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LA LENGUA, EL LENGUAJE Y EL DISCURSO

La Lengua: es un conjunto o sistemas de formas o signos orales y escritos que sirven


para la comunicación entre las personas.
Ejemplos: Español, Chino, Inglés, Portugues, Alemán.

El Lenguaje: es el medio de comunicación de los seres humanos.


Ejemplos: Lenguaje Verbal (hablado y escrito), Lenguaje Corporal (saludos y gestos),
Lenguaje de Señas, Lenguaje de Programación.

El Discurso: un discurso es un acto de habla, y por tanto consta de los elementos de


todo acto de habla;
1) en primer lugar, un acto locutivo o locucionario, es decir, el acto de decir un
dicho con sentido y referencia;
2) en segundo lugar, un acto ilocutivo o ilocucionario, o el conjunto de actos
convencionalmente asociados al acto ilocutivo;
3) finalmente un acto perlocutivo, o sea, los efectos en pensamientos, creencias,
sentimientos o acciones del interlocutor.

Austin revisa la noción de performativo y separa en tres niveles los actos que empleamos en el habla:
- Acto locutivo: pronunciación de sonidos, vocabulario, aspectos sintácticos.
- Acto elocutivo: la consecuencia del enunciado (aseveración, juramento, petición…)
- Acto perlocutivo: el efecto de la acción sobre el receptor o destinatario (ofensa,
convencimiento…)

Tipos de Discursos:
• Literario: son ficciones que refieren a mundos verbalmente posibles y
fundamentados en sí mismos.
• Académico: éstos se caracterizan por su aplicabilidad en el mundo real. Los
discursos académicos son transitivos pues hablan de diversos aspectos de una
realidad circundante a la que examinan minuciosamente. A diferencia de los
discursos literarios su esquema discursivo es rígido y conservador pues su finalidad
es mostrar interpretaciones alternativas del mundo construidas de acuerdo a las
normas de procedimientos aceptadas en los medios académicos del mundo. El
discurso académico se encuentra pues en el marco de la actividad académica
orientada a la transmisión y producción de conocimientos.

CLASES DEL LENGUAJE


Tipos de lenguaje que pueden distinguirse desde diversos puntos de vista. Si se
considera el grado de artificialidad y convencionalidad que interviene en la
construcción de símbolos o signos del lenguaje, éste puede ser:
• natural o
• artificial.

El lenguaje natural, también llamado lenguaje ordinario, es


• el que utiliza una comunidad lingüística con el fin primario de la
comunicación y
• se ha construido con reglas y convenciones lingüísticas y sociales durante el
período de constitución histórica de esta sociedad.
El individuo, por el hecho de nacer en ella, acepta normativamente el lenguaje de su
propia comunidad lingüística; el influjo que el individuo puede ejercer sobre el
lenguaje, pasa únicamente por el hecho de hablarlo, por el habla.
Son ejemplos de lenguaje natural el castellano, el catalán, el vasco o el gallego,
en España, y cualquier otro idioma que se hable en alguna parte del mundo entero.
El lenguaje natural se considera un instrumento sumamente adaptado a la
comunicación de la vida ordinaria, pero ambiguo y vago, desde el punto de vista
de la comunicación científica.

El lenguaje artificial, en oposición al natural, tiene como finalidad:


• evitar justamente los inconvenientes de ambigüedad y vaguedad de los
lenguajes naturales u ordinarios y, por ello, presenta un grado de artificialidad
y convencionalidad mucho mayor por lo que se refiere a la construcción de
símbolos y al significado que se les asigna. Símbolos y significados no
pertenecen a ninguna comunidad natural de hablantes, sino a grupos de
hablantes relacionados por objetivos científicos o técnicos.

• El lenguaje artificialmente construido se divide en técnico y formal.


o El lenguaje técnico utiliza el lenguaje natural, pero previamente
definido en gran parte de sus términos, de manera que las palabras
adquieren técnicamente un significado propio y adecuado a los fines de
la comunidad que las utiliza. Así, el lenguaje técnico de la física, por
ejemplo, define el sentido en que utiliza términos, también propios del
lenguaje ordinario, como son fuerza, masa, velocidad, espacio, etc., y el
lenguaje técnico de la medicina, oscuro para los profanos, es sumamente
útil para la práctica médica.
o El lenguaje formal, a su vez, es una clase de lenguaje artificial en el que
no sólo se construyen artificial y convencionalmente los símbolos propios
del lenguaje, sino también sus reglas de construcción y sus reglas de
transformación, convirtiéndose en la práctica en un cálculo. Los lenguajes
formales, si adoptan además una interpretación, se convierten en
lenguajes plenamente formalizados.
El lenguaje de la lógica formal es un lenguaje formal y formalizado.
LENGUAJE ORDINARIO
Es el lenguaje cotidiano, común o natural. En las primeras fases del movimiento
analítico, se le consideró, por su ambigüedad e imprecisión, fuente de los
problemas filosóficos, razón por la que se insistió en fundamentar un análisis del
lenguaje según el modelo de un cálculo lógico o un lenguaje formal, y por la que se
consideraba que la filosofía consistía en el «esclarecimiento de proposiciones».

