría horas.
Fefa era ingeniera civil. Trabajaba para el gobierno.
Estaba profundamente identificada con el sistema socialista y con su
“comandante en jefe”.
Explicó lo caótico que había resultado la caída del campo socialista
en el Este. Recordó nostálgica, y describió la situación anterior como
“una panacea, ¿tú me entiendes?”
Elogió el camino que había decidido tomar el comandante en jefe
para salir del pozo en el que estaban encallados. Contó el sistema de
inversión extranjera que se había permitido en Cuba desde entonces:
debía ser de un 100%, aunque sólo podían llevarse el 49% de la
ganancia, quedando el restante porcentaje en las arcas del Estado.
Ante la pregunta de los chicos, justificó la salida restringida del país
de sus habitantes. Cualquiera que fuera invitado a su país por algún
extranjero podía salir de Cuba, previo trámite burocrático. Muchas
personas lo hacían. Que ello no fuera del todo libre obedecía al mismo
sistema que pregonaba la Igualdad, que no existan clases sociales. De
permitir la salida fomentaría la formación de clases, dado que sólo
podrían visitar otras latitudes quienes tuvieran dinero7 para hacerlo.
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J. Cuba Libre
Fernando fue muy amable con ellos. Supieron mantener largas
conversaciones con ese hombre que detentaba los títulos de ingeniero
agrónomo, contador público y licenciado en economía, no obstante lo
cual era una persona tan simple como todas las que habían conocido
hasta el momento.
Les contó de lo real de las salidas del país. Él había viajado con su
esposa a Bogotá, Colombia, invitados por la universidad de esa ciudad.
Asimismo platicaron sobre la posibilidad que Fidel no volviese a la
presidencia, y sobre el rumbo de la economía cubana en la era post-
Fidel.
Mucho se hablaba en las metrópolis sobre la no continuidad de
la economía socialista. Todos lo desmentían en Cuba. Fernando no
era la excepción. Él, experto en la materia, sabía que la conciencia
del pueblo no permitiría un cambio radical, aunque sí podría existir
alguna variante.
Walter le preguntó si Cuba podía girar hacia el modelo Chino, es
decir, “socialista” en lo político, y “capitalista” en lo económico, lo cual
fue rechazado por Fernando, al explicarle que Cuba no era China, que
los recursos naturales cubanos no eran tantos ni tan buenos como los
asiáticos y que cada pueblo debe forjar su propio modelo.
*
Al alba siguiente, partieron hacia Trinidad, donde Carlos los estaba
esperando, gracias a un llamado telefónico de Fefa, en otro gesto que
la distinguía.
Al llegar a Trinidad se encontraron con una ciudad imponente,
detenida en el tiempo, o transportada más allá de él. Con sus callecitas
de piedra y sus casas de colores implicaba, para ellos, un sitio cuanto
menos acogedor.
Hablaron con la gente, caminaron por la ciudad, tomaron mate en
la plaza.
Allí los abordó un perro cocker, que a ellos tanto les recordaba a Homero
y Fidel.
–¡Qué lindo! ¿Cómo se llama? –preguntó Sharon a su joven dueño.
–José –respondió el morocho.
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I. Imprescindibles
“Vamos bien”.
“El genio está en las masas, el genio es masivo”.
“Es posible avanzar en nuestro sueño de justicia, humanismo y
solidaridad”.
“Cuba contra el terrorismo y contra la guerra”.
“Es la revolución victoria eterna”.
“Che está librando y ganando más batallas que nunca”.
Este océano de frases, muchas de las cuales provenían de la inteligencia de
Fidel Castro Ruz, fueron las guirnaldas que, junto a la flora y a los cañaverales,
luchaban en la carretera de ingreso a la ciudad de Santa Clara.
Un “amarillista” cronista de guerra diría “Cuba está ganando” la
batalla de ideas. El autor prefiere escribir que la está librando, que el
éxito no está asegurado, que la Revolución va bien, en dirección a esos
valores de Justicia, Humanismo y Solidaridad, haciendo la guerra a un
lado dejándola sólo como reserva, sembrando ideas, y confiando en el
pueblo porque el genio es masivo.
