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El Lenin roqueano

Luis Alvarenga

Lenin es un autor que demuestra su buena salud. Sobreviviente del derrumbe del
socialismo real, el revolucionario ruso ha sido “redescubierto” por gente como Slavoj
Žižek o Raymond Geuss para reflexionar acerca de los problemas de la cultura
capitalista contemporánea. Años antes, el poeta salvadoreño Roque Dalton, que,
aparte de ser militante comunista también participó en el debate acerca de las vías de
la revolución latinoamericana, mostraba que para ser revolucionarios “en el tiempo-
ahora”, que diría Benjamin, había que ser leninistas de izquierda. Dalton lo hizo, no a
través de un artículo o de un ensayo como los que conforman ¿Revolución en la
revolución? y la crítica de derecha, sino a través de un poema: Un libro rojo para
Lenin.

¿Leninistas de izquierda? ¿Acaso puede haber leninismos de derecha? ¿No es un


solo leninismo? En este poema es evidente la intención del autor de hacer una “lectura
de izquierda” de Lenin. Esta lectura se opone a la “lectura economificada” del mismo,
que lleva irremisiblemente al autoritarismo estalinista y al inmovilismo político, esto es,
al conservadurismo de izquierda. ¿Una lectura de izquierda de Lenin? ¿Acaso no es
ya suficiente recurrir a Lenin para ser ubicado en la izquierda, en la revolución? Al
plantear este tipo de dudas salta la misma provocación que hace Dalton en
¿Revolución en la revolución? y la crítica de derecha: El Partido Comunista —y, por
extensión, cualquier partido o movimiento que proclame la necesidad de un cambio
revolucionario— puede ser de “izquierda, de derecha o de centroderecha”. La
autodenominación de “comunista” o “revolucionario” puede establecer un rumbo
revolucionario u ocultar una praxis conservadora en los hechos.

Autodefinirse como “leninista” no basta para aclarar desde qué perspectiva se


interpreta a Lenin. La obra del dirigente bolchevique no es una obra monolítica, como
suele presentarla una versión simplista del leninismo. Es una obra que tiene muchos
saltos, contradicciones e incluso retrocesos. Un paso adelante, dos pasos atrás, libro
escrito en 1904, cuando Lenin defendía, en el seno del Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso, la formación de un partido revolucionario, es un título que
resume la complejidad del desarrollo del pensamiento leninista. Como muchas de sus
obras, Un paso adelante, dos pasos atrás, es una obra escrita en medio de una crisis,
no el resultado de una visión retrospectiva sobre los hechos, que tiene la ventaja de la
quietud y con la cual es posible encontrarle un sentido, o cuando menos una
justificación, al pasado, partiendo de las ventajas del presente.
La pluralidad de lecturas de Lenin se encuentra ilustrada en el fragmento III,
“Concurso en el Tercer Mundo”, del libro de Dalton. Veamos algunas de ellas:

—Una lectura “filosófica”, que raya en lo libresco: “Me preguntan quién fue Vladimir
Ilich Ulianov, llamado Lenin, o más bien dicho Ene Lenin, que era el seudónomo que
usara en la clandestinidad y para firmar muchos artículos. Como todo el mundo sabe,
Lenin fue quien aplicó el marxismo al problema de la toma del poder en Ruisa y a la
construcción del primer Estado proletario del mundo. En su libro fundamental,
Materialismo y empirio-criticismo, página 52 de la edición rusa, Lenin dice...”

—Una lectura reaccionaria: “¿Lenin? El anticristo, sin lugar a dudas. tengo un


pequeño opúsculo, con base rigurosamente bíblica, que lo prueba
determinantemente”.

—Una lectura estalinista: “El camarada Lenin fue el genial discípulo y continuador
de Marx, maestro del camarada Stalin, fundador de la patria del proletariado mundial,
padre de todos los trabajadores del mundo”. Esta es una lectura teleológica de la
historia del pensamiento marxista. Se ubica en un tiempo presente (Stalin) para leer al
pasado (Marx y Lenin) como etapas necesarias para llegar a ese presente, el cual se
toma como un estadio de plenitud histórica. Igualmente estalinista es esta
interpretación: “Lenin salvó al bolchevismo del trotskismo”.

—Por supuesto que también cabe una lectura trostskista: “Lenin fue el fundador de
la teoría de la revolución permanente”1; una lectura economicista: “El compañero Lenin
fue, como todo estudioso sabe, antes que nada, el autor del par de libros más
importantes de la historia del pensamiento económico moderno: El desarrollo del
capitalismo en Rusia y El imperialismo, fase superior del capitalismo”.

—Una lectura “espontaneísta”, “aventurerista de izquierda”, o “voluntarista”: “El


camarada Lenin fue quien ordenó a los destacamentos revolucionarisoa armarse ‘por
sí msmos y con lo que puedan (fusil, revólver, bombas, cuchillos, manoplas, garrotes,
trapos impregnados en kerosene para provocar incendios, cuerdas o escaleras de
sogas, palas para construir barricadas, minas de piroxilina, alambres de púas, clavos
contra la caballería, etcétera, etcétera)’. Y fue quien agregó: ‘En ningún caso se
deberá esperar la ayuda indirecta, de arriba, de afuera: todo deberá obtenerse por
medios propios’ (1905)”.

—Y, la última, pero no la menos importante, la lectura conservadora que se da en


las vanguardias tradicionales: “Lenin fue simplemente un hombre serio y disciplinado.
Un hombre de sentido común. Es decir: todo lo contrario de un aventurero. Lo que

1
Op. cit., p. 388.
pasa es que esas virtudes, tan necesarias en un conductor, no se encuentran ya
juntas en estos tiempos.”

Dalton opone a estas lecturas esta reflexión:

¡Ay de los que creen que porque la verdad es concreta


ella es sólo como una piedra, como un bloque de hormigón
o un ladrillo!
Una bicicleta,
un jet,
una astronave,
son cosas concretas como la verdad.
Lo mismo que un rompecabezas.
Y un combate cuerpo a cuerpo.
Walter Benjamin cuenta que Brecht había pintado en un pilar de su estudio la
leyenda “La verdad es concreta” y que tenía un burrito de madera con un cartelito que
rezaba: “También yo debo entender”. La verdad es concreta, en oposición a la
supuesta verdad abstracta del idealismo filosófico. Pero esta verdad no es un sólido
bloque de hormigón, sino “un rompecabezas”, un burrito que reclama para sí la
necesidad de entender la realidad, un “combate cuerpo a cuerpo” dialéctico.

Žižek define el leninismo en oposición al conservadurismo estalinista en estos


términos:

“¿Y si la diferencia que separa la era de Lenin del estalinismo fuera,


además, la que hay entre la vida y la muerte? Hay un rasgo aparentemente
marginal que marca claramente este punto: la actitud básica de un
comunista estalinista es la de seguir la línea recta del partidista, en contra
de toda desviación ‘derechista’ o ‘izquierdista’, en resumen, conducir por el
seguro carril del medio. En contraste con este personaje, para el leninismo
auténtico hay una única desviación, la desviación centrista, la elección del
‘juego seguro’, de evitar con actitud oportunista el riesgo de ‘tomar partido’
clara y excesivamente.”

A manera de ejemplo de lo anterior, Žižek recuerda el viraje leninista del


“comunismo de guerra” a la “Nueva Política Económica” (NEP), “un desesperado
zigzag estratégico entre la línea izquierdista y la línea derechista; como lo dijo el
mismo Lenin en 1922, los bolcheviques cometieron ‘todos los errores posibles’. Me
parece que Dalton intenta presentar a un Lenin en ese zigzag vital. De ahí su repudio
al cadáver que se venera en el Mausoleo de Moscú junto al bien preservado muerto
que era Stalin. Žižek da una definición de lo que podríamos llamar “actitud leninista” y
con la cual, posiblemente, Dalton se hubiera encontrado como en casa:

“Este excesivo ‘tomar partido’ esta oscilación permanente de zigzag es


finalmente la vida (revolucionaria política) misma: para un leninista, el
nombre último de la derecha contrarrevolucionaria es el ‘centro’ mismo, el
temor a introducir un desequilibrio radical en el edificio social. Es una típica
paradoja nietzscheana que quien más pierda en esta aparente afirmación
de la Vida contra todas las Causas trascendentes sea la vida real misma.
Lo que hace que la vida ‘merezca ser vivida’ es justamente el exceso de la
vida: la conciencia de que hay algo por lo que uno está dispuesto a
arriesgar la propia vida (...). Sólo cuando estamos dispuestos a correr este
riesgo estamos realmente vivos.”
Esta concepción de leninismo tiene mucho que ver con Dalton. Primero, con su
talante vital. En otro lugar se ha explorado lo anticonvencional de su vida, su alegría
de vivir, su actitud cuestionadora a su formación católica y a las ideas recibidas en el
Partido Comunista.2 En el tema que ocupa este trabajo, sus concepciones estéticas,
vemos también expresada esa “actitud leninista”: el rechazo a tomar el “carril seguro”
del éxito poético —siguiendo, por ejemplo, la fórmula ya consagrada de Neruda, de
Geoffroy o de Escobar Velado— y el correr riesgos: el panfletarismo a la izquierda, el
esteticismo a la derecha. Aún más: desauratizar radicalmente la poesía, desde la
búsqueda de un proyecto “leninista” de revolución (política, económica, literaria,
cultural, religiosa, etc.), es una muestra más de esa actitud. Esta visión del leninismo
—que también es una visión transgresora: la lógica conservadora exige que el
leninismo sea sólo leninismo político-partidario, y en un sentido sumamente preciso y
limitado—.

2
El ciervo perseguido, Concultura, San Salvador, 2007.

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