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1. Datos Generales.

1. Titulo de la obra: Los Comentarios Reales de Los Incas


2. Autor: Escrito por el primer literato mestizo peruano Inca Garcilaso de la Vega
.2.1 Biografía: Nació en el Cusco el 12 de abril de 1539. Hijo ilegítimo del capitán extremeño Sebastián Garcilaso de la Vega
Vargas, conquistador de noble linaje, y de Palla Chimpu Ocllo, bautizada como Isabel, quien descendía de una rama de la nobleza
incaica.
Durante los primeros años de su infancia, se crió cerca de su madre y parientes maternos, quienes le enseñaron el quechua y le
hicieron conocer toda la grandeza del Imperio incaico. A los 13 años, ingreso a la escuela de Mestizos de Juan Cuellar y aprendió
latín y la fe cristiana.
De joven, se desempeñó como secretario de su padre, cuando éste era Corregidor en el Cusco. En 1557, sufre cuando su padre, en
acatamiento a un mandato real, contrae matrimonio con la dama española Luisa Martel de los Ríos. Su madre se ve obligada a
abandonar la casona donde habitaba.
Dos años después, muere el padre y Garcilaso viaja a España para estudiar y reclamar su herencia. En esta última gestión fracasa.
Incursiona en el ejército español, combate contra los moros en 1569 y obtiene el grado de capitán. Posteriormente, cambia las
armas por las letras.
Su madre muere en 1571. El sigue escribiendo a parientes y amigos del Perú. Recaba datos y completa informaciones que le sirven
para publicar su famosa obra "Los Comentarios Reales" (1609). Cumple así "La obligación que a la patria y a los parientes maternos
se la debía".
En 1612 se ordena de clérigo. Garcilaso murió a la edad de 77 años, en el mes de abril de 1616, probablemente el día 23.
1.2.2 Producción literaria:
- Traducción del italiano de los Tres Diálogos de Amor del platónico León Hebreo (Madrid, 1590) - Relación de la
descendencia de Garci-Pérez de Vargas (Lisboa, 1605)
- La Conquista de La Florida (1605)
- Los Comentarios Reales de los Incas (Lisboa, 1609)
- La Conquista del Perú (1613)
- Historia General del Perú (Córdoba, 1617).
1.1.3 Contexto Histórico social: El autor, desarrolló su obra literaria en la época del virreinato es uno de los representantes
que Perteneció a la época de los cronistas Post Toledanos, durante el período colonial de la Historia del Perú. Llegamos aquí a la
parte de la trayectoria vital de Garcilaso de la Vega que más nos interesa: la preparación de sus “Comentarios reales”. La proeza de
forjar el primero y el más grande texto de cultura del Perú, “Los comentarios reales”, demandó varios sinsabores, los cuales
descalabraron para siempre sus pretensiones de éxito inmediato y mundano, enderezándolo en la ruta de una gloria perdurable y
cultural. Paralelamente, y de modo más hondo, los sucesos del Perú luego de su partida parecían destruir lo que él amaba: los
vestigios del Imperio Incaico en los reyes de Vilcabamba (el último inca rey, Túpac Amaru, fue ejecutado en 1572, por el Virrey
Toledo), junto con el fallecimiento de su madre (casi el mismo año, 1571) y la férrea organización colonial que Toledo legó al
Virreinato del Perú (Toledo gobernó de 1569 a 1581), y que extendió de modo creciente una política adversa al desarrollo del
potencial de los indios y los mestizos.
2.Análisis de la Forma:
2.1 Estructura: Los Comentarios Reales de los Incas La obra fue publicada en dos partes, ambas separadas en tiempo, título, y
contenido: la primera publicada 1609, en 9 libros de 262 capítulos, se refiere a los hechos de los incas y su civilización; en la
segunda, en 8 libros de 268 capítulos, póstumamente publicada en 1617 como "Historia General del Perú," que se ocupa de la
conquista de esas tierras y de las guerras civiles.
2.2Forma de la expresión: Se le considera y aprecia como excepcional y tardío representante de la prosa renacentista,
caracterizada por la mesura y el equilibrio entre la expresión y los contenidos, por su sobria belleza formal.
2.3Tipo de Lenguaje: formal
3.Análisis del Contenido:
3.1 Género literario: Narrativa Española 3.2 Especie literaria: Crónica real.
3.3 Tema: trata Sobre la historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú y Sobre la Conquista
del Perú. Desde el arribo de los españoles hasta la muerte de Túpac Amaru I (1572). Más conocida como HISTORIA
GENERAL DEL PERÚ.
3.5 Tiempo: La segunda mitad del siglo XVI 3.6 Espacio: En el Antiguo Perú (Tahuantinsuyo)
3.7 Argumento
En la primera parte nos narra los usos y costumbres del imperio del Tahuantinsuyo, nos da a conocer su cosmovisión. Se ocupa de
la flora, fauna y de la minería, del valor que le asignaban al oro y la plata. Entre los animales de la fauna andina de aquella época
resalta los camélidos Andinos Sudamericanos como son la llama, la alpaca, la vicuña y el guanaco. Por la descripción que hace de
estos animales, nos damos cuenta del importante rol que cumplió la llama como bestia de carga, como proveedor de lana y carne
para los hombres de esta cultura. Asimismo, conocemos del valor que le asignaban a la lana de la vicuña, la cual por su finura,
solamente era utilizada por el inca y los nobles para confeccionar sus vestimentas. Nos habla igualmente de la coca, considerada
planta sagrada para la realeza incásica, cuyo uso estaba únicamente reservado a estas clases sociales. Probablemente el cronista
nunca se imaginó que esta planta iba a estar muy satanizada y considerada como un narcótico muy peligroso.
A través de su narración, nos va mostrando los cuatro grandes momentos por los que pasó el imperio incaico. Desde los tiempos
legendarios con Manco Cápac y Mama Ocllo, saliendo de las espumas del Titicaca, el lago más alto del mundo, pasando por la
etapa de la confederación, luego la del apogeo o expansión con Pachacútec, Túpac Yupanqui y Huayna Cápac y finalmente la
decadencia, con el enfrentamiento fratricida de los hermanos Huáscar y Atahualpa, que facilitó enormemente la conquista española.
La obra de Inca Garcilaso describe la forma como los incas se iban formando para gobernar, es decir para asumir el trono y luego de
la forma como realizaban sus conquistas, casi siempre mediante la imposición de sus armas.
En la segunda parte se aboca a la guerra de conquista del Perú y a las guerras civiles fratricidas por los restos del imperio y sus
riquezas que surgen entre los conquistadores.el asentamiento de los españoles en territorio peruano hasta la ejecución del último de
los incas de Vilcabamba, Túpac Amaru I en 1572. También presenta la justificación de la conquista española y los abusos
que cometieron los conquistadores.
3.8 Valores: los valores que rescato de este crónica real es la preservación de las costumbres religiosas y fiestas que hasta
aun hoy perduran y el apoyo el compañerismo entre los indígenas y los anti valores son el abuso y el egoísmo de los
españoles conquistadores.
4.Conclusiones:En conclusión los comentarios reales trata sobre la identidad indígena el mestizaje y la memoria, los Comentarios
Reales se constituyen en una obra clave para el conocimiento de la historia y cultura del Perú prehispánico. Por su carácter de
testimonio del momento en que se fundó la identidad peruana.
