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Nicolas Maquiavelo El Principe Direcci6n: R. B. A. Proyectos Editoriales, 8. A ‘Titulo original: I Principe. ‘Traduccidn: Angeles Cardona. Hustraci6n: Algar-Salmer © Por la presente edicién: SARPE, 1983. Pedro Teixeira, 8. Ma ‘Traduccién cedida por Editorial Bruguera, S. A. to legals M. 7.122-1985 84-499-6848-8 (tomo 12. ISBN: 84-499-6832-1 (obra completa) Printed in Spain - Impreso en Espaia Imprime: Altamira, S.A. Niccolo Machiavelt Nicolas Maquiavelo 14 El 3 de mayo nace en Florencia Nicolés Ma- ——— quiavelo (Niccold Machiavelli, en italiano). Su familia, una de las mas prominentes de la ciudad, habi venido a menos hasta el punto de ser declarada insol- vente. Es por ello que la formacién de Maquiavelo —dentro del desconocimiento casi total que hay acerca de su infancia y juventud— fue sustancialmente autodi- dacta, 1492 Muere Lorenzo de Médicis, llamado el Magni- fico. Savonarola inicia sus predicaciones contra la corrupeis 1494 Los Médicis son expulsados de Florencia, Se instaura la repiiblica inspirada por Savona- rola. Segiin algunos historiadores, Maquiavelo habria ingresado en este afio en la cancilleria florentina, pero este hecho no ha podido ser probado documental- mente 1498 Savonarota es derrocado y ejecutado por he- Teje. Maquiavelo, hasta entonces un descono- cido, es designado, pese a su juventud, secretario de la segunda cancilleria de la replica de Florencia. 1500. Realiza su primera misién diplomatica de im- portancia viajando a la corte del rey Luis XI de Francia. 1502 Contrae matrimonio con Marietta Corsini. A partir de este afio, Maquiavelo, mano dere- cha del nuevo gonfaloniero de la repiblica Pier Sode- ini, se encargaré de los asuntos exteriores y de la de- fense de la repiblica. A finales de este aiio estalla una Nicolas Maquiavelo revuelta de capitanes contra César Borgia —a quien Maquiavelo ha conocido en la corte de Urbino— y que es rapidamente sofocada. Ello dara lugar a uno de los primeros trabajos de Maquiavelo, la Descripcién de cémo maté el duque de Valentinois a Vittellozzo Vitelle, @ Oliverotto da Fermo, al seior Pagolo y al duque de Gravina Orsini, obra en la que se pone de relieve la ad- miracién del secretario florentino por los métodos de gobierno de César Borgia, duque de Valentinois, el fu- turo modelo de «nuevo principe» 1503 Redacta Cémo hay que tratar a los pueblos de ——~ la Valdichiana sublevados. Tras la muerte de los papas Alejandro VI, padre de César Borgia, y Pio II, Maquiavelo acude a Roma, donde permanece hasta que finaliza el cOnclave del que saldré elegido el papa Julio HI, enemigo declarado de los Borgia. 1506 Es nombrado secretario del consejo de los “==> Nueve, érgano destinado a controlar las mili- cias florentinas que el mismo Maquiavelo ha organi- zado a fin de suprimir el concurso de tropas mercena- tas para la defensa del Estado. Inicia la redaccién de una obra poética: las Decenales. 1508 Estancia de varios meses en Alemania, en la corte del emperador Maximiliano I, con el objeto de impedir que Alemania invada a Italia. A su Tegeso escribe Descripcién de las cosas de Alemania. 1509 Maquiavelo toma parte, al frente de su mili- =~” cia, en la reconquista de la ciudad de Pisa. Concluye las Decenales. 1510) Mision diplomatica en Francia, Maguiavelo —~—~ intenta, infructuosamente, que Luis XII haga las paces con el papa Julio IT a fin de resguardar Ia po sicién neutral de Florencia. Redacta la Descripcién de las cosas de Francia, 1 1 A fin) de impedir la celebracién del Concilio cismatico de Pisa, Maquiavelo viaja de nuevo a Francia. Se crea la Santa Liga entre los Estados Pon- tificios, Venecia y Espafia con ef objeto de debilitar la hegemonia francesa en Italia, 1512. Las tropas espafiolas, tras vencer a las floren- tinas en Prato, propician el retorno de los Médicis a Florencia. Maquiavelo es alejado del poder. 1513 Acusado injustamente de conspiracion, es ——— = torturado y encarcelado, Aunque al cabo de unos meses es puesto en libertad, se le somete al des- tierro de la ciudad de Florencia por espacio de un afio. En la mas extrema pobreza, Maquiavelo se retira a su propiedad de San Casciano, donde inicia la redaccion de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, que interrumpe para escribir en unos meses El Prin: cipe. Ambas obras encierran gran parte del pensa- miento politico del secretario florentino. 1516 Empieza a redactar la tervera de sus grandes obras, Sobre el arte de la guerra, al tiempo que escribe los poemas que al afto siguiente dard a co- nocer en el volumen E/ asno de oro. 1 5 ] 9 Concluye los Discursos sobre la primera dé- cada de Tito Livio, Muere Lorenzo de Mé- dicis, a quien Maquiavelo habta dedicado EI Principe 1520) El gobierno de Florencia pasa a manos del cardenal Julio de Médicis, quien nombra a Magquiavelo historidgrafo oficial. Este concluye Sobre elarte de la guerra, da a conocer el ensayo Vida de Cas- ‘ruccio Custracani de Lucca y su comedia La mandragora, Nicolas Maquiavelo 152] Comienza a trabajar en sus Historias floren- finas. Inicia su correspondencia con Fran- cesco Guicciardini. 1525 Concluye ocho volimenes de las Historias florentinas, asi como la comedia Clizia. El papa Clemente VII (Julio de Médicis) fe anima a prose- guir sus estudios sobre el pasado de Florencia. 1526 Es nombrado secretatio de los Cinque Prov- ~~ veditori Alle Mura, consejo encargado de supervisar las fortificaciones de la ciudad. Al invadir las tropas de Carlos V el Milanesado, se traslada a Roma y permanece al lado de Guicciardini, lugarteniente de las tropas de la Santa Sede. 1527 Al producirse el saco de Roma por parte de las tropas imperiales, regresa a Florencia, donde los Médicis han sido expulsados por segunda vez. Maquiavelo aspira a recuperar su cargo de secreta- rio en la nueva reptblica, pero se le cierra el paso de- bido a las relaciones que ha mantenido con los Médicis, Profundamente decepcionado, cae enfermo y muere el 21 de junio en Florencia : 1549 Péstumamente, se edita por primera vez una novela corta, satfrica, con ell titulo de Belfa- gor archidiablo. E] Principe En el verano de 1513, Maquiavelo, en su obligado tetiro de San Casciano, interrumpié la redaccién de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio para consagrarse a la composicién de un tratado de teoria politica, que inicialmente designé con el nombre de De principatibus y que ha pasado a la posteridad (a partir de la primera edicién péstuma conocida, que es de 1532) con el titulo de El Principe. Con esta obra Ma- quiavelo intentd, por un lado, congraciarse con los Mé- dicis, que acababan de recuperar el poder en Florencia, y, por otro, persiguié un objetivo politico de més largo alcance: condensar su dilatada experiencia en las tareas del Estado en un optisculo que pudiera serle uitil a Lo- renzo de Médicis, quien por su joveneisima edad (habia nacido en 1492) bien podia llegar a encarnar el ideal de estadista que Maquiavelo propugnaba. Si el primero de los intentos resulté frustrado (Ma- quiavelo ya no recuperé jamas Ia posicién de que go- zaba con anterioridad a 1512), el segundo no puede fra- casar de manera mas estrepitosa, por cuanto Lorenzo (inmortalizado por Miguel Angel en la Capilla de los Médicis de Florencia) se revel6 como un mediocre esta- dista, que estuvo lejos de comprender el alcance que encerraban las paginas de El Principe. En esencia, lo que Maquiavelo expresé en su tratado fue la necesidad de crear