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No hacer nada abriría las puertas a políticas autoritarias para mitigar las penurias y las
consecuencias de las migraciones de origen climático. Hacer algo significa evitar la
barbarie y elegir la civilización.
No tenemos tiempo. Todos los indicadores están en rojo. Nuestro modelo de desarrollo
ha sido pulverizado por la realidad. Cegados por la ideología de un crecimiento sin
límites, drogados por el “deja hacer” del liberalismo, el sistema productivista va directo
a la catástrofe, como un barco borracho. En todos lados, la inseguridad social se
agranda. El progreso pierde sentido en beneficio del crecimiento de la insignificancia y
la destrucción de todo lo vivo. La humanidad avanza hacia un desierto.
¿Cómo construir una alternativa al desencanto del mundo? ¿Cómo hacer posible un
cambio basado en el crecimiento personal y el bienestar colectivo? Proponemos una
alternativa: la de la regulación de las actividades dirigida esta vez hacia lo humano y la
reconciliación con la naturaleza.
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Lo primero que hay que hacer es romper con esta lógica auto-destructiva. Romper con
las imposturas sociales y ecológicas de un sistema condenado; romper con los ilusos que
intentan corregir solo lo más urgente y que se aprestan a regular lo irreversible; romper
con el fatalismo que lleva a acomodarse frente a una situación dolorosa para la mayoría
de hombres y mujeres del planeta y para el futuro de nuestros hijos. No saldremos de
este atolladero haciendo gestos de cara a la galería, adaptándonos a la lógica dominante
o a base de tímidos ajustes sectoriales. Romper, significa ir a la raíz del problema, tanto
en el seno de nuestro sistema económico y social como en nuestras practicas
individuales. Debemos de modificar la arquitectura de la generalización tanto como el
imaginario de cada individuo. Debemos de actuar sobre la estructura de nuestras
sociedades y trabajar al mismo tiempo por una insurrección de las conciencias, he ahí
los dos desafíos a los que nos enfrentamos para evitar la derrota de la humanidad.
Urge pues reunir las voluntades colectivas para que la humanidad se embarque en otra
vía. Otro proyecto de sociedad, otro modelo de civilización… El camino pasa por la
refundación progresiva y pacifica de nuestra manera de ser y de vivir, juntos e
individualmente. Ni sueño utópico, ni borrachera revolucionaria, el objetivo que
debemos de perseguir consiste en abrir el camino a un horizonte emancipador, dando
sentido al progreso y consistencia a la esperanza. No defendemos ni mañanas que nunca
han de llegar ni programas milagro. Solo buscamos una cosa: unas nuevas reglas,
fundadas sobre el imperativo ecológico y social, que cada comunidad humana deberá de
establecer por si misma democráticamente. Nuestra propuesta consiste en oponerse
paso a paso a las lógicas destructivas y especulativas, a distinguir entre lo que es posible
y lo que no lo es, para aglutinar las energías para que la sociedad se embarque en una
transición hacia un mundo que, aunque no perfecto, seguirá siendo viable para todos y
será más justo para el mayor número de personas posible.
***
Lo que está en juego es tan importante y su urgencia tan acuciante que no podemos
seguir consintiendo la tradición de juegos de rol con que la representación política se
complace, con sus mangoneos tradicionales que petrifican el futuro y sus crispaciones
clánicas que devalúan las conciencias. Sin importar cuales son sus referencias
ideológicas, los partidos políticos dominantes se tambalean ante los desafíos del nuevo
siglo, y se niegan a saltar el obstáculo del gran cambio que se necesita. Siguen ligados a
un tipo de desarrollo insostenible, fundado sobre el mito de un crecimiento exponencial
de la riqueza, y al final confiándose al credo absurdo del crecimiento por el crecimiento.
Cada uno a su manera, perseveran en la reproducción de mecanismos cada vez más
alienantes.
