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Sinopsis
A pesar de la creciente pasión que los une, no todo está bien entre Elizabeth y
Saloman. Ella se rehúsa a seguirlo a la vez que él aumenta su influencia entre la
población humana y consolida su poder sobre el mundo de los vampiros. Una
revuelta inesperada es sólo la última crisis que lo ha alejado.
Pero bajo el régimen de Saloman, los vampiros se han vuelto menos precavidos
por mantener el secreto. Y después de que él une fuerzas con los cazadores de
vampiros, Elizabeth comienza a entender la inevitable colisión de ambos mundos.
Ella podría ser el conducto entre la humanidad y los no-muertos... si puede
arreglárselas para jugar para ambos bandos y mantenerse con vida...
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Índice
Sinopsis .......................................................................................................................... 2
Reparto de personajes .............................................................................................. 5
Capítulo 1 ...................................................................................................................... 8
Capítulo 2 ................................................................................................................... 19
Capítulo 3 ................................................................................................................... 41
Capítulo 4 ................................................................................................................... 61
Capítulo 5 ................................................................................................................... 75
Capítulo 6 ................................................................................................................... 87
Capítulo 7 ................................................................................................................. 104
Capítulo 8 ................................................................................................................. 118
Capítulo 9 ................................................................................................................. 132
Capítulo 10 .............................................................................................................. 149
Capítulo 11 .............................................................................................................. 170
Capítulo 12 .............................................................................................................. 185
Capítulo 13 .............................................................................................................. 204
Capítulo 14 .............................................................................................................. 222
Capítulo 15 .............................................................................................................. 238
Capítulo 16 .............................................................................................................. 256
Capítulo 17 .............................................................................................................. 277
Capítulo 18 .............................................................................................................. 290
Capítulo 19 .............................................................................................................. 304
Capítulo 20 .............................................................................................................. 331
Capítulo 21 .............................................................................................................. 346
Próximo libro, spin-off de la serie: .................................................................... 359
Acerca de la autora .............................................................................................. 360
Créditos .................................................................................................................... 361
¡Visítanos! ................................................................................................................. 362
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Aquella que despierte al Antiguo terminará con su poder y abrirá el camino para el
renacimiento del mundo, para el amanecer de la nueva era de los vampiros.
Castigará a sus amigos y destruirá a sus enemigos, quienes terminarían con toda la
existencia inmortal. Para ver la nueva era, ella debe renunciar al mundo.
—La profecía del Antiguo vampiro Luk, como fuera presenciada por un cazador de
vampiros del Siglo XVI.
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Reparto de personajes
Los Humanos
Cynthia (Cyn) Venolia: una psíquica sin entrenamiento que puede percibir la
presencia de lo paranormal. Amiga de Rudy Meyer, su compañero en la matanza
de vampiros.
Dmitriu: el más joven de los dos vampiros creados por Saloman. Más poderoso
que la mayoría de los vampiros modernos, aun así siempre ha evitado las luchas
de poder y ha buscado una vida pacífica entre los humanos. Un año atrás, guió a
Elizabeth Silk a la cripta donde ella despertó a Saloman.
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uando la tierra se movió, el vampiro Saloman sintió surgir un exquisito
placer casi similar a la liberación sexual. La tensión en él se rompía, rota
por la rara ráfaga de miedo intoxicante.
Él, Saloman, era uno de los pocos capaces de quedarse en esa montaña. Incluso los
animales habían huido, sus instintos los alertaban de que la tierra estaba enojada.
A diferencia de ellos, Saloman saboreaba esa ira, ese conocimiento de un poder
único muy superior al suyo, un poder ante el cual su fuerza no podría hacer nada.
Por lo que se sentó en el borde sólido de la montaña en la oscuridad, disfrutando
de su raro momento de impotencia, sonriendo al oscuro, cielo titubeante mientras
la tierra bajo él se elevaba y quebraba, partiendo rocas y árboles, tirando los
endebles edificios de las aldeas.
Era un lujo que no debería permitirse. Reconoció eso cuando la cornisa de piedra
se rompía debajo de su espalda, lanzándolo al borde. En el último momento, se
agarró de una esquina estable, dándose a sí mismo un mínimo de control mientras
saltaba los quince metros, o algo así sobre el suelo duro y dentado de debajo, más
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de memoria que de vista, ya que las rocas caían y el polvo afectaba su visión
nocturna.
El miedo era bueno. Se alegraba de haber venido hasta aquí para recordar lo que
era tener miedo. Enfrenta tus miedos, su primo Luk le había dicho, incluso antes de
que Saloman hubiera muerto y renacido como vampiro. Luk lo había convertido, y
le había enseñado bien, como si supiera que Saloman sería el último de la raza de
los Antiguos. Saloman había aprendido a enfrentar la soledad autodestructiva del
alma; él había luchado y derrotado a todos lo que lo amenazaban. No quedaba
nadie que pudiera invadir su mente y encontrar lo que deseaba, el cual había sido
su primer y más intenso miedo, el que se había formado en su infancia y nunca lo
había dejado. Y aún así él podía pensar en su padre ahora sin dolor o daño o terror,
y sabía que si había sido posible que se encontraran de nuevo, no tendría miedo.
No tenía razones para estarlo.
Saloman se recostó una vez más, mirando el cielo constante mientras la montaña se
reorganizaba ruidosamente, con un ataque lleno de polvo. Sonrió, porque nadie
más podía hacer posiblemente lo que acababa de hacer. Nadie había hecho lo que
él estaba haciendo ahora.
Que fue cuando se dio cuenta de que no tenía tiempo para analizarse a sí mismo
por su cordura o daño. En un momento, iba a ser enterrado bajo una avalancha.
Saloman se arrojó hacia adelante y saltó a la oscuridad.
Seis mil millas a lo lejos, en un café Escocés, Elizabeth Silk contuvo la respiración y
se estremeció incontrolablemente.
—¿Cuál es el problema? —demandó su amiga Joanne, poniendo dos grandes tazas
de café en la mesa del café antes volver a su asiento al lado de Elizabeth.
El problema era, que se sentía como Saloman, aunque su telepatía al instante buscó
por él pero no encontró nada. No era una sorpresa. Sus habilidades y el vínculo
habían crecido a pasos agigantados en los últimos meses, pero todavía operaba
mejor con paz para concentrarse, incluso cuando Saloman elegía recibirla. Algo
había pasado, estaba segura, aunque si involucraba peligro físico o emocional, no
tenía forma de saberlo. Una vez, hubiera negado la posibilidad de esto. Ahora lo
conocía mejor, sabía que él era un ser con profundos sentimientos, incluso aunque
estaban más allá de su capacidad de compresión. Si algo había ocurrido, si él la
necesitaba…
—Quiero decir en general —dijo secamente Joanne. Era una mujer baja, y llamativa
con cabello púrpura crespo y una mente aguda—. Pareces un poco triste.
—Será tu agente también un día después —dijo Joanne con una sonrisa confiada.
—Eso espero. Finalmente estoy feliz de haber logrado el equilibrio adecuado entre
lo académico y lo popular, ¡lo que es muy importante con un tema como vampiros
y supersticiones!
—Ah. Tal vez eso es por lo que luzco triste. No obtuve el trabajo en Glasgow. —
Había sido una oportunidad única, un puesto permanente, de tiempo completo en
la Universidad de Glasgow. Elizabeth había aplicado, sabiendo que sería estúpida
si no lo hiciera, y aun así, su corazón no había estado en ello. Quizás esto se había
interpuesto durante la entrevista.
—Gracias por el apoyo. Ni siquiera estaba segura de que lo quisiera, así que no
tengo derecho a quejarme por no obtenerlo.
—Estoy bastante segura de que habrá una vacante en St. Andrews el próximo año
—dijo Joanne—. ¿Qué más está en la lista por ahora?
—¡Suéltalo!
Elizabeth se rio.
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—¡Budapest!
—Es más lo mío, incluye enseñar un curso especial del valor histórico de las
supersticiones, y habrá oportunidades de investigación en otras áreas. También,
hablo el idioma, más o menos…
Elizabeth sintió el color de su piel, y tomó un trago apresurado de café para tratar
de cubrirlo.
Joanne parpadeó.
Joanne había observado su reunión con interés, claramente contrariada por los
deseos conflictivos de dejarnos solos y para descubrir más acerca del misterioso
amante de Elizabeth. Se había comprometido por someter a Saloman en un
interrogatorio penetrante de media hora, el cual había respondido o desviado
igualmente sorprendido por la noción, y entonces ella había partido más temprano
de lo que normalmente hubiera hecho.
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—Mierda, es precioso —informó a Elizabeth en la puerta delantera—. No hay duda
de por qué estás hecha un desastre.
Joanne dijo:
—Así que, ¿estás dudando sobre dónde aplicar para el trabajo? Aplica ahora y
preocúpate después.
—No, no lo harás; vendrás a visitarme o nunca te volveré a hablar. —El cual era
otro punto en contra de aceptar. En Budapest, la ciudad de Saloman, habría
distracciones incalculables fuera del mundo académico, dejando al amor fuera,
habría vampiros y cazadores y un inevitable conflicto esperando entrar en
erupción, lo que la dejaría en el medio. ¿Podría realmente esperar dejar a Joanne
fuera de eso?
Pero aparte de vagar bajo la estela de su amiga, Elizabeth no podía evitar sentir
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—Diría que haré un favor a un amigo, visitar a este soldado herido en Glasgow.
—Suena como un día bastante digno para ti, entonces —observó Joanne,
levantando su mano en una despedida. Estaba claramente ansiosa de regresar a
sus libros. Elizabeth la observó caminando rápidamente por Market Street con un
sentimiento cercano a la envidia. Una vez, estar perdida en la academia había
bastado para Elizabeth también. Y visitar a un soldado herido habría despertado
en ella una compasión mucho más simple, sin esta culpa y molesta esperanza
porque los cazadores de vampiros británicos le habían pedido que fuera, él tenía
algo paranormalmente intrigante que decir.
Estaba aburrida, se dio cuenta con alguna sorpresa. Lograr su doctorado había sido
satisfactorio; escribir el libro había sido divertido, la investigación y la docencia
eran todavía una parte necesaria de sus ambiciones, por no decir nada acerca de
que ponía comida sobre la mesa. Seis meses atrás, tratando desesperadamente de
mantener su vida estable y normal en medio de unas nuevas responsabilidades no
solicitadas y deseadas y de peligros que no hubiera creído que eran posibles,
incluso ahora, quizás influenciadas por su anterior temblor de ansiedad, en
realidad extrañaba el intimidante mundo de la oscuridad y de los vampiros, un
mundo en el que su mente y su cuerpo podían expandirse sin obstáculos y con
éxito.
Extrañaba a Saloman.
Dante se agachó y hurgo en su bolsa para recuperar el frasco de sangre. Era una
pequeña cantidad, extraída de la mancha de sangre de Saloman que quedaba en su
camiseta de su último encuentro violento. No podía permitirse desperdiciar algo.
Estaba seguro de que la habitación estaba encantada, al igual que lo había estado la
cueva exterior, para disuadir a los visitantes. Pero mirar simplemente no rompería
ese hechizo. Dante desenroscó la tapa con mucho cuidado.
Es la sangre del Antiguo vampiro Saloman, con la que espero despertar a su primo y
enemigo, Luk, el cual Saloman mató hace más de 300 años atrás. ¿Mehmet correría o se
reiría si dijera eso en voz alta? Instintivamente, Dante supo que la ayuda de
Mehmet había casi terminado. Pero sólo casi. El turco tenía un propósito más que
cumplir.
Tomando aliento con una rápida y silenciosa oración para nadie en particular de
que fuera suficiente, sacudió su mano delante de él. Su dedo hormigueaba
mientras las pequeñas salpicaduras de sangre se rociaban hacia abajo. Y allí en la
oscuridad, sin brusquedad ni shock, estaba lo que había estado buscando durante
todas estas semanas.
Una mesa de piedra sobre la cual yacía un cuerpo esculpido. Casi exactamente
igual al que Elizabeth Silk había encontrado el año anterior.
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—Casi con toda seguridad —Dante se sintió mareado. Todo su cuerpo temblaba,
no sólo por la reacción de su primer atisbo de la profunda figura siniestra
iluminada por sus linternas, sino como resultado de la grandeza de lo que estaba
haciendo. Encontraba difícil obtener las palabras, y aún tuvo que concentrarse,
para ignorar sus repentinos miedos y seguir el plan. Mehmet tenía que seguir
creyendo en la ficción de que ésta era simplemente la tumba perdida de un
histórico noble. Y luego, finalmente, Dante alcanzaría su meta. Vida eterna. Poder
eterno. La condenación, si existía, era un pequeño precio a pagar.
—Hará que la tumba resalte más en la foto —mintió fácilmente Dante. No era un
político por nada—. Bien… ¡ahora!
Dante contuvo el aliento mientras Mehmet sacudía las diminutas gotas de líquido
sobre la cara tallada. Esto era todo, el momento de mayor riesgo y de mayor
esperanza, en el que descansaban todas las ambiciones de Dante. Religión,
decencia, la naturaleza misma, ninguna de esas cosas contaban aparte del enorme
poder que Dante estaba por tomar…
—¿Qué? Oh, la fotografía. Sí, la tengo. Gracias. —Dio un paso hacia adelante, para
tomar de vuelta el frasco y ver si había algo que quedará en él. Pero antes de que
pudiera tocarlo, un sonido como un gemido desvaneciéndose surgió de la
escultura.
Bajo la fija mirada de Dante, los ojos muertos de la escultura se abrieron; los labios
se separaron. La piel se movió, cambiando lentamente en una expresión no de
triunfo sino de shock. Incluso… miedo. Luk se sentó y Mehmet cayó hacia atrás
con un bajo gemido de terror. La torcida boca de Luk se abrió más amplia,
revelando sus largos, y terroríficos incisivos mientras miraba fijamente a Mehmet.
El grito del vampiro comenzó bajo, como un ruido en su garganta y luego se elevó
rápidamente al más horrible y desgarrador aullido que Dante había oído alguna
vez. Como si todo el dolor de todos en el mundo se unieran en un puro, y terrible
sonido.
Esto no debía pasar, pensó Dante con pánico. Algo estaba yendo terriblemente mal. Debo
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na luz de sol pálida y acuosa, brillaba débilmente sobre el terreno del
Hospital General de Glasgow, parpadeando intermitentemente a través
de las ventanas de la guardia y sobre el piso frente a Elizabeth cuando
ella se dirigió hacia el cuarto del Soldado John Ramsay.
—Me suena como una mezcla de sueños causados por la fiebre y trauma, pero nos
han pedido que lo revisemos, así que fijate qué te parece.
Ella había estado consciente, en ese momento y ahora, de que estaba siendo usada
como un filtro. Los cazadores, que tenían su base en Londres, no querían venir
hasta aquí por nada. Si había algo en la historia de Ramsay, lo harían su siguiente
misión una vez que lidiaran con el vampiro de Cornwall. Si no había nada,
simplemente reportarían los hallazgos de Elizabeth.
El último cuarto de la guardia, al cual había sido enviada, contenía tres camas. Dos
estaban vacías, y la tercera estaba ocupada por un joven completamente vestido
extendido sobre ella, mirando el espacio. Su cabeza afeitada revelaba una larga
cicatriz roja sobre la oreja izquierda. Vestía una camiseta caqui de mangas cortas;
no había un brazo que saliera de la manga izquierda.
Cuando Elizabeth golpeó tentativamente la puerta abierta, los ojos del joven se
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—Sí.
Elizabeth frunció el ceño, intentando pensar qué quería decir, antes de que
recordara la etiqueta con su nombre que le habían dado en recepción. Colgaba
alrededor de su cuello, y cuando la levantó y la leyó, se dio cuenta de que sí
proclamaba ser la Dra. E. Silk. Quizás así fue cómo los cazadores le habían
conseguido la cita tan fácilmente. Claramente no había nada malo con los poderes
de observación del soldado Ramsay.
—Ah. Bueno, tengo un PhD, el cual me da el título, pero no soy médica. Soy
historiadora.
—Aún no soy historia —observó, pero una ligera chispa de interés sí cruzó su
rostro—. ¿Qué quieres de mí, entonces?
Era más joven que algunos de sus estudiantes del período pasado.
—Ninguna —dijo ella—. En lo absoluto. Así que, ¿qué viste después del ataque?
¿Qué recuerdas?
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—Sólo estaba pensando: estoy acostumbrado a contarle esta historia a gente que
piensa que estoy loco. Ahora se la estoy contando a alguien que yo creo está loca.
—Quizás. —Él cambió de posición con una punzada de dolor que a Elizabeth le
pareció sentir físicamente en su brazo izquierdo. Irritada, sacudió la sensación, a la
vez que John decía—. ¿Cuál es esta organización que representas? ¿Qué hace?
Con burla abierta, John la miró de arriba a abajo, sin duda asimilando el
engañosamente frágil cuerpo y su descuidada apariencia académica: largo cabello
rubio rojizo imperfectamente confinado detrás de su cabeza, jeans gastados, y una
cómoda pero bonita camiseta de segunda mano. Sabía que no lucía amenazante, y
John lo confirmaba.
—¿Mataste a muchos?
—Qué carajo sé por qué, pero te creo —dijo él—. Me recuerdas a mi profesora de
castellano en tercer año. Ella también me asustaba como la mierda.
Habló en forma realista, relatando cómo había estado patrullando cuando ocurrió
la emboscada. Había sido herido enseguida, el brazo izquierdo destruido y la
cabeza sangrando profusamente, pero los intentos de arrastrarse hasta un lugar
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seguro habían sido frustrados por sus propios mareos así también como por el
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intenso fuego que se sucedía a su alrededor. Para cuando sus camaradas llegaron a
él, los Talibanes estaban huyendo, aunque de quién John no lo supo, no hasta que
la mayoría de la fuerza británica se hubo lanzado en persecución y los camaradas
que se habían quedado con él yacían muertos.
—Los vi morir. Dos tipos con turbantes sólo los desarmaron, los levantaron como
si fueron chicas, los mordieron en la garganta como si fueran perros, y luego los
volvieron a tirar al suelo. Uno le dijo al otro 'buena sangre'. Sólo que, lo divertido
es que sus labios no se movieron.
—Lo lamento —dijo Elizabeth en voz baja—. Sé que debe ser doloroso...
—¿Otro vampiro?
—Tú eres la primera que de hecho ha usado esa palabra. Sí, yo diría que era otro
vampiro. Pareció caer del cielo, me arrancó al tipo de encima, y lo mordió hasta
que él como que... desapareció. El otro había comenzado a correr, pero el tipo
nuevo lo alcanzó y luego él también desapareció. Todo lo que pude ver fue polvo.
Pero sé que también lo mordió. Lo vi, aun cuando estaban fuera de mi línea de
visión... soñando de nuevo, ¿verdad? —Su risa se volvió un temblor—. Y luego él
vino por mí y yo...
—Comencé a llorar. No sé por qué, excepto que mis amigos estaban muertos junto
a mí. Yo también estaba muriendo. No dolía. Sólo la idea de que otro de ellos
hiciera... oh, mierda.
¿Saloman?
—¿Bien?
Elizabeth pasó la lengua por sus labios secos. Deseaba desesperadamente no hacer
las cosas peores para este joven herido. La honestidad era lo que ella hubiera
querido.
—No creo que estuvieras delirando —dijo ella—. No creo que estés hablando
estupideces en lo absoluto.
Ella sonrió.
—Lo recuerdo. Mira, John, no puedo explicar todo lo que te sucedió, pero puedo
decirte algunas cosas que podrían hacer que sea más fácil de entender. No importa
lo que la otra gente diga, o lo que nos decimos a nosotros mismos; ambos sabemos
que los vampiros existen. Existen alrededor del mundo, en cada país, en mayor o
menor grado. Recientemente, un vampiro Antiguo y muy poderoso...
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Él me miró con curiosidad, pero más allá de eso su expresión era ilegible.
—Oh, no —dijo ella tristemente—. Creo que los cazadores locales eliminaron a
algunos, pero por su cuenta, no les iba bien. Terriblemente. Fue mayormente S... el
señor vampiro y sus seguidores quienes eliminaron la revuelta y calmaron la
violencia. Todavía hay rumores de descontento, por supuesto, pero me han dicho
que están bajo control.
¿Entonces por qué no está en casa? ¿Conmigo? ¿Qué sucedió esta mañana?
—Yo también soy bastante nueva en estas cosas —confesó—. Obviamente no tengo
experiencia en la guerra, pero sí sé que es más fácil lidiar con la cosa de los
vampiros a medida que pasa el tiempo. El primer encuentro... y espero que sea tu
último... siempre es el peor. No necesitas admitirlo con nadie excepto tú mismo si
no quieres, pero no estás loco.
John se sentó y sacó sus piernas por el borde de la cama para enfrentarla.
—Primer encuentro —repitió—. Suena como una película o algo. —Él se tocó el
lado del cuello y dejó que sus dedos se quedaran allí—. ¿Así que tú también has
hecho todo esto?
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—Oh, hice algo mucho pe... —se interrumpió—. Hice algo que estaba considerado
como algo mucho peor. Fui mordida, sí, pero también desperté a un vampiro
Antiguo que se suponía estaba muerto para siempre. —Ella esbozó una pequeña,
modesta sonrisa—. Víctima y perpetradora, ésa soy yo. Considérate afortunado.
Sus labios se crisparon en respuesta, pero sus ojos hambrientos no dejaron los de
ella. Era como si el hecho de que ella creyera en él hubiera abierto algún tipo de
compuerta.
—¿Y lo fue?
—Peor.
Abrió los labios para responder y los cerró de nuevo. ¿Lo fue? Despertar a Saloman
había sido un accidente nacido de la combinación de su propia investigación y la
información específica del vampiro Dmitriu, sumada a la cuidadosamente
plantada espina de rosa de Dmitriu, la cual había causado que ella sangrara sobre
la hermosa tumba de Saloman. Su ascendencia era la llave; la sangre de Tsigana,
una de las originales asesinas de Saloman, fluía en sus venas. Era una de las pocas
personas en el mundo que podía haberlo despertado, pero lo había hecho sin
querer, sin siquiera creer en los vampiros. Y de regreso recibió un montón de
problemas, además de la fuerza de un Despertador, la cual la hacía potencialmente
más poderosa que cualquier otro cazador de vampiros e incluso más fuerte que un
par de los no-muertos. Había soltado a Saloman en el mundo y había encontrado
un amor que nunca había imaginado.
Su vida había sido enriquecida, no empeorada, por lo que había hecho. Y en lo que
respecta al mundo... pero ella tenía que hablar o podría arruinar todo lo que había
estado intentando arreglar para John Ramsay. Su cabeza comenzó a doler y se la
frotó distraídamente mientras dejaba que una sonrisa pesarosa se formara en sus
labios.
John dijo:
Elizabeth sonrió.
—También yo. Y me encantaría ir a tomar algo como amigos, aun cuando no tengo
niños. ¿Cuándo te dejarán ir a casa?
—Pronto —dijo con renovada confianza, y Elizabeth pensó que eso probablemente
era verdad.
—Quiero.
Lo cual, pensó con cansancio, mientras caminaba a rastras por el largo corredor de
guardia, él haría ahora. Una ola de nausea la golpeó y tuvo que hacer una pausa
con su mano en el muro, esperando por que el momento pasara.
Debería haber comido algo hoy, pero había estado demasiado ocupada
apresurándose para encontrarse con Joanne, y luego viajando a Glasgow. Miró al
muro con fuerza, como si eso fuera a espantar el mareo, pero sabía por previos
episodios que se iría a su propio tiempo. En su corazón, sabía que comer no tenía
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nada que ver con eso. Reprimiendo la familiar oleada de pánico, ordenándose no
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desmayarse, intentó concentrarse en sus alrededores más que en el raro dolor no
específico que parecía aferrarse a su cuerpo entero, o el cansancio que la hacía
querer dejarse caer en el piso.
Estaba fuera de la sala de estar de los pacientes. Unas pocas personas en batas y
otros pocos completamente vestidos se sentaban leyendo diarios y mirando
televisión. La pantalla estaba llena de una borrosa, temblorosa montaña, mientras
el reportero anunciaba un enorme terremoto en la región montañosa de Perú.
Su mano rozó el sobre que descansaba en el sofá junto a ella, y lo miró con
molestia. ¿Por qué no se iba? Tenía la dirección de la Universidad de Budapest y
contenía su aceptación del puesto de catedrática. Sólo que no podía obligarse a
enviarlo.
Oh, sí.
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El problema era que ella no lo había visto desde que el trabajo surgió. Había sido
un acercamiento reciente y completamente inesperado de la universidad, seguido
por varios e-mails y llamadas telefónicas antes de que la oferta fuera hecha. Y no
era algo que ella pudiera decirle telepáticamente. Él estaba demasiado en control
de esa forma de comunicación. Podía leer todo de ella a la vez que revelaba tanto
como quería, y ella necesitaba, realmente necesitaba, ver su reacción a la idea de
que ella estuviera en Budapest por un año completo, posiblemente más si el puesto
se extendía. Él se movía mucho, pero si algún lugar era el hogar para él, era
Budapest.
Su garganta comenzó a doler. Deseaba haber ido con Saloman cuando él dejó
Escocia. Él se lo había pedido y ella se había negado, mayormente porque no se
reduciría a sí misma, ante sus propios ojos o los de él, a la posición de una mera
seguidora. Era su compañera, pero no una acólita ciega, y si iba a hacer algo útil, si
iba a ser todo para él como él lo era para ella, él tenía que reconocerla como...
como... más. Más que una extensión de sí mismo, más que su amante.
—Pero no hay más que eso —murmuró hacia la ventana castigada por la lluvia—.
¿Cómo puedo alcanzarte si nunca estoy contigo? —Había parecido tan simple, esa
decisión que ella había tomado en sus brazos hacía tres meses para ganar su amor
eterno, para hacer algo por el bien del mundo, pero a veces parecía que nada había
cambiado. Eran compañeros, y aun así estaban demasiado separados.
Tú elegiste ese sendero, Silk. Ve que se cumpla; vive con eso. Él vendrá pronto. O al menos
te contactará pronto, y luego será más fácil.
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Un eco de la punzada de alarma de la mañana volvió a ella y tembló.
¿Seguramente no había razón para preocuparse por la seguridad del hombre más
poderoso de la tierra? Alejándose de la ventana, se lanzó sobre el sofá negro y
cambió de canal a BBC News.
—Unos pocos habitantes del pueblo que hemos conocido aquí nos dicen que no
quedaba nadie aquí cuando ocurrió el terremoto —continuó el reportero—. Y la
razón de eso, dicen, es este hombre.
¿No había muertes en el pueblo porque él los había matado antes? ¿Realmente los
consideraría tan poco? Su extraño, impredecible amante... Jesús, ¿podía realmente
amarlo después de esto? Respirando con dificultad, se cubrió la boca con la mano.
—No los mataste —susurró. Quería cantar; quería lanzar sus brazos alrededor del
televisor y abrazarlo. Lágrimas forzaron su camino por su garganta, se derramaron
de las esquinas de sus ojos, y gotearon sobre sus labios sonrientes—. No los
mataste; los salvaste. Los salvaste a todos. Mi Dios...
Mi gente tiene una afinidad con la tierra, la cual les dio sentidos más allá de los de los
humanos... El mundo podría usar eso.
—Un vocero del Sr. Simon, cuya localización es desconocida, dijo que su jefe ha
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abierto un fondo de caridad para ayudar a reconstruir los hogares de esta gente.
Aparentemente también ha donado una gran suma a la investigación sísmica.
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Esto era enorme. Más grande que cualquier otra cosa que hubiera sucedido antes.
Saloman era cruel, no tenía piedad en su exterminación de aquellos que percibía
era necesario exterminar por una razón u otra. Las razones no siempre eran claras
para Elizabeth, pero ya debería saber que él se preocuparía por los inocentes, no
los exterminaría.
Perú. Él todavía debe estar en Perú, pasando desapercibido. ¿Necesitaba una visa
para ir allí?
—¡Hola! —Se preparó para oír su voz, para todas las cosas deliciosas y que la
derretirían que el sonido de ella haría a su cuerpo y su mente.
Hubo una breve pausa; luego una voz muy diferente dijo dubitativamente:
—¿Elizabeth?
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Ni siquiera había mirado el número. Debatiéndose con la indigna decepción que su
amiga Mihaela ciertamente no merecía de ella, dijo:
—Un avión, de hecho. No, estoy en casa. ¿Qué sucede? ¿Nada malo, espero?
Durante los últimos tres meses, desde que Mihaela se había enterado de su relación
con Saloman, la comunicación había sido menos frecuente que antes. Elizabeth
siempre había tenido la sensación de que Mihaela estaba chequeando que
Elizabeth todavía estuviera viva, mientras que Elizabeth misma encontraba difícil
la conversación ahora que sabía que se enfrentaba a la constante y tácita
desaprobación de la cazadora. La entristecía, como siempre había sabido que sería,
pero todavía tenía esperanzas de que Mihaela pudiera entender.
—De hecho —decía Mihaela—, es malo. Muy malo. Ha habido asesinatos en masa
en Turquía esta noche... un vampiro en un ataque, completamente fuera de control.
—Sí, pero están un poco complicados, porque la revuelta de los vampiros parece
haberse extendido en Turquía ahora que Afganistán está tranquilo de nuevo.
Pidieron nuestra ayuda, como yo te estoy pidiendo la tuya ahora. Verás, pensamos
que el vampiro que atacó es un Antiguo.
—Él fue sepultado en las colinas turcas. La exacta ubicación no era conocida por
ningún cazador... nunca fue lo suficientemente bien descripta en las fuentes... pero
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posiblemente podría haber sido rastreada vía folklore local. Como tú lo hiciste con
Saloman.
—¿Quieres decir que ha sido despertado? Mi Dios, ¿quién lo haría...? Oh, mierda.
—¿Pero cómo pudo Dante o alguien más despertar a Luk? Tendría que ser
Saloman, ¿verdad? La sangre de su asesino.
—Sí —dijo Mihaela en una voz extraña y distante—. Así sería. Mira, Elizabeth, tú
despertaste al último Antiguo así que tú sabes más sobre las primeras etapas de su
reanimación. Tu ayuda nos sería útil.
¿Y la de Saloman?
Las palabras pendieron tácitas entre ellas. Ninguna las diría. Pero si Luk estaba
despierto realmente, Saloman ya lo sabría... ¿o no? ¿Podía él “sentir” el despertar
en la enorme distancia que separaba Perú y Turquía?
Dante dijo:
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—Luk.
El vampiro alzó la mirada de sus ataduras, las cuales había estado estudiando con
interés desapasionado. Cuando Dante finalmente se las había arreglado para
persuadirlo de dejar el pueblo aterrorizado, Luk había caminado pacientemente a
su lado hasta el auto escondido y se sentó silenciosamente a través de lo que
quedaba de la noche hasta que alcanzaron esta cabaña arruinada. Aquí, también se
había sometido a ser vuelto a atar, como si él monstruo voraz que había esparcido
horror y carnicería en un pueblo entero fuera otro ser diferente.
—Tenía hambre.
—Tenía hambre.
Luk lo miró sin comprensión obvia. Aunque era un hombre apuesto, y de colores
oscuros, no había otro parecido con Saloman que Dante pudiera descubrir. Un
poco mayor en apariencia, su rostro era más ancho, más cuadrado en el mentón, el
cual estaba parcialmente cubierto por un dejo de una barba candado oscura. Su
cabello greñudo tenía vetas de gris en las sienes, y sus ojos eran más avellana que
negros.
—¿Fue una estaca en tu corazón? —instigó Dante. Tanto como él sabía era la única
forma posible de matar a un vampiro, y aun así no había habido una estaca en Luk
cuando lo encontraron.
—¿Es por eso que necesitas tanta sangre? —preguntó Dante—. ¿Porque sale de ti?
Luk rió, un sonido salvaje y escalofriante que tensó los nervios de Dante. Dante se
levantó y tomó el set de primeros auxilios de su atado, pero cuando intentó vendar
la herida de Luk, el vampiro tiró en sus ataduras, lanzando violentamente a Dante
y las vendas con velocidad desconcertante de movimiento que sin embargo llenó a
Dante de una esperanza muy necesitada, porque fuera lo que fuera, Luk era muy
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fuerte.
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—De acuerdo, sin vendas —concedió.
No por primera vez, se cruzó por la mente de Dante que Luk estaba
verdaderamente loco. Aunque las fuentes habían afirmado que ése no era el caso,
habían dicho lo mismo sobre Saloman, quien ciertamente no lo estaba. Al menos,
no una vez que fue despertado. De alguna forma, Dante había asumido que Luk
seguiría el mismo patrón. Pero Luk ni siquiera parecía saber quién era.
Mayormente, parecía asustado y miserable. Raramente decía algo que no fuera
simplemente una repetición de las palabras de Dante. Excepto, “tengo hambre” .
Lo decía mucho.
Dante pensó con fuerza. Quizás cuando Saloman lo había matado, por alguna
razón realmente había sido el momento de Luk para morir. En cuyo caso era
posible que Luk fuera de muy poca utilidad.
—Saloman.
La cabeza del vampiro se enderezó de repente. Otro de esos aullidos raros y fuera
de lo normal escapó de sus labios, volviendo hielo la sangre de Dante en sus venas.
Había furia allí, y dolor. Pero lo que interesó a Dante fue el reconocimiento. Sólo el
nombre de Saloman había producido esta reacción desde que el vampiro había
despertado. Debía ser Luk...
—De acuerdo. Luk... —El tiempo podía estar acabándose. Lo único que él sabía
definitivamente era que éste era verdaderamente Luk—. Luk, ¿alguna vez has
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convertido a un vampiro?
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—Por supuesto. —Aunque las palabras sonaron seguras, la expresión dubitativa
que las acompañó no fue alentadora.
Luk rió de nuevo, esta vez con más obvio entretenimiento, lo cual picó a Dante a
una ira poco característica.
Algo cambió en el rostro de Luk ante eso. Su cabeza se detuvo en la mitad del
movimiento de sacudirse, y levantó una mano a su barba, acariciándola como si se
recordara cómo se sentía. Dante se descubrió preguntándose si crecía, si los
vampiros tenían que afeitarse, antes de detenerse y concentrarse en cosas más
importantes.
—Eso es, Luk. Necesito ser fuerte como tú. —Consciente del riesgo, aun así seguro
de que tenía que tomarlo y tomarlo rápidamente, antes de que el mundo en
general y los cazadores en particular descendieran sobre ellos, Dante se acercó y
volvió su cabeza hacia un lado.
—Bebe. —La voz pareció venir de muy lejos, sin embargo resonó profundamente
dentro de él que imaginó que era el mismo Dios. Su visión estaba borrosa, casi
nebulosa. Apenas podía definir la forma del vampiro, quien claramente había
escapado de sus ataduras, porque empujó el rostro de Dante contra la carne fría,
huesuda, resbaladiza.
Dante probó la sal de la sangre fría en sus labios y con asombrada exaltación lamió
la herida, luego succionó sin voluntad consciente. Los dientes del vampiro se
hundieron una vez más en su cuello mientras Dante bebía de la muñeca de Luk. El
corazón golpeaba en sus oídos como si fuera a estallar, pero no podía dejar de
succionar. En su lugar la compulsión lo avasalló, casi como su difunta esposa una
vez había descripto el “empuje” durante las etapas finales del parto, forzándolo a
tirar más fuerte. No podía localizar el dolor; estaba por todo su cuerpo, agudo,
insoportable. Y sin embargo lo soportó, no pudo obligarse a dejar de beber la
espesa, fría sangre que estaba ahogando el dolor con un raro, triunfante placer
físico.
Hubo dos latidos de corazón ahora, fuera de tiempo y sin ritmo, haciéndose más y
más fuerte en su cabeza, vibrando a través de su cuerpo como un martinete, y
luego haciéndose más y más lento hasta que los latidos se equipararon
perfectamente, y ambos fueron el mismo.
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Capítulo 3
Traducido por Vanehz
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ra sólo otro bar de Nueva York: ruidoso, abarrotado con personas de todas
las clases sociales; empleados gritando sus órdenes sobre el estruendo de la
música; parejas tomadas de la mano en las casetas; grupos de cada vez más
ruidosos amigos resolviendo los problemas del mundo alrededor de una mesa
llena de cervezas; un pequeño cuadrado atestado de bailarines en el fondo,
iluminados por reflectores erráticos e intermitentes; un vampiro en la esquina,
disfrutando de una comida tranquila.
Cyn saltó hacia adelante. La luz parpadeaba, pero podía aún ver al vampiro
pelirrojo inclinarse sobre la garganta de un hombre joven elegantemente vestido
que mantenía su saco casualmente sobre el hombro.
—¡Atrápalo, Rudy! —dijo Cyn al micrófono oculto bajo su solapa—. Está justo en
el fondo, y ya tiene una víctima.
No solía hacer esto en público. Normalmente, ella y Rudy seguían a los vampiros a
sus guaridas o los despachaban en callejones desiertos y oscuros. Pero no haría
ninguna diferencia. El vampiro se convertiría en polvo y nadie podría ser sabio.
Sólo esperaba que la víctima aún estuviera lo suficientemente viva para llevarla a
un hospital.
La gente asustada saltó hacia atrás fuera de su camino, desesperada por evitar cual
sea el problema que se estaba desarrollando. Mientras Cyn zigzagueaba entre las
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mesas, podía sentir los vigilantes ojos del vampiro en la parte trasera de su cuello
como pinchazos de fuego. Peor, podría haber jurado que le oyó reír.
Rudy, que había estado asustado por su largo silencio, ya estaba en la puerta,
estirándose para tomar el peso de la víctima por ella.
—Aún está aquí. —Cyn jadeó mientras la puerta se cerraba de golpe detrás de
ellos—. No pude agarrarlo. Debe estar siguiéndonos.
Rudy lo apoyó contra la ventana del bar mientras él los miraba de uno al otro.
Había parecido aturdido mientras le arrastraba a través del bar, pero no
excesivamente débil.
El hombre tocó su cuello. Pareció involuntario. Por las luces de la calle, cuando sus
dedos se alejaron otra vez, pudo ver sólo débiles marcas rojas, como una lesión
menor que ya había sanado.
—Recuerdo lo que casi pasó. —Los ojos del hombre se fijaron en los de ella—.
Crees que es un vampiro —dijo incrédulamente.
—Te mordió —señaló Cyn—. Sólo estás vivo porque interrumpí su comida.
—No tienes idea de lo que está haciendo, ¿verdad? Ni siquiera son cazadores. No
tienen idea de lo que está pasando. Permíteme darte un consejo antes de dejarte:
Averigüen quiénes son sus enemigos antes de que empiecen a matar.
—¿Cómo lo sabes? —demandó Rudy, pero al menos hizo una pausa, porque sabía
que ella sentía cosas que él no podía. Pero Cyn nunca había sentido nada así de
fuerte antes. El escalofrío por la presencia de vampiros se magnificó tan
fuertemente que sus rodillas empezaron a temblar.
El vampiro dio una sonrisa torcida y giró sobre sus talones. Caminó de vuelta
alrededor de la esquina y desapareció.
—Te llevaremos al hospital —le dijo Cyn a la víctima, quien lucía más
desconcertado que asustado.
—Estoy bien —dijo vagamente—. ¿Vampiros? Esto es de locos. Voy a seguir a ese
chico y ver dónde va.
—No es real —dijo Pete Carlile cuidadosamente, y por sobre su cuerpo, Cyn
intercambió sonrisas con Rudy.
Rudy redujo la velocidad del camión mientras un puñado de hombres salía del
callejón junto a ellos. Estaban luchando en un silencio fantasmagórico, con
movimientos que iban más allá de la rapidez de las peleas humanas. Pero entre
ellos, Cyn pudo distinguir el cabello rojo brillante del vampiro que habían estado
cazando toda la noche, el que había mordido a Pete. Peor aún, parecía ser una
pelea desigual, con su vampiro entre la mayoría.
—¿Todos ellos?
—Todos ellos.
—Esto pasó antes —señaló Cyn—. Tres meses atrás. La llamada lucha entre
pandillas en toda la ciudad, ¿recuerdas?
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Mientras la opresiva presencia del vampiro empezaba a decaer, Cyn soltó el aliento
que no se había dado cuenta estuviera conteniendo.
—¿Elizabeth?
—¿Acerca de qué?
—De todo. La guerra vampiro causada por ese Antiguo, tu antepasado, que se
supone fue estacado. Los “oficiales” cazadores de vampiros. Las diferentes fuerzas
y personalidades de los vampiros. El rubio, con nuestro objetivo; era fuerte, más
fuerte que cualquiera que hubiera sentido.
—Ese bastardo pelirrojo estaba en lo cierto también —agregó, con una sacudida de
su cabeza hacia atrás—. Empezamos esto por hacer algo bueno, para prevenir que
lo que te pasó, le suceda a alguien más. Pero realmente no sabemos lo que está
pasando. No sabemos por qué nuestro objetivo dejó vivo a Pete. No sabemos de
qué lado está, o cómo afectará el resultado de esta guerra a la humanidad. Quizás
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La boca de Rudy se apretó en una dura y enojada línea. Le lanzó otra rápida
mirada, entonces miró otra vez a la carretera. Después de un momento de sortear
una repentina inundación de tráfico, desvaneció su ceño.
—Ponerse en contacto con las personas que te contactaron el año pasado. Los
“oficiales” cazadores de vampiros. Enviarle un E-mail a Elizabeth; averiguar qué
sabe. Averiguar si hay otros chicos como tú y Pete aquí, que han sobrevivido a
ataques de vampiros. Y una vez que tengamos una imagen más amplia, podemos
trabajar cuál será en nuestro siguiente paso.
Pete asintió.
—Suena sensato.
—¿Quién te preguntó?
Con tiempo para matar en el aeropuerto de Glasgow, Elizabeth solía usar las
facilidades del Internet. Había un montón de nuevas historias acerca del pasado de
Adam Simon, sobre los sismos en general y en particular el último en Perú, junto
con algunas intensas especulaciones, pero nada nuevo parecía haber salido de todo
esto.
Pero lo que llamó su atención —y casi le hizo perder su vuelo— era el hecho de
que los rumores estaban allí. Y no sólo la experiencia de John Ramsay. Parecían
crecer más allá de rumores, desde la vez que la primera revuelta vampiro estallara,
de alguna misteriosa “tercera fuerza” en la guerra Afgana que atacaba ambos lados
sin parcialidad. Y entonces vinieron los indicios de la extraña naturaleza de esos
ataques. Elizabeth encontró traducciones de un reporte de civiles afganos, y
rumores que supuestamente venían de fuerzas americanas, de ataques “extraños”,
“profanos” y “rituales”, quedó con la impresión de que en Afganistán, al menos, el
secreto de los vampiros estaba saltando fuera de la bolsa. Y esto sólo podría
extenderse. Los cazadores de vampiros alrededor del mundo podían tener un
trabajo duro en sofocarlo.Sin embargo, harían sin duda el esfuerzo: Consideraban
el ocultamiento tan importante como matar vampiros en su objetivo general de
salvar a los humanos de los no muertos.
Sin embargo, mientras cogía sus maletas y corría hacia la puerta, la golpeó el hecho
de que tal vez los cazadores debían tener un plan para tratar con ésta expansión
del conocimiento. Seguramente la mayoría de las personas nunca lo creerían, pero
los números que sí lo hacían podían crecer. Y eso era lo que quería Saloman.
