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SHEVSVSVFFCGvvvvswvv Vv www~ El problema de la mitad de la vida en C. G. Jung Un enfoque psicolégico C. G. Jung enfoca el problema de la mitad de la vida desde otros supuestos que los del mistico y predicador Tauler. Jung es psicdlogo y como tal se limita a los métodos de la ciencia empirica. De- ja a los tedlogos extraer las conclusiones filosofi- cas y teolégicas. Sin embargo, la religion es un fendmeno que el psicoldgo encuentra continua- mente en sus pacientes. No se puede investigar la psique del hombre sin tener en cuenta los intentos de dar una respuesta a la pregunta por el sentido mediante los sistemas e imagenes religiosos. Jung considera el sentido dado por la experiencia reli- giosa, como cientifico de la naturaleza, solamente desde el punto de vista de la contribuci6én de tales experiencias a la salud del alma humana Como cientifico, no puede afirmar si detras de las imagenes religiosas hay una realidad transcen- 79 Anse Grin dente. Como hombre, sin embargo, ha tenido fre- cuente contacto con esa realidad. Con todo, es llamativo que Jung desde la psicologia haya llega- do a resultados semejantes a los de Tauler. Esto significa que el camino religioso correctamente en- tendido, también es entendido correctamente des- de el punto de vista psicolégico. La Psicologia pone en nuestras manos criterios para distinguir dentro de la practica religiosa las formas falsas de las sa- nas aunque no puede ciertamente presumir de ser la norma del camino religioso. Sin embargo, toda religion tiene, por lo menos, que plantearse la cuestion psicolégica: gHasta que punto la religion con sus dogmas y su practica ha- cen a un hombre sano o enfermo? Pues en ultimo término, la religion se entiende como un camino que quiere conducir a la salud (salvacién), pero no solamente a una salvacién transcendental sino a una salvacién humana. Siguiendo a Sigmund Freud, la Psicologia se he concentrado casi exclusivamente en la fase infan- til del hombre. Se han estudiado rigurosamente las fases del desarrollo de la nifiez y la juventud. Cuan- do en la vida de un adulto aparecen crisis 0 sinto- mas neurdticos se explora su nifiez para poder aclarar y curar la situacién presente. El interés de la Psicologia clasica por el desarrollo humano ter- 80 La mitad de la vida como tarea espiritual mina con la transicién de la pubertad y la adoles- cencia, entre los 17 a 18 afios. Precisamente con C. G. Jung (1875-1961) se cambia la perspectiva de la Psicologia. Asi como Freud es el psicdlogo de la primera mitad de la vi- da se puede decir con toda raz6n que Jung lo es de la segunda mitad. Para él no hay que retrotraer los problemas del adulto a la nifiez sino encontrar caminos para ayudarle aqui y ahora. Este cambio de orientacién es algo mas que una variante de la dimensién temporal. Se trata de una problematica cualitativamente distinta. Freud ve en los conflictos neurdéticos del hom- bre exclusivamente problemas de pulsiones y es- tos aparecen en la mayoria de los casos en la infancia. Jung, por el contrario, comprueba en sus. consultas que la mayoria de los problemas del hom- bre que ha pasado los treinta y cinco afios son de naturaleza religiosa. 81 PodoeRD RR FIGAdIIIIIIAIEIIGES 1. El proceso de la individuacién Si queremos comprender las observaciones de C. G. Jung sobre los problemas de la mitad de la vida tenemos que acercarnos a lo que Jung entien- de por desarrollo humano, por proceso de indivi- duaci6n. Para Jung individuacién es aquel proceso que «produce un individuo psicolégico, es decir, una unidad independiente e indivisible, un todo». Este proceso tiene dos grandes fases: la de la expan- sidn en la primera mitad de la vida y la de la intro- versi6n en la segunda. En la primera parte de la vida sucede que el ni- fio, que todavia vive del todo en el inconsciente, se va apartando mas y mas de ese inconsciente y va formando un Yo consciente: Por Yo entiende