revista fierro

El retorno de un hito

volver al futuro
A mediados de los ochenta, el plantel de
dibujantes de la revista Fierro
reformateaba el modo de hacer y leer
historietas en nuestro país. Ahora dirigida
por Juan Sasturain, la mítica publicación
está de regreso, lista para recuperar el
lugar que dejó vacío y que desde entonces
nadie volvió a ocupar.
Por Juan Manuel Domínguez

Desde el prólogo de la reedición de The Dreamer, su autor, el his-

torietista Will Eisner, sostenía que “en el mejor de los casos, la
sociedad tiende a tratar a los soñadores con tolerancia”. Publica-
do entre 1937 y 1939, el cómic en cuestión era un retrato casi
autobiográfico que documentaba la vida en Nueva York del
joven Eisner y sus compañeros durante los años en los que la his-
torieta moderna se transformaba, de una vez por todas, en
industria, cuando las páginas no exigían mitos pero sí engrana-
jes. Lo que deja en claro The Dreamer es que aquellos que sue-
ñan, para Eisner, estarán siempre relacio-
“Nuestra virtud fue ser nados con el universo de las viñetas. Es
una revista a caballo más: serán “los que viajan a través de la
vida con una cadencia propia. Los que
entre lo popular de la
toman sus propias decisiones o ingresan
historieta y la reflexión en empresas que suelen ser vistas como
sobre el género, que ingenuas y desconcertantes por los prag-
incluía la conciencia del matistas, quienes finalmente prosperan
mismo y la cultivaba.” gracias a las oportunidades puestas en cir-
culación por la fantasía y las imaginacio-
nes”. En su doble sentido de empresa –el institucional y el épi-
co–, la definición del creador de The Spirit abarca a la perfección
todo lo que representó desde su aparición en 1984 hasta su cie-
rre, cien números después, en 1992, la revista argentina de histo-
rietas Fierro. En el mejor de los casos, en un futuro –ojalá– no tan
cercano, la definición pueda dar cuenta de la vida y obra de la
“nueva” Fierro, que vuelve a editarse desde el mes pasado, y que
Max Cachimba
vuelve a tener, como en 1984, al escritor Juan Sasturain en sus
filas, ahora como director.
Aquella primera Fierro borró con todo el cuerpo el mapa cultural
que se había garabateado con la máquina de escribir. Pero el epi-
centro del sacudón no pasó tanto por el carácter alternativo de la
revista en comparación con las dos grandes editoriales que en
aquel momento dominaban el mercado con productos de narrati-
va clásica, y que la puso más cerca de un consumo mal definido
como “adulto”, porque Fierro iba más allá de nimiedades como la
edad, los mercachifles y los gestos vanguardistas (como si las his-
torietas necesitaran una concepción plástica más “alta” que legiti-
mara su forma de comunicar). Lo suyo fue deconstruir el medio, su
historia y sus límites. Sasturain: “Nuestra virtud fue ser una revis-
ta a caballo entre lo popular de la historieta y la reflexión sobre el
género, que incluía la conciencia del mismo y la cultivaba. Al con-
vivir con revistas de Ediciones Record como Skorpio y demás, y las
publicadas por Columba, El Tony o D’artagnan, estábamos en un
lugar menos masivo. Y si bien no podíamos compararnos en tér-
minos de ventas, teníamos ese grado de autoconciencia sobre el >>>

