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ae TA SCaN TUNE ( EPOLTICA ie Democracia ristiana ‘Enrique ee | rs $100.000.- Al finalizar la Segunda Guerra Mundial accedieron al poder los democratas cristianos en Italia con De Gaspari y en Alemania el eee tame CT tyme Tey] importancia en los Clit ae tree CMM ete tet Tac Proyectaron entonces su influjo en América Pee Melt re (a) con fuerza en Chile y en Venezuela. En la Argentina recién se CCU eMac ln oom mat Sicha Marta tt acti ts) : militar de setiembre de 1955. Sin embargo, la tradici6n era ET Pree UCR CUCM Cems ( teste MY (elo T1. CoM To Tar UCU RC MUR TT oc mesy te) rea else) ete act CM aura Mera ts BLT tee ete] Cerin rum eta fluencia de Maritain y todo su andamiaje ideolégico, los sectores DE eae eh Mel ate COMA Ch taterd Pere sell ae) Pais, se encuentran analizados en este libro, de Enrique Ghirardi, con adecuada y variada documentacién. AOTC a CM tS) Centro Editor de América Latina _.. La Democracia Cristiana Enrique Ghirardi POLITICA € ARGENTINA Centro Editor de América Latina Direccion: Oscar Troncoso Secretaria de redaccién: Margarita B. Pontier! Asesoramiento artistico: Oscar Diaz Diagramacién: Gustavo Valdés, Alberto Oneto, Diego Oviedo Coordinaci6én y produccion: Natalio Lukawecki, Juan Carlos Giraudo © 1983 Centro Editor de América Latinas. A. - Junin 9817, Bue nos Aires. _— . . Hecho el depdsito de ley. Libro de edicion argentina. Impreso oe mayo de 1983. Pliegos interiores: compuesto en Grafica Integral, Ay. Pueyrredon 5238, 4to. piso, Buenos Atres, impreso cn Talleres Graficos FA.VA.RO. SAIC y F., Independencia 3277173, Bus nos Aires. Distribuidores en la Republica Argentina: Capital. Mateo Cancellaro e Hijo, Echeverrfa 2469, 5to. piso C, Buenos Aires. {nterior: Distrimeco S.R.L., Av. La Plata 2138, Buenos Aires. ISBN 950 25 0004 © LOS ORIGENES Los colonizadores espanoles combinaron la cruz con la espada. Desde los primeros desembarcos de explorado- res y conquistadores, con mucho de aventureros, junto a los terciopelos, las pedrerias, las relucientes armaduras y las lanzas que refulgian en los atardeceres del Nuevo Mundo, se erguian los severos habitos monjiles y los crucifyjos de madera, en alto. Parecian bendecir el horizonte. La religion se unia a la politica y, de ahi en mas, esa participaciOn seria constante. La influencia de sus teoricos, en un primer momento, dulcificarta los métodos de los invasores o denunciarfa sus tropeltas. Después daria sustento a los revolucionarios americanos. Las ensenanzas de Francisco Suarez se grabarian en las mentes y en los corazones de los futuros dirigentes, por entonces apenas estudiantes de la Universidad de Char- cas: la autoridad —aprendian— tiene un origen popular, la soberania radica en la masa y esta puede despojar al soberano que hace mal uso de esa autoridad en é] 7 depositada. Estas teorias chocaban abiertamente con aquellas que ubicaban en la divinidad el origen del poder de la reyecia. Por algo en 1767 los jesuitas fueron expulsados del Virreynato del Rio de la Plata: sus prédicas constitufan un peligro para el absolutismo de los Borbones. Sin embargo, a pesar de todas las represio- nes, la Revolucion estallé. El bajo clero se mezclo entre quienes luchaban, los sacerdotes mas cultos secundaron muchas veces, como secretarios © consejeros, a los lideres independentistas; otras veces, ellos mismos lo fueron. Después de la Declaracion de la Independencia nombres como los del Dean Funes, Fray Cayetano Rodriguez, Pedro Ignacio de Castro Barros, Fray Justo Santa Maria de Oro, Jose Luis Chorroarin, Juan Ignacio Gorriti, daban fe de la vinculacion entre religion y politica. Y el Presidente del Congreso de 1853, piedra fundamental del proceso de institucionalizacion definiti- va de la Nacion, Facundo Zuviria, se autocalificaba de “demdcrata y cristiano” agregando que “sin principios religiosos no hay libertad ni justicia ni sociedad esta- ble”! Desde la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, el catolicismo argentino, permaneciendo ajeno a las grandes luchas doctrinarias europeas, vivia replegado en la reali- dad del pais. En las clases altas estaba imbuido de caracteristicas aristocraticas y conservadoras, inclinado a las grandes ceremonias. Las masas, al contrario, poseian un mas sincero sentimiento religioso, carente de ilustra- cion, pero rebosante de inocente fe. No existia, practica- mente, una labor de laicos catolicos y con respecto al clero esa realidad era atin mas grave: escasas vocaciones, reclutadas mas que nada en los sectores humildes. Las erandes distancias y la desproporcion de los nucleos poblados no ayudaban, por cierto, al desarrollo de una profunda tarea evangélica y por otra parte la Iglesia debia afrontar un ciclopeo esfuerzo practico, en el cumplimiento del cual distraia los esfuerzos de muchos de sus componentes: la organizacion de los registros parroquiales, con valor civil. Su labor evangelizadora, entonces parecia detenida, reducida a una tarea de beneficencia y de asistencia social de muy modesta escala. Leyendo la biografia del sacerdote irlandés Anto- nio Domingo Fahy OP., que transito y vivio en estas 8 llerras durante los gobiernos de Rosas, Urquiza, Mitre y Sarmiento, puede aprenderse mucho acerca del estado religioso del pais en esas épocas: “El pueblo en general es muy docil y si tuviera sacerdotes buenos y educados para instruirlo no habria mejores catolicos en el mun- do... Estas provincias infortunadas se encuentran en estado deplorable por falta de sacerdotes nativos... Lo unico que aqui se necesita para restablecer la religion en su anterior pureza son celosos misioneros... Pero jqué pena! , el unico impedimento al rapido progreso de la Iglesia es la escasez de buenos sacerdotes” = Si hubiera que determinar con cierta exactitud una fecha a partir de la cual empieza a producirse una manifiesta actitud militante de los laicos catélicos esta podria ser el afio 1853. Si hubiera que nombrar a un primigenio iniciador este seria Félix Frias, a quien se debe el transplante a la Argentina, desde Europa, de dos innovaciones basicas para el futuro de la militancia religiosa en el pais: el periodismo y la organizacion. A su influjo es que aparece, en dicho ano, el primer diario catolico, de sugestivo nombré: La Religion. El mismo lo redacta, secundado por Fray Olegario Correa OP. y por el Presbitero Leon Francisco Aneiros. En 1855 tambien fundado por Félix Frias, surge otro periddico, El Orden, en el cual colabora Luis L. Dominguez. Cuatro anos mas tarde, en el mes de abril de 1859 se funda Ja “Sociedad San Vicente de Paul”, obra de un nucleo de catolicos portefios que siguen las sugerencias y directivas de un marino francés, Julio A. André Fouet. A esa altura se trataba ya de un verdadero movimiento andacional y en 1877 —también por iniciativa de Félix ras— se inauguro el “Club Catdlico”, que sera reorga- nizado y rebautizado en 1883 con el nombre de ‘“‘Asocia- cion Catolica de Buenos Aires’, presidida por José Ma- nue] Estrada y que complementara el accionar de la “So- saad Catolica Irlandesa’’ —posteriormente designada a eee Irlandesa’”’— que venia funcionan- , Todo este proceso, que se desarrollaba dentro de los imites de la Capital, tenia su contrapartida en el Interior. Asi, en 1856 el Presbitero José Jenaro Carranza crea en Cordoba uno de los periddicos catélicos més 9 antizuos, La Bandera Catolicu, que en 1867 se trans forma en El Catéelico y es dirigido por José Maria Velez, al cual junto a su hermano, encabezaba tambien la plana mayor de £! keo de Cordoba, de enorme influencia provincial. Todos esos esfuerzos periodisticos, que abar- caban la Nacion entera, iban produciendo una verdadera renovacion en las filas laicas y sacerdotales. Sin embargo, la verdadera conciencia militante de ambos sectores frente a sus responsabilidades religiosas, sociales y politi- cas, serfa provocada y se desarrollaria a fondo gracias a! estimulo de circunstancias adversas, nacidas en el espiri- tu hostil que hacia los catolicos manifestaba el liberalis- mo sobre todo desde 1870 en adelante. Ese verdadero anticlericalismo de los anos que precedieron a 1880 no se originaba