Cuando la filosofía analítica sintió el influjo de las teorías del «segundo


Wittgenstein», las expresadas en Investigaciones filosóficas, se abandonó el aprecio
por un análisis fundado en la sintaxis lógica, para considerar que el lenguaje
ordinario «está bien como está» y que la misión de la filosofía estriba en mostrar los
múltiples usos del lenguaje, que Wittgenstein llama «juegos del lenguaje». En esta
segunda fase de la filosofía analítica, el lenguaje se considera, no como
representación o figura de la realidad, sino en su perspectiva natural, como un
producto de la actividad humana en sociedad; en esta perspectiva, los problemas del
lenguaje se esclarecen, no desde el análisis de sus formas lógicas, sino por el
conocimiento de los diversos usos y contextos a que pertenecen las palabras. Ryle,
Austin y Searle son los más notables representantes de la filosofía del lenguaje
ordinario.

************

DISCURSO
En general, conjunto de palabras que se organiza en frases con sentido,
construidas de acuerdo con las reglas de un lenguaje. A veces, por ejemplo en
Saussure, discurso se refiere al uso particular y concreto del lenguaje mediante la
palabra, o el habla.

EPIST. En epistemología, las clases de discurso que ofrecen mayor interés son
aquellas que corresponden a lo que, según la pragmática, se denomina uso
descriptivo y prescriptivo del lenguaje. Un discurso es descriptivo cuando su función
consiste en comunicar una proposición, informar, describir o aseverar; cualquier frase
de esta clase de discurso que pueda ser verdadera o falsa es un enunciado. También
se denomina discurso asertivo, o declarativo. Hay dos clases de discurso descriptivo:
exposiciones y argumentaciones. Una exposición es un discurso descriptivo formado
por una secuencia arbitraria de enunciados, con la que simplemente se describe algo
concreto, hecho, cosa, situación o persona (descripción; ver ejemplo), o bien una
serie de acontecimientos (narración; ver ejemplo). Una argumentación es un discurso
descriptivo que no sólo afirma enunciados, sino que toma algunos de estos
enunciados como razón o fundamento para afirmar otros; aquéllos se llaman
premisas, éstos conclusiones (ver ejemplo). El discurso prescriptivo, que también se
denomina imperativo, directivo o práctico, es aquel cuya función es orientar la
conducta o la actividad humana; se manifiesta mediante imperativos, valoraciones y
normas; ver ejemplo), e interesa evidentemente en ética.
El discurso científico es aquel que
• comunica contenidos que han pasado por el rigor del método, el motor de la
ciencia.
• Tiene una responsabilidad para con su comunidad, al exponer información
estadística, notas metodológicas, en un lenguaje técnico y donde
probablemente habrá una importante cantidad de cifras y datos duros.
• Los protocolos y reportes de investigación permiten que se confirmen,
mejoren, debatan o descarten hipótesis y teorías por parte de otros expertos.
Así, la ciencia avanza.

El discurso científico y el discurso de la divulgación científica.


Dedico este editorial a Javier Cruz que tras su entrevista en canal 22, me hizo
reflexionar y abrir nuevas posibilidades de estudio. Gracias Javier por el reto. En este
artículo haré algunas reflexiones respecto a la importancia de evaluar la calidad del
discurso científico.
El discurso científico es aquel que comunica contenidos que han pasado por el
rigor del método, el motor de la ciencia. Tiene una responsabilidad para con su
comunidad, al exponer información estadística, notas metodológicas, en un lenguaje
técnico y donde probablemente habrá una importante cantidad de cifras y datos
duros. Los protocolos y reportes de investigación permiten que se confirmen,
mejoren, debatan o descarten hipótesis y teorías por parte de otros expertos. Así, la
ciencia avanza.
Pero el discurso científico también tiene una responsabilidad con la sociedad,
que es difundir apropiadamente el conocimiento para que se aplique; que la
información científica se traduzca en nuevas y mejores tecnologías, políticas públicas
o habilidades y destrezas que permitan influir positivamente en el progreso social y
económico, así como en la preservación de la biósfera para las siguientes
generaciones.
Desde los 60 junto con el nacimiento de las teorías de análisis del discurso,
nacen corrientes críticas, como la de Foucault, que asocian el saber con el poder.
Restricciones en la emisión, selección, difusión y capacidad de entendimiento de
discursos concentran la información y el conocimiento en manos de una élite en
oposición al acceso igualitario de información.
Ahora bien, el debate se abre al hablar de los responsables de la divulgación
científica. Mientras que algunos pretenden que son los propios científicos quienes
tienen esa responsabilidad, otros señalan a los periodistas y medios de
comunicación. En todo caso vale la pena que una política pública al respecto se
discuta en México y defina el camino para devolver a la sociedad en forma de
conocimiento la inversión realizadas en proyectos de investigación. Un ejemplo
envidiable es que la mayor parte de las agencias o institutos científicos en los
Estados Unidos cuentan con un departamento de divulgación científica (Education
and Outreach). Pero en paralelo cuentan con exitosos canales de difusión científica
que ahora llegan a México en la televisión de paga. Confirmando que la difusión de
ciencia también genera riqueza.
Las vitales televisoras públicas cuya razón fundamental es hacer accesible para
todos la información de forma oportuna y precisa a la vez que mantienen un formato
digerible y accesible al ciudadano promedio. Carl Sagan y Stephen Hawkins por citar
a los más famosos son ejemplos de científicos que han hecho una importante tarea
de divulgación. En México la divulgación avanza lentamente.
El científico necesita ver reconocida su tarea y llevar a la sociedad patentes,
tecnologías, políticas públicas, evaluaciones, etc., que nos permitan continuar e
incrementar su financiamiento, proteger su trabajo y obtener mayores fondos. Pero
el objetivo superior de la comunidad científica que vive de lo público es contribuir a
la mejora de nuestro país, al convertirse en bien público virtual o real.
Respecto al discurso científico, tengo un ejemplo: la evaluación de dos
documentos científicos vitales: el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de Copenhague
http://ow.ly/bDxAd, ambos, producto de los más destacados expertos en materia
ambiental y científicos en estado puro.
Estructuralmente impecables y cognitivamente se construyen de datos, pocas
amenazas y propuestas, sobre todo, integrales. Cero emociones, esas que no pueden
caber en la elaboración de la ciencia, pero que son vitales para divulgar los avances
científicos. Ese reto requiere de datos sencillos, metáforas y demostraciones. De
modo que no, el discurso científico no es el discurso de la divulgación.

