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VIVIR CON

LO NUESTRO
NOSOTROS Y LA GLOBALIZACIÓN

Aldo Ferrer

El Cid Editor
Aldo Ferrer

Vivir con lo nuestro


Nosotros y la globalización

e-libro.net
© Primera edición, El Cid Editor, 1983.

© 2001, Fondo de Cultura Económica S.A.

© Primera edición virtual, e-libro.net, octubre de 2002.

ISBN 950-502-181-1
A Txetxi
y nuestra descendencia
ÍNDICE

Prefacio de la primera edición ................................................ 7


Introducción ............................................................................ 13
La globalización..................................................................... 23
El capitalismo mágico ....................................................... 24
Las lecciones de Prebisch.................................................. 30
La economía no es aburrida.............................................. 35
En la cancha todos somos más iguales ............................ 39
La globalización, la crisis financiera y América Latina.. 43
Ciencia y tecnología en un mundo global......................... 78
De la globalización a la civilización planetaria ............... 104
La Argentina........................................................................... 117
El capitalismo argentino................................................... 118
Privatizaciones y compre nacional ................................... 126
Compre nacional, parte II ................................................. 129
Dolores de presupuesto ..................................................... 132
Cómo se sale de la recesión............................................... 136
La dolarización es injustificable ....................................... 140
Otra vez, la apuesta nuclear............................................. 143
“Anclao en París”: un tango de la emigración argentina 149
El tango y la globalización ................................................ 156
Epílogo..................................................................................... 169
Atrapados en la globalización........................................... 170
Colapsó la era iniciada en 1976........................................ 176

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PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN

LA ACTUAL insolvencia internacional de la Argentina


confronta al país con este dilema: ¿cómo conducirse para
afirmar la soberanía, vale decir, el derecho de decidir su
propio destino? La respuesta es: vivir con lo nuestro.
Esto es, mientras dure la emergencia apoyarse en los
recursos propios para resolver la crisis, poner en marcha
la economía y recuperar la viabilidad internacional.
El mensaje central de estas reflexiones es que la cri-
sis excede sus contenidos sociales y económicos, por gra-
ves que ellos sean. Incluye desafíos a la soberanía mis-
ma de la Nación. La actual cesación de pagos comprome-
te la posibilidad de ejecutar una política económica que
responda al interés nacional. La opción es clara: el go-
bierno argentino se convierte en un simple administra-
dor de la deuda por cuenta y orden de la banca acreedo-
ra o reasume el comando de la economía para resolver la
crisis desde una perspectiva nacional. Nada menos. La
conclusión es que, para que la independencia sea posi-
ble, el país tiene que decidirse a vivir con sus propios
medios y, a partir de esta decisión, formular su posición
negociadora con los acreedores externos.
No debería extrañar que, en el futuro inmediato,
vuelva a desatarse la vieja polémica acerca de si la Ar-
gentina puede o no crecer con sus propios recursos y
descansar, en medida principal, en su mercado interno.
Todos los viejos dilemas del desarrollo argentino vuel-
ven a replantearse, esta vez, en carne viva y en una si-
tuación límite. Para ser coherentes, los defensores de la
viabilidad del desarrollo nacional deben afirmar la sufi-
ciencia de los recursos propios para superar la crisis y
crecer. Los otros, ya lo sabemos, son los predicadores de
la impotencia argentina y de la inexorable necesidad del
capital extranjero y del mercado internacional como pila-
res de la acumulación y el crecimiento. Sólo que esta se-
gunda alternativa acaba de ser ensayada hasta el fondo,
en los últimos ocho años, con los resultados conocidos.
El peligro no descansa en la prédica ortodoxa, dra-
máticamente desautorizada por la realidad actualmente
observable. Radica en la incoherencia para alcanzar
aquella conclusión inevitable: si se quiere ser indepen-
diente hay que apoyarse en los recursos propios. La pré-
dica ortodoxa ha calado hondo y es frecuente escuchar a
dirigentes representativos del campo nacional insinuar,
o decir abiertamente, que sin recursos externos no hay
desarrollo ni puede resolverse la crisis. Si así fuera, en
verdad, dada la actual situación de insolvencia interna-
cional, la opción independiente es imposible.
Pero, afortunadamente, no es así. Un país cuyo terri-
torio es el octavo del mundo en extensión y cuenta con
una excepcional dotación de recursos naturales; un sis-
tema excedentario en alimentos y prácticamente auto-
abastecido de energía; una economía con un ingreso me-
dio vecino a 3 mil dólares anuales, una tasa de ahorro

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del 20% y una población de 30 millones de habitantes;
una sociedad de un considerable nivel cultural medio,
acervo tecnológico importante y ausencia de fracturas
sociales, étnicas o religiosas, cuenta con los recursos y la
capacidad indispensables para el desarrollo.
El inventario de los datos objetivos que reflejan el
potencial básico del país y la factibilidad del desarrollo
independiente no implica la viabilidad de una estrategia
autárquica. Porque independiente no es autárquico ni
desarrollo nacional significa desconocimiento de la im-
portancia del comercio internacional y de los vínculos
externos en el orden contemporáneo. Quiere decir, eso
sí, que la política económica debe reflejar los objetivos
de transformación, equidad social e inserción interna-
cional que permitan la realización de la comunidad ar-
gentina. Esto sólo es posible si el país asume plenamente
las posibilidades de su propio potencial y no se subordina
a los criterios ortodoxos que predominan en los círculos
financieros internacionales. Éstos coinciden, por otra
parte, con los de los herederos de la Argentina preindus-
trial y los usufructuarios del poder autoritario. La de-
fensa de la soberanía requiere, antes que nada, poner la
casa en orden. Porque el caos y el desorden son especta-
culares y, en tales condiciones, es imposible cualquier
intento de política independiente.
El segundo mensaje de estas reflexiones es que pue-
de ser el punto de partida para la consolidación del sis-
tema democrático. La misma gravedad de la crisis con-
fronta al país con opciones ineludibles: cierra definiti-
vamente la instancia de los regímenes autoritarios o se
desempeña hacia la disolución de la Nación y el conflicto
insalvable. La respuesta a este dilema influirá de mane-
ra decisiva en el comportamiento futuro de la economía
argentina.

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El tercer mensaje es que la crisis económica no tiene
solución con el simple manipuleo de los instrumentos
tradicionales de la política económica y el libre juego de
las fuerzas del mercado. Es indispensable un acuerdo
básico entre los sectores fundamentales de la sociedad
argentina que defienda la democracia y respalde la polí-
tica para reactivar la economía, elevar el nivel de vida,
abatir la inflación y fortalecer la posición internacional
del país. De allí el generalizado y justificado convenci-
miento acerca de la necesidad de un Acuerdo Económico
y Social para enfrentar la crisis.
Este acuerdo, sin embargo, es inviable si no se res-
tablece el orden en el sistema económico y financiero. El
descalabro fiscal y la deuda externa generan profundos
desequilibrios en las finanzas públicas y en el orden
monetario que se reflejen en la caótica situación impe-
rante en todos los mercados y en las relaciones interna-
cionales del país. El gobierno constitucional recibe un
país insolvente, un Estado maniatado para revertir las
tendencias imperantes y tensiones sociales que no po-
drán soslayarse por más tiempo. Es indispensable como
requisito de cualquier política efectiva de reactivación
económica y recuperación del bienestar, realizar una
profunda reforma financiera que restablezca el orden en
el sector público, el área monetaria y los pagos interna-
cionales del país.
Este volumen se divide en dos partes. La primera re-
ferida al descalabro fiscal y la deuda externa, identifica
las fuentes principales del desequilibrio público y mone-
tario actuales y sugiere las medidas básicas para en-
frentarlo. Propone, además, una profunda reforma fi-
nanciera tendiente a acortar el déficit fiscal y su mone-
tización a límites compatibles con la recuperación de la
economía y la reducción drástica de la tasa de inflación.

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La estrategia para financiar la deuda pública adquiere
una posición central en la reforma propuesta. En parti-
cular, el problema de la deuda externa asume una di-
mensión crítica por la significación internacional del
problema y la dificultad de compatibilizar el cumpli-
miento de los compromisos externos con la necesaria
reactivación de la economía y la estabilidad de precios.
Esta primera parte trata, en primer lugar, la dimensión
del endeudamiento y las estrategias alternativas de
ajuste. La agudización actual del proceso inflacionario
es interpretada como un mecanismo específico de ajuste
de los pagos internacionales dentro del actual contexto
social y político argentino. Propone, enseguida, la refor-
ma financiera e identifica sus contenidos principales.
Finalmente, evalúa el cumplimiento de los compromisos
financieros externos consistente con la recuperación de
la economía argentina.
La segunda parte trata de las políticas válidas para
enfrentar la emergencia en el marco de un acuerdo en-
tre los sectores fundamentales de la sociedad argentina.
Identifica, primero, las opciones básicas que deben re-
solverse para posibilitar el acuerdo. Enseguida, puntua-
liza las condiciones que encuadrarán los primeros pasos
de la política económica del gobierno constitucional y la
estrategia aconsejable. Más adelante, explicita las polí-
ticas para reactivar la economía, abatir la inflación y
asegurar el ajuste de los pagos internacionales. Final-
mente, presta atención al comportamiento de las princi-
pales variables macroeconómicas bajo el impacto de las
condiciones preexistentes y las políticas propuestas.
Una versión preliminar de este ensayo fue debatida
en el Centro de Estudios de Coyuntura del Instituto de
Desarrollo Económico y Social. ese cambio de ideas con-

11
tribuyó a ampliar perspectivas y precisar conclusiones
que comprometen sólo la opinión del autor.

Buenos Aires, noviembre de 1983

12
INTRODUCCIÓN

EN EL CASI medio siglo transcurrido desde el derroca-


miento de Hipólito Irigoyen, el 6 de septiembre de 1930,
hasta la caída del gobierno de Isabel Perón, el 24 de
marzo de 1976, los regímenes militares sustituyeron
gobiernos constitucionales destituidos en 1943, 1955,
1962 y 1966. La alternancia entre gobiernos civiles y
militares reveló la inmadurez de la democracia argenti-
na y su incapacidad de transar los conflictos inherentes
a toda sociedad abierta y pluralista, dentro del Estado
de derecho.
Hasta 1976, los gobiernos de facto fueron una reso-
lución cívico-militar del conflicto político. Con pocas
aunque importantes excepciones, no alteraron los crite-
rios de defensa de seguridad del Estado. Tampoco tras-
tocaron las reglas del juego de la economía argentina.
A mediados de la década de 1970, dos circunstancias
del contexto mundial ejercieron una profunda influencia
en la situación argentina. Por una parte, la propagación
de las acciones revolucionarias en varios países de Amé-
rica Latina y su vinculación con el enfrentamiento de las
dos superpotencias antagónicas en la guerra fría. Por
otra, la aceleración de la globalización de la economía
internacional, en particular, en el campo financiero.
La Argentina era vulnerable en ambos aspectos por
la presencia, dentro del territorio nacional, de una ac-
ción subversiva considerable y por el desorden económi-
co y financiero prevaleciente. En 1976, las nuevas auto-
ridades de facto no se limitaron, como en el pasado, a
resolver los conflictos sin alterar radicalmente los crite-
rios del ejercicio de la fuerza para el mantenimiento del
orden público ni las reglas del juego de la economía ar-
gentina. Por el contrario, violentaron reglas elementales
de respeto de los derechos humanos de una sociedad
civilizada y trastocaron el funcionamiento del sistema
económico.
Además, en 1982, se embarcaron en la aventura de
recuperar las Islas Malvinas por la fuerza y llevaron al
país a la primera derrota militar de su historia. Poco
antes estuvieron a punto de desencadenar una guerra
con Chile por el rechazo al laudo arbitral de la Corona
británica, respecto del diferendo por la posesión de las
islas del Canal del Beagle. La mediación de la Santa Sede
y de su delegado, el cardenal Samoré, evitó que este des-
atino culminara en un enfrentamiento entre pueblos
hermanos y vecinos de consecuencias incalculables.
En el terreno de la economía, la política inaugurada
con el plan anunciado por el ministro Martínez de Hoz,
el 2 de abril de 1976, se asentaba en tres cuestiones cen-
trales, a saber:
• liberación de las importaciones,
• la reforma financiera para desregular las tran-
sacciones y las tasas de interés, y
• un régimen de cambios libre, con fuerte sobreva-
luación del peso y un seguro de cambio implícito

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en el compromiso del Banco Central de comprar y
vender divisas a una paridad ajustable conforme
a una tabla preanunciada.
Las reformas convergieron para favorecer la especu-
lación financiera. La brecha entre las tasas de interés de
la plaza local y del mercado financiero internacional
generó inmensas rentas a los tomadores de fondos en el
exterior que los reciclaban en el mercado interno. La
tablita cambiaria confería un seguro de cambio gratis. A
su vez, el creciente desequilibrio del balance comercial
(impulsado por la liberación de importaciones y la pér-
dida de competitividad de la producción argentina por la
sobrevaluación del tipo de cambio), generó el aumento
continuo de la demanda de financiamiento externo. Lo
mismo sucedía con el déficit creciente del sector público
y la toma de préstamos externos por el sector privado
con acceso al crédito internacional.
De este modo, la deuda externa aumentó de 8 mil
millones de dólares en 1975 a 45 mil millones en 1983.
En aquel año la deuda externa apenas excedía las ex-
portaciones y los intereses alcanzaban al 5% de las
mismas. En 1983, la deuda externa alcanzaba a casi
cinco veces las exportaciones y los intereses al 60% de
las mismas. Paso a paso, el incremento de los servicios
de amortizaciones e intereses generaron una carga ago-
biante sobre el presupuesto y el balance de pagos.
Al final del período, cuando era evidente que la pari-
dad del peso era insostenible y existía una fuga masiva
de capitales, las empresas públicas, como YPF, tomaron
préstamos externos cuyo destino era, primero, las reser-
vas del Banco Central y, enseguida, la transferencia de
fondos privados al exterior. Cuando colapsó la política
cambiaria y se produjo la devaluación masiva del peso,
los balances de las empresas públicas endeudadas en

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divisas registraron déficit gigantescos. Ésta constituyó,
posteriormente, una de las evidencias de la ineficiencia
de las empresas públicas para justificar su privatiza-
ción. Al final del régimen, en 1982, el endeudamiento
externo del sector privado se transformó en deuda en
pesos y transfirió al Estado el costo de la devaluación
posterior al derrumbe de la tablita cambiaria.
Las nuevas reglas del juego instaladas por el régi-
men de facto trastornaron el funcionamiento de la eco-
nomía. Hasta mediados de la década de 1970, ésta so-
portó las consecuencias de la prolongada inestabilidad
política del país y un persistente desequilibrio macroe-
conómico. Esto provocaba una alta y crónica tasa de in-
flación y crisis periódicas del balance de pagos.
Visto en perspectiva histórica, es sorprendente que
se registrara, a pesar de todo, una tasa de crecimiento
razonable y una transformación significativa de la es-
tructura productiva. En particular, la década previa al
golpe de Estado de 1976, mostró un notable grado de
maduración de la industria, conforme lo revelan los cen-
sos industriales de 1964 y 1974. Las condiciones sociales
referidas al empleo, los salarios reales y otros indicado-
res relevantes expresaban mejoras considerables.
A partir de 1976, se interrumpe el proceso previo de
crecimiento y transformación y se inaugura una tenden-
cia de desindustrialización, desarticulación de las eco-
nomías regionales, deterioro del empleo y de las condi-
ciones sociales. Una de las consecuencias más notables y
nefastas de la nueva política fue el desmantelamiento
del incipiente sector informático y electrónico. A princi-
pios de la década de 1970, el mismo registraba un avan-
ce considerable y abría nuevas vías de inserción de la
economía argentina en la globalización. Hacia la misma
época, varios países de Asia, como Taiwán y Corea, con

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niveles de desarrollo relativos y disponibilidad de recur-
sos humanos calificados inferiores a la Argentina, lan-
zaron sus políticas de promoción de aquellos sectores y
lograron, en pocas décadas, colocarse en la vanguardia
internacional de un área crucial de la revolución cientí-
fico y tecnológica contemporánea. La Argentina transitó
el camino inverso y, en pocos años, se destruyó uno de
los núcleos esenciales del desarrollo económico.
A su vez, los desequilibrios macroeconómicos cam-
biaron de naturaleza. Dejaron de ser, como había suce-
dido hasta mediados de la década de 1970, aconteci-
mientos coyunturales y transitorios. Se convirtieron, en
cambio, en un desorden estructural y crónico del siste-
ma económico, cuyo indicador más crítico es el déficit de
los pagos internacionales y el crecimiento de la deuda
externa. Ésta se convirtió, desde entonces, en un lastre
que cercenó la libertad de maniobra de la política eco-
nómica.
La necesidad continua de financiamiento externo
para cerrar la brecha de recursos del presupuesto y el
balance de pagos impuso una negociación permanente
con los acreedores externos y el Fondo Monetario Inter-
nacional. La presencia del FMI en la gestión de la eco-
nomía argentina dejó de ser, como en el pasado, un
acontecimiento transitorio mientras duraban el ajuste y
el respaldo solicitado. Desde fines de la década de 1970,
el FMI es un referente permanente y obligado en el diseño
y la administración de la política económica argentina.
El nuevo papel del FMI en la gestión de la economía
argentina coincidía con una antigua preferencia del es-
tablishment doméstico. Siempre, grupos económicos y
financieros muy influyentes en la Argentina concibieron
la racionalidad económica proveniente del pensamiento
céntrico y reflejada en los criterios aplicados por el Fon-

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do, como el paradigma de política económica sensato y
conveniente. En los debates que tuvieron lugar en torno
de las estrategias de ajuste, en el transcurso de las dé-
cadas de 1950 y 1960, sostuve que el FMI era frecuente-
mente un instrumento de los intereses locales más con-
servadores que solían respaldar sus propuestas en las
condicionalidades del FMI. Entonces, como ahora, el pro-
blema no radicaba fuera sino dentro de nuestro propio
país.
Las preferencias tradicionales de la ortodoxia en la
Argentina fueron fortalecidas por las tendencias preva-
lecientes en la región y en el orden global. La crisis ge-
neralizada de la deuda en América Latina, en la década
de 1980, transformó, a escala continental, el comporta-
miento de los acreedores y del FMI. A partir de entonces,
en sintonía con la revolución conservadora asociada a
las gestiones del presidente Reagan en los Estados Uni-
dos y de la primera ministra Margaret Thatcher en el
Reino Unido, los programas de refinanciamiento de
deuda se convirtieron en estrategias de ajuste estructu-
ral. De este modo, las condicionalidades del FMI para
acceder a su apoyo dejaron de referirse exclusivamente
a las variables fiscales, monetarias y de tipo de cambio.
Desde entonces, incorporan criterios referidos a la tota-
lidad de la estrategia económica, incluyendo la apertura
de los mercados, la privatización de empresas públicas,
el achicamiento del Estado y la desregulación generali-
zada de la actividad económica. Hacia la misma época,
cambiaron los criterios de los préstamos del Banco
Mundial: la atención se desplazó de la evaluación de
proyectos y programas a la del conjunto de la estrategia
económica, en línea con las nuevas condicionalidades del
ajuste estructural propiciadas por el FMI.

