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El valor del respeto

marzo 27, 2012


Día 85, Lectura de la Biblia en un año, 1 Samuel 20-24
Dr. Luis Alberto Gomez Chavez
Uno de los valores que hemos dejado de practicar y enseñar es el respeto. El respeto
es un valor cívico, educativo, moral y espiritual. El respeto se demuestra con palabras,
gestos, actitudes, ademanes y hechos. El respeto se expresa hacia personas, objetos,
lugares y eventos. El respeto viene a ser como la expresión de reconocimiento de
alguien, de algo o de un lugar o de un evento por el cual nos comportamos de una
manera coherente. Por ejemplo, cuando una persona está en un templo sea este
cristiano o no, cuando una persona está en una funeraria haya alguien muerto o no, si
esta frente al presidente de algún país sea el suyo o no, si esta en el momento en que
se entona el himno nacional de un país sea el suyo o no, la actitud y el
comportamiento debe ser de respeto, educado, y coherente al lugar, momento, y
circunstancia.
Ya lo adelante, es lamentable decirlo, pero es una verdad. En este siglo XXI en que
Dios nos ha permitido vivir, el valor del respeto y la educación se ha perdido casi en
su totalidad. Aun hay un remanente que disfrutan al practicar el respeto ante los
demás. Respeto tiene que ver con el reconocimiento de la otra persona, que según la
Biblia debe ser considerado como superior a uno mismo. Respeto tiene que ver con la
honra que doy a las personas que se lo merecen, y todos merecen ser reconocidos
por ser creaturas de Dios. Honrar es pesar el valor de una persona y en base a ello
dar el reconocimiento. Por ejemplo, la Biblia dice: “Honra a tu padre y a tu madre
porque este es el primer mandamiento con promesa para que te vaya bien y seas de
larga vida”. El respeto, el reconocimiento, la honra y el buen trato que damos a los
demás nos recompensa con una vida de paz, de reconocimiento y de futura honra.
Bueno, lleguemos al asunto en relación al pasaje leído hoy. En este caso, respeto es
la lealtad, el reconocimiento, y el valor que David da al rey Saúl aun cuando este está
tratando de matarlo. Saúl llego a sentir tanta envidia, celos, y temores por la fama, el
liderato, y lo que David estaba haciendo que había determinado borrarlo de la tierra.
Aun mas, el hecho de sentirse descalificado por Dios y sustituido por David lo hacía
sentirse amenazado hasta el punto en su razonamiento solo estaba la alternativa de
matar a David para mantenerse como rey. Es por ello que, está decidido en perseguir
a David por todos los rincones del territorio y aun en las partes donde dominan los
filisteos o los moabitas (1 Samuel 20:31,33).
David no solo siente y tiene respeto por Saúl, sino que lo practica y enseña a todos
los que están a su alrededor que querían matar al rey. Por favor, lea esta fascinante
escena en el (24:4-11) donde David tiene la oportunidad de terminar con su
persecución y exilio. Dios le entrego en manos de David al que lo perseguía para
matarlo, al rey Saúl. No piensen que Dios se lo entrego para matarlo, lo hizo para
enseñarnos que quien respeta y teme a Dios coherente en su forma de actuar,
respeta a los que merecen respeto, honra a quienes merecen honra, y valora a
quienes merecen valor. David podía terminar con su calvario y con los de sus padres
que les toco salir de su tierra por temor a morir. David podía adelantar su reinado y
coronarse oficialmente como el nuevo rey de Israel. Sin embargo, David procedió de
acuerdo a sus valores, a sus convicciones, a su lealtad y en obediencia a la Palabra.
David llego donde Saúl estaba dormido sin que los soldados del rey se percataran y le
corto la orilla del manto de Saúl. Parece ser que sus hombres le incitaron a que lo
matara (v.7) y es probable que por un momento sintió de deseo, pero luego reacciono
(v.5) y dijo “se turbo su corazón” porque corto la orilla de su manto y dijo: “Jehová me
guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi
mano contra él, porque es el ungido de Jehová” (v.6). En seguida se fue a una cumbre
y con sus palabras dio la moraleja, quien teme a Dios, reconoce a los demás como
seres humanos, dignos de respeto, honra y buen trato y basados en la Biblia como
superiores a uno mismo. Por lo tanto, los respeta en todo tiempo y no busca su mal
como ocasión de venganza, sino que en todo tiempo los respetará. Aun a la distancia,
David hizo reverencia ante el rey, demostración de respeto en palabra, hecho y
acción.
Hay tremenda tristeza en mi corazón al ver la sociedad en que vivimos, hay
decadencia moral, educacional y de respeto. En las escuelas, estudiantes faltan el
respeto a sus maestros, a sus compañeros, pero también hay maestros que no
respetan a sus alumnos, a sus colegas y a sus principales y a los padres de los
estudiantes. En los hogares, los hijos gritan con voz al cuello a sus padres
exigiéndoles que les complazcan sus gustos y caprichos y los padres faltándole el
respeto a Dios se los complacen. Pero también hay padres que no respetan a sus
hijos al no escucharlos, al no estar pendientes de ellos, al no darles un buen ejemplo,
al dejar que en la casa haya desorden, gritos, peleas, practica de hábitos peligrosos o
contra la moral. El respeto se adquiere, se recibe y se gana, pero nosotros los
cristianos debemos respetar a los demás porque la Biblia así nos lo enseña.
En las iglesias, faltamos respeto a Dios con la impuntualidad, con la forma de vestir, al
mascar goma mientras predica el pastor, al hablar a espaldas de los demás, al asistir
a la iglesia con actitudes de arrogancia, indiferencia, y poco deseo de hablar o
participar. Cuando dejamos que otra persona continúe en el pecado y no hacemos
nada para que no de mal testimonio. Hay falta de respeto de los pastores hacia sus
ovejas al tratar de aprovecharse de ellas, al tratarlas con indiferencia, al dominarlas
con intereses personales, al no buscar el bien de ellas. Pero también hay ovejas o
miembros en las iglesias que le faltan el respeto al pastor, y la Biblia dice que los
pastores son dignos de doble honra, porque Dios los ha puesto ahí y por la función
que ellos tienen. Dios pedirá cuenta a los pastores por la labor que ellos hacen, si
engañan, si manipulan, si se aprovechan, si maltratan, si hacen las cosas no para
honrar a Dios, ellos darán cuenta (Hebreos 13: 7,17, 2 Tes. 5:12-13).
El respeto se demuestra cuando saludamos a los demás, cuando pedimos permiso
para caminar entre dos personas, levantar la mano para pedir la palabra, lavarse las
manos cuando salimos del baño, al ceder el asiento, cuando ayudamos a una persona
a cruzar la calle, al recoger el objeto que se le cayó a la otra persona, al no hablar de
las personas cuando no están presentes, al no decir palabras groseras contra otra
persona, al no falsificar un documento. Cuando sonreímos, cuando participamos,
cuando ayudamos, cuando cumplimos con los deberes, cuando defendemos el
evangelio con amor, sabiduría y reverencia. Cuando nos ponemos de pie al escuchar
el himno nacional, cuando colocamos la basura en su lugar, cuando nos sentamos en
el lugar donde nos es posible independiente quien este allí, y cuando no responde, ni
ve mal al anciano que no camina repite o repite lo mismo, etc.
Mis hermanos, nunca es tarde para mejorar, y nosotros los hijos de Dios debemos ser
ejemplo de la practica y la enseñanza sobre el respeto a los demás. No hay mejor
manera para estar en paz con los demás, para honrar el nombre de Dios, para
embellecer el evangelio que a través de practicar y enseñar el valor del respeto.
Respete para ser respetado, pero antes que lo respeten a usted, respete usted a los
demás. Respete a los niños, respete a los adolescentes, respete a los jóvenes,
respete a los adultos, respete a los ancianos y todos lo respetaran a usted (1 Ti. 5:1-
3).
Según sea la siembra, asi es la cosecha, si siembras respeto, consechas respeto. Si
respetas a Dios en tu corazón, lo más seguro es que respetarás a los demás en cada
ocasión.
La bolsa de monedas