Tania Vachez de la Barrera

Directora de Metodología

El discurso es una exposición que sobre cierto asunto desarrolla una persona,
dirigiéndola a otras, con fines persuasivos, siendo ésta su principal característica, la
de convencer.

Se puede decir también, que son una serie de razonamientos para expresar algún
relato, por medio de un conjunto de palabras, con una coherencia lógica que nos
permite comunicar algo sobre un hecho, ya sea en forma oral o escrita.

El discurso en general puede ser de tipo filosófico, político, religioso o social. Es


importante mencionar que a partir del siglo XVIII la ciencia desarrolla un método
particular que se denomina discurso científico, que puede decirse que es una
exposición de ideas razonadas en forma oral o escrita, dirigidas a un público
especializado, las características que debe tener son (Medina Caballero, Manuel,
"Taller de Lectura y Redacción", Editorial Trillas, p. 20):

Sentido Recto, para que el discurso se base en una interpretación objetiva se


aplica la coherencia y la lógica.

Objetividad, se busca hablar o escribir sobre las cosas tal y como son, sin expresar
emociones o sentimientos, buscando que el fenómeno descrito se apegue a la
realidad.

Universalidad, busca la aplicación con un sentido recto y con el mismo significado


a un grupo de individuos u objetos.
Lenguaje especializado, se refiere al uso de tecnicismos o palabras propias de una
ciencia o arte.

Por su parte Mario Bunge, en "La Ciencia, su método y su filosofía", menciona quince
características del discurso científico, las cuales se enlistan a continuación:

El conocimiento científico es fáctico, ya que parte de una serie de hechos o datos


empíricos, los respeta hasta cierto punto, pero invariablemente vuelve a ellos, es
decir, que la ciencia busca describirlo tal y como son. Por lo tanto el investigador
pretende ser objetivo y no involucrar aspectos emocionales, comerciales, o de
cualquier otra índole.

Los conocimientos científicos busca trascender los hechos, descartando aquellos que
no considera útiles, produciendo nuevos y los explica, correlacionándolos.

La ciencia es analítica, por lo que en las investigaciones se abordan problemas


circunscriptos, los cuales trata de descomponerlos uno a uno, tratando de
descomponerlos en sus elementos, es decir que no parte de generalidades. Busca
descubrir los elementos que componen la totalidad, así como las interconexiones
entre ellos, que explican su integración. Se parte del principio de que todos los
problemas científicos son parciales y particulares, por lo que las soluciones también
son únicas, y a medida que la investigación avanza, su alcance se amplia y en
consecuencia se pueden ir generalizando las soluciones, hasta llegar a TEORÍAS.

La investigación científica es especializada, como consecuencia del enfoque analítico


que se asume para encontrar solución a los problemas planteados. En consecuencia
la especialización tiende a estrechar la visión del científico.

El conocimiento científico es claro y preciso, a partir de que los problemas son


distintos los resultados deben ser claros. En consecuencia el conocimiento científico
procura ser preciso, aunque no está exento de errores, por lo que busca técnicas
para determinar posibles fallas. La claridad y la precisión se logran: (a) formulando de
manera precisa el problema a resolver, (b) parte de nociones aparentemente claras y
las complica durante el análisis para incluirlas en esquemas teóricos, (c) define los
conceptos empleados para evitar ambigüedades o malas interpretaciones, (d) crea
lenguajes artificiales inventando símbolos (palabras signos, símbolos propios de cada
área del conocimiento, etc.) atribuyéndoles significados determinados, (e) procura
dar valores cuantitativos a los fenómenos para poder medirlos, registrarlos.

