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sdauiie ura visin sitémdca El ere deme ope tection Nn transaccion esquia su propio juego a través marafas de paradojas terapéuticas ad ‘Sie eflexiona acerea de que en un circ tlstémico cada elemento esté inserto & a 3 g \ 5 # $ 3 2 e B= z 6 > a 3 é l z2oli y otros Paradoja y Contraparadoja UN NUEVO MODELO EN LA TERAPIA DE LA FAMILIA DE TRANSACCION ESQUIZOFRENICA M. Selvini Palazzoli, L. Boscolo, G. Cecchin, G. Prata 6 PARADOJA Y CONTRAPARADOJA tomfa o a introducir una serie de dicotomfas, “puesto que es imposible describir una organizacién circular justamente porque la naturaleza de la operacién simbélica es diferente de la naturaleza de la operacién viviente” (Shands). La ne- cesidad de realizar una dicotom{a a lo que el lenguaje nos constrifie, exigiendo inevitablemente un antes y un des- pués, un sujeto y un objeto, en el sentido de quién realiza la accién y de quién la sufre, importa un postulado de causa- efecto y, por consiguiente, una definicién moralista. En nuestra opinién el moralismo es intrinseco del len- guaje, justamente porque el modelo lingiiistico es lineal. Por ejemplo, como veremos en el capitulo 15, ante una pa- ciente psicética que recita el papel de un padre de familia ancestral, autoritario y violento, intentamos atribuir la causa de tal patologia a la “ineficiencia” y a !a “pasividad” del padre real, desliz4ndonos fatalmente a la formulacién de un juicio moral sobre el padre. En realidad, en el mode- lo circular, los dos comportamientos no son sino funciones complementarias de un mismo juego. En el caso de la familia con interaccién esquizofréni- ca, donde los dos niveles comunicacionales, analégico y digital, estén en contraposicién, nuestro condicionamiento lingifstico nos indujo a una sorie de errores. Sintetizamos los més significativos: a) conceptualizar la realidad viviente de la familia en sentido lineal, y no sistémico-circular; b) juzgar las modalidades comunicacionales de la fa- milia como “equivocadas”, en rolacién con las nuestras; sefialarlas por ende como tales y tratar de “corregirlas”; ©) basarse principalmente en el empleo del eédigo digi- tal (sobre todo en cuanto al nivel de contenido de los men- sajes) con la intencién de actuar terapéuticamente sobre la familia. E] cambio de rumbo epistemolégico y metodolégico que intentamos resultaré més claro a la luz de la exposicién y el andlisis de las modalidades de intervencién terapéutica que ideamos. Capitulo 7 LA CONNOTACION POSITIVA Este principio terapéutieo cardinal, que indieamos con el término de “connotacién positiva”, surgié inicialmente por la necesidad de Megar, sin contradecirnos, a una inter- vencién terapéutica paradgjica: la prescripcién del sin- toma al paciente designado. De hecho, no podiamos prescri- bir aquello que antes habfamos criticado. Aun cuando lograbamos con facilidad no eonnotar ne- gativamente el sintoma del paciente designado, no nos re- sultaba igualmente fécil hacer lo mismo respecto de todos aquellos comportamientos de la familia (en especial de los padres), que aparecfan en correlacién con el sintoma y que, por lo tanto, son tradicionalmente considerados sinto- matieos en relacién con una cierta patologia de los padres, De ahf el peligro de caer en la tentacién de usar el modelo lineal-causal, al recurrir a una puntuacién arbitraria: correlacionar el sintoma con tales comportamientos sinto- miticos segin un nexo causal, Muy a menudo nos sen- t’amos indignados por la conducta de los padres. /Tan grande es Ia tiran‘a del modelo lingiistico en el que esta- ‘mos atrapados! ;Tan grande es la dificultad para emanci- parnos! Debiamos, forzosamente, darnos cuenta de las Consecnéncine antiterapéuticas de tan equivocada epistem- ologia. Connotar como positivo el sintoma del pacionte desig- nado y como negativo el comportamiento sintomatico de los otros miembros de la familia, equivalia a trazar una linea 6 PARADOJA Y CONTRAPARADOJA de demarcacién entre los miembros del sistema fami en “buenos” y “s ciendo, por ejemplo, que todos los comportamientos obser- vables aparecen inspirados