un Estado nacional que unifi- cara, bajo el mando de un principe, aquella Italia deca- Nicolés Maguiavelo dente de su tiempo, despedazada en pequefios estados feudales y, por lo mismo, dominada por las grandes po- tencias del momento, Espafia y Francia. Esta unifica- cién solo era posible para el secretario florentino me- diante la accién de una figura excepcional, un principe que por sus extraordinarias cualidades fuera capaz de construir una monarquia absoluta mediante una poli- tica fundada en la razén de Estado y en la que el fin justificara los medios, Para este modelo de principe, Magquiavelo se inspiré en dos personajes de su época: Fernando el Catélico, que «de rey débil que era se ha convertido... en el primer rey de la Cristiandad» (cap. XI), y, muy especialmente, César Borgia, quien habiendo conquistado un vasto poder en muy pocos afios, se convirtié para Maquiavelo en la imagen mas cercana, a pesar de su derrota, del estadista que podia redimir a Italia de su humillacion Esta sumisién a la todopoderosa razén de Estado (concepto que fue acufiado, por cierto, mucho mas tarde y que se encuentra ya explicito en obras de trata- distas como Giovanni Botero), junto con la idea de que el fin justifica los medios (tan pr6xima, por lo demés, a las formas de actuacién de la naciente sociedad capita- lista), ha producido, al extrapolarse como elementos, una persistente deformacién del pensamiento politico de Maquiavelo, cuya riqueza y cardcter progresivo pla- nean muy por encima del cinismo adherido al adjetivo «maquiavélico», aplicado al hombre astuto que obtiene algo mediante la falsedad y el engafio En principio, Maquiavelo parte de una posicién rea- lista, no reconocida explicitamente por sus contempo- raneos, y es la de una pesimista consideracién de los hombres: la vida social est regida por las pasiones del poder, por el affin de dominio y de riqueza, por la buis- queda de la utilidad en provecho propio; la vida social tiene un cardcter antagénico, estan los que tienen y los que no tienen. E] Estado introduce elementos de regu- lacidn de esta vida social; ahora bien, posee una légica propia distinta| de la moral que regula la vida privada. En consecuencia, una teorfa del poder ha de prescindir de la moral y, en general, de cualquier valor trascen- dente. Y como la naturaleza humana para Maquiavelo, como fildsofo de la Historia, es siempre la misma —conforma uma realidad sometida a unas leyes rigu- rosas, cuyo mecanismo de funcionamiento es posible conocer—, la [politica ha de ser estudiada objetiva- mente, esto es como ciencia. Maquiavelo,| asf, no entra en consideraciones sobre los medios. Estos estén dados ahi, son hist6ricos, y el Estado debe utilizarlos de la mano del principe, su ins- trumento. Se tfata como mucho de racionalizar su apli- cacién. Es necésario, por ejemplo, que el Estado orga- nice la violencia no mediante tropas mercenarias como ocurria en la Talia de principios del siglo XVI, sino a través de milicias autéctonas, que al reclutarse entre el campesinado robustezcan él tejido social acercando, como muy bien'lo capt6 Gramsci, el campo a la ciudad. Y que, al mismo tiempo, este ejército de base nacional pueda enfrentarse a los elementos ociosos, es decir, feudales, y vencerlos. Si El Principe ha podido ser considerado como la ex- posicién perfecta de la técnica del poder —de cémo conseguirlo, conservarlo, acrecentarlo~ es porque Ma- quiavelo cercen6 la relacién que la politica mantenia en Nicolés Maquiavelo Su tiempo con el teocratismo de base medieval que per- duraba a través del poder temporal del Papado. La tan denostada razén de Estado subsume, en el pensa- miento del secretario florentino, esos poderes feudales que, como el de la Iglesia, impedian la unificacion de Italia y que invocaban para legitimarse su raigambre di- vina, El poder de Maquiavelo es absolutamente terre. nal, no se justifica mas que por s{ mismo y es la expre- sién del Estado absoluto. La religién ha de someterse al poder del dicho Estado, pero sin perder su valor como elemento de cohesién social, al servicio de la or- ganizacién del consentimiento. Esta valoracién de lo religioso permite valorar la idea maquiavélica del poder como algo més que una fuerza al servicio de la tiranta Como también comprender que esta funcidn subsidia. ria de lo religioso forma parte de la aguda comprensién que Maquiavelo tenia de la situacién histérica de su tiempo, en una Italia en la que solo la fuerza podia li- berarla de la corrupeién, de la decadencia en que se de- batfa (y a diferencia de Espaiia y Francin, en cuyos Es- tados, admirados por Maquiavelo, el uso de la fuerza ho constitufa ya un factor primordial de la vida poli tiva). Al independizar la politica de la religién, al romper, en suma, con la tradicién medieval teoctatica que esta. blecia su fin en una vida ultraterrena, Maquiavelo asigna una nueva misién a los individuos y a las na- ciones. La antigua teocracia es sustituida por la patria, la comunidad que cohesiona a los individuos, Atomos perdidos fuera de ella. Las naciones, de manera similar a los individuos, tienen un papel histérica, pero enveje- cen y son reemplazadas en su misién por otras na- ciones, Este es el caso de la Italia de su tiempo. Ahora bien, como pensador renacentista, Maquiavelo consi- dera que es posible una «resurreccién» (al final de So- bre el arte de la guerra afirma de su pais que «parece haber nacido para resucitar las cosas muertas») a fin de que pueda ser alcanzado el valor supremo de la gloria. El poder, en consecuencia, a través de los medios que pone en practica, ha de orientarse hacia este supremo fin, compendio de la duracién en el tiempo y en el es- pacio de una nacién: Esta aptitud de una nacién para las grandes em- presas, que los italianos han tenido en la Antigiedad Tomama, se consigue por medio de la virtt (virtud), que es fuerza, energia, actividad que se transforma; en modo alguno humildad y resignacién. En el nuevo prin- cipe le virtt es voluntad de poder, capacidad para for- Jar un Estado. La vida politica esta regida por coyun. turas que son imprevisibles, existe un azar en la Historia, Este conjunto de elementos que escapan de la voluntad humana es para Maquiavelo la fortuna. Pero ésta no la entiende al modo medieval, como rueda que gira de forma caprichosa, pues precisamente a través de la virtit la fortuna puede ser combatida, delimitada, reducida, Las leyes de Ja Historia no estan reguladas por la fortuna, sino por la fuerza de las cosas, por una concatenacion de causas y efectos producida por los movimientos de las pasiones y de los intereses que agi- tan a los hombres. De ahi que el principe tenga que sa- ber menejar estos movimientos y de ahi, por lo tanto, que en la politica se puedan llegar a dominar las causas que producen efectos. De ahi también, por tltimo, que Maquiavelo concluya El Principe con unos versos de la Nicolés Maguiavelo Canzone all’Iralia, de Petrarca, con la esperanza de que la virti haga renacer el antigno valor en el corazon de los italianos. El autor en el tiempo Antecedentes Se ha afirmado que el pensa- | miento politico de Maquia- velo es deudor del aristotelismo no ortodoxo que calé en algunos de los pensadores del Quattrocento italiano, sobre todo por lo que concierne a la idea ya apuntada de la naturaleza humana como una realidad explicable, sujeta a leyes. No obstante, el propio Maquiavelo afirmé en una ocasién no haber leido la Politica de Aristételes, pero ello no