El conocimiento científico es comunicable, buscando que sea entendible para que


deje de ser privado y pase a ser público, por lo que es preciso aclararlo.

El conocimiento científico es verificable y ser capaz de pasar el examen de la


experiencia, ya que los resultados son puestos a prueba una uy otra vez por
especialistas de diferentes áreas, comprobando que el fenómeno se repite.

La investigación científica es metódica, se planea con gran detenimiento para evitar


errores o acontecimientos imprevistos. Para ello se apoya en experiencias previas y
trabajos de otros investigadores relacionados con el objeto de estudio, lo que
conforma el MARCO DE REFERENCIA.

El conocimiento científico es sistemático, es un sistema de ideas lógicamente


conectadas entre sí, conformado por tesis e hipótesis, adecuados a una serie de
hechos.

El conocimiento científico es general, ya que ubica los hechos singulares en pautas


generales. El lenguaje científico no contiene solo términos que designan hechos
singulares o experiencias individuales, sino también términos generales que se
refieren a clases de hechos.

El conocimiento científico es legal, busca leyes, tanto naturales como culturales, y las
aplica. Por lo tanto trata de insertar hechos singulares en pautas generales
denominadas "leyes naturales".

La ciencia es explicativa e intenta explicar los hechos en función de leyes, y éstas a su


vez, en términos de principios. Buscan una explicación a cómo son las cosas o los
hechos, por qué ocurren de tal o cual forma y no de otra manera.

El conocimiento científico es predictivo, trascendiendo los hechos e imaginando


cómo puede haber sido el pasado y cómo podrá ser el futuro, ya que ésta es una
forma de poner a prueba las hipótesis.

La ciencia es abierta al no reconocer barreras a priori que limiten el conocimiento, es


decir, que no es un sistema dogmático y cerrado, al contrario, es controvertido y
abierto. Parte de la idea de que siempre es posible el surgimiento de nuevas
situaciones, informaciones o trabajos que modifiquen lo ya planteado.

La ciencia es útil, porque busca la verdad.

Estas es una forma de plantear las características del discurso científico, pero en el
siguiente apartado se plantea otra relación.

*****
PERSUADIR Y CONVENCER

La variedad de los auditorios es casi infinita y, de querer adaptarse a todas sus


particularidades, el orador se encuentra frente a innumerables problemas. Quizá sea
ésta una de las razones por las cuales lo que suscita un interés enorme es una técnica
argumentativa que se impusiera indiferentemente a todos los auditorios o, al menos,
a todos los auditorios compuestos por hombres competentes o razonables.

La búsqueda de una objetividad, cualquiera que sea su naturaleza, corresponde al


ideal, al deseo de trascender las particularidades históricas o locales de forma que
todos aceptan las tesis defendidas. Se asiste, sin embargo, a un debate secular entre
los partidarios de la verdad y los de la opinión, entre filósofos, buscadores de lo
absoluto, y retóricos, comprometidos en la acción. Con motivo de este debate,
parece que se elabora la distinción entre persuadir y convencer, distinción a la que
aludimos en función de una teoría de la argumentación y del papel desempeñado
por ciertos auditorios.

Para aquel que se preocupa por el resultado, persuadir es más que convencer, al ser
la convicción sólo la primera fase que induce a la acción.

Nosotros nos proponemos llamar persuasiva a la argumentación que sólo pretende


servir para un auditorio particular y nominar convincente a que se supone que
obtiene la adhesión de todo ente de razón. El matiz es mínimo y depende,
esencialmente, de la idea que el orador se forma de la encarnación de la razón. Cada
hombre cree en un conjunto de hechos, de verdades, que todo hombre “normal”
debe, según él, admitir, porque son válidos para todo ser racional. Pero, ¿es así de
verdad? ¿No es exorbitante la pretensión a una validez absoluta para cualquier
auditorio compuesto por seres racionales? Incluso al autor más concienzudo no le
queda, en este punto, más remedio que someterse al examen de los hechos, al juicio
de los lectores. En todo caso, habrá hecho lo que está en su mano para convencer, si
cree que se dirige válidamente a semejante auditorio.

La distinción que proponemos entre persuasión y convicción da cuenta, de modo


indirecto, del vínculo que a menudo se establece, aunque de forma confusa, entre
persuasión y acción, por una parte, y entre convicción e inteligencia, por otra. En
efecto, el carácter intemporal de ciertos auditorios explica que los argumentos que le
presentan no constituyan en absoluto una llamada a la acción inmediata.

Esta distinción, fundada en los rasgos del auditorio al que se dirige el orador, no
parece, a primera vista, que explique la distinción entre convicción y persuasión tal
como la siente el propio oyente. Pero, resulta fácil ver que se puede aplicar el mismo
criterio, si se tiene en cuenta que este oyente piensa en la transferencia a otros
auditorios de los argumentos que le presentan y se preocupa por la acogida que les
estaría reservada.

