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IRA PROGOFF LA PSICOLOGIA DE C. G. JUNG Y SU SIGNIFICACION SOCIAL ntroduecién Shonen WATSON EDITORIAL PAIDGOS BUENOS AIRES 222 IRA PROGOFF La definicién junguiana del simbelo Ante todo debemos comprender por qué, en su definicién del “simbolo’”’, Jung se esfuerza por exeluir Ia funcién de-la comunicacion. Lo que él entiende por “simbole” abarca algo completamente ‘diferente de la funcién desempefiada por el lenguaje, en cual- quiera de sus formas, Una determinada palabra de cinco letras —por ejemplo, “silla”— puede tomarse como simbolo de un objeto determinado de madera; o una determinada letra griega puede utilizarse como simbolo de una forma matematica abstracta; o cierta bandera puede representar a un pais particular. Aparte de la fuerza o extensién de las connotaciones corres- 46 Ibid, pag. 54. LA PSICOLOGIA DE C. G. JUNG 223 pondientes a dichos “simbolos”, todos ellos sefialan algo definido, Cada uno se refiere a algo corroborado de antemano, y'la finalidad del simbolo es transrnitir un significado ya conocido. Jung sostiene que en este caso no se trata de un “simbolo” —de acuerdo con su definicién— sino tan sdlo de un “signo”. En efecto, cuando se usa una palabra o letra como “expresién analoga o abreviada de una cosa conocida”™", dicha palabra sélo cumple una funcién “semiética”. Es decir, que cuando se toma a un objeto conocido y definido como punto de referencia, el “simbelo” que lo repre- senta sdlo es: en realidad, un “signo’’ mediante el cual se sefiala y, por consiguiente, se limita especificamente su significado. Sin embargo, cuando se utiliza una figura u objeto para referitse a “algo relativamente desconocido”, su funcién no es semiética sino “simbd- lica’” ®, Un solo objeto con suma frecuencia cumple en distintas circunstancias a la vez las funciones de signo y simbolo. Jung menciona, como ejemplo de este tipo, el caso de la cruz del cristianismo, “La explica- cién de la Cruz como simbolo del Amor Divino— expresa— es semiétiea, puesto que el Amor Divino des- cribe el hecho a expresarse, en forma mejor y més apta que en una cruz, la cual puede tener otros mu- chos significados. Sin embargo, aquella interpretacién de la cruz que la coloca por encima de toda explicacion imaginable, considerandola expresién de un hecho des- conocido y hasta incomprensible, de cardcter mistico 9 trascendente, es decir, psicolégico, y que simplemente encuentra su forma mas sorprendente y adecuada en la Cruz, ésa es simbélica’’ * 3 Psychological Types, 38 Ibid, pags. 601 y 602. 2 Ibid, pag. 602. 224 * IRA PROGOFF En el primer ejemplo mencionado por Jung, la con- cepcién del “amor divino” se interpreta como simbolo, en tanto que la cruz desempefia simplemente el papel de un signo del mismo, es decir, de un medio de comunicacién al servicio del simbolo. En el segundo ejemplo, Ia cruz es el simbolo porque se experimenta como él punto de contacto con una realidad ilimitable. La caracteristica del simbolo es que se abre mas alld de si mismo, rozando, bajo la forma de una repre- sentacién, algo que la comprensién no alcanza por completo, pero que desea captar. El simbolo, tomado en este sentido, no puede ser, en consecuencia, un medio de comunicacién, puesto que no se refiere a nada especificamente conocido. Es una experiencia directa, continua, de algo real —todavia indefinido para el hombre— que necesita de signos para comu- nicarse, El simbolo, tal como lo define Jung, no proviene del mundo de la experiencia exterior. Se expresa en la sociedad, pero no se desarrolla partiendo del inter- cambio social. Al adoptar este punto de vista, Jung pasa a ocupar una posicién directamente contraria a la corriente principal de la sociologia, tal como la desarrollaron las tradiciones del neokantismo, del po- sitivismo y del pragmatismo norteamericano. En rea- lidad, la naturaleza misma de la concepeién de Jung elimina la posibilidad de que los simbolos puedan llegarnos a través de los sentidos o del pensamiento intelectual. Lejos de esto, emergen mediante procesos auténomos de formacién simbélica, dentro de la psi- que, y son, por lo tanto, anteriores a la experiencia sensoria. Desarrollados a partir de la dindmica de la profundidad de lo inconsciente, constituyen represen- taciones intuitivas, vislurmbres auténomas