Jung el nucleo consciente de la persona, el centro 83 Anselm Grin de su obrar y juzgar. El hombre debe, en la prime- ra mitad de su vida, fortalecer cada vez mas su Yo, debe encontrar en el mundo su sitio y poder afir- marse. Para ello desarrolla una «persona», un ros- tro que se amolda a las expectativas del entorno, es decir, una «mascara» que le protege, con sus sentimientos y estados de animo, de estar a mer- ced de los hombres. A la «persona» le incumbe la relacién del Yo con el entorno. Dado que el hom- bre en la primera mitad de la vida se cuida de for- talecer su Yo y construir una persona firme, descuida otras dimensiones. Como consecuencia de esto sale a la luz la sombra, por decirlo asi, la imagen reflejada del Yo, compuesta «por los ras- gos del hombre en parte reprimidos, en parte no vividos del todo que desde el principio fueron en gran parte excluidos por motivos morales, socia- les, educativos o de otro tipo y por eso cayeron en la represion, es decir, en la disociacién». La sombra no pertenece, por tanto, simplemen- te a la parte oscura y negativa sino también a la positiva. El ser humano es polar: cada polo tiene su contrapolo. Cuanto el hombre sube un polo a la conciencia, el otro queda en el inconsciente. Ca- da cualidad tiene su opuesta. Cuando mas cultiva el hombre una cualidad, su contraria actta mas fuertemente en el inconsciente. Esto no es vale- dero solo para las virtudes sino para las cuatro fun- ciones de la conciencia que distingue Jung: pensar, 84 ~wvwewrwrovewvevevwvv ee La iitad de la vida com tarea espinitusl sentir, intuir y experimentar. Si el hombre cultiva unilateralmente sus funciones de inteligencia, el in- consciente se inunda de pulsiones infantiles del sen- timiento (por ejemplo, el sentimentalismo). La mayor parte de las veces son proyectadas las pro- piedades, y los modelos de comportamiento que subyacen en la sombra, en otras personas, sobre todo del tipo contrario (el contratipo). Esta proyec- ciédn que impide el desarrollo de la sombra a la cons- ciencia, frecuentemente es causa de tensiones entre personas. Junto ala sombra personal, el hombre tiene en si mismo una sombra colectiva en la que esta in- cluido todo lo malo y oscuro de la historia de la hu- manidad. La sombra colectiva es una parte del inconsciente colectivo en el que se acumulan las experiencias de la humanidad y que encuentran su expresién en los mitos, arquetipos y simbolos de la religion. Al inconsciente colectivo pertenece tam- bién el anima y el animus, simbolos de lo masculi- no y lo femenino, lo maternal y lo paternal. En la primera mitad de la vida, el hombre esta tan ocupado con la autoafirmaci6n que se identifi- ca con su yo consciente. El inconsciente lanza en la sombra al anima sin sufrir graves dafios. Pero esto cambia en la segunda mitad de la vida en que el hombre debe integrar en si mismo su anima o su animus para que de esta manera retraiga sus 85 ‘ Anselm Grin proyecciones y se abra a su propio inconsciente ha- ciendo conscientes los depositos y cualidades alli escondidos. El Yo debe volverse a su origen, ha- cia el «si mismo» (Selbst) y ganar desde é] nuevas fuerzas vitales. El desarrollo del si mismo es el ob- jetivo de la individuacién. El «si mismo» (das Selbst) lo define Jung «como la totalidad psiquica del hom- bre». Mientras el Yo es sdlo lo consciente, la som- bra es lo inconsciente. El «si mismo» (das Selbst) comprende ambos: lo consciente y lo inconscien- te. El hombre debe desarrollarse desde el Yo al «si mismo». Esto sucede en la medida en que cada vez mas lo inconsciente se haga consciente, y se integre. 