en un espiritu ocasional o circunstancial sino que se trataba de una actitud permanente, constante en algunas capas de la poblacion. Se hallaba favorecido por ciertos cenaculos reducidos y a veces por determina- das publicaciones, entre las que resaltaban Nana, diario racionalista para hombres solos, Las calamidades de Buenos Aires o La Matraca. Animados por un espiri- tu burlesco hacia todo lo que significara idea cristiana, © sentido religioso, su prédica se complementaba con la desarrollada por los grandes diarios de signo liberal. Pero esas actitudes iban mas alla de la mera letra escrita: en 1867, el gobernador de Santa Fe, Nicasio Orono, comen- zO la secularizacion de los cementerios e instituyo el matrimonio civil en sustitucién del religioso. El espiritu innovador del siglo, por lo visto, habia llegado al Inte- rior. Era facil de predecir, entonces, que estaria ya bien asentado en la Capital. En efecto, alli la campana anticlerical culmino, en febrero de 1875, con el incendio del Colegio del Salvador. Algunos miembros de la Jerar- quia comenzaron a vislumbrar posibles desenlaces, entre ellos Monsenor Risso Patron, Monsenor Aneiros — Arzo- bispo de Buenos Aires— y Monsenor Emilio A. Clara. Y e] Padre Antonio Rassore escribia en su articulo “Nuestro porvenir religioso” que se veia “un horizonte cargado de negros nubarrones”’ y se sentta “el sordo rugido de una tempestad que se aproxima’”’ mientras “se observan en nuestro pueblo catolico ciertos sintomas alarmantes que indican descomposiciOn y muerte, mas bien que vida”? Hasta ese momento la actitud politica de los catolicas no se habia basado para nada en el hecho religioso como 1Q definidor de piantecs y conductas. La poblacion catOlica era ajena a esa clase de analisis. Los partidos y agrupacio- nes que se fueron amalgamando parecian ignorar el factor religiosc, que si bien estaba latente, por tradicion, en la conciencia nacional, no integraba plataformas ni se incluia en declaraciones de principios. De todo ello se desprende que las actitudes politicas de los catolicos no se vefan influidas por ei deseo de servir, a través de ellas, a sus ideas religiosas. Desde que lo confesional no definia a las diferentes agrupaciones se sentian en absoluta libertad para ingresar a cualquiera de ellas sin cargos de conciencia y guiandose en su elecciOn exclusivamente por sus convicciones de tipo politico o social. Por eso militaban indistintamente en el Partido Autonomista Nacional (PAN), en el Partido Liberal o Nacionalista, en el Partido Republicano o en otros nucleamientos minori- tarios. Desde el punto de vista de los gobernantes, a su vez ocurria un proceso semejante y el presidente Nicolas Avellaneda, por ejemplo, hombre de fe y practicas cristianas, tenia como colaboradores cercanos a politicos que detentaban altos grados masones, en esa época en que la Masoneria tenia predicamento (1874-1880). Es que los catolicos, en sintesis, vivian despreocupados de la repercusion de la politica en el plano religioso, en la seguridad de que los principios que ellos sustentaban siempre serian respetados, como hasta ese momento habia ocurrido. José Manuel Estrada escribia al respecto: “Los catdlicos argentinos han sido inadvertidos y lo son todavia. Han creido que su fe no debia influir en sus resoluciones politicas ni rectificar sus simpatias de parti- do. Por eso, multitud de hombres fieles a su fe han cooperado a la elevacion de politicos cuyas creencias, si ese nombre puede darse al escepticismo, estuvieron en abierta contradiccion con las suyas. Este latitudinarismo ha desvirtuado las mas de las veces precauciones con que la Ley Fundamental de la Republica quiso resguardar el caracter de la sociedad y de sus instituciones. .. Entre- tanto, no se ha entendido que la apostasia notoria ataje a nadie los caminos de la Presidencia. La armonia de ideas secundarias, y a veces subalternas preferencias de circu- los y predilecciones personales, han bastado para reclutar adeptos y combinar acciones politicas sin miras altas y profundas, cuyos frutos amargan, pero infortunadamen- te no aleccionan mucho... Los catélicos han prescindi- 1] do de las cuestiones de su fe en sus combinaciones politicas y por su tolerancia y abandono han contribuido indirectamente a que arraiguen las supersticiones del liberalismo en el régimen de los negocios publicos. Los males arrecian de dia en dia y se acerca la hora de recobrarse y reflexionar.’’4 ,Cuales eran las caracteristicas de ese liberalismo al que Estrada se refiere, como origen de todos los males? Pretender delinearlas implica, ineludiblemente, recordar a la llamada Generacion del 80. Ella abarca a un cumulo de hombres que se iniciaron en la militancia politica y accedieron a la vida publica a partir del afio 1870. Por entonces todos ellos se hallaban en la madurez intelec- tual de sus vidas y ocupaban importantes posiciones en la catedra, en el periodismo y en los diferentes estamen- tos gubernamentales. Llamada a cumplir un papel bien definido en la historia de la Nacion, fue mas que nada una generacion politica. Sus integrantes actuaron en medio de grandes transformaciones y fueron distintos a sus predecesores, diferentes a ellos en cuanto a su manera de pensar y, por ende, de escribir y de realizar. Después de todo, nuestro ambiente cultural no era sino el refleio de lo europeo y el Viejo Mundo, en esos momentos, se hallaba hondamente trabajado por las tendencias racionalistas, empiristas, positivistas y evolu- cionistas, que discrepaban abiertamente con la concep- cion que del hombre y del mundo habia propiciado hasta ese momento el cristianismo. Imbuidos de las nuevas ideologias, los hombres de la Generacion del 80, formados en austeros claustros universitarios y distancia- dos de las grandes masas de la poblacion, se aduenaron de los resortes del poder y desde alli sustentaron la posicion filosofica y mental que predominaba entre las clases intelectuales y burguesas, oligarquicas en su mayor parte. Su cientificismo los impulsaba a alejarse de la Iglesia, hacia la laicidad y el anticlericalismo. La consigna de Gambetta —‘‘La Iglesia, he ahi nuestro enemigo”’’ — empezo a constituir su santo y sena. Su programa estaba impregnado de un europeismo, que para ellos coincidia con la idea de progreso, al mismo tiempo que relaciona- ban a las posiciones religiosas con la mentalidad colonial y antiprogresista. Mientras tanto iban construyendo el pais de acuerdo a sus modelos: agroexportador --segtin al esquema de la division internacional del trabajo—, 12 fuertemente ligado a los intereses ingleses, laico, guiado por una élite positivista y paternalista que estaba conven- cida de la importancia de profundizar la educacion a todos los niveles, pero que sistematicamente negaba toda posibilidad de participaciOn politica a las clases popula- res. De su mano el pais fue entregado a los capitales extranjeros, a la sombra del Estado se practicaron los mas increibles negociados e ilicitos, se creo una corte de favorecidos como hasta entonces no habia conocido la Nacion, se puso el crédito al servicio de los allegados al circulo presidencial, se distribuyeron tierras publicas para favorecer a los seguidores de] oficialismo, se repar- tieron concesiones —obras y servicios publicos, ferroca- rriles, proveedurias militares~. Tai era el estilo liberal, favorecedor del ansia de poder y de la apetencia de riquezas. La mayoria de los hombres publicos que por entonces rigieron al pais pertenecian a sus filas y se habian formado en la escuela positivista y practica de la politica, dominados por el ansia de hacer, de organizar civil y politicamente. Representaban al pragmatismo y a! afan de labrar un pais, mientras con gesto deslumbrado miraban hacia Europa. Nucleados en clubes, apoyados por jos sectores de la Masoneria, apelando a los inmi- grantes en ausencia de una verdadera opinion nacional, contando a su favor con los “Rémington”’ del Ejército que contribuyeron grandemente a impulsar una efectiva Organizacion y centralizacion del poder y de la autori- dad, disponiendo de amplhias capas de empleados publi- cos —que jugaban un papel fundamental en los mecanis- mos