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RELACIONES INTERPERSONALES

Entendemos por relaciones interpersonales a uno de los fenómenos más


importantes en la vida de cualquier ser humano: la socialización con sus pares en
diferentes situaciones, circunstancias y características. Tal como lo dice su
nombre, las relaciones interpersonales se caracterizan por darse entre dos o más
personas, son aquellas que suponen que un individuo interactúa con otro y por
tanto, entra en su vida al mismo tiempo que deja que esa otra persona entre en la
suya. Las relaciones interpersonales son lo opuesto a las relaciones
intrapersonales, aquellas que una persona establece en su interior y que tienen
como objetivo fortalecer su yo individual.

Las relaciones interpersonales son consideradas completamente naturales para el


ser humano ya que el mismo es un ser gregario, lo cual quiere decir que vive en
sociedades. Este tipo de relaciones son siempre necesarias para el desarrollo
pleno de la persona y es por esto que aquellas personas que tienen problemas o
dificultades sociales para relacionarse con otros suelen sufrir o terminar
aislándose del mundo que los rodea.

Las relaciones interpersonales son muchas y muy variadas, pudiendo una persona
conocer diferentes tipos de ellas o algunos pocos. Entre los más comunes
debemos mencionar a las relaciones familiares (las primeras que una persona
establece y las que lo marcan de por vida), las relaciones de amistad, de pareja,
laborales, etc. Todas estas relaciones nutren a la persona ya que cada una de
ellas aporta elementos que van determinando el carácter y la personalidad del
individuo.

En muchos casos, las diferentes relaciones que uno va manteniendo a lo largo de


la vida pueden dejar hondas heridas ya que en gran parte las mismas se
establecen en base a vínculos emocionales y no tanto racionales. Es así entonces
que actos como el abandono, el maltrato, una ruptura amorosa, la traición o la
desidia pueden fácilmente marcar a la persona y dejarle heridas emotivas o
psicológicas muy grandes.

En la actualidad, las relaciones interpersonales son un factor muy importante en


determinados ámbitos laborales en los cuales el trabajo en equipo o el desarrollo
de una cartera propia de clientes son necesarios. Es por esto que aquellas
personas con facilidad para relacionarse y socializar suelen ser mejores vistas
para algunos puestos que aquellas que prefieren trabajar individualmente.

Mejorar las relaciones interpersonales es fundamental para alcanzar el éxito en


los distintos planos de la vida; laboral, académico, de amistad, de pareja. Y es
importante entender que, aunque todo queremos, e incluso necesitamos
momentos de soledad y reflexión, no menos cierto es que la interdependencia es
clave en la vida.

¿QUÉ SON LAS HABILIDADES SOCIALES?


Las habilidades sociales son las conductas o destrezas sociales específicas
requeridas para ejecutar competentemente una tarea de índole interpersonal. Se
tratan de un conjunto de comportamientos aprendidos que se ponen en juego en
la interacción con otras personas (Monjas, 1999).
De acuerdo con Prieto, Illán y Arnáiz (1995), centrándose en el contexto educativo,
las destrezas sociales incluyen conductas relacionadas con los siguientes
aspectos, todos ellos fundamentales para el desarrollo interpersonal del individuo:

 las conductas interpersonales (aceptación de la autoridad, destrezas


conversacionales, conductas cooperativas, etc.)
 las conductas relacionadas con el propio individuo (expresión de
sentimientos, actitudes positivas hacia uno mismo, conducta ética, etc.)
 conductas relacionadas con la tarea (trabajo independiente, seguir
instrucciones, completar tareas, etc.)
 la aceptación de los compañeros

¿POR QUÉ SON IMPORTANTES?


Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los
ámbitos de nuestra vida. Son conductas concretas, de complejidad variable, que
nos permiten sentirnos competentes en diferentes situaciones y escenarios así
como obtener una gratificación social. Hacer nuevos amigos y mantener nuestras
amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras necesidades, compartir
nuestras experiencias y empatizar con las vivencias de los demás, defender
nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas habilidades.
Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una
situación de aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.
Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante
pues el crecimiento personal, en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de
compartir, de ser y estar con los demás (familia, amigos, compañeros de clase,
colegas de trabajo, etc.). Baste recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito
educativo como desde el entorno laboral, se realizan para favorecer un clima de
relación óptimo que permita a cada persona beneficiarse del contacto con los
demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico o profesional.