86 ~7~w~w7~vvv~Vvvvvvegngveaeen0gesedee 2. Problemas de la mitad de la vida La mitad de la vida, entre los 35 y los 45 afios aproximadamente, sefiala aquel punto de cambio en el que el desarrollo del Yo se tiene que trans- formar en la maduracién del «si mismo» (Selbst). El problema fundamental de este cambio consiste en que el hombre cree que puede dirigir esta se- gunda mitad de la vida con los medios y principios de la primera. La vida humana puede compararse con el reco- trido del sol. Por la mafiana asciende e ilumina el mundo. Al mediodia alcanza su cenit y sus rayos comienzan a disminuir y decaer. La tarde es tan importante como la mafiana. Sin embargo, sus le- yes son distintas. Para el hombre esto significa el reconocimiento de la curva vital que desde su mi- tad ha de ajustar a la realidad interior en lugar de a la realidad exterior. Ahora se exige la reducci6n 87 Anselm Grun a lo esencial, el camino hacia lo interior, la intro- version en lugar de la expansién. «Lo que la juven- tud encontré, y debia encontrarlo, fuera, el hombre de la tarde lo debe encontrar en el interior.» Los problemas con que se tropieza el hombre en la mitad de su vida dependen de la tarea que la se- gunda mitad de la vida le exige y en los que tiene que empefiarse: relativizaci6n de su persona. aceptacién de la sombra, integracion del anima y del animus desarrollo del si mismo en la aceptacion de la muerte y en el encuentro con Dios. Relativizacién de la persona Ha costado mucho esfuerzo lograr durante la ju- ventud y como joven adulto un puesto en la vida. La lucha exige una persona fuerte que permita afir- marse en el mundo. La afirmacion de la persona se hizo a costa de una represi6én del inconsciente. Ahora, en la mitad de la vida brota el inconsciente y con ello el hombre entra en inseguidad. Su ins- talacién consciente se rompe, queda desorienta- do y pierde el equilibrio. La pérdida del equilibrio para Jung es algo Util que exige un nuevo equili- brio en el que también alcanza su sitio correspon- diente el inconsciente. 88 La mitad de la vida como tarea espiritual Ciertamente que el hundimiento de la instalacién consciente puede llevar a la catastrofe. Una reac- cién frecuente para defenderse de la inseguridad es aferrarse crispadamente a su persona, a la iden- tidad sin humor, a la profesi6n, a las ocupaciones, aun «titulo». Jung cree que esa identificacién con la profesién o el titulo tiene: «algo de seductor y por ello tantos hombres no son, en el fondo, nada mas que la digni- dad que les ha concedido la sociedad. Seria inutil buscarles una personalidad detras de la cascara. Detras de grandes apariencias repre- sentativas no son otra cosa que un hombre- cillo digno de lastima. Por eso es la profesién tan seductora: porque representa una com- pensaci6n barata a una personalidad defi- ciente.» El hombre que se encuentra en la mitad de la vi- da debera, en lugar de estar como hasta entonces a la escucha de la expectativas del mundo, prestar su oido a la voz interior y poner manos a la obra del desarrollo de su personalidad interior. Aceptacion de la sombra. El problema de la contradicci6n Jung considera el todo de la vida humana como. 89 Anselm Grin un conjunto de contradicciones, contrastes 0 po- laridades. Frente al consciente esta el inconscien- te, frente a la luz, la sombra, frente al animus el anima. La contradiccién o polaridad es esencial al hombre. No llega el hombre a su plenitud, es decir no se desarrolla hasta el «si mismo», si no consi- gue integrar las contradicciones en lugar de elimi- harlas. La primera mitad de la vida acentua unilateralmente el consciente con la afirmacién del Yo. La inteligencia se cred ideales a los que siguid. Esos ideales tienen su contrapartida en los opuestos depositados en el inconsciente. Cuanto mas esfuer- zos se hacen por excluir lo reprimido tanto mas aparece en los suefios. Del mismo modo, los mo- delos de comportamiento que el hombre vive cons- cientemente tienen sus actitudes contrarias en el inconsciente. La mitad de la vida exige volverse ahora también a los polos contrarios, aceptar la sombra no vivida y confrontarse. Nos encontramos con dos comportamientos de- fectuosos en la mitad de la vida: Uno consiste en no ver el contrario de la actitud consciente. Es el aferramiento a los antiguos valores, la caballe- resca defensa de principios, el ser /audator temporis acti... De ahi viene la obstinaci6n, el endurecimien- to y la limitacién. Seguir a la letra una conducta prescrita es el sucedéneo de un cambio espiritual. 