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Bull - Inst. Fr. Et. And. 1972, | N° 1, p. 17 — 40. EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA (Una contribucién de la investigacién estética en la arqueologia) E. HARTH-TERRE (1) Escribe Julian Marias en su “Introduccién a la Filesofia”: “Las ‘Artes ‘tienen una funcién comunicativa, semdntica, que deruncia intenciones anuestras”. Baso fundamentalmente mi tesis sobre la representacién de la expre- ‘sin oral en los pictogramas mezoamericanos, particularmente en los azte- cas ya estudiados y conocidos. Mi investigacién acerca del simbolo significativo en las -culturas del Pera hasta hoy realizada, me permite prezentar parte de la abundante com- pilacién de dibujos y fotografias de lo que llamo “signo verbal”, tanto en. el Grea mochica —tratada en este ensayo— cuanto la de otros grupos cul- turales que en nuestro territorio han precedide a su eclosién. Me referiré particularmente a la que nos ha dejado el extraordinario monumento de Sechin, descubierto por e] sabio peruano Julio C. Tello; obra de discutido ‘origen. cuyo es de Chavin “de la Sierra”, 0 “aléctono”, por migraciones nortefias maritimas por el Océano Pacifico y se vincula a mis investigacio- nes. Y, en cuanto a su interpretacién me reservo para un ordenamiento definitivo de fichas, posteriormente, cuando obtenga de estos objetos, Ia cro- nologia, especialmente parc los modelos paradigmiticos. Una de las mayores dificultades que intento superar con éxito —me- dicante las mds serias dataciones de nuestra cerémica por los arquedlogos que estudian el arte aborigen en América, es la de conocer la data de ‘ejecucién de] monumento, o del objeto, para situarlo en relacién con las demas en las que aparece el signo al que aludimos en este ensayo. Me es necesaria la certidumbre de la ejecucién, particularmente en relacién con la azteca, de modo de establecer su presencia en el espacio arqueo- (Q) Arquitecto, investigador, Profesor emérito en Ia Universidad Nacicnal de Ingenieria. Avenida Aviacién 500. Apartado 625.. LIMA, PERU. 18 E. HARTH- TERRE légico, sin que esto quiera significar el planteamiento de una tesis de con- tectos culturales por ahora; si de una hipétesis de trabajo para rumbor ia zespuesta a mi investigacién estética. Entendamos por respuesta, la cone- xién de elementos de conjunto. Tampoco quiere decir, por ahora, que sostengo la comunidad de cul- turas, aunque de esto hay. cxquedlogos, inclinados, « ella. Lejos de mi esta ofirmacién. 'Y ‘sea dicho Previamente por lo mas antes aseritado como ad- vertencia’ tcerca’ dela apéricidh com una constante, de otro’ adomo de- corative que descubro en el dibujo o forma de objetos o en monumentos: como elementos desu arquitectura. Me refiero a lo que designo con el nom- bré‘de* “sigmoide éscalonado”. Dia a dic cumentan las referencias para- Jelas, y I'enan mis gavetas de fichas documentarias. Pero me salgo del marco de este ensayo. Invitado colaborar en la Revista del Instituto Francés de Estudios Andinos; se me brinda la oportunidad de dar a, conocer estos descubrimien~ tos, tan significantes, con alguna amplitud que. no era posible alcanzar en. comentarios periodisticos, y que demuestran de inmediato estos signos, una imaginacién. cultural que, es secesorio resaltor para, interesar a mis colegas, arquitectos y artistas, a una amplia investigacién. Pero, coma com xespecto a este enzayo sobre el “signo verbal”, tengo un obligado limite en el espacia de sus paginas, expondré lo indispensable para cumplir la gra- ta: invitacign. del Instituto, y. dar .ct.conocer .el_fruto:de.mis investigaciones. He dicho que baso mi hipétesis de. la, representacién;:del hablar en algunos..pictogramas. mochicas, es decir la xepresentacién del acto median- te un. signo para indicarnos con él, que el hombre “esté hablando”. o .esté emitienda un sonido vocal, tal, por cago el canto, la plegaria, la trasmision. de una orden, o encargo; que grita.o hace sonar un. instrumento musical. En pocas palabras: que el personaje emite una voz. (¥ hasta.el mugido fel lobo marino, como se yerté més. adelante). Todo ello aparece..can, diferente xgsgo; figuraciones tal y como ha sucedido-entre los aztecas y los mixtecas que son de las forémeas, las que complementan mis registros documentarios. El signe mds comin del habla en el arte. azteca es a modo de una “virgula” 0 coma(signo de puntuacién) cuya cola arranca de. los labios del parlante, una, dos 0 varias, y se enrosca en suave. espira] en su otro extremo. Nada més sugestivo y expresivo en su paralelo con el hélito vo- cal y el sonido de la pronunciacién: Juego de emitida Ia voz, se esfuma, se pierde. En los cédices mexicanos encontramos.este curioso paralelo con el humo.. Aparecen las. volutas en Ia reproduccién de pictografias de Cé- dices. Vemos entre las muchas de su representacién gréfica, también en. los bajo relieves y grabados de las culturas del Golfo de México (El Tajin, Veracruz, s. V DC.) Chiapas y la cultura huasteca del periodo clasico tar- dio, (¢," 700-800 DC) que ilustran’ los libros de Ignacio Bernal y de Bush- nell, Coinciden en su desarrollo con la que conocemos adui como “inter~ EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA. 19 Jocking nasca’, que, como decimos mds adelante -pudo ser el nexo entre los mochicas nortefios y las declinantes Paracas-Cavemas y P. Necrépo- lis. Considero esto fundamental en cuanto a ese “sentimiento