—¡Elizabeth!
dirección a la voz familiar. István ondeó una mano hacia ella. Uno de los tres
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cazadores de vampiros húngaros que se habían convertido en amigo suyos en el
último año, István lucía como siempre, casualmente vestido en pantalones ligeros
y una camiseta, su brillante cabello castaño, caía desordenadamente por su amplia
e inteligente frente. Elizabeth siempre había pensado que era un rostro tranquilo y
sensitivo, como su dueño, quizás un poco demasiado serio, pero solía verlo con
creciente placer cada vez que lo encontraba.
A pesar de que se había preparado para esto, había sabido en su corazón que no
podía ser de otra manera ahora, no había esperado que doliera tanto. En ésta
rareza en la que se había convertido su vida el último año, se había vuelto
demasiado dependiente de su amistad.
—Así que sacaste la pajilla más corta —dijo ella ligeramente mientras hacían su
camino a través de la multitud de carritos de equipaje encadenados y un hombre
muy joven regateando con algunos turistas por monedas para separar uno.
Mientras abría la puerta del edificio de la terminal, una pared de calor pareció
golpearla.
—Así que, ¿dónde están los otros? —preguntó, apreciando el ininterrumpido azul
del cielo, amando el calor del sol en su rostro vuelto hacia arriba, incluso mientras
deseaba estar vistiendo menos ropa.
—¿Luk? No, aún no, recogemos lecturas, pero para el momento en que llegamos
allí, se ha ido, y tenemos que empezar a escanearlo todo otra vez.
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—Ahora podemos —dijo István, con sólo un indicio de satisfacción, de modo que
sabía que probablemente había tenido algo que ver con el descubrimiento. Se
preguntó qué significaba para Saloman. Muy poco, probablemente, ya que se lo
estaban diciendo.
—Eso pensamos.
—¿Y Dante?
reuniéndose con Luk. Ya sea que una de esas lecturas sea Dante, está por verse.
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Después de que entraron en el auto y ataron sus cinturones de seguridad, István se
detuvo.
—Ya no creo que Dante sea nuestro mayor problema. Luk lo es. La rebelión contra
Saloman ha estado cociéndose a fuego lento aquí por un tiempo, y Luk es el foco
preciso que esto necesita para explotar en la clase de guerra que realmente no
queremos. Ha estado despierto tres noches, y se ha alimentado un montón. ¿Qué
tan fuerte es en éste momento? —Miró directamente a Elizabeth—. ¿Qué tan fuerte
fue Saloman en aquel tiempo?
—De acuerdo con todas las fuentes que tenemos, Saloman lo mató. Debió haber
tomado a Saloman para revivirlo—. Sacando el auto del estacionamiento, la miró—
. Solo que, ¿por qué lo haría?
Elizabeth miró su perfil. Era, reflexionó, un hombre tanto guapo como amable.
Pero no parecía amable con ella sobre esto. Aunque estaba lo suficientemente
segura para tratar de comprar un boleto de avión a Perú, ¿realmente lo sabía?
Saloman no había respondido sus mensajes, telepáticos o de cualquier forma.
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Ciertamente había estado en Perú antes del terremoto, pero de acuerdo al reporte
de noticias de la noche anterior, nadie sabía dónde estaba ahora.
—No lo haría —dijo, presionando su nuca contra el asiento—. Luk estaba loco y
celoso de él. Nunca despertaría a un enemigo.
István suspiró.
—No, tampoco podemos encontrarle sentido a esto. ¿Sabes de alguna otra forma
para despertar a un Antiguo? ¿A parte de beber la sangre de su asesino?
Elizabeth parpadeó.
Por un largo segundo siguió mirándolo fijamente. Al igual que Dmitriu… Sólo soy
una informante para ellos ahora.
Estaba oscuro para el momento que se encontraron con los otros. Bajo el brillo
increíble, del impoluto cielo nocturno, iluminado con sus millones de estrellas, la
belleza de las profundas colinas dentadas podría haber privado a Elizabeth de
respirar si no hubiera tenido tantos otros problemas en su mente. Como fuera,
encontraba difícil alejar la mirada.
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Después de varias llamadas telefónicas y un largo viaje subiendo las laderas
empinadas que hizo sus oídos explotar, István finalmente detuvo el auto en un
lugar del estacionamiento con un grifo de agua sobresaliendo de la roca junto a él.
—Creo que están muy cerca ahora —dijo reconfortante, justo mientras su teléfono
sonaba otra vez. Respondió mientras bajaba del auto, entonces escuchó mientras
aseguraba el auto y empezaba a caminar. Elizabeth trotó ansiosamente tras él hasta
que dijo—: Bien, estamos justo detrás de ti.
Elizabeth asintió, y mientras se alejaba del camino hacia la amplia zona boscosa, se
puso a caminar a su lado. István alcanzó su mochila y retiró un puñado de estacas
letalmente afiladas. Le pasó tres a Elizabeth, quien las tomó con un murmullo de
agradecimiento, metió dos en la correa de sus jeans, y concervó la última.
—No estoy seguro. Los otros tendrán los detalles. Pero creemos que son varios.
Encontraron a los otros en grupo junto al borde del bosque; Konrad, Mihaela, y
tres cazadores turcos. Aunque todos levantaron la vista cuando Elizabeth e István
llegaron, hubo poco tiempo para cortesías o incluso saludos.
—Están en movimiento —dijo Konrad una vez—. Un Antiguo, otros tres vampiros.
Y están yendo colina arriba por alguna razón, lejos de la villa más cercana.
—¿Entonces qué hay arriba? —preguntó Elizabeth, inclinándose hacia Konrad para
examinar el aparato de detección que no había visto antes. Su cuerpo principal se
parecía al de los detectores de vampiros normales, pero a partir de éste, una serie
de puntas se desplegaban hacia el exterior. Y al igual que un pequeño LED, tenía
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Konrad asintió.
—No podemos atacarlos en las montañas —dijo uno de los turcos—. Un vampiro
tiene demasiada ventaja allí. Idealmente, debimos haberlos atrapado en la cueva y
matarlos mientras escapaban.
—El bosque debería enmascararnos de los vampiros ordinarios. Lo que Luk puede
sentir nadie lo sabe. —Konrad le lanzó una mirada—. ¿Saloman puede sentir a
través del bosque?
—Puede sentirlos en cualquier lugar del mundo si tiene una conexión con el sujeto
—dijo Elizabeth—. Luk no tiene conexión, no tiene conocimiento de ninguno de
nosotros, así que no tiene razón incluso para tratar. Su… —Se interrumpió,
reenfocando su mirada en Konrad mientras contenía el aliento—. Estaba
equivocada. Hay una conexión. Tú y yo somos descendientes de los asesinos de
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Saloman; para los vampiros, “leemos” más fuerte que otros humanos. Además, mi
sangre es en parte la de Tsigana, su antigua amante.
—No veo cómo eso nos ayuda —objetó Konrad—. Si están huyendo de nosotros…
Todos los demás giraron para mirarla en la oscuridad. Podía sentir sus ojos,
incluso si ella no podía verlos.
Hubo silencio.
—Es nuestro único plan —dijo Mihaela—. Vamos. Solo… —Su cabeza se giró hacia
Elizabeth.
Oh, sí. Porque sé algo que ustedes no. Que Luk murió porque atacó a Saloman, no de la otra
forma. Eso lo hace fácil de odiar.
Dijo:
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—Podría necesitar ayuda empujando la estaca justo allí, pero no tengo otro
problema con matar a Luk. —Sonaba demasiado altanera, demasiado a la
defensiva, pero no había nada que pudiera hacer sobre eso.
»No es como Saloman —espetó—. Saloman no estaba loco cuando lo estacaron, sea
lo que sea que digan sus fuentes. Luk lo estaba.
Por delante de él, corriendo por la colina, estaba Grayson, su novato, su “niño”.
Incluso ese acto lo ponía inquieto, a pesar de que no entendía por qué. Había
estado sólo con Grayson como única compañía, su ayudante que le encontraba
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sangre humana. Ahora que habían encontrado dos “amigos”, idiotas bestiales
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viviendo como mendigos salvajes en las colinas. En efecto, los idiotas habían
encontrado a Luk y a Grayson, como atraídos por alguna cuerda invisible sobre
una considerable distancia. Luk había tenido que evitar que mataran a Grayson en
su primer encuentro, pero ahora se comportaban, aceptando el liderazgo del
“niño” de Luk.
Los idiotas, nuevos vampiros, no más antiguos que Grayson, habían sido
claramente hechos por algún ignorante que no había aplicado ninguno de los
encantamientos correctos ni enseñanzas correctas. Luk frunció el ceño. Realmente
no podía recordar cuales eran las enseñanzas correctas, ni para qué eran, pero
sabía que había algunas. Más por instinto, que conocimiento había convertido a
Grayson. Ahora Luk se preguntaba, vagamente, dónde había aprendido los
encantamientos.
Antes de que pudiera dar otro paso hacia adelante, una esencia asaltó sus fosas
nasales y lo dejó congelado.
No sabía lo que significaba, ni siquiera sabía quién era ella. Pero el eco de algún
poderoso anhelo, se enroscó en su interior, un recuerdo perdido en el tiempo y el
sueño. Por un instante, luchó por recordar, entonces se rindió porque tampoco
importaba. Se giró sobre sus talones y caminó lejos de los otros, en dirección a la
irresistible esencia humana.
Alterada, la mujer cayó hacia atrás, sus ojos oscuros color avellana grandes en su
hermoso rostro. Cabello color de un largamente olvidado amanecer azotaba contra
sus suaves mejillas en la briza. La sangre bombeaba a través de sus delicadas
venas. El sonido y el olor renovó su hambre, pero ésta era una humana que nunca
mataría.
—Tsigana—susurró.
—Tsigana.
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Si hubiera dicho su propio nombre, si la hubiera llamado Jane o Esmeralda o Buffy
la cazadora de vampiros, no habría vacilado en lo más mínimo. Pero dijo Tsigana,
como si hubiera visto directamente a su única debilidad, unos celos que
ascendieron casi hasta el temor de la mujer humana hace tiempo muerta que había
una vez poseído el corazón de Saloman.
—Tsigana está muerta. —Saltó una vez más, ésta vez sin esperar a terminar de
hablar, pero otra vez la evadió.
Un aullido rasgó el aire, como un perro o un lobo en agonía. Tenía que provenir de
Luk, de su figura distante saltando hacia atrás en la colina a velocidad imposible.
El escalofriante aullido desapareciendo con él en la noche. No porque hubiera
parado de gritar, sino porque estaba demasiado lejos para oírlo.
Antiguos a su bolsillo. El puntero señalaba arriba de las colinas donde Luk se había
desvanecido, la pantalla indicaba locamente mientras la distancia se incrementaba.
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Entonces empezó a morir. Elizabeth tanteó por su teléfono, justo mientras la aguja
giró rápidamente varios grados al este, y la pantalla galopó hacia adelante.
Su corazón se aceleró, pero al menos había parado de temblar. Sentir celos de una
mujer que había estado muerta por trescientos años era una emoción indigna e
inconveniente. ¿Qué infiernos tenía Tsigana que quebraba a todos estos poderosos
vampiros?
Enfócate, ¡Silk! Cambia de tácticas. Se mueve demasiado rápido. Tienes que esperar que esté
lo suficientemente cerca. Entonces estaca al bastardo, y quédate lejos como el infierno de sus
dientes…
—Saloman.
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Capítulo 4
Traducido por Simoriah
S
aloman bajó del peñasco y cruzó la distancia entre ellos. Ella intentó hablar,
preguntas e información enredándose en su cabeza y sus labios. Al final,
nunca emitió más que un inarticulado gorjeo, porque las palabras
desaparecieron cuando su pura presencia la avasalló. En su cabeza sólo estaba el
nombre de él, sus profundos ojos negros, en los que ahogarse, su cuerpo
presionándola contra la roca. La empuñadura de su espada, un regalo de parte de
Luk, rozó su cadera.
Sin palabras, levantó su rostro hacia el de él. Pero él no besó su boca. Sus labios
sedosos tomaron el cuello de ella con un tirón fuerte y urgente. El duro eje de su
erección presionada entre los muslos de ella, y una lujuria inapropiada galopó a
través de ella. Bueno, había pasado mucho tiempo, varias semanas...
Parecía que él sentía lo mismo. Su lengua lamió su vena y sin advertencia sus
dientes atravesaron su piel. La boca de ella se abrió en un grito silencioso que
desapareció ante la oleada de placer feroz, conocido. Aferró los brazos de él con
fuerza, permitiéndose disfrutar sólo por un momento de la dichosa debilidad de su
sangre corriendo hacia la boca de él en respuesta al tirón de sus labios.
Tan perdida estaba en el beso de sangre que fue un momento antes que se dio
cuenta de que él había bajado la cremallera de sus jeans y empujaba junto con su
ropa interior por sus caderas.
—Saloman, los cazadores están aquí —se las arregló para decir—. Están viniendo
ahora.
Él alejó sus dientes de su cuello y pasó la lengua sobre la herida para curarla. Su
mirada ardiente se elevó hacia la suya.
El jadeo de ella fue al menos parte sollozo mientras lanzaba ambos brazos
alrededor de su cuello y encontraba sus empujones con urgencia desesperada. Era
loco, el peligro de ser descubiertos era demasiado grande, y aun así el mismo
conocimiento de eso llevó su excitación más allá de lo que ella podía resistir. Era de
Saloman. El mundo sabía que pertenecía a Saloman. Sus manos se extendieron por
el pecho de ella, deslizándose sobre sus pechos, liberándolos de su ropa para unas
caricias más intimas.
Él acabó con ella, temblando en inusual silencio, aún cuando selló su herida una
vez más la sostuvo derecha contra la curva de la colina. Su clímax era diferente de
aquellos de los hombres humanos que había conocido, aunque exactamente cómo,
nunca lo había analizado apropiadamente. A veces se sentía como si su cuerpo
absorbiera todo lo que él le daba.
—Hola —susurró contra los labios de él. Ellos sonrieron contra los suyos.
—Ve a buscar a tus cazadores. Diles que estoy aquí y que llamaré más tarde para
hablar. —La besó de nuevo, con dureza, y se deslizó fuera de ella antes de cerrar la
cremallera de sus pantalones. Volvió a acomodar su espada, la cual ella veía a
través de su encantamiento sólo porque sabía que estaba allí.
—¿Te vas de nuevo? —dijo ella, desconcertada por la velocidad de este nuevo
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cambio.
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—Volveré. —Le subió los jeans por las caderas, como si ahora, ahora, estuviera
apurado. Con repentino resentimiento al ser tratada tan informalmente, ella le
apartó los dedos para abrochárselos ella misma. Cuando levantó la mirada, él se
había ido.
—¡Elizabeth! —Mihaela aferró sus hombros con tanta fuerza que dolió—. ¿Estás
bien? Encontramos tu detector...
Elizabeth le devolvió el abrazo, demasiado brevemente por su propia culpa, y aun
así no pudo evitar sentirse tocada por la muestra de amistad.
—Él lo arrojó —barboteó Elizabeth, y quizás con suerte fuera mal entendida.
Elizabeth se alejó un poquito de Mihaela. Los otros cazadores, turcos a la vez que
amigos húngaros, ahora usaban linternas que parecían cegadoras después de la
impenetrable oscuridad. Todos la miraban con ojos redondos y ávidos.
—Se movió demasiado rápido. En teoría sabía que ellos podían hacer eso... he visto
a Saloman atravesar ciudades corriendo. —Y había estado con él mientras lo
hacía—. Pero supongo que nunca se molestó en pelear con humanos... estaba solo
—agregó abruptamente—. Y huyó hacia la dirección por la que había venido,
demasiado rápido para atraparlo. —Respiró—. No creo que tenga una idea de lo
que está sucediendo. Me llamó Tsigana, aunque me han dicho que no luzco para
nada como ella, y luego huyó como si estuviera genuinamente perturbado cuando
dije que Tsigana estaba muerta.
—Ah. No regresó. Ése era Saloman. —Se forzó a sí misma a encontrar cada mirada.
Sólo deseaba no sentirse tan infantilmente desafiante al respecto.
—Aparentemente. Creo que está persiguiendo a Luk, pero dijo que llamaría más
tarde para discutir las cosas.
Se largó en dirección del auto sin mirar atrás. Después de cinco minutos de
caminata a grandes pasos que probablemente lució más como dar pisotones, István
igualó su paso en silencio.
—Lo lamento —murmuró ella al final—. He tenido un día difícil. Parece que no
puedo soportar la constante sospecha cuando estoy cansada. Lo superaré.
Elizabeth suspiró.
—Mira, no culpo a ninguno de ustedes por la sospecha, pero sí sé que está ahí, lo
quieran o no. No importa. Lo lamento. No los voy a abandonar por un desacuerdo
respecto a Saloman.
—Lo sé. Todos lo sabemos. —Él señaló su llave en la oscuridad y algo trinó en
respuesta. Apuntó la linterna sobre el auto con un gruñido de satisfacción y se
dirigieron hacia el vehículo.
—Es una casa de campo de vacaciones en uno de los pueblos de la colina. Muy
agradable. Moderna. Fantásticas vistas.
—Quiero decir que vas de vampiros a casas de vacaciones con tanto esfuerzo como
respirar.
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Suenas como Saloman. Se mordió los labios antes de que las palabras salieran a
tropezones, pero el pensamiento se mantuvo.
—Los propietarios son británicos —explicó István a la vez que abría la cerradura
de la puerta frontal—. La alquilan la mayor parte del verano. Afortunadamente
para nosotros, tuvieron una cancelación.
—Comparte con Mihaela si quieres... hay dos camas aquí... o hay un gran ático
arriba. Las vigas del techo son demasiado bajas para mí. Se me hicieron moretones
de sólo mirarlas.
suite—. No hay mucho aquí, pero los negocios del pueblo están abiertos hasta
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tarde. O podemos salir cuando los otros vuelvan... hay un par de restaurantes
decentes.
—Lo que sea que quieran hacer —dijo Elizabeth, y él la dejó para que pudiera
ducharse. Ella no tenía hambre. Se sentía enferma por culpa de Luk y Tsigana, de
Saloman y el sexo. De pie bajo la ducha, su cuerpo aún cosquilleaba con el
recuerdo del placer, con excitación, porque finalmente estaban en el mismo país
una vez más. Y sin embargo había sido demasiado rápido, demasiado que Saloman
había dado por sentado, y que ella había recibido demasiado fácilmente. No fue el
vapor lo que hizo que su cuerpo se ruborizara cuando recordó lo que habían hecho
a tan poca distancia de los cazadores que tan ansiosamente la buscaban.
Lo mismo que siempre había sucedido, desde que había despertado a Saloman de
su sueño de trescientos años. Lujuria.
Cerró la ducha y se estiró para tomar una toalla. Nunca había estado tan
avergonzada del sexo antes. No con él.
Vaciando su bolso, encontró ropa interior limpia, una vieja falda, una camiseta
suelta, y se vistió. Entonces, mientras se peinaba, examinó las vistas desde las dos
grandes ventanas de su cuarto. Ambas se abrían hacia balcones. Uno miraba hacia
el pueblo y unos departamentos de vacaciones más allá, la otra hacia la piscina y
las colinas majestuosas. Era hermoso de noche. Salió al segundo balcón para
disfrutar las vistas y los sonidos de un nuevo país e inhaló el aire fresco y relajante.
Cuando entró, Mihaela estaba de pie junto a la puerta del dormitorio en pantalones
de algodón blanco y una camiseta roja. Elizabeth hizo una pausa, odiando que ya
no supiera qué decir a su una vez cercana amiga. Saloman se interponía entre ellas
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ahora, una amada barrera que ella no podría sacar aún si lo quisiera. Y sin
embargo fue a través de él, y la determinación de los cazadores de eliminarlo, que
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Mihaela y ella se habían conocido en primer lugar. En ese encuentro inicial,
Elizabeth había pensado que ellos eran bromistas o locos. No había manera de que
siquiera pudiera saber en ese momento cuánto los cazadores, o Saloman,
terminarían significando para ella.
Elizabeth asintió.
—¿Tú?
—Pensaba que los musulmanes no bebían vino —dijo Elizabeth, después de que el
mesero hubiera dejado la botella.
—No, la mayoría —dijo Konrad, levantando su vaso hacia ella—. No quiere decir
que no puedan hacerlo o venderlo. Salud.
—Local —dijo István—. Hecho por un hombre que entiende lo que está haciendo.
Pero no toques las cosas en la parte trasera del local de la esquina. Quedarás ciega.
Como siempre hacía, se acercó a los cazadores una vez más, y se encontró
deseando que pudiera ser como antes. Pero nada permanecía igual. Todo
cambiaba.
—Antiguo. —Señaló con su pulgar hacia el lado del jardín que tenía la piscina,
invisible desde la puerta.
El corazón de Elizabeth latió con más fuerza, sin embargo, por primera vez desde
aquellos días muy tempranos, su placer al verlo estuvo mezclado con temor. No
estaba lista para este encuentro, porque todavía no se las había arreglado para
lidiar con el último. Sin embargo.
Ella atrapó la muñeca de István para mostrarle que no había peligro y dijo en voz
alta.
—El hombre moderno depende mucho de esas cosas. Además, te dije que llamaría.
Con ansiedad, Elizabeth miró a Konrad y Mihaela avanzar hacia él desde atrás, las
estacas todavía levantadas. Saloman no traicionó siquiera con una contracción de
sus facciones el saber que ellos estaban allí, ¿pero seguramente Konrad no sería lo
suficientemente estúpido para arriesgarse a atacarlo? Moriría en un instante.
—¿En serio? No podrías lidiar conmigo. ¿Qué te hace imaginar que puedes lidiar
con mi primo esclavizado por tu viejo amigo el Senador Dante?
—¿Lo está? —lanzó Elizabeth, tanto para distraer la atención de los demás como
también porque quería saber.
—... sólo puede ser un novato. Luk es un Antiguo, tan poderoso como...
Una vez más, se interrumpió con una rápida mirada a Saloman, como si de repente
recordara con quien hablaba.
—Al menos tan poderoso como yo —dijo Saloman suavemente—. Pero el poder no
tiene sentido si no puedes usarlo.
Saloman encontró su mirada. Sus ojos estaban opacos, y aun así ella estuvo segura
de que detrás del blindaje vidrioso, la emoción hervía.
—Nunca los olvidé —dijo él, y Mihaela se hundió en la reposera más cercana,
encaramándose en el borde.
—Nuestros casos son muy diferentes. Yo estuve consciente todo el tiempo. Luk
durmió como se supone que lo hacen los muertos.
Konrad dejó salir una risa sardónica ante ese comentario. Saloman la reconoció con
una ligera curva de su labio pero no dijo nada. Elizabeth quería preguntar, ¿Por qué
tú no? Pero István se le adelantó, diciendo brevemente.
—¿Cómo?
—Eso fue algo grande de tu parte, después de haberlo matado —observó Mihaela.
Saloman no pestañeó.
—Eso pensé. No fue una cortesía que se me dio a mí, pero claro, era el último
Antiguo, y no había nadie que lo hiciera. El punto es, en este momento, dudo
mucho que Luk recuerde mucho más que su propio nombre.
—Él recuerda algo —dijo Elizabeth con rara renuencia—. Me llamó Tsigana.
Saloman asintió.
—Olió la sangre de ella en tus venas. Eso es lo que lo alejó de Dante y los otros.
Pero imagino que fue instinto más que verdadera memoria. Cuando te encontró,
no reconoció que no tú no eras Tsigana, y su aflicción al enterarse de su muerte deja
en claro que no entiende que el tiempo ha pasado.
una de las sillas y desparramándose sobre la mesa para apoyar su mano sobre su
rostro.
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—En tu opinión —agregó Konrad con desprecio.
Saloman pareció dudar. Entonces fue a Elizabeth que él miró, como si dirigiera su
respuesta a ella.
—Entre mi gente, a lo largo de los siglos, Luk revivió muchas almas... creó muchos
vampiros, si quieres. Incluyéndome. Los vampiros modernos han olvidado que
hay más en el ritual que intercambiar sangre en el momento de la muerte. Hay
maneras de preservar el alma de la criatura que revives, y una vez que esto es
logrado hay maneras de enseñar la nueva existencia. Luk se volvió Guardián de los
rituales de los Antiguos así como de las profecías. Son parte de él. Así que mientras
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él haya olvidado las enseñanzas, al menos por ahora, crear correctamente vendría a
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él de forma tan instintiva como beber sangre. Temo que lo que tienes ahora es al
mismo Dante, con todos sus defectos humanos y todo el poder de un vampiro
moderno.
—Por supuesto —dijo Saloman con un toque de desprecio—. Si sus registros dicen
lo contrario, mienten.
—¿Por qué? —demandó Konrad—. ¿Quieres que eliminemos a tu primo por ti?
Elizabeth también se puso de pie, y Mihaela la miró con alivio que no pudo
esconder antes de apresurarse hacia las puertas corredizas con István.
Con la voz suficientemente alta para que los demás oyeran, Saloman dijo.
—La comunidad del este se está moviendo para encontrar a Luk y Dante. Su fuerza
está creciendo.
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Mihaela e István se volvieron brevemente, asintieron de forma casi idéntica, y
avanzaron.
No pudo mirarlo, no pudo soportar ver que no hacía una real diferencia en él. Pero
sintió, más que vio, la inclinación de su cabeza.
Él dijo:
No dijo las últimas palabras en voz alta; ella no supo si él las había pensado o si la
idea simplemente había entrado en su propia mente por primera vez.
Ella dijo:
Le ofreció la mano.
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Él soltó su mano, y sólo cuando ella se dio cuenta de que él se estaba alejando
comprendió cuánto necesitaba que él se quedara. No sólo por la repentina lujuria
inspirada por sus palabras y el recuerdo, sino porque él estaba experimentando
dolor, y cualquiera fuera la causa, no podía soportarlo.
—Saloman, son todos tuyos —susurró ella—. Siempre lo fueron. —Aunque estaba
segura de que la había oído, él no se volvió.
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Capítulo 5
Traducido por Lalaemk
E
lizabeth despertó al amanecer para el llamado musulmán a la oración.
Desde que sonó como si estuviera justo fuera de su ventana, se levantó
alarmada de la cama antes de que se diera cuenta de lo que era.
Investigación desde la ventana reveló un altavoz conectado a la farola en la puerta
de la casa.
Calmada por la explicación, regresó a la cama. Pero era demasiado tarde. Las aves
estaban cantando. El sol había salido, y también los animales de la villa. Los gallos
gritaban uno a otro como si estuvieran en algún ridículo concurso, un perro en
algún lado cercano a la villa ladraba erráticamente, y cualquier momento de
silencio fue llenado con el rebuzno de un burro infeliz.
Elizabeth se levantó y se vistió y fue a buscar un poco de café. Para su sorpresa, los
otros ya estaban levantados, sentados alrededor de la mesa en el porche
sombreado, comiendo pan fresco y bebiendo jugo de naranja y café turco.
Konrad le cortó un poco de pan, Mihaela le sirvió una taza con café.
Elizabeth mojó su pan con un poco de aceite de oliva y lo comió. Sabía divino.
—Temo que no lo sé. —De hecho, apostaba que Saloman tampoco lo sabía.
—Si los encuentra primero —dijo Mihaela cuidadosamente—, ¿piensas que los
matará? ¿O los convertirá a su causa?
—¿Así que nos sentamos y esperamos a que Saloman los mate por nosotros? —dijo
Konrad con disgusto. Se estaba dirigiendo a István y Mihaela, quienes claramente
ya habían debatido esta posibilidad.
—Pienso que tenemos que encontrarlos antes de que haya más muertes —dijo
Elizabeth calmadamente—. Y antes de que se vuelvan tan fuertes que se vuelvan
una amenaza para Saloman.
—No lo sé con certeza. Sospecho que no fue mucho antes que yo, o habría
encontrado a Luk mucho antes. En cuanto a por qué… —Se encogió de hombros—.
Habría sentido el despertar de Luk.
—Sé que no les gusta esto, pero creo que necesitamos su ayuda. Él puede sentir
más lejos que sus detectores. Probablemente sabe dónde está Luk en este
momento.
Yo. Y también los cazadores, añadió con el interés por la honestidad. ¿Has encontrado
a Luk y Dante?
Una señal de camino apareció dentro la mente de Elizabeth, tan clara como una
fotografía. Gracias. ¿Podemos manejar hacia allí al atardecer?
Probablemente. Hubo una pausa, luego: No les permitiré dejar matar a Luk. Eso lo tengo
que hacer yo.
Lentamente, abrió sus ojos. Desorientada como siempre estaba después de iniciar
la telepatía, le tomó un momento registrar que estaba sentada en la sala de la villa
con los tres cazadores húngaros. Pasó el dorso de su mano a través de su frente y
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dijo enérgicamente:
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—Están en una cueva cerca de esta villa. No puedo pronunciarlo. —Buscando una
pluma y papel de la mesa frente a ella, garabateó el nombre que Saloman le había
mostrado—. Y ya están con la comuna de vampiros.
Dante, todavía disfrutando cada detalle de su nueva energía, empujó a Luk con la
punta de su zapato.
Luk, que parecía dormir con sus ojos abiertos, si es que dormía en absoluto, se
sentó con cansancio. Se había estado volviendo cada vez más malhumorado desde
la tarde de ayer, cuando se había ido por su cuenta. Lo que sea que había hecho no
lo había hecho feliz. En realidad, parecía que lo había puesto furioso, después de
alimentarse, le había tirado el cuerpo de su víctima a Dante. Incluso con su nuevo
poder para ayudarlo a soportar la fuerza, Dante había caído en un montón indigno
con el cadáver sin sangre sobre él. Había castigado a Luk con un regaño y un trato
frío, ninguno de los cuales pareció notar el Antiguo, así que esta vez, pensó que
trataría con un poco de gentileza.
—Ahora que tu herida finalmente ha sanado, ¿estás más feliz esta noche? —
preguntó jovialmente
—Yo también. Despertaremos a los otros y nos iremos. ¿Qué te hace infeliz Luk?
—Esto. —Miró a Dante, la risa se fue transformando en furia y dolor en sus labios
inmóviles hasta que la nueva sangre de Dante se heló. Entonces pronunció—:
Tsigana.
—¿Tsigana? Ella ha estado muerta desde hace trescientos años. —Sonrió con
viciosa satisfacción—. Sin embargo antes de eso se eliminó a Saloman.
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—Saloman. —Luk sacudió su cabeza violentamente. Pudo haber sido rabia o dolor.
O simple locura.
Dante se giró. A veces hablar con Luk era simplemente inútil. Excepto que… miró
sobre su hombro.
—¿Encontraste a alguien que pensaste que era Tsigana? ¿Tal vez la sangre de
Tigana corre en sus venas?
Luk asintió.
Dante rió.
—Espero que lo hayas hecho —murmuró Dante—. Especialmente si ella tenía a sus
cazadores a cuestas. —Otra posibilidad le golpeó, quitando la sonrisa de su cara.
En su cierta limitada experiencia, donde aparecía Elizabeth Silk, Saloman estaría
raramente lejos. Él parecía resguardar a su Despertadora como una especie de
mascota. Como-perro-en-el-comedero, así que no la había matado aún, estaría
condenado si él dejaba a alguien más disfrutar de ese privilegio.
Dante miró a Luk con frustración. Hasta ahora, el Antiguo lo había defendido de la
instintiva agresión de otros vampiros, pero no debería confiar en que esa
protección duraría por siempre. Y mirándolo ahora, encorvado, inalcanzable, con
espasmos de hambre y Dios sabe que más, Dante no lo podía ver preocupado por
el poder de Saloman. ¿Qué rebelde medio respetado podía elegir seguir a esta
miserable criatura?
Ella se movía a través de los árboles con todo el porte físico que su nueva confianza
le había dado, parte del protector grupo de cazadores que la rodeaba, mirando
unos por otros. Esto causó una punzada de dolor en Saloman que llegó
peligrosamente cerca de los celos, para los cazadores sería siempre parte de lo que
ella era ahora.
era un fracaso intelectual, y quería castigarse por percibir una falta de respeto. A
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pesar de que su frágil humanidad fue una gran parte de lo que lo atrajo hacia ella,
a veces era algo totalmente incomprensible.
Pero al menos había sonreído cuando lo había visto, la rápida, espontánea sonrisa
que había calentado su corazón y condujo su sangre directamente a su polla. A
pesar de la presencia de los cazadores con caras serias, vino directamente hacia él,
y aunque no lo besó, pasó sus dedos por los de él y los apretó.
Saloman tuvo que cerrar sus ojos como si la presencia de Luk lo rodeara. La fuerza
de eso era abrumadora, tanto que casi eclipsaba enteramente la sintonía de los
otros, vampiros de menor grado, incluyendo a Dante. En cuclillas, Saloman pasó
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sus dedos a través de la piedra y la tierra que eran el piso de la cueva. Encontró el
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lugar donde Luk había descansado, colocando su palma plana, y dejándola ahí,
toda la esencia persistente era de Luk.
Esta era la razón por la que Elizabeth no podía estar ahí. Porque Saloman no podía
soportar el dolor de la ignorancia sin esperanza de Luk. Esto era peor que la locura
que había nublado su mente y atormentado la una vez grandiosa mente de su
primo, era como si la mente hubiera sido completamente borrada, sólo dejando lo
suficiente para que Luk pudiera saber lo que pasó. Y aún así el alma era la misma,
seguía siendo Luk.
La sangre bombeaba detrás de los ojos doloridos de Saloman. Deseaba poder llorar
para liberar la presión insoportable, en honor al Luk que había amado. Pero las
lágrimas eran algo que estaban más allá de él, como si un órgano vital hubiera sido
dañado en la noche de su traición por parte de aquellos a quien amaba más:
Maximilian, su primer “hijo”, y Tsigana, su amante. Tsigana, a quien había
perdonado con tanta frecuencia porque sus defectos humanos lo habían fascinado.
Y aún así nunca había imaginado que ella cometería la máxima traición y ayudaría
a su asesinato.
Tsigana. La cueva entera estaba impregnada con su eco. Ella había llenado la
mente de Luk mientras yacía ahí, como si imaginara que la había perdido hasta la
muerte. ¿Qué le haría el saber que ella había estado de vuelta en la cama de
Saloman el día de su entierro? Para Saloman, había sido una necesaria aunque un
poco perversa forma de honrar a su primo, para Tsigana había sido un triunfo
imaginario. Para Luk… bueno, Luk ya ni quiera sabía quién era Saloman.
¿O lo sabía? Saloman enterró sus dedos en la piedra hasta que sangraron. No podía
seguir el recuerdo persistente de Tsigana de nuevo a su fuente, la mente de Luk,
por miedo de alertar a Luk antes de que estuviera preparado. Pero la imagen
dejada por los pensamientos de Luk era precisa, al igual que el olor, la sensación
de Tsigana, excepto, sin duda, que la alteró ocasionalmente para adaptarse a lo
más importante, reconocer a Elizabeth, en cuyas venas corría la sangre de Tsigana.
Saloman liberó la tierra y la piedra entre sus dedos y se puso de pie. La tierra se
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desprendió de su piel, que comenzó a sanar sobre las rozaduras que el apenas
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notó. Si Luk ya estaba recordando, entonces Saloman, Elizabeth y el mundo entero
deberían tener cuidado.
Fuera de la cueva, Saloman levantó la cara hacia el viento. El podía oler a Elizabeth
y a los cazadores, oír sus quejas por que todavía no podían encontrar el rastro de
los vampiros. Había una razón para ello, por supuesto. Los cazadores estaban
yendo en dirección contraria. O Luk o Dante se habían dado cuenta de que los
estaban siguiendo. Tal vez Luk había mencionado haber visto a una mujer que olía
a Tsigana, y Dante había puesto 2 y 2 juntos. De cualquier manera, los vampiros se
habían movido en torno a un gran arco y se dirigían hacia el sur por una ruta más
occidental.
Si todo estaba bien programado, podría matar a Luk y mantener la pelea por el
tiempo suficiente para que los cazadores se le unieran. Otra aventura cooperativa
sería ganada con pocas pérdidas. Y Saloman podría cambiar su atención hacia la
creciente rebelión entre los vampiros de Estambul. Sin Luk, sería fácil de sofocar.
Saloman comenzó a correr, alargando sus pasos hasta saltos enormes, de esa
manera cubriría el suelo disparejo más rápido de lo que el ojo humano podía ver.
Los vampiros estaban usando algún errático, cubrimiento al azar para enmascarar
su presencia. Saloman aplaudía su precaución, la cual, sin embargo, era inútil
contra él. Si Luk tuviera alguna vez problemas para enmascararse, las cosas serían
diferentes, pero por el momento, Saloman era invisible para ellos mientras era
capaz de seguir sus movimientos.
Cuando por fin eran visibles a simple vista, a decenas de metros debajo de su
punto de ventaja, tuvo que reconocer que tendría que mirar a los ojos de su primo
cuando lo matara. Se lo debía. Otra vez. Y por eso, necesitaba la sorpresa de su
lado.
Saltó una vez, aterrizando en un rincón más bajo, lanzándose hacia delante y hacia
abajo antes de que cualquiera de ellos pudiera mirar hacia arriba. Dante dirigía la
manada a un ritmo moderado, y descansando ahora, con Luk quedándose atrás,
sacudiendo la cabeza ocasionalmente como si estuviera plagado de contracciones
masivas.
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—Saludos, Luk.
Luk se congeló, su boca abierta, sus ojos muy abiertos. Adelante, los otros no
parecían notar que Luk estaba perdiendo el tiempo otra vez.
Luk volteó lentamente, como si no pudiera evitar, y miro fijamente a Saloman. Oh,
sí, esos eran los ojos de Luk, avellana y luminosos, los ojos de un vidente y profeta.
Pero curiosamente en blanco, como nunca los había visto antes Saloman, medio
muertos porque apenas estaba medio despierto. Sin los recuerdos que lo habían
formado, no era todavía Luk. Sus labios se movieron silenciosamente; alguna gran,
pelea interna cruzó su cara y terminó en sus ojos con un destello como de rayo.
—Saloman.
—Saloman —dijo otra vez, lo suficientemente fuerte para llamar la atención de los
vampiros en frente. Saloman los ignoró. Los labios de Luk se torcieron con
esfuerzo, o dolor, o ambos. La sangre se reunió en las esquinas de sus ojos y sonrió.
El corazón de Saloman pareció romperse. Y luego, con el tipo de velocidad que casi
había olvidado, Luk se lanzó hacia él.
Saloman cayó de nuevo bajo la fuerza. Sus brazos, ya levantados por instinto para
defender y matar, bajaron lentamente por el peso del cuerpo de su primo.
Puedo salvarlo, pensó Saloman, aturdido. Luk estaba colapsando bajo la fuerza de
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Por encima de su cabeza inclinada, Saloman miraba a los vampiros con cuidado.
Desde que su máscara había sido tumbada por Luk, no había necesidad de previo
aviso. Todos sabían que habían visto a Saloman, el Antiguo, el señor de los
muertos vivientes. Y luego, ahí estaba Dante, luciendo exactamente igual, aunque
no fue capaz de resistir sonreír para mostrar sus nuevos incisivos de vampiro.
Saloman no se dejó engañar. No había sido parte del plan de Dante tener a Luk de
vuelta en los brazos de su primo y asesino. Dante estaba preocupado.
—¡Luk! —dijo el senador fuertemente, y con una furia creciente, Saloman entendió
que era así como siempre se había dirigido a los seres cuyas botas no estaba en
condiciones de lamer.
—Saloman —dijo Luk con asombro. Sus dedos agarraron la espalda de Saloman y
se relajó lentamente. Su cabeza levantada—. ¡Saloman!
No había amor, no había felicidad, dejando sólo en aquellos ojos color avellana, ira
hirviendo y odio profundo, odio descompuesto. Le dio a Saloman un instante de
advertencia, no lo suficiente para conseguir primero su golpe, pero lo suficiente
para dejarlo caer sin romper su cuello cuando Luk lo arrojó al lado de la colina.
Luk voló tras él, descubriendo sus dientes para morder. Pero Saloman se forzó a sí
mismo a pararse y simplemente saltó sobre la cabeza de su primo, sacando su
espada y estaca mientras iba, para encarar a los vampiros menores. Ninguno de
ellos estaba armado, excepto por Dante, a quien Saloman estaba apuntando.
Saloman ajustó su posición para defenderse por cualquier lado. Luk se lanzó, pero
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antes de que estuviera lo suficientemente cerca, Dante dijo presa del pánico:
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—¡Alto! ¡No eres lo suficientemente fuerte todavía! ¡Nos matará a todos!
¡Retrocede!
El pánico de Dante parecía extenderse a Luk, quien, con una última mirada de
odio, agarró a Dante por su brazo y corrió, protegiendo a su creación con su propio
cuerpo. Saloman se contentó a sí mismo tirando su estaca a uno de los vampiros
que trataba de mantener el ritmo, y sintió cierta satisfacción cuando se convirtió en
polvo.
Se quedó mirando a los vampiros que huyeron hasta que no pudo verlos, y luego
se dejó caer contra la roca más cercana. Tenía un plan para todo. Para toda posible
contingencia en el mundo vampiro y humano. Excepto matar a su querido primo
que podría ser posible de salvar.
Saloman cerró sus ojos, confuso por primera vez en siglos. ¿Qué debo hacer?
Elizabeth, ¿Qué hago ahora?
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Capítulo 6
Traducido por rihano
E
lizabeth abrió sus ojos sin un claro sentido de lo que la había despertado.
Puede haber sido el perro en el patio vecino, emitiendo una especie de
medio ladrido gimoteante, como si estuviera inseguro de si se sentía
amenazado.
Ella y los cazadores, habiendo perdido el rastro temprano y dejado que Saloman lo
recogiera de nuevo, contra el buen juicio de Konrad, habían conducido a casa y
caído en la cama. Como los otros, Elizabeth sentía una sensación de frustración,
habiendo viajado tan lejos y llegar tan cerca del enemigo, y aun así fallando en el
compromiso. Y Saloman la preocupaba. Después de enviarle su señal para guiarla,
había roto contacto, solo para comunicar telepáticamente un poco más tarde que
había matado a un par de vampiros pero todavía estaba tras el rastro. Y luego, solo
un poco después de eso, había vuelto a contactarse para avisar que fuera a casa,
porque los vampiros se habían separado, con Luk y Dante dirigiéndose de repente
hacia el noreste, y los otros hacia el sur, más cerca de la base de los cazadores.
Saloman estaba siguiendo a Luk, pero advirtió a Elizabeth que buscara señales de
ataque de vampiros en los pueblos tierra adentro desde Fethiye. Era posible que
Dante, o incluso Luk, los hubieran instruido para crear un ejército inexperto para
distraer a los cazadores.
Quizás Elizabeth pudo haber estado dormida solo por un par de horas. Aún estaba
oscuro afuera; ningún llamado a la oración sonaba; incluso los gallos jóvenes
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estaban silenciosos. Todavía yació por un momento, agudizando sus oídos. Su
corazón comenzó a latir más rápido mientras se preguntaba si Saloman había
regresado. Se deslizó de debajo de la sábana y caminó a través del piso frío hacia la
ventana. Ninguna oscura sombra familiar acechaba en el balcón o abajo en el
jardín. Moviéndose rápidamente hasta el otro lado del cuarto, se sintió
ridículamente desilusionada al no ver señales de él en la piscina al lado de la casa
tampoco.
Debería regresar a la cama y dormir. Solo… solo, que algo se sentía mal. Buscando
la presencia de Saloman, estaba segura de que sintió algo más. Algo que no le
gustó. Se movió silenciosamente hasta la mesita de noche y levantó la estaca que
había mantenido cerca desde sus primeros encuentros con Saloman. Sostenerla la
hizo sentir mejor. Pero no por mucho tiempo.