electorales, afirmados en el mas descarado fraude—, ejerciendo cuando les convenia el monopolio de ferroca- triles y de telégrafos y de gran parte de la prensa, no les resultaba dificil a los liberales imponerse en todo el pais. Pero en el seno de esa Generacion del 80 se desenvol- via también, aunque no con tanta fuerza, otra dispar orientaciOn: la vertiente catolica. Era un planteamiento distinto al anterior, que a la larga se enfrentaria teOrica y practicamente con aquél. Sus representantes tenian tam- bién una esmerada formacion universitaria y casi todos ellos resaltaron en politica o en literatura, en derecho, en filosofia y en historia. Esas caracteristicas los converti- rian con el tiempo —cuando determinaran que politica y religion estaban unidas— en una suerte de laicado avanza- do dentro del catolicismo tradicional, al mismo tiempo que 13 la comun oposicion a los diversos gobiernos que iban a sucederse los dotaria de una profunda union. Criticaran el personalismo, el oportunismo y el pragmatismo y se definiran como defensores de pautas principistas y cons- titucionales, enjuiciadores de los principios oligarquicos que el liberalismo queria imponer en el pais y, mas que nada, como vigias morales de su época “e implacables delatores de la relajacion moral que partiendo de los hombres corroia las estructuras del poder politico’’.5 Tal vez sea un parrafo de Estrada el que mejor refleje esa actitud asumida: “...Y se atropella en las Bolsas, en los regocijos y en los juegos, pero se ha olvidado la senda de} bien.’’§ Tal era la situacion de fuerzas cuando se inicio la presidencia del general Julio A. Roca, que abarco el periodo comprendido entre los anos 1880 y 1886. El 12 de octubre del 80 el binomio Roca-Madero se hacia cargo del gobierno. E! general habia ofrecido la vicepresi- dencia, meses antes, justamente a un catolico, Félix Frias, que declino la invitaciOn. Otro catolico, Bernardo de Irigoyen, acepto, en cambio, la designacién como mi- nistro de Relaciones Exteriores. José Manuel Estrada, a la sazon rector de] Colegio Nacional de Buenos Aires, veia con buenos ojos nombramiento y programa del Ejecuti- vo: “Desde el punto de vista social, el gabinete del gral. Roca es conservador. Nos congratulamos. Del punto de vista de la politica exterior, el gabinete esta al unfsono con las aspiraciones nacionales mas nobles y mas enérgi- cas. Por lo que toca a la politica interna, es menester verlo actuar para juzgarlo; y aun es menester ayudar- lo...°7, escribiaen La Revista Argentina, publicaciOn que dirigia junto a su amigo Pedro Goyena. Nada le anunciaba, al parecer, que a poco de andar ese gobierno se convertiria en instrumento del liberalismo. Su lema, “Paz y Administracion”’, conformaba a Estrada y a Goyena. Otros catélicos, ademas, firmaban por esa época Manifiestos del Partido Autonomista Nacional, basamen- to politico del roquismo: Bernardo de Irigoyen, Miguel Navarro Viola, Mariano Demaria, Luis Saénz Pena, los hermanos Torcuato y Diego de Alvear, Aristobulo del Valle, Dardo Rocha, Eugenio Cambaceres, Miguel Cané y --en el Interior— Manuel Didimo Pizarro y Tristan Achaval Rodriguez. Pero pronto dieron comienzo las fricciones, a través 14 de una pastoral del Vicario de Cordoba, Uladislao Caste- anos, en la cual se prohibia la lectura de los diarios* £/ Progreso y La Carcajada, liberales, por atacar puntos del dogma y tomar como objeto de burla los misterios de la religion. Solucionado el diferendo, quedaba sin embar- go una especie de brecha entre uno y otro sector, falla gue los acontecimientos futuros se encargarian de ensan- char. En efecto, al ano de su gobierno el Presidente se vio enfrentado a la oposicion parlamentaria, de la cual participaban y, mas aun, eran adalides, destacados catoli- cos practicantes y que tendia a mediatizar los esfuerzos de] Ejecutivo por imprimir su peculiar sello a la Legisla- tura Nacional. Simultaneamente a esa defensa de la autonomia del Congreso se difundia por todo el pais una intensa campafia de orientacion liberal. Universidades, prensa y escritos oficiales la respaldaban. Es en esa linea, justamente, que se realiza en Buenos Aires, en el mes de abril de ese agitado 1882, el Congreso Pedagogico. Este evento constituyO la expresion de un verdadero afianza- miento de las tendencias del liberalismo y la sintesis del mismo estuvo constituida por ia postulacion de un programa de ensenanza neutra. Desde las primeras sesio- nes del evento se tuvo la certeza de que se asistta a un entrentamiento entre dos tendencias. Raul Legout, uno de los congresales, sostenia el proyecto del liberalismo, que se sintetizaba en el siguiente enunciado: “Las escue- las del Estado deben ser esencialmente laicas; las creen- cias religiosas son del dominio privado’.® Los sectores catolicos, por su parte, proponian: “Consideramos: que la religion es e! necesario fundamento de la educacion moral: que la sociedad argentina es una sociedad catoli- ca, que ta Constitucion Nacional consagra en las institu- ciones este caracter de la sociedad; que la Hamada laicidad turbaria profundamente la concordia social: el Congreso, en homenaje a Dios, a los derechos de la familia, a la ley y a la Paz Publica, declara: Que la Escuela Argentina debe dar ensenanza esencialmente religiosa’’.? Se enfrentaban, de esta manera, dos filoso- fias, dos concepciones de vida, dos orientaciones pedago- gicas antagonicas. El Congreso se clausuro con e] tnunfo de las posiciones liberales, y de ahi en mas seria e} Parla- mento quien tendrialatiltima palabra con respecto a cual seria el enfoque bajo el cual se impartiria la instruccion eme! futuro, ~ 15 I] LA PRENSA Y LA LUCHA Apenas finalizado el Congreso Pedagodgico los catoli- cos comenzaron a organizarse seriamente. Su labor a través de la prensa iba a constituirse en un elemento decisivo en tal sentido. Hasta ese momento solo la Revista Argentina era el medio importante que res- pondia a esas orientaciones. A partir de alli, en cambio, una verdadera campafia escrita empezo a instrumentarse y parecio cubrir todos los rincones del pais. Su primer paso consistio en la fundacién, en agosto de 1882, del Organo que seria basico para la defensa de los intereses del sector religioso: La Union, cuyo jefe de redac- cion sera José Manuel Estrada y cuya direccion cubrira Alejo de Nevares. La primera fila del catolicismo firmara las notas de sus columnas: Tristan Achaval Rodriguez, Pedro Goyena, Emilio Lamarca, Santiago Estrada, Mi- guel Navarro Viola. El editorial inicial advertia: ‘‘Este diario... sera tal vez un diario de combate. Su nombre es un llamamiento, una divisa y un programa’’. Pronto l6 ee a a i i 7 sus redactores seran tachados de padecer ‘‘ministerio fobia’’ desde las paginas de La Tribuna Nacional, periddi- cos fiel al Presidente. Es que La Union represen- taba una marcada oposiciOn, no solo a los lineamientos liberales de la politica propiciada por el Poder Ejecutivo sino tambien a la tendencia personalista y absolutista que lo caracterizaba y que no respetaba autonomias provinciales ni fueros parlamentarios. Quince dias después que La Union circula por la ciudad surge La Voz de la Iglesia, de tono especifica- mente religioso. Su direccion se atribuia al Presbitero Juan M. Terrero, mientras que entre los colaboradores figuraban el Presbitero Marcelino Lourtech y el Dr. José Arrache. En el Interior, por su parte, se multiplicaron también las publicaciones religiosas: EF! Fiel Catolico en Santiago del Estero, La Fe en Jujuy, El Argentino en Parana, La Ley en Goya, El Catolico, en Corrientes, El Labaro en Santa Fe, La Esperanza en Salta y en Catamarca E! Creyente, fueron las principales. Las criti- cas del liberalismo hacia todas ellas pueden sintetizarse en un solo calificativo: fanatismo. Este verdadero brote de prensa catdlica se comple- menta con la creacion de diversas instituciones que Hevaban tambien signo confesional. Los catolicos argen- tinos nunca hablan sido convocados a una tarea militan- te dentro de su religidn. Por eso es que en Buenos Aires apenas si existia solo un pequeno “Club Catolico’, iniciado por Félix Frias y de papel meramente asociati- vo, docente, literario, con