5.Apreciación Critica:Los comentarios reales, por su contenido y la intensidad que pone el inca Garcilaso al escribir los hechos de
forma tan veraz que jugó un papel de primer orden para estimular entre los indios y los mestizos el anhelo de libertad e
independencia nacional. La prueba más faltable es cuando las autoridades luego de sofocar el movimiento de "TUPAC AMARU II "
(1780) prohibieron la circulación de los comentarios reales por considerarlo peligroso y subversivo para la estabilidad y política del
régimen colonial.
Al inca Garcilaso se lo valoro como humanista, historiador y eximio cronista y por el significado de su obra, como
asevera el doctor "Luís E. Valcárcel", es el de la patria peruana. Con Garcilaso fase literaria e histórica para hablar de la
patria peruana desde tiempos lejanos, en el siglo XVI la describe y se enorgullece de pertenecer a esta patria.

RESUMENDE LA OBRA "COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS


- Inca Garcilaso de la vega -
Argumento e "Comentarios reales de los incas", libro de Inca Garcilaso de la Vega.
LIBRO PRIMERO: Donde se trata el descubrimiento del Nuevo Mundo, la deducción del nombre Perú, la idolatría y manera de vivir
antes de los Reyes Incas, el origen de ellos, la vida del primer Inca y lo que hizo con sus vasallos, y la significación de los nombres
reales. Contiene 26 capítulos.
LIBRO SEGUNDO:En el cual se da cuenta de la idolatría de los Incas y que rastrearon a nuestro Dios verdadero, que tuvieron la
inmortalidad del ánima y la resurrección universal.Dice sus sacrificios y ceremonias, y que para su gobierno registraban los vasallos
por decurias; el oficio de los decuriones, la vida y conquista de Sinchi Roca, Rey segundo, y las de Lloque Yupanqui, Rey tercero; y
las ciencias que los Incas alcanzaron. Contiene 28 capítulos
LIBRO TERCERO: Contiene la vida y hechos de Mayta Cápac, Rey cuarto. La primera puente de mimbre que en el Perú se hizo, la
admiración que causó. La vida y conquistas del quinto Rey, llamado Cápac Yupanqui. La famosa puente de paja y enea que mandó
hacer en el Desaguadero. La descripción de la casa y templo del Sol y sus grandes riquezas. Contiene 25 capítulos.
LIBRO CUARTO: Trata de las vírgenes dedicadas al Sol; la ley contra los que las violasen. Cómo se casaban los indios en común y
cómo casaban al príncipe heredero; las maneras de heredar los estados; cómo criaban los hijos.
La vida de Inca Roca, sexto Rey; sus conquistas, las escuelas que fundó y sus dichos. La vida de Yáhuar Huácac, séptimo Rey, y de
una extraña fantasma que se apareció al príncipe, su hijo. Contiene 24 capítulos.
LIBRO QUINTO: Dice cómo se repartían y labraban las tierras, el tributo que daban al Inca, la provisión de armas y bastimentos que
tenían para la guerra, qué daban de vestir a los vasallos; que no tuvieron mendigantes; las leyes y ordenanzas a favor de los súbditos,
con otras cosas notables. Las victorias y generosidades del príncipe Inca Viracocha, octavo Rey; su padre, privado del Imperio; la
huida de un gran señor; el pronóstico de la ida de los españoles. Contiene 29 capítulos.
LIBRO SEXTO: Contiene el ornamento y servicio de la casa real de los Incas, las obsequias reales, las cacerías de los Reyes, los
correos y el contar por nudos. Las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachacútec, noveno Rey, la fiesta principal que hacían, las
conquistas de muchos valles de la costa, el aumento de las escuelas del Cozco y los dichos sentenciosos del Inca Pachacútec.
Contiene 36 capítulos.
LIBRO SÉPTIMO: En el cual se da noticia de las colonias que hacían los Incas, de la crianza de los hijos de los señores, de la tercera
y cuarta fiesta principal que tenían, de la descripción de la ciudad del Cozco, de las conquistas que Inca Yupanqui, décimo Rey, hizo
en el Perú y en el reino de Chili, de la rebelión de los Araucos contra los españoles, de la muerte de Valdivia, de la fortaleza del Cozco
y de sus grandezas. Contiene 29 capítulos.
LIBRO OCTAVO: Donde se verán las muchas conquistas que Túpac Inca Yupanqui, undécimo Rey, hizo, y tres casamientos que su
hijo Huayna Cápac celebró; el testamento y muerte del dicho Túpac Inca: los animales mansos y bravos, mieses y legumbres, frutas
y aves y cuatro ríos famosos, piedras preciosas, oro y plata, y, en suma, todo lo que había en aquel Imperio antes que los españoles
fueran a él. Contiene 25 capítulos.
LIBRO NOVENO: Contiene las grandezas y magnanimidades de Huayna Cápac; las conquistas que hizo; los castigos en diversos
rebelados; el perdón de los Chachapuyas; el hacer Rey de Quitu a su hijo Atahuallpa; la nueva que tuvo de los españoles; la declaración
del pronóstico que de ellos tenían; las cosas que los castellanos han llevado al Perú, que no había antes de ellos; y las guerras de los
hermanos Reyes, Huáscar y Atahuallpa; las desdichas del uno y las crueldades del otro. Contiene 40 capítulos.

Resumen de la obra[editar]
Libro Primero[editar]
Siguiendo las pautas de los historiadores de entonces, Garcilaso empieza su relato con la descripción física del mundo, aunque sin extenderse en el
asunto. Explica que la división en “Viejo” y “Nuevo Mundo” no era geográfica sino solo dos modalidades de un mismo mundo. Señala que el clima
variado del Perú no solo está condicionado por su cercanía a la línea ecuatorial, sino por sus altitudes con respecto al mar. Relata también una
historia que había escuchado de boca de viejos conquistadores, sobre un pre-descubrimiento de América realizado por el piloto español Alonso
Sánchez de Huelva, unos años antes del viaje de Colón. Luego remite a la Historia del cronista Gómara para quienes deseasen enterarse más sobre
los viajes del navegante genovés. Otro asunto que le toma interés es la deducción del nombre Perú: refuta la suposición de aquellos que lo
consideraban derivado de la voz quechua "pirua" (pirhua o granero), o del nombre Ofir bíblico; para él, deriva del vocablo "pelu" o "beru", con que los
indios de las actuales costas del Pacífico colombiano y ecuatoriano designaban a ríos. El nombre del Perú ya era usado por los españoles desde
antes que arribaran al territorio peruano. Luego el autor señala los límites del Perú, al norte hasta el río Ancasmayo, en los confines
de Pasto y Popayán, y al sur hasta el río Maule, en Chile; al oriente llegaba hasta la región de los Antis o selva, territorio cuya columna vertebral lo
constituye «aquella nunca jamás pisada de hombres ni de animales ni de aves, inaccesible cordillera de nieves», los Andes.