Desde nuestro punto de vista, es comprensible que el matiz entre los términos
convencer y persuadir sea siempre impreciso y que, en la práctica, se suprima. Pues,
mientras que las fronteras entre la inteligencia y la voluntad, entre la razón y lo
irracional pueden constituir un límite preciso, la distinción entre diversos auditorios
es mucho más confusa, y esto tanto más cuanto que la imagen que el orador se
forma de los auditorios es el resultado de un esfuerzo siempre susceptible de poder
reanudarlo.

Es la naturaleza del auditorio al que pueden someterse con éxito los argumentos lo
que determina, en la mayoría de los casos, no sólo el tono que adoptarán las
argumentaciones sino también el carácter, el alcance que se le atribuirá. ¿Cuáles son
los auditorios a los que se les atribuye el papel normativo que permite saber si una
argumentación es convincente o no?

Encontramos tres clases de auditorios, considerados privilegiados a este respecto,


tanto en la práctica habitual como en el pensamiento filosófico: el primero,
constituido por toda la humanidad o, al menos, por todos los hombres adultos y
normales y al que llamaremos el auditorio universal; el segundo, formado, desde el
punto de vista del diálogo, por el único interlocutor al que nos dirigimos; el tercero,
por último, integrado por el propio sujeto, cuando delibera sobre o evoca las razones
de sus actos. A continuación, conviene añadir que, sólo cuando el hombre en las
reflexiones consigo mismo o el interlocutor del diálogo encarnan al auditorio
universal, éstos adquieren el privilegio filosófico que se le otorgan a la razón, en
virtud del cual la argumentación que se dirige a ellos ha quedado asimilada, con
frecuencia, a un discurso lógico. En efecto, si visto desde fuera, se puede pensar que
el auditorio universal de cada orador es un auditorio particular, esto no significa que,
a cada instante y para cada persona, exista un auditorio particular, cuyas reacciones
conocemos y cuyas características, a lo sumo, hemos estudiado. De ahí la
importancia primordial del auditorio universal en tanto que norma de la
argumentación objetiva, puesto que el interlocutor y el individuo deliberadamente
consigo mismo constituyen meras encarnaciones siempre precarias.
***
Mario I. Alvarez Ledesma
¿Convencer o persuadir?
Organización Editorial Mexicana
13 de noviembre de 2012
Para los griegos la expresión oral constituía una de las condiciones más importantes
a desarrollar en la educación. La expresión verbal del pensamiento, el argumento y la
estructura del discurso como medios de comunicación, llegaron a extremos de
refinamiento que quizás no hayan vuelto a ser alcanzados. De hecho fue en Grecia
que se inventó la retórica y hoy todavía resuenan los nombres de Demóstenes e
Isócrates como modelos de grandes oradores, así como el de Aristóteles en tanto
autor clásico en la materia.

Lo anterior viene a cuento porque en todos esos autores y en toda la experiencia de


la enseñanza de la retórica y la oratoria en Grecia y luego en Roma también, se hizo
siempre una distinción que era determinante hacer entender a los educandos, la
diferencia entre convencer y persuadir. Discriminar entre una y otra no sólo afecta a
la comunicación oral, sino a la práctica totalidad de las actividades humanas. Sin
embargo, a tal distinción no se le brinda la atención que merece y, la verdad, es que
aplicarla suele ser harto elucidadora.

Los retóricos eran muy claros al insistir en que convencer constituía una actividad
regida por la razón, mientras que la persuasión era una cuestión relacionada con las
emociones y los sentimientos. Para convencer son necesarias las ideas, es decir, los
argumentos; en cambio, para persuadir resultan menester los llamados tropos y
figuras retóricas cuya función era adornar la palabra, haciéndola más atractiva a los
oídos del público, en la inteligencia de despertar en él sus emociones. La persuasión,
decían, se hacía con pasiones.

Justo por eso, la retórica clásica, dedica una de sus partes, la Invención, al cultivo de
los argumentos y otra, la Elocución, cual su nombre indica, al de las emociones.
Evidentemente, resulta más fácil persuadir que convencer y eso lo sabían muy bien
los clásicos de la oratoria. Por eso, los grandes instructores de estas disciplinas, eran
muy enfáticos en advertir que para alcanzar cabalmente el objetivo de la retórica, era
necesario que el orador produjera entre sus oyentes el doble efecto: convencer y
persuadir. La cultura popular, la mercadotecnia política y la política misma,
generalmente buscan el camino fácil, el de la persuasión. Sonidos, colores e
imágenes bien seleccionados y organizados logran vestir a las mentiras más grandes,
a las trampas más espeluznantes, a los monstruos de la razón, en las más bellas y
deseadas ilusiones. Pura persuasión. ¿Buscamos ser queridos antes que entendidos?