su tribuna abierta exclusiva- mente a los temas de caracter doctrinario. Fue a partir de ese Club —si se quiere contraposiciOn del llamado “Club Liberal’’— que se fundo la “‘Asociacién Catoélica de Buenos Aires’, que respondia a fines de adoctrina- miento, de organizacion y de lucha y propiciaba la activa participacion de laicado, fomentando al mismo tiempo el espiritu de cooperacion y de mutua asistencia. La presi- dencia de la ‘‘Asociacion Catélica” recay6 en la persona de José Manuel Estrada y su plana mayor estuvo consti- ‘uida por Emilio Lamarca, Geronimo Cortés, Apolinario Casabal, Enrique Lezica, Alejo Nevares, Eduardo Carran- 2a, Pedro Goyena, Miguel Navarro Viola, Tomas Ancho- rena, Juan M. Terrero y Aurelio Espinola, mientras que Monsefor Aneiros fue su mentor espiritual. Junto a ella funciono, por otra parte, la lamada “Sociedad Juventud 17 Catolica’’, que publicaba un pequeno periddico -/a Esperanza—, poseia una bandera -verde. blanca y amarilla—, y operaba como una verdadera fuerza de choque, liderada por Luis Gonzaga Repetto, Félix Ortiz. Francisco Banvieri y Francisco Repetto, entre otros. Desde los terrenos de la oposicion ambas fundaciones fueron acerbamente criticadas y sus detractores hacian hineapie, mas que nada, en las facetas represivas que ellas ponian de manifiesto, sobre todo a través de actitudes por las que se constituian en verdaderos objetores de conciencia, sobre todo en el campo de la cultura, en el cual condenaban a muchos creadores, especialmente literarios, Emilio Zola entre ellos. Estas actitudes y determinaciones del catolicismo parecieron indicar el comienzo de la guerra. E1 fracaso de las gestiones para concluir un Concordato con la Santa Sede, referido a las relaciones entre la Iglesia y el Estado y la decision gubernamental de no continuar con una politica de acercamiento al papado —como forma de reafirmar la soberania nacional y Jas instituciones repu- blicanas— echo mas lefia al fuego. Los hombres del gobierno coincidian con el programa que en esos afios caracterizaba al liberalismo europeo y americano, los catolicos se apartaban cada vez mas de esa linea. Tristan Achaval Rodriguez se separa, por entonces, del PAN, que pierde de esa forma un destacado parlamentario. Pasa a encabezar la oposicion al roquismo, secundado por Pedro Goyena, Mariano Demaria, Miguel Navarro Viola, Manuel Pizarro, Nicolas Avellaneda, Agustin GO mez y el Presbitero Lugones. Tales actitudes afectan al Presidente de la Republica, el cual, apartandose de la costumbre, no asiste en 1883, tal como era tradicional hasta ese momento, a la celebracidn del culto de la Semana Santa. El 4 de julio de ese mismo afo comienza un debate que sera historico: el del proyecto de la Ley de Educacion Comutn. “E] enemigo acomete la escuela: peligra la fe de nuestros hijos”,'® expresaba un manifies- to de la Asociacién Catolica, y tales afirmaciones alcan- zan para demostrar la temperatura ambiente del momen- to. La discusion giro, fundamentalmente, en torno al Articulo Tercero del proyecto redactado por la Comision de Culto e Instruccion Publica de la Camara de Diputa- dos, que decta asi: ““Declarase necesidad primordial la de tormar el caracter de los hombres por la ensefianza de la 18 religion y las instituciones republicanas. Es entendido que el Consejo Nacional de Educacion esta obligado a respetar en la organizacion de la ensenanza religiosa las creencias de los padres de familia ajenos a la comunion catolica... Los padres, tutores o personas en cuyo poder se encuentren los ninos, estan obligados a proporcionar- les, como minimo de instruccion, las siguientes ma- terias... inciso &): Moral y Religion...”. A ello se contraponia el proyecto del Dr. Onésimo Leguizamon, que expresaba: “La ensenanza religiosa solo podra ser dada en las escuelas publicas por los ministros autoriza- dos de los diferentes cultos y en los nifios de su respectiva comunion, y antes o después de las horas de clase’’. La discusion parlamentaria de estos proyectos fue ardua y las intervenciones de los representantes catolicos estuvieron respaldadas por la presentacion de 180.000 tirmas de sus seguidores. De todas formas, el ministro de Educacion, Dr. Eduardo Wilde, fue el artifice de una victoria del ofictalismo y en julio de 1884 fue promulga- da la Ley de Educacion Comtn, mas completa conocida con el nombre de Ley 1420. El “Club Liberal” batid palmas por esa victoria y aprovechO para remitir al ministro las sugerencias de un programa que abarcaba los siguientes puntos: Ensenanza laica, Matrimonio civil, Abolicion de los Registros Parroquiales, Abolicién del luramento y Abolicién de los cementerios religiosos. No cabla duda: se aproximaban, para los catélicos, nuevas y duras batallas. También los sectores religiosos, a través de La (‘nion, publicitaron su propuesta de programa: 1) Libertades comunes; 2) Publicidad de los actos y proce- dimientos administrativos: 3) Defensa del derecho de opinion publica como elemento indispensable para un regimen de libertad: 4) Autonomias provinciales; 5) Libertad de sufragio: 6) Libertad de prensa; 7) Libertad de ensefianza; 8) Libertad econémica, combatiendo al Pproteccionismo aduanero; 9) Libertad bancaria, comba- tlendo al monopolio oficial; 10) Libertad de la Iglesia: 11) Postulacion de una politica de principios y de Dartidos de base orgdnica: 12) Educacion técnica de la iuventud por medio de escuelas de artes y oficios; 13) Organizacion de Circulos de Obreros. Mientras tanto, en la conmemoracion del 9 de julio de 1884, el Presidente “Oompartia el balcOn de la Casa de Gobierno con Mitre. 19 Gelly y Obes, Quirno Costa, Manuel Quintana, Rufino de Elizaide: el “‘roqui-mitrismo”’ estaba sellado. El catoli- cismo iba a ser su principal oposicioOn: ““E] momento ha llegado ya, no queda ningun campo de accion fecundo y oportuno para los catdlices, sino el terreno de la lucha politica. No es un derecho, es muchisimo mas; es imprescindible y sagrado deber de conciencia para los ciudadanos unirse y trabajar para volver a sus quicios a la Republica dislocada’’, editorializaba La Union. Sin embargo, los catélicos ‘del pais no estaban de acuerdo con ~especto a la politica a seguir y la oposicion politica que venian realizandg, especialmente en el Congreso Nacional y a traves de la prensa, no bastaba. Las diversas organizaciones que existian a lo largo del pais carecfan de una estructura nacional y eso atentaba contra su unidad. Fue por todos estos motivos que surgio la idea de convocar a un Congreso nacional de todos los catoli- cos argentinos, reunido con fines fundamentalmente politicos. Los organizadores seguian, de esa forma, la trayectoria de los catdlicos belgas, franceses, italianos, alemanes y espanoles. Bajo la presidencia de Estrada, y con la presencia de mas de 140 delegados, el 15 de agosto de 1844 dieron comienzo las reuniones del llamado Primer Congreso Nacional de los Catolicos Argentinos, el cual disponia de un Programa de Asuntos a Tratar que puede resumirse en los siguientes enuncia- dos: A) OrganizaciOn nacional de las Asociaciones catoli- cas; B) Convocatoria periodica de Congresos Catolicos de caracter nacional; C) Fomento de la prensa catdlica; D) Difusion de las verdades religiosas: E) Organizacion de una alianza de catolicos en la Republica; F) Inscripcion de los catdlicos en los registros civicos nacionales, provinciales y municipales: G) Participacion directa y concurencia a los comicios publicos; H) Creacion de escuelas catolicas; 1) Establecimiento de escuelas de artes y oficios, oficinas de colocacion y circulos de obreros. Asistieron a dicho evento, por otra parte, delegados de Uruguay —Juan Zorrilla de San Martin, Joaquin Requena y Francisco Bauza— y en la sesiOn inaugural hizo uso de la palabra el Arzobispo de Buenos Aires, Monsenor Federico Aneiros. Fueron, después, sus princi- pales oradores Manuel D. Pizarro, Pedro Goyena, Tristan Achaval Rodriguez, Emilio Lamarca. A través de sus sesiones, fue quedando formulado el camino politico 20 que los catolicos debian recorrer en la especial coyuntu- ra configurada por ese crucial 1884. Meses atrds habia expresado La Union: “Desaparezca