58. los inrockuptibles

 El Tomi

los inrockuptibles. 59
 revista fierro
“En el hecho de hacer
historietas cuando muchos
>>> medio, que no era nada sectario. Ahora
de nosotros ya teníamos
quiero hacer lo mismo que antes: no partir
casi cuarenta años había
de ningún preconcepto. Más allá de la
intencionalidad inicial, la revista la hacen
un gesto de afirmación del
los autores. Mejor dicho, la revista es de los
género. Eso fue una
autores”. Gran parte de las historietas novedad, y se notó.”
publicadas en Fierro como El sueñero,
Keko el mago, las colaboraciones entre Muñoz y Sampayo o la
dupla Pablo De Santis y Max Cachimba no sólo redefinieron la brú-
jula que Eisner y compañía habían ayudado a reinventar, sino que
además le agregaron miles de nuevos grados que superaban las
viejas latitudes, como coordenadas/historietas cien veces al norte
de sí mismas. Es más: los soñadores de Eisner son en cierta forma
el reverso exacto de los viejos y reincidentes “sueñeros” integran-
tes del staff creativo de la nueva Fierro, que cuenta en sus filas,
entre otros, a Max Cachimba, El Marinero Turco, Muñoz y Sampa-
yo, Tati, María Alcobre, Patricia Breccia,
“No hubo ningún Enrique Breccia, Carlos Nine, Copi y De
imperativo más allá de la Santis. O aquellos soñadores pueden ser,
también, el revés de los nuevos “enfie-
idea de volver a hacer algo
rrados”: Lucas Varela, Liniers, Juan Sáenz
que en su momento había Valiente, Oscar Grillo, El niño Rodríguez
valido la pena. A mí me y Gustavo Sala. Más allá de que la indus-
gusta juntar a los autores, tria les permitía a los soñadores eisne-
no decirles qué tienen que rianos ser profesionales en un sentido
hacer. El clima se va sindical que jamás llegó a existir en la
dando solo.” Argentina (vale aclarar que la primera
Fierro respetaba los derechos de los crea-
dores en una época donde solía ignóraselos), la distorsión para con
los “sueñeros” de ayer y de hoy no se da sólo en relación con lo eco-
nómico. Y mucho menos en las divergencias estéticas y la auto-
conciencia, ya que llamarlas de tal forma sería ignorar dos cosas.
La primera, el hueco temporal y geográfico que los separa; la
segunda, la forma en que los “sueñeros” y Fierro se convirtieron en
unos de los colmillos más filosos de la tendencia que definió la
renovación del lenguaje de la historieta durante los ochenta: la
actitud caníbal de masticar para –quizás– tragar o –quizás– escupir
los códigos narrativos y estéticos de los cómics creados hasta ese
entonces. Allí están, junto a las viñetas de Cachimba o los geome-
trales seres suburbanos de Tati, los postsuperhéroes de Alan Moo-
re (Watchmen) y Frank Miller (Batman: El regreso del señor de la
noche), la RAW de Art Spiegelman (MAUS), la británica 2000 A.D.
Lucas Varela
60. los inrockuptibles
(cuna del Judge Dredd) y la segunda mitad de
vida de la francesa Metal Hurlant (producto
del imprescindible grupo Les humanoides
associés). La verdadera diferencia entre soña-
dores y “sueñeros” se da en algo tan simple
como la actitud tomada a la hora de hacer una
revista de historietas que dejaba en un volu-
men muy bajo la importancia por la recaudación y la repetición.
Toda una afirmación cultural, casi una postura política. Sasturain:
“En el hecho de hacer historietas cuando muchos de nosotros ya
teníamos casi cuarenta años había un gesto de afirmación del
género. Eso fue una novedad, y se notó”. Ésa era la virtud que irra-
diaba aquel Fierro al rojo vivo: el amor por un lenguaje, por sus
libertades a la hora de una línea editorial, y por sus posibilidades
al trabajar el medio en la página.
Si se tiene en cuenta la forma muy a lo “huracán” en El Mago de Oz
en que la vieja Fierro había trasladado al lector de historietas a un