Se intercala la historia de Pedro Serrano, un náufrago español que sobrevive en una isla inhóspita, relato que constituye toda una joya literaria y que
parece haber sido la fuente de inspiración de Daniel Defoe para su novela Robinson Crusoe. Finalizada las descripciones geográficas, el autor pasa
a relatar la historia del Perú. Sostiene que antes de los incas los pobladores del antiguo Perú eran muy primitivos y salvajes, que practicaban
la idolatría, el canibalismo y los sacrificios humanos, así como costumbres sexuales nefandas como el incesto y la sodomía, así como usaban
venenos y hechizos, época toda que se conoce como la gentilidad. Y que precisamente para rescatar de la barbarie a estos habitantes, el Sol envió a
sus hijos, Manco Cápac y Mama Ocllo, que salieron de las aguas del Lago Titicaca con la misión de fundar una población donde se hundiera una
barreta de oro que llevaban consigo, lo que ocurrió en la falda del cerro Huanacauri, cerca de donde se elevó la ciudad Cuzco, futura cabecera
del Imperio inca. Esta leyenda archiconocida es solo relatada por Garcilaso; ningún otro cronista la consigna, por lo que hay una seria sospecha de
que él fuera el inventor de la fábula. El autor menciona también otra variante de esta leyenda sobre el origen de los incas, así como la forma en que
la pareja real civilizó a sus vasallos, enseñándoles la agricultura, la textilería y otros oficios, así como a rendir culto al Sol como dios principal,
obedecer las leyes y a abandonar sus prácticas aberrantes. Se describen también las insignias de la realeza inca. Manco Cápac fue pues el primer
inca y antes de morir dejó un testamento, encargando a sus hijos que recordaran siempre que eran hijos del Sol y que cumplieran siempre las leyes
dadas por su padre, y que fueran mansos y piadosos con sus vasallos. Otro de los mandatos que diera el padre Sol era la de someter a las
poblaciones primitivas por la fuerza del convencimiento, a quienes debían ofrecer, a cambio de su vasallaje, una nueva religión, nuevas leyes y
costumbres para que vivieran como hombres y no como brutos. Solo en caso de que se mostraran esas poblaciones belicosas y reacias, los incas
podían aplicar la fuerza de las armas. Finaliza el capítulo con una explicación del significado de los nombres reales de los incas.
Libro Segundo[editar]
En este libro el autor trata sobre la idolatría de los Incas de la segunda edad, y su origen. Afirma que los incas rastrearon al Dios verdadero, que
tuvieron una cruz en un lugar sagrado del Cuzco, que creyeron en la inmortalidad del alma y la resurrección universal. Explica el significado de la
palabra huaca y explica la adoración que daban al Sol y sus sacrificios de llamas, más no de seres humanos. Describe sus sacrificios y ceremonias,
y que sus leyes religiosas fueron impuestas por el primer Inca; sobre sus leyes y la división del imperio en cuatro distritos
o suyus (Chinchaysuyu, Contisuyu, Collasuyu, Antisuyu), y cómo registraban a sus vasallos por decurias, a la cabeza de los cuales se hallaba un
decurión o chunca camayoc.
Luego pasa a narrar la vida y hechos de Sinchi Roca, el segundo rey de los Incas, quien luego de dedicar las debidas exequias a su padre, salió del
Cuzco en campaña hacia el sur, al Collasuyu, logrando someter por la fuerza del convencimiento a los indios puquinas y canchis. Llegó hasta el
pueblo de Chuncara, a 20 leguas hasta donde su padre había dejado los límites de su reino.
Le sucedió su hijo Lloque Yupanqui, el tercer inca, cuyo nombre significa zurdo destacado. Éste salió también a hacer conquistas; mientras que los
canas salieron y se sometieron voluntariamente, los ayaviris se resistieron, por lo que tuvieron que ser sometidos por las armas, para que sirviera de
escarmiento al resto de pueblos. Luego el Inca capturó la fortaleza de Pucara, cerca de la actual Puno. Tras algunos años, Lloque Yupanqui se
dirigió a la provincia de los collas, inmensa comarca en torno al Lago Titicaca, cuya población se dedicaba a la ganadería de auquénidos y a la
agricultura. Los collas, a fin de escapar de la suerte de los ayaviris, se reunieron en Hatuncolla (Colla la grande) y aceptaron ser vasallos de los
incas. La siguiente provincia en someterse a los incas fue la de Chucuito; otros pueblos siguieron su ejemplo. Al oeste envió a sus generales, que
sometieron los poblados hasta las faldas de la cordillera de los Andes, ya cercana a la costa. Acabadas las conquistas, Lloque Yupanqui regresó al
Cuzco y el resto de su vida los dedicó a los oficios de la paz.
El autor deja por un momento de lado los relatos bélicos y pasa a exponer sobre las ciencias que los Incas desarrollaron. En Astrología supieron
hacer la cuenta del año y los solsticios y equinoccios; narra también cómo explicaron los eclipses del Sol, y lo que hacían cuando ocurrían los de la
Luna. En medicina conocieron muchas yerbas medicinales; también tuvieron conocimientos de Geometría, Geografía, Aritmética y Música. En el
campo de la poesía tuvieron amautas o filósofos que componían tragedias y comedias, y a los haravicus o poetas, que recitaban poesías amorosas.
Finaliza el autor este libro dando cuenta de los pocos instrumentos que los indios tuvieron para realizar oficios como la metalurgia y la platería, pese
a lo cual destacaron en tales artes.
Libro Tercero[editar]
En este libro se relata la vida y hechos de los incas Mayta Cápac y Cápac Yupanqui.
Mayta Cápac, el cuarto rey Inca, luego de visitar a sus vasallos, tal como era la costumbre de su casta, salió en campaña con 10.000 guerreros, en
dirección al Collao, que por ser tierra plana parecía más fácil de conquistar. Llegó al Desaguadero al que cruzó con balsas; pasó cerca de las ruinas
de Tiahuanaco, que el autor describe citando a otros cronistas. El Inca se dirigió hacia la provincia de Hatunpacassa, a la mano izquierda del
Desaguadero, y conquistó Cac-yauiri, episodio del que se contaba la leyenda de que los collas dispararon sobre los incas sus flechas y piedras pero
estas se volvieron contra ellos. Los collas, derrotados se rindieron y aceptaron ser vasallos del Inca. Conocido este suceso por los demás pueblos
collas, muchos se redujeron voluntariamente, como las tres provincias de Cauquicura, Mallama y Huarina (al S.E. del lago Titicaca). Luego el Inca
mandó a sus maeses de campo en dirección al mar, donde invadieron la provincia de Cuchuna, cuyos pobladores se atrincheraron en un fuerte
(posiblemente Cerro Baúl, cerca de Moquegua) y se rindieron tras un largo sitio. Allí los incas castigaron severamente a quienes usaban venenos
contra sus adversarios. Mayta Cápac prosiguió sus conquistas y sometió a otras tres provincias collas: Llaricassa (Larecaja), Sancauan (San Gabán)
y Huaychu; en esta última sus habitantes opusieron resistencia pero luego se rindieron. Luego el Inca construyó el primer puente de mimbre o
colgante que en el Perú se hizo, para cruzar el río Apurímac, causando gran admiración. Muchos pueblos se redujeron voluntariamente, atraídos por
la fama del Inca. Las conquistas prosiguieron, llegando hasta Parihuana Cocha (Parinacochas) y Coropuna. A Mayta Cápac le sucedió su hijo Cápac
Yupanqui, que se convirtió así en el quinto rey inca. Continuando la expansión del imperio, este Inca salió del Cuzco con 20.000 hombres y se dirigió
al Cuntisuyu, donde conquistó más provincias. La provincia de Yanahuara se redujo voluntariamente, pero la Aymara, de naturaleza rebelde y
agresiva, se negó a rendir vasallaje a los incas. Pero finalmente, al ver el poderío de sus adversarios, los aymaras se rindieron, y sus curacas se
vieron obligados a besar las manos del Inca. También fueron sometidos los quechuas de Cotapampa y Cotanera. En la costa fueron anexados los
valles de Acarí, Caravelí, Camaná y Quilca. Por última vez el Inca salió en campaña hacia el Collao; en el Desaguadero mandó a construir un famoso
puente de paja y enea (puente colgante); y sometió Chayanta, así como otras cinco provincias grandes, entre otras menores.