de facetas de la realidad que de otto modo no podrian ser co-' LA PSICOLOGIA DE C. G. JUNG 225 nocidas. De acuerdo con la concepcién de Jung, el simbolo que emerge de lo inconsciente y adquiere ver- dadera efectividad para el individuo es, para éste, “una cosa viva”. Asi, suministra al sujeto una forma de ver y comprendcr el mundo exterior, que no seria posible sin ese simbolo particular. Estos simbolos estén “gravidos de significado” e iluminan el mundo del individuo como una luz que no se encuentra en otros simbolos, Cuando esta dotado de esta cualidad especial, el simbolo “vive”; pero en el momento en que deja de ser la fuente de nuevos significados e inspiraciones, se convierte en un simbolo “muerto”, Entonces, dice Jung, “sélo posee un significado histérico” *. Lo interesante es que no esta dentro de la facultad del individuo —ni tampoco de la sociedad— resucitar aun simbolo “muerto”, La vitalidad de un simbolo deriva de su emergencia de la psique. Necesariamente tiene que “Ilegar’’ al individuo, De este modo, no es posible desarrollarlo deliberada y conscientemente ni tampoco elaborarlo intelectualmente y creer racional- mente en él, Si tratamos de elaborar un simbolo de manera intelectual, el razonamiento deber& formularse en funcién de porciones especificas y conocidas de la experiencia, lo cual le conferir una naturaleza “‘semié- tica”. Los esfuerzos por construir, por definicién, un simbolo son imposibles por tener que operar con materiales colocados en un plano externo de la expe- riencia y no con las fuerzas internas y auténomas de la psique. Por eso dice Jung que el abismo es insal- vable, dado que “una expresién que representa una cosa conocida siempre seri un signo y jamas un sim- bolo”. Es decir que no se lo puede convertir en-sim- bolo. “Es completamente imposible crear un simbolo 29 Ibid, pag. 602. 226 IRA PROGOFF vivo, es decir, un simbolo grévido de significado por zeferencia a asociaciones conocidas, puesto que lo que se fabrica de este modo nunca contiene més de lo que intervino en su creacién” La médula de la concepcién junguiana del simbolo es que constituye una formactén espontdnea de lo in consciente y que aflora “gravido de significado”, siem- pre que sea una “realidad viva” para la psique. En este sentido, el simbolo es un marco general de refe~ rencia para la conciencia, y los aspectos individuales el simbolo suministran los contenidos para las acti- tudes basicas. Desde el punto de vista funcional, el simbolo es fundamentalmente un “transformador de Ja energia”, Io cual significa que la libido que provie- ne de lo inconsciente se expresa en los sucesos sociales a través de las actitudes conscientes. El efecto canaliza- dor del simbolo se cumple, pot lo tanto, por medio de la conciencia. La “‘actitud de la conciencia’” asumida frente al simbolo ejerce un importante efecto sobre el “andlogo libidinal”, Si el simbolo va unido al yo de modo tal que se convicrte en centro de la conciencia, y si se lo experimenta interiormente con un sentido intimo de identificacién personal, se convertira en foco de las principales energias del sujeto. En cambio, si el individuo no adopta el simbolo desde adentro, si éste no le Mega “naturalmente” sino que es él quien va hacia el simbolo, a través de las figuras y simbolos externos por medio de los cuales es transmitido en la sociedad, su funcién no serd para él, en realidad, Ia de un verdadero simbolo. Los “signos” tomados del exterior y converlidos en centro de las actitudes cons- cientes pueden tener un efecto duradero sélo si se mantienen en contacto con algin elemento de lo incons- 2 Ibid, pags. 602 y 603. : LA PSICOLOG{A DE C. G. JUNG 227 ciente del sujeto y echan asi los citnientos necesarios para consolidar su posicién en la esfera consciente. Todo esto es una manera complicada de decir que el andlogo libidinal puede funcionar satisfactoriamen- te en la conciencia solamente si se apoya en un con- tenido pefquico, que ocupe una sélida posicién en lo inconsciente. Y si puede Jung formular la afirmacién absoluta de que los “simbolos nunca son pensados conscientemente”, se debe a que, por definicion, los simbolos provienen de lo inconsciente. Lo que crea la conciencia debe ser extraido de la experiencia exter- na, y no puede ser, por lo tanto, un verdadero simbola, ya que no se halla