18
En la Argentina, las atrocidades cometidas en la re-
presión de la subversión, el descalabro económico y la
derrota en Malvinas impulsaron el incontenible reclamo
de retorno al orden institucional. De este modo, el go-
bierno de facto se derrumbó a comienzos de la década de
1980.
La crisis del régimen y el colapso de su política eco-
nómica reavivó el debate sobre las ideas económicas y
las estrategias contrapuestas sobre el desarrollo econó-
mico argentino. El neoliberalismo enfrentaba la realidad
de las calamidades que había instalado en la economía y
sociedad argentinas. Se reabrió, entonces, el espacio
para las propuestas heterodoxas. El regreso a la Consti-
tución y a un régimen democrático ofrecía, al mismo
tiempo, la posibilidad de alianzas que sustentaran una
nueva política para resolver la crisis e iniciar el camino
del desarrollo sustentable.
Fue en ese escenario de los primeros años de la dé-
cada de 1980, que escribí numerosos artículos y varios
libros para sustentar la crítica a la política neoliberal y
proponer una estrategia de desarrollo. Entre los prime-
ros recordaré “El monetarismo en Argentina y Chile”,
un extenso ensayo publicado por primera vez en un su-
plemento especial de Ámbito Financiero en 1982. Se
trata de un estudio comparativo de las consecuencias de
las estrategias monetaristas de aquel entonces en los
dos países.
En cuanto a los libros (todos editados por El Cid Edi-
tor), produje cuatro entre 1982 y 1984. Los dos primeros,
¿Puede Argentina pagar su deuda externa? y La posgue-
rra: programa para la reconstrucción y el desarrollo ar-
gentino, aparecieron en 1982. Aquel llegaba a la conclu-
sión de que, en el marco de una estrategia de crecimien-
to y fortalecimiento de los pagos internacionales, la res-

19
puesta al interrogante era afirmativa: sí podía pagarse
la deuda. La posguerra señaló que el ataque de la políti-
ca de la dictadura contra la economía argentina y los
intereses fundamentales de la Nación, había sido tan
exitoso que desmanteló y desorganizó el aparato produc-
tivo como si la Argentina hubiera, en efecto, librado una
guerra verdadera en su propio territorio. Resultaba así
indispensable un programa de reconstrucción de posgue-
rra para sentar las bases de una nueva fase del desarro-
llo económico.
El cuarto libro publicado en aquellos años apareció
en agosto de 1984, cuando me desempeñaba en la presi-
dencia del directorio del Banco de la Provincia de Bue-
nos Aires. Su título refleja una preocupación y una pro-
puesta: Poner la casa en orden. La preocupación se refe-
ría a las dificultades del gobierno de Raúl Alfonsín de
resolver la crisis heredada, una de cuyas manifestacio-
nes era la persistencia del proceso inflacionario. Se pro-
ponía, pues, un esfuerzo sistemático y profundo para
restablecer los equilibrios económicos fundamentales,
estabilizar los precios y crecer.
Poco antes, en noviembre de 1983, electas ya las au-
toridades constitucionales que asumirían el 12 de di-
ciembre de ese mismo año, apareció el tercero de aque-
llos libros, Vivir con lo nuestro. La obra se divide en dos
partes. La primera analiza la reforma financiera nece-
saria para transitar de la cesación de pagos a la Argen-
tina viable. La segunda propone un acuerdo económico y
social, es decir, una política concertada para el gobierno
constitucional próximo a constituirse.
El planteo central de la obra es que, en virtud de su
endeudamiento y vulnerabilidad financiera, la Argenti-
na había perdido capacidad de gobernarse y era impres-
cindible y urgente recuperarla. Para esto resultaba pre-

20
ciso, en primer lugar, descansar en los recursos propios:
vivir con lo nuestro. El prefacio de la edición de 1983
ilustra claramente sobre los alcances y contenidos del
libro. Merecen, además, reproducirse los siguientes pá-
rrafos (pp. 143-144) que precisan la propuesta:

La expresión vivir con lo nuestro significa aquí uti-


lizar prioritariamente la producción nacional y las divi-
sas para expandir la actividad económica interna y el
nivel de vida. es decir, para el consumo y la inversión.
En la situación actual, significa reducir el pago de los
intereses de la deuda a límites compatibles con la recu-
peración de la economía argentina y el bienestar social.
Vivir con lo nuestro implica pagar la deuda exter-
na sin paralizar la economía. Evidencia la capacidad
del país de resolver su crisis con sus propios recursos.
Nadie puede acorralarnos si movilizamos el potencial
argentino. Vivir con lo nuestro requiere restablecer el
equilibrio fiscal, reformar el sector financiero y utilizar
las divisas disponibles con un estricto criterio de prio-
ridades.
Es la única forma de romper el círculo infernal de
negociaciones para nuevos créditos destinados a pagar
viejos préstamos, a costa de subordinar toda la política
económica del país. Los destinatarios de los nuevos
préstamos son los mismos bancos acreedores mientras
caen las importaciones para pagar intereses, las deu-
das suben y el desorden se generaliza en el ámbito in-
terno.
Vivir con lo nuestro significa detener esta rueda
infernal. Poner en orden la situación interna y fijar un
límite a lo que el país puede pagar, a la espera del
cambio de las condiciones mundiales. Podemos hacerlo
porque tenemos energía, alimentos y exportaciones su-
ficientes para importar lo indispensable. Vivir con lo
nuestro no significa, pues, reducir los bienes y servicios
disponibles para el consumo y la inversión, sino au-
mentarlos mediante la limitación del pago de los inte-
reses de la deuda externa y la puesta en marcha de la
capacidad productiva y mano de obra ociosas.

21
La obra incluye un análisis del impacto de los servi-
cios de la deuda externa sobre el presupuesto y el balan-
ce de pagos y distingue entre el ajuste estabilizador y el
ajuste inflacionario. El primero implica realizar el supe-
rávit suficiente en el presupuesto y en el balance de pa-
gos para realizar las transferencias al exterior sin défi-
cit fiscal ni nuevo endeudamiento externo. Dada la
magnitud de los servicios respecto del PBI, los recursos
fiscales y la capacidad de pagos externos, el libro señala
las dificultades en generar los excedentes necesarios
para servir la deuda en condiciones de equilibrio ma-
croeconómico. De este modo se instala el ajuste inflacio-
nario en el cual el Banco Central emite dinero para fi-
nanciar el déficit fiscal e impulsa la inflación. Es por
esta vía que se comprime el gasto de consumo e inver-
sión y las importaciones para liberar consumo e inver-
sión y las importaciones para liberar los recursos que
financian los servicios de la deuda. Con esta interpreta-
ción del ajuste, supongo se vinculó por primera vez la
crisis de la deuda externa latinoamericana con la gene-
ralización de la inflación en toda la región. Para mayo-
res precisiones sobre esta cuestión, remito al lector al
capítulo 2 (“Los intereses de la deuda externa y el proce-
so de ajuste”) de la versión de Vivir con lo nuestro de
1983.
Iniciemos ahora el recorrido de artículos y ensayos
elaborados en los últimos años que actualizan el conte-
nido de aquellas propuestas y que, como se verá, insis-
ten en la validez de las mismas en las condiciones actua-
les del país y del mundo.

22
La globalización
EL CAPITALISMO MÁGICO1

LAS ECONOMÍAS en las cuales predominan las relaciones


de mercado entre los agentes económicos, llamadas capi-
talistas, reflejan siempre la idiosincrasia de cada país.
Existen estudios clásicos sobre la materia, como el del
economista francés Michel Albert sobre los capitalismos
anglosajón y francorrenano. En el caso de nuestro país,
puede recordarse mi trabajo sobre el capitalismo argen-
tino (1999), entre otros de diversos autores.
El capitalismo se desenvuelve así en el contexto del
trayecto histórico de cada sociedad, sus raíces cultura-
les, la dimensión de los recursos materiales y humanos,
y el nivel de desarrollo alcanzado. Por eso existen, en
efecto, versiones norteamericanas, coreanas, alemanas,
japonesas, brasileñas o argentinas del capitalismo.
A su vez, los niveles relativos de desarrollo y la con-
secuente asimetría en las relaciones de poder dentro del
sistema mundial articulan al sistema que vincula a las
economías capitalistas. de este modo, la inserción de

1 Clarín, 22 de mayo de 2001.


cada economía nacional en el orden mundial da lugar,
como proponía Raúl Prebisch, a la existencia de capita-
lismos céntricos y periféricos. Los primeros, titulares de
una red de dominación dentro del orden global, los se-
gundos, subordinados en cuestiones críticas como el de-
sarrollo tecnológico o las corrientes financieras. Como es
tan grande y creciente la disparidad en los niveles de
vida entre las economías capitalistas avanzadas y las
atrasadas, los críticos demonizan el sistema y lo califi-
can de salvaje.
Contamos así con una diversidad de categorías ana-
líticas, muchas de las cuales tienen un indudable valor
para el estudio de los capitalismos vernáculos y de la
globalización.
En una conversación reciente con el doctor Sebastião
do Rego Barros, actualmente embajador de Brasil en la
Argentina, surgió, probablemente, una nueva acepción
del capitalismo. Expresaba yo mi asombro ante un pun-
to de vista muy difundido según el cual si la Argentina y
los otros países de América Latina se comportaran con-
forme a las expectativas de los mercados, bajarían el
riesgo país y la tasa de interés, aumentaría la inversión
y crecerían la producción y el empleo. La postura se
mantiene imperturbable, aunque la realidad revele coti-
dianamente que el proceso económico es mucho más
complejo y que esa sucesión de acontecimientos rara-
mente se verifica en el mundo real.
“Bueno, respondió resignadamente mi interlocutor,
es que estamos en presencia del capitalismo mágico.” Es
decir, una instancia específica del pensamiento irracio-
nal que interpreta la realidad a partir de supuestos que
no son empíricamente verificables.
Keynes decía que las opiniones económicas aparen-
temente contemporáneas suelen repetir ideas de pensa-

25
dores del pasado. También suele suceder que un hallaz-
go conceptual haya sido enunciado antes. Si no fuera así
la acepción capitalismo mágico, como creemos el emba-
jador y yo, es realmente inédita, mi interlocutor puede
acreditar la paternidad de una nueva e iluminadora
categoría conceptual.
Sea como fuere, vale la pena observar algunos aspec-
tos de la cuestión. El pensamiento mágico es un rasgo
característico de las sociedades primitivas pre-científi-
cas. En nuestro caso, lo curioso es que los cultores del
capitalismo mágico suelen ser personas que no son pre-
cisamente analfabetas. Antes bien, muchas de ellas sue-
len acreditar distinguidos currículos académicos de las
universidades más prestigiosas de los Estados Unidos y
otros países centrales.
Sostiene el capitalismo mágico que la revolución
científico-tecnológica ha borrado las fronteras naciona-
les y que las principales transacciones se realizan ac-
tualmente en el mercado global. De este modo, el poder
decisorio sobre la acumulación de capital y la asignación
de recursos ha sido transferido desde los espacios nacio-
nales a los actores globales. Es decir, los mercados fi-
nancieros y las corporaciones transnacionales. Los esta-
dos nacionales han perdido entonces capacidad de in-
fluir en el comportamiento de los agentes económicos.
Sólo las grandes potencias conservan cierta gravitación
sobre el funcionamiento de los mercados.
Sostiene también el capitalismo mágico que la ad-
hesión incondicional al libre comercio, la liberación de
las transacciones financieras y la eliminación de normas
regulatorias de las inversiones de las corporaciones
transnacionales aseguran la eficiente asignación de los
recursos en la economía mundial y la participación de
todos los países en los frutos del desarrollo. Por defini-

26
ción, los mercados siempre generan la mejor asignación
económica y social de los recursos.
Con relación a los capitalismos periféricos, el mensa-
je es contundente: sólo es posible aplicar políticas amis-
tosas con los mercados. Cualquier desvío desencadena
una sucesión de calamidades. En cambio, las políticas
amistosas con las expectativas de los mercados pone en
marcha el mencionado círculo virtuoso de mejora de
riesgo país, baja de la tasa de interés, aumento de la
inversión y crecimiento de la producción y el empleo.
La realidad no ratifica los supuestos ni las propues-
tas del capitalismo mágico sino, más bien, todo lo con-
trario. Economistas céntricos, como Rodrik, Krugman,
Bairoch, Frenkel, Corden y Stiglitz, han demolido las
supuestas evidencias empíricas de las bondades del libre
comercio en todo tiempo y lugar y de la disolución de los
espacios nacionales en el orden global. En América La-
tina, desde mucho antes, Prebisch, Furtado, Jaguaribe,
Sunkel, entre otros, colocaron en perspectiva histórica y
en un contexto global las causas del atraso de nuestros
capitalismos vernáculos y señalaron los senderos para
asumir el comando del propio destino en el mundo glo-
balizado.
Uno de los elementos confusionantes y más peligroso
del capitalismo mágico es la mezcla de los elementos
esenciales de la sensatez económica con los contenidos
irracionales de sus otros postulados. Es en verdad nece-
sario siempre poner la casa en orden, mantener los equi-
librios macroeconómicos, contar con una moneda sana y
con la estabilidad de precios. El resto del mensaje, en
cambio, obedece a la visión céntrica sobre la organiza-
ción de las relaciones internacionales.
Es fácil comprender por qué, desde la perspectiva de
los intereses del capitalismo céntrico, se divulga y pro-

27
mueve el dogma del capitalismo mágico. La historia de
la globalización revela, por ejemplo, cómo en su período
hegemónico en el transcurso del siglo XIX, Gran Bretaña
impulsó el libre comercio y la liberación de los mercados.
La postura británica era comparable con el mayor desa-
rrollo relativo de la nación pionera de la revolución in-
dustrial. La potencias industriales entonces emergentes,
como los Estados Unidos, Alemania y Japón, no adhirie-
ron al capitalismo mágico y construyeron sus respecti-
vos capitalismos nacionales, autocentrados en sus pro-
pios recursos y mercados, regulando el proceso de aper-
tura al escenario mundial.
En las condiciones contemporáneas sucede lo mismo.
Las naciones más avanzadas, como los Estados Unidos,
divulgan el capitalismo mágico y por las mismas razones
que Gran Bretaña en el siglo XIX. Aunque con menos
coherencia, porque Londres siguió sosteniendo los mis-
mos principios del liberalismo económico, aun después
de haber perdido el liderazgo industrial y tecnológico
frente a Alemania y los Estados Unidos. Recién en la
crisis de la década de 1930, Gran Bretaña abandonó la
política inaugurada con la derogación de las leyes de
granos en 1826.
En la actualidad, el capitalismo mágico es esencial-
mente una propuesta de los centros a los países periféri-
cos. Comprensiblemente promovida también por los or-
ganismos de Bretton Woods, bajo las consignas del lla-
mado Consenso de Washington y del ajuste estructural.
En modo alguno, los países centrales aplican los mismos
criterios dentro de sus propias fronteras y en sus rela-
ciones externas. Basta recordar los subsidios y la multi-
plicidad de instrumentos proteccionistas aplicados por
la Unión Europea y los Estados Unidos.

28
En realidad, el dogma del capitalismo mágico es una
especie cultivada con particular éxito en América Lati-
na. Países periféricos de otras latitudes como los de Asia
sudoriental, han desarrollado visiones propias del orden
global y las consecuentes políticas de desarrollo. Los
resultados son evidentes. Mientras nuestros países no
logran zafar del atraso, aquellos fueron capaces de su-
perar en plazos históricos breves niveles extremos de
subdesarrollo y subordinación.
No es difícil entender la divulgación del capitalismo
mágico, desde la perspectiva de los intereses de corto
plazo de los mercados financieros o las corporaciones
transnacionales de los países centrales. Es más comple-
jo, en cambio, comprender su predominio dentro de paí-
ses periféricos como los de América Latina. Se trata
aquí de una subordinación mental, rasgo idiosincrásico
del subdesarrollo y la dependencia latinoamericana. La
cuestión no tiene explicación dentro de los límites de la
teoría económica. Incorpora dimensiones históricas y
culturales. Raúl Prebisch, el centenario de cuyo natali-
cio celebramos en estos días, y otros pensadores lati-
noamericanos, han dedicado esclarecedores análisis a la
cuestión. Conviene estudiarlos para rescatar el abordaje
científico de los problemas del desarrollo económico y
social de nuestros países.

29
LAS LECCIONES DE PREBISCH2

EL CENTENARIO del nacimiento de Raúl Prebisch —que


se cumple mañana— coincide con una instancia crítica
del desarrollo argentino y latinoamericano, materias a
las cuales dedicó los afanes de su pensamiento y actua-
ción pública.
Desde sus primeros estudios de la década de 1920
hasta sus últimas investigaciones de lo que llamaba el
capitalismo periférico, prevaleció siempre en la obra de
Prebisch la intención de comprender las relaciones entre
el desarrollo de nuestros países y el sistema internacio-
nal. El célebre modelo centro-periferia de su autoría
pretendió descifrar la naturaleza de los vínculos entre
economías de diversos niveles de desarrollo y los desafíos
que confrontaban las menos avanzadas, dadas las asi-
metrías de poder en el orden mundial.
Prácticamente, toda su obra giró en torno de esta
cuestión fundamental. En su tiempo no se había difun-
dido todavía la expresión globalización para caracterizar

2 Clarín, 16 de abril de 2000.


el comportamiento contemporáneo del sistema interna-
cional. En esos términos, podríamos decir hoy que el
mayor aporte de Prebisch fue desentrañar los lazos entre
el atraso de América Latina y el sistema global. El obje-
tivo era identificar las respuestas válidas para impulsar
el desarrollo de nuestros países y establecer relaciones
simétricas no subordinadas con el resto del mundo.
Sus aportes teóricos y propuestas de política tuvie-
ron gran influencia en el continente y aun más allá. Su
pensamiento y actuación internacional como conductor
de la CEPAL y luego de la UNCTAD lo convirtieron en el
economista más influyente proveniente del llamado Ter-
cer Mundo. Sus aportes principales versaron sobre cues-
tiones cruciales como la difusión del progreso técnico y
los términos de intercambio, la propagación internacio-
nal de los ciclos económicos, la industrialización como
requisito esencial del desarrollo y la integración lati-
noamericana. Su versación en cuestiones monetarias, en
las cuales ganó prestigio internacional durante su des-
empeño como gerente general del Banco Central argen-
tino quedó reflejada en trabajos como el titulado “El pa-
trón oro y la vulnerabilidad de nuestros países”, publi-
cado en México en 1942.
Prebisch tuvo la poco frecuente virtud de ser, simul-
táneamente, un hombre de acción y un pensador capaz
de teorizar sobre las evidencias que le presentaba la
realidad. Fue también un docente de primer nivel. Tuve
el privilegio de ser su alumno en el último curso que
dictó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA
en 1948.
Otro rasgo significativo de su personalidad fue su
trayectoria, siempre, como funcionario público. Cuando
dejó la gerencia general del Banco Central, probable-
mente no había nadie que supiera más, en la Argentina