Por lo tanto, el atasco que las fuerzas políticas dominantes imponen a la sociedad debe
de ser desatascado. La mayor parte de políticos no están en sintonía con los tiempos de
escasez que se avecinan. Son el producto de una época excepcional, la de la revolución
industrial y los años del desarrollismo, en que la creencia ciega en la abundancia infinita
se hizo con el imaginario colectivo. Esta época consagro el dominio del tener sobre el
ser y de lo económico sobre lo político. La matriz común de los partidos políticos,
forjada en torno al culto al crecimiento a cualquier precio, impregnado de devoción
hacia lo científico y de intolerancia tecnológica, les ha cegado a lo que está ocurriendo.
Es por esto que se han negado obstinadamente a escuchar las advertencias lanzadas
durante 30 años por el movimiento ecologista. Vivir en este siglo consiste en tomar
conciencia de que la era del despilfarro y de la inconsecuencia se ha acabado, que la
autorregulación del mercado es un espejismo, que la realidad está determinada por la
crisis ecológica y la profundización de las desigualdades sociales. Estos políticos
pretenden conducirnos al futuro con sus promesas obsoletas y sus reflejos esclerotizado.
A estos partidos rancios debemos de enfrentarnos, electoralmente y democráticamente.
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Por todo esto hay que desarrollar un nuevo espacio político en el seno del que se puedan
encontrar con toda su diversidad los que estén interesados en la perspectiva de crear un
nuevo proyecto de sociedad. Esto no es imposible. Se basa en la aspiración de cada vez
más gente de vivir de una manera distinta que no repose tan solo sobre la acumulación,
lo ficticio, las deudas y sobre el clamor ciudadano por un reparto más equitativo de la
riqueza y un justo intercambio entre los pueblos.
Este modelo alternativo no estará inscrito en ningún dogma ni breviario, aunque este
ligado a las más nobles tradiciones humanistas, en particular a la oposición radical al
racismo, al antisemitismo, al sexismo y a toda forma de ostracismo y dominación. Este
proyecto se construirá paso a paso, a partir de los deseos y necesidades de siete billones
de individuos, del interés colectivo de los pueblos de la tierra, de la protección de los
bienes comunes, de la expansión de los servicios públicos, del reparto de los recursos y
del respeto a los equilibrios existentes entre todos los seres vivos. Estará fundado sobre
los valores de la justicia social y la solidaridad global, en la austeridad y la consciencia
de los limites, en los derechos humanos y el dialogo democrático. Orientara toda
actividad humana hacia la reducción paulatina de la huella ecológica, buscando nuevas
formas de consumo, producción, transporte, trabajo, intercambio, innovación y una
nueva manera de habitar las ciudades y los territorios en la construcción de una nueva
sociedad. Encuadrara rigurosamente los mecanismos de mercado y su prolongación
financiera. Estimulara la investigación científica y la creatividad industrial de acuerdo a
una perspectiva compatible con las necesidades reales y los límites de la biosfera.
Este nuevo proyecto de sociedad requerirá una nueva regulación económica y social. Se
trata de repensar la organización social según el principio de durabilidad, integrando a
la vez el imperativo ecológico y la justicia social: durabilidad de los recursos naturales,
durabilidad de la diversidad cultural, de los sistemas económicos del mañana, de los
contratos sociales y de los modos de vida. Dicho de otra manera, se trata de realizar
reformas incompatibles con la hegemonía productivista y consumista que precipita el
desgaste ecologico y social a golpe de desregulación, crecimiento del poder financiero,
la comercialización y la uniformización.
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Este nuevo espacio político portador de una nueva política de regulación solo se puede
concebir a nivel Europeo, puesto que Europa es nuestra familia, y sin fronteras puesto
que el mundo es nuestro pueblo.