Konrad.
Antes de que la idea hubiera pasado por su cerebro, estaba saliendo por la puerta
del dormitorio y bajando la escalera de caracol tan rápido que debería haberse roto
el cuello. La de Konrad era la primera puerta en la planta baja, y se apresuró hacia
esta, sin tocar o disculparse, a tiempo para ver a Konrad parado sobre la cama,
empujando su estaca hacia una figura ensombrecida que rápidamente se
desvaneció en la oscuridad. Pero dos más lo enfrentaban, mientras un tercero
avanzaba hacia Elizabeth.
Elizabeth no dudó. Voló hacia uno de los asaltantes de Konrad y sintió su estaca
deslizarse dentro. Pero el vampiro era fuerte, se retorció tan rápido que la madera
golpeó duro contra una costilla. Gruñendo con dolor, el vampiro la golpeó,
separándola de él. Elizabeth se colgó pesadamente de la estaca mientras caía al
inolvidable piso de mosaico. Ya que la estaca se vino con ella, ignoró el dolor,
enganchando su tobillo alrededor de la pierna del vampiro, y jaló.
Tomado por sorpresa, cayó incómodamente, y, sabiendo que él rectificaría todo eso
demasiado rápido, Elizabeth saltó hacia él casi antes de que golpeara el piso. Una
poderosa mano buscando su garganta, apretando instantáneamente, mientras la
otra agarraba su estaca. Evadiendo sus dedos buscadores por el tiempo suficiente
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En la cama, Konrad luchaba con los dos asaltantes restantes. Como siempre,
mientras Elizabeth corría a ayudar, Istvan y Mihaela entraban juntos y compartían
la matanza, mientras el último asaltante de Konrad pagaba el precio de su
distracción y se convertía en ceniza.
—Déjame ver —dijo Mihaela eficientemente. Ella había estado aquí antes,
vendando gente después de ataques vampiro, y sonaba como siempre lo hacia, fría
y capaz. Y sin embargo su mano tembló mientras la levantaba hacia la herida de
Konrad.
Elizabeth se balanceó sobre sus pies. Para cubrirlo, se encaminó hacia la ventana,
tratando de ignorar el inespecífico pero muy físico dolor que comenzó a
consumirla. El vértigo combinado con un extraño y poderoso temor, que la hizo
sujetarse duro del marco de la ventana para disiparlo. ¡Ahora no! Por favor, ahora
no…
Quizás era solo el resultado de la disipación del vampiro. Eso debe ser. Para su
alivio, el dolor y la desagradable sensación para la que no tenía palabras con que
describirla comenzó a esfumarse, al menos lo suficiente para dejarla concentrarse
una vez más. No había señal de nadie más en el exterior, pero a pesar de que esa
sensación opresiva de que algo andaba mal se había disipado, estaba bien
consciente de que no había visto a los vampiros atacando desde su propia ventana
tampoco.
—El detector aún está registrando —dijo Istvan con urgencia—. Tenemos otro.
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—Sostén eso por encima —le aconsejó a Konrad, colocando su mano izquierda en
la tela que había mantenido sobre su herida, y la derecha en su estaca de madera
que él había usado con tan buen efecto—. Ya está sanando, estarás bien —añadió
ella por sobre su hombro, mientras dejaba el cuarto lado a lado con Elizabeth.
Istvan apuntó hacia el salón, y Mihaela le dio un codazo al brazo de Elizabeth. Ella
asintió y se movió a través del salón hacia las puertas francesas. La llave estaba en
la cerradura. Elizabeth la tocó, recordando darle vueltas suavemente. Solo
esperaba que fuera lo suficientemente suave para evitar que el súper oído del
vampiro lo captara.
Ella miró de vuelta a Mihaela, quien se paró en la mitad del cuarto, desde donde
podía verlos a ambos, a Elizabeth e Istvan. Observando a Istvan, Mihaela levantó
una mano y comenzó el conteo con sus dedos. Tan pronto como el último dedo se
cerró, Elizabeth giró la llave, abriendo de golpe la puerta, y saltando afuera,
moviendo la estaca.
Pero no, Istvan aún tenía el detector; si hubiera registrado movimiento, lo habría
seguido. La respiración de Elizabeth quedó atrapada. Arriba. ¡Él ha subido!
En cuyo caso, la distracción lo era todo. Y ella solo rezaba porque los otros
comprendieran su juego.
—¡Istvan!
Ellos se habían escondido juntos para disfrazar cuántos eran de los detectores.
Forzando a sus piernas a impulsarse más rápido, más que detenerse de plano y
regresar al otro camino, Elizabeth acuchilló con su estaca, sacando sangre de
alguna parte del vampiro mientras volaba hacia ella. Él aterrizó sobre sus pies con
un siseo e hizo el intento de agarrarla. Elizabeth lo esquivó, pero ya su otra mano
serpenteaba hacia ella y tuvo que apuñalarlo con la estaca. Su siseo se convirtió en
un gruñido que se parecía curiosamente a una risa. El vampiro pensaba que podía
ganar.
juego desesperado de corre que te pillo o "tig", como ella lo había llamado al crecer
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en Escocia. Los miembros del vampiro se movían lo suficientemente rápido para
desenfocarse, fintando y arremetiendo, tirando hacia atrás y agarrando. Y sin
embargo, no era una velocidad imposible como la de Luk; no era nada que ella no
pudiera manejar. Descubrió que podía contrarrestar cada movimiento, esquivando
cada agarre, leyendo cada finta, y bloqueando cada golpe.
Girando para hacer frente a la otra pelea, vio que el vampiro había logrado llegar a
Mihaela. István, levantándose del suelo, saltó sobre la espalda del vampiro y
hundió su estaca.
Con un grito de furia, cortado como por un interruptor, el vampiro estalló en polvo
plateado. Elizabeth patinó hasta detenerse junto a István, que se quedó sin aliento,
presumiblemente mientras absorbía el torrente de fuerza del vampiro, y sonrió a
través de este a Elizabeth y Mihaela.
—Gracias.
—El placer es mío —dijo Elizabeth con voz débil—. ¿Alguno más?
Una vez hecho eso, todos dieron vueltas por el comedor y se sentaron alrededor de
la mesa. Elizabeth se levantó y encendió la caldera, mientras la llamada a la oración
del amanecer comenzaba.
Ella sonrió.
Solo mientras Elizabeth colocaba el café y las tazas sobre la mesa, se dio cuenta de
que ninguno de ellos estaba vestido. Ella llevaba el camisón sexy que había
inspirado la pasión frecuente de Saloman en el pasado, ahora un poco desgarrado
por la pelea. Los hombres tenían solo unos calzoncillos, exhibiendo sus
agradablemente musculosos torsos aunque ligeramente marcados al mundo,
mientras Mihaela llevaba un par de pequeños pantalones cortos y una camiseta.
—Tal vez deberíamos ponernos ropa para tomar café —sugirió ella.
Konrad suspiró.
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—Bueno, parece como si la conjetura de Saloman en cuanto a la ubicación estaba
correcta. Estamos a sólo dieciséis kilómetros de Fethiye. Solo que averiguó de la
misión equivocada.
Elizabeth lo miró.
—De Luk —dijo ella de manera sencilla—. Él me ha visto, olido; podría haber
pasado esa lectura a los demás, lo utilizó para guiarlos a distancia, si quieres, a
nuestra casa. Tres cazadores, uno de los cuales es también descendiente de un
antiguo asesino, además de una Despertadora, es un buen camino.
Mihaela no dijo nada más sobre el tema, pero su mirada era penetrantemente
incómoda.
Elizabeth dijo:
—¿Estás bien?
Mihaela parpadeó.
—Por supuesto. Fue el resto de ustedes los que fueron más afectados. Yo no hice
más que llegar a la fiesta después del programa. Konrad te debe.
—Yo estaba despierta. Todos hicimos lo que teníamos que hacer. Sólo pensé que
parecías… sacudida. Nunca te he visto así antes.
—Esto me afectó —confesó. Cogió su taza de café y la vació antes de que dijera
bruscamente—: No es algo que tratamos con frecuencia como cazadores, vampiros
entrando. Me recordó… el pasado.
—Él me invitó al estreno de Psíquicos 2, sabiendo que no podía ir. Pero aprecié que
me preguntara.
—Yo también.
—No hubo mucha oportunidad. Las cosas fueron un poco de prisa antes de que
fueras a Escocia. Y estábamos celebrando tu doctorado. Lo de Josh y yo no era gran
cosa. Siempre supe eso. Somos de mundos diferentes, sin la intención de cambiar
las cosas. Sólo éramos dos… necesitados. ¡Y él es muy dulce así como también
increíblemente atractivo!
—También está —observó ella—, en busca de algo más profundo que una relación
de publicidad. Él y su esposa estaban muy cerca hasta que ella murió.
—Bueno, no puedo tener una relación en absoluto, ¿o sí? Pública o de otra manera.
Pero fue una buena semana. Valió por toda la mierda de antes.
Elizabeth sabía que para ella significaba algo más que la mierda de vampiro; se
estaba refiriendo a los encuentros anteriores con hombres indignos. Pasando un
dedo alrededor del borde de su taza vacía, Elizabeth dijo casualmente:
—Toma vacaciones. Un año sabático. Infiernos, has hecho más que tu deber más de
cien veces, retírate.
—Eso es lo raro. No quiero eso tampoco. —Ella volvió la cabeza para mirar a
Elizabeth con un toque de humor—. A riesgo de sonar cliché, un cazador no es lo
que soy; es quien soy.
—No.
—Solo estás diciendo eso porque yo hago un mejor café que tú.
pausa al otro lado de la habitación de la planta baja de una casa de campo. Habían
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matado a los ocupantes de la cabaña, Luk alimentándose con despreocupada
eficiencia. Y ahora, con el sol al máximo, todavía no descansaba.
Mierda, ese encuentro en las colinas había estado cerca. Dante había visto todo
escapando de él mientras Luk lloró sangre en los brazos de su primo.
Afortunadamente, esa había sido una fase pasajera. Las emociones de Luk hacia su
asesino ahora eran satisfactoriamente asesinas.
—Maldita sea —dijo Dante, molesto—. Necesitábamos a esos vampiros. ¿Así que
Saloman volvió con los cazadores después de todo?
—Y sin embargo, pensaba que fuiste una vez un Gran Maestro cazador.
—¿Te dije eso? Lo era. Pero para ser honesto, fue una posición en gran parte
honoraria, y yo estaba más interesado en los vampiros que los cazadores. ¿Se
puede realmente decir qué vampiros están muertos, y quién los mató?
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—Por supuesto —dijo Luk, sin siquiera hacer una pausa en su paseo.
—Con el tiempo. Tienes mucho que aprender. Quieres correr antes de que puedas
pararte. —Ahora Luk varió su paso, virando hacia su creación, su expresión
pensativa—. Pero tal vez eso es bueno. Incluso necesario. —Llegó a un punto
muerto, mirando a los ojos de Dante con una intensidad que dolía—. Necesitamos
ayuda —dijo bruscamente—. Mucho más apoyo.
—De acuerdo. Una rebelión contra el dominio de Saloman está retumbando justo
debajo de la superficie de todo el país. En Estambul, está en marcha. Serías un líder
excelente.
Luk pareció aceptar eso como su compromiso más que como la dudosa adulación
que Dante había empleado.
—Bien —dijo con una inclinación de cabeza decisiva—. Entonces vamos a reunir
apoyo allí, y luego nos dirigimos a Budapest.
—Antes lo que era de Saloman, era mío. —Con súbita violencia, barrió con toda la
vajilla utilizada fuera de la mesa en un estrépito todopoderoso que hizo que los
otros vampiros caídos en las esquinas se levantaran, alarmados—. Hay muchas
formas de pelear —gruñó Luk—. Mi primo va a sufrir y morir, y las ciudades
gemelas de Buda y Pest verán el amanecer de la nueva era. Eso estuvo siempre por
escrito.
—¿Era eso? —dijo Dante dubitativo. Los recuerdos de Luk y los dones podían estar
regresando a él, pero no parecía estar más sano.
—Oh, sí. Necesitamos un vehículo —agregó Luk abruptamente—. Como los que
están en el pueblo. Antes solíamos tener uno, antes que los demás nos encontraran.
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—Por supuesto. Y con unos pocos ajustes, pintar las ventanas, ese tipo de cosas,
incluso podemos viajar de día también.
—Está empezando a gustarme esta nueva era. Debes enseñarme a medida que
avanzamos, y yo te enseñaré de los caminos de los muertos vivientes.
La inquietud se quedó con ella mientras salía del cuarto de baño hacia la
habitación. No pudo evitar las miradas rápidas y ansiosas que echaba hacia cada
ventana y la puerta del dormitorio a su vez. Con las cortinas todavía cerradas, la
luz del sol entrando era apagada y la habitación entera parecía llena de sombras
que no había notado antes. Su columna vertebral se erizó. A pesar del calor de
primera hora de la mañana, deseaba no haber encendido el aire acondicionado.
Este ahogaba los pequeños sonidos que podían servirle de advertencia.
Elizabeth se dejó caer en la cama, lanzando la estaca al lado de ella con tanta fuerza
que rebotó.
—Todavía no entiendo cómo has llegado hasta aquí de esta forma. —Ella agitó su
mano hacia la ventana, indicando la fuerte luz solar.
Elizabeth cogió un puñado de su cabello húmedo y tiró de él. No era así como
había querido que fuera. Había planeado darle la bienvenida a Saloman con los
brazos abiertos para compensar el enviarlo lejos la última vez. Lo quería; quería
sus brazos duros a su alrededor , lo quería enterrado profundamente dentro de
ella, amándola, llevándola al éxtasis ciego y adictivo que sólo él le había traído
alguna vez. Más que eso, ansiaba su presencia, tan necesaria para ella ahora como
respirar. Y sabía que al negarlo cuando él la necesitó, lo había defraudado. Si había
querido perderse en relaciones sexuales con ella, debería haber tomado eso como
un cumplido más que un insulto. ¿Cuál era su incomprensible, incluso infantil,
necesidad de aparentar "respeto" al lado de los hechos de la necesidad y el amor?
Y sin embargo aquí estaba quejándose de nuevo contra él como una esposa
gruñona reprendiendo a su marido por quedarse fuera toda la noche a pesar de
que había cambiado las cerraduras.
Se encontró mirando fijamente su mano en su regazo, con ganas de hacer las cosas
bien y sin embargo de alguna manera incapaz de encontrar el camino, o incluso las
palabras.
—Elizabeth. —No había sentido que él se moviera, pero estaba en cuclillas a sus
pies, su mano fuerte y fresca cubriendo la suya en su regazo. Cada nervio saltó a su
toque. Como si hubiera pulsado un botón, sus labios tiraron hacia arriba en
respuesta instantánea.
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Se dio cuenta de que estaba agitada frotando sus dedos entre los suyos y se obligó
a detenerse. Saloman la miró pensativo. No había rabia en sus ojos oscuros y
opacos. En algún lugar cerca de la superficie acechaban las llamas de la lujuria que
provocaban una respuesta inevitable en la boca de su estómago.
—Te despertaste temprano. Como una madre que se despierta antes de los gritos
de su bebé. Sentiste mi presencia, aunque no mi identidad, mientras entrabas en la
habitación, a pesar de que estaba oculto.
—¿Quieres decir que puedo usar ese instinto? ¿Desarrollarlo para protegerme y a
mis amigos?
S
aloman estaba orgulloso. Vacilante, dudando como siempre de sus propias
habilidades, ella había tropezado al principio, pero entonces, sintiendo el
poder de sus propios encantamientos como él lo hacía y rompiéndolos para
demostrarlo, comenzó a concentrarse, para prestar su considerable fuerza e
intelecto a la lección. Y cuando finalmente “cerró” la ventana con el hechizo y se
ganó sus alabanzas, entonó un canto de triunfo que le hizo sonreír.
—¿Dante y yo somos parte del mismo club exclusivo? —Sabía que Dante había
usado encantamientos rudimentarios en el pasado, en particular para reforzar el
escondite subterráneo en el laberinto Buda donde el senador había aprisionado a
Dmitriu y Josh Alexander.
—En este caso, no Tsigana. Este don, este gen, si quieres, viene a través de otro
ancestro; precisamente el que ahora es imposible de saber. Ni siquiera estaba
latente en Tsigana. Pero creo que su descendiente Josh lo tenía en una forma muy
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Sacudió la cabeza.
—Ni nadie con él, excepto Luk. Pero claro, Luk es un maestro en tales
encantamientos.
—¿Y tú?
—Aprendí de Luk.
—Así que, ¿cómo seres humanos al azar, como Dante y Josh y yo, tenemos este
gen?
—Heredado de mi gente.
Sus ojos se ensancharon, fijando la vista en los suyos. Quería tomarla en sus brazos
y besar sus pasmados labios, porque este era un humano con el que estaba feliz de
compartir su ascendencia. Había sospechado antes, mientras su telepatía crecía,
había intentado no tener demasiada esperanza, debido al afecto que se deslizó en
su hastiado corazón con el pensamiento de que Elizabeth era parte de su pasado
así como de su presente.
No pudo evitar el anhelo de esa cercanía extra, incluso aunque lo rechazó. Sólo por
un momento, exultante, cedió a la felicidad.
—Mi gente no eran todos no-muertos, como sabes. Unos pocos de mi estirpe de
vida se emparejaron con humanos y produjeron descendencia en los cuales el don
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estaba latente en su mayoría. Pocos de entre aquellos alguna vez descubrieron sus
dones, por no hablar de captar de dónde vienen.
—¿Quieres decir que psíquicos, telépatas, aquellos que reivindican otros poderes
paranormales, son en realidad descendientes de Antiguos vivos?
—Probablemente, sí, los pocos entre los falsos que son auténticos.
—Cyn en Nueva York —murmuró—. Ella percibía vampiros, sabía dónde habían
estado. Y John Ramsay escuchaba las conversaciones telepáticas de los vampiros.
Debían tener tu gen. —El creciente entusiasmo que iluminaba su rostro se
desvaneció—. Y Dante, quien, como yo, tiene la capacidad de encantar.
Saloman se removió.
—El don no te hace peligroso. Lo que haces con él lo hace. A corto plazo, sugiero
que lo que hagas con él sea asegurar esta casa para ti y tus amigos.
Saloman respondió lo mejor que pudo mientras devoraba su desnudez con ojos
hambrientos. A pesar de que no se había alimentado la noche anterior y necesitaba
sangre, quería más sexo. Ella lo quería también; había olido su excitación desde la
primera vez que lo había visto, y no dudaba de su capacidad para distraerla de su
misión de encantamiento. Seducirla sería deliciosamente fácil. No había nada que
deseara más que pasar las horas de luz enterrado profundamente en su delicioso
cuerpo, arrastrándola de clímax a clímax, cada uno más aplastante que el anterior,
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hasta que estuviera tan derrotada como él. La ferocidad de su pasión alimentaría la
suya propia, y su apetito era voraz.
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Pero ya la había ofendido con su urgencia. Por mucho que ella hubiera disfrutado
la experiencia en las colinas, aún la había lastimado, y aunque no entendía por qué,
se negó a riesgo de herirla de nuevo, incluso al desenfrenado impulso de tomarla y
dominarla, para su placer y perderse en su belleza. Tener a Elizabeth.
—Sí.
Miró hacia atrás sobre su hombro, dudosa, pero él sólo sonrió y la acompañó
escaleras abajo.
—Sí —contestó Elizabeth, con sólo una insinuación de desafío—. Es lo que él dice.
—¡Y para cuando descubramos que no es más que palabrería es demasiado tarde
para darse cuenta de que sólo has sido adormecida en una falsa sensación de
seguridad!”
Él dijo apaciblemente:
Konrad parpadeó.
—De nada. Bueno, Konrad, quiero hacer la casa segura para nosotros. Si no crees
en la palabrería, a pesar de Budapest en mayo, cuando viste el encantamiento del
vampiro Travis en la práctica, y el de Dante, no tendrás reparos en que la realice en
tu habitación. Aunque con un poco de suerte puedes fijar tablas e incluso los
mosquitos no entrarán.
Inclinó la cabeza, y ella comenzó otra vez a encantar la ventana de las escaleras.
Mientras lo hacía, él escuchó, corrigiendo las palabras o los gestos extraños cuando
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era necesario mientras mantenía su mirada en los silenciosamente observadores
cazadores.
Después de intercambiar una rápida mirada con sus colegas, Mihaela simplemente
observó a Elizabeth, un marcado ceño de ansiedad estropeaba una ceja que
transmitía ya demasiada preocupación. István y Konrad permanecieron detrás de
ella, intercambiando planes en voz baja que parecían imaginar que Saloman no
podía oír. Afortunadamente, no desempeñaron ninguno de ellos.
Saloman se alzó sobre sus pies. Mientras bajaba las escaleras, los cazadores
retrocedieron para permitirle pasar. Podría haber habido progresos.
Había muchas entradas para asegurar en la planta baja: no sólo la puerta frontal y
las ventanas, sino las puertas francesas que daban al jardín también. Aunque
Elizabeth fue a la labor con entusiasmo y creciente habilidad, se negó a reconocer
su cansancio.
varias quejas porque los aldeanos no podían entrar en sus casas; los otros niños
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habían encontrado que ciertos árboles de sus preferidos en el bosque se habían
vuelto inexplicablemente imposibles de escalar.
Y así Saloman sonrió ante el placer de Elizabeth, reflejo del suyo propio, y
secretamente reparó los errores que el cansancio empezó a hacer que cometiera.
Más tarde, le recalcaría la importancia de la rigurosidad; por ahora, debía disfrutar
de su triunfo, como él había hecho.
Saloman suspiró.
—¿Por qué deberían los humanos estarte agradecidos por algo? —Chasqueó
Mihaela por encima de su hombro—. Aparte de una estirpe de chupasangres
asesinos acechando en sus calles.
Elizabeth, con la mano alzándose hacia la ventana rota de Konrad, se detuvo. Sus
ojos ligeramente vidriosos se enfocaron en Mihaela, luego parpadeó hacia Saloman
y retrocedió. Frunció el ceño, separando los labios para hablar. Pero no era el
momento, no para Elizabeth.
Ya no corría de una ventana a otra. Arrastraba los pies. Para cuando estuvieron
parados en la tercera habitación, la de Mihaela, arrastraba las palabras y Saloman
tuvo que sujetar su mano a la ventana.
Mihaela, que había estado mirando con expresión pétrea en la puerta, avanzó con
manifiesta alarma, pero con valiente determinación, Elizabeth se forzó a través del
ritual, aunque cuando terminó y se volvió con alivio, trastabilló y Saloman tuvo
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—Está exhausta. Usa una energía considerable, y esto es nuevo para ella. Dormirá
ahora.
Saloman la observó.
112
Mihaela giró sobre su espalda, sus grandes y oscuros ojos chisporroteando con
rabia.
—¡Oh, créeme, he tenido toda la información que necesito para elegir bando desde
que tenía ocho años!
Saloman podía haber mirado, leerlo de su mente más rápido de lo que ella podía
conscientemente pensarlo. Pero no hubo necesidad. Podía suponer la mayoría.
—Siento tu dolor.
La ira que había ruborizado su pálido rostro se drenó, dejando sólo dolor, y algo
así como perplejidad. Dejó salir una risa breve y sin humor.
—¿De ti o de ella?
—¿Es eso de lo que se trata? ¿La estás usando para llegar a nosotros? ¿Por qué?
—No —dijo Saloman, con absoluta verdad. Aunque, como ya le había dicho a
Elizabeth, nunca se oponía a los beneficios secundarios—. Desde el momento en el
que la saqué del Ángel en Budapest, no ha habido coacción. Eligió estar conmigo
por amor.
carne y tan familiar que la mayoría de las veces pasaba casi inadvertida. Aunque
Elizabeth había prometido hacer de su segundo hogar dondequiera que él
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estuviera, ella vino a él muy rara vez. No le importaba que se le recordara el hecho.
Por primera vez en muchos años, encontró difícil mantenerle la mirada a un
humano.
Confianza.
—Mierda, eres buena —se burló—. Casi te creo. Pero pienso que estás proyectando
más bien tus propios deseos que los de Elizabeth.
Se quedó sin aliento; el febril rubor volvió. Pero aunque su voz tembló, aún habló
con furiosa intensidad.
—¿Cómo tú? —preguntó Saloman, paseando junto a ella para abrir la puerta del
dormitorio—. ¿Estar sola te hace feliz, Mihaela?
Mantuvo la puerta abierta para ella, y la lucha sobre si obedecer su claro mandato
se libró visiblemente en su cara. Al final, con una rápida mirada atrás a Elizabeth,
chasqueó:
Los ojos marrones de Mihaela eran enormes en su pálida cara. Bajo su arrogante
mirada, el destello de desafío se desvaneció en algo más cercano a una súplica.
—Debes ver que esa no es forma de vivir para ella —susurró—. Está perdiendo
todo lo que es, todo lo que la hace ser Elizabeth, sólo para pasar unos pocos días al
año contigo. Toda su vida podría desaparecer así si no la liberas. No la hagas
envejecer y morir así. Mientras tú vives incesantemente, si…
—¿Si alguien no se las arregla para estacarme? —ofreció Saloman. Las palabras de
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—Eres un ser bueno y decente —constató—. Puedo ver por qué Elizabeth te
aprecia. Pero tu aguda percepción es algo estrecha de miras. ¿Está un vaso medio
lleno o medio vacío? ¿Tenemos que concentrarnos en las diferencias o en las
similitudes?
Mihaela frunció el ceño, pero no interrumpió. Saloman dejó que sus labios se
curvaran.
—He luchado con vampiros toda mi vida. ¡He conocido, observado y matado
bastante más que unos pocos!
—Pero siempre estás luchando contra el mismo, ¿no es así, Mihaela? —dijo
suavemente, y por fin ella liberó su mirada.
—¿Qué tiene esto que ver contigo y con Elizabeth? —prácticamente gruñó.
—Todo —dijo Saloman—. Me juzgas mal como juzgas mal a mi gente. Hay
utilidad incluso en los vampiros modernos, a pesar de que necesitan ser enseñados
y disciplinados.
Saloman sonrió.
—Una vez cazadora, siempre cazadora; una vez vampiro, siempre un vicioso,
irreflexivo asesino. Esa no es forma de avanzar. ¿Te sorprendería saber que mi
gente caminaba por la tierra antes de que los tuyos pudieran permanecer erguidos?
Sin embargo, no te arrebato el mundo. Simplemente rechazo tu derecho a
quitármelo a mí. Hemos vivido juntos antes; podemos hacerlo de nuevo.
116
Saloman sonrió y esperó hasta que estuvo seguro de que no se le ocurría nada que
decir, y luego inclinó su cabeza con cortesía y, abriendo la puerta del dormitorio,
volvió al interior.
Mihaela fue despacio escaleras abajo y a la cocina, donde cogió la cafetera y volcó
el café que quedaba en una taza. Parecía lodo, pero lo removió con dos cucharadas
de azúcar y se lo tragó.
Istvan, con el ordenador portátil abierto delante de él en la mesa del comedor, giró
en la silla.
—¿Todo bien?
—No, no. Está bajo alguna clase de promesa a Elizabeth que parece preparado
para mantener. Nunca me tocó a mí o a ella de esa forma. Es sólo…—Suspiró y se
dejó caer en la silla junto a István—. Es grande. Todo en él es grande, abrumador.
Pero la parte realmente espeluznante es cuando empieza a tener sentido.
E
l sueño de Elizabeth fue intenso y sexy, y al despertar lo primero que vio fue
a Saloman. Aunque había estado renuente de dejar el sueño, se desvaneció
rápidamente mientras comprendía que la realidad era igualmente buena.
Él estaba sentado en la cama, tan cerca de ella que la manga de su camisa blanca
como la nieve se movía por su respiración. Su mirada oscura sostuvo la de ella, y
ella sintió mariposas en el estómago. Sonrió.
—Hola.
—Tenemos un rastro de los vampiros. Mustafa y los otros encontraron dos cuerpos
en una cabaña desolada.
—Eso lo sabemos, pero deben estar cerca. A juzgar por cuando los dueños fueron
asesinados, fue casi al amanecer.
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—Están a ciento sesenta kilómetros al este de la cabaña. Y viajando.
—¿Cómo?
—¿Podremos alcanzarlos?
—Ahora lo hace.
—Tenemos que intentar detenerlo antes de que llegue a Estambul —dijo Mihaela
muy seria, con un énfasis en el “Nosotros”—. Si allí irá. Está matando por todo el
camino.
Salió del cuarto con una gracia perfecta, y sin mirar atrás. Mihaela alzó las cejas
hacia Elizabeth.
—Qué seguridad que nos das a todos —dijo Mihaela mientras se sentaba atrás.
Dijo:
—El alcance no importa. Luk ha recordado sus habilidades, y han superado los
esfuerzos sin sentido de Dante. Luk no será encontrado hasta que no decida serlo.
—¿Qué demonios está haciendo? —demandó Konrad, pasándose una mano por el
121
cabello con frustración. Elizabeth se acercó más a Mihaela para evitar el codo
amenazante—. ¿Dónde va?
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Saloman se encogió de hombros.
—Busca apoyo para que pueda entrar a Estambul con una guardia potente. Sabe
que lo están buscando, sabe que han matado a sus seguidores. Quiere paz para
reclutar, para ganar fuerza y seguidores.
—¿En qué sentido —preguntó Saloman con interés—, es ese un buen comienzo?
Konrad gruñó.
Elizabeth, convencida de que sólo jugaba a esto para poder indicarles que les había
advertido que perdían el tiempo, sospechaba que pronto comenzó a disfrutarlo.
Sus comentarios sobre puntos hermosos y lugares famosos se hicieron más ricos en
122
historias y nombres del pasado y relatos que seguramente nunca llegarían a los
libros.
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Al principio sorprendidos, incluso sospechosos, los cazadores no parecían poder
detenerse de hacer preguntas, y mientras caían en su hechizo, Elizabeth sintió un
destello de orgullo por todos ellos. Incluso cuando la luz desapareció y la
oscuridad los rodeó, y ya no podían ver claramente los picos de las montañas ni los
riachuelos secos que lo inspiraban, seguían escuchando y preguntando.
Y luego Saloman detuvo el auto. No había razón aparente para ello, en un camino
entre dos villas, con ninguna vista para comentar, ninguna casa de la que
sospechar. Saloman ahora miró por la ventana, y a cierta distancia del camino, del
otro lado de la carretera, Elizabeth podía ver unas extrañas siluetas, quizá carpas y
autos.
—¿Una vez?
—Entonces a comer.
Saloman dijo:
No había nadie con vida. Los vampiros habían masacrado, secándolos y dejando
los cuerpos donde los encontraron. Uno de los carros estaba caído, quizás para
vaciar a sus aterrados ocupantes, quienes ahora yacían esparcidos grotescamente
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alrededor, sin sangre. Una carpa estaba medio caída por la lucha de alguien por
huir. Una pareja había sido dejada uno arriba del otro.
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No era sangriento, porque apenas se había desperdiciado sangre, pero aún así eso
parecía añadirle horror a la escena. Todo el campamento estaba lleno de cadáveres.
Las moscas volaban sobre ellos, y el aire, pesado con la muerte, parecía colgar
inmóvil, pesado y espeluznante.
—E intentaste decirme que había bien en estas criaturas. —La voz de Mihaela
sonaba ahogada—. Por el amor de Dios, ¿dónde ves el bien de esto?
—Es difícil pensar en una circunstancia en la que esto podría ser considerado bien.
Eso no era justo. Zoltán y sus seguidores cometieron esos crímenes en el granero.
La única vida que Saloman tomó había sido la de una mujer ya dañada más allá de
la recuperación por los vampiros de Zoltán. Pero la defensa de él de Elizabeth
murió en su garganta, reprimida por el horror actual, o quizás por el conocimiento
de que lo que fuera que dijese sonaría como una excusa.
Konrad se alejó.
—¿Por qué? —dijo Elizabeth desesperada—. Si, como dices, la memoria de Luk
está volviendo, y se oculta de ti, ¿por qué dejar esta barbarie detrás de él?
¿Realmente es tan macabro?
—La cordura es relativa. Creo que quiere advertir a los cazadores. Y recibirme a
mí.
—¿Cómo Leith? —dijo Mihaela. Leith, Escocia, donde el octubre pasado cuatro
cadáveres jóvenes fueron encontrados con las gargantas abiertas y sin sangre.
—De alguna manera —dijo Saloman—, creo que vuelves al asiento delantero.
—Oh, no harán eso. Siguen creyendo que puedo encontrar a Luk. No puedo.
—Saloman —apretó más su agarre—. Saloman, ¿por qué los dejaste en la cabaña?
¿Por qué volver a la villa?
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—Sangre y sexo. Quería hacerte el amor.
—Saloman…
—¿Adónde?
—Éste.
Saloman encendió el auto y condujo colina arriba. Sin ninguna indicación de los
cazadores evitó la curva que llevaba al próximo pueblo, y dobló hacia el este.
Nadie preguntó, pero el humor comenzó a volverse uno de esperanza, como si
imaginaran que Saloman realmente había encontrado un rastro.
La mirada de él nunca dejó el camino. Pero sus labios se movieron levemente, casi
en una sonrisa, como si supiera.
—No recuerdo eso —dijo Mihaela. Los cazadores tendían a ser de pensamiento
unificado, casi coordinado. Muy seguido, las noticias importantes les pasaban de
lado, porque vivían en un mundo crepuscular aparte—. ¿Fue muy malo?
El pueblo parecía una gran obra en construcción. Había muchas casas en diversos
estados de destrucción. Rodeaban una plaza semi-destruida. Aunque ya había
construido un minarete, y los inevitables altavoces estaban instalados en los postes
de luz, listos para llamar a rezar a toda el área. Aunque era tarde, todavía había
unas personas sentadas en sus porches, disfrutando el fresco de la noche, mirando
a sus hijos jugar en las calles o en sus jardines entre cabras.
Una mujer sentada afuera de su tienda los saludó, lista para hacer negocio, sin
importar de qué fuera.
—¿Adónde va? —preguntó Mihaela—. Mierda, él no… —Se detuvo en seco, pero
las palabras seguían en el aire—: No va a morder a nadie, ¿verdad?
Un jovencito, quizá de diez años, salió con su padre, viéndose aburrido cuando los
adultos se detenían a charlar luego de su oficio religioso. Comenzó a moverse
hacia Saloman, quien vagaba alrededor aparentemente admirando la arquitectura.
Sin una palabra, Mihaela fue camino abajo, en modo cazador. Mientras los
hombres la seguían, Elizabeth juró en voz baja y también los siguió, al menos para
intentar prevenir una escena. Podría haberles dicho, si hubieran esperado a oírla,
que Saloman no se alimentaba de niños. Eran los adultos los que consideraba algo
justo, pero no los mataba.
Una vez, este hecho, de que no los mataría, no le importó mucho a Elizabeth.
Morder, beber, invadir otro cuerpo, le había parecido algo que llevaba en última
instancia a la muerte. En algún momento del camino, se había perdido esa idea.
Posiblemente cuando morder y beber sangre comenzó a asociarlo con sexo, con
amor.
Quizá Mihaela tenía razón: se estaba perdiendo a sí misma y sus principios, lenta
pero seguramente por todo lo que él hacía porque, lo que fuera que hiciera, ella no
dejaba de amarlo. ¿Era eso esclavitud?
Mihaela se detuvo en seco, y Konrad casi se la choca. Se veía tan concentrada que
128
Elizabeth preguntó:
Mihaela dijo:
—Es eso lo que están recordando y charlando, el chico y su padre. Saloman los
convenció de irse antes de que ocurriera, les contrató camionetas y autos para
llevar a los lugareños a otra ciudad, que apenas sintió el temblor. Sus hogares
fueron destruidos, pero parece haber tenido que ver en la reconstrucción. Les dio
hombres y materiales, creo. No entendí esa parte. Pero sin duda es su héroe.
Estarían organizándole un festín ahora mismo, con todo el pueblo presente, pero él
se niega. Dice que sólo pasó a asegurarse que todo estuviera bien.
Por supuesto que sí. Tenía sentido. ¿Había venido ese invierno porque sintió el
temblor? ¿O sólo a presentar sus respetos a la tumba del primo que mató? No
importaba. Los había salvado, sin nada de la publicidad que acompañó a su rescate
en Perú, lo que la hizo pensar que había sido inspiración del momento.
Era una buena pregunta, y ella probablemente sabía la respuesta. Él quería que los
cazadores vieran esto, un perfecto contraste a la carnicería en el campamento hecha
por sus enemigos. Quizá realmente había pasado a ver cómo la llevaba la gente,
hablar con algunos amigos mientras estuviera en la región, pero ciertamente usaría
los beneficios del camuflaje, como siempre.
Cuando las furiosas protestas no la golpearon, volvió a abrir los ojos. Saloman,
habiéndose despedido del padre y el hijo, ahora era el centro de un gran grupo,
como un príncipe lo suficientemente gracioso para reunirse con ellos. Los
cazadores miraban la escena como embobados.
Elizabeth dijo:
—¿El terremoto peruano la semana pasada? Fue grande, mayor que este.
130
—Pero nadie murió. Es verdad que no era una gran población, pero él también los
puso a recaudo.
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—¿Te dijo eso? —preguntó cínicamente Konrad.
—Come tu helado —recomendó ella, siendo consciente por primera vez de que el
suyo se derretía en sus dedos. Se sentía irreal, comer helado en la oscuridad, en
silencio, mientras los locales adoraban al vampiro. Cuando terminaron, se
movieron más lejos de la escena, hacia el lugar donde los obreros se lavaban los
pies antes de entrar, y se enjuagaron el pegote de las manos.
¿A
dónde va él? —preguntó Mihaela. Cuando entraron a la villa,
Saloman dio un paseo hacia el pueblo sin alguna explicación.
— Poco dispuesta a arruinar el sorprendente ablandamiento de los
cazadores hacia Saloman, Elizabeth dijo:
—¿Es así cómo logras vivir, Elizabeth? —Curiosamente, no se lo había dicho con
agresividad, sino con curiosidad.
—Es la verdad. Es por eso que te has dado cuenta que la cuenta de muertos
relacionadas con vampiros se ha reducido drásticamente. Saloman lo ha prohibido,
excepto en algunas circunstancias de defensa o justicia que sin duda podría
significar poco para ti y para mí. Los vampiros pueden alimentarse perfectamente
de manera adecuada sin matar o torturar. —Caminó por la sala hacia la cocina—.
¿Café?
—Café.
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Había sido un extraño recorrido. Saloman había manejado demasiado rápido, por
lo que los cazadores se habían aferrado a sus asientos. De hecho, incluso Elizabeth,
que era muy consciente de las reacciones deslumbrantes de Saloman, había cerrado
los ojos en varios puntos. Al pasar los coches de policía, curiosamente habían
estado inconscientes de su temeraria velocidad.
—Porque podía.
—¿Cómo? —preguntó.
—Eso es algo muy difícil para explicar a un humano. Sólo voy a decir que puedo
133
escuchar la tierra moverse. —Le mostró a Elizabeth una ceja levantada, que ella
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esperaba devotamente que István no hubiera visto. István se sentó otra vez para
pensar acerca de ello también.
Las imágenes de Perú de “Adam Simon” dejando el éxodo bajo la montaña estaban
en YouTube, junto con la fecha en que fueron tomadas. Los cazadores sabrían
ahora con certeza que Saloman podía no ser responsable del despertar de Luk.
Pero nadie habló de ello. Parecía un asunto trivial junto a la intensidad del
terremoto.
Elizabeth se sentó y los dejó mirar. Deseaba discutir con ellos, decirles todo, todo el
conflicto y dudas, la nueva creencia y esperanza que había venido a ella. Y
anhelaba estar con Saloman, en sus brazos mientras hablaban de las mismas cosas,
acerca de las posibilidades inherentes a su talento increíble.
Fue un golpe mortal. Elizabeth vio sus esperanzas desinflarse como pelotas de
playa.
—La otra cosa que pareces olvidar en este acogedor escenario de unión de
Elizabeth es, ¿quién maneja esta coexistencia? —Konrad se sentó otra vez, seguro
de tener su atención—. ¿Quién gobierna? —preguntó, extendiendo sus manos—.
Saloman, por supuesto. Lo cual, si recordamos, es lo que se propuso desde el
momento en que Elizabeth lo despertó. Ha tenido su venganza, ha tenido su
diversión, y está construyendo su poder como si no hubiera un mañana. A este
paso, ustedes chicos son los próximos en la mira. Pero por mi parte, no estoy
cayendo en ello.
Elizabeth, dejándolos con su discusión y sus argumentos, subió las escaleras hasta
su habitación. El cansancio parecía haberla atrapado, para ella la habitación parecía
demasiado lejana. Con una sensación de alivio, empujó la puerta y prendió la luz.
—Veo que mis “cerraduras” no son tan buenas después de todo —logró decir.
—Algo así.
—Les dije acerca de Perú —dijo abruptamente—. Quise decírtelo, hablar primero
contigo… Iba en camino a Perú para encontrarte cuando Mihaela llamó sobre Luk.
Casi no vengo. —Con esfuerzo, se forzó a guardar silencio, porque Saloman,
arrojando a un lado su libro, se levantó de la cama y se dirigió resueltamente a ella.
Él no la tomó en sus brazos, sólo la guió con su mano en un gesto familiar que era
a la vez cortés y, debido a su asociación con ella, increíblemente excitante. Le
sostuvo la mirada mientras caminaban alrededor de la cama. Pero estaba siendo
distraída por las respuestas de su cuerpo a su cercanía.
—Tengo tantas cosas que decirte —dijo—. Cosas que estoy desesperada por decir,
porque lo que hiciste en Perú fue tan asombroso, y no entendí antes que…
—Sh-sh —Su mano se deslizó hacia arriba de su hombro, volteando su cara hacia
él. Las llamas de color ámbar parecían saltar de sus ojos oscuros y opacos, y luego
se desvanecieron, y sabía que esta vez no habría interrupción. Esta vez él le haría el
amor. Su interior se derritió; sus pezones, como si trataran de llegar a él,
comenzaron a doler.
—No es tan maravilloso —dijo—. Estaba en México con Travis cuando sentí que
comenzaba el terremoto. Era una cosa sencilla de hacer; apenas me costó algo.
Ambas manos reposaron fuertemente sobre sus hombros. Una débil sonrisa, casi
triste se dibujó en sus labios.
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—Quería complacerte.
—No. —Se encogió de hombros—. En parte sí. Lo hice porque podía, pero al
hacerlo, me imaginé tu placer. —Sus dedos se extendieron, acariciando su
barbilla—. Me imagino demasiado tu placer cuando estamos alejados.
Sus labios estaban fríos sobre los de ella, y sin embargo, con su primer toque
parecía arder. El deseo de apoderó de ella, arrojando su cuerpo contra el suyo
mientras su boca se abría sin aliento, para recibir su beso y darle el suyo.
Buscándolo, enredó sus manos en su cabello, tratando de atraerlo más cerca
mientras la sensación y el sabor de Saloman la consumían. Sus poderosos brazos se
cerraron alrededor de ella, sosteniendo su cabeza firme en una palma mientras
devoraba su boca. Ella se retorció contra su cuerpo, irritada por la ropa que les
impedía estar más juntos, aún amándolo con dureza, los contornos de su
protuberancia de acero se presionaban contra su abdomen.
Sus labios se extendieron con una sonrisa en los de ella rompiendo el beso.
—Necesitas dormir.
