You are on page 1of 7

PECADO DE MUERTE Y NO DE MUERTE

PECADO DE MUERTE:
El tema del pecado de muerte ha producido una innecesaria confusión en
mucha gente. Satanás ha sacado provecho de esta confusión para hacer
pensar a mucha gente que con tal de que no cometan el pecado de muerte,
pueden cometer cualquier otro pecado. Por eso es que mucha gente se
afana sobremanera para saber cuál es ese pecado de muerte, de modo que
puedan cometer los “otros pecados” seguridad.
Recuerdo el caso de un hombre que con insistencia quería saber si el
pecado de muerte es el adulterio. Más tarde se llegó a saber que él vivía en
adulterio. Quería saber si el adulterio es pecado de muerte para dejar de
adulterar por el temor a morirse o seguir “adulterando con confianza”. Así
que, es importante que entendamos bien el pasaje bíblico en el cual se
habla del pecado de muerte, para no caer en los errores ya anotados.
Se encuentra en 1 Juan 5:14-17 donde dice: COPIAR
El apóstol Juan está enseñando sobre la oración. Este es el tema central del
pasaje. Un principio básico en cuanto a la oración es el orar conforme a la
voluntad de Dios. Esto no tiene nada que ver con recitar la frase: En el
nombre de Jesús, al final de una oración. Orar conforme a la voluntad de
Dios significa tener un claro discernimiento de qué es lo que Dios quiere,
más no lo que yo quiero, y pedir a Dios conforme al deseo de Dios no
conforme a mi deseo. A veces, lo que yo deseo no es lo que Dios desearía.
Muchos de mis deseos están fuertemente influenciados por mi naturaleza
pecaminosa y de ninguna manera pueden ser la voluntad de Dios. Yo podría
orar que Dios haga descender fuego del cielo sobre mis enemigos para
consumirlos, tal cual como desearon los discípulos de Jesús cuando una
aldea de samaritanos se negó a recibirles, pero eso no es la voluntad de
Dios y Dios negará una petición de esa naturaleza. Si queremos que
nuestras oraciones sean respondidas afirmativamente por Dios, es
imperativo que esas oraciones sean hechas conforme a la voluntad de Dios.
De otra manera no serán respondidas afirmativamente por Dios. Esta es la
enseñanza central del pasaje. Como buen maestro, el apóstol Juan quiere
dar un ejemplo de lo que acaba de enseñar, y es allí justamente donde
entra este asunto del pecado de muerte. Pero antes de hablar de ello,
permítame señalar un par de cosas importantes en cuanto al pecado.
Pecado es todo aquello que es contrario al carácter de Dios. Dios es santo,
puro y perfecto. Todo lo que no sea también santo, puro y perfecto es
pecado. Es decir que a los ojos de Dios no existen categorías de pecado. Sin
embargo, las consecuencias del pecado, no son las mismas para todo
pecado. Si un niño miente a su madre, aparte de ofender a Dios con lo que
ha hecho, lo más que cosechará como consecuencia de ese pecado será
una reprimenda de su madre, y eso si la madre se las ingenia para descubrir
la mentira. Pero si ese mismo niño lleva un arma a su escuela y dispara a
sus compañeros y mata a unos cuantos, además de ofender a Dios, recibirá
una fuerte condena. ¿Ve la diferencia? A los ojos de Dios, mentir es tan
pecado como matar, pero las consecuencias son totalmente diferentes.
Jesús mismo dijo que en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y
Sidón que para Corazín y Betsaida. Las consecuencias de los pecados no
siempre son las mismas. Otra cosa que debemos tener muy en cuenta es
que la Biblia enseña que una manera de disciplinar a los creyentes por parte
de Dios es quitándoles la vida. Esto no significa que esos creyentes
perderán su salvación o algo por el estilo, simplemente significa que Dios
se los lleva al hogar celestial para que no causen más problema en la tierra
que el que ya han causado con su pecado. Nuevamente aquí, no todo
pecado del creyente es disciplinado por Dios con la muerte y no toda
muerte de un creyente es consecuencia de algún pecado. Dios trajo la
muerte sobre Ananías y Safira cuando después de vender su heredad
retuvieron una parte de ella y el resto la pusieron a los pies de los apóstoles,
aparentado que era todo lo que obtuvieron de la venta. Pero Dios no hace
lo mismo con tanta gente que hoy en día engaña o mejor dicho pretende
engañar a Dios no dándole lo que a Dios le corresponde en la ofrenda.