El Che, a partir de su ejemplo, sigue librando batallas, acentuadas
desde su paso a la inmortalidad, el año 1967. “Cuando lo hicieron retirar
del lugar del crimen, los dos verdugos no pudieron ocultar un estremecimiento de
terror: el Che tenía los ojos muy abiertos y serenos, y una sonrisa que para ellos
significaba desdén y para el resto del mundo, simplemente, amor”,8 escribió
su amigo argentino Ricardo Rojo.
En un chico bien de esos que tanto se esmera la clase media argentina
en calificar, culminó creciendo un revolucionario de profundas e
inquebrantables convicciones, y de acción en un todo coherente con
sus ideas.
Este ejemplo fue señuelo para muchos jóvenes latinoamericanos,
en la década que siguió a su muerte. Muchachos de distintos sectores
sociales admiraron la obra humana del Che, quien se encargó de
hacerles creer que era alcanzable y extensible a todos los suelos de lo
que se denomina “tercer mundo”.
9 Feinmann, José Pablo. La sangre derramada, Ed. Planeta/ Seix Barral, Buenos Aires,
2003, p. 60.
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10 Gil Ibarra, Enrique. “Quién era Rodolfo Walsh (para mí)”. www.elortiba.org
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H. Calidad de Vida
Llegaba la parte final de la experiencia cubana. Mucho hasta ahora
habían incorporado a sus humildes conocimientos. Walter y John,
que habían presenciado el acto de Fidel Castro en las escalinatas de
la Facultad de Derecho, recordaban a cada paso las palabras que éste
pronunció allí. Las comprobaban además.
14 Frase citada por Hebe Liz Schweistein en la Obra Los amantes de Alma, Buenos
Aires, Verbo Editora, 2001, p. 7.
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G. Cortocircuito en el faro
¿Cómo buscar la perfección? ¿Cómo tender a ella? ¿Cómo lograrla, si
el ser humano es eminentemente subjetivo? ¿Por qué intentarla? ¿Está
en ella la felicidad?
Los de este pedazo del mundo siempre han visto a los europeos, a
los nórdicos como aburridos, como que viven sin sentido. Para ellos
todo funciona bien, parece. Y sin embargo, este continente se niega a
ese estilo de vida parco, frío. ¿No quiere la perfección? ¿Acaso eso es
perfecto?
Algo que es perfecto denota aspectos físicos, geométricos, matemáticos,
erguidos. El ser humano no puede serlo, desde que es pasional. En
todo caso lo que se busca es la felicidad, concepto que difiere mucho
del anterior.
¿Qué decir si hablamos de un sistema social, político, económico
que rige la vida de millones de personas? ¿Cómo conjugar todas las
personalidades, e intentar la felicidad en cada uno y en el colectivo?
Cuba tiene cosas notables, los consanguíneos lo comprobaron. Cuba
tiene también aspectos poco nítidos, aspectos que, siendo como es,
tratándose de Cuba, a priori no parecerían necesarios.
Los hermanos han hablado de esto también. Es que todos los
cortocircuitos del faro que da luz al mundo tienen también una
explicación.
Un día, a una de las tantas personas que hablaban con ellos, se acercó
un policía, sin armas de fuego, y lo corrió a un costado. Le recordó que
no podía molestar a los turistas, y le restringió a él y a ellos la posibilidad
de seguir conversando.
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E. Hasta luego
Amanecía temprano, y con la aparición del sol ocurría, también, el
despertar de los hermanos en su último día cubano. Mucho debían
recorrer. Varios lugares les habían sido esquivos por los feriados.
Mientras preparaban agua caliente en la cocina del caserón de Villazón,
una mezcla de júbilo y nostalgia, como la que suele aparecer al crepúsculo
de los domingos, los mantenía unidos y abrazados. Sabían que esta parte
del viaje llegaba a su límite calendario. Se habían quedado con ganas de
mucho más. Santiago de Cuba y el cuartel Moncada, la Sierra Maestra,
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C. Hermandad latinoamericana
Galeano supo escribir que: “(…) Por el camino hasta perdimos el derecho
de llamarnos americanos (…) Ahora América es, para el mundo, nada más
que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una
América de segunda clase, de nebulosa identificación”.1
Walter, situado en territorio Maya, recordaba la reflexión que había
escrito un año atrás y había enviado al Correo Central de Buenos Aires,
en un sobre blanco, en cuyo remitente se leía: “A los americanos”.