31
y el resto de América Latina, de bancos y banca central.
Pero nunca aprovechó esa experiencia para incursionar
en la actividad privada. De servidor público en el país
pasó a serlo, hasta el final de sus días, en dependencias
de organismos internacionales.
Su primera actuación pública destacada coincidió
con acontecimientos traumáticos en el país y en el mun-
do: la crisis internacional de los años treinta y los go-
biernos argentinos surgidos del golpe de Estado de 1930.
Concluida su actuación pública en el país durante el
nuevo gobierno de facto instalado en 1943, desarrolló su
actividad en el seno de las Naciones Unidas. Desde la
CEPAL, en Santiago de Chile, lideró a un grupo de emi-
nentes y entonces jóvenes economistas latinoamerica-
nos, entre los cuales revistaba el brasileño Celso Furta-
do. Prebisch fue siempre un gran estimulador de ideas y
del pensamiento crítico y recogió sus frutos entre colegas
y discípulos quienes, aun disintiendo en cuestiones pun-
tuales, le guardaron siempre respeto intelectual y afecto
personal.
A fines de 1955, después de la caída del gobierno de
Perón, volvió a la Argentina convocado por las nuevas
autoridades. Prebisch cargaba entonces en su bagaje el
prestigio ganado como fundador de un pensamiento ori-
ginal pero, también, el lastre de su desempeño en los
regímenes posteriores al derrocamiento de Yrigoyen. Su
actuación fue breve y poco afortunada, en parte, porque
probablemente había perdido sensibilidad frente a la
realidad argentina posperonista pero sobre todo, como lo
revelarían los acontecimientos posteriores, porque no
había condiciones políticas para una estrategia de trans-
formación de largo plazo.
La ortodoxia, redivida desde fines de la década de
1970, pretendió descalificar la obra de Prebisch como

32
superficial y, peor aún, irresponsable. Con frecuencia
sugiere que fue el promotor de intervencionismos exage-
rados, políticas fiscales y monetarias desenfrenadas y,
por lo tanto, de la inflación. Nada más alejado de la rea-
lidad. En cierto sentido, Prebisch nunca dejó de ser un
banquero central, muy atento a los equilibrios fiscales,
monetarios y de balance de pagos. Uno de los documen-
tos que presentó a las autoridades argentinas a fines de
1955 se titula, precisamente, “Moneda sana o inflación
incontenible”.
Fue también un crítico severo de los excesos protec-
cionistas e intervencionistas. Uno de los fundamentos de
sus esfuerzos por la integración latinoamericana era
ampliar los mercados y elevar la eficiencia de las indus-
trias sustitutivas de importaciones. Su prédica indus-
trialista enfatizó siempre la necesidad de diversificar las
exportaciones incorporando manufacturas de creciente
contenido tecnológico.
Si algunos gobiernos, como el nuestro, hicieron dis-
parates en repetidas oportunidades, fue por razones
distintas que la supuesta filiación prebischiana de la
industrialización o la intervención del Estado.
En sus años finales, Prebisch enfatizó la dimensión
social del desarrollo. Sus estudios sobre la disposición
del excedente y el despilfarro inherente a la dramática
concentración del ingreso y la riqueza en América Lati-
na revelaron cómo la estructura social y el reparto del
poder subyacen como causas profundas del subdesarro-
llo y la dependencia de nuestros países.
Hoy que, en su versión neoliberal, la ortodoxia ha
revelado ser una fatalidad para nuestros países, estamos
buscando respuestas válidas a los desafíos y oportuni-
dades de la globalización del orden contemporáneo. En

33
las actuales circunstancias, el aporte de Prebisch vuelve
a ser valorado en toda su dimensión.
Sólo que ahora es probablemente más difícil, que en
su tiempo, construir una propuesta heterodoxa influyen-
te. Prebisch formó sus ideas y sus propuestas cuando se
derrumbaba el paradigma neoclásico durante la depre-
sión de los treinta, la Segunda Guerra Mundial y la re-
construcción de posguerra. También en los centros, la
ortodoxia había cedido paso a un enfoque heterodoxo: el
planteo keynesiano. Uno de los libros de Prebisch es
precisamente Introducción a Keynes, de 1946. En ausen-
cia de un pensamiento hegemónico y globalizador en el
centro era menos difícil, en la periferia, construir un
modelo alternativo. En la actualidad el pensamiento
hegemónico y globalizador gravita más que en aquellos
años. Sin embargo, hay indicios suficientes para supo-
ner que la realidad está conmoviendo no sólo la solidez
teórica del enfoque ortodoxo sino, al mismo tiempo, su
viabilidad política. Sea como fuera, y más allá de sus
aportes teóricos puntuales, Prebisch dejó dos enseñan-
zas centrales. Primero, debemos observar la realidad
con nuestros propios ojos y abordarla desde la perspecti-
va de nuestros propios intereses. Segundo, si hacemos lo
debido, contamos con los medios para derrotar el atraso,
elevar la calidad de vida de nuestros pueblos y ser partí-
cipes activos no subordinados de la globalización.
Porque, en definitiva, Prebisch siempre supo, como
proponía Epicuro, que “lo que perturba a los hombres no
son las cosas sino lo que piensan de ellas”.

34
LA ECONOMÍA NO ES ABURRIDA3

EN EL RECIENTE artículo del profesor Jean Paul Fitous-


si, publicado por Clarín el sábado 11, el investigador
francés sugiere que la economía “se torna aburrida” por
el predominio de un consenso entre los políticos y los
economistas. El consenso radica en el convencimiento
compartido de que la economía de mercado es el mejor
sistema si está bien regulada y administrada, reduce
impuestos y deuda pública, registra estabilidad de pre-
cios y regímenes laborales que incentivan el trabajo y
desalientan la inactividad.
Conforme lo revela el brillante desempeño de la eco-
nomía norteamericana y el satisfactorio de la Unión Eu-
ropea, el consenso cumple con lo que promete. La tarea
pendiente se reduce a mejorar el fundamento de los
mercados y a abordar “los problemas no resueltos: la
pobreza, las desigualdades, la marginalidad”. No es poco
lo que falta, pero, en todo caso, puede solucionarse den-
tro del consenso.

3 Clarín, 17 de marzo de 2000.


Para que la economía recupere interés y abandone el
aburrimiento, basta con reincorporar al análisis la his-
toria, la realidad y la política. De este modo, puede ob-
servarse que el consenso emerge de sociedades en las
cuales prevalecen ciertas condiciones, a saber: altos ni-
veles de desarrollo, instituciones sólidas, integración
social, liderazgos empresariales fuertes, relaciones si-
métricas con la economía mundial, incluida la ausencia
de deuda externa significativa. Es decir, los rasgos ca-
racterísticos de las economías avanzadas.
En otras partes del mundo, por ejemplo en América
Latina, estas condiciones no se verifican. En efecto, pre-
valecen en el mundo subdesarrollado bajos niveles de
industrialización y avance técnico, profundas fracturas
sociales y desigualdad en la distribución del ingreso,
instituciones vulnerables, liderazgos empresariales dé-
biles y relaciones asimétricas con el orden mundial. Esto
último incluye una dependencia del financiamiento in-
ternacional y de las condicionalidades aplicadas por los
acreedores.
En tales condiciones, las políticas fundadas en el
consenso no alcanzan. En América Latina, el paradigma
económico, conocido en nuestros países como Consenso
de Washington, no produjo los buenos resultados su-
puestamente observables en los Estados Unidos y en la
Unión Europea. Más bien, todo lo contrario, estanca-
miento, más pobreza, inseguridad y vulnerabilidad ex-
terna.
Los obstáculos estructurales del desarrollo no pue-
den ser removidos sólo por las políticas del consenso. Es
necesaria una tarea simultánea de construcción nacio-
nal, integración social y promoción del ahorro, las expor-
taciones y los liderazgos empresariales propios, en un

36
contexto de equilibrios macroeconómicos y políticas pú-
blicas efectivas.
Así sucede en los países más exitosos de la segunda
mitad del siglo XX, como Corea y Taiwán. Ellos lograron
derrotar el atraso e incorporarse como economías indus-
triales al orden global respetando algunos elementos del
consenso, como la estabilidad de precios y el equilibrio
fiscal, pero sosteniendo al mismo tiempo políticas acti-
vas de industrialización, educación y cambio técnico.
Los problemas pendientes de la pobreza, las des-
igualdades y la marginalidad que recuerda Fitoussi, se
plantean de maneras distintas en los países avanzados y
en los subdesarrollados. En aquellos es, principalmente,
una cuestión de equidad y participación. En éstos, en
primer lugar, de desarrollo e integración social.
La cuestión refleja una de las paradojas del mundo
contemporáneo. Como dice Fitoussi, nuestra época reve-
la “el triunfo absoluto, radical e histórico de la economía
de mercado”. Sólo que no existe un único modelo, un úni-
co estilo de capitalismo, sino varios. Cada uno de ellos
refleja la trayectoria histórica y los rasgos esenciales de
cada sociedad y su cultura.
Que el consenso sea de validez universal resulta una
arbitrariedad teórica y, en el fondo, una propuesta para
consolidar el reparto del poder del orden mundial. Las
reglas internacionales inspiradas en el consenso (comer-
cio, finanzas, propiedad intelectual, etc.) reflejan no el
impulso incontenible de la globalización, sino las asime-
trías del escenario mundial.
El consenso no alcanza para resolver los problemas
de América Latina y de otras zonas, sino que, incluso, es
un enfoque insuficiente para abordar los problemas de
los países industriales. En el caso de los Estados Unidos,
por ejemplo, el brillante desempeño reciente refleja, en

37
parte, el apego de ese país a las reglas del consenso. Pe-
ro, también, el impacto de una nueva ola de innovacio-
nes y de la euforia consumista del efecto riqueza alimen-
tado por las cotizaciones bursátiles, el endeudamiento
privado y la atracción de ahorros del resto del mundo.
Cuestiones estas últimas coyunturales y no sistémicas.
También en el estudio de los centros es preciso tras-
cender los límites del análisis de mercado y reincorporar
la historia, la realidad y la política. Entonces, la econo-
mía vuelve a ser muy entretenida y, sobre todo, perti-
nente para resolver los problemas que impiden aprove-
char la formidable capacidad creadora de riqueza de las
economías de mercado para elevar la calidad de vida y el
bienestar en el mundo.

38
EN LA CANCHA TODOS SOMOS MÁS IGUALES4

EN LOS PRÓXIMOS días tendrá lugar un acontecimiento


extraordinario de la globalización: el Campeonato Mun-
dial de Fútbol. Durante un mes, el mundo estará pen-
diente de una competencia deportiva en la que los equi-
pos representarán las expectativas, las pasiones y la
identidad de miles de millones de personas de Europa,
Asia, África y América.
El planeta será entonces una auténtica aldea global,
un mundo sin fronteras. Entre copas mundiales, los tor-
neos regionales, es decir, la Copa Libertadores y la Copa
Europea y la final intercontinental entre sus campeones
sostienen el carácter global de las competencias.
Más que las hamburguesas, las corporaciones trans-
nacionales, los jeans, las colas o los mercados financie-
ros, el fútbol refleja el carácter global del mundo con-
temporáneo. Las comunicaciones y la transmisión de
imágenes en tiempo real a costos ínfimos han facilitado
la globalización de un deporte que, desde principios del

4 Clarín, 8 de junio de 1998.


siglo XX, se fue convirtiendo en el más popular del mun-
do. Algo debe tener de consustancial el fútbol con la
condición humana para que se difundiera de tal modo.
La globalización del fútbol comparte el mismo origen
con la observable en otras esferas. Como sucede en la
economía y las finanzas, la propagación del fútbol co-
menzó por iniciativa de los países más avanzados. Su
globalización fue consecuencia del expansionismo britá-
nico en el siglo XIX y tuvo lugar en el momento culmi-
nante del poderío de Gran Bretaña, durante el reinado
de Victoria. En 1880, los navíos británicos representa-
ban el 40% de la flota mundial de marcos mercantes y
casi otro tanto de la de guerra. Fueron los marineros y
el personal de las empresas británicas que construían,
principalmente, ferrocarriles, los que difundieron el fút-
bol en el resto del mundo.
Aquí terminan las semejanzas de la globalización del
fútbol con la observable en la economía y las finanzas.
En el fútbol, el juego se realiza conforme a normas mul-
tilaterales establecidas por la FIFA que son exactamente
iguales para todos, sea cual fuere su poderío económico o
deportivo.
En cambio, en la globalización de la economía y las
finanzas, las reglas del juego son asimétricas y favorecen
a los países poderosos, el comercio o los mercados finan-
cieros. Es como si, en el fútbol, las tarjetas rojas o la
regla de la posición adelantada se aplicara sólo a equi-
pos más débiles, mientras los más poderosos sólo sopor-
taran buenos consejos del árbitro o sus delanteros pu-
dieran ubicarse legalmente al lado del arquero del opo-
nente.
En la globalización del fútbol cada uno da lo mejor
de sí mismo, aprende del otro y, a su vez, le enseña. Un
juego global, reglamentado y difundido por un país des-

40
arrollado, permite que cada uno refleje su propia identi-
dad y sus aptitudes enriqueciendo el patrimonio común.
En el fútbol la competencia es decisiva pero, en defi-
nitiva, todos reconocen, aprenden y gozan del talento
cuando aparece un Pelé o un Maradona.
El fútbol es el paradigma de todo lo bueno que puede
dar la globalización cuando prevalecen la solidaridad y
existen reglas simétricas. Cada uno es más sí mismo en
la globalización y, a su vez, todos juntos son más que
aislados. El poder en el fútbol depende del talento y la
capacidad de creación. En una cancha de fútbol tiene
lugar una de las máximas expresiones de la libertad
individual y de la solidaridad y la capacidad de organi-
zación de recursos.
Es comprensible que el reparto del poder en el mun-
do del fútbol sea muy distinto al de la economía y las
finanzas. Los países del Mercosur, que representan ape-
nas el 5% de la producción y el comercio mundiales, han
ganado el 53,3% de las copas del mundo (8 sobre 15). En
esta materia, las potencias del Mercosur son los mayo-
res exportadores de capital y asistencia técnica. Sin em-
bargo, no se les ocurre decirles a los otros cómo tienen
que organizar sus escuadras o imponerles los métodos
de entrenamiento. Ni, cuando pierden, cómo tienen que
realizar el ajuste.
Un mundo global, el del fútbol, sin blancos, negros o
amarillos, católicos, musulmanes o judíos, apenas seres
humanos diferentes que comparten un tiempo y una
pasión y compiten para afirmar lo propio sin destruir o
someter al otro.
Esta fiesta del fútbol que se inicia en los próximos
días tiene mucho que enseñarnos sobre cómo vivir en paz
y crecer en un mundo global. Es claro que, de vez en
cuando, aparecen la violencia, los intereses espurios y

41
otras, parafraseando a Yrigoyen, patéticas miserabili-
dades. Pero cuán ínfimas suelen ser estas falencias del
fútbol comparadas con la pobreza, la injusticia y la co-
rrupción observables en la otra globalización.
Qué bueno sería, por ejemplo, organizar al FMI con-
forme las reglas de la FIFA y que nadie nos venga a dar
consejos, por más poderoso o sabio que sea porque, al
final, como decía Pitigrilli, podemos cometer nuestros
propios errores.

42
LA GLOBALIZACIÓN, LA CRISIS FINANCIERA Y
AMÉRICA LATINA5

LA CRISIS financiera internacional vuelve a poner de ma-


nifiesto la vulnerabilidad de América Latina frente a los
acontecimientos internacionales. Aún no se han recupe-
rado los niveles de vida anteriores a la década perdida
de los años ochenta cuando otra crisis financiera desen-
cadenó una onda recesiva que agravó la pobreza, la in-
seguridad y la exclusión que caracterizan la realidad
latinoamericana.
Los vínculos con el contexto externo han gravitado
siempre en el desarrollo latinoamericano. La formación
de capital, el cambio técnico, la asignación de recursos,
el empleo, la distribución del ingreso y los equilibrios
macroeconómicos son, en efecto, fuertemente influidos
por las relaciones con el sistema internacional.
La globalización plantea interrogantes fundamenta-
les de cuya resolución dependen el desarrollo y la inte-

5 Conferencia pronunciada en PVDSA (Petróleos de Vene-


zuela SA). Caracas, 20 de de octubre de 1998.
integración latinoamericana. En otros términos, la res-
puesta al dilema del desarrollo en el mundo global cons-
tituye el primer desafío que debe resolver la política
económica de nuestros países.
Las buenas respuestas a la globalización permiten que
las relaciones externas impulsen el desarrollo sostenible
y fortalezcan la capacidad de decidir el propio destino.
Las malas respuestas producen situaciones opuestas:
fracturan la realidad interna, sancionan el atraso y some-
ten a decisiones ajenas fuera del propio control. Los re-
sultados de las buenas y las malas respuestas son men-
surables: se reflejan en el crecimiento, el bienestar y los
equilibrios macroeconómicos.
En América Latina, en el largo plazo, han predomi-
nado las malas sobre las buenas respuestas a la globali-
zación. De allí la persistencia de los problemas del sub-
desarrollo y de los gravísimos problemas sociales preva-
lecientes. Ahora, una crisis financiera vuelve, en escala
ampliada, a confrontar a América Latina con sus dile-
mas históricos.
El análisis de estas cuestiones requiere distinguir
entre los hechos reales de la globalización y ciertas fic-
ciones difundidas acerca de la misma. La crisis financie-
ra actual agrava los problemas y plantea a nuestros paí-
ses la alternativa de subordinarse pasivamente a acon-
tecimientos fuera de su control o recuperar la gobernabi-
lidad de sus economías para impulsar el desarrollo sos-
tenible y elevar el bienestar. Las buenas respuestas a la
globalización no son fáciles pero son posibles. La inte-
gración de América Latina fortalece nuestra capacidad
de responder mejor a los desafíos del orden global y a
afianzar la capacidad de decidir el propio destino.
La exploración de estas cuestiones es el objeto de las
reflexiones siguientes.

44
I. La globalización

Globalización real y virtual

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los


avances científico-tecnológicos han profundizado y
transformado los vínculos entre los países. La globaliza-
ción no es un hecho nuevo pero adquiere ahora dimen-
siones distintas y más complejas que en el pasado.6 El
crecimiento del comercio mundial se concentra actual-
mente en los bienes de mayor valor agregado y conteni-
do tecnológico. Segmentos importantes de la producción
mundial se realizan dentro de las matrices de las corpo-
raciones transnacionales y sus filiales en el resto del
mundo. El comercio y las inversiones privadas directas
han adquirido un mayor peso en la actividad económica
de los países.
Esta globalización real refleja los cambios en la tec-
nología, la acumulación de capital y la aptitud de las
economías nacionales para generar ventajas competiti-
vas. La globalización real es un proceso de largo plazo
que a partir de la difusión de la revolución industrial en
el siglo XIX se aceleró y en la segunda mitad del XX ad-
quirió nuevo impulso.
Las finanzas son el ámbito donde la globalización al-
canza dimensiones mayores e inéditas. En este terreno,
la globalización es virtual; se refiere a la transacción de
valores y está esencialmente determinada por el marco
regulatorio.
Las posibilidades de generar ganancias arbitrando
diferencias entre tasas de interés, tipos de cambio y va-

6Aldo Ferrer, Historia de la globalización I, Buenos Aires,


Fondo de Cultura Económica, 1996.