—Te necesito —susurró, y buscándolo, volvió a tomar su boca. Sus ojos cerrados,
lo sedujo mientras sus manos recorrían los duros músculos de sus hombros y
brazos. Encontró un camino entre sus casi fundidos cuerpos y comenzó a
desabotonar su camisa.
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No la empujó sobre la cama. La levantó en sus brazos y la depositó ahí,
terminando su trabajo en la camisa y quitándosela para que de esa manera ella
pudiera pasar sus manos sobre su suave y poderoso pecho. Y luego, él la desvistió
con cuidado, acariciando y besando cada área de piel que iba descubriendo.
Cuando llegó a sus pechos, apretó un pezón entre sus dedos convirtiéndolo en un
pico mientras besaba y provocaba al otro, ella se arqueó contra él, pidiendo, casi
exigiendo su presencia dentro de ella.
Él pasó su mano, deslizándola entre sus muslos. Sus ojos por encima de su rostro
de ensombrecieron imposiblemente mientras sentía cuan mojada estaba por él.
—Quiero besarte ahí —susurró él—. Y aún, necesito ver tu cara cuando te vengas.
Ella tragó.
Él sonrió, moviendo sus dedos entre sus pliegues hasta que encontró el brote
hinchado de su placer. Su boca se abrió en silencio beatico y él la cubrió con la
suya, deslizando un dedo dentro de ella, luego dos, mientras que poco a poco, la
acariciaba con ternura hacia el éxtasis final. Incapaz de mantenerse quieta, se
onduló, retorciéndose en su mano mientras las ondas se reunieron. Su alegría se
reflejaba en los ojos abiertos, brillantes, y en su mente, donde la dejó sentir su
placer y su alegría. Con la mano libre le acarició sus pechos, amoldándolos,
presionándolos e incluso pellizcándolos, con un grito creciente y desesperado de
alegría que ella amortiguó en la boca de él, se sintió al borde.
En algún lugar, en la parte de su cerebro que todavía podía pensar, había planeado
vagamente que tan pronto ella sintiera un orgasmo, le daría la vuelta a él,
empalándose a sí misma en él, y montarlo triunfantemente hasta su propio clímax.
Pero por alguna razón no funcionó exactamente así.
Tal vez el orgasmo había durado mucho, demasiado demoledor, intensificado por
la unión de sus mentes, porque antes de que pudiera moverse, él se extendió sobre
su cuerpo, deslizándose dentro de ella. Pero no para la cogida rápida y frenética
que traería la liberación. En cambio, él se movió lentamente, casi con dulzura,
tomando el tiempo y placer en cada parte de ella mientras se mecía volviendo de
138
Despertó a la luz del día, la brillantez del sol filtrándose a través de las cortinas de
la habitación. Ella supo que él estaba ahí antes de abrir los ojos y lo vio en la
ventana que daba sobre el pueblo. No estaba usando nada más que sus pantalones
oscuros, que no tenían problemas para sujetarse, parecía que estaba observando a
través de un pequeño hueco en la cortina.
—¿Saloman? —Se sentó cuando la realidad en forma de una crisis actual rompió su
felicidad—. ¿Qué está sucediendo?
—¿Por qué? ¿A dónde van a ir? —demandó ella, eligiendo dejar la discusión sobre
la conveniencia de estar escuchando para después.
—A ningún lado aún. Han estado debatiendo los méritos comparativos entre
Estambul y Budapest. Y de sólo quedarse aquí por pocos días para ver qué pasa.
—Están emocionados, asustados, confundidos. Pero lo que sea que les hayas dicho
anoche ha dejado una buena impresión.
—Pensé que habías sido tú quien había dejado esa impresión. —Vaciló, y luego
añadió—: Para algunos, cualquier impresión que hagas nunca va a ser suficiente.
La familia de Mihaela fue asesinada frente a ella por un vampiro cuando era una
niña. Konrad… bueno, Konrad siempre va a tener dificultad en aceptarte.
—Ah. Ese tipo de hambre es más fácil de aplacar. —Con la presión de su cuerpo la
empujó de nuevo a las almohadas y arrancó la sábana que estaba entre ellos. Se
echó hacia atrás y bajo su ávida mirada, Elizabeth se retorció. El calor se apoderó
de ella. A punto de perderse una vez más en la sensualidad, se dio cuenta con un
toque de desesperación que su tiempo juntos pasaría y aún no le decía todo lo que
necesitaba.
—Lo sé. —Él puso su mano plana sobre su corazón, y como si él actuara como un
tubo conductor, su corazón aumentó sus latidos—. Pensé en ti cuando la montaña
se estremeció. Te quería en mis brazos para completar la experiencia.
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—Sentí algo. Alrededor del momento del terremoto. Se sentía como tú. Estaba
asustada por ti. —De mala manera, al parecer, levantó la mirada de su pezón
enrojecido hacia su rostro—. ¿Estabas aún ahí? ¿En peligro?
—Un poco, quizás. Es una locura que no puedo resistir. Amo sentir el poder de la
tierra. Me gusta sentirla cuando se mueve. —Su mano se cerró repentinamente
sobre su seno, y ella gimió, empujándose hacia su palma—. Te quería a ti cuando
lo hice. Quería estar amándote y mostrarte dos clímax en uno. Quizás es eso lo que
sentiste. O tal vez fue el despertar de Luk inmediatamente después de eso. Porque
eso realmente me asustó.
—¿Por qué? —Jadeó mientras él bajaba sus labios hacia el otro seno y comenzó
lamerlo con su ingeniosa lengua sensual.
—Saloman. ¿Puedes matarlo ahora? —Ella no quiso decir con su fuerza física, y
ambos lo sabían.
—Sí, puedo matarlo ahora. Estás muy húmeda entre tus piernas. Quizá hay algo
más que puedo hacer por ti.
Ella empujó hacia su pecho, y éldejó que lo empujara y se diera la vuelta hasta que
ella estuvo sobre él.
—Y yo por ti —dijo, poniendo sus manos sobre su pecho para levantarse. Encontró
equilibrio sin dificultad, capturándolo entre sus muslos, y ajustando su posición.
Luego, su regazo nunca dejando el suyo, se sentó sobre él y gimió cuando él la
llenó. El empujó hacia arriba, agarrando sus caderas, y todo lo demás desapareció
en la lucha frenética y sensual para el control de su amor. Sólo estaba Saloman, y
amor, fiereza, calor, placer imparable.
Él estaba tomando demasiada. Tuvo que forzar a su boca a aflojarse, para curar la
herida antes de que el dolor se introdujera. Conforme sus convulsiones
142
—Para ser justo —dijo calmadamente—, no hay nada que puedas hacer para
detenerme.
Por un instante ella se quedó inmóvil, como si le sorprendiera haber recibido una
respuesta, como si no se hubiera dado cuenta que había hablado en voz alta.
Luego, ella levantó su mano y apoyó la barbilla en su mano para mirarlo.
—Pero de eso se trata. Podía decir no, y tú no lo harías. Eso es confianza. —Ella le
dio una sonrisa rápida, irónica—. Por supuesto, no puedo confiar en que no
morderás a alguien más que te diga no...
—Ella dijo algo la noche pasada que me molestó. Dijo que yo no confiaba en ti. Y lo
hago.
Ella deslizó una de sus manos hasta su pecho para tocar los labios de él.
Ella sonrió.
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—No aún. —Abrió los labios de nuevo, como si ella dijera más; luego, como si
cambiara de opinión, lo beso en su lugar. Saloman no tuvo objeción a eso. Sostuvo
sus nalgas, acariciando y amasando hasta que se deslizó en sus manos, trazando
besos en su pecho y vientre, y llegó, inevitablemente, al rígido obstáculo de su
polla. Aparentemente no era un obstáculo, ya que recibió más de su cuota de
besos. Cerrando sus ojos, él enredo sus dedos en el cabello de ella y la dejó seguir
su camino. Era dulce e intenso y lo dejó momentáneamente indefenso.
Saludos, Saloman.
Enojado, Vengativo. Reuniendo fuerzas, viejo y nuevo. Todas las cosas que tú esperas. Y
temes.
La risa de Luk era burlona, muy fuerte y demasiada para cualquier distracción que
lo hubiera causado. Eso hizo eco alrededor de la cabeza de Saloman, desalentando
su cálida, sangre saciada.
Lo sé
—Nada. Sólo quiere que sepa que es fuerte. Lo que puede significar que todavía no
es lo suficientemente fuerte como desearía. El apoyo de los vampiros turcos no
llega tan rápido como él esperaba.
—¿Sabes eso?
—Sé que siempre habrá algunos vampiros tentados por el retorno del caos. Sé
quien es todavía leal a mí. Y fuera de Estambul que es la vasta mayoría, al menos
mientras se sabe que estoy en Turquía.
Tú deberías quedarte. Siempre “tú” nunca “nosotros”. ¿Por qué él quería eso? ¿Por
qué él siempre quería más cuando ella ya era todo lo que él necesitaba? ¿Cuándo él
podía sentir con cada mirada, cada toque, que ella moriría por él?
—Quizás. Pero tengo muchas otras cosas qué hacer en muchos otros lugares. No
puedo permitir que esta rebelión se esparza más allá de Turquía. Y ambos sabemos
que él vendrá a Budapest eventualmente.
—Lo sé tan bien como conozco a Luk. Recordará la profecía que él hizo siglos
atrás. Esa donde en Buda y Pest iniciaría una nueva era, cuando yo soy suplantado
y el nuevo amanecer del vampiro se rompa.
145
—No son gilipolladas —dijo él juiciosamente—. Pero diría que está abierto a
interpretarse.
—No que pueda recordar. Pero entonces, él no ve todo, y no dice todo lo que sí ve.
Y muchas cosas no han pasado todavía que quizá nunca lo hagan. —Él la soltó, y
ella se sentó.
—Tengo hambre —dijo ella, buscando por su ropa—. Iré por café y el desayuno.
—Y luego ven a la cama —dijo él, levantando un codo para verla vestirse. Era una
experiencia que siempre encontraba particularmente erótica.
—Necesitas coger más —dijo él, y antes de que su sonrojo comenzara propiamente,
él se acercó demasiado rápido para que ella lo viera y la arrastró nuevamente a la
cama.
Pudo haber sido peor. Ella pudo haber estado desnuda en sus brazos, perdida en
medio de un orgasmo simultáneo. Al menos estaba completamente vestida, y a
pesar de que Saloman se cernía sobre ella con intención, en realidad no estaba
manoseándola. Sin embargo, no pudo evitar empujar el agarre de Saloman.
Mihaela dijo:
146
—¿Qué está sucediendo? —dijo Elizabeth, tal calmadamente como pudo. Ella
entendió que esto era difícil para Mihaela. Era una cosa aceptar que su amiga tenía
un amante vampiro; y otra muy distinta arrojarle la realidad a su cara,
especialmente cuando esa realidad era un gran Saloman, desnudo, con piel suave y
grandes músculos. No era sólo su belleza masculina exótica abrumadora; era su
sola presencia.
—Hemos hablado con Mustafa y pensamos que deberías quedarte aquí por
algunos días. —Otra vez los ojos de Mihaela vieron con alarma mientras Saloman
se levantaba de la cama y caminaba a través de la habitación para encontrar su
camisa. Ella arrastró su mirada de vuelta a Elizabeth—. Mustafa y su gente
vendrán como un apoyo secreto. Esperamos que tú y Konrad… y Saloman, si se
queda alrededor… probarán ser suficiente carnada para traer a Luk y Dante esta
vez.
—Sospecho que soy la única carnada que contará para Luk. Y él no vendrá por mí
hasta que esté listo. Necesito estar en Estambul, pero puedo hacer que mi, eh,
¿firma?... se quede un poco más. Puede engañar a Dante por lo menos.
Elizabeth dijo:
—Tú lo eres.
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—Entonces yo podría haber… —se interrumpió. Pude haberte matado en St. Andrews.
Físicamente. Emocionalmente, ella había sido completamente incapaz, debido a
que ya su amor no reconocido y no querido había sido demasiado fuerte. Ella no
podía hacerlo; nunca podría hacerlo.
—¿Cuándo te vas?
—Hoy.
—El mercado tiene buenas alfombras. Voy a comprar una para Dmitriu.
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Capítulo 10
Traducido por Otravaga
U
n día, pensó Saloman, abriéndose camino a hachazos a través de los
vampiros rebeldes como un vándalo en un campo de trigo iluminado
por la luna, él traería a Elizabeth a esta asombrosa ciudad. Le mostraría
dónde había estado el mercado antes que el ejército cristiano saqueara la ciudad
durante la cuarta cruzada. Le mostraría dónde había vivido él cuando los
otomanos finalmente tomaron Constantinopla y Bizancio cayó. Era una ciudad
cosmopolita de muchas culturas, y Saloman todavía la amaba. Disfrutaría
mostrándosela a Elizabeth una noche cuando las calles no estuvieran llenas tanto
de la sangre de amigos como de enemigos. No que a Saloman le importara la
sangre. Eran las nubes de polvo de los no muertos flotando en el aire lo que lo
enfermaba.
Sin mirar, supo que Volkan, el principal líder de los rebeldes, todavía observaba el
evento desde su punto privilegiado en el balcón de la Torre Gálata, rodeado por
sus guardaespaldas. Como si imaginara que estaba a salvo ahí arriba, mientras sus
estúpidos seguidores hacían el trabajo de morir. Era una lucha sin sentido, usada
por ambos bandos como una mera demostración de fuerza. Y sin embargo, ahora
que la presencia de Luk en la ciudad estaba inspirando a los rebeldes, tenía que ser
hecha.
Saloman atacó con su espada, abriéndose camino a través de la calle hacia la gran
torre de piedra del siglo XIV que proyectaba su sombra. Por costumbre, los
vampiros luchaban en un adusto silencio, pero había poca esperanza de ocultar
una gran lucha en la calle principal de los humanos que vivían en los muchos
apartamentos que bordeaban el campo de batalla de los vampiros. Cortinas
retorciéndose, voces agitadas, veloces sombras en ventanas y balcones, todo eso le
decía a Saloman que la policía estaría pronto de camino.
garganta. Un agudo grito rasgó el aire, mientras alguien, tal vez la esposa de la
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víctima, presenció el ataque. El asunto iba en aumento. Los humanos
intervendrían, incluso antes de que la policía llegara.
Demasiado estúpido para vivir. Y demasiado codicioso para ser tolerado. Tan
rápido como el pensamiento, Saloman usó la estaca que había estado reservando
para Volkan y saltó a través del polvo restante del tonto para aterrizar de frente a
la línea de fondo de los rebeldes que defendían la torre. Fue un movimiento
inesperado que colocó a sus enemigos entre él y sus aliados, y pudo sentir la
alarma de Volkan filtrándose desde arriba. El líder rebelde incluso retrocedió en su
balcón, fuera de la vista de Saloman.
Saloman saltó de todas formas. Alcanzó la lisa pared de piedra sólo a unos cuantos
metros por encima de las cabezas de los vampiros, y oyó más de una risa de burla.
Esas tampoco duraron. Incluso mientras un emprendedor rebelde saltaba tras él,
sin duda con la intención de derribarlo de su precaria posición, Saloman trepó la
torre. Era una mezcla de correr y saltar, sin apenas puntos de apoyo para manos o
pies, como un enorme insecto, lo suficientemente rápido para aturdir a ambos
grupos de combatientes debajo.
Saloman apartó con su espada las estacas que eran empujadas, y con uno de sus
veloces movimientos, más rápido de lo que cualquier vampiro moderno podía ver
claramente, simplemente tomó a Volkan por el cuello y lo balanceó alrededor de
modo que actuara como un escudo contra los guardaespaldas que quedaban.
Abajo, supo que la lucha había ido disminuyendo mientras todo el mundo miraba
hacia la torre para ver qué sucedería a continuación.
Volkan sabía que iba a morir. El miedo, así como la resignación, se destacaron en
sus desafiantes ojos.
—Puedo —dijo Saloman para que todo el mundo pudiera escucharlo, telepática y
físicamente—. Y lo haré. Se acabó.
comunidad rebelde y ellos lo sabían. Pero tenía poco tiempo para analizar su
efecto. Las sirenas de la policía estaban acercándose. El zumbido de las agitadas
conversaciones humanas se estaba incrementando. Podía sentir cazadores.
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Saloman mordió la garganta de Volkan y atravesó sin piedad el parloteo mental de
furia, temor y resistencia del vampiro moribundo. ¿Dónde está Luk? ¿Dónde te
reuniste con él?
Aquí en Estambul. Has hecho todo esto para nada. Sólo comenzará de nuevo.
—Mucha gente vive aquí —dijo Saloman, dando un vistazo a lo largo de la calle,
luego dando la vuelta para caminar alrededor del balcón que rodeaba toda la torre.
Las impresionantes vistas de la ciudad y del mar, que no habían cambiado mucho
en casi setecientos años, eran incomparables. Los genoveses habían sabido de lo
que trababa cuando habían construido esta torre para proteger su colonia.
—La verdad no puede ser ocultada completamente —dijo Saloman. No hay mal que
por bien no venga…
—Oh, sí. Está aquí. —Un foco invisible e ilocalizable de descontento. Volkan tenía
razón: todo comenzaría de nuevo. Eso era lo suficientemente malo, pero lo que
verdaderamente preocupaba a Saloman era que eso pudiera extenderse por el
mundo entero. Que todo lo que él había construido hasta ahora se vendría abajo y
todos sus grandes planes nunca llegarían a nada.
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—Amintas —dijo Mihaela, cuando ella y Elizabeth habían recuperado el aliento
después de subir lo que se sintieron como cientos de escalones—. Me pregunto,
¿quién era?
—Siempre vale la pena llevar a una historiadora contigo cuando visitas lugares
históricos —dijo sarcásticamente.
—¡En serio, no creo que nadie sepa mucho más que eso! ¿Me pregunto si él estaría
sorprendido de que todavía estemos hablando de él dos mil quinientos años
después de su muerte?
—Creo que estaría satisfecho. No tendrías una tumba así si estuvieras feliz con
hundirte en el olvido histórico. Es como vivir para siempre.
—¿Vivo cuando este tipo lo estaba? —terminó Elizabeth por ella, decidida a
mantener la conversación natural—. Sí, probablemente. Incluso pudo haberlo
conocido si era así de importante. Le preguntaré.
Mihaela tomó otro trago y volvió a colocar la tapa en la botella antes de mirar de
nuevo a Elizabeth.
153
—No. No esa parte. Para ser sincera, siempre me fascinó lo mucho que podía
aprender de él. Fue amigo de Vlad el Empalador, del rey Stephen, de emperadores
y príncipes, de soldados y de académicos a lo largo de la historia conocida… y
desconocida.
—Él podría haber construido esto. Cientos de años antes de que Cristo naciera. —
Se estremeció—. ¿Quién quiere vivir para siempre? —repitió—. Saloman. —Se
volteó abruptamente para enfrentar a Elizabeth—. ¿Y tú?
—No. —Se movió para apoyarse sobre el antiguo pilar y miró hacia abajo a la
pintoresca ciudad y el brillante mar azul salpicado de barcos. El sol brillaba en su
rostro, caliente e implacable. Se sentía bien—. Pero a veces creo que sería agradable
tener un poco más de tiempo.
—¿Hay alguna duda al respecto? La forma en que luchaste contra esos vampiros
en la villa, nada ni nadie puede hacerte daño. —Contuvo el aliento—. Elizabeth…
¿estás… enferma?
—Oh, Señor, no. —Deseando no haber hablado nunca, Elizabeth trató de restarle
importancia. Había querido que alguien escuchara y se riera de sus temores
estúpidos; no había querido que Mihaela la viera así, como si ya estuviera
muerta—. Pensé que podría tener algo que ver con la matanza de vampiros, eso es
todo.
—No, no creo que sea eso tampoco. Parece ocurrir en todo tipo de momentos
ocasionales, cuando no estoy cerca de vampiros o de cualquiera de estas cosas.
—La otra noche, cuando los vampiros atacaron. Después de que matamos los de la
habitación de Konrad y yo estaba mirando por la ventana para comprobar que no
había más. —Elizabeth alejó lentamente el hombro de la columna—. Fue muy
breve. Parecí ser capaz de sacármelo de encima por pura fuerza de voluntad esa
vez… lo cual es otra razón por la que creo que no es grave.
Elizabeth tomó otro sorbo de agua y se arrodilló para volver a poner la botella en
el bolso.
—A mí no. Y nadie más ha mencionado alguna vez tales síntomas. No creo que
tenga nada que ver con la caza de vampiros. Creo que deberías ver a otro médico.
Le preguntaré a Mustafa sobre…
Mihaela se colgó el bolso al hombro y dio dos pasos antes de girar rápidamente
para enfrentar a Elizabeth.
labios sin ser dicha. ¿Embarazada? ¿De Saloman? ¿Era posible que un vampiro
hiciera un niño? Sin quererlo, se tocó el vientre, preguntándoselo. Preguntándose
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cómo sería llevar al hijo de Saloman. Una oleada de arrepentimiento la golpeó
como un tren de vapor y tuvo que cerrar los ojos.
—¡También soy una mujer relativamente inteligente que sabe cómo usar la
protección adecuada! —Desde que lo había conocido, nunca había habido nadie
más ni en su corazón ni en su cama. Y nunca había sido necesaria ninguna
protección con Saloman, quien no albergaba ni enfermedad ni semilla en su cuerpo
hermoso, sensual, antiguo y no muerto.
—Cambia el tuyo, Elizabeth —suplicó—. Por favor. Antes de que sea demasiado
tarde.
Elizabeth dejó caer su mano y miró hacia el cielo azul sin nubes. El sol era cegador,
incluso desde el rabillo del ojo.
Mihaela se estremeció con el calor y dio el primer paso para bajar la colina.
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—Creo que hemos sido lo suficientemente profundas por un día. Vamos a beber
vino en el puerto.
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—Suena bien para mí.
Almorzaron con una botella de vino local en uno de los restaurantes a lo largo del
paseo marítimo, sentadas a una mesa afuera y mirando a la gente y los barcos
pasar. Relajadas por el ejercicio de la mañana y la belleza de sus soleados entornos,
hablaron de trivialidades, de Josh Alexander, del problema de Luk, y de la política
interna de la organización de cazadores.
Elizabeth le contó a Mihaela sobre John Ramsay, el joven soldado escocés que
había sobrevivido a una emboscada de talibanes sólo para ser atacado por
vampiros.
—Bastardos —observó—. Ése el tipo de carnicería que ocurre cuando alguien crea
problemas y hay una disputa por el liderazgo. También está sucediendo en
Estambul. Hubo una lucha enorme allí la otra noche. Un hombre murió. Tu
soldado, ¿se está recuperando?
—Sí, eso creo. Ayer me envió un correo electrónico diciéndome que ya está fuera
del hospital, recuperándose en su casa. Él es un tipo interesante, sin embargo.
Podía oírlos hablando, telepáticamente, mientras el ataque estaba sucediendo.
—No lo creo. Estaba hablando con Saloman al respecto, y él dice que ciertos seres
humanos tienen un gen heredado de su gente, los que nunca se convirtieron en no
muertos, obviamente, que se cruzaron con los humanos. Aparentemente el gen les
da habilidades paranormales latentes, como la telepatía y el encanto.
—¿Y Konrad?
—No estoy segura. Tal vez. Simplemente me di cuenta de que estas personas
deben tener extrañas experiencias inexplicables en sus vidas que podrían hacer que
sea más fácil para ellos creer en otras rarezas paranormales.
—Exactamente.
—Pero creo que ya lo está, Mihaela —dijo Elizabeth, bajando la copa con énfasis—.
Creo que ya está afuera y está creciendo. Estaba siguiendo la historia de John en
Internet y encontré montones de referencias y rumores levantándose durante la
rebelión afgana y esparciéndose incluso desde entonces. ¿Qué tal si eso sucede
aquí también mientras la revuelta se esparce? Hay que admitir que las historias
más extrañas van a ser desestimadas por la mayoría de las personas, como las
llamadas peleas de pandillas en Nueva York esta primavera, pero ¿no crees que
todo esté sumando a que más y más personas lo sepan?
—No estoy segura de que tengas razón. —Elizabeth se recostó para dejar que el
mesero quitara su plato vacío mientras Mihaela le pedía dos cafés turcos. Cuando
él se fue, se inclinó hacia delante de nuevo—. Pero de cualquier forma, mi punto
es, si la gente se vuelve consciente, ¿la organización tiene algún tipo de plan para
lidiar con eso?
Mihaela se estremeció.
—Eso es un poco fatalista, ¿no crees? Me imaginaba que ustedes serían mucho más
intervencionistas.
—Oh, nosotros estaremos ahí, pero dudo que muchos de nosotros vivamos para
contarlo, por no hablar de conseguir una magnífica tumba como tu amigo Amintas
allá arriba. —Sacudió la cabeza hacia la colina detrás de ellas, pero a pesar de su
humor sardónico, Elizabeth sabía que la idea la paralizaba seriamente más allá de
todas las otras catástrofes posibles.
—No creo que deba ser así —dijo Elizabeth. Vaciló, luego agregó—. Saloman
tampoco querría una guerra. Si tuvieran algunas líneas de comunicación abiertas
con él y los demás líderes, podrían ser capaces de evitarla. Y una educación
gradual de los seres humanos podría evitar el pánico al que tanto le temes.
La mirada de Mihaela se volvió sombría. Levantó su copa y bebió algo más que un
sorbo antes de volver a bajarla.
—¿Sabes qué detesto, Elizabeth? Detesto no saber si estás exponiendo tus propias
ideas o las de él.
Elizabeth se recostó una vez más, desviando el dolor. Después de todo, no había
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Mihaela tuvo la decencia de dejar caer su mirada hacia su copa, pero un momento
después, volvió a mirarla con una sonrisa torcida.
—No creo que seas un monstruo, idiota. Creo que estás enamorada de uno.
—¿Esperando vampiros?
Ella se enderezó.
—No están viniendo, ¿verdad? Toda la acción está en Estambul. Justo como dijo
Saloman.
—Mustafa ha ido para allá. Le pidió a Konrad si podía llamarnos para pedir ayuda
adicional si la necesitan.
—Lo suficientemente malo. —Se sentó en la tumbona junto a ella, apoyando los
codos en las rodillas—. ¿Es por eso que estás sola aquí afuera? ¿Preocupándote de
si hicimos las cosas mal?
István no dijo nada más, simplemente se sentó y esperó. En los alrededores las
cigarras chirriaban, suministrando música de fondo constante. Algo que podría
haber sido un mosquito pasó junto a su oreja. Mihaela lo ignoró.
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Elizabeth le había contado una confidencia hoy; lo entendía. Pero necesitaba otro
punto de vista, y no había nadie en el mundo en quien ella confiara más que en
István.
—¿La que pensamos que podía estar relacionada con Elizabeth? —dijo István—.
Por supuesto.
—“Para ver la nueva era, ella deberá renunciar al mundo” —citó Mihaela.
—Tal vez sí. Si lo tomas como “ver la nueva era entrar”, como marcar el
comienzo. Entonces podría significar que ella muere para traer la nueva era.
Una de las cosas que más le gustaba de István era que él nunca desechaba nada sin
considerarlo. Ahora podía verlo considerándolo, mirando fijamente sus manos en
la oscuridad.
—Está enferma —dijo sin pensar Mihaela—. El médico que la vio no pudo hallar
nada malo, pero Elizabeth piensa que puede tener algo que ver con esto. Con los
vampiros y la caza. ¿Y si es algo grave? ¿Algo terminal? O peor, ¿qué tal si es
alguna maldición? ¿Y si él…? —se interrumpió, moviendo una mano con desdén,
porque no podía obligarse a decir las palabras. Sonaban estúpidas dichas en voz
alta.
—Pero lo está, István —estalló Mihaela—. Oh, no me refiero a que tema a Saloman
o a su influencia, ¡porque claramente no es así! Pero creo que la cosa de la
enfermedad la asusta. Qué es, qué puede llevarla a hacer. Y eso es lo que me asusta
a mí.
—Ella ha… crecido, en cierta forma —dijo—. Pero en cualquier forma que importe,
creo que es la misma. Si no lo fuese, no estarías aquí afuera preocupándote por ella.
¿No lo es?
John los ignoró. Mirando entre una multitud de jovencitas en faldas negras cortas y
maquillaje dramático, vio a una mujer observándolo. Aunque no estaba lo
suficientemente cerca como para haber pronunciado las palabras que él había oído,
tampoco lo estaba nadie más.
Volvió sus pasos hacia ella, esquivando a través de la multitud. Ella vestía un
piloto abierto estilo gabardina sobre un vestido rojo que parecía estar pegado a su
alta y esbelta figura. Pero no fue su figura lo que atrajo a John. Fue su aplomo, la
completa falta de vergüenza con la que encontró su mirada. No coqueteaba, no
hacía señas. Simplemente estaba curiosa.
164
Tan pronto como el espacio entre ellos estuvo vacío, John preguntó.
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—¿Quién eres?
Ella se movía demasiado rápido, esquivando entre las multitudes de jóvenes que
llenaban la calle fuera de un club nocturno. Cuando él consiguió pasarlos, no había
ni rastro de su presa. John miró el club con irritación, y se dirigió denodadamente
hacia los porteros que custodiaban la puerta.
¿Qué hay de malo con el club? preguntó la voz de la misma mujer, mitad divertida,
mitad curiosa. No entres si no quieres.
John se detuvo en seco, tirando instintivamente de una oreja. Uno de los porteros
se cruzó de brazos y le dio una mirada de repulsión. John no iba a entrar muy
fácilmente.
John le dio un guiño al portero que le fruncía el ceño y se alejó, con la mano en el
bolsillo. Los dedos de la mano derecha enroscados alrededor del afilado palo de
madera que había puesto allí ayer mismo. Se había sentido como un idiota en ese
momento, pero el correo electrónico de Elizabeth le había instado a hacerlo. Ella le
había dicho que se sentiría más seguro, le había dicho que estaría más seguro. Se
detuvo en la siguiente puerta, una residencia estudiantil.
165
La mujer —la vampiresa— del vestido rojo estaba ahí parada como había
prometido, encendiendo un cigarrillo.
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Entonces, ¿cuál es tu historia, soldado? Piensas muy ruidosamente para ser un mortal.
—Me oíste.
—Cualquiera puede oírte, si así lo desea. Necesitas tener el control de eso para una
vida cómoda. Una vida en absoluto.
—Suficientes.
—Para que puedas toparte con ellos si mantienes los ojos abiertos. ¿Qué tienes en
mente, soldado?
—Tú —dijo John con una media risa, ondeando la mano entre ella y la calle en
general—. Vampiros. Todo esto es nuevo para mí, y no tengo idea de qué hacer al
respecto.
Ella se movió hacia adelante y John apretó su estaca con más fuerza, pero ella sólo
salió de la puerta y reanudó su caminata hacia St. George’s Cross. Con una última
pitada de su cigarrillo, ella dejó caer la colilla al suelo y la pisó.
John le dio una sonrisa torcida y giró de regreso a su casa. Ni siquiera sabía su
nombre, pero sin querer, ella había llenado su zozobrante vida con un nuevo
propósito poderoso. Esperaba que Elizabeth Silk estuviera en línea, porque tenía
miles de preguntas para ella.
Saloman pasó por encima de los retorcidos cuerpos de vampiros heridos que
yacían en las lujosas alfombras de Adile Aslan, hasta que encontró a la misma
Adile, acurrucada sobre un cojín en la esquina. Una vez, posiblemente sólo unos
cuantos días atrás, ella había sido hermosa, rica, ambiciosa y, probablemente,
aburrida. Había administrado un exitoso negocio con su apuesto marido y había
vivido en una gran casa opulenta con dos dulces niños. Y luego, Luk había llegado.
Los niños habían sido llevados por sus abuelos, a los que se aferraban. Su marido
había muerto, y Adile misma estaba delgada, pálida y exhausta, con dos delatoras
167
Era como hablarle a Tsigana. Sólo que Tsigana nunca había sido tan ingenua. Adile
levantó los ojos de la alfombra y hubiera fulminado a Saloman con la mirada si
sólo hubiese sido capaz de reunir la energía. Luk había succionado todo de ella
mientras vivió en su casa, y reclutaba a sus seguidores y a sus prescindibles
luchadores para lanzarlos en el camino de Saloman.
Otro estallido de rebelión resuelto, unos cuantos vampiros más que perdonar y
persuadir. Podría haber estado haciendo progreso, pero mirando alrededor a la
carnicería que era la casa de Adile, Saloman lo dudaba. Necesitaba encontrar a
Luk, y pronto. Casi había llegado a él esta vez. Casi.
—Lejos —dijo Adile, y comenzó a llorar con enormes lágrimas silenciosas. Esas no
eran por su esposo. O al menos, no todavía. Saloman se dio la vuelta y se sentó a su
lado. Su corazón latía rápido con repentino alivio y, más allá de eso, con emoción.
Adile asintió.
Él tenía razón; Luk estaba abandonando Turquía. Había reunido el apoyo que
necesitaba, y ahora, por fin, Saloman podría dejar de pelear la misma batalla una y
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otra vez y devolver la ciudad a la paz. Antes de ir a casa para enfrentar a Luk.
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—No —dijo—. No volverá. —Se lamió un dedo y tocó la garganta abusada y
magullada de la mujer. Ella no se estremeció, pero sus ojos se levantaron hacia los
de él, asustados y sorprendidos—. Que tu dolor te haga fuerte y no resentida.
Todos hemos sido utilizados por Luk.
Poniéndose de pie, atravesó la habitación hacia la puerta. Miró hacia atrás una vez,
y los vampiros que se recuperaban y que habían luchado con él una hora artás se
pusieron en pie con presteza para seguirlo.
E
l vampiro Dante estaba emocionado. Budapest era presa de una enorme
tormenta eléctrica, y el choque del trueno vibró a través de su nuevo yo, tan
ultrasensible como una nueva experiencia. El azote de la lluvia en su cara
vuelta hacia arriba hizo que su piel se sintiera totalmente adolorida, como si fuera
granizo. Sentía como si estuviera dibujando el bifurcado trueno del cielo en su
propio cuerpo, aumentando su fuerza y energía que ya de por si eran enormes. Los
furiosos truenos parecían sólo hacer eco de su propio poder.
Tuvieron ocho vampiros turcos con ellos. No era un gran botín, para el enojo de
Luk, pero si bien la presencia de un Antiguo había impresionado a cada vampiro
que encontraron, Saloman era el nombre y le reputación de la que sabían. El
descontento se aferraría al cuerpo de Luk por un tiempo, usándolo en su búsqueda
de libertad de las restricciones de Saloman en asuntos como el asesinato, pero con
cada derrota se escurrían de nuevo hacia Saloman. Todo lo que Luk podía hacer
era aferrarse a otros rebeldes e irritar a Saloman. Y por lo menos Saloman estaba
molesto.
En el caso de que Luk lo derrotara, sería una historia diferente, por supuesto.
—¿Quién demonios es… —Se interrumpió—. Oh, ¿otra creación de Saloman? ¿Lo
encantó?
—¿Lo descubriste? Bien por ti. Sí, lo encantó, y a través de él todo el edificio.
Sutilmente, y no mal hecho. —Levantó el brazo como si tratara de tocar el ángel,
después dejó caer su mano a su costado—. Lo talló también. El más talentoso
escultor que he conocido. Podría haber sido mejor que Michelangelo… También
uno de los más fuertes vampiros nuevos, ambicioso. Podríamos usarlo, aunque
supongo que se pondrá del lado de Saloman.
Sus ojos brillaron. A pesar de que no hablaba mucho. Luk estaba eternamente
hambriento.
—No sigo las reglas. Las hago —dijo, y abrió la puerta debajo del ángel de piedra.
Impacientemente, Dante hizo señas a los otros para que lo siguieran. En un nuevo
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relámpago, vio al ángel otra vez, y en vez del exquisito tallado, vio ahora sólo una
decoración aburrida, casi sin rasgos distintivos. Seguramente fue un mal presagio.
Como si sus poderes disminuyeran cuando Luk lo dejaba, como si no tuviera el
suficiente control como él quería.
Se dirigió hacia arriba después de Luk, dando de a dos o tres pasos a la vez, lo cual
al menos le ayudó a restaurar su confianza. Dante, antes de haber sido convertido,
había encajado en un hombre de sesenta años de edad, pero nunca se habría
contemplado saltando una escalera empinada a ese ritmo. Como vampiro, al
parecer, todo era posible.
Y una vez que Luk haya matado a Saloman, Dante no podría esperar para ir a casa
en América, expulsar el líder vampiro actual, Travis —una vez cómplice de Dante
y ahora, contra todas las probabilidades, aliado de Saloman— y tomar las riendas
del gobierno humano y vampiro. Hasta ahora no se había decidido en sus
métodos, sino más bien un poco de terror, carnicería y guerra parecía ser lo
mejor.Los humanos podrían ver el poder asesino de sus insospechables vecinos no-
muertos y dejarse llevar en un alboroto inevitable contra ellos. Habría una masacre
en masa, principalmente de humanos, y en el caos podría dar un paso al sabio viejo
senador Dante, asesor de varios presidentes de los Estado Unidos y el político más
influyente de su edad, el único hombre quien puede restaurar la calma y el orden.
Nunca hubieran adivinado que era un vampiro hasta que simplemente no murió, y
para entonces no importaría. Sería demasiado firme con el control.
Pero no era momento de ensoñaciones. Dante tenía que mantener a Luk en orden
mientras lo dejaba impresionar a los vampiros locales lo suficiente como para
seguirlo. Al igual que Turquía, realmente.
Las visitas de Dante aquí como un ser humano habían sido aterradoras, desde que
no había podido hablar con las personas sobre vampiros. Ahora sabía de un
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vistazo, que nunca habría adivinado la gran proporción de vampiros que había.
Definitivamente se trataba de un buen campo de reclutamiento. Ninguno de ellos
si quiera se molestaba en disimular, aparte de Luk, que permitió su estado no-
muerto sólo para ser leído.
Dante, que estaba aprendiendo todo el tiempo, sabía que tenía que mantener en
secreto su propia identidad por un poco más. No querían que Saloman o sus leales
secuaces aparecieran antes que ellos terminaran ahí. Con éste fin, estaba seguro
que Luk los estaba ayudando a encubrirse, para muchos vampiros ellos eran
fuertes, lo suficientemente fuertes para ver a través de la mejor mascara que Dante
pudo reunir. Y entre estos fuertes vampiros estaba la hermosa dueña del Ángel,
Angyalka.
Angyalka cambió su dirección y vino hacia él, su mirada vacilante pero bastante
vigilante y sin ansiedad hacia Luk y sus seguidores.
Lukle habló telepáticamente. Está tratando de buscar a Saloman, dijo con cierto
deleite. La estoy bloqueando, y creo que puede sentirlo, no tiene idea de cómo o quien está
haciéndolo. Nunca me dijiste que ya habías molestado a Saloman a ese alcance.
Seguro. Supongo que debía haberlo leído de ti. ¿Qué otros secretos guardas?
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Un dolor, agudo y agonizante, atravesó su cabeza. Dante no pudo evitar agarrarse
con ambas manos, pero aparentemente el interés de Luk fue corto, así que estuvo
liberado casi inmediatamente. Se sintió como si alguien hubiera aflojado una gran
abrazadera de acero alrededor de su cráneo, y retirado el masivo tornillo que se
había enterrado en su camino hacia su cerebro.
Aliviado del dolor, Dante dejó que su libido se diera prisa en volver a la palestra3.
Sonrió.
Presentía que era donde vivía. Una habitación arriba, atrás del club, impregnada
de su esencia, su presencia.
Ella no lo empujó; y el no aterrizó sin aliento contra la barra. Y aun se sentía como
si lo hubiera hecho. De alguna manera, se liberó de sus brazos y se puso ahora a un
paso de él.
—No tengo sexo con novatos —dijo despectivamente. Lo dijo suficiente alto como
para que el que quisiera escuchara, y en el silencio repentino de la habitación —la
banda había acabado de parar y venían bajando las escaleras para un descanso—
supuso que mucha gente lo hizo. Como sea, antes de que la vergüenza pudiera
golpear, si era lo que iba a hacer, Luk proporcionó una inoportuna distracción.
Dejó escapar una de sus risas salvajes.
Sin ninguna advertencia adicional, alzó uno de sus brazos y agarró a un humano
que pasaba, que resultó ser el cantante guapo de la banda en su camino al bar.
—Estoy hambriento —dijo Luk para sorpresa del joven, y hundió sus colmillos en
la yugular.
174
Podría seguir en Estambul, donde, sabía, una enorme batalla había sido saldada.
De hecho, ella y los cazadores húngaros se habían estado preparando para ir a
ayudar a sus acosados colegas turcos cuando la noticia que había llegado de
Mustafá era que las cosas estaban tranquilas en la ciudad una vez más. Una de las
victimas vivas de Luk, una rica y respetada mujer de negocios, se había adelantado
para contarles a los cazadores todo lo que sabía: que Luk había dejado la ciudad y
no iba volver.
La cabeza de Saloman se asomó por encima de la baranda del segundo piso y ella
se detuvo, abrumada por todo el escenario.
Su corazón se sacudió con satisfacción y esperanza. Pero estaba muy lejos de ella
para que pudiera leer la expresión de su rostro, para leer el difícil pero no
imposible lenguaje de su cuerpo.
—Ven.
—¿Qué es?
Pestañeó.
—¿A mí?
—Para cuando estés aquí. Puedes decorarlas, amoblarlas como mejor te parezca.
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—No estás haciendo esto para mantenerme lejos de tus asuntos, ¿cierto?
—Por el contrario, de hecho. Creí que tal vez te sentirías más en casa si tenías un
espacio que fuera totalmente tuyo.
—En esta casa, nunca sería así. Me gusta compartir contigo. —Se inclinó hacia
adelante y le tocó desde su frente hasta su duro y frio hombro y cerró los ojos por
pura felicidad—. Gracias Saloman.
—¿Sí?
Tragó.
—¿Te haría feliz que hiciera eso? ¿Por vivir aquí un año?
177
—No más auto-desprecio —la interrumpió—. Tú más que nadie deberías saber que
no podemos escoger a quien amar; no necesitamos razones. Treinta años o tres mil
no hacen la diferencia. Siempre he estado atraído simplemente por quién eres, la
belleza que eres.
—¿En serio?—susurró.
—En serio. —Su mirada se movió hacia su cuello—. Pero tú… tú creces día a día, y
eso me fascina mucho más allá del amor.
Se inclinó, atrayéndola contra él para que así pudiera sentir su dureza cada vez
mayor en su abdomen y sus labios en su garganta.
—Déjame probarte —susurró, y ella soltó un gritito ahogado cuando sus filosos y
malvados dientes rozaron la piel sobre su vena. El rubor familiar de impotente
deseo causó que retrocediera contra la pared. Torció su cabeza en una invitación
descarada. De alguna manera, había un placer casi tan sensual en ofrecerse a él así
como en el extraño y demoledor éxtasis que sintió cuando tomaba su sangre para
su propio cuerpo.
Moviéndose contra ella, perforó la piel de su cuello y ella gimió en voz alta.
Saloman la sostuvo en sus brazos y empezó a succionar.
No fue una bebida larga, sino más bien un hola. Retirando sus colmillos, lamió la
herida de la perforación con cariño y levantó su cabeza.
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—Oh, sí.
Cerró sus ojos con un sonido parecido a un gruñido. Y después los abrió, ardían
como carbón quemado.
—¿Ir? ¿Ir dónde? —Se inclinó con indignación, tratando de retirarse y se encontró
siendo empujada fuertemente hacia él de nuevo en un instante, abrazándola.