Por su parte, su hijo, el príncipe Inca Roca, redujo muchas y grandes provincias mediterráneas y marítimas, pasando por Amancay (Abancay),
Nanasca (Nasca) y Arequipa. Por entonces se iniciaron los traslados de poblaciones a otras provincias, método de control político llamado mítmac
(mitimaes). Luego el autor se explaya en la descripción de la casa y templo del Sol (Coricancha) y sus grandes riquezas, los sitios de los sacrificios y
los atributos del sumo sacerdote o Uíllac Umu.
Finaliza el libro con la descripción del templo del Titicaca y sus leyendas.
Libro Cuarto[editar]
Empieza tratando sobre la casa de las vírgenes escogidas dedicadas al Sol (Acllahuasi), sobre sus estatutos y ejercicios, la veneración de los indios
hacia las cosas que hacían las escogidas, y la ley contra los que las violasen. No solo en el Cuzco, sino en las distintas provincias del Imperio
existían estas casas de escogidas; el autor desmiente que estas vírgenes eran entregadas por mujeres a los curacas y los capitanes, ya que estaban
dedicadas exclusivamente al Sol y al Inca.
Explica enseguida cómo se casaban los indios del común y por qué casaban al príncipe heredero con su hermana; detalla las diferentes maneras de
heredar el gobierno; cómo se criaban a los hijos; la vida y ejercicio de las mujeres casadas; cómo se visitaban las mujeres y cómo trataban su ropa.
Menciona también la existencia de mujeres públicas o rameras, llamadas pampayrunas, que vivían en chozas alejadas de las poblaciones y eran
muy menospreciadas.
Luego el autor retoma la historia de la realeza inca y se ocupa de Inca Roca, sexto rey, quien conquistó muchas naciones, llegando hasta
Antahuaylla (Andahuaylas), donde sometió a los Chancas, etnia muy brava y guerrera que incluía a otras muchas naciones como Hancohuallu,
Uramarca, Uillca (Vilcas), Utunsulla, que ocupaban los actuales departamentos de Apurímac, Ayacucho y Huancavelica, aunque se sometieron de
muy mala gana y con la velada esperanza de rebelarse no bien se presentase la ocasión. De vuelta al Cuzco, Inca Roca vivió en paz algunos años y
envió a su hijo Yahuar Huaca a la conquista del Antisuyu, región oriental colindante con la selva amazónica. Explica que el nombre de este príncipe
significaba “el que llora sangre” y que fue bautizado así por haber llorado efectivamente sangre cuando era muy niño. Tiempo después Inca Roca
salió nuevamente en campaña dejando en el gobierno a su hijo; el inca se dirigió esta vez a la provincia de Charcas, en el altiplano andino, pero los
pueblos se mostraron hostiles y especialmente los jóvenes se negaron a someterse y dejar sus idolatrías; sin embargo, fueron convencidos por los
viejos para que acataran el vasallaje al Inca. La dominación inca se amplió así hasta los territorios donde después se fundarían Chuquisaca y La Paz,
en la actual Bolivia. Luego Inca Roca volvió al Cuzco y descansó en paz, dando sabias leyes y fundando escuelas para los nobles en el Cuzco; se
citan algunos de sus dichos sentenciosos, según los recogió el padre Blas Valera.
Luego de su muerte le sucedió su hijo Yáhuar Huaca, que fue así el séptimo Rey, siendo éste más hombre de paz que de guerra. Pero aun así envió
un ejército de 20.000 hombres bajo el mando de su hermano Apumayta, con dirección al sureste del Cuzco hasta el mar, campaña que permitió la
conquista inca desde la costa de Arequipa hasta Tacana (Tacna). Otra expedición fue enviada a la conquista de algunas provincias del Collasuyu. El
Inca se hallaba enfrascado en estas campañas, cuando debió afrontar los problemas causados por su hijo mayor, designado para sucederle, quien
era díscolo y de mal carácter. Cansado de intentar doblegar su ánimo, lo recluyó en el paraje campestre de Chita, a diez km al oeste del Cuzco,
poniéndole al cuidado del ganado del Sol, bajo amenaza de muerte si volvía a presentarse en el Cuzco. No obstante la amenaza, al cabo de tres
años el joven se presentó ante su padre, diciendo que tenía un mensaje de parte de alguien más grande que él. Enojado Yahuar Huaca, pero picado
por la curiosidad de saber quien sería ese otro “más grande” que él, recibió a su hijo, quien le contó lo siguiente: «… señor, sabrás que estando yo
recostado hoy a medio día (no sabré certificarme si despierto o dormido) debajo de una gran peña de las que hay en los pastos de Chita… se puso
delante un hombre extraño, en hábito y en figura diferente a la nuestra; porque tenía barbas en la cara de más de un palmo, y el vestido era largo y
suelto que le cubría hasta los pies; traía atado por el pescuezo un animal no conocido.» El personaje de dicha visión, quien dijo llamarse Viracocha,
le advirtió que se preparaba mucha gente de armas en las provincias sujetas por los incas y de otras aún no sujetas, para marchar contra el Cuzco
con la intención de destruirla. Yahuar Huaca al oír tal relato se enfureció y no quiso creerle tomando todo como inventos disparatados. Ordenó pues
a su hijo que volviera de inmediato a Chita, amenazándolo con matarlo si regresaba. Tres meses después, llegaba al Cuzco la noticia del
levantamiento de los feroces Chancas, quienes con un ejército nutrido al que se sumaron otras naciones del Chinchaysuyu, se acercaban
peligrosamente al Cuzco. Atemorizado, Yahuar Huaca abandonó la ciudad y se refugió en Muyna. Enterado de la noticia, su joven hijo abandonó su
retiro de Chita y partió presuroso al Cuzco; en el camino se encontró con su padre, a quien ásperamente reprochó su conducta. Luego organizó la
defensa del Cuzco y fue conocido desde entonces como Viracocha Inca, pues todos conocían ya sus visiones.
Libro Quinto[editar]
El autor explica cómo se acrecentaban y repartían las tierras a los vasallos, la orden que tenían estos en labrar sus tierras, y la fiesta con que
labraban las tierras del Inca y las del Sol. La tierra que daban a cada indio, y cómo la beneficiaban. La repartición del agua para regar y cómo
castigaban a los descuidados. El tributo que daban al Inca, y la cuenta de los orones. La provisión de armas y bastimentos que tenían para los
soldados. El oro y plata y otras cosas de estima no eran tributo obligatorio, sino presentadas voluntariamente, pues solo eran tenidas como
ornamentos. La guarda y gasto de los bastimentos. Daban de vestir a los vasallos. No hubo pobres mendigantes. El orden y división del ganado y de
los animales extraños. Leyes y ordenanzas de los Incas para el beneficio de los vasallos. Cómo conquistaban y domesticaban los nuevos vasallos.