Elementos claves para sostener relaciones positivas

Empatía: entiende que cada persona es una huella digital, única e irrepetible, no
puedes esperar que los demás piensen y sientan como tú; aceptar la diversidad es
un elemento clave para relacionarte con otros. Ponte en los zapatos del otro y
sumérgete en la aventura de intentar entender y comprender cómo se siente, y
que piensa, no dejarás de fascinarte en esta aventura si te atreves a disfrutar de
esa diversidad; cada cabeza es un mundo.

Respeto: respetar es aceptar ideas que son distintas a las tuyas, al fin y al cabo
¿alguien es poseedor de la verdad? Respetar entonces es no juzgar, cada quien
tiene su historia, sus vivencias que es muy probable que no coincidan con las
tuyas o por lo menos no es todos los puntos. Es dar lo que queremos recibir, si las
diferencias son muy amplias esto no quiere decir que estés obligado (a) a ser
amigo (a) de esa persona, pero si a respetar sus creencias sin pretender
cambiarlas o demostrarle que las tuyas son mejores. Lo ideal es enfocarte en los
puntos de encuentro y desarrollar la relación del tipo que sea desde una
perspectiva positiva.

¿Qué hacer cuando se presenten conflictos o discusiones entre las partes?


Muchas personas, cuando discuten en su afán de demostrar que tienen la razón,
no solamente gritan sino que llegan a ofender traspasando así la delicada línea
que puede originar un quiebre definitivo en la relación. Las diferencias pueden y
deben manejarse sin necesidad de elevar el tono de voz, sin ofensas y
manteniendo el enfoque en resolver positivamente la o las causas que originaron
el conflicto. Los gritos, amigos, nos hablan de corazones alejados; los corazones
que están cercanos hablan más bajo.

Motivación: las relaciones deberían procurar ser motivantes, estimulantes. Qué


agradable es que esa interacción te llene de positividad. Para ello hay que valorar
al otro, a lo positivo que tiene; que si vas a hacer un comentario sea constructivo
en lugar de destructivo; por ejemplo, en lugar de decir al otro(a) ¡qué gordo estás!
enfócate en lo positivo que le veas. Si no se tiene nada bueno que decir, pues es
mejor permanecer en silencio.
De igual manera una sonrisa, un buenos días o tardes, un por favor, gracias, abrir
una puerta, prestar apoyo cuando se requiera, y cualquier acto de cortesía será
agradecido a la par que habla de tus buenos modales y educación.

Respeto del espacio: Y cuando hablamos del espacio no sólo nos referimos al
espacio físico, a generar una proximidad “cómoda” que le haga sentir a la otra
persona que no invades su zona de confort personal, sino el respeto de su espacio
de vida. Acosar, atormentar a la otra persona para que te preste atención, no sólo
es un profundo acto de egoísmo sino que representa una violación de su espacio
personal
La calidad y profundidad de las relaciones suele tener mucho que ver con la
medida en que podamos identificarnos con la otra persona, con la coherencia de
aspectos claves como son los valores y las creencias de vida y, cuando estas
coincidencias están presentes solemos entrar en relaciones más profundas de
vinculación, no cabe duda; ahora bien, esto no quiere decir que se establezcan
relaciones de otro nivel con personas diferentes porque las relaciones como lo
comenté en un inicio son claves para el éxito y bienestar de la vida.
Importancia de las relaciones interpersonales
Las relaciones interpersonales juegan un papel fundamental en el desarrollo integral de la
persona. A través de ellas, el individuo obtiene importantes refuerzos sociales del entorno más
inmediato que favorecen su adaptación al mismo. En contrapartida, la carencia de estas
habilidades puede provocar rechazo, aislamiento y, en definitiva, limitar la calidad de vida.
Esta sección va dirigida tanto a padres como a educadores en general. En ella se puede
encontrar información sencilla en torno a dieciséis preguntas básicas que, de manera
espontánea, pueden asaltarle a un padre o una madre preocupado/a por las relaciones
sociales de su hijo/a, a un profesor que pretende mejorar el clima social de su aula o a un
monitor de un club de ocio que quiere favorecer las relaciones entre los participantes del
mismo.

