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Walter Astié-Burgos Encuentros y desencuentros entte Mexico y Estados Unidos en el siglo xx Del porfiriato a la posguerra tria BiSliotera Dantel Coste Villega BL COLEGIO DE MEXICO, A.C.” lang, Porraa MEXICO - 2097 2 TROVE a Primera edicién, enero del afto 2007 © 2007 WALTER ASTIE-Buncos © 2007 or caracteristicas tipogrficas y de discito editorial Micuet ANGEL Ponrt, librero-editor Derechos reservados conforme a fa ley ISBN 970-701-874-7 Queda prohibida ts reproduccién parcial 0 total, directa o indi- teeta del contenido de ly presente abet sen conor econ con It autorizacién por eeerito de los editeres th términos de [a Ley Federal del Derecho de Autor yen su eas0, de los tratadar interaacionales aplicables. . IMPRESO EN MExico “i prnvTeD IN MEXICO Amargeta 4 San Angs, AvarosObregén, 01000 Mico, D-. EP 7 : Presentacién Las relaciones entre México y Estados Unidos han sido el producto de mtltiples factores, fuérzas, fendmenos y circunstancias histéricas. Entre todo ello, sin em- bargo, destacan por sit importancia tres grandes condicionantes: la propia diné- mica de la vida interna de cada una de las dos naciones; la interaccién que al paso del tiempo se ha dado entre ellas; y el impacto que sobre dicha interaccién ha te- nido la politica mundial. Si bien cl principal objetivo de la presente obra es analizar ja forma en que esas tres condicionantes determinaron el curso de los vinculos mexicario-cstadounidenses durante cl siglo xx, sc deseé poner cierto énfasis en el tercero, es decir; en la influencia que ejercicron sobre su desarrollo los trans- cendentales acontecimientos que ocurrieron en el mundo durante la centuria que acaba de terminar. Dichos acontecimientos, a los que podemos considerar como “el factor externo”, tanto transformaron radicalmente las relaciones internacio- nales y alteraron el equilibrio de poder a nivel global, como tuvicron un impacto decisivo sobre nuestras relaciones bilaterales. En efecto, como consecuencia de dicho factor; México tuvo que ir confrontando la realidad de que los crecientes nexos con su principal socio externo se fueron dando con un pais que, primero se convirtié en potencia mundial al iniciarse el siglo, luego en una superpotencia hacia la mitad del mismo, y finalmente en la Gnica superpotencia al concluir la centuria. De acuerdo con lo anterior, los capitulos que a continuacién se presentan fuc- ron divididos principalmente conforme’a las diferentes etapas en que puede clasi- ficarse la evolucién de Ja politica mundial en el atribulado siglo xx. Sin embargo, con Ia intencin de examinar adecuadamente el curso que siguicron las relaciones mexicano-estadounidenses, se estimé pertinente incluir como primer capitulo un somero recuento de los dramaticos acontecimientos internacionales de la centu- ria, puesto que, como resultado de las tres guerras mundiales (dos de tipo caliente y una frfa), Estados Unidos ascendié al rango de primera potencia mundial, es- tatus que, como se indic6, influyé decisivamente en el trato cotidiano con su ve- cino del sur. Como estimamos que seria igualmente dificil entender la forma en que los nexos bilatcrales evolucionaron sin hacer una referencia expresa a las enormes dificultades que los dos paises confrontaron en el siglo xix, decidimos presentar en el capitulo 2 una breve reseiia sobre el particular. De esta manera consideramos que el iniciar el libro con un anilisis sobre lo que fue el sigho xx y a forma cn que sc iniciaron los contactos oficiales en el XIX, nos proporcionarfa cl punto de partida adecuado para examinar y comprender cl desarrollo de dichos nexos a lo largo de la centuria que recién concluyé. Esto diltimo se realiza de los capitulos 3 al 12 que fueron dividides conforme a las principales etapas por las que atraves6 el acontecer mundial, a saber: 3, El inicio del siglo (el porfiriato); 4. La Primera Guerra Mundial; 5. La posguerra y la preguerra; 6. La Segunda Guerra Mundial; 7. El inicio de la Guerra Fria; 8, El climax de la Guerra Fria y el activis- mo internacional de México; 9, La detente y el renovado activismo de México; 10. El recrndecimiento final de la Guerra Fria; 11. EI TLC y el fin de la Guerra Fria; y 12, El fin del siglo. En cada uno de esos capitulos se describe la forma en que, de acuerdo con la problemética mundial del momento, se desarrollaron las rela- ciones bilaterales; sc hace una resefia de la situaci6n politica, econdmica y social que imperé en cada tno de Tos dos paises, y se examinan los principales temas abordados, las dificultades y problemas que se confrontaron, as{ como los avances gue se lograron. El tltimo capitulo, el 13, presenta las principales conclusiones que pucden extraerse de todo lo anteriormente analizado. Aunque no fue la intencién del autor escribir una obra sobre la politica mun- dial en el siglo xx, ni tampoco sobre la politica exterior de México durante ése, el andlisis sobre la forma en que transcurrié cl trato bilateral inevitablemente en mucho nos acercé a ello. Lo anterior se debié al hecho de que, para poder comprender cabalmente esto tiltimo, nos percatamos que era indispensable refe- rirnos a las principales caracterfsticas del entorno internacional quc prevalecié, ast como a las posiciones y politicas que, en su momento, adoptaron los gobicrnos mexicanos y estadounidenses. En especial y en atencién a que la politica exterior que siguié México, explicablemente se enfocd hacia su relacién externa prioritaria y determinante, cllo necesariamente definié el todo de nuestra actuacién externa durante 100 afios, Para realizar la investigacién correspondiente se utilizé una extensa biblio- grafia, tanto mexicana como cstadounidense, especialmente para la parte hist6rica que comprende desde el siglo xxx y el porfiriato, hasta las dos guerras mundiales y el inicio de la Guerra Fria, Respecto a los dltimos capitulos que cubren desde el periodo del recrudecimiento final de la Guerra Fria hasta la negociacién del TLC y el fin del siglo, ademas de las furentes bibliogréficas se recuttié a la experiencia profesional del autor como diplomético de carrera, asf como a las diversas entre- vistas realizadas a algunos de los principales actores del acontecer que tivo hagar en esos afi Uno de los principales objetivos que perseguimos con esta obra, es el de presentar al lector no especializado en la compleja temdtica de las relaciones mexi- cano-esrndounidenses, la visiGn de conjunto de un internacionalista que ha dedi- cado varios afios de su carrera diplomitica a las mismas, puesto que el tema es ya 6 * Walter Astie-Burgos de tanta importancia para México y su futuro, que consideramos indispensable que el piblico general cisponga de los elementos necesarios para comprender de manera objetiva nucstras rclaciones con la que hoy dia es la tinica superpotencia, asf como las razones por las cuales dichas relaciones son como son al iniciarse el siglo xx1, y no de otra manera. Capitulo 1 El mundo en el siglo xx Siglo de grandes transformaciones BI rasgo distintivo del siglo xx, especialmente en lo tocante a las relaciones inter nacionales, fue el de los trascendentales y radicales cambios que se produjeron durante el mismo, Esos, que ocurrieron a una velocidad sin precedentes en la historia, provocaron uma continua alteracién del orden internacional,’ modifica- ron el equilibrio del poder mundial, determinaron el acontecer politico, econd- mico, social, demografico, intelectual, tecnoldgico, cultural, etcétera, de la época, y trastornaron la vida de las generaciones que vivieron, o sucumbicron, durante la centuria. Para algunos autores cl xx fue, ante todo, un siglo “revolucionario”” que transformé al mundo para siempre. Fue un siglo de enormes contrastes; se transité de periodos de gran optimis- mo, confianza, progreso material y rclativa paz, a otros de desbordada violencia, destruccién y rina; de etapas de recuperacién y esperanza, a afios de pesimnismo e incertidurabre sobre el destino de la humanidad, Se inicié con grandes esperanzas y expectativas, y tras el largo y tragico paréntesis de guerra (tanto “caliente” como “fria”) que se abrié desde 1914 hasta 1989, vino a concluir con un renovado op- timismo antes las nuevas oportunidades que brindan cl fin de la Guerra Frfa y la emergencia del nuevo orden global del siglo Xx1. El sentimiento popular respecto aun siglo de atribulaciones y catistrofes sc reflej6 elocuentemente en el tango argentino “Cambalache”: Que el inuado fire y serd tuna porqueria, ya lo iEn el quinientos seis y en el dos mil también! Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valowes y dublés. Pero que el siglo 20 es un despliegue de maldad insolente ya no hay quién lo uiegue. Vivimes revolcaos en un merengue y et ust iniseno lado, todos manoseadbos... Siglo veinte, cambalache, problemdtico y febril 'Bn selacién con la evolucién del orden mundial, véase Walter Asti¢-Burgos, México en ef siglo xt; orden mundiol y politica exterior, México, Impresores Aldina, 2000, 367 pp. °Gabriel Tortella, La revoluciin del siglo XX; capitalism, cowunismo y democracia, Madrid, Grupo Santillana de Ediciones, 2000, Dei a. tee) eu manera fhe una centuria plagada de Pues al tempo que se ere6 mucho de lo mejor que la a propiciade rnizacié Biclado la modernizacién, Los extremos fueron ctrie de sus Ja demoeracia con la dictadura y ef do; los niveles y cali 5 Tos y calidad de vida més elevad i mayoria de la poblacién mundial, En vase sen registraron cafdas abismales, ~ Asi nos encontr: amo. Ate acon my tds =o habitants del mundo occidental al finale ialmente baldados, en lo gene ah side Ue oF 5 . o Bene i AE Bes infigimos durante ls dos ertiontas gitosiss de lee ner POE Bs bras Tentados & a apaticién de probl les para ‘ apa lemas globales par: is. do nuestos hibits segundo a lables Pata cya solic no nos han pecan Ol nuestras instituciones: internacionales. cidental”, é eal”, para René Dumont fuse “tn siglo de navn Golding “el siglo ms violento en Ja historia di numanidad™ y para Geo ge iglo més viok k historia de Ja hur Kennan? “un periodo tr: ico de la civilizacién europea (in uid: do tragico en Ia historia le la civilizacion enropea ( ine ‘inchida Ja transcurso “el pro, i g0 greso de la ciencia ha sid : sido algo verdgden. yeh Menuhin afisma que cen tumanidad jams haya concebido y destrays ‘George E. Kenn; i conden 1998, : a Al final de an siglo; reflexiones 1982-1995, México, Fondo de Cul ; s le Cultura *Tortella, op. cit, pp. 17-18, ‘Kennan, op. cit., p. 7, 10 * Walter AstiéBurgas i ‘ 4 : | i dad, tanto los juicios positivos como los negativos son vélidos, puesto que hubo lo uno y lo otro. Como lo destacan Eric Hobsbawm, fue un periodo de extremos: violencia descomunal y progreso asombroso, y Stefan Zweig “la humanidad, como conjunto, jams se habia mostrado mis infernal, pero al mismo tiempo, nunca habia logrado conquistas tan proximas a lo divino”.’ Quizés es todavia temprano para hacer un balance equilibrado sobre lo bueno y Jo malo del siglo, pero la magnitud de sus cambios lo convirtieron en una de las etapas mas decisi- vas de la historia, Lo ocurrido, simple y sencillamente, determin6 el curso de la historia y de la civilizaci6n. “...um creciente grupo de opinién, digno de confianza [escribié Alvin Toffler en 1970], afirma que el momento actual representa nada menos que el segundo hito crucial de la historia humana, s6lo comparable, en magnitud, a la primera gran interrupcién de Ja continuidad histérica: el paso de Ja barbarie a la civilizacién”.7 En la rafz de los profundos cambios que se registraron, se encontré el, im- presionante desarrollo cientifico y tecnolégico —“la sociedad cambiaba a medida que la economia se modificaba como consecuencia de las innovaciones”-* que no fue tinicamente empleado para el bienestar del género humano, sino también ~y quizis principalmente— como un nuevo y poderoso instrumento al servicio de las ambiciones hegeménicas de las grandes potencias. Si bien la nefasta pretensién de ejercer cl dominio universal no fue um fendmeno propio del siglo xx, la intensi- dad que adquirié durante el mismo no tuvo parangén con todo Io anteriormente intentado. Tan fue asf que, por primera vez én Ia historia, la civilizacién corié el tiesgo de extinguirse como consecuencia del perverso uso que el hombre hizo de sus propios adclantos. En pos de la hegemonia mundial Las catusas de las guerras mundiales del siglo, que sin Ingar a dudas fiseron las grandes promotoras del cambio, formaron parte de la hereneia recibida de las cen- turias precedentes. La tradicional ambici6n por ejercer la supremacfa mundial, las ancestrales rivalidades entre las potencias de la cristiandad occidental, su incesante y destructiva competencia, los agravios y los resentimientos acumutados, la sed de revancha, etcétera, tragicamente se vinicron a combinar con los progresos de la centuria, desatandose las dos més terribles guerras de la historia. Estas formaron parte del largo catélogo de paradojas del siglo; concluyeron, con resultados contra- producentes para quienes las desataron y, a pesar de la devastacién que propicia- “Tortella, op. cit, pp, 17-18. “Alvin Toffler, El shock del futuro, Barcelona, Plaza Janés Editores, 1999, p. 18, “Tortella, op. ct, p. 37. Ei mundo enel sigioxx ° 11 ron, no resolvieron los problernas que supuestamente pretendicron solucionar. El tiltimo de los grandes conflictos del siglo, la muy peculiar Guerra Fria, paradéjica- mente concluyé en fornia pacifica y también resolvié pacificamente el problema que anteriormente habia conducido a dos guerras mundiales: la cuesti6n alemana. Una de las grandes tragedias de la época moderna, y principalmente de la contem- pordnca, fue la de que a pesar de que tras multiples y sangrientos episodios se ha- bia comprobado la imposibilidad de que alguna de las grandes potencias pudiera llegar a ejercer fa hegemonfa, en forma recurrente y obscsiva aparecieron nuevos aspirantes. Espaiia, primera potencia mundial de la historia, lo intenté mediante €l proyecto de los Habsburgo ibéricos de establecer una monarquia universal, pero fracasé. A continuacién Jos Borbones de Francia pretendicron convertirse en Arbitros de la politica europea —y por ende de la mundial, y también fracasaron. En stu momento Napoleon Bonaparte condujo el esfuerzo mas aguerrido jamas intentado, pero tampoco tuvo éxito. Después del largo periodo de paz impuesto en el siglo xix por cl Congreso de Viena y la Santa Alianza, durante el cual la hege- monfa fue compartida por los vencedores de Napoleén, correspondié a Alemania intentar en dos ocasiones !a conquista mundial durante la primera parte del siglo xx. Esta nueva y mds absurda pretensién fue la que, en tiltima instancia, determi- né el curso de la centuria. La repetidamente frustrada aspiracién hegeménica de las potencias europeas vino a culminar cn otra gran paradoja: ninguna logré esc propésito, pero en cam= bio acabaron aniquilindose mutuamente y provocando que Europa perdiera la supremacia que habfa detentado por mas de cuatro siglos, Como resultado del tiltimo intento por parte de Alemania, el liderazgo de Occidente se desplazé del Vicjo al Nuevo Mundo, y en lo sucesivo Estados Unidos disputarfa a la otra su- perpotencia que emergié de la segunda devastacién europea, la Unidn Soviética, la supremacfa desde 1945 hasta 1989. Los hechos del siglo xx formaron parte de un complejo proceso evolutivo iniciado en Europa desde finales del siglo xv cuando el orden mundial comenzé a ser determinado por Occidente: la Primera Guerra Mundial fac un eslabén mis en la larga lucha por alcanzar la supremacta; la segunda fixe la consecuencia obligada de su predecesora, y la Guerra Fria el inevitable resultado de estas dos. Las tres grandes guerras del siglo; consecuen- temente, no fueron més que etapas consecutivas de un mismo fendémeno cuyas rafees, causas, origenes y explicaciones, se encuentran en la forma y manera que evolucion6 la civilizacién occidental en fa época moderna, y en las ramificaciones de Ia expansiéri de su poder sobre el resto del mundo. A partir del siglo xvmt el gran enemigo de Occidente no fue otro més que sus propias potencias, pttes como nos lo rectterda el historiador briténico Arnold ‘Toynbee, el failido segundo asalto de los otomanos contra Viena en 1683 consti- tuy6 la Gltima ofensiva contra la civilizacién occidental; a partir de ese momento 12 © Waller Astié Burgas 2 y hasta la Segunda Guerra Mundial ya no tuvo rival alguno que pudiera disputarle la primacta. ‘A lo largo de més de dos siglos y medio, las potencias occidentales virtualmente no tuvieron que reconocer a nadie firera de su propio cfrculo, y en lo material cl destino de toda la humanidad estuvo determinado por el curso de las relaciones que se mantuvieron con las potencias occidentales.”® No fue sino hasta la segunda confrontacién mundial cuando algunos paises no occidentales yolvicron a desempefiar un papel significativo en la politica del poder mundial (como Rusia y Japén), lo que sélo lograron en la medida en que se fueron oc- cidentalizando. En el siglo Xx, como se indicé, vino a concluir una importante etapa de la evolucién de 1a supremacta europea, pues durante el mismo Iegé a stt término fa.incesante lucha intra-curopea por el dominio global, que condujo al viejo continente a fa autodestrucci6n y le hizo perder la supremacfa. A partir de 1945 se abrié un nucvo y diferente capitulo de la historia en el que Europa ya ocups, frente a las dos nuevas superpotencias, un segundo plano, En atencién a lo anterior, podria decirse que el xx fue el “siglo de Europa”, pues durante ¢l mis- mo, tanto el acontecer mundial fue determinado por los tragicos acontecimientos acaccidos en su suelo, como alcanz6 el apogeo de sit poder, y también lo perdié. Dos grandes periodos De acuerdo con los acontecimientos més significativos del siglo xx, puede divi- dirsele en dos grandes periodos. El primero quedarfa comprendido entre su ini- cio cronolégico en 1901 y el afio de 1945 en el que concluyé la Segunda Guerra Mundial, aunque para algunos autores el siglo en realidad comenz6 en 1914 cuan- do’estall6 la Primera Guetra Mundial. Como quiera que sea, esa primera parte fixe un periodo de acentuado caracter bélico, pues como bien se ha dicho, 0 sélo hubo una gran guerra mundial dividida en dos etapas, o la segunda no fue més que la continuacién de la primera. El segurido periodo se inicié con el surgimiento de la Guerra Frfa en 1945, mismo que se prolongs hasta la caida del muro de Berlin en 1989; 10 afios antes del fin cronolégico de la centuria, Consecuentemente, cl siglo xx fue fundamentalmente un largo periodo de guerra, pues aunque la “caliente” tinicamente duré 12 afios (de 1914 a 1918 y de 1939 a 1945), tanto las etapas previas a las guerras mimndiales (de 1900 a 1913 y de 1919 a 1938) como la Guerra Fria (1945-1989) fueron afios de “paz armada” en los que se verificé una frenética carrera armamentista. En suma, durante la mayor parte de la centuria el conflicto bélico fue una preocupacién y temor constantes en la conciencia colecti- va que determind la vida del hombre del siglo xx. Millones de seres que nacimos °Arnold ‘Toynbee, A Siudy of History, Nueva York, Portland House, 1988, pp. 398-399. El mundo enel sigox + 13 después de la Segunda Guerra Mundial tuvimos la suerte de no haber padecido, como nuestros padres y abuelos, los horrores del enfrentamiento armado, pero vivimos bajo fa constante presi6n psicoldgica y emocional de una eventual tercera guerra mundial de cardcter nuclear: La mayoria de las causas de la tercera guerta mundial [escribié C. Wright Mills en 1959] se aceptan como “necesarias”; aguardar su advenimiento se considera “realis- mo”. Politicos y periodistas, intelectuales y generales, hombres de negocios y predica- dores libran ahora esta guerra, creando activamente la situacién histérica en la cual se contempla como inevitable... El clima de guerra impregna todos los mbitos. Toda la vida privada y social se organiza en sus términos; domina la curiosa vida espiritual de los pueblos del Cristianismo; perfila su comportamicnto cicatifico, Jimita suis esfuer- zos intelectuales, magnifica los presupuestos nacionales del mundo y ha sustituido a lo que antes se llamaba diplomacia." La “Guerra Caliente” Fl inventario de las guerras libradas durante la época moderna en suclo europeo, y de las que tuvieron lugar cn otros continentes como consecucncia de la expansién occidental es, trdgicamente, prolijo. La lista de las principales luchas ocurridas entre los siglos xIv y xX que se incluye al pic de la pagina'' nos deja ver que, a lo largo de sicte siglos, escasos fueron los afios de paz. Obviamente el conflicto existié desde que el hombre hizo su aparicién sobre la faz de la Tierra, pero en la medida en que se formaron los grandes estados nacionales centralizados, que el imparable desarrollo del capitalismo europco fue requiriendo mayores recursos y espacios, que el avance cientifico y tecnolégico permitié el desplazamicnto hacia lugares ms distantes y cl traslado de cada vez, mayores contingentes militares, que se inventaron nuevos y mas destructivos armamentos, etcétera, la lucha armada pasé a convertirse en un instrumento institucionalizado de la polftica de poder. °C, Wrigth Mills, Las causas de la Tercera Guerra Mundial, México, Palestra, 1960, p. & 'Gueira de los 100 aftos de 1337 a 1457; guerras de Italia de 1494 a 1559; guerra de los 30 afios de 1618 a 1648; guerra de la sucesi6n polaea de'1733 a 1735; guerras de la particién polaca de 1768 a 1795; guerra de la independencia norteamericana (en la que participaron Inglaterra, Francia, Holanda y Espatia) de 1775 a 1781; las tres guerras anglo-holandesas comprendidas entre 1652 y 1784; guetras austro-turcas comprendidas entre 1526 y 1791; gueira de la sucesi6n espariola de 1701 a (744; guerra de fos siete afios de 1756 a 1763, guerras de la Revolucién francesa de 1792 a 1799; guerras napoles~ ricas de 1804 a 1812; gucrra de la independencia griega de 1821 a 1829; guerras de la independencia italiana comprendidas cntre 1848 y 1870, guerra de Crimea de 1854 a 1856; guerra dano-prusiana de 1864; puerra austro-prusiana de 1866; guerra franco-prusiana de 1870 a 1871; guerra de los balcanes de 1912 a 1913; Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918; Segunda Guerra Mundial de 1939 1945 y Guerra Fria de 1945 a 1989, Fuente: Robert Cowley y Geotirey Parker, Military History, Nueva York, Houghton Mifilin Co., 1996. 14 © Waller Astié-Burgos iii La guerra, que como lo precisé Carl von Clausewitz, no es mds que “un acto de fuerza para obligar a nuestro enemigo a hacer nuestra yoluntad”,” no sdlo ha implicado la inevitable destruccién inherente al propio desarrollo de la contienda bélica, sino que se ba hecho acompaiiar de los datos mis atroces que el hombre ha sido capaz de infligir a sus semejantes: “durante la guerra de los 30 afios (1618- 1648) los lideres de Europa y sus pueblos se satisficieron en una orgia de odio, intolerancia, masacre, tortura y brutalidad, que no tendrfa paralelo en la historia sino hasta el siglo xx”. La gran transformacién registrada en Europa durante los siglos xv y xvI que permitié la transicién de la Edad Media al Renacimiento; de la Antigiiedad a la Edad Moderna; de fas estructuras feudales a la formacién de los grandes estados nacionales; del trueque y del sistema laboral no remunerado del siervo al trabajo asalariado, a la economfa de mercado y del dinero -lo que algunos autores Ha- man el “milagro curopeo”-," dio un impulso decisivo a la expansién curopea. Exploracién, descubrimiento, comercio, colonizacién, evangelizacién, etcétera, fueron acompafiados, tanto de conquista, sometimiento y explotacién de otros pueblos, como de un incesante enfrentamiento entre las potencias europeas. Aunque desde un principio ésas coincidicron en que sus mayores adclantos y poderio les daba el derecho de gjercer la hegemonfa mundial, en lo que jamés se pusicron de acuerdo fuc respecto a cual de ellas correspondia gjercer el liderazgo de dicha hegemonia. De esta manera y en la medida en que Europa comenz6 a dilatar su dominio por todos los rincones del planeta, también esparcié por doquier sus rivalidades, animosidades y conflictos. En lo sucesivo su campo de batalla ya no se circunscribié al territorio europeo, sino que se amplié a todo cl orbe, transforméndose las guetras europeas en mundiales.” Paises como Espafia, Francia, Inglaterra, Rusia, Austria, Holanda, Suecia, et cétera, alcanzaron primeramente la unidad nacional, y en su calidad de estados centralizados adquirieron el poder necesario para actuar como potencias y de- terminar el curso del acontecer curopeo y mundial. Otros, como Alemania ¢ Tealia, no logtaron consolidar ta unidad nacional sino hasta finales del siglo xix, quedando relegados a un papel de segundo nivel y padeciendo los embates de suis vecinos més poderosos. De la misma forma que los estados italianos sirvieron ®Carl von Clausewitz, On War, Nueva York, Princeton University Press, 1989, p. 75. 