Cómo proveían los ministros para todos oficios. La razón y cuenta que había en los bienes comunes y particulares. En qué pagaban el tributo. La
cantidad de él, y las leyes acerca de él. Citando a Valera, detalla el orden y razón para cobrar los tributos. El Inca premiaba a los curacas que le
presentaban cosas preciadas.
Luego el autor retoma la historia de los incas y se ocupa del príncipe Inca Viracocha, que fue el octavo Rey. Éste, luego de dejar a su padre en
Muyna, volvió al Cuzco a organizar la defensa, ante la amenaza de los chancas, y recibió inesperadamente la ayuda de sus vasallos quechuas, que
odiaban a los chancas pues antaño habían sufrido su tiranía. La batalla entre incas y chancas se libró en Sacsahuana, cerca del Cuzco, y el
resultado parecía indeciso pues ambos rivales se batieron con bravura, hasta que una fuerza de aliados quechuas fueron en auxilio de los incas
atacando el flanco derecho de los chancas, y estos empezaron a flaquear. Muchos lugareños se fueron también sumando a las fuerzas del Inca en
gran número, tan así que tiempo después surgió la leyenda de los puraraucas o de las piedras que se convertían en guerreros. Después de ocho
horas de lucha los incas se alzaron en triunfo; tanta sangre corrió que el campo de batalla se denominó desde entonces Yahuarpampa o campo de
sangre. El Inca Viracocha se dirigió a la tierra de los chancas pero se mostró generoso y no desató su venganza sobre las mujeres y niños, por lo
que la población quedó muy agradecida. Luego retornó al Cuzco y se entrevistó con su padre Yahuar Huaca, a quien desposeyó del imperio. El autor
explica enseguida el significado del nombre Viracocha, y por qué los indios apodaron así a los españoles: según su versión era porque el fantasma
aparecido en sueños al joven inca era barbudo y vestido con túnica, similar a la traza de los hispanos. También desmiente la versión de que
Viracocha era un dios superior al Sol, sino que era hijo de éste y hermano de los incas, según la mitología inca. En memoria a este dios, el Inca
Viracocha levantó un templo en Cacha, a 16 leguas al sur del Cuzco; allí también hizo levantar una estatua de piedra que representaba a la deidad.
Este templo sería después destruido por los españoles. También en memoria de su victoria sobre los chancas, mandó pintar en una peña altísima
la figura de dos cóndores. Acabados los festejos, el Inca salió y recorrió su imperio, anexando nuevas provincias como Huaytará y los Pocras
(Huamanca); luego continuó sucesivamente al Contisuyu y al Collasuyu, llegando hasta Charcas, donde le salió al encuentro una embajada de indios
del reino de Tucma o Tucumán, lejano en 200 leguas, los cuales le pidieron ser sus vasallos. Acabada la visita del Collasuyu, el Inca pasó al
Antisuyu, poblada por gentes más rústicas. Mientras tanto, el jefe chanca Hancohuallu, no queriendo estar bajo la sujeción de los incas, decidió partir
con su gente hacia la selva. El territorio despoblado por los chancas (actual departamento de Apurímac) fue repoblado con mitimaes traídos de
diversas regiones del imperio. El Inca Viracocha fue muy aficionado a retirarse al valle de Yucay, lugar agradable donde construyó edificios; amplió
también el templo del Sol. Vivió algunos años de paz y tuvo con su esposa, la coya Mama Runtu, un hijo al que puso por nombre Pachacútec, que
significa el que transforma el mundo, nombre que al principio quiso ponerse a sí mismo, pero luego se quedó con el de Viracocha pues así le
empezaron a llamar sus súbditos. También se cuenta que vaticinó la llegada de los españoles. Fallecido, fue llorado por todos y su cuerpo fue
momificado a la usanza de los incas, y cuenta el autor que vio su momia en Lima, hacia 1560, adonde fuera trasladado por los españoles junto con
los cuerpos de otros incas.
Libro Sexto[editar]
Empieza con la descripción de la casa real de los Incas, sobre su fábrica y ornamento; la manera como contrahacían de oro y plata todo cuanto
había para adornar dichas casas. Los criados de la casa real y los que traían las andas del rey; las salas que servían de plaza, y otras cosas de las
casas reales. Los entierros de los reyes incas, cuyas exequias duraban un año. Las cacerías solemnes o chakus que los reyes hacían en todo el
reino. El sistema de correo de postas a cargo de corredores llamados chasquis. El sistema de contabilidad por hilos y nudos llamados quipus, de
cuya gran fidelidad da fe el autor.
Luego el autor se ocupa de las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachacútec, noveno Rey. Este hizo una visita a su imperio, que le tomó tres
años; luego envió a su hermano, el general Cápac Yupanqui, hacia el Chinchaysuyu, donde conquistó a la nación Huanta, cuyo principal centro era
Sausa (Jauja). Este mismo general anexó también Tarma y Pumpu (Bombón), hasta llegar a la provincia de Chucurpu, en los Antis (colindante con la
selva amazónica). Luego las tropas incaicas se trasladaron a Ancara y Huaylas, donde castigaron merecidamente a los sométicos (sodomitas) por
las aberraciones que cometían. Luego se describen los edificios, leyes, y nuevas conquistas que Pachacutec ordenó hacer a su hermano, que esta
vez llevó a su sobrino, llamado Inca Yupanqui. Una nueva campaña se abrió en el Chinchaysuyu, donde se sometió a la provincia de Pincu, pero
otros pueblos —Huaras (Huaraz), Piscopampa (Piscobamba) y Cunchucu (Conchucos)— se negaron con soberbia a aceptar el yugo de los incas,
debiendo ser sometidos con hambre y astucia militar. Más al norte, el curaca de Huamachuco, hombre sabio, se rindió ante los incas; en cambio
los Cassamarcas se resistieron con las armas pero a la postre se rindieron. De retorno al Cuzco, Cápac Yupanqui y su sobrino sojuzgaron a los
Yauyos. Luego de tres o cuatro años de paz, los incas retomaron las conquistas, esta vez de los valles de la costa al norte de Nanasca, poblado por
los yungas. Tras ocupar sin resistencia los valles de Ica y Pisco, se enfrentaron al poderoso señor de Chincha, que al frente de su súbditos resistió
tenazmente hasta que no le quedó otra opción que la de rendirse. Esta fue una conquista de importancia superlativa pues el valle de Chincha era
muy fértil y poblado. Luego el autor pasa a describir la fiesta principal de los incas, la rendida en homenaje al Sol o Inti Raymi, y cómo se preparaban
para ella. Se detallan los ceremoniales, el sacrificio del cordero (llama), los agüeros y el fuego. También menciona la ceremonia del huaracu
(huarachicu) o de iniciación de los príncipes de la realeza, equivalente al armarse de caballeros. Retomando la historia de las conquistas de los
incas, el general Cápac Yupanqui pidió nuevos refuerzos al Cuzco para proseguir sus conquistas sobre los yungas de la costa, refuerzos que le
llegaron junto con el príncipe Inca Yupanqui, junto con el cual marchó contra Chuquimancu, señor de cuatro valles: Runahuánac (Lunahuaná),
Huarcu (Huarco), Malla (Mala) y Chillca (Chilca). En Huarcu se produjo un encuentro sangriento, pero la guerra se prolongó demasiado hasta que el
hambre empezó a acosar a los súbditos de Chuquimancu, quien, presionado por los suyos, se rindió a los incas. En memoria a esta conquista los
incas elevaron la fortaleza de Huarcu. Continuando hacía el norte, los incas invadieron el señorío de Cuismancu, que abarcaba los valles de Rímac y
Pachacámac, regiones célebres por dos santuarios que daban oráculos: el del dios hablador del Rímac, en la actual Lima (posiblemente la huaca
Pucllana), y el del dios Pachacámac, cuyo nombre significa el que mueve la tierra al cual Garcilaso lo define como un dios no conocido, siendo su
templo el más majestuoso y adonde los indios de todas las regiones iban en romería. Cuismancu no quiso someterse a los incas y opuso resistencia;
finalmente los incas pactaron su sometimiento a cambio de respetar sus cultos; el autor afirma que ello se debió a que los incas reconocían también
como deidad superior al dios Pachacámac. Tras esta conquista hubo paz por seis años, luego de los cuales los incas salieron nuevamente en
campaña, esta vez para conquistar el reino del Gran Chimú, en la costa norte. Esta vez las fuerzas incas estuvieron comandadas por el príncipe Inca
Yupanqui y contaron con el apoyo de los yungas de Chuquimancu y Cuismancu, antiguos enemigos de los chimúes. La guerra fue larga y sangrienta.