Europa es la primera que debe de adoptar medidas puesto que ha explotado más que
ninguna otra región sus recursos naturales y los de sus antiguas colonias para construir su
pujanza. Incluso hoy, todavía consume más recursos de los que dispone. Su huella
ecológica, como la del conjunto de los países industrializados, excede la capacidad
biológica del planeta. De media, cada habitante de la Unión Europea utiliza al menos
dos veces más de superficie productiva que la biocapacidad disponible. La reducción de
este impacto destructivo constituye una prioridad insoslayable. De la misma manera,
Europa debe de pagar su deuda. Su desarrollo económico, como el de todos los países
industrializados, se efectúa a costa de una extracción masiva de recursos naturales a
nivel global. De esta manera Europa se ha convertido en un deudor ecológico masivo a
nivel global. Esta deuda marca la relación de la Unión Europea con los países del sur. Los
países del sur deben de contar con Europa. A pesar de sus defectos de nacimiento y sus
prácticas a menudo tecnócratas la Unión Europea ha construido un espacio de paz y
cooperación entre los veintisiete estados y 80 pueblos que la componen. La UE se ha
sabido interponer como una fuerza conciliatoria en los conflictos. Este es un logro
formidable teniendo en cuenta su pasado violento. Sus distintas culturas han demostrado
que pueden vivir en paz y enriquecerse mutuamente en un mundo caracterizado por la
violencia multipolar y los rebrotes nacionalistas.
También es gracias a Europa que ciertas cuestiones vitales han podido escapar a los
egoísmos nacionales y se han encaminado hacia una resolución a nivel del interés
general. Europa, por ejemplo, ha sabido ponerse al frente de la lucha contra el cambio
climático, ha fomentado la conservación de los espacios naturales y ha sabido imponer
restricciones a la industria química…
Más que nunca necesitamos a Europa: porque es en Europa donde tienen lugar la mayor
parte de las decisiones políticas que tocan más íntimamente la vida de los ciudadanos,
porque ésta constituye nuestra mejor plataforma para abordar los problemas
transnacionales, porque Europa podría ser la mejor defensora de los derechos sociales y
el medioambiente y construir un modelo alternativo al de la globalización, porque
estamos convencidos de que los Estados-Nación solo ofrecen una respuesta parcial e
inadaptada a los riesgos globales a los que nos enfrentamos.
Pero la UE no parece una entidad capaz de regular los equilibrios globales según criterios
de justicia social y del medioambiente. Sus derivas liberales tienden a confundir lo
epifenomenal de una globalización caótica, y se convierte en un acelerador de este
procesos. De esta manera los pueblos rechazan Europa porque no se reconocen en sus
instituciones. Esto no es sorprendente ya que a los ciudadanos solo se les habla de
competitividad y competencia, como si el mercado fuese el único objetivo. Europa está
más presente en sus vidas cotidianas que en sus horizontes. Ha llegado el momento de
que los Europeos se identifiquen con la perspectiva política de una Europa solidaria y
duradera. Poniéndose como meta el ecologismo y lo social, Europa podría convertirse en
el motor de una nueva civilización.
Traducido del francés para EcoPolítica por Francisco Seijo, miembro del comité de
Ecopolítica.
Publicado por Francisco Folguera. Verdes de Mérida en 11:14 No hay comentarios:
miércoles, 24 de junio de 2009
Florent Marcellesi*
Mientras la ecología política se asienta con cada vez más contundencia en el panorama
europeo como espacio político propio, el Estado español sigue siendo un caso aparte
donde prevalece la debilidad del movimiento verde. Es indudable que la llegada tardía
de la democracia, la predominancia de los partidos comunistas y de las cuestiones
nacionales en los movimientos postfranquistas, el desarrollo de una fuerte escuela de
pensamiento ecosocialista, y la fuerte división interna intrínseca al movimiento verde no
ha permitido que aparezca una sólida y perenne correa de transmisión política del
movimiento social ecologista. Sin embargo, cabe interrogarse si, 26 años después, sigue
válida la pretensión del Manifiesto de Tenerife de tener “una formación política
comprometida con nuestra concepción global de la vida y de las relaciones del hombre
con su entorno”. De hecho, a la vez que la europeización del espacio ideológico y
político se hace más intensa, debemos reflexionar sobre la existencia de un modelo
autónomo de ecología política: tenemos que plantear, por un lado, la capacidad de la
ecología política de representar una ideología global y, por otro lado, la de trasladar
esta visión en la práctica como espacio político propio.