el hecho, desapa- rezca esa confusion de cuestiones, déjese en pie el orden -Tistiano, respétense sus instituciones, no con la palabra, no con efimeras promesas, en que nadie puede creer, sino con hechos positivos y practicos y las cuestiones religiosas no seran bandera politica y los partidos catdli- ~os no tendran razon de ser’. Ahora, sin embargo, el C “ongreso iba a tomar una trascendental resolucion: la creacion de un partido politico, la Unién Catoélica Argentina. Asi la justificaba el comunicado final de la reunion: “La Asamblea declara que el estado actual de la epublica exige la union politica de los catdlicos argenti- hos y su intervencion colectiva en la vida ptiblica, con el proposito de mantener el imperio de los principios tistianos en el orden social y el gobierno de la Na- .ion."12 A lo que agrega José M. Estrada, retomando la vonsigna biblica: “j;Senores! j;A vender la tunica y -“Omprar espada! ”’ Esgrimiendo, en cierta medida la defensa de este “vento, opina el destacado escritor demoécrata cristiano Nestor T. Auza en su libro Los catélicos argentinos y su “xpertencia politico social. ““Hay que destacar la labor de “se Congreso, cuya realizacion marco una fecha inportante en la historia del movimiento catélico argen- no, ya que, al margen de otras importantes conclusio- nes, en él se decidid la formacion del partido catolico, “aio el nombre de Union Catolica. Esta decisidn no fue inesperada; no fue, tampoco, el fruto de ambiciones Politicas. Se trataba de una salida inevitable: el liberalis- ic anticatolico no luchaba sdlo en la calle: estaba en el svbierno y apuraba sus planes persecutorios con el apoyo de todos los partidos y diarios portefios, aun los 4¢ Oposicion. De esta manera se cumplia el plan trazado por el general Roca: aislar a los catélicos en su oposicion al gobierno y reunir en torno a su persona a todos los partidos en un frente comin de ofensiva liberal. Se -ilaba asi que los catélicos capitalizaran la opinion ~Jntraria al oficialismo, a cuyo derredor se agrupaba, al Nusmo tiempo, a todos los liberales, incluso a los que “Fan opositores. Con anterioridad al Congreso Catolico, ‘Strada habia percibido con claridad que el camino civetoral constitufa el ultimo recurso de los catdlicos 2 | para combatir el lberalismo encastillado en el gobierno, al mismo tiempo que consideraba la accion politica como la forma mas eficaz de restaurar las libertades publicas conculcadas. Como el liberalismo imperaba en la direccion de todos los partidos no se podia esperar nada de aquellos para el triunfo de sus ideas. ;Podian acaso los catolicos integrarse con partidos y hombres que hacian causa comun con el gobierno en materia de persecucion religiosa? ;Podian, ademas, esperar algo de partidos o nucleos que frente a la desaparicién de las libertades esenciales negadas por el oficialismo callaban y no resistian? Evidentemente, no. Luego, el partido catolico era una consecuencia de los acontecimientos, una imposicion de las circunstancias. Fl liberalismo hacia de su ideologia antirreligiosa una creencia, una cuestiOn de gobierno, una cuestion politica, de manera que no existia otro camino para combatirlo que el de oponerle una politica cristiana realizada por un partido catdlico. No se podia realizar una politica cristiana en las filas de los partidos y ntcleos liberales. El partido confesional resultaba, de esa manera, la réplica a la confesionalidad del gobierno, EF] factor religioso vino a cambiar la faz de la lucha, pues siel gobierno no lo hubijera introducido en la arena politica, segun convenia a los designios de su sistema, la presencia y la militancia de los catolicos en ese terreno se hubiera realizado en filas de los partidos tradicionales, sin adquirir caracter y organizacion confe- sional... De esa manera quedo formulada la creacion del Partido Catolico y se iniciO su organizaciOn en base a las Asociaciones Catolicas, realizando asi el primer ensayo de partido confesional en la historia argentina. Hay que sefalar que, no obstante ese caracter confesional del partido, su programa no se redujo a la exclusiva defensa de los principios religiosos sino que se concretO en una postulaciOn de alcances politicos, sociales y econdmicos. Los acontecimientos se precipitaron y apenas los catoli- cos se iniciaron en la lucha les correspondio desempenar un papel de primer orden, casi desconocido hasta nues- tros dias’. Ese mismo 1884 tuvo lugar la mayor crisis suscitada entre el Gobierno y la Iglesia. E! ministro Wilde expresa- ba por entonces, con gran parte de verdad: *‘E] mundo se agita hoy por deslindar lo que en la vida de las socieda- des pertenece a la conciencia interna en materia de 22 SS ceneniitiatdt dememee tet el et oh =a, Se TT ee eee 2 ee Pe». eg: To creencias y lo que pertenece a los deberes y derechas de los ciudadanos en su condicion politica”. Agregaba que varias comunidades europeas tenian puestas sus miras en la Argentina, la cual ya habia comenzado “a sentir el efecto de esa inmigracion de hombres y de ideas incom- patibles con los altos propositos que persigue en su calidad de estado moderno y civilizado. Ei mundo entero se preocupa de hechos, hechos reales, positivos, concre- tos, capaces de servir de fundamento al bienestar de la humanidad, en todas las naciones de la tierra, cualesquie- ra que sean sus creencias religiosas, sus religiones, sus teorias’. Y finalizaba mirando con dolor “los miles de aflos perdidos en histerismos misticos’. Era la vision del positivismo, que llegaba a cambiar la sociedad, en aras del progreso. Esas posiciones tan encontradas tenian que enfrentarse, sin duda alguna. Mientras Lu Union cen- traba sus dardos sobre Eduardo Wilde, los conflictos y rozamientos se sucedian en Buenos Aires, Catamarca, Santiago del Estero y, especialmente, Cordoba. En esta filtima, la oposicién del Vicario Capitular de la ciudad, Geronimo Clara, a una tesis de Ramon J. Carcano —que, decia el prelado, atacaba frontalmente al derecho cano- nico— y a la inauguracion de una Escuela Normal regenteada por maestras protestantes fue el detonante de la crisis, que culminé con la destitucion del sacerdote, 4 la que continuo la expulsion de los prcofesores Rafael Garcia, Nicéforo Castellanos y Nicolas Berrotaran, que hasta entonces dictaban clase en 1a Universidad de esa provincia. Y pocos dias mas tarde e! Ejecutivo daba a conocer el decreto de destitucion de José M. Estrada de su cargo de catedratico de Derecho Constitucional y Administrativo de la Facultad de Derechos de Buenos Aires. Son famosas las palabras con las cuales se despidio de sus alumnos: ‘‘Ha sido para mi la ensenanza un altisimo ministerio social, a cuyo desempefio he sacrifi- cado el brillo de la vida y las solicitudes de la politica; el tiempo, el reposo, la salud, y, en momentos amaIgos, mi paz y la alegria de mi familia. El sacrificio es fortificante porque engendra la austeridad y habituia a la pobreza. Es decir, que hace invencibles a los hombres. Recibi la mision de ensefiaros el derecho. Gobernantes abortados de los campamentos y de la descomposicion de las oligarquias no son jueces de m1 ensefianza. FE] intento de suprimir las partidas presupuestales de 23 la Nacion dedicadas al sostenimiento de los Seminarios tue otro de los hitos espinosos de todo este polémico proceso. El ministro Wilde sintetizaba asi la tesis susten- tada por el gobierno: “‘Por un espiritu de disciplina, desde que me hice cargo de la cartera de Instruccion Publica, traté de que todos los establecimientos de educacion sufrieran la intervenciOn del Gobierno. Desde luego, porque crei que esa intervenciOn era buena... Las Universidades, compuestas de los hombres mas eminen- tes, entre los mas eminentes del pals, aceptaron toda investigacion de parte del Poder Ejecutivo, aceptaron los estatutos, que dio por dectetos, a falta de leyes vigentes. Los Colegios Nacionales se subordinaron naturalmente, las Escuelas sé encaminaron por donde las encaminaba la Comision Directiva; todo sufrio en paz la legitima influencia del Poder Ejecutivo. Los tnicos que no se sometieron no fueron ni los mas ilustrados, ni los mas numerosos, ni los mas competentes; los mas