Con grandes esfuerzos los incas avanzaron por Parmunca (Paramonga) y Santa, y no pudiendo doblegar la resistencia del enemigo, el príncipe inca
pidió más refuerzos, que le llegaron en número de 20.000 soldados, y ante lo cual el Gran Chimú, viendo que era imposible resistir más y presionado
por sus propios súbditos, se rindió, sometiéndose en vasallaje a los incas. Cuenta el autor que en memoria de esta conquista, los incas elevaron la
fortaleza de Paramonga (aunque ésta es en realidad preinca). Ya viejo, Pachacútec descansó de las conquistas y se dedicó a los oficios de paz.
Construyó templos del sol en las principales poblaciones de su imperio, así como casas de escogidas y depósitos o graneros. Amplió también el
Cuzco y levantó nuevos edificios. Dejó su imperio a su hijo Inca Yupanqui, al que tuvo con la coya Anahuarque. Finaliza el autor este libro citando a
Valera sobre otras obras de Pachacútec en lo que respecta a la creación de escuelas y sus leyes para el buen gobierno, así como algunos de sus
dichos sentenciosos.
Libro Séptimo[editar]
Empieza mencionando las colonias que hacían los Incas, trasladando poblaciones hacia zonas despobladas. Llamábase a la gente así
trasladada mitimaes y por lo general se trataban de poblaciones belicosas que eran desarraigadas de su lugar de origen a fin de tenerlas vigiladas.
Otra política de los incas era criar a los hijos de los señores o curacas en la corte del Cuzco, a fin de quechuizarlos.
Luego cita el autor al padre Valera sobre la importancia de la lengua cortesana de los incas o lengua general del Perú, el quechua o runasimi, en un
mundo andino regionalizado donde existían muchas lenguas y dialectos. Se describe la tercera fiesta principal de los incas (la primera era el Inti
Raymi y la segunda, la del huarachicu, ya mencionados en el anterior libro) que se llamaba Cusquieraymi y era también en homenaje al Sol; había
una cuarta fiesta importante, llamada Citua, que era dedicada a la expulsión de las enfermedades y otras penas, con un ayuno previo. Enseguida se
describe la imperial ciudad del Cuzco, cuyos barrios representaban a todo el imperio; se describe el sitio de las escuelas, el de tres casas reales, y el
de las escogidas, así como los barrios y casas que había al oeste del arroyo.
Luego el autor retoma la historia imperial inca y relata las conquistas de Inca Yupanqui, hijo y sucesor de Pachacútec y décimo Rey. Este Inca es
incluido exclusivamente por Garcilaso en la lista real incaica, pues otros cronistas no lo mencionan. Partió a conquistar el país de Musu (o Moxos),
cruzando la provincia de los Chunchos y adentrándose más en la selva amazónica; sobre esta expedición orlada por los incas con proezas
fantásticas, quedaban algunos rastros que los españoles comprobaron cuando hicieron entradas en dicha provincia. El Inca intentó también la
conquista de la provincia de los chiriguanas, más allá de Charcas, pero fracasó. Su siguiente plan fue la conquista del reino de Chili, al sur de sus
dominios, región poblada por los belicosos araucos (araucanos). Tras un meticuloso preparativo, se puso en marcha un poderoso ejército inca, que
llegó a sumar 50.000 soldados y que realizó una marcha triunfal desde Atacama, pasando por Copayapu (Copiapó), Cuquimbu (Coquimbo), hasta
llegar al valle de Chili, que da nombre a la provincia. Luego continuaron más al sur y llegaron hasta el río Maulli. No contentos con haber extendido
las fronteras del Imperio más de 500 leguas de largo, los incas siguieron más al sur, pero se encontraron con la feroz resistencia de los purumaucas.
No viendo mayor beneficio en reducir a poblaciones extremadamente brutas y salvajes, los incas retrocedieron y fijaron la frontera en el río Maulli.
Luego el autor se extiende relatando el descubrimiento de Chile por obra de los españoles, la llegada del gobernador Pedro de Valdivia, la guerra
entre españoles y araucos, la muerte de Valdivia (1554), luego de la cual los indios se mantuvieron en pie de guerra durante 50 años y todavía
seguían así al momento de escribir la obra el autor, según las últimas noticias desgraciadas que le llegaron de Chile sobre una rebelión general en
1599. Volviendo a la historia inca, tras poner punto final a las conquistas, Inca Yupanqui llevó una vida quieta hasta su muerte, por enfermedad. Dejó
como sucesor a su hijo Túpac Inca Yupanqui, que tuvo en la coya Chimpu Ocllo.
Los últimos capítulos de este libro el autor los dedica a la descripción de la fortaleza del Cuzco, Sacsayhuamán, y la grandeza increíble de sus
piedras. Considera que lo más admirable de esta obra arquitectónica son los tres muros de la cerca, pasadas las cuales existía una plaza larga y
angosta donde había tres torreones fuertes, el del medio circular y los de los flancos cuadrados. Menciona a los cuatro maestros mayores de la
fortaleza y relata la historia de la piedra cansada, un inmenso bloque pétreo que no llegó a su destino.
Libro Octavo[editar]
En este libro el autor relata las conquistas de Túpac Inca Yupanqui, undécimo Rey, cuyo nombre significa el que relumbra o resplandece. Empezó
por preparar la conquista de los Chachapuyas o Chachapoyas, situada al oriente de Cajamarca, pero previamente debía someter a la provincia de
Huacrachucu (que significa tocado o sombrero de cuerno), cuyos habitantes resistieron con las armas hasta que acataron ser vasallos del Inca.