45
riaciones de precios en los mercados inmobiliarios y bur-
sátiles atraen la mayor parte de las aplicaciones finan-
cieras. La especulación es un escenario para ganar (y
perder) dinero, a menudo, mucho más importante que el
de la inversión y la aplicación de tecnología para la pro-
ducción de bienes y servicios. A diferencia de la globali-
zación en la esfera real, la globalización financiera, tal
cual la conocemos ahora, es un fenómeno esencialmente
contemporáneo. En el pasado, las finanzas internaciona-
les promovieron y acompañaron, no sin sobresaltos pa-
sajeros y algunos extraordinarios episodios especulati-
vos, el crecimiento de la economía mundial. En la actua-
lidad, la globalización financiera se ha convertido en un
fenómeno en gran medida autónomo y de una dimensión
y escala desconocidos en el pasado.
El crecimiento de la actividad financiera internacio-
nal es espectacular y mucho mayor que el de la economía
real. Recordemos algunos indicadores representativos.
El stock de préstamos internacionales netos de los
bancos de los países desarrollados ascendía, a fines de
1997, a 5,3 billones de dólares. El 9% de las colocaciones
correspondía a los países en desarrollo y el 1% a las eco-
nomías en transición de Europa Oriental y las repúbli-
cas de la ex Unión Soviética. El crecimiento de este
segmento del mercado financiero es mucho más rápido
que el de la economía real. A principios de la década de
1960, los préstamos bancarios internacionales netos
representaban el 6,2% de las inversiones de capital fijo
en el mundo. En la actualidad la relación supera el 130
por ciento.7
A su vez, los inversores institucionales, es decir, los
fondos de pensión, las compañías de seguros y las com-

7 UNCTAD, World Investment Report, Ginebra, 1994.

46
pañías de inversión (fondos mutuos y de cobertura), en
diciembre del año pasado, tenían activos totales por 21
billones de dólares, de los cuales casi el 50% correspon-
día a entidades norteamericanas. En promedio, las colo-
caciones de los inversores institucionales en la periferia
representan alrededor del 10% del total de sus activos,
es decir, una proporción comparable a lo observable en
los préstamos internacionales a los bancos.
El mercado de derivados también ha crecido rápi-
damente. Desde principios de esta década hasta la ac-
tualidad sus operaciones aumentaron cuatro veces. El
stock de operaciones en derivados en diciembre último
ascendía a 40 billones de dólares, equivalentes a 1,5
veces el producto total de la economía mundial.
Dada la magnitud de las operaciones financieras in-
ternacionales se comprende que los mercados de divisas
hayan alcanzado proporciones extraordinarias. Las tran-
sacciones diarias, de las cuales más del 60% corresponde
a los operadores de Gran Bretaña y los Estados Unidos,
alcanzan a 1,6 billones, monto superior al producto bru-
to interno anual de toda América Latina. El 95% de las
operaciones en los mercados cambiarios del mundo co-
rresponden a movimientos financieros y sólo el 5% a
cancelación de transacciones reales de comercio de bie-
nes y servicios e inversiones privadas directas.
En diciembre de 1997, las reservas de todos los ban-
cos centrales del mundo ascendían a 1,6 billones, la
misma magnitud que las operaciones de los mercados
cambiarios en un solo día. Como sostiene el Banco de
Ajustes Internacionales (BIS): “las corrientes de capita-
les son ahora tan grandes que las reservas públicas no

47
pueden cerrar las brechas abiertas por una repentina
fuga de fondos”.8
En un escenario global, en el cual los movimientos
de capitales se realizan libremente, las autoridades mo-
netarias son prácticamente impotentes para controlar
los ataques especulativos y reducir la volatilidad de los
mercados. El problema no es inherente a la naturaleza
de los mercados. Es el resultado de la decisión política
de los países centrales de desregular la actividad finan-
ciera.
Los mercados periféricos son particularmente sensi-
bles a los cambios del mercado monetario de los Estados
Unidos y las otras economías principales. Las variacio-
nes en la oferta y la demanda de dinero y en las tasas de
interés en los centros se reflejan, ampliadas, en los mo-
vimientos de fondos hacia la periferia. Cuando hay un
exceso de oferta y baja la tasa de interés, en aquellos,
los operadores buscan mejorar su rentabilidad colocando
fondos en plazas cuyos rendimientos son superiores pe-
ro, sus riesgos, también mayores. La ausencia de crite-
rios rigurosos de evaluación de riesgo induce a aumen-
tar imprudentemente las colocaciones en países que so-
portan burbujas especulativas y el deterioro de sus pa-
gos internacionales, como sucedió en varios países de
Asia hasta el estallido de la crisis actual.
En sentido contrario, el cambio de expectativas y/o
de la situación monetaria en los centros puede desenca-
denar una salida de fondos masiva. La reacción de los
mercados financieros globales contagia a los residentes
y suele provocar, simultáneamente con el retiro del cré-
dito externo, la fuga de capitales domésticos. En tales

8 Bank for International Settlements, 68th Annual Re-


port, Basilea, 1998.

48
circunstancias, se desencadena una crisis de grandes
proporciones en los países deudores.
Pare los centros, sus colocaciones en la periferia re-
presentan alrededor del 20% de sus operaciones finan-
cieras internacionales totales. Para la periferia, en cam-
bio, esos recursos son parte principal de sus disponibili-
dades. Se estima, por ejemplo, que el retiro del 1% de las
aplicaciones de los inversores institucionales representa
el 1% de la capitalización de los mercados de valores de
los países centrales. En cambio, en Asia, representaría
el 26% y en América Latina el 66 por ciento.9
La periferia es así mucho más vulnerable a la volati-
lidad de los mercados financieros globales. Además, re-
gistra costos más altos que en los tomadores de recursos
en los países desarrollados. La sobretasa (spread) paga-
da por los deudores privados y públicos de la periferia
suele oscilar entre el 1% y el 8%. La sobretasa es una
prima de riesgo. Sin embargo, cuando el riesgo se con-
vierte en siniestro por la insolvencia de los deudores, se
suelen financiar operaciones de salvataje, con dineros
públicos de los centros, pero, en definitiva, soportadas
por los países deudores. Esto plantea una amenaza mo-
ral que constituye una violación de las reglas de juego
de una economía de mercado.

Alcances de la globalización: selectiva en lo real,


total en lo financiero

La globalización dista de ser total en la producción y


el comercio mundiales. Los países desarrollados prote-
gen sus mercados en productos que consideran sensi-
bles, como los agrícolas, textiles y el acero. Existen, al

9 Ibíd., p. 90.

49
mismo tiempo, severas restricciones a las migraciones
internacionales de personas. La globalización es, por lo
tanto, selectiva y abarca las esferas en donde predomi-
nan los intereses de los países más avanzados. La globa-
lización está enmarcada por un sistema de reglas esta-
blecido por los centros de poder mundial. Las normas de
carácter multilateral son preferibles a las que surgen
del trato bilateral entre los países. De todos modos, los
acuerdos en materia de comercio, propiedad intelectual
y régimen de inversiones privadas directas, administra-
das por la Organización Mundial de Comercio (OMC),
privilegian los intereses de los países centrales.
La globalización de la producción y el comercio es
parcial y selectiva. En la esfera financiera, en cambio, es
prácticamente total. Existe, en efecto un mercado finan-
ciero de escala planetaria en donde el dinero circula li-
bremente y sin restricciones. La desregulación de los
movimientos de capitales y la insistencia del Fondo Mo-
netario Internacional (FMI) para que los países de la
periferia abran sus plazas, reflejan los intereses de los
operadores financieros de los países desarrollados y sus
redes en el resto del mundo.

Globalización y política

En resumen, la globalización es en parte un proceso


político dentro de la esfera de decisión de los estados
nacionales más poderosos y de las organizaciones eco-
nómicas y financieras multilaterales (Organización
Mundial de Comercio, FMI y Banco Mundial) en cuyo
seno, el Grupo de los Siete tiene una influencia decisiva.
En las finanzas, la dimensión política de la globali-
zación es relativamente más importante que en las esfe-
ras reales de la economía mundial. El peso político de

50
los intereses financieros se explica por su magnitud y,
también, por la ampliación del número de personas, par-
ticularmente en los Estados Unidos, que canalizan sus
ahorros en mercados en buena medida especulativos. En
1997, las inversiones de los hogares norteamericanos en
acciones representaban casi una vez y media de su in-
greso disponible.
La globalización resulta, pues, la coexistencia de fac-
tores económicos y de marcos regulatorios que reflejan
el sistema de poder prevaleciente en las relaciones in-
ternacionales.
Al mismo tiempo, se carece de marcos regulatorios y
acciones solidarias multilaterales para resolver proble-
mas muy graves del orden global. Tales, por ejemplo, el
subdesarrollo y la miseria prevalecientes en gran parte
de la humanidad, el aumento de la brecha entre ricos y
pobres (en los últimos 30 años la diferencia de ingresos
entre el 20% más rico y el 20% más pobre de la pobla-
ción mundial aumentó de 30 a 60 veces),10 el tráfico de
droga y armamentos, los conflictos políticos, étnicos y
religiosos, las migraciones desde los países pobres y la
protección del medio ambiente. Semejantes cuestiones
no tienen respuesta por el libre juego de los mercados si
no existe, al mismo tiempo, una cooperación efectiva de
la comunidad internacional.

Hechos y ficciones de la globalización

La globalización real es un fenómeno importante pe-


ro no nuevo. En vísperas de la Primera Guerra Mundial,
las inversiones privadas directas y el comercio tenían

10Naciones Unidas, Informe sobre Desarrollo Humano,


Nueva York, 1990.

51
escalas comparables a las actuales. Las migraciones de
personas eran entonces relativamente mayores que aho-
ra y los regímenes de admisión de inmigrantes más libe-
rales que en la actualidad.
La globalización virtual abarca la esfera financiera y
los extraordinarios avances en la transmisión de imáge-
nes e información y la reducción de los costos de las co-
municaciones. La globalización virtual ha contribuido,
en mayor medida que la real, a establecer la imagen de
un mundo sin fronteras, gobernado por fuerzas fuera del
control de los estados y de los actores sociales.
La globalización real y, sobre todo, la virtual, han
contribuido a difundir una visión fundamentalista del
fenómeno. Según la misma, la mayor parte de las tran-
sacciones reales y financieras en el mundo tendrían hoy
lugar en el espacio planetario (la llamada aldea global).
En ella, el poder de decisión radicaría en los operadores
financieros y en las grandes corporaciones transnaciona-
les. De este modo, los ámbitos nacionales estarían di-
sueltos en el orden global y los estados carecerían de
capacidad de decisión significativa sobre la asignación
de recursos y la estrategia de desarrollo de sus respecti-
vos países.
La visión fundamentalista propone que existiría ac-
tualmente una sola política económica posible: satisfacer
las expectativas de los mercados. Cualquier intento de
seguir estrategias distintas concluirían en el desorden y
la marginación de la economía mundial.
Si se respetan las libres fuerzas del mercado, la vi-
sión fundamentalista promete que el crecimiento de la
economía mundial será más rápido y estable y que los
frutos del desarrollo se distribuirán entre todos los habi-
tantes del planeta.

52
Los supuestos de la visión fundamentalista son fic-
ciones y sus promesas están muy alejadas de la situa-
ción observable en los hechos.11
En la realidad, la globalización coexiste con espacios
nacionales en los cuales se realiza la mayor parte de las
transacciones económicas y se genera el proceso de de-
sarrollo. En promedio, más del 80% del consumo y la
inversión es abastecida por la producción interna de los
países. Es decir, que menos del 20% de la producción
mundial de bienes y servicios traspone las fronteras na-
cionales. A su vez, las filiales de las corporaciones
transnacionales financian menos del 10% de la acumu-
lación mundial de capital en fábricas, recursos natura-
les, infraestructura, agro, vivienda y los servicios. En
otros términos, más del 90% de la acumulación de capi-
tal en el mundo es financiado con el ahorro interno de
los países. En su inmensa mayoría, los gigantescos re-
cursos financieros que circulan en la economía mundial
poco tienen que ver con la producción, el empleo y el
comercio.
Por otra parte, el desarrollo es, como siempre lo fue,
un proceso de transformación de cada espacio nacional,
modernización del Estado, promoción de la iniciativa
individual, estabilidad de las reglas del juego y del mar-
co institucional, aumento del ahorro y la inversión, fo-
mento de la competitividad, educación, ampliación de
las bases científicas y tecnológicas. Nada de esto puede
copiarse de manuales adquiridos en Washington, Lon-
dres o Francfort.
El desarrollo es siempre un proceso gestado desde
adentro de la realidad de cada país y resulta de su capa-

11Aldo Ferrer, Hechos y ficciones de la globalización,


Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997.

53
cidad de insertarse en el escenario mundial, consolidan-
do la capacidad de decidir el propio destino en un mundo
global. La incapacidad histórica de América Latina de
responder con eficacia a los desafíos y oportunidades
que plantea el orden global es un factor explicativo de la
persistencia del subdesarrollo y la dependencia de nues-
tros países.12 La actual crisis financiera vuelve a replan-
tear el antiguo dilema.
Lejos de verificarse la visión fundamentalista acerca
de la disolución del papel del Estado y de las políticas
nacionales en el orden global, sucede exactamente lo
opuesto. Nunca han sido más importantes que en la ac-
tualidad las especificidades nacionales y la calidad de
las respuestas de cada país a los desafíos y oportunida-
des de la globalización. La experiencia histórica y la con-
temporánea es concluyente: sólo tienen éxito los países
capaces de poner en ejecución una concepción propia y
endógena del desarrollo y, sobre estas bases, integrarse
al sistema mundial.
Las promesas de la visión fundamentalista no se ve-
rifican en la realidad. Desde principios de la década de
1970, cuando se generalizaron las políticas neoliberales
y la desregulación de los mercados, particularmente de
los financieros, la tasa de crecimiento de la producción
mundial se redujo prácticamente a la mitad del 5% en-
tre 1945 y 1970, y al 2,5% entre 1970 y la actualidad. Es
particularmente notable que el vertiginoso crecimiento
de la actividad financiera esté acompañado por la reduc-
ción de la tasa de acumulación de capital fijo. En los
países desarrollados, que representan alrededor de 2/3

12 Aldo Ferrer, De Cristóbal Colón a Internet: América La-


tina y la globalización, Buenos Aires, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1999.

54
de la acumulación de capital en el mundo, entre aquellos
períodos, la tasa de inversión declinó entre 2 y 3 puntos
porcentuales. En los países en desarrollo se mantuvo
alta debido principalmente a las elevadas tasas de aho-
rro en China, Corea, Taiwán y otros países asiáticos de
rápido desarrollo.
Por último, la volatilidad de los mercados se ha acre-
centado desde el abandono de las reglas de Bretton
Woods, la flotación de las principales monedas, la libe-
ración de los movimientos de capitales y el aumento de
la liquidez internacional. Las crisis financieras se suce-
den periódicamente y, en la actualidad, se registra la
más severa del último siglo.
El problema trasciende, por cierto, las fronteras de
América Latina. La hegemonía de la dimensión finan-
ciera influye el comportamiento de los consumidores y
empresas e impregna la conducción de la política eco-
nómica, incluso en los países centrales. Las subas o las
bajas de las cotizaciones provocan efectos virtuales de
riqueza que no tienen relación con los cambios reales en
el ingreso disponible de las familias pero que influyen
en sus gastos. Al mismo tiempo, la expectativa de los
mercados limita el rango de libertad para el manejo de
instrumentos principales como el tipo de cambio y la
tasa de interés. Objetivos fundamentales como el creci-
miento y el pleno empleo se subordinan al de la estabili-
dad, condición privilegiada por los operadores financie-
ros. Se registra, de este modo, la situación paradójica de
que el crecimiento de la economía y el empleo sean con-
siderados como una mala noticia porque podrían gene-
rar inflación. Los países bajo sospecha son pasibles de
ataques especulativos.
En el universo virtual de expectativas, euforias y
pánicos, que caracterizan el orden financiero global, de-

55
cisiones, como la de la Reserva Federal de los Estados
Unidos sobre la tasa de interés, provocan reacciones
desproporcionadas de los operadores financieros. El em-
pleo, el bienestar, la producción y el comercio están suje-
tos así a la volatilidad de los mercados. Sometidos, como
sostiene Krugman, a los intereses financieros antes que
a las normas de la buena teoría económica.13
Las consecuencias sociales y políticas de estos
hechos son cada vez más estrepitosas. Como sostiene
Henry Kissinger, los costos sociales de la globalización
indiscriminada están generando crecientes riesgos polí-
ticos y amenazas al sistema global de poder liderado por
los países centrales.14
Cuando las reglas financieras generan tensiones so-
ciales y políticas insoportables se las cambia. Esto suce-
dió en la crisis de los años treinta cuando el patrón oro
se desplomó bajo el impacto de la recesión y el desem-
pleo. Esto, probablemente, vuelva a suceder. Pero si así
fuera, el eventual cambio de las reglas del juego depen-
derá, en primer lugar, de la decisión política y de los
intereses de los principales países desarrollados.

II. La crisis financiera

La crisis financiera actual es la más grave y la única


que alcanza proporciones globales desde el fin de la Se-

13 P. Krugman, “El juego de la confianza”, en: The New


Republic, trad. del diario Clarín, Buenos Aires, 27 de sep-
tiembre de 1998.
14 H. Kissinger, “El FMI es incapaz de resolver esta crisis”,

en: Los Angeles Times, trad. del diario Clarín, 4 de octubre de


1998.

56
gunda Guerra Mundial. El sistema monetario y finan-
ciero internacional soportó tensiones y ajustes antes y
después del abandono por los Estados Unidos de la con-
vertibilidad del dólar en oro en 1971 y de la adopción
generalizada por los países centrales del régimen de
flotación de sus monedas.
América Latina fue protagonista principal de algu-
nas de estas turbulencias. Así ocurrió con la crisis de la
deuda externa en la década de 1980 y, más recientemen-
te, el llamado efecto tequila en México. En los Estados
Unidos, los problemas del sistema de ahorro y présta-
mos tuvieron gran alcance, pero dentro de los límites del
mercado norteamericano. En Europa, ataques especula-
tivos contra diversas monedas provocaron ajustes de sus
paridades más allá de la banda de fluctuación estableci-
da en el sistema monetario europeo y, en los casos de la
libra y la lira, su retiro del SME.
En ningún caso, sin embargo, las turbulencias al-
canzaron la dimensión observable actualmente. Por
primera vez en 50 años, la crisis financiera es en gran
escala y de alcances globales. La expresión de la crisis
es, sin embargo, muy distinta en los espacios que inte-
gran la economía mundial y afecta de manera diferente
a los diversos componentes del sistema financiero.
Los principales agrupamientos son los siguientes:
países desarrollados, países en desarrollo con mercados
financieros regulados y países en desarrollo con merca-
dos financieros desregulados. Fuera de este esquema,
figura el caso particular de Rusia.