ilustrados, los mas competentes, estaban en las Universidades, que no dieron una palabra: los Seminarios solamente no quisieron someterse... Por lo tanto, si ha de haber Seminarios, es necesario que estén sujetos, como lo quiere e] Poder Ejecutivo de la Nacion, al ministerio de Instruccion Publica; que el Congreso, que el Pais, sepan lo que se ensena alii y lo consientan si puede ser consentido”’.! > En un primer momento, las partidas se suprimieron, pero luego fueron restablecidas. Sin embar- go, estas soluciones parciales eran apenas la contrapar- tida de otros conflictos, mas graves atin, que surgian. La expulsion del pais del Delegado Apostélico Monsefior Matera —‘*Desde que Monsefior Matera ha venido a la Republica han comenzado a agitarse estas cuestiones odiosas sin que haya sido posible mitigarlas, ni atin usando de la mayor tolerancia”. habfa escrito dias antes el diario oficial—, la discusion periodistica de fuertes trazos, —"‘E] publico comienza por no darles crédito porque los conoce y sabe que su ultramontanismo nuevo no es mas que un nuevo ropaje’’ expresaba FI Diario. a io que La Union contestaba ‘““Luchamos, es cierto. contra el liberalismo; y como el liberalismo se encarna en el Gobierno, luchamos contra el Gobierno’’—, las pasto- rales condenatorias que desde los pulpitos se predicaban. la destitucién de su catedra de Economia Politica en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales a Emilio Lamar- 24 ca. el fracaso de la Mision Balcarce —enviada por Roca al Vaticano en un intento por reanudar las interrumpidas relaciones diplomaticas— son meros ejemplos (como antes lo habian sido el pedido de Juicio Politico al Presidente de la Reptiblica y la promulgacion de la Ley de Registro Civil de las personas) de la batalla librada. E] ya citado Néstor T. Auza expresa al respecto: “Los acontecimientos que hemos detallado pusieron a prueba la unidad catoOlica. El episcopado argentino habia dejado oir su voz de protesta a las disposiciones del gobierno y los catolicos de todo el pais la apoyaron. Frente a los decretos de destitucion de obispos y vicarios, clero y laicado se habian solidarizado con protestas ptblicas de adhesion a la jerarquia y, a la vez, de templada resisten- cia a las actitudes erradas del gobierno. Las filas de los laicos se apretaron en torno a sus pastores en unidad de doctrina y de accion como no lo habian hecho hasta entonces. Si estuvo en el animo de los hombres del gobierno obtener la division del clero, no alcanzo su objetivo pues este permanecio fiel a su jerarquia, y lo expresO publicamente y repetidas veces, en forma oral y por escrito. El] nuevo fenOmeno social politico de la persecucion daba una tonica desconocida a la organiza- cion eclesiastica y seglar que entraba de esa manera, en forma efectiva, a jugar un papel activo y organizado en la evolucion del pais’. Y agrega: “Habia, no solo un renacimiento catdlico, sino tam- bién, una activa militancia catolica, un florecimiento de doctrina e ideas, junto a un proposito firme de adecuar- las al pais. De esa manera, los catolicos se convertian en los mejores constructores de la unidad nacional, cuando ain se hallaban pendientes los viejos resquemores localis- tas. La lucha acercO a los ciudadanos catolicos de todas las regiones del pais. Se vieron, se conocieron, se valora- ron, se enfervorizaron con el mismo ejemplo. Trabajaron por una misma bandera y un mismo ideal y todo ello realizado bajo el imperativo de un libre, espontaneo y generoso surgimiento espiritual. El general Roca, que deseaba realizar Ja unidad, la obtenia mediante la perse- cuciOn religiosa, aunque, claro esta, no unicamente por ese recurso. Los enemigos de su sistema politico se convertian, involuntariamente, en los mejores colabora- dores y realizadores de unos de sus ideales.”’ (Néstor T. Auza: Catélicos v liberales en la Generacion del 80). [+ ‘fh I] LAS ELECCIONES Y EL FINAL E}] general Roca terminaba su perfodo presidencial en 1886. En febrero del 85, quedO constituido el Comité Nacional de la Union Cato6lica. En la primera Circular que emitio, expreso su determinacion de participar en la proxima contienda electoral y, al mismo tiempo, invitO a los diferentes centros a efectuar elecciones libres con el Tin de designar candidaturas internas. Prometia, por ultimo, un procedimiento totalmente nuevo dentro de las practicas de la politica criolla: la convocatoria de una Convencion Electoral de Catélicos para designar al candi- dato nacional en representacion del movimiento. Por entonces, las candidaturas eran el resultado de concilia- bulos celebrados entre los lideres partidarios, con absolu- ta prescindencia de las masas. La propuesta de la Union Catolica, por lo tanto, implicaba la puesta en practica de toda una nueva filosofia politica, que rechazaba, funda- nentalmente, dos postulados: por un lado, la afirmacién de quienes sustentaban que era temerario llevar ai terre- no politico las cuestiones religiosas: por otro, la opinion 26 ee ee 8, me eee ee ae eee de que era inutil todo esfuerzo cuyo fin inmediato no fuera apoderarse del gobierno. Quizas por ello expresa- ran sus militantes: “‘La Union Catolica es una hga politica mas no es politica por su esencia, sino subsidia- riamente y por ley de la necesidad’’. En sintesis, se la podia definir como una organizacion con planteos socia- les y politicos, animada por un espiritu de docencia y con caracter permanente. Era un planteo absolutamente desconocido por los partidos totalmente personalistas hasta entonces existentes. De Jas filas del oficialismo, mientras tanto, van sur- giendo los nombres de los posibles futuros candidatos: Dardo Rocha y Bernardo de Irigoyen. La Union por su parte sintetizaba asi la opinion de los catdlicos: “‘La lucha que se prepara no es entre hombres de diferente color politico, en bandos con sus respectivas insignias o distintivos. Son, de una parte, los que quieren el predo- minio de los principios cristianos, el imperio de fa Constitucion, la eficacia y ejercicio de las garantias y libertades constitucionales, el orden administrativo y economico, el triunfo de la justicia, el respeto de la ley; son estos, cualquiera que sea la fracciOn politica en que hayan estado enrolados y que como tales han sido inhabilitados y tenidos bajo la accion del oficialismo; son estos, y el pueblo, los que tienen que librar la batalla contra los elementos de una conduccion opuesta, que forma el] cuerpo de agentes dei oficialismo’’. Esa idea se completaba con la publicacion de un editorial de mas que invitante titulo —‘‘La coalicion es posible’’— y con las palabras de Estrada: ““No me parece, senores, que en este terreno, prudentemente limitado, sea imposible una inteligencia patriOtica entre los partidos de oposicion, que eliminando nombres propios y soluciones extempo- raneas y preconcebidas, nos habilitara a todos para contrarrestar una usurpaciOn alevosa, que se consumara sin duda, batiendo en detalle las oposiciones dispersas. Ningtin principio peligra porque liguemos diversidad de elementos con ese fin, intermediario y condiciomal, de una vida politica verdaderamente libre y que sera fecun- da para la causa gloriosa que congrega, en un solo espiritu y una sola esperanza, la masa fie] y conservadora de la sociedad argentina.” Este intento de unidad no obtuvo respuesta por 27 parte del resto del espectro politico y la Union Catolica sé vio precisada a presentar sus propias candidaturas: el 7 de junio de 1&55, empezo a barajar el nombre de José Benjamin Gorostiaga, constituyente en 1853 y, a la sazon, Presidente de la Corte Suprema. Un mes mas tarde, el 6 de julio, el Comité Nacional efectuaba su proclamacion. Pero esa decisi6n no fue apoyada unani- mente y varias figuras, de primerisima linea del catolicis- mo, hicieron publica su disconformidad: Miguel Navarro Viola, Manuel D. Pizarro, Luis Saenz Pena, Jeronimo Cortés, el Dr. A. Ferreira Cortés, el Dr. Pizarro Lastra, Carlos Guido Spano, J. M. Pifiero, Joaquin M. Cullen. Todos ellos respaldaban la candidatura de Bernardo de Irigoyen y criticaban al mismo tiempo la falta de consulta de la que el Comité Nacional habia hecho gala al decidir