por el comin deseo de manten- er la unién y la cohesién del grupo familiar. De tal modo, Jos terapeutas ponen a todos los miembros de la familia en un mismo nivel, y evitan asf inieiar 0 verse envueltos en isiones en subgrupos que constituyen el ali- De hecho, las familias regularmente disfuncionales, aun més ¢ fcil presa de esci- siones y como “malo”, “portador de taras hereditarias o sociales”, primaria de la connotacién positiva de todos los comporta- ntos observados en el grupo aparece como la que puede itar a los terapeutas el acceso al modelo sistémico 1, or qué la connotacién debe ser positiva, o sea de confirmacién? {No se podria quizas obtener el mismo re- sultado mediante una connotacién globalmente negativa, 0 sea de rechazo? Se podria, por ejemplo, decir que tanto el sintoma del pa- ciente designado como los comportamientos sintomaticos 1 Bs importante precisar aqut qui ‘comunicacién sobi ‘muniean en torno a la comunicaciin de tod ea une metacomunicacién, y por lo tant traccién superior. La ti LA CONNOTACION PosiTIvA cr de los familiares son comportamientos “orréneos” cuanto tienden a mantener por todos los medios la estal dad de un sistema “equivocado”, generador de suri to. Esto serfa un grave error puesto que al definir el siste- Aqui conviene recordar que todo sistema viviente com- porta tres caracteres fundamentales: a) totalidad (el sistema es ampliamente independiente de las caracter ividuales de los elementos que lo lad. autocorrectiva y por lo tanto tendencia ho: ©)capacidad de transformacién. Si implicamos con un juicio exitico que el sistema debe ‘cambiar, se rochaza aquel sistema en tanto caracterizado por una tendencia homeostitica predominante, Al proceder de esta manera nos cerramos a pri a cualquier grupo disfuncional caraeterizado siempre por tales tendencias. Por lo tanto, se cometerfa un grave error teérieo, ya que se trazarfa una linea arbitraria de demarcacién enire dos caracteres funcionales de todo sistema viviento: a) la tendencia homeostatica; b) la capacidad de transformacién, como si se tratase de antinomias, donde la tendencia home- ostatica seria “mala” en si y la eapacidad de transforma- cién, de por sf “buena”. En realidad, tendencia homeostatiea y capacidad de transformaci6n en cuanto caracteris sistema no son respectivamente un sistema viviente no puede existir la una Ja otra. La combinacién de ambas transcurre circularmente segiin un continuum, en donde se sustituye el modelo lineal del 0 PARADOJA Y CONTRAPARADOJA por el circular del “més © menos”, ya que en la étiea cen perseguir incansablemente el logro de un estado im- posible de rolaciones invariables —“un objetivo ideal"— de configurar su universo interior independiente por completo do constataciones empiricas. El proceso logro efectivo en ble con la vida, por la simpl nwo, es un conjunto de oper ser mantenidas por e incompatible con la vida y \do minimo, es un elemento dispensable de todo sistema bicligico. As{ también la familia en crisis, que nos pide terapia, participa de este objetivo ideal y no nos consultaria si no fuera presa del miedo de que su estabilidad y su equilibrio, tenazmente porseguidos contra toda evidencia empirica, estén en peligro. Es notorio que las difieultades para motivar a la terapia a una familia que no siente este peligro, son mucho ma- yores. No escapard al lector, en este momento, la serie de paradojas en que nos encontramos complicados al hablar de la connotacién positiva. Habfamos afirmado poco la necesidad de superar el condicionamiento lingiifstico y, por lo tanto, el moralismo que le es intrinseco. Pero incluso para probar y confirmar el comportamien- to de todos los miembros de la familia en cuanto intencio- nalmente homeostaticos, debemos servirnos del lenguaje. Las expresiones de aprobacién que usamos importan el em- pleo de predicados moralistas exactamente como si usése- LA CONNOTACION PostTivA 7 mos expresiones de desaprobacién?. Asf, es moralista el predicado que proponemos para designar la modalidad fundamental de nuestro abordaje terapéutico: la connota- ci6n positiva. Pero aqui nos _encontramos