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La sucesión ecológica se
pone en marcha cuando una causa natural o antropogénica (ligada a la intervención
humana), despeja un espacio de las comunidades biológicas presentes en él o las altera
gravemente. Las causas naturales que pueden causar esta situación son muy variadas, e
incluyen corrimientos de tierra, lahares, aludes, erupciones volcánicas explosivas, entre
otros.
Introducción
La introducción de especies
Para abordar y discutir este amplio tema, se partirá del análisis de la flora ya que
existe mayor información que sobre casos de fauna, y porque el número de especies
de plantas introducidas a las diferentes comunidades naturales es un orden de
magnitud mayor al de los animales introducidos (Macdonald et al., 1989). Otra razón
para esto es que las restauraciones de ecosistemas se basan en el restablecimiento de
una cobertura vegetal compuesta por individuos de especies nativas que resistan y
mejoren las condiciones del área perturbada y posteriormente propicie el regreso de la
fauna nativa que haya emigrado o muerto previamente.
En América, así como en otras partes del mundo, las invasiones humanas provenientes
principalmente de Europa, estuvieron acompañadas por especies comestibles y
ornamentales domesticadas en ese continente (Heywood, 1989). A su vez, muchas de
las especies que en el continente europeo eran utilizadas para diversos fines provenían
de Asia o de África. Ejemplos de ello son los cítricos, los cerdos y las gallinas,
originarias de Asia; el café y la sávila de África. Esto ha dado como consecuencia que
se encuentre una gran cantidad de especies nativas de Europa mediterránea en
Norteamérica y Australia (Harper, 1977). Existen varios ejemplos de esto: en Nueva
Zelanda, más de un tercio de la flora está compuesta por especies introducidas por los
invasores europeos (Good, 1974, en Harper, 1977); en Sudamérica también existe una
gran cantidad de flora de origen europeo que actualmente cubre miles de kilómetros
cuadrados en regiones como los llanos de La Plata, Argentina (Darwin, 1859, en
Harper, 1977).
La naturalización de especies
El tiempo dificulta la distinción entre las especies nativas de las no nativas, ya que
cuanto más antigua sea la llegada de la especie alóctona (de origen ajeno al
ecosistema), mayor será su oportunidad de naturalizarse y confundirse con las
especies autóctonas (originarias del ecosistema), al formar poblaciones silvestres
debido a que se disperse por anemocoria (viento) o por zoocoria (por animales). En
este último caso, cuando se trate de endozoocoria se trataría de una naturalización ya
que si este hecho es frecuente y estable, formaría una interacción con alguna o varias
especies nativas. Esto ocurrió en la Cuenca de México, donde en el siglo XVI se
introdujo la especie Schinus molle, proveniente del Perú (por lo cual los nativos lo
llamaron “Árbol del pirú”) (Alzate y Ramírez, 1791) cuyos frutos han sido ingeridos por
aves nativas, como Bombycilla cedrorum (chinito) y Turdus migratorius (primaveras)
entre otras, las cuales han dispersado ampliamente sus semillas por el centro del país
(Corkidi et al., 1991).
Con base en estudios de varios casos, se calcula que después de alrededor de 1,000
años a partir de la llegada de una especie nueva a una comunidad en la que no había
estado antes, es prácticamente indistinguible de las originadas en esa región (Usher,
1988). Por razones como ésta, casi en todas las comunidades vegetales existen
especies cuyo origen no se ha podido determinar y a las cuales se les denomina
“criptogénicas” (Carlton, 1996).
El estudio de las áreas protegidas por la restricción que imponen a las actividades
humanas en ellas, puede ser muy útil para coconer el proceso de invasión y obtener
una aproximación a la magnitud de este problema a nivel global, ya que en los
ecosistemas no protegidos, el problema de introducción de especies debe ser mayor.
Usher (1988) encontró que para cada una de 24 reservas ecológicas estudiadas en
todo el mundo, hay por lo menos una especie animal y varias de plantas vasculares
introducidas. En el sistema de parques nacionales de los Estados Unidos, la flora
introducida representa entre 6 y 64% del total de especies (Loope, 1992). En este
contexto, llama la atención que el número de especies de plantas introducidas a las
diferentes comunidades naturales es un orden de magnitud mayor que el de animales
(Macdonald et al., 1989).