La diferencia entre convencer y persuadir afecta muchas de las actividades de


nuestra vida cotidiana. En ellas es fácil observar también que la convicción pura, sin
persuasión, tampoco genera buenos resultados. Al efecto un ejemplo muy conocido:
está demostrado que efectivamente existe una relación directa entre cierto tipo de
cáncer y el fumar. Esto lo saben millones de fumadores. Incluso hay casos de
médicos ocupados en atender este tipo de enfermedades que son adictos al
cigarrillo. ¿Por qué conociendo todos este argumento tan contundente continúan
fumando? Pues simplemente porque a pesar de saber lo nocivo que es fumar, no
están persuadidos para dejar de hacerlo; es decir, no tienen la voluntad para ello.
Este ejemplo se puede aplicar a prácticamente todas las actividades humanas. Las
personas somos una mezcla de razón y pasión, necesitamos, entonces, tanto de la
convicción como de la persuasión. Permear las actividades humanas con una sola de
ellas, es bautizarlas para el fracaso. Ya se ve que, incluso el éxito, no sólo el de los
individuos sino el de las naciones, exige ambas condiciones: estar convencidos y
persuadidos en que vamos a triunfar.

Al parecer, es ésta una de las claves que los clásicos descubrieron. Empero, nuestra
civilización, en la que reina la forma sobre el fondo, está dispuesta, sin prurito, a
echarla al basurero.

El Peso de la Pluma/ m.alvarezledesma@yahoo.com.mx

2. El lenguaje religioso: expresión de la


experiencia religiosa
De igual manera a como se planteaba para la experiencia humana
y la experiencia religiosa, para hablar de lenguaje religioso se hace
necesario hablar del lenguaje humano. Seguidamente propongo,
entonces, el lenguaje humano como forma de interpretar y expresar
la experiencia humana y el lenguaje religioso en cuanto posibilidad
de interpretar y expresar la experiencia religiosa.