¿QUÉ SON LAS HABILIDADES SOCIALES?


Las habilidades sociales son las conductas o destrezas sociales específicas requeridas para
ejecutar competentemente una tarea de índole interpersonal. Se tratan de un conjunto de
comportamientos aprendidos que se ponen en juego en la interacción con otras personas
(Monjas, 1999).
De acuerdo con Prieto, Illán y Arnáiz (1995), centrándose en el contexto educativo, las
destrezas sociales incluyen conductas relacionadas con los siguientes aspectos, todos ellos
fundamentales para el desarrollo interpersonal del individuo:

 las conductas interpersonales (aceptación de la autoridad, destrezas conversacionales,


conductas cooperativas, etc.)
 las conductas relacionadas con el propio individuo (expresión de sentimientos, actitudes
positivas hacia uno mismo, conducta ética, etc.)
 conductas relacionadas con la tarea (trabajo independiente, seguir instrucciones,
completar tareas, etc.)
 la aceptación de los compañeros

¿POR QUÉ SON IMPORTANTES?


Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de
nuestra vida. Son conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos
competentes en diferentes situaciones y escenarios así como obtener una gratificación social.
Hacer nuevos amigos y mantener nuestras amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras
necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar con las vivencias de los demás,
defender nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas habilidades.
Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una situación de
aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.
Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante pues el
crecimiento personal, en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y
estar con los demás (familia, amigos, compañeros de clase, colegas de trabajo, etc.). Baste
recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito educativo como desde el entorno laboral,
se realizan para favorecer un clima de relación óptimo que permita a cada persona
beneficiarse del contacto con los demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico
o profesional.

¿CUÁNTAS HABILIDADES SOCIALES HAY?


Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de
nuestra vida. Son conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos
competentes en diferentes situaciones y escenarios así como obtener una gratificación
social. Hacer nuevos amigos y mantener nuestras amistades a largo plazo, expresar a otros
nuestras necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar con las vivencias de los
demás, defender nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas
habilidades. Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una
situación de aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.
Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante pues el
crecimiento personal, en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y
estar con los demás (familia, amigos, compañeros de clase, colegas de trabajo, etc.). Baste
recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito educativo como desde el entorno laboral,
se realizan para favorecer un clima de relación óptimo que permita a cada persona
beneficiarse del contacto con los demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico
o profesional.

¿QUÉ DIFICULTADES PUEDEN TENER LAS PERSONAS CON SD?


Lógicamente, hay que tener en cuenta que, como el resto del mundo, nos encontraremos
con personas con síndrome de Down más abiertas, extrovertidas, con facilidad para entablar
relaciones en entornos nuevos, y otras que, por contra, se mostrarán más cautas, más
reservadas e introvertidas ante situaciones sociales. Es importante conocer a la persona en
particular y respetar su personalidad y su manera de ser en sociedad. No todos somos
iguales en nuestros ámbitos sociales.
Ahora bien, las personas con síndrome de Down, al igual que el resto de las personas,
pueden manifestar en algún momento de su vida, dificultades en el ámbito de las relaciones
sociales. Estas dificultades dependerán de sus historias de aprendizaje, vivencias,
experiencias positivas y negativas en el contacto con los demás, oportunidades o barreras
de carácter social, etc.
En general, podemos observar limitaciones en el repertorio de habilidades sociales debidas
a las siguientes situaciones:

 Falta de oportunidades sociales y modelos de referencia que ayuden a aprender


diferentes habilidades
 Dificultad para determinar qué habilidad social es más adecuada, oportuna y eficaz en
cada caso o situación
 Sentimientos de incompetencia social, ansiedad ante situaciones sociales, impulsividad,
expectativas de fracaso, etc.
 Contextos sociales poco apropiados, objetivamente negativos para la persona, donde se
den conductas de rechazo manifiesto, minusvaloración, recriminación sistemática de sus
dificultades, etc.

¿TODAS LAS DIFICULTADES SON IGUALES?