artista” de observacién para alcanzar la representacién de ‘la voz mediante el signo. Es indispensable sefialor de inmediato que en muchos tratados de quimica y fisica- del siglo XVII, el humo de la combustién en el hogar apa rece representado por espirales virguladas. En los grabados del Tratado “Furni Novis” de Johonn Rudolph Glauber (1646-49), aparecen estos ras- gos similares que justificon mi asercién acerca de la “captacién” del objeto por un artista cualquiera, para trasformarlo en signo significante. No nog extenderemos mds sobre este dsunto sin seficlar sin embar- go algunos detalles mds, breves, acerca de estas representaciones graficas del habla por el artista: mexicano. Todo esto allana el camino para expli- car el simbolismo del habla‘en el arte de nuestra cultura. La “virgula” la encontramos saliendo de la boca de los jugadores del “patolli”; también n una imagen del dios Chalchiutlicue, en el Cddigo Borbénico. Lo mismo también en un “acto de justicia” que figura en el cédice Florentino; o el reproducido en la obra de Krickeberg en la imagen de un sacerdote que el autor nos explica literalmente: dibujo, signo del habla, indica que canta himnos sagrados o de bendici En las enormes que salen de los labios de los jugadores de pelota, la virgula se adoma de breves protu: berancias (juntas de tres en tres, espaciadas a lo largo de ella), y cuya des- proporcién, conociendo las reglas del fiero y brioso juego, deben de ser “vehementes”. En cuanto a la que expresa Ia oracién o Ia plegaria, se adorna de flores de cacto (opuntia; mex,: nopal) cuyo simbolismo fue sagrado, y hoy €s parte del emblema nacional. Finalmente existe en otro de los muchos cédices mexicanos la representacién de un homenaje a Itzcoatl-(Cuarto rey de México, 1433-45 que promulgara un cédigo legislative) en el que apa- rece a modo de signo verbal con particular sentido, una serpiente encur- vada en “s” (lat.: “strigiles”) de cuyo dorso brotan cinco flechas. Las ilus- traciones que acompaiian estas paginas y las leyendas al pie de ellas me excusan un mayor detalle. Si me he limitado al campo “mochica”, no quiere esto decir que el igno de la voz no aparezca en Ia pictografias de otras culturas del anti- guo Peri. Es que tanto por ahora cuanto porque considero mds simple in- terpretar, llegar a alguna conclusién para esta cultura, Entre esas pre-mo- chicas (o contemporémeas a ella) tenemos la de Chavin (de Hudntar) a la que se adjudica Ia ereccién de] templo de Sechin, en el Valle de Casma; y también las de Paracas y Nasca, como inmediatos procedentes a Ja mo- chica. Veamos esto con algtin detenimiento. Cronolégicamente, la cultura Chavin (sefialada su importancia primigenia por Julio C. Tello) aparece en la Sierra central, remotamente, por el afio 1300 a 1400 .C. y al parecer 20 perdura hasta los albores de la Era Cristiana. Contempordnea y paralela- mente, estén en la Costa maritima norte, la de Cupisnique (seficlada por Larco Hoyle) continuada en la llamada “Salinar” hacia el siglo VII a.C. Sobre esta viene a asentarse el Hamado “complejo mocke” (Larco Hoyle) hacia el afio 400 a.C., desarrollando el mochica a partir de ese siglo (ocu- pando la Costa central y norte) hasta el IX de la Era Cristiana. Los Para- cas: extendidos en los limites de la Costa central y sur del Perd, aparecen coeténeos a la cultura Salinar, siguiéndole dos siglos después a la califi- cada “Cavernas” por el mismo arquedlogo Tello, es decir, alrededor del II siglo a.C., agoténdose ambas (Paracas Necrépolis y P. Cavernas) ha- cia el sigle I d.C., dejando fehacientes huellas en la naciente “nasca”, algo mds al sur del departamento de Ica. Perduraré hasta el periodo de las invasiones serranas (Rucanas, o Chancas o Pacheco) en las postrime- nas del siglo VII d.C., cubriéndose todas ellas hacia el siglo XI, con la expansién tichuanacoide, con su centro de iradiacién en la provincia de Huari (Ayacucho) en la Sierra central, designada “cultura Wari" o “tiahua- Paco peruano”. Un cuadro de esta cronologic ilustra esta breve pero in- dispensable relacién, pues conviene alejar de los amantes de nuestra ar- queologia, la idea de culturas “contenidas en compartimientos estancos” ol- vidando la coetoneidad, las corrientes de difusién, los rezagos hereditarios, los injertos en las culturas epigonales que cuidan ciertas tradiciones, y en fin, una serie de factores més que-atn no han sido definitivamente diluci- dados, pero que se han producido en aquellos tiempos... como lo es hoy. Esté en el tapete de la controversia Ia cultura genitora del templo de Sechin. gAndina 0 aléctona? Es decir esta iltima por gentes que lle- gan por mar. Cada arquedlogo Heva, es propio, el agua a su molino para mover la rueda de su tesis. Falta ain mucho por despejar en Ia incégni- ta. Pero vengan estas observaciones perscnales, mias, mirado el monu- mento con ojos de arquitecto. Y lo traigo « estas péginas, rues en unas de sus piedras grabadas hay materia que puede colejarse con el tema ie este ensayo. Se trata a mi juicio de un monumento “rostral”. Empleo el califica- tivo romano para designar una columna, adornado su fuste con “espolo- nes que se erigia en memoria de las victorias navales. A mi juicio se trata de un monumento conmemorativo de esta indole; una afortunada aven- tura marinera. Hay en los dibujos grabados en las piedras de su facha- da, cuyos motivos se repiten simétricamente a ambos lados de la entrada ol