Imagínese si Dios quitara la vida a todo creyente que no da al Señor lo que
debe. Las iglesias se quedarían sin miembros. Solo Dios sabe cuándo
disciplinar a un creyente con la muerte. Con todo esto en mente, vamos a
lo que dice el Apóstol Juan en cuando al pecado de muerte. Recuerde que
está poniendo un ejemplo de pedir cosas a Dios en oración conforme a la
voluntad de Dios. Se trata de un pecado que comete un creyente y de algún
modo, ese pecado, es de conocimiento de otro creyente. Este último
creyente puede orar a Dios por ese hermano que ha cometido determinado
pecado. Si la voluntad de Dios no ha sido disciplinar con la muerte al
creyente que cometió el pecado, Dios contestará la oración del creyente
que oró por él creyente que pecó, y Dios le concederá vida. ¿Por qué? No
porque el creyente oró con fe o demandó a Dios que no discipline con la
muerte al creyente que pecó, sino porque la voluntad de Dios fue no
disciplinar con la muerte a ese creyente que pecó. Se trata de una oración
hecha en la voluntad de Dios. Pero ahora trasladémonos a otro escenario.
Supongamos que la voluntad de Dios ha sido disciplinar con la muerte al
creyente que pecó. En este caso, aunque el otro creyente ore con fe y con
persistencia para que Dios no discipline con la muerte al creyente que pecó,
Dios no contestará esta oración, porque su voluntad es disciplinar con la
muerte al creyente que pecó. Se trataría, en este caso, de una oración
hecha no en la voluntad de Dios. Así que amable oyente, el pecado de
muerte no es una acción específica que Dios siempre disciplina con la
muerte. Puede ser cualquier pecado, solo Dios sabe por cual pecado va a
disciplinar con la muerte y cuando va a disciplinar con la muerte por ese
pecado. Por eso, para no correr ningún riesgo, es mejor tener al pecado lo
más lejos posible en nuestras vidas. En conclusión, el pecado de muerte no
necesariamente es el pecado que cometen los guerrilleros. En todo caso,
es necesario orar por los guerrilleros, rogando a Dios que lleguen al
conocimiento de la verdad del Evangelio y que reciban a Cristo como
Salvador.
¿QUÉ ES EL PECADO DE MUERTE?
Pr. Héctor A. Delgado

Pregunta: ¿Cómo entiende usted el “pecado de muerte” en 1 Jn. 5:16-17?


Respuesta: El texto dice: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado
que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que
cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual
yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de
muerte” (VRV 1960).
Parece ser que Juan usa un caso hipotético para ilustrar una verdad
importante. Se deduce fácilmente que el Apóstol está hablando del
cristiano que conoce claramente lo que es pecado (cap. 1:6; 2:1; 4:20). Es
obvio que Juan está interesado en que sus lectores comprendan su idea,
pues en pocas palabras habla tres veces del “pecado que no lleva a la
muerte” y lo contrasta con el Pecado que “lleva a la muerte” (NVI). Tres en
oposición a uno revela que Juan quiere que quede claro que “Dios […] dará
vida” solamente al que ha cometido la primera clase de pecado, y como
resultado de la oración intercesora.
Nuestra pregunta nos pide explicar el “pecado que lleva a la muerte”, pero
parecería necesario considerar primero lo que se omite para luego poder
explicar lo que se nos pide.