En ocasiones, la persona manifiesta dificultades en su competencia social simplemente
porque no ha tenido ocasión u oportunidad de aprender estas conductas. A veces, en
contextos poco enriquecidos o con limitados modelos de referencia, la persona sencillamente
no ha tenido ocasión de experimentar determinadas situaciones y por tanto y no sabe cómo
comportarse ante las mismas cuando éstas se dan por primera vez. Imaginemos el hipotético
caso de que un joven con síndrome de Down nunca haya ido con sus amigos a un
restaurante, o nunca haya tenido ocasión de hablar más íntimamente con una persona hacia
la cual siente una atracción especial, o nunca se haya visto en la necesidad de rechazar una
invitación inadecuada. Es muy probable que, ante estas situaciones totalmente desconocidas,
nuestro joven o adulto con síndrome de Down no tenga dentro de su repertorio de habilidades
sociales las conductas apropiadas para manejar estas situaciones adecuadamente. Por tanto,
cuantos más escenarios diversos, experiencias y oportunidades de relación proporcionemos a
los niños, adolescentes, jóvenes y adultos con síndrome de Down, en mayor medida
estaremos facilitando que entrenen, adquieran y consoliden habilidades sociales cada vez
más complejas y adecuadas a esta diversidad de situaciones. Se trata de un proceso de
generalización de habilidades y transferencia a diferentes situaciones.
En otras ocasiones, es posible que se hayan aprendido un amplio rango de habilidades
sociales, pero resulte complejo determinar cuándo poner en práctica unas u otras en función
de las exigencias del contexto social. Se trata, en este caso, de un proceso de diferenciación o
discriminación de la conducta apropiada. Imaginemos un adulto que ha aprendido
adecuadamente diversas fórmulas de saludo (dar la mano, un abrazo, un caluroso beso, etc.)
pero que tiene dificultad para llevar a cabo la fórmula más apropiada según la situación. Por
ejemplo, al comenzar un nuevo trabajo, deberemos decidir qué saludo es más oportuno según
las características de nuestro interlocutor. Así evitaremos situaciones comprometidas tales
como abrazar calurosamente al Director General cuando lo más apropiado, con toda
probabilidad, hubiera sido dar la mano afectuosamente y con decisión.
En este sentido, éstas podrían ser algunas de las dificultades con las que se puede encontrar
la persona con síndrome de Down:

 Dificultad para percibir y discriminar los estímulos relevantes del contexto.


 Dificultad para generar alternativas de respuesta y valorarlas en función de sus posibles
consecuencias.
 Dificultad para tomar decisiones y planificar el curso de acción ante una situación social.
 Dificultad para evaluar la propia conducta y su adecuación a las exigencias del contexto.
 Dificultad para aprender de los errores y adecuar la acción.
ANSIEDAD ANTE LAS RELACIONES SOCIALES
La ansiedad, además de una sensación muy molesta y perturbadora para la persona, es un
factor que actúa como cortocircuito para desempeñar determinadas conductas, realizar
determinadas acciones o simplemente comportarse de acuerdo con unas exigencias
sociales. Pensemos en un gran experto que maneja ampliamente un área de conocimiento
determinado pero que, ante una audiencia, se muestra muy ansioso y, por tanto, es incapaz
de transmitir sus conocimientos y mostrarse competente de acuerdo con los requerimientos
de dicha situación social.
La ansiedad, asimismo, dificulta nuestro flujo de pensamiento (sentimos que no podemos
pensar con claridad, nos quedamos en blanco, etc.), provoca en nosotros reacciones
fisiológicas desagradables (respiramos con dificultad, aumenta nuestra sudoración, notamos
sequedad en la boca, etc.), nos lleva a analizar las situaciones de manera distorsionada
(todo el mundo me mira, se están riendo de mí, etc.) y nos conduce a anticipar futuros
fracasos (nunca conseguiré hacer amigos, nunca me aceptará esa chica que tanto me gusta,
no gustaré en la entrevista de trabajo, etc.).
Cuando un niño, joven o adulto con síndrome de Down se muestra incompetente
socialmente debido a la ansiedad es necesario valorar exhaustivamente varias cuestiones:

 En qué contextos se muestra ansioso (colegio, en una fiesta, en los medios de transporte,
en el trabajo, en su grupo de amigos, etc.)
 Ante qué personas muestra dicha ansiedad (con desconocidos, con gente de su edad,
con personas de otro sexo, con personas de cierta autoridad, con los compañeros de
trabajo, con el supervisor, etc.)
 Qué reacciones tiene la persona en dichas situaciones (se pone rojo, agresivo, retraído,
se evade de la situación, se siente mal, siente ganas de llorar, etc.)
 Qué pensamientos le acompañan ante dicha situación (soy aburrido, soy torpe, no gusto
a la gente, no sé hablar con los demás, no me expreso bien, etc.)
 Una vez tengamos delimitadas estas situaciones, resulta eficaz comenzar a abordar
aquellas que pueden resultar más sencillas y manejables para la persona, y enseñarle
qué conducta debe realizar a la vez que intentamos mantener a la persona en una
situación relajada y tranquila, transmitiéndole pensamientos positivos sobre sí mismo y su
capacidad para afrontar con éxito esta situación. Reforzar cualquier mejora en la
conducta ayudará a incrementar el sentimiento de competencia y anticipar futuros éxitos
en situaciones similares. Si la ansiedad bloquea seriamente a la persona, resultará
necesario contrastar estas situaciones con un profesional, quien determinará la
necesidad de poner en marcha técnicas más sistemáticas para el control de la ansiedad
(desensibilización sistemática, técnicas de relajación, reentrenamiento atribucional, etc.)
¿SE PUEDEN MEJORAR LAS HABILIDADES SOCIALES?
Por supuesto, como ya hemos comentado, las habilidades sociales son conductas concretas
que se aprenden si se dan las condiciones adecuadas para dicho aprendizaje. Existen
numerosos programas de entrenamiento específicos para enseñar a una persona a ser
socialmente habilidoso. En ocasiones, es útil comentar con algún profesional de confianza
la posibilidad de ayudarse de alguno de estos programas más estructurados, sobre todo, si la
persona con síndrome de Down manifiesta dificultades en diversos ámbitos de su vida (con
los amigos, en la escuela, en el trabajo, etc.) o si estas dificultades le provocan un malestar
significativo en su vida cotidiana (tristeza por no tener amigos, problemas en el trabajo,
conflictos con los hermanos, etc.). En estos casos, el profesional junto con los familiares
podrá delimitar con precisión qué dificultades concretas manifiesta la persona y qué
habilidades se deben entrenar, partiendo de las más sencillas para ir abordando
progresivamente otras más complejas.
Ahora bien, en muchos casos, el aprendizaje por observación y el modelado en los
contextos naturales suelen ser vías muy eficaces y sencillas para ayudar a que un niño,
joven o adulto con síndrome de Down incorpore nuevas habilidades sociales en su
repertorio o competencia social. Mostrar explícitamente, cada vez que se dé la ocasión,
cómo pedir un favor o cómo rechazar una invitación o propuesta que nos desagrada suele
ser una manera natural y espontánea de ir modelando su competencia social. Es importante,
en estos casos, que las personas más allegadas estén alertas a estas situaciones y
aprovechen la mínima oportunidad para hacer consciente a la persona con síndrome de
Down de cuál es la habilidad o conducta social específica más óptima en dicha situación.
Una sencilla explicación verbal acompañada de una muestra real de cuál es la conducta
adecuada facilita el aprendizaje de la misma por imitación. Asimismo, se le podrá solicitar
a la persona con síndrome de Down que repita la conducta mostrada varias veces y en
distintas situaciones, hasta conseguir su automatización, esto es, su ejecución espontánea.
En definitiva, las habilidades sociales, al igual que muchas otras conductas, se aprenden
observando a los demás, poniéndolas en práctica y normalmente no requieren de una
instrucción mediada. Ahora bien, en ocasiones mostrar explícitamente unas pautas
concretas, sencillas y adecuadas a su edad y capacidad, puede favorecer y optimizar el
aprendizaje de dichas habilidades. Si las limitaciones o dificultades son importantes y
preocupan a los familiares lo oportuno es contrastar esta inquietud con algún profesional,
quien determinará si se precisan de pautas más específicas para abordar esta situación.

¿EXISTEN DISTINTAS TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN?