templo, figuras que pueden inducir a esta hipétesis. No insistiré por ahora en muches detalles, pues merece un mayor desarrollo, pero veamos algo que apoya mi idea. Tal ror ejemplo, en pri- mer lugar, las jambas que hacen el marco de la puerta de entrada; el di- bujo representa el espolén de un barco que, como fue y es costumbre atin, poner en la proa de las embarcaciones, unc figura simbdlica: los espolo- nes de las gcleras greco-romanas, el monstruo marino de los vikingos, 0 EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA aa Jos figuras alegéricas (mascarones de proa) en los’ galeones, y se continia desde lo inmemorial, en las barcas remeras de los polinesios. A este deta- Me de la vara en la que se enroscan, sujetas por una cuerda fdcilmente distinguible, Ios adornos foliformes a guisa de banderolas, se afiade el encurvamiento inferior a modo de quilla; podemos asi intuir que se trata Ge la proa del barco; y alejar definitivamente la idea de que represente -como sostienen algunos— un instrumento de’ suplicio. Luego aparecen los dibujos representatives del tallo del bambi. Le «signamos la representacién de los mastiles. Los “oculos” dispuestos en hileras horizontales de cuatro en cuatro, y de seis en seis, a modo de las cuentas de un rosario, Nada autoriza a calificar a estos de “ojos huma- nos”; si, mas bien, podrian indicar Japsos, diumos 0 lunares, por ejemplo. La figura del capitén (el comitre de las galeras) con su bastén de mando se ha colocado en las esquinas extremas de la fachada del edificio. Fi- nalmente lo que aqui Iamo “los alentadores”, Jos que con su canto y vo- ces llevan el compés de las remadas. Si; y en estas cabezas, aquellos la- zos triples que arrancan de su boca ton expresivos, si es aceptando mi teo- xfa de los signos verbales y ce comparan algunas figuras al respecto en otras culturas. También aparece el signo verbal en los dibujos textiles de la cultu- ra Paracas. Es la lengua que brota desmesurada y muy adomada de atributos. Podemos cotejarlos con la figura del sacerdote azteca en su representacién de la voz —canto o verbo sacro—. La hipétesis de Tello, acerca del “manto calendético” (pieza textil que posee el Museo de Broo- King, N.Y.) permitiria, con un detenido examen y comparacién de las fi- guras, descubrir el simbolo agric8la, y quiz& parezca aventurado péro plausible, el significado simbélico de esa lengua cargada de atributos. Re- cordemos nuevamente las avanzadas investigaciones de Jacobleff sobre las divinidades totémicas de esta cultura publicadas en la Revista del Museo Nacional (Lima). A mi juicio, es evidente que el artista bordador ha querido significar que el personaje representado “habla”, Y habla de “algo”. Y lo hace in- terpretando un mensaje, puesto que en més de uno de estos dibujos borda- Gos figura, adornando sy lengua, el pallar (phasceolus limensis). Y en cada antebrazo tatuados, tres pallares; igual podriamos decir del ejemplar 310-2 (ello, “Vaso de Piedra Nasca", Rev. Chasqui). Sabido es que esta legu- minosa, entre los mochicas, vino a ser objeto de comunicacién contable co- © mo més tarde fueron los “quipus” entre los incas (atados de cordeles poli- cromos y anudados segin cierto orden). De los pallares, Larco Hoyle ha catalogado decenas con signos diferentes pintados en su cscara, que in- dudablemente escapan a la mera explicacién de ser un juego o entreteni- miento. Sobre estos pallares como sistema nemotécnico, de contabilidad ad- ministrativa, o fiscal, digamos algunas palabras més. Larco Hoyle hor apor- 22 E, HARTH-TERRE tado bastantes elementos de juicio favorables a un sistema memorizador. Para mi, son evidentemente, un paso hacia la utilizacién del signo para ex- presar una idea, o un objeto determinado. Los diversos dibujos incindidos © pintados, como se ve en los ceramios representando estenas pertinentes a la comunicacién de algin mensaje lo son, solo que por ahora no tenemos Ja clave. Hans Hork-heimer niega incidentalmente esta posibilidad del apro- vechamiento del pallar para un sistema de expresién ideogréfica. Trae de referencia en apoyo de su aserto que fueron para jugar lo que Garcilaso denomina “apaitalla"; y el P. Bernabé Cobo S.J. se refiere a los denomi- nados “lancara” y “lacanaco” que se jugaban con “frijoles coloreados que eran semejantes a los dados”. En su ensayo sobre los quipos, Ratil Porras Barrenechea nos deja dicho con gran acierto légico que “aun asi, aunque las inscripciones de los pallares tuviesen unicamente el valor de las bara- jas 0 fichas de juegos, estarian ya en el camino de las convenciones simbé-. Jicas que conducen a la escritura’. Las pictografias de los ceramics repre- sentando al mensajero en actitud de correr, caracterizado por las figuras ton significativas del zorro 0 del colibri; o con atributos como el disco ro- Geado de perlas, colgando del pecho o coronando su casco, nos demuestran €] acierto de Larco Hoyle. Y ahora, el seficlamiento del signo verbal en esas mismas figuras es una afirmacién definitiva que se conjuga en més de una imagen del mensajero, portador del mensaje expre:ado con los pa- Jlares, y el signo verbal que en diferentes simbolos, brota de sus labios o sale de su nariz (cuyo ultimo significado estariamos por establecer aun). El examen de los dibujos en el ceramio mochica, particuiarmente el del perfodo IV nos lo demuestra sin que por ahora sea oportuno insisti mayormente. Este de los pallares en la