Países desarrollados

En los Estados Unidos y la Unión Europea la princi-


pal manifestación de la crisis fue la caída de las cotiza-

57
ciones de las acciones en los mercados de valores. Desde
el momento de los máximos registros hasta la actuali-
dad (principios de octubre de 1998), la baja es cercana al
20%. La principal plaza bursátil, Wall Street, no alcanza
ese guarismo, en el cual el mercado es considerado en
contracción. En la Unión Europea la caída es del orden
del 25% y en Japón del 70%. El caso japonés es una his-
toria aparte porque su contracción precede a la crisis
actual y se vincula a las dificultades anteriores que en-
frenta su sistema bancario.
Por ahora la crisis está limitada, pues, a las bolsas
de valores y sus repercusiones sobre los mercados cam-
biarios. Los operadores financieros modifican la compo-
sición de sus portafolios para compensar las pérdidas.
En el caso de Japón, por ejemplo, los tenedores de bonos
del tesoro de los Estados Unidos, cuyo stock ascendía a
fines de junio último a 264 mil millones de dólares, se
están desprendiendo de los mismos contribuyendo, en
las últimas semanas, a la apreciación del yen respecto
del dólar en un 20%. Este cambio de paridades no refleja
cambios en las variables reales de las economías japone-
sa o norteamericana sino el contagio de mercados espe-
culativos.
Los problemas del sistema financiero de los países
centrales son puntuales y no comprometen su liquidez
ni solvencia. Tal, por ejemplo, el caso del fondo de cober-
tura Long Term Management LP, rescatado de la quie-
bra bajo el liderazgo de la Reserva Federal por un grupo
de entidades financieras norteamericanas. A su vez,
algunos bancos europeos están muy expuestos en sus
operaciones en Rusia y el sudeste de Asia. Éstos tienen
inversiones en los mercados emergentes de 426 mil mi-
llones de dólares (1/3 en América Latina) y los bancos
norteamericanos 117 mil millones. Otros tienen coloca-

58
ciones en esos mercados semejantes o mayores a su pa-
trimonio neto. Es una situación comparable a la que
enfrentaron los bancos norteamericanos más expuestos
en América Latina durante la crisis de los años ochenta.
En todos los países centrales existen prestamistas de
última instancia que pueden evitar la propagación de
las dificultades que enfrentan algunas de sus entidades.
Respecto de las operaciones financieras internacionales,
el 90% se realiza dentro de la tríada Unión Europea-
Estados Unidos-Japón. Los mercados periféricos, con
alrededor del 10% de las aplicaciones totales, pueden
crear problemas graves a las entidades más expuestas
pero no al sistema financiero de las economías indus-
triales.
Al mismo tiempo, en la Unión Europea y en los Es-
tados Unidos se mantiene un considerable crecimiento.
Japón no logra recuperarse de la prolongada fase depre-
siva verificada en esta década, pero el problema es ante-
rior a las actuales turbulencias.
Las ventas a las economías periféricas representan
alrededor del 25% de las exportaciones totales de los
países desarrollados y alrededor del 3% de su producto.
Una contracción de las ventas a esos destinos sería insu-
ficiente para provocar un efecto recesivo profundo. La
mayor repercusión de la crisis en los países desarrolla-
dos proviene del efecto riqueza sobre el gasto de los par-
ticulares, sobre todo en los Estados Unidos en donde las
familias destinan buena parte de su ahorro a las coloca-
ciones bursátiles.
El ajuste en los mercados de valores de los países
centrales estaba anunciado aun antes de la situación
financiera actual. En efecto, las cotizaciones de las ac-
ciones exceden una relación razonable con la rentabili-
dad de las firmas. El presidente de la Reserva Federal

59
había advertido hace tiempo de la existencia de una
burbuja especulativa y sus riesgos. La incertidumbre
generada por la crisis financiera internacional segura-
mente profundiza el ajuste que era, de todos, previsible.

Países en desarrollo con mercados


financieros regulados

Figuran en este grupo China e India y uno de los cé-


lebres tigres asiáticos, la provincia china de Taiwán. En
estos casos se mantienen regulaciones sobre los movi-
mientos de capitales y se han evitado un endeudamiento
externo excesivo y la formación de burbujas especulati-
vas mayores en los bancos y mercados bursátiles e in-
mobiliarios. La situación está bajo control y prevalecen
altas tasas de crecimiento.
China sostiene la paridad de su moneda y una tasa
de crecimiento del producto del 7% anual. Las cotizacio-
nes en su mercado de valores aumentaron este año alre-
dedor del 4%. India y Taiwán han devaluado sus mone-
das en alrededor del 15% y las cotizaciones bursátiles
han declinado en un 20%. Pero ambos países han logra-
do evitar, al menos hasta ahora, ataques especulativos
significativos, devaluaciones masivas y derrumbes de
las cotizaciones de acciones. Tanto India como Taiwán
están creciendo este año a la tasa del 5 por ciento.

Países en desarrollo con mercados


financieros desregulados

Es en éstos en donde la crisis se ha desencadenado


con mayor virulencia y está provocando estragos sobre
las variables financieras, la producción, el empleo y la
situación social. Esta categoría incluye a América Lati-

60
na y diversas naciones de Asia. El caso de América La-
tina lo observaremos en el último apartado.
El comercio intrasiático representa el 40% del co-
mercio internacional de los países del área. El efecto
contagio es muy fuerte entre economías tan vinculadas y
que dependen del financiamiento externo. A su vez, de-
bido a la crisis de su sistema bancario, Japón no asumió
el liderazgo que le correspondería por su peso relativo
en la economía mundial y en el espacio asiático.
La crisis se inició en julio de 1997 con el ataque es-
peculativo contra el baht, la moneda de Tailandia. Se
propagó luego a sus vecinos del sudeste de Asia que es-
taban experimentando, desde hacía varias décadas, rá-
pidas tasas de desarrollo y eran un destino preferente
de las aplicaciones de los operadores financieros de los
países centrales.
En todos estos casos, la desregulación financiera
promovió la ampliación del crédito para operar en los
mercados de acciones e inmobiliarios y criterios pocos
rigurosos para los préstamos a las empresas. El crédito
creció a tasas del 15% al 20% anual en los años previos a
la crisis y, en buena medida, los bancos se financiaron
con fondos de corto plazo del exterior. Los gobiernos y
los evaluadores internacionales de riesgo no advirtieron
que se estaba generando una situación explosiva.
Los valores de los activos crecieron y sostuvieron la
burbuja especulativa hasta que su brusca caída provocó
la quiebra de los deudores, el colapso de las garantías y
la insolvencia de los bancos. Con anterioridad, Japón
experimentó una situación semejante que culminó con la
crisis de su sistema bancario. La diferencia con los otros
casos radica, sin embargo, en que Japón es un país
acreedor y superhabitario. Su parlamento acaba de
aprobar un programa de rescate del sistema bancario

61
japonés por un monto equivalente a 500 mil millones de
dólares.
La crisis de Tailandia se propagó a Corea, Indonesia
y Malasia, y provocó la fuga de capitales, caídas aún
mayores de las cotizaciones y, finalmente, el desplome
de las paridades de las monedas. El acceso de las mayo-
res empresas al crédito externo estimuló su endeuda-
miento en divisas. Al converger la devaluación con la
contracción de las ventas, el aumento de las tasas de
interés domésticas y la desaparición del crédito externo,
buena parte del sistema productivo de estos países entró
en situación de insolvencia. El apoyo del FMI, conforme a
las recetas tradicionales del ajuste, profundizaron la
recesión.
La desregulación, al permitir la formación de burbu-
jas especulativas, es la principal causa explicativa de la
crisis. Las turbulencias fueron precedidas, en todos los
casos, por la eliminación de los controles sobre la activi-
dad financiera y los pagos externos.15 Como sostiene
Stiglitz: “el problema no es que el gobierno intervino
sino, por el contrario, su falta de acción y la subestima-
ción de la importancia de la regulación financiera y del
comportamiento de las corporaciones”.16
Estos países mantenían tasas de ahorro superiores
al 30% del producto, situaciones fiscales en equilibrio y
estabilidad de precios. Sin embargo, la revaluación de
las monedas, estimulada por la entrada de capitales
especulativos, contribuyó a generar desequilibrios en los

15 UNCTAD, Trade and development report, 1998, Ginebra,


1998.
16J. Stiglitz, “More instruments and wider goals: moving
toward the post Washington concensus”, en: The 1998 Wider
Annual Lecture, Helsinki, 1998.

62
pagos externos que resultaron, finalmente, insosteni-
bles. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de
pagos alcanzó niveles críticos, en Tailandia del 8% del
producto, y en Corea y Malasia del 5 por ciento.
Los inversores extranjeros redujeron rápidamente su
exposición por el cambio de las expectativas, como había
sucedido en América Latina en la década de 1980. A
nivel anual, una entrada de recursos de 100 mil millo-
nes de dólares en 1996 fue sustituida por una salida del
mismo orden en la segunda mitad de 1997.17 Una dife-
rencia acumulada de 200 mil millones de dólares. Su-
mando a esto la fuga de capitales domésticos, se produjo
el colapso de los pagos externos de los países más afec-
tados por la crisis y un deterioro profundo de la econo-
mía real.
El más estrepitoso de los casos es el de Indonesia en
donde la moneda se devaluó casi el 300%, las cotizacio-
nes bursátiles cayeron 70% y la actividad industrial en
1998 en más del 3%. En Malasia, los valores correspon-
dientes son 24%, 35% y 8%, y en Tailandia 15%, 26% y
12%.
En este escenario asiático, la situación de la repúbli-
ca de Corea es particularmente notable. Este país, junto
con Japón y Taiwán, constituye el grupo de países más
exitosos de la posguerra. En las últimas cuatro décadas
aumentó su producto per cápita en 600%. En 1960 el
mismo representaba el 9% del norteamericano y en la
actualidad cerca del 50%. Corea transformó su estructu-
ra productiva hasta convertirse en un país competitivo
en industrias de frontera como la microelectrónica, elevó
los salarios reales, formó un sistema nacional de ciencia
y tecnología avanzado fuertemente integrado al aparato

17 BIS, op. cit., p. 133.

63
productivo, mejoró la educación y todos los indicadores
reveladores del desarrollo social. Estos logros fueron el
resultado de una estrategia liderada por el Estado que
impulsó a la iniciativa privada hacia nuevas fronteras
de la actividad económica, elevó el ahorro interno y la
acumulación de capital a una tasa del orden del 30% del
producto bruto interno, mantuvo los equilibrios macroe-
conómicos y elevó espectacularmente sus exportaciones.
Corea es un paradigma de las respuestas exitosas a
los desafíos y oportunidades de la globalización. De nive-
les extremos de subdesarrollo se convirtió en un país
emergente de gran dinamismo. En 1950 el producto per
cápita de Corea era el 25% del de América Latina. A
mediados de la década de 1990 era dos veces mayor.
Esta buena política de desarrollo fue, en tiempos recien-
tes, mal administrada. La desregulación del sistema
financiero permitió la formación de burbujas especulati-
vas que provocaron la crisis actual. La moneda coreana
se devaluó en más del 50% y su producción industrial en
1998 cayó el 13 por ciento.
Corea enfrenta ahora el riesgo de que muchas de sus
empresas, competitivas y modernas en su mayor parte,
pero insolventes por la crisis financiera del país, sean
adquiridas a precio de liquidación por inversores del
exterior.
La experiencia revela que sólo los grandes países se
pueden permitir imprudencias, como las de Japón con
su sistema bancario y las de los Estados Unidos con las
entidades de ahorro y préstamo o el LP Management
Fund. Esto es un lujo que no está al alcance de los países
en desarrollo. La experiencia histórica es concluyente.

64
Rusia

Este país es un caso aparte en el actual escenario in-


ternacional. Enfrenta una crisis financiera y ha anun-
ciado la suspensión de los pagos de ciertas deudas ex-
ternas. El rublo se devaluó en casi 200%, las cotizacio-
nes bursátiles cayeron 90% y la producción industrial
declinó 10 por ciento.
La importancia de Rusia en el actual escenario
mundial no radica en el peso de su economía en el mer-
cado global ni de sus compromisos financieros externos,
aunque, como en el caso de varios bancos europeos, esto
pueda plantear problemas graves. La cuestión es la difi-
cultad de la transición a una economía de mercado y las
tensiones sociales y políticas en un país que sigue siendo
una gran potencia militar equipada con armas nucleares
y misiles de largo alcance.

Perspectivas

En conclusión, tenga o no en equilibrio sus agrega-


dos macroeconómicos, los países más afectados por la
crisis son los emergentes que han desregulado sus mer-
cados financieros y quedaron atrapados en un sistema
global fuertemente especulativo y volátil. Los mismos
enfrentan un conjunto de problemas simultáneos: la
fuga de capitales, la interrupción y/o el encarecimiento
del crédito externo, la caída de los precios de los produc-
tos primarios (que en los últimos doce meses supera el
20%) y la contracción de la demanda externa por sus
productos. En tales circunstancias, se produce un drás-
tico cambio de signo en el movimiento de recursos ex-
ternos.

65
El ejemplo de América Latina en la década de 1980 es
ilustrativo. Entre 1975 y 1980, hubo una transferencia
positiva neta de recursos de 130 mil millones y en la dé-
cada de 1980 negativa por 200 mil millones de dólares.
Los países de Asia afectados están soportando un
ajuste aún mayor. Las consecuencias son un fuerte au-
mento del déficit público y privado para servir la deuda,
devaluaciones masivas, inflación, contracción económi-
ca, mayor desempleo y deterioro de las condiciones so-
ciales.
No es probable, sin embargo, que se repita una crisis
comparable a la de la década de 1930. Por varias razo-
nes. La Unión Europea y los Estados Unidos están cre-
ciendo, tienen sólidos sistemas financieros y prestamis-
tas de última instancia. Además, el gasto público repre-
senta el 40% del producto bruto interno (en 1929 era del
10%) y establece un piso que sostiene la demanda agre-
gada de las economías desarrolladas. A su vez, los dos
grandes países de Asia, China e India, y otros, como Tai-
wán, mantienen respetables tasas de crecimiento.
Aun cuando no es previsible la repetición de la expe-
riencia de los años treinta, de todos modos, las turbulen-
cias actuales provocarán una reducción de la tasa de
crecimiento de la economía mundial que se estima en el
1% del producto.
El cambio de las reglas del juego del sistema finan-
ciero global sólo puede ser decidido por las principales
economías industriales que forman el Grupo de los Siete
(G7). La reciente Reunión anual del FMI y del Banco
Mundial revela que el G7, al menos por ahora, no está
dispuesto a introducir las reformas necesarias para go-
bernar la globalización financiera ni a poner en marcha
programas de apoyo suficientes y compatibles con la

66
recuperación de la actividad económica y el empleo en
los países emergentes con problemas.
Hasta ahora, la respuesta del G7 consiste en reacti-
var el sistema dentro de las mismas reglas del juego. Se
supo que la rebaja de las tasas de interés en los Estados
Unidos y la Unión Europea y la recuperación de Japón
alcanzarían para modificar el comportamiento de los
mercados y resolver la crisis. La postura de los países
centrales sigue siendo la tradicional: más condiciones de
ajuste y reformas estructurales ortodoxas que apoyo en
escala suficiente y adecuada para resolver la crisis de
los países en desarrollo con problemas.
Dentro del actual escenario internacional, uno de los
hechos notables es que, por primera vez en mucho tiem-
po, un grupo de economistas prestigiosos en los países
centrales está cuestionando el enfoque neoliberal y que
sus opiniones tienen repercusión mundial fuera de la
academia. Éste es un hecho revelador de que la situa-
ción actual es mucho más que una oscilación cíclica de
los mercados y que, por el contrario, se trata de una cri-
sis sistémica. Entre los economistas críticos más noto-
rios figuran los profesores Krugman, Bagwhati, Stiglitz
y Sachs.
El enfoque crítico destaca que el ajuste ortodoxo, va-
le decir, la contracción del gasto público y del crédito, el
aumento de las tasas de interés y la mayor desregula-
ción de los mercados, sólo pueden agravar los proble-
mas. Recuperan así respetabilidad académica instru-
mentos como los controles de cambios y la regulación de
los mercados financieros, que son anatema para el credo
neoliberal.
La dimensión política de la cuestión no está ausente
del debate. Es particularmente notable al respecto la
reciente advertencia de Henry Kissinger acerca de los

67
riesgos para la seguridad y la paz que provocan políticas
que deprimen las economías y aumentan el desempleo y
las tensiones sociales. La crisis financiera confronta a
las principales potencias con este dilema: defender a
cualquier costo las reglas de la desregulación financiera
o gobernar la globalización, es decir, restablecer un com-
portamiento del sistema financiero compatible con el
desarrollo y la estabilidad de la economía mundial.
Las recientes perspectivas heterodoxas y la dimen-
sión de la crisis pueden llegar a influir en las decisiones
políticas del G7 e inducir un replanteo de las reglas de la
globalización financiera. A corto y mediano plazo, sin
embargo, lo más probable es que los países emergentes
con problemas tengan que elegir por sí mismos entre dos
caminos alternativos. A saber:
1) Mantener las actuales reglas del juego. Vale decir,
sostener, cualquiera sea el costo económico, social y polí-
tico, la desregulación financiera y tratar de recuperar la
confianza de los mercados para comenzar un nuevo ciclo
de ingreso positivo de recursos externos. Esta alternati-
va podría contar con un cierto apoyo de los organismos
financieros multilaterales. A corto plazo parece poco
probable un aumento del financiamiento externo volun-
tario suficiente para reactivar la demanda, la produc-
ción y el empleo. A América Latina le costó una década
alcanzar estas metas y reiniciar el crecimiento a co-
mienzos de los años noventa. Cuando no se han recupe-
rado aún los niveles de bienestar prevalecientes antes
de la crisis, las turbulencias actuales inauguran una
nueva fase de ajuste y contracción.
2) Realizar el ajuste con reactivación económica. Esto
es, establecer políticas cambiarias y de comercio exterior
y regulaciones financieras, consistentes con el equilibrio
externo y, al mismo tiempo, expandir la demanda inter-

68
na a través del gasto público y la rebaja de la tasa de
interés. Esta estrategia sólo puede ser exitosa en el con-
texto de reformas estructurales de racionalización del
Estado y transparencia de las decisiones del poder polí-
tico, es decir, de políticas enérgicas para poner la casa
en orden. En definitiva, esta alternativa significa tomar
la decisión unilateral de recuperar el manejo de la polí-
tica económica. Este enfoque debería ser merecedor del
apoyo de los organismos multilaterales y del reinicio de
las corrientes voluntarias de financiamiento externo. En
situaciones límite, podría establecerse la transferencia
máxima de recursos compatible con la reactivación de la
demanda, la producción y el empleo. La eventual reac-
ción negativa de los mercados los confrontaría con la
responsabilidad de decidir unilateralmente colocar a los
deudores en una situación de incumplimiento parcial y
transitorio de parte de sus compromisos externos.
En círculos financieros se reconoce la existencia del
riesgo moral que implican los salvatajes para que los
inversores no registren pérdidas, a costa de los fondos
públicos de los países acreedores y, sobre todo, de ajus-
tes muy costosos para los deudores. se reconoce, tam-
bién, la responsabilidad de los prestamistas en resolver
parte del problema que ellos mismos crearon con sus
colocaciones imprudentes. Dice el BIS: “la amenaza de
una suspensión unilateral de los pagos llevaría a los
bancos más pronto a la tabla de negociación. Esa ame-
naza sería más creíble si las instituciones financieras
internacionales anticiparan su disposición de apoyar
para pagar atrasos de los países cuyas políticas fueran
consideradas aceptables”. Además, “hacen falta mejores
medios para repartir los costos”.18

18 BIS, op. cit., p. 170.

69
El éxito de una respuesta propia y no subordinada
descansa, en primer lugar, en la coherencia de los pro-
pios países para poner la casa en orden y privilegiar el
interés nacional y de la sociedad sobre el de la especula-
ción financiera.