Este autor ha accedido una copia de la misma, que aquí se
reproduce:
“¿Qué define a los hermanos? ¿Qué significa ser latinoamericano? Son dos
preguntas que apresuradamente pueden ser respondidas con eficacia. A lo
primero dirán que lo son quienes nacieron de los mismos padres; a lo segundo
dirán, como verdad de Perogrullo, que es lo oriundo/nacido en países del
continente americano cuyos idiomas oficiales derivan del latín, es decir, desde
México hacia el Sur, todo.
Luego, ¿si unimos esas dos definiciones se podría lograr la de ‘hermano
latinoamericano’?, ¿quién sería? Una mirada rápida podrá apuntar al vínculo
que ostentan los hijos que algún viajante haya dejado en alguno de los distintos
países de este continente. Pero un análisis algo más profundo exige explorar
un poco más.
Remontémonos a los orígenes de América. El nombre, como sabemos, se lo
debemos a un tipo que dibujó por primera vez los límites geográficos de estas
tierras, su nombre, Américo Vespucio. ¿Fue por primera vez?, ¿acaso Colombo
DESCUBRIÓ América?, ¿la descubrió para quién?, ¿y los habitantes originarios
de estas tierras, esos que parecían tan TONTOS, que no se daban cuenta de
1 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, Buenos Aires, Catálogos,
2003, p. 16.
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A. Gritos de noche
Era la noche en la selva de Palenque. Esa tampoco sería una más.
Se dirigieron hacia un bar cercano, donde poder picar algo. Allí se
encontraron con que ahí mismo estaba por empezar un show de música
latinoamericana.
Mientras pensaban algo barato para comer, empezó a sonar una
canción, que ellos habían escuchado cantar en boca de varios, mas sobre
todo oriundas de las cuerdas vocales de la “negra” Mercedes Sosa:
Salgo a caminar / Por la cintura cósmica del sur / Piso en la región / Más vegetal
del viento y de la luz.
Siento al caminar / Toda la piel de América en mi piel / Y ante mi sangre un río
que libera mi voz su caudal.
Sol de alto Perú / Rostro Bolivia, estaño y soledad / Un verde Brasil, / Y a un lado
Chile cobre y mineral
Subo desde el sur / A Surinam y a América total… / Una raíz y un grito / desti-
nado a crecer y a estallar
Todas las voces, todas / Todas las manos, todas / Toda la sangre puede / Ser
canción en el viento
Canta conmigo, canta / hermano Americano / Libera tu esperanza / Con un grito
en la voz…
Los parientes no pudieron encargar comida o bebida alguna hasta
que la canción supo callar, y estallar en aplausos de su público.
¿No estaban ya gritando su esperanza?
Los artistas pasearon sus instrumentos por varias canciones de la
música continental, como aquella que desea que “llueva café en el campo”,
o la mismísima “Guantanamera”. Con tacos de por medio, la velada
era profunda, sideral.
Una vez que concluyeron los músicos, vino un espectáculo de
tambores, bongós, tumbadoras y timbales. Más adelante, y cerca de las
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3 Martí, José. La edad de oro, La Habana, Editorial Gente Nueva, 1988, p. 193.
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4 Ídem, p. 201.
5 Ídem, p. 202.
6 Ídem, p. 204.
7 Todorov, Tzvetan. La Conquista de América, el problema del otro, México, Siglo XXI editores,
1987, p. 144.
8 Ídem, p. 151.
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9 Ídem, p. 155.
10 Ídem, p. 186.
11 Ídem, p. 186.
12 Ídem, p. 184.
13 Ídem, p. 185.
14 Ídem, p. 182.
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15 Del inglés: ¿Qué estás haciendo, hombre? ¿Estás haciendo negocios con niños?
16 Del inglés: Ambos estamos satisfechos con el intercambio. Es un buen negocio
para nosotros.