En los versos 14-15 Juan nos dice que podemos tener seguridad de que Dios
ciertamente nos dará lo que pedimos, pero solo de esta manera: “si
pedimos conforme a su voluntad”. De manera que estas palabras motivan
a los cristianos no a tener una seguridad incondicional, sino a “indagar la
voluntad del Señor y a amoldar sus peticiones en armonía con el designio
divino”, sirven de contexto para las declaraciones de los versos 16-17.
De esta manera, la expresión “si alguno ve a su hermano” limita el consejo
inspirado a la comunidad de creyentes. Sin embargo, el Nuevo Comentario
Bíblico Siglo XXI, Nuevo Testamento, basado en la expresión “le dará vida”,
nos dice que eso “significa que no era creyente hasta ese momento”. Pero
el lenguaje de Juan es inequívoco: “Si alguno ve a un hermano”. Entonces
estamos hablando de cristianos que cometen pecado estando en la fe, sin
renunciar al camino de Dios.
Cabe destacar que la expresión “cometer pecado” significa literalmente
“pecando pecado”, es decir, en el mismo acto de pecar. Entonces, el deber
del que ha visto al “hermano” en el “mismo acto de pecado” es orar por él
en procura de que Dios sea favorable a su caso particular. Siendo que el
“hermano” no ha sido sorprendido en un pecado de abierta rebelión contra
Dios, sino en un “acto de pecado” que “no es de muerte” debemos orar por
él. Esto dará seguros resultados ya que “podemos tener la seguridad” de
que Dios nos escuchará. Esto implica que, el “hermano” será inducido al
arrepentimiento del pecado cometido. Solo en este sentido la falta
cometida no será “pecado para muerte” (traducción lit.).
Parecería ser que Juan sigue la misma línea de pensamiento de Levítico,
que considera los diferentes tipos de pecados para los cuales las
estipulaciones del antiguo sistema de ley hacían provisión. Y precisamente
en relación con todo el pueblo (lo antigua comunidad de creyentes).
Levítico 4:1 nos habla del pecado “por inadvertencia” (BJ), es decir, del
pecado que se cometía sin malas intenciones, inadvertidamente,
descuidadamente, sin pensar.
También se habla del pecado del sumo sacerdote que hacía “culpable al
pueblo” (BJ). El pecado siempre tiene serias repercusiones sobre la persona
que lo comete y sobre la comunidad a la que pertenece, aun sea un pecado
involuntario. Ya podemos comprender la preocupación de Juan al
puntualizarnos que “si alguno ve algún hermano” en el “mismo acto de
pecado”, entonces debe orar para que Dios “le de vida”, le restituya, le
otorgue su perdón.
El Antiguo Testamento nos habla también del pecado intencional, el
pecado que se cometía con “soberbia” (lit. “con mano altiva”), con
intención expresa (Núm. 15:30-33). Para este tipo de pecado el sistema de
sacrificio no tenía una solución, la persona sencillamente tenía que morir.
Por consiguiente, una persona que moría así no era objeto de esperanza
para una vida futura, es decir, no se levantaría en la “resurrección de los
justos”. Por consiguiente, parecería ser que Juan tenía en mente esta
situación particular al hablarnos del pecado que “no lleva a la muerte” y del
“pecado que lleva a la muerte”. Pero, como la iglesia cristiana no se regía
por un sistema de ley que le permitía ejecutar penas capitales, la
advertencia de “muerte” quedaba en las manos de Dios y del culpable. Dios
podía elegir quitarlo del campamento (como el caso de Ananías y Safira), o
el mismo pecador podía exponerse a situaciones particulares en las que
perdiera la vida. Pero podía también continuar viviendo en su “condición
de rebelión”, lo que le exponía inevitablemente a la perdida de la vida física
en el futuro, y también a la pérdida irreparable de la vida espiritual en el
lago de fuego, la segunda muerte (cf. Apoc. 20:15).