quita que, efectivamente, la absorcin de clementos aristotélicos en su pensamiento procediera de otras vias, Pues, de un modo general, puede afirmarse que los antecedentes culturales de Ma- quiavelo no se encuentran en la Edad Media, sino, como hombre del Renacimiento, en la Antigiiedad cla- sica y, dentro de ella, més en la romana que en la griega. Tito Livio, Técito; en menor medida Salustio, Plutarco, Séneca, Virgilio, son algunos de los autores que ayudaron a conformar el pensamiento del secreta- tio florentino, forjado, esencialmente, a través de la practica politica Ahora bien, la formacién politica ¢ histérica de Ma- quiavelo es inseparable de su formaci6n literaria, Al igual que Dante, el autor de El Principe expone en su obra una visién de cémo ha de ser Italia, pero, desde luego, de una forma no mistica, Y desde el punto de vista del temperamento irdnico, que vacia de contenido Nicolés Maguiaveto {a fraseologia medievalista, Maquiayelo es heredero de Boccaccio y el escritor que, como afirmé De Sanctis, encontré la prosa exacta del italiano) al desvincularla de los silogismos escolésticos, Su Epoca No es exagerado afirmar que Ma- ———E =" quiavelo fue incomprendido en su tiempo. Y més atin: que su tragedia personal fue preci- samente la de elaborar una teoria politica en un pe- queio Estado, Florencia, incapaz de fecundarla y en un momento en que los vientos de la (Contrarreforma le fueron hostiles. Durante casi quince aiios, Maquidvelo fue el autén- tico inspirador de ta politica de la repiiblica florentina, ¥ en este sentido puede decirse que triunfé como esta. dista, pero sdlo en un cierto sentido, pues su diploma- cia acabé estrellando a la repiblica, no tanto por sus errores como politico cuanto por aquella misma causa- lidad histérica que é1 habia puesto de relieve junto con Guiceiardini y ottos historiadores de la época y que expli caba suficientemente por qué un pequefo Estado no po- dia subsistir en la Europa del siglo XVI. Maquiavelo Capt6 singularmente las caracteristicas del nuevo Estado moderno que se estaban plasmando en Espaia y en Francia, les dio forma en sus teorias y recibid a cambio los pequefios favores de los Médicis, es decir, una incom prensi6n casi total por parte de la familia que detentaba cl poder en Florencia y en los Estados Pontificios, Sélo por este fracaso podria ser reconsiderado el tér- mino maquiavélico en su acepcidn peyorativa, pues es probable que de haber sido «maquiavélico» el secreta- tio florentino su medro en el poder hubiera sido verda- deramente largo. Y, en cambio, el adjetivo que acom- pafia en realidad el pensamiento de Maquiavelo es el de humanista, dado que supone la culminacién en lo Politico de aquella tadicién del Quatirocento italiano que proyect6 medios literarios y artisticos de legitima- cin del hombre, a fin de que éste pudiera aduefiarse del mando como sujeto racional e hist6rico. { 7 Si bien durante el Influencia posterior 3s stat Maguiavelo pas6 en gran parte inadvertida, a partir del siglo XVII se convirtié en piedra de toque de la re- flexién politica en los pafses europeos, ya fuera a favor © en contra, Aunque pudiera ser discutida la ausencia de moralidad en las cuestiones que ataiien al poder (como fue el caso en Espafia del Padre Mariana, de Quevedo y Gracién), no es menos cierto que la influen- cia de Maquiavelo se desarrollé en la linea que habia valorado el filésofo inglés Francis Bacon cuando afirmé: «Mucho debemos a Maquiavelo ya otros hom- bres como él, que escribieron sobre to que hacen los hombres y no sobre lo que deberfan hacer.» La influencia de Maquiavelo se orient6, pues, tanto por el lado de la consideracién de lo politico como una esfera cada vez mas mediatizadora de la vida social, asi como del reconocimiento de que la Historia es el tinico territorio en el que es posible estudiar el comporta- miento politico humano. Pero, més allé de estas in- fluencias derivadas de las aportaciones del secretario florentino a los campos de ta ciencia politica y de la his- toria, subsistié también el desvelamiento —para utilizar la expresién de Arnold Hauser— que el maquiavelismo hizo de la conciencia del hombre moderno y el terror que produjo el reconocimiento de que la naturaleza hu- Nicolas Maquiavelo mana se halla movida por pasiones inconfesables. Desde este ultimo punto de vista, el mismo Hauser sos- tiene que Maquiavelo ha de ser considerado como un precursor de Marx, Nietzsche y Freud, por haber sido el primero en poner de relieve la doble moral que rige en toda sociedad, la de los explotadores y la de los ex- plotados, la de los poderosos y la de los débiles. En pleno siglo XX, el pensamiento de Maquiavelo permanecié vivo en Italia, porque la unificacién preco- nizada por el secretario se realiz6 solo parcialmente en el Risorgimento, pues se habia fundado en una «coloni- zacion» de la burguesfa industrial del Norte sobre el Mezzogiorno y con la presencia de la Iglesia gravitando poderosamente en la vida politica italiana. Estos fac- tores son inseparables del fascismo que marcé la vida de esta Italia escasamente vertebrada de la primera mi- tad de siglo. Y aunque es cierto que Mussolini fue un asiduo lector de El Principe, no lo es menos que Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, propuso la figura de un moderno Principe (un intelectual colectivon, esto es, un partido politico) como protagonista de aquella unificacién en un bloque nacional-popular que propugnaba y que entendia que era la interpretacién mas fiel que de Maquiavelo podia hacerse en la Italia del siglo XX. De esta vasta influencia ejercida por Maquiavelo, atin habria que considerar la incidencia que como ted- rico de la técnica del poder tuvo entre los politicos, aparte de los arriba mencionados. Como muestra de ello, se adjunta en las notas de esta edicién los comen- tarios a Bl Principe atribuidos a Napoleon, pese @ que esta atribucién es més que dudosa. Bibliografia De Magu or — sora de Florencia. Madrid, Ediciones Alfaguara, EL Principe. (Comentado 5 por Napol Barcelona, Editotial Mateu, ig" Ponapere) El Principe, Buenos Aires, Ed, Plus Ultra, 1973. EI Principe, Madrid, Alianza Editorial, 1981. EI Principe. Discursos sobre las «Décadas» de Tito Li- vio, El arte de la guerra, Barcelona, Editorial Iberia EI Principe. Discurso sobre la primera década de Tito Livio. La Mandréi i tivo, La Mandigo Clicia. 