90 La mitad de la vida como tarea espiritual En ultimo término lo que produce el endurecimiento es el miedo al problema de la contradiccién y po- laridad. Se tiene miedo del hermano molesto (el contrario reprimido) y no se le quiere reconocer. No puede haber mas que una sola verdad y pauta de comportamiento, pues de lo contrario no se tie- ne ninguna defensa contra la ruina que amenaza y es no solamente rastreada en la propia persona sino en todas partes. La otra reaccién ante el problema de la contra- diccién es el echar por la borda los valores que has- ta el momento de la crisis tuvieron vigencia. En el momento que aparecen como error las conviccio- nes presentes, falsedad en vez de verdad, odio don- de habia amor, se abandonan los ideales vigentes y se intenta seguir viviendo en contradicci6n con el anterior Yo. «Cambios de profesién, separaciones, mu- taciones religiosas, apostasias de todo tipo son los sintomas de este movimiento pendu- lar hacia lo contrario.» Se cree que por fin se puede vivir lo reprimido. Pero en lugar de integrarlo se cae victima de lo no vivido y se reprime lo hasta entonces vivido. Asi permanece la represién y solamente cambia de ob- jeto. Con la represién continua la perturbacién del equilibrio. Se sucumbe al error pues un valor opues- 91 Anselm Grin to ha abolido el valor que hasta entonces tuvo vi- gencia. Pero ningun valor ni ninguna verdad de nuestra vida se puede negar sin mas con su con- trario sino que mas bien son correlativos. «Todo lo humano es relativo porque todo des- cansa en la interior contradiccién o polaridad.» La inclinacién a negar los antiguos valores en favor de sus contrarios es tan exagerada como la ante- rior unilateralidad cuando ante ideales limpios no se tenia en cuenta la fantasia inconsciente que plan- teaba la cuestién. En la segunda mitad de la vida se trata «no de una conversion a lo contrario sino del mantenimiento de los valores antiguos a la vez que se reconocen sus contrarios». Integracién del anima y del animus El problema de la oposicién se manifiesta en el cambio de la edad en que el varén y la mujer to- man los rasgos del otro sexo. «Especialmente en los paises meridionales se constata que en mujeres de edad, apare- cen notas masculinas como voz ruda y gra- ve, bigote o rasgos del rostro duros. Y a su vez se dulcifica el aire fisico masculino con ras- gos femeninos como adiposis y expresiones blandas del rostro.» 92 La ritadt ule fa vida come tarea esprit! Jung cree, asi parece, que lo masculino y lo fe- menino es como una reserva determinada de sus- tancias. El varon consume en la primera mitad de su vida la mayor parte de su potencial varonil de tal modo que le queda luego casi solamente sus- tancia femenina. Esto se pone de manifiesto en el cambio psiqui- co del varon y de la mujer en la mitad de la vida «j{Cuantas veces sucede, por ejemplo, que el varén entre los cuarenta y cinco y cincuen- ta afios ha perdido sus cualidades de organi- zacién y que la mujer se pone los pantalones y abre una tiendecita en la que quiza el varon presta servicios menores. Hay muchas muje- res que despiertan después de los cuarenta afios a la conciencia social en general. En la moderna vida de negocios, especial- mente en América, se da muy frecuentemente el caso del «break down», el hundimiento ner- vioso después de los cuarenta afios. Si se in- vestiga cuidadosamente a las victimas se pue- de apreciar que lo que se ha hundido es el has- ta entonces estilo masculino y ha quedado un varon afeminado. Por otra parte se observa en mujeres del mismo circulo como desarro- Ilan en estos afios una masculinidad no co- mun y una firmeza de inteligencia que dejan 93 Anselm Grin al coraz6n y los sentimientos en