5).M, Roberts, A History of the World, Inglaterra, Penguin Books, 1995, p. 581. “Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers, Nueva York, Vintage Books, 1989. En realidad antes del siglo x ya babfan existido guerras mundiales, aunque obviamente no de | mistna magnitud. A los wadicionales antagonismos curopeos se stumaron fos de tipo colonial que desivaron cri conflictos en los qte participaron multiples pafses, ocurrieron en diversos continentes ¥ modificaron la geopolitien mundial. Como ejemplo pueden citarse ta gnerra de los siete aftos, la guerra de la sucesin espaitola, la guerra de la independencia de Estados Unidos, las guerras napo- leénicas, etcétera. El mundo en el sigho x + 15 como campo de batalla de las guerras por la supromacfa entre Espafta y Francia, los de Alemania fueron el escenario de la lucha por la primacia entre Francia y los Habsburgo. El ancestral sentimiento de humillacién de la Confederacién, Germinica, de Alemania y de los alemanes, por su incapacidad para hacerse escu- char en el concierto europeo, tocé su fin cuando ia Prusia del canciller Otto von Bismark adquirié el nivel de potencia y se convirtid en la fucrza unificadora de la nacién alemana. Ello también puso fin al tradicional éxito de la politica francesa para mantener dividida a Alemania, iniciéndose “un periodo de triunfalismo ale- min cuyas consecuencias serfan las dos guerras mundiales”." Prusia obtuvo su primer triunfo en la guerra contra Dinamarca de 1864 que le permitié anexarse Jos ducados de Schleswing-Holstein; el segundo derrotando a Austria en Sadowa durante 1866, y el tercero venciendo a la Francia de Napoleén III en la guerra de 1870, Con la derrota y aprisionamiento de ése cn Sedan, sucumbié el tltimo imperio galo, Francia fue obligada a ceder a Prusia la Alsacia y la parte noroeste de la Lorena, a pagar 5,000 millones de francos oro como reparacin de guerra, y suftid la humillacién de ver desfilar por las calles de Parfs a las tropas invasoras, y de que el 18 de enero de 1871 se proclamara en el palacio de Versalles, desde donde por afios se habfa dictado la politica para mantener divididos a los alema- nes, el nacimiento de un nuevo imperio: el Primer Reich encabezado por el kdiser Guillermo I. Los actos simbélicos que marcaron, tanto la derrota de uno, como la victoria del otro, tendrfan funestas consecuencias para el siglo xx. El deseo de Francia [escribié Adolfo Hitler} no es otro que el de evitar la formaci6n de una potencia homogénca alemana: el mantenimiento en Alemania de un sistema de pequefios estados de furerzas compensadas, no sometides a ningdn gobierno central y, finalmente, cl de llegar a apoderase de la ribera izquierda del Rin, como medio de crear y de asegurar su supremacia en Europa.” Durante el periodo comprendido entre 1875 y 1914, lamado 1a “era del im- perio”,"* el mundo acabé siendo dividido entre los curopeos, En la Conferencia de Berlin de 1884-1885, Alemania, que al igual que Italia habia Ilegado tarde al reparto del plancta, ya participé en pie de igualdad frente a las potencias colonia les tradicionales, recibiendo ‘Togo, Camertin, Tangafiica y el Africa Sudoccidental (Namibia). La mayor parte del orbe, a excepcién de los continentes europeo y americano, quedé en definitiva repartido entre un pufiado de naciones occidenta~ les: Gran Bretafia, Francia, Alemania, Espatia, Portugal, Italia, Holanda y Bélgica. “Carl Gimberg, Historia Universal; el siglo def liberalismo, t. 1, Madrid, Ediciones Daimon, 1973, p. 138, “Adolfo Hitler, Mi lucha, Quito, Universo, s/f, p. 215. “Bric Hobshawm, The Age of Revolution: 1789-1848, Nueva York, Vintage Books, 1996, p. 56. 16 > Walter Astié-Burgos icalauriinaan te aeitonatat casi Africa y el Pacifico practicamente quedaron en manos de ingleses, franceses, ale- manes, holandeses, norteamericanos y, cn menor medida, de japoneses. La Gran Bretafia incrementé su imperio colonial en casi cuatro millones de millas cuadra- das; Francia en tres y medio millones; Alemania en més de un milldn, y Bélgica e Ttalia en menos de un millén. Estados Unidos en alrededor de 100,000.” Al fina- lizar el siglo xxx la Alemania unificada y convertida en poder colonial, ya figuraba como la principal potencia europea; Francia, derrotada y humillada, le habfa cedi- do cl lugar que antes detentara como “potencial conquistador de Europa” Este fendémeno simulténeo rompié el equilibrio de poder establecido en cl corazén del Viejo Mundo por el Congreso de Viena y la Santa Alianza desde principios del si- glo x1x, siendo previsible que al iniciarse el nuevo tendria lugar un reacomodo de fiuerzas para dar cabida a las aspiraciones de la ahora poderosa Alemania. Multiples fueron las causas que condyjeron al primer conflicto mundial -e] surgimiento de una nueva potencia, el rompimiento del equilibrio de poder, las rivalidades coloniales, la diplomacia sectcta, c} militarismo, la carrera armamentista, la for- macién de grandes bloques politico-militares rivales, fa humillacién proferida a Francia por Alemania, el deseo de revancha de ésta, las ambiciones de Rusia sobre el decadente Imperio Otomano, etcétera— pero finalmente fue la combinacién de todos estos factores lo que desaté la “Gran. Guerra”, Como lo precisé Winston Churchill, la politica britdnica se vio forzada a erigir “uma muralla para tratar de contener el poderio aleman, y a asignar a Inglaterra el primer papel en esa misién. Esto conducirfa a la guerra”! El periodo de “paz armada” que se prolongé por mas de un siglo, encontré el pretexto para desencadenar las hostilidades en cl asesinato del archiduque aus- triaco Francisco Fernando en Sarajevo, capital de Bosnia, el 28 de junio de 1914. Austria declaré la guerra al gobierno serbio; Rusia micié Ja movilizacién contra ésa pata auxiliar a Serbia; Alemania, aliada de Austria, entré en guerra con Rusia, y de paso con Francia por estar asociada a los rusos. Finalmente, la violacién alemana de Ja neutralidad de Bélgica para atacar a Francia, obligé a Inglaterra a declarar la guerra a Berlin. Si Alemania no lo hubiera querido, la contienda generalizada no habria tenido lugar; fue la entrada de Alemania en un conflicto que no le afectaba directamente lo que convirtié un contencioso local en una guerra mundial... Alemania llevaba aitos prepa- rndose para una guerra, construyendo una armada capaz de rivalizar con la inglesa, poniendo a punto su ejército, y planificando sus campaiias... Por otra parte, fue Ale~ mania la responsable de la generalizacién del conflicto al dectarar la guerra a Rusia ¢ invadir Bélgica y Francia antes incluso de declararles la guerra. Fue Ia invasién de la “bide, p. 56. AJ. Taylor, The Stngele for Mastery in Europe, Londres, ‘The Polio Society, 1998, p. 2 Grimber, op. ct, p. 386. Ej mundo enel siglo x * 17 neutral Bélgica lo que decidié a la indecisa Inglaterra a intervenir en el conflicto... Por qué quiso Alemania esta guerra? La raz6n es sencilla: porque ambicionaba ser la po- tencia hegem@nica en Europa, porque sus clases gobernantes, con el Kéiser a la cabeza, querfan combatir y estaban convencidas de la victoria, y porque la historia reciente de Prusia y de Alemania marcaba el ejemplo a seguin.”® Para Berlin, el proyecto, la estrategia y el camino eran obvios: una cuarta victoria que se sumara a las obtenidas sobre Dinamarca, Austria y Francia, la convertirfa en la nacién hegeménica de Europa y en potencia mundial. Las grandes potencias [sefiala Kissinger] habfan logrado transformar una crisis balcé- nica de cardcter secundario, en una guerra mundial. La disputa sobre Bosnia y Serbia habfa conducido, en la otra orilla de Europa, a ln invasi6n de Bélgica, lo que a su vez hizo inevitable fa entrada de Gran Bretaia en la guerra. En forma por demés ir6nica, cuando las batallas mas decisivas tenfan lugar en el fiente occidental, las tropas austria~ cas ain no haban iniciado la ofensiva contra Serbia. El conflicto se prolongé por espacio de cuatro afios, perecieron mas de 22 millones de setes humanos, y Europa suftié wma devastacién de proporciones biblicas, Concluyé con la mutua aniquilacién de las dos grandes ententes que se formaron —Ia de Inglaterra, Francia y Rusia por tna lado, y la de los imperios alemdn, austriaco y otomano por el otro- y por primera vez en la historia tuvo que intervenir una potencia extracontinental para decidir la contienda: “si fa guerra se hubiera confinado tinicamente a Europa, Alemania hubicra ganado; sélo logré ser derrotada mediante la participacién de Estados Unidos”. Este significative hecho dejé ver que los dfas de la supremacia europea estaban contados. Los re- sultados de la guerra fucron contraproducentes para quien la desaté; Alemania no sdlo no logré saciar sus aspiraciones, sino que fa derrota le significé una enorme humillacién y una pesada carga. Cay6 la dinastia prusiana de los Hohenzollern; perdié 13 por ciento de su territorio; Prusia oriental quedé separada del resto del pafs al crearse el “Corredor Polaco”; Alsacia y Lorena regresaron a Francia, y Bélgica recibié como compensacién Eupen-et-Malmé, Berlin también perdié sus colonias de ultramar, se limité el ntimero de efectivos de su ejército y de sus barcos, se le prohibié poseer armamento ofensivo como submarinos, avioncs, tanques, artillerfa pesada, y se disolvié su estado mayor. Tuvo que pagar una in- demnizacién a la poblacién civil de sus enemigos y una compensacién de guerra por 5,000 millones de délares. Se le confiscaron 7,000 millones de dolares que *Tortella, op. cit, pp. 80-81. Henry Kissinger, Diplomacy, Nueva York, Simon & Schuster, 1994, p. 216. Taylor, op. cit., p. 2. 1B + Walter Astié-Burgos posefa en el extranjero y diversas patentes alemanas (como la aspirina Bayer que pas6 a ser norteamericana), y se internacionalizaron sus rios. Todo ello se decidi6 sin la participacién de los derrotados, y fue estipulado en el tratado firmado en el Palacio de Versalies donde habfa nacido el imperio aleman. La intencién de dicho tratado era la de forjar un nuevo orden que garantizara la paz, pero en realidad sus términos fueron tan duros que “hipotecaron el nuevo orden mundial en lugar de ayudar a crearlo”® El equilibrio impuesto por los vencedores abrié las posibilidades para la futura desestabilizacién, pues Alemania dejé de contar en sus fronteras con estados podcrosos que pudieran contener- la. Francia salié del conflicto sumamente debilitada, el Imperio Austro-Htingaro, se desintegré y en su lugar surgieron una serie de nuevos y débiles patses, y el Imperio ruso se transformé en una Unidn Soviética que tardaria en consolidarse como entidad poderosa. En sintesis, el tratado de paz establecié un precario equi- librio que s6lo podia scr garantizado por Gran Bretafia y Estados Unidos, las que, por sus propios intereses, no estaban dispuestas a asumir semejante papel. John Maynard Keynes, quien participé en las negociaciones de paz, calificé a dicho instrumento como el “maldito tratado”; el “fraude més grande‘del mundo” que contenja la férmula para Ja guerra futura. Criticé severamente Ja posicién nor- teamericana: “sc les ofrecta la oportunidad de adoptar una visién del mundo amplia, o por lo menos humana, pero la rechazan sin vacilar”* «los redactores del arreglo de Versalles.lograron precisamente lo opuesto de fo que se propusicron. Buscaron debilitar fisicamente a Alemania, pero en cambio la fortalecic- ron geopoliticamente. Desde el punto de vista de largo plazo, Alemania se encontraba en mucha mejor posicién para dominar a Europa después de la firma de Versalles, que antes de la guerra. Tan pronto como lograra deshacerse de las restricciones impuestas para su desarme, lo que sélo cra una cuestién de ticmpo, resurgiria mas podcrosa que nunca." La participacién de Estados Unidos no sélo tuvo un impacto decisivo en la definicidn de la contienda, sino también en la estructuracién del orden de la pos- guerra. Bl presidente Woodrow Wilson aporté un nucvo y fresco enfaque sobre las relaciones internacionales derivado, tanto de la experiencia polftica interna de su pafs, como del orden regional que habia imperado en el continente americano. Como para Estados Unidos era totalmente desconocido el sistema curopco del balance de poder, puesto que en el Nuevo Mundo sélo habia imperado el dictado * Kissinger, op. et. pp. 239-240, **Panl Johnson, Tiempos madernos; fa historia cet siglo xx desde 1917 hasta nuestms dias, Espatta, Javier Vergara Editor, 1983, pp. 46-47. Kissinger, op. cit, p. 245. El mundo en el siglo xx * 19 de una nacién poderosa frente a muchas débiles, Wilson propuso un nuevo sis- tema inspirado en la Doctrina Monroe y en sus famosos 14 puntos de enero de 1918. En vista de que Estados Unidos desdefiaba el equilibrio del poder y consi- deraba la realpolitik como inmoral, Wilson quiso forjar un nuevo orden mundial basado en la democracia, la diplomacia abierta y publica, la seguridad colectiva y la autodeterminacién, nada de lo cual “habia normado antes proceso alguno de arreglo europeo".* Entre esos 14 puntos figaré un elemento novedoso de gran importancia: “XIV, Deberé crearse una asociacién de maciones a través de acuer- dos especificos con el propésito de ofrecer garantfas mutuas para la independencia politica y la integridad territorial, tanto para los grandes Estados como para los pe~ quefios.”® Como por primera vez una nacién no curopea tomaba la iniciativa ~y lo hacfa desde una posicién de fucrza-, se controntaron dos visiones divergentes del mundo: la europea pretendfa organizar a la comunidad de naciones a imagen y semejanza de la sociedad interna, y proponfa la creacién de érganos para im- poner sanciones colectivas. La concepcién anglosajona, avanzada por Estados Unidos y respaldada por Inglaterra, partfa de principios morales, estaba ma- yormente cncaminada a persuadir que a reprimir y sancionar, y asignaba a la opinién ptiblica un papel central en cl mantenimiento de la paz.” Prevalecio la visién norteamericana: el Pacto de la Sociedad de Naciones aprobado en. 1919 fue redactado por Washington, puesto que Wilson precisé que “el programa de la paz mundial, por consiguiente, es nuestro programa, y ese programa, el tinico posible de acuerdo a nuestro punto de vista”.™! La entrada de los. Estados Unidos en el conflicto fuc decisiva, pero los objetivos de guerra de Wilson son abstractos, casi imposibles de traducir a términos politicos, y poco apropiados para el arbitraje entre rivalidades territoriales... los franceses sélo tie- nen ojos para Alsacia-Lorena y el desmantelamiento alemén, mientras que Inglaterra no combatié culatto afios para sustituir la dominaci6n alcmana por una preponderan- cia francesa en Europa.” La creacién de la Sociedad de Naciones signified un gran avance en tanto que constituys el primer intento de organizar ala comunidad internacional y de con- tar con un mecanismo ad hoc para.prevenir,la guerra. Sin embargo, “la Sociedad de Naciones no pas6 de ser un organismo internacional truncado”, ya que el “Idem, >Richard y Beatrice Hofstadter, Great Issues in American History, Nueva York, Vintage Books, 1982, p. 218 “Charles Rousseau, Derecho internacional piblico, Barcelona, Ediciones Ariel, 1966, p. 181. MHofilstadter, ep. ct, p. 216. ™Frangoise Furet, El pasado de una ilusién, México, Fondo de Cultura Econémnica, 1999, p. 72. Alfred Verdross, Derecho internacional priblico, Espaita, Aguilar, 1969, p. 427. 20» Waller Astié- Burgos i | / 4 | tribunal permanente de justicia no fire un 6rgano suyo, sino uno independiente creado por un tratado auténomo; su Asamblea General sdlo tenia la capacidad de formular recomendaciones, y su Consejo carecia de poder coercitivo, limiténdose acmitir amonestaciones y propuestas.* Amén de sus defectos estructurales y ope- rativos, desempefid sus funciones en un gran vacio politico: un importante nuevo actor, la Union Soviética, no forms parte de la organizacién; su gran patrocinador, Estados Unidos, tampoco llegé a serlo ante el rechazo del Senado norteamerica- no, y Alemania, Italia y Japon la abandonaron posteriormente. La Segunda Guerra Mundial fue la mevitable continuacién de fa primera; los problemas subyacentes, con algunas variantes, fueron csencialmente los mismos. La frustrada aspiracion hegeménica de Alemania revivid con vigor como conse- cuencia de la derrota sufrida, de las cargas que se le impusieron, y de las dramati- cas condiciones que vivié durante la posguerra. Esas condiciones, especialmente en los casos de Alemania y Rusia, crearon el negativo ambiente politico y social propicio para el surgimiento de nuevos ¢ insospechados fenémenos ideoldgicos. Lideres sagaces, radicales, cinicos, enfermos de poder y de gloria, ¢ inclusive de- menites, supieron aprovechar demagégicamente la dificil coyuntura para ofrecer a stis pueblos, rebajados por la historia, un futuro mejor mediante Ja instauracién de un régimen distinto a todo lo conocido: el totalitarismo, Ese fue tanto de derecha como de izquierda, y ejercié una tan poderosa atraccién sobre las masas, que sélo ¢s explicable por las criticas condiciones que imperaron; el fascismo y el comunismo les oftecieron la “gran ilusién” de la redencién nacional. Aunque como vimos, la pretension de ejercer el dominio universal cra tan vieja como Oceidente mismo, alo que los gobiernos totalitarios aspiraban iba més lejos de todo lo antes imaginado o intentado. Ya no sdlo se trataba de la sumisién politica, econdémica, militar, territorial, religiosa o cultural, sino, ademés hasta las formas de pensar y de vivir. Hitler proclamé sus objetivos totalitarios en nombre de la abstirda superioridad de una raza a la que deberfa pertenccer el mundo entero, y que tenia cl derecho de eliminar —“la solucién final”— a los considerados inferio- rés o indeseables: “El Reich alemén, como Estado, tiene que abarcar a todos los alemanes ¢ imponerse la misién, no sdlo de cohesién y de conservar Jas reservas mas preciadas de los elementos raciales originales de este pucblo, sino también, la de conducirlos, lenta y firmemente, a una posicién predominante,”* Por su parte, Lenin y Stalin, surgidos de la Revolucién rusa de octubre, pro- clamaron su versién totalitaria en nombre del proletariado y de un mundo sin clases sociales ni propiedad privada. $i la ciencia moderna hizo posible armas de poder destructor sin precedentes, como la ametralladora y cl avién de bombardeo, SIbidlem, p. 428. Furet, op. cit. Hier, op. cit, p. 16. Ei mundo en el sigioxx © 21 la politica moderna cred un Estado de poder sin precedentes, que para nombrarlo hubo que acufiar una nueva palabra: totalitarismo. Apoyado en un eficiente apa- rato policiaco, en partidos politicos de masas y cn ideologfas radicales, este nuevo tipo de Estado aspiraba, nada menos, que al dominio mundial. Los problemas no resueltos por la Primera Guerra Mundial, los que se agre- garon como consecuencia de ella, la secuela de la depresién’ econdémica de 1929, las constantes devaluaciones y la galopante inflaci6n (el délar Tlegé a valer hasta 10 millones de marcos alemanes), el desempleo, la hambruna, fa agitaci6n politica y social, las guerras civiles y los golpes de Estado; el malestar de Ja clase obrera, de la empresarial y de la media; la propagacién de comunismo, de! nacional so- cialismo alemén y del fascismo italiano y espaol; el resurgimiento del poderfo militar alem4n; la aparicién de una Unién Soviética cuya ‘Tercera Internacional Socialista prometié llevar la revolucién a todos los confines del mundo; la lu- cha propagandista entre la democracia y el totalitarismo, ctcétera, marcaron pro- findamente la posguerra y la preguerra bautizadas como “la cra de las grandes catastrofes”. Tal como lo habfa hecho anteriormente, Alemania desencadené la contienda arguyendo, esta vez, las logitimas reivindicaciones del pueblo alemén sojuzgado por el ‘Tratado de Versalles. Hitler lo habfa advertido: “Los tratados de paz, cuyas imposiciones flagelan a los pueblos, no raras veces constituyen el primer redoble del tambor que anuncia el levantamiento futuro.”” De la supues- ta intencién reivindicatoria, Hitler pasé a una campafia de conquista mundial como jamis se habfa visto. En 1936 ocupé el Rhineland, en 1937 consolidé el Eje Berlin-Roma-Tokio, en 1938 Austria fue ancxada y en 1939 Checoslovaquia ocupada, La invasin alemana de Polonia en ese mismo afio obligé a Inglaterra a declaratle la guerra a Berlin, en 1940 las tropas alemanas iniciaron la campatia de Francia y en 1941 Ja de Rusia. En ese tiltimo afio Alemania y Japén declararon la guerra a Estados Unidos, adquiriendo el conflicto europeo, de nueva cuenta, pro- porciones mundiales. Al igual que en la guerra previa, la causa fimdamental fue la ambicién de Alemania: cn el informe secreto que Hitler puso en conocimiento de sus colaboradores mas cercanos cl 3 de febrero de 1933, precisé que su ob- jetivo prioritario cra denunciar el Tratado de Versalles para convertir a Alemania cn Ja principal potencia europea: en su libro Mein Kampk ya lo habfa advertido: “Alemania tiene que ser una potencia mundial, o no habr4 Alemania.”™ Para ello primeramente requeria aplicar medidas de cardcter interno y externo; figurando entre las primeras “la renovacién” del pueblo germano “descontaminéndolo” de los “nocivos” elementos judios. En cuanto a las medidas externas y en tanto que de acuerdo con su paranoica visién del mundo, “la contaminacién racial judfa y “biden, p. 220. Johnson, op. cit, p. 424, 22 * Walter Asiié-Burgos el bolchevismo cran el mismo fenémeno”,” planeaba Ia destrucci6n y absorcién de la Union Soviética. El gran disefio contemplaba lo siguiente: Ia depuracién doméstica, deshacerse del Tratado de Versalles, invadir la Unién Soviética para climinar ese foco de “infeccién y de bacilos”, colonizar sus inmensos territorios y allegarse los recursos necesarios para dominar al continente. El objetivo tiltimo era extender su imperio europeo hacia Africa, construir una poderosa armada que dominara todos los océanos, y dertotar a Estados Unidos para confirmar Ta supremacia mundial de Alemania. Para asegurar fa tranquilidad en el frente oriental, Hitler neutraliz6 ala Unién Soviética firmando en agosto de 1939 el pacto de no agresién Ribbentrop-Molotoy, mismo que dispuso el reparto conjunto de Europa del este y los términos de ta peculiar asistencia que el comunismo brind6 al fascismo." Gracias a ello, Hitler pude conducir la embestida cn el frente occidental; una vez sometidas Dinamarca y Noruega, invadié Holanda, Bélgica y Francia, y concent sus esfiuerzos en cl objetivo prioritario de Rusia, En 1941 inicié la operacién Barbarrosa® contra la Unién Soviética que obligé a Stalin a aliarse a las naciones capitalistas. Ante todo se traté de una cruda y oportunista estrategia que jugé s4dicamente con el destino de la humanidad: Hitler engafié a Stalin haciéndolo sentir seguro mientras atacaba a Occidente; Stalin confié en que Alemania y el frente occidental se aniquilarfan y le facilitarfan recoger los despojos de Europa, en tanto que Occidente confié en que Hitler cometerfa cl error de invadir la Unién Soviética. Al final de cuentas Jos intereses coyunturales y Ja vision de corto plazo prevalecieron; Inglaterra y Fstados Unidos proveyeron a la Unién Soviética los medios para resistir el ataque nazi, pero también para que Stalin consolidara su poder, Hitler'y Stalin jugaron al ajedrez.con la humanidad. En todos tos aspectos esenciales, la insegutidad personal de Stalin y su obsesivo temor a Alemania, fucron lo que lo in- dujeron a firmar el pacto fatal, y fiteron su codicia y su ilusién —no la de los otros~ las que lo mantuvieron en vigencia, como tina cortina de falsa seguridad detris de Ja cual Hitler preparé sw ataque asesino,.. Ningimo de esos hombres representaron fiuerzas hist6ricas irresistibles o al menos poderosas. Ninguno de ellos mantuvo en alguna etapa del proceso siquiera una forma de consulta con sus respectivos pucblos... La de- cisién que adopts Hitler de invadir a Rusia fue la mas fatidica de su carrera. Destruys *Ibidem, p. 425. "Iden, “Stalin puso a disposicién de Hitler los recursos naturales de Ja Unin Soviética, proporcionin- dole un millén de toncladas de granos, 900,000 toneladas de petréleo, hierro, manganeso y algodén, Mosett recibié a cambio motores aéreos, planos navales, torpedos y minas. De rcnerdo con Nikita Krushey, Stalin se neg a dar erédito a las noticias sobre la invasi6n nazi; durante 11 dias fixe incapaz de tomar decisién alguna entregindose a In histeria y a la desespe- racidn, Cif, Johnson, op. ct. p. 462. El mundo en el siglo x * 23 su régimen y al propio Hitler. Fue, ademés, una de las mas importantes de la historia moderna, porque puso al totalitatismo soviético en el corazén mismo de Europa.” En tanto eso habfa venido ocurriendo en el Viejo Mundo, el sorpresivo ata que aéreo perpetrado por los japoneses el 7 de diciembre de 1941 contra la flota norteamericana cstacionada en el puerto de Pearl Harbor de Hawai —“que cons- tituy6, tanto en su concepcién como cn. su gjecucién, una de las nds brillantes operaciones en la historia de la lucha armada”-, marcé el inicié de la contienda a nivel global y dio una importante ventaja estratégica a fas fuerzas del Bje en el Pacffico. Merced a ello, Japén perpetré um certero asalto contra los imperios coloniales euzopeos del Iejano oriente: paises como Malasia, Singaput, Filipinas ¢ Indonesia fueron ocupados en pocos meses, desde Bitmania se atacé a la India ya China, y Australia comenz6 a ser bombardeada desde Nueva Guinea. Lo anterior, aunado al avance alemén que sélo dejé cinco pafses neutrales en Europa —Espafia, Portugal, Suecia, Suiza ¢ Inlanda-, y a la expansién del Bje por el norte de Africa que incorporé a Libia, Egipto, Siria, Irén, Irak y Etiopfa en la guerra, ocasioné que la lucha se expandiera por los océanos Atldntico, Pacifico, Indio, Artico y Mediterréneo. Al iniciarse los cuarenta ya “tan solo una pequefa minorfa de paises permanecfa fuera del conflicto”. La conquista avanz6 impunemente hasta 1942: “Para Hitler las sorpresas desa- gradables vinicron a partir de 1942 cuando los rusos no cayeron con la facilidad que esperaba, y los ingleses no s6lo no se rindieron, sino que combatieron con éxito en el norte de Africa, Las razas y naciones inferiores resultaron ser menos inferiores de lo previsto...""” Lo propio comenz6 a ocurrit en el lejano oriente y en el Pacifico cuando a partir de 1942 finalmente se frend la ofensiva japonesa. El repliegue del Eje cn todos los frentes comenzé a registrarse en 1943, verifi- candose en 1944 el desembarco aliado en Normandia y, dos meses después, en el sur de Francia, El gobierno fascista de Musolini cay6; Italia firmé un armnis- ticio con los aliados; las tropas soviéticas entraron a Berlin en mayo de 1945; cl ejército nazi se rindi6 el 7 de ese mismo mes y el japonés el 2 de septiembre después de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki. “Los grandiosos planes de las potencias del Bje, basados en premisas nacionalistas y raciales, resultaron, ademis de criminales, disparatados.”