lengua del personaje tenemos una evidencia en el ejemplar presentado en Ja obra “Paracas” de Tello (ficha 5, fig. 78) cuya lengua bifida brota cargada de un par de pallares en co- da una. La triple cinta (Sechin, fig. 80 entre H e I, Tello: “Arqueologia del Valle de Casma) podria ser, si no un antecedente, un paralelo con igual pictografia que aparece en ofvo ceramio, como lo veremos luego. Es indudable que el artista de la cultura Paracas extremé sus sentimientos estéticos, pero siempre retenido dentro del marco de los signos significa- tivos canénicos. Los contactos paracas-necrépolis (Horizonte formativo: 200 .C - 200 DC.) con Mochica IV (c. 500 DC.) se hacen a través de los artis- tas del Nasca (x) y Nasca (B) (c. 400-600 DC.) continuéndose la expresién en la influida por los “chankas” que se establecieron en la regién coste- fia entre el 650 al 1000 DC. Terminantemente se puede afirmar que el dibujo de la lengua car- gada de simbolos es Ia representacién del discurso, cuyo multiple signifi- cado se descubre con la diversidad de signos y simbolos que adoman la lengua. Examinemos ahora el complejo dibujo (bordado) que pertenecié al fardo funerario N. 319 (sp. 13, “Paracas”, Tello) y quedaremos conven- 23, cidos de este propésito. significativo Mevado a cabo por el artista textil. Pero antes de seguir adelante, justifiquemos nuestra hipétesis con lo afir- mado por algunos fildlogos.. Pora Cassirer, el lenguaje.y el mito son especies préximas; ‘su re- lacién es tan estrecha, y su comparacién tan patente, que resulta casi im- posible separar uno de otro”. A falta de un alfabeto, el artista alfarero o Lordador, para significar la idea recurre al signo simbélico (que sin du- da es ya convencional). El artista busca en Io inteligible (imagen, simbo- Jo) lo que no se explica de otro modo, tal ejemplo, la voz misma: la pala- bra, en su significado de inteligencia y comunicacién, carente de una “forma” para expresar el sonido modulado, la silaba. De Martha Simpson es este enunciado: “Los simbolos son equiva- lentes satisfactorios de las ideas”, Y si nos venimos ayudando del arte, de la imagen en su aspecto sensible (logogrifo, “rebus”, jeroglifico) tam- bién tiene su fondo formal como lo explica Levy-Strauss: “La puesta en estructura implica, estéticamente, un particular sentimiento que se asocia con la magia, es decir, con el simbolo”. En este sentido podemos asociar en la expresién oracular mediante un signo la vinculacién (digamos “con- tactos contempordmeos”) de las tres culturas importantes del Peri en esta yegién costefic (Paracas, Nascas y Mochicas) en grandes creas de cultura- cién activa cun no bien determinadas para lograr estos contactos cultura- Jes a que hacemos referencia para explicar el signo verbal. (Mientras es- cribo estas lineas llega la noticia del descubrimiento de un templo cha- vinoide en el Grea mochica de “Caballo Muerto”, en conexién con lo que ya habiamos sabido respecto a los dos lugares vecinos de Lima: uno en ja urbanizacién La Florida y en el fundo Garagay, que hacen decir al in- formante “El caso del templo de “Caballo Muerto” seria el primer caso de un templo de tal patron (chavinoide) detectado en Ia costa norte, dentro del Grea cultural mochica”} El cucdro tempo-espacial que acompafio ayu- dan mi explicacién. Ahora bien. No todo puede atribuirse a una entidad mitolégica, ‘sin otro sentido que el de ser una mera divinidad, de la fertilidad, por ejem- plo. El artista trata en su pictografia de representar la oracién sacra, emi- tida por un ser totémico - antropomorfo © zoomorfo - venerado o temidé, sea este el colaborador en las cosechas 0 el promotor de los vientos ("pa- yacus”), 0 el factor de las sequias, de los relampagos, o de los seismos entre otros pormenores de los muchos que conformaban su “espacio cés- mico”. Habria por lo tanto como fundamental providencia, caracterizor al ente predicante por sus atributos para deducir el sentido de la prédica. En esto estoy trabajando. Es evidente que se trata de un ser (entidad superior) con particulari dades superhumanas; seria como una potencia abstracta, panteista, que se traspone en la figura del animal o del hombre. “Dios creé al Hombre @ su imagen y semejanza” (Gen. I, 26,27) El artista para representar al 5. HARTH - TERRE “dios pinta al hombre. Para el hombre religioso de entonces, la imagen de -dios no podia ser sino la imagen de un hombre con’ attibutos sacros. Asi, podria tratarse de un sacerdote (un personaje investido de po- defes sacratizintes qué enuncia la sentencia sacra). El intermedio entre el hombre de Ia tierra y el hombre del espacio divino. Si en el dibujo a- parecécon ¢iertos caprichos artisticos (caligrafia del simbolo) es decir, buscando una determinada figura estética, no ha de lamamos Ja atencién esas serpentinas © volutas, o una sobrecarga decorativa. Todo se explica por onalogia; Mito y Arte se conjugan. Es asi dable suponer que aqui en- ta en juego el sentimiento esiético. Obedece el artista a los limite: im- puestos por el espacio del manto; la misma geometria equipolada de las imégenes que lo adornan, le llevan a ello. Las diferencias de color en el vestuario de la imagen, © del mismo signo, no seria asi sino consecuen- cix del gusto crtista: ler figura no ha variado, una « otra, del signo y de Ja postura hierética, y de los atributos. De modo que por ahora dejamos cl color Como “materia incerta”, Finalmente, la figuracién de los