segundo pla- no. Muy corrientemente estas mutaciones van acompafiadas de catastrofes matrimoniales de todo tipo pues no es muy dificil imaginarse lo que sucede cuando el var6n descubre sus sen- timientos tiernos y la mujer su inteligencia.» Jung llama a los rasgos, propiedades y princi- pios femeninos y masculinos anima y animus. To- da persona lleva en si ambos. En la primera mitad de la vida desarrolla mas sélo una parte mientras que la otra queda reprimida en el inconsciente. Si el var6n acentta sdlo su masculinidad, el anima se retira al inconsciente y se manifiesta en caprichos y afectos vehementes. «El anima reprimida refuerza, exagera, fal- sea y mitologiza todas las relaciones emocio- nales con la profesién y con las personas de ambos sexos.» Entre las mujeres, el animus reprimido se mani- fiesta en opiniones tenaces. Estas opiniones des- cansan sobre presupuestos inconscientes y por eso no se dejan conmover. Son principios intocables, opiniones incuestionables. «En las mujeres intelectuales el animus pro- porciona argumentos y razones intelectuales y criticas que esencialmente consisten en con- 94 La mitad de la vida como tarea espiritual vertir un punto secundario y débil en absurda cuesti6n capital. También una discusién cla- ra en si se convierte en embrollo sin salida por traer a colaciOn un extrafio y, a ser posible, sesgado punto de vista. Tales mujeres, sin sa- berlo, consiguen con ello enojar a los varo- nes con lo cual arruinan tanto al anima como al animus.» Si el var6én no admite sus rasgos femeninos co- mo son sus sentimientos, lo creativo y delicado entonces los proyecta en las mujeres y asi le fasci. nan. La proyeccién produce siempre fascinacion. Asi el enamoramiento de los jovenes que va acom- pafiado de tan fuertes emociones esta siempre uni- do a la proyeccién. En la segunda mitad de la vida se le pide al hom- bre que abandone la proyeccién. Debe confesarse y decirse que todo lo que a él le atrae de la mujer lo lleva en si mismo. Esta confesién no es facil pa- ra un varén celoso de su varonia. Jung piensa que se necesita gran fuerza y penosa sinceridad consi- go mismo «para reconocer las sombras, aqui me refiero al trozo gemelo, y que el varén acepte el anima, por otra parte trozo maestro. No muchos lo lograny. Jung indica diversos caminos para la confron- tacidn con el anima. El primer paso esta en que yo 95, Anselm Grun no reprima mis humores, afectos y emociones ni esquivandolos con una ocupacion ni desvalorizan- dolos, ni excusandolos como si fuesen debilidades. Debo considerar atentamente este «mecanismo de rechazo y desvaloracion» y tomar en serio las ma- nifestaciones del inconsciente en los humores y afectos. Debo comenzar un didlogo con los humo- res. Debo dar ocasi6n asi al inconsciente a expre- sarse y a subir a la consciencia. En la medida en que yo pregunte a los afectos lo que me dicen y adonde me quieren sefialar los deseos y proyec- tos, en esa medida consiento en darle la palabra al anima. Esta conversaci6n con los propios sentimientos y estados de 4nimo y en ellos con el propio incons- ciente es para Jung una técnica importante para la educacion del anima. Otros caminos son el des- arrollo consciente de las fuerzas del sentimiento, de la sensibilidad artistica que todo el mundo tiene. Lo inconsciente que se le aparece al hombre en su anima no carece de peligros. Puede no s6lo Ile- var inseguridad a lo experimentado en el mundo consciente sino también pasar la cuenta y enredar. Por eso el hombre necesita de proteccién para po- der encontrar a su inconsciente de un modo que le sea util. Esta defensa, segtin Jung, se la ofrece la religion con sus simbolos. 