la postulacion de Gorostiaga. Para algunos comentaristas, empero, tras esa cuesti6n de procedimien- tos sé ocultaba, en realidad, todo un planteamiento de tactica y hasta de concepcion politica. En efecto, segin esos sectores de opinion, los irigoyenistas no hacian del problema religioso una cuestion de gobierno, esencial, y para ellos, la elecciOn, mas bien, se basaba en motivacio- nes y analisis de caracter netamente politico. Hombres de partido, sabian exactamente cual era el grado de influencia del poder y a la adquisicion del gobierno subordinaban muchas cosas. Los partidarios de Estrada, al contrario, sustentaban posiciones de tipo principistas, segun afirmaban. En los ultimos meses de ese ano, la situacion politica se volvio especialmente tensa. El] presidente Roca, ha- clendo honor a su sobrenombre —“E]! Zorro’’— prometia absoluta prescindencia pero aceitaba su maquina electo- ral y transaba astutamente con propios y ajenos, propo- niendo y desechando futuros candidatos. En las tiendas del catolicismo se esperaban ataques y estos no tardaron en llegar: un atentado personal contra el presbitero Falorni, en Cordoba; el surgimiento de un conflicto, en Buenos Aires, entre el rector del Colegio Nacional, Amancio Alcorta, y el Colegio Jesuita; inspecciones de escuelas catolicas, practicadas por Paul Groussac y de mala fe, al menos, segiin los denunciantes. Como telén de fondo, se multiplicaban los rumores que aseguraban estallidos revolucionarios proximos en Cordoba y en 28 Corrientes, implementacion de fraudes por parte del gobierno y trabas de este a la campafia de la oposicion, falta de garantias personales, crimenes y vejaciones. Bue en medio de esa situacion enrarecida que se produjo la proclamacion del candidato del oficialismo, en cuya designacion el Presidente habia jugado el papel de verdadero Gran Elector: se trataba de su concunado, Miguel Juarez Celman. En lo tocante a la cuestion religiosa, esta prometia: “A las luchas o contiendas religiosas que perturban el desarrollo del progreso y debilitan los vinculos sociales, debo, como gobernante, oponer los medios para evitarlas y jamas asumiré el caracter de perseguidor, sin que por eso deje de cumplir los deberes que la Constitucion prescribe, ejerciendo el patronato sin herir el justo sentimiento religioso ni menoscabar la soberania nacional’.!4 Una frase que propiciaba un dificil equilibrio: si en virtud de la institucion del Patronato el Estado estaba obligado a sostener la religion catOlica, justo es que interviniera en algunos aspectos internos de la Iglesia, sin erizar sucepti- bilidades pero, al mismo tiempo, sin rescindir los poderes propios e inherentes a la autoridad estatal. Pero mas que por el lanzamiento de la candidatura de Juarez Celman, el ambiente politico se conmociono por la alianza surgida entre los sectores fieles a Estrada y el mitrismo, una unidn practicada con evidentes fines electorales, ya que era imposible buscar otra mas profun- das coincidencias entre militantes de fracciones tan disimiles. La coalicion asi nacida no impulsaria un programa comitin sino que se trataria, apenas, de un acuerdo de partidos para luchar por la libertad electoral y por el logre del sufragio popular. Pero a estas humildes premisas, sustituyeron otras, de mas largo alcance y que constituian un verdadero esfuerzo por organizar la oposi- cion roquista. En nombre del Comité Nacional de la Union Catolica, Estrada iniciO gestiones para coordinar los esfuerzos de todos los candidatos dispuestos a com- petir con Juarez Celman —Rochae Irigoyen— y entre los tres llegaron a un acuerdo politico el 14 de enero de 1886, en el cual se resolvia: 1) Combinar las fuerzas contra la candidatura oficialista; 2) Marchar unidos a las elecciones pata diputados y senadores del Congreso Nacional: 3) Aplazar hasta después de febrero la discu- sion de las candidaturas presidenciales de la coalicion; 4) 29 Amplhiar el apoyo politico de Ja misma. José M. Estrada —por la Union Catolica—, Delfin Gallo y Luis Saenz Pena ~por el Comité del Pueblo, fraccion irigoyenista del PAN—, Aristobulo del Vaile y Manuel Gorostiaga- por el Comite Argentino, fraccion rochista del PAN --y Bonifacio Lastra— por el Partido Nacionalista, fueron los firmantes del documento. Sus candidatos designados para los comicios del 9 de febrero —para diputaciones y senadurias nacionales— eran Luis Saenz Pefia, Bartolomé Mitre, Luis Maria Campos, Manuel Quintana, Angel Casares, José M. Estrada, Lucio V. Mansilla, Juan Carba- liudo, Santiago Luro, Teodoro Garcia, Pedro Goyena, Roberto Cano, Julio Dantas y Epifanio Portelas. EI! primer manifiesto que todos ellos suscribieron en con- junto, afirmaba: “‘Asi el probicma a resolver es este: o triunfa la coacciOn o la violencia, demostrando la inefica- cia del voto, o domina la voluntad popular imponiéndose alos que intentan resistirla.”’ Tal cual lo especificaban sus actas constitutivas, en marzo los Partidos Unidos debieron abocarse a la desig- nacion de la formula presidencial. Para ocupar el primer puesto del binomio, fue elegido Manuel Ocampo, ex diputado y ese senador provincial, que habia ejercido, por otra parte, la gobernacion de la provincia de Buenos Aires: vinculado a las esferas financieras y comerciales, antiguo presidente del Banco de la Provincia, La Union lo definia de esta manera: ‘“‘No es un candidato de pasion. Es un candidato de razon”. Inmediatamente después, la coalicidn procedio a la estructuracion de su Junta Ejecutiva y fueron sus integrantes, en calidad de Presidentes Honorarios, Bernardo de Irigoyen, Dardo Rocha, Benjamin Gorostiaga, Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento —que se habia sumado a los esfuerzos opositores— Luis Saenz Pena y Vicente Fidel Lopez. Para el cargo de Vicepresidente de la formula electoral, por su parte, fue designado Rafael Garcia: miembro de la Union Catodlica, ex militante del Partido Nacionalista, habia sido convencional y diputado provincial en Cordo- ba. Sin embargo, todos estos esfuerzos de la oposiciOn, en el momento de la obtencion de positivos dividendos electorales, fueron absolutamente inconducentes, en par- te porque habian comenzado a perfilarse demasiado tarde, en parte porque la eficaz maquinaria electoral del oficialismo volviO a funcionar a las mil maravillas y el 30 tiaude fue amo y schor. Por ese motivo, tanto el 7 de tebrero comev el 11 de abril de 1886, el sucesor de Roca ¥ quienes a su alrededor se nucleaban volvieron a triuntar. Solo en las provincias de Buenos Aires, Tucu- man y Salta logro imponerse la linea propiciada por las Partidos Unidos. La Unidbn analizaria, pocos dias mas tarde: “‘Estuvimos solos, solos en la brecha, solos contra todos, haciendo una resistencia que constituira siempre el mas alto timbre de honor de la presente ¢poca”’. Pero mas alld de declaraciones y grandilocuencias, la realidad era solo una: el roquismo seguia en el poder y la oposicion se derrumbaba. Itigoyen se replegaba a la vida privada, el rochismo se fraccionaba ireconcillablemente, e] mitrismo estaba desflecado. En la Union Catolica, por su parte, Estrada intentaba continuar la lucha y dedicaba sus mayores esfuerzos a reorganizar el] partido y a lograr e] reintegro de aquellos que, en las visperas electorales, lo habian abandonado. Es que e] campo confesional se hallaba también muy desgastada: desaparecian publica- ciones -26 en total- y los dirigentes estaban agotados. 