pallares en los bordados de Para- cas, en la cerémica nazquense, se puede decir que nos indican la preté- rita importancia de esta leguminosa para el significado de “idea”, lejos, Por cierto, de la sola cualidad nutricia. Lo intelectual interviene como me- io espiritual: servicio a la comunidad. Todo esto seré expuesio en un es° 6 tudio paralelo sobre “El pallar en la simbologia Paracas”. Se entiende por mochicus una variada cultura con epigonos regio- nales, con interferencias foréneas (no bien definidas aun por los antropé- Jogos) en el proceso de su desarrollo, y con la existencia de injertos en lo3 Jtimos tiempos prehispdmicos. Se la hace existir activamente con expre- siones de arte en su cerdmica, en todo el tertitorio a lo largo de la costa peruana del Pacifico. Desde Tumbes, (Lat. 8° S.) hasta la vecindad de Paramonga, en el Valle del Rio Fortaleza (Lat. 10° S.) Se la sefiala “culta” quizé desde el siglo Il A.C. en el denominado “complejo moche”. Primitivamente han recibido la visita de los chavines, que dejan su impronta. De dénde vinieron estos extrafos visitmtes? Tello sostiene que de los valles del Ma:afién. Uhle, que fueron gentes influenciados es- porédicamente por elementos culturcles mexico-centramericonos. Algunos arquedlogos insisten en que los mochicas ocuparon el territorio de la cos- ta més al sur del departamento de Lima. Esto permitiria establecer una teoria de contactos cen las poblaciones nasquenses. Y plausiblemente ha- ber merecido parte de la cultura de Paracas que se diluia a través de la que ocupaba én los valles del Departamento de Ica (Lat. 12%. $.). Los mochicas conservaron una lengua peculiar (con tres dialects) cuya sintaxis polisintética hace decir a Hork-heimer “hacen semejar foné- ticamente al muchik con Jas lenguas nahua y maya-quiché. En pocas pa labras, esto ilumina algo més la investigacién del simbolo de la palabra en Jar pictografia mochica. EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA Volviendo al aspecto tedrico del tema. De Cassirer es esta obser- vacién. “La conciencia teérica, prdctica y estética, y el mundo del len- guaje y de la moral, se vinculan generalmente con las concepciones mitt- co-religiosas. Este vinculo originario entre la conciencia lingiiistica y la mi tica religtosa, se exptesa sobre todo en e] hecho de que todas las esiruc-. turas verbales aparecen también como entidades miticas, provistas de de- terminados poderes, y de que la palabra se convierte, de hecho, en una especie de potencia primigenia de la que procede todo ser y todo aconte- cer". El mochica, promovido siempre a proyectar y representar en su ce- ramica, su vide social, necesité significar en su arte pictogréfico, el acto- de la palabra. Lo dezcubrié en el simbolo; pero este simbolo habia de sig- nificor diversas hablas, es decir, en potencia primigenia, cualidades y fun- cién del discurso, De alli los varios signos expresivos. (Esto se descubre- en los dibujos y pictografias mesoamericanas, inclusive en sus esculturas murales). El signe lo tenemos rastreado y descubierto en los dibujos de los textiles de Paracas, y en los ceramios de Nasca. Porras Barrenechea, en “Los Quipos", ha escrito: “El mistetio de la produccién de la voz, y con él en orden légico, la representacién de un concepto que permite la inte- ligencia reciproca acerca de las cosas (experiencia afadido por mi) condu- jo a los artistas a emplear estos diversos signos en un paso de Ia conven- cién simbélica que conduce a la escritura”. Se diferencian los signos para ccracterizar tonos de la expresién oral. Asi encontramos claramente significado el canto, la musica instru- mental, la voz de la palabra (esta ultima con caracteres de singularizacién como la oracién o el ensalmo (la plegaria - “eukhé -, la invocacién, lo im- precacién o el conjuro —"epodé"—, o el mero decir placentero y el men- ‘thelekirios"—). “El lenguaje no es una sustancia inerte”, nos dice Jean Charon en “De la Fisica al Hombre”. Resulta de importancia en esta exploracién del signo simbélico explicar (para el hombre que carece de “Literatura” alfabé- fica) la palabra o “hdlito” que concreta la idea como mensaje, del axtis- ta ceramista al usuario, o de comunicacién entre la potencia césmica y el hombre artista a través de su arte. A falta de escritura, el dibujo simbolo expresa la idea, en ese caso la idea concreta del hablar. En la pictografia mochica tenemos descubierta la significacién de la voz 0 el cardcter de la expresién verbal (tono) con diversos signos: a.) La voz normal (mensaje). b.—La voz fuerte (imperativa. c).— Ia de gentes con particular actividad en la sociedad mochica: pescador, soldado, pajarero, etc. Los atributos del personaje son los que nos permiten adelantar esta actividad, y de alli la interpretacién de] signo de su voz. En cuanto a Jo musical también: se descubre en el empleo de la flau- 4a siringa (0 de Pan); y las perlas como los tonos musicales, sefialados en saje ;. HARTH - TERRE Ja cinta que sale de Ia boca del misico. No nos explicamos aun la mano que aparece dibujada al extremo de esta cinta que junta las diversas no- tas de Ia flauta; pero podria significar la “unidad” de Ja cancién. Finalmente aparece en esta simbologia el cullido, grito animal. Lo vemos en los dibujos del lobo marino, fécido abundante en las cuevas y playas rocosas de nuestro litoral oceémico. Los dibujos que acompatiamos, obtenidos de ceramios, explican mejor con su