17 Del inglés: ¿Estás loco? Fuera de aquí. Andate a tu casa.
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XX. Caracoles
Al despertar en la mañana, estaban ansiosos. Se apresuraron en salir
hacia el mercado de frutos, desde donde saldría el bus hacia Oventic,
corazón céntrico de los zapatistas delante del mundo.
El trayecto fue largo, movido, con cierta dosis de adrenalina. Cuando
estaban llegando, no necesitaron que les comunicaran la proximidad.
Un cartel anunciaba “Para todos todo, nada para nosotros. Municipio
Autónomo Rebelde Zapatista. Junta del Buen Gobierno.”
Al descender del bus a la izquierda de la carretera se levantaba una
construcción que llamó mucho la atención a los hermanos. Con techo
a dos aguas, en su frente había una obra de arte. Se veía a una señora,
con ojos bien abiertos, leyendo. Se acercaron para examinar algunas
inscripciones que allí habitaban. Era la Escuela Primaria Rebelde
Autónoma Zapatista. En la portada del libro se leía con letra despareja:
“La educación autónoma construye mundos diferentes donde quepan muchos
mundos verdaderos con verdades”.
Cruzaron nuevamente la ruta hasta chocar con una tranquera que era
la puerta de entrada al caracol. Allí se alistaba un hombre, cuyo rostro
estaba semicubierto con un pañuelo rojo. Los hermanos le intentaron
explicar que querían entrar a conocer, a charlar, a saber, a aprender, a
historiar. Nada de ello entendió el zapatista, pues no hablaba español.
Sólo atinó a solicitarles los pasaportes.
Al cabo de unos minutos les devolvió los documentos, y los condujo
a una oficina donde los esperaba otro hombre con pañuelo, quien sí
hablaba español. Luego de preguntarles por el motivo de la visita, les
ofreció hablar con la junta del buen gobierno si ellos lo deseaban. Y
claro que aceptaron.
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V V. El Mañana
Era tarde para almorzar, según las normas humanas convencionales,
pero no para las que decide el estómago. Los hermanos tenían hambre.
Al salir y despedirse del joven “guía” que los acompañó por el colegio, se
dirigieron hacia un lugar donde vendían algunos artículos relacionados
con el movimiento, como ser pasamontañas, remeras, pañuelos,
también música latinoamericana y libros. En el mismo sitio, la señora
que los atendía les ofreció el plato del día que terminaría resultando,
por lejos, la mejor comida de todo el viaje.
En el recinto donde esperaban el pollo hervido con salsa y frijoles,
la decoración era íntegramente zapatista. Fotografías de marchas al
Distrito Federal, o de mujeres zapatistas. Carteles con consignas. Y dos
tablones con dos caballetes cada uno, que oficiaban de mesas.
Walter encaró a la señora, Isabel, para hablar, conocerse.
–Dígame, ¿lo conoce a Marcos? –preguntó Walter para iniciar la
charla.
–Pues claro. Lo hemos visto tantísimas veces, aunque durante el año,
él vive en la montaña –explicó amablemente Isabel.
–¿Los ha ayudado bastante en este proceso que llevan a cabo? –siguió
haciendo preguntas ingeniosas Walter.
–Sí. No sólo él. Todos nos hemos ayudado entre todos. –Se detuvo
Isabel, para suspirar, reflexionar y seguir– aquí el “otro” se preocupa
por “uno” como si no fuera “otro”, como si fuera familia del “uno”.
Por ejemplo, estas cosas que vendo son de las cooperativas, yo aunque
quisiera no puedo bajar el precio, ni hacer descuentos, pues está
estipulada que una parte importante de lo recaudado queda para la
producción, y el resto se reparte entre todos.
–¡Es muy interesante! –dijo Walter, con admiración, y añadió–
tengo entendido que son cinco los caracoles ¿No? Por lo que observo,
merecería haber muchos más. ¿Por qué no han podido extenderse a
otros poblados?
–Es la idea. Todo es un proceso lento, que se construye de abajo,
despacio, en la medida de lo que nuestros esfuerzos pueden. Ya va
28 Ídem, p. 9.
29 Ídem, p. 130.