Luego se relata la conquista de los primeros pueblos chachapoyas, llamados también chachas, quienes trabaron brava resistencia en Cúntur Marca y
Cassamarquilla. Los incas prosiguieron la conquista de otros pueblos y naciones bárbaras, que eran más propiamente dicha behetrías habitadas por
gente muy salvaje y bestial. Una vez sujetos a los incas, estos se encargaron de civilizarlos, tan así, que dos de esas provincias, Cascayunca y
Huancapampa, llegaron a ser de las mejores del imperio. Otras tres provincias belicosas y tenaces, Cassa, Ayahuaca y Callua, que fueron
conquistadas después. Luego Túpac Yupanqui se dedicó a visitar su imperio, ordenando levantar en varios puntos grandes edificios como casas
reales, depósitos, casas de escogidas, etc. pasado algunos años reemprendió las conquistas: la siguiente provincia en ser anexada fue la
de Huánucu, en la sierra central del Perú, cuyo principal centro (Huanucopampa) se convirtió en la cabecera de muchas provincias. Luego se aprestó
a realizar la conquista de la provincia de los Cañaris, gente belicosa y valiente, en el actual territorio de Ecuador. De camino hacia allí, sometió a la
provincia de los Paltas, indios que se deformaban la cabeza y en cuyo territorio cultivaban unos frutos muy preciados llamados también paltas
(aguacates). Llegado al país de los cañaris, el Inca hizo a estos los requerimientos acostumbrados, es decir les dio la opción de rendirse
pacíficamente o de tomar las armas para medirse con las suyas; los cañaris, luego de deliberar entre ellos, aceptaron someterse. Los incas
construyeron en ese país canales, acequias, así como edificios; especialmente se engalanó con muchas construcciones Tumipampa, que se
convirtió en la cabecera de la región. Luego continuaron las conquistas de otros pueblos, entre ellos los huancavilcas, hasta llegar a los confines del
reino de Quito. Tras algunos años de quietud, Túpac Inca Yupanqui organizó la conquista de Quito, reino extenso y muy rico, para lo cual apercibió
40.000 soldados que se concentraron en Tumipampa. Pero el rey de Quito era muy bárbaro y tosco, y por ende muy belicoso, y sin más, rechazó los
requerimientos del Inca. Los quiteños resistieron durante mucho tiempo trabando varios combates indecisos con las tropas del Inca. Viendo éste que
la guerra se prolongaba demasiado, ordenó a su joven hijo Huayna Cápac que se ejercitase en la milicia y le encomendó el mando de 12.000
hombres. Trasladado al frente de lucha, Huayna Cápac se destacó pese a su juventud y fue ganado poco a poco el reino de Quito, al punto que su
padre decidió volver a descansar al Cuzco, dejándole el mando de la campaña. La conquista de Quito duró tres años, y se cuenta que el rey quiteño
murió de pena al ver perdido la mayor parte de su reino. Huayna Cápac prosiguió las conquistas marchando más al norte; conquistó la provincia de
Quillacenca y llegó hasta Pastu, Otauallu y Caranque, quedando en esos parajes fijaba la frontera septentrional del Imperio. Rematada así las
conquistas de las provincias del norte, Huayna Cápac regresó al Cuzco a dar cuenta a su padre, siendo recibido en triunfo. El autor cuenta que el
príncipe casó tres veces, y nombra a sus esposas: Pillcu Huaco, Raua Ocllo y Mama Runtu; la primera no le dio hijos y las restantes fueron
consideradas al mismo tiempo como coyas o reinas legítimas y dieron descendencia. Pasado algún tiempo de quietud y sosiego, el Inca Túpac Inca
Yupanqui enfermó gravemente e hizo su testamento, dejando el imperio a su hijo Huayna Cápac. Su cuerpo fue embalsamado según la costumbre
inca; el autor vio su momia en el año de 1559, y según él, parecía tener vida.
Luego Garcilaso hace una larga enumeración descriptiva de las riquezas naturales nativas del Perú: los animales mansos y bravos, las mieses y
legumbres, frutas y aves, piedras y metales preciosos. Trata sobre el maíz (que en la lengua del Perú se llamaba zara; maíz es nombre de origen
caribeño), y una semilla llamada quinuaque los españoles llamaron mijo, así como otras semillas como los purutus (frijoles) y el tarwi (chocho); de las
legumbres que se crían debajo de la tierra (papas, ocas, batatas); de las frutas de árboles mayores (pepinos, guayabas, pacaes, paltas, lucmas); del
árbol mulli y del pimiento o uchu (ají), este último infaltable en los potajes nativos; del árbol maguey y de sus propiedades; del plátano, piña y otras
frutas sabrosas; de la preciada hoja llamada cuca o coca, y del tabaco; del ganado manso y las recuas que había (se refiere a las llamas y alpacas);
del ganado bravo (guanacos, vicuñas, tarucas) y otras sabandijas (zorros, zorrillos, vizcachas), así como leones (pumas), osos, tigres, micos y
monas; de las aves bravas de tierra y agua bravas y mansas; de las perdices, palomas y otras aves menores; las diferentes especies de papagayos
y su mucho hablar. Menciona y describe también a cuatro ríos famosos: Amazonas o Río Grande, Apurímac, Marañón y el Río de la Plata o
Paraguay; así como el pescado que se cría. Finaliza tratando sobre las esmeraldas, turquesas y perlas, el oro y la plata, el azogue, y cómo se
fundían los metales antes de los españoles.
Libro Noveno[editar]
Empieza el autor narrando las grandezas y magnanimidades de Huayna Cápac, el decimosegundo soberano inca, quien inició su reinado haciendo
una visita general a su imperio. Tuvo por entonces un hijo, al que después llamó Huáscar Inca, cuyo nombre, que significa soga o maroma (Huasca),
fue debido a que en homenaje a su nacimiento su padre ordenó hacer una pesada cadena de oro de 700 pies de largo. Huayna Cápac tuvo otro hijo,
llamado Atahualpa, quien, según afirma Garcilaso, nació en Quito, siendo su madre la hija del rey quiteño sometido (aunque ahora se puede
asegurar que en realidad nació en Cuzco y que fue hijo de una coya cuzqueña). Enseguida se detallan las conquistas de Huayna Cápac, que
sometió pacíficamente a diez valles de la costa entre Pacasmayo y Tumbes, para después regresar a Quito, donde pasó dos años construyendo
edificios. Luego volvió a ponerse en campaña y se dirigió a Túmpiz o Tumbes, habitada por gente “regalada y viciosa”, quienes de buena gana
aceptaron la dominación inca; allí el Inca construyó una fortaleza, un templo de sol y una casa de escogidas. Luego castigó a los
indios huancavilcas que en el reinado de su padre habían matado a las autoridades incas. Luego de hacer otra visita al Imperio, Huayna Cápac se
dirigió contra la isla de la Puná, cerca de Tumbes, donde reinaba un reyezuelo llamado Tumpalla, quien aceptó ser vasallo del Inca, aunque de mala
gana y con el propósito de rebelarse a la menor ocasión. En efecto, al momento en que las autoridades incas pasaban en barcas hacia la isla, fueron
atacados intempestivamente por la gente de Puná y arrojados al mar, siendo asesinados a golpes usando como garrotes sus propios remos. La
respuesta de Huayna Cápac no se hizo esperar y el castigo contra los de Puná fue terrible: los principales rebeldes fueron ejecutados de diversas
formas: unos fueron degollados, otros ahorcados y algunos descuartizados. Otra rebelión protagonizaron los Chachapoyas, al este de Cajamarca;
contra quienes marchó enseguida Huayna Cápac, pero antes de llegar a su destino un cortejo de mujeres chachapoyas, encabezadas por la que
fuera concubina de su padre Túpac Inca Yupanqui, rogó por el perdón de los suyos, esgrimiendo muchas razones que convencieron al Inca. Luego
Huayna Cápac se dirigió a la costa del actual Ecuador, donde sometió a pueblos primitivos, como los Manta, que adoraban a una esmeralda y que
practicaban la sodomía y otras costumbres sexuales nefandas. Luego de someter a otros pueblos, el Inca continuó más al norte, hasta llegar a
Passau, ya debajo de la línea equinoccial, poblado de gente más salvaje y bruta todavía. Ante tan desoladora visión, Huayna Cápac retrocedió, pues
consideró que aquellos salvajes no merecían tenerlo por señor.