Ante situaciones de dificultad en el ámbito social que resulten muy limitantes para la
persona con síndrome de Down, que perduren en el tiempo, o que no se resuelvan
progresivamente con medidas más sencillas en el ámbito doméstico, escolar, familiar, etc.
lo oportuno es consultar con un profesional, quien determinará si es preciso una
intervención más sistemática, como ya se ha indicado. Lógicamente, existen muy diversas
técnicas que pueden aplicarse ante estas situaciones, y que dependerán de una valoración
pormenorizada de cuál es la dificultad y qué factores pueden estar ocasionando la misma.
Algunas líneas de intervención que se puede plantear el profesional son las siguientes:
a. entrenamiento sistemático y gradual de un repertorio más o menos extenso de habilidades
b. entrenamiento cognitivo para saber utilizar adecuadamente el repertorio de habilidades
sociales de acuerdo con la situación
c. técnicas de control de la ansiedad social
d. técnicas de control de la impulsividad
e. reentrenamiento atribucional, es decir, modificar el lenguaje interno que elabore la
persona con síndrome de Down sobre sí misma y su competencia social (expectativas de
éxito y fracaso y las causas que atribuye a los mismos, sentimiento de autocompetencia,
etc.)
f. modificación de ambientes poco apropiados o muy limitados en cuanto a la riqueza social
que pueden proporcionarle al individuo.

¿QUÉ TÉCNICAS SON LAS MÁS ADECUADAS?


Las técnicas conductuales son apropiadas cuando la persona no tiene una o varias
habilidades sociales en su repertorio. A través de estas técnicas, la persona con síndrome de
Down puede adquirir las destrezas requeridas inicialmente en contextos muy controlados y
estructurados para posteriormente generalizarlos a otros entornos y situaciones.
Normalmente estas técnicas resultan asequibles para cualquier familiar y educador, no
implican materiales excesivamente sofisticados y sus resultados pueden ser altamente
exitosos. La clave está en su aplicación sistemática e intencionada.
a) Modelado e imitación: consiste en el aprendizaje por medio de la observación. Se trata
de exponer a la persona, en un primer momento, a modelos que muestran correctamente la
habilidad o conducta objetivo de entrenamiento. Posteriormente, el joven debe practicar la
conducta observada en el modelo. Por ejemplo, si queremos entrenar la habilidad “pedir la
vez/ turno en una tienda”, el modelo realizará esta conducta en diferentes comercios,
invitando finalmente a la persona con síndrome de Down a que lo haga ella, al principio
acompañada del modelo, posteriormente de manera totalmente autónoma. Para conseguir
un modelado más efectivo hay que tener en cuenta algunos aspectos claves:
Características del modelo: debe tener experiencia en la habilidad a entrenar, que existan
ciertas similitudes entre el modelo y observador, y que cuente con características personales
que faciliten la comunicación. Puede ser interesante también exponer al joven a diferentes
modelos realizando la misma conducta.
Características de la situación a modelar: las conductas a imitar deben presentarse de
manera clara y explícita, comenzando por las más sencillas, con repeticiones que permitan
su aprendizaje.
Características del observador: la conducta o habilidad a imitar debe responder a
necesidades reales del observador, debe resultar un aprendizaje significativo y funcional,
así como procurarle refuerzos o recompensas. El aprendizaje de la habilidad será más
efectivo si ésta tiene consecuencias positivas.
b) Role-playing o representación: para incorporar realmente las habilidades entrenadas a su
repertorio y ponerlas en práctica en situaciones naturales, puede inicialmente ensayarlas en
situaciones simuladas. En realidad, el alumno ensaya la habilidad o conducta en un
contexto simulado, más controlado y estructurado que le permite adquirir confianza y
seguridad sin ningún riesgo de fracaso.
Para que esta técnica sea realmente eficaz, la persona con síndrome de Down debe mostrar
una actitud activa y participativa, olvidarse de la vergüenza y “ponerse en situación”. Esta
técnica es muy adecuada para el entrenamiento de una amplia escala de habilidades
sociales; por ejemplo, “responder de manera activa”, “saber decir no ante una demanda
injusta”, etc. En estos casos, el entrenamiento de esta habilidad puede tener un valor
preventivo ya que se trata de adquirir la habilidad en situaciones ficticias para que, llegado
el momento o situación real, se tenga adquirida la habilidad correspondiente para manejar
dicha situación. La puesta en práctica de esta técnica de entrenamiento puede implicar la
colaboración de varias personas y es sumamente importante describir con detalle la
situación simulada, el objetivo a conseguir y la conducta a exhibir. Durante las
representaciones, el educador o padre supervisa las ejecuciones, orienta, presta ayuda y
dirige el ensayo de la conducta hasta que se adquiere soltura. Si es necesario, se puede
ayudar de estímulos visuales o auditivos que favorezcan la utilización de frases - tipo,
gestos, etc.
c) Reforzamiento: para la estabilidad y mantenimiento de las habilidades sociales que el
joven está poniendo en práctica o aprendiendo es fundamental reforzarlas adecuadamente.
Podemos hablar de tres tipos de refuerzo: el refuerzo material, el refuerzo social y el
autorrefuerzo. Cada uno de ellos debe aplicarse adecuadamente en el momento oportuno.
De ello depende su efectividad. Por ejemplo, los refuerzos materiales (premios, dinero,
comida, etc.) nos permiten reforzar una conducta con una eficacia inmediata pero se trata
de un efecto a corto plazo, ya que pierden su poder reforzador al cabo de un tiempo. Por
ello, es apropiado introducir refuerzos sociales (sonrisas, palabras de aprobación, palmada,
etc.) ya que son más fácilmente aplicables y además pueden ser dispensados por diferentes
personas y en diferentes contextos. Sin embargo, es importante que el joven aprenda a
autorreforzarse, esto es, a ser él mismo quien se aplique refuerzos (tanto sociales como
materiales) de manera que se ajuste a la realización adecuada de diversas habilidades. El
autorrefuerzo favorece la autonomía, la generalización de las conductas y su estabilidad, ya
que no depende de los refuerzos proporcionados por los demás.
Para que un refuerzo/autorrefuerzo sea realmente eficaz debe ser aplicado de manera
claramente relacionada con la conducta-objetivo. Es decir, debe aparecer inmediatamente
después y el joven debe saber con claridad qué habilidad o conducta le ha permitido
obtener el refuerzo. Asimismo, debemos considerar cuándo y cuánto refuerzo vamos a
aplicar. Por ejemplo, en las primeras fases del entrenamiento de una nueva habilidad o
conducta, es eficaz aplicar refuerzos con más frecuencia. Posteriormente, podemos reforzar
de manera intermitente, ya que está demostrado que este tipo es más eficaz para el
mantenimiento de la conducta o habilidad.