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30 Ídem, p. 150.
31 Saramago, José. “Prólogo” a Subcomandante Marcos, op. cit., p. 8.
32 Ídem, p. 149.
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Tierra Originaria
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TT. La Memoria
En Argentina, los Organismos de Derechos Humanos, en especial
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo sabían que la memoria era una
práctica necesaria para que no volvieran a ocurrir atrocidades, y para
resaltar los ejemplos de tantas personas que quedaron en el camino
de un mundo mejor.
No se trata de la memoria respecto a las fechas que la maestra Ciruela
consignaba en el pizarrón sobre la línea de tiempo. Se trata de romper la
linealidad. Se trata, inclusive, de olvidarse de las fechas, si se quiere. Se
trata de recordar la obra. Las Ideas. Los que contra ellas atentaron.
Muchos artistas se sumaron a estas iniciativas, desafiando el miedo,
que siempre recuerda su corona.
León Greco escribió una bella canción, pero sobre todo, de una
profundidad y emotividad que invitan a recordar y a actuar en
consecuencia, cuya letra este autor considera oportuno transcribir:
Los viejos amores que no están, / la ilusión de los que perdieron, / todas las prome-
sas que se van, y los que en cualquier guerra se cayeron
Todo está guardado en la memoria, / sueño de la vida y de la historia
El engaño y la complicidad / de los genocidas que están sueltos, / el indulto y el
punto final / a las bestias de aquel infierno
Todo está guardado en la memoria, / sueño de la vida y de la historia
3 Zaffaroni, Eugenio Raúl. Tratado de Derecho Penal. Teoría del Derecho Penal, “Capítulo:
Derecho Penal y Poder Punitivo”, Buenos Aires, Ediar, 2000, p. 16.
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4 Galeano, Eduardo. “El niño perdido a la intemperie”, en El tigre azul y otros artículos,
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002, p. 143.
5 Feinmann, J. P. op. cit., p. 297.
6 Galeano, E. El tigre azul…, op. cit., p. 142.
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PP. Inseguridad
En manos de Walter había caído el argentino Plan Nacional de
Prevención del Delito. A partir de su lectura él extrajo algunas conclusiones
y explicaciones que multiplicó para América Latina toda, anticipándose
a lo que más tarde comprobaría. Lo volcó a cuartilla, introdujo en un
sobre y llevó al Correo Central de la Ciudad de Buenos Aires.
Cuentan que antes de entrar por la enorme puerta que se orienta
por debajo de las palabras talladas “Secretaría de Comunicaciones”, lo
vieron estrecharse la mano con el cartero de bronce, que hace las veces
de monumento en la plaza que se encuentra al frente del formidable
edificio.
El remitente subjetivaba: “A los medios masivos de incomunicación”
“Latinoamérica ha vivido un constante crecimiento de la inseguridad urbana,
desde la década del 90 a esta parte. Se trata de un problema complejo que
abarca una ambigüedad constitutiva. Existe una cuestión objetiva, relacionada
con el nivel de criminalidad, y una parte subjetiva del problema, que es lo que
se denomina ‘sensación de inseguridad’.
En el caso de la criminalidad, lo que ha aumentado notablemente son los
‘delitos callejeros’, proviniendo la mayor parte de sus víctimas, como muchos
de sus autores, de los sectores más vulnerables de estas sociedades capitalistas
de nuestras urbes americanas. No se les escapará a ustedes que éstos son el
centro de atención de los ‘medios masivos’, y en su consecuencia, son el núcleo
generador de alarma social.
Asimismo son los delitos que generalmente procesa el sistema penal, más allá
de la alta cantidad que quedan impunes o que ni siquiera son denunciados.
Mas también, a la par han aumentado palmariamente los ‘delitos de cuello
blanco’, es decir, la criminalidad económica y la corrupción política, que
son desarrollados por sujetos con recursos económicos, sociales o culturales
mucho más elevados. A diferencia de aquellos, éstos sólo excepcionalmente
son procesados por el sistema penal, cuando la necesidad de hacerlo debería
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OO. Esperanzas
Viajaron de noche hacia Flores. Pillos los hermanos, andando
a oscuras se ahorraban el hospedaje, y disfrutaban el día. Era una
adaptación de la práctica zapatista de caminar la noche hasta encontrar
el amanecer en otra parte.