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COSTUMBRAN, la mayor parte de las veces, los que desean conquistar la gracia de un principe, acercdrsele con los presentes que le resulten mas queridos, o con los que mas pueda deleitarse; es frecuente ver cémo le son llevados obsequios tales como caballos, armas, telas bordadas en oro, piedras preciosas u otros ornamentos parecidos, dignos de la grandeza de aquél. Asi pues, deseando ofrecerme a Vuestra Magrificencia con un testimonio que pruebe mi acatamiento, no he encontrado, de entre cuanto poseo, cosa alguna de mas valor y aprecio que el conocimiento de las acciones de los grandes hom- bres, cosa que he aprendido tras una larga expe- tiencia, adquirida entre los luceros de nuestros dfas y en un continuo estudio de los antiguos; estas acciones, habiéndolas examinado yo larga- mente y con todo cuidado, os las envio ahora a Vuestra Magnificencia, condensadas en este pe- quetio volumen. Si bien juzgo Ia obra indigna de vuestra per- sona, confio en que vuestra gran bondad os per- mitiré aceptarla, toda vez que no os puedo ofre- 28 Nicolés Maguiavelo cer nada mejor que el hacer posible que com- prenddis, en poco tiempo, todo lo que yo, a lo largo de muchos afios de fatiga y expuesto a to- da clase de peligros, he aprendido. Este tratado no lo ocupan las grandes cldusulas o las palabras ampulosas, retéricas y atractivas con que muchos suelen engalanar lo que han de decir”, porque mi intencién ha sido que no exista més pompa y adorno que la verdad de los hechos y la impor- tancia de la materia tratada en él. Desearia, sin embargo, que no se tomara como presuncién el que un hombre de tan bajo e infimo Status como yo osara discurrir y formular reglas sobre el arte de gobernar un principe. Asi como los que pintan un paisaje se sitdan en los valles para divisar me- jor la composicién de los montes y, por el contra- tio, eligen las alturas cuando han de apreciar la naturaleza de un valle, para conocer el espiritu de un pueblo es necesario ser principe, y para co- nocer a un principe es obligatorio pertenecer al pueblo®. Reciba, pues, Vuestra Magnificencia este pe- quefio obsequio con la misma intencién con que os lo ofrezco; si lo leéis y lo meditais, hallaréis en él mi deseo; veros llegar a la cumbre que vuestro destino y yuestras cualidades prometen. Si Vues- tra Magnificencia se digna bajar los ojos a ver la humillacién a que me han reducido, comprende- réis c6mo he soportado las injusticias que la ad- versa fortuna* me ha hecho experimentar. El Principe 29 1 CLASES DE PRINCIPADOS Y MODO DE DQUIRIRLOS gles las formas de gobierno’ y todos los territorios én los que han sido dominados los hombres han|ejercido su autoridad por medio de una repiblica)o de un principado®. Los princi- pados pueden sey: hereditarios 0 adquiridos. Los adquiridos son, ya de nueva formacién en todo’, caso de Milén para Francisco Sforza’, ya a ma- nera de miembros aftadidos al antiguo Estado he- reditario del principe que se anexiona el-nuevo principado, comd lo ha sido el reino de Napoles con respecto al rey de Espaiia’, Los dominios ad- quiridos de esta manera se ven obligados a vivir bajo el poder de| un principe, o bien pueden ser libres; el principe que los adquirié lo hizo por medio de armas ajenas, 0 con sus mismas armas, y fueron la fortuna o la virtd! las que lo permi- tieron. 30. Nicolds Maquiavelo Hh | DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS | 1. ALLARE el razonamiento de las repti- blicas, porque otra vez ya lo razoné ex- tensamente’!, Estudiaré tnicamente los princi- pados" e iré exponiendo Ia forma en que éstos pueden gobernarse y el sistema de mantenerlos. Digo que en los Estados Hereditarios y ligados a la sangre del principe son menores las dificul- tades que surgen para su conservacion que en los nuevos'*, ya que basta tan| sélo no pretender cambiar las érdenes de los antepasados, y des- pués, saber contemporizat con los aconteci- mientos'*: de modo que, si el principe es normal en cuanto a capacidad, siempre se mantendra en su Estado, si no surge una ¢xtraordinaria oposi- cién que le prive de él; y, en caso de que lo sea’, le seré facil reconquistarlo. 2. Tenemos en Italia, come ejemplo", al du- que de Ferrara’”, al que no pudieron arruinar ni los asaltos de los venecianos en el «84», ni el del papa Julio, en el «10», s6lo porque su familia go- zaba de gran antigiiedad en aquel territorio. Por- que el principe hereditario tigne menos ocasiones y necesidad de ofender a sus gobernados: por donde es natural que sea ma} amado; y, si no se hace odioso con vicios extraordinarios, es de ra- z6n que sea bienamado por {ds suyos. En la anti- giiedad y continuidad dei gobierno del territorio se apoyan la memoria y las razones de la innova- El Patneipe 3 cién: porque siempre un cambio deja una piedra angular como muestra para otro nuevol® I DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS 1, FQERO" en el principado nuevo se encuen- tra la dificultad. Y si no es nuevo en todo, sino que lo es sdio como miembro (io cual hace que se pueda llamar en conjunto mixto)”’, sus variaciones nacen en principio de una natural dificultad, la cual se ofrece en todos los principados nuevos: ésta es que los hombres cambian contentos de setior. creyendo mejorar; y esta creencia hace que se le- vanten en armas contra él; y se engaflan, porque ven después, por propia experiencia, que han empeorado”!. Esto depende de otra necesidad natural y corriente, que aquel que es un nuevo principe se halle mas pronto a ofender a sus nuevos sibditos, bien sea por medio de sus tropas, ya por otros muchos procedimientos des- agradables que se juntan al acto de la nueva ad- quisicién?*; de esta manera tt tienes como ene- migos a cuantos has ofendido al ocupar el principado y pierdes también a los amigos que te ayudaron a adquirirlo, al no poder satisfacerlos ena manera que ellos desean, y al no poder usar contra ellos remedios enérgicos, estando obligado porque, aunque uno sea muy fuerte R Nicolés Maquiavelo fuera con sus ejércitos, siempre tiene necesidad del favor de los provincianos™ al entrar en una provincia. Por estas razones Luis XII, rey de Francia, ocupé de repente Mildn y, con la misma rapidez, la perdid®: y basté que regresaran, por primera vez, las fuerzas de Ludovico; porque aquellos pueblos que habjan abierto las puertas, al creerse engafiados, en los bienes que de tal acto esperaban encontrar, no pudieron soportar la presencia del nuevo principe”. 2. Es verdad que al adquirir por segunda vez los paises rebelados, se pierden con mas dificul- tad; porque el sefior, teniendo en cuenta la rebe- lidn, se muestra mas cauto, asegurando su fir- meza en el poder, condenando a los delincuentes buscando a los enemigos y reforzando las zonas mas débiles?’. De modo que, si para que Francia perdiera Milan basté la primera vez con un du- que, Ludovico, que consignié reunir a los suyos en sus confines, para hacer que la perdiera por segunda vez, tuvo que tener contra ella al mundo entero, y fue preciso que sus ejércitos fueran em- pujados y expulsados de Ttalia’*: todo lo cual se desprende de las causas antes expuestas. Sea como fuera, la primera y la segunda vez le fue arrebatada la ciudad. Las causas generales de la primera pérdida si que han sido comentadas: quedan por explicar las de la segunda, y ver qué remedios tenia él y cudles podria adoptar uno que estuviera en su situacién, a fin de poder mantenerse més airosamente en el territorio con- quistado, sin que se lo arrebatara Francia”. | I | El Principe 3B 3. Digo, por tanto, que estos Estados, que son adquiridos y se unen a un antiguo Estado, el cual ya perteneeia al principe que anexiona el nuevo, 0 son de la misma provincia y hablan una misma lengua, o no lo son, Los que lo son, oftecen gran facilidad de posesién, maxime cuando no es- tén acostumbrados a vivir libres*'; y para rete- nerlos, sin duda es suficiente hacer que desapa- rezca la linea del principe que alli dominaba®, porque, en lo demas, manteniendo las mismas condiciones y no alterando las costumbres, los hombres vivirén tranquilamente; tal como se ha visto que sucede con la Borgofia, la Bretaita, la Gascufia y la Normandia, que, desde hace tiempo, se han unido a Francia®; y, aunque exis- an ciertas diferendias en la lengua, sus costum- bres son similares y pueden vivir unas con otras en armonia**. Y él que conquiste regiones de esta indole, si quiere retenerlas debe tener en cuenta dos m4ximas: una, que la estirpe del anti- guo principe sea extinguida®, y, en segundo lu- gar, que no