96 La mitad de la vida como tarea espiritual La religion recoge lo intuitivo y lo creador del ani ma y es para el hombre como una madre que k da la vida, como una fuente abundante de la que puede beber y le mantiene vivo y creador. La religién proporciona al var6n el cobijo que busca junto a su madre, pero le libra a la vez del lazo infantiloide con ella. Cuando el hombre que- da unido a su madre, segtin Jung, y entregado a sus afectos corre peligro su salud psiquica. El lazo con la madre es frecuentemente incons- ciente y se manifiesta en la proyeccién de su ani- ma en la mujer que para él toma el papel de madre. Ciertamente el varén en la mitad de su vida, cuan- do brota el inconsciente con toda su imprevisibli- dad, busca defensa y cobijo. La angustia ante lo desconocido del inconsciente le hace buscar pro- tecci6én en la mujer. Y esta angustia presta a la mu- jer un poder ilegitimo que satisface seductoramente su instinto de posesién. La religion es para Jung un medio eficaz para experimentar en si mismo la fecundidad del anima y proteger de la fascinacién a la que puede llevar la proyeccién de la propia anima hacia mujeres con- cretas. Al mismo tiempo, la religion hace experi- mentar al hombre las fuerzas fecundas y creadoras del anima, que son necesarias para su vivacidad. 97 Anselm Gran Pues sin las fuerzas del anima, el hombre pierde vivacidad, flexibilidad y humanidad: «Aparece por regla general endurecimiento precoz cuando no frialdad, actitudes estereo- tipadas, unilateralidad fanatica, amor propio, espiritu de «cruzada» o lo contrario: resigna- cién, cansancio, negligencia, irresponsabilidad y finalmente un «ramollissement» pueril con inclinacion al alcohol.» Lo que el var6n tiene que aprender a hacer con su anima, la mujer lo tiene que aprender a hacer con su animus. Deberia usar el animus como puerta de entrada a su propio inconsciente y como posi- bilidad para aprender a conocer mejor su incons- ciente. Cuando sus opiniones no sean sélidas ni se basen en convicciones firmes, la mujer deberia in- vestigarlas criticamente y averiguar su proceden- cia. Asi es como podra descubrir los presupuestos inconscientes de sus opiniones, aparentemente fundados en la razon. De este modo, el animus se convierte en puente hacia el inconsciente en el que se encuentran las fuerzas creadoras que son ne- cesarias para alcanzar el «si mismo» (Selbst). En lo que se refiere a la integracién del animus, la religién tiene una funci6én distinta en la mujer que en el varon. Para la mujer las exigencias ascéticas y morales son importantes para salir desde su ser 98 ~~ -~wrvwrwe La mitad de la vida como tarea espiritual maternal, cobijante y protector y llegar al empefio practico y a la responsabilidad. El animus tiene que conformar al anima, el espiritu exigente del padre ha de fecundar al anima. La religidn puede prestar al anima forma y figura en las que la vida de la mu- jer pueda desarrollarse y crecer. Por otra parte, la comunidad es una ayuda para la integracién del anima y el animus. La comuni- dad puede tanto ofrecer como exigir y configurar el cobijo. El que se cierra a la comunidad se sepa- ra del torrente de la vida. Jung ve el encubrimien- to de los afectos y su desvaloracion como causa del cerrarse a la comunidad. Por ello la soledad y el aislamiento no son en Ultima instancia un pro- blema de falta de capacidad de contacto sino una cuestion de humildad. Quien es demasiado orgu- lloso para abrirse a sus préjimos se aisla. El que es lo suficientemente modesto nunca se queda solo. Quien ha construido hacia afuera su persona se deja alcanzar continuamente por las preguntas plantea- das por el anima y el animus. El que se plantea sin- ceramente sus propias contraposiciones y examina sin cesar sus estados de animo y sus opiniones sien- do lo suficientemente modesto como para abrirse al otro, tendra en la comunidad una ayuda eficaz para integrar el anima y el animus y alcanzar ani- micamente el equilibrio. 