Ahora estamos listos para ver el “pecado de muerte”. No es fácil
determinar específicamente el pecado referido aquí por el apóstol Juan, ya
que no lo define en particular. Esperaríamos que si Juan hubiera conocido
un pecado específico que pudiera dejar a una persona sin esperanza de
salvación, nos hubiera dado los detalles con el propósito de que nos
apercibiéramos para no caer en semejante condenación. Por consiguiente
estamos en el deber de hacer diferencia entre el pecado intencional (mano
alzada) y el pecado involuntario que ya hemos analizado. “Los pecados
cometidos por los que realmente anhelan servir a Dios, pero cuya voluntad
es débil y sus hábitos son poderosos, son muy diferentes a los pecados que
se cometen a sabiendas desafiando atrevida y voluntariamente a Dios. La
actitud y el motivo determinan más la diferencia que el pecado mismo; en
éste sentido hay diferencias de pecado a pecado. Un error leve, del que
rápidamente uno se arrepiente y es perdonado, no es un pecado para
muerte. El pecado grave, en el que se cae súbitamente por no haber
mantenido el poder espiritual, aún no es un pecado para muerte si hay un
verdadero arrepentimiento. Pero no querer arrepentirse hace inevitable la
muerte final”.
La Nueva Versión Internacional observa que el pecado de muerte,
entendido en el contexto de la epístola “escrita contra las enseñanzas
gnósticas, que negaba la encarnación y rechazaba toda restricción moral,
es probable […] se refiera a la inflexible persistencia de la verdad y a la
desvergonzada inmoralidad de los falsos profetas. Esta clase de pecado
impenitente conduce a la muerte espiritual y física”.
Pero la expresión “si alguno ve a su hermano” parece demandar un
contexto teológico y no histórico para entender la declaración de Juan.
La Biblia de Estudio Ryrie parece entender aquí exclusivamente el pecado
que conduce a la muerte física.
William Barclay nos dice que “el pecado que va hacia la muerte” (como el
traduce literalmente la frase), es terrible no tanto por lo “que es en sí
mismo sino dónde termina sí uno persiste en el”.
Luego hace diferencia entre dos clases de pecadores, los que “pecan contra
su voluntad”, y los que “pecan deliberadamente”. Los primeros están
“dentro de la esfera del perdón”, pero para los segundos “la idea del
arrepentimiento no puede entrar en sus cálculos”.
“El pecado de muerte es el estado de la persona que ha escuchado el
pecado y se ha negado a escuchar a Dios tan a menudo que ama su pecado
y lo considera la cosa más normal y agradable del mundo”.
Hay diferencia entre la oración que hacemos por nosotros mismos y la
oración que hacemos por los demás. De manera que “cuando se trata de
una tercera persona, debemos recordar que ella también tiene una
voluntad. Si se niega a arrepentirse, todas nuestras oraciones y toda la
obra que Dios pueda hacer y que nos induzca a hacer no forzará esa
voluntad. Cuando Dios prefirió no forzar al hombre a permanecer sin
pecado, también renunció al poder de obligar a un pecador a arrepentirse.
“Esto no significa que no debemos seguir orando por los que se han
apartado de la senda de justicia, o que nunca se han entregado al Salvador.
No significa que no habrá muchas conversiones notables como resultado
de las oraciones frecuentes y fervientes por los fieles. Lo que Juan está
señalando es que es inútil orar pidiendo perdón por un pecador que se
niega a arrepentirse de su pecado. Pero mientras la persona tenga vida
debemos continuar orando, pues no podemos saber con certeza cuándo
una persona se ha alejado definitivamente de Dios”.
Si debemos orar o no, no es ordenado por Juan. El sencillamente dice: “Yo
no digo” o como traduce la NVI: “[…] en ese caso no digo que se ore por
él”. Nuestra parte es poner en práctica la voluntad de Dios, quien quiere
que “se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acción de gracias por todos
los hombres” (1 Tim. 2:1).
Por consiguiente, parece razonable entender el “pecado que conduce a la
muerte” como el “pecado imperdonable” (Mat. 12:31), un pecado que por
defecto, sólo Dios sabe cuándo es cometido por alguien y que no consiste
sencillamente en un acto aislado. Si una persona resiste indefinidamente la
obra de convicción del Espíritu Santo “la idea del arrepentimiento no puede
entrar en sus cálculos”.

You might also like