debe cambiar ni las leyes ni los inte- reses particulares®, de manera que en poco tiempo se convierta, uniéndose el principado an- tiguo, en un solo cuerpo” 4. Pero cuando $e conquistan Estados en dis tinta provincia, con distintas lenguas, costumbres y leyes*, nacen grandes dificultades“ para rete- nerlas. Y uno de los mayores remedios y de los més eficaces seria) que la persona que hace la conquista se trasladara a vivir al territorio con- quistado. Esto haria més firme y duradera la po- 34 Nicolés Maguiaveto sesién: asf hicieron los turcos en Grecia‘!; éstos, aunque hubiesen observado toda clase de precau- ciones para retener aquel Estado, si no se hubie- ran trasladado a vivir a él, habria sido dificil con- servarlo*”, Porque, al vivir en el Estado recién conquistado, se ve nacer cualquier clase de desor- den y es posible encontrar rapidamente el reme- dio; en cambio, si se esta lejos, cuando uno ad- vierte un fallo, éste es ya muy grande y no tiene remedio. No es otra cosa lo que sucede en las provincias que se han visto despojadas de todo por los funcionarios; los stibditos estarian satis- fechos si pudiesen recurrit al principe, tendrian ocasion de amarlo“*, si querfan portarse bien; asi como aprenderian, al mismo tiempo, a temerlo si deseaban portarse mal, si algtin estrafio quisiera asaltar aquel Estado, se guardarfa mas de ello, ya que viviendo en él (el principe) se hace més facil la defensa y es més dificil la conquista®®. 5. Otro remedio mejor consiste en mandar co- lonias a uno o dos lugares que sean puntos claves de aquel Estado’; porque es necesario, 0 hacer esto, 0 tener alli mucha gente armada®’ e infante- rfa para mantener el orden. Las colonias resultan econémicas, y sin ningtin gasto, o con muy poco, se consigue mantenerlas; y sdlo se molesta a los que se desposee de sus campos y de sus casas para que se asienten en ellos las colonias, y hay que tener en cuenta que los perjudicados son una minima parte de cuantos componen un Estado; ademés, los ofendidos, al permanecer dispersos pobres, no tienen posibilidad de obrar en con- EL Principe 35 tra‘; todos los demas no han sido atacados ni en st persona, ni en sus bienes (y por esto deben es- tar apaciguados) y estan temerosamente atentos a no incurrir en falta, para no acabar siendo despo- jados, como lo fueron los demas’, Concluyo® diciendo que estas colonias no son gravosas, son més fieles y ofenden menos; y que los ofendidos no pueden vengarse, al ser pobres y estar sepa- rados, como he dicho*!. Por lo que insisto en que a los hombres hay que vencerlos 0 con los hechos 0 con las palabras, o bien, exterminarlos®; por- que si es posible que se venguen de ofensas pe- quefias, es imposible que lo hagan de las grandes; y en que es del todo necesario que la ofensa que se infiera a un hombre sea de tal calibre que de ella no pueda esperarse ninguna clase de ven- ganza®’. Porque teniendo ejércitos en vez de co- lonias, se gasta mas, al tener que consumir en la manutencién de la guardia todo lo que se pro- duce en aquel Estado™, de modo que lo conquis- tado se transforma en una pérdida, y se ofende mucho més a los conquistados si se tiene que compartir la habitacién con la soldadesca, cosa a la que ninguno est4 dispuesto, de modo que todos se convierten en enemigos; y son enemigos derrotados, pero dispuestos a todo y conviviendo con los vencedores en su propia casa’. Bajo cualquier punto de vista este tipo «de guardia» es tan inttil como Util era el de las colonias. 6. Debe, ademas, el que se encuentra en un lugar que no tiene los mismos usos y costumbres («disforme»), de que ya he hablado, hacerse 36 Nicolés Maquiavelo cargo y defender a los vecinos més débiles e inge- rselas para destruir a los més poderosos de aquella regién®, y asegurarse de que no entre, bajo ningdn pretexto, un extranjero tan potente como él. Y siempre evitar con ello que este ex- tranjero se levante contra él, apoyado por los que se hallan descontentos, ya por su gran ambi- cién, ya por su miedo”: tal como sucedié con los etolios que introdujeron a los romanos en Grecia y en otras provincias, Hamados por los mismos habitantes del pais*. Lo normal en este orden de cosas es que, tan pronto como un forastero po- tente entre en una regién, todos los que son menos potentes en ella se le adhieran, movidos por la envidia de los que son més poderosos que ellos®’, de tal manera que, con respecto a los menos favorecidos, uno no tiene que tener el me- nor miedo de no poder ganarlos a la causa, ya que, al momento, todos juntos formaran un solo cuerpo en el Estado que ha sido conquistado™ De lo dnico que debe preocuparse es de que no adquieran mucha fuerza, ni autoridad excesiva; y asf facilmente podra con sus propios medios y la ayuda de aquéllos (los menos potentes) reducir a los que son mds poderosos y quedar, de esta forma, duefio absoluto de la regién®’. Y el que no gobernare bien esta parte, la perder muy pronto, y mientras la tenga en su poder, se ha- Hara sometido en un sinfin de dificultades y con- tratiempos®. 7. Los romanos, en las regiones que conquista- ron, observaron muy bien estas reglas: mandaron EI Principe 7 colonias, mantuyieron a raya a los menos po- tentes, sin permitir que crecieran en poder; debi- litaron a los que ya eran poderosos: y se opu- sieron a que lds extranjeros de gran fuerza adquirieran la menor reputacién®*. Me es sufi- ciente el ejemplo de la Grecia; fueron mante- nidos por ellos los aqueos y los etolios; fue redu- cido el reino dé Macedonia; fue derrotado y expulsado Antfoco™; y nunca el mérito de los aqueos y de los etolios fue tan grande que les permitiera engrandecer ninguno de sus Estados; ni siquiera la pefsussion que sobre ellos ejercia Filipo® les induj a sentirse amigos de éste y a no derrotarle; ni la potencia de Antfoco pudo ha- cer que consintigran que tuviera un Estado en aquella regién®”. Porque los romanos hicieron, en estos casos, aquello que todos los principes pru- dentes® deben hacer: los cuales principes no so- lamente han de tener cuidado con los desérdenes que puedan desehcadenarse en el momento pre- sente, sino que han de prever los futuros y evi- tarlos con destreza: porque, teniendo precaucién de que no ocurra ningiin contratiempo en el pre- sente, se prevé todo contratiempo venidero y se evita; porque el prevenir a distancia admite re- medio, sin embargo, si esperamos a que el peli- gro se nos eche encima, es ya imposible aplicar temedio, porque el mal se ha hecho crénico”. 8. Sucede entonces en estos casos algo pare- cido a lo que dicen los médicos de lo que com- pete a su profesién, que en el principio de la enfermedad ésta es facil de curar y dificil de 38 Nicolds Maguiavelo diagnosticar, pero si pasa el tiempo, no habién- dola ni diagnosticado, ni medicado, aparece como facil de diagnosticar, pero dificil de curar. Algo parecido sucede con las cosas del Estado; porque si se conoce el fallo (el cual sdlo se le ofrece a uno que obra con prudencia), los males que nacen de él se curan rapidamente; pero cuando, por no haberlos conocido, dejamos que crezcan, porque nadie se ha hecho cargo de ellos, no existe ya el menor remedio. Pero los romanos, viendo con anterioridad los inconvenientes, los remediaron siempre y no per- mitieron que siguieran su cursa por temor a una guerra, porque sabfan que la guerra no se evita, y que si se difiere es en provecho ajeno”; y cuando quisieron hacer la guerra en Grecia con- tra Filipo y Antioco fue para no hacerla con ellos en Italia; y téngase en cuenta que les hubiera sido facil evitar a uno y otro, pero que no lo qui- sieron ni les gusté el consejo de gozar de los be- neficios del tiempo, que esté siempre en boca de los sabios de nuestra época”! 