Leyeron en el camino, hasta que la luz del micro se los permitió. A
partir de allí, sus ojos se cerraron, elevándose sus almas al sentido del
sueño. Sus rostros se veían felices.
Comentan que Walter tuvo un sueño raro. Imaginó a Latinoamérica
como una sola Nación, y un solo Estado, sin fronteras, sin falsas
divisiones. Lo extraño era que ese sueño estaba hilvanado de tal forma
que parecía, en efecto, real.
En él se mezclaron las sensaciones que sintió tantas veces
cuando concurrió a marchas organizadas por las Madres, a actos
antiimperialistas, a reclamos por Justicia, sea por los pibes muertos
en el boliche Cromañón, por los muertos de la AMIA, los escraches a
militares asesinos de una generación que hubiera generado sociedades
distintas.
Ahora soñaba y el inconsciente sostenía que esos cambios sociales
hacia una condición Humana de todas las personas eran realmente
posibles. A partir de la lucha incansable de Madres, que habían recogido
el guante de sus hijos y se involucraron en su lucha, más los que las
admiraron, adoptándolas como propias, y siguieron su ejemplo de
Resistencia.
Por dentro de esa cabecita aparecían imágenes de Hugo Chávez, con
su impermeable amarillo en Facultad de Derecho de Buenos Aires, en
2003; y con su camisa rojo punzó en la cumbre de los pueblos que,
en Mar del Plata, en 2005, había enterrado el proyecto imperial de
libre comercio, y con ello ahorrado más sangre para la industria y el
desarrollo de las tierras del Sur.
Fefa, la hermosa socialista que los alojó en Cienfuegos, les había dicho
que Chávez era la esperanza del mundo. Por ahí era demasiado, mas
no podían dejar de darle crédito por dos motivos: tanto quien lo decía
tenía autoridad para hacerlo, por pertenecer a un pueblo que le había
dado esperanzas al globo desde hacía casi 50 años; y a quien se refería
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7 Las palabras en letra cursiva insertas en esta carilla pertenecen a fragmentos del
discurso pronunciado en la cancha del club Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, por
Hugo Chávez, 09/03/2007.
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Circunvalando Honduras
en cuatro días
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1 Citado por Ernesto Goldar en la obra La Revolución Argelina, Buenos Aires, Centro
Editor de América Latina, 1972, p. 104.
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Necesidad de Nicaragua
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II. Números
Viajando a Granada, abombado por las cifras que había escuchado,
Walter se puso a escribir al compás que sus hermanos leían.
Lo primero que hizo cuando llegó a la plaza principal, fue buscar una
oficina de correos, comprar un sobre, escribir el remitente e insertar el
fragmento de desprolija manuscrita que acababa de idear. Compró la
estampilla, y depositó el sobre cerrado en el rojo buzón.
Al dorso del sobre había escrito: “A quienes miran los noticieros. Calle
Sarmiento (no sé el número), entre Bouchard y Leandro Nicéforo Alem, Correo
Central. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina. Latinoamérica. Tercer
Mundo. Código Postal, tampoco lo sé, ni me interesa.”
Este autor llegó a obtener una copia del papel que en su interior
yacía, cuyas letras ahora se reproducen:
“No sé por qué siempre sospeché que las Ciencias Exactas, al venerar la
perfección, parecen ajenas a las vicisitudes de la vida. Distantes de la realidad de
las personas. Lejanas de algún anónimo Juan López, o un Pedro Fernández.
Siempre miré a los números con desdén, o a mayor exactitud, con desconfianza
o sospecha.
30.000 Compañeros Detenidos Desaparecidos.
194 Pibes de Cromañón.
85 Muertos en la AMIA.
150.000 guatemaltecos.
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12 Schweistein, Hebe Liz. Rompiendo Muros, De los cuatro vientos Editorial, 2003, p.
9. Extraído de una publicidad de Apple.
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GG. ¿Dios?
