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Cien textos fundamentales para el mejor conocimiento de México, LERIA DE LA REFORMA UNA REMEMBRANZA Y 45 TESTIMONIOS DE JUAREZ Y SU MEXICO. Nov Prélogo, seleccidn y notas Luis Gonzilez BOR AZCAPOTZALCO Cost siavioreca gisg2gb Seeretaria de Educacién Publica sep Cien de México Primera edcion, 1986 Produccidn: SECRETARIA DE EDUCACION PUBLICA Direcciia General de Publicaciones y Medios D.R.© Consejo Nacional de Fomento Educative ‘Ax, Thiers 251, Piso 10 México, D.I., CP 11590 Impreso y hecho en México, D.F ISBN 968-29-1025-0 INDICE Proloxo 0 2. 3. 1% 1s. 16, 1, 18. SALA DE PAISAIES BEI cuerno de la abundancia. Micke! Chevalier: La mar y sus pescaditos. Zgnacio Remirez {a llamada amarguisima del norte. Manuel Jose Ouhin De Barrancas al Bajio. Ernest de Vigneaux Los brefales del sur. Zgnacio Manuel Altamirano, La Pizarra y Merida. Arthur Moreler Claroscuro de Veracruz, Paula Kolonit: En Jalapa. Juan Diaz Covarrubias Guadalajara, el anticenteo. FG. fbarra La cara sucia de la capital. Ignacio Manuel Altamirano. SALA DE RETRATOS El Presidente y sus ministros. Francisco Zarco. Antonio Lopez de Santa Anna. Lucas Alaman Don Lucas Alaman, Guillermo Prieto El epdnimo de la época. Benito Judrez. Ponciano Arriaga. Guillermo Prieto. La epidemia de los periodistas. Manuel Guiierres Najera Juan José Baz. Guillermo Prievo Lanchitas, retrato de un sacerdote. José Maria Roa Barcenas Militares a la mexicana. Juan Bautista Moraies SALA DE IDEAS Y PLANES |. La profesién de fe de los conservadores. Lucas Alamdn 9 2 45 33 ss 58 @ 65 70 9 8s ot 02 10s ios 0 WwW 24 22. 3 24. 25, 2 28, 28. 40. 3L 2 3 a. 4s. 36 x 38 38. 40, 41 2. 2 44 45 Conservadores, moderados y puros. Meichor Ocampo. Idleario del Partido Liberal. Juan Bautista Morales?, Plan de Ayutla. Florencio Villarreal e Ignacio Comonfort i Un voto agrarista. Ponciano Arriaga Dejad hacer, dejad pasar. Ignacio L. Vallarta Libertad, orden y progreso. Gabino Barreda EI Plan de la Noria, Porfirio Diaz. SALA DE LEYES ¥ TRATADOS, Ley de imprenta conservadora. Teodosio Lares. Ley de imprenta liberal. José Maria Lafragua: Desamortizacisn de bienes eclesidsticos y comunales. Miguel Lerdo de Tejada La Constitucion de 1857. Congreso Constituyente. Ley de libertad de cultos. Benito Judres: ‘Tratado de McLane-Ocampo. Robert McLane y Melchor Ocampo. Ley de nacionalizacién de bienes eclesidsticos. Benito Juarez. Tratado de Mon-Almonte. Alejandro Mon y Juan N. Almonte. Los tratados de Miramar. Herbert y Veldcquez de Leon SALA DE sUCESOS iAbajo el trano! Ireneo Paz ‘Administracion de Comonfort. Leon Guzman Los valientes no asesinan. Guillermo Prieto Los asesinatos de Tacubaya. Ignacio Ramirez La Republica restaurada. Benito Judrex El movimiento agrarista de Manuel Lozada, Jose Maria Vigil La justicia de los pueblos. Domingo Nava La huelga de los sombreros. J.M. Valenzuela Las sitimas horas de Jutrez. fgnacio Alvarado. 12 Ba 144 150 154 159 165 rey 7 179) 182, 18s 187 PROLOGO: MExico EN 1850 acababa de perder dos millones de kilémetros euadrados por culpa dk: lostratados de Guadalupe que le impusieron los metichesoyiazu- igade Noreamérica, Con todo, mantuve cas fa misma catided de ‘xinos, seated con los ocho millones de personas ue tenia en Vsperas de la invasion. Esto no quire deci qu la parte robada es Tuviera totalmente vaciayTa mitadretenida, densamentepoblada. Mexico retuvo una docena de ferntorios con my paca gente: Penn: fla de California, desembocadura del Colorado, Sonora, Chihua- thus, Coahuila, Tamaulipas, iagas de Tabasco, jngla de Chiapas, Soconuso, franja costera de Nayarit y Jalisco, Tierra Caliente de Michoacan,» costas Grande y Chica de Guerreo de Oaxaca. Cin- 0 deo ocho millones de mexicans vivian en a Atiplaniie Cen- tral, £190% moraba en varios millars de villas y pueblos inconexos ttre si, Slo una désima part de a poblacion se repartn en ein tinco ciudades pequetas. México, la mayor, hospedaba a doscin- {os mil residenes. Puebla, Guanajuato, Guadalajara y Queretaro tenian alrededor de cincuenta