1 progreso material del pais era indudable y se palpaba -onstantemente: caminos, puertos, telegrafo, ferrocarrl- les, inmigracion. Frente a él la oposicion enmudecia. plegandose muchas veces sin demasiados pruritos tam- tién ella al juego de la Bolsa. Solo el Hder catolico parecia anatematizar a esa sociedad, haciendo hincapic en los aspectos morales de ese proceso que se Vivia- “Tlamo decadencia a un estado de corrupcion,; quiero decir a un estado social en que la sensualidad domina los moviles de la vida, en la cual la frecuencia del espectacu- lo vieioso gasta la repugnancia de las conciencias y amortece v trastorna las ideas morales. ,No veis el bien sintetizado y resumido en la riqueza? Ningun otro anhelo iguala al de acumular caudales, ni hallais preocu- oacion patridtica ni forma alguna del deber que distraiga a los hombres de ese afan insaciable que mas se inflama y mas se exacerba a medida que mas parece satisfacer- a4 * se Dentro del panorama de esos dias, la Camara de (iputados aprobo los diplomas que acreditaban a Pedro Goyena y a José Manuel Estrada como diputados en representacion de la provincia de Buenos Aires: eran los primeros congresales de la Union Catolica. Por entonces, la crisis suscitada entre el Estado y la Iglesia habta 31 mitigado sus perfiles: “;Qué pide el gobierno civil al gobierno de la Iglesia? La facultad de intervenir en la provision de los beneficios eclesiasticos, a fin de preve- nirse contra el peligro de una autoridad discrecional y de eyercer en bien de la comunidad una influencia modera- dora y una fiscalizacion prudente, que no dafia ni menoscaba la religion”, puntualizaba la prensa oficialis- ta. Y agregaba: “Hace dos afios que viene haciéndose sentir la necesidad de establecer reglas claras y perma- nentes para el ejercicio del patronato nacional, a fin de que las relaciones del Estado y de la Iglesia no dependan de las vicisitudes politicas y de los cambios de los gobiernos, variando con el criterio de cada uno de ellos... Incumbe a los poderes publicos evitar las dificul- tades y complicaciones que puedan sobrevenir, sea por medio de acuerdos con la silla apostdlica sea por regla- mentaciOn precisa y ajustada a los principios y antece- dentes de nuestro derecho piblico’’. A su vez, el minis- tro Wilde se defendia de las criticas: ‘““Y mientras que los fanaticos acusan a la AdministraciOn actual de enemiga de la religion, sin creer ellos mismos en la justicia de su acusacion, los ultra-liberales lo acusan a su vez de timo- rato e indeciso”’. | Sin embargo, mas alla de estas declaraciones, que parecian presagiar una futura paz o, al menos, un aflojamiento de las hostilidades, estas recomenzaron prontamente. Se suscitaron nuevos conflictos: por la forma de proveer los curatos dela Capital y del Interior y por la Reforma a la Ley de Tribunales —que establecié normas a través de las cuales se sacaban las causas de la jurisdiccion eclesiastica para llevarlas en apelacidn a la jurisdicciOn civil--. La concesion de ocho Jeguas cuadra- das en Tierra del Fuego al pastor anglicano Tomas Bridges, constituyOo otro punto de nueva fricciOn: ex pre- so Estrada en esa oportunidad; “Yo sé que esa mision de la Tierra del Fuego, a cuya cabeza se encuentra el favorecido por el Proyecto de Ley, es un destacamento de la mision anglicana de las Islas Malvinas. Como tenemos ejemplos de lo que puede la politica y el interés de una Nacion poderosa, en el mismo teatro o centro de donde se desprenden estos otros destacamentos que ahora invaden el resto del territorio del Sud de la Republica Argentina, no necesito ser meticuloso ni quimerista para tener alarma y temer por lo que puede 32 suceder en el porvenir... Lo que se ha ejecutado en las Islas Malvinas contra los derechos soberanos de la Repu- blica Argentina puede ejecutarse, dia mas dia menos, en muchos territorios del Sud, por operaciones politicas a las cuales sirven de vanguardia esas misiones protestan- tes, esas misiones inglesas a cuya cabe’a aparece ese titulado ciudadano argentino a quien se quiere entregar ocho leguas de tierra para producir servicios que seran tales para cualquiera, menos para la Republica Argen- tina’. En medio de esas polémicas, el 12 de octubre el presidente Roca traspas6 el gobierno a su concunado, Juarez Celman. Ei analisis politico con que la Union Catolica recibio al nuevo mandatario, no era demasiado halagiiefio: “El pais esta en decadencia, en plena decadencia moral. La decadencia material, politica y economica son siempre efecto de aquella: el error de nuestros hombres publicos esta y lo ha estado siempre en no haber sabido hacer esta distincidn de causas y efectos. Y es por esto que sus juicios y sus escuelas de honradez y de moral han sido perpetuamente estériles, impotentes. Y lo seran mas adelante. Lo que en su lastimosa ceguera no ven, o lo que su obsesion les impide reconocer, es que el gran culpable de ese estado de cosas es el liberalismo, que ha contaminado el pais durante mas de setenta afios, que ha enervado y destemplado los caracteres, que ha encanalla- do la politica, que ha empequenecido y rebajado el concepto del poder politico, que ha proclamado que el ideal de la civilizaciOn es el goce, la fortuna, el fausto, el lujo; que ha hecho la guerra a las instituciones cristianas, tutelares de la moral y de la justicia en las sociedades esencialmente conservadoras y protectoras frente a las ambiciones de ios circulos sensualistas; que en todas partes pugna por suplantar al verdadero pueblo, impo- niéndole sus innovaciones, sus ideas, sus utopias y sus caprichos”’. Agitando estas banderas de critica, los catolicos se dispusieron a participar en la lucha electoral por ia gobernacion de la Provincia de Buenos Aires, apoyando la candidatura del Dr. Nicolas Achaval, hombre del rochismo. Maximo Paz, candidato de Roca —cuyas dis- crepancias incipientes con el flamante Presidente de ia Republica ya empezaban a notarse publicamente —y Eduardo Costa fueron sus contendientes. Esas elecciones 33 tuvieron lugar en los primeros dias del mes de diciem bre, en medio de tumultos, prepotencia oficialista, falsifica- cion de votos, balazos y atentados de toda indole. Por supuesto , el electo fue Maximo Paz. No constituyé esa la unica frustracion soportada por la Union Catodlica: e} fracaso de los intentos por reunir un nuevo Congreso Catolico y el fallecimiento de algunos de sus mas destacados dirigentes —Rafael Garcia, Tristan Achaval Rodriguez y también Carranza Viamont— contribuyeron en no poca medida a ennegrecer el futuro de la agrupa- cion, de la cual, por otra parte, ya se habia alejado discrepante, Miguel Navarro Viola. Pronto el personalismo de Juarez Celman fue haciép- dose evidente. La intervencién de la provincia de Tucu- man y el desplazamiento de Ambrosio Olmos de la gobernacion de Cordoba fueron algunas de sus resultan- cias: el sistema del Unicato se afirmaba. Con respecto al candente problema religioso, el Fjecutivo, sin embargo, parecio adoptar una politica dialoguista y de tolerancia. Esas actitudes del gobierno provocaron division en las filas del catolicismo y se encendié en ellas una ardua polemica, cuyos polos fueron los periddicos La Voz de la iglesia que apoyaba esa conciliacion propuesta —y E£/ Porvenir, de Cordoba— franco opositor del dialogo. En esta ultima tendencia se enrolaba Estrada, quien desde las columnas de La Union continuaba azotando al Z0- bierno: venta de los ferrocarriles, la enajenacion de obras de salubridad, las especulaciones financieras, eran los temas que el periodico desmenuzaba a diario. Es que el despilfarro era total y recibid, por ende, acertadas criticas de Emilio Lamarca, experto de La Union en cuestiones financieras. Las pautas doctrinarias, por otra parte, volvian a aflorar en sus columnas, sobre todo a partir de junio de 1888, en que el Papa Leon XIII promulgara la Enciclica ‘‘Libertas’’, en la cual se atacaba a las teorias naturalistas y racionalistas, bases del libera- lismo. Pero fue el proyecto de Ley de Matrimonio Civil el nito alrededor del cual se desarrollé la batalla crucial entre catolicos y oficialistas. Para aquellos, la sancion o no de esa norma devenia una cuestidn fundamental, desde el momento en que reemplazaba la religion por la ley y al sacerdote por un funcionario publico. El enfren- tamiento adquiri6 ribetes muy violentos: ‘“‘E] imperio del fraile ha concluido para siempre... todo su cortejo de 34 negras maquinaciones trata de atrincherars? en 5 vate no, y en las oficinas de los diarios subvencianat os po “ Papa, como La Union de esta capital. Ha de egar, Ps : tanto, el dia que todo elemento clerical se vea reducl la inercia. Presentemente es impotente. Las musma sagradas escrituras que siempre Invocan los aa “ " pro de sus pretensiones han anunciado la cal a ci Iglesia romana o sea del gran centro de la explotacion

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