Con el alba se abrieron sus ojos. Lentamente se fueron despertando,
y con el mismo apuro fueron sentándose en la mesa del living del
hostal donde los aguardaban unas tostadas con mermelada para
untar. Era el primer lugar donde dormían en que la tarifa incluía
desayuno.
Al acabar, no demoraron en cambiarse y partir. El destino: el volcán
Masaya.
Dieron la vuelta a la manzana. Tomaron la combi que de pasada al
destino final, Managua, los dejaría en la entrada al Parque Nacional
Masaya. A Walter le tocó asiento compartido con un nativo, mientras
que John y Sharon sentáronse juntos.
Walter no dejó de aprovechar esta circunstancia para hablar con su
acompañante.
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14 Sartre, Jean Paul. “Prólogo” a la obra Los condenados de la tierra de Frantz Fanon,
México, Fondo de Cultura Económica, 1971, p. 18.
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DD. Sandino
El 20 de marzo de 1929, Augusto César Sandino elabora el Proyecto
Original que el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua
presenta a los representantes de los gobiernos de veintiún Estados
Latinoamericanos. El mismo consta de cuarenta y cuatro artículos pensados
con profundidad y realismo, para conformar una Alianza de Latinoamérica
como paso previo a una Confederación.
Así expresa alguna de las causas, consecuencias, límites y objetivos de la
indispensable unión que propone:
“Hondamente convencidos como estamos de que el capitalismo norteamericano ha
llegado a la última etapa de su desarrollo, transformándose como consecuencia, en
imperialismo, y que ya no atiende a teorías de derecho y de justicia pasando sin respeto
alguno por sobre los inconmovibles principios de independencia de las fracciones de la
NACIONALIDAD LATINO-AMERICANA, consideramos indispensable, más
aun inaplazable, la alianza de nuestros Estados Latinoamericanos para mantener
incólume esa independencia frente a las pretensiones del imperialismo de los Estados
Unidos de Norte América, o frente al de cualquiera otra potencia a cuyos intereses
se nos pretenda someter. (…)
Obrando bajo el influjo de estas consideraciones llegamos a comprender la
necesidad absoluta de que el intenso drama vivido por las madres, esposas y
huérfanos centroamericanos, despojados de sus seres más queridos en los campos de
batalla de las Segovias por los soldados del imperialismo norteamericano, no fue
estéril, tampoco defraudada, antes bien, se aprovechará para el afianzamiento de
la NACIONALIDAD LATINOAMERICANA, rechazando cuantos tratados,
pactos o convenios se hayan celebrado con pretensiones de legalidad que lesionen,
en una u otra parte, la soberanía absoluta tanto de Nicaragua como de los demás
Estados Latinoamericanos. Para lograrlo, nada más lógico, nada más decisivo
ni vital, que la fusión de los veintiún Estados de nuestra América en una sola y
única nacionalidad latinoamericana, de modo de poder considerar dentro de ella,
como consecuencia inmediata, los derechos sobre la ruta del Canal Interoceánico
por territorio centroamericano y sobre el Golfo de Fonseca, en aguas también
centroamericanas, así como aquellas otras zonas encerradas en la vasta extensión
territorial que limitan el Río Bravo al Norte y el Estrecho de Magallanes al Sur,
comprendidas las islas de estirpe latinoamericana, posibles de ser utilizadas, ya sea
como puntos estratégicos, ya como vías de comunicación de interés común para la
generalidad de los Estados Latinoamericanos (...)”
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La vuelta y
¿Futuros? pasos
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3 Rosenberg, Tina. Astiz, La estirpe de Caín, Buenos Aires, La Página, 1998, p. 77.
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TTT. Tupacamaria
Fue Marco Antonio quien también ilusionó a este autor garantizando
que los eternos ríos afirmarán que Sharon habrá sido quien ideara un
proyecto de Ley Latinoamericana suscripta por los otros dos hermanos
y otros diez legisladores, en alguna calle de La Habana, tras cumplir
aquel compromiso de volver. Lo acompañó de un mensaje profundo,
redactado de este modo:
“Visto y Considerando que nunca antes se ha planteado con seriedad lo
que por la presente se enunciará, y que de tener acogida por los compañeros
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