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Mi descubrimiento de Hall

[Lunes] 30 de abril

Donald Hall se convirtió en Junio de 2006 en Poet Laureate de Estados Unidos. El anuncio lo hizo
James Billington, bibliotecario del Congreso, el miércoles 14 de junio. En sus primeras
declaraciones, Hall aseguró: “It’s an opportunity to plug poetry. Other laureates have done a good
job, and I’m trying to figure out what I should do.” Recién aparecía su libro “White Apples and the
Taste of Stone: Selected Poems 1946-2006", cuando yo me enteré de la noticia, dos meses
después. Ya habían pasado más de 10 años de conocer su obra, intermitentemente.

Conocí la obra de Hall en 1995, durante un verano en Los Angeles. Y por puro malentendido. En
aquella época leía algunas cosas que resultarían infructuosas, otras muy interesantes y
constructivas para mi escritura, pero particularmente de poesía norteamericana muy poco, excepto
los que han permanecido: Bishop, Frost, Brooks, Aiken, Kunitz, y Robert Hass. Todavía ni había
mirado a Whitman o a Pinski, Dove o Nemerov. Entonces fui, guiado por una prima (del lado
italiano) residente en California, a la biblioteca más cercana a Whitty y saqué algunos libros para
ponerme a leer. La idea era llevar, entre los demás libros variados, uno de Ted Hughes, pero creo
que en algún punto la bibliotecaria se perdió y yo también me perdí, así que ni recordaba el nombre
del poeta. En fin, tratando de extraer de la falla de memoria el apellido, buscándole rimas, todos
dimos con el nombre de Hall, y así llevé "The Museum of Clear Ideas", que había sido publicado en
1993.

Aquel libro me mostró una composición inusual: primero, bajo el subtítulo "Another Elegy", el título
de varios poemas, "Baseball", y toda una partida de las grandes ligas de 9 "innings". Luego, los
poemas reunidos bajo el mismo título de la colección, y finalmente, unos "innings" por fuera de
tiempo. De todos modos no le iba a dar demasiada seriedad a su lectura, recuerdo, en California
con ese sol tan dorado que cae sobre la caótica Los Angeles es imposible entregarse a los
placeres sublimes. En total fueron 7 libritos que me traje de la biblioteca, todos con sus ficheros del
Los Angeles County Public Library System en la primera hoja cuando abrías el libro, y ahí mismo,
una cantidad de sellos de fechas bajo uno que, si no me olvido, decía: "Return on or before - Latest
date stamped below". Los leía junto a la piscina, en una mesa esquinera con parasol que de todos
modos estaba ubicada en la sombra, y cuando comenzaba a dormirme, o abría el librito de Hall
(que tomaba por Hughes) y leía algunos versos, aunque si no lo olvido, reflexionando un poquito
sobre ellos.

Pasarían muchos años para que otro libro de Hall cayera en mis manos. Sería en 2004, mientras
pasé 6 meses en el norte de Italia curándome de una enfermedad. Sería en la biblioteca de mi tío
político, filólogo, vicerrector de la Universidad de Torino, donde encontré cuatro volúmenes. Dos
eran las "intervistas" con Pound y Eliot. Los otros, The Yellow Room; The Happy Man; The Old Life,
Without (una obra monumental) y The Painted Bed, que había sido publicado en 2002. En 6 meses
quizá uno pueda leer mucho en una biblioteca de más de 10,000 volúmenes, y en la misma casa,
pero en fin, mucho vino, mucho ocio y las vistas de los Alpes pueden dejarte rápidamente por fuera
de la partida. En fin, creo que por entonces me olvidé de la regla fundamental de la vida que había
leído del mismo Hall:

“Work, love, build a house and die. But build a house.”