—Al Ángel. —Liberándola, dio un paso hacia atrás—. Luk y Dante han roto sus
máscaras después de todo.
Dante dudó si haría alguna diferencia importante para el resultado, pero al menos
Luk escogió no matar al chico. Su débil corazón humano seguía latiendo cuando
Luk lo dejó caer, y se desplomó mareado en el piso.
Angyalka levantó una mano para evitar el avance de sus músculos vampíricos, y ni
siquiera registró o le importó la identidad de Luk.
—Soy Luk—dijo el Antiguo con una reverencia—. Guardián de las Profecías de los
No Muertos. Y he venido a ofrecerles un gran regalo: libertad.
—Que amable —dijo Angyalka educadamente. Sus ojos eran cautos pero sin
temor. Si Luk se había desenmascarado, Saloman sabría que estaba aquí. El único
problema era, que ellos no sabían dónde exactamente estaba Saloman. Podía estar
en Budapest o continuar en Turquía. O en cualquiera lugar de los cinco
continentes—. Eh… ¿libertad de qué?
—De reglas patéticas. Los vampiros deberían vivir como vampiros, no como
esclavos de los controles opresivos de mi primo Saloman. Observa a tu salvador.
Sígueme y recuperaras tu libertad.
Podría haber estado enojado, pero simplemente había reemplazado el cauto plan
de Dante con un movimiento audaz propio, y era un bastardo impresionante. En
las misma manera en que Saloman era impresionante. Y, por supuesto, estaba
diciendo lo que los espíritus de los vampiros rebeldes querían escuchar. Dante
podía jurar que no había uno de ellos sin estar conmovido por la esperanza de
hacer lo que desearan. Como prisioneros de cadena perpetua liberados en masa a
la comunidad. ¿Cómo demonios podrían controlar eso Luk y él?
Ella sonrió.
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—Agradezco que el Ángel sea como un microcosmos del mundo —dijo
controversialmente—. Y aquí disfrutamos de la libertad, lo hacemos sólo por las
reglas en las que insisto. Reglas que un caballero acaba de romper.
Angyalka estaba perfectamente a salvo diciendo eso. Sabía tan bien como Dante
que Saloman podría estar en camino, y que ellos no estaban listos para enfrentarlo
aún, ciertamente no con todos los vampiros del club del lado de Saloman.
—Eres demasiado hermosa como para ignorarte —dijo Luk galantemente. Arrugó
su nariz—. Además, el lugar apesta a mi primo. Hasta que nos volvamos a ver.
El Antiguo se había enmascarado de nuevo, así que tomó a Dante por sorpresa
verlo de pie en la puerta de la calle.
—¿Qué?
—Estoy muy bien familiarizado con ese bastardo —dijo Dante con sentimiento—.
Puedes matarlo, ¿no es así? Si hay alguna forma, me gustaría ayudar.
—No estoy dispuesto a correr el riesgo —dijo Luk con gravedad—. No con el
181
—Fue en esa dirección —dijo el vampiro Dmitriu con un gesto negligente mientras
Saloman se establecía en el tejado del Ángel a su lado. Incluso en la implacable
lluvia, sentía el olor de la Despertadora—.Es algo sospechoso, como si estuviera
huyendo de mí, y tiene a Dante con él. ¿Puedes sentirlo?
—Sus amos son un poco descuidados con las vidas de sus seguidores —observó
Saloman.
Dmitriu lo miró.
Variaban en fuerza; uno fue lo suficientemente fuerte como para causar problemas,
pero Dmitriu no dudaba que entre ellos, él y Saloman podían matar fácilmente a
los ocho.
—Mataremos a unos pocos; los demás que huyan —dijo Saloman, mirando
alrededor de las oscuras calles y en cualquiera de los lados del edificio. Su máscara
182
estaba en su lugar, incluso para Dmitriu, quien era extrañamente capaz de alertar
la tensión resonando a través de su poderoso amigo. Una tensión que sospechaba
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tenía poco que ver con la próxima batalla y todo, seguramente, con hacer con
aquellos vampiros que habían huido. Saloman llevó su mirada hacia Dmitriu—.
Limitación de daño. Se corre la voz que Luk abandonó a sus seguidores y por lo
tanto es una mala elección de líder. Y es un castigo visible por romper las reglas de
Angyalka. Ella estará tan complacida, que me dará vino gratis.
La pelea fue breve y brutal, y mientras el tercer vampiro turco se hacía polvo bajo
la estaca de Dmitriu, la puerta del Ángel se abrió para revelar a los vampiros
espectadores. Como uno de ellos, los seguidores restantes de Luk huyeron en la
noche, sus pies lanzando salpicaduras de charco en la calle iluminada.
—Lo ganaré para mi lado por puro encanto personal y le daré tu bar como
recompensa —dijo Saloman con ligereza.
Dmitriu rió. Saloman inclinó su cabeza hacia Angyalka como una especie de burla,
y dio un paso por el lado contrario de la calle por donde los vampiros huyeron.
Pudo haber sido una ilusión causada por las farolas, pero parecía haber una
especie de halo alrededor de él donde la lluvia no caía.
—Ya ha tenido que matar a Luk una vez. Pero Luk es un oponente formidable.
Especialmente en alguna manera el esclavo de Greyson Dante.
—Hizo a Dante demasiado fuerte para ser un novato. —Angyalka le lanzó una
mirada ansiosa a su amado club sobre su hombro—. Va a ser una gran batalla, ¿no
es así?
R
udy Meyer cerró la puerta principal tras el último cazador de vampiros
americano, con evidente alivio, y se dio la vuelta para enfrentar a Cyn,
quien se encontraba apoyada contra la pared de la sala.
Cyn analizó su rostro con algo de ansiedad. Los cazadores eran una revelación:
fascinantes, organizados, bien informados, fuertes y…
Rudy pasó su mano a través de su cabello canoso con una poco característica
agitación.
—Quizás tengan razón. Me estoy poniendo viejo, Cyn. Quizás hicimos todo mal.
Tal vez necesitemos a la organización.
—Te pondrían en una oficina y harían que hagas las investigaciones y escribas los
reportes.
—Tienes cincuenta y cuatro, con buen estado físico, con más muertes bajo tu
cinturón que ese maldito chico molesto del chaleco verde. —Cyn caminó de vuelta
al viejo sofá lleno de bultos y se sentó, esperando a que Rudy se uniera a ella.
—Eres joven y rápida —dijo Rudy—. Tienes los conocimientos que necesitan y las
habilidades físicas para complementarlo. Lo harías bien allí. Y te pagarían por
hacerlo.
185
—Tal vez Pete. Y algunos otros. He estado buscando por internet, y hay personas
allá afuera, personas en esta ciudad, que han tenido encuentros con los vampiros.
Y además, parece estarse incrementando el número de ellos.
—Tal vez sólo están saliendo de la carpintería con el crecimiento del internet.
—Tal vez. Y quizás es por las otras cosas de las que los cazadores nos estaban
contando. Estas luchas por el poder sobre si aceptar a Saloman. Los humanos
quedarán atrapados en el fuego cruzado, incrementándose así. He estado mandado
correos electrónicos a Elizabeth…
—Está bien, al parecer hay una guerra de vampiros en Turquía también. Cosas
malas están pasando, y creo que está preocupada.
186
Cyn respiró hondo y dio voz a una idea audaz que estaba creciendo dentro de ella.
—Quiero formar un ejército. Una pequeña unidad móvil de cazadores que puedan
protegerse mientras descubrimos qué demonios está sucediendo. Que puedan ir
donde sea tan rápido como lo necesiten y atacar a los chicos malos, quienes sean y
lo que sean.
—¿Quieres unirte a los equipos de Mar, Tierra y Aire de los Estados Unidos?
Elizabeth, convocada a los cuarteles generales de los cazadores por no menos que
el agente de operaciones, estaba aliviada y perpleja al descubrir a Mihaela, Konrad
e István ya en la gran e impresionante oficina. Les dio una mirada rápida e
interrogativa en la entrada, y recibió mínimos encogimientos de hombros en
respuesta.
Como gran parte del edificio de la sede, la cual estaba situada en una tranquila
calle central de Budapest, protegida de los curiosos así como también de los
malintencionados por una serie de alarmas y detectores de vampiros, y
probablemente por algún tipo de hechizo para enmascarar también, la oficina del
agente de operaciones daba la impresión de grandeza desvaída. Una pintura
renacentista de la Virgen y el niño colgaba en la pared detrás de su escritorio
grande y antiguo de caoba. El techo alto estaba dividido en paneles por vigas
bellamente talladas que mostraban rastros recientes de tratamiento contra polillas.
mediana edad, usando su habitual traje y corbata, se puso de pie tan pronto como
Elizabeth apareció.
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—Elizabeth. Qué agradable volver a verla. Déjeme presentarle a nuestro agente de
operaciones, Lazar. Lazar, la Dra. Elizabeth Silk.
—Dra. Silk. —Su apretón de manos fue breve y firme, su voz agradablemente
empresarial—. No puedo entender cómo no nos hemos conocido antes. Su nombre
ha surgido tantas veces en el último año que ya he empezado a pensar en usted
como miembro de mi personal.
—Sin embargo… —dijo tristemente—. Sé que todos han estado esperando el “sin
embargo”. Y es este. Me preocupa que la operación concerniente al Antiguo
188
vampiro Luk se esté alejando de nosotros. Los principios básicos están siendo
rotos, las amenazas ignoradas, vidas en peligro.
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Mihaela abrió la boca como para decir algo, luego con un impaciente encogimiento
la cerró nuevamente.
—Y, Dra. Silk, me temo que esto depende de usted. Sé que la gratitud de la red ya
le ha sido expresado por su cooperación en la misión inicial contra Saloman, por su
ayuda para intentar evitar que la Espada de Saloman caiga en las manos
equivocadas, y por ayudar en el rescate de un ciudadano estadounidense de un
nido de vampiros extranjeros aquí en Budapest. Me sumo a los agradecimientos
por eso. Pero tengo que decirles a todos, que tengo algunas graves preocupaciones.
—No segura —dijo Lazar con severidad. Su mirada, ya no amable, atravesó a los
cazadores y volvió a descansar sobre Elizabeth—. Mi idea es que esta aberración se
produjo a través suyo y de alguna conexión telepática con Saloman, posiblemente
derivada del hecho de que lo despertó.
Elizabeth, incapaz de discutir sobre esto o pensar en algo que agregar, tomó una
hoja del libro de Saloman y simplemente inclinó su cabeza.
Recogió nuevamente el lapicero, con ambas manos esta vez, como si estuviera
cerca de partirlo en dos, mientras fulminaba con la mirada de manera concluyente.
Elizabeth rió. No quiso, pero la idea de considerar a Saloman bajo esa luz era tan
ridícula que no pudo evitarlo. Además de ella, la respiración de Mihaela quedó
atrapada en un leve jadeo.
Tanto Miklós como Lazar miraron fijamente a Elizabeth con una desaprobación
sólida.
Lazar parpadeó.
La mirada de Lazar volvió a Elizabeth. Fue una de esas penetrantes miradas que
solían enervarla. Ya no más.
Miklós cerró la boca, sus labios frunciéndose con desagrado. No tenía una
respuesta.
—Supe que no lo haría. —Nunca te mataré, le había dicho la noche que ella le
confesó amarlo, la misma noche que cada uno había intentado matar al otro y
fallado.
—¡No pudo haberlo sabido! Lo despertó; eres descendiente de uno de sus asesinos.
Por derecho debería haberte matado hace un año.
—¿Qué clase de acuerdo? Dra. Silk, ¿ha hecho un trato con Saloman?
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Reacia, Elizabeth miró a la fila de sus amigos, todos mirándola. Contuvo el aliento.
—Sólo uno no oficial. Que nosotros no nos mataremos entre sí. Y él no los matará
tampoco —agregó, con una cabeceada en dirección a los cazadores—, aunque
Konrad es descendiente de otro de sus asesinos. —Apartó la mirada—. Salvo que,
supongo, sea en defensa propia.
Con un gesto violento, Lazar se echó hacia atrás en su asiento y arrojó el lapicero
sobre el escritorio con tanta fuerza que rodó sobre el piso.
—¿Ha considerado, Dra. Silk, que Saloman la esté usando? ¿A todos ustedes?
—Una vez más, simplemente no sabemos lo que está haciendo. Debe haber un
beneficio. Quiere que cerremos los ojos ante sus propios vampiros, quizás,
mientras derrotamos al resto.
—Está jugando con las palabras —objetó Miklós con un ondeo desdeñoso de la
mano—. Significan lo mismo: alianza con un poderoso y extraordinariamente
peligroso vampiro.
—Hay una razón para ello. Nunca se ha descubierto que un vampiro no sea
192
—¿Y cuántos vampiros de cualquier descripción has conocido antes de este último
año? —preguntó Lazar.
—Sí, ¡pero no puedes decir que no resultó ser traicionero! —dijo Konrad.
—El problema con los cazadores es que están tan enfocados en ser imparciales,
muy metidos en la línea frontal para ver las cosas desde el punto de vista de los
llamados enemigos. Miren otra vez a las creaciones de Saloman, Dmitriu y
Maximiliam. Miren a sus asociados más cercanos en todo el mundo y creo que
encontrarán más que los asesinos descerebrados que esperan. En cuanto a Saloman
mismo, podría ser el recurso más apreciado de la humanidad.
Lazar dijo:
ahora. Relajar su guardia, relajar las reglas, es peligroso. Ahí es cuando las
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personas mueren, y me parece que este equipo está siendo contaminado por su
negligencia.
Lazar levantó su mano cuando los tres cazadores comenzaron a hablar a la vez, y
luego los hizo callarse.
—Ya sé. Sé que tiene todas las mejores intenciones, y una devoción al deber, que
ninguno de nosotros puede negar. Pero se están poniendo vosotros mismos en
profundo peligro ahora, y no podemos permitirlo. Entonces —dijo, mirando de
rostro a rostro—, esto es lo que propongo.
Elizabeth parpadeó.
—¿Perdón?
—Únete a la red de manera oficial. Entrena como un cazador. A medida que pases
el proceso y descubras tus fuerzas y debilidades, podemos decidir entre nosotros
dónde encajarías mejor, como un asesor especial de varios equipos o una parte
permanente del equipo. Su indudable valor entonces sería debidamente
aprovechado y protegido por nuestro código de conducta; tendría una mejor
oportunidad de supervivencia. Por no hablar de la supervivencia de sus amigos,
que también están en riesgo por esta negligencia. No creo que tengas ninguna
disputa con nuestro pago, condiciones o pensiones.
Elizabeth se sintió como si tuviera que recoger su quijada del suelo. Pareció tomar
un montón de tiempo y esfuerzo. Después de todo lo que acababa de ser dicho en
dirección a las críticas, desaprobación y desconfianza, él realmente la estaba
reclutando.
—Malditamente en serio.
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—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Saloman en vagos tonos de diversión cuando
Dmitriu entró disparado en la casa y cerró de un portazo la puerta por el sol.
—Por medio de un taxi y una lona gruesa —contestó Dmitriu, lanzando ésta
descuidadamente sobre el suelo del desordenado pasillo de Saloman. Saloman
permanecía erguido en la cima del primer tramo de escaleras, usando sólo un par
de pantalones de lino oscuros que no se había molestado en sujetar.
—Sólo noticias —contestó Dmitriu. Haciendo una pausa, olió el aire—. ¿Está ella
aquí? ¿La Despertadora?
—Más bien depende de lo que ella haga con eso. ¿Noticias de qué?
—No. Dudo que sea capaz antes de que rompa su tapadera nuevamente. No pude
en Estambul.
Dmitriu frunció el ceño, dejándose caer en la silla más cercana, la cual era casi
ridículamente cómoda.
—Esto no nos deja con tiempo para prepararnos para la lucha. No me gustan estas
probabilidades.
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—¿Sobre qué?
—Esta vez tiene aliados, y los usará. Cuando golpee, si te encuentras solo,
Saloman…
—Elizabeth. Sí, lucharía por mí. Pero prefiero que no. No contra Luk en toda su
fuerza.
—¿La tiene? —lanzó Dmitriu—. ¿Toda su fuerza? Aparte del hecho de que no ha
tomado aún la vida de su Despertador.
—No. Huyó de nosotros demasiado rápido anoche. No está listo todavía, y está lo
bastante cuerdo para saberlo.
Saloman extendió ambas manos sobre las teclas del piano y empezó a tocar.
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—Vendré a vivir aquí. Trae a otros cuantos vampiros, unos fuertes que sean tus
amigos. Nadie sospechará que tienes miedo si estás simplemente con tus amigos.
—No quiero a otros vampiros aquí. No le temo a Luk —habló con tranquilidad; su
rostro estaba sereno mientras continuaba tocando. Pero era demasiado tarde. Sus
dedos se habían tropezado en una de las notas, diciéndole a Dmitriu todo lo que
necesitaba saber.
Dmitriu suspiró.
—Por favor, no —rogó a nadie en particular. Pero era una pregunta de la tolerancia
de Saloman. La supervivencia de Saloman. Era hora.
Supéralo.
No voy a dejar Escocia, dijo Maximiliam distante, como si eso resolviera el asunto.
El silenció lo saludó. Por un momento, la rara rabia inundó a Dmitriu, antes de que
se diera cuenta de que Maximiliam no se había ido realmente. Él no tenía nada que
decir, pero su camino estaba abierto.
Max, él te necesita.
Incluso cuando habían escapado del edificio y encontrado una mesa fuera de su
café favorito, pareció que nadie quería ser el primero en hablar. Elizabeth alzó la
mirada de su café y observó a los cazadores mirar pensativamente sus propias
tazas humeantes.
Elizabeth suspiró.
—No lo sé. Para ser honesta, asistí medio esperando que hiciera esta sugerencia.
Casi había decidido negarme, y entonces cuando empezó a traer a colación todo lo
que había hecho mal, pensé que me había equivocado y que iba a prohibirme las
instalaciones en cambio. Pudiste haberme derribado con una pluma cuando me
ofreció un lugar.
—Eso fue antes de la batalla con Saloman. Sólo quería que acabara. No quería nada
más que estar libre de todo eso. —Agitó su taza alrededor de la mesa—. No de
ustedes, obviamente, sino de todo lo demás. Vampiros, matanza, agitación
sentimental. Quería que todo desapareciera para poder arrastrarme de regreso a la
academia y estar a salvo.
—Pero realmente no quieres eso —dijo Mihaela astutamente—. Agarras cada crisis
con nosotros como si fueras un salvavidas.
—Fue como un velo cayendo de mi mente. Supe que no importaba lo que había
hecho o lo que haría; no importaba cuánto me odiaba a mi misma o intenté luchar
contra ello, no podía escapar y no podía cambiarlo.
No podía haber sido una sorpresa para ninguno de ellos, y sin embargo una súbita
onda de casi dolor físico que emanaba de Mihaela casi la arranca de su silla. Se
sintió como un golpe, pero el dolor era sin duda de la otra mujer.
Mihaela dejó escapar un sonido que podría haber sido un sollozo o una carcajada.
—Por mi cuenta… puedo ver las ventajas. Quiero ayudar a proteger a los humanos
de ataques de vampiros, del indecible temor y la violenta muerte. No tengo ningún
conflicto con el objetivo de la organización. Pero, y el entrenamiento no cambiará
esto, los vampiros son seres dignos también. Creo que bajo Saloman eso se hará
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cada vez más obvio. Siempre habrá vampiros renegados, como hay criminales
humanos violentos. La sociedad necesita ser protegida de ambos.
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—Sabes que estás hablando herejía —dijo Mihaela, retirando su mano para recoger
su taza.
—Lo sé. No podría unirme sin expresarlo. Y al expresarlo sería expulsada de las
instalaciones para siempre. Quizás debería permanecer como una amiga no oficial
de la red.
—La red no cambiará —le advirtió Konrad—. Debe seguir siendo fiel a los
principios de su fundación. Eliminar vampiros.
—¿Bajo Saloman? —dijo Mihaela—. ¿Te das cuenta que ahora estás defendiendo
su dominación del mundo? La cosa a la que, más que nada, una vez te opusiste
firmemente.
—Pero lo haría —replicó Konrad—. Y con razón. Elizabeth, no obstante tus buenas
intenciones, y creo que lo son, tu pensamiento está gravemente equivocado. No
puede haber una coexistencia pacífica con los vampiros. Ni ahora, ni mañana, ni
nunca.
Parecía que nada de lo que Elizabeth dijera podría librarlos de la idea de que su
legítimo lugar en la vida era como cazadora. La desconcertó, en una manera
satisfecha, hasta que vio la mirada de Mihaela parpadear hacia István, y se dio
cuenta que ellos esperaban que ser una cazadora finalmente la apartaría de
Saloman.
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Capítulo 13
Traducido por Jo
R
udy murmuró:
Al fin su mirada encontró la de Cyn, quien debió haber reconocido por su propia
foto.
—Disparar no toca a los bastardos con los que estamos peleando —soltó Rudy.
Ramsay se movió. Parecía como si simplemente flexionara sus dedos, y aún así un
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instante después, algo voló de su mano con suficiente fuerza como para pasar
zumbando junto a su oreja.
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Cyn se giró con miedo. ¡Típico! Sólo yo podía encontrar al psicópata del cuchillo del
infierno en Internet… Pero no era un cuchillo lo que se había enterrado en el centro
del tablero de diana colgado de la pared. Era un palo de madera. Se atrevió a
respirar de nuevo.
Rudy volvió su mirada del tablero a Ramsay. A pesar de su labio curvo, Cyn podía
decir por el brillo en sus ojos que estaba secretamente impresionado.
—Nah. En pubs de Glasgow un viernes por la noche. Puedes encontrar todo tipo
de chalados allí.
—¿Qué es un chalado?
Cyn, inclinada a pensar que podría haber hecho la elección correcta después de
todo, dejó que su rostro se relajara en una sonrisa mientras tomaba su mano. Su
agarre fue firme, pero naturalmente, sin tener nada que probar. Le gustaban sus
ojos también. Eran lo que le habían llevado a invitarlo aquí. Azules y
penetrantemente inteligentes, parecían tener capas de carácter: una cierta calma
atractiva, hasta sabiduría debajo del turbulento desafío de la juventud.
Mientras Rudy y John se estrechaban solemnemente las manos, los otros con
tranquilidad se acercaron para ser presentados también.
—Excepto Cyn —replicó Rudy—. La están evitando a menos que ella los ataque
primero.
—A mí también. Sólo, una vez conocí a una que no le importaba. Parecía más
curiosa que peligrosa.
—Lo sé. —Dejó caer su mochila en el suelo—. Así que ¿para qué me quieres?
Todos parecen capaces de cuidarse ustedes mismos.
—Queremos que cuides a otra gente —dijo Cyn, sólo un poco cohibida—. Hemos
estado asesinando vampiros pos años, Rudy y yo, pero queremos entender el
panorama general. Queremos ser más eficaces. Luchar como un equipo,
protegiéndonos los unos a los otros mientras vamos.
—Queremos ser capaces de ir donde sea que haya una crisis, como en Turquía, y
marcar la diferencia. Una diferencia real. —Levantó su barbilla—. Queremos que el
mundo escuche sobre los vampiros y no ría. Queremos que la gente sepa.
Estaba consciente de que ella había elegido hacer una de sus habitaciones un
cuarto para que ninguno de ellos se sintiera alguna vez obligado de dormir en la
misma cama que el otro. Permanecería siendo una elección. Saloman, quien había
vivido tantas eras y tantas costumbres, encontró este arreglo tan aceptable como
cualquier otro, y cuando ella había hecho la cama para su satisfacción y lo trajo
para que la vea allí mismo, él la había admirado, la había recostado contra esta, y
hecho el amor la mayor parte de la noche. Entre medio de hacer el amor—y a veces
durante—habían hablado sobre cosas que no le importaban al mundo, sólo a él y a
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Elizabeth.
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Podía perder años de su existencia de este modo, pensaba sin desagrado mientras
se ponía su camiseta y pantalones. Elizabeth era una distracción, de cualquier
manera en que la mirara, y para un vampiro con el mundo para dominar tal vez no
era algo bueno. A Saloman no le importaba. Justo ahora, la distracción era
especialmente bienvenida. No podía localizar a Luk ni a Dante, ni siquiera a sus
seguidores turcos restantes.
Tal vez sería un buen momento para hacer que su presencia se notara en el Angel y
midiera cuántos vampiros estaban huyendo donde Luk. Recientes rastreos
telepáticos habían encontrado un preocupante número de mentes vampiras cerca a
él. Esto podía ser porque los vampiros estaban simplemente nerviosos, porque no
habían tomado una decisión todavía, o porque ya habían cambiado su lealtad.
No estaba más allá de Saloman descubrir cuál era por leer sus mentes a la fuerza,
pero aparte de su desagrado personal, eso no los traería de vuelta a él. Necesitaba
impresionar. Necesitaba ser visto por su gente, particularmente por esos que se
escondían. Pero Dmitriu todavía estaba afuera cazando, y Saloman no dejaría a
Elizabeth aquí sin protección. No cuando Luk podía romper casi cualquier
encantamiento que había puesto alguna vez.
Aún la demencia no había prevenido a Luk de ver dentro del alma de Saloman.
Había sabido exactamente cómo causarle el más infinito dolor, completamente
apreciado el efecto de la doble traición de Saloman cuando había seducido a
Tsigana. Y el final, el devastante golpe de su intento de asesinato.
Cuando Luk había saltado sobre él, precipitándose a través del oscuro, húmedo
cielo con intenciones de asesinato, el Guardián había estado muy consciente de que
la identidad de su asesino pesaría mucho más para Saloman que la muerte misma.
Luk había sabido que marchitaría el corazón de Saloman, probablemente había
esperado destrozar su espíritu completamente. Con lo que Luk claramente no
había contado era la oscura rabia que había ahogado la desesperación de Saloman,
infundiendo sus manos letales con una voluntad propia. Ya que las nubes de
demencia habían limitado los poderes de Luk como luchador, Saloman podría
haberlo desarmado y perdonado.
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Pero la furia había pateado las armas de las manos de Luk, y la rabia había
hundido la estaca que lo mató.
Y entonces Saloman había sido dejado de pie sobre el quieto cuerpo de su primo
muerto, por quien él hubiera muerto para salvar, la lluvia cayendo por su rostro
como lágrimas humanas, como si el agua pudiera limpiar la sangre. Él era el
último de su especie, solo por la eternidad.
Pero Saloman había hecho un comienzo para revertir la tendencia. Dudaba que
Konrad se convirtiera alguna vez —y francamente, él no era ninguna pérdida—
pero los otros dos eran más atentos y receptivos. Tomaría tiempo, naturalmente,
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pero al menos no estaban cerrando sus oídos o sus corazones. Y desde ellos, la
nueva tolerancia y cooperación podría esparcirse.
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Saloman se sentó en la computadora, leyó las noticias en varios sitios, revisó sus e-
mails y envió un par de respuestas a las oficinas de dos líderes mundiales. Luego
se tumbó de vuelta en la silla de madera y pensó en volver a la cama de Elizabeth.
Excepto que ella necesitaba dormir, y él necesitaba sangre. Sólo quedaba una hora
hasta el amanecer, y si Dmitriu no volvía a casa pronto, Saloman se tendría que
conformar con morder al cartero.
Peor, estos días Elizabeth parecía sentir su hambre. Y cuando le ofrecía su suave,
delicada garganta a él, era demasiado seductora para resistir. Sangre y sexo y
Elizabeth…
Duro una vez más, pasó su mano sobre su entrepierna como si eso pudiera
calmarla, y se puso de pie. Algo picó en su nuca. Se giró lo suficientemente rápido
para ser invisible al ojo humano, justo cuando Luk atravesaba el vidrio de la
ventana del medio.
Aterrizó unos pocos metros más allá de Saloman, con un halo de una brillante
nube de fragmentos de vidrio cayendo. Más por instinto que pensamiento,
Saloman lanzó otra barrera sobre la ventana para prevenir otra invasión. No es que
Luk no pudiera quitar esa también si quisiera. Pero Saloman no podía sentir más
vampiros. Por cualquier razón, Luk había venido solo.
—Estoy halagado —dijo Saloman, paseando hacia el gabinete donde había una
licorera y dos copas. Comenzó a servir sin quitar su mirada de Luk—. Debes haber
trabajado tan duro para encontrarme.
Luk caminó hacia él sin prisa. Cada uno de los sentidos de Saloman se estiraron
para atrapar la más pequeña grieta en la armadura de su primo, la más pequeña
amenaza potencial en cada movimiento que hacía. Era un riesgo, estar tan cerca,
ambos estaban conscientes de eso. Pero en este escenario era importante mostrar
ninguna incomodidad, reconocer ningún peligro. Recordar el pasado, lo mejor y lo
peor de este, con nada más que desapego.
Bajo la mirada de Saloman, la esquina del ojo derecho de Luk se giró, casi como si
estuviera intentando contener la locura, sostener algo que estaba fuera de control
dentro de él.
Luk levantó su mano derecha y cerró sus dedos alrededor de la copa. Saloman la
soltó, y Luk sonrió brillantemente.
—Si tú la matas, puedes tener la suficiente fuerza para amenazarme —dijo Luk
pensativamente.
Luk se burló.
La risa de su primo hizo eco dentro de su cabeza. Luego su mente se llenó con la
voz tan dolorosamente familiar de Luk, tan terriblemente desconocida, agregado al
espantoso dolor y al enceguecedor miedo y repugnancia que ahora lo
despedazaba.
Pero más que eso, algo la empujaba, llevándola hacia otra aterradora fuente
intensa de problemas: confuso, espantoso, negro de rabia, celos, y extraño, poco
sólido y duradero. La paralizaba, aterraba, y aún así la llamaba. Hasta decía su
nombre.
Se lanzó afuera de la cama, agarrando la bata de seda de marfil que había sido
regalo de Saloman, y envolviéndose en ella mientras avanzaba a trompicones hacia
la puerta.
Apresúrate, Elizabeth, dijo la voz, empujando más fuerte. Por miedo instintivo ella
retrocedió, dándose cuenta del dolor que era de Saloman, quien sea el que lo
estaba causando estaba llevándola en su dirección. Los últimos velos del sueño se
alejaron, removiendo el sopor de sueño que la había rodeado, y con ello el dolor
pareció desvanecerse. Tensándose, se alejó varios pasos, luchando la creciente
fuerza.
—En caso de que te detengas. —Había dicho ella con voz ronca.
Escondió la estaca dentro de su bata, ajustando el nudo del cinturón fuerte para
mantenerla en su lugar, y corrió por el pasillo, apurándose por las escaleras al
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salón. No era sólo la fuerza irresistible lo que la llevaba; necesitaba estar con
Saloman, borrar su dolor si podía. El miedo no podía detener ningún impulso.
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Los vio desde la entrada. Saloman estaba de pie con su espalda hacia ella, tieso
pero erguido. Luk, por supuesto que era Luk, yacía estirado contra la pared entre
las ventanas, incongruentemente sonriendo. Su mirada estaba fijada en Saloman
con malintencionada satisfacción. Algo rojo manchaba la pared a su lado. ¿Sangre?
Esperaba que fuera la sangre de Luk.
—Elizabeth Silk, la Despertadora —dijo Luk en voz alta, su voz fuerte y burlona—.
La puta más reciente de Saloman. —Rió—. Veo que no te gusta ese término
tampoco. Había esperado que no cometieras el mismo error que Tsigana…
imaginando que eras algo más para él. No te quedes sólo allí de pie, chica. Entra;
únete a la fiesta.
—Así que —dijo Luk sin moverse—, ¿tienes sexo con él con la esperanza de la vida
eterna?
—Tengo sexo con él porque lo amo —dijo Elizabeth claramente. Más cerca ahora,
podía mirar a Saloman. Sus ojos estaban cerrados como con dolor reciente en lugar
de consuelo por sus palabras. ¿Qué diablos estaba pasando?
—Oh, lo amas —se burló Luk—. Tsigana también lo hacía, por un tiempo. Qué
desperdicio —se lamentó—. Él no te ama a ti, sabes. No puede.
—No me crees, ¿no? Bueno, hurguemos un poco, veamos que podemos encontrar.
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—Odia esto —confió Luk—. Otros seres pescando alrededor en su mente. Está
asustado de eso desde la niñez. Su padre, mi reverendo y algo asqueroso tío, era
particularmente bueno en eso. Podía sacar los secretos del corazón de un niño tan
fácilmente como pestañeando, y destruirlo con una buena mirada desdeñosa.
Saloman nunca podía soportar ser descubierto queriendo, pero siempre lo era. Así
que para la edad de dieciocho había desarrollado un casi infranqueable escudo
mental, lo hiciste, no, ¿Saloman?
—Nadie se mete allí ahora. No lo han hecho desde hace más de dos mil años.
Excepto por mí. Ayúdame, Elizabeth Silk. —Elizabeth se encontró inclinándose por
la cintura y tomando la fría mano ofrecida de Luk.
La sonrisa de Luk se ensanchó, tal vez con lo que estaba leyendo en la mente de
Saloman.
—Te gusta que beban tu sangre —observó Luk, aparentemente complacido—. Eso
es bueno. Le dolerá más a Saloman verte morir de placer dado por mí.
Saloman tironeó.
—No te dejaré asesinarla. —No sonaba como él. A penas sonaba del todo. Con un
esfuerzo enorme que casi rompió el corazón de ella, él tomó un sorprendente,
tambaleante paso adelante.
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—Tantos miedos patéticos, Saloman —dijo ferozmente—. Con razón los escondes.
—Mientras su cabeza se inclinaba, la compulsión se drenó de ella. La controlaba
físicamente ahora, o pensaba que lo hacía. Ciertamente, si Luk no la hubiera estado
sosteniendo, sus extremidades temblorosas hubieran colapsado. Apretando sus
dientes, luchó su propia debilidad corporal, negándose a rendirse al miedo.
No te preocupes, lo tengo.
Puso la estaca con cuidado contra el pecho de Luk y presionó. Al mismo tiempo,
convocó todo, cada fuerza que había adquirido alguna vez o había asumido, cada
confianza en su siempre creciente poder que le pertenecía. Y cada partícula de
odio.
—Soy una de las muy pocas cosas en esta tierra que pueden asesinarte —dijo ella
claramente—. Y lo haré.
Saloman se puso de pie y se enderezó. Ahora era el momento para matar, y ella lo
deseaba con una fuerza que la asustaba. Pero una ola del dolor de alguien más la
golpeó. El de Saloman. Una pequeña distracción, pero lo suficiente para que Luk la
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empujara. Se tambaleó hacia atrás, todavía sosteniendo la estaca, y se encontró en
los poderosos brazos de Saloman.
Los labios de Luk se curvaron como adoptando un aire despectivo, y luego sin
advertencia su boca se relajó, y la intensidad de su mirada se intensificó. Aterrada
de que fuera a ataca de nuevo, Elizabeth estiró una mano desesperada al rostro de
Saloman, su estaca lista en la otra.
—Oh, sí. Encontró el punto de presión infalible y se sostuvo allí. Es doloroso, pero
más que eso, inmoviliza a la víctima, tanto metal como físicamente, mientras que el
perpetrador puede bucar alrededor y hacer más o menos lo que quiera. En la
mente y afuera de ella.
Él se detuvo.
—¿Qué?
—Lo que él dijo. Empujandome lejos. Por lo que le escuché decir, soy insufrible. Es
eso, ¿Saloman? ¿Es eso por mí?
Puso su mano sobre su boca y mordió como si eso detuviera las palabras de salir,
como si pudiera contener las que ya había pronunciado tan imprudentemente. Él
no necesitaba esto ahora. El trauma había sacado las palabras fuera de ella; su
propio trauma lo hizo incapaz de lidiar con ellas. Sólo estaba apurando la
inevitable despedida.
Ella se estiró a ciegas para tocar su rostro, sus labios, con dedos temblorosos.
—Que no te hiera lo que él dijo. No era nada que no supieras ya; nada que él no
supiera aún sin invadir mi mente. Soy tan viejo, Elizabeth, y tú eres tan nueva.
Brillas tan intensamente, tan brevemente, mientras que yo continúo. Es difícil dar y
dar y perder…
—Lo sé —susurró ella, incapaz de detener una lágrima de escapar por un ojo—. Lo
sé.
—Y él mintió. Sí te amo.
—“Por este momento, esta noche” —citó—. Lo sé. —Y quiero tanto que sea más. Es
doloroso cuanto quiero que me ames tanto como yo te amo… El pensamiento se escapó
sin permiso, e inevitablemente él lo escuchó.
No hay dos personas que amen igual. No puedes limitar los sentimientos con tiempo o
cantidad. Eres preciosa, Elizabeth, y no te perderé.
sexo y Elizabeth. De los tres, en este momento en más que cualquier otro, era
Elizabeth lo que él necesitaba, y ella sólo podía darse con gusto.
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Cuando la tormenta de amor urgente había pasado. Elizabeth entró a un estado de
dormitar. No quería hacerlo. Había tanto que discutir, cosas que tenían que ver con
Luk más que con ella y Saloman, que estaba determinada a quedarse despierta.
Especialmente cuando, a pesar de su hambre y su ofrecimiento, él no la mordió. Él
acarició su garganta, mirándola con fiero anhelo mientras ella se venía, pero él no
bebió, simplemente se distrajo con su propio clímax. Y luego, movida por su
abstinencia y seguridad en sus fuertes brazos, ella se había quedado dormida.
—Le dije que estaba forzando su suerte —dijo Dmitriu, paseando a través de la
habitación—. Sólo porque no lo asesinaste en Escocia no significa que nunca lo
harás. “Max” dije“, eres un bastardo traicionero. Mereces morir.”
—La última parte es verdad —murmuró al fin—. Sí dijo eso. —Tenía una
suficientemente agradable voz, profunda y fuerte, pero con una levemente ronca
entonación y cuidadosa pronunciación, como si estuviera inseguro de hablar.
Un titileo de algo que pudo haber sido compungida sonrisa brilló en los ojos grises
de Maximilian y se desvaneció.
—¿Qué ocurrió con Luk? —demandó Dmitriu—. ¿Cómo entró? ¿Dónde fue?
L
uego de cargar a Elizabeth a su cama y cubrirla, Saloman se detuvo un
momento para admirar su cara durmiente. Ella siempre le había movido;
ahora la idea de estar sin ella era impensable. Ella comenzó a significar
mucho rápidamente; y el no debía, realmente no debía, cometer el error de asumir
que la velocidad de la emoción impidiese su importancia. Si el perdía a Elizabeth
ahora, a través de su distanciamiento–Y Luk había tenido razón acerca de eso;
habían profundidades que él no revelaba simplemente a nadie- ¿Cuan trágico seria
eso?
Temía tocarla en caso de que ella despertara del sueño que necesitaba tanto, en su
lugar él cambio el foco de su mente a su interior. Él ya no era un adolescente
rebelde; los rencorosamente dolorosos consejos de su padre habían sido probados
erróneos muchos siglos antes. Había poca necesidad por su aislamiento obsesivo.
Elizabeth sabía lo que él era, más o menos, y aun lo amaba mas allá de la obsesión
sexual que él una vez se había propuesto explotar por el placer de ambos. Y si ella
se sentía excluida, ¿eso no era tan malo como ser excluido?
Quizás su crimen real era que había tomado a Luk para mostrarle lo que estaba
haciendo. O no haciendo.
Saloman dio la vuelta. Había todo para dar, todo para compartir. Y mientras
pasaba el tiempo, quizás, solo quizás, ella decidiría que la eternidad con él no era
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tan mala.
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Esa era una meta a largo plazo. Primero, tenía que lidiar con Luk. Y con
Maximilian, que parecía haber venido a ayudar.
La sala de estar estaba vacía. Dmitriu se había retirado a sus propios cuarteles
temporales, pero Saloman podía sentir a Maximilian cerca. Abriendo la puerta
hacia el pasillo, él vio la parte superior de la desordenada cabeza de Maximilian,
inmóvil a medio camino por las escaleras.
Saloman bajó la escalera hasta llegar al escalón de Maximilian, y se sentó junto a él.
Esperó, pero Maximilian nunca había sido exactamente hablador, y su aislamiento
nunca parecía solo haberlo emitido en el camino del silencio.
Saloman dijo:
—Y tú siempre has sido tan obedientemente influenciado por lo que Dmitriu dice
que tú deberías hacer.
—Ninguno. Yo solo… lo elegí. —Maximilian volteó su cabeza, sus ojos grises tan
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directos y turbulentos como habían sido en los viejos tiempos, y sin embargo
cubiertos con algo que se parecía mucho a la desesperación. Esta, entonces, iba a
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ser la conversación que ellos debieron haber tenido un año atrás en la isla—.
Algunas deudas son demasiado grandes para pagar. Lo que hice nunca podrá ser
recompensado, y no voy a intentarlo. Pero tú le diste paz a Luk, y yo voy a
ayudarte a devolvérsela.
Los ojos de Maximilian se cerraron. La ultima vez que Saloman había traído el
tema a colación, incluso indirectamente, él había hecho lo mismo. —No —él había
dicho, en una angustia evidente que le había dado a Saloman esperanza de que
Maximilian, su Maximilian, estaba aun presente en el vampiro que había dejado
que la ambición gobernara su corazón y su mente.
Esta vez, Saloman no dijo nada para cambiar de tema. Él no dijo nada en absoluto.
—Yo quería. Cuando los otros se habían ido. No estaba seguro de saber cómo, pero
pensé que si arrastraba a Dmitriu conmigo, entre nosotros podríamos recordar o
averiguar cómo darte paz. Pero la batalla humana de allá afuera nos dirigió hacia
el espacio abierto. Los vampiros se sublevaron, y mientras yo estaba afuera,
Tsigana y János movieron tu cuerpo.
—No hay excusas, Saloman. Yo traté. Mate a János por no decirme. Tsigana trató
de trucar la información por la vida eterna, fue cuando comencé a entender lo que
había hecho. No pude hacer nada de eso correctamente.
alejado de las obras de arte de la pared, hasta la puesta de sol filtrándose entre las
grietas en las cortinas, finalmente se reubicó en el rostro de Saloman.
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—Pero lo estoy —susurró—. Arrepentido.
—¿Qué?
Maximilian cerró sus ojos nuevamente, y Saloman río. Puso su mano en el tenso
hombro de Maximilian y se puso de pie, dejando su agarre quieto allí mientras
añadía:
—Me refería al tuyo, no al mío. He tenido trescientos años para pensar y planear, y
esta vez, pretendo hacerlo todo correctamente.
De hecho, ella había caído dormida la sala de estar mientras Saloman, Dmitriu y
Maximilian hablaban en voz baja a su alrededor. Ella despertó en la cama de
Saloman, a última hora de la mañana, descansada pero conmocionada al mismo
tiempo. De Saloman no había rastro. Solo el silencioso Maximilian había sido
dejado en la casa, y ella lo descubrió al casi tropezar con él en la oscura escalera en
225
Con más alivio que respeto, Mihaela dejó caer el tomo de aspecto antiguo que
había estado leyendo.
—Si, algo así. Tratando de encontrar algunas pistas del paradero de Luk, al
descubrir sus antiguos escondites. No es fácil después de cientos de años. Además,
trato de encontrar una pista con los vampiros turcos de Estambul, ver si alguno de
ellos conoce Budapest.
—Podría ser una total pérdida de tiempo —se quejó Konrad—. Nosotros ni
siquiera sabemos si ellos aun están en Budapest. ¿No tendría más sentido para Luk
irse a otro lado, algún lugar más seguro, para reclutar a sus fuerzas y prepararse
para la batalla con Saloman?