9. Pero volvamos a Francia y examinemos si de las cosas comentadas ha sucedido alguna en ella; hablaré de Luis y no de Carlos”, como de aquel cuyos hechos se conocen| mejor, porque al tener mayores posesiones y por més tiempo en Italia”, sus progresos se apreciaron mejor: veréis cémo él hizo todo lo contrario de cuanto se debe hacer para mantener un Estado en un territorio de distintas costumbres y lenguas”* 10. El rey Luis entré en Italia por la ambicién El Principe 39 de los venecianos, que pretendieron conquistar la mitad del estado de Lombardia gracias a su Ile- gada. Yo no quiero criticar el partido elegido por el rey, porque queriendo empezar a poner el pie en Italia y no teniendo en esta region amigos y, ademis, habiéndole cerrado todas las puertas, por la conducta del rey Carlos’, se vio obligado a respetar los dinicos aliados que pudiera encon- trar alli: y le hubjeran salido bien sus propé- sitos si no hubiera cometido error alguno en las demés acciones que llevé a cabo. Después que el rey hubo conquistado la Lombardia, volvié @ ga- narse la reputacién que Carlos habia perdido: Génova cedié; los florentinos se convirtieron en amigos suyos; el marqués de Mantua, el duque de Ferrara, Bentivoglio, la sefiora de Forli, los sefores de Faenza, de Pésaro, de Rimini, de Ca- merino, de Piombino, los luqueses, los paisanos, los sieneses, todos salieron a su encuentro para ser su amigo”. Los venecianos pudieron recono- cer entonces la temeridad del partido que habian tomado, los cuales, para adquirir dos territorios en Lombardia, hicieron del rey duefio de un ter- cio de Italia’®. 11, Que cada uno considere ahora con cudén poca dificultad podia el rey conservar en Italia su reputacidn, si hubiera observado las reglas so- brescritas, y tenido seguros y defendidos a todos aquellos amigos suyos, los cuales, por ser en gran mimero, débiles, y temerosos el uno de la Iglesia, el otro de los venecianos”, se veian siempre en la necesidad de permanecer con él; y por medio 0 Nicolas Maguiavelo de ellos podia facilmente asegurarse de lo que habfa de mds poderoso en la Peninsula®. Pero &, en cuanto estuvo en Milan, hizo lo contratio, dando ayuda al papa Alejandro para que ocupara la Romana®!, No advirtié que con esta determi- nacién se hacia débil, alejando a los amigos y a los que se habian puesto bajo su proteccién, mientras engrandecia a la Iglesia’, aiiadiendo a lo espiritual, que le da tanta autoridad, un vasto poder temporal’. Y, cometido este primer error, fue obligado a cometer otros; de modo que, para poner fin a la ambicién de Alejandro, y para que no se convirtiera en duefio de la Toscana, fue obligado a venir a Italia. No le basté haber en- grandecido a la Iglesia y alejado a los amigos, sino que, por querer el reino de Napoles, lo divi- dié con el rey de Espafia®. Asi, cuando era el primer drbitro de Italia, tom6 en ella a un aso- ciado, en el cual los ambiciosos de aquella pro- vincia y descontentos de él tenfan donde recurrir; y, cuando podfa dejar en aque! reino un rey pen- sionado suyo®’, lo eché a un lado para poner a otro que pudiera arrojarle a él”. 12. El deseo de adquirir es cosa verdadera- mente muy natural y ordinaria; y los hombres que adquieren, cuando pueden hacerlo, serén alabados y no vituperados; pero cuando no pue- den, o quieren actuar de otro modo, aqui esta el error y el motivo de vituperarlo®”. Si Francia, pues, podia asaltar con sus fuerzas Napoles, de- bia hacerlo; si no podia, no debfa dividirlo. Y si la reparticién de Lombardia efectuada con los ve- El Principe a necianos merecid disculpa por haber puesto con ella el pie en Italia, ésta merece vituperio a causa de no ser excusatia por la necesidad®*. Luis habfa, pues, cometido estos cinco errores: habia destruido las pequefias potencias®; aumen- tado en Italia 14 dominacién de un principe ya poderoso; puestd en ella a un extranjero podero- sisimo; no habid venido a habitar en ella, y no habia establecidd colonias. 13. Sin embargo, estos errores, viviendo él, no podian perjudicarle, si no hubiera cometido el sexto, el de despojar a los venecianos™: porque, aun cuando no hubiera engrandecido a la Iglesia ni introducido al Espafia en Italia, era muy razo- nable y necesario abatirlos; pero, habiendo dado estos primeros pasos, no debia consentir nunca en su ruina; porque, siendo aquéllos poderosos, habrian tenido a los otros siempre distantes de la empresa de Lombardia, ya porque los venecianos no lo habrian ¢onsentido sin convertirse ellos mismos en duefios, ya porque los otros no ha- brian querido quitarla a Francia para darsela a ellos, y no habrian tenido la audacia de ir a ata- car a estas dos potencias”!, Y si alguno dijera: el rey Luis cedié a Alejandro la Romafia y a Es- pafia el reino de Ndpoles para evitar una guerra, responderfa con las razones expuestas arriba: que no se debe nurica dejar nacer un desorden para evitar una guerra; porque ésta no se evita, sino que se difiere con desventaja propia”. Y si al- gunos otros alegaran la promesa que el rey habia hecho al Papa, de realizar en su favor esta em- 2 Nicolas Maquiavelo presa para obtener la disolucién de su matrimo- nio y el capelo de Run, responderia con lo que diré ahora mismo sobre la palabra de los prin- cipes y como se debe mantener”. 14. El rey Luis ha perdido, pues, la Lombardia por no haber observado ninguna de las reglas ob- servadas por otros que han conquistado provin- cias y han querido retenerlas. No es esto ningin milagro, sino algo muy ordinario y razonable. De esta materia hablé en Nantes” con el cardenal de Ruan, cuando Valentino (que asi era llamado vulgarmente César Borgia, hijo del papa Alejan- dro) ocupaba la Romafia: diciéndome el cardenal que los italianos no entendfan de guerras, yo le respondi que los franceses no entendian de las cosas de Estado; porque, si entendieran, no deja- rfan que la Iglesia Megara a tanta grandeza®. Y por experiencia se ha visto que la grandeza, en Italia, de aquélla y de Espana ha sido causada por Francia, y que la ruina de ésta ha sido cau- sada por las otras dos’, De aqui se deduce una regla general que nunca o raramente falla: que quien se acusa de que otro se vuelva poderoso, obra su propia ruina”; porque con su propia in- dustria y con su fuerza ha causado aquel poderio, y uno y otro de estos dos medios resultan sospe- chosos a aquel que se ha vuelto poderoso® El Principe 8 IV POR QUE RAZON EL REINO DE DARIO, OCUPADO POR ALEJANDRO, NO SE REBELO CONTRA LOS SUCESORES DE ESTE DESPUES DE SU MUERTE” 1 ONSIDERANDO las dificultades que se ofrecen para conservar un Estado adqui- rido recientemente, podria preguntarse con asom- bro cémo ,sucedié que, convertido Alejandro Magno en duefio de Egipto y del Asia Menor en un corto nimero de afios, y habiendo muerto cuando epenas habia conquistado esos territorios, en unas circunstancias que parecia razonable que todo el Estado se rebelara, los sucesores de Ale- jandro lo conservaron™, sin embargo; y no ha- llaron para ello otra dificultad que la que su am- bicidn individual ocasioné entre ellos”. He aqui mi respuesta al propésito. De dos modos se go- biernan los principados: 0 por un principe y todos los dems servidores, los cuales, como mi- nistros, por gracia y concesién suya'™, ayudan