lugar nuevo que en nada se parecía a aquel que solía llamarse
“hogar” en las viñetas de cabotaje, que estaba cartografiado por lo
fantástico y la imaginación, ¿cómo logrará la nueva Fierro proce-
sar la huella gigante dejada por aquella revista que supo llevar
como subtítulo Historietas para sobrevivientes? ¿Desde qué lugar
crear para aquel lector de cómics devenido en omnívoro de géne-
ros y estilos que antes de la vieja Fierro podían crear oposiciones?
“Pasaron dos generaciones de dibujantes. Aquel lector de la pri-
mera Fierro era hijo y hoy es padre –y alguno también abuelo. Eso
no garantiza nada. Al contrario: es un certificado de aquel pasado
que no sirve para nada. La revista la hacen también los lectores. No
hubo ningún imperativo más allá de la idea de volver a hacer algo
que en su momento había valido la pena. A mí me gusta juntar a
los autores, no decirles qué tienen que hacer. El clima se va dando
solo.” Entonces, en el regreso de los viejos integrantes y de viejos
personajes como El sueñero, la vuelta de la revista certifica aque-
llo que en el movimiento revolucionario de su primera versión fue
interpretado como algo nuclear (por la radiación violenta con que
erosionó al medio) y que hoy confirma lo vital, no sólo de la Fierro,
sino de las historietas: que se pueden utilizar los ritmos que impo-
ne la producción industrial como puente para la exploración y
amplificación de otras nuevas, recombinadas o jamás imposibles
Tierras de Oz.
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Fierro se edita el segundo sábado de cada mes con el diario Página/12.
Se dice de mí
X
Rep x
Oscar Grillo
Rep no es ni pequeño, ni peludo, ni suave
como lo era Don Segundo Sombra. Rep
aparece de forma repetida, más joven, en
un programa llamado Sueños, en donde
además de dibujar los barrios de Buenos
Aires dice que odia el tango por ser una
celebración del fracaso. Rep aplasta moscas
en mi “sketch book” y les escribe una
necrológica. Rep dibuja una villa miseria
vista desde arriba y un globito que dice:
“Hijo mío, un día todo esto será tuyo”. Rep
es poseedor de un lápiz charlatán, capaz de
contar historias y de crear diálogos de
profundo cuestionamiento. Rep es cínico
cuando lo ves de lejos y profundamente
tierno cuando lo mirás de cerca. Rep tiene
un sentido del humor que no se parece al
de la mayoría de los humoristas
argentinos. Pero, sobre todo, Rep dibuja
como la reputa madre que lo parió.
Aunque… ¿Qué es dibujar bien? Él mismo
lo dijo hablando de Sábat y quizá de quien
esto escribe: “Dibujar bien es motivar a un
dibujante a que quiera seguir dibujando”.
Rep tiene ese efecto en mí.
Lucas Varela x
Quattordio
No conozco toda la trayectoria de Lucas
Varela, ni siquiera conozco su cara. Aun
así lo pondría en cualquier revista
donde tuviera una onza de decisión para
hacerlo. Porque lo que sí sé es que su
trabajo produce muchas sensaciones,
tanto emocionales como intelectuales.
Su dibujo puede ser frío pero a la vez
denota una tranquilidad “sacada”, entre
maniática y desaforada. Sus
ilustraciones me ponen nervioso (para
bien). Me encanta el equilibrio entre los
detallecitos y los fondos, que en Varela
siempre son tan importantes como
aquello que está en el primer plano de la
viñeta. Es de los pocos que tienen un
universo propio. Algo similar a lo que
sucede con Liniers. Si bien creo que
pertenece a la línea francesa-belga-
hispana, se destaca con una
imaginación y una personalidad que lo
hacen mucho más interesante que otros
trazos prolijos y fríos.
Dibujantes que se dan cita en Fierro
y que opinan sobre los dibujos de otros dibujantes.
El Marinero Turco x
Max Cachimba
El Marinero Turco es un autor
especializado en géneros narrativos cuyas