Sin embargo, afirmar esto no significa que se pueda asimilar la ecología política
automáticamente a la teoría marxista, incluso si ambas pueden converger de forma
puntual. Al considerar que lo esencial, la infraestructura, descansa en la economía y en
el llamado «trabajo productivo», las raíces del socialismo conllevan una cierta
incapacidad de pensar lo ecológico. Es más, Alain Lipietz (2000) —quien teoriza la
evolución de lo rojo a lo verde— afirma que el marxismo está agotado como sistema de
pensamiento práctico y como guía para la acción transformadora de la sociedad.
Considera que la ecología política se opone al marxismo en el punto capital del
«progreso de las fuerzas productivas» ya que el paradigma verde, no determinista, no
concibe la Historia como la historia de un progreso. Sobre todo, la reducción de la
historia natural del género humano a la actividad de transformación y artificialización de
la naturaleza por los productores consisten en la mayor contradicción respecto a la
ecología política. Ante las propuestas de ecomejoras del núcleo duro del marxismo,
Lipietz propone por tanto una «sustitución radical de paradigma: reconstruir el
materialismo en torno a otro tronco común [la ecología política], con elementos
reciclados cogidos de las ruinas del antiguo paradigma marxista» (ibídem: 188).
Por estas razones, la ecología política se puede entender como un sistema de pens-
miento político global y autónomo que responde a unas necesidades históricas concretas
y que puede convertirse en un nuevo referente de los movimientos transformadores
adaptado a los retos ecológicos y sociales del siglo XXI.
Sin duda, las experiencias del gobierno rojiverde alemán, de los verdes franceses en la
gauche plurielle y de los verdes españoles en diferentes CCAA con Izquierda Unida y/o el
PSOE, o el dominio ideológico y político en el conjunto ecologista español del
ecosocialismo sugieren un modelo de «izquierda verde» (Valencia, 2006). Sin embargo, si
pensamos la ecología política como ideología global y autónoma y tras presenciar la
construcción de un espacio verde a nivel europeo, dinámico y bien diferenciado, se nos
incita a replantear la cuestión de un espacio verde propio en el Estado español. Además
debemos tener en cuenta el amplio debate ideológico que agita el movimiento verde
europeo acerca del margen de actuación dentro del sistema capitalista y de sus posibles
alianzas políticasi, mientras que el movimiento verde español sigue convulsionado por
sus relaciones caóticas con las corrientes marxistas (y nacionalistas) y por su voluntad de
despegar de una vez de la marginalidad política.
Además, puesto que es una crítica principalmente no marxista del sistema productivista,
la ecología política no es reductible o asimilable al ecosocialismo. Sin embargo, tampoco
se trata de negar que ecología política y ecosocialismo compartan puntos de encuentro
en torno a la crisis ecológica. Al contrario: considero que el ecosocialismo comparte
suficientes fundamentos antiproductivistas con la ecología política para que se aleje
paulatinamente de su matriz socialista y se produzca un acercamiento cada vez mayor a
la matriz ecologista. De hecho, desde una perspectiva europea, el ecosocialismo tiende,
en general, a transformarse en una corriente interna del movimiento verde, donde
representa una interpretación marxista, hoy en día minoritaria en Europa, de la ecología
política. Aunque seguramente dará lugar a alguna que otra polémica, constatamos en
términos prácticos que en el seno del Partido Verde europeo la corriente ecosocialista
convive de facto con las demás corrientes de la ecología política y todas parecen tener
futuro común bajo el paraguas del ecologismo político europeo. No hay razones para que
esta dinámica europea no se traslade y concrete también en España, eso sí, recorriendo
su propio camino y teniendo en cuenta la historia y el contexto local.