a gobernar aquel reino; o por un principe y por ba- rones, los cuales, no por gracia del sefior, sino por antigiiedad de la familia, tienen aquel puesto", Estos mismos barones tienen Estados y stibditos propios, los cuales los reconocen por Sefiores y sienten hacia ellos un natural afecto', Los Estados que se gobiernan por un principe y por servidores tienen a su principe con més autoridad, porque en toda su provincia no 4 Nicolés Maquiavelo hay ninguno que reconozca por superior a nadie més que a él; y, si obedecen a algin otro, lo ha- cen como ministro y empleado, y no le tienen particular afecto"®® 2. Los ejemplos de estas dos clases de go- bierno son, en nuestros dias, el del sultén de Tur- quia y el rey de Francia. Toda la monarquia del Turco esté gobernada por un sefior: los demas son sus servidores; y, dividiendo en provincias su reino, manda a ellas diversos administradores, y los cambia y varia como le parece’, Pero el rey de Francia esta situado en medio de una multitud de sefiores de antiguas familias, reconocidos a su vez en el Estado por sus stibditos y amados por ellos: tienen sus preeminencias"”’, y el rey no puede quitdrselas sin peligrar é1 mismo!®’. Quien considere con atencidn estos dos Estados hallara que habria dificultad en conquistar el Estado del Turco, pero que, una vez vencido, tendria una gran facilidad en conservarlo. Asi, por el contra- rio, encontraréis en cualquier aspecto més facili- dad en ocupar el Estado de Francia, pero una gran dificultad en conservarlo. 3. Las razones de las dificultades en poder ocupar el reino del Turco son. que el conquista- dor no puede ser llamado alli por los principes de dicho reino, ni esperar que pueda facilitar su em- presa la rebelién de los que el soberano tiene a su lado. Esto nace de las razones expuestas mas arriba’. Porque, siendo todos esclavos suyos y estindole obligados, con mayor dificultad se pue- den corromper; y, aunque se corrompieran, poca El Principe 6 utilidad podria |esperarse de ello, porque no les seria posible attaer hacia si a los pueblos, por las razones sefialadas"”, De ahi que, quien ataca al Turco, es necegario que piense que va a encon- trarlo unido con su pueblo; y le conviene esperar mas en sus propias fuerzas que en Jos desérdenes de los demas}. Pero, después de haberle ven- cido y derrotado en la campaiia de modo que no pueda rehacer {us ejércitos, no ha de temer otra cosa que la familia del principe: destruida ésta, no quedara ya hinguno a quien se deba temer, al no tener los detnés valimiento al lado del pueblo; y, asi como el yencedor, antes de la victoria, no podia esperar nada de ellos, asi también no debe, después de aquélla, tenerles ningiin temor'® 4. Sucede 16 contrario en los reinos gober- nados como el de Francia; con facilidad puedes entrar en ellos, ganandote algtin barén del reino, porque siempre se encuentran descontentos 0 al- gunos que desean innovar. Estos, por las razones mencionadas, pueden abrirte el camino al Estado y facilitarte la victoria. La cual después, cuando quieras mantenerte en él, te proporcionar4 infi- nitas dificultades, tanto con los que te han ayu- dado como con los que has oprimido"; no te bastard extinguir la familia del principe, porque quedaran alli lps sefiores que se constituyen en cabezas de las nuevas alteraciones; y, no pu- diendo contentarlos ni destruirlos'™, perderds el Estado en cuanto se presente la ocasién’?>. 5. Ahora, si considerais de qué naturaleza de gobierno era el de Dario, lo encontraréis similar 4% Nicolés Maquiavelo al reino del Turco'’*; a Alejandro le fue necesa- rio en primer lugar atacarlo por entero y arreba- tarle la campafia; después de esta victoria, y ha- biendo muerto Darfo, le quedé a Alejandro el Estado seguro por las razones arriba expuestas. Y sus sucesores, si hubieran estado unidos, po- dian gozar de él sin ninguna dificultad; porque en aquel reino no nacieron otros tumultos que los que ellos mismos suscitaron. Sin embargo, los Es- tados constituidos como el de Francia es imposi- ble poscerlos tan sosegadamente™”, De aqui sur- gieron las frecuentes rebeliones de Espaiia, de Francia y de Grecia contra los romanos, a causa de los numerosos principados que existian en aquellos Estados; mientras duré la memoria suya, los romanos siempre tuvieron una posesién in- cierta; pero, perdido su recuerdo, mediante la dominacién y Ia estabilidad de su imperio, se convirtieron en sus seguros poseedores"®, Cuando los romanos combatieron después entre ellos, cada partido se atrajo parte de aquellas provincias, segin la autoridad que habia tomado alli; y las provincias, por haberse extinguido la familia de sus antiguos sefiores, no reconocian por tales sino a los romanos. Una vez conside- radas, pues, todas estas cosas, nadie se maravi- lara de la facilidad que tuyo Alejandro para con- servar el Estado de Asia, ni de las dificultades que tuvieron los demas para canservar lo adqui- rido, como Pirro"? y otros muchos. Esto no procede del mucho o poco talento del vencedor, sino de la diversidad de los vencidos. { } El Principe ” Vv DE QUE MANERA SE DEBE GOBERNAR LOS ESTADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS POR NUESTRO PRINCIPE, SE REGIAN POR SUS PROPIAS LEYES 1. (UANDO aquellos Estados que se conqui taron, como he dicho, estan acostum- brados a vivir con sus leyes y en libertad, si se quiere conservarlos hay tres maneras de hacerl la primera, arruinarlos!*°; la segunda, ir a vivir personalmente en ellos; la tercera, dejarlos vivir con sus leyes!?!, extrayendo una contribucién anual y creando alli un Estado de un reducido mimero! que cuide de conservartelos amigos. Pues, siendo el tribunal creado por el principe, sabe que no puede subsistir sin su amistad y do- minacién, y ha de hacerlo todo por mantenerlo. Y més fécilmente se contiene una ciudad habi- tuada a vivir libre por medio de sus ciudadanos, que de cualquier otro modo, si se la quiere con- servar!” 2. Ejemplo de ello son los espartanos y los ro- manos. Los espartanos tuvieron Atenas y Tebas, creando en ellas un Consejo de pocos ciuda- danos; sin embargo, las perdieron'™4, Los ro- manos, para poseer Capua, Cartago y Numan- , las desorganizaron, y no las perdieron; quisieron tener Grecia casi como la tuvieron los espartanos, haciéndola libre y dejandole sus leyes, y no tuvieron éxito, de modo que se vieron 8 Nicolés Maquiavelo obligados a desorganizar muchas ciudades de esta provincia para conservarla!®, 3. Pues, en verdad, no hay ningiin otro medio seguro de poseerlas que la ruina’’. Y quien se convierte en duefio de una ciudad acostumbrada a vivir libre, y no la destroza, cuente con ser des trozado por ella; porque ésta siempre tiene por refugio, en la rebelién, el nombre de la libertad y sus antiguas leyes, las cuales nunca se perderdn ni por lo dilatado del tiempo, ni por beneficios del conquistador. Y por mas que se haga o se provea, si no se desunen o dispersan los habi- tantes, no olvidaran aquel nombre ni aquellas leyes, ¢ incluso, en cualquier ocasién, recurriran a ellos, como hizo Pisa después de cien afios de haber estado bajo la dominacién de los floren- tinos!?8, 4. Pero cuando las ciudades o las provincias estén habituadas a vivir bajo un principe, cuya familia se haya extinguido, como por una parte estén habituadas a obedecer, y por otra carecen de su antiguo principe, no concuerdan entre sf para elegir uno nuevo, y no saben vivir libres, de suerte que son més lentas en tomar las armas, y con mas facilidad puede un principe ganarlas y asegurarse de ellas'”’. Sin embargo, en las rept: blicas hay mayor valentia, mayor odio, mas deseo de venganza; ni deja, ni puede dejar perder la memoria de la antigua libertad, y por lo tanto el més seguro camino consiste en disolverlas!?? o habitar en ellas!