profundamente arraigado en la psi- que o bien no acttia como transformador de la ener- gia, como no sea a tientas. La naturaleza del verdadero simbolo significa, ante todo, que es un producto de lo inconsciente transmitido a la conciencia, no por la raz6n, sino por la fuerza directa de una “revelacién o intuicién”. Jung observa que si se “juzga a partir de Ia estrecha relacién del simbolo mitolégico con el simbolo onirico... resultaré més que probable que la mayor parte de los simbolos hist6ricos hayan sur- gido directamente de los suefios 0 que, por lo menos, hayan sido inspirados por ellos” ”. Es necesario com- prender que cuando Jung se expresa en estos términos, no se refiere necesariamente a los suefios como tales, sino més bien al hecho general de- un contenido psi- quico preconsciente, procedente de los estratos mas ba- jos de la psique. Jung concibe a la mitologia como el suefio de la raza y, reciprocamente, a los suefios, como expresiones del material mitoldgico. En este sentido, si bien el andlogo libidinal puede Ievar el tipo de sim. bolo que se da en los suefios, también debe ser un sin 21 Contributions to Analytical Psychology, pags. 54 y 58, 228 ; IRA PROGOFF bolo el que surja de los niveles profundos de la psique. Esto significa que sdlo pucde surgir de aquel tipo de suefios que tienen contenidos algo mas que persona- les. Cabé recordar aqui la distincién efectuada, por los miembros de Ia tribu elgonyi- entre los “suefios gran- des” y los “pequeiios”. Los suefios “poquefios” posefan connotaciones puramente personales, y los miembros de la tribu sentian que sélo revestian interés para si mis: mos; los suefios “grandes”, por el contrario, los dejaban con la sensacién de que en ellos estaba implicito algo mas que sus meras experiencias personales, algo de trascendencia social o césmica (frecuentemente, ambas cosas a la vez), de modo que se apresuraban a contarlos al resto de Ja tribu, para que todos pudieran compartirlos, El andlogo libidinal debe proceder del mismo nivel en que se forman los simbolos mitolégicos, y es necesario, en particular, que provenga del plano colectivo, puesto que el analogo debe hallarse en con- diciones de funcionar para grupos numerosos de gente. Si proviniera de lo inconsciente personal, sdlo tendria sentido para algunos individuos, pero no para todos, En cambio, si procede del estrato colectivo, supraper-” sonal, de lo inconsciente podré funcionar en forma sistematica y durante largos periodos como transfor- mador de las energias psiquicas de vastos grupos his- t6ricos. Cuando mejor opera el andlogo libidinal es cuando se compone de material psiquico objetivo, por lo cual los andlogos tienden a ser manifestaciones de los simbolos arquetipicos, bajo formas histéricas. 250 IRA PROGOFF Aspectos de la religién La naturaleza de Ia religion —expresa Jung— es “esencialmente -simbélica”. Si recordamos la defini- cién especial de simbolo que da nuestro autor y la forma en que la aplica como formacién esponténea a partir de la psique, comprenderemos que toda la interpretacién de la naturaleza del simbolo —que con- sideramos més arriba— constituye esencialmente una fenomenologia del proceso religioso™. La religién se manifiesta en todos los planos en que Jung describié los diversos aspectos del simbolo. Es-psicologica, en el eentido de que expresa los procesos internos de la psique; es social, porque mantiene la interrelacion de los individuos con el grupo, en funcién de las creen- cias y valores compartidos; es historica, porque man- tiene Ia continuidad de los pueblos en funcién de un origen mitolégico que suministra el marco de refe- rencia para su historia actual. Y, sobre todo y abar- candolo todo, Ja religion es ontologica, porque provee un medio por el cual los individuos pueden experi- mentar cierta intuicién del significado iiltimo de la vida. Cuando se analizé. el simbolo en estos distintos planos, se dijo que éste debia ser algo “vivo” y algo “vivido” para poder funcionar dentro de la psique con todo su vigor. Esto siguiiiva. que debe ser expe: rimentado en los planos inferiores de la psique y en términos tales que resulte mas fundamental que la 38 Véase pig. 184, LA PSICOLOG{A DE C. G. JUNG 251 racionalidad, La experiencia religiosa, puesto que. con- tlene los elementos basicos de la vida personal y