con la paradoja de adoptar el lenguaje para trascenderlo, de adoptar un comportam: a para trascender el moralismo, ya que con moralismo no tie: como “positives”, 6 aon buenos, los comportamientos “sintomaticos” motivados por la tenden- cia homeostatica, lo que de hecho connotamos como positivo es Ia tendencia homeostatica del sistema y no las personas. En todo caso se aprueban eiertos comportamientos de algu- nas personas en cuanto denotan |: la totalidad. Las terapoutas, llegando por esta via al nivel sistémico, no sélo se definen como aliados de Ia tendencia homeos. + t4tiea sino que incluso la prescriben. Si tomamos en consi regla de reglas de tales fa la relacién. Bs como milia metacomunicase a los terapeutas una conviccién normativa: “sélo podemos continuar juntos si no defini- mos jamas la relacién. No defi Penséndolo bien, incluso el sfntoma, o sea el comporta- miento psicético que aparece en un momento dado en el pa- ciente designado, es un por su misma incomprens 2 Seria pleondstico precisar, con referencia sl aspecto no verbal de la connotacién positiva (o sea de nuestras expresiones de aprobaci ido del mensaje y no de recitaci6n ni mucho menos de iron‘a o sarcasmo. Esto nos brot n PARADOJA Y CONTRAPARADOJA El paciente designado obedece, en este sentido, la regla de reglas. Pero al mismo tiempo el sfntoma alude (y ademés en sentido critico, saredstico y protestatario) a una definicién de la relacién. De hecho, en un alto nivel de abstraccién, una relacién considerada indefinible es definida como sostenible. En este sentido, el paciente designado amenaza. con vio- lar la regla de reglas. Deseneadena asf la aparicién de un estado de alarma en la familia, frente al peligro de-la ruptura del statu quo, La familia solicita a la psiquiatria tradicional, a los medicamentos, la restauracién del “equilibrio” preexis- tente a la explosion del s{ntoma, Y de hecho lo obtiene. Ya que la alusién amenazadora de una definicién de 1a rela- cién, o sea de un cambio, es etiquetada como “enfermedad” y, como consecuencia, “curada”, Incluso cuando la familia Hega a la terapia familiar las motivaciones que la empujan son las mismas. @De qué modo y segtin qué epistemologia opera nuestro equipo? Veamos. En primer’ lugar, los terapeutas no hacen distincién al- guna entre el “sintoma” del paciente designado y los com- portamientos “sintomdticos”, 0 sea la modalidad peculiar de comunicacién compartida por todos los miembros de la familia. Ante la pregunta: “jlos miembros del grupo con intoraceién esquizofrénica comunican de esta manera por- que no quieren o porque no saben comunicarse de otro mo- do?", rospondemos que querer determinar una eleccién equivaldria a caer en una idéntica ilusién de alternativas, ‘como querer decidir si el paciente designado no quiere ono puede comportarse de forma distinta, En ese momento los terapeutas “saben” una sola cosa: que todos los miembros de la familia se oponen a cualquier cambio que resulte poligroso para su “ideal homeostatico” y que, por lo tanto, es necesario aliarse a tal ideal (por el mo- mento, naturalmente). ‘Aquf es cuando los terapeutas deben hacer exactamente Jo contrario de lo que hace la familia. Ignoran deliberada- LA CONNOTACION PostTIVA n mente el aspecto alusivo y amenazador del sintoma en el sentido de protesta y de invocacién al cambio. Solamente subrayan y confirman el aspecto homeostético. Del mismo modo confirman los comportamientos de los ‘otros miembros de la familia tendientes al mismo objetivo: la estabilidad y la cohesién del grupo. ‘Ademés de la funcién fundamental ya expuesta, pensa- mos quo la connotacién positiva tiene incluso dos fun- ciones terapéuticas importantes e interdependientes: a) definir claramente la relaci6n sin peligro de recibir una doscalificacién; }) la definicién debe ser de un tipo de contexto, en cuanto terapéutico. ‘Comencemos a anslizar el punto a). Como es notorio, la familia con interaccién esquizofrénica se sirve del len- guaje digital en contraposicién con el analégico. Las pau- tas interaccionales de esas familias se caracterizan por el esfuerzo on no definir la