Aunque la izquierda verde haya sido el modelo más desarrollado en España, al entender
y definir la ecología política como una ideología global es necesario profundizar la
reflexión sobre un modelo de ecología política autónomo, que al mismo tiempo sea
incluyente, aglutinador y en constante interacción con la actual recomposición de los
movimientos transformadores y alternativos. Ante una creciente europeización de lo
verde, cuya influencia es cada vez mayor en nuestro propio tejido sociopolítico, este
nuevo paradigma ecologista queda todavía en gran parte por escribir.
En este libro abierto donde se reformulan las posibles coaliciones sociales para combatir
el (des)orden actual y donde sólo podemos constatar el fracaso de las estructuras
políticas verdes realmente existentes, ¿por qué no plantear un (nuevo) proceso de
acumulación de fuerzas ecologistas? Este proceso constituyente se podría articular bajo
la forma de una Asamblea Permanente de la Ecología Política con comités
descentralizados, encuentros estatales periódicos y abierta a ecologistas de todos los
horizontes (político, asociativo, sindical, etc.) y de todas las corrientes (ecopacifistas,
ecofeministas, ecosocialistas, medioambientalistas, etc.). Con un calendario de trabajo
a uno o dos años vista, sería la ocasión de repensar, refundar y renovar el espacio verde
tanto ideológicamente (en plena crisis mundial social y ecológica del liberal-
productivismo, ¿qué líneas programáticas para los 5-10 próximos años?) como en su
concreción práctica (¿qué estrategia y estructura(s) para desarrollar este ideario?). Sin
duda, un desafío estimulante para construir la esperanza del siglo XXI.
Notas:
1. Este artículo se basa en el estudio del mismo autor (2008): Ecología política: génesis,
teoría y praxis de la ideología verde, Cuadernos Bakeaz, nº 85, disponible en
http://www.bakeaz.org/es/publicaciones/mostrar/102-ecologia-politic
2. Véase la evolución del ecologismo político en los países del Este, las coaliciones de
centro-derecha a escala nacional en Irlanda, Finlandia o la República Checa o la
dinámica de unión de los ecologistas para las elecciones europeas en Francia en torno al
eje Bové-Cohn-Bendit-Hulot.
Referencias:
Dobson, Andrew (1997): Pensamiento político verde, una nueva ideología para el
siglo xxi, Barcelona, Paidós Ibérica.
Lipietz, Alain (2000): «Political Ecology and the Future of Marxism», Capitalism
Nature Socialism, 39.
Valencia, Ángel (ed.) (2006): La izquierda verde, Barcelona, Icaria.
La Geografía y el Ecosociodesarrollo
Julián Gutiérrez
Fuente: Rebelión
Aunque esta crisis resalta por su magnitud y duración probable (no será breve
precisamente), ya que los efectos han sido esparcidos y magnificados como un virus
mundial por la tan promovida globalización (por cierto nadie señala al culpable mayor,
que ahora pretende imponer la solución), mecanismo ya conocido con otro nombre
(colonización) en otras épocas y diferentes medios, como lo fue la expansión marítima
de los imperios español, inglés, portugués, y demás ejes de poder europeos de la época.
Como en la escena de un crimen, quién quiera saber quienes son los causantes de la
actual situación, se deben plantear la siguiente cuestión: A quién beneficia tal acción?,
(países, individuos, entidades, grupos), no debemos pensar solamente en términos de
beneficios económicos, ya que la creación de desestabilización y crisis puede crear, y
efectivamente crea, condiciones para alcanzar otros objetivos de una agenda oculta
(expansión de la OTAN, gobierno mundial), aunque en este escrito no es nuestro objetivo
desarrollar tal ejercicio, pero es claro que la respuesta es obvia.