leyenda los caracteres més antes sefialados. Hemos dicho que los atributos figurados en el personaje (vestido, casco, nariguera, orejeras, etc.) de cuya boca brota el signo de la palabra (voz 0 hélito sonoro) nos permite distinguirlo como ser el portador de un mensaje, e] tafiedor de un instrumento musical de viento, o el aullido de las focas (que es sabido emiten en sus evoluciones un grito casi humano como el llanto de un nifio, a veces, o el fiero rugido de un hombre colérico). En nuestra figura es una bola, negra para el macho (o de mayor tamatio) y una bola blanca para Ja ‘hembra (menor tamafio en Ia figura). Para las demés figuras (gersonajes) es el pallar que rodea la imagen, 0 adoma su vestido, o lo tiene a modo de orejeras. Caracteriza igualmente la bolsa que lleva en la mano conteniendo los pallores del mensaje. El “maestro” {empleo este vocablo para designar al intérprete) leva el disco rodeado de perlas. E! guerrero tiene el hacha o el cuchillo ceremonial. El pescador, tres cordeles que rematan en tres pecesillos. El “pajarero", tres avecillas cogidas del pico de sendos cordeles. En. algunos dibujos se ilustra el toca- do 0 el vestido con Ia figura de un animal que simboliza la astucia, la ce- leridad, 0 la ligereza del zorro, halcén 0 el delicado “picaflor’ (péjaro mosca). Finalmente tengamos aqui presente las observaciones de Joseph Vendries contenidas en su libro “Le Langage’. “La definicién general que pueda darse al lenguaie es el de ser un sistema de signos”. Y citando a B. Leroy: “Por signo debe de entenderse todo simbolo capaz de servir de comunicacién”. Cierto que aqui no se trata de un mensaje sino de una ma- nera artistica de expresién indicativa en el objeto y con un dibujo que in- tenta "“darle vida". Presentar al sujeto en la accién de expresarse oral: mente. Discretamente es un paso adelante hacia el significado literal co- mo nos lo ha dicho Porras Barrenechea. El caso de los sordomudos nos in- vita a reflexionar sobre el empleo lingiiistico de los signos. Psicoldgica- mente, el acto lingiiistico primordial consiste en dar.a un signo un valor simbélico como dicen Cassirer, Vendries y otros autores mas. Los “dicte- ries” que pronuncia el personaje en las tiras cémicas de nuestros porié ‘cos son un ejemplo actual de lo que al signo se refiere: estrellas, culebras, puntos de interrogacién, corazones flechados, etc. tienen un significado pa- ra el lector, y que el artista no puede escribir, 0 abrevia mediante el sig- no. Y esto en todos Jos idiomas... EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA 27 Nos toca epilogar este ensayo con algunas. proposiciones: ¢.—El artista mochica inventé el signo para indicar que su figura habla- ba. Dio al acto de la palabra, un simbolo 0 “signo verbal’. b.—Sefiala asi desde la palabra en una oracién comin y corriente con una simple espiral; de acentuado tono con dos espirales, y hasta tres para un significado mds importante. (Vid. Lam. VII N. 1).? Usa otros signos significativos para el oficio del hablante, 0 en con- cordancia con su personalidad social. Y alcanza a representar la mi- sica y.el aullide del animal. ¢.—Este acto se desprende de la presencia en Ia pictografia, a manera de un jeroglifico, acompatiando el dibujo del personaje con atributos ani males o pallares. d.—El pallar (en muchik: “pachek”} desempefia en las actividades cultu- tales de los mochicas el papel de expresién nemotécnica, objetiva y cuantitativa, (Los trabajos e investigaciones de Larco-Hoyle, al respec- to, sustentan mi afirmacién). e.—Antecedente paralelo a esia manera de representar al sujeto (sacerdo- te, deportista, hombre del comin, etc.) haciendo uso de la palabra ha sido sefialado en otras cultwras mesoamericanas. Y con ello, la “calidad de la palabra”). f.—lLas raices de Ia importancia del pallar en la cultura: mochica estén en la cultura Paracas (Cavemas y Necrépolis) descubiertas por Tello, y comenzado a investigar acerca de sus simbolos religiosos, por Ja- cobleff. g.—Hemos examinado centenares de ceramios; no es comtn en las picio- grafias el simbolo de la voz; pero considero que no se puede negar la veracidad de este intento de significado en Ia figura que el artizta ha dibujado pues la no existencia en todos (o en el mayor niimero) no invalida le invencién por un artisia “excepcional” en los menos, (Al respecto, considero que por lo mismo es necesaria una fijacién en es- pacio y tiempo para la manufactura del ceramio pues podria ser que solamente-en determinada regién geogréfica y en perodo de més avanzada culturacién es que se produjo esta invencién, y se aplicé al dibujo, para significar el acto de hablar con determinadas caracte- xisticas de voz: y palabras. 28 E, HARTH- TERRE h.