relacién. Cada uno rehésa defi- nirse como aquel que define la relacién (y, por lo tanto, im- pone a los otros reglas de comportamiento), asf como rehi- sa también la posibilidad de que los otros tengan derecho a definir la relacién (y, por lo tanto, le impongan reglas a él). Como ha destacado Haley y como nuestra experiencia ha confirmado constantemente, los miembros de la fa lia con interaccién esquizofrénica descalifican con fre- cuencia todos los componentes del mensaje, tanto el propio como el ajeno: el autor, el receptor, el contenido y el contex- to en el cual el mensaje es dado. ‘Junto con este fenémeno, Haley ha notado ademés otres dos elementos en cierto modo unidos: — ninguno de los miembros esté verdaderamente dis- puesto a declarar la existencia de un liderazgo en el seno de la familia; —ninguno de los miembros est4 dispuesto a aceptar verdaderamente la critica, es decir, la responsabilidad de Jo que va mal. ™ PARADOJA Y CONTRAPARADOJA va, en varios niveles, una serie de mensajes. 1) Los terapeutas definen claramente la relacién de los miembros de la familia entre sf como complementaria del sistema 0 sea de su tendencia homeostética (y por lo tanto del juego). Encontrarse todos en idéntica posicién de com- plementariedad respecto del sistema hace vana la tensién simétrica encubierta, presente en los distintos miembros de la familia. 2) Los terapeutas definen claramente la relacién fami- ia-terapeutas como complementaria en cuanto ellos de- claran su propio liderazgo. No lo hacen, sin embargo, me- diante una comunicacién directa, ext i tamente mediante una metacomunicacién global, que tiene el cardcter de una confirmacién, Asf comunican que no tienen dudas sobre la propia su- perioridad jerdrquica, ya que la autoridad que aprueba y expone los motivos de su propia aprobacién es una autoridad que comunica no tener dudas sobre su propia consistencia. En cuanto al contenido de tal comunicacién no puede ser ni desechado ni descalificado, dado que est4 de acuerdo con la tendencia dominante del sistema: la tendencia ho- meostatica. ‘También, justamente por ser una aprobacién y no una critica, evita que los terapeutas sean rechazados, ademas de introdueir por primera vez en la familia la experiencia nueva de recibir confirmacién explicita de la autoridad. Pero, al mismo tiempo, la connotacién positiva abre im- ‘tamente el camino a la paradoja: ges posible que la co- hesign del grupo exija la presencia de tm “paciento™? A esa definicién de la relacién {punto a)] se irec- tamente una clara definicién de la relacién familia-tera- peuta {punto b)} en el sentido expuesto mds arriba, lo que es- tablece un tipo de contexto, precisamente terapéutico. En resumen, hemos descrito emo nuestro primer mo- vimiento terapéutico, que hemos denominado connotacién positiva, nos permite: ay LA CONNOTACION PoStTIVA " 1) Situar-a todos los miembros de la familia en un mis- mo plano en cuanto complementarios en relacién con el sistema, sin connotarlo, como moralista, evitando asf tra- zar lineas arbitrarias de demarcacién entre unos y otros. 2) Acceder al sistema mediante la confirmacién de su Iimea homeostatica. 8) Ser aceptados en el sistema como miembros de pleno derecho, en cuanto animados de la misma intencionali dad. 4) Connotar positivamente la tendencia homeostatica para provocar, paradéjicamente, la capacidad de transfo macién, pues la connotacién positiva abre el camino a la paradoja: ge6mo es posible que la cohesién del grupo que los terapeutas definen como tan buena y deseable deba ser ob- tenida al precio de un “paciente"? 5) Definir claramente la relacién en el vinculo fami- lia-terapeutas. 