Algo que también debe estar claro es que el capitalismo no es sustentable ni ecológica,
ni social, ni cultural, ni económicamente. No lo es porque está basado en la obtención,
en todas las instancias (individual, de grupo, de empresas, de países), de máximas
ganancias en el menor tiempo posible, basado en la producción de bienes, servicios y su
comercialización. Producción que depende de una base de recursos naturales finita, y de
la explotación despiadada de mano de obra barata, en algunos casos casi esclava. No es
sustentable ecológicamente, porque como se dice anteriormente, la base de recursos
naturales que lo sostiene posee límites, conocidos como el del petróleo (no renovable),
además de los efectos de su utilización en forma de energía (efecto invernadero), y en
el caso de los renovables, no se respetan sus ciclos de reposición, como la deforestación
de la selva amazónica. No es sustentable socialmente, porque con el objeto de
maximizar ganancias, lo hace a través de disminuir costos pagando salarios de miseria,
con distribución desigual de la riqueza y creando pobreza en la mayoría de las
poblaciones, generando amplias brechas entre las diferentes clases sociales, y por lo
tanto potenciales revueltas y levantamientos populares, con la ya planificada represión.
Según Aristóteles: el objetivo de los seres humanos es determinar qué es una “Buena
vida”, para después dedicarnos a vivirla. La función de los gobiernos es ayudar a los
ciudadanos a conseguir ese objetivo, el Estado de bienestar de la ciudadanía. Entonces
los conceptos claves son: Bienestar y Calidad de vida. La forma como elegimos
desarrollarnos, o desenvolvernos en el territorio que ocupamos tendrá consecuencias
económicas, sociales y ambientales, consecuencias que se manifiestan y tiene su
expresión más fiel en el paisaje o espacio geográfico.
Es importante dejar claro que “calidad de vida” y “nivel de desarrollo” son conceptos
relativos y subjetivos. Cada población, sociedad o grupo debe definir lo que considera
calidad de vida, por supuesto, teniendo en cuenta que su “bienestar”, no puede estar
basado en la degradación de la calidad de vida de otros grupos, sociedades o
poblaciones, ya que lo haría tremendamente injusto, por lo tanto insustentable.
Veamos ahora el siguiente enfoque, nada innovador (Ya Yves Lacoste lo planteó en su
libro “Geografía del subdesarrollo”, 1973, 1982), aunque poco aprovechado para
resolver nuestros problemas, como países e individuos sometidos y explotados, y el
problema ambiental al cual nos enfrentamos como humanidad, ya que persiste tal
situación.
Los hechos y fenómenos geográficos de cualquier categoría deben ser estudiados desde
tres ángulos fundamentales. En el primero debe estudiarse cómo están repartidos los
diversos grupos de hechos y fenómenos geográficos sobre la faz de la Tierra? (problemas
de distribución); en el segundo las causas que motivan estos hechos? (problemas de
causalidad); y en el tercero, las relaciones existentes entre unos y otras? (problemas de
conectividad).
Los Geógrafos abordan el estudio general del medio y las sociedades que lo habitan
desde diversas tradiciones, en algunos puntos complementarias y en otros
contradictorias. Éstas son:
Los geógrafos próximos a la tradición física estudian varios aspectos del medio físico
(relieve, clima, vegetación, etc.).
Los próximos a la tradición ecológica estudian las interacciones entre los grupos
humanos y el medio físico (y también el medio humanizado).
Los geógrafos más cercanos a la tradición social estudian a las sociedades y a los
medios que éstas habitan.
La aplicación de los principios geográficos (1) como la 1.- localización, 2.- la distribución
o extensión, 3.- la generalización o comparación, 4.- la causalidad, 5.- la conexión o
relación, y 6.- la actividad o evolución, son de indudable interés para afrontar la
reflexión sobre los Sistemas Ambientales y Territoriales, junto a su introducción en las
fases de inventario y análisis de las diferentes modalidades de evaluaciones ambientales.
1. La localización nos servirá no sólo para conocer el lugar ocupado por un elemento en
el sistema, sino que nos dice la posición que ocupa en el mismo en relación a los
otros elementos y al entorno del sistema.
4. La causalidad permite conocer los factores que actúan sobre todas y cada una de las
partes del sistema, con sus correspondientes consecuencias.