OTRAS TÉCNICAS
La reestructuración cognitiva consiste en un conjunto de estrategias que ayudan al
individuo a percibir e interpretar el mundo que le rodea de una manera más adaptada. Se
intenta que la persona sea consciente de los errores y distorsiones cognitivas que comete
(personalización, victimización, magnificar detalles irrelevantes, etc.) para controlar sus
autoverbalizaciones y pensamientos negativos.
Asimismo, cuando la ansiedad o temor a las situaciones sociales es la principal causa de las
dificultades de relación es imprescindible que la persona aprenda a relajarse en las mismas.
Para ello, técnicas como la relajación progresiva o el entrenamiento autógeno serán muy
útiles. En la medida en que sea capaz de reducir la ansiedad y, por tanto, controlar la
activación fisiológica que la acompaña, estará en disposición de modificar sus
pensamientos y de afrontar nuevas conductas. La relajación puede además ser muy útil para
controlar respuestas asociadas a emociones negativas fuertes como la ira y la agresividad.
Cuando las dificultades son de carácter perceptivo-cognitivo, es aconsejable que la persona
participe en algún programa de entrenamiento enfocado a potenciar las siguientes
habilidades cognitivas implicadas en la resolución de conflictos interpersonales:
Pensamiento alternativo o habilidad para elaborar diversas soluciones ante un problema
interpersonal
Pensamiento causal o capacidad para establecer una relación causa-efecto entre la propia
conducta y los efectos que produce
Pensamiento consecuencial o capacidad para evaluar las soluciones planteadas en función
de sus efectos positivos y negativos
Pensamiento medio-fines o capacidad para planificar los pasos necesarios para lograr una
meta interpersonal

¿QUÉ ACTIVIDADES PUEDEN SER ÚTILES?


Cualquier entrenamiento en habilidades de relación interpersonal debe producirse en un
contexto acogedor en el que todos los individuos se sientan respetados, apoyados y
aceptados. El establecimiento de unas normas de convivencia y funcionamiento de grupo
básicas y asumidas por todos es condición no única pero si necesaria para que el
entrenamiento transcurra de manera favorable. Un ambiente que propicie la comunicación
positiva basada en la aceptación incondicional de cada participante, el modelado continuo
del adulto, el establecimiento de metas y objetivos, tanto grupales como individuales,
realistas y una organización de las sesiones sistemática son otras de las condiciones básicas.
Asimismo, y muy especialmente en contextos formativos, el entrenamiento en habilidades
interpersonales puede igualmente beneficiarse de este enfoque propio de la enseñanza
colaborativa. Las dinámicas de grupo, las actividades que impliquen la distribución de
funciones y responsabilidades y la necesidad de lograr el consenso grupal ayudan a poner
en práctica numerosas habilidades de relación. Las metas compartidas y el éxito logrado
entre todos son una de las mejores recompensas del esfuerzo grupal. Estos aspectos
favorecen en el aprendiz el sentimiento de pertenencia al grupo y de identificación con sus
iguales.
Los jóvenes y adultos con síndrome de Down pueden convertirse en entrenadores
excepcionales de sus compañeros con más dificultades. Las tutorías entre iguales ayudan a
los alumnos a salvar las barreras del desconocimiento recíproco, a aceptarse mutuamente y
a lograr un encuentro verdaderamente interpersonal, a pesar de las diferencias cognitivas,
cronológicas, etc.
https://www.definicionabc.com/social/relaciones-interpersonales.php

http://www.down21.org/desarrollo-personal/120-relaciones-interpersonales/875-
importancia-de-las-relaciones-interpersonales.html?showall=1&limitstart=

Relaciones interpersonales Las relaciones interpersonales son vínculos o


lazos entre las personas integrantes de una comunidad, que resultan
indispensables para el desarrollo integral del ser humano, y en especial de
las habilidades sociales. A través de ellas, intercambiamos formas de sentir
la vida, perspectivas, necesidades y afectos donde entra en juego la
interacción con el entorno. Si bien todas las personas nos comunicamos y
relacionamos diariamente, tenemos poca conciencia de la importancia de
los vínculos cotidianos, en los que cada persona es un mundo diferente de
valores, ideas, conocimiento, principios, experiencias, sentimientos y estilos
de vida. Las relaciones interpersonales, que pueden estar basadas en
sentimientos y emociones, como el amor y la amistad; en afinidades como
el arte, el estudio o el deporte; en el trabajo o interés por los negocios, y por
cualquier actividad social en general, proveen refuerzos sociales para
favorecer la adaptación al medio ambiente. Las relaciones interpersonales
son una permanente búsqueda de convivencia e integración entre personas
de diferentes culturas, religiones, edades, razas, profesiones y
características personales. Al entrar en contacto con otras personas,
enriquecemos nuestro mundo interior y construimos nuevas experiencias y
conocimiento, pero en esas relaciones humanas pueden aparecer
dificultades para comunicarnos con tolerancia, respeto y comprensión. La
ausencia de aceptación de diversidad de pensamientos y comportamientos,
puede conducirnos a una falta de confianza que genera conflictos y
conductas negativas como el rechazo y la discriminación. Pero debemos
recordar que se pueden respetar otras opiniones manteniendo nuestras
convicciones sin perder la dignidad. Por ello la comunicación es uno de los
principales aspectos de las relaciones humanas, que nos permite transmitir
sentimientos, expresarnos y escuchar a los demás para conocerlos mejor y
entender lo que necesitan. Hay conductas interpersonales como la
aceptación de la autoridad, la cooperación, las habilidades
conversacionales, la conducta ética, la empatía, la aceptación de las
diferencias, entre otras, que constituyen habilidades sociales necesarias
para una convivencia armónica en el medio social en que vivimos.
Significados relacionados Relaciones sociales Relaciones humanas Vida
social Interpersonal Soledad Formato para citar (APA)

Fuente: http://quesignificado.com/relaciones-interpersonales/

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