Adaptación del cuento popular judío

Hace mucho tiempo, en una ciudad de Oriente, vivía un hombre


muy avaro que odiaba compartir sus bienes con nadie y no sabía
lo que era la generosidad.

En una ocasión, paseando por la plaza principal, perdió una bolsa


en la que llevaba quinientas monedas de oro. Cuando reparó en
ello se puso muy nervioso y quiso recuperarla a toda costa.

¿Sabes qué hizo? Decidió llenar la plaza de carteles en los que


había escrito que quien encontrara su bolsa y se la devolviera,
recibiría una buena recompensa.

Quiso la casualidad que quien se tropezó con ella no fue un


ladrón, sino un joven vecino del barrio que leyó el anuncio, anotó
la dirección y se dirigió a casa del avaro.

Al llegar llamó a la puerta y muy sonriente le dijo:

– ¡Buenos días! Encontré su bolsa tirada una esquina de la plaza


ayer por la tarde ¡Tenga, aquí la tiene!
El avaro, que también era muy desconfiado, la observó por fuera
y vio que era igualita a la suya.

– Pasa, pasa al comedor. Comprobaré que está intacta.

Echó las monedas sobre la mesa y, pacientemente, las contó. Allí


estaban todas, de la primera a la última.

El chico respiró aliviado y le miró esperando recibir la


recompensa prometida, pero el tacaño, en uno de sus muchos
ataques de avaricia, decidió que no le daría nada de nada. El muy
caradura encontró una excusa para no pagarle.

– Sí, es mi bolsa, no cabe duda, pero siento decirte que en ella


había mil monedas de oro, no quinientas.

– Señor ¡eso no es posible! Yo sería incapaz de robarle y


presentarme aquí con la mitad de sus monedas ¡Tiene que tratarse
de un malentendido!

– ¿Malentendido? ¡Aquí había mil monedas de oro así que lo


siento pero no te daré ninguna recompensa! ¡Ahora vete, te
acompaño a la puerta!

¡El pobre muchacho se quedó helado! No había robado nada,


pero no podía demostrarlo. Se puso su sombrero y se alejó triste
y desconcertado. El avaro, desde la puerta, vio cómo desaparecía
entre la niebla y después regresó al comedor con aire de chulería.
El muy fanfarrón le dijo a su esposa:

– ¡A listo no me gana nadie! He recuperado la bolsa y encima he


dejado a ese desgraciado sin el premio.

La mujer, que era buena persona, le contestó indignada.

– ¡Eso no se hace! A nosotros nos sobra el dinero y él merecía la


gratificación que habías prometido ¡Podía haberse quedado con
el dinero y no lo hizo! Id juntos a ver al rabino para que os dé su
opinión sobre todo esto.

Al avaro no le quedó más remedio que obedecer a su


mujer ¡Estaba tan enfadada que cualquiera le decía que no!

Buscó al chico y acudieron a pedir ayuda al rabino, el hombre


más sabio de la región y el que solía poner fin a situaciones
complicadas entre las personas. Aunque ya era muy anciano, los
recibió con los brazos abiertos; Seguidamente, se sentó en un
cómodo asiento a escuchar lo que tenían que contarle.

El avaro relató su versión y cuando acabó, el rabino le miró a los


ojos.

– Dime con sinceridad cuántas monedas de oro había en la bolsa


que perdiste.

El avaro era tan avaro que se atrevió a mentir descaradamente.


– Mil monedas de oro, señor.

El rabino le hizo una segunda pregunta muy clara.

– ¿Y cuántas monedas de oro había en la bolsa que te entregó


este vecino?

El tacaño respondió:

– ¡Sólo había quinientas, señor!

Entonces el rabino se levantó y alzando su voz profunda,


sentenció:

– ¡No hay más que hablar! Si tú perdiste una bolsa con mil
monedas y ésta tiene sólo quinientas, significa que no es tu bolsa.
Dásela a él, pues no tiene dueño y es quien la ha encontrado.

– Pero yo me quedaré sin nada!

– Sí, así es. Tu única opción es esperar a que un día de estos


aparezca la tuya.

Y así fue cómo, gracias a la sabiduría del rabino, el avaro pagó


sus mentiras y sus calumnias quedándose sin su propia bolsa.
La bolsa de monedas(c) CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA
Las conejitas que no sabían respetar.
Cuento para niños
Cuento infantil con moraleja y ejercicios de comprensión lectora
Los cuentos son fantásticos transmisores de valores. Los podemos utilizar para trabajar un
valor determinado con los niños. En este caso, el valor del respeto.
En este cuento, 'Las conejitas no saben respetar', los niños se darán cuenta de que la falta de
respeto y las burlas hacia los demás pueden provocar heridas imborrables.

Las conejitas que no sabían respetar. Cuento sobre el respeto


para niños

Había una vez un conejo que se llamaba Serapio. Él vivía en lo más alto de una montaña
con sus nietas Serafina y Séfora. Serapio era un conejo bueno y muy respetuoso con todos
los animales de la montaña y por ello lo apreciaban mucho. Pero sus nietas eran diferentes:
no sabían lo que era el respeto a los demás. Serapio siempre pedía disculpas por lo que ellas
hacían. Cada vez que ellas salían a pasear, Serafina se burlaba: 'Pero mira que fea está esa
oveja. Y mira la nariz del toro'. 'Sí, mira que feos son', respondía Séfora delante de los otros
animalitos. Y así se la pasaban molestando a los demás, todos los días.
Un día, cansado el abuelo de la mala conducta de sus nietas (que por más que les enseñaba,
no se corregían), se le ocurrió algo para hacerlas entender y les dijo: 'Vamos a practicar un
juego en donde cada una tendrá un cuaderno. En él escribirán la palabra disculpas, cada vez
que le falten el respeto a alguien. Ganará la que escriba menos esa palabra'.
'Está bien abuelo, juguemos', respondieron al mismo tiempo. Cuando Séfora le faltaba el
respeto a alguien, Serafina le hacía acordar del juego y hacía que escriba en su cuaderno la
palabra disculpas (porque así Séfora tendría más palabras y perdería el juego). De igual
forma Séfora le hacía acordar a Serafina cuando le faltaba el respeto a alguien. Pasaron los
días y hartas de escribir, las dos se pusieron a conversar: '¿no sería mejor que ya no le
faltemos el respeto a la gente? Así ya no sería necesario pedir disculpas'.
Llegó el momento en que Serapio tuvo que felicitar a ambas porque ya no tenían quejas de
los vecinos. Les pidió a las conejitas que borraran poco a poco todo lo escrito hasta que sus
cuadernos quedaran como nuevos. Las conejitas se sintieron muy tristes porque vieron que
era imposible que las hojas del cuaderno quedaran como antes. Se lo contaron al abuelo y él
les dijo: 'Del mismo modo queda el corazón de una persona a la que le faltamos el respeto.
Queda marcado y por más que pidamos disculpas, las huellas no se borran por completo.
Por eso recuerden debemos respetar a los demás así como nos gustaría que nos respeten a
nosotros'.

Preguntas de comprensión lectora sobre el cuento


1. Responde 'V' si la afirmación es Verdadera y 'F' si es Falsa:

- Serapio era el papá de Serafina y Séfora

- Pedir disculpas lo soluciona todo y por ello no es importante aprender a respetar

- Solo debemos respetar a nuestros padres y maestros

- Debemos tratar a los demás como quisiéramos que nos traten a nosotros

2. Describe a los personajes con adjetivos:

- Serapio

- Serafina y Séfora

3. ¿Qué significa 'Respetar a los demás'?

4. Recuerda alguna vez en que sentiste que alguien te faltó el respeto (puede ser alguna vez
en que alguien se burló de ti por algo). ¿Cómo te sentiste en ese momento?

5. Subraya las palabras que no conozcas, búscalas en un diccionario e intenta utilizarlas


cuando converses con tus papás y maestros.
Educar en valores: el respeto
Publicado en noviembre 8, 2009 por Sinalefa

139 Votos

El respeto es la base fundamental para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de
una sociedad. Para practicarlo es preciso tener una clara noción de los derechos fundamentales
de cada persona, entre los que se destaca en primer lugar el derecho a la vida, además de otros
tan importantes como el derecho a disfrutar de su libertad, disponer de sus pertenencias o
proteger su intimidad, por sólo citar algunos entre los muchos derechos sin los cuales es
imposible vivir con orgullo y dignidad. El respeto abarca todas las esferas de la vida, empezando
por el que nos debemos a nosotros mismos y a todos nuestros semejantes, hasta el que le
debemos al medio ambiente, a los seres vivos y a la naturaleza en general, sin olvidar el
respeto a las leyes, a las normas sociales, a la memoria de los antepasados y a la patria en
que nacimos.El respeto comienza en la misma persona, esta basado en la percepción que ésta
tenga sobre si misma.
Tener un gran respeto por uno mismo conlleva tener un gran respeto hacia los
demás. Reconocemos nuestros recíprocos derechos.
Tu derecho a tener tu propio punto de vista, tu derecho a cambiar de opinión sin tener que dar
explicaciones, tu derecho a crear un mundo propio en el que poder vivir. Respeto hacia los demás
supone tener respeto por sus decisiones y por sus sentimientos. Respetar las decisiones de los
demás o sus sentimientos no significa que estemos de acuerdo ni que los compartamos, significa
que aceptamos que la otra persona tiene derecho a tener sus propios sentimientos y a tomar
sus propias decisiones, sean o no adecuadas para mí y sean o no iguales que los míos.
Para ser respetuosos son imprescindibles por lo menos
estos dos puntos:
 Tratar a los demás con la misma consideración
con que nos gustaría ser tratados.
 Valorar y proteger todo aquello que nos produzca
admiración.
¿Qué nos impide tener respeto?:

 Los malos tratos y abusos sobre los demás.


 La ausencia de principios.
La falta de respeto es propia de las personas desconsideradas y egoístas, insensibles en alto
grado al entorno social. Es tal su indiferencia o su ignorancia con respecto a quienes viven a su
alrededor, que pasan por alto las más elementales normas de convivencia, como si no las
conocieran -lo cual resulta ser cierto en muchos casos- o, lo que es peor, conociéndolas y
haciendo alarde de que les tienen sin cuidado. Quienes así obran causan un daño considerable a
la sociedad y a los individuos en particular, pues pisotean su dignidad y su derecho a ser tenidos
en cuenta y respetados. Este comportamiento es típico de los gobernantes y funcionarios
corruptos o despóticos, de los padres o madres tiránicos, de los hijos insolentes o desagradecidos,
de los maestros autoritarios o arbitrarios, de los vándalos que destruyen por placer los bienes de
la comunidad, y en general de todos aquéllos que desconocen el valor de las personas y de las
cosas.
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Cuento para fomentar el respeto
Esta historia nos puede servir de ejemplo para mostrar como el no respetar a los demás,

estableciendo tus propias normas, sin tener en cuenta a otros nos puede traer consecuencias.

Cada uno de nuestros actos va a tener un efecto en nosotros y en los demás, como en el

cuento, las malas acciones del chico perjudicaron a todos incluido a el mismo, que ya no lo

querían cerca del cuentacuentos, nos pasará a nosotros que después de una mala acción

nos vendrán muchos problemas, uno de ellos será probablemente quedarse solo.

Al final, lo importante será reaccionar a tiempo, portarse bien, pedir perdón e intentar arreglar lo

que hemos estropeado, creo que estas son buenas cosas que se pueden transmitir con este

cuento.

EL CHICO QUE ROMPIÓ EL CUENTO

Había una vez una aldea a la que llegaba en primavera un personaje llamado cuentacuentos. Lo

llamaban así porque vivía de ir contando cuentos de aldea en aldea. Decían que se sabía de

memoria más de mil cuentos, y debía de ser verdad porque cada vez que aparecía contaba

cuentos nuevos. Nunca repetía ninguno. A veces los niños le pedían que se inventara una

historia sobre un tema que ellos elegían:

-¿a qué no sabes un cuento sobre una loba que adopto a dos gatos recién nacidos?

Era una cosa que acababa de suceder en la aldea. El hombre pensaba un poco y se inventaba el

cuento que habían pedido con absoluta facilidad. Era prodigioso. Por eso siempre que llegaba

estaba rodeado de niños y hasta de personas mayores, a las que también les gusta escuchar

cuentos.

En la aldea vivía un chico bastante listo pero un poco bruto que tenía dos hermanos pequeños. Y

a los tres les gustaba el cuentacuentos.

Cuando llegaron un día al sitio donde aquel hombre se sentaba siempre porque había una piedra

redonda y plana muy cómoda, ya estaban todos los lugares ocupados y nuestro chico y sus

hermanos no podían oír sus cuentos.

El mayor como era su costumbre, empezó a empujar a la gente para acercarse al

cuentacuentos, arrastrando a sus hermanos con él.


Y al chico que estaba más cerca del hombre y le tapaba la vista, lo apartó con tal violencia que

el otro se enfadó y comenzaron a pelearse. El publico protesto por el escándalo, separaron a los

dos chicos y los echaron del corro.

-ahora verán esos idiotas –exclamo el chico, rabioso.

-vámonos, vámonos –le dijeron sus hermanos, que conocían demasiado bien el carácter de su

hermano mayor.

Pero el chico volvió al corro, donde el hombre de los cuentos estaba contando una historia muy

bonita con muchos personajes y ¿sabéis lo que hizo? Lo nunca visto. ¡Agarro su cuaderno de

cuentos y lo rompió!

¡Rompió el cuento que estaba contando el cuentacuentos!

Aunque aquellos cuentos no se ven, todo el mundo se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

Oyeron un gran estrépito como el de un cristal que se rompe en mil pedazos, y como las

personajes saltaban por los aires gritando “ayayay”, cada uno con su voz, y como luego caían

los trozos al suelo.

Todo el público se quedo asombrado por lo que acababa de pasar, pero en cuanto los niños y los

mayores se les pasó el susto, comenzaron a reñir al chico que había hecho algo tan malo como

romper un bonito cuento.

-¡recoge los pedazos! –le gritaban.

-¡vuelve a recomponer el cuento para que sigamos escuchándolo!

-no pienso hacer nada de eso –respondió el chico, enfadado. Y se marchó a su casa arrastrando

con él a sus llorosos hermanos.

Cuando los padres se enteraron de lo que había sucedido, riñeron a su hijo, pero este seguía

enfadado y no les hizo ni caso.

Esa noche estaba el chico durmiendo en su cama, cuando oyó unas voces lastimeras cerca de él.

Eran los personajes del cuento roto, que venían a quejarse. Tenían chichones y brazos y piernas

rotos por todas partes. Y eran tantos, que el cuentacuentos se quedo sin personajes y tuvo que

marcharse del pueblo. Así que los niños se quedaron sin cuentos.

-oh –dijo una bruja buena –debes pedirnos perdón y arreglarnos para poder actuar.
-y yo estoy tan magullado que no puedo asustar a nadie –añadió el ogro.

-dejarme en paz –respondió el chico –tengo mucho sueño. Mañana tengo que ir a la escuela.

Pero los personajes del cuento volvieron a la noche siguiente para darle una lección a aquel

chico. Apenas este había cerrado los ojos, cuando de pronto comenzaron a oírse en su

habitación ruidos extraños, cuchicheos y murmullos, quejas y golpes en los muebles.

Después de tres noches sin dormir, el chico les dijo a todos aquellos personajes invisibles pero

tan molestos:

-¡está bien, está bien! Venid todos el domingo al taller de mi padre y os arreglaré. ¡Malditos

monigotes!

Y los reparó tan bien que los dejó como nuevos. La bruja ya podía volar otra vez con su escoba,

el ogro recobró su terrible aspecto, los enanos y gnomos se volvieron saltarines, y el pirata tenía

de nuevo su pata de palo.

La primavera siguiente volvió el cuentacuentos a la aldea a recoger a sus personajes, dispuesto

a contar el cuento más maravilloso del mundo a aquellos niños a los que había dejado tan tristes

el año anterior. Aquel iba a ser el cuento más bello y original de todos. Pero cuando nuestro

chico se acercó al corro todo el mundo lo echó de allí. No iban a dejar que rompiera el cuento de

nuevo. El protestó y se fue. Se subió a un árbol cercano desde allí escuchó el mejor cuento de su

vida. Tenía movimiento, colores y hasta olores. Y muchas aventuras emocionantes.

Y así, cada primavera el chico solo tenía derecho a escuchar la historia subido en el árbol. Hasta

que un día se cansó de estar allí arriba solo y un día madrugó mucho para coger un buen sitio

sin tener que empujar a nadie ni pelearse. Las personas del público hablaron entre ellas y

aceptaron al chico en el corro, porque se iba a portar bien había llegado el primero para coger

sitio.

¡Iba a estar en primera fila! ¡Y nadie lo iba a echar de allí! Estaba muy contento.

Cuentos para antes de ir a dormir. Ed. planeta

Dr. Eduard Estivill/ Montse Doménech


Don Ratón y Don Gato
Cuentos originales

Autor:

Eva María Rodríguez

Edades:

A partir de 4 años

Valores:

soberbia, respeto, amistad


Don Ratón y Don Gato eran una pareja de
amigos muy singular. Aunque normalmente
los ratones y los gatos no se llevan bien,
estos dos animalitos tenían una curiosa
amistad.

A Don Ratón le gustaba la protección y


seguridad que le daba Don Gato y a Don
Gato le gustaba sentirse un héroe
protegiendo a Don Ratón de los demás
felinos.

Pero a Don Gato eso de ser un héroe se le


subió a la cabeza, tanto que empezó a sentirse superior a Don Ratón. Al fin
y al cabo, él era el más fuerte y el más poderoso de los dos. Y así se lo hacía
notar una y otra vez a su amigo Don Ratón.

-No olvides, Don Ratón, que comemos gracias a mi astucia y a mi fuerza -


repetía un día tras otro a la hora de comer.

-No olvides, Don Ratón, que ningún gato te ataca porque sabe que eres mi
amigo -decía siempre que salían a pasear.

-Recuerda siempre lo mucho que te he enseñado sobre la vida, Don Ratón,


que sin mí estarías encerrado en cualquier agujero mugriento -decía cuando
su pequeño amigo se mostraba incómodo por algo.

Un día, Don Ratón se cansó de tanta soberbia y altanería y se marchó sin


más aprovechando la siesta de Don Gato. Cuando Don Gato despertó llamó
a su amigo, como hacía siempre:

-Don Ratón, ya estoy despierto. Ya puedes peinarme el pelo y quitarme los


piojos.

Pero Don Ratón ya estaba muy lejos, así que no hubo respuesta. Don Gato,
que no había descubierto la marcha de su compañero, siguió llamándole.

-¿Dónde te has metido, Don Ratón? Tienes que ayudarme a limpiar mi cama,
y a despistar a las señoras mientras cojo algo de sus cocinas para la cena.

-No insistas, Don Gato. Don Ratón se ha ido -le dijo Doña Paloma-. Se debió
hartar de sentirse un miserable y se fue. Aunque parece que tú te las vas a
apañar bastante mal sin él.

Don Gato se dio cuenta de lo injusto y soberbio que había sido con su amigo.

-¿Sabes hacia dónde fue? -preguntó Don Gato a Doña Paloma-. Tengo que
pedirle perdón a mi amigo.

Doña Paloma le indicó a Don Gato la dirección por la que se había ido Don
Ratón, que no paró de correr hasta que lo encontró.
-Amigo, no t e vayas -le dijo
Don Gato a Don Ratón-. Siento haber sido tan estúpido. Somos compañeros,
nos necesitamos el uno al otro.

-¿Eso significa que no puedes vivir sin mí? -preguntó Don Ratón.

-Eso significa que mi vida es mucho mejor cuando la comparto contigo -


respondió Don Gato-. Vale, la verdad es que no sé qué haría sin ti.

-Está bien, te perdono -dijo Don Ratón-. La verdad, ya me estaba


preguntando cómo me las iba a apañar yo solo esta noche.

Don Gato y Don Ratón no volvieron a tener ningún gran problema, salvo
pequeñas discusiones que se solucionaban aplicando la única regla que debe
existir para que cualquier relación entre dos individuos funcione: el respeto
mutuo.

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