- Un breve ejercicio
A través del tiempo algunos grupos humanos han logrado un mayor desarrollo que otros,
se ha documentado que los que evolucionaron primero del nomadismo al sedentarismo y
desarrollaron primero la agricultura, tuvieron ventajas comparativas para la generación
de conocimientos y tecnologías, y a la vez formaron y alimentaron ejércitos que les
permitieron conquistar otros grupos y pueblos, la mayoría de las veces con el fin de
conquistar territorios que les garantizaba recursos, ampliando así sus dominios, y
posteriormente sus “Imperios”. Imperios que se han desarrollado y fenecido a lo largo de
los siglos, los más recientes el Inglés y el Español, y el más reciente y activo el imperio
americano, que destronó a ambos. El inglés tuvo sus colonias, las cuales, sin grandes
variaciones, son actualmente países subdesarrollados, el español, igualmente “generó”
una lista de países incluidos en los del tercer mundo.
Nos preguntamos, cómo es posible que un puñado de países (G-7, G-20) puedan imponer
sus reglas a la mayoría de las demás naciones?, está demás decir que aplican el principio
de divide y vencerás (casos antigua URSS, Kosovo, Bolivia), utilizan la corrupción
mediante sus trasnacionales, invaden militarmente alegando causas inventadas como la
guerra contra el terror (Irak), y si no pueden aplican el veto en las Naciones Unidas! Y
hablan de democracia y libertad. Es por lo tanto perentorio desenmascarar las
estructuras de poder, instituciones y métodos (principio de conectividad) que han
utilizado para generar la riqueza de pocos y la pobreza en la mayoría. Sería interesante
analizar el funcionamiento de los organismos multilaterales (BM, BID, FMI, OMC), su
influencia en los países en los que han impuestos sus recetas económicas y sus
resultados, por ejemplo, en la Argentina, de un gran e industrializado país en los 50s,
granero del mundo, pasó a no ser dueño ni de su servicio de correos y la distribución del
agua! (ver en http://www.vnavarro.org/“El G-20 y el Fondo Monetario Internacional”).
Hay un dicho que dice “pobre México, tan cerca de los EUA y tan lejos de dios” (ver:
www.kaosenlared.net/noticia/mexico-1848-gran-despojo-sangriento-4 y anteriores),
aunque si dios permite que lo represente la jerarquía de la iglesia católica, es mejor que
también esté lejos de dios (casos Inquisición, guerra civil española: la alianza Franco-
Iglesia en el genocidio del pueblo español). Recordad el dicho “las religiones son el opio
de los pueblos”, actualmente para las élites mundiales, además de las religiones, el opio
de los pueblos son la cocaína (¿porqué el tráfico ha aumentado en Colombia y Afganistán
desde la ocupación de ambos países por parte de USAmérica??), el fútbol, el béisbol, las
discotecas, los centros comerciales, y cuando eso no contenga a las poblaciones con
hambre, a propósito de la actual crisis mundial, pues tienen a los medios de represión y
legislaciones más restrictivas y de control (“Patriot act”), ya listos para actuar, hasta
con sus propios ciudadanos.
Es un hecho que la crisis energética que se aproxima será crucial para la sobrevivencia
de la humanidad, bajo un modelo de gestión capitalista es imposible hacer los cambios
necesarios, por los costos que implica, de reducción del uso del petróleo, por su seguro
agotamiento, mientras se cambia a energías alternativas al mismo. Los países más ricos
tienen una deuda económica y moral con el resto de los países, ya que su desarrollo ha
puesto en riesgo la sobrevivencia de la Humanidad. Los cambios globales ambientales
que se avecinan, por el cambio climático, nos afectarán a todos, pero, saben ustedes
quienes podrán enfrentarlos con mayor éxito?, los más ricos por supuesto.
(2) - http://www.monografias.com/trabajos11/cartuno/cartuno.shtml
(3) - http://www.ingeba.euskalnet.net/lurralde/lurranet/lur21/tapia21/tapia21.htm