99 Anselm Grun Desarrollo del «si mismo» (Selbst) en la aceptacion de la muerte y en el encuentro con Dios El verdadero problema ante el que el hombre se enfrenta en la mitad de su vida es, en Ultima ins- tancia, su actitud ante la muerte. La curva psiqui- ca de la vida en su declinar marcha hacia la muerte. Solo cuando el hombre cree en la supervivencia después de la muerte, el final de su vida terrena, la muerte, es un objetivo razonable. Sdlo enton- ces tiene sentido la segunda mitad de la vida en si misma y también es una tarea. Para Jung, sobrevivir tras la muerte no es un asunto de fe sino de la realidad psiquica. El alma encuentra razonable el hecho de la muerte. En la medida en que se dispone a ello permanece sana. En la mitad de la vida, el hombre tiene que fami- liarizarse con su muerte. Tiene que hacer conscien- te el descenso de la curva bioldgica de su vida para dejar ascender su linea psicolégica en direccién a su individuacién. Jung afirma: «A partir de la mitad de la vida per- manece solamente vivo aquel que quiere morir con la vida.» La angustia ante la muerte la ve Jung en relacion con la angustia ante la vida: 100 ‘erCevvrGFTTEGoeseeeesbss La mitad de la vida como ‘area espiritual «Asi como hay un gran numero de hombres jovenes que, en el fondo, tienen un angustioso panico ante la vida y que, sin embargo, la de- sean vivamente, hay también muchos hom- bres mayores que sufren el mismo temor ante la muerte. Tengo la experiencia de que jove- nes que temian a la vida sufren mas tarde an- gustia hacia la muerte. Si siendo jovenes, Ppresentan resistencias pueriles ante las exigen- cias normales de la vida, cuando sean viejos tendran angustia ante una de las normales exi- gencias de la vida. Si se esta tan convencido de que la muerte es simplemente el final de una Carrera, que es una regla sin excepcién se comprendera la muerte como la meta y el cumplimiento, como se hace sin mas con los objetivos y perspectivas de la vida juvenil as- cendente.» La vida tiene una meta. En la juventud esa meta consiste en que el hombre se establezca en el mun- do y alcance algo. Con el paso a la segunda mitad de la vida el objetivo cambia. No esta ya en la cum- bre sino en el valle donde comenzo la ascensi6n; ahora se trata de ir hacia ese objetivo. El que no hace esto, el que se agarra crispado a su vida, pier- de la relacidn de su curva vital psicoldgica y biol6- gica. «Su conciencia esta en el aire mientras que en el interior la parabola desciende cada vez con mas velocidad». La angustia ante la muerte es fi- 101 Anselm Grin nalmente un «no querer vivir». Pues vivir, perma- necer vivo, sdlo puede realizarlo quien acepta la ley de la vida que se dirige hacia la muerte como a su meta. En lugar de mirar hacia adelante, a la meta de la muerte, muchos miran hacia atras, al pasado. Mientras deploramos que un hombre de treinta afios mire nostalgicamente a su infancia y perma- nezca pueril, la sociedad actual admira a hombres viejos que tienen aspecto juvenil y se comportan como jévenes. Jung llama a estas actitudes: «Descalabros psicoldgicos de la naturaleza, perversos e incongruentes. Un joven que no lucha y vence ha derrochado lo mejor de su juventud y un viejo que ante el misterio de los arroyos que descienden sonoros de la cum- bre no sabe escuchar es un sinsentido, una momia espiritual, no es nada mas que un pa- sado anquilosado. Permanece fuera de su vi- da repitiendo maquinalmente hasta la mas superficial de las vulgaridades. jQué clase de cultura es la que necesita tales fantasmas!» Un signo tipico de la angustia ante el futuro en el viejo es el aferrarse al tiempo de la juventud. Jung pregunta: «gQuién no conoce a esos conmovedores 102 La mitad de la vida como tarea espiritual hombres mayores que evocan constantemen- te sus tiempos de estudiantes y que solamente en esa memoria de sus heroicos tiempos ho- méricos pyeden encender la llama de la vida, pero que por lo demas estan acartonados en un filisteismo sin esperanza?» En lugar de prepararse para la vejez se vuelven a la eterna juventud que, segtin Jung es «un la- mentable sucedaneo de «la iluminaci6on del si mis- mo» exigencia de la segunda mitad de la vida. Los hombres de hoy no se preparan en la pri- mera