mil habitantes cada una. El promedio Ae vide humana era de veintcuatro afos, Ls recien naidos mo- Tiana montanes. Enis Altiplanive las cordless montafosas eran frecvenesyasoladoras las pulmonis; en ls regiones junto al mar, el paludmo el womitoprieto; en todas partes, as darres. Apes Sarde que a asa denatalidad sumaba cuenta por mill ato, como fnualmente se morian no menos de reinta por cada mila, el ere Imenio de la poblacon se distingula por su lentitud. Aun no impe- ‘aba a costumbre de constancy venir de gente En fs tenta aos ue llevaba México de ser auténomo sélo habia conseuido unos quince mi inmigrantes. Otros tantosorndos de Mesico habia sa ido de las alborotadas tierras de su pais en pos del oro de California, escubieno en 1888 La esperanza de los iberadores de que su nacién,hecha inde- Pendicte, se convirtera en la mas rica, poderosa, igualtaray fe cunda del mundo, cada vez estaba més lejos de cumplts. A pati a 121, anode la consumes dea Independencia, dnnuye la fortuna y el vigor de la patria y se acentia la desigualdad’ En las 9 ‘muy natural que se disgusten, porque una vez que han si sefiores de si mismos y se han gobernado ellos propios, si doles pesado aun el simple centralismo, eémo han de qui sujetarse hoy al duro servilismo del afto de ocho? Estos fundadisimos temores son los que nos han hecho cribir més de lo que queriamos. Evitar a la nacién el peor los males que podria venirle, es el objeto que nos proponem 12 SALA DE IDEAS Y PLANES 20 LA PROFESION DE FE DE LOS CONSERVADORES Lucas Alamén De los dos partidos en pugna en aquel México con sélo veinte ‘anos de vida libre, el Partido Conservador se adelanto al Li- beral en dar a conocer su plataforma de ideas. El 12 de febre- ro de 1846, con el nombre de “Nuestra profesion de je", se ‘publica en El Tiempo, quizd escrito por Lucas Alamén, el idea- rio de los conservadores. Siete altos despues se ratifica el mis- ‘mo conjunto de esos ideales en la carta de Alamdn a Sania Anna, Hemos prometido una manifestacin explicita y completa de ‘nuestros principios politicos. Vamos a cumplir nuestra ofer~ ta, Nuestros articulos precedentes han demostrado, sin duda, huestras ideas y convicciones. Pero ha parecido, sin embar- 40, dudarse de nuestra decisién para expresarlas con franqueza ¥claridad. Si ahora lo hacemos, no es ciertamente porque sit- | vade estimulo a nuestro propésito el ridiculo temor de que algunos periédicos nos atribuyen; sino porque obramos con, arreglo a un plan, y segin él ha llegado el tiempo de descorrer la iltima punta del velo que pretenden los partidarios de anti- ‘2uos abusos ocultar a los ojos del pueblo la situacién del pais. No cumplia a nuestro eardcter arrojar grandes ideas, sin pre- paracién alguna, en la miserable arena de los antiguos partidos; quisimos cumplir antes el campo, tantear la opinion, y satis fechos de este examen y seguros del terreno donde intentamos combatir, vamos a empezar nuestro trabajo y a plantar nues tra bandera. ‘Creemos que nuestra Independencia fue un hecho grande y glorioso, un hecho necesario ¢ inevitable ademas; porque |___ cuando reinos y provinciassituados a tal distancia de Ia me- 125 ‘trépoli legan a cierto grado de desarrollo y crecimiento, cuando la prosperidad y crecimiento, y la cultura han creado intere- ses y capacidades para gobernar a un pais, entonces conviene desatar los lazos que unen a las naciones jévenes con las mas adelantadas y antiguas, que, como madres, les dieron educa- cin y fuerza, inicidndolas en Ia vida de la civilizacién. Ast mis tarde o mas temprano, habia de llegar la Independenci diez aos de guerras crueles no pudieron verifiearla:(un paseo militar de siete meses en 1821, bast6 para que las palabras de Iguala fuesen a bandera del pais.