Elizabeth se hundió en la silla que István amablemente acercó a ella con su pie.
—Porque, como una Despertadora, soy capaz de matarlo simplemente con mis
manos. Porque podría molestar a Saloman. Porque podría incrementar su estatus
en la comunidad vampírica. Y añadiría un número significativo a su fuerza,
supongo.
—Bastante justo —dijo Konrad—. ¿Pero qué infiernos le dio la idea de que podría
hacerlo bajo la nariz de Saloman?
—Creo que él sabía que tomaría a Saloman por sorpresa. Luk puede hacer un truco
con su mente que paraliza temporalmente a su víctima, incluso Saloman. Mientras
lo hace, definitivamente no tiene la fuerza para matar a otro Anciano, pero se
imaginó que tenía suficiente fuerza para matarme a mí y desaparecer antes de que
Saloman lo atrapase.
—La pregunta es, ¿Luk ganó algo con este incidente? ¿Bebió de tu sangre?
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—Una pequeña gota. Dudo que pueda hacer una real diferencia para él. Pienso que
principalmente él se ganó el prestigio de irrumpir en la fortaleza de Saloman y
sobrevivir. Todos los vampiros van a saberlo ahora.
—En teoría, si. En la práctica, sería estúpido si lo hiciera, porque Saloman podría
matarlo.
A pesar de que la idea no era nueva para Elizabeth, todavía hacia que su sangre se
helara.
—Desde anoche.
El bibliotecario, susurrando al pasar por su mesa hacia los estantes de atrás, les
228
—Que ellos no están esperando vencer a Saloman antes de hacer su oferta para los
líderes vampiros. Están planeando algo pronto, algún gran ataque que va a atraer a
los vampiros a su lado. Están seguros de que esto va a dejar a Saloman desierto y el
camino limpio para Luk. Luego Dante puede volver a América, y con los vampiros
detrás de él, hacer su movimiento por el poder máximo, como siempre quiso.
—No hay tiempo para hurgar por detalles. Saloman está convencido de que será
en algún lugar de Budapest, pero es todo lo que él sabe hasta ahora.
Konrad empujó su pila de libros en el medio de la mesa, tirando dos fuera por el
otro extremo, los que István atrapó en una mano.
—No creo que eso sea cierto —dijo Elizabeth poniéndose rígida. ¿No era así?
—Estás equivocado. Pero has tocado un punto importante. Es difícil para Saloman
asesinar a su primo de nuevo. Antes de la locura de Luk, ellos eran muy cercanos,
y Saloman me dijo que él le dejó vivir mucho más de lo que debería debido a ese
afecto. Creo que volvió a él en Turquía. Hubo un momento cuando casi creyó que
podría recuperar al viejo Luk de lo que sea en lo que se ha convertido ahora.
Ella levantó su mirada hacia Konrad, echó una mirada a los demás y regresó a él.
—¿Para que tú puedas vivir con la conciencia tranquila con nuestra relación?
—¡Sí! Algunas cosas te unen a nosotros, y nosotros a ti. Cualquiera sean nuestros
desacuerdos o malentendidos, tú eres una de nosotros en espíritu. Hazlo realidad.
230
5 Colusión: pacto que acuerdan dos personas u organizaciones con el fin de perjudicar a un tercero.
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—Lo he hecho. Parte de mi lo quiere, pero aún no estoy segura de si sería lo
correcto. —Ella frotó su frente con rápidos, e impacientes dedos—. Maldición, yo
no solía ser así de indecisa.
—Voy a ir allí luego esta tarde —dijo Elizabeth, y eso le ganó al menos unas
cuantas sonrisas de aprobación.
Luego de un rápido café, los cazadores se fueron a perseguir sus pistas, y Elizabeth
regresó a la casa de Saloman para cambiarse antes de ir a visitar la universidad.
Mientras corría hacia arriba por las escaleras, ella oyó golpes extraños y sonidos de
choques, lo suficiente fuertes para hacerla detenerse en el rellano, preguntándose si
era otro ataque. Era improbable en la luz del sol, pero aun así…
Los sonidos parecían venir de mas lejos en el pasillo, donde las habitaciones
estaban mayormente vacías o lo habían estado la última vez que Elizabeth miró.
Silenciosamente, ella se deslizó en la sala de estar.
Esgrima Vampírica.
Había sangre. Ella podía ver gotas de esta en el suelo y en los pantalones de color
claro de Dmitriu, pero cuando uyno se cura a velocidad vampírica, de poco sirve
practicar con espadas afiladas. De cualquier modo, ellos no podía matarse uno al
otro de este modo, ellos necesitaban estacas puntiagudas para eso. A menos que la
cabeza fuese cortada y se mantuviese separada del cuerpo.
Y no era solo por la belleza de los tres en forma, semidesnudos cuerpos masculinos
girando, rotando, estirándose, casi volando a través del aire, lo que la
hipnotizaba. A pesar de sus esfuerzos, ni el menor brillo de sudor se aferraba a sus
pálidas pieles. No había jadeos, ni gritos, ni pausas para reunir aliento, lo que lo
añadía a su sentido de irrealidad, como una pintura desinfectada. Elizabeth no
podía mirar lejos.
—No siempre hay una opción —protestó Dmitriu—. Liberarse, enfrentar a Luk, y
algunos novatos podrían clavar una estaca en mi espalda.
—Persiguiendo pistas. Sin éxito hasta ahora. —Ella levantó sus ojos desde su pecho
hacia sus astutos ojos negros y se preguntó si ellos podrían hacer el amor
rápidamente antes de que ella cambiase.
—Hay un momento para todo. Hoy es tiempo para sobrevivir. Aprende de ellos y
de mi.
—¿Qué? —preguntó, confusa. Su mente aun persistía en las muchas cosas
deliciosas que ella podría hacerle a ese cuerpo maravilloso, y lo que él podría
hacerle al suyo en respuesta. Humedad que no tenía nada que ver con el calor que
se difundió entre sus piernas.
Saloman se dirigió a la pared más lejana y tiró de ella uno de las últimas dos
espadas que colgaban allí. Él se la arrojó y ella la atrapó por la empuñadura por
puro instinto.
Elizabeth no podía negarlo. Desde que todo había comenzado un año atrás, ella
había entrenado regularmente, manteniéndose con el judo, entrenando con los
cazadores cada vez que una oportunidad aparecía. Pero incluso con los cazadores,
233
Bajo la dura mirada de Saloman, los vampiros fueron muy cuidadosos con ella al
principio. No fue hasta que ella actualmente hirió el hombro de Dmitriu, y
Saloman rió, que ellos comenzaron a tomarla en serio.
La espina que él había plantado en su palma un año antes, para que sangrase sobre
Saloman y le despertara. Dmitriu sonrió, desvergonzadamente, y se inclinó con el
florete.
—En guardia.
Ella apenas notó a los otros dos duelistas acercarse. Estaba solo la espada de
Salomon y la suya. Hasta que sin aviso, un agudo dolor se deslizo a través de sus
dedos, causándole que soltara su arma.
Saloman dejó caer su mano y miró a través a Dmitriu y Maximilian, quienes habían
dejado de pelear para ver qué problema había. La mano de Maximilian estaba
sangrando desde una herida en curación inerte a través de sus nudillos.
—De acuerdo.
Saloman aún sostenía ambas espadas entre ellos, se curvó alrededor de ellas y besó
su boca.
—Aprendes rápido.
Debido a que su estomago retumbó en ese momento, ella cedió, y, luego de otro
caliente y delicioso beso, ella le dejó para cambiarse y bajó a la cocina a hurgar por
comida. Para cuando Salomon se unió a ella unos diez minutos más tarde, se
estaba sirviendo pasta y queso en un plato con algo de ensalada.
—Ésta podría ser una buena cocina —observó ella con entusiasmo.
—¿Los vecinos?
—En una ocasión. Otras personas vienen a hacer cosas inexplicables, como lectura
de medidores y pidiéndome que firme peticiones o que compre cosas que no
quiero. —Sus ojos brillaron—. Si estoy del humor correcto, los invito a pasar por
una bebida.
—Lo realmente preocupante acerca de todo esto —dijo ella cuando logró hablar—,
no es que te crea, pero ya no estoy hambrienta. ¿Tú has estado mordiendo a tus
vecinos, vendedores, el hombre que lee los medidores eléctricos…?
—Y al cartero.
236
—Ellos no recuerdan. Yo no los hiero, y ellos se van muy felices. La mujer a dos
casas más abajo incluso regresó por más una semana después.
Ella frunció el ceño, dudosa y no muy cómoda, sin embargo estaba hastiada de
haber empezado sobre sus inclinaciones de alimentación.
—En teoría tú estas en lo correcto, por supuesto. Y un día, espero que solo haya
proveedores dispuestos. Pero el mundo tiene que ser educado para que eso pase.
—¿Tú no?
—Más de lo que lo hacía antes. Los cazadores creen que estoy hipnotizada,
esclavizada, cegada, lavada de cerebro, o lo que sea.
—Tú no —dijo con una sorpresiva calidez, y cuando ella le miró, él se estiró hacia
abajo y tocó su mejilla—. Ven conmigo esta noche. Conoce mi mundo, mi gente.
Ven al Ángel.
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Capítulo 15
Traducido por Vettina
E
l Ángel no era el lugar más fácil para que Elizabeth regresara. La última vez
que había estado ahí, había sido carnada para atrapar a Saloman mediante
seducción y había terminado siendo secuestrada y seducida. Recuerdos de
su comportamiento y del cuerpo de él aún hacían al suyo ruborizarse de pies a
cabeza. Encima de eso, llegar con Saloman y una escolta de otros dos poderosos
vampiros, no tenía esperanza de no ser reconocida como la Despertadora. El
mundo vampiro ya debía saber de la extraña elección de compañía de Saloman.
—Eso es lo que me gusta de ti, Max —murmuró Saloman—. Solo tiras estas cosas y
luego las disfrazas de modo que casi nadie aprecia su verdadera belleza.
Estaba muy cerca de Angyalka. La dueña del club, una hermosa, cabello oscuro,
vampiresa duende en un sexy vestido negro y botas, levantó la vista del bar, y al
encontrarse con Saloman, sus ojos se iluminaron. Una sonrisa, medio burlona,
medio seductora, curvó sus labios y celos se enroscaron en el estómago de
Elizabeth como una garra. Aquí estaba una de las amantes de Saloman, ¿pasado o
presente? Elizabeth no sabía siquiera eso.
Nunca llegó. Angyalka voló pasándola y a Saloman sin una palabra, y cuando
Elizabeth se giró, vio a la vampiresa abrazando a Maximilian. Un saludo de viejos,
amigos separados. O amantes. No importaba. Las relaciones de vampiros no eran
tan diferentes de las humanas.
El rubor desvaneciéndose se levantó por su cuerpo una vez más. Ella esperaba que
la iluminación amistosa lo cubriera mientras se deslizaba en el sofá.
—No me importa si es público o no. El propio coqueteo fue tan divertido la última
vez, espero poder repetirlo cuando no tengas miedo por tu vida.
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Un aumento rápido de algo que no era risa quedó atascado en la garganta.
—Eso es lo que me atrae de ti, Saloman. Justo cuando pensamos que somos iguales
después de todo, dices algo como eso. ¿Cómo has podido disfrutarlo, sabiendo que
estaba asustada?
Era parte de la extraña filosofía "experimenta todo, valora todo" de su pueblo. Era
extraño, pero cuando las palabras escandalosas vinieron de él, casi las había
entendido. Tal vez los cazadores estaban en lo cierto acerca de su esclavitud. En
ese momento, no le importaba. Quería besarlo, pero se conformó con frotar su
mejilla en su hombro en una caricia rápida.
Angyalka dejó una bandeja con champán y cinco vasos, y miró a Saloman.
—Por supuesto que no es lo que dijo. Él no dice nada. Es lo que dijo Dmitriu.
—Entonces, por supuesto, tiene que ser una mentira. —Saloman comenzó a verter
champán en las vasos.
Dmitriu ululó y estiró las piernas bajo la mesa, pero Angyalka no iba a ser
desviada. Inclinándose hacia adelante, ella dijo:
Dmitriu dijo:
—Él perdona. —Se inclinó hacia delante, tomó su vaso y le dio una sonrisa
ligeramente torcida—. No voy a decir que él olvida.
—Y debido a que él salió por ti en Escocia, confías en él. —Angyalka se sentó hacia
atrás, su mirada vacilante entre Dmitriu y Saloman. Ella parecía tomar una
decisión—. Salud —dijo, y bebió.
—Se ha ido a bloquear el ruido. —Sonrió Dmitriu—. Volverá cuando esté, eh,
mentalizado a sí mismo.
Elizabeth buscó sus curiosos, ilegibles ojos. ¿Estaba pescando información? ¿Cuál
era la respuesta correcta para un amigo de los cazadores? ¿Para la compañía de
Saloman? Elizabeth contuvo el aliento.
—Creo que lo harán, mientras tus propias reglas actuales sean seguidas.
—Sin embargo, puede ser que te veas obligada a, eh, relajar tus reglas, al menos de
forma temporal. E incluso admitir los cazadores.
—¿Por qué?
—Luk. Él está planeando algún gran ataque que golpeará más a mi prestigio que a
mi existencia. No sé dónde será, pero el Ángel, dado mi apoyo a él y tu lealtad, es
una posibilidad.
Angyalka gimió.
—Sabía en cuanto te vi sentarte aquí hace un año que mi paz había terminado, de
una manera u otra.
—Pero ellos ya han estado aquí —señaló Elizabeth—. Ya han demostrado que
pueden entrar cuando quieran.
—Lo mismo con tu palacio —agregó Dmitriu—. Cuál sería la elección obvia.
—¿Qué pasa con tus oficinas? —sugirió Elizabeth—. ¿Negocios Adam Simon?
—Ellos serían un blanco fácil —permitió Saloman—. Pero no puedo ver que su
destrucción impresione a los vampiros. —Tomó su copa una vez más—. Por ahora,
creo que nuestra mejor esperanza es para mí llegar a Dante de nuevo y descubrir el
resto. —Su mirada se desvió más allá de sus compañeros, a la pista de baile y el
escenario, donde la banda estaba tocando una balada lenta y suave ligeramente.
—Elizabeth. —Flama ámbar brillo en sus ojos negros—. ¿Te gustaría bailar?
Ya que Angyalka rápidamente se puso de pie para dejarla pasar, habría sido
grosero negarse. Ella no quería negarse, salvo por las miradas opacas de los
vampiros clavados en su espalda mientras caminaba junto a Saloman a la pista de
baile. De hecho, sospechaba que las miradas penetrantes más que de su espalda;
provenían de todo el club.
Saloman dio la vuelta y la atrajo a sus brazos con toda naturalidad. A pesar de su
malestar mental, su cuerpo reaccionó por puro instinto, ajustándose al de él a
medida que comenzaron a balancearse juntos con la música. Elizabeth renunció a
preocuparse por las miradas de desaprobación o cualquier otra. Sólo estaba
Saloman y la deliciosa emoción de sus poderosos brazos alrededor de ella, y su
creciente erección contra su abdomen.
—Fue muy emocionante, cada uno de nosotros fingiendo, jugando un juego para
atrapar al otro. Y, sin embargo… no. Te quería tanto, y sabía que valdría la pena
esperar.
243
Ella tomó su cabello con sus dedos y tiró hasta que pudo ver su rostro.
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—¿Y lo soy? ¿Aún?
—Aún. —Él estuvo de acuerdo. La sonrisa en sus labios comenzó a morir. El medio
divertido, medio excitado brillo en sus ojos se alteró sutilmente, confundiéndola—.
No voy a perderte, Elizabeth Silk. No a las sospechas sembradas por tus amigos y
mi enemigo. Si puedes soportar lo que está dentro de mí, te mostraré.
La música siguió tocando, cruda, emocional. Elizabeth sostuvo su rostro con ambas
manos.
—Saloman… Tú no crees que mi amor sea real. Crees que es una ilusión. Crees que
no te conozco ya.
—Aprender las capas —susurró—, es parte del amor. —Alzándose, ella besó su
boca, dolorosamente, como si el beso pudiera transmitir lo que las palabras no
podían: su temor de que ella también tuviera muy pocas capas que sostener a tan
antiguo ser, la comprensión de él, que tenía demasiadas.
Ella jadeó en su boca. Nunca preguntaste. Su mente habló sin permiso, espetando
más de lo que habría demostrado de acusación y dolor.
244
Maximilian estaba contento de alejarse del ruido. En la azotea del Ángel, podía al
menos oírse pensar. Había estado aislado demasiado tiempo para estar cómodo en
multitudes, aun cuando contenía viejos amigos y aquellos que una vez había
amado.
Por muchos años, había tenido poco que hacer más que perfeccionar sus técnicas
de enmascaramiento y escanear en busca de peligro. Era su segunda naturaleza
hacerlo ahora, mirando por encima de la ciudad que podría no haber sido su
ciudad natal, pero sin embargo traía de vuelta muchos recuerdos. Anulando las
presencias de vampiros en el edificio de abajo, se concentró en el resto. Era aún
una ciudad de vampiros, sus firmas salpicadas aquí y allá, en ambos lados del río.
Y uno cerca.
Bordeando la cúpula de cristal que formaba la pieza central del club, vio a través
de los techos, hasta que encontró lo que había buscado. Otro vampiro solitario,
enmascarado fuertemente como él. De no haber estado tan cerca, nunca lo habría
visto en absoluto. Y había algo extraño sobre esta máscara; no parecía venir del
propio vampiro.
Y considerando que estaba viendo al Ángel, parecía haber sola una explicación
para eso. Él era uno de los seguidores de Luk.
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—Hola. Escucho que tu maestro está buscando reclutas para derrotar a Saloman.
¿Crees que me pueda encontrar algún uso?
—Tu amiga Mihaela habló mucho sobre la confianza de los dos. No es de extrañar.
No siempre hemos tenido los mismos objetivos. ¿Los tenemos ahora?
—Mutua cooperación —dijo ella al fin—. Sí. Revelación del mundo de los
vampiros a los seres humanos… Sí, si se hiciera de tal manera que pueda evitar el
pánico y el caos. Tiene que haber honestidad si vivimos juntos. Pero no es algo que
podría suceder durante la noche, probablemente ni siquiera en mi vida. Estoy
preparada a ayudar a realizar un comienzo, si lo hacemos de acuerdo con los
cazadores.
Elizabeth dijo:
—Lo sé. Pero nunca sería una sociedad de iguales, ¿verdad? Tengo el poder y la
experiencia.
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—Y tenemos los números.
Saloman se sentó hacia atrás, una sonrisa brillando en sus ojos oscuros.
—Creo que dije una vez que te necesitaba para hacerme feliz. Pero tu papel
siempre debió ser más, ¿no? Puedes hacerme agradable a la humanidad.
—Creo que podría disfrutar eso —dijo Saloman en voz baja—. ¿Me pregunto si eso
es lo que Luk vio en su visión?
— ¿Qué visión?
—La que lo distrajo y me dio la oportunidad de tirarlo por la ventana. Vio algo que
nos involucra a ti y a mí. Él te llamo la pieza faltante.
—¿Quién sabe? Él probablemente no lo sabe más. Las visiones son en gran parte lo
que perturba su salud mental en primer lugar, y fue una involucrándome lo que lo
volvió contra mí.
—No. Hasta donde sé, nunca le dijo a nadie. Lo que normalmente significaba que
no había averiguado exactamente lo que la visión significaba, en todo caso. En este
caso, sospecho que había deducido que yo era una especie de amenaza, ya sea para
él o para el mundo. Pero su mente estaba fallando para entonces, y desde que ya
no confiaba en mí, no podía ayudarle a interpretar lo que fuera que vio. He tenido
que adivinar por su comportamiento, lo que eran celos de todos los poderes
pequeños que he ganado, y de Tsigana, por supuesto.
—Tal vez él previó esto —dijo Elizabeth a la ligera—. Que tú y yo… yo, no Tsigana,
siendo "la pieza faltante”, lo derrotarías aquí en Budapest.
247
—¿Entonces cuál es el maldito uso? ¿Por qué Luk se puso tanto en tu contra?
—Siempre he asumido que ese es el caso. Aun su dolor por ella en su despertar
implica que el sentimiento fue más profundo. La verdad es que, perdí a Luk
mucho tiempo antes de que lo matara. No tengo ni idea de lo que sucede en su
mente nunca más.
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Luk desenganchó sus dientes de la garganta de la mujer con un gruñido de
satisfacción, y tomó a su amiga.
—Sabes, creo que mi primo podría andar en algo. Manteniendo sus comidas en el
local. No hay nada como volver a casa a una comida favorita. Excepto volver a casa
a dos —añadió, hundiendo sus dientes en la garganta de la segunda mujer.
—Oh, por el amor de Dios, ¿tiene que hacer eso aquí? —se quejó Grayson desde la
puerta. Al regresar de su caza con los vampiros turcos, parecía sentirse ofendido
por la visión de Luk tumbado en el viejo colchón y cojines mientras era acariciado
por su seductora presa. Grayson tenía una vena puritana muy peculiar.
—¿Hacer qué aquí? —preguntó él provocativamente, y miró hacia fuera del traga
luz a las estrellas, inhalando los olores de la noche.
—El lenguaje moderno es tan pintoresco. No he, eh, follado a mi cena. Demasiado
placer perturbaría, y de hecho drenaría, la energía que necesito para enmascararlos
a todos ustedes todo el tiempo. Por no hablar de este lugar. Sólo se necesita un
segundo para que Saloman este sobre nosotros.
Uno de los turcos se arrodilló junto a la morena, tirando de ella hacia él con
intención clara. Luk le dio un manotazo alejándolo sin ni siquiera una mirada, más
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irritado por la descortesía que la invasión territorial. No le gustaba vivir tan cerca
de los vampiros incivilizados. De hecho, incluso el lloriqueo de Grayson estaba
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volviéndose molesto. No podía recordar a ninguna de sus otras creaciones
diciéndole o mandándole como Grayson parecía dispuesto, incluso después de que
Luk se había visto obligado a mostrarle físicamente que estaba a cargo.
Luk agito su cabeza como un perro tratando de sacar a un insecto molesto. Había
sido divertido arraigarse en una mente antigua otra vez. En la mente de Saloman
en particular. Tantas capas y cerraduras y profundidades. Y tal desesperación para
resistirlo. Euforia se levantó una vez más, feroz y consumidora. El ser que lo había
superado, eclipsado, derrotado en cada giro había sido fácil para engañar después
de todo, el mejor en su propio palacio. No importaba eso entre ellos, Saloman y su
Despertadora se las habían arreglado para empujarlo hacia fuera. Todos sabían
quién había ganado esa ronda, y que por lo tanto iba a ganar la siguiente. Luk
había aprendido por lo que había ido: los puntos fuertes y débiles de Saloman.
—¿Entonces por qué los mantienes aquí? —criticó Grayson—. Todo lo que se
necesita es que una de ellas escape y nuestra tapadera estará arruinada.
—Entonces vas a necesitar sangre más fuerte pronto. Por qué no solo las matas, o
dejas que los chicos las maten —añadió con un gesto de la mano hacia los
vampiros turcos que estaban ahora acomodándose para jugar backgammon.
Sintió una punzada Luk. No podía reconocerlo. Sólo sabía que no le gustaba la
sensación, la impresión de que algo no estaba bien. Confusión, nunca lejos,
comenzó a batir su mente hacia arriba, recordándose lo poco que sabía acerca de
este nuevo mundo y las criaturas que lo habitaban.
Tomó a la primera mujer de nuevo. No podía perder mucho más y no morir, pero
quería otro trago para calmarse. Cuando sus ojos se cerraron, él la empujó a un
lado y se volvió airadamente sobre los otros vampiros.
—¡Necesito sangre fresca! ¡No me gusta estar encerrado en esta estúpida caja! ¿Más
vampiros se acercaron esta noche? ¿Con cuántos podemos contar ahora?
—¿Contar? Tal vez cinco, pero, ¿cómo puede la gente siquiera unirse cuando
nosotros lo único que hacemos es escondernos? ¡Cinco en todo Budapest! —dijo
Dante con disgusto—. Ellos son los que me contactaron durante su pequeña batalla
en el palacio de Saloman y les gustó tu estilo. Y alguien habló con Timucin esta
noche, parecía más fuerte, por lo menos. Me reuniré con él mañana. Pero el resto
todavía están en la valla. Esperando.
—Por supuesto que lo están. Los vampiros híbridos tienen muy poco honor. —Luk
saltó a través del traga luz al techo, desde donde contempló su variopinto grupo
de seguidores y esclavos en la habitación de abajo—. No importa. Cuando
ataquemos, van a inundarnos tan rápido que Saloman simplemente se
desvanecerá.
Reunirse con el mundo de Saloman esa noche resultó ser un placer no diluido. La
guarida de vampiros civilizados del Club Ángel dio paso a vislumbrar el lado
oscuro de la naturaleza humana, el lado que Elizabeth siempre había evitado.
Al final, insegura si estaba más enojada con los matones o con Saloman, Elizabeth
se apartó de él, gritando:
—¿Por qué estás haciendo esto? —susurró ella mientras él la arrastraba alrededor
de la esquina en el círculo de su brazo—. ¡Sé lo que son los humanos! Siempre lo he
sabido.
—¿Segura? Por el amor de Dios, ¿cómo forzarme contra eso va a hacerme sentir
segura?
Sus largas pestañas se abatieron como un velo y se levantó para revelar sólo
negrura. Dijo firmemente:
—Así es como lo haces, ¿no? Enseñas a tu rebaño a seguir la línea con pequeñas
demostraciones de crueldad o benevolencia o lo que sea que el problema requiera.
Bueno, yo no soy una de tus malditas ovejas, Saloman, y no voy a atenerme a tu
línea.
Girando sobre sus talones, se marchó lejos de él. No le importaba a dónde iba; ira
pura la impulsó, en la medida en que si se hubiera atrevido a seguirla, le habría
gruñido como una perra desechando a su molesto pretendiente. Sin embargo el
hecho de que él no la siguiera sólo alimentó su furia.
¡Segura, mi culo!
No había nombres de las calles para guiarla. Unos metros más abajo del callejón,
las sombras se movieron en un umbral bajo, y la columna de Elizabeth se erizó.
Vampiro.
Elizabeth saltó hacia delante antes de poder registrar su presencia y clavó la estaca
contra la espalda del vampiro, justo encima de donde su corazón debía estar.
Los cazadores esperarían que matara al vampiro al instante. Era la única conducta
segura. Pero ella acababa de pasar una civilizada noche bebiendo vino con varios
vampiros con quienes había necesitado una maldita buena razón para matar.
¿Comprometerme? ¿Yo?
—Un cazador tiene una estaca sostenida sobre mi corazón —explicó el vampiro.
Tal vez el vampiro sintió su distracción, ya que sin ninguna advertencia, agarró su
oportunidad, tirándola hacia atrás con el codo en el pecho. El dolor era agudo y
sinuoso, pero mientras él saltó tras ella, ella actuó por instinto, dio una patada a las
piernas arrojándolo al suelo. Cayó sobre él con fuerza deliberada, levantó su estaca
a matar.
Elizabeth hizo una pausa. Con el vampiro inmovilizado, le dio a la chica una
mirada con el ceño fruncido. Estaba tener un buen corazón y estaba ser estúpido.
La muchacha tembló de pies a cabeza, con los ojos desorbitados por el miedo y el
pánico, su joven rostro casi desencajado con ridícula suplica intensa.
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—Por supuesto que lo estaba. Él es mi novio.
Elizabeth no podía respirar. Se tambaleó hacia atrás, a sus pies, lejos del vampiro y
su amante humana. A medida que el vampiro se levantó lentamente y la chica se
desplomó en sus brazos, Elizabeth giró sobre sus talones y echó a correr.
Las palabras resonaron en sus oídos, silenciosas y burlonas, las palabras que le
había dicho tantas veces a Saloman, volvieron hacia ella ahora con una venganza.
A
pesar del hecho de que casi eran las tres de la madrugada, Mihaela abrió
la puerta sólo segundos después de que Elizabeth llamara. Vestía los
shorts y la camiseta que habitualmente usaba para dormir, y sus ojos
oscuros estaban agrandados de preocupación.
Elizabeth entró.
—Lo lamento. Es ridículamente tarde. Sólo pensé que deberías saberlo. Pensé que
alguien debía saberlo.
—Oh, mierda. ¿Qué hizo? Elizabeth, ¿te lastimó? —Mihaela cerró la puerta,
apoyándose contra ella de espaldas mientras miraba a Elizabeth, expresiones
temerosas pasando por su rostro casi tan claramente como palabras.
—No. —Sí, lo hizo. Me lastimó, y ni siquiera quiso hacerlo. ¿Acaso Mihaela había tenido
razón todo ese tiempo, esto nunca podrá funcionar?—. Esto no tiene nada que ver con
Saloman. Acabo de encontrar algo realmente raro. Me asustó terriblemente.
—Prepararé café.
—Los vampiros siempre han tenido relaciones con los humanos —dijo Mihaela,
empujando una taza de café con leche hacia ella—. Usualmente relaciones del tipo
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amo-esclavo. —Frunció el ceño, levantando la taza y yendo hacia el living—. Lo
que es diferente aquí es la franqueza y el reconocimiento público de ambas partes.
—Tanto ella como Elizabeth parecían estar ignorando las similitudes con su propio
caso. Elizabeth estaba bien así—. Así que esta chica te rogó que perdonaras la vida
de su novio —reflexionó Mihaela, haciéndose una pelota en un lado del sofá.
Lanzó una mirada penetrante a Elizabeth—. ¿Lo hiciste?
Elizabeth dijo:
—Ése es el tema; no creo que ella fuera una esclava. Obviamente estaba demasiado
aterrorizada de lo que pudiera hacerle a él. No creo que él la lastimara o que
tuviera algún plan para matarla. Creo que estaban en una relación genuina.
Mihaela la miró.
—No creo —dijo serenamente—. No te hubiera traído esto esta noche si pensara
que fuera posible. Hubiera matado al vampiro y te lo hubiera contado mañana.
Nunca era algo aislado. Como mínimo estaban ella y Saloman. ¿Era así?
257
—De hecho, en los últimos seis meses ha habido varios reportes de mordeduras no
mortales. Estadísticamente, no debería haber ninguno en ese tiempo. Los vampiros
que no matan… esto es, los que evitan el problema que somos… hipnotizan a sus
víctimas para que no cuentes y causen un griterío. Algunos han dejado de
molestarse. Es casi como si…
Elizabeth inhaló. Estiró la mano y dejó su taza en la mesa de café. Mihaela le había
dado palabras a su creciente consciencia.
—Creo que tienes razón, y creo que está sucediendo en todas partes. Antes de que
abandonara el Reino Unido, hubo un caso de un vampiro que se alimentó
abiertamente en un pueblo en Cornwall. ¿Y recuerdas a John, mi soldado herido?
Recibí un correo electrónico de él diciéndome que se había encontrado con otro
vampiro, esta vez en el centro de la ciudad de Glasgow. Ella le habló porque estaba
intrigada de sus poderes telepáticos, pero no hizo intento de matarlo, o incluso de
alimentarse de él. Y ahora él quiere saber más. Necesita saber más. Y es
precisamente el tipo de joven determinado que lo logrará.
Pensativamente, Elizabeth se extendió para tomar su taza una vez más y bebió
unos pocos sorbos antes de decir:
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—Como dije antes, creo que necesitamos una estrategia para lidiar con esta
revelación.
—¿Qué dijeron?
—Konrad cree que Luk está detrás de los cambios, porque Luk más que Saloman
se beneficiaría de la agitación de una guerra de vampiros. Lazar gruñó. Lo cual
puede significar que está pensando en ello o cree que estamos locos. Le llevaré
estas cosas en la mañana.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Oh, nada. Nada como eso. Sólo me ha mostrado cosas, cosas innecesarias, para
recordarme la crueldad humana. No soy idiota. No necesito que me lo recuerden.
—Oh, Mihaela, no es tan simple. Sé por qué lo hizo. Teme… —Ella contuvo sus
palabras. No sólo por la escéptica curva del labio de Mihaela, sino porque
desnudar su corazón también desnudaría las confidencias de Saloman.
—Lo sé.
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—¿Sabes qué odio de ti, Mihaela? Eres demasiado perceptiva. ¿Puedo llamar un
taxi?
—Seguro.
Mientras Elizabeth hacía la llamada, Mihaela llevó las tazas vacías a la cocina.
Después de pedir el taxi, Elizabeth la siguió.
—Lamento haberte despertado y haberte contado todo esto. Sé que podría haber
esperado hasta la mañana.
Elizabeth sonrió.
Espero que averigües lo que necesitas. Cuídate… todavía hay un poco de disputa
por el liderazgo en América. Evita la confrontación con el vampiro Travis, que es
fuerte y astuto pero no te matará sin provocación.
Sus dedos hicieron una pausa en las teclas. Decirle a John, Rudy o Cyn que usaran
su nombre para salvar sus vidas de Travis apestaba repentina e insoportablemente
a jugar a Dios una vez más, a elegir quién debía vivir y a quién se le permitía
morir. Saloman podría estar cómodo en ese papel, pero ella seguro no lo estaba. Le
había contado la verdad a John. Tendría que confiar en su sentido común y en la
semi reforma de Travis.
Tipeó rápidamente.
Las cosas están un poco salvajes aquí en Budapest. Esperamos un gran ataque, así
que puede que no esté en línea por un tiempo. Mis mejores deseos para Rudy y Cyn.
Elizabeth.
Había ido directo a su cuarto anoche. Haciendo una pausa sólo por un instante
fuera de la sala de estar de Saloman, había tomado el pomo con dedos
temblorosos, pero no había sentido rastro de él. Había permitido que su mano
volviera a caer y caminó hacia la escalera. Uno de los otros había estado en la casa
—Dmitriu o Maximilian—; no podía decir cuál. Pero era interesante que pudiera
sentir la presencia y saber que no era amenazante.
Hizo una pausa, mirando las puertas de la sala de estar. Él estaba ahí ahora. No
podía oírlo moverse, pero lo sentía, como también él la sentía. Él saldría en
cualquier momento y la descubriría, y repentinamente se dio cuenta de que no
quería que le sacaran el asunto de las manos. Quería estar en control.
Con decisión, dio un paso hacia la puerta, justo cuando el teléfono en su mano
sonó. Lo miró y vio un mensaje de texto de Mihaela. Había una reunión con Lazar
a las 8:30 en punto y ella debía estar ahí.
Elizabeth asintió.
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—¿Cuándo? ¿Dónde?
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—Tan pronto como sea posible, y donde sea que él acceda que no ponga en peligro
al resto de nosotros. Usa tu sentido común. Quiero al equipo aquí. Y a ti.
Lo llamó, sugiriendo que él y su hermano Rikard llegaran alrededor de las siete esa
noche. Mientras terminaba la conexión, todavía sonriendo, encontró a István junto
a ella.
No era propio de él hacer preguntas tan personales. Sabía que ella tramaba algo.
Mihaela tomó su brazo y se alejó de Elizabeth, quien todavía miraba su teléfono
como si esperara que hiciera trucos.
—¿Realmente crees que algún tipo ordinario, sin importar cuán atractivo, va a
remplazar a Saloman?
264
—Mira, no estoy diciendo que ella vaya a casarse con Rickard. Sólo necesita dudar.
Y Saloman también. Eso sería suficiente para terminar con esto.
István inhaló.
—Estás jugando con fuego, Mihaela. No puedes decirle a la gente qué sentir.
—¿Cuál sería ese aspecto general, István? —dijo intensamente—. ¿Aquel en el que
ella muere por su proximidad con él? ¿O se convierte para complacerlo? ¿O aquel
en el que él nos dice a todos qué hacer?
István la miró.
Mihaela abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera hacerlo, la voz de
Elizabeth la interrumpió.
—El Club Ángel esta tarde —dijo, refiriéndose presumiblemente al encuentro que
acababa de organizar con Saloman—. Y he tenido una idea. Saloman me dijo que
una vez en Turquía, Luk se apoderó de la casa de una rica pareja, viviendo de sus
sangre e hipnotizándolos para que hicieran lo que él ordenaba. No creo que él haya
elegido a alguien tan prominente en Budapest; Saloman la conoce demasiado bien.
Pero, ¿qué hay si él ha tomado a alguien de perfil más bajo para que lo aprovisione
de sangre cuando le falte? ¿Han buscado por gente desaparecida?
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—Buena idea —dijo Mihaela, aliviada de tener algo positivo que hacer. István la
había incomodado por su plan perfectamente sensato para esta noche; al menos
buscar vampiros era algo sobre lo que ella no dudaba.
Mientras Saloman daba un paso hacia atrás, para examinar mejor la elegante
pintura al oleo en la pared del hogar del vampiro Elek, Elek despertó.
—¡Saloman!
Saloman se volvió sin prisa. El vampiro estaba sentado tenso, entre la huida y el
ataque. Pero debió haber sabido que cualquier respuesta era inútil. En la luz del
día, no tenía adónde ir. Sabía por qué Saloman estaba aquí.
—Todavía no es un crimen hablar con el execrable Dante, aunque podría ser visto
como un lamentable fallo en el gusto y las buenas maneras.
Saloman se movió más rápido de lo que era estrictamente necesario. Tenía que
demostrar algo. Pero no le dio alegría ver la desesperación asentarse en el rostro de
Elek cuando Saloman se estiró desde su lugar frente a la puerta y lo tomó del
cuello.
Después del primer instintivo e inútil tirón para liberarse, Elek se quedó pasivo en
el asidero de Saloman. El miedo se elevó dentro de él, indefenso, desesperado.
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—No. —Saloman lo dejó ir y le hizo un gesto hacia la silla más cercana. Elek
pestañeó con sorpresa, luego retrocedió lentamente para sentarse. La sospecha
encendió sus ojos vigilantes. Saloman dejó que sus labios formaran una ligera
media sonrisa—. Vi en la mente de Dante que lo habías conocido, lo habías hecho
prometer salir por Luk.
Elek quería evitar la insistente mirada de Saloman; era obvio. Pero Saloman le dio
crédito por haberse forzado a sí mismo a mirar a la cara al líder que había
traicionado.
—Sabes por qué. Extraño las formas antiguas, la vieja libertad de hacer lo que
quiera sin temor a ser capturado por nadie más importante que los malditos
cazadores de vampiros.
—¿Qué es lo que más extrañas? ¿Arrastrarte en una celda húmeda y oscura desde
la cual estás obligado a espantar intrusos cada par de semanas? ¿O ser perseguido
por los cazadores cuando rastrean demasiados cuerpos hacia tu hogar?
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—Porque sin ley, tendrás que protegerte y a todo lo que te pertenece de los
intrusos, e incluso cuando puedas vivir con eso, los cazadores rastrearán todos
esos muertos hasta tu puerta y te perseguirán, y antes de que lo sepas, si todavía
existes para saber algo, estarás de vuelta en esa celda húmeda y oscura,
espantando intrusos cada par de semanas. Consigues un círculo vicioso.
Elek cerró los ojos con fuerza y los abrió una vez más.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó, con voz baja—. ¿Por qué no me has matado?
—No deseo matar a más vampiros de los que sean necesarios. Nuestro éxito
depende de una floreciente población. Y así, habiéndote señalado las opciones
como las veo, estoy preparado para dejarte elegir. Y para que pases mi
razonamiento a tus colegas. Si no te tomas mucho tiempo para eso. Nadie morirá
por regresar a mi redil.
—Así que, puedes abandonar todo lo que hemos logrado aquí y seguir a mi primo
si así lo deseas. Aunque deberías saber que lo mataré, y después no sentiré piedad
por los traidores. O puedes pensar sobre lo que hemos conseguido aquí y la
excitación de avanzar hacia un nuevo futuro, no un pasado viejo y miserable. Y
volver a mí.
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Se deslizó ágilmente hacia Elek, quien se presionó contra la silla como si intentara
escapar a través de la madera y la tela. La atontada esperanza de sobrevivencia del
vampiro se ahogó en una nueva oleada de miedo por su vida.
—Tienes hasta mañana —le dijo Saloman suavemente. A través de los ojos
desprotegidos de Elek, vio cómo lucía para el otro vampiro: grande, implacable,
arrolladoramente poderoso, su momento de piedad balanceándose en el filo del
cuchillo.
—Por ahora —continuó Saloman—. Debes decir cuándo y dónde Luk pretende
hacer su movimiento.
—No lo sé —susurró Elek. Era como un perro arrastrándose, excepto que entre el
miedo abyecto existía un indicio de confundida vergüenza que estaba conservando
su existencia. Por ahora. Su mente se abrió ante Saloman, mostrándole todo lo que
sabía. El encuentro con Dante, el cual Saloman había extraído sutilmente de la
mente de Dante en un instante de distracción de Luk. Las promesas de libertad y
protección que habían sonado a la vez seductoras y demasiado buenas para ser
verdad. Y las dudas de Elek, ya estaban allí antes de la visita de Saloman. El
conocimiento de un golpe devastador que le quitaría a Saloman su poder y dejaría
el camino abierto para la nueva era de dominación vampírica de Luk.
Pero sin detalles. Dante no le había dado ninguno y Elek tampoco leyó ninguno.
Luk no le estaba diciendo nada a nadie.
Se fue por la puerta frontal y simplemente saltó a través del pozo de la escalera
hacia la planta baja. Desde el sótano corría un caño de drenaje en desuso que
llevaba a un vertedero cercano, donde Saloman había estacionado su auto. En el
mundo moderno, era realmente fácil andar cuando el sol estaba alto.
Lo cual era afortunado, porque tenía una cita en el Ángel esta tarde. Su pulso saltó
cuando su mente se adelantó a eso; quizá por lo que las discusiones con los
cazadores podían implicar, quizá porque Elizabeth estaría allí. Lo había evitado
269
Saloman se arrastró por el viejo tubo, ignorando el arrollador hedor que no solo se
pegaría a su ropa, sino a su piel. Cualquieras fueran sus razones, había alejado a
Elizabeth, justo como Luk había dicho que lo haría.
Encendió el auto y rodeó a los chicos hasta llegar a la calle. Saloman pensaba en
todo. Incluso había determinado qué haría si el mundo que estaba construyendo
colapsaba debajo de su falla; como parecía capaz de hacer ahora, mientras su
apoyo en Budapest se escurría. Ominosamente, los vampiros convergían en la
ciudad, no sólo de las provincias húngaras, sino también de Rumania y Croacia. Su
propósito no era claro, y Saloman no haría que le perdieran el respeto
interrogándolos. Tampoco estaba más cerca de descubrir a Luk o su plan de
ataque. Así que tenía una estrategia de salida. Pero aunque el sufrimiento del
mundo si Luk ganaba le generaba lástima, no se rendiría. Comenzaría de nuevo.
Incluso sin Elizabeth.
Un frío denso y negro se asentó sobre su corazón. Sabía que ella todavía era infeliz,
pero no sabía qué podía hacer para mejorarlo. Irónicamente, él le había enseñado
su propio valor, el cual bien podía ser lo que ahora la mantuviera alejada de él.
Ambos entendían que ella merecía más de él que la torpe lección de la noche
anterior. Ella era Elizabeth, y ella era suya. Sin ella, los próximos siglos, sin
importar si fallaba, serían insoportablemente deprimentes.
—No estoy convencido de que reunirse aquí sea una buena idea —dijo Lazar
mientras Konrad abría la puerta del Club del Ángel para dejarlo entrar.
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—Es tranquilo durante el día —le aseguró Konrad—. Y el personal es mayormente
humano.