mitad de su vida para lo que les espera en esta etapa segunda. Segtin Jung la causa es que tenemos escuelas para jOvenes, pero no para cua- rentones donde les deberian ensefiar a afrontar la segunda mitad de la vida. Desde antiguo las es- cuelas eran las religiones que preparaban a los hom- bres para el misterio de la segunda mitad de la vida. Jung no tiene ahora otra escuela que ofrecer que las religiones porque conducen por encima de la autoafirmacién a un ambito en el que el hombre verdaderamente llega a ser hombre. Segtin Jung el hombre solamente puede desa- rrollar su «si mismo» cuando experimenta en si lo divino. La idea de Dios en nosotros, como dice San Pablo: «No vivo yo, sino Cristo es el que vive en 103 Anselm Grin mi» expresa, para Jung, la experiencia del hom- bre que se ha encontrado a si mismo. La mitad de la vida es la ocasién para dejar el pequefio yo y abandonarse en Dios. Quien rehusa la entrega a Dios no encuentra su propia totalidad y en Ultimo término tampoco su salud animica. Asi, para mu- chos hombres el problema verdadero de la segun- da mitad de la vida es una cuestién religiosa. Dice Jung: «De entre todos mis pacientes que habian pa- sado la mitad de la vida, es decir, de mas de treinta y cinco afios, no habia ninguno en que el problema decisivo no fuera su actitud reli- giosa. Ciertamente todo el mundo se pone en- fermo por lo que ha perdido y esto es lo que las religiones vivas han dado en todos los tiem- pos a sus creyentes. Por otra parte, nadie se cura de verdad si no logra recuperar su acti- tud religiosa, asunto que naturalmente no tie- ne nada que ver con una confesi6n determi- nada o la pertenencia a una iglesia.» Para el encuentro con la imagen de Dios, nece- saria para la salud psiquica, Jung ofrece al hom- bre los mismos medios y métodos que los autores espirituales. Habla de sacrificio por el que el hom- bre se entrega a Dios y en el que ofrece algo de su Yo para ganarse a si mismo. La introversién que 104 La mitad de la vida como tarea espiritual Jung exige a los hombres en la mitad de la vida se realiza en la meditacion y la ascesis. Soledad y ayuno voluntario son para Jung «los medios to- nocidos desde antiguo para proteger aquella me- ditacién que debe abrir el paso al inconsciente». Esta entrada en el inconsciente, profundizacion en si mismo, significa renovaciOn y nuevo naci- miento. El tesoro del que habla Cristo, esta en el inconsciente y solamente los simbolos y medios de la religion hacen al hombre capaz de descubrir ese tesoro. Asi como Cristo en su muerte bajé al Ha- des, el hombre tiene también que pasar por la no- che del inconsciente, por el descenso a los infiernos del autoconocimiento para con la fuerza del incons- ciente volver a nacer. El resultado de la experiencia de los hombres, que pasan por las crisis de la mitad de la vida y que se dejan transformar por Dios en esas crisis, la re- sume Jung asi: Esos hombres «se encontraron a si mismos, supieron aceptarse a si mismos, fueron capa- ces de reconciliarse consigo mismos y por ello se reconciliaron también con las circunstan- cias y los acontecimientos contradictorios. Es- to es casi lo mismo que antiguamente se dijo: Ha hecho las paces con Dios, ha ofrentado 105 Anselm Grin su propia voluntad como sacrificio al some- terse a la voluntad de Dios». El renacimiento espiritual, el dejarse transformar por Dios, es la tarea de la segunda mitad de la vi- da. Una tarea llena de riesgos, pero también Ilena de promesas. Exige menos conocimientos psico- légicos y mas lo que llamamos piedad. Es la dis- ponibilidad para volverse hacia el interior para oir al Dios que esta en nosotros. El hombre desde la mitad de su vida debe —asi lo exige Jung— dedicarse con todas sus fuerzas espirituales a la tarea de «ser-si-mismo». Una ta- rea que no podemos realizar por nuestras propias fuerzas sino que solamente podemos alcanzar con- cedente Deo. 106

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