{;Por qué? Porque las ga- rantias de aquel plan conciliaron todos los dnimos, reunieron todas las simpatias; porque el clero, el ejército, el pueblo veian asegurado un porvenir de gloria y de prosperidad para la pa- tria. Por eso muchos sacerdotes, militares y comerciantes es- afioles continuaron en México sus servicios y su trabajo; por esto no hubo sangre ni ruinas para consumar la importante revolucién, y la Independencia reunié tantas simpatias, por- gue se consultaba el bien general, porque se desataron y no se rompieron los lazos que unian a lo pasado con lo presente y lo futuro, E1 Plan de Tguala no se verified. Iturbide quiso fundar en Provecho propio una dinastia; y este imperio, sin cimientos, sin legitimidad, sin el respeto del tiempo y de las tradiciones, ‘caus6 en ruinas al primer vaivén revolucionario, La tragedia lamentable que le arrancé la vida, quit6 también fa] la patria un servidor fiel, extraviado sélo por la inexperiencia y deslum- brado por las isonjas. Los Estados Unidos empezaron entonces a levantar en México un imperio de otra clase: sus libros y sus ideas, las ofertas de sus representantes, y el engafoso espec- tdculo de su prospéridad, arrastrando por caminos nuevos y peligrosos nuestra generosa confianza. La ideas republicanas se apoderaron al fin de la nacion, y se formularon en el gobierno, Entonces empezamos a entrar en esa senda fatal por donde caminamos todavia. No tenigndose en cuenta las diferencias de origen, de religion y de historia, no considerandose que nues- tra unidad social, politica y religiosa nos aconsejaba la forma ‘monarquica de gobierno, como a ellos su diversidad de cul- tos, de pueblos y de idiomas, la forma republicana y la confede- 126 raci6n federal, ereimos que el camino mas pronto para asegurar Ja libertad politica, era arrojarnos en brazos de los Estados Unidos, imitar servilmente sus instituciones y seguir exacta- mente sus pérfidos consejos. Formése, entonces, la absurda Constitucidn de 1824, y el representante americano funds, en nombre de la libertad, sociedades secretas que tiranizaron y consumieron al pais. Desorganizése la hacienda, destruyése la administracién, debiendo sobramos recursos para todas nuestras atenciones, se dilapidé el caudal del pueblo, y empeza- ‘mos a contratar empréstitos cada vez mas ruinosos. Debilitése ala nacién expulsando a los espafioles pacificos y laboriosos, arrojando con ellos a sus familias mexicanas y los inmensos caudales que poseian. La libertad civil se ahogé en continuas revueltas, y de un ejército sufrido y disciplinado, quiso hacerse un instrumento de ambicién y anarquia} Los presidentes y los congresos cayeron precipitados por sangrientas revoluciones. La guerra civil en los campos, los desdrdenes en las ciudades fueron desde entonces nuestro estado casi normal; mientras los indios barbaros se atrevian a asolar impunemente nuestro, territorio, y los Estados Unidos nos arrebataban a Texas y pre- paraban la usurpacién de California. Esta descripcion no es exagerada: los documentos oficiales, Jos discursos de todos los representantes del pais, Jos articu- los de todos los periddicos, contienen una pintura mucho mas fuerte de nuestra situacién. 4 2Qué vemos ahora? {Cual ¢s nuestra situacién en el inte- rior y en el extranjero? : Una administracidn desorganizade, una hacienda perdi, deudas enormes que nos consumen, las rentas hipotecadas nuestros acreedores, el soldado mendigando de la usura su escasa_subsistencia, los setvidores del Estado desatendido, Ja justicia descuidada, los barbaros haciendo retroceder las fronteras de la civilizacién, Yucatéin emancipado, los Estados Unidos ocupando-nuestro territorio:-y todo esto sin marina con que defender nuestras costas, y sin poder proporcionar los recursos necesarios a nuestro caliente ejército para expeler del suelo de la patria a sus osados invasores. Qué somos en el exterior? ‘Nuestra opinién en Europa esta perdida; se han acostum- 127 brado los ofdos a perpetuo esedndalo de nuestras revolucio- nes y se nos mira como una nacién condenada a la suerte de las turbulentas y semibérbaras repiiblicas det sur, o destinada aaser presa y estlava de la federacién det Norte. Este pais tan rico por sus recursos naturales, no tiene ya crédito en mer- ‘cado alguno; y la inestabilidad de nuestros gobiernos, en des- crédito de nuestras instituciones, nos