Parecía estar conversando con la chica detrás del bar, quien lo miraba a los ojos con
abierta adoración. Como mínimo, otra fuente de sangre, pensó Elizabeth salvajemente,
antes de recordar que Angyalka no permitía alimentarse en las instalaciones.
Sorbió por la nariz.
—Por favor, siéntese —invitó él con perfecta cortesía, indicando el asiento más
cercano—. Katalin traerá café.
—Pero, ¿por qué? —demandó Lazar, inclinándose hacia adelante con repentina
agresión. Había sido un cazador de campo; estaba rodeado por sus colegas; no se
sentía amenazado por Saloman—. ¿Les has dicho que no necesitan temernos?
¿Estás intentando provocar una guerra con la humanidad al hacer salir a los
vampiros a la luz?
Mihaela dijo:
—¿Y las dos jóvenes que desaparecieron después de una salida el miércoles?
¿También se han ido con vampiros? ¿Sabes algo de ellas?
Eran las víctimas más probables que habían salido de la sugerencia de Elizabeth
esta mañana, y ella no había perdido las esperanzas de que pudieran llevar a Luk.
—No —dijo Saloman—. No lo sé, pero podría ser útil rastrearlas para llegar a Luk.
La noche del miércoles atacó a Elizabeth. Usó un montón de energía y debe haber
necesitado mucha sangre para recuperarse.
Mihaela asintió una vez más, quizá como agradecimiento, y distraídamente tomó
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su taza de café.
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Lazar dijo:
—El mundo está cambiando —dijo Saloman—. Y con razón. Estancarse nunca es
bueno.
Saloman bebió su café. Elizabeth observó sus elegantes dedos y el asidero de sus
labios en su taza, recordando muy inapropiadamente como se sentían en su
cuerpo. Una oleada de emoción enredada tiró de ella. La aplastó sin piedad.
—¿Esto es obra mía? —repitió Saloman mientras Lazar se movía inquieto—. Sí. —
Su mirada los recorrió a todos y se posó sobre su taza—. ¿Quieres que de más
detalles? Muy bien. He detenido, más o menos, los asesinatos vampiros. La
mayoría de los vampiros ha aprendido que no necesitan matar para sobrevivir, y
que no matar les trae menos problemas. —Sonrió ligeramente—. Y de mí. Como
resultado, muchos han dejado de verse a sí mismos como una amenaza a la
humanidad, y si no son amenaza, ¿por qué deberían esconderse? ¿Por qué no
deberían tener amigos humanos? ¿Una amante humana para alimentarse y tener
sexo? Si la humana está dispuesta, eso resuelve muchos problemas.
desmandarán, y realmente no veo que tú aceptes eso como progreso. Habrá guerra,
guerra apocalíptica…
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—Pintas la peor posibilidad —interrumpió Saloman—. Con los mismos
argumentos que oí en el Siglo XVII. Lo que ahora tienes es un pequeño flujo de
información, una pequeña proporción de gente que se han vuelto más conscientes
de una forma u otra de la existencia de los vampiros. Ninguno de ellos, creo, ha
salido a matar o ha buscado convencer a la población en general. Me parece que lo
que necesitas aquí es una política, una estrategia para educar gradualmente a la
humanidad.
—Hay varias cosas que ayudaría que consideraras —continuó Saloman—. Primero,
que los vampiros pueden y deben ayudar al mundo en que habitamos. Mi gente ha
vivido en el caos por demasiado tiempo para estar apropiadamente consciente de
los dones que pueden poseer, pero con el tiempo podemos ayudarlos con la
predicción de desastres naturales, con asuntos relacionados con rastreos… rescates
de montaña, atrapar criminales, encontrar niños perdidos, y quizás incluso a curar,
aunque ese es un raro don que bien podría estar perdido para siempre. Segundo, si
vivimos juntos en paz, podemos reunir recursos para erradicar el crimen en
nuestras comunidades. No necesita ser un asunto de hombre contra vampiros.
Tercero, la tolerancia sólo se logra con conocimiento. Y cuarto, tenemos los
recursos para comenzar esto en una forma gradual, presentándonos primero a
aquellos que ya tienen un indicio de lo paranormal, aquellos humanos que
comparten un gen Antiguo. Como Elizabeth y Josh Alexander.
—Grayson Dante no será un problema por mucho más tiempo —dijo Saloman con
una certeza tan calmada que, junto a ella, Lazar tembló.
Lazar lució ligeramente desconcertado por sus últimas palabras hasta que Mihaela
tradujo bruscamente.
Saloman dijo:
—Todo lo que pido en este momento es que discutan estos asuntos con sus colegas.
He disfrutado la conversación y espero que podamos hablar de nuevo pronto. —
Inclinó la cabeza hacia Lazar y los cazadores. Su mirada se mantuvo sobre
Elizabeth un instante más largo de lo estrictamente necesario, y aun así no hubo
una invitación ahí, ningún mensaje telepático, ni siquiera una orden que ella
pudiera desafiar. Se sentía como un conejo hipnotizado. Luego la dejó ir y
simplemente se volvió.
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Mientras Saloman se paseaba de vuelta hacia el bar, Elizabeth le dijo
brillantemente a Lazar.
—Vamos a rastrear a esas chicas perdidas. Me gustaría tanto encontrar a Luk antes
de que él lo haga.
Y sin Saloman, ¿qué demonios vas a hacer con él? se preguntó ella.
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Capítulo 17
Traducido por AariS
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a puerta delantera de Mihaela fue abierta por un apuesto
desconocido.
—Espero que no te importe. Pensé que sería la mejor forma de evitar que
habláramos de negocios.
Elizabeth suspiró. Hablar no las llevaría a ninguna parte de todos modos. Habían
encontrado a alguien que había visto a las mujeres desaparecidas con un hombre
misterioso que no podía describir. Tenía que ser Luk, enmascarado, pero el
277
descubrimiento no las había hecho avanzar nada. Las mujeres habían desaparecido
tan completamente como Luk.
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—Buen plan —dijo Elizabeth tristemente. Bajó la voz—. ¿Quiénes son? ¿Estás
viendo a uno de ellos?
—No de ese modo —dijo Mihaela, con una pizca de arrepentimiento—. Conocí a
Tarcal en el gimnasio. Tiene novia hace mucho tiempo, pero vamos de copas de
vez en cuando… que es como conocí a su hermano. Que está disponible —añadió
con una rápida sonrisa. Como Rikard eligió ese momento para entrar en la
pequeña cocina, ella dejó caer el tono conspirativo para decir a la ligera—. Rikard
es médico.
Tarcal, se dio cuenta, era un flirteador nato, lo cual era a la vez halagador y
divertido, ya que dividía su atención bastante equitativamente entre Elizabeth y
Mihaela; pero Rikard parecía un personaje más serio. Se especializaba en pediatría.
—Puede serlo. La mayor parte gratificante, sin embargo. Me encanta trabajar con
niños.
—Te cansarás de ello cuando tengas los tuyos —interpoló Tarcal con una rápida
sonrisa.
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—Hemos estado divorciados por un año. ¿Qué hay de ti, Elizabeth? ¿Quieres
niños?
Elizabeth cogió su vaso de vino, como si pudiera protegerla. Sin previo aviso, se
imaginó con Rikard, sosteniendo a un bebé sobre el cual ambos sonreían con
amoroso orgullo. Una vida feliz y satisfecha. Una buena vida, con un buen hombre
y un niño, quizás montones de niños…
—No es algo en lo que piense ahora mismo —dijo, y cambió de tema—. ¡Mihaela,
eso estaba delicioso! ¿Qué hierbas usaste?
Y sin embargo, cuando arriesgó otra mirada a Rikard, notó una vez más lo apuesto
que era, cuán amables y sensuales eran sus labios. Se preguntó cómo sería besarlo,
tener bebés con él, vivir con él hasta la vejez.
Claramente, había tomado demasiado vino. Rikard era un partido mucho mejor
para Mihaela.
Más tarde, después del postre y el café, Elizabeth ayudó a Mihaela a despejar la
mesa, dejando a los hombres debatir sobre si Tarcal debía conducir solo a casa o
irse con su hermano, que había bebido bastante menos vino.
—¿A quién?
—Culpa mía —dijo con una sonrisa, pero aunque ella estaba bastante estable sobre
sus pies, no quitó las manos de inmediato. Sus ojos azules eran cálidos, dándole a
Elizabeth una alerta instantánea antes de que dijera—. Tarcal está haciendo sus
propios arreglos. ¿Puedo llevarte a casa?
—No, gracias.
—Elizabeth. Eres muy dulce. No estoy pidiendo nada más que llevarte a casa esta
noche, pero me gustaría verte de nuevo.
—Um… no creo que sea una buena idea —dijo. Lo miró a los ojos—. Es
complicado, pero estoy en una relación con otra persona.
Fue al baño para darles tiempo a los hermanos para irse. No podía confiar en sí
misma para hablar hasta que se hubieran ido. Sentada en el borde de la bañera,
tuvo que convocar todo su autocontrol simplemente para llamar a su empresa de
taxis habitual y pedir un coche.
Cuando salió del baño, Mihaela la encaró en el vestíbulo, con una expresión
indescifrable.
—¿No lo estás?
—No. Y no. ¿Por qué los demás siguen decidiendo lo que necesito?
—Estás haciendo un problema de la nada. Todo lo que hice fue invitar a unos
amigos para conocerte, presentarte a un buen hombre que tiene los mismos
intereses y las mismas metas en la vida que tú. No te vendí en esclavitud sexual.
—Maldita sea, Mihaela, ¿cómo puedo confiar en ti cuando estás haciendo estas
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cosas a escondidas?
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El cuerpo entero de Mihaela dio media vuelta.
—¿Confiar? —Su rostro se ruborizó hasta tomar un profundo e intenso rojo—. ¡No
te atrevas a hablarme de confianza! ¡He estado contigo cuando nos mentiste, nos
traicionaste, cuando dormiste con nuestro mayor enemigo! Incluso cuando trataste
de ganarnos para su causa, no te denuncié. Mantengo tu secreto frente a mis
empleadores, quienes sí confían en mí. ¿Por qué? Porque eres mi amiga. Y si espero
tu felicidad, creo que eso es una parte de la amistad. Si espero que veas lo que es
bueno y lo dejes, te des una oportunidad para vivir, ¿es ése un crimen tan grande
contra la confianza?
—No merezco una amiga como tú —susurró—. Lo sé. Y pienses lo que pienses, sí
valoro nuestra amistad. Te valoro a ti y a los demás más de lo que nunca sabrás.
Pero esta cosa con Saloman… no debes tocarla, Mihaela. Necesita espacio para
crecer, incluso para sobrevivir… —se interrumpió, consciente de que carecía de
sentido.
Mihaela dijo:
En la puerta principal, se detuvo y ofreció una sonrisa torcida por encima del
hombro.
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—Fuera de aquí.
Dante vio al vampiro enseguida. Aunque la noche se había vuelto fría, llevaba una
camiseta de tirantes negra con sus jeans y estaba sentado inmóvil entre una estatua
y uno de los pilares de piedra que la enmarcaban. Parecía inesperadamente juvenil,
una mata de cabello oscuro y rizado cayendo hacia delante sobre su rostro. Por la
descripción de Timucin, Dante había imaginado a alguien más imponente.
Pero este vampiro era fuerte y sutil. Tenía capas de enmascaramiento que
ocultaban su identidad, y sin embargo él permitía ver un vistazo de un simple
vampiro, suficiente para atraer a Dante hacia él. El vampiro ni siquiera lo miró
cuando se detuvo ante él. Dante examinó la estatua y el nombre en el pedestal.
—¿El honor de la estatua? La cual no es para nada como él, por cierto. ¿O el de mi
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compañía? —Su voz era inesperadamente baja. Sin la audición de vampiro, Dante
dudaba que lo hubiera oído.
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—Cualquiera de los dos —dijo Dante.
—Era un soldado. Y amigo mío. —El vampiro se deslizó suavemente hacia el suelo
frente a él—. ¿Dónde está Luk?
—No, espera. Por supuesto que está interesado —dijo Dante rápidamente, forzado
a saltar tras él de una manera que no mejoró su dignidad.
—No sabemos quién eres —espetó Dante. ¿Por qué demonios estaba suplicándole
a esta criatura?
—Maximilian.
—¿Maximilian? ¿Su propio hijo? ¡No podía haber esperado mejor! Le hará más
daño porque todavía no se las ha arreglado para encontrar y matar el más
importante de sus asesinos. ¡Oh, me encanta esto!
—Para un vampiro moderno, sí. Era bueno. Muy bueno. Y sólo puede ser más
fuerte ahora. Será muy útil cuando ataquemos. —Luk hablaba con impaciencia,
casi distraídamente, porque su mente estaba dando vueltas a todo el daño que
pronto le infligiría a Saloman. Lo dejaría sin nada; una vez más daría vuelta su
mente de adentro hacia afuera, y después lo mataría. Sería realmente el comienzo
284
—No. Pero, ¿por qué lo preguntas? —Dante frunció el ceño—. ¿No confías en él?
—Por supuesto que no confío en él, idiota. No debe salir palabra de ninguna
manera. El impacto será aún mayor, al igual que nuestro éxito. Y estoy casi listo.
Casi.
Una súbita oleada de alegría la fijó en su sitio. ¿Podía lidiar con esto ahora, tan
pronto después de la confrontación con Mihaela? Estaba demasiado emocional. Y
en lo que concernía a Saloman, tan ridículamente insegura.
Su ligero toque en el brazo la instó a avanzar. Detrás y por encima, sabía que
Mihaela los observaba desde su ventana. Se preguntó si la cazadora encontraba
algún consuelo en la protección de Saloman hacia ella, o si simplemente odiaba
verlos juntos.
—¿A qué debo el honor? —preguntó ligeramente, todavía sin mirarlo—. ¿Temes
que Luk intenté matarme de nuevo?
Antes, eso la habría herido, pero parecía que la disputa con Mihaela había puesto
las cosas de nuevo en perspectiva. Sabía que él estaba bromeando. Escondiendo
una sonrisa, finalmente volvió su rostro hacia él.
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La estaba mirando intensamente, sus ojos piscinas de oscuridad que brillaban
ocasionalmente bajo la luz de las farolas.
Él levantó la mirada hacia la luna mientras caminaban por la silenciosa calle, y ella
esperó. El ritmo de su corazón ahogaba sus pasos, calmaba las turbulencias del
daño de la última jornada. Podía dejarlo como estaba, simplemente disfrutar de la
felicidad actual de su presencia… y esperar que algo parecido sucediera de nuevo.
O podría enfrentarlo ahora.
—Segura —repitió—. Eso fue lo que dijiste anoche. Quieres que me sienta segura
contigo. ¿Realmente crees que necesito una demostración para sentir eso? ¿Para
entenderlo?
—¿De eso se trató la noche anterior? Todavía crees que te dejaré cuando vea dentro
de tu corazón. ¿Tan negro es?
—No lo sé. Ha pasado tanto tiempo desde que alguien miró y me lo dijo.
Poco a poco, vacilante, Elizabeth se acercó, hasta que pudo apoyar la cabeza contra
su hombro, permitiendo que la maraña de asombro y pena se convirtiera en más
que perdón, en los inicios de un nuevo entendimiento.
—Lo siento —dijo él en voz baja—. No debería obligarte a ver tales cosas cuando
no hay nada que puedas hacer para ayudar. Te prometí la noche, no el terror. Ven.
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—Su paso se alargó, haciéndola trotar para seguirle el ritmo—. Esto es lo que te
habría enseñado después; todo lo que deberíamos haber visto anoche.
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Pasando su brazo alrededor de su cintura, saltó al tejado del alto edificio a su
izquierda, y mientras ella todavía jadeaba por la vertiginosa altura, él señaló
estrellas y constelaciones que significaban algo para él, junto con las divertidas
creencias y supersticiones de varias culturas, y cómo éstas lo habían ayudado u
obstaculizado en Egipto, Grecia, Bizancio e India en varios momentos de la
historia.
—Es como si vieras algo de belleza interior mezclada con la exterior —dijo ella una
vez, después de mirar al joven con gafas de apariencia ordinaria sobre el que él le
acababa de llamar la atención—. ¿Vería eso yo también?
Saloman dijo:
¿Realmente había querido que él sacara a relucir esta discusión una vez? Se forzó a
sí misma a sonreír, mirando por encima de la multitud a las estrellas que nunca
cambiaban. O no en una vida.
—No serían siquiera cuarenta años, ¿verdad, Saloman? En treinta seré vieja. —Si lo
que sea que es lo que me está haciendo enfermar me deja vivir tanto.
—¿Te afligirás cuando muera? —No había tenido intención de hacer una pregunta
tan estúpida. No había respuesta que le gustara, no su dolor ni la falta de él. Desde
algún lugar cercano flotó el sonido de un coro, cantando en perfecta y emocionante
armonía. Elizabeth avanzó en su dirección, llevándolo con ella de la mano.
—¿Es por eso que mantienes una parte de ti mismo tan distante? ¿Cómo dijo Luk?
—Sería demasiado simplista decir que sí. Doy la bienvenida a cada experiencia al
máximo, incluyendo el amor y la aflicción. Nunca es el sentimiento lo que falta.
—Somos más parecidos de lo que nos daba crédito —dijo él con un encogimiento
de hombros auto-despreciativo—. Parece que ninguno de nosotros confía
completamente en nuestro propio valor. Yo puedo gobernar el mundo; tengo plena
confianza en ello. Pero no puedo gobernarte a ti; no puedo hacer que te quedes. Y
por eso cometo errores.
Como si no pudiera soportar haber dicho las palabras, arrojó su brazo alrededor de
su cintura una vez más y saltó sobre el tejado más cercano para comenzar la loca
carrera de montaña rusa a su palacio. Tomó una ruta tortuosa y desconocida,
extendiendo este lapso de extraña cercanía a la intemperie.
Fue una sorpresa darse cuenta de que estaban de pie en el alto muro frente al
cuartel general de los cazadores. Elizabeth abrió la boca para decírselo, antes de
que el conocimiento le dijera que él no debía saberlo. Ésta era el área secreta y
sacrosanta de los cazadores, y para ellos, sino para ella, Saloman era el enemigo.
—Luk.
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Capítulo 18
Traducido SOS por Simoriah y Susanauribe
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a peor parte de pelear con un solo brazo, pensó John Ramsay mientras
clavaba una estaca en un vampiro con un lanzamiento infalible, y caía bajo
el peso del cuerpo de otro, era recordar que no tenía dos. No tenía sentido
que su cerebro le dijera a su mano izquierda que diera un puñetazo.
Pero se negó a ser derrotado, a permitir que este fuerte y estúpido animal arruinara
la euforia de la primera batalla del grupo. Estaba lanzándose por su garganta, y si
cedía a la presión en su brazo derecho para tomar otra estaca, sin duda lo mordería
y lo mataría.
Rudy asintió.
—Satisfactorio.
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—Todos estuvimos bien —dijo John tibiamente, y estaba satisfecho de ver a su
pequeño grupo de aprendices pavonearse bajo sus halagos. El ejército había tenido
razón: él había subido rápidamente por los rangos. Y por primera vez no resentía
irse. Había otras guerras que pelear.
—Olvídalo. Estuviste genial con esto, Johnny, y somos un equipo. —Ella lo miró y
encontró su mirada—. No te voy a quitar eso. Es sólo que… Rudy y yo estábamos
haciendo estas cosas solos, golpeando a los neófitos. ¡Es como si nada hubiera
cambiado, excepto que ahora tenemos más gente haciéndolo!
—Supongo.
—¿Está bien?
Elizabeth debía ser su compañera eterna, una alegría que él nunca se había
atrevido a esperar mientras su especie menguaba y se extinguía. Ciertamente
jamás había esperado encontrarla en un humano, y lo que fuera que Luk hiciera
ahora, Saloman estaría agradecido por haberlo forzado a ver la verdad, enfrentar la
tortura de perderla a través de su actitud distante.
ataque. Per mientras sus dedos volaban por el teclado, mandando e-mails,
moviendo dinero, tomando decisiones, y expandiendo deliberadamente su
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influencia como si Luk no fuera una amenaza, la parte libre de su mente seguía
volviendo a la mujer que dormía y soñaba en su cama.
Ella había mandado mensajes de texto anoche a los cazadores para convocar a una
reunión a primera hora de la mañana siguiente. Como él, entendía la importancia
del momento. Como Saloman no sintió alteraciones, ninguna advertencia de
ataque inminente entre el mundo vampiro, ella se preparaba para hacerles ver su
punto: que, tanto a corto como largo plazo, ellos necesitaban a Saloman. Y con
suerte, la verdadera amenaza de Luk, cuya victoria podía destruirlos a todos, sería
en su lugar la herramienta que los uniera a todos.
—¿Qué sucede?
—No. Mayormente mis propios demonios. Soñé que estaba a punto de morir.
—No moriste.
Ella sonrió.
Mirando el subir y bajar de sus pechos bajo la sábana, Saloman intentó con muchas
fuerzas precipitarse e imaginarla muriendo y reviviendo como no-muerta en sus
293
Ella pasó sus brazos alrededor del cuello de él, hundiéndose bajo la seda de su
bata.
—Últimamente me di cuenta de que hay enemigos más crueles que los vampiros
grandes y malos. Parece que puedo lidiar con ellos, y si no puedo, tú sí. Pero las
cosas que parecen mucho más triviales, como enfermedades o accidentes, pueden
terminar con uno. —Chasqueó los dedos contra la espalda de él—. ¡Puf! Y todo se
terminó.
—Primero que nada, nunca se termina. Lo que eres y lo que has hecho vivirá en
aquellos que te conocieron. Poco consuelo, quizás, cuando preferirías vivir. Puedo
encargarme de eso.
Detrás del miedo, sintió los dolores erráticos e inexplicables y la breve enfermedad
que la había afectado en las recientes semanas. Aunque su doctor no había
encontrado nada malo, los síntomas continuaban, más fuertes y frecuentes. Ella no
dejaba que la contuvieran, pero no podía ignorarlos o su creencia de que eran
importantes. No sabía qué los causaba, se había preguntado sobre todo desde una
maldición hasta cáncer, y no podía descartar nada. Dividida como estaba entre la
preocupación y la burla hacia sí misma, no se lo había contado a nadie excepto a su
doctor y a Mihaela, quien, según la mente de Elizabeth, había alimentado su miedo
al tomarlo en serio.
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—No soy un sanador —dijo Saloman firmemente—. No podría curarte si
estuvieras enferma o herida. Pero la sanación solía ser un don entre mi gente, y si
me dejas mirar, al menos puedo decirte si todo está como se supone.
Él sonrió.
Ella bebió de sus calmantes palabras como agua en un desierto, su cuerpo entero
relajándose bajo su mano abiertamente acariciadora.
—Podrían ser causados por las tensiones de lidiar con tus crecientes poderes —dijo
Saloman—. Y probablemente tienen algo que ver con transferencia telepática del
dolor… sentiste el corte en la mano de Max, y dices que sentiste algo cuando
visitaste al soldado herido en Escocia, y cuando Konrad fue mordido por el
vampiro en Turquía. Estás desarrollándote con rapidez, quizás demasiado rápido.
Deberíamos hacerlo más lento si podemos.
O convertirte para que tu cuerpo pueda lidiar sin dolor. No dijo esas palabras; no
necesitaba hacerlo. Junto con su explicación, ella finalmente estaba considerándolo,
con un asombro abierto y algo temeroso, y las esperanzas de Saloman crecieron.
Las manos de Saloman se detuvieron en sus pechos mientras la miraba con algo de
diversión.
—¿Qué?
—Pero tengo que estar en el cuartel general de los cazadores… —Sus manos
abandonaron su cuerpo—. Quizás no debería hacerlo. Quizás no debería ser una
cazadora.
—Necesito hablar con ellos —murmuró, levantando el teléfono del suelo donde se
había resbalado de su bolso. Ante la imagen de su trasero tan cercano, Saloman
sintió un gruñido elevarse en su garganta. La lujuria ahora era crítica y tendría que
ser aplacada. Pero cuando ella se enderezó, el teléfono sonó.
—Hola, Joanne —dijo ella con algo de sorpresa. Saloman recordaba a Joanne, una
de sus amigas de St. Andrews; divertida, excéntrica, ferozmente inteligente, y
reconfortantemente leal. Aparentemente, Elizabeth le había pedido que revisara su
apartamento mientras ella no estuviera, porque parecía que estaba preguntándole
dónde enviar el correo.
Podría haberla distraído, pero eligió no hacerlo. Ella tenía muchas cosas que
aclarar en su cabeza y en su vida, y él no se interpondría en su camino. En
cualquier caso, necesitaba que ella ahora estuviera cerca de los cazadores si su plan
iba a tener éxito. Y ellos necesitaban ser advertidos de los planes de Luk tan pronto
como fuera posible.
Se levantó y caminó hacia la ventana para verla mientras ella corría hacia el sol. Su
belleza le hizo contener la respiración una vez más. En un vestido simple y usado,
lucía fresca y vital, tan viva que le hizo doler. Su cabello brillaba, pareciendo
centellear con todos los colores del amanecer mientras ella volvía su rostro hacia
arriba hacia la tibieza. Levantó ambos brazos, como abrazando el día, confiada,
alerta y feliz; y luego giró para mirar hacia la ventana. Viéndolo, sonrió y lo saludó
con la mano y medio corrió por la calle a hacer su deber y enfrentar los peligros. Su
Elizabeth.
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Lentamente, Saloman permitió que su frente cayera hacia adelante contra el suave
y duro vidrio. La figura de ella estaba borroneada, pero no podía dejar de mirar.
No puedo hacerlo. No puedo quitarle el sol. Ella pertenece a la luz y yo a las sombras.
Siempre lo había sabido, y aun así nunca había dolido tanto. Porque se había
permitido sentir esperanza. Una gota de sangre derramada en el alfeizar,
mostrando un rojo profundo y oscuro contra el brillante blanco de la pintura. Él no
había llorado en trescientos años. Elizabeth…
Detrás de él, la puerta se abrió, y él pasó el hombro contra su ojo como un niño
atrapado llorando por su padre. Quizás eso había sucedido mucho tiempo atrás; ya
no podía recordarlo, tanto tiempo había pasado.
Dmitriu dijo:
—Sólo tengo diez minutos —advirtió Miklós mientras todos entraban. Agitó una
mano impaciente alrededor de los asientos que había en la habitación, la cual,
como el mismo bibliotecario, era pequeña y austera y sólo un poco sucio.
Elizabeth asintió.
No tuvo el impacto que ella había imaginado. Lazar de hecho sonrió, mientras
Miklós espetaba.
—Sí, puede —interrumpió Elizabeth—. Ha estado aquí más tiempo que este
edificio, más que los cazadores, más que muchos de sus documentos, los cuales,
como cualquier texto histórico, no siempre arrojan los hechos completos.
—¿Por qué crees que los no vampiros nunca han atacado nuestros cuarteles
generales en cualquier tiempo de la historia? —dijo Miklós con exagerada
paciencia—. Este edificio está escudado, oculto…
Tal vez fue el arrebato de rabia o el mal lenguaje que finalmente perforó su
cómoda confianza de larga data, pero todos comenzaron, finalmente, a pensarlo.
—Oh, no —dijo Lazar, como aliviado de que ahora finalmente pudiera descartar
sus disparates—. No creo eso.
—¿Qué razón podría tener para ocultar este edificio de su propia clase?
—Sus documentos más antiguos sólo dan pistas de eso, y tienes que leer entre
líneas, pero está ahí. Encontré varios textos el año pasado cuando estaba
estudiando a Saloman en su biblioteca.
la noche anterior.
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—Los Antiguos nunca solían ser considerados como enemigos de la humanidad;
trabajaban abiertamente o en secreto con gobernantes, príncipes, hombres de la
iglesia, estudiosos y cualquiera fue el equivalente local de la policía en ese tiempo.
En las Épocas Oscuras, cuando la raza Antigua estaba siento superada por
vampiros rebeldes mezcla de humanos e híbridos, la humanidad necesitó los
medios para protegerse de la amenaza vampira. Crearon la organización de
cazadores, con completamente cooperación y ayuda de los Antiguos, quienes
incluso encantaron el sitio de su edificio seguro para ellos.
—El Antiguo que practicó los encantamientos fue Luk. Los hizo lo suficientemente
fuertes para que duraran por siglos, milenios, probablemente para siempre, incluso
a través de la nivelación y la reconstrucción. Han sido difíciles para que la mayoría
de los Antiguos los atraviesen y mientras se extinguían y sólo los vampiros
híbridos modernos permanecían, no ha habido una maldita oportunidad de que
alguien descubra este lugar.
Los anteojos de Miklós parecían brillar hacia ella. Por primera vez, el bibliotecario
estaba mudo. István quitó su cadera del escritorio.
—Y ahora Luk regresó como nuestro enemigo. Y el único que puede destruirnos.
—¿Pero por qué? —estalló Mihaela—. ¿Por qué quiere esas cosas? ¡La locura
simplemente no comienza a cubrirlo!
—Saloman cree que es odio. Él odia al mundo, casi sin darse cuenta porque fue
arrastrado de vuelta a él.
—¿Por su despertar?
—Exacto.
—Sí —coincidió—. Pero sus posiciones eran muy diferentes, ¿recuerdas? Saloman
no estaba loco cuando fue estacado. Luk sí. Luk había tenido suficiente del mundo,
incluso si su mente no era capaz de reconocer ese hecho. Y Saloman le dio paz,
haciendo un encantamiento ritual que le quitó el dolor y le dio el descanso que
podríamos pensar como la muerte.
—Cielo —dijo Mihael—. Para todas las intenciones y propósitos, Luk fue
arrancado del cielo.
—Algo así.
—Sí quiere. Todavía no lo sabe. Según Saloman. Por eso está rompiendo todas las
viejas reglas, matando sin razón, invadiendo mentes, incitando el caos por el mal
de la humidad que le solía importar…
—Sí, pero son parte primordial. Otras redes tienen acceso, links de computadoras,
pero las cosas más viejas y raras están aquí, porque éste siempre fue el epicentro de
la actividad vampírica.
En algún lugar, ella se maravilló ante el desapasionamiento con el cual era capaz
de hablar de las muertes de sus amigos, del mismo Saloman. No habría sido
posible si todavía no tuviera esperanza de evitar esas tragedias.
—Sí, por supuesto. —Inhaló. Esto era todo—. Él ofrece su ayuda de manera
incondicional. A defender este lugar con ustedes.
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Capítulo 19
Traducido por Mona, Simoriah y flochi
N
o —dijo Konrad rotundamente—. ¡Bajo ninguna
circunstancia!
—Porque necesita derrotar a Luk antes que haya algún descontento más y todo lo
que él ha construido se pierda. Está soseniendo Turquía por un hilo, pero si
Hungría cae, todo se derrumbará como un castillo de naipes. Y porque el
conocimiento en todas sus formas es importante para Saloman. También lo es la
cooperación contigo, como él explicó en el Ángel.
—Además, considera qué fuerza tienes. Incluso si Lazar pelea y tú tuvieras a todos
los cazadores húngaros presentes, aun así estarías sobrepasado en número.
Posiblemente en mala medida. Juntos, sin cualquier otra distracción, tú
probablemente podrías matar a Luk. Pero habrán otras distracciones; él estará
rodeado por protectores fieles que perderían todo si él muere. Ellos te mantendrán
separado. Soy la única que puede matar a Luk sin ayuda.
—Pero nadie me puede matar. Nadie en absoluto. Y ellos lo quieren. Sin Saloman,
realmente no tengo muchas posibilidades. Ninguno de nosotros las tenemos.
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Eso dio en el punto. Era casi tangible.
—Muy bien. Ambos pensamos que dirías eso. Ellos nos traerán fuerza extra, pero
la presencia de Saloman no está condicionada a la suya. Es él lo que realmente
necesitamos.
—Eso es discutible —dijo Lazar—. No niego que su fuerza seria malditamente útil,
pero una vez que dejemos entrar a un vampiro aquí, nosotros nunca estaríamos a
salvo otra vez.
—¡Lazar, nosotros no estamos seguros ahora! Luk puede entrar aquí cuando
quiera. Saloman puede ayudarnos a derrotarlo, y él puede volver a encantar el
lugar después.
Lazar miró a Miklós. Mihaela intercambió miradas con István y Konrad. Hubo un
largo, e interminable silencio durante el cual Elizabeth estaba esencialmente
consciente de la palabra "por favor" repitiéndose en su cabeza una y otra vez como
una oración.
—¿Bien? Ustedes han tenido más que ver con él que yo. ¿Qué piensan?
—Creo que tenemos que tomar la oportunidad. He llegado a pensar que no tiene
malas intenciones, esté o no de acuerdo con él. Tenemos que confiar en él o
sucumbir.
Elizabeth sonrió. Como un elogio, se quedaba corto, pero sin embargo, sabiendo
los sentimientos de Mihaela sobre su relación, esto la calentó.
Él dijo:
—Eso no es ninguna garantía del futuro, Konrad —dijo Mihaela, bajo. Orgullosa
de ella, Elizabeth abrió sus ojos otra vez.
—Es una convicción por la que estoy preparado para morir —dijo Konrad
firmemente.
—Es posible que hayan más que tú que mueran por esto —señaló Lazar. Él se puso
306
de pie otra vez, y paseó por la habitación. Le lanzó a Elizabeth una mirada
penetrante al pasarla, luego se dio la vuelta y fijó su mirada atormentada en cada
uno de los cazadores a su vez antes de descansar finalmente en Miklós—. No me
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gusta esto —dijo él—. No me gusta en absoluto. Pueda que tengan razón en que
podemos confiar en Saloman; no tenemos ningún precedente para basar cualquier
decisión. Pero me parece que, al menos hasta que sepamos más, si alguna vez lo
hacemos, tengo que ponerme del lado de Konrad en esto.
—¿Qué defensas? —dijo Elizabeth con furia—. ¿Qué puedes hacer para defenderte
contra esto? ¡Has confiado en encantamientos que ni siquiera entiendes por cientos
de años!
que estar listos para ello esta noche, porque podrían venir en cualquier momento…
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—Espera. —Elizabeth saltó a sus pies una vez más—. ¿Estás preparado para creer a
Saloman sobre el ataque, pero no sobre algo más? ¿No puedes ver la inconsistencia
de eso? ¡Sí confías en él, tú confías en él!
—Oh, no. Tú sabes que va a suceder, y sabes que lo más probable es que tú y
nosotros moriremos y dejaremos el mundo sin protección. ¿O esperas que Saloman
haga eso por ti? ¿Suponiendo que él sobreviva a Luk?
—Está bien. Sé que no confías en él. Es un enorme salto de fe para alguien que ha
sido un cazador durante toda su vida adulta. Lo entiendo. Pero confías en mí, ¿no?
—Confío en ti, Elizabeth. Pero no en esto, no se trata de… él. Sé que tú no nos
engañarías, no a sabiendas. Solamente creo que estás equivocada.
—El sentimiento, como ellos dicen, es mutuo. Pero no estoy equivocada, Konrad.
En el último año, he desarrollado un respeto a mis propias creencias y
conclusiones, mis propios instintos. No siempre actuaba según ellos, y ahí es
cuando he sido más miserable y las cosas han ido mal.
—Todo cambió para mí cuando desperté a Saloman. Tuve que ver más allá de lo
académico y también confiar en mis decisiones en la vida real. ¿Y saben qué?
Son buenas decisiones. Elegí confiar en ustedes. Elegí creer que Saloman no es
malvado, que puede hacer algo bueno en el mundo. A lo largo del último año, he
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sido tirada en ambas direcciones, y he hecho cosas que sabía que estaban mal para
complacerlos. Intenté matar a Saloman; sí maté al vampiro Severin en América. He
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ocultado información tanto de ustedes como de Saloman para no traicionar a
ninguno. Estas cosas me comieron por dentro porque sabía en mi corazón que
estaba equivocada, aún cuando las estaba haciendo.
Por primera vez desde que podía recordar, István le puso un brazo en los hombros.
No era sólo un gesto de consuelo, aunque ahora que su discurso había terminado,
tenía un arrollador deseo de apoyarse en ese gesto buscando fuerza. Era prueba de
solidaridad.
—Como creo que tú has tomado la tuya —agregó él hacia el silencio que podía ser
cortado con un cuchillo.
En su lugar, dijo:
—Pero todavía soy la Despertadora y haré lo que pueda para matar a Luk.
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Saloman se sentó y enfrentó a los dos únicos vampiros que había creado en su
larga existencia. Acababa de informarles del blanco escogido por Luk.
—Es justo —dijo Dmitriu—. Nunca me gustaron los cazadores de todos modos.
—De acuerdo, de acuerdo, estoy bromeando. Iré y pelearé por los incalificables
cazadores. Aunque no los veo exactamente llenos de deleite por tener al Anticristo
entre ellos.
—No todavía. En los raros vistazos que he tenido, siempre está pensando en algo
más, lo cual me hace pensar que la decisión con respecto al tiempo todavía no está
tomada. Cuando lo sea, con suerte la protección de Luk se relajará a través de su
inevitable excitación y podré obtener una mirada más cercana. Dudo que tarde
mucho. Los vampiros que viajan de Rumania y Croacia llegarán esta noche a
Budapest.
—Tenemos que esperar que sea lo primero. Y planear para lo último. —Saloman se
recostó y cruzó los tobillos desnudos—. Pero es hora de ver más allá de la batalla
que se aproxima, la cual ya nos ha distraído demasiado. Ahora debemos
prepararnos para avanzar.
—¿A qué otro lugar podemos ir? —demandó—. O bien Luk gana y todos estamos
en problemas, en lo cual me niego a pensar. O nosotros ganamos, lidiamos con
Luk, y tú tendrás un pequeño castigo, un poco más de consolidación de que
ocuparte. Eso te dejará en completo control del mundo vampiro. Nadie más es lo
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—Lo hago. Y he identificado dos pasos en los que me gustaría contar con su ayuda.
—¿Qué pasos?
—Ayudar a los humanos con los movimientos de la tierra que causan desastres
naturales. E introducir a los humanos, pacíficamente, a los vampiros y sus
beneficios. Creo que estos pasos se apoyan uno en el otro y nos darán avances
significativos.
—¿Cómo demonios…?
—Serás bueno en eso, Dmitriu. La interacción con humanos siempre fue tu punto
fuerte. Confío en ti, y en quién quiera que elijas para ayudare, para causar la más
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Maximilian dijo:
—Me las arreglé para hacerlo. Pero aquellos incidentes fueron mayormente suerte,
y veo tu punto. Apunto a instalar unos nuevos centros de estudios sísmicos… de
hecho, ya los he comenzado. Te veo en un rol de consejero oficial, viajando y
escuchando y señalando a los científicos en qué dirección deberían mirar.
Encontrar maneras para hacer que sus instrumentos les digan lo que necesitan
saber, hasta que confíen en nosotros y podamos ser más abiertos.
—Yo sí.
—Pero hay otros a los que podrías entrenar para este rol.
6En ingles “you play him like that instrument”, “play” se usa para “jugar” tanto como para “tocar
un instrumento”.
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Los dientes de Maximilian tiraron de su labio inferior. Abruptamente, se puso de
pie y fue a grandes pasos hacia la ventana cubierta de terciopelo antes de girar
para enfrentarlo una vez más.
—¡No me oyeron! ¡No te dejarán entrar al maldito edificio! No puedo cre… —se
interrumpió, finalmente dándose cuenta de que Saloman no estaba solo.
Maximilian estaba con él, pero la miraba con tanta intensidad desde su lugar junto
a la ventana cortinada que se preguntó si sus palabras habían tenido algún interés
especial para él.
—¿Qué sucede?
—No creo —argumentó Elizabeth—. Sentí algún tipo de dolor cuando él pasó
junto a mí… dolor emocional. Se sintió como… culpa.
—Ése es Maximilian. Tiene mucho por qué sentirse culpable. ¿Porque estás tan
disgustada? ¿Por qué los cazadores no aceptaron? —Tomando su mano, la guió
alrededor del sofá y se sentó junto a ella.
—¿A ninguno?
—No llegará a eso —dijo Saloman quedamente. Tocó su mejilla—. Bien hecho.
Creo que hay una gran promesa en las reacciones de Mihaela e István.
—¿De qué sirve eso si estamos muertos? Si la biblioteca es destruida y Luk está
desbocado alrededor del mundo, los vampiros vuelven a su peor comportamiento
brutal y caótico, y…
Elizabeth pestañeó.
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7Llamarada de gloria: morir como resultado de un enfrentamiento con una fuerza mucho mayor.
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—¿Antes de que ataque la biblioteca? ¿Cómo?
—Si la oportunidad se presenta, entonces sí. Dudo que sea así. Si no lo es, lo mataré
en la biblioteca.
—Elizabeth. —Él llevó las manos de ella a sus propios labios, una y luego la otra, y
las besó—. No necesitan dejarme entrar.
—¿Qué? —preguntó, empujando contra sus puños hasta que ella yació medio
debajo de él contra el brazo del sofá.
—Nada —dijo ella con un suspiro, y liberó sus manos para abrazarlo. La boca de él
descendió sobre la de ella, y después de eso, el sexo fue inevitable.
—Saloman. Saloman.
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Sus ojos se abrieron, como pozos de oscuridad brillante en la luz de la luna.
Comenzó a moverse dentro de ella.
—Hoy te observé en el sol —murmuró él, dando a su pezón un último roce entre
sus labios antes de levantar la cabeza para mirar su rostro una vez más—. Nunca te
he visto tan hermosa. —Sus movimientos se hicieron más profundos, más duros
dentro de ella, reflejando un nuevo salvajismo en sus profundos ojos oscuros,
incluso mientras ella se retorcía debajo de él, su voz se redujo a un suspiro
insoportablemente tierno—. Quiero que sepas que desearía poder caminar allí
contigo.
Los labios de ella se separaron con sorpresa, y perdió el ritmo del amor. Las
palabras de él trajeron una oleada de deseo que ella no pudo pelear ni articular
palabra. No había necesidad. Se ahogó en la trágica oscuridad de sus ojos, en la
dulce, incesante urgencia de sus embestidas, y se aferró a él.
—No —coincidió él—. Si lo fuera, no habría nada más por qué pelear. —Sus dedos
acariciaron la humedad de su mejilla—. No quise hacerte llorar. Sólo quería
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decírtelo.
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Ella sonrió, besándolo profundamente, porque había más, mucho más que
arrepentimiento en su corazón; había conocimiento de que él nunca le había dicho
esto a nadie, y que probablemente nunca había sentido tan intensamente. Era más
que suficiente; era alegría.
Pero Saloman nunca podría caminar bajo el sol, no sin terminar su existencia.
La lengua de él jugó con un pezón y le dio placer. Ella empujó más en su vara y se
retorció a medida que la marea comenzaba a elevarse.
Él podía morir con ella, terminando su existencia y todo lo bueno que podía hacer
por el mundo. O ella podía morir por él, y continuar para siempre.
Las embestidas de Saloman se hicieron más salvajes, más rápidas, fuera de control.
Su boca dejó su pecho, rozando codiciosamente en el otro pezón en su camino
hacia su garganta. Sus dientes atravesaron la vena y ella dejó salir una
exclamación, buscando el placer de su succión incluso antes de que la sangre
comenzara a fluir a la boca de él.
Saciada e indefensa, yació debajo de él, acariciando su suave cabello con dedos
temblorosos, amando la sensación de su carne dura y lisa contra su piel cubierta de
sudor. Si ella fuera un vampiro, esa era una sensación que perdería.