convenciones e imaginarios ya han sido
establecidos, desarrollados y definidos por
la literatura, el cine o la historieta. Artes
de las que El Marinero es singular
conocedor. Ha escrito y dibujado
westerns, policiales o historias de ciencia
ficción. Pero no se detiene ahí, también
tiene una de piratas, otra de la jungla, un
drama metafísico de un monstruo y algún
etcétera más. Cada una de ellas es
absoluta y rotunda. En sus páginas, junto
a todo lo que es tradición y homenaje, el
dibujo es contundente y personal, de
mesurado expresionismo, equidistante de
los mejores dibujantes clásicos de
aventuras como de las figuraciones más
atrevidas y vanguardistas. He visto al
Marinero bocetar un cuadrito durante
una jornada y en la siguiente pasarlo a
tinta; este detalle en verdad puede ser
incidental, lo que sí es evidente ante su
página terminada es que cada cuadrito es
el mejor posible.
Max Cachimba x
Pablo De Santis
En el primer número de la revista Fierro, a
mediados de 1984, se anunció un
concurso de historietas: Fierro busca dos
manos. El dibujante ganador fue Juan
Pablo González, un chico de quince años
que hacía sus propias historietas de
circulación familiar, y que había
publicado algunos trabajos en revistas de
su Rosario natal. A esa edad ya tenía su
mundo propio; ese mundo fue
cambiando, pero nunca perdió la
fidelidad a sus visiones, a su humor, a su
sentido del absurdo, a su sentido trágico
(que también está, aunque escondido).
Desde 1984 hasta ahora he visto toda
clase de trabajos de Max –historietas,
ilustraciones, pinturas…– que me
producen la singular sorpresa que
siempre despierta el arte verdadero: el
descubrimiento de que lo más nuevo, lo
más extraño, es un vestigio de algo que
conocimos en otra vida, o en sueños
remotos.
Carlos Nine x
Juan Sáenz Valiente
Si bien Carlos Nine es dueño de un
hermosísimo universo de imágenes, su
fin no es utilizarlas para decorar papeles
sino ponerlas al servicio de la narración.
Tanto es así, que para la nueva Fierro se
propuso rehacer por tercera vez su
historieta Keko el Mago (siempre
disconforme con la actuación de los
personajes en las versiones anteriores).
“Aquellas veces las hice con lo que tenía,
ahora las hago con verdaderos actores
profesionales”, dice, justificando esta
nueva versión. Lo interesante de Carlos
Nine es que al narrar en la historieta, con
el condicionante de hacer convivir en el
mismo género la imagen y el texto, él no
busca unirlos sino oponerlos. Dando
lugar a un conflicto interesantísimo:
ambos medios pueden habitar un mismo
cuadrito y no coincidir en lo más mínimo
en el verosímil de sus universos. Así es
cómo, en su historieta El Patito Saubón,
los pensamientos de la mísera ave llegan
al punto de ser angustiosamente
existenciales.
El Tomi x
El Niño Rodríguez
El Tomi dibuja unos culos de la san puta,
desbordantes. No son ortos de gimnasio:
si les pegás una piña ni se dan cuenta
casi. Además, brillan, y El Tomi, que
dibuja con tinta, carbonilla y pasteles,
sabe meter ese reflejo de una gota, le da
una pincelada de témpera blanca y ese
puntito termina siendo todo un mundo de
volumen. Y si estamos dibujando culos, el
volumen lo es todo. El Tomi es grandote,
me parece que hacía remo. El Tomi hacía
El Desmitificador, que primero salía en El
Víbora y después en la Fierro. Muchos
culos había en esa historieta. Después
hizo Polenta con pajaritos en Fierro, que
eran historias de chicos de la calle, que
mezclaban ternura, tristeza y humor, un
entramado al que siempre le prestó
bastante atención. Hasta hoy El Tomi
colabora dibujando la portada de Ángel de
Lata, una revista hecha y vendida por los
chicos de la calle en Rosario.
Pero los culos. Uff… los culos.
los inrockuptibles. 61