* E] costo en vidas humanas fue descomunal; aunque cl ntimero exacto probablemente nunca se conocer, sc “Ibidem, p. 466. +Roberts, op. et, p. 423. “Ibidem, p. 424, +ibidew, p. 425. *Tortella, op. cit., p. 244. *ibidem, p. 245. 24 © Walter Astié Burgos calcula que murieron més de 50 millones de personas; la mitad de etlas civiles. Las bajas en los campos de batalla, principalmente en el frente de Furopa oriental, so- brepasaron las de la Primera Guerra; Alemania registré alrededor de tres millones enese frente, y Rusia ms de 20 millones. En escasos scis afios muricron entre 25 y 40 millones; entre 1939 y 1945 los nazis asesinaron alrededor de 12 millones de no combatientes en los paises ocupados; en Hiroshima fallecicron mis de 100,000 Jjaponeses a consecuencia de la explosién atémica, y en Nagasaki mas de 75,000. ‘Los gastos ocasionados por la guerra ascendieron a mas de un billén de délares, y los dafios materiales alcanzaron Jos 200,000 millones de délares. Al margen de Ja mortandad ocurrida como consecuencia de las acciones bélicas, el crimen y el genocidio paralclos también fueron descomunales. Millones de individuos de ambos sexos, de todas las edades y nacionalidades, fueron utilizados como factza de trabajo esclava y como fuente de materia prima para fines industriales © comerciales; otros para realizar deleznables cxperimentos pseudo cientificos, y muchos més asesinados en nombre de abyectas justificaciones de tipo racial, religioso, politico o ideol6gico. Jamis la civilizacién habfa atestiguado semejante carniceria humana, ni una crueldad tan brutal ¢ innecesaria como la que ocurrié en la “civilizada Europa” y en varios pafses asiticos por parte de los japoneses.” Los dias del Apocalipsis parecieron haber Hlegado, no sélo por la devastacién y la masacre ocasionada por las armas convencionales y nucleares, sino también por el inverosimil grado de sadismo que cl hombre fue capaz de emplear contra su propia especie. La Segunda Guerra Mundial trajo consigo wna veloz y constante alteracién del orden mundial: en escasos cinco afios dejé de tener vigencia el vicjo orden De los 50,000 prisioneros forzados a trabajar en la construccién del ferrocarril de Siam, 16,000 muricron por torttia, enfermedad o hambre. En los campos de concentracién japoneses se mataba a los prisioneros que no podian seguir trabajando, los médicos extraéan el coraz6n y el higado de los prisioneros sanos atin con vida, y se autorizaba el canibalismo de los prisioncros aliados cuando no habfa otto alimento. Los japoneses mataron mis soldados britinicos en los campos de detencién que en los de batalla, siendo su exterminio de prisioneros peor que el de los nazis: de 235,000 prisioneros anglonorteamericanios apresaclas por alemanes ¢ italianos, sélo murié el 4 por ciento, on tanto que de Jos 132,000 custodiados por japoneses, murié un 27 por ciento, De entre todos los horrores, destacaron la masacre de Nankin, Ja marcha de la muerte de Batén, el ferrocarril Thai-Birmania y el saqueo de ‘Manila, La principal victima del tovalitarismo militar japonés fuc la propia poblacién del pafs; murieron nds de 4 millones de japoneses. Fohnson, op. dt., pp. 527-528. La solucién final comenzd a ejecutarse en la primavera de 1942. Las primeras masacres ma sivas por gas se iniciaron en Belzec el 17 de marzo de 1942, donde sc tenfa capacidad para matar a 15,000 personas al dia, y al mes siguiente comenzaron a funcionar Sobibor (20,000 personas por dia), Treblinka y Maidanck (25,000) y Auschwitz, En 1941 Hitler apres6 a unos,8'700,000 judios, y para 1945 ya habfa asesinado por lo menos a 5°800,000: 2°600,000 polacos, 750,000 rusos, 750,000 rumanos, 402,000 héngaras, 277,000 checoslovacos, 180,000 alemanes, 104,000 Tituanos, 106,000 holandeses, 83,000 franceses, 70,000 letones, 65,000 griegos y otros tantos austriacos, 60,000 yugos~ lavos, 40,000 inilgaros, 28,000 belgas, eteétera, Ct. Johnson, ep, ct. El mundo en el siglo xx * 25 surgido de la Primera Guerra, y bajo el tenor de fa lucha armada transitoria- mente se instaurdé otro bajo el aparente triunfo de las fuerzas del totalitarismo. Finalmente todo vine a concluir en un orden completamente distinto, tanto al de los afios precedentes, como al que habfa prevalecido en los siglos anterio- res. Europa perdié en definitiva Ja supremacia en favor de un Estados Unidos que asumis cl liderazgo de Occidente, en tanto que la Unidn Soviética emergid fortalecida con importantes ventajas estratégicas. El nazismo no sélo provocé la segunda hecatombe mundial, pues sus criminales acciones también crearon las condiciones para el surgimiento de la nueva confrontacién que determiné el cum so de la segunda mitad del siglo. La “Guerra Fria” La alianza entre la Rusia comunista y las potencias capitalistas de Occidente —como también la concertada entre Hitler y Stalin en 1939— fue un fendémeno coyuntural dictado por las conveniencias del momento. Los lideres occidentales, al concertarla, enfrentaron un serio dilema; si bien “la continua participacién del ejército rojo cn Ta guerra contra Alemania era esencial”, estaban conscientes de que “una Europa controlada por Moscti serfa tan peligrosa como wna dominada por Berlin”! Harry Truman, siendo senador, precisé en 1941 con gran crudeza: “si vernos que Alemania esté ganando la guerra, debemos ayudar a Rusia, y si Rusia comienza a ganarla decbemos apoyar a Alemania y dejar que mate a tantos como sea posible”. A pesar de que se traté de “evitar cl dominio de Europa por parte de la dictadura de Moseti sin dejar de contar con la participacién del ¢jé~ cito rojo en Ja guerra contra la dictadura nazi”,® la realidad fue que al terminar la guerra el ejército rojo se habia expandido por las reptiblicas balticas, Alemania, Polonia, Checoslovaquia, Hungrfa, Rumania, Bulgaria y Albania. Europa habfa quedado dividida de facto y los circunstanciales aliados confrontaron una nueva realidad geopolitica que los transformé en enemigos. Tan pronto como los aliados celebraron las conversaciones de paz en Yalta durante 1945, dejaron de scr tales. Amén de las profundas incompatibilidades ideolégicas que los separaban, existfa una explicable desconfianza, no sdlo de la Uni6n Soviética hacia Estados Unidos c Inglaterra y viceversa, sino también entre estos dos tiltimos. Los acuerdos de Yalta, por consiguiente, fueron tanto el resulta~ do de la idealista intencién de estructurar un nuevo orden en cl que, a través de la StJohn Lewis Gaddis, Strategies of Containment; a critical appraisal of postwar Anterican national security, Nueva York, Oxford University Press, 1982, p. 5. Ihidem, p. 4. “Ubidem, p. 8. Mgualmente se posesioné de las islas de Sakalin y Kurales, 26 = Walter Astié Burgos soi cooperacién entre las potencias y de la participacién de la mayoria de los paises en Ja Organizacién de las Naciones Unidas (ONU) creada en ese mismo afio, se pre- vendria una nueva guerra, como de las circunstancias politicas del momento, de las respectivas ambiciones, y de la mutua desconfianza, Stalin advirtié a Roosevelt ya Churchill que quien ocupara “un determinado tertitorio, impondrfa en ése su propio sistema social”, y de acuerdo con ello Europa queds dividida, Por prime- ra vez el mundo comenz6 a estructurarse en forma bipolar; un afio después, en 1946, Winston Churchill anuncié el surgimiento de ja cortina de hierro: De Stettin en el Biltico, a ‘Trieste en el Atlintico, un ‘Telon de Acero ha descendido sobre él continente. Detrés de esa linea se encuentran todas las capitales de los anti- guos estados de Europa Central y Oriental, lo que debo denominar como la esfera soviética, sometidos, de un modo 1 otro, no sélo a la influencia soviética, sino a una medida de control muy elevada y en muchos casos cada vez més intensa, cayo centro esti en Mosca Frente al peligro —o de lo que se percibié como tal- de qtie ¢l-avance soviético se extendiera hasta el Mediterrénco y el Medio Oriente, el presidente Harry ‘Truman modificé la politica de cooperacién que Roosevelt habia seguido res- pecto’a Stalin, Fl 12 de marzo de 1947 amincié fa Doctrina Truman que con- templaba tm mayor y més decidido involucramiento de Estados Unidos en los astintos del mundo: Creo que la politica de Estados Unidos debe ser la de apoyar a los pueblos libres que estén oponiéndose al intento de subyugacion por parte de minorfas armadas o de presiones externas, Creo que debemos ayudar a los pueblos libres a resolver su propio destino a su propio modo. Creo que nuestra ayuda debe ser principakmente de cardc~ ter econémico y financiero, indispensable para la estabilidad econdmica y un proceso polftico ordenado ... Al ayudar a las naciones libres e independientes a mantener su ibertad, los Estados Unidos harin efectivos los principios de la Carta de las Naciones Unidas” De acuerdo con la nueva politica, con la cual la ahora superpotencia nortcame- ricana abandonaba sti tradicional posicién aislacionista, cl sccretario de Estado de Truman, general George C. Marshall, a partir de 1948 coordiné el plan destina~ do a impulsar la recuperacién econémica de Europa como medio para frenar la propagacién del comunismo. Los 10,200 millones de délares que Washington Roberts, op. ct. p. 439. “Discurso pronunciado en la Universidad de Fulton el 5 de marzo de 1946. *Hofdstadter, op. cit. p. 406. Ei mundoen el siglo xx + 27 canaliz6 durante tres afios surtieron efectos répidos y eficaces; la cortina de hierro ya no s6lo dividié a Europa politicamente, sino que también se convirtié en la frontera entre la abundancia y la escasez. Aun cuando el Plan Marshall original- mente fue concebido para toda Europa -segtin fo propuso Marshall “el programa debe ser conjunto, acordado por ti buen ntimero de patscs europeos, sino es que por todos”-, Stalin rechaz6 la ayuda y prohibié a sus aliados hacerlo por considerarlo un proyecto subversivo del capitalismo. En 1948 impuso el bloqueo a las comunicaciones terrestres con el cercado Berlin occidental; aunque el exi- toso puente aérco establecido por norteamericanos ¢ ingleses impidié que Hegara a ser cfectivo, de cualquier forma se acentué la confrontacién. En 1949 se creé la Organizaci6n del Tratado del Atléntico Norte (OTAN) —Ia contrapartida militar del Plan Marshall-, y como las tensiones bipolares ya habian comenzado a aparccer en otras partes —como en Asia donde la revolucién de Mao Tse“Tung incorporé a China al bloque comunista y la guerra de 1950 provocé Ia particién de Corea~ Estados Unidos concert6 acuerdos de seguridad colectiva cn varios continentes, y esta- blecié en ésos 675 bases ultramarinas y desplegé mis de un millén de saldados en el exterior.” Moscti no dilaté en responder con la misma moneda: en 1955 fund6 el Pacto de Varsovia conjuntamente con Alemania oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungria, Polonia y Rumania. En poco tiempo las alianzas se modificaron drastica- mente: la Uni6én Soviética se convirtié en el nuevo gran enemigo de Occidente, al igual que la mayoria de las naciones de Europa del este poco antes liberadas por los aliados. Por contra, los anteriores rivales, Alemania, Italia y Japon, se incorporaron al campo liderado por Estados Unidos, Gran Bretafta y Francia. Los tres sectores occidentales de Alemania ocupados por esos tiltimos se unieron para conformar la nueva Reptiblica Federal Alemana bajo administracién germana, cuya recupera- cién econémica y militar fue fuertemente impulsada. A través de la sistemética escalada de tensiones y medidas retaliatorias que se desaté, comenzé a cobrar forma lo que el periodista norteamericano H.B. Swope bautiz6 con el término de “Guerra Fria”, y que popularizé el también periodista Walter Lippman: “un estado que no era ni de gucrra ni de paz entre los bloques occidental y del Este formados después de la Segunda Guerra Mundial”. El simbolo més visible y dra~ mitico del nuevo tipo de enfrentamiento que desde Alemania se habia expandido “Ibidem, p. 411, #La OTAN en 1949 con 15 pafses curopeos, en 1951 cl ANZUS con Australia y Nueva Zelands, en 1951 un acuerdo de defensa bilateral con Filipinas, en 1951 otro con Japan, en 1953 con Corea del Sur, en 1954 con Taiwan, y en ese mismo afio ef SATO con Australia, Tnglaterta, Francia, Nueva Zclanda, Pakistén, Filipinas y Tailandia, en 1955 cl mero (después llamado CENTO) con Gran Bretaita, Irn, Iraq, Pakistin y Tarquifa, A éstos se agregarfa cn 1939 el Tratado de Asistencia Recfproca de Rio de Janciro con América Latina y ottos acuerdos bilaterales con Istacl, Egipto y Arabia Saudita, Graham Evans y Jeffrey Newman, Dictionary of International Relations, Londres, Penguin Books, 1998, p. 70. 28 © Waller Astié Burgos al resto del orbe, fue la construccién del muro de Berlin ordenado en 1961 por el presidente germano oriental Walther Ulrich, como ultimo recurso para impedir Ja fuga de sus compatriotas, que en 1961 alcanzé la cifta de 1,000 diario, El sistema mundial vino a adquirir una estructura altamente contradictoria, pues al tiempo que las superpotencias cooperaron en muchos aspectos para crear cl orden de la posgiterra, principalmente a través de la ONU y de su vasto’ sistema de agencias especializadas y de instituciones conexas, paralelamente promovieron una serie de mecanismos de concertacién politica, militar y econémica de caréc- ter antagénico. De esta suerte, al tiempo que se buscé fomentar la cooperacin internacional y la solucién paeffica de las controversias, se afianzé y ensanch6 el sistema de bloques contrapuestos, cuyo fin tltimo era librar una tercera guerra mundial. Esa gran contradi¢cién no dejé de ser denunciada: Considero [declaré el senador Robert A. Taft durante la votacién senatorial del trata- do de Ia OTAN en julio de 1949] que este pacto lleva consigo la obligncién de armar, a huestras expensas, a Jas naciones de Europa occidental; que esa obligacién promovers ima a guerra que la paz en el mundo; que el proyecto armamentista ¢s totalmente contrario al espiritu que asumimos mediante la Carta de las Naciones Unidas... Desde ef punto de vista de una organizacién internacional, se trata de un retroceso..."" Las medidas tomadas por Washington formaron parte de la doctrina estratégi- ca de la “contencidn” (containment) delineada por George Kennan en 1947, misma que constituyé la pieza angular de la politica norteamericana a lo largo de los 40 afios de la Guerra Fria. Kennan —quien en fecha reciente admitié @ que dichas medidas partieron mis de las respectivas percepciones, que de un conocimiento certero de las intenciones de rival- sostuvo que a través de la contencién deberfan frenarse, paciente y firmemente, a corto ya largo plazos, “las tendencias expansi- vas tuisas,* siendo fas “dreas del mundo que no podemos permitir que caigan en manos hostiles a nosotros: A. Las naciones y territorios de la comunidad atlinti- ca, que incluye Canada, Groenlandia e Islandia. Escandinavia, las islas britinicas, Europa occidental, la Peninsula Ibérica, Marruecos y la costa oeste de Africa, y los paises de Sudamérica; B. Los pafses del Mediterréneo y del Medio Oriente incluyendo Irin; y C. Japén y las Filipinas”. Dada la magnitud de la tarea y al hecho de que en la zona més dlgida de las tensiones este-oeste, Europa, las fuer- zas convencionales del Pacto de Varsovia eran numéricamente superiores a las de la oTaN, desde un principio Washington tuvo que recurrir a la amenaza nuclear StHofilstadter, op. ct, p. 422. Kennan, op. it. “Johnson, ap. eit., p. 546. “Gaddis, op. cit, p. 30. El mundo en el siglo xx * 20 (nuclear deterrence) para darle credibilidad a su politica de contencién. Como esa credibilidad deié de tener vigencia en 1950 cuando Moscti detoné su primera bomba atémica, en lo sucesivo la misma se hizo depender del concepto estraté- gico de massive retaliation (represalia masiva), que implicaba el uso generalizado de todo cl arsenal nuclear en caso de que algtin aliado fuera atacado. En respuesta, Nikita Kruschev y Leonid Breshnev abandonaron los vigjos postulados milita~ res convencionales de Stalin y también priorizaron el desarrollo de la capacidad nuclear de la Unidn Soviética, desatindose una acclerada carrera armamentista que condujo a la absurda situacién de disponer lo que se llamé mutually assured destruccion; suficiente poder nuclear para aniquilar y ser aniquilado. éQué situacién militar enfrentarfamos después de un severo intercambio nuclear?, fue la pregunta formulada en el Comité de las Fuerzas Armadas de la Camara de Representantes en 1964. La respuesta fue: “todos estarfamos muertos”. Esa simple afirmacién sobre las consecuencias de un potencial bombardeo estratégico durante la ‘Tercera Guerra Mundial, refleja el gran dilema militar de la segunda mitad del siglo xx. Tanto los EUA como la URSS tienen la capacidad de destruirse (y también a los demis) sin siquiera comprometerse en una lucha abierta como se ha conocido hasta el momento, ni tener que derrotar a las fuerzas enemigas. El conducto de este increible poder son los misiles balfsticas intercontinentales, los 1cBM, resultantes de la combi- nacién de la bomba de fusidn con el misil balfstico de largo alcance.® En Ja medida en que se fueron inventando nuevos y mis destructivos sis- temas defensivos y ofensivos, se hizo indispensable seguir complementando la doctrina de la contencién con nuevas estrategias —masive retaliation, flexible responses, Jirst strike, etcétera— que permiticran estar en posicién de librar, o bicn una tercera guerra mundial de cardcter nuclear y total, o una comvencional limitada o locali- zada. Al final de cuentas la propia carrera armamentista impidié la ocurrencia del desastre final. En atencién a que el emplazamiento de misiles nucleares soviéticos en Cuba en 1962 provocé una de las mas peligrosas crisis de la €poca, a partir de ese momento se inicié el periodo de detente que permitié, mediante la reduccién de los respectivos arsenales, atenuar los riesgos del conflicto nuclear, El perio- do de detente se prolongé hasta los ochenta cuando la Guerra Frfa alcanzé un nuevo {mpetu final. “Asf-escribié Paul Nitze-, se argumenta que una guerra nu- clear total serfa desastrosa para la Unidn Soviética y también para Estados Unidos, y qltizés también para el resto del mundo. Bajo esas circtinstancias équé diferencia hace si una parte tiene mayor o menor ntimero de armas?” Ibidem, p. 88, Paul Nitze, “The Global Military Balance”, en Robert H. Connery y Demetrios Caraley, National Security and Nuclear Strategy, Nueva York, The Academy of Political Science, 1983, p. 105. 30 + Walter Astié-Burgos iia ac i ce | El fin de las guerras mundiales La cafda del Muro de Bertin en 1989 marcé el fin de la Guerra Fria, y también del largo periodo de guerra mundial que, en sus tres distintas etapas y en sus diferen- tes facetas de caliente y fifa, prevalecié en forma casi ininterrumpida desde 1917. Para fortuna de la humanidad, finalmente se rompié cl cfrculo vicioso de un con- tinuo estado bélico que se prolongs por més de 70 afios y que absorbié el 70 por ciento del tiempo del siglo xx. En virtud de que fa particién de Alemania fue una consecuencia directa del surgimiento de la Guerra Fria, fue de esperarse que al concluir ésa se despejara el camino para su reunificacion. La que seguramente sera la unificacién definitiva de la nacién germana tardé en consolidarse ms de un si- glo, y para cllo tuvieron que estar de por medio las guerras de Dinamarca, Austria, Francia y las tres guerras mundiales. Lo verdadcramente paraddjico de todo ese largo y trdgico proceso, fire que siete contiendas bélicas no lograron resolver la “cuestién alemana”, misma que al final de cuentas se acabé solucionando en for- ma pacifica. Seria incorrecto € injusto, sin embargo, achacar toda esa terrible pro- blemética a la iegitima aspiracién del pueblo aleman a su unidad nacional, puesto que, tanto las fuerzas que jugaron cn su favor como en su contra, formaron parte de la ancestral lucha entre las potencias. El fin de la Guerra Fria fue muy diferente ala forma en que concluyeron sus dos predecesoras. Esas terminaron mediante devastadoras conflagraciones y una paz precaria; la Guerra Fria, por el contrario, concluyé sin enfrentamiento bélico alguno y sin nuevos acuerdos de paz. Quizss lo mejor del complejo y peligroso periodo de Guerra Fria fue Ja forma en que verminé, o mas bien en que se esfimé, Su nacimiento y evolucion constituyeron un fenémeno atfpico en la historia de las relaciones internacionales y, por ende, la forma en que finaliz6 también. fue atfpica: “El calificarla como una guerra, atenta contra toda definicién convencional. Pero Ilamarla como algo menos que eso, evade la realidad, Fue, desde el principio hasta el final, tinica.™? La Guerra Fria es uno de los més extrafios capitulos en la larga y sangrienta historia de los conflictos intemacionales. A lo largo de 45 afios determins la politica y devoré los recursos de Estados Unidos y de la Unién Soviética. Torcié el destino de los paises pequefios que fuleros absorbidos en las esferas de influencia de las superpotencias y multiplicé la violencia de sus guerras civiles. A través de la carrera espacial se extendi6 hasta el espacio mismo, y también amenazé con extinguir la vida sobre el planeta me- diante la devastacin nucleat, Fue més larga y tuvo mayor alcance que las guertas de 1917-1918 y 1939-1945 de Jas cuales se derivé. Sin embargo, no se llegé a disparar ni un sélo tiro entre soldados americanos y soviéticos.* Covsley y Parker, ap. cit., p. 93. “Idem. Etmundo en el siglo xc * 31 \Laimposibilidad de que las dos superpotencias legaran a resolver su prolon- gado enfrentamiento manu tilitari, las arrastré a una extenuante guerra de desgas- “te (war ofaltrition)s de la que salié airosa la que resistié por mayor tiempo la pesada -earga del armamentismo y de las obligaciones que adquirieron a nivel global. Ante todo: fiie:una competencia cntre dos sistemas y regimencs opuestos para la cual el eapitalismo. mostré estar mejor equipado: aun cuando en la época postestalinista la Unién Soviética se convirtié en potencia-mundial al proyectar su influencia por todo el planeta, nunca dejé de ser un pais atrasado en comparacién con su rival. Su expansién (cn Europa, Cuba, Angola, Etiopia, Camboya, Afanistén, etcétera.) sobrestimé sus capacidades, especialmente de tipo cconémico, y ello se hizo en detrimento del progreso doméstico y de los niveles de vida de la poblacion. A di- ferencia de Stalin que buscé dividir a Occidente para combatirlo, sus sucesores lo enfrentaron en su conjunto mediante ultimatums en Berlin, misiles nucleares en Cuba e incursiones en el Tercer Mundo: “ese esfuerzo, sin embargo, fue més allé de la capacidad sovictica, y ello transformarfa su estancamiento en colapso”.