2.1 El lenguaje humano como forma de interpretar y


expresar la experiencia humana
Para empezar, conviene aclarar que, al hablar de expresión, no
se trata únicamente de una exteriorización o traducción de ideas o
sentimientos, sino que la expresión es constitutiva de la experiencia
misma, en cuanto mediación obligada de todo lo humano. La
expresión, dice Chauvet, es “el espacio en el cual la interioridad y
la exterioridad se vuelcan la una en la otra”27.
Por otra parte, y para facilitar la comprensión de lo que se entiende
por lenguaje humano, que es simbólico y no conceptual o descriptivo
cuando expresa la experiencia humana, resulta útil precisar
qué se entiende por símbolo y en qué consiste la actividad simbólica;
asimismo, recordar qué se entiende por lenguaje y recurrir a la distinción
lengua (langue) / habla (parole) que proponía De Saussure.
El filósofo Cassirer consideró la actividad simbólica como el límite
entre el mundo animal y el mundo humano y atribuyó al símbolo la
función de mediación, gracias a la cual los seres humanos podemos
construir nuestro propio universo de percepción y expresión. Los
símbolos, dice este autor, son parte del mundo humano del sentido,
a diferencia de las señales, que corresponden al mundo físico del ser
y que pueden ser igualmente captadas por el animal28.
Según el filósofo Paul Ricoeur, símbolo es toda realidad que
remite a otra realidad y que, por ello, necesita interpretación. Esta
concepción parecería reducir el símbolo a los signos convencionales,
que son los que necesitan del universo de su propio discurso para su
adecuada intelección y captación. Pero no es exactamente así como
Ricoeur concibiera el símbolo. Este autor señala como característico
del símbolo el poner en relación dos niveles, uno lingüístico, verbal
o no verbal, y otro no linguístico que es la experiencia no conceptualizable.
Porque el símbolo asume las experiencias más profunda-
mente humanas, las ordena en el nivel de la conciencia y las hace
expresables o comunicables29.
Desde esta misma concepción, el teólogo Karl Rahner subrayó el
carácter simbólico del ente, del ser y, propiamente, del ser humano al
calificarlo como “necesariamente simbólico porque necesariamente
se expresa para hallar su propio ser”30 y “para hacerse inteligible a
otro”31.
Y siguiendo esta misma concepción de símbolo, el teólogo español
José María Castillo señalaba, como lo propio del símbolo, “la
expresión de una experiencia que permanece en el ámbito de lo
no-tematizado ni quizás tematizable, es decir, algo que vivimos pero
resulta inefable”32.
Por lo tanto, conviene resaltarlo, el símbolo es “real” por ser “expresión
real” de una “experiencia real”, y en cuanto relación “real”
entre la “experiencia real” y la “expresión real”33.
En cuanto al lenguaje y su estudio, aunque la filosofía griega y los
maestros medievales se ocuparon del lenguaje, la lingüística, como
ciencia, nació en el siglo XVII, en la Escuela de Port-Royal, desde la
preocupación que se manifestaba a fines del siglo XVIII y principios
del XIX en la intención de reconstruir una lengua madre y estudiar la
transformación de las lenguas en el tiempo. Con la publicación, en
1816, de la Gramática Comparada de Bopp, se introdujo el método
comparativodescriptivo en el estudio de la lengua y los lingüistas de
fines del siglo XIX, por su parte, estudiaron la estructura interna de
la lengua, buscando una explicación para la evolución.
Ahora bien, fue Ferdinand de Saussure, con su Curso de Lingüística
general, publicado en 1916, quien, influido por el sociólogo
Durkheim, inició la lingüística moderna, cuyo objetivo era estudiar
el funcionamiento de la lengua como sistema de comunicación y
como institución social en lugar de su origen y evolución como había
sido hasta entonces. Sin embargo, la influencia de De Saussure en
la lingüística no fue muy grande y, mientras esta disciplina continuaba
por los cauces comparativos tradicionales34, otras disciplinas
tomaron las nociones de la lingüística saussureana35. Por ejemplo,
Claude LéviStrauss aplicó el modelo lingüístico al estudio del parentesco
y, al introducir el método estructural en antropología, abrió
la posibilidad de utilizar este modelo en otras disciplinas, llegando
a afirmar que todos los sistemas parentesco, mitos, cocina, etc. son
expresión de una actividad fundamental del espíritu humano: la
actividad simbólica36. Pero uno de los aportes más significativos de
De Saussure fue que estableció las líneas de una nueva disciplina,
la semiología, como “la ciencia que estudia la vida de los signos en
una comunidad”37.
En la perspectiva actual, el lenguaje humano se puede entender
como medio de comunicación, instrumento del pensar y de construcción
de la concepción del mundo. No se trata, entonces, de un
instrumento que se puede utilizar o dejar de utilizar, ni un medio o
una facultad que sirve para traducir una experiencia: algo así como
el pincel con que el pintor expresa su experiencia de la realidad.
Si, como decía Heidegger, las cosas son llamadas al ser por las
palabras, de igual manera, y en palabras del mismo Heidegger, “es
la palabra la que hace al hombre capaz de ser el viviente que es en
cuanto es aquél que habla”38. En este orden de ideas, el lenguaje es
constitutivo de la experiencia en cuanto experiencia humana, ya que
la acción se hace humana al ser mediada por el lenguaje: es decir,
al ser tematizada. Porque el lenguaje “es morada del ser”, escribe
Durán Casas en su estudio de Wittgenstein, que, al mismo tiempo,
posibilita y limita, ofrece y quita, revela y esconde39.
Por eso el acto de comer es humano en cuanto soy consciente de
lo que hago y puedo darle nombre. Es decir, lo sitúo en el universo
de significantes y significados que habito, universo que corresponde
a una cultura. En este caso, para el ser humano, comer no es sólo
satisfacer la necesidad biológica de alimento, como en los animales,
sino compartir unos alimentos socialmente instituidos –sancocho,
sushi o hamburguesa– y aceptados dentro de una cultura.
Y al mismo tiempo, los seres humanos nos convertimos en sujetos
por la palabra. Es decir, hablando. Y de aquello que tiene significación
o es significativo porque se ha hecho presente en nuestro horizonte
de comprensión y expresión. Por esta razón, el lenguaje hace posible
que la experiencia sea humana mediante la denominación de objetos,
acciones, sentimientos: el dolor o la alegría no son experiencias
humanas mientras no se tome conciencia de ellos con un “me duele
aquí” o un “por x o y motivo me siento feliz”.
En su estudio de la fenomenología del lenguaje, Paul Ricoeur
incorporó la referencia a una realidad extralingüística, como es el
contexto del discurso, y propuso tomar el texto no sólo en cuanto a
su estructura y a sus relaciones internas, sino entrar en la interpretación:
descubrir las mediaciones nuevas que el discurso establece.
Esta propuesta se completa con el planteamiento de Gadamer40: el
autor y el texto tienen un contexto que condiciona lo que dice el