*! | i | | | | | El Principe o VI DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON EL VALOR PERSONAL Y CON LAS ARMAS PROPIAS 1 UE nadie se sorprenda’® si, al hablar como Jo haré de principados entera- mente nuevos, y dé principes y de Estados, pre- sento grandes ejemplos; porque, caminando casi siempre los hombres por los caminos trillados por otros, procediendo en sus acciones a imitacién de sus antecesores'**, y no pudiendo seguir en todos los caminos de los demas ni elevarse a la perfec- cién de aquellos a quienes imitan, debe el hom- bre prudente elegir|siempre los caminos trillados por varones insignes e imitar a los que sobrepuja ron a los demés, a/fin de que, si no logra igua- larlos, al menos se acerque a ellos"; debe hacer como los arqueros avisados, que, al parecerles el lugar donde desean| apuntar demasiado lejano, y conociendo hasta dénde alcanza la fuerza de su arco, apuntan més alto que el objeto que tienen en mira, no para llegar con sus flechas a tanta al- tura, sino para poder, con la ayuda de esta cota, alcanzar su objetivol®, 2. Digo, pues, que en los principados comple- tamente nuevos, donde haya un principe nuevo se encuentra para mantenerlos mas o menos di cultad, segin sea mds 0 menos valeroso el que los adquirié. Y como el hecho de convertirse de particular en principe presupone valor o suerte™®, 50 Nicolas Maguiavelo parece que la una o la otra de estas dos cosas mi- tiga en parte muchas dificultades; sin embargo, el que fue menos auxiliado de la fortuna se man. tuvo mas!" Proporciona también facilidades que el principe, por no tener otros Estados, se vea obligado a venir personalmente a habitar en el que ha conquistado. 3. Pero hablemos de aquellos que por su pro- pio valor y no por fa fortuna) se convirtieron en principes'**, como Moisés, Ciro, Teseo, Rémulo, y otros, todos dignos de admiracién. Y aunque sobre Moisés no debemos discurrir, por ser un mero ejecutor de las cosas que Dios le habia or- denado, sin embargo debe ser admirado solo por aquella gracia que le hacia digno de hablar con Dios’. Pero consideremos a Ciro y a los otros que adquirieron o fundaron reinos; los encontra. réis a todos admirables'°; y si se consideran sus acciones e instituciones en particular, no Pparece- ran distintas de las de Moisés, que tuvo tan gran Preceptor'*!. Y, cxaminando sus acciones y su vida, no se vera que ellos tuvieran cosa alguna de la fortuna mas que una ocasién propicia, que les facilité el medio de poder introducit en sus nuevos Estados la forma que les convenia!™; sin esta ocasi6n, el valor de su animo se habria ex- tinguido, y sin este valor la ocasién se habria pre- sentado en vano'*, 4. Le era, pues, necesario a) Moisés encontrar al pueblo de Israel, en Egipte, esclavo y opri- mido por los egipcios, a fin de que aquéllos, para salir de la esclavitud, se dispusieran a seguirle!“* El Principe oT Convenia que Rémulo no quedara en Alba y fuera expuesto al nacer, si se querfa que se con- virtiera en rey de Roma y fundador de la pa- tria’, Era necesario que Ciro encontrara a los persas descontentos del imperio de los medos, y a los medos débiles y afeminados a causa de la larga paz'*. Teseo no hubiera podido demostrar su valor si no hubiese hallado dispersados a los atenienses"“’, Estas ocasiones, por lo tanto, hicie- ron a estos hombres felices, y su excelente valor hizo que fuera conocida la ocasién gracias a la cual su patria fue ennoblecida y consiguié la prosperidad™*8, 5. Aquellos que por caminos valerosos, seme- jantes a éstos, se convierten en principes, adquie- ren el principado con dificultad, pero lo conser- van con facilidad; y las dificultades que experimentan al adquirir el principado, en parte nacen de las nuevas leyes y modos que se ven forzados a introducir para fundar su Estado y su seguridad’. Y se debe considerar que no hay cosa mas dificil de tratar, ni mas dudosa de con- seguir, ni més peligrosa de manejar, que conver- tirse en jefe para introducir nuevos estatutos!®, Pues el introductor tiene por enemigos a todos los que sacaron provecho de los antiguos esta- tutos'®!, y tiene tibios defensores en todos los que se aprovecharén de las nuevas disposi- ciones'*. Semejante tibieza nace, en parte, del miedo a los adversarios, que sacaron partido de las antiguas leyes, y en parte de la incredulidad de los hombres, que no creen realmente en las 22 Nicolés Maquiavelo cosas nuevas, si no se han hecho de ellas una s6- lida experiencia’. De ahi resulta que, siempre que los que son enemigos tienen ocasién de ata- car, lo hacen por espiritu de partido, mientras que los otros se defienden tibiamente, de modo que peligra el principe con ellos‘ 6. Es necesario, por lo tanto, cuando se quiere discurrir adecuadamente sobre este punto, exami- nar si estos innovadores se mantienen por si mismos, 0 si dependen de los demés; es decir, si para dirigir su operaci6n tienen necesidad de ro- gar, o si pueden forzar. En el primer caso gobier- nan siempre mal y no legan a ninguna parte'**; pero, cuando dependen de si mismos y pueden forzar, entonces ocurre que raras veces peligran. De esto procede que todos los profetas armados vencen'®, y los desarmados pierden'*’. Porque, ademas de las cosas que hemos dicho, la natura- leza de los pueblos es variable; y resulta fécil per- suadirles de una cosa, pero es dificil mantenerlos en esta creencia'®’. En consecuencia, conviene estar preparados de manera que, cuando ya no crean, se les pueda hacer creer a la fuerza’ 7. Moisés, Ciro, Teseo y Romulo no habrian podido hacer observar durante largo tiempo sus constituciones, si hubieran estado desarmados, como en nuestros tiempos le ocurrié a fray Jer6- nimo Savonarola!™®, e] cual se arruiné en sus nuevas instituciones, porque la multitud comenzé ano creerle, y él no tenfa medio de poder man- tener firmes a los que habian creido, ni de hacer creer a los que ya no creian. Sin embargo, estos EI Principe 33 principes experimentan grandes dificultades en su conducta, todos sus pasos van acompaiados de peligros, y conviene que los superen con el va- lor'®'; pero cuando los han superado y comien- zan a ser respetados, como han sojuzgado a los que tenfan envidia de su calidad de principe, se quedan poderosos, seguros, honrados y felices'®? 8. A tan elevadbs ejemplos quiero afadir un ejemplo menor que, sin embargo, no estaré en desproporcién con ellos, y quiero que me baste para todos los demas por el estilo: el de Hierén el Siracusano'®, De particular que era, se convir- tid en principe de Siracusa, sin tener de la for- tuna mas que una) favorable ocasién; hallandose optimidos los siracusanos, lo eligieron como cau- dillo, mereciendo ser hecho después su prin- cipe!*. Y fue de tanta virtud en su condicién pri- vada, que quien escribe acerca de él dice: «quod nihil illi deerat ad regnandum praeter regnum»"®, Licencié la antigua milicia y formé otra nueva; dej6 a sus antighos amigos y se hizo otros nuevos; y como tuyo amigos y soldados que eran realmente suyos, pudo levantar, sobre tales fun- damentos, otro edificio; de modo que lo que le costé tanto trabajo conquistar, le costé poco mantener’,

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