® Ese estancamiento fue tanto catisa como efecto de la inestabilidad politica que Moscti padecié desde la muerte de Leonid Breshnev en 1982 y de los sucesivos matidatos de Yuri Andropoy y Constantin Chernenko, Aun cuando a partir de 1985 Mijail Gorbachov intenté revitalizar al sistema soviético mediante tna nueva orientacién politica sustentada cn Ia perestroika (reforma) y en la glastiost (apertura), sus esfuer- zos por convertir al Partido Comunista en el instrumento de cambio fracasaron, y las furerzas que su proyecto renovador desaté precipitaron la desaparicin del comunismo y de la propia Union Soviética. La problemética que vivié la Union Soviética desde la década de los sesenta hasta la de los ochenta, debe contemplarse cn el contexto de los profindos cambios globales que se registraron en las tiltimas décadas del siglo xx, Se traté de cambios verdaderamente revolucionarios: por una parte, entre 1953 y 1975 el crecimiento industrial mundial alcanzé una tasa del 6 por ciento anual, equivalente al incremento total logrado en todo el planeta entre 1800 y 1953.” Por la otra, habian surgido nuevos centros de poder politico y cconémico que minaron la bipolatidad: los paises de Europa occidental en forma individual 0 colectiva a través de su proceso unificador, Japon, los lamados NIC, diversos paises del Tercer Mundo que ya desemperiaban un papel propio en el es- cenario internacional, ctcétcra. De igual manera el desarrollo de la ciencia y de la tecnologfa ~en gran medida propiciado por la confrontaci6n bipolar, la tendencia del cambio de [a produccién agricola a la industrial cn los pafses subdesarrollados, la creciente fuerza y amplitud de los fendmenos globalizadores, etcétera, no sélo patentizaron la emergencia de un orden mundial distinto al bipolar, sino princi- *"Kisssinger, op, ci, p. 764. *Kennedy, op. cit. p. 414, 32 > Walter Asti¢-Surgos a palmente la transicién hacia una nueva ctapa de la civilizacién; cl paso de la era industrial a la posindustrial. E] colapso del comunismo soviético ha consolidado esa evolucién, pues ningfin gru- po significativo de paises queda ya fuera. No fue un colapso castial. La globalizacion explica por qué y como encontré su fin el comunismo soviético. La antigua Unién Soviética y los paises de Europa del este eran comparables a Occidente en cuanto a niveles de crecimiento hasta, més o menos, comicnzos de los afios setenta, Después de ese momento s¢ quedaron atrés répidamente. El comunismo soviético, con su énfasis ent la empresa estatal y la industria pesada, no podia competir esi la economfa electrd~ nica mundial, El control ideolégico y cultural on el que se basaba la autoridad politica comunista no podria sobrevivir en una era de medios de comunicacién globales.”! No sélo en el terreno econémico habia perdido terreno la bipolaridad, sino también en el politico, militar ¢ ideolégico. En los afios sesenta ocurrié el rompi- micnto entre Pekin y Moscti que marcé el fin del movolitismo dentro del bloque comunista, al convertirse China en un polo alternativo de atraccién dentro de ésc. En el Primer Mundo también surgieron fisuras, principalmente como conse- cuencia de la intencién del presidente Charles de Gaulle de que el Viejo Mundo adquiriera una mayor independencia frente a Estados Unidos. A través de su proceso tmnificador, Europa occidental encontré nuevas avenidas para determinar, por sf misma, su futuro. Si bien la idea no era nueva, lo.novedoso fire que esta ver, se buscé la unién en forma pacifica y través del acuerdo voluntario y democritico de los paises curopeos, y ya no, como en el pasado, mediante la imposicién hege- méniica de uno solo. Hl antecedente directo de este fenémeno aglutinador fue la creacién de la unién aduanera entre Bélgica, Holanda y Luxemburgo (Benelux) cn 1948, misma que en 1950 se convirtié en la Comunidad Europea del Carbon y el Acero con la participacién adicional de Francia, Alemania ¢ Ttalia. Bn 1957 la Europa de los “6” se amplié al resto de los sectores ccondmicos con la firma de Thatado de Roma que establecié la Comunidad Econéimica Europea, misma que Hegé a convertirse en la Unién Europea, con las ulteriores incorporaciones de Inglaterra, Irlanda y Dinamarca en 1972, de Grecia en 1981, de Espafta y Portugal en 1986, y postcriormente de Austria, Suecia y Finlandia, Europa finalmente lo- gré superar sus rivalidades ancestrales, comprometiéndose sus potencias en un exitoso esquema de desarrollo compartido de tipo politico, econémico, social y cultural. Los.logros en el campo econémico han sido notables, pero ¢l mayor mérito es haber consolidado fa paz en el Viejo Mundo. “Anthony Giddens, Un mundo desbocado; los efectos de ta globalizectén en nuestras vidas, Madrid, Grupo Santillana de Ediciones, 1999, pp. 26-27. El mundo en el sighe xx * 33 Una de las grandes paradojas del final de la Guerra Fria fue el hecho de que crréneamente se llegé a considerar que habfa resurgido con renovado vigor, que se prolongarfa por més tiempo, y que una Union Soviética aparen- temente revitalizada por Gorbachoy saldria victoriosa de la gran contienda. En efecto, politicos y académicos durante la década de Jos setenta pregonaron el de- clive de Estados Unidos: las crisis politicas (el asesinato del presidente Kennedy, la guerra de Victriam, el escindalo de Watergate, la renuncia de Nixon, etcétera), la desaceleraci6n econémica, la recesién, la inflacién, el desempleo, el aumento del déficit presupuestal y de la deuda piiblica, la pérdida de competitividad, etcétera, provocaron vacilaciones en la politica exterior y el retraimiento internacional de Estados Unidos. Los esfuerzos del presidente James Carter para combatir lo que calificé el malaise de la sociedad norteamericana, fracasaron ante las complejida- des de un mundo reacio “a seguir el dictado norteamericano, y por sus propias inconsistencias polfticas”.” E] drama de la toma de rehenes en la embajada esta- dounidense en Teheran patentizé vividamente el declive del poder norteamerica- no, y contribuyé al tritmfo del movimiento conservador encabezado por Ronald Reagan. Merced al amplio respaldo popular del que disfruté a lo largo de. sus ocho afios de gobierno, Reagan logré impulsar una agresiva politica anticomunis- ta, dandole a la tradicional contencién un nuevo y mas peligroso giro: la llamada “doctrina Reagan” no sélo enfatizaba la intencién de contener el avance soviético, sino también de revertirlo, El obligado corolario de ese postulado fue la aproba- cidn de los presupuestos de defensa mas altos en tiempos de paz, la intensificacién de Ia carrera armamentista, la suspensién del proceso de detente iniciado desde los afios sesenta —principalmente oponiéndoge a ratificar el tratado Salt IL firmado por Carter y Breshnev en 1979- , cl emplazamiento en suelo curopeo de mi- siles norteamericanos de alcance intermedio (Pershing II y cohetes de crucero Tomahawk) para restablecer la paridad nuclear con los proyectiles soviéticos SS-20, y el proyecto estratdgico de la “guerra de las estrellas”. De todas estas iniciativas ninguna tnyo un efecto tan poderoso sobre Moscti como la “Iniciativa de Defensa Estratégica” (Strategic Defence Iniciative 0 spt), comtimmente Hama- da “guerra de las galaxias” o “de las estrellas”; segtin lo anuncié el Presidente el 23 de marzo de 1983, estaba destinada a, © hacer impotentes y obsoletas las armas aucleares. ‘Tal vez el temerario desafio de Was- hington partié de la certeza de que se confrontaba una URSS debilitada c imposibilita- da para responder al reto que se le hacia: fos sucesos de los afios posteriores mostrarfan el grado de estancamiento y descomposicién en que habia cafdo el otrora poderoso “imperio del mal”. Desde el inicio del gobierno de Reagan se sostuvo la tesis —princi- palmente por parte de la cla~ de que la URSS estaba en plena decadencia, por lo que Kennedy, op. fi, p. 410. 34 + Walter Astié-Burgos ; : | / - aq deberia conducirse una politica de presiones para acelerar su descomposici6n; la ca~ ryera armamentista desatada por Estados Unidos tuvo precisamente ese propdsito.” La IDE se convirtié en una verdadcra pesadilla para Mosca, y determind el curso de las relaciones entre las superpotencias en la etapa final de la Guerra Fria: “La medida de cuanto los’ soviéticos temfan a la Iniciativa de Defensa Estratégica, la determiné lo mucho que estuvieron dispucstos a ofrecer para deshacerse de lla.” La Hegada al poder de Reagan y su equipo conservador signified cl re- ctudecimiento momentinco de las tensiones de Ja Guerra Fria, pero al final de cuentas constituyé su impetu final y definitivo. ‘Tras los encuentros en la cumbre que sostuvieron Reagan y Gorbachov en Ginebra cn noviembre de 1985 -cl pri mero entre los lideres de los dos pafses desde 1979-, cn Reikiavik en noviembre de 1986 -calificado como “uno de los acontecimientos mds asombrosos” —.* en ‘Washington cn 1987 y en Moscti en 1988, se comenz6 a registrar una sorpren- dente distensién y entendimiento. La firma en Washington del “Tratado entre los Estados Unidos de América y la Unién de Reptiblicas Socialistas Soviéticas sobre la Eliminaci6n de sus Misiles de Alcance Intermedio y Corto” evidencid que la confrontacién bipolar habfa llegado a su fin. Aunque el gobierno norteamericano hizo algunas concesiones, la Unién Soviética, ante la realidad de que no tenia otra opcién, fue quien mayormente cedié. La doctrina Reagan comenzé a haccrse efectiva: en 1989 las tropas soviéticas abandonaron Afganistan, en 1990 terminé la ocupacién vietnamita de Camboya, en 1991 las tropas cubanas salicron de Angola, en 1991 cayé el régimen comunista de Etiopfa y en 1990 el gobierno sandinista de Nicaragua acept6 celebrar las elecciones que le hicieron perder el poder. El cpisodio final de Ja Guerra Fria fue el de la extincién del sistema comunista en Europa del este, y en la propia Uni6n Soviética, El elemento de cohesi6n y coer cién del mundo comunista habia sido la amenaza del ejército rojo, mismo que en cl pasado tuvo a tarca de sofocar los movimientos reformistas que aparecicron en Alemania oriental, Hungria y Checoslovaquia. De acuerdo a las realidades que se vivian en 1989, su accidn represiva ya fue imposible. Ante el hecho de que cl propio régimen soviético habia celebrado elecciones en el mes de marzo, el Sindicato Solidaridad de Polonia hizo lo propio en junio, desalojando del poder al Partido Comunista y transfiriéndolo a una coalicién encabezada por el lider de Solidaridad y el periodista Tadeusz Mazowiecki, Las demés “democracias popu- TaWalter Astié-Burgos, Mésico y Estados Unidos; entre la cooperacién y ef desacuerdo, México, Siglo XX, 1998, p. 267. ARobert M. Gates, Trott the Shadows; the ultimate tusider’s story of five presidents and how they won the cold war, Nueva York, Simon & Schuster, 1996, p. 408. ‘George PB Shultz, Tirmoil aud Tumph; diplomacy, power and the viciory of tee American ideal, Nuweva York, Charles Scribner's Sons, 1993, p. 774 El mundo en ef siglo xx * 35 ares” no tardaron en seguir el ejemplo polaco; como resultado de las elecciones hiingaras se relajaron los controles fronterizos que propiciaron la migracién ma- siva de alemanes orientales hacia Austria a través de Hungria para adquiirir pasa- portes de Alemania federal. Cuando Gorbachov visité Alemania Oriental y con resignado pragmatismo declaré que csc problema migratorio no era de la incum- bencia de la Unién Soviética, forz6 al viejo dictador Erich Honecker a renunciar, La decisién del nuevo gobierno alemén de derribar el muro de Berlin propicié que el comunismo comenzara a desaparecer pacificamente al norte del Danubio, Jo que no ocurris en los Balcanes, especialmente en Rumania y Yugoslavia donde Jas fuerzas del pasado trataron de resistir el inevitable cambio. Boris Yeltsin gand las elecciones presidenciales on la Unién Soviética en junio de 1991, y posteriormen- te se convirtié en héroe nacional al encabezar Ia revuelta que desarticuld ef golpe de Estado intentado por los continuistas. Una vez que afianz6 su poder, Yeltsin disolvié el Partido Comunista, y cn diciembre de ese aio hizo desaparecer a la Uni6n Soviética. Después de 74 ais se extinguié de la faz europea e] comunis- mo,” y junto con ello las rivalidades que dieron origen a la Guerra Frfa, nadie “gan6” la Guerra Fria. Fue una rivalidad politica prolongada y costosa, atizada en ambos fados por las cstimaciones irreales y exageradas de las intenciones y de la fortaleza de la otra patte, Esa rivalidad agot6 en gran medida los recursos econémicos de anibos paises, dejandolos a los dos, a finales de la década de 1980, confrontados con pesados problemas financieros, sociales y—en el caso de los rasos_ politicos que no sc habian previsto y-para los cuales no estaban preparados plenamente ninguno de los dos.” El fin de la Guerra Fria que ocurrié casi simult{neamente con el paso crono- logico del siglo xx al xx1, trajo consigo la emergencia de un nuevo orden mundial, en el que si bien desaparecieron las rivalidades que prevalecieron durante la mis- ma, no tardaron en aparecer otras nuevas. Su conclusion hizo surgir la esperanza de que la humanidad transitara hacia tina etapa de mayor estabilidad y paz, y de quc asimismo los enormes recursos que se desperdiciaron en el armamentismo fueran canalizados hacia los mas graves problemas que se confrontan en el nuevo milenio, tales como la brecha que separa al mundo desarrolladg del en vias de desarrollo, Sin embargo, las dos guerras del Golfo Pérsico y los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 presentaron una muy diferente perspectiva de lo que serd el orden mundial del siglo xx1, en el que los conflictos bélicos, aunque ya seran de una naturaleza distinta, seguiran estando presentes. Si bien desaparecié la confrontacién bipolar, han aparecido nuevos fendmenos que puede conducir *Tortella, op. ct., pp. 300-313. Kennan, op. il. pp. 210-211, 36 * Waller Astié-Burgos | | al choque bélico, tales como el terrorismo, los conflictos étnicos y religiosos, la creciente desigualdad entre los paises ricos y los pobres, y la contienda por los re- cursos naturales cada vez mis escasos, entre los que destacan el petréleo y el agua. De igual manera y aunque las actuales relaciones entre las grandes potencias son armoniosas, es dificil predecir el rumbo que tomarén sus vinculos con la tinica superpotencia del momento, asi como entre la Unién Europea, la nueva Rusia, Japon y la otra futura superpotencia del siglo xxx: China, Aunque algunas de las principales caracteristicas del nuevo orden mundial ya son conocidas (la multi- polaridad -o para algunos a la unipolaridad-, la globalizacion, la formacién de grandes blogues econdmicos regionales, el acento econémico que las relaciones interestatales han adquirido, los procesos simultineos de unificacién y de frag- meniacién, etcétera), la realidad es que hernos ingresado a una poco predecible etapa, en la que se presentan grandes oportunidades para construir un mundo mejor, pero también enormes desafios que pueden conducir a la humanidad al caos. Dos brechas que constantemente se agrandan parecen ser cl meollo de la crisis de la hnmanidad: la brecha entre el hombre y la naturaleza, y Ia brecha entre norte y sur, rico y pobre. Ambas brechas deberan reducirse para evitar catistrofes que pudieran destruir al mundo; pero sélo se lograra esto sise reconocen explicitamente la “unidad global y lo “finito” de la tierra.™ AM, Mesarovic y E. Pestel, La humasidad en ta encrucijada; segundo informe al Club de Roma, México, Fondo de Cultura Econémica, 1975, p. 15. El mundo en el siglo xx * 37 Capitulo 2 El legado del siglo xix Ausencia de convergencias y confrontacién Las relaciones diplomdticas entre México y Estados Unidos, iniciadas en 1822 mediante la acreditacién de Jos¢ Manuel Zozaya ante el gobierno del presidente James Monroe y de Joe! R. Poinsett ante el del presidente Guadalupe Victoria en 1825, no sdlo enfrentaron serias dificultades desde ese primer momento, sino que aescasos 20 afios de haberse inaugurado, desembocaron en el mas grave conflicto quc los dos pafses han tenido en sus ya casi 200 afios de historia bilateral. La falta de entendimiento, la ausencia de concordancias, la inexistencia de objetivos co- munes y, principalmente, los intereses contrapuestos, provocaron que los prime- ros representantes diplomaticos estadounidenses fueran declarados personas non gratas, que on 1845 México rompiera las relaciones diplomiticas y, finalmente, que 1846 Estados Unidos emprendiera una guerra contra México.” La interven- cién norteamericana-de 1846-1848 -mejor.conocida como la guerra de Texas~, fue el primer conflicto bélico del México independiente, y también el mds perju- dicial de todos los que llegé a tener, puesto que la derrota le significé la pérdida de dos y medio millones de kilémetros culadrados de su territorio original. EI mayor o menor grado de entendimicnto entre los gobiernos y los paises, la cooperacién o el desacuerdo, las relaciones armoniosas 0 conflictivas que se leguen a dar y, en tltima instancia, la paz o la guerra, son binomios directamente relacionados con los intereses compartidos, o contrapuestos, que en un momento dado surgen entre esos. En esa primera y formativa etapa de nuestras relaciones bilaterales no Ilegaron a existir intereses comunes, prevaleciendo los de car4cter antag6nico, La agenda inicial que cada uno se fij6 fue divergente, y ello inevitable mente condujo a la friccidn, a las tensiones, al rompimiento y al choque armado. Al iniciar los vinculos oficiales México aspiraba a obtener de Washington el re- conocimiento de su independencia; solidaridad y apoyo frente a una Espafia que, respaldada por la Santa Alianza, pretendfa recuperar fa colonia perdida; coopera cién para dar los primeros pasos y desarrollar relaciones positivas de amistad y comercio, Con tales propésitos se encargé a Zosaya dar prioridad a la negociacion ™Véase Walter Astié-Burgos, Europa y la guerra de Fstados Unidos contra México, México, Impresores. Aldina, 2001. : 39 de acuerdos de amistad, de asistencia recfproca, de comercio y de limites frontcri- 208, asi como solicitar un préstamo de 10 millones de pesos, dando en garantfa la hipoteca de “las rentas del imperio”.* Esto tiltimo, tanto evidenciaba la debilidad del flamante Imperio mexicano, como favorecia el proyecto expansionista que Estados Unidos tenia reservado para su vecino. Los objetivos que Washington persegufa no podfan haber sido mds opues- tos. Aunque las dos naciones eran nuevas, irremediablemente heredaban el pe- sado legado histérico dejado por sus respectivas metrépolis coloniales: por siglos Fspafia e Inglaterra habfan sido rivales y enemigos (politicos, econdmicos, mili- tares, religiosos ¢ ideolégicos) que se disputaron el dominio de los mares y las tierras del Nuevo Mundo, El México surgido de la Nucva Espafia, quizés por la forma violenta en que se separé de la Madre Patria y de la propia debilidad en ta que nacié, mostré estar dispuesto a olvidar ese pasado y a contribuir a crear un orden continental alejado del tradicional antagonismo europeo. Pero si bien una de las pocas concordancias que cn esos primeros momentos se daba entre las dos naciones era la de considerar que la dominacién europea habfa tocado a su fin, la interpretacién que cada una hacfa de esa realidad era diametralmente opuesta. Los lideres de Washington no contemplaron esa sittacién como ajena a las guerras coloniales por el dominio territorial, sino como una continuacién de las mismas, salvo que ahora le asistfa a Estados Unidos cl “derecho” de ejercer la he- gemonfa. La ancestral lucha por la conquista de América, como lo percibié Alexis de Tocqueville, continuarfa siendo parte de la historia del hemisfetio y correrfa a cargo de fos descendientes de ingleses y espafiole: Los limites que deben separar a esas dos razas han sido fijados por un tratado [Adams- Onis]. Pero por favorable que sea ese tratado para los angloamericanos, no dudo que Heguen bien pronto a infringitlo... La tierra del Nuevo Mundo pertenece al primer ocupante, y el impetio es allf el premio a la carrera... Cada dffa los habitantes de los Estados Unidos se introducen poco a poco en Texas, adquicrei tierras y, en tanto se someten a las leyes del pais, fimdan en él el imperio de su lengua y de sts costumbres, la proviricia de Texas esti todavia bajo dominacién de México; pero bien pronto no se encontrarin en ella, por decirla asi, mas mexicanos."! En 1823 el presidente James Monroe formulé la doctrina que leva su nom- bre al declarar que “de aqui en adelante los continentes americanos no pueden ser consideradés mas como sujetos de Ia firtura colonizacién de potencia europea “Instrucciones dadas a Manuel Zozaya, citadas en Marfa Eugenia Lépez de Roux, El reconec!- riicnio de la independencia de México, México, Secretaria de Relaciones Exteriores, 1995, pp. 39-40. Alexis de ‘Tocqueville visit en 1831 los Estados Unidos en ana comisién oficiat del gobierno francés, y de acuerdo a sus observaciones prblicé en 1835 su famoso libro La democracia en América Vease la versién publicada por ef Fondo de Culeura Econémica, 1957, p. 380. 40 + Walter Astié-Burgos alguna”, Aunque con ella se advertia a Jos curopeos que, de continuar interve- niendo en los asuntos hemistéricos, correrfan el riesgo de entrar en conflicto con Estados Unidos, también perseguia otro no declarado propésito: En su deseo de evitar toda competencia, cl gobierno de los EUA levanté la bandera de la hucha contra las nuevas conquistas territoriales de las potencias europeas en Améri- cay en contra de la intervencidn de esas en los asuntos americanos, pero los propios UA se negarian a declarar que, por su parte, no tenfan aspiraciones de conquiista. La doctrina Monroe, expresién de esa politica, trataba en el fondo de consolidar la inde~ pendencia de los EUA en los asuntos internacionales, incrementar su influencia en toda América y eliminar posibles obstéculos de las potencias europeas para suis nutevas expansiones territoriales.** En sintesis, igualmente se trataba de que “las naciones americanas no pudic~ ran obtener apoyo de Europa para defender su independencia frente a Estados Unidos”.® Las trece colonias inglesas se forjaron durante la larga contienda entre la Gran Bretafia y Francia por la posesién del norte de América, de la que salié victo- riosa la primera al arrebatarle a la segunda, como resultado de las guerras de la sucesién espafiola y la de los sicte aftos, cl inmenso territorio de Canada. El aficjo conflicto, sin embargo, no concliryé con la expulsién de los france- ses del territorio norteamericano, pues en revancha Parfs apoyé Ja insurreccién de los colonos contra su metrépoli, contribuyendo a que Londres perdiera la parte mAs importante de-su imperio en América. Las ambiciones expansionistas que los estadounidenses heredaron de sus mayores se dej6 ver en las concesiones tertitoriales que exigicron a sus aliados franccses y espafioles durante la Guerra de Independencia contra los briténicos, en las exageradas pretensiones que abrigaron sobre las posesiones de los ingleses cuando fixeran derrotados, y principalmente en las negociaciones de paz que celebraron con esos cn 1783. En el curso de estas {iltimas, presionaron para obtener generosas concesiones sobre los limites de la futura nacién: todas las tierras comprendidas entre los Alleghcnies y el Misisipt, amplios derechos de pesca en aguas canadienses, y la delimitacién de la frontera norte casi en los mismos limites existentes hoy dfa con Canada. El ministro de relaciones cxteriores de la Francia de Luis XVI, aliada a los colonos rebeldes, el conde Charles de Vergennes,” dirfa al respecto: “.,.més que hacer la paz, los bri- VP Potemikim ef al,, Historia de la diplortacia,t. 1, México, Grijalbo, 1966, p. 284. “Roberts, op. cit., p. 7A4. *Como el ministro francés que otorg6 un generoso apayo a los norteamericanos, y compro metié cit ello a Espafia se negaba a oficializar la alianza pata no entrar en um conflicto abierto con Inglaterra, fie advertido por esos que, de no hacerlo, iniciarfan conversaciones de paz con Londres, se firmé la alianza en febrero de 1778. Aun cuando ev 1782 franceses y norteamericanos inicia~ Ellegado det sigioxx * 41 tinicos la compran, Sus concesiones exceden todo lo que yo hubiera pensado era posible”. A partir de la independencia cl objetivo de seguir dilatando las fronteras se convirtié en una prioridad para todos los presidentes desde George Washington hasta James Polk: en 1786, a pocos afios de haberla alcanzado, el tercer presidente, Thomas Jefferson, precisé la meta y el método a seguir: Nuestra confederacién debe verse como cl nido desde el cual toda América, norte y sur, debe ser poblada, Debemos tener cuidado, también, de considerar que no es en el interés de este gran continente presionar demasiado répido a los espafioles. Esos paises no podtfan estar en mejores manos. Mi preocupacién es la de que sean demasiado débiles para sujetarlos hasta que nuestra poblacién se desarrolte lo suficiente para ob- tenerlos de ellos, pieza por pieza...! En la consecucién de dicha meta, entre 1792 y 1820 se agregaron a la dimen- si6n original de las trece colonias los territorios que hoy dfa ocupan los estados de Michigan, Ohio, Indiana, Illinois, Kentucky, Tennessee, Misisip{, Alabama, Vermont y Maine. En 1803 Jefferson compré a Napoleén Bonaparte el inmenso territorio de la Luisiana que establecié la colindancia geogréfica con la Nueva Espafia; en 1812 tuvo lugar una nueva guerra contra Inglaterra en ia que los nor- teamericanos fracasaron en su intento de incorporar a la Unién la que siempre habfan considcrado como la “catorceava colonia”: Canadé. En 1819 y como parte de las negociaciones del ‘Tratado Adams-Onis con Espafia que fijé los Ifmites en- tre Estados Unidos y la Nueva Espaiia, se adquirieron de ésa las Floridas que ya habjan sido invadidas por el general Andrew Jackson. ‘Teniendo presentes estos antecedentes, no fue de extrafiar que, tan pronto como se iniciaron las relacio~ nes diplomiticas con México, abiertamente se dejé ver [a intencién de seguir adquiriendo territorios mediante la compra de la provincia de Texas. Como lo demostraba el pasado, para lograrlo se estaba dispuesto a recurrit a la negociacién, ala compra o ala fuerza. Sin embargo, esa inflexible determinacién se confronts con la también inflexible posicién mexicana de no vender e! suclo patrio como mereancfa: Ta cuestién [precis6 Lucas Alaman en 1830] cs para nosotros de todo diversa: los inmensos tertitorios de que pot medio de esas maniobras han sido despojadas las po- Ton conjuntamente las negociaciones de paz con Inglaterra, Ja desconfianza mutua proves que Benjamin Frankdin condujera conversaciones sceretas sin la participacion de sus aliados, Francia y Espafia, y firmara la paz ef 3 de septiembre de 1783. a Johnson, A History of the American People, Londres, Weidenfeld & Nicholson, 1997, p. 139, “Adrienne Koch y William Pedem, The Life and Selected Waitings of Thomas Jefferson, Nueva York, ‘The Modern Library, 1994, p. 363. 