texto e incluso la forma de decirlo, pero que también el lector tiene
un contexto que condiciona la lectura del texto y su interpretación.
Lo cual, trasladado al lenguaje, hace notar que cada interlocutor
tiene su propio contexto o Sitz im Leben que enmarca lo que dice y
cómo lo dice.
Otro aporte importante para el estudio del lenguaje es la distinción
lengua (langue) / habla (parole) que hizo De Saussure como
elementos constitutivos del lenguaje. Distinción que no es oposición
sino relación. Lengua (langue), para el lingüista suizo es, al mismo
tiempo, institución social y sistema de valores: el individuo no puede
crear la lengua ni modificarla, pues supone una convención social
compartida por muchos y a la cual el individuo se somete para expresarse
y comunicarse con otro41. El habla (parole) es el acto personal del
lenguaje y hablar es distribuir, en proposiciones, palabras, fonemas
sucesivos, aquello que se construye en la mente. Exige encadenar,
ordenar, articular los sonidos para expresarse. El habla, dice Barthès
siguiendo a De Saussure, “está constituida por las combinaciones
gracias a las cuales el sujeto hablante puede utilizar el código de la
lengua para expresar su pensamiento”42, es decir, para expresarse a
sí mismo, para hacerse presente a otro.
Lengua (langue) y habla (parole) no se encuentran en estado
puro sino en el proceso dialéctico que las une: no hay lengua sin
habla y no hay habla sin lengua, porque la lengua es, a la vez, producto
y mediación del acto individual del habla. Y esta noción no se
reduce al lenguaje verbal sino que se extiende a todos los sistemas
de significación, los cuales poseen una estructura dentro de la cual
existen significantes que permiten expresar significados.
Que es donde conviene señalar cómo la expresión simbólica de
la experiencia necesita aceptación social de sus usuarios y cómo la
cultura ofrece el universo simbólico o sistema de significación gracias
al cual los símbolos pueden ser utilizados e interpretados.
2.2 El lenguaje religioso como posibilidad de interpretar y
expresar la experiencia religiosa
Así como el lenguaje humano es medio para la comunicación, la
identificación de sí mismo y la comprensión de la realidad, de igual
manera puede pensarse en un lenguaje que sea mediación para la
comunicación con Dios, para la identificación de sí mismo desde
un horizonte religioso y en el seno de un grupo social y, al mismo
tiempo, comprensión del significado de la realidad en que viven el
individuo y el grupo.
Asimismo, si la lengua es el universo de significaciones y el
sistema en el que dichas significaciones se estructuran y si habla es
la apropiación de la lengua por el sujeto hablante, un lenguaje religioso
posee su propio universo de significaciones y su estructura: un
lenguaje primordial que precede a cualquier experiencia y discurso;
y una actualización o apropiación de la lengua en la experiencia
personal y comunitaria y en su expresión necesariamente simbólica.
Y al igual que la experiencia humana, también la experiencia
religiosa necesita ser tematizada para poder ser experiencia humana
y necesita un universo simbólico que permita su expresión e interpretación.
Por eso la experiencia religiosa se expresa en palabras y acciones
correspondientes al universo religioso en el que la experiencia
es vivida y tematizada. Tales palabras y acciones constituyen un
lenguaje del cual forman parte las creencias y prácticas rituales y
éticas –también las manifestaciones estéticas– que caracterizan a
una religión: un lenguaje que es simbólico, como es el lenguaje que
expresa las experiencias profundamente humanas.
Parece oportuno anotar aquí que los componentes de este lenguaje
religioso correspondientes al nivel de las creencias y las prácticas
rituales son el mito y el rito, cuyas características se exponen más
adelante, pero también la dimensión ética y la dimensión estética
que se esbozan a continuación.
Por una parte, el comportamiento individual y comunitario del
homo religiosus es expresión de la experiencia religiosa, porque religión
y experiencia religiosa ofrecen una dimensión ética. El lenguaje
religioso se traduce en unas normas prácticas de conducta en las
cuales el individuo puede realizar su propia humanidad y permitir la
realización de los demás. Estas normas reflejan las creencias sobre el
sentido último de la vida y de nuestra tarea en el mundo. Reflejan la
cultura a la cual corresponden: a su universo de valores, a su organización
social, a la vez que contribuyen a la convivencia del grupo.
Por otra parte, multitud de manifestaciones artísticas diseminadas
en la historia de la humanidad testimonian la experiencia religiosa
de diversos grupos humanos. Es su dimensión estética. Las pinturas
rupestres, los vitrales medievales y la imaginería religiosa de épocas
recientes; los dólmenes y los menhires prehistóricos, las pirámides
y mausoleos; las estatuillas de orantes de los antepasados remotos
y las esculturas de los tiempos modernos; las flautas y tambores de
las tribus primitivas o las misas y corales de los grandes compositores;
los templos, las catedrales, las capillas, las malokas son, todas,
manifestaciones estéticas de una experiencia religiosa.
Este lenguaje que interpreta y expresa la experiencia religiosa
es el lenguaje religioso, junto con la simbólica religiosa que, para
Wittgenstein, como afirma Durán Casas en su estudio antes citado
acerca del lenguaje religioso y la experiencia religiosa en Wittgenstein,
“sólo pueden entenderse desde una concepción profundamente
mística de la vida y de la existencia humana”43, a pesar de que este
filósofo no era, por definición, un hombre religioso. Pero sí profundamente
místico.
Mircea Eliade, cuyos estudios han contribuido a la identificación
de un universo de símbolos religiosos común a todas las religiones,
encontró símbolos arquetipo de valor universal y transcultural como
el agua, la relación parental filial o el acto de comer. Algunos de
estos símbolos son patrimonio común de todas las manifestaciones
religiosas. Otros son convencionales y exclusivos de una determinada
forma religiosa, como la cruz de los cristianos o la medialuna
de los musulmanes.
Con los símbolos del primer grupo se ha intentado una clasificación
o agrupación según se trate de símbolos tomados de la naturaleza, de
la vida familiar y social, de la experiencia humana de finitud. Entre
los símbolos tomados de la naturaleza están el agua, como principio
de vida y de muerte; está el fuego, como fuerza transformadora y de
atracción; está el cielo, al igual que los lugares altos, como expresión de
la trascendencia divina; está el aire como principio vital o del espíritu
que procede de Dios; está el árbol, símbolo del poder vital de carácter
masculino; está la sangre, símbolo de la vida y de la muerte; está la
tierra, matriz de los seres vivientes, símbolo de la maternidad, de la
mujer y de la vida; están los fenómenos de la naturaleza –la luz y las
tinieblas, el sol y la luna, la lluvia y el trueno, el viento y las nubes,

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