Luego Garcilaso, citando al cronista Cieza, trascribe una leyenda de gigantes que supuestamente habitaron la punta de Santa Elena y cuyos restos
óseos podían aun verse en su tiempo. Cuenta también que durante una fiesta del Inti Raymi, el Inca se atrevió ver al Sol en plena ceremonia, lo que
fue tomado por mal presagio por los indios. Durante otra visita que hizo a sus reinos, se enteró de la sublevación de los Caranques, nación situada
en los confines del reino de Quito, que como salvajes que eran, mataron y se comieron a las autoridades del Inca. Huayna Cápac mandó su ejército
contra los rebeldes, quienes fueron sometidos y castigados merecidamente: unos 2000 fueron degollados y arrojados en una laguna que desde
entonces se llamó Yahuarcocha o laguna de sangre. Cuenta enseguida el autor que Huayna Cápac decidió darle el Reino de Quito a su hijo
Atahualpa, pues era su preferido, y que Huáscar, que era el legítimo heredero del Imperio, aceptó la voluntad paterna. Menciona también los dos
caminos incas que surcaban transversalmente el Imperio, uno de la costa y el otro de la sierra (el Cápac Ñan), y sobre las noticias que Huayna
Cápac tuvo de los españoles que por entonces recorrían la costa norte del Imperio; también sobre las señales vistas en el cielo que anunciaron por
entonces la caída del Imperio Inca y el cambio radical de la forma de la vida andina que se avecinaba. Finalmente, Huayna Cápac enfermó y murió, y
en su testamento ordenó a sus súbditos que obedecieran a los extranjeros invasores que ya se acercaban, pues éstos eran poderosos e imbatibles,
de acuerdo a una profecía antigua, que aseguraba que tal suceso ocurriría tras el duodécimo Inca.
Luego, el autor describe las animales, plantas y otras cosas que los castellanos trajeron al Perú: las yeguas y caballos, cómo los criaban al principio,
y lo mucho que valían; las vacas y bueyes, y sus precios altos y bajos; los camellos, asnos y cabras, y sus precios y mucha cría; las puercas y su
mucha fertilidad; las ovejas y gatos caseros; los conejos y perros castizos; las ratas y la multitud de ellas; las gallinas y palomas; el trigo; la vid y el
primero que produjo uvas en el Cuzco; el vino, y el primero que lo hizo en el Cuzco, y sus precios; el olivo y sobre quien lo llevó al Perú; las frutas de
España y la caña de azúcar; las hortalizas, flores y yerbas; el lino, espárragos, biznagas y anís.
Luego menciona los nombres nuevos para nombrar a las diversas generaciones nacidas en el Perú: criollo, mestizo, mulato, cholo, entre otros.
Retomando la historia inca, el autor cuenta que una vez muerto Huayna Cápac, reinaron sus dos hijos unos cuatro o cinco años en paz: Huáscar
como Sapa Inca y Atahualpa como rey de Quito. Sin embargo, Huáscar se dio cuenta del error de su padre de dar a Atahualpa el gobierno de una
inmensa provincia del norte, pues así quedaba bloqueada la ampliación de la frontera norte por parte de la casta cuzqueña, pues en el resto de las
fronteras se había llegado a límites infranqueables, como el mar, las selva y el territorio al sur del Maule, poblado de salvajes. También entrevió que
tal partición del imperio contradecía el mandato del primer inca Manco Cápac, que solo admitía un imperio incaico único. Con tales razones, Huáscar
invitó a su hermano que fuera al Cuzco para que jurara como su vasallo, en aras de un interés mayor como la unidad del Imperio. Atahualpa, con
astucia, simuló acatar la orden, pero pidió permiso para llevar consigo a miles de sus vasallos, a fin de celebrar fastuosamente las exequias de su
padre, lo que Huáscar, sin sospechar malicia, aceptó. Secretamente, Atahualpa ordenó a sus generales que organizaran batallones y que le
siguieran sigilosamente en su marcha al Cuzco; solo cuando ya estaba cerca del Cuzco ordenó a sus tropas que enarbolaran sus insignias y
marcharan en orden de batalla contra Huáscar. Sus principales maeses de campo eran Challcuchimac y Quisquis; sus tropas superaban los 30.000,
mayormente soldados experimentados en las últimas guerras de conquista realizadas por Huayna Cápac. Huáscar, sorprendido, convocó a sus
tropas pero ya era tarde y solo pudo reunir unos 10.000 de los suyos y otras tropas del Contisuyo, que eran inexpertas, mientras otras con más
experiencia y número, las del Collasuyo, tardarían en llegar por su lejanía. Hubo una serie de encuentros, hasta que la batalla definitiva se dio cerca
del Cuzco, en Quepaypampa, donde los atahualpistas triunfaron, merced a su mayor número y experiencia militar. Aquel campo se conoció después
como Yahuarpampa o campo de sangre. El mismo Huáscar fue capturado y atado. Atahualpa, por naturaleza cruelísimo, ordenó una matanza de
toda la familia de su hermano, sin respetar niños ni mujeres; se describe la manera espeluznante cómo se cumplió esta orden, aunque algunos de la
casta cuzqueña lograron salvarse, entre ellos, según cuenta Garcilaso, estuvieron su madre y su tío, Isabel Chimpu Ocllo y Francisco Huallpa Túpac
Yupanqui, que por entonces eran unos muchachos. Pero la ira de Atahualpa se cebó también con los criados de la casa real y poblaciones enteras
fueron diezmadas. Otro en salvarse fue el que después sería príncipe Manco Inca, otro de los hijos de Huayna Cápac. La crueldad de Atahualpa fue
tan extremada que en tiempos de la conquista española todavía los supervivientes de la masacre guardaban odio profundo hacia quien consideraban
un inca advenedizo o auca (traidor) y hasta dudaban si en realidad era hijo de Huayna Cápac, ya que su conducta contrastaba con la natural piedad
y benevolencia de los antiguos incas. Es por ello que Garcilaso, que tenía también sangre inca, no incluye a Atahualpa en su lista de los reyes incas.
Finaliza el libro contando su autor que por el año 1603 se enteró que existían todavía más descendientes de la sangre real de los Incas, que
suplicaban entonces a Su Majestad española excepciones de tributos y se quejaban de otras vejaciones que se les hacían.

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