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LA PIEDRA EN BRUTO
Antes de profundizar en el simbolismo de lo que es la Piedra en Bruto
para la Francmasonería y su intima relación o analogía con el Neófito o
Aprendiz, es interesante hacer algunos comentarios referentes a los apuntes
que Jean Riviére hace en su obra “Amuletos, Talismanes y Pentáculos”,
sobre las piedras como tales, en los cuales expresa que para el pensamiento
arcaico las piedras son “Seres Vivos”, cargados de años y años de
experiencia, siendo capaces de hablar a ciertos hombres, de antiguos
secretos escuchados por ellas a través de los siglos, y que sólo los
transmiten a quienes atentamente abren sus oídos internos y permiten la
penetración de sutiles energías.
En la enorme variedad de sus tamaños, formas, cualidades, colores y
grados de pureza, ellas son una sólida expresión de la cosmogonía y de las
jerarquías del universo, pudiendo servir al hombre como soporte y vehículo
simbólico de conocimiento, y también —al igual que todos los símbolos
sagrados— como despertador de la conciencia y ordenador de la mente.
Siguiendo la máxima hermética que dice "Lo de abajo es igual a lo de
arriba, y lo de arriba, igual a lo de abajo", podríamos afirmar que así
como las estrellas son el reflejo visible de una inteligencia superior, y la
manifestación sensible de energías invisibles que se hallan en
dimensiones metafísicas, del mismo modo el reino mineral es la
expresión terrestre de esas energías celestes que en formas pétreas
"Maduran en las entrañas de la tierra".
Todo lo antes expuesto, nos proporciona otra perspectiva más profunda y
diferente sobre las humildes piedras, que desde siempre han estado en
nuestro entorno, siendo infinitamente más antiguas que el primer hombre
ya físicamente encarnado.
Una reflexión sobre el significado simbólico de la Piedra en Bruto dentro
de la Masonería nos hace llegar hasta su sistema moral iniciático, en torno
a la “Perfección del Hombre”, en la búsqueda de su desarrollo espiritual y
hacia las conductas sociales basadas en valores universales como el
respeto, la fraternidad, la humildad, la tolerancia, la decencia y todos los
derechos que por naturaleza pertenecen al individuo.
Esto significa que los hombres al igual que las piedras pueden
perfeccionarse, partiendo de una base amorfa se puede llegar a la
perfección mas exquisita en el detalle, forma y belleza.
El aprendiz debe reconocer que no sabe, que todo debe ser aprendido,
tratará de vaciarse de todo contenido, ejercitándose en la práctica del
silencio interior, de la invocación y el estudio de lo Sagrado, abriéndose así
a un estado receptivo del alma para que el espíritu lo fecunde, lo que le
permitirá acceder cada vez más a su propia interioridad, caverna del
corazón donde reside la Deidad.
El neófito invocará a las musas para que lo inspiren y a los dioses para que
lo auxilien en este recorrido de su alma; análogo al recorrido del alma en
su viaje post-mortem, del que se dice que Hermes, deidad intermediaria,
mensajero e intérprete de los dioses, actúa como conductor y guía.
Q:.H:. Armando De la O
Referencias: