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Si hay alguien en quien se concentren todos los dramas del tormentoso siglo XX, sin
duda esta persona es Edith Stein. Nacida en una familia judía de once hermanos en
1891, en la ciudad alemana de Breslau. Su madre, viuda cuando Edith tenía dos años,
era una mujer profundamente religiosa. Edith, sin embargo, era una niña independiente
y despierta.. A los 15 abandona la fe en la que había sido educada, porque no
conseguía creer en la existencia de Dios. Se siente atraída por la búsqueda de la verdad,
y por la defensa de la mujer. En 1910 se inscribe en la Facultad de Filosofía de Breslau,
la única mujer inscrita en ese centro. Se trasladó a Gotinga, auténtica “ciudad
universitaria”, donde se encontró con Edmund Husserl, el fundador de la
“fenomenología”, quien le impresionó por el rigor y la honradez de su pensamiento.
Edith se convirtió en su discípula preferida. Es la etapa atea de la vida de Edith. Más
tarde, refiriéndose a estos años, dirá: “Mi única oración era la sed de verdad”.
En el verano de 1922, en una casa de unos amigos, descubre la “Vida de Santa
Teresa de Avila, escrita por ella misma”. Le atrae tanto, que lo lee de un tirón toda la
noche. Cuando lo cerró, dijo: “Esta es la verdad”.A la mañana siguiente, compró un
catecismo y un misal, y asistió a la primera Misa de su vida. Se bautizó el 1 de enero
de 1923, y tomó el nombre de “Teresa”.
En 1934 entra en el convento carmelita de Colonia. Allí recibe el nombre de
“Sor Teresa Benedicta de la Cruz”. Son los años negros del nazismo. En 1938 sus
superiores deciden trasladarla al convento carmelita de Echt, en Holanda. Pero en
1939 estalla la Segunda Guerra Mundial, y los nazis invaden Holanda. Como represalia
a una pastoral de los obispos holandeses contra las deportaciones de judíos, los nazis,
deciden deportar a todos los católicos holandeses de procedencia judía. La GESTAPO
se presenta en el convento de Echt buscando a la “monja judía”. Edith es trasladada a
Auschwitz, ese “calvario del hombre contemporáneo”, como lo ha llamado Juan Pablo
II. Entre el 8 y el 11 de agosto de 1942, Edith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz, se
reunió con Jesucristo en el sacrifico de una cámara de gas.
En Gotinga, Edith había conocido a un joven profesor, Adolf Reinach, brazo derecho de
Husserl en sus relaciones con los estudiantes. Edith había quedado impresionada por su bondad,
su gentileza, su gusto artístico. Se convirtió en amiga de la famiia. Adolf murió en 1917
luchando en Flandes. La viuda del profesor recurrió a Edith para que le ayudara a clasificar los
papeles de su marido. Edith encontró a su amiga atravesada por el dolor, pero al mismo tiempo
con una gran paz. Ella y su marido se habían bautizado unos meses antes, y le contó a Edith el
proceso que les llevó a la fe, un impulso interior que les animó a buscar a Cristo: “¡No importa,
no pensemos en el futuro, una vez que entremos en comunión con Cristo, Él nos guiará hasta
donde quiera! ¡Entremos en la Iglesia, no puedo esperar más! Edith relata la impresión que le
dejó el relato del bautismo de aquel matrimonio:
“Aquél fue mi primer encuentro con la Cruz, con esa fuerza divina que la Cruz da a los
que la llevan. Por vez primera se me apareció de forma visible la Iglesia, nacida de la
pasión de Cristo y victoriosa sobre la muerte. En ese mismo momento mi incredulidad
claudicó, el judaísmo palideció a mis ojos, mientras que la luz de Cristo se alzaba en
mi corazón. Por esta razón, al tomar los hábitos de carmelita, he querido unir mi
nombre al de la Cruz”.
1933 es el año de la subida de Hitler al poder. Aquel año fue también Año Santo de la
Redención, conmemorando los 1.900 años de la muerte de Cristo. Igualmente, se trataba del año
en el que Edith tomó la decisión de entrar en un monasterio carmelita, el 14 de octubre. Decide
hacerse carmelita siguiendo las huellas de Santa Teresa de Jesús, cuyo libro sobre su vida le
abrió las puertas de la verdad y de la fe. La contemplación de la Cruz San Juan de la Cruz, el
reformador del Carmelo, dejó también huella en ella. Edith había nacido en 1891, tercer
centenario de la muerte de san Juan de la Cruz en Úbeda (1591), y murió en 1942, cuarto
centenario de su nacimiento (1542). Edith conserva este recuerdo del día de su entrada en el
Carmelo:
“Era la vigilia del primer viernes de abril y en ese año santo la pasión de
Nuestro Señor Jesucristo se conmemoraba con la mayor solemnidad. A las ocho de la
tarde nos reunimos para la Hora Santa en la capilla del Carmelo...
El predicador hablaba muy bien... pero mi espíritu estaba ocupado en algo más
íntimo que sus palabras. Me dirigí al Redentor para decirle que yo bien sabía que en
esos momentos su Cruz estaba siendo puesta sobre las espaldas del pueblo hebreo. La
mayor parte del mismo no lo entendía, pero los que tenían la gracia para poder hacerlo
tendrían que aceptarlo con toda su voluntad en nombre de todos los demás. Me sentía
dispuesta y tan sólo le pedí al Señor que me hiciese ver cómo tendría que hacerlo.
Cuando finalizó la Hora Santa, tuve la íntima convicción de que mi petición había sido
atendida, aunque todavía no supiera en qué iba a consistir esa cruz que se cargaba
sobre mí”.
La “Scientia Crucis”
Al arreciar la persecución nazi, se traslada al convento de Echt, en Holanda. En
1939 sus superiores le piden que escriba un comentario a la obra de san Juan de la Cruz,
preparando el centenario de su nacimiento. Era precisamente la cruz la experiencia que
estaba viviendo bajo la amenaza nazi. Por ello escribió su última obra deprisa,
presagiando ya su fin. Y no pudo llegar al final del volumen, porque las SS se la
llevaron del Carmelo antes de terminarlo. Pero lo que importa es que Edith siguió su
camino hacia Dios.El comentario a la doctrina de San Juan de la Cruz, trazado en
Scientia Crucis, deja entrever que Edith vivió en su propia carne lo que estaba
escribiendo.
"En las angustias mortales de la noche del espíritu, las imperfecciones del alma han
pasado a la prueba del fuego, como la leña que pierde los últimos restos de humedad
ante la llama, para después encenderse con el esplendor del fuego. La llama que ha
envuelto primero el alma, y que después la ha incendiado, es el amor."
"Cuanto más perfecta sea dicha crucifixión, activa o pasiva, más intensa resultará la
participación en la vida divina."
"Cuando pude volver a estar solo con ella afirmó que se sentía a gusto en el
corazón y en el espíritu, como en su casa. Me dio esta respuesta con todo el ímpetu de
su naturaleza fogosa. Tengo que decir que ante ella no tuve ninguna tentación de
invocar un prodigio de la gracia. No, todo parecía perfectamente simple y natural,
como el florecimiento visible de su madurez espiritual. Por eso pienso también en su
amor por la Cruz y en su deseo de martirio: no como una actitud consciente de su
espíritu, concretada en ciertas oraciones o en aspiraciones bien definidas, sino más
bien como una disposición profundamente arraigada en su corazón de seguir al Señor
donde quiera que fuese. [...] Su testimonio dispensa fuerza y luz."
La cruz de Auschwitz
El 2 de agosto de 1942 la Gestapo entra en el convento para llevarse a la “monja judía”.
Las últimas palabras de Edith que oyeron sus compañeras fueron para su hermana Rosa:
“¡Ven, marchemos por nuestro pueblo!”.
Le llegaron noticias de que la priora estaba haciendo gestiones para lograr su
liberación, pero ella le mandó un mensaje diciendo:
“Yo no haría nada más sobre este asunto. Estoy contenta con todo. Sólo se puede
adquirir una Scientia Crucis si se siente el peso de la cruz con toda su fuerza. Desde el
primer momento estuve convencida de esto, y dije en mi corazón: ‘Ave, crux, spes
unica’ (Salve, Cruz, única esperanza)”
Entre el 8 y el 11 de agosto de 1942, Edith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz, se unión
con Jesucristo en el sacrificio de una cámara de gas en Auschwitz.
Canonización
El Santo Padre tuvo expresiones de elogio y admiración en la ceremonia de
canonización de Edith Stein, que tuvo lugar en la plaza san Pedro el domingo 11 de
octubre de 1998, al hablar de esta joven mujer en busca de la verdad”, “hija eminente de
Israel y fiel hija de la Iglesia”:
“Junto a Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux, esta otra Teresa va a ubicarse en
el grupo de santos y santas que honran la orden carmelita. (...) El misterio de la Cruz
gradualmente llegó a impregnar toda su vida, hasta impulsarla hacia el ofrecimiento
supremo. Como esposa de la Cruz, sor Teresa Benedicta no sólo escribió páginas
profundas sobre la “ciencia de la Cruz”, sino también recorrió hasta el fondo el
camino hacia la escuela de la Cruz. Muchos contemporáneos nuestros quisiera hacer
callar a la Cruz. ¡Pero nada es más elocuente que la Cruz que se hace callar! El
verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace ser fecundo el dolor
y el dolor da profundidad al amor. Mediante la experiencia de la Cruz, Edith Stein pudo
abrirse paso hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Padre
de nuestro Señor Jesucristo. La fe y la cruz le revelaron su carácter inseparable”.