social, debe darse con anterioridad a Ja conciencia, estableciéndose luego, segin la fuerza y autenticidad de dicha experiencia, en las actitudes conscientes par- ticulares, La relacién de la’ religién con la conciencia es uno de los puntos nucleares para el diagnéstico junguiano de la situacién psicolégica moderna. Para Jung, las raices histéricas del problema se encuentran en cl ataque emprendido durante el Iluminismo contra las ideas tradicionales del cristianismo medieval. En aque- Ila época, el problema debatido era el de si una creencia religiosa podia o no conformarse a la “ra- zén”. Para quienes practicaban el culto catélico, los articulos de fe parecian evidentes; para quienes habian adoptado la metodolagia de la “razén”, la fe parecia un concepto totalmente arbitrario. En opinién de Jung, se trata.de una situacién que ilustra con claridad su afirmacion basica de que, por ser las -creencias reli- giosas expresiones de arquetipos histéricos, resultan incomprensibles en la superficie de la psique, a menos que hayan sido primero profundamente experimentadas en lo inconsciente. Decir que un individuo tiene ‘‘fe” equivale a decir, psicolégicamente, que es capaz de vivir sus simbolos, que éstos se mantienen'vivos dentro de él; y alfirmar que un individuo es “escéptico” significa que los simbolés ya no conservan una acti- vidad o vida espontineas. En tales condiciones, aque- los sujetos incapaces de “vivir” sus simbolos arque- tipicos no pueden menos que encontrarlos carentes de sentido; y el hecho de que subordinen sus simbolos a los criterios de la conciencia, indica que dichos sim- holos han dejado de estar, para ellos, “gravidos de significado”. 252 IRA PROGOFF El drea mas importante en que se ha producido este cambio en la mentalidad moderna es la correspon- diente a la expresién del arquetipo de Dios, Desde el punto de vista de la psique, Dios es un simbolo como cualquier. otro; una manifestacién fenomenolégica de un tema arquetipico. Sélo difiere de los demas en que dispone de mayor fuerza energética, y en que el individuo llega a través de él a sus contactos mas ‘directos con las realidades dltimas de la vida. Segin Jung, fue “sélo merced a la aceptacién de la realidad del simbolo como Iegé la humanidad a sus dioses” ®, Sin embargo, todo simbolo, en la medida en. que es un “simbolo natural” arraigado en Ia naturaleza misma de la psique, guatda correspondencia con cierto proceso psiquico basico. El proceso que sustenta el te- ma subyacente en el simbolo-Dios es el movimiento de las energias psiquicas. En otras palabras, el simbolo de Dios corresponde al propio proceso vital. Es una expresién y una intuicién de la presencia de la vida en el individuo y, especialmente, de su manifestacién en la energia de la libido. Jung prosigue cl desarrollo de esta hipétesis detenidamente, haciendo un detallado anilisis del significado del arquetipo-Dios en felacion con las experiencias misticas y césmicas., Sin embargo, pese al enorme interés que revisten sus ideas, no es necesario detenernos a considerarlas para los fines ac- tuales. Su afirmacién bisica es que el simbolo de Dios constituye la expresién de.la energia vital de la psique, y encierra, por lo tanto, el mayor grado de energia. Desde un punto de visia ontolégico, es a través de este simbolo como el sujeto experimenta su relacién con el proceso total de la vida; y desde el punto de vista psicolégico, es éste el simbolo de la psique que 3° Psychological Types, pig. 157. LA PSICOLOGIA DE ¢. G. JUNG 253 lleva consigo las mayores cantidades de energia con- centrada. Al igual que otros simbolos, el arquetipo-Dios se origina en lo inconsciente y se convierte en centro de una constelacién de contenidos psiquicos. Entonces se desarrolla un “sistema parcial auténomo” que as- ciende hacia la conciencia, donde hace sentir su poder a través de una “posesién” de la conciencia. Este sis- tema lleva consigo una dindmica de energia psiquica que el sujeto no siempre logra controlar; en realidad, lo habitual es precisamente lo contrario. Lejos de po- der dominar al complejo, el yo, expresando las acti- tudes conscienles del individuo, pasa a depender de aquél, y entonces el sujeto sélo puede experimentarse a si mismo a través de la constelacién formada por et poder de atraccion del simbolo. El caracter particular