42 © Waller Astié-Burgos tencias de Europa que los posefan en nucstro continente, eran para ellas de un interés secundario; pero aqui se trata de atacar intereses primordiales ligados intimamente al interés de la nacién, y México no puede enajenar ni ceder el mas pequeiio depar- tamento sin desmembrar la integridad del territorio mismo de la reptiblica, como To hicieron la Francia y la Espafia que se deshicieron de tetrenos que posefan a larga dis- tancia de sus respectivos paises... la situacién de aquel departamento [Texas] es tal, que en manos de una potencia extranjera y ambiciosa, pondria en peligro todos los estactos que desde Nuevo México y Chilualiua se extienden hasta San Luis y Guanajuato... La negativa mexicana a permitir que ese objetivo se alcanzara por medio de una transaccién pecuniaria, Hevé a aplicar los procedimientos ya ensayados exito- samente, en particular para obtener de Espafia las Floridas: “los primeros presi- dentes norteamericanos recurrieron ampliamente a las «operaciones encubiertas» a fin de adquirir territorios adicionales para la nacién”,® Jefferson y Madison orquestaron campafias subversivas para generar “léevantamientos esponténeos” contra las autoridades espafiolas y crear “gobiernos revolucionarios locales” que demandaran la “intervencién norteamericana para defender sus intereses”.” En "Texas se signié cl mismo guién: fomentar la migraci6n norteamericana legal ¢ ilegal, promover ataques de indios y filibusteros contra el territorio, atizar el des- contento de Jos colonos, promover “revueltas espontaneas” contra la “tiranfa y la injusticia”, incitar la solicitud “voluntatia” de los colonos rebeldes para incorpo- rarse a la Unién Americana, presionar por, la via diplomatica con injustificadas y abultadas reclamaciones que s6lo pudicran solventarse mediante la venta de tierras, etcétera. Todo ello buscaba justificar la intervencién en nombre de la cau- sa “libertaria”, para posteriormente legitimar la “cesién” territorial mediante un pago y la firma de un tratado. Conforme a fo anterior, no fuc sorprendente que los colonos texanos, a pesar de que las concesiones para establecerse cn la provincia habfan sido otorgadas por los gobiernos centralistas del Virrcinato y del Imperio, pretextaran el cambio del sistema federal al centralista que se dio en 1835 para separarse de México. Tanto el fallido intento del presidente Santa Anna de someter a los rebeldes que culmi- né con su patético aprisionamiento én San Jacinto en abril de 1836, como el que ‘Texas permaneciera como pais independiente por 10 afios, patentizaron que la provincia se habfa perdido para siempre. Por consiguiente, el verdadero propésito del presidente James Polk al ordenar la invasién de 1846 no fue Ja cuestidn texana "Justificaciones de Lucas Alamén a la Ley de Colonizacién de 1830 citadas en Secretaria de Relaciones Exteriores, Politia exterior de México; 175 aiios de hisioria, tt, México, Talleres Graficos de la Nacién, 1985, p. 148. Stephen F. Kinott, Secret attd Sactioned; cover operations and the American presidency, Nueva York, Oxford University Press, 1996, p. 87. "Idem. El legaclo del siglo xm * 43 ni el vengar, como falsamente Jo informé al Congreso de su pais, la aftenta de los mexicanos que habfan “traspasado Ia linea divisoria de los Estados Unidos, invadido nuestro territorio y derramado sangre americana en suclo americano”,® sino apoderase de otras tierras. Una vez que el ejército nacional fue derrotado y se tomé fa ciudad de México, bajo la presién de la ocupacién militar se negocié en 1848 el Tratado de Paz de Guadalupe-Hidalgo, que consagré Ia pérdida de las provincias de Nuevo México y California, en las que actualmente se ubican los estados de Nuevo México, Arizona, Nevada, Utha y California. Como en su momento lo reconocié Nicholas Ttist, comisionado norteamericano en Jas nego~ ciaciones del citado tratado, “la existencia de México dependia no de la voluntad y de la resistencia del pais, sino de la politica que se decidiera en Washington”. Aunque el inmenso botin de guerra” no dejé satisfechos a fos seguidores del Destino Manifiesto que aspiraban a “extendernos y posesionarnos de todo cl con- tinente concedido por la Providencia para que desarrollemeés el gran experimento de Ia libertad y del auto gobierno”, el objetivo de ampliar la frontera hasta el océano Pacifico -también cn 1848 Inglaterra cedié pacificamente el territorio de Oregon ya invadido por squatters~ habia sido alcanzado, en Io sucesivo el tema de la adquisicién territorial perderfa prioridad en la agenda de Washington. ‘Aunque México hubiera comenzado su vida independiente como una nacién unida, séli- da y fuerte, lo més probable es que hubiera sobrevenido una guerra con Estados Unidos. Los angloamericanos estaban decididos a expanderse hacia el oeste, en reas que consideraban como terrenos baldios aunque estuvicran ocupados por otros.” Las convergencias polfticas Al igual que ocurtié en Europa al finalizar las dos guerras mundiales del siglo 20¢ cxaminadas en el primer capitulo, la paz que se establecié entre México y Estados Unidos fue sumamente precaria, pues en la posguerra prevalecieron las condicio- nes para el estallido de un nuevo conflicto. En efecto, la humillacién suftida por la Gastén Garcfa Cantis, Las invasioues notteamericanas en México, Mi Fconsmnica, 1991, pp. 87-88, *Acjandro Sobarzo, Deber y conciencia; Nicolds Tist el negaciador norteamericano en la Guerra del 47, México, Fondo de Cultura Econsmica, 1996, pp. 65-66. "La ulterior y altima adquisicin territorial fue la de La Mesilla en 1853, también llamada “Gadsden Purchase”, cnya venta en 10 millones de délares fie realizada por Santa Anna. "Josefina Zoraida Vazquez y Lorenzo Meyer, México frente a Estados Unides, México, Bl Colegio de México, 1982, p. 63. “Maria Esther Schumacher ef al., Mitos elas relaciones México-Fstados Unidos, México, SRE/Eondo de Cultura Bconémica, 1994, p. 39. ico, Fondo de Cultura 44 + Walter Astié Burgos derroia, las enormes perdidas territoriales, la bancarrota econémica y la continua inestabilidad politica, propiciaron que entre la clase dirigente y la poblacién sur- giera un gran rencor hacia el vecino, asi como un poco realista deseo de revancha que aspiraba a recuperar lo perdido. Por lo que respecta a Estados Unidos, mu- chos no quedaron satisfechos con todo lo adquirido y clamaban por més territo~ rio, m4xime que se habfa comprobado la incapacidad defensiva de México. Sin embargo, los acontecimientos que en forma simultinea ocurrieron en cadaamo de los dos paises, tanto impidieron que se desatara un nuevo enfrentamiento, como propiciaron que, por primera vez, empezaran a surgir convergencias, En Estados Unidos el viejo antagonismo entre el sur agricola y esclavista y el pujante norte liberal e industrializado, finalmente hizo crisis en 1860 con la eleccién a ta presidencia de Abraham Lincoln; Carolina del Sur se separé de la Union, y junto con otros 10 estados surefios cn 1861 formé la Confederacién de Estados de América, en cuya capital, Montgomery en Alabama, se instalé como presidente Jefferson Davies. La existencia de dos gobiernos rivales de inmediato desaté cl conflicto doméstico més grave que el pafs ha tenido y que se prolongé hasta 1865, En el mismo afio de 1860 el presidente Benito Judrez regresé triun- fante a la ciudad de México después de derrotar a las frerzas conservadoras en las Guerras de Reforma, pero la decisién que tom< en el mes de junio de suspender el pago de la deuda extranjera, dio el protexto que la Francia de Napoleén IIT busca- ba para invadir al pafs y restablecer, de acuerdo con el proyecto promovido por los derrotados conservadores, la monarquia. De la expedicion tripartita organizada por Inglaterra, Espafia y Francia para exigir el pago de dicha deuda, se derive la Intervencién francesa que colocé en el trono del resucitado Imperio mexicano al archiduque Maximiliano de Austria. En virtud de que uno de los objetivos torales de la politica exterior estadou- nidense habfa sido la de impedir que las potencias europeas continuaran inter viniendo en los asuntos del hemisferio, la presencia del cjército napoleénico en México y la instauracién de un régimen monérquico constituian un flagrante desaffo a la doctrina Monroe y a la hegemonia continental de Estados Unidos. Adicionalmente, la presencia gala cn el pais vecino podfa tener consecuencias im- predecibles para la guerra civil norteamericana, puesto que por existir fliertes vincu- los histéricos, culturales y econémicos entre los estados confederados y Francia, no se descartaba la posibilidad de una eventual alianza contra el norte. El proyecto original de Napoleén HJ contemplé la répida conquista de la parte central del pais para apoderase de la ciudad de México, tras lo cual el ejército francés se trasladaria hacia la frontera para entrar en contacto con las fuerzas confederadas. Sin embargo, el fracaso del primer intento de capturar la ciudad de Puebla en 1862 retras6 la in- vasiGn un afio: aunque tanto Puebla como la ciudad de México fucron finalmente tomadas en 1863, para esas fechas las tropas de Lincoln habfan logrado importantes El legado del siglo x + 45 avances que ponian en duda el triunfo de los confederados. Aunque la Guerra de Secesién era un conflicto interno de Estados Unidos, los intereses y ambiciones de las potencias europeas no pudieron permanecer al margen. Su estallido brindé a Napoleén III la oportunidad de poner en préctica sus designios geoestratégicos, ya que a través de la aventura mexicana buscaba, tanto recuperar el papel que Francia alguna vez habia desempefiado en el Nuevo Mundo, como asegurarle a su pafs un lugar en el futuro orden mundial que Tocqueville ya habfa previsto serfa domi- nado por Estados Unidos y Rusia.” Se trataba de afirmar la presencia francesa al convertir a México en una “valla de contencién” para el poderfo norteamericano que ya atentaba contra la supremacfa curopea: Duefia de México [escribié Napoleén Il], y por consiguiente de América Central ¥ del paso entre los dos mares, ya no habré otra potencia en América que Estados Unidos. Si por el contrario, México conquistara su independencia y mantuvieta la integridad de sus tertitorio, si un gobierno estable se constituyera por medio de las armas de Francia, habrfamos interpuesto un dique infranqueable a las usurpaciones de Estados Unidos...” Por su parte, la gran potencia del siglo xix, Inglaterra, no dejé de evaluar intere- saclamente los beneficios 0 perjuicios que podfa reportarle la situacién prevaleciente en el norte de América, Por una parte y aunque mantenia fuertes vinculos afectivos, hist6ricos, culturales y principalmente econémicos con Estados Unidos, no olvidaba que habia librado dos guerras con ese pafs, que las ambiciones estadounidenses so- bre Canadé no se habjan extinguido del todo, y que por ser cl més importante poder colonial en América y el principal socio comercial y financiero de Hispanoamérica, era quien mayormente resentia el incontenible avance de sus descendientes. Por 1a otra, también tenfa presente que Francia habfa sido su gran cnemigo histérico, que no era en su mejor interés el que Parfs recuperara sus antiguos fucros cn cl Nuevo Mundo, y que habja roto fa alianza tripartita con Napoleén TIT cuando se percaté que sus intenciones iban mds alld del mero cobro de fa deuda mexicana. Partiendo de todas esas consideraciones, Londres adopt6 una posicién de gran pragmatismo: aunque no respaldé la aventura napolednica, tampoco dejo de ver con simpatia la posibilidad de que, tal como fo precis6 el primer ministro Palmerston, la victoria Si bien Francia, junto con Espaiia, Inglaterra y Portugal, fue tina de las potencias findado- tas del Nuevo Mundo, acabé cediendo el inmenso territorio de Canad e Inglaterra después de la Guerra de los Sicte Afios, y Napolesn I finiquité la presencia francesa en América al yerrder al pre~ sidente Jefferson cl también inmenso territorio de la Luisiana en 1803, ‘En La denocracia en América ya sostuvo la tesis de que Estados Unidos y Rasia cstaban llamados “por un designio secreto de la Providencia a sostener un dia en sus manos los destinos de la mitad del mundo”, lo que efectivarnente ocurrié en la Guerra Fria del siglo Xx, Philippe Séguin, Lonis Napoleon le Grond, Paris, Bernard Gassct, 1990, pp, 264-265, 46 + Walter Astié Burgos del Sur tuviera como “consecuencia inmediata la escisién de los Estados Unidos en dos federaciones independientes”, y de que el México mondrquico sirviera para frenar el avance estadounidenses. De aif que “Palmestron no queria mantener en Ja cuesti6n mexicana una conducta hostil a Francia”.” El juego hegeménico de las potencias europeas propicié que, por primera vez, surgiera una importante convergencia de intereses politicos entre los go- biernos de Lincoln y Juarez. A pesar de que Francia, la antigua aliada de los estadounidenses ahora cra un rival, las circunstancias obligaron a Washington a observar una politica en mucho contradictoria, puesto que tenia que concentrar sus energfas en la lucha civil, y el respaldar abiertamente a Judrez podria precipi- tar la alianza entre Parfs y la Confederacién. Washington oficialmente esgrimié c! principio de no intervenci6n en el problema mexicano, pero lo interpreté y apli- cé en forma convenientemente laxa y selectiva. A pesar de que se mantuvieron las relaciones diplomiticas con cl legitimo gobierno de Juérez, nunca se reconocié al régimen imperial de Maximiliano, y se facilité un discreto apoyo a las fuerzas juaristas, también se permitié que las tropas francesas adquirieran armamento y avituallamiento en territorio norteamericano, y que se reclutaran mercenarios estadounidenses. El representante de Juarez en Washington, Matias Romero, tu- vo que protestar ante el Departamento de Estado por los obsticulos y trabas que impedian la compra de armas y pertrechos para la causa liberal. Como lo reports a Romero el general Plicido Vega en 1864, én tanto se facilitaba la transportacién de las tropas francesas, se les permitia abastecerse y enganchar hombres en los puertos norteamericanos, en los casos de México y Perdi se observé uma estricta neutralidad “impidicndo Ja exportacién de toda clase de materiales de guerra para la defensa de estas reptiblicas que se procura tener en este pafs”.' El secretario de Estado de Lincoln, William H. Seward, “a pesar de las grandes presiones a que estuvo sometido para que reivindicara la doctrina Monroe, supo mantener a su pafs al margen de los problemas internacionales del momento, y manifestar al mismo tiempo la actitud inconforme de] pueblo de los Estados Unidos respecto a la permanencia del ejército francés en México”.!"! La vieja ambicién expansio- nista no dejaba de estar presente en Ja ambigua posicién de Seward pues, como lo apunta Henry Kissinger, sofiaba con crear “un imperio que incluyera a Canadé, gran parte de México, y que se extendiera hasta el Pacifico”. Potemkim, op. cit. p. 526. "Ider, “Tsidro Fabela, Las dactrinas Monroe y Drago, México, UNAM, 1957, pp. 144-145. Marfa de la Luz Topete, La labor diplomdtica de Mattas Rontero en Washington 1861-1867, México, Sceretarfa de Relaciones Exteriores, 1976, p. 86. ikissinger, op. cit, p. 37. Ef legado del siglo xm * 47 Estados Unidos [comunied el Departamento de Estado a su Ministro en Paris en octubre de 1861] sigue profesando respecto a México los mismos principios que ob- serva frente a otros paises; que no tiene el derecho, ni la intencién, de intervenir por la firerza cn México respecto al gobierno que se pretende establecer, o para derrumbar al gobiemo imperial. Los Estados Unidos se aticnen a su politica de no intervencién,"® Sea como fuere, México adquirié para su vecino una importancia diplo- miatica, politica y estratégica que nunca antes habia tenido, pues adeinds de la convergencia de intereses que se dio frente a la presencia francesa, la vecindad geogrifica inevitablemente lo hizo participe de la lucha entre el norte y el sur. En efecto, las facciones en conflicto buscaron allegarse, si no el respaldo del gobier- no mexicano para sus respectivas causas, al menos su neutralidad. Lincoln envié a México a Thomas Corwin para asegutarse que no se apoyara a los confederados Y que, por el contrario, se facilitaran los movimientos y el aprovisi/namiento de las fuerzas yanquis. Aunque por razones obvias las simpatias de Judrez estaban del lado de Ia causa nortefia los surefios eran esclavistas y promotores del ex pansionismo territorial, Lincoln en su momento sc habia opuesto a la guerra con México, y el norte no descaba que el sur incrementara su tertitorio a costa del vecino y con ello aumentara su representacién politica en el Congreso federal-, oficialmente también mantuvo una neutralidad que, dadas las circunstancias, tuvo que flexibilizarse, Tanto se autorizé el cruce de tropas de la Unidn por Guaymas para internarse en Arizona, como se toleré que los surefios utilizaran los puertos mexicanos para exportar su algod6n a Europa y para que de ésa reci- bieran armamento.'" Tradicionalmente han coexistido en el sistema politico estadounidense fuer- zas politicas encontradas que luchan entre sf por prevalecer y que, con gran fre~ cuencia, sé contraponen a la politica del gobierno en turno. Matias Romero no slo fue uno de los primetos diplomaticos mexicanos que se percaté de ello, sino tamabién uno de los primeres que supo manipular ese modus operandi en beneficios de los intereses de su pais. Percatindose que muchas personalidades, grupos, y sectores del establishment politico y econémico no simpatizaban con la neutrali- dad del secretario Seward, y que abrigaban sentimicntos contrarios a la presencia francesa en el continente, forjé alianzas de conveniencia con esos para favorecer la causa juarista. No sdlo esgrimié los justificados argumentos de la abierta vio~ lacién de la Doctrina Monroe, del peligro que se cernia para la democracia y el sistema republicano en el continente y para los propios Estados Unidos, sino que también comenzé a utilizar las perspectivas del potencial econémico de México “Jsidro Fabcla, op, cit, p. 128. ™Véequer y Meyer, op, cit, pp. 62-63. 48 * Walter Astié- Burgos para allegarse las simpatfas de muchos. Esto tiltimo, como se verd en el siguiente capitulo, constituyé el eje central de la diplomacia que cl propio Matfas Romero implement6 bajo la presidencia de Porfirio Diaz, y que contribuyé a afianzar, tan to las relaciones entre las dos naciones, como fa complementacién econdémica. Merced a su esforzada, patristica y extenuante labor, Romero logr6 movilizar en favor de Juarez a la opinién publica, a importantes sectores del Congreso y a poderosos nticleos del sector privado, creando una fuerte presién sobre el secrcta~ tio de Estado, Entre otros, se allegé el respaldo de los influyentes generales Ulyses Grant (que en 1868 ocupé la presidencia) y John Schofield, quienes-concibieron el proyecto de enviar a México un contingente de voluntarios encabezado por el segundo. El] momento Heg6 en que, inevitablemente, los acontecimientos se comenzaron a preci- pitar a favor de la causa republicana: el ejército francés se acabé de convencer que nunca podria acabar con Ja tenaz resistencia juarista, ni conquistar el pais, en Francia la critica de la opinién piiblica y de la oposicién contra la aventura napoleénica se enardecié; las tensiones entre la Prusia de Bismarck y la Francia de Napoléon II] amenazaban con desencadenar una guerra curopea; la toma de Richmond por las tropas de Lincoln en 1865 ya presagié cl triunfo de la Unién sobre la Confederacion, y Napoléon, frente a esas circunstancias adversas decidié retirar stis tropas de México antes de lo previsto. Romero y stis amigos norteamericanos aprovechar6n la coyuntura para intensificar la presiGn sobre la desesperante neutralidad de, Seward; los principales diarios lo ataca- ban insistentemente, y por las calles de Washington comenz6 4 ciretilar um panfleto intitulado “La traicién de William H. Seward a la causa de la libertad." Finalmente el secretario de Estado, en una reunién publica celebrada cn su ciudad natal de Auburn, Nueva York, y en presencia de’ Matias Romero, hizo Ja siguicnte declaracién: “...este caballero es el sefior Romero, ministro de México en. Estados Unidos. En bien de ese pais y para impedir-su destrucci6n, el presidente de Estados Unidos ha anunciado que la intervencidn extranjera deberd terminar el préximo primero de noviembre”. Como corolario de lo anterior, se envié a Paris al propio genéral Schoficld para cxigit a Napoleén el pronto retiro de sus tropas; se amenazé al gobiemo de ‘Austria con romper relaciones diplométicas si enviaba a Maximilian un nuevo contingente de voluntarios; la esposa de Judrer fue recibida oficialmente en la Casa Blanca, y se facilité tanto el envid de recursos a las fuerzas liberales, como el que los desocupados de la guerra civil se alistaran como mercenarios en México, weWalver Astié-Burgos, “Matias Romero (1837-1898)", en Tnstituro Matias Romero; xxv Aniversario, México, Secretarfa de Relaciones Exteriores, Talleres Graficos de la Nacién, 1999, pp. 132-133. “6}arry Bernstein, Matas Romer 1837-1898, México, Fondo de Cultura Econémica, 1982, p. 141. Ellegado det siglo xx * 49 Las convergencias econémicas Arpesat dé todas las divergencias y conflictos que surgieron desde el inicio de las relacioties diplomiticas, ello no sdlo no impidié que los vinculos cconémicos se fucran forjando paralelamente, sino que algunos de ellos los fomentaron. Antes de la. independencia no existieron relaciones comerciales formales con Estados Unidos. puesto que Espafia cjercié um férreo monopolio sobre las actividades productivas de su colonia, pero los diversos conflictos internacionales ocurridos a finales del siglo xvi y principios del xrx alentaron los intercambios que, ya desde tiempo atrds, ciudadanos norteamericanos venfan realizando en forma de contrabando, En respuesta al blogueo comercial que Napoleén Bonaparte impu- 30 a Inglaterra en el Viejo Continente, la “reina de los mares” hizo lo propio en los océanos contra Francia y los paises que habia sometido, y como para Espatia fue imposible continuar realizando los intercambios con sus colonias america- nas, los nortcamericanos, en calidad de neutrales, Ilenaron ese vacfo. De esta ma~ nera, al finalizar las guerras napolednicas és0s se habfan ubicado ventajosamente cn cl mercado novohispano, mantenian factores en divérsos puertos y ciudades de la Nueva Espajia, y participaban activamente en el contrabando maritimo y terrestre, Al iniciarse el siglo xxx “el mercado mexicano estaba ya profundamente penetrado por los intereses comerciales del pais vecino, y gran parte de las tran- sacciones mercantiles cran realizadas por barcos norteamericanos”."” Aunque durante la Guerra de Independencia el comercio exterior de la Nueva Espafia fue seriamente perturbado, los metales preciosos, las maderas y diversos productos agricolas y materias primas continuaron saliendo del pats, y ello bene- ficié a Estados Unidos, que ya para entonces comerciaba via el contrabando tanto cn la zona fronteriza, que pricticamente estaba libre, como en algunos puertos en forma clandestina. Esto signi- fica que cl inicio de las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos es por la via ilegal del contrabando. En este sentido Espafia c Inglaterra perdieron fuerza ¢ importancia en cuanto al comercio exterior, y ya para 1824 se firma el primer tratado con Estados Unidos sobre navegacién y comercio, a partir del cual comienzan formal- mente las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos." Como se puede observar en el siguiente cuadro, para 1827 Fspafia ya habia perdido el papel de principal y tinico socio comercial de México y sus barcos “Daniel Cosio Villegas et al., Historia general de México, México, El Colegio de México, 1981, p. 549, Arturo Ortiz Wadgymar, Comercio exterior de México en el siglo xx, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Econdmicas, 2001, pp. 13-14. 