Por otra parte, para tratar de prevenir una posible invasión, lo mejor es no introducir
especies no nativas al ecosistema que se pretenda restaurar. Sin embargo, bajo
situaciones extremas de deterioro o destrucción de un ecosistema, puede ser posible
que se requiera el uso temporal de alguna especie exótica con características que
ayuden al proceso de restauración; en tales casos cuando se contemple esta
posibilidad, deben analizarse cuidadosamente las características de la especie
introducida y compararlas con las de las especies que han probado ser invasoras, y
también las de la comunidad o ecosistema receptor y compararlas con las de las
comunidades o ecosistemas con mayor susceptibilidad a ser invadidos. Finalmente,
estos resultados deben integrarse para intentar predecir el riesgo y los probables
destinos de una introducción de cualquier grupo de organismos.
Las clasificaciones de especies invasoras pueden dar una primera idea para tomar
precauciones especiales, o inclusive hasta llegar a descartarlas para algún proyecto en
particular; sin embargo, como ya se mencionó, una posible invasión depende tanto de
las características de las especies a introducir como las de de la comunidad o
ecosistema receptor. También se puede tomar en cuenta el origen de las especies, ya
que se ha observado que algunas especies del hemisferio norte invaden regiones del
hemisferio sur, como Pinus radiata que invade bosques de Eucalyptus en Australia, o
varias especies de eucaliptos que invaden o prosperan en varias regiones del
hemisferio norte, como ha ocurrido en México y España (ICONA, 1984).
El manejo de las especies introducidas
Situación en México
En general, para el caso de las especies introducidas, debe prestarse especial atención
a su capacidad y por ello, la probabilidad de invadir y desplazar especies nativas. En
un estudio llevado a cabo en la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional
Autónoma de México, se realizó un inventario de sus árboles y arbustos y se encontró
que 49.5% de las especies no son mexicanas. En cuanto a la abundancia de individuos,
76% corresponde a especies introducidas y únicamente 24% a especies nativas
(Terrazas et. al., 1996). Cabe aclarar que el término “nativas” se refiere a plantas de
alguna región de México, no exactamente del matorral xerófilo, del cual solamente se
encontraron individuos aislados de la especie arbórea Buddleia cordata (tepozán) en
zonas donde quedaron como remanentes.
Ante esto se puso en marcha un programa de reemplazo de flora exótica por flora
nativa, particularmente de eucaliptos, que inició en 1994 y concluyó en el año 2000 y
en el se aprovechó mucha de la flora nativa del pedregal y otras partes de México. Con
las especies silvestres usadas se han ahorrado recursos, tanto humanos como
materiales, porque además de no requerir mantenimiento como las plantas exóticas
ornamentales, al mismo tiempo de valoraban los beneficios tanto ecológicos como de
paisaje de las plantas de especies nativas. Ésta fue una experiencia pionera en nuestro
país.
Para conocer la magnitud de las invasiones vegetales y sus efectos se necesita hacer
un inventario actualizado y detallado de la composición de especies de todo el país,
tanto de las áreas rurales como urbanas. Existen esfuerzos con resultados como el
mencionado de la Ciudad Universitaria (1996) y el de la Ciudad de México (2003); sin
embargo, se requiere mayor información y un control estricto del uso de especies no
nativas e incluso de las mismas especies mexicanas que se plantan en cualquier parte
del país aunque sean de regiones diferentes.
Dado que México es uno de los países megadiversos del mundo, posee muchas
especies autóctonas y endémicas que pueden ser aprovechadas como ornamentales y
que son desconocidas por la mayoría de la población, además aparte del interés
científico respecto de la conservación de la biodiversidad.