del arquetipo-Dios reside en que, dada su fuerza supe- rior,es el que alcanza en la psique el mayor impulso y el mayor grado de autonomia, Tratase, pues, del simbolo que con mas fuerza coloca al yo en una relacién de dependencia. Se plantea, asi, una situacién en extremo paradé- jica para la psique. Cuando el complejo-Dios entra en la conciencia, leva consigo la mayor fuerza psiquica, y el sujeto interpreta sus contenidos como si se tratara de creencias que él mismo ha elegido consciente y libremente. Asi, los recibe de buen grado y se apresura a darles cabida en sus actitudes conscientes. “El yo es absorbido dentro de este centro de energia, al punto que no tarda en identificarse con él, pensando que no es otra cosa lo que desea y necesita. Pero en esta forma se desarrolla una locura, una monomania o posesién, una unilateralidad en extremo exagerada que 254 IRA PROGOFF pone en peligro el equilibrio” . En cl proceso de eleccién de lo que considera una actitud consciente, el individuo se convierte en esclavo de un complejo de contenidos inconscientes, que tiene la facultad de actuar dentro de la psique en forma auténoma. El valor operativo mas alto —ya se trate de un dios ce Iestial, de un dios de carne y hueso 6 de un dios de papel moneda— se convierte en una pasion de cuyo influjo la personalidad no logra liberarse. “El sujeto eree que es él quien quiere y elige, sin advertir que se halla poseido, de que su gran eleccién se ha conver- tido en su amo, arrogandose para si todo el poder” *, Se observa aqui la ironia inherente a la psicologia religiosa y, en verdad, a la psicologia de toda situa. cién social.donde haya un simbolo realmente “vivido”. Si bien el simbolo de Dios encierra el maximo poder dentro de la psique, se trata de una fuerza a la cual también debe servir el individuo. Los sistemas reli. giosos reconocen la necesidad psicolégiga de esta si- tuacién al decir, de diversas maneras, que el sujeto dehe “consagrarse a Dios’; con lo cual significan que debe consagrarse al complejo auténomo de Dios. Las actividades mas intensas pueden deberse, entonces, a que Ia vida consciente del individuo se convierte en un canal para el vasto potencial energético encerrado en el arquetipo-Dios. Se liberan, asi, grandes fuerzas energéticas que pueden dirigirse cn scntidos opuestos; una yehemente devocién por cl complejo-Dios puede derivar con igual facilidad, por si mismo, en cl fana- tismo conquistador de una “guerra santa” o en las visiones de los profetas. Todo depende de Ia natura- leza del dios a quien se sirva. El mismo ‘fenémeno 49 Two Essays, pig. 74. 41 Ibid, pag. 75. LA PSICOLOGIA DE C. G. JUNG 255 psicolégico se expresa siempre que Dios sea conce- bido, en una u otra forma, como el jefe supremo cuyas “‘érdenes” el fiel debe acatar. Es el complejo auténomo formado en torno al simbolo de Dios el que imparte estas 6rdenes, No habla desde la zarga en llamas o desde la cima de la montafia, pero si —y no por ello con menos legitimidad— desde las profun- didades de lo inconsciente. Es inherente a la naturaleza del complejo au- ténomo el que el individuo no tenga conciencia de su existencia separada, sino lograr que lo identifi- que consigo mismo. Por esta raz6n, no logra compren- der que esta proyectando el complejo sobre el mundo y esta atribuyendo realidad objetiva a fendmenos que provienen de los arquetipos de su propia alma. Cuan- do describe la vision de Dios como manifestacién de un complejo auténomo, Jung no se propone, en modo alguno, impugnar o limitar la verdad que reportan dichas “revelaciones’. Muy por el contrario, todo el espiritu de sus estudios se halla subordinado a la idea de que las intuiciones mas profundas de la vida proceden de los simbolos de lo inconsciente, y sostiene que esto resulta particularmente valido para las ex- periencias religiosas, que traban contacto con los es- tratos arquetipicos de la psique. Ahora bien, hay que destacar que, cuando hablamos de “dios” en términos junguianos, queremos significar un simbolo que emer- ge de lo inconsciente como expresién del arquetipo de la energia vital de la psique, y que este simbolo, que concentra en torno suyo las mayores intensidades de la libido, toma “posesién” de la conciencia a la manera de un complejo auténomo.

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