—Finalmente, se hace notar el sorprendente paralelo con otras culturas alejadas de nuestro territorio. Resumen. En este ensayo que por el camino de la investigacién estética se contribuye a la arqueologia, el autor nos descubre la enunciacién de la palabra en las pictografias prehistéricas peruanas, limitandose aqui a la cultura mochica, Sigue paralelo al artista mezoamericano que en sus di- bujos y esculturas hace aparecer un simbolo representative de la oracién ue sale de boca del sujeto representado. El autor ha descubierto este sig- no que adguiere ademds diversas formas segiin el personaje que produce: Ja voz, 0 el canto, 0 el grito. Sin establecer por chora teoria alguna res- pecto a los contactos culturcles entre los diversos pueblos prehistéricos de Ja cosia del Océano Pacifico, insinta la posibilidad de esta difusionisma, que en la actualidad cobra cierta verosimilitud. Para el Pert, a través del cuadro sinéptico que acompafia este ensayo, hay antecedentes parc el arte: pictogrético mochica en los tejidos de la cultura Paracas. Y penetrando rads hondo en el pasado arqueolégico, investiga la procedencia aléctona del templo de Sechin de una cultura “chavinesca” para la costa del Pert. Analiza luego el campo de la figuracién neménica entre le cultura teatada y que, investigada ya por Larco Hoyle, muestra el empleo del pa- Tar (0 frijol peruano) para las estadisticas y la memoracién de los mensa- jes. En este sentido establece como un hecho, la identidad entre el per- sonaje por sus atributos, el adomo de pallares y la significacién de Ia ora- cién verbal en el sujeto. Destaca asi la “imaginacién cultural” del arte- sano. Todo lo cual, y mejor, aparece en las diversas figuras que acompa- fian el tema tratado. Cita a algunos autores tedricos que han escrito acer- ca del pazo del simbolo 0 ideograma jeroglifico a la letra y la silaba, paso a la escritura, Pero es ahora, con este ensayo tentative que se muestra la existencia de un nexo —infortunadamente detenido— en su evolucién y que pudo Iegar de la representacién simbélica a Ia escritura en esta cul- twra ancestral peruana, Deduce en conclusién que el artista mochica “in- vent6” el signo para indicar que su personaje hablaba, y un cierto lengua- je peculiar a su posicién social, que se sefiala por sus atributos y su "cc- Jigrafia simbélica”. Y si no fue comin en todas las pictografias, no por cierto inexistente, pues los ejemplos que se presentan son de Ja mayor evi- dencia; sélo que queda aun por determinar mediante las clasificaciones espacio-temporales, la fecha exacta de la ejecucién del objeto, y luego, en un paso mds adelante, el cotejo entre las diversas culturas del Pacifico para descubrirnos los posibles contactos entre poblaciones de gran activi- dad politica. EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA 29 ‘Résumé: Dans cet article, contribution de la recherche en esthétique a I’at- chéologie, I'A. présente la symbolisation de la parole dans les peintures préhistoriques péruviennes, se limitant. ici a la culture Mochica. Suit une ‘comparaison avec les oeuvres d'art d’Amérique centrale oti, sur les dessins et sculptures, la parole sort de maniere symbolique de la bouche du sujet représenté. L'A. a remarqué que ce symbole est différent suivant qu'il ex- prime la parole, le chant ou le cri, Sans vouloir des maintenant établir une théorie sur les échanges culturels entre les populations préhistoriques de la cote du Pacifique, 'A. en suggere nécnmoins la possibilité, ce qui pré- sente actuellement une certaine vraisemblance. Rien que pour le Pérou, 3a tableau synoptique qui accompagne T'article montre que les tissages de Paracas ont subi I'influence de l'art pictural Mochica. Et remontant plus Joins dans le passé archéologique, I'A. attribue Yorigine allochtone du tem- ple de Sechin a une culture “Chavinesca” de la cote du Pérou. Dans le domaine de la représentation de la mémoire par les Moc! cas, déja étudié par Larco Hoyle, I'A. montre que la feve (“pallar” ou hati- cot péruvien) était utilisée pour les statistiques et Ia mémorisation des mes- sages. Dans ce sens il considere comme certaine l'identité entre le person- nage en raison de ses attributs, le décor des feves et la signification du discours exprimé par le sujet. Ceci permet de souligner “I'esprit inventif” de Yartisan. Tout ceci apparait mieux sur les diverses figures accompagnant Yorticle. Sont cités quelques auteurs qui ont étudié le passage du symbole ou du hiéroglyphe a la lettre et a la syllabe, puis a l’écriture. Co premier teavail montre, pour cette ancienne civilization péruvienne, I'existence d'une 4volution malheureusement bloquée; cet aret pourrait se situer cu passage de la représentation symbolique a V’écriture. En conclusion A. fens> que Yartiste Mochica a crée le symbole qui montre que son fersonnage par- lait un certain langage lié a sa position sociale, marquée par ses attributs ‘et une calligraphie symbolique. Si toutes les peintures ne montrent pas cette calligraphie, il n'est pas exclu qu’elles en présentent une; en effet n'ont été étudiés dans cet article que les exemples les plus évidents: il res- te cependant a déterminer au moyen de classifications spatio-temporelles la date d’éxécution des objets et, en allant plus loin, les points de comparai- son entre les différentes cultures du Pacifique four déterminer la possibi 16 de contacts entre des populations a grande activité politique. 30 . HARTH- TERRE ‘EAMINAS. mm Cuadro sinéptico espacio-temporal de los culturcs peruanas que se traton en este ensayo, Gon relacién a los Mochicas, L.v-Fragmento de cerémica mixteca (¢. 900-1494) de la época Mixteca Alta, Oaxaca, Mex. (Col. Privada, Munich, reproducida en “Precolumbian Art" de Anton y Docks- tader). 2.—E1 dios de Ia Muvia (Teotihuacan) se repiesenta en wn friso de Tepantitla, con la doble espiral igual a las que aparecen en las pictogratics mochices. (La segunda es- piral "brota de la primera). 3.-Reverso do un espejo de pizcrra, del ‘pico estilo clésico primitive de Veracrus, en Vega de la Torre, segin Lothtop-Bliss, en “Precolambian Art’ (de Ic coleccién Ro- bert Wood Bliss) 4.