6) Dofinir el contoxto como terapéutico (tipo de contexto). Sin embargo, aun el principio que consideramos éureo de Ia connotacién positiva no esta exento de dificultades en Ja aplicacién préctica. Puede suceder que mientras se cree connotar positivamente a todos los miembros se haga, sin advertirlo, una puntuacién arbitraria. Nos pasé en tun caso en que estaban presentes en sesién tres ge- neraciones. Se trataba de la tercera sesién de la familia de un nifio de seis afios con diagnéstico de autismo, y a la que asistfan, ademés de los padres, los abuelos maternos. El error come- tido desencadené la hostilidad de la abuela, con el consi- de un vinculo intenso y posesivo entre la abuela y la hija que, por otra parte, habia colaborado de muchas maneras para que esa unién posesiva persistiese, poniéndose siem- pre, por ejemplo, en situacién de precisar la ayuda ma- terna. Al final de esa sesién expresamos dre nuestra admiracién por la sensibil aquella joven ma- iad y la finura con % PARADOJA Y CONTRAPARADOJA que siempre habia correspondido al gran amor que su ma- dre tenfa por ella. La abuela nos sefialé répidamente que habiamos cometido un error, al reaccionar exclamando: ‘Ahora resulta que soy una egofsta!” Una respuesta tan in- dignada revel6 la competencia encubierta entre esa madre ¥ esa hija, acerca de cudl de las dos era la mas generosa, Otras veces sucede que los torapeutas creen realizar una connotacién positiva, que a su vez es recibida, en la re- ‘troalimentaci6n, como negativa. Como ejemplo, citamos in extenso un caso complejo y muy demostrativo, Se trata de la familia de un chiquillo de 7 afios, Lionel, que nos fue enviado con diagnéstico de autismo infantil. EL niicleo familiar estaba compuesto por tres miembros: el pa- dre, Mario; la madre, Marta, y Lionel, A la quinta sesién de osta familia habfamos citado, ademés, a los abuelos maternos, debido a la estrecha rela. cién que esta familia mantenfa (como es norma, casi siempre) con la familia extensa. Fue posible observar una redundancia imponente. Los abuelos habian sido siempre una pareja ferozmente simétrica. En la prolongada bata- la, la familia se habfa dividido en dos subgrupos: Marta, la madre del nino psieético, fue asignada al foudo del pa. dro, hombre violento y posesivo, mientras su hermano Ni- colds, ya adulto y easado, fue mimado y defendido por la madre, una mujercita tranquila y seductora Ya en las sosiones anteriores, se habia visto que Marta, Justamente porque contaba con el amor del padre, anhelaba intensamente ol de la madre o, mds bien, esa relacién seudo privilegiada de la que Nicolés habia gozado siempre. Ella declaraba estar celosa del hermano, asi como su marido, Mario, se mostraba también celoso, aun cuando habitualmento era rigido e impasible. Sélo se animé para Protestar contra el cufiado, a quien acusaba de egoista e in- fantil, no merecedor del amor, gratuito, que le dispensaba su madre. La redundancia que nos hizo impacto en aquella sesién fue una declaracién de la abuela materna, reitera- da hasta el cansancio: ella necesitaba amar sobre todo a los no amados. Habfa querido y queria al hijo, Nicolds, s6lo Porque su marido no lo habfa amado jamés... él hab{a ama- {LA CONNOTACION PostTivA n do sélo a Marta, Ahora ella se inclinaba hacia su nuera, la mujer de Nicolés, porque la pobrecita habia quedado huér- fana, y amaba tanto a Lionel, el nieto psicético, justamente porque habfa tenido la impresién de que su hija nunca lo habia aceptado. En realidad la afectaba (Ia voz le temblaba or el lanto) ver e6mo lo trataba, cémo lo alimentaba: “como a un ternerito”, En aquella sesién result6 entonces muy claro que el im- perativo de aquella dulce abuecla era “amar a los no ama- dos” (imperativo obviamente simétrico). Al final de esa sesién los terapeutas so despidieron del grupo sin ningiin comentario. Se limitaron a agradecer calurosamente a los abuelos por su amable colaboracién, A Ja séptima sesién fueron citados los padres y Lionel. Tomando los elementos del material recogido en la sesién anterior, los terapeutas comenzaron por felicitar a Lionel por su gran sensibilidad. El habfa pensado que la abuela, generosa como era, deseaba amar solamente a aquellos a los que nadie querfa, Ya que seis afios atrés el t{o Nicolds se habia casado (y tenfa por lo tanto la mujer que lo amaba) 41, Lionel, habfa pensado que era urgente encontrar para la abuela otro no-amado para que lo amara, Por eso, desde pequeiio, se hizo insoportable de mil maneras... Asi, mien- tras la mamé estaba nerviosa y se enojaba con él, la abue- Ja, por su lado, podfa consolarse: “Sélo ella tenfa paciencia, sélo ella querfa tanto al pobrecito Lione!”