Sus dedos se quedaron quietos. Otra verdad estaba peleando para llegar a su
cabeza y su corazón, una que ella no quería oír, no ahora. Desesperadamente, sus
manos recorrieron su espalda, sintiendo su respuesta instantánea, intentando
prolongar el momento de felicidad sin complicaciones.
No llegaría.
Ser un vampiro era perder su humanidad, la compasión que la hacía quien era, la
mujer que Saloman amaba, quien podía suavizar su falta de humanidad y hacer de
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su dominación más una cooperación. No sólo ella, sino que el mundo necesitaba su
humanidad.
Lágrimas de mezclaron con el sudor del amor mientras Saloman sacaba su cuerpo
del de ella. Lágrimas de dolor y también de amor, y en algún lugar, de alegría
también, porque había atravesado otra barrera y había tomado otra buena
decisión.
Saloman dijo:
—El griterío está por ellos —dice Dante sombríamente—. Sus fotos están en todos
los periódicos. Tenemos que deshacernos de ellos.
—Tonterías —dijo. Sus ojos salvajes tenían una nueva expresión de intensidad que
era cada vez más aterradora. Parecían arder en su pálido rostro—. Después de esta
noche, podrán vivir en un palacio en lugar de este vertedero. —Soltó otra risa—. El
palacio de Saloman.
Luk sonrió y se puso de pie para estirarse. Las vigas del techo se interpusieron en
su camino.
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—Esta noche —confirmó Luk—. Soy tan fuerte como voy a ser sin matar a
Saloman. Y ciertamente no quiero darle más tiempo para que descifre dónde tengo
la intención de atacar.
Luk dio vueltas y vueltas, con ambos brazos hacia fuera como un chico jugando a
los aviones.
—Oh, sí, lo queremos. Y confía en mí, vendrá. Demasiado tarde. No solo vamos a
destruir la biblioteca; vamos a tomar el edificio, y Saloman y su muy extraña
elección de ramera caminará directo a nuestra trampa.
Todo estaba haciéndose realidad. Con las matanzas de esta noche, Dante crecería
enormemente en fuerza, y pronto sería capaz de volver a América y apoderarse de
su mundo. Sonrió a Luk como un colegial con un regalo especial.
Luk rió.
—No desesperes —dijo con ligereza—. Saloman no nos abandonará, cualquiera sea
el decreto de Miklós.
Mihaela la miró con fijeza, luego miró alrededor para asegurarse de que nadie más
estaba cerca para escuchar. De hecho, no había nadie más en la biblioteca, aparte
de Konrad en el otro extremo del área de entrada, parado en la puerta de la oficina
de Miklós, presumiblemente escuchando las instrucciones.
—Claro —susurró Mihaela—. Una vez que Luk entre, Saloman será capaz de
unirse a la lucha sin el consentimiento de nadie. Lo cual podría salvarnos el pellejo.
Solo que, ¿y si matamos a los vampiros equivocados?
Elizabeth sonrió.
—¿Pero Luk no estará esperando algo así? ¿No tiene alguna precaución en el lugar
contra ello? Saloman podía caminar directo a una trampa.
—No, no podemos hacer eso. Pero cerrará a las cinco cada tarde, dándonos tiempo
de prepararnos antes de que el sol caiga. Ningún investigador o personal
administrativo será permitido luego de eso, sólo cazadores.
—¿Esta noche? Cinco cazadores. Nosotros tres y dos del segundo equipo, uno de
sus miembros se encuentra en el hospital. El tercer equipo está en Croacia, y
debería volver mañana en la noche.
—Lazar luchará con nosotros. Solía ser muy bueno, y sigue siendo un cazador
fuerte. Y, por supuesto, eres nuestra arma secreta.
—No tan secreta —señaló Elizabeth cuando István entró. Levantando una mano
casual saludando, lanzó su bolsa de dormir contra la estantería opuesta a Elizabeth
y Mihaela y señaló con la cabeza hacia Konrad, quien había dejado a Miklós y
estaba parado junto a la ventana de una manera expectante, con dos detectores de
vampiros en sus manos. Lazar y dos cazadores los cuales Elizabeth reconoció de
vista estaban sentados en la mesa frente a él.
Suspirando, Mihaela se puso de pie, y, junto con ella e István, Elizabeth se unió a la
fiesta.
—Tenemos todo esto, y hay otros más grandes y sensibles diseminados en todo el
edificio. Sabremos cuando el ataque sea inminente. Así que los vampiros no se
darán cuenta hasta el último minuto que los estamos esperando, los detectores
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serán silenciosos. Aquellos de vigilancia deben mantener sus ojos puestos en la
pantalla del ordenador. —Ondeó su mano hacia el ordenador del escritorio de la
recepción.
—Hay siete de nosotros esta noche, esperemos que diez desde mañana a la noche
en adelante. Los equipos de vigilancia serán: Mihaela y Elizabeth; Lazar, Karoly, y
Seb; István y yo. Al instante en que los detectores suenen, los vigilantes
despertarán a los demás. No necesito decirles cómo luchar. Algunos de los
vampiros podrían usar espadas contra nosotros, así que usen las suyas, o los
repuestos que encontrarán en la oficina de Miklós, para protección y mayor
alcance. Recuerden que aunque una espada no puede matar a un vampiro, puede
ralentizarlo. Todos deben ser conscientes de la dificultad así como también la
prioridad de matar a Luk en particular. Elizabeth, como una Despertadora, es la
única de nosotros que puede matarlo sin ayuda directa. Vamos a intentar lograrlo.
Él se encogió de hombros y miró a Lazar para ver si había algo más que agregar.
—Bien. Aparte de Mihaela y Elizabeth, sugiero que todos nos acostemos. Vamos a
necesitar toda la energía que podamos reunir para esta lucha.
Maximilian supo lo que quería decir. A diferencia de él, los invitados eran todos
humanos.
—Algo está pasando —dijo ella—. O está a punto de suceder. ¿Dónde está
Saloman?
—¿Te vas?
Llegaron a Budapest once vampiros para Luk al final. Hubieran sido diez, pero
escuchar que los cazadores eran el objetivo, uno persuadió a un amigo vacilante a
último minuto. No era un gran botín, reconoció Luk, pero con Saloman presente en
la ciudad, no podía esperarse más. La guinda del pastel fue conformada por los
vampiros que habían llegado desde Rumania y Croacia; siete hasta el momento, y
seguían llegando. Junto con él, Grayson, y los cinco vampiros restantes de Turquía,
Luk supo que sería suficiente. Aunque Saloman lo siguiera —y estaba obligado a
hacerlo— sólo llevaría a más vampiros al sitio. ¿Y qué vampiros serían capaces de
resistirse a darles una paliza a sus viejos enemigos los cazadores? Ni siquiera
Saloman podría interponerse en sus caminos. Si quisiera.
Luk lo ignoró. Sintió la aparición del vampiro que había estado esperando. Un
instante más tarde, una figura oscura en jeans y remera saltó desde el techo de al
lado y aterrizó a su lado, casi empujando a Grayson de su posición privilegiada.
—Maximilian —dijo Luk con cariño—. Estoy tan contento de que te unas a
nosotros. —Ahora tenía más que suficiente. La fuerza de Maximilian, por no decir
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de su valiosa propaganda como “hijo” de Saloman y una vez líder de los vampiros
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húngaros, compensaba más que nada la escasa partición de Budapest. Él era la
diferencia entre la victoria, y el total y aplastante éxito.
—¡Para! —gritó Cyn. Se lanzó hacia adelante como si quisiera tirar ella misma del
freno de mano, pero afortunadamente, la mano firme de Rudy llegó antes que ella.
Estaban todos cansados luego del largo viaje hacia Budapest, y John estaba
aguardando más que nada un baño y una cama. Y sin embargo ante el grito de
Cyn, su cansancio cayó lejos de él como una manta. Le recordó los repentinos
avisos de alerta de esa noche en Afganistán.
—Mira —ordenó Cyn, señalando fuera de la ventana del coche grande que habían
alquilado en el aeropuerto. John siguió su dedo a través de la oscuridad hacia dos
hombres que corrían a lo largo de la tranquila carretera. Estaban vestidos de una
manera curiosa, un poco como las versiones desaliñadas de los gitanos en las viejas
películas, pero Cyn era de Nueva York y era poco probable que se sorprendiera
por la mera manera de vestir de los transeúntes.
Rudy se echó a un lado de la carretera apenas un poco por delante de ellos, y Cyn
avanzó hacia la puerta del pasajero para abrirla.
—No; se movieron mal, con demasiada rapidez. Pero ahora puedo sentirlo.
—Espera —dijo él, agarrando el brazo de Pete mientras se extendía hacia la puerta
del auto—. Están en algo.
—No lo sé. ¿Por qué no pregunto? —Apoyando su brazo sobre la puerta del auto,
gritó en su mente.
—No lo sé —dijo John—, pero temo que Elizabeth está metida en una gran pelea.
Me temo que ella nos necesita.
—No. —Elizabeth giró la cabeza para enfrentar a Mihaela. Aunque yacían en los
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—No lo sé. Creo que casi me quedé dormida. Sigo imaginando las sombras de allá
abajo. —Echó su cabeza hacia el extremo alejado de la biblioteca cavernosa, la cual
solo estaba iluminada en las raras ocasiones que alguien iba así de lejos.
—Son las tres y media —murmuró Mihaela—. No creo que vengan, ¿tú?
—Supongo que es menos probable tan cerca del amanecer. —Quedaban dos horas
hasta el amanecer, y ambas lo sabían.
Mihaela dijo:
—Tendremos una mejor oportunidad mañana, cuando los otros vengan a casa.
—¿Sí?
—Sí —susurró.
—No tan malos —dijo Elizabeth suavemente. No había pensado mucho acerca de
eso como perder a Saloman, sobre la muerte sin dormir. La eternidad—. Saloman
cree que se debe a que mi telepatía está creciendo. Que estoy recogiendo los
sentimientos de dolor y enfermedad de las personas.
—Le creo —protestó—. Mayormente. Solo que no puedo negar la sensación de que
sin embargo es cierto que hay algo más. Eso también me asusta. —Pero si la
enfermedad me mata, tengo tiempo de decidir. Si muero esta noche, ¿dejaré a Saloman
convertirme?
—Que te unirías a los enemigos de Saloman, nosotros, y herirías a sus amigos… los
vampiros. —Mihaela giró su cabeza y se encontró con la mirada de Elizabeth—. Y
algo más sobre abandonar el mundo para ver una nueva era. Es estúpido. Se
contradice a sí mismo y está abierto a muchas interpretaciones que ¡ni siquiera
podrían aplicarse a ti! Solo que…
—En parte. Lo siento. Probablemente es todo basura, pero quería que conocieras
los hechos. —Agitó una mano de auto desaprobación—. Si podemos llamarlo un
hecho.
Elizabeth asintió. Luk la había visto en visiones; estaba segura de eso. Aunque
algunas de ellas podrían haber sido de su antepasada Tsigana. Diablos, la profecía
de Mihaela podría aplicarse igualmente a Tsigana, aunque no estaba segura de que
la dama haya herido alguna vez a los amigos de Saloman. Pero no podía detenerse
en eso. Ahora, necesitaba calmar a Mihaela y a sí misma. Y eso significaba hablar,
no pensar en cosas que no podía cambiar.
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—No. Nunca lo he tenido. Creo que siempre he creído que era un tiempo prestado
de todos modos.
Mihaela asintió.
—Sin embargo, no importa —dijo, todavía en bajos y susurrantes tonos que ambas
habían utilizado a lo largo de la conversación—. Nunca quise morir por nada.
Quería hacer una diferencia, erradicar el mal para hacer el mundo más seguro.
—¿Pero esto? Si morimos, Elizabeth, el mundo no estará más a salvo para nada. No
si la red de cazadores y todos nuestros conocimientos son destruidos. No si Luk
derrota a Saloman.
—Estoy empezando a pensar que el mundo tiene una oportunidad —dijo Mihaela
tristemente—. Más de una oportunidad, en cualquier caso. Necesitamos por lo
menos hablar con Saloman. —Pateó dentro de la bolsa de dormir, y Elizabeth solo
pudo adivinar quién era el final receptor imaginario—. Quizás el mundo está
cambiando y debemos cambiar con él. O quizás nunca tengamos la oportunidad.
—¿Realmente crees que podemos ganar? —Elizabeth nunca la había escuchado tan
desesperada—. ¿Después de lo que dijiste esta mañana?
—Sí —susurró Elizabeth, solo un poco demasiado fuerte. Bajó la voz de nuevo a un
susurro—. Lo hago. Y lo que sea que pase, Mihaela, no será por nada.
¿C
uántos?, preguntó urgentemente Elizabeth.
Le mostró a Elizabeth una breve visión directo desde de sus sentidos. Luk y
veinticuatro vampiros. Están viniendo más.
Se puede hacer, Elizabeth. Hay esperanza. Saloman rozó su agitada mente con la suya,
una caricia de ternura, aliento y consuelo, antes de que volteara sus pensamientos
hacia otra parte.
Angyalka.
Sólo como último recurso. Si Saloman ganaba esta noche, era importante que
pareciera respetar los deseos de los cazadores, tanto como fuese posible. Con un
sentimiento de terror que despreciaba dentro de sí, preguntó: ¿Cuántos hay contigo?
Unos cuantos, dijo Angyalka evasivamente. Saloman cerró los ojos. Elek está aquí,
agregó ella. Y eso por lo menos fue un grado de confort en el feo enredo frente a él.
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István tomó sus estacas y saltó sobre la mesa para unirse a Mihaela. Excitados por
el frenesí de actividad, Lazar y los otros cazadores se sacaron de encima sus sacos
de dormir y se acercaron más. Todo el mundo estaba armado con una estaca en
una mano y una espada en la otra; un cinturón o una bolsa llena de más estacas
colgaban alrededor de sus cinturas.
—Ahora —dijo Konrad en tono grave, y con los demás, volteó hacia la pared en
cuya parte superior cinco ventanas largas y estrechas parecían mirar hacia ellos sin
comprender—. ¡Atrás! —advirtió—. Si aterrizan sobre ustedes con la fuerza de ese
salto, están muertos.
Oh, pero lo ha sido; por favor no dejen que termine, pensó Elizabeth con un pánico
ciego y sin sentido. Las ventanas explotaron hacia adentro, esparciendo vidrio
sobre los cazadores a la espera. Casi al mismo tiempo, cinco vampiros se lanzaron
dentro de la habitación como niños sin miedo bajando por un tobogán, rodeados
de halos brillantes de vidrio desmenuzado, volando.
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Desde detrás de Elizabeth, el aire hizo zum. Algo —un trozo de tela o el borde de
una bota— rozó su oreja al pasar, e incluso mientras Konrad gritaba en señal de
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advertencia, dos figuras altas aterrizaron delante de la línea de cazadores,
enfrentando a los vampiros que atacaban.
Y entonces no hubo tiempo para nada más. Y el vampiro que llevó la delantera
resultó ser Luk. Algo estalló en llamas en su mano y fue arrojado sobre las cabezas
de todos en las profundidades de la biblioteca, mientras más vampiros cayeron a
través de las ventanas.
Luk sabía que estaba loco. Eso no le molestaba porque no lo hacía descuidado. En
todo caso, lo hacía obsesivamente cuidadoso. Obligó a sus seguidores a peinar la
zona alrededor de la sede de los cazadores con él varias veces, comprobando con
sus propios ojos así como con sus sentidos paranormales por Saloman, o por
cualquier otro vampiro que no fuese uno de ellos. Un par andaban a la deriva por
la ciudad, los rumanos desconocidos. Sonriendo, Luk les envió una señal telepática
para guiarlos. Pero del resto de los fieles seguidores de Saloman, no había ni rastro.
Con una gloriosa sensación de libertad, Luk se quitó la máscara y levantó el manto
protector de sus seguidores.
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—Vamos, mis hijos, cacemos a los cazadores —dijo con deleite, y bajó de la azotea.
Según Maximilian, los cazadores se basaban en instrumentos que detectaban la
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presencia de vampiros. Justo ahora, estarían cagándose en sus engreídos
pantalones presumidos.
A medida que sus seguidores aterrizaban en una larga y silenciosa línea a su lado,
no vio ninguna razón para hablar en voz baja.
—Grayson, quédate cerca de mí; Maximilian y Timucin, ustedes van al final, así
que sigue revisando por Saloman y sus seguidores. ¡Traigamos muerte y
destrucción y el amanecer de la nueva era que nos devorará a todos!
A través de la niebla de vidrio cayendo, el cual parecía brillar en las luces de los
cazadores a medida que se lanzaba dentro de la habitación, descubrió una
inesperada línea de humanos preparados. Olió a Elizabeth Silk. Y luego, mientras
daba su orden telepática de avanzar a su próxima ola de seguidores, vio a Saloman
y a Dmitriu saltar sobre las cabezas de los cazadores y aterrizar en ángulo recto
frente a él.
Luk se echó a reír. Entonces seámoslo ahora. ¡Vamos! Y convocando fuego, lo arrojó
de su mano profundamente en el corazón del orgullo y la alegría de los cazadores.
Mientras que los cazadores entraban en pánico, Saloman y Elizabeth Silk saltaron
hacia él. Él esquivó a Saloman, alcanzando la estaca de su cinturón mientras con la
espada arrancó de un golpe la cabeza del cazador más cercano.
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Estás perdiéndolo todo, Saloman. La biblioteca se quema, los cazadores están muriendo,
malditos sean sus corazones traicioneros, y tus seguidores desertan en decenas…
comenzando por tu amado Maximilian. ¿Todavía estás ahí, Maximilian?
Maximilian giró, saltando hacia Grayson, quien estaba hundiendo una estaca hacia
la espalda sin protección de Dmitriu, y golpeó duro y seguro. Luk tropezó en
conmoción, sintiendo la picadura de la hoja de Saloman en su hombro, casi sin
comprender que el polvo de la matanza de Maximilian no pertenecía a Dmitriu
sino a Grayson, su última creación.
Gracias, dijo Dmitriu, ya saltando sobre una mesa tras uno de los vampiros de
Hungría.
Por un instante, la pena casi deshizo a Luk. Grayson se había ido. Impensable.
¿Cómo había podido permitir que eso sucediera? Eso lo obligó a separarse de
Saloman, saltar hacia atrás y estudiar la situación.
Grayson lo había despertado con la sangre de Saloman para sus propios fines. Se
había aprovechado de la debilidad y confusión de Luk, y luego de su fuerza. No
había amor por su creador. Y si Luk pensaba en ello, como lo hizo entre el caos de
la lucha que había comenzado, Luk no sentía verdadero amor por su creación. De
hecho, sentía más emoción hacia Maximilian, quien ahora luchaba alegremente al
lado del enemigo, maldito sea.
Oh, ¿a quién le importa? ¡Siempre fuiste un bastardo traidor, Max! ¿Qué tanto confías tú
en él, Saloman?
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Tan rápido que los humanos ni siquiera lo habrían visto, Luk saltó sobre Saloman.
Su primo se lo quitó de una vez, con tanta fuerza que dejó caer su espada. Pero eso
no importaba; había hecho el contacto, consiguió la conexión; y ahora, con una
feroz satisfacción vengativa, alcanzó y se apoderó de la mente Saloman.
En el momento en que Cyn encontró a los vampiros, ella estaba temblando con la
sensación que había llamado “malevolencia” incluso desde que había tenido la
edad suficiente para saber lo que significaba esa palabra. Aquí, en una calle
respetable y tranquila en el medio de la noche, la maldad era abrumadora.
—Ahí —susurró ella, asintiendo con la cabeza más abajo del camino. Una pelea ya
estaba teniendo lugar. Un hombre contra otros tres. Salvo que tres desaparecieron
en rápida sucesión, sabía que no habían sido hombres.
—No —respondió John en una voz extraña—. Él es un vampiro. Les está hablando
a los demás dentro de ese edificio. Telepáticamente.
Las ventanas a nivel de la acera estaban rotas, y de adentro venían sonidos de una
total carnicería. Torpemente, John sacó las cuerdas de su mochila.
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—Apúrate —dijo Cyn, temblando, con los ojos fijos en el final de la calle—. Hay
más viniendo. —Ella estaría bien una vez que comenzaran los enfrentamientos,
pero hasta entonces, lo único que podía sentir era el frío del mal.
Saloman se había apegado a su plan. Dado que Maximilian había accedido a ir con
Luk para realizar un seguimiento de los acontecimientos y hacer el daño que
pudiera a partir de ello, él y Dmitriu había entrado en el edificio de los cazadores
más temprano esa tarde, tan profundamente encubiertos que el personal que
habían encontrado apenas los habían notado, y mucho menos reconocerlos.
Y al menos él había sido capaz de darle una advertencia telepática; con los
detectores acostumbrados a él y a Dmitriu, Elizabeth no había estado segura de
que éstos captaran la presencia de cualquier otro vampiro, por lo que sus propios
sentidos habían sido una parte muy necesaria del plan. Cuando él y Dmitriu
habían surgido para hacer frente al ataque de Luk, no había habido tiempo para
que los cazadores objetaran.
—¡Saloman! —La voz de Elizabeth, llena de angustia, le dijo que ella había visto su
situación. Pero esta vez, dependía de él superarla. Dominó el dolor, aferrándose al
pensamiento hasta que, finalmente, Luk lo atrapó.
Tengo suficiente, dijo Luk desdeñosamente. Soy más fuerte que antes. Y tú estás igual
de asustado.
—No esta vez, Luk. Yo elijo quien entra a mi mente, y tú perdiste el privilegio.
István giró y atrapó a su oponente vampiro incauto por un empuje hacia atrás de
su estaca que lo convirtió en polvo. Al mismo tiempo, por algún instinto cazador,
bien afinado en muchas batallas, él pareció reconocer el siguiente movimiento de
Luk antes de que lo hiciera. Después de todo, atrapado entre las estacas de István y
de Saloman, Luk tenía sólo una dirección que seguir.
Cuando Saloman giró para enfrentarse a dos vampiros abalanzándose que estaban
excesivamente desesperados por ganar el poder de una presa antigua, vio a Luk
patear a István en las costillas, lo bastante fuerte para enviarlo dando vueltas fuera
de la estantería.
Y luego, lo más bizarro de todo, cinco humanos saltaron por las ventanas y
descendieron en rappel por las paredes de la biblioteca.
La sangre goteaba desde el brazo de Elizabeth, corriendo sobre su mano y entre los
dedos. Eso hizo que la estaca en su mano izquierda se volviera resbaladiza y difícil
de sostener, y ya había fallado un intento supuestamente seguro al corazón del
vampiro con el que luchaba. Por supuesto, la distracción no ayudaba. Había visto
el ataque mental de Luk a Saloman, y su instinto de correr en su ayuda le había
permitido al vampiro acuchillarle el brazo. Ella podría vivir con ese dolor, pero
había sido casi imposible luchar con la repentina agonía en su cabeza. Tenía que
ser el dolor de Saloman lo que ella estaba sintiendo, y junto con su terror por él, eso
casi la debilitó.
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Captó un vistazo de Saloman cortando una franja entre los vampiros invasores,
golpeando con ambas manos en perfecto ritmo. Sus víctimas explotaron en polvo,
y él se acercó, repitiendo la maniobra con el mismo éxito antes que el enemigo
cayera en cuenta y saltara fuera de su camino.
Cerca de él, Mihaela hundió su estaca y convirtió a otro vampiro en polvo. Aunque
las cifras aún estaban drásticamente en contra, Elizabeth comenzó a tener
esperanzas de que tal vez, sólo tal vez, al final pudieran ganar. Entonces Mihaela
retrocedió, casi tocando un vampiro herido que yacía a sus pies. Elizabeth vio el
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Corriendo próxima a ayudar a un Konrad presa del dolor, Elizabeth escuchó que
gritaban su nombre y miró a su alrededor salvajemente en busca de su origen. Una
fila de personas bajo las ventanas se paraba en posturas cautelosas y defensivas,
explorando la carnicería frente a ellos.
¡John Ramsay! ¡Sangriento infierno! La emoción brotó de ella como la risa, y alzó la
voz con regocijo.
—¡Buenas noticias, chicos! ¡La caballería está aquí! ¡Ahora podemos hacer esto!
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Formaron una cuña, como John les había mostrado, y se abrieron paso hacia
Elizabeth. Pero parecía que los buenos eran fuertemente superados en número, por
un sorprendente ataque repentino por tres lados que rompió su cuña. Alguien —
no podía decir quién— cayó al suelo, y luego Cyn estaba luchando por su vida sin
tiempo para prestar atención a nadie más. Ella usó sus pies con brutalidad y,
encontrando una abertura, estacó al vampiro hasta hacerlo polvo. Girando,
encontró a otro saltando hacia ella, demasiado rápido para ser humano, y levantó
su estaca una vez más. Sin previo aviso, fue arrancada de sus manos. El vampiro
pasó corriendo junto a ella y ella empujó hacia atrás con su segunda estaca hacia el
que había intervenido. Golpeó algo duro e inflexible, y se volteó para empujar con
fuerza la estaca hasta el fondo.
Se enfrentó a un vampiro alto y moreno con ojos negros como el carbón, teñidos
con llamas de color ámbar. Con desesperación, empujó la estaca con todas sus
fuerzas. El vampiro la apartó a un lado como si fuese una mosca ligeramente
molesta.
—Saloman —dijo el vampiro, y con una velocidad que lo desdibujó ante los ojos de
Cyn, él estacó a dos vampiros que se aproximaban rápidamente a su pequeña
escena.
—Oh, mierda —susurró Cyn, mirando fijamente tras su cuerpo saltando con
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gracia.
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—Es una guerra de vampiros —gritó John—. ¡Estamos en medio de una jodida
guerra civil!
Luchando con una nueva esperanza, casi en piloto automático, Elizabeth captó un
vistazo de István colgando desde la parte superior de una estantería alta, en la que
Luk estaba parado, observando la escena debajo de él como un general. Era un
largo camino para que István “se dejara caer” —cayendo con seguridad al suelo—
pero, dividiendo su atención, Elizabeth vio que él no tenía esa intención.
Encontrando un punto de apoyo, él simplemente subió las estanterías hasta que
pudo saltar al lado de Luk y atacar.
—¡Elizabeth! —gritó él a través del ruido de la lucha, y ella se dio cuenta de lo que
quería hacer. Solo, no podía esperar matar a Luk, pero podría, posiblemente,
empujarlo fuera de su percha para Elizabeth. Fuera de balance, tanto como lo había
estado Mihaela, Luk sería una presa fácil.
Luk se echó a reír al ver al cazador allí, y Elizabeth comenzó a tener un mal
presentimiento acerca de ésta arriesgada estrategia. Peor, mientras se apartaba de
su último oponente para hacer su parte, dolores agudos picaron en su pecho y
costados, cada vez más fuertes, y se le ocurrió que István ya estaba herido. Estaba
allí en su movimiento rígido, mientras esquivaba el pie de Luk que se balanceaba y
paraba el golpe de su espada. István era increíblemente valiente; ella ya lo sabía,
pero nunca antes lo había considerado un temerario.
Él no podía hacerlo solo. Elizabeth llegó a los estantes con una mano, mirando
detrás de ella para comprobar el progreso de la batalla. Luk debió haber emitido
alguna orden telepática, ya que todos sus vampiros restantes estaban retirándose y
yendo hacia un objetivo: Saloman.
Saltando hacia atrás desde la biblioteca, vio que István estaba empleando una
medida sencilla e incluso posiblemente eficaz, simplemente arremetiendo su
dañado cuerpo contra el de Luk, demasiado cerca como para que la espada
pudiera hacer mucho daño. También demasiado cerca de los dientes del antiguo,
pero por el momento, parecía estar evitando ese peligro al llegar por debajo.
Elizabeth no dudó más. Dejando la extraña batalla de István para más tarde, corrió
hacia el círculo que rodeaba a Saloman. Dmitriu y Maximilian ya estaban allí,
luchando al lado de los cazadores. Al igual que Rudy y el pequeño grupo de Cyn,
aunque era dudoso que ellos supieran por qué… simplemente estaban tratando de
matar vampiros, y por el momento eso era suficiente.
La carrera de Elizabeth se sintió como una carga de batalla. Ella incluso escuchó su
voz gritando mientras enfocaba su presa y se abalanzaba sobre él, matando al
vampiro al instante, más por sorpresa que por habilidad. Eso le dio a Dmitriu a su
lado una abertura adicional para abrirse paso hacia el lado de Saloman, y el círculo
empezó a romperse.
Con un movimiento tan repentino que fue un borrón, él arrastró a István hacia
arriba y hundió sus dientes en la garganta del cazador. István continuó
empujando, a sabiendas, sin duda, de que caería con Luk. Un instante más tarde,
ante la mirada aterrorizada de Elizabeth, Luk se irguió, levantó en lo alto al
cazador en sus brazos, y lo arrojó al suelo como un hueso de pollo roído.
El único grito que oyó fue el suyo mientras caía de rodillas a su lado. En alguna
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parte, fue consciente de Luk saltando por encima de sus cabezas para aterrizar en
medio del piso de la biblioteca, y la repentina ráfaga de movimiento mientras
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Saloman y los demás se dirigían hacia el final del juego; pero sobre todo lo que ella
sentía era el dolor y la agonía de su propia culpa.
Sus ojos se enfocaron con evidente dificultad en su rostro, y ella supo dónde le
dolía. Por todos lados. El dolor la golpeó como un muro en un accidente
automovilístico de alta velocidad. No podía respirar; no podía moverse; las
náuseas y los mareos la inundaron, amenazando con la inconsciencia. Ella se
resistió, agarrando la indefensa mano de István con absoluta compasión por el
dolor de su cráneo fracturado, sus huesos y costillas rotas, y la debilidad por la
sangre perdida.
—¡Lo siento, lo siento tanto! —exclamó. Debería haberse quedado con él, no ceder
en el momento equivocado a su amor por Saloman, quien, después de todo, podía
cuidar de sí mismo. Decisión equivocada esta vez—. Oh, Dios, nadie debería sufrir
este dolor, István; lo tomaría de ti si pudiera…
István dijo:
—No siento ningún dolor. —Sonaba confundido por esto—. ¿Hemos ganado?
No podía luchar contra el destino. Esto, entonces, era a donde se dirigían todas las
profecías y donde terminaba para ella. Y no había tiempo, no más tiempo… el
amado rostro de Saloman flotó frente a ella, con los ojos abiertos por la sorpresa. Se
las arregló para agarrar su brazo y aferrarse, trató de hablar, para decirle que lo
amaba antes de morir. Pero la oscuridad se la llevó demasiado pronto.
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Capítulo 21
Traducido por LizC
E
ra puro berrinche lo que hizo a Luk lanzar al cazador húngaro de esa forma,
todavía vivo y herido aún más allá de la reparación. Saloman lo reconoció,
porque al igual que Luk, sabía que la batalla estaba casi ganada. Sólo el
resultado del duelo inevitable entre los Antiguos podían cambiar las cosas ahora, y
Saloman no tenía intención de perder.
Cuando Elizabeth cayó de rodillas cerca del cazador herido, Luk saltó del estante
de libros para reunirse a su duelo interrumpido.
No tenía más opción que vencer y matar a Luk. Si Luk mataba a Saloman, con lo
que finalmente ganaría el poder de su verdadero Despertador, sería imparable y
los sufrimientos del mundo serían inimaginables. Todo el mundo presente debería
saber eso.
A medida que su espada encontraba a Luk, Saloman sintió una sensación de alivio.
Todo casi había terminado, y podía pelear casi solo por instinto. Y sería una buena
pelea. En su día, Luk había sido el mejor. El ritmo aumentó rápidamente, mucho
más allá de la velocidad que los otros vampiros podían alcanzar, y mucho más allá
de lo que los seres humanos podían ver fácilmente. Acero chocando contra acero;
estacas pasando zumbando por el aire; sus cuerpos saltaban y evadían, giraban y
empujaban.
Debido a que Luk estaba cansado y sin molestarse en ocultar nada, Saloman pudo
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sentir cuando intentó convocar otra bola de fuego. Incluso podría haberla
bloqueado, aunque la distracción le valió un corte profundo en los nudillos.
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Saloman los lamió a toda prisa para acelerar el proceso de curación, saltando hacia
atrás como para desenganchar y luego, a medida que Luk sentía el final de la
matanza, sumió la estaca directamente en el corazón de su primo.
¡Elizabeth!
Ignorando el peligro, aún siendo muy real, de Luk, Saloman dio la espalda a su
enemigo y corrió hacia ella.
Ella se arrodilló al lado de István, sosteniendo la mano del cazador entre las suyas.
Las lágrimas corrían por su rostro, el cual estaba contorsionado en agonía. Ni
siquiera parecía ser consciente del ruido que hacía. Su brazo y mano estaban
ensangrentados de alguna herida, sin duda dolorosa pero apenas suficiente para
darse cuenta de su sufrimiento evidentemente insoportable.
—¿Qué pasa con ella? —exigió Mihaela, su voz demasiado alta por el miedo—.
¡Saloman, no puedo hacer que me escuche!
Al mismo tiempo, István susurró su nombre con un asombro que llamó la atención
del aturdido Saloman. István sabía.
propia mano herida. Debería estar curando, pero no había señales ahora que
alguna herida había estado allí.
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Un corte en la mejilla de Mihaela se cerró por completo mientras él la miraba.
Girando alrededor con Elizabeth todavía inmóvil en sus brazos, Saloman observó a
los vampiros heridos ponerse en pie, vio a Lazar tocar su cabeza como si le
sorprendiera que no le doliera.
Luk no pareció darse cuenta. Su intensa mirada estaba fija en Elizabeth, o más bien
en el cuadro de Elizabeth en brazos de Saloman.
—El mundo está renaciendo —entonó, en la voz del visionario que Saloman
recordaba muy bien—. Todo ha cambiado, y el poder dominante de Saloman ha
sido eclipsado en esta unión que siempre debió ser. El mundo se hace pedazos y se
forma de nuevo, nunca es el mismo. La hora del vampiro está a la mano y el
mundo estará a salvo.
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Y Maximilian rió, un sonido bastante raro para traer una sonrisa a los labios de
Saloman. Elizabeth se movió, y Saloman la acunó entre sus brazos a medida que se
ponía en pie.
—Esto significa que esta lucha ha terminado —dijo con severidad—. El reto de Luk
ha terminado y todos sus seguidores me jurarán lealtad o morirán. Este edificio es
a partir de ahora sacrosanto una vez más. —Recorrió la mirada en torno a los
cazadores—. No puedo remover el conocimiento de donde está; el secreto no
puede ser restaurado. Pero puedo hacerlo imposible de ser penetrado por
cualquier sin su permiso.
—Creo que todos estamos felices de que hayas venido sin invitación —dijo Lazar a
regañadientes.
—Sí —dijo István. Pero Saloman, sintiendo en el cuerpo del cazador como él una
vez había sentido en Elizabeth, no estaba tan seguro.
Él dijo:
—Ella ha tomado tu dolor y sanó el pulmón perforado que podría haberte matado.
Pero tus heridas son todavía graves —dijo él.
—¿Cómo lo sabes?
—Luk —dijo Saloman brevemente, y sin ninguna otra pregunta, Mihaela tomó su
teléfono una vez más.
—Hola.
Elizabeth levantó la mirada para ver a Rudy, Cyn y John Ramsay. Se agacharon
frente a ella.
—Es el riesgo que todos estábamos dispuestos a tomar —dijo Rudy con
brusquedad.
—Quiero darles las gracias por haber venido, pero suena tan trivial, como si
acudieran a una fiesta de cumpleaños, en vez de hacer la diferencia aquí. Sin
ustedes, no creo que hubiéramos ganado esto.
Saloman sonrió y estiró sus largas piernas entre los libros caídos.
A medida que Rudy y Cyn se alejaron con Konrad, John vaciló. Su mirada estaba
fija en el rostro de Saloman.
—Estoy muy contento de ver que estás tomando tus nuevos deberes con tanta
rapidez.
—¿Qué pasa con él? —le preguntó a Saloman, señalando con la cabeza hacia el
pasivo Luk, quien seguía sentado en el medio del suelo en medio de la carnicería,
al parecer sumido en sus pensamientos.
comprensión.
—Su dolor era peor que cualquier otra cosa —dijo ella en voz baja.
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—Lo sé.
—Lo sé.
—No aquí —susurró Saloman, y Luk sonrió. Era una sonrisa curiosamente dulce,
lo que le permitió a Elizabeth una visión de la verdadera persona que una vez
había sido.
—No —estuvo de acuerdo Luk—. No aquí, ahora. Lo siento, Saloman. Debe ser
duro ser el último.
—Lo era. —Los dedos de Saloman se apretaron sobre los de Elizabeth, y con
asombro, se dio cuenta de que había llegado a llenar otro vacío para él.
Saloman dijo:
—Maximilian y Dmitriu te llevarán a casa. Tengo algo que hacer antes de que
pueda traerte la paz —dijo Saloman.
—De ella vendrá la paz del mundo —dijo con aire soñador—. Me gusta eso.
Se volvió para irse, con Dmitriu a su lado. Maximilian vaciló, y luego se dirigió a
Saloman. Inesperadamente, se dejó caer de rodillas, tomó la mano de Saloman, y se
la besó. Elizabeth tuvo la impresión de una cierta comunicación intensa no hablada
entre ellos. Un instante después, él estaba caminando en el otro lado de Luk a la
puerta de la biblioteca.
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—Adiós —dijo Salomon en voz baja. Un ser humano no habría sido capaz de
escuchar a través de esa distancia, pero el asentimiento de Maximilian demostró
que él lo hizo. Parecía que Maximilian se iba de nuevo.
—Oh, no —dijo Elizabeth a toda prisa. A pesar de que se sentía tan débil como un
gatito recién nacido, no podía soportar la idea de un hospital, de separarse de
Saloman—. Nunca me he sentido mejor en mi vida. Sólo necesito dormir.
—¿Qué hay de..? —comenzó, con un movimiento de la mano hacia Saloman, quien
de este modo se quedaría solo en la biblioteca con Elizabeth.
—Ha estado erigiéndose en ti, creo. Lo que confundí con simpatía telepática no
eras tú sintiendo solamente sino tomando el dolor de otras personas. John Ramsay,
quien tanto se benefició de tu breve visita. Pensaste que era sólo porque le creías
cuando nadie más lo hacía, pero era más que eso. Lo ayudaste, física y
emocionalmente, y tal vez incluso ayudaste a algunos otros a medida que salías del
edificio. No reconociste o entendiste qué estabas haciendo, así que no tenías idea
de cómo controlarlo.
—Probablemente habría sido mejor para el don ir creciendo poco a poco, pero
sospecho que la lesión de István desató su liberación masiva y ahora estás atrapada
con él completamente.
—Me sentía tan culpable —susurró Elizabeth—, porque fui a ti cuando sabía en mi
corazón que él necesitaba más mi ayuda.
—He estado dándome cuenta la maravillosa persona que es István, y lo mucho que
me agrada. No podía soportar su sufrimiento...
—Tu tiempo es tan corto en este mundo. Tienes ahora un don, un don único y
maravilloso que no puedo separar de ti. Pocas veces he visto algo tan poderoso en
uno de mi gente. Así que, aunque te amo, tengo que preguntarte de nuevo: ¿No
has considerado la eternidad conmigo?
—Me cuesta pensar en otra cosa —susurró—. Lo anhelo, pero he tenido tanto
miedo...
—¿De qué?
—Que no voy a ser Elizabeth nunca más. Que cualquier cosa buena en mí se
pierda. Que ya no me vayas a amar.
—Y sin embargo —dijo ella, sonriendo a través del dolor que sentía en la
garganta—. Siento un “y sin embargo”.
—Y sin embargo —dijo—, todavía eres el sol para mi noche. No puedo soportar
que pierdas el sol.
—Dame tiempo, Saloman. No voy pedírtelo hoy o mañana, o incluso este año, pero
lo haré.
—Sí —dijo ella, desconcertada. Algo estaba goteando desde el rabillo de su ojo,
asustándola.
—Saloman. —Ella tocó su mejilla con la yema de los dedos y encontró sangre. Él
estaba llorando sangre—. Lo cambia todo. El deber, sí, y el deseo de hacerlo
también. Siento todo eso, pero más que nada, ¿no ves que me hace tu igual? Casi.
Me hace digna.
Sus ojos se abrieron, derramando una gota de sangre perdida que él no parecía
notar.
—¿Una oportunidad? —De repente, él la empujó hacia atrás y se inclinó sobre ella,
su boca tan cerca de ella que una inclinación de su cabeza los reuniría—. ¿De
amor?
—¿Cómo funciona?
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—No lo sé.
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—Pensé que lo sabías todo.
—No, no lo pensaste.
Ella hizo la inclinación, rozando sus labios contra los suyos y sintiendo la chispa
eléctrica familiar a través de todo su cuerpo. Sintió la caricia de su mente y se abrió
a él.
—¿Qué? —De repente temerosa de que después de todo esto, él había encontrado
la elusiva enfermedad, agarró su muñeca—. ¿Pasa algo malo?
—Siéntelo. Busca internamente con tu mente. Existe más de una fuerza vital en ti.
Tócalo. Toca tu vientre.
—Tocar mi… Oh, Dios —susurró ella. Buscar en su interior fue difícil, pero
siguiendo su mente, ella lo consiguió. Una vida pequeña en ciernes pulsaba
frágilmente dentro de ella, su puro espíritu sin forma en sí misma. Una ráfaga
aturdidora y salvaje de amor barrió a través de ella, abrazándola y a Saloman
juntos.
—Eres un ser excepcional, Elizabeth Silk —susurró. Nunca había visto sus ojos, su
rostro tan intenso—. Muy pocos de los no-muertos de mi gente alguna vez ha
procreado. Nuestra fisiología cambiada lo hace casi imposible. Solamente cuando
los vivientes Ancianos se extinguieron una mujer no-muerta dio a luz por primera
vez. Creo que sólo ha pasado dos veces. Pero, al parecer, entre tú y yo yace una
profunda compatibilidad que ni siquiera yo pude ver. —Su mano le acarició el
vientre, y él sonrió—. Pero Luk lo hizo.
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Ella lo miró a los ojos. Nunca antes los había visto tan cálidos o tan emocionados. Y
tan satisfecho de sí mismo. Él se puso de pie, levantándola entre sus brazos con
ternura deliciosa.
—En ti yace el tesoro más grande del mundo —dijo en voz baja—. El primer niño
Antiguo en ser concebido en dos milenios.
Fin
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Próximo libro, spin-off de la
serie:
Primer libro de una nueva serie de romance vampírico, una secuela de la trilogóa
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Awakened by Blood.
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Acerca de la autora
Marie Treanor vive en Escocia con su excéntrico marido y tres hijos demasiado
inteligentes. Al haberse aburrido de la vida en la ciudad, hoy en día reside en un
pintoresco pueblo junto al mar. Ha estado escribiendo historias desde la niñez y se
considera muy privileagiada de seguir haciéndolo en vez de trabajar para vivir.
Sus libros electrónicos anteriores incluyen a Killing Joe, que fue un éxito de ventas
para Kindle en Amazon. En las novelas Awakened by Blood, está encantada de ser
capaz de reunir su amor de larga data por las historias de vampiros y el romance
gótico.
Awakened by Blood:
1. Blood on Silk
2. Blood Sin
3. Blood Eternal
Blood Hunters:
1. Blood Guilt
2. Blood of Angels
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Créditos
Moderadoras:
Simoriah
Traductoras:
Jo LizC SusanaUribe
Correctoras:
Akanet Samylinda
Flochi Haushiinka
Nanis
Recopilación y revisión:
Flochi
Diseño:
PaulaMayfair
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¡Visítanos!
http://www.bookzingaforo.com/
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