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En Semana santa del 2001, al sur occidente de Colombia, una comunidad de indígenas,
afrocolombianos, campesinos y comerciantes que habitaba una extensa región atravesada por el
río Naya, sufrieron una masacre perpetuada por el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC), donde fueron asesinadas más de 40 personas y miles fueron obligadas a huir a
otras regiones. Después de permanecer un tiempo en albergues de desplazados y cansados por las
malas condiciones en estos, 56 familias tomaron la decisión de no volver a esa región y por medio
de la lucha por reclamar los derechos vulnerados, lograron una tierra en la zona central del Cauca
(Timbío). Ahora, esta comunidad se nombran a sí mismos ´Kitek Kiwe’ (significa “tierra floreciente”
en lengua nasa).
Unos años después, los antropólogos Myriam Jimeno, Ángela Castillo y Daniel Varela se acercan a
la comunidad a realizar un trabajo etnográfico, comienzan el trabajo de campo “(indagando) las
memorias sobre el evento de violencia, para luego reconstruir el proceso posterior de huida, la
difícil vida durante tres años en los albergues de los pueblos de refugio (Santander de Quilichao y
Caloto) y, finalmente, la reorganización.”
Los autores del texto más allá de querer entender y reavivar el proceso violento, buscaron
comprender las formas como las personas enfrentaron dicho evento. A partir de esto, nacen
reflexiones muy profundas y críticas sobre el papel del antropólogo y la importancia de la
etnografía en procesos como la reconstrucción de memoria colectiva y la acción política.
El trabajo etnográfico no es solamente una recopilación de hechos del pasado, es más que esto, es
generar una reflexión y un punto de partida para la acción política en el presente; el trabajo
etnográfico que se realizó en este caso concreto, permitió que se reactivaran mecanismos
culturales que ellos ya tenían, para así emprender la comunicación de los hechos violentos.
Como forma de retribución, se elaboraron materiales como textos ilustrados (coautoría con la
comunidad), registro audiovisual (documental), y el proceso de escritura antropológica. Además
de esto, se realizó un material documental para la comunidad que sistematiza lo ya existente e
incluye materiales producidos en el trabajo de campo.
Creer que la investigación debe realizarse sólo buscando la producción teórica o subir el estatus
como antropólogo es lo más fatal que podemos hacer, nuestro compromiso directo es con las
comunidades estudiadas, retribuir de todas las maneras posibles el trabajo que ellos nos ayudan a
hacer, y ponernos a la disposición de ellos y sus problemáticas. Cabe resaltar que ellos pueden
hacerlo sin nosotros, y que nosotros no somos nadie como para saber qué es lo que es bueno o
malo para el otro, sin embargo, si podemos dar herramientas para la realización de sus proyectos
y generar un vínculo para la realización de cambios a nivel nacional, creyendo en el poder que
tienen los pueblos y en la soberanía que debemos construir.