vedan todas las alianzas ppoliticas que pudiéramos establecer en Europa para resist las invasiones de los Estados Unidos. Ninguna nacién entra en tratos con las desgraciadas repiblicas de la América espano- Ja, condenadas por una suerte fatal a arrastrarse en anarquias y convulsiones; donde Ia diplomacia es imposible, el secreto impracticable; donde no hay ni puede haber tradiciones ni arantias en sus precarios gobiernos. Pues bien: nosotros conocemos esta triste situacién y no tra- ‘tamos como tantos otros, de engafar a nuestro pais; y como la nacién mexicana tiene los mayores elementos de grandeza y prosperidad que ha tenido nacién alguna del mundo, y como os hombres son aqui como en todas partes, lo que los hacen de educacién, las instituciones y los arbitros, no pensamos ni repetimos la Vulgaridad de que somos incapaces de existit po- liticamente, ni de gobernarnos a nosotros mismos. Por esto ereemos que las instituciones republicanas nos han traido a semejante estado de abatimiento y de postracién, como hi bieran traido a la Espafta, como hubieran trafdo a la Inglate- ‘ra, como hubjeran traido a la Francia. Creemos que con lo presente caminamos no solo a la ruina, a la desmoralizacién, a la anarqufa, sino a Ia disolucién completa de la nacién, a la pérdida de nuestro territorio, de nuestro nombre, de nues- tra independencia. La Holanda, la Francia, la Inglaterra, han hecho también fen épocas mas atrasadas, sus ensayos de repiiblica, y han sa- cudido con disgusto y con espanto, para no morir, ¢sa forma politica, que, egmo entre nosotros, les minaba la existencia. Y en ellos, sin embargo, habia dejado recuerdos gloriosos ya que no présperos, la revolucién republicana, La Holanda sa- cudid el yugo espafiol y cred una marina; la Inglaterra, bajo la férrea administracién de Cronwell, conquisté Dunkerque ya Jamaica; la Francia hizo temblar'a Europa, y en su delirio 128 revolucionario pase6 triunfante por la Alemania, la Italia y la Suiza, su estandarte tricolor. Las tres naciones, sin embar- + 20, cayeron consumidas por divisiones intestinas, y pidieron ‘a la monarquia cl remedio de sus males. Hoy gozando de to- dos los beneficios de la libertad y del orden, con una civiliza- cin brillante y fecunda, miran esas vanas utopias como un delirio insensato: los partidos republicanos ni aun como par- tidos existen; han muerto, {Dénde estan los hombres ilustra- dos que en esos paises de libertad proclaman sus doctrinas? Pero si en ellos no pudo echar raices la repaiblica, ;qué sera en México donde no trae a la memoria mas que el recuerdo de hhumillaciones y desastres? En ver de conquistar territorios aje- nos, las eternas disensiones de nuestra repiblica nos han hecho perder a Texas y a Yucatiin, ambos paises mexicanos al em- ppezar nuestra independencia, y estamos cada dia amenazados de perder mas territorio, en vez de triunfar de nuestros éne- migos, el estandarte francés ha ondeado en Ulia y Veracruz, las estrellas americanas flotan sobre el Bravo. Nada ha crea- do la repiiblica, lo ha destruido todos y la altivez de nuestro cardcter nacional se rebela contra la impotencia a que se tiene sujeto a un gran pais. Por eso, lo repetimos, creemos que nuestra repiiblica ha. sido un ensayo costaso, tn escarmiento duro; pero que tiene remedio aun. Ahora, si se nos pregunta qué queremos, qué deseamos, vamos a decirlo francamente. Queremos la monar~ quia representativa; queremos la unidad de la nacién, quere~ ‘mos el orden junto con Ia libertad politica y civil, queremos la integridad del territorio mexicano; queremos, en fin, todas Jas promesas y garantias del Plan de Iguala, para asegurar en cimientos estables nuestra gloriosa independencia,|Si la for~ ‘ma de gobierno que han adoptado, tras largas convulsiones, los paises mas adelantados y civilizados del mundo, esa for- ‘ma nos conviene a nosotros, lo que se prometi en Iguala por eleejército y por su heroico caudillo, eso puede ser nuestra fe licidad y evitar nuestra destruccion: a eso deseamos caminar, 0 anhelamos, eso defendemos. ‘Nosotros