50 * Walter Astié-Burgas ya no Ilegaban a puertos mexicanos. En cambio, el mayor ntimero de embarea- ciones ya procedia de Estados Unidos, y en un segundo lugar de Gran Bretatia y Francia. COoMERCIO EXTERIOR DB MEXICO EN 1827 Baicos de Niimero Estados Unidos 209 Gran Bretafia a1 Francia 47 América Latina 2 Alernania 21 China 2 Holanda 1 Dinamarca 1 Espaiia 0 Fuente: Miguel Lerdo de Tejada, citado en Guillermo Tardif, Historia general del comercio exterior de México, t. 1, México, Grafica Panamericana, 1970, p. 329 Esa tendencia, paraddjicamente, se aceler como consecuencia de Jas grandes conmociones que afectaron a los dos pafses durante esta primera étapa de nuestras relaciones bilaterales. La propia guerra de 1846-1848 fue un violento encuentro que, por primera vez, puso en contacto directo a las respectivas poblaciones, y tanto la conticnda que se prolongé por més de dos afios, como la presencia del cjér- cito norteamericano cn el pats (alrededor de 100,000 personas entre soldados y voluntarios) fomentaron todo tipo de intercambios, principalmente de aquellos derivados de las necesidades bélicas y del mantenimiento de las tropas. De igual manera, la conclusién del conflicto trajo como resultado la delimitacién de una nueva frontera, a lo largo de la cual comenzaron a surgir multiples asentamien- tos que, ante los retos de un medio ambiente desértico y hostil, de la escasez de poblacién, y de la lejania de los centros vitales de ambos paises, se volvieron interdependientes. Asimismo, la adquisicién norteamericana de los inmensos te~ rritorios del norte de México hizo indispensable su rapido poblamicnto y explo- tacién, intensificindose la “marcha hacia el Oeste” con migracién europea: entre el final de Ja guerra civil y 1890, al crecimiento natural de la poblacién se sumé. la llegada de m4s de 10 millones de curopeos procedentes de Inglaterra, Gales, Trlanda, Alemania y Escandinavia."” De igual manera, a la guerra civil siguié un periodo de répida expansién econémica durante el cual la produccién industrial de "Johnson, A History..., op. ct., p. 427 Eilegado del siglo xx * 51 manufacturas se incrementé en ms de 18 veces: para 1860 Estados Unidos figuraba como la cuarta potencia manufacturera del mundo, y ya para 1894 ocupé el primer lugar.” Simultincamente, a lo largo de la nueva frontera, se fueron instalando mu- chos nacionales que, 0 bien decidieron no permanecer en un pais que ya no era el suyo, 0 fueron desalojados arbitrariamente por los nuevos dueiios. Hubo casos como el de Nuevo Laredo que fue fundado por antiguos habitantes de Laredo, quienes por descar seguir sicndo mexicanos cruzaron el rio Bravo y crearon una nueva ciudad. Desde entonces, como ocurrié en otras zonas de la faja fronteriza, los dos Laredos permanecieron como una sola comunidad unida por la cul- tura, el idioma, el comercio, el trabajo cotidiano e incluso por la sangre, pero dividida por Ia nacionalidad. En esos afios el gobierno mexicano inicié la labor de proteccién estableciendo oficinas consulares para auxiliar a los conacionales cuyos derechos no fueron respetados. En California, por ejemplo, no se reco- nocieron sus antiguos tftulos de propiedad, y como fueron discriminados, no quedé més altcrnativa que repatriarlos, Esa repatriaci6n llegé a ser de tal magni- tud, que en Nuevo México las autoridades norteamericanas obstaculizaron la labor de los agentes consulares mexicanos para evitar el despoblamiento del territorio.!! México, por su parte, tuvo mds en cuenta los enormes riesgos que implicaba la escasez de habitantes en Jos estados del norte que no se perdieron, por lo que se fomenté mayormente su poblamiento. A todo lo anterior sc sumd.el hecho de que la Guerta de Secesién, la guerra franco-mexicana y las constantes revueltas politicas del México del. siglo xix, dieron a la nueva delimitacién fronteriza un dinamismo que nunca antes habia tenido, Aunque ése fixe propiciado por la actividad bélica, de cualquier forma incentivé el flujo comercial y migratorio, asf como todo tipo de transacciones le- gales ¢ ilegales. Por ejemplo, el bloqueo impuesto por los nortefios a los puertos surefios durante la lucha secesionista propicié que el comercio de estos tiltimos con Europa se catalizara por los puertos mexicanos, de la misma forma que la guerra contra los franceses y sus aliados conservadores favorecié las transacciones entre los puertos del Pacifico de México y Estados Unidos. Citudades y asenta- michtos fronterizos como Matamoros, Nuevo Laredo, Piedras Negras, Nogales, Monterrey, etcétera, se convirtieron en importantes centros comerciales por ser paso obligado de armamentos, municiones y todo tipo de exportaciones ¢ im- portaciones. También et rapido poblamiento del suroéste norteamericano con- virtié a la frontera en un polo de desarrollo cconémico que alenté la demanda de productos y de fuerza laboral de México. En sintesis, se comenzé a forjar una comunidad interdependiente entre los diez estados que conformaron la frontera “biden, p. 442, Vazquez y Meyer, op. cit p. 62. 52 + Walter Astié Burgos trazada en 1848 (Tamaulipas, Nuevo Leén Coahuila, Chihuahua, Sonora, Baja California, y Arizona, California, Nuevo México y Texas), que a la larga tendrfa su propia dindmica, al margen de las relaciones generales entre los dos pafses. PROMEDIO DE IMPORTACIONES MEXICANAS (circa 1851), EN PESOS De Gran Bretaha 12'500,000 De Francia 4°500,000 De Estados Unidos 4°5000.000 De Alemania 4°850,000 De Espafia 700,000 De Asia (La India) 710,000 De América Latina 250,000 Fuente: Miguel Lerdo de Tejada, en Tardif, op. cif, p. 564, El gran designio de Luis Napoleén destinado a “salvar” a México de caer en matios de Estados Unidos y de convertirlo en un muro de contencién pata su expansionismo, tuvo exactamente Jos resultados opuestos. Tanto cl fin de la Guerra de Secesién como la retirada de Francia, confirmaron la hegemonfa continental de Estados Unidos; el Viejo: Mundo fue desplazado en definitiva del Nuevo, y México quedé més aislado de Buropa y mayormente vinculado a su poderoso vecino. Al concluir dichos conflictos México mantenfa una relacién externa casi exclusiva con Estados Unidos, puesto que era el tinico pais con el que se tenfan relaciones politicas y comerciales de importancia. Estados Unidos, de acuierdo con la nueva convergencia de intereses politicos y econémicos que se ha- bia forjado, ayudarfa a la “Repuiblica Restaurada” de Judrez a salir del aislamiento internacional en que haba cafdo, auxiliéndola a restablecer sus perdidos vinculos con la Europa monérquica. La politica exterior Los principios Fue precisamente en esta atribulada etapa que México comenz6 a formular su politica exterior, la que obviamente no fue mas que cl reflejo de sus primeras y traumdticas expcriencias internacionales. El pais inicié sus contactos externos to- talmente desprovisto de experiencia, y careciendo de un razonable conocimiento El legado del sigioxik * 53 de la politica mundial, de fa crudeza de las realidades internacionales y de personal especializado. A partir del momento en que, a través de la Conquista de 1521, México fue forzado a abandonar lo que Octavio Paz llamé su “soledad histérica” y fie incorporado a la vida internacional dominada por Europa, Espatia decidié sus relaciones externas, y ello tinicamente en funcién de los intereses de la me- tr6poli y de los abatares de la cambiante realidad europea, Consccuentemente, ol inicié de sus relaciones externas como pafs independiente fue sumamente dificil y tortuoso, y la falta de conocimicnto y experiencia tuvieron que ser superadas apresuradamente por cl camino mis dificil; el de los golpes. De entre todos los problemas que se confrontaron, y que no hicieron mis que sumarse a las tre- mendas dificultades internas para poner en marcha al nuevo pais, destacaron tres que fiandamentalmente determinaron la futura conducta externa de [a nacién: la amenaza de reconquista por parte de la Europa monérquica, la invasién nor- teamericana de 1846-1848, y la Intervencién francesa iniciada en 1861. Por lo anterior, no es de extraftar que la polftica exterior mexicana se caracterizara por su alto contenido defensivo. Con gran optimismo y una seguridad poco realista, los primeros gobiernos mexicanos buscaron el acercamiento con Europa, América Latina y Estados Unidos, pero en cada una de esas tres Areas se confrontaron mtil- tiples problemas que no sélo no respondieron a las expectativas iniciales, sino que tuvieron resultados contraproducentes. En el caso de Europa y a pesar de que la independencia finalmente se aleanzé sin mayor derramamiento de sangre, de que cn 1821 Agustin.de Iturbide negocié exitosamente los Tratados de Cérdoba con cl tiltimo virrey Juan de O"Donojti, y de que en un gesto conciliatorio se ofrecié la.corona del nuevo reino auténomo al propio monarea ibeto o a un miembro de su familia, Espafia rechaz6.el ofrecimiento, lo que constituyé cl primer gran revés para la politica exterior del México independiente. A partir de ese momento se enfrenté la actitud hostil del Viejo Mundo que se negé a establecer relaciones diplomiticas, siendo la gran-excepcién Ja Gran Bretaiia que, rompiendo con la Santa Alianza, reconocié Ia independencia con el propésito de hacer avanzar sus intereses econdémicos en la nueva nacin. Por lo que hace a América Latina, a pesar de existir un compartide desco de estrechar los nexos y de materializar el sucfio bolivariano de la unin de la América espafola, cada una de sus naciones igualmente confronts graves proble- mas que impidieron cl acercamiento. Amén de lo anterior y dado que el impe- rio espafiol de América habfa sido un verdadero mosaico de reinos aislados sin mayores vinculos que los de depender de la Corona castellana, fuc sumamente dificil establecer una cooperacién més estrecha. Baste sefialar que incluso hoy dia, en pleno siglo xx1, los intercambios de México con el resto de América Latina siguen'siendo secundarios en sus relaciones comerciales, 54° Walter Astié-Burgos i En el caso de Estados Unidos los primeros contactos fueron, tanto decepcio- nantes, como contraproducentes. Desde el inicio del movimiento independen- tista se buise6 el acercamiento, esperdndose recibir respaldo, ayuda y solidaviad de la primera colonis emancipada del domino europeo. Sin embargo, desde el primer encuentro que sostavieron los revolucionarios novohispancs con Washington, éste mostré las ambiciones que abrigaba. El Tepresentante tp ° miatico de Madrid en ta capital estadounidense, Luis de Otis —quien ne el encargado de negociar en. 1819 el tratado de limites entre Estados Unidos y la Nueva Espafia~ en abril de 1812 informé a Francisco Xavier Venegas, virrey de la Nueva Espafia, sobre la reunién sostenida entre el enviado de José Mare Morelos y Pavén, Bernardo Gutiérrez de Lara, y el entonces secretario de Estado Monroe: Monroe ponderé mucho a los Fstados Unidos, y le dio a entender {a Gutiéerez de Tara] que deseaba el gobierno americano que se adoptase la misma Consincin en México; que entonces se admitirfan en fa confederaci6n estas reptiblicas, y que la are gacién de las demas reptiblicas formarian una potencia la ms formidable del mundo. El Coronel Bernardo que habla escuchado con bastante serenidad al Secretario de Estado hasta su plan de agegac6n, se levants furioso de so silla al ofr semejante propo sicidn, y salié muy enojado del despacho de Mister Monroc.'? La amenava que se cemfa sobre las provincias del norte, especialmente sobre lade Texas, fue de sobra conocida por los primeros dirigentes del México indepen- diente, pues ademas de contarse con los antecedentes dejados por las autoridades coloniales y los citados primeros contactos, cuando en 1822 Joel R. Poinsett visit6 México antes de acreditarse como el primer diplomitico estadounidense, dejé ver cull eta el objetivo prioritario de su gobierno, Francisco Azcérate, de acnerdo con Ja conversacién que sostuvo con ése, reports al emperador Tturbide que poinsett habfa propuesto una nueva linea fronteriza que comprendiera ensu toulided | ls provincias de ‘Texas, Nucvo México y Alta California y, parcialmente, Coahuila, Nuevo Leén, Sonora y Baja California”." Por su parte, nuestro primer enviado a Washington, José Manuel Zozaya, tan pronto lleg6 a esa capital, informé que los estadounidenses “Con el tiempo han de ser nuestros enemigos jurados, y con tal previsin los debemos tratar desde hoy... Bn las sesiones del Congreso general y en las sesiones de los estados particulares no se habla de otra cosa que del arregio del ejército y ta milicia, y esto no tiene sin duda otro objeto que el de las miras a ci i ica exterior de México... op. ct, p. 31 s2Sccretarfa de Relaciones Exteriores, Politica exterior de Mé City ps hxCarlos Bosch Garcia, Material para la historia diplomética de México, México, UNAM, pp. 13-14. 1957, Ellegade del siglo xx * 55 ambiciosas sobre las provincias de ‘Texas.”""4 De la misma manera, en el dicta men que la Comisién de Relaciones Exteriores presenté l 23 de diciembre de 1821 sobre “El Estado del Imperio” a la Soberana Junta Gubernativa del Imperio Mexicano, primer documento de politica exterior del México independiente, se recomend6 que, si bien eta en el interés nacional mantener “la mejor correspon~ dencia con los Estados Unidos”,""> se destacé que: El dato terrible consiste en que si ahora en tiempo oportuno no se puebla [Texas], la emigracién de dfa a dia aumentaré la fuerza de los Estados Unidos, y cuando el Impe- rio menos piense, saldrin de st centro gentes inmensas como las que salicron de fas orillas del Danubio y Fanais, y se apoderarin de Texas, Coahuila, el Saltillo y el Reino de Nuevo Ledn, como los Godos y los Ostro-Godos, Alanos y ottas tribus asolaron al Imperio Romano." Ese obstinado propésito, las presioncs que los primeros diplomiticos ejer- cieron para matetializarlo, su intervencién en los asuntos internos del pats, las acciones subversivas y las operaciones abiertas y encubiertas que se realizaron en ‘Texas, etcétera, y finalmente los acontecimicntos de 1836 que desembocaron en Ja separacién- de Texas, cn Ja invasion norteamericana de 1846 y en la pérdida de gran parte del territorio original, provocaron un cambio radical de actitud hacia Estados Unidos, Del espontineo sentimiento de simpatia y admiracién que se tuvo originalmente hacia la primera nacién del continente que se liberé del yugo colonial, en pocos aiios se pasd a un acentuado rencor, desconfianza y temor que, en el futuro, influirfa decididamente en el desarrollo de las relaciones bilaterales. No sélo se traté de los tragicos hechos que tuvieron lugar, sino principalmente de la fuerte aprensién de que algo semejante volviera a repetirse; como Io sefials José Marfa Luis Mora: “Todo tratado de paz que se haga entre México y Estados Unidos, de parte de esta diltima nacin, no es sino una tregua que prepara para To sucesivo los avances de una nueva invasién.”"7 Esa afrenta, y principalmente el temor de que otra intervencién ocurriera cn el futuro, hicicron indispensable. disefiar algunos mecanismos de defensa, mismos que, como se trataba de un pafs atrasado y arruinado que vivia una perniciosa inestabilidad politica, sélo pudicron encontrarse en el derecho y la diplomacia. "Lopez de Réux, op. ct, pp. 44-45, Dictamen presentado a la Sobcrania Junta Gubernativa del Imperio Mejicano por la Comisién de Relaciones Exteriores, México, 29 de diciembre de 1821. Pagina 14 del manuscrito original Uebideu, p46, ‘Enrique Kratze, Siglo de candles, Biografia politica de México (1810-1910), México, Tasquets Editores, 1994, p, 171, 56 © Walter Astié- Burgos La amatga experiencia del 47 marcé un hito en la historia de las relaciones bilaterales, pucs los dirigentes mexicanos se persuadieron no sélo de que era posible la pérdida de todo el territorio, sino el sacrificio de la naci6n entera, Esta actuaci6n estadounidense hizo que México, necesariamente, inventara una diplomacia que le permitiera subsis- tir frente a un vecino poderoso, agresivo y ambicioso.!* De esta manera se comenzé a estructurar una doctrina sustentada en princi- pios generales del derecho que tendfa a defender la soberanfa nacional y la inte- gtidad territorial, y que en lo sucesivo se esgrimirfan como tinica defensa frente a la amenaza externa. Si bien principalmente fue formulada respecto a Estados Unidos, las demas intervenciones.que se vivieron en la segunda mitad del siglo xx Je acabaron dando una dimensién mas amplia a la bilateral, convirtiéndose en el postuulado central de la politica exterior mexicana, Aunque la invasién francesa no tuvo consecuencias similares a la estadounidense puesto que México logré ofrecer una resistencia militar efectiva y pudo atribuirse cl triunfo ante la retirada de los ¢jércitos de Napoléon Ill y el desrumbe del Segundo Imperio en 1867, el gobierno de Juarez sostuvo la tesis de que “entre los pueblos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, lo que claramente se enmarcaba en los principios de la autodeterminacién, de la no intervencién, y en el apego irrestricto al derecho. Por el resto. del siglo xtx dichos principios continuaron siendo los elementos torales de la politica exterior, pues aun cuando ya no se volvié a suftir una embestida bélica como la de 1846 0 de 1861, se continuaron enfrentando intervenciones y amenazas. Desde la independencia, la actitud de México frente al exterior ha sido cautelosa y reservada, y sti politica internacional esencialmente defensiva. De abi el valor espe- cial atribuido a algunos principios a través de su historia y la preeminencia de ciertos objetivos internacionales sobre otros... El primer medio siglo de nuestra vida inde- pendiente no es sino Ja historia de los embates del exterior. No es de extrafiar que a actitud internacional del pafs fuese cerrada, nacionafista, recelosa y defensiva. El “exterior” signified, durante este largo petiodo, una fuente de males sin nombre para México.” Como se veri en el capitulo relativo al porfiriato, durante este periodo se logré establecer un nuevo y muy distinto tipo de relacién con Estados Unidos, pero de cualquier forma para Porfirio Diaz la defensa de la soberania y la salvaguarda de la U¥Ana Rosa Suarez Argiiello ef af,, Pragniatisuo y ricipios; la relaci6n conflictiva entre México y Estados Unidos 1819-1942, México, Instituto Mora, 1998, p. 8 “forge Castafteda, “Revolucin y politica exterior; la experiencia de México”, en Jorge Castatieda, Obras completas, t. 1, México, Institute Matias Romera/Colegio de México, 1995, pp. 38:39, El legado del siglo xx ° 57 integridad territorial continuaron siendo una obsesién, pues las asechanzas exter~ nas no dejaron de persistir. En atencién a que el estallido de la Revolucion de 1910 dio pic a nuevas incursiones militares por parte de Washington yamés graves injerencias de sus diplomiticos en los asuntos domnésticos, los gobiernos de la época, especialmente el de Venustiano Carranza, dieron renovada vigencia a los principios tradicionales de nuestra politica exterior, convirtiéndolos en uno de los grandes emblemas del México revolucionario. Adicionalmente y como las reivindicaciones nacionalistas sobre nuestros recursos naturales que enarbolaron los regimenes revolucionarios fueron combatidas tenazmente por los gobiernos y las empresas extranjeras con intereses en el pais, nuestras posiciones externas facron complementadas con importantes preceptos sobre la legitimidad, juridica y moral, de la posesién de esos por parte de la nacién. Esa doctrina se acabé con- solidando y ampliando durante el tanscurso de las dos guetras mundiales y de ‘a Guerra Pria, pues si bien fue cierto que los peligros para la independencia yla integridad territorial disminuyeron, las presiones externas se dirigieron principal- mente hacia la capacidad de ¢jercer Ia autodeterminaci6n. Bsa sostenida vigen- cia condujo a que, durante la década de los ochenta, se decidiera incorporar los principios bisicos de nuestra actuacién externa en la Constitucién Politica de la Reptblica para convertirlos en un mandato constitucional, agregindoseles otros derivados de las propias realidades de vida internacional del siglo xx, tales como la igualdad jurfdica de los estados, la cooperacién para el desarrollo y la lucha por la paz y la seguridad internacionales, Durante la mayor parte del siglo xx se reconacié ampliamente la validez dé tales principios, y existié un amplio consenso al respecto entre los principales factores del poder de la sociedad mexicana, especialmente en lo tocante a nuestras relaciones prioritarias con Estados Unidos. Sin embargo, a raiz de diversos acon tecimientos, tales como la suscripeién del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, de la insercién mexicana en las grandes corrientes econémicas interna- cionales, de la consecuente apertura del mercado nacional, de la modificacién del modelo de desarrollo econémico, de las elecciones de julio del afio 2000 que ter- minaron con la larga supremacta politica del Partido Revolucionario Institucional del fin de la Guerra Fria, de la acentuacién de los fendémenos globalizadores, de la emergencia de un nuevo orden mundial, ctcétera, se ha comenzado a cuestionar la efectividad, utilidad, actualidad y vigencia de esa doctrina tradicional, tema que ser examinado con mayor detalle en los capitulos finales. El pragmatismo Angue desde el siglo xix nuestra politica exterior se comenzé a estructurar y 4 conducir con base en los multicitados prineipios, la realidad fue que, patale- 58 © Waiter Astié- Burgos lamente, también se asumié una actitud de marcado pragmatismo. En efecto y especialmente en lo tocante a las relaciones con Estados Unidos, en varias cir- cunstancias se tuvo plena concicncia de que, para poder defender o hacer avan- zar los intereses nacionales con efectividad, no era suficiente esgrimir una firme posicién sustentada en las normas del derecho internacional y en Jos principios surgidos de la experiencia hist6rica, sino que ello deberia hacerse acompafiar de una estrategia diplomatica habil y pragmatica. Esa actitud se asumid, tanto en ne- gociaciones para solucionar innumerables problemas y negociar tatados, como : para obtener el reconocimiento de Washington para varios gobiernos mexicanos, ae obtener concesiones, desarticular intenciones aviesas, 0 combatir medidas per- judiciales para los intereses nacionales. El pragmatismo y el mejor desempeiio diplomtico légicamente se derivaron de la experiencia que se fue adquiriendo del trato con las realidades norteamericanas, y vino a establecer uma clara diferencia con las actitudes y posiciones que se asumieron al iniciarse las relaciones oficiales. Por cjemplo, a pesar de que desde la época virreinal se conocia el peligro que se cernfa sobre Texas y de que el propio dictamen de la Comisién de Relaciones Exteriores Jo reconocia, equivocadamente dicho documento aseveré que Estados Unidos “por ahora se hallen en la misma imposibilidad que el Imperio para hacer la guetta”. Asimismo y de acuerdo con un rigido criterio legalista que pasaba por alto las realidades de la politica mundial, ese documento igualmente consi- deré que Washington respetarfa cl tratado de limites celebrado con Espafia: “En concepto de la Comision han cesado csas miras [de expansién territorial] por cl tratado referido arriba. Segtin él manifiesta en su virtud cesaron las pretensiones | de una y otra nacién, y por eso se tird Ja linea de mar a mar con el fin de cortar las disputas pendientes, y siendo una de las mis principales la de Ifmites de la provin- cia de Tejas quedé también cumplida.”' En este mismo tenor han sido criticadas “La falta de articulacién y tas posiciones tajantes de la diplomacia mexicana que en nada contribuyeron a hacer minimas las pérdidas territoriales. Por ejemplo, el empeiio en no reconocer ni Ja independencia de Texas ni su posterior anexi6n a Estados Unidos, dio la excusa a aque! pais para iniciar la guerra que result en pér- didas mucho mayores”.” La inexperiencia y la ingenuidad igualmente se trastucie- ron en los juicios de los primeros ¢ improvisados diplomaticos mexicanos; desde 4 ‘Washington el ministro Gorostiza informé a México que “el infraescrito repite, y a Jo repite con tanta seriedad como conviccién, que est4 intimamente persuadido 3 de las excelentes intenciones del gobierno norteamericano respecto a México y de ] "™Dictamen de la Comisién de Relaciones Exteriores, op. ct. p. 26. 4 Midem, ; ; Luis Vergara et al., Politica exterior para «an nuevo auido, México, ctbac/Ediciones Diana, 1992, pal Ellegado det sigio xx * 59 la buena fe con que desea y procura guardar la més estricta neutralidad en la des- graciada lucha que se est lidiando en Texas”."" También las posiciones tajantes, sustentadas mas en el orgullo que en el realismo, no contribuyeron a aminorar las tensiones 0 a facilitar el acomodo, sino que, por el contrario, jugaron en favor de los proyectos bélicos de Washington. Un ejemplo de ello fire el mensaje que se entregé al representante de Estados Unidos cn nuestro pais amenazando con declarar la guerra: El Excclentisimo sefior presidente ha mandado al infraescrito que exprese a su Exce~ lencia el sefior Thompson, con el fin de que se sirva trasmitirlo a su gobierno, que el de México considera como una declaracién de guerra contra la Reptiblica mexicana que haya ese acuerdo de incorporacisn de ‘Texas al territorio de los Estados Unidos, bastando la certitud del hecho para que luego a luego se proclame la guerra." De igual manera [a decisién de romper {a8 relaciones diplomaticas y de ordenar a nuestros diplomiticos abandonar Washington, significs perder una posicién de observacién y de informacién privilegiada, asf como la posibilidad de poder forjar alianzas con aquellas fuerzas que se oponfan a la guerra. Ef rechazo a las propues- tas de compromiso de Inglaterra y a Ja mediacion de ésa y de Fraricia, igualmente impidid que se pudiera alcanzar una solucidn distinta a Ja bélica: “...el gobierno de México no ha tenido motivos para variar de opinién y aunque estima la soli- citud del gobierno briténico...cl seftor presidente no ha podido desviarsc de los principios de honor y justicia que le prohiben reconocer la desmembracién de! territorio y sancionar cl acto de ingratitud mds remarcable”.! En el transcurso de esos primeros y dificiles momentos se logré, sin embargo, adquitir una valiosa experiencia y un mejor conocimiento del modus operandi del Washitigton politico, lo que, hacia el final de la guerra de 1847, permitié reducir las pérdidas territoriales. En las negociaciones del tratado de paz iniciadas en 1848 ya se asumié una posicidn mds pragmética por tenerse plona conciencia de que, como lo precisé el presidente Pefia y Pefia, o se perdian las provincias det norte, 0 se perdfa “la nacionalidad”; es decir toda la nacién. Bajo esa terrible perspectiva y la presion de la ocupacién militar del pais, con mayor realismo los negociadores mexicanos se abocaron a la tarea, por una parte, de firmar la paz lo antes posible puesto que mayores dilaciones aumentarfan el costo territorial, y, por la otra, a tar de salvar lo maximo que fuera posible. El canciller del momento, Luis de la Rosa, "Secretaria de Relaciones Exteriores, Politica Exterior de México... op. cil, tlh, p. 386, "tibidem, p. 154. "Josefina Zoraida Viequez, México y ef mundo; historia de sus relaciones exteriores, t. 1, México, Senado de la Reptiblica, 1990, p. 162. 60 * Walter Astié Burgos consideré fa cesién de territorio como un mal necesario frente a la probable pérdida de la nacionalidad... Lo pactado por él demuestra su interés por sal- vaguardar la soberanfa nacional, al mismo ticmpo que revela la actitud de un individuo que petcibiendo hasta dénde podia llegar la agresividad del vecino pafs del norte, reconocié que més valia perder la parte “menos mexicana” del pats, por decirlo de alguna manera, que caer, a la larga, totalmente en manos de esa nacién expansionista cuya ambicién no tenfa limites. 2 Sut pragrnatismo, sin embargo, no fue respaldado por la clase pretoriana del México de Santa Anna, la que pospuso y obstaculizé la firma de la paz por no de- scar que se consagrara, de jure, la monstruosa pérdida territorial que, on realidad, no se derivaba de Ia firma de un tratado, sino de la obvia incapacidad politica y militar de la clase dirigente. Como lo precisé Justo Sierra, con Ja firma de trata- do “no se dejé a los americanos nada que no tuvieran ya” y, por el contrario, se obtuvo la devolucién de “mucho que crefan haber ocupado definitivamente”.'” La actitud irreal de muchos, que complicé las cosas y que se basé en la peregrina pretensién de los derrotados militares mexicanos de tratar a “la paz como si se hubiera triunfado, y como quien puede todavia llevar adelante la guerra con ven- taja”,!* Ilev6 a uno de los negociadores mexicanos, Luis Couto, a afirmar: ‘nada creo que haya més dificil que representar con dignidad ante otras naciones a un pueblo y a un gobierno como el de México”! La leccién fue dura, pero de ella se aprendié para el futuro. En lo sucesivo se combiné la posicién legalista y defensiva con una gran variedad de acciones y cstrategias pragmiticas que variaron septin las circunstancias, las posibilidades, y los gobiernos en turno en cada uno de los dos paises. Fundamentalmente se emplearon cuatro clementos: los recursos y posibilidades que ofiecia el propio sistema politico norteamericano; la situaci6n que prevalecfa en el escenario inter- nacional; el margen de maniobra que proporcionaban los intereses norteamerica~ nos existentes en México, y la importancia econémica, politica, militar 0 estraté- gica que en un momento dado el pafs tuvicra -o que pudiera legar a tener para Washington. En el primer caso y como ya mencionamos, Matias Romero fue quien, por primera vez y con gran pragmatismo, recurrié alos medios que oftceia cl sistema politico norteamericano, aunque al mismo tiempo sostuvo wna clara posicién de principios arguyendo en favor de Juarez la legitimidad juridica y de- imocritica de su gobierno, asi como fa ifegalidad de las acciones de Francia y su Susrez Argiiello et af., op. cit, 1, p. 179. "patricia Galeana, México y ef mundo; historia de sus relaciones externas, t. 1, México, Senado de la Repsblica, 1999, p. 24. "Sobarz0, op. cil, p. 246. ™Krauze, Siglo de caudillos..., op. it, p. 170. Ellegado del siglo xx * 64 i i 1 flagrante violacién de la Doctrina Monroe. Fue uno de los primeros diplométicos smexicanos que supo aprovechar las rivalidades y los intereses encontrados presen- tes en el sistema norteamericano, y valerse del cabildeo y de la propaganda como métodos de trabajo. #] mismo reconocié que su activa actuacién en los laberintos de la politica estadounidense Heg6 a comprometer su posicién diplomitica: Comprendo que con los pasos que he dado y seguiré dando, be comprometido mis relaciones personales con [el secretario de Estado] Seward, pero estando perstiadide de que él nunca consentira que su gobiemo tome alguna medida en nuestro favor, cualquiera que pueda ser fa actitud personal que muestre, me parece que nuestra causa no perder nada por su indisposici6n personal en mi contra.!% Como se ir4 viendo en los siguientes capitulos, al tiempo que a lo largo del ” siglo xx se mantuvo una posicién de principios, igualmente en diversos momen- tos se incursioné en la politica interna de Estados Unidos, se supo aprovechar realistamente la coyuntura internacional que prevalecfa para hacer avanzat los intereses nacionales frente al pais vecino, ¢ igualmente se manipularon con ese propésito los propios intereses cstadounidenses existentes en México, asf como el valor econdmico, politico, estratégico o militar que México fire adquiriendo para Ja gran potencia. Esa realidad no permite calificar a Ja politica exterior seguida por México como exclusivamente “principista”, puesto que precisamente para hacer efectivos los principios se aprovecharon “las debilidades internas del otro, asf co- mo su posible vulnerabilidad en el contexto internacional”," Con la intencién’a veces de prevenir, otras s6lo de responder, se proctiré sacar ventaja de sus divisiones dentro del gobierno federal las prignas internas por dirigir la po~ Iitica exterior entre el poder ejecutivo y el lepislativo e incluso con el poder judiciak 0 bien las disputas entre la Casa Blanca y el Departamento de Estado-, los intereses divergentes de la federaci6n y sus miembros, la lucha entre partidos y facciones parti- distas, cuyos programas extcrnos no solfan coincidir del todo, y la confrontacién entre los distintos grupos econémicos estadounidenses. Los resultados no fueron siempre favorables, pero en ocasiones s¢ reivindicaron los derechos de México y de los mexi- canos, se detuvieron amenazas muy lesivas a la libertad ¢ intepridad territorial y, al menos se salvo la dignidad nacional."* La herencia que se recibié del siglo xix se fue complementando con las expe riencias del xx, y ello dio como resultado una politica exterior suimamente cohe- rente que, a pesar de las grandes convulsiones que el mundo confronts durante Bernstein, op. ct. p. 101. "Suarez Argtiello ef al., op. cit, p. 8. ™Ibidem, pp. 8-9. 62 + Waiter Astié-Burgos Ja misma, tanto tuvo una notable estabilidad y continuidad, como contribuyé a que, aunque con altibajos, México y Estados Unidos lograran forjar un alto grado de cooperacién. México desarrollé una politica exterior defensiva y pragmética, en tanto que utili- 26 todos los clementos a su alcanice para salvaguardar sus intereses en las distintas coyuunturas: sostuvo principios, pagné pot la igualdad juridica, buscé ventajas en la Icha entre las potencias, apoyd movimicntos insugentes, se opuso a reclamaciones y dispuso movilizaciones militares. Asimismo cabildes entre los grupos de interés estadounidenses y llev6 a cabo campaiias para promover tuna imagen nacional positiva en la prensa." biden, p. 9 Ellegadio del siglo xx + 63 Capitulo 3 El inicio del siglo xx El porfiriato: la nueva relacidn Al llegar el siglo xy como una inevitable herencia del 2x, tanto los conflictos del pasado, como las convergencias que se fueron dando durante el mismo, vinieron a amalgamarse con las realidades que vivian los dos paises, surgiendo un nuevo tipo de relacién bilateral sustentado en la complementariedad econémica. Estados Unidos, al concluir su guerra civil, suftié una enorme transformacién: Ninguna otra generacién de fa historia de Estados Unidos fue testigo de camabios tan répidos o tan revolucionarios, como Jos que transformaron a la Repéblica rural de Lincoln y Lee, en el imperio industrial y urbano de McKinley y Roosevelt. La peque- fia Reptiblica se convirtié en potencia mundial, avanz6 por el Caribe y el Pacifico, en tanto que st industria, avida de mercados, y suis banqueros en busca de inversiones, desarrollaron nuevas técnicas de impetialisme. México, por sit parte, también habfa experimentado notables cambios: la na- cién finalmente solucioné el desgastante conflicto entre conservadores y liberales que absorbié sus energfas durante la mayor parte del siglo x1x, y bajo el prolonga- do y dictatorial régimen del general Porfirio Dfaz que se inicié en 1877 y conclu- y6 en 1911," se logré establecer la paz que propicis que, por primera vez desde ia independencia, se pudicran trazar planes efectivos de desarrollo econémico: entre 1800 y 1860 el producto interno bruto (Pm) decrecid en un 37 por ciento, y la economfa nacional sélo volvié a crecer hacia finales del siglo. E] porfiriato coincidié con el momento hist6rico en que las potencias inicia- ron tna nueva forma de expansién: en el pasado la conquista territorial habfa sido el principal medio para ello, pero una vez que se industrializaron 1Allan Nevins et al., Breve historia de fos Estados Unidos, México, Fondo de Cultura Beonémica, 1994, p. 239, "SQcupé la Presidencia por primera vez de 1877 a 1880; su compadze Manuel Gonzélez lo hizo de 1880 a 1884 y partir de ese tiltimo afto fue Presidente ininterrumpidamente hasta 1911, Enrique Cardenas, “Una interpretacién macroeconémica del México del siglo xix", en Stephen Haler ef al., Cémo se rezagé ta América Latina, México, Fondo de Cultura Econdmica, 1999, p83. 65 se dedicaron a buscar y asegurar zonas de influencia privilegiadas en los nuevos paises. El sistema de concesiones, las inversiones masivas de capital, los tratados de comercio y navegacién y las suscripciones de empréstitos fueron algunos de los medios que se usilizaron. La exportacion de capitales se convierte en el agente directo de la expansi6n econémica. La nueva guerra econémica entre los Estados agrava considerablemente las rivalidades politicas y los riesgos de una conflagraci6n, limitada o general, se incre~ mentan. En este contexto, la diplomacia econémica y financicra tiene un lugar cada vez més grande en fas relaciones internacionales. A la luz de esos factores, México reviste un interés muy particular.” Bajo ese marco de referencia, el presidente Porfirio Diaz y su equipo de cien- tfficos quisicron a recuperar el tiempo perdido durante el primer siglo de indepen- dencia e incorporar al pafs al exclusivo grupo de “naciones civilizadas” mediante su insercién en las grandes corrientes econdmicas de la época, Para lograrlo, se sanedé la hacienda ptiblica, se fortalecié y centralizé al Estado, se cubrieron puntualmente los compromisos financicros externos, y se impulsé un decidido y répido desarrollo econémico. En atencién a que el proyecto porfirista requerfa de aquello que México carecia, y que Estados Unidos tenfa, capital, know how, maquinaria y equipo, personal calificado, etcétera, las necesidades mutuas jugaron cn favor de la interdependericia. Estados Unidos proveyé cl capital y la tecnologia qtie México requerfa para desarrollar- las induistrias y los cultivos que el mercado estadounidense demandaba, y a cambio se proveyé a ese ganado, plomo, cobre, metales preciosos, petréleo, henequén, productos tropicales, etcétera. Porfirio Diaz toma el poder por primera vez cn 1876, iniciéndose un nuevo periodo en la historia de México, que tuvo éxito en su primera fase ya que logré la paz que propicié cl florecimiento de la inversi6n, el comercio y tos servicios. En esta ctapa el capital extranjero se disputa la nueva naci6n y se abre una serie de negocios que apro- vecharon la mano de obra que todavia tenfa un régimen feudal para lograr inmensas fortunas, tanto locales como de compafiias extranjeras de alta tecnologia, que trajeron a México los adclantos del mundo moderno como la energfa eléctrica, los ferrocarri- les, la industria manufacturera, los teléfonos, los transportes motorizados, el automé- vil y otros adelantos que se presentaron como milagrosos en esos afios, pero quien distrutaba de todo eso realmente eta una minoria de la clase acomodada.'* La complementariedad cconémica que surgié en el siglo xIx se intensificd hacia el final del mismo y principios del xx, modificandose radicalmente la orien- tacién de nuestro sector externo: en aiios pasados las exportaciones hacia Europa \Pietre Py, Fiaucia y la Revolucién texicana 1910-1920, México, Fondo de Culenra Econémica, 1991, pp. 13-14. "Ortiz, Wadgyniar, ap, cit, p. 1 66 © Walter Astié Burgos ; a representaban alrededor de las dos terceras partes del total, pero a partir de 1910 ya sélo un 20 por ciento cruzaba el Atléntico, en tanto que el 75 por ciento se dirigfa hacia el norte. México fue cl tinico pats de América Latina en el que la inversién norteamericana supers a la briténica; para 1900 la mitad de la inversi6n total de Estados Unidos en la regién (el 45.5 por ciento) se concentré en México. Durante la transicién de una centuria a otra se inicié el largamente pospuesto despegue econémico: “la recuperacién de las exportaciones y el desarrollo de Jos ferrocarriles facilitaron el auge econdémico del porfiriato. Este crecimiento senté las bases de Ja integracién del mercado interno y la creacién de una industria moderna, de un sistema financiero primitive y de una economia cada vez mas modernizada”.” El pais, consccucntemente, registré una r4pida modernizacién que tuvo repercusioncs benéficas, pues permitis el pago puntual de las deudas externas; que la administracién ptiblica contara con recursos pravenientes de los impuestos de exportaciones ¢ importaciones; que por primera vez la balanza co- mercial fuera positiva, y se tuviera pleno empleo: “incluso se tenia que echar mano de la leva y de los presos que tenfan trabajos forzados, y aun asf los patrones se quejaban de la escasez de mano de obra. Es decir no habia desempleo”.'* El afan desarrollista, sin embargo, no reparé en una distribucion mas equitativa de la riqueza que se estaba generando, ni en las consecuencias para la soberanfa de las desmedidas concesiones hechas al capital extranjero, pues como lo precisé, con un exagerado optimismo sobre el futuro, el gran artifice de la politica econémica del porfiriato, José Ives Limantour, la meta prioritaria era el progreso material: por més que se exageren los inconvenientes de una situacién econémica que nos hace, en cierta manera, tributarios del extranjero, no cabe duda que careciendo, como carecemos, de los elementos de hombres y dinero suficientes para poner en explota- cidn los innumerables recursos que contiene nuestro suelo, no debemos desaprove- char esos elementos cuando nos lleguen de fuera y dejen al pais inmensos beneficios. Alpin dia llegar4, como se ha visto en la historia de otras naciones modernas, en el que enriquecida la poblacién por la abundancia de elementos de vida y por una mejor educacién por el trabajo, se reembolsarin poco a poco los capitales y se conservaran dentro def pais, para no volverlos a dejar salir, los titulos, acciones y valores de nuestras empresas més lorecientes.""* Sin embargo, y como las lecciones del pasado y los siempre presentes riesgos de la vecindad geogréfica no dejaron de pesar en el énimo de los porfiristas, al tiempo que sc propicié cl acercamiento se asumié una posicién nacionalista y de- Cardenas, op. cit, p. 85. “8Ortiz Wadgymar, op. it. p. 16 “Silvio Zavala, Apunes de historia nacional: 1808-1974, México, Fondo de Cultura Econémica, 1993, p. 125 Elinicio del siglo xx * 67 fensiva de la soberanfa, pues para Dfaz la integridad territorial era una verdadera obsesién: “...me veo on el deber de manifestar que tengo la firme decisin, por dura que ésta me sea, de no consentir en que se vulnere el honor de la nacién por fuerzas armadas de ninguna nacién extranjera, por alta que sea la conside- racion que tenga yo, personal y oficialmente, por ella, y por grande que sea mi deseo de que no sc alteren en manera alguna las buenas relaciones”.!” “Esto lo hizo no tanto con pronunciamientos sobre la soberania, sino evitando dar un pre- texto de represalia a las potencias extranjeras... Washington nunca pudo dar érde- nes a Dfaz. Al mismo tiempo que su gobierno hizo las concesiones mas leoninas sobre el petréleo, se rehusé cnfiticamente a negociar el establecimiento de una base naval norteamericana en territorio mexicano.” De igual manera intensificé la politica de diversificacién iniciada por los presidenttes Juirez y Lerdo de ‘Tejada para salir de Ja vinculacién casi exclusiva con Estados Unidos, lo que no dejé de ser paradéjico puesto que, por una parte, el propio gobierno norteamericano auxilié a México a restablecer sus’ perdidos vinculos con la Europa thonarquica y, por la otra, se escogié a Francia, a antigua invasora, como principal candidato Para contrarrestar la presencia estadotnidense. A pesar de los esfuerz6s divetsificadores, las realidades histéricas ¥ geopoli- ticas favorecieron Ja mayor interdependencia mexicano-nortcamericana: Europa, ya corivencida de que el continénte americano era una zona de influencia exclu- siva de Estados Unidos, tanto orienté su politica hacia otras regiones, como bus- ¢6 nuevos proveedores de productos primarios. Las exportaciones mexicanas de esos productos a Europa que en 1872-1873 equivalfan al 59 por ciento del total, decrecieron para 1910-1911 a slo un 21 por ciento. El gran pucrto de México y sfmbolo histérico de nuestra vinculacién con Europa desde que fue fundado por Hernin Cortés en 1519, Veracruz, perdié su dinamismo: en tanto que en: 1880 de sus: muelles salia mas del 50 por ciento de las exportacioncs, pata 1900 sdlo lo hacfa un 15 por ciento, reduciéndose las importaciones en ese mismo période de un 41.1 por ciento a un 35 por ciento. En cambio, los ptiertos del Pacifico y las ciudades y cruces de la frontera adquirieron un notable dinamismo, de manera que hacia el fin del porfiriato el 80 por ciento del comercio exterior se realizaba ya con Estados Unidos: “México entré dentro de la drbita econdmica de los Estados Unidos, al igual que Canadé, pues no pudo haber sido de otra forma.” El hecho es que en México, en el periodo porfitista, se sientan las bases de una in- serci6n en el sistema de la economia mundial como proveedor de materias primas 4’Cosio Villegas et al., Historia general de México, op. cil, p. 158. “WTR, Feherembach, Fire and Blood: @ history of Mexico, Nucva York, Macmillan Publishing Company, 1973, pp. 472-473. “UTbidem, p. 488, 68 * Waller Astié. Burgas y consumidor de materia elaborada y bienes de capital. Por lo mismo, México se vuelve altamente codiciade por el imperialismo, mas ya pierde importancia para Europa y poco a poco la economfa mexicana se vuelve mas dependiente de la de Es- tados Unidos. La vecindad geogréfica, la coyuntura internacional y las necesidades de cada uno, no fueron los tinicos condicionantes que Hlevaron a cse estado de cosas, pues Jas consideraciones de tipo politico también desempefiaron un importante papel. Por una parte, en los momentos en que Estados Unidos ingresaba al circulo de las potencias y sus dirigentes se mostraban dispucstos a respaldar con las armas los intereses de sus inversionistas, el régimen porfirista esttvo consciente que las concesiones ferrocarrileras, mineras, petroleras, agricolas, comerciales, industria- les 0 de cualquier indole, que no se dieran por la vfa negociada, se conseguirian “en forma forzada por las bayonetas norteamericanas”.""6 Por la otra, Ta propia es~ trategia disefiada para salvaguiardar la soberanfa nacional y la integridad territorial frente a Estados Unidos, contradictoriamente contribuyé a favorecer la depen- dencia y a comprometer dicha soberanta, cerrandose un circulo vicioso en el cual todos los camizios conducfan a Washington. En efecto, la modernizacién del pais también se contemp!é como un medio para atenuar la enorme asimetria de poder que privaba en las relaciones bilaterales: eri la medida en que México avanzara y se fortaleciera, podria resistir con mayot efectividad los embates y presiones del poderoso vecino. De acuerdo con esa Idgica, una mayor vinculacién con los intereses norteamericanos, ptiblicos y privados, tanto contribuirfa a favorecer el desarrollo, como permitirfa contar con aliados y socios dentro del propio sistema norteamericano que coadyuvaran a la defensa de os intereses nacionales La virtud politica del presidente Diaz, [escribié Justo Sierra] consistié en comprender esta situacidn y, convenicido de que nuestra historia y nuestras condiciones sociales nos ponfan en el caso de dejarnos enganchar por la formidable locomotora yanqui y partir rembo al porvenit, en preferir hacerlo bajo Jos auspicios, la vigilancia, a policia y laaccidn del gobierno mexicano, para que asf fitéramos unos asociados libres obliga~ dos al orden y ala paz y para hacemos respetar y para mantener nuestra nacionalidad integra y realizar el progreso."” Matfas Romero, quien como vitnos fue el representante de Juarez en Washington de 1859 a 1867, inicis y perfeccioné el activismo diplomatico desti- nado a contrarrestar las furerzas expansionistas lo que Hamaba el “imperialismo ‘Orci Wadgymar, op. cit, p. 19. “thidens, pp. 451-453, "'Citado en Garcia Canté, op. ct, p. 211, Elinicio del sigto xx ° 69 agricola” -y a conseguir respaldo para la causa juarista, Esc se realizé por medio de una habil promocién frente a la opinién piblica y la prensa, una efectiva campaia de relaciones piblicas y, principalmente, a través de un intenso cabildeo que le permitié forjar alianzas y apoyos con aquellos grupos, sectores y personalidades cuyos intereses eran compatibles o coincidentes con los de México. Sin duda fueron meritorios y cncomiables los esfuerzos y cualidades personales que permi- tieron a Romero desempefiar exitosamente sti dificil tarea'" durante el gobierno de Juarez, pero también ello se debié al hecho de que, cuando Tego a la capital norteamericana, el pais que representaba habia adquirido una mayor prioridad politica que le facilitaba el acceso a las altas esferas y le abrfa muchas puertas. El buen desempefio en Washington de los enviados diplomsticos, independien- temente de sus capacidades y profesionalismo, siempre ha estado determinado por Ja mfs alta o més baja prioridad que México tenga en la agenda politica del momento. En ese sentido, y aunque por distintas razones, durante su segunda comisién en Washington al servicio de Diaz, también tuvo a su favor el nuevo tipo de prioridad que su pais habia alcanzado. El desempesio diplomitico de Romero durante la época de Judrez bAsicamente fue la tarea de uh solo hombre ejecutada en condiciones sumamente precarias,'” pero durante cl porfiriato ésa se pudo continuar en forma institucionalizada de acuerdo con un proyecto espectfico, y cont4ndose con los recursos necesarios. De la misma forma ello fue posible por- que en esa época se consolidé Ia profesionalizacién de la administraci6n ptiblica mexicana: con Ia llegada de la pax porfiriana la Secretaria de Relaciones Exteriores “tuvo por fin tiempo suficiente para respirar mds tranquilamente y encaminarse a perfeccionar su arreglo interior, su capacidad de gestién y la preparacién de sus servidores”."* “Entre otros, Ignacio Mariscal, siguiendo el ejemplo de su paisano oaxaquefio que goberné al pais por mas de tres décadas en calidad de presidente- emperador, detenté la titularidad de la cancillerfa por mds tiempo que ninguno de sus predecesores: 27 afios en sicte distintos periodos comprendidos entre 1880 y 1910.” La profesionalizacion de la cancillerfa y del servicio exterior; la regla de oro del porfiriato de “mucha administracién y poca politica”; la notable per- manencia de los cuadros dirigentes; el contar con recursos materiales, etcétera, ‘HL Jegé a Washington en 1859 a los 21 afios sin haber salido antes del pafs, sin contar con expe riencia diplomatica y escasamente hablando inglés. Su nica experiencia internacional habia sido la de asistir a Jas negociaciones en México del Tratado MacLane-Ocampo. Carecia de personal, él mismo realizaba todo el trabajo incluyendo el secretarial, y por largos meses no recibfa suckle de México. “Omar Guerrero, “Historia de la Secretarfa de Relaciones Exteriores; la administracién de Ta politica exterior 1821-1922”, citado en Walter Astié-Burgos, “La formacién del diplomstico mexica~ no”, Revista mexicana de politica exterior, utim. 58, México, Secretarfa de Relaciones Exteriores, octubre de 1999, p. 174. dem, 70 + Waiter Astié-Burgos permiticron conducir una politica exterior consistente, la que, de acuerdo con la vision y los objetivos del régimen porfirista, fue sumamente exitosa, Matas Romero contribnyé al disefio de la estrategia diplomitica, aportando sus conocimientos sobre cl intrincado sistema politico norteamericano, su ex- periencia directa, sus mtiltiples contactos y su visi6n de afianzar la cooperacion econémica como medio para garantizar una telacién alejada de las agresiones del pasado. Siendo secretario de Hacienda de Diaz (de 1876 a 1880 y de 1892 a 1893) sui ministro plenipotenciario en Washington (de 1880 a 1892 y de 1893 a 1898), contimué con renovado vigor la tarea que habfa iniciado para Judrez cn esos mis- mos ptiestos fue su secretario de Hacienda de 1867-1872- para estrechar los nexos econémicos bilaterales. No fue un tedrico de la economia sino un “eco- nomista ejecutivo y prictico; un administrador”, que con gran pragmatismo puso énfasis en el desarrollo de aquellos sectores productivos en los que el pais tenfa ventajas comparativas (principalmente la agricultura y la mineria que juzga~ ba cran congtuentes con “la historia, las costumbres y la experiencia y educacién del pucblo”)"® para a cambio adquirir de las manufacturas de que se carecia y fomentar. la inversién extranjera. La complementariedad cconémica deberfa dictar los términos del intercambio, y cllo serfa el motor del desarrollo nacional y forjarfa un alto grado de interaccién binacional que reemplazaria la ambicién teiritorial por el beneficio econémico compartide. Conforme a esa estrategia, en 1883 negocié y firmé con su viejo amigo, ef general Ulysses Grant, un tra- tado comercial que remplazé al suscrito 50 afios atrés y que promovia el libre comercio, Dado el proteccionismo que posteriormente prevalecié, el acuerdo fue para su época sumamente novedoso, por lo que se considera a Romero como uno de los precursores del libre comercio que sélo se materializé 112 afios mds tarde: _-se admitfan libres de derechos de importaciones, federales o locales, por puertos ma- ritimos y fronterizos ciertos productos naturales 6 mereancias, que fueran cosechados, extraidos 0 manufacturados en los respectivos patses; los BUA admitfan 30 articulos diferentes procedentes de México, entre los que destacaban animales vivos, azticar, café, mariscos, cueros sin curtir, (ruta henequén, hule, ixtle, madera, picles, tabaco, et- cétera. México por su parte, admitla 74 articulos diferentes de EUA, tales como alam- bre, arados, acero, bombas para agua, tubos, locomotoras, maquiinas de todas clases y sus partes, catros, coches, vagones de ferrocarril, ctisoles, dinamita y pélvora, hierro, instrumentos, libros, nafta y petréleo, papel, sacos de henequén, vigas, etcétera.!™ "Bernstein, op. ct. p. 177. | 'Hamy Bernstein, Matfas Romero 1837-1889, México, Fondo de Calera Econérnica, 1982, pT? "Luis G. Zorilla, Historie de las velaciones entre Mésico y fos Estados Unidos ce Aunérica 1800-1958, 11, México, Porrtia, 1965, p. 11. Elinicio del siglo xx + 71 La relevancia que México adquirié para Estados Unidos y el grado de entendi- miento que como resultado de cllo se alcanz6, propicié que en, 1898 las relaciones diplomiticas se clevaran al rango de embajadas, recayendo en el propio Romero el nombramiento de primer embajador en Washington. Aunque con ello coronaba una destacada carrera de 40 afios dedicada a las relaciones mexicano-norteameri- canas, no Hlegé a disfrutar mucho del nombramiento puesto que, inesperadamen- te, falleci6 de apendicitis. El hecho de que el propio presidente William McKinley y los miembros de su gabinete asistieran al sepelio, fire un claro signo de la mayor relevancia que habjan alcanzado los vinculos entre’ los dos paises, y de las impor tantes relaciones profesionales que Romero habfa establecido. Su tenaz labor se desarrollé en el marco de referencia de dos paises separados por la asimetria, pero unidos por la geografia y la historia, en el que durante el porfiriato coincidieron. “un liberalismo econémico optimista que confiaba cn el milagro que causarfan en el pais las inversiones en los ferrocarriles, en la industria y en ef comercio” con la expansién econdmica de un Estados Unidos que ya se perfilaba como potencia mundial. Sin embargo, el manejo de la compleja relacién no fue facil para los propios porfiristas, puesto que la exitosa labor de Romero lleg6 a ser calificada por ellos mismos de entreguista: Lo que usted afirma [comunicé Romero al Secretario de Relaciones Exteriores Ig- nacio Mariscal en. 1886] en su carta del dfa 1, confirma la idea que expuse en mi carta del dfa 8, esto es, que algunos miembros del gabinete, no usted ni el presidente, creen que soy muy afecto a los Estados Unidos, 0 que no tengo la suficiente intepridad para mantener y defender los derechos de México, o que carezco de buen sentido para tmatar a este gobierno si es que no van més alld, y me creen anexionista, traidor a mai pafs, desleal al gobierno que me deposita su confianza. Mi presencia aqui os solo una conveniencia, No quiero permanecer aqui un dia més. No estoy colérico ni resentido, Usted y el presidente pueden aceptar mi renuncia.!* Bajo las nuevas circunstancias el pafs y su régimen recibicron cn Estados Unidos los comentarios més elogiosos que jamds antes se hubieran exteriorizado. México dejé de ser el pais de la anarqutfa, de las asonadas, de las eternas revolucio- nes, del atraso y la barbarie, para convertirse en tierra de oportunidades. Gracias a la efectiva promocién de imagen que se llevé a cabo y al importante respal- do que ésa tivo de los magnates de los medios de comunicacién como William Randolph Hearst -quién entre otros posefa en México el rancho Babicora de mas de 400,000 hectreas valuado en 1°333,333 délares, y a quien, junto con su padre, se les consideraba como el hermano y cl hijo de Diaz~, y de la prensa vinculada a "5Vsequez y Meyer, op. cit, p. 101. Bernstein, op. cit, p. 273. 72 © Walter Astié-Burgos Wall Street como el Sunset Magazine, Moody’s Magazine, Banker's Magazine, Mining World, The Explorer, o el Sunset Magazine propicdad de la Southern Pacific Railway Co., 0 de The American Magazine, The Cosmopolitan Magazine y Los Angeles Times vinculados al mundo de los negocios, se influyé favorablemente en la opinién publica norteamericana. Ningdn gobernante mexicano habia recibido calificati- vos tan exaltados como los que alegremente sc prodigaron al general Dfaz: “el redentor de México”, “el fundador del México moderno”, “el hombre mas grande de las Américas”, etcétera. Periodistas como John Kenneth Turner, sin embargo, no dejaron de detectar la existencia de una “extrafta y hasta misteriosa resistencia en los poderosos periodistas norteamericanos para publicar cualquier cosa que perju- dique al gobernante mexicano y también se manifiesta cn cllos un notable deseo de publicar lo que halague a ese dictador”. Turner se preguntaba si habfa “éalgn otro estadista 0 politico de la época actual, norteamericano o extranjero, a quien Jos prominentes editores hayan otorgado mayor cantidad de alabanzas y achacado menos culpas que al presidente Diaz?”.!*’ La actitad de dichos editores, aclaraba, tenfa que ver con “alguna propiedad o concesién en México, o a sus relaciones mercantiles con algunas otras personas que tienen esas propiedades o esas con- cesiones”.S Dfaz y su gobierno supieron aprovechar eficazmente, tanto el interés de los capitalistas norteamericanos ch las oportunidades que Ics brindaba el pats y los beneficios que les reportaban las generosas concesiones que les hicieron, como los medios que 1 propio sistema norteamericano offecfa para asegurar una ac titud favorable hacia su régimen, Como el inicio de las relaciones no fue facil puesto que Diaz tuvo que esperar 18 largos meses para que se reconociera a stt gobierno," durante los mismos desplegé un intenso cabildeo para contrarrestar las actitndes opuestas al reconocimiento de un régimen surgido de un golpe de Estado. Merced al lobby realizado por José Marfa de Zamaconda se logrd que el Congreso se interesara en “la cuestién de México” y convocara audiencias al respecto, de lo que derivé el reconocimicnto que el presidente Evarts extendi6 el 18 de abril de 1878. Esa primera y exitosa actuacién senté las bases “de lo que en lo sucesivo serfa la diplomacia porfirista en Estados Unidos: el presidente Diaz comprendié que era necesario actuar directamente en aquel pais y asociarse con las furerzas politicas y econémicas que le eran favorables, por lo que la labor de cabildeo se mantuvo a lo largo de su prolongado mandato”. Teniendo presente Ja inseparable conexién que en cl pais de los bussines existfa entre el capital y la ‘'sjJohn Kenneth Tarner, México bitharo, México, Epoca, vf, pp. 213-214. *ithidem, p. 223. ‘8AWalter Astié-Burgos, EI gnila bicfela; las relaciones Mévico-Estadlos Utvides a través de la experiencia diplomdtica, México, Planeta-Arici Divulgacién, 1995, p. 67. Idem. Elinicio del siglo x. * 73 politica, la labor de la embajada mexicana fue complementada con un amplio pro- grama de concesiones y favores a todo aquel que tuviera una posicién de influencia en los asuntos mexicanos, ¢ incluso con la contratacién de lobbystas norteamerica- nos, Aungue el cabildeo estuvo principalmente a cargo de diplomaticos mexicanos como Mariscal, Zamaconda, Romero y Creel, se llegaron a contratar expertos en |a politica washingtoniana como John W. Foster, quien fungié como asesor juridi- co de la embajada mexicana, y que de 1873 a 1880 se habfa desempefiado como ministro plenipotenciario en México. La estrecha relacién que se establecié con Foster durante su gestién mexicana"! fue de gran utilidad para el régimen cuan- do en 1892 el presidente Benjamin Harrison lo nombré secretario de Estado. La filosofia del sistema porfirista de que todo se arreglaba y era posible a través de las relaciones personales, familiares o de negocios, se extendié exitosamente al Ambito exterior. A su regreso a Washington [Foster] continus desempefiando fimciones de consultor Juridico de la Embajada de México y de otras misiones extranjeras, hasta su muerte on 1917. El sefior Foster presté varios servicios a la representacién diplomatica de México en Washington, ya por medio de su ejercicio profesional, ya interviniendo amistosa~ ment: para la soluci6n de dificultades y también en cuanto a sus nuumerosas relaciones personales. Su hija fue la esposa del senor Robert Lansing, Secretario de Estado en la administraci6n del Presidente Wilson, y durante su gestién nuestro pats viose envuel- to cn muy graves intrigas y dificultades con el gobierno americano."@ La diplomacia presidencial'® también fue inaugurada en este periodo y formé parte del proyecto general de la politica exterior, pues Dfaz mantuvo relaciones personales con personalidades de peso en Estados Unidos y en otros paises curo- peos. La estrategia para adquirir influencia no dejé de tener dudosas y compro- metedoras pecitliaridades: “una amplia gama de funcionarios y miembros de Ia familia Diaz, incluido el hijo del Presidente, actuaban como ejecutivos o tenfan pucstos honorfficos en docenas de compaiifas extranjeras. La familia de la esposa de Diaz participaba en operaciones de diversas empresas de Lord Cowdray”."! k ‘Diaz conoci6 a su segunda esposa, Carmelita Romero Rubio, en una recepci6n offecida por ‘oster. 'Genaro Estrada, “Las memorias diplomiticas de Mr. Foster sobre México”, en Gerraro Estrada: diplomatico y escritor, México, Secretaria de Relaciones Exteriores, Coleccién del Archivo Histérica Diplomatico Mexicano, ‘Talleres Bolea de México, 1978, p. 128. : '@En 1881 se casé con Carmelita Romero Rubio, y en. 1883 realizé su viaje de bodas a Estados Unidos en Washington se le dispens6 el tratarniento de jefe de Estado y fue recibido en la Casa lanca. ‘John Mason Hart, Bt México revolucionario: .gestacion y proceso de ta Revolucion Mexicana, México, Alianza Editorial, 1991, pp. 254-255. 74 © Walter Astié-Burgos Washington, durante los gobiernos de 10 presidentes (Ulises Grant, Rutherford B. Hayes, James A. Garfield, Chester A. Arthur, Grover Cleveland, Benjamin Harrison, Grover Cleveland, William McKinley, Theodore Roosevelt y William Howard Taft) asumié una posicién realista y pragmtica: el gobierno porfirista habia logrado darle al pafs vecino gran estabilidad, su politica concor daba y facilitaba la expansién de sts intereses, y mantenfa un clima de seguridad, tranquilidad y proteccién para el cuantioso capital invertido por sus influyentes empresarios (en 1902, 117 compaiifas tenfan invertidos 600 millones de délares, cifra que para 1909 attmenté a 1,000 millones de délares), para el creciente nd- mero de sus ciudadanos que radicaban en México (40,000 en 1902 y 60,000 en 1909), y para las propicdades que éstos habfan adquirido (mas de 40) millones de hectéreas equivalentes al 22 por ciento de la superficie de tierras del pats, muchas de las cuales pertenecian a magnates 0 politicos como los Hearst, Jos Guggenheim, los banqueros Morgan, o el senador Teller). No de menor importancia, a la industria petrolera se le dio pricticamente extraterritorialidad entre 1900 y 1911, porque el gobierno mexicano no se petcats ni de su importancia, ni de las ramifica~ ciones que esta industria tenia para el desarrollo posterior del pais. Las compaiifas extranjeras coinenzaron a drenar un recurso irremplazable, mientras que no pagaban impnestos, ni compartian ingresos, ademés de que la politica de muchas de ellas lleg6 a ser irresponsable —la Standar Oil vendia petroleo mexicano en EUA a precios mis bajos que en el propio pats~ lo que barfa que las concesiones se convirtieran con el tiempo en un insulto al orgullo ya la soberanfa de México." Frente a esas atractivas condiciones para los interescs norteamericanos se lo- gré conducir durante mas de 30 afos una relacién armoniosa que contrast6 con. las dificultades del siglo anterior. A pesar de que durante ese lapso Dfaz traté con los citados distintos presidentes norteamericanos -siete de ellos republicanos y dos demécratas-, s¢ mantuvo una gran estabilidad en las relaciones bilaterales, Jo que en gran medida se explica porque el elemento econdmico figuré prio~ titariamente en la politica exterior norteamericana de esos afios. Considerando que ‘Teodoro Roosevelt (1901-1909) sostuvo la tesis de que cra una obligaci6n intervenir cn América Latina para frenar la inestabilidad que interfiriera con el ‘buen desarrollo de las relaciones econémicas (el llamado Corolario Roosevelt de la Doctrina Monroe: “el malestar crénico en América, y en cualquier otra parte, en tiltima instancia requiere la intervencién de alguna nacién civilizada, y en el Hemisferio Occidental a aplicacién de la Doctrina Monroe puede obligar a los "Jbidem, pp. 228-233. Wapelicrembach, op. cit, p. 472. Et inicie del siglo xx ° 78 Estados Unidos, aunque sea en forma renuente, a ejercer el poder de mn policta internacional en casos flagrantes de dicho malestar o de impotencia”),'% y que William Taft (1909-1913) declar6é ante el Congreso en 1912 que 1a diplomacia de su gobierno buscaba “responder a las ideas modernas sobre los intercambios cometciales, Esta politica se ha caracterizado por sustituir a las balas con délates, y tanto aticnde a idealistas sentimientos humanitarios y a los dictados de una sélida politica y estrategia, como a legitimos objetivos comerciales”,!® no fire de extra- fat que 10 administraciones compartieran la opinién del canciller del presidente Roosevelt, Elihu Root, sobre el presidente Dfaz: ‘Me parece que de todos Ios hombres hoy dia vivos, valié la pena ver al Presidente Porfirio Diaz. Si se piensa on los incidentes aventureros, osadds y caballerescos de su carrera anterior; si se considera la amplia obra del gobierno que stt sabidurfa, valentia y carfcter de mando han realizado; si se toma en cuenta su personalidad singular mente atractiva, no hay nadie a quicn hubiera preferido ver entonces que al Presi- dente Dfaz. Si yo fuera pocta escribiria apologias posticas; si firera mtisico compondria marchas triunfales; si fisera mexicano sentirfa que ni la firme lealtad de toda una vida podria retribuirle las bendiciones que dio a mi pafs. Como no soy poeta, ni mtisico, ni mexicano, sino s6lo un estadounidense que ama la justicia y la libertad, y espera ver su reino progresar, fortalecerse y perpetuarse entre la humanidad, considero a Porfirio Diaz, Presidente de México, como uno de fos mis grandes hombres que debe ser alabado como héroe de Ia humanidad,'® Explicablemente, y al menos por ese largo momento, se hizo caso omiso de otro tipo de consideraciones, como la de que su gobierno era producto de un golpe dé Estado; que era dictatorial; que las elecciones celebradas cada cuatro aiios eran fraudulentas; que no existfa un verdadero juego democratico; que no se respetaban los derechos humanos ni la libertad de prensa; qué el grueso de la poblacién vivia en condiciones infrahumanas de explotacién, miseria ¢ ignorancia, etcétera. Por el contrario, los gobiernos norteamericanos se hicie- ron coparticipes de todo ello, ya que nunca objetaron ni se preocuparon por la forma, métodos y condiciones bajo las cuales sus capitalistas operaban en México, y gustosamente contribuyeron a afianzar un sistema represivo. El alto grado de cooperacién también abarcé los 4mbitos policiacos, de inteligencia y espionaje, incluyendo “a grupos de detectives privados en Estados Unidos wwWilliam A. Degregorio, ‘The Complete Book of U.S, Presidents, Nueva York, Wings Books, 1993, p. 385, ‘Tbidem, p. 405. ‘Prederick Star, Mexico and dhe United States: a study of revelution, intervention and war, Chicago, “The Bible House, 1914, p. 86. 76 © Waller Astié Burgos pagados por México, a funcionarios de migracion estadounidense, a agentes del servicio secreto, a operativos secretos norteamericanos y & funcionarios del Departamento de Estado”, lo que tenia el propésite de vigilar, detener y elimi- nar a los enemigos del régimen. Los consttlados mexicanos “eran esencialmente bases de espionaje, obtenfan, sobre todo, informacién secreta de los exiliados mexicanos optiestos a Diaz, proporcionada por las agencias de detectives priva- dos que contrataban”. “La informacién que captaban era transmitida a Enrique Creel y a los cientificos, quienes a st vez la hacfan llegar al presidente Dizz. “También haba cooperacién e intercambio de informacién sccreta y de contra- espionaje entre Creel y el Departamento de Estado.”!”' Con toda légica puede inferirse que esa eficiente red de espionaje igualmente sirvié para detectar todo aquello que al otro lado de la frontera se dijera, planeara o fraguara sobre el México de Diaz. PRESIDENTES (1876-1911) México EUA 1876-1880 ‘Ulises Grant 1864-1877" Porno Ditz Rutherford B. Hayes 1877-1881" Sonzal 1880-1884, James A. Garfield 1881" Manvel Gonzilee Chester A. Arthur 1881-1885" - go firio Diar 1884-1911 Grover Cleveland 1885-1888 Poirot Benjamin Harrison 1888-1893" Grover Cleveland 1893-1897" William McKinley 1897-19018 Theadore Roosevelt 1901-1909" ‘William H. Taft 1909-1903® *Repiblicano. »Demécrata La nueva relacién no signifies, sin embargo, que dejaran de persistir mnilti- ples problemas, pues en la medida en que la interdependencia se intensificaba, igqalmente se inctementaban los motivos para el surgimiento de diferencias, de malentendidos, o la aplicacién de medidas unilaterales que afectaban a 12 otra "Las principales agencias contratadas fueron la Furlong Secret Service Company de San Tas, la Pacific Cooperative Agency de Los Angeles y la Burns & Sheridan National Deetective Agency de Nueva York. ; ; ‘parry ‘Thayer Mahoney y Marjorie Locke Mahoney, BI espionaje en Mésico en el siglo XX. México, Promexa, pp. 34-35. Elinicio dal siglo xe * 77 parte. Pero a diferencia de lo ocurrido en otros tiempos, cn esos afios se buscé solucionarlos pacfficamente. De hecho, la benévola actitud hacia Diaz le permitié un importante margen de maniobra impensable en otras épocas: El presidente Diaz aproveché la armonfa de las relaciones y cl interés de Was- hington en México para conducir, en varios casos, una politica independiente 9 incluso contraria a la norteamericana. El litigio de los Fondos Pisdosos de las Californias, cl Chamizal, las actividades de los opositores residentes en territorio norteamericano, cuestiones internacionales como las de Nicaragua y Guatemala, pusieron a prueba el entendimiento, pero al final de cuentas los estrechos vinculos econémicos creados, no permiticron que éstas y otras cuestiones lo perturbaran,"” De igual manera se aprovecharon con habilidad las rivalidades entre las po- tencias a las que se les abrian las puertas, ello principalmente para contrarrestar la fuerte presencia norteamericana. Ast, por ejemplo, se buscé enfrentar al capi- tal norteamericano al inglés, déndole en varias ocasiones a este tiltimo un cierto trato preferencial en los casos de los ferrocarriles, la minerfa y el petréleo, En este tiltimo caso la compafiia El Aguila fundada por el britnico Weetman Pearson, se mantuvo como la principal, hasta que fue absorbida en 1919 por la Royal Dutch Shell del estadounidense Henry Detering, La presencia francesa y la alemana tam- bién fue titilizada con este propésito y viceversa: cuando el ministro aleman en México llegé a amenazar al secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, de que de no cumplirse con los acuerdos celcbrados con los banqueros de Berlin, una flota atacarfa Veracruz, el ministro simplemente respondié que “desde el mo- mento de la aparicién de esa flota en el Golfo de México, diez mil soldados del ejército de los Estados Unidos ocuparfan México”. BALANZ COMERCIAL DE MEXICO (En millones de délares) Afios Importaciones Exportaciones Saldo 1900-1901 63.9 16 77 1904-1905 89.0 104.5 15.5 1910-1911 102.5 1463 468 Fuente: Nacional Financieva, La econonfa mexicana en ciftas, p. 205. Astié-Burgos, Hl dguila bicffala..., op. cit, p. 72. "Py, op. cit, p. 31. 78 * Walter Astié-Burgos El corolario légico de la cercanfa con el “hombre fuerte de México” fue la celebracién de la primera entrevista presidencial”* de la historia bilateral; Porfirio Diaz y William ‘aft se reunieron en Ciudad Judrez y en El Paso en octubre de 1909. El encuentro se desatrollé en el mejor de los climas politicos posibles, y por el lado mexicano conté con una nutrida asistencia de funcionarios, dignatarios y periodistas. Por primera vez en los anales de la historia de América se subra- y6~ dos jefes de Bstade se daban la mano en una entrevista personal y amistosa en verdad fraternal; tan era asf, que “la prensa de todo el mundo se ocupaba de ella." Aunque no trascendié mucha informacién sobre el tenor de las conversa~ ciones, Taft escribié que “todos los signos me indican que no puedo equivocarme si digo que al general Diaz le agradé mucho la conversacion y la disposici6n de Estados Unidos de testimoniar asf su amistad por éI”."” Sin embargo, y aunque el mandatario norteamericano reconocié el buen estado de salud, la agilidad fisica y la gran dignidad de su contraparte, no dejé de preocuparle el que éste, a quien en sul correspondencia Hlamaba ef viejo, ya tuviera 80 aiios, que no diera muestras de querer dejar el poder, y que no tuviera planes para una sucesién ordenada, siendo que la estabilidad y el progreso del pafs, asf como la salvaguarda de la inversién norteamericana que ya habfa aumentado a més de 2,000 millones de délares, descansaban en el poder personal de un caudillo que, irremediablemente, se acercaba a su fin biolégico. Las fastuosas fiestas del Centenario -el {estejo cra muiltiple: los 100 aftos de la independencia de Espafta, los 30 afios del gobierno de Dfaz, sus 80 afios de vida y su octava reeleccién— celebradas en 1910, un afio después del encuentro pre- sidencial, marcaron tanto la apoteosis del régimen porfirista, como el inicio de su fin y de la buena relacién con Estados Unidos. En ese contexto, la entrevista que el jerarca concedié al periodista norteamericano James Creelman cn 1907 publicada en febrero de 1908 en el Pearson’s Magazine, vino a tener un impacto inesperado. Como Creelman fue portador de una carta que el recientemente ele- gido Woodrow Wilson dirigié 2 Diaz para recomendar la entrevista, ha de haber supuesto que “detrés del periodista se perfilaba el gobierno norteamericano”,”” y buscé dar respuestas que pudieran tranquilizar las inguictudes sobre su inde~ finida permanecia en el poder, Como fo sefiala Nemesio Garcfa Naranjo, “nadie ignora que cuando el gobierno mexicano ¢s hostilizado por los Estados Unidos, "Aunque el primer encuentro entre presidentes de los dos pafses ocurrié cuando Antonio Lopez de Santa Anna se reunié con Andrew Jackson en Washington en enero de 1837, como ése se derivé del hecho de que Santa Anna fue hecho prisionero en San Jacinto, Texas, por Jos rebeldes tejanos, no puede considerarse como una reunién presidencial propiamente dicha, Daniel Cosio Villegas, Historia moderna de México: el porfriato, le vida politica exterior parte segunda, México, Editorial Hermes, 1985, p. 287 PeIbidem, p. 289. 2”Nemesio Garcla Naranjo, Porfirio Diaz, México, Editorial Letras, 1970, p. 272. Elinicie del sigiox * 79

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