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entrevist
Li n a re s
me subía a la tapia a esperar mi turno.
P | Alguna que otra noche se le vio haciendo guardia en el portal
de la casa de un matador de toros de Linares.
R | Sobre todo en el de Paco Moreno, que era el que tenía coche y no
paraba de tentar. Me pasaba las noches durmiendo en el portal de su
casa porque sabía que tarde o temprano por ahí tenía que salir.
P | Aseguran los que le vieron que con esa edad ya andaba de
maravilla con las vacas.
“Si el rabo que corté R | Andaba como podía porque no sabía nada de esto; pero, eso sí, me
arrimaba como un perro. Poco a poco me fui haciendo un hueco entre
los ganaderos de la zona. Les caía simpático, y como luego, además,
en Madrid lo llega
veían que daba la cara…
P | Tras varios años merodeando por los tentaderos de la zona
y sin haber matado un solo becerro llegó su gran oportunidad.
un monumento que
toreros.
R | Así es. Parece mentira, pero durante esos años no tuve la ocasión
de torear un vaca para mí solo en el campo, y lo de matar un becerro,
ni soñarlo. Recuerdo que estaba en Linares cuando una noche leí en el
llega hasta la diario Pueblo que se iba a celebrar una prueba de selección para cha-
vales que querían ser toreros. Rápidamente comprendí que aquella
era mi gran oportunidad, y no lo pensé dos veces. Partimos de Linares
calle de Alcalá” cinco maletillas, pero se rajaron cuatro en el camino. La primera parte
del viaje fue una odisea. Recorrí cincuenta kilómetros a pie hasta lle-
gar a Santa Elena. Una vez allí, hice autostop y me subí en un camión.
Cuando llegué a la plaza de toros de Vistalegre me sorprendió la canti-
Texto: José Ignacio de la Serna dad de chavales que estaban esperando aquella oportunidad.
Fotos: Botán P | Continúe...
R | Yo pensaba que en cuanto echara pie a tierra iba a torear, pero tardé
A finales de los años cincuenta Sebastián Palomo Linares ocho días hasta que pude pegar un muletazo. Tenía en el bolsillo trece
era un niño menudo y despierto, astuto y sagaz como un pesetas y estaba desesperado. Pasaban los días y nada, que no llegaba
mi oportunidad. Dormíamos en las galerias de la plaza, el dinero se
zorro, que contagiaba alegría con una simpatía arrolladora. acababa y no hacía más que beber agua para matar el hambre. Ya no
Llegó a Madrid con trece pesetas en el bolsillo, a probar podía esperar más.
fortuna, y fue tal el éxito alcanzado, que tres años más P | Pero…
R | Pero mira por donde al octavo día salió una vaca muy seria y asti-
tarde, incluso, llegó a protagonizar las peripecias de su vida fina que tuvo leña para todos. Recuerdo que los turnos estaban orga-
en una película. El 22 de mayo de 1972 cortó cuatro orejas nizados de forma que a cada vaca salían diez chavales; pero como
y un rabo en la plaza de toros Monumental de Las Ventas aquella no se cansaba y seguía embistiendo con poder, me fui derecho
y desde entonces nadie ha repetido la hazaña. ¿Polémica? a don Pablo Lozano y le dije que no podía esperar más, que por favor
me dejara salir. Su primera reacción fue de sorpresa y me contestó que
“Eso vino después, –asegura el torero– provocada por un era demasiado pequeño para ponerme delante de aquella ‘pepa’. Pero
sector de la prensa que quiso manipularme y no pudo. En insistí tanto que al final me dio su permiso.
aquel momento nadie protestó”. P | ¿Y que pasó?
R | Pues que nada más terminar, don Pablo se acercó y me preguntó
que cómo me llamaba y de dónde venía. Entonces me dio la dirección
“Muy pronto dejé el colegio y a los siete años me puse a trabajar como de su oficina en la calle Gran Vía y me indicó que me fuera para allá
aprendiz de zapatero ‘remendón’. En mi casa, como en la gran mayo- lo antes posible, que cuando llegara dijera que iba de su parte. Yo
ría de los hogares españoles en aquellos tiempos, hacía falta el dinero estaba loco de contento y salí para la oficina corriendo como un gamo.
y yo aportaba mi granito de arena con las veinticinco pesetas que Cuando llegué me dieron la gran noticia: era uno de los maletillas
ganaba a la semana. Sin embargo, desde que tengo uso de razón no he clasificados para torear la becerrada.
querido otra cosa que ser torero, y te puedo asegurar que en mi gran P | Y con trece pesetas en el bolsillo, ¿de dónde sacó el dinero para
vocación nada tuvo que ver la necesidad económica”. alquilar un vestido de torear?
Pregunta | Pero una cosa lleva a la otra y en esos tiempos… R | Me las arreglé como pude con lo poco que me quedaba. En la sastre-
Respuesta | Ya, pero cuando apenas tienes siete u ocho años no tienes ría de la ‘maestra Nati’ alquilé un vestido blanco y plata, una montera,
noción de lo que son las cosas, y mucho menos qué es el dinero y para un par de zapatillas...; en fin, todo lo que necesitaba. Ahí fue cuando
qué sirve. Yo quería ser torero porque me nacía de dentro y porque empezó la historia de los vestidos bordados en plata, los mismos que
sentía una afición desmedida. Sólo pensaba en la forma de escaparme luego he utilizado durante toda mi carrera. Cuando tenía que arrear
del trabajo para acudir a los tentaderos. una tarde me ponía uno blanco y plata.
P | ¿Con siete años? P | Aquella becerrada significó mucho más de lo que hubiera podi-
R | Con siete años y a ‘golpe’ de calcetín. No te vayas a creer que iba en do imaginar. Inmediatamente después decidieron apoderarle
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