queremos un régimen de gobierno en que la justi- cia se administre con imparcialidad, porque sea independien- te de los partidos; en que el gobierno tenga estabilidad y fuer- 129 za para proteger la sociedad y en donde las leyes, respetadas por todos, aseguren las garantias de los ciudadanos; en que las cdmaras sean clectivas y el poder real hereditario, para ase- gurar la libertad politica y el orden existente. Deseamos un orden de cosas que dé regularidad al comercio, proteccién a la industria, que desarrolle la actividad intelectual de la na- cién, y en cuya ordenada jerarquia tengan un puesto todos los hombres eminentes, Queremos, que, como sucede en todas las monarquias re- presentativas de Europa, no haya otra aristocracia que la del mérito, de la capacidad, de la instruccién, de la riqueza, de los servicios militares y civiles; que no se pregunte al hombre de qué padres viene, sino qué ha hecho, cuanto vale para ad- mitirlo a todos los empleos y a todos los honores. Queremos, si, un ejército fuerte y vigoroso que puede cu- britse de laureles defendiendo noblemente a su pais, en que sean respetadas las jerarquias militares y obtenga esa consi- deracién a que son acreedores los que derraman su sangre por la patria; deseamos para ese ejército, victorias en el exterior, Y que se asegure al soldado un descanso cémodo y estable des ues de su fatigosa vida, no el abandono y la miseria con que pagan sus servicios las revoluciones. ‘Queremos el sostén decoroso y digno del culto catdlico de nuestros padres, no esa amenaza continua con que amaga sus propiedades la anarquia, Hemos nacido en el seno de su Igle- sia, y no queremos ver las catedrales de nuestra religion con- vertidas en templos de esas sectas que escandalizan al mundo ccon sus querellas religiosas; y en vez del estandarte nacional, no queremos ver en sus torres el aborrecido pabellén de las estrellas. Deseamos una monarquia representativa que pueda proteger alos departamentos distantes, como a los cereanos, defenderios de los salvajes que los asuelan, y extender esas fronteras de la civilizacion que va retrocediendo ante la barbarie. Desea- ‘mos que haya un gobierno estable, que, inspirando confian- za.a la Europa nos proporcione alianzas en el exterior para luchar con los Estados Unidos, sise obstinan en destruir nuestra nacionalidad. Altededor de esta bandera caben todos los partidos legales, 130 ‘cuantos deseen ver afirmada la independencia y la libertad de ‘su pais; cuantos deseen que se forme la primer nacién de Amé- rica, de nyestra triste y desgraciada patria. Nosotros tenemos fe en su porvenir, en su engrandecimiento; y no creemos que tan vasto, tan rico, tan privilegiado territorio ha de ser presa de la disolucién de la anarquia. ero nosotros no queremos reaccién de ningin género. Cor servadores por convencimiento y caracter, pedimos proteccién para todos los intereses creados cualquiera que sea su origen. Locura es ereer que viniendo a México un principe de sangre real a establecer una dinastia, pudiese apoyarse en extranje- 10s. Eso podia hacerse hace tres siglos; eso no puede hacerse hoy, y menos en los gobiernos representativos. No queremos ‘un empleo solo, un solo grado militar, sino en manos mexica- nas; en el ejército, en’el pueblo mexicano debe apoyarse s6lo lo que pretenda ser estable en nuestro pais. ‘Hemos acabado nuestra profesidn de fe. Es clara al menos y completa. Convencidos de que nuestras ideas son las inicas {que pueden salvar a la nacién, las sostendremos con decoro, con comedimiento, pero también con decision y energia. Nada ros importan las calumnias conque se persigue siempre a los ‘que combaten los desérdenes, las preocupaciones, los abu- sos; despreciaremos a los calumniadores y seguiremos sin te- ‘mor en nuestra obra. Lo que es seguro, si, es que nosotros no seremos jamas cOmplices de la ambicién extranjera, y ja- ‘is las estrellas de los Estados Unidos eclipsaran en nuestro periddico los colores de la bandera nacional. 131

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