Durante esos 6 meses no construí nada. Simplemente a la choza ya existente, le cambié quizás la
paja de techumbre y adentro puse un cuadro aquí y otro allá, pero seguía siendo la misma
estructura de huesillos de turpial, frágil al embate del menor movimiento del mundo. No había
ladrillos ni vigas fuertes. Nada. Leía, pero más tenía el ánimo de un Marco Antonio, entregado a las
vicisitudes. Sin embargo, leía, antes de irme a montar en bicicleta por los caminos empedrados
entre tapias de limonarias, cuesta arriba y cuesta abajo, seguido por Rhino, un perro labrador que
quince minutos después se deshauciaba con la lengua afuera. Pobre animal. En fin, alguna tarde
de aquellas, camino de Pagno y Brondello, llevé alguno de los libritos de Hall en mi bolsa, y desde
lo alto de una colina, alejado del camino angosto y trillado por los pastores de ovejas, me tendí
entre la hierba y, con la cabeza apoyada en mi antebrazo (que a la vez se apoyaba en una roca
suave y muy aplastada), me puse a leer, con los Alpes nevados frente a mí. Se trataba de Without,
ahora mi colección favorita de Hall, ya con el pasar del tiempo, bien asentada. Me había conmovido
mucho, un poema, "Her Long Illness", no por compasión con el poeta, sino porque en una serie
descriptiva de acciones la voz poética había rebasado lo que en ese momento, por alguna razón,
buscaba mi espíritu y coincidió con él. Recuerdo que el sol me caía de frente, suave, y lejos, hacia
Aosta, se formaba un temporal. Debía estar lloviendo al norte de Turín. Los alpes se estrechaban
contra el cielo gris que tenían encima. Pero allí estaba yo, leyendo un poema y ni había conectado
a Hall con Kenyon (su mujer), ni lo otro con lo otro. "The Otherness", como me gustaría llamarlo, en
cuanto a la enfermedad de Jane. Recuerdo haber leído apenas 6 poemas, muy bien leídos, de
cabo a rabo y viceversa, como suelo decir, cuando en realidad comienza el descubrimiento
(primera ristra de lecturas) sobre un determinado texto. Y confieso que es algo que creo, durará
para toda la vida. En la contraportada decía: "written to and for his wife, Jane Kenyon, who died in
1995". En Without había encontrado el sarcasmo, la sutil belleza y alegría por ciertas cosas, y no
un estado de ánimo lúgubre como anunciaba el título. ¿Cómo podría traducirse al castellano sin
que pierda su fuerza? ¿Como "Sin", llanamente? No lo sé. Tampoco le agregaría una palabra,
pues destruiría el grandilocuente título. Más que "without Jane", parece más bien el darse cuenta
del poeta del "without" sobre ciertos aspectos de su vida que comienza a extrañar. Cosas mínimas,
casi triviales podría decirse. Pero en ello está la esencia de todo. La cotidianidad de la vida no
permite que Hall caiga en lo tétrico de la muerte de un ser queridísimo, como tampoco genera "pity"
en el lector atento; en el buen lector. Una lectura inteligente sugiere que tales sentimientos no
existen. Without no es una poesía de llanto o de luto. En su simpleza, Hall simplemente brilla, pero
Kenyon, solamente es un pretexto para que el poeta se diga: no será igual pero esto va a
continuar. The show was not over.
Y así, de una equivocación en 1995 y del ocio italiano de 2004, fue que me hice familiar con Hall y
con Jane Kenyon, ambos excelentes poetas, junto a Ted Kooser, otro de mis favoritos. Sería en
2006 cuando, tras una serie de intercambios con mi querido amigo Hilario Barrero, nuevamente
estos lazos se renovaran, con mucho más fervor. Y esa es la historia.

Por ello, la dirección de Adentro y Afuera ha dedicado dos artículos, además de algunos clips de
sonido, a Donald Hall, en esta celebración particular alrededor de su poet laureateship, y, también,
como si fuera Jane la otra afortunada. Los artículos seguirán, nada termina aún. Es el comienzo del
alba apenas para hacer que más y más lectores se interesen por la buena poesía, la que vale la
pena.

Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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