. En este momento de la sesién Lionel comenzé a hacer un ruido infernal, gol- peando dos ceniceros de pie, uno contra otro. La reaccién de Marta, la madre, fue dramatica. Acepté como una stibita iluminacién todo cuanto los terapeutas decian, agregando que habia aun més: jque era muy feliz cuando su madre le reprochaba su rechazo del nifio! “js verdad, es verdad!”, gritaba lorando. “jYo estaba contenta cuando mi madre me decfa que yo lo trataba como un terne- rito! Pero ahora, zqué debo hacer?”, decfa retorciéndose las manos. “He sacrificado mi hijo a mi madre! {Cémo puedo remediar una culpa tan tremenda? (Quiero salvar a mi hijo, mi pobre hijo!” Los terapeutas pensaron inmediatamente que habfan | i " PARADOJA Y CONTRAPARADOJA cometido un error. Por cierto, Marta no sélo habfa descal ficado el sacrificio del hijo, esponténeo y voluntario, al de- signarlo como victima-sacrificada por ella, sino que se sentia califieada por los terapeutas como “la culpa- Dio”, aquella que habia sacrificado el propio hijo a los de- seos y necesidades de su madre. Desde tal perspectiva no sélo Lionel volvia a ser degra- dado al rol de victima, sino que claramente Mario, el espo- so, hallaba oportuno quedar inmerso en un silencio exiptico, como un espectador que no se incluye para nada, En ese punto, después de la suspensién de la sesién y de la discusién del equipo, se decide comprometer al padre y vol- ver a colocar a Lionel en una posicién de espontaneidad. Al recomenzar la sesién se observ6, benévolamente, cémo Mario, a diferoncia de Marta, no habia tenido ningu- na reaccién y no hi preguntado qué hacer por Lionel. “La hipétesis provisional que nosotros hacemos”, concluye- ron los terapeutas, “es que también usted, Mario, debe tener profundos motivos afectivos para acoptar el sacrificio es- ponténeo de Lionel...” tanto que quede bien (dirigiéndose al nit), do en hacerse el loco para ayud (irigiéndose a todos). {Lo ven? Lionel no ha dicho nada, no Hora. Porque esté decidido a continuar como hasta ahora, y hace ‘puesto que esta convencido. ‘Como hemos dicho, la primera impresién de los tera- peutas frente a la reaccién de Marta, la joven madre, fue la de haber cometido un error. Blla, aun confirmAndonos, nos comunicaba que sentia haber sido connotada como culpa- {LA CONNOTACION PosmivA " ble: una madre mala, que habia sacrificado su hijo al vineulo no resuelto con su anciana madre. La ausencia de reaccién en el marido nos reforz6 Ia sospecha de que inclu- so Mario habia entendido nuestra intervencién en ese sen- tido: “ya que mi mujer es la culpable de la psicosis de Lio- nel, yo puedo permanecer como inocente y bueno, y por lo tanto, superior a todos el . Pero la ulterior discusién de equipo nos convencié de que lo nuestro no fue un error sino un movimiento muy acertado, que habia descubierto su punto nodal. Lo que Mar- ta no podia soportar era que el hijo no fuera declarado por los terapeutas un “cordero sacrificado”, sino un elemento activo del sistema y ademés, on p. ler. En la descalificacién de la posicién activa de Lionel, rolegdndolo nuevamonte al rol de objeto, de victima pasiva, Marta actuaba precisamente en el sentido de mantener el statu quo del sistema, Buscaba recuperar la presunta posicién de superioridad al dofinirse culpable y por lo tanto eausante de la psicosis, del hijo. Y esto venta bien, incluso para Mario, cuya pre- sunta superioridad en el sistema consistia en resultar tole- rante y bueno. Para mantener intacta la competencia reciproca, am- bos necesitaban colocar otra vez al hijo en el rol de “cosa”. No nos quedaba, por el momento, otra alternativa que hacer lo que hicimos. Colocar a Mario en la misma posicién quo también 61 obedecta a afectos profundos al aceptar el sacrificio espontdneo de Lionel... Y colocar a Lionel en una ‘ign de superioridad como intérprete esponténeo de las presuntas necesidades de todos. Se abria asf el camino de la preseripcién paradégjica del liderazgo psicético.

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