Las restauraciones ecológicas o cualquier acción que tenga que ver con alguno de los
conceptos relacionados (mitigación, remediación, rehabilitación, etc.) que se lleve a
cabo mejorar o recuperar zonas perturbadas, requiere conocimientos tanto de las
condiciones fisicoquímicas de la zona afectada como de la fisiología de las especies que
puedan sobrevivir en condiciones degradadas y mejorarlas. Por razones de
conservación de biodiversidad es obvio que se debe buscar o preferir la utilización de
especies nativas, particularmente de la propia región en la que se implementen los
trabajos de restauración. Sin embargo, existen algunas especies no nativas que
pueden ayudar en alguna de las etapas de la recuperación del ecosistema (o
fragmento de él) que haya sido alterado. Para esto, tales especies no nativas se deben
seleccionar con base en el criterio de que no presenten características que permitan
suponer que pueden invadir a algún tipo o tipos de vegetación del ecosistema alterado.
Si no se tiene información suficiente de las características fisiológicas y autoecológicas
de una especie en particular, se puede recurrir a clasificaciones que ya existen de las
especies más conocidas como invasoras.
Conclusiones
Las introducciones de especies (de todos los grupos de seres vivos) se han hecho con
base en beneficios humanos y en general han seguido el mismo patrón geopolítico-
histórico de las invasiones o colonizaciones humanas. Sin embargo, desde el punto de
vista ecosistémico global las introducciones de especies no nativas han provocado
varias alteraciones en muchos ecosistemas del mundo, siendo el más notorio, la
pérdida de biodiversidad. Para no continuar con esta perturbación tan intensa y
amplia, es indispensable conocer la biología de las especies que se vayan a manejar en
cada uno de ellos con cualquier finalidad, ya sea de producción (plantaciones
comerciales), restauración, protección (barreras rompevientos) o inclusive de
ornamento.
Es muy importante resaltar que una de las políticas y líneas de acción a seguir es la
conservación de la biota nativa de las diferentes regiones, ecosistemas o unidades
ambientales; esto se puede constatar en el rubro forestal que es quizá el más crítico y
en donde se le está dando una importancia creciente (aunque aún no suficiente) a las
especies arbóreas y arbustivas autóctonas o nativas mediante su producción masiva en
viveros gubernamentales con el objetivo de restablecer poblaciones en las zonas de
donde fueron eliminadas por talas o incendios o algún otro tipo de disturbio. Estas
acciones se pueden considerar como restauraciones ecológicas a gran escala y es algo
que comenzó con la administración federal anterior con el Programa Nacional de
Reforestación (Pronare) que ha propagado alrededor de 400 especies de plantas
nativas de diferentes regiones del país. En este mismo sentido, es pertinente
mencionar el impulso dado por el gobierno del Distrito Federal, particularmente desde
el año 2001, a la propagación de mayor número de especies nativas y también de
individuos de cada una de ellas, propias de los tipos de vegetación natural de las
diferentes zonas de esta entidad para establecerlos tanto en el llamado suelo de
conservación como en el suelo urbano.
Sucesión primaria: la sucesión comienza cuando los líquenes colonizan la roca desnuda.
Sucesión tras una perturbación: un bosque boreal un año tras un incendio (a la izquierda) y dos años
tras él (a la derecha).
Índice
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1Etapas
2Sucesión
3Sucesión y evolución
4Véase también
Etapas[editar]
Las etapas se pueden categorizar en:
Etapas intermedias.
Etapas finales.
Sucesión[editar]
La sucesión es un proceso de organización de un sistema que es complejo, un biotopo. Las
etapas se pueden categorizar en: - Preparación del soporte - Implantación de las especies
pioneras - Formación del suelo - Asentamiento de especies vegetales sencillas - Asentamiento
de las primeras especies herbáceas - Asentamiento de los primeros arbustos y árboles.
Sucesión y evolución[editar]
La sucesión y la evolución tienen tiempos distintos. La sustitución evolutiva de las especies
requiere cientos de miles de años, mientras que la sucesión se completa en cientos de años.
Pero ambos procesos tienden a favorecer la sucesión de especies generalistas por otras
especializadas; en general, tienden a producir un aumento de complejidad. El proceso
evolutivo se desarrolla dentro de la corriente de autoorganización de los sistemas ecológicos,
que llamamos sucesión, y eso ayuda a explicar su tendencia a producir formas cada vez más
complejas y especializadas.