III. América Latina

Los problemas de América Latina con la globaliza-


ción no son de ahora. En el largo plazo, no logró trans-
formar su estructura productiva para asimilar la revo-
lución tecnológica e insertarse en las corrientes dinámi-
cas de la economía internacional. Su participación en el
comercio mundial ha declinado sin pausa en el último
medio siglo; la brecha que separa el ingreso per cápita
de nuestros países respecto de las sociedades avanzadas
es cada vez mayor y nunca antes la política económica
estuvo tan subordinada a factores exógenos como en la
actualidad. Las reformas de los últimos años, bajo el
paradigma del denominado Consenso de Washington,
han logrado algunos avances, más aparentes que reales,
respecto del equilibrio fiscal y la estabilidad de precios.
Sin embargo, las respuestas a los desafíos del desarrollo
en un mundo global son peores que en el pasado. Esto es
particularmente evidente en el área financiera.
En este terreno se ha producido una combinación
explosiva de factores: la desregulación financiera con
déficit fiscal y los bajos niveles de ahorro interno. El
resultado ha sido la contracción del crédito interno a la
actividad privada, la dependencia del financiamiento
externo para los sectores público y privado, y el aumento
de la deuda externa. En las fases de amplia disponibili-

70
dad de crédito internacional y bajas tasas de interés
(como sucedió en el curso de la década de 1990 hasta la
actual crisis financiera), los tipos de cambio se aprecia-
ron, la producción doméstica perdió competitividad y se
generó un déficit comercial. Esto, sumado al incremento
de los servicios de la deuda externa y otros pagos de fac-
tores al exterior, aumentó el desequilibrio y reforzó aún
más la dependencia del financiamiento externo. En
1997, el déficit de la cuenta corriente del balance de pa-
gos alcanzó a 60 mil millones de dólares, de los cuales,
más del 50% correspondió a Brasil.
Los indicadores económicos de los últimos años reve-
lan la magnitud de estos hechos. Durante la década
perdida de los años ochenta, el ajuste fue extraordinario
y provocó una caída del producto per cápita del 10% y
un aumento de los hogares en situación de pobreza res-
pecto del total de hogares del 35% al 41%.
En el curso de los años noventa se reanudó la co-
rriente positiva de recursos hacia la región. En el mismo
período, la deuda externa desembolsada aumentó en 224
millones y el stock de inversiones privadas directas en
165 mil millones de dólares. A pesar de esta extraordi-
naria inyección de recursos externos, la tasa de creci-
miento del producto per cápita fue del 1,8% anual, la
mitad de la registrada entre 1945 y 1980, antes de la
crisis de la deuda externa. La proporción de hogares en
situación de pobreza declinó del 41% al 39% pero sigue
siendo mayor que en 1980.19 Mientras tanto, se mantie-
nen altos niveles de desempleo y niveles de salarios se-
mejantes o inferiores a los de hace dos décadas. A su
vez, la participación de América Latina en las exporta-

19 CEPAL, La brecha de la equidad, Santiago de Chile,


1997.

71
ciones mundiales siguió declinando del 6% en 1980 al
5% en la actualidad.
La experiencia revela que, en un contexto de desre-
gulación financiera, el nivel de actividad económica de
América Latina depende esencialmente de los movi-
mientos de fondos externos. La región no logra consoli-
dar su desarrollo sobre las únicas bases que realmente
pueden sustentarlo: el ahorro interno y las exportacio-
nes. En tales circunstancias, parece cada vez más lejana
la posibilidad de alcanzar una tasa sostenida de creci-
miento del producto total del 6% anual, que es conside-
rada por la CEPAL, como una condición necesaria para
resolver los rezagos tecnológicos y sociales. En la fase de
recuperación de esta década la tasa fue sólo la mitad de
la necesaria y ya se inicia una nueva fase de contrac-
ción.
El impacto de los acontecimientos recientes reduci-
rán y/o encarecerán el acceso al crédito externo. Al mis-
mo tiempo, la baja de los precios de los productos prima-
rios, que constituyen las principales exportaciones de la
región, agravan el déficit. La contracción de los merca-
dos asiáticos es particularmente importante para Chile,
que destina 1/3 de sus exportaciones al área Asia Pacífi-
co. Cuando se instala una crisis de confianza, como su-
cede en Brasil actualmente, se produce un ataque espe-
culativo con fuga de capitales, aumento extraordinario
de la tasa de interés, deterioro de la situación fiscal,
contracción económica y desempleo.
Frente a mercados especulativos y volátiles de poco
sirve insistir en las diferencias en la situación de los
países o intentar retener los capitales con retribuciones
exorbitantes. En tales circunstancias, la crisis no sólo
abarca las cotizaciones bursátiles que han caído, en
promedio, el 50%. Incluye la estabilidad misma del sis-

72
tema financiero de los países bajo ataque especulativo,
la paridad de la moneda y sus reservas internacionales.
En el caso de un país como la Argentina, con un régimen
de convertibilidad y tipo de cambio fijo, que ha logrado
mantener un equilibrio fiscal razonable y evitar la for-
mación de burbujas especulativas exagerada, la salida
de la crisis es igualmente la declinación de la actividad
económica y el desempleo. Sean cuales fueren las cir-
cunstancias, y la dependencia del financiamiento exter-
no y la desregulación financiera constituyen una combi-
nación explosiva.
No será posible iniciar un proceso de crecimiento
sostenible de largo plazo en nuestros países sin resolver
los problemas que plantean la deuda externa y el des-
equilibrio de la cuenta corriente del balance de pagos.
La crisis actual, abierta por los acontecimientos en Asia,
vuelve a revelar la magnitud del desafío.
Cabe observar que la salida de esta crisis probable-
mente será menos difícil en países como Corea, que en
América Latina. Ese país enfrenta una severa crisis fi-
nanciera pero había recorrido, previamente, un sendero
de transformación y crecimiento, desarrollo social y
transformación productiva, avances tecnológicos y forta-
lecimiento de su competitividad internacional. Baste re-
cordar que en los últimos cuarenta años el aumento del
producto per cápita de América Latina fue sólo del 5% del
de Corea. En casos de países que dieron buenas respues-
tas de lago plazo a los desafíos de la globalización, la re-
solución de las crisis financieras que, en sí mismas, no
son muy prolongadas, debería dar lugar al reinicio de un
crecimiento elevado y, presumiblemente, a no repetir los
errores que desencadenaron los problemas actuales. En
aquellos países ya se está produciendo una mejora de los

73
pagos externos, una recuperación de la cotización de sus
monedas y de los mercados bursátiles.
América Latina enfrenta no sólo el desafío de la cri-
sis financiera sino el más profundo de su estrategia de
desarrollo e inserción internacional.
La situación actual debería inducir a nuestros países
a perder las ilusiones sobre los frutos prometidos por la
estrategia neoliberal. La inserción incondicional en la
globalización y el abandono de las propias responsabili-
dades del desarrollo y el cambio social en las fuerzas
dominantes en el orden mundial son, en efecto, un ca-
mino sin salida. América Latina no puede nivelar el
campo de juego de la globalización ni influir en una
eventual reforma del sistema financiero internacional.
Pero sí puede poner su casa en orden y encarar un pro-
ceso profundo de reformas para liberar las fuerzas de
crecimiento, repartir con equidad la riqueza y el ingreso
y transformar los vínculos con el resto del mundo.
Nada de esto podrá importarse. Debe construirse
inevitablemente desde adentro, aprendiendo de la expe-
riencia ajena pero descansando en la propia iniciativa y
la identidad de nuestras sociedades. El fracaso de las
recetas del Consenso de Washington están a la vista.
Los logros alcanzados en cuestiones como el equilibrio
fiscal y la baja de la inflación son efímeros porque se
sustentan sobre el endeudamiento externo y/o la depre-
sión económica y el desempleo. Las transformaciones
estructurales, como las privatizaciones y la eliminación
de controles innecesarios, resultan ser insuficientes
cuando no se insertan en políticas que permitan recupe-
rar la gobernabilidad de la economía y trazar el propio
destino en el mundo global.
Frente a la actual crisis financiera, América Latina
confronta, como los otros países periféricos azotados por

74
la crisis, el dilema de seguir a rajatabla la desregulación
financiera o reasumir el control de la situación en los
términos antes señalados. De esto depende que el ajuste
indispensable se realice en condiciones económicas y
sociales cada vez más difíciles o en el marco de la reacti-
vación de la actividad económica y el crecimiento de lar-
go plazo. En el caso de Brasil, por ejemplo, el profesor
Dornbush20 recomienda el ajuste ortodoxo y sugiere que,
después de tres años de recesión, el país saldría adelan-
te. Esto último estaría por verse y la recesión parece
una propuesta poco aceptable para un país que viene
soportando un prolongado estancamiento y cuyos pro-
blemas sociales son gigantescos.
Lo que debe decidirse es si las políticas amistosas
para los mercados son para favorecer la especulación o,
por el contrario, a quienes producen y generan empleo.
Para esto último es indispensable la recuperación de la
capacidad de decisión del sector público y una reforma
auténtica del Estado para convertirlo en protagonista
efectivo del cambio y socio imprescindible de la iniciati-
va privada. Son indispensables alianzas entre las prin-
cipales fuerzas políticas y sociales para sustentar el
cambio de rumbo y marchar hacia la meta de la estabi-
lidad y el desarrollo sostenible.
La integración latinoamericana fortalece la capaci-
dad de nuestros países para responder con eficacia a los
desafíos y oportunidades que plantea la globalización.
Es imprescindible la ampliación del mercado y la con-
certación de políticas en áreas claves como el desarrollo
industrial y tecnológico. La cooperación en materia fi-

20 Wall Street Journal, “Moderado optimismo sobre Amé-


rica Latina”, en: La Nación, Buenos Aires, 2 de octubre de
1998.

75
nanciera en la actual coyuntura es indispensable. Amé-
rica Latina no debería repetir la mala experiencia de la
crisis de la deuda externa en la década de 1980. La asi-
metría del marco de la negociación entre deudores y
acreedores culminó entonces con un reparto inequitativo
de los costos en contra de América Latina y, en definiti-
va, en una crisis económica y social de grandes propor-
ciones.
Debería aprenderse de la experiencia para no repetir
los mismos errores. Además, la crisis actual, a diferen-
cia de la registrada en los años ochenta, es de carácter
global y no sólo latinoamericana. El contexto externo es
probablemente, por lo tanto, más flexible para aceptar
soluciones no convencionales. Vale la pena que nuestros
economistas y políticos observen la naturaleza del deba-
te en los países centrales y las críticas de importantes
formadores de opinión en los mismos. Con responsabili-
dad y firmeza, se pueden hacer cosas hoy que tal vez
eran más difíciles anteriormente. De todos modos, el
camino que se elija dependerá, en definitiva, de las deci-
siones que adopten nuestros países y de su eventual
capacidad de concertar políticas conjuntas frente a la
crisis y, en un sentido más amplio, a los desafíos y opor-
tunidades que plantea el orden mundial. En realidad,
las restricciones más severas para el cambio de rumbo
no están fuera sino dentro de América Latina.
Como en la crisis de los años treinta, la región vuel-
ve a enfrentar los dilemas fundamentales de su desarro-
llo y sus respuestas a la globalización. Como en aquel
entonces, las políticas ortodoxas se revelan impotentes
para sacar a estos países de la crisis, iniciar el creci-
miento y mucho menos, resolver los graves problemas
sociales que caracterizan la realidad latinoamericana.
Esta nueva conmoción financiera internacional puede

76
ser el detonante para el indispensable cambio de rumbo
y, para esos fines, la integración latinoamericana ad-
quiere una importancia decisiva.

77
CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN UN MUNDO GLOBAL21

LAS RELACIONES entre los países influyen decisivamente


en el desarrollo científico-religioso. En el Renacimiento,
los conocimientos gestados en las grandes civilizaciones
orientales fueron un insumo fundamental en el despe-
gue de la ciencia y la tecnología de las sociedades euro-
peas.
En el curso del siglo XVIII, Gran Bretaña asumió el
liderazgo y desarrolló importantes innovaciones aplica-
das a la agricultura, la minería del carbón, la genera-
ción de energía y la industria textil. Estos avances pio-
neros reconocían, de todos modos, desarrollos previos en
otras ciudades europeas. En particular, la tecnología
desarrollada en Holanda en la agricultura, la construc-
ción naval, las finanzas y la organización comercial.
Gran Bretaña asimiló, amplió y difundió las nuevas téc-

21 Conferencia pronunciada en EXPOCIENCIA (6ª Muestra


de Ciencia y Técnica), Universidad de Buenos Aires, 25 de
septiembre de 1996.
nicas en el contexto de profundos procesos internos de
transformación social, política y económica.
El desarrollo de la ciencia y la tecnología en el mun-
do moderno estuvo siempre asociado al de la actividad
manufacturera. No es casual que la explosión tecnológi-
ca del siglo XVIII, y especialmente del XIX, coincida con la
Revolución Industrial. La industria sirvió, en efecto,
como principal correa de transmisión entre el avance del
conocimiento científico y la producción de bienes y servi-
cios.
Entre los siglos XVI y XVIII, Kepler, Galileo, Newton,
Leibnitz, Lavoisier y otros científicos eminentes senta-
ron las bases de la ciencia moderna; las leyes de la gra-
vitación universal y la mecánica, el cálculo infinitesimal,
el magnetismo, la electricidad, la embriología, la quími-
ca orgánica e inorgánica. Hasta el siglo XVIII, este extra-
ordinario avance del conocimiento científico tuvo reper-
cusiones limitadas en las aplicaciones tecnológicas. Las
más importantes se referían a las artes y el equipamien-
to de la guerra, la navegación, la imprenta y la agricul-
tura.
Recién en el siglo XIX se cierra la brecha entre cien-
cia y tecnología y se produce una transformación radical
en el desarrollo económico y social. Sólo entonces, la
producción de bienes y servicios de las industrias quími-
ca y metalmecánica, los transportes, la agricultura, los
nuevos materiales y las comunicaciones, aplican masi-
vamente los conocimientos de la ciencia moderna. Éstos
fueron incorporados en bienes de capital y en tecnología
no incorporada, provocando un aumento espectacular de
la productividad.
El liderazgo británico en la industria y la tecnología
desde fines del siglo XVIII, replanteó el problema del de-
sarrollo nacional en un mundo global, vale decir, en un

79
mercado internacional crecientemente integrado por el
comercio, las inversiones, las migraciones y la difusión
de información y de conocimientos. Los países que si-
guieron a Gran Bretaña debieron resolver el problema
de cómo no quedar subordinados dentro de una división
internacional del trabajo, en la cual, la tecnología y la
industria quedaban reservadas para la potencia líder.
Actualmente, el problema fundamental de los países
de desarrollo industrial y tecnológico tardío sigue siendo
cómo cerrar la brecha que los separa de las potencias
hegemónicas.
Desde una perspectiva argentina y latinoamericana,
las reflexiones siguientes pretenden explorar esta cues-
tión crucial del desarrollo en un mundo global, con par-
ticular referencia al papel que cumplen la ciencia y la
tecnología.

I. El contexto

La ciencia y la tecnología en cada país reflejan tres


dimensiones principales. A saber:
Nivel de desarrollo. El tamaño de la población, el in-
greso per cápita y la apertura de la economía al mercado
mundial determinan la composición de la producción de
bienes y servicios. Cuanto más diversificada es la es-
tructura de la producción mayor y más diferenciada es
la demanda de bienes de capital y tecnología, más am-
plios e intensos son, al mismo tiempo, los estímulos para
la creación y aplicación de las innovaciones a los proce-
sos productivos. El balance del contenido de conocimien-
tos de las exportaciones e importaciones es otro indica-

80
dor clave de la capacitación de los recursos humanos y
del desarrollo científico-tecnológico.
Acumulación y crecimiento. La tasa de ahorro e in-
versión y el crecimiento de largo plazo son factores deci-
sivos en la formación de los sistemas nacionales de cien-
cia y tecnología. Cuanto mayores son aquellas variables,
más profundo es el desarrollo de tales sistemas. En sen-
tido amplio, la acumulación incluye: por una parte, el
aumento del capital físico y la capacitación de los recur-
sos humanos; por otra, el progreso de las instituciones
que condicionan los costos de las transacciones económi-
cas y de los sistemas políticos que encuadran las rela-
ciones sociales y los equilibrios macroeconómicos.
Posición relativa en el sistema internacional. Los
principales factores condicionantes de la gravitación
internacional de cada país son su nivel de desarrollo y la
dimensión de su población, el territorio y los recursos
naturales. El poder relativo de los países influye en
cuestiones críticas como la transferencia internacional
de tecnología, la internacionalización de la producción a
través de las corporaciones transnacionales y el acceso a
los recursos financieros. La simetría de las relaciones
internacionales se refleja en el ejercicio del poder por los
países centrales y la vulnerabilidad de las naciones peri-
féricas.

II. Las políticas activas


de ciencia y tecnología

Estas políticas se fundamentan en el supuesto de


que es posible modificar el contexto dentro del cual se
desarrollan los sistemas nacionales de ciencia y tecnolo-

81
gía. Es decir, que es factible transformar la estructura
de la producción y del comercio exterior, elevar la tasa
de acumulación y crecimiento, y remediar la subordina-
ción dentro del orden internacional.
Esto implica suponer que la sociedad y el Estado ejer-
cen un comando sobre los recursos suficiente para que las
políticas influyan sobre la asignación y la distribución de
los mismos. De este modo, la acumulación de capital y el
cambio técnico reflejarían, en primer lugar, las opciones
de los actores privados y públicos nacionales.
En el marco de un proceso amplio de transformación,
quienes proponen políticas activas de ciencia y tecnolo-
gía suponen que es posible superar el subdesarrollo re-
lativo y avanzar hacia las fronteras del conocimiento.
Dado el papel central de la actividad manufacturera en
la generación y aplicación de tecnología, el desarrollo
industrial es siempre un requisito esencial de aquellas
políticas.
Las estrategias de industrialización y las políticas
activas de acumulación y cambio técnico tienen su ori-
gen en el siglo XIX. El liderazgo asumido en las primeras
fases de la Revolución Industrial le confirió al Reino
Unido una posición inicialmente dominante en la pro-
ducción y el comercio internacional de manufacturas y
en el desarrollo tecnológico. La resistencia de algunos
países de aceptar indefinidamente el liderazgo británico
se fundó en el supuesto de que era posible modificar los
datos del sistema, acelerar el crecimiento y transformar
las relaciones internacionales de poder. Ésta es preci-
samente la estrategia que pusieron en práctica Alema-
nia con el liderazgo de Bismarck, Japón a partir de la
Restauración Meiji y los Estados Unidos de América
desde su independencia.

