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Austin revisa la noción de performativo y separa en tres niveles los actos que empleamos en el habla:
- Acto locutivo: pronunciación de sonidos, vocabulario, aspectos sintácticos.
- Acto elocutivo: la consecuencia del enunciado (aseveración, juramento, petición…)
- Acto perlocutivo: el efecto de la acción sobre el receptor o destinatario (ofensa,
convencimiento…)
Tipos de Discursos:
• Literario: son ficciones que refieren a mundos verbalmente posibles y
fundamentados en sí mismos.
• Académico: éstos se caracterizan por su aplicabilidad en el mundo real. Los
discursos académicos son transitivos pues hablan de diversos aspectos de una
realidad circundante a la que examinan minuciosamente. A diferencia de los
discursos literarios su esquema discursivo es rígido y conservador pues su finalidad
es mostrar interpretaciones alternativas del mundo construidas de acuerdo a las
normas de procedimientos aceptadas en los medios académicos del mundo. El
discurso académico se encuentra pues en el marco de la actividad académica
orientada a la transmisión y producción de conocimientos.
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DISCURSO
En general, conjunto de palabras que se organiza en frases con sentido,
construidas de acuerdo con las reglas de un lenguaje. A veces, por ejemplo en
Saussure, discurso se refiere al uso particular y concreto del lenguaje mediante la
palabra, o el habla.
EPIST. En epistemología, las clases de discurso que ofrecen mayor interés son
aquellas que corresponden a lo que, según la pragmática, se denomina uso
descriptivo y prescriptivo del lenguaje. Un discurso es descriptivo cuando su función
consiste en comunicar una proposición, informar, describir o aseverar; cualquier frase
de esta clase de discurso que pueda ser verdadera o falsa es un enunciado. También
se denomina discurso asertivo, o declarativo. Hay dos clases de discurso descriptivo:
exposiciones y argumentaciones. Una exposición es un discurso descriptivo formado
por una secuencia arbitraria de enunciados, con la que simplemente se describe algo
concreto, hecho, cosa, situación o persona (descripción; ver ejemplo), o bien una
serie de acontecimientos (narración; ver ejemplo). Una argumentación es un discurso
descriptivo que no sólo afirma enunciados, sino que toma algunos de estos
enunciados como razón o fundamento para afirmar otros; aquéllos se llaman
premisas, éstos conclusiones (ver ejemplo). El discurso prescriptivo, que también se
denomina imperativo, directivo o práctico, es aquel cuya función es orientar la
conducta o la actividad humana; se manifiesta mediante imperativos, valoraciones y
normas; ver ejemplo), e interesa evidentemente en ética.
El discurso científico es aquel que
• comunica contenidos que han pasado por el rigor del método, el motor de la
ciencia.
• Tiene una responsabilidad para con su comunidad, al exponer información
estadística, notas metodológicas, en un lenguaje técnico y donde
probablemente habrá una importante cantidad de cifras y datos duros.
• Los protocolos y reportes de investigación permiten que se confirmen,
mejoren, debatan o descarten hipótesis y teorías por parte de otros expertos.
Así, la ciencia avanza.
Directora de Metodología
El discurso es una exposición que sobre cierto asunto desarrolla una persona,
dirigiéndola a otras, con fines persuasivos, siendo ésta su principal característica, la
de convencer.
Se puede decir también, que son una serie de razonamientos para expresar algún
relato, por medio de un conjunto de palabras, con una coherencia lógica que nos
permite comunicar algo sobre un hecho, ya sea en forma oral o escrita.
Objetividad, se busca hablar o escribir sobre las cosas tal y como son, sin expresar
emociones o sentimientos, buscando que el fenómeno descrito se apegue a la
realidad.
Por su parte Mario Bunge, en "La Ciencia, su método y su filosofía", menciona quince
características del discurso científico, las cuales se enlistan a continuación:
Los conocimientos científicos busca trascender los hechos, descartando aquellos que
no considera útiles, produciendo nuevos y los explica, correlacionándolos.
El conocimiento científico es legal, busca leyes, tanto naturales como culturales, y las
aplica. Por lo tanto trata de insertar hechos singulares en pautas generales
denominadas "leyes naturales".
Estas es una forma de plantear las características del discurso científico, pero en el
siguiente apartado se plantea otra relación.
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PERSUADIR Y CONVENCER
Para aquel que se preocupa por el resultado, persuadir es más que convencer, al ser
la convicción sólo la primera fase que induce a la acción.
Esta distinción, fundada en los rasgos del auditorio al que se dirige el orador, no
parece, a primera vista, que explique la distinción entre convicción y persuasión tal
como la siente el propio oyente. Pero, resulta fácil ver que se puede aplicar el mismo
criterio, si se tiene en cuenta que este oyente piensa en la transferencia a otros
auditorios de los argumentos que le presentan y se preocupa por la acogida que les
estaría reservada.
Desde nuestro punto de vista, es comprensible que el matiz entre los términos
convencer y persuadir sea siempre impreciso y que, en la práctica, se suprima. Pues,
mientras que las fronteras entre la inteligencia y la voluntad, entre la razón y lo
irracional pueden constituir un límite preciso, la distinción entre diversos auditorios
es mucho más confusa, y esto tanto más cuanto que la imagen que el orador se
forma de los auditorios es el resultado de un esfuerzo siempre susceptible de poder
reanudarlo.
Es la naturaleza del auditorio al que pueden someterse con éxito los argumentos lo
que determina, en la mayoría de los casos, no sólo el tono que adoptarán las
argumentaciones sino también el carácter, el alcance que se le atribuirá. ¿Cuáles son
los auditorios a los que se les atribuye el papel normativo que permite saber si una
argumentación es convincente o no?
Los retóricos eran muy claros al insistir en que convencer constituía una actividad
regida por la razón, mientras que la persuasión era una cuestión relacionada con las
emociones y los sentimientos. Para convencer son necesarias las ideas, es decir, los
argumentos; en cambio, para persuadir resultan menester los llamados tropos y
figuras retóricas cuya función era adornar la palabra, haciéndola más atractiva a los
oídos del público, en la inteligencia de despertar en él sus emociones. La persuasión,
decían, se hacía con pasiones.
Justo por eso, la retórica clásica, dedica una de sus partes, la Invención, al cultivo de
los argumentos y otra, la Elocución, cual su nombre indica, al de las emociones.
Evidentemente, resulta más fácil persuadir que convencer y eso lo sabían muy bien
los clásicos de la oratoria. Por eso, los grandes instructores de estas disciplinas, eran
muy enfáticos en advertir que para alcanzar cabalmente el objetivo de la retórica, era
necesario que el orador produjera entre sus oyentes el doble efecto: convencer y
persuadir. La cultura popular, la mercadotecnia política y la política misma,
generalmente buscan el camino fácil, el de la persuasión. Sonidos, colores e
imágenes bien seleccionados y organizados logran vestir a las mentiras más grandes,
a las trampas más espeluznantes, a los monstruos de la razón, en las más bellas y
deseadas ilusiones. Pura persuasión. ¿Buscamos ser queridos antes que entendidos?
Al parecer, es ésta una de las claves que los clásicos descubrieron. Empero, nuestra
civilización, en la que reina la forma sobre el fondo, está dispuesta, sin prurito, a
echarla al basurero.