—Representacién, segiin Kiickberg, de la plegaria; dibujo reproducido en “El Arte ‘en! México y'-América Central” de Sigvold Linne. 5.—Signo verbal de un fragmento de frésco tectihuaccno (Tepantitia) donde estén fi- gurados los. jugadores de pelota (tegchtli) con sendos ganotes. De la obra "México Prehispénico, 1946). 6.—EY signo de la palabra de un dibujo de Diego Rivera, que lo ha tomado de los: Codices méxicanos. precortesianés 7.\Cobera parlante grabada en uno de los sillares del muro de tachada del templo do Sechin (Valle, de Cosma) segin J..C. Tello, signado "J", lado derecho. (Arqueolo- gia del Valle de Cosma, Lima, 1956). 8.—Monolito menor LVI, del mismo templo (Tello). 8.“Del ‘mismo monumente, lado derecho, figura simétriea a la indicada en (1). 1,—Pictograma (fragmento) de un ceramio mochica (1/S00-9674) del Museo Nacional de Antropologia). Triple cordén' adomado su extremo con unos peces prendidos de Ja boca. 2.—Dibujo tomado de Kutsher “Arte Antiquo de la Costa del Peri” (relacienado con la simbologia de Parac: 3.Fragmeints pictogréfico de un éeramio mochica (ep. 1/495-9969) del M.N.A. Pue- blo Libre, Lima), 4.~sFragmento de una pictogratia mochica (sp. 1/345 - vitr. 5) pieza del mayor in- terés, pues Ia figura se adema de pallores y al mismo tiempo de virgulas pare- cidas a la virgula aztec. Obsérvese Ia importancia del sujeto sefialada por el cas- co y el cuchillo ceremonial, adotnado igualmente con palleres. 5.—Pictografia de un vaso mochica, doble asa y estribo y ciiatro golletes (lo co- min son dos) en el Museo Amano (influentid tiahuanacside), El Iago nasal alcanec les golletes que fe adoma con dos pallares y un simio, en bulto, adherido al gollete. 6.Pictografia de un vaso mochica con el cuchillo ceremonial salfendo de la boca. Hace peralelo con el dibujo (§). Adora su casco un medallén circular rodeado de porlas y la cabeza de un zorr0, simbolo do la celetidad (sp. 377. MNA/) 1.—Pictogratia de una escena musical; tocadores de flauta sitinga (o de Pan) toma- da por Luis Ceossi Salas, de un ceramio de la Col, Gildemeister (Museo Wolk, Ber- lin}, Uno de los actores leva el medallén de perlas y la huincha del casco ador- nada de pallares. (nventatio Mochica, H. Buse, “El Comercio", Lima, 20 noviembre 1960, Dominical). ¥. VI vil. vili. EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA 2.--Pletogratia de dos lobos merinos tomada de Ia obra de Kutsher cit. (El mor esté representado por ondulaciones) 3.—El “maestro” enseia la interpretacién de los pallares. La pictografia nos repre- senta a un ancigno y el aprendiz, Ambos tienen orejeros com Ia figura del pallar Yy colgante Ia del zorr0, 4.—Fragmento de una pictografia en ceramio dt cuya boca sale un doble signo es pital. Ejemplar del Museo Lorco-Herterc, Vitr. 64. 9.—Fragmento de pictogratia en un ceramio del Museo Larco-Herrera y que figuro ef "Los Mochicas” (f. I, lam. XXII. Ficha 116-8). 6.—Fragmento pictogratico de un ceramio globular, un solo gollete ancho, sin estribo. La figura se relaciona con el portador del mensaje por su original casco adomado do pallares. 1.—Un signo verbal en Ia cultura maya, Estela de pledra del templo descubierto em Potén por Pierre Ivanotf, (data de 738-781 DC:, segiin los glifoé interpretados por el autor “Decouvertes chez les mayas”, Paris, 1968). 2.—Imagen bordada en un marto de Paracas (sp. 45, frado 290) hace paralelo con Ja figura mochica, Lam, If N° 1, cuyos cordeles se cdoman de pequefios poces. En el mismo fardo hay igualmente una figura similar a la citada, cuyos cordones se adoman de pojarillos, como se descubre en la plctografia mochice. 1.—Figura de un cartel de propoganda turistica editado por la Corporacién de Tu- rismo, hoy ENTEL, en fotocolor, tomada de un bordado de Ia cultura Paracas en le que aparecen pallares como simbolos, en el vestido, y olros prendidos del cordén que brota do la boca del sujeto. En el dibujo aparece igualmente la figura del zorro. 2.—Personaje XVI del “manto calendario", cuya radical —segiin Tello— “parece ser tun escorpién asociado a la semilla del pallor o frijol”. La tela se conserva en ol Museo de Brockling, N.Y. (Nota del autor: no parece la figura del escorpién; obsér- vese el tatuaje de es pallares en cada antebrazo del personaje). 1,—Ceramio mochica (MINA) representando un menscjero de cuya boca brotan dos espirales signos del verbo y otro de la nariz. 2.—Ceramio mochica (MINA) en que figura el portador del mensaje seficlade por los atributos y prendas de su ofici 1.—Vaso globular mochica con la figura (parcial) de un guerrero con un signo ver- bal.de dibujo peculiar y en cuyo casco aparecen los pallares como adorno. (vid. Lam. IV NP 6) 2.—Vaso globular mochica con la figura de un intérprete de los pallares. £1 vaso esié adornad> de varios mensajeros corriendo en fila. india, adornados de los mismos airibatos de su clicio E, HARTH- TERRE 32 FLORECIENTE 23323 242 § 833 8 $3 3 3 8 8 = = == 2 i Vv y SIL CUPISNTQUEN, SAIN SPFae,, s PARI-NASCH = 2 TT 3 2 “BS wy o 3 “ NECROPOLIS™ = *CAVERNAS" _| = COSTA = z SIERRA = = a 2 — ry S| CHAVIN » HUANTAR [| [| |» 2 2 ‘ == #2 HORIZONTES: | TEMPRANO k INTERMEDIO T & MEDIO | ¥ TARDIO CFORMATIVO) x (FUSIONAL : J 5, HARTH- TERRE TT [LAMINA III 35 EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA LAMINA IV E. HARTH- TERRE 36 E, HARTH- TERRE Vil LAM. EL SIGNO VERBAL EN LA CERAMICA MOCHICA

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