82
La Argentina no se propuso metas de semejante al-
cance a lo largo del siglo XIX. Las propuestas de Vicente
Fidel López y otros economistas durante la Organiza-
ción Nacional fueron intentos tempranos de industriali-
zación. Nunca lograron, sin embargo, convertirse en el
objetivo político dominante, movilizar masivamente los
recursos disponibles, transformar el sistema productivo
y su inserción internacional, ni superar, consecuente-
mente, la posición subordinada y periférica del país. Con
todo, el desarrollo de la educación común y el nivel de
excelencia alcanzado en la formación e investigación en
algunas áreas, principalmente vinculadas a la biología,
le confirieron al país una rica dotación de recursos
humanos. Ésta constituía, potencialmente, una platafor-
ma para el cambio estructural y el desarrollo tecnológico.
Las transformaciones posteriores se sustentaron en esta
acumulación previa de recursos humanos calificados.
De todos modos, el cambio de rumbo de la política
económica, la promoción de la industrialización y, poco
después, el lanzamiento de políticas activas de ciencias
y tecnología, se produjeron recién bajo el impacto de los
shocks externos de enorme importancia. A saber, la cri-
sis de los años treinta, la Segunda Guerra Mundial y las
tensiones del orden internacional en la temprana pos-
guerra. Estos acontecimientos revelaron la inviabilidad
del modelo histórico de desarrollo primario-exportador e
impusieron la búsqueda de rumbos alternativos al desa-
rrollo.
La política de desarrollo nuclear, la creación de los
institutos de tecnología industrial y agropecuaria, los
regímenes de transferencia de tecnología, las políticas
de compras públicas orientadas a promover la industria
y tecnología nacionales fueron algunas de las manifesta-
ciones más importantes de las políticas activas de cien-

83
cia y tecnología de la Argentina. Éstas incluían la pre-
tensión de aumentar la asignación de recursos privados
y públicos a la investigación y el desarrollo, y de vincu-
lar las aplicaciones tecnológicas al avance de las ciencias
básicas y la formación de recursos humanos calificados.
Estos cambios en la concepción del desarrollo del pa-
ís y del papel de la ciencia y la tecnología fueron concu-
rrentes con la formación de un rico cuerpo de teoría. Los
enfoques relativos a la desagregación de los paquetes
tecnológicos, la transferencia de tecnología extranjera
asociada a la capacitación y al desarrollo de los recursos
locales, el financiamiento de las empresas innovadoras,
los vínculos entre los sectores privado, público y acadé-
mico, y el papel de las inversiones extranjeras directas
fueron objeto de aportes teóricos que repercutieron más
allá de las fronteras del país. El nombre Jorge Sabato y
su concepción original del triángulo formado por los
principales actores del desarrollo tecnológico, alcanza-
ron considerable relieve en el país, América Latina y
otras regiones en desarrollo.22
Todos los países de desarrollo industrial y tecnológi-
co tardío que lograron eliminar el atraso y transformar
su inserción en el orden internacional partieron del su-
puesto de que la empresa era posible. En la Argentina,
las políticas activas de cambio estructural y de desarro-
llo científico-tecnológico se sustentaron en el mismo
principio. es decir, que el país conservaba suficiente li-

22 En un seminario sobre cooperación científico-tecnológi-


ca entre la Unión Europea y América Latina, celebrado en la
Universidad de Santiago de Compostela en junio de 1996, el
ministro brasileño de Ciencia y Tecnología, Dr. Vargas, recor-
daba que en una reciente visita a Corea, encontró que ese país
estaba siguiendo las ideas de Sabato sobre la creación de fá-
bricas de tecnología.

84
bertad de maniobra para influir en la formación de capi-
tal y el cambio técnico, la asignación de los recursos y el
diseño de un nuevo perfil de su comercio e inserción in-
ternacionales.
La experiencia revela, sin embargo, que formar par-
te de una economía industrial avanzada que participa
en las actividades que incorporan conocimientos de la
frontera de la ciencia y la tecnología no depende sólo de
la decisión de cambiar el rumbo. La explicación del fra-
caso del país en alcanzar esos objetivos obedece a facto-
res complejos (Ferrer, 1989). Una causa que probable-
mente ha contribuido a explicar el éxito de otros países y
el fracaso de la Argentina, radica en las distintas condi-
ciones en que se gestaron las políticas tecnológicas de
industrialización.
Merece señalarse al respecto una diferencia princi-
pal entre las experiencias, por una parte, de la Argenti-
na y, por otra, la de los Estados Unidos y Japón en el
siglo XIX y las de los países del sudeste asiático en la
segunda mitad del siglo XX. En estos casos, aquellas po-
líticas respondieron, en primer lugar, a decisiones de los
estados nacionales fundadas en opciones asumidas des-
de adentro de cada sociedad, es decir, en factores gesta-
dos endógenamente. En la Argentina, por el contrario,
fueron, en primer lugar, respuestas a shocks originados
en el contexto externo. En consecuencia, las bases de
sustentación social y política fueron endebles. Esto con-
tribuye a explicar el proceso de desindustrialización y
deterioro del sistema nacional de ciencia y tecnología
instalado desde mediados de la década del setenta.

85
III. Las ideas económicas

La promoción de la industrialización y la tecnología


en los países de desarrollo manufacturero tardío impli-
caba cuestionar la teoría librecambista (fundada com-
prensiblemente por los economistas británicos) y la divi-
sión internacional del trabajo basada en las ventajas
comparativas estáticas. Se trataba de justificar la pro-
tección de los mercados nacionales y las políticas activas
de industrialización y desarrollo científico-tecnológico.
Alexander Hamilton en los Estados Unidos y Friederich
List en Alemania figuran entre quienes, desde fines del
siglo XVIII y en el transcurso del XIX, contribuyeron a
justificar las políticas de transformación de los países de
desarrollo industrial y tecnológico tardío.
Los japoneses no llegaron a formular un cuerpo teó-
rico alternativo, al menos que se difundiera en Occiden-
te. Sin embargo, desde la Restauración Meiji hasta
nuestros días, sus políticas activas fueron las más radi-
cales en la búsqueda de la industrialización, el cambio
tecnológico y la transformación de la inserción interna-
cional del país. Algo semejante está sucediendo con Ko-
rea y Taiwán, los dos modelos más exitosos del sudeste
asiático.
En la Argentina, en el período comprendido entre la
segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX,
las principales propuestas industrialistas están asocia-
das a nombres de eminentes pensadores como Vicente
Fidel López y Alejandro Bunge.
Desde mediados de este siglo, las contribuciones de
mayor repercusión y alcance fueron realizadas por Raúl
Prebisch. Sus análisis sobre la relación centro-periferia,
la propagación internacional de los ciclos económicos, los

86
términos de intercambio y el reparto de los frutos del
progreso técnico, el capitalismo periférico y la distribu-
ción del ingreso sentaron los fundamentos teóricos de la
industrialización y el cambio estructural en América
Latina. El equipo que Prebisch formó en la CEPAL, desde
fines de la década de 1940, incluyó a Celso Furtado y
otros economistas latinoamericanos que realizaron con-
tribuciones sustantivas a la teoría del desarrollo (Furta-
do, 1985).
En todo este cuerpo teórico, primaba el supuesto de
que los países conservaban una suficiente autonomía de
comando de sus recursos. A partir de decisiones políticas
propias, era entonces posible influir en la acumulación
de capital, el cambio técnico, la distribución del ingreso
y la resolución de la posición periférica y subordinada de
América Latina. Las teorías del desarrollo tecnológico y
de la dependencia fueron importantes componentes del
rico cuerpo teórico desarrollado en la región.
Tanto en los países que llegarían a ser economías
centrales como en la periferia latinoamericana desde
mediados del siglo XX, el rechazo del pensamiento orto-
doxo fue el sustento teórico de las estrategias alternati-
vas. En todos los casos, se cuestionó el libre-cambio, el
respeto irrestricto a las libres fuerzas del mercado, la
marginación del Estado en la asignación de recursos y la
aceptación de las ventajas comparativas estáticas como
el modelo racional de inserción internacional. Siempre,
también, las políticas activas de industrialización y
cambio tecnológico suponían que los mercados naciona-
les eran el ámbito de las principales transacciones eco-
nómicas y que las decisiones sobre la acumulación de
capital, el cambio técnico y el comercio internacional
dependían, en primer lugar, de actores nacionales pri-
vados y públicos.

87
Pues bien, actualmente, este supuesto está siendo
cuestionado por la visión fundamentalista de la globali-
zación (Ferrer, 1996b).

IV. La visión fundamentalista


de la globalización

Como ha sido destacado en el Informe de la Comi-


sión Brundtland, en otros estudios de comisiones inter-
nacionales de expertos, en la conferencia de Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 y en
otros encuentros del mismo carácter existe hoy, en efec-
to, una dimensión global desconocida en el pasado. De
allí el justificado énfasis en la repercusión a escala in-
ternacional de acontecimientos tales como la pobreza, las
agresiones al medio ambiente, el crecimiento demográfico
en las sociedades pobres, el narcotráfico, las migraciones
desde los países pobres a los ricos y el tráfico de arma-
mentos. Hasta la Segunda Guerra Mundial, muchas de
estas cuestiones, como las de la pobreza y el medio am-
biente, quedaban encerradas en el ámbito de cada país.
Actualmente constituyen, en cambio, problemas de al-
cance mundial que reclaman respuestas globales.
Existe pues una dimensión global insoslayable de los
problemas actuales. De allí la emergencia de las visiones
de la aldea global, el mundo como un pañuelo, el destino
compartido y la heredad común de la humanidad.
Pero no es esta perspectiva abarcativa de cuestiones
cruciales que comprometen el presente y el devenir del
género humano, lo que configura la visión fundamenta-
lista de la globalización. Ésta comprende cuestiones más

88
triviales que se refieren al ejercicio del poder en el esce-
nario mundial.
En la segunda mitad del siglo XX, la revolución tec-
nológica asociada a la microelectrónica, el procesamien-
to y la transmisión de información ha impulsado el es-
trechamiento de los vínculos, en todos los planos, entre
las economías integrantes del orden mundial. La inter-
nacionalización de los procesos productivos en el seno de
las corporaciones transnacionales, la integración de las
plazas financieras en un megamercado que opera en
tiempo real 24 horas al día, 7 días a la semana y la ex-
pansión del comercio mundial de bienes y servicios con-
figuran un orden global que encuadra el desarrollo de
los países (UNCTAD, 1994).
A partir de la constatación de los vínculos económi-
cos y financieros que prevalecen actualmente en el or-
den internacional, la visión fundamentalista de la globa-
lización rescata la propuesta ortodoxa del libre juego de
los actores económicos en los espacios nacionales y en el
mercado mundial. Sólo que ahora la justificación es me-
nor en función de la racionalidad económica y mayor en
términos de acontecimientos que excederían la capaci-
dad de control de las sociedades y sus sistemas políticos.
En la visión clásica, desde las postulaciones iniciales
de David Hume y Adam Smith, estaba implícita la exis-
tencia de un orden natural reflejado en la ley de la ofer-
ta y la demanda y su impacto sobre la asignación de
recursos y la distribución del ingreso. El mensaje políti-
co implicaba un alzamiento contra el autoritarismo de la
monarquía absoluta y un rechazo al rígido intervencio-
nismo mercantilista. En el nuevo orden liberal, una ma-
no invisible garantizaba la convergencia de los intereses
privados y públicos. Consecuentemente, la libertad de
las transacciones en el interior de los mercados naciona-

89
les e internacionales en el mercado mundial era el régi-
men que permitía el mejor empleo de los recursos y el
mayor nivel posible de bienestar.
La visión fundamentalista de la globalización sugie-
re también la existencia de un orden natural pero fun-
dado, ahora, lisa y llanamente, en la estructura del po-
der del orden mundial contemporáneo. Es el retorno al
poder absoluto y al discrecionalismo, no ya de la monar-
quía, sino de los mercados. Esa visión plantea, en efecto,
que la mayor parte de los recursos de la economía mun-
dial están ahora bajo el comando de actores transnacio-
nales: las mega corporaciones y los mercados financieros
globalizados. Las transacciones económicas no se reali-
zarían predominantemente en los espacios nacionales
sino en el mercado global de alcance planetario.
Consecuentemente, la capacidad de la decisión sobre
la asignación de recursos, la acumulación del capital, el
cambio técnico y la distribución del ingreso radica ac-
tualmente en centros de poder transnacional. Las deci-
siones se adoptarían fuera de los espacios nacionales.
Son los mercados globales los que decidirían, cada día,
cuál es la suerte de cada país integrante del orden mun-
dial. Las barreras nacionales han sido borradas por la
revolución tecnológica. Los estados serían, en conse-
cuencia, impotentes para tomar las decisiones referidas
a la acumulación de capital, el cambio técnico, las venta-
jas competitivas y otras cuestiones cruciales.
Estaríamos en presencia, pues, de un fenómeno sin
precedentes históricos. La visión fundamentalista sugie-
re, en efecto, que la revolución científico-tecnológica con-
temporánea ha provocado una fractura en el desarrollo
histórico de la humanidad y en el comportamiento del
orden mundial gestado desde el Renacimiento y la for-
mación de los estados nacionales. En materia económica

90
y financiera, al menos, la soberanía de los estados
habría sido desbaratada por la globalización. En reali-
dad, la soberanía radicaría actualmente sólo en los mer-
cados. El mundo hoy es una aldea global y en ella el
poder de decisión radica en los actores transnacionales.
En este sentido, la globalización sería un fenómeno
estrictamente contemporáneo. Nunca antes los países
habrían estado sujetos a acontecimientos de carácter
global que los afectaran tan decididamente.
Actualmente, la visión fundamentalista de la globa-
lización se ha convertido en la sabiduría convencional.
Ésta es funcional a los intereses de los principales acto-
res transnacionales y cuenta, al mismo tiempo, con un
considerable consenso en amplios segmentos de la opi-
nión pública.

V. Las
consecuencias
de la visión fundamentalista

La inserción de los países en el orden mundial plan-


tea dilemas cruciales para su desarrollo. La formación
de capital, el cambio técnico, la asignación de recursos,
el empleo, la distribución del ingreso, los equilibrios ma-
croeconómicos están decisivamente influidos por la na-
turaleza de los vínculos de cada realidad nacional con su
contexto externo. La historia del desarrollo y subdes-
arrollo de los países podría escribirse en función de la
forma en que cada uno ha resuelto el dilema de la inser-
ción internacional.
La visión fundamentalista de la globalización plan-
tea que ese dilema ha desaparecido. Por la simple razón
de que en la actualidad las decisiones principales no las

91
adoptan hoy las sociedades y sus estados sino los actores
transnacionales.
Este enfoque tiene consecuencias trascendentes so-
bre las estrategias económicas y las políticas de ciencia
y tecnología. En el pasado, éstas podían pretender modi-
ficar los datos del sistema: nivel de desarrollo relativo,
acumulación de recursos y naturaleza de los vínculos
con el resto del mundo. Ahora esto no sería posible.
El mensaje es claro. Si las principales decisiones las
adoptan los actores transnacionales, lo único que puede
hacerse es adoptar políticas amistosas para los merca-
dos. ¿Cuáles son estas políticas?: aquellas que son fun-
cionales a los intereses de los actores transnacionales.
La sabiduría convencional propone el paquete de políti-
cas recomendables. Éstas incluyen la apertura de la
economía, la desregulación de los mercados reales y fi-
nancieros, el achicamiento del Estado a las expresiones
mínimas consistentes con la preservación de la seguri-
dad y el orden jurídico, el equilibrio fiscal y la estabili-
dad de los precios.
Las políticas adecuadas permitirían entonces que los
actores transnacionales sean atraídos y promuevan el
crecimiento económico y la competitividad internacional
de los países elegidos.23 Serían así posibles la acumula-
ción de capital y el aumento de la productividad, presu-
miblemente también con la expansión del empleo.

23 En los Estados Unidos y en otros centros la visión fun-


damentalista se expresa en una obsesión con la competitivi-
dad internacional y, consecuentemente, con la reducción de
los costos. La reforma de los mercados de trabajo y de los re-
gímenes de seguridad social en los países avanzados refleja la
influencia de la visión fundamentalista de la globalización.
Para un análisis crítico de algunos aspectos de este enfoque
en los países centrales véase Krugman, 1996.

92
Las consecuencias de perseguir políticas mal recibi-
das por los mercados serían la fuga de capitales, la ines-
tabilidad, el estancamiento económico y la marginación.
En la Argentina y gran parte de América Latina, la
visión fundamentalista ha sido incorporada en las polí-
ticas definidas como neoliberales, neoconservadoras o
del Consenso de Washington (Williamson, 1996). La
aplicación generalizada de estas políticas reflejan la
vulnerabilidad de estos países, el severo endeudamiento
externo y la influencia de los centros de poder mundial.
La visión fundamentalista tiene consecuencias tras-
cendentes sobre la ciencia y la tecnología. En el pasado,
las políticas activas en este campo estaban asociadas a
los cambios de la estructura productiva, al aumento de
la producción interna de bienes de capital y a la trans-
formación de la inserción internacional. Es decir, eran
inherentes al propósito de modificar los datos preesta-
blecidos del sistema. Se suponía que la industrializa-
ción, los mayores eslabonamientos entre los diversos
sectores de la economía y el creciente contenido de cono-
cimientos de la producción de bienes y servicios aumen-
taban la demanda de la ciencia y tecnología. Ésta tenía
que ser satisfecha con políticas explícitas de formación
de recursos humanos y la promoción del triángulo saba-
tiano. La demanda de conocimientos sería cada vez más
amplia y diversificada y sería satisfecha por la oferta del
sistema nacional de ciencia y tecnología. La demanda de
tecnología incorporada en bienes de capital sería cre-
cientemente abastecida por la producción nacional de
máquinas y equipos y la no incorporada por los servicios
de ingeniería y otros componentes del sistema nacional
de ciencia y tecnología.
Las visiones más lúcidas de las políticas de desarro-
llo científico-tecnológico, no implicaban pretensión algu-

93
na de autarquía. Procuraban, en cambio, transformar la
secuencia importar-copiar-adaptar-innovar. El objetivo
era maximizar la capacidad de asimilar y adaptar los
conocimientos importados y de ampliar las fronteras de
la innovación original. Se suponía que éstos eran requi-
sitos del aumento de la productividad y del fortaleci-
miento de la competitividad internacional de la produc-
ción nacional. Un indicador clave del desarrollo tecnoló-
gico era el balance del contenido de conocimientos de las
exportaciones e importaciones.
El sistema actualmente existente en la Argentina y
en otros países de América Latina es heredero de las
antiguas políticas de industrialización, pretendidamente
autocentradas en los mercados internos y en los recur-
sos nacionales. Políticas que aspiraban, al mismo tiem-
po, transformar los vínculos con el resto del mundo.
Es comprensible, por lo tanto, que los sistemas na-
cionales de ciencia y tecnología existentes no sean fun-
cionales a la estructura productiva que emerge de las
políticas neoliberales. En la actualidad, el sistema pro-
ductivo es menos integrado que antes, la industria y la
producción doméstica de bienes de capital declina, au-
menta el contenido importado de la oferta, el suministro
de tecnología y bienes de capital se realiza creciente-
mente desde el exterior (Katz, Kosakoff, 1996; Schawe-
zer, 1996; Ferrer, 1989).
En el nuevo contexto, el mismo concepto de sistema
nacional de ciencia y tecnología pierde sentido. El mis-
mo implica una concepción autocentrada del desarrollo
que ahora no existe. La demanda de conocimiento está
subordinada a los objetivos de los actores trasnacionales
y de una producción que, aunque descanse en empresas
nacionales, se abastece crecientemente de insumos, bie-
nes de capital y tecnología importada.

94
Las dificultades con que tropiezan actualmente los
institutos, universidades, laboratorios y otros entes abo-
cados a la investigación y al desarrollo científico-tecno-
lógico no es consecuencia sólo de las dificultades presu-
puestarias del Estado nacional y del proceso de ajuste.
Resulta esencialmente del desfase entre un sistema
heredado del anterior modelo de desarrollo y la estruc-
tura productiva emergente de la visión fundamentalista
de la globalización. De tal modo que, en efecto, buena
parte de la dotación de recursos humanos asociados a la
ciencia y la tecnología podría “ir a lavar los platos” sin
que esto influya el curso de los acontecimientos. Aquella
expresión, utilizada por un ex ministro de Economía del
actual gobierno, no fue sólo un exabrupto. Refleja, en
verdad, una nueva realidad.
Como lo revela la experiencia de la Argentina y otros
países de América Latina, las políticas neoliberales y la
visión fundamentalista que las sustentan tienen podero-
sas bases de apoyo. Adolecen, sin embargo, de un pro-
blema grave: no dan buenos resultados.
La evolución de estos países, desde la década perdi-
da de los ochenta hasta la actualidad, está signada por
el estancamiento de largo plazo, el aumento de la pobre-
za y el deterioro de las condiciones sociales. Los avances
logrados en materia de estabilidad son en varios países
vulnerables. Basta observar la crisis mexicana de fines
de 1994 y el costo para la Argentina de preservar la
convertibilidad. No es extraño, pues, el cuestionamiento
creciente a la visión fundamentalista de la globalización
y a las políticas neoliberales. Se ha instalado, en efecto,
un debate amplio e imprescindible sobre la viabilidad de
las estrategias predominantes actualmente en América
Latina.

95
La experiencia reciente cuestiona la viabilidad de la
sabiduría convencional y ratifica, al mismo tiempo, la
necesidad de los equilibrios macroeconómicos y la esta-
bilidad. Éstas son condiciones necesarias para sustentar
un eventual cambio de rumbo. La experiencia revela que
nada se construye en el desorden, el despilfarro y la
irresponsabilidad en el manejo de los grandes instru-
mentos de las políticas fiscales, monetarias y de balance
de pagos. Asimismo, el intervencionismo público que
genera rentas sin crear riquezas ni elevar la calidad de
vida constituye una injerencia perversa en los mercados
y un obstáculo al desarrollo.
La revisión de la experiencia reciente de América
Latina se enriquece con el estudio de los casos exitosos
del sudeste asiático. Sobre todo, de Corea y Taiwán,
además de Japón durante la Restauración Meiji y la
posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Estos ejem-
plos revelan que no es cierto que haya desaparecido el
dilema del desarrollo en un mundo global, que las deci-
siones las adopten hoy inevitablemente los actores
transnacionales y que las sociedades y estados naciona-
les hayan perdido toda posibilidad de decidir su propio
destino. La experiencia de aquellos países revela que las
políticas nacionales siguen ejerciendo una gravitación
decisiva (Beckerman, Sirlin, Streb, 1995; Singh, 1996;
Wade, 1996).
Es oportuno, por lo tanto, analizar y observar en qué
medida la visión fundamentalista de la globalización
refleja el comportamiento del mundo real. Detengámo-
nos brevemente sobre esta cuestión.

96
VI. Las inconsistencias de la visión
fundamentalista

El mundo real no se comporta tal y como supone la


sabiduría convencional. La mayor parte de las transac-
ciones económicas no se realizan en los mercados globa-
les sino en los nacionales. Más del 80% de la producción
mundial se destina a los mercados internos de los paí-
ses. Las exportaciones representan menos del 20% del
producto mundial. Alrededor del 90% de los trabajado-
res del mundo producen para los mercados de sus res-
pectivos países. La contribución de las filiales de las
corporaciones transnacionales al producto mundial es de
alrededor del 5 por ciento.
La gigantesca masa de recursos financieros que cir-
cula en las plazas globales es una burbuja de transac-
ciones en papeles, opciones, derivados y otros instru-
mentos que constituyen operaciones desvinculadas en su
mayor parte de la actividad real de producción, inver-
sión y comercio. Más del 95% de las transacciones, del
orden de 1,3 billones de dólares diarios, que se realizan
en los mercados cambiarios del mundo corresponde a
operaciones financieras. El aporte de los movimientos de
capitales al financiamiento de la inversión en activos
reales es pequeño. Las inversiones de las filiales de las
corporaciones transnacionales financian menos del 5%
de la inversión en la economía mundial. Las transferen-
cias internacionales de capitales, medidas por los balan-
ces en cuenta corriente, arrojan una cifra similar. Es
decir, que más del 85% de la acumulación de capital real
en el mundo se financia con el ahorro interno de los paí-
ses. Estos promedios mundiales reflejan aproximada-
mente la situación de América Latina.

97
Contrariamente a lo que sugiere la visión fundamen-
talista, la inmensa mayoría de los recursos disponibles
en la economía mundial están potencialmente bajo el
comando de los actores privados y públicos de los países.
Esto es cierto en los países desarrollados y en gran parte
del mundo en desarrollo, incluyendo a América Latina.
Sólo las economías más atrasadas, como varias de África
sudsahariana, carecen probablemente del potencial y las
instituciones para ejercer un comando efectivo de sus
mercados y recursos.
Consecuentemente, la acumulación de capital, el
cambio técnico, el aumento de la productividad y la dis-
tribución del ingreso dependen potencialmente de las
decisiones de los actores privados y públicos nacionales.
El desarrollo descansa, en primer lugar, en factores en-
dógenos tales como la modernización del Estado, la es-
tabilidad institucional, los equilibrios macroeconómicos,
los incentivos para la inversión privada, la capacitación
de los recursos humanos. Nada de esto puede importar-
se ni delegarse en el liderazgo de los actores transnacio-
nales.
El desarrollo tampoco es posible sin respuestas via-
bles al dilema del crecimiento en un mundo global. Des-
de que el descubrimiento y la conquista de América y la
llegada de los portugueses a Oriente por vía marítima
conformaron el primer orden mundial global, la expe-
riencia histórica es concluyente, a saber: sólo lograron
alcanzar altos niveles de desarrollo los países que se
asociaron estrechamente al orden global a partir de su
propia integración y desarrollo internos (Ferrer, 1996a).
La soberanía de los mercados es una profecía auto-
cumplida. descansa en los marcos regulatorios estable-
cidos por los centros de poder mundial y reflejan, por lo
tanto, un período histórico y decisiones políticas. Los

98
mercados financieros globales son lo que son actualmen-
te por la desregulación generalizada de sus operaciones.
Medidas modestas de intervención, como el pequeño
impuesto propuesto por el profesor James Tobin para
desalentar los movimientos de capitales especulativos,
permitirían a las autoridades monetarias recuperar el
control que ahora han perdido. Mientras tanto, los
grandes operadores financieros tienen efectivamente
capacidad de montar ataques especulativos que pueden
conmover incluso a monedas de países avanzados (como,
por ejemplo, el franco, la libra esterlina y la lira) y al
mismo sistema monetario europeo.
El comportamiento de los mercados financieros radi-
ca en factores políticos más que en los reales. Antes de
la crisis de los años treinta, el patrón oro y la libertad de
los movimientos de capitales parecían también regíme-
nes de orden natural. Los hechos demostraron que el
sistema multilateral de comercio y pagos se derrumbó
como un castillo de naipes bajo el impacto de la crisis de
la economía real.
La visión fundamentalista de la globalización influ-
ye, asimismo, en el debate actual sobre la llamada go-
bernabilidad de la democracia. Si el poder radica real-
mente en los mercados, de lo que se trataría es de lograr
que las democracias generen políticas amistosas para
los mismos. La supuesta ingobernabilidad consistiría,
entonces, en las resistencias de las sociedades y sus sis-
temas políticos en ratificar decisiones que la experiencia
parece demostrar agravian a las mayorías. El verdadero
problema no es entonces el de la ingobernabilidad de las
democracias sino la de los mercados. En verdad, la vi-
sión fundamentalista de la globalización es la versión
moderna del absolutismo y del mayor desafío a la tradi-
ción liberal de las democracias occidentales.

99
Tampoco es cierto que la globalización actual sea un
fenómeno históricamente inédito. En el pasado, tuvieron
lugar acontecimientos que impactaron tanto o más que
los actuales en países integrantes del orden mundial.
Baste recordar las conquistas del Nuevo Mundo sobre la
población nativa, el impacto de la producción de azúcar
y la esclavitud entre los siglos XVI y XVIII y, en el XIX, las
consecuencias del ferrocarril y la revolución en los
transportes. Comparada con varios de estos aconteci-
mientos, la globalización de los mercados financieros y
el desarrollo actual de las corporaciones transnacionales
constituyen fenómenos de menos trascendencia. En rea-
lidad, antes de la Primera Guerra Mundial, indicadores
claves de la globalización como la relación entre el co-
mercio y la producción mundiales y los movimientos
internacionales de capitales, habían alcanzado propor-
ciones semejantes o aun superiores a las observables en
estos últimos años del siglo XX (UNCTAD, 1994).
Vivimos, pues, en un mundo paradójico en el cual
coexisten fuerzas globales de enorme gravitación con la
presencia insoslayable de los factores internos. Para
países periféricos y vulnerables como los de América
Latina, la globalización impone restricciones induda-
bles. Recuérdense las consecuencias de la deuda externa
y la negociación permanente e interminable con los or-
ganismos financieros internacionales y los acreedores.
Por otra parte, las nuevas reglas emergentes de la Ron-
da Uruguay del GATT y su aplicación en el ámbito de la
Organización Mundial del Comercio introducen criterios
respecto de la propiedad intelectual, los servicios y el
tratamiento de la inversión extranjera directa, que no
pueden desatenderse. Recuérdense, por ejemplo, las
presiones ejercidas por los Estados Unidos respecto del
régimen de propiedad intelectual en el sector financiero.

100
El ejercicio del poder por los países centrales no es
nada nuevo. En el transcurso de los últimos cinco siglos
fue aplicado con recursos, a menudo más coercitivos que
los empleados actualmente. Al fin y al cabo, antes de la
Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de África y
Asia estaban bajo el dominio colonial o la influencia ex-
tranjera. Aun así, desde la posguerra, diversos países
lograron establecer estrategias exitosas de desarrollo
autocentrado y transformar su inserción internacional.
Según la visión fundamentalista, lo que era posible
en el pasado no lo es ahora. Sin embargo, sigue siendo
cierto que el factor decisivo en la resolución del dilema
del desarrollo en un mundo global descansa en el ejerci-
cio de la libertad de maniobra con que cuenta cada país.
Que esa libertad se asuma para aceptar incondicional-
mente las reglas del juego establecidas o para iniciar
caminos alternativos de desarrollo autocentrado y abier-
to, depende más de los factores internos que de las res-
tricciones del contexto externo. Esos factores incluyen la
dimensión del territorio y la población, las tradiciones
culturales y políticas, la cohesión de la sociedad y la ca-
lidad del liderazgo de las elites (Jaguaribe, 1996). En
definitiva, todos los factores arraigados, en primer lu-
gar, en la realidad interna de cada país.
Las políticas fundadas en la visión fundamentalista
de la globalización contiene un alto grado de irracionali-
dad. Ellas subordinan la administración de los recursos
disponibles, la acumulación de capital y el cambio técni-
co a los intereses y objetivos de actores transnacionales
que comandan una parte minoritaria de los recursos y
los mercados. No es extraño, por lo tanto, que esas polí-
ticas estén fracturando los sistemas productivos entre
sectores dinámicos asociados al orden transnacional y el
grueso aparato productivo en el cual predomina el es-

101
tancamiento, la marginación y el desempleo. Esto impli-
ca un formidable desperdicio de recursos, el deterioro de
la productividad media de la economía y una caldera de
inestabilidad social y política.
Es conveniente diferenciar las dos esferas de la glo-
balización. Por una parte, aquella referida a la universa-
lización de cuestiones, como la del medio ambiente, ana-
lizadas en las recientes conferencias e informes interna-
cionales. En este caso, efectivamente, las respuestas son
necesariamente de carácter global y político. Por otra, la
globalización vinculada a los mercados en la cual, la
supuesta desaparición de los estados y economías nacio-
nales es apenas una expresión de deseo de la sabiduría
convencional. Lo mismo puede decirse de la afirmación
fundamentalista de la desaparición del dilema del desa-
rrollo en un mundo global.

Referencias
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nómico asiático: Corea, Taiwán, Malasia y Tailandia”, en:
Revista Comercio Exterior, México DF.
Ferrer, A. (1989), El devenir de una ilusión: la industria ar-
gentina desde 1930 hasta nuestros días, Buenos Aires,
Sudamericana.
___ (1996a), Historia de la globalización: orígenes del orden
económico mundial, Buenos Aires, Fondo de Cultura Eco-
nómica.
___ (1996b), Desarrollo y subdesarrollo en un mundo global,
documento presentado en el seminario “Development
thinking and practice”, Banco Interamericano de Desarro-
llo, Washington DC.
Furtado, C. (1985), A fantasía organizada. Paz e terra, Río de
Janeiro.

102
Jaguaribe, H. (1996), Economic development in Latin America
and the need of a theory of functional elites, documento
presentado en el seminario del BID citado.
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cess of manufacturing industry in Argentina, documento
presentado en el Workshop on the Economic History of
Latin America in the 20th century, Oxford University.
Krugman, P. (1996), Pop internationalism, Cambridge Mass,
TheMit Press.
Schwarzer, J. (1996), La industria que supimos conseguir,
Buenos Aires, Planeta.
Singh, A. (1996), Catching up with the West: a perspective on
asian economic development, documento presentado en el
seminario del BID citado.
UNCTAD (1994), World Investment Report, cap. III, Ginebra.
Wade, R. (1996), Japan, the World Bank and the art or para-
digm maitenance: the East Asian Miracle in political
perspective, Londres, New Left Review.
Williamson, J. (1996), The Washington Consensus revisited,
documento presentado en el seminario del BID citado.

103
DE LA GLOBALIZACIÓN A LA CIVILIZACIÓN
PLANETARIA24

1. LAS RELACIONES internacionales reflejan las asime-


trías en el dominio de la tecnología y la dimensión de los
países. Ambos factores configuran el poder de las nacio-
nes y su influencia en la determinación de las reglas del
juego del orden mundial. de este modo, la globalización
es el espacio del ejercicio del poder.
No se trata de un hecho exclusivo de la situación
contemporánea. Está presente en los últimos cinco si-
glos desde que Cristóbal Colón y Vasco da Gama inau-
guraron, en la última década del siglo XV, la existencia
de un sistema de alcance planetario. En efecto, la incor-
poración del Nuevo Mundo y la apertura de la vía marí-
tima de comunicación con Oriente, bajo el liderazgo de
las potencias atlánticas (España, Portugal, Inglaterra,
Francia y Holanda) constituyen el origen del orden
mundial que, actualmente, denominamos globalización.

24 Conferencia pronunciada en el Seminario Internacional


“Al fin en la batalla”, Lima, 16 de noviembre de 2001.
Desde entonces, las relaciones internacionales fue-
ron transformadas por múltiples factores pero, esen-
cialmente, por el impacto del avance científico y tecnoló-
gico. Las asimetrías en la difusión del progreso técnico
configuraron el poder económico y militar relativo de las
naciones.
La primera etapa de la globalización, es decir, el
Primer Orden Mundial, abarca desde 1500 hasta los
alrededores de 1800. En ese período se registró la con-
quista y colonización de América y la penetración euro-
pea en África, el Medio y Extremo Oriente. El control
del mar y de las rutas comerciales, en el contexto de un
mercantilismo excluyente y agresivo, conformaron el
primer sistema de dominación ejercido por las potencias
atlánticas sobre el resto del mundo. El mismo que, más
tarde, se dominaría la periferia. A finales del período, se
produjo la independencia de un vástago europeo en el
Nuevo Mundo, a saber, las colonias británicas de Améri-
ca del Norte. Emergió entonces una nueva potencia des-
tinada a ejercer una influencia decisiva en las fases pos-
teriores de la globalización.
La siguiente etapa, el Segundo Orden Mundial, re-
gistró el impacto de la revolución industrial iniciada en
Gran Bretaña a fines del siglo XVIII, que alcanzaría su
pleno desarrollo en el XIX. Esto provocó un rápido creci-
miento de la productividad en la potencia pionera, Eu-
ropa Occidental y los Estados Unidos. Los niveles me-
dios de ingreso entre las emergentes sociedades indus-
triales y las grandes culturas de Asia y Medio Oriente se
distanciaron progresivamente. La distinta capacidad de
asimilación del progreso técnico amplió las asimetrías
en la distribución del poder económico y militar.
Sobre estas bases, las potencias industriales se re-
partieron el mundo. A finales del período, en vísperas de

105
la primera gran guerra del siglo XX, África estaba total-
mente sometida a la dominación colonial al igual que la
India, el Archipiélago Malayo y otras posesiones en Me-
dio y Extremo Oriente. En este último, sólo Japón logró
preservar su soberanía e iniciar, a partir de la Restau-
ración Meiji, su industrialización y acumulación de po-
der económico y militar hasta convertirse, también, en
una potencia colonialista. En 1913, habitaban en las
posiciones coloniales 500 millones de personas, es decir,
1/3 de la población mundial. El Reino Unido, con una
población de 46 millones, tenía bajo su dominio a 400
millones de personas.
El imperialismo fue la expresión dominante del ejer-
cicio del poder en la globalización del Segundo Orden
Mundial. América Latina, con la excepción de Cuba,
conquistó su independencia en la primera mitad del si-
glo XIX. Sin embargo, quedó asociada al orden global
como abastecedora de productos primarios a los centros
industriales. Mucho después, Raúl Prebisch caracteriza-
ría esta situación como el modelo centro-periferia. Como
en las posesiones coloniales (con la excepción de los vás-
tagos británicos en Canadá y Oceanía), la condición pe-
riférica de América Latina limitó su capacidad de asimi-
lación del progreso técnico y generó una dependencia a
través de los cauces del comercio y las finanzas interna-
cionales.
El período comprendido entre 1914 y 1945 incluye
las dos guerras mundiales del siglo XX y la gran depre-
sión de la década de 1930. Fue un período de desglobali-
zación, en cuyo transcurso se desarticularon las redes
del comercio y las finanzas internacionales. Declinaron
así los lazos de las economías nacionales con el orden
mundial. De todos modos, siguieron prevaleciendo los

106
dispositivos de dominación establecidos en las dos pri-
meras etapas de la globalización.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, comenzó una
tercera etapa de la globalización impulsada por una
nueva ola de innovaciones vinculada a la microelectróni-
ca y la informática, y a avances en otros campos, como la
biotecnología. Los antiguos dispositivos de dominación
del imperialismo desaparecieron con la independencia
de las antiguas posesiones coloniales en África, Medio y
Extremo Oriente. Sin embargo, en el nuevo escenario, la
generación y asimilación del progreso técnico se distri-
buyó de manera aún más asimétrica entre los diversos
países que conforman el sistema global.
Actualmente, la globalización sigue siendo el espacio
del ejercicio del poder sólo que de una manera más sutil
y compleja que en el pasado. El campo de juego continúa
desnivelado a favor de los países avanzados. Las reglas
de comercio internacional establecidas en el seno del
GATT y posteriormente de la OMC, el funcionamiento del
sistema financiero, las reglas relativas a las inversiones
privadas directas, los regímenes de propiedad intelec-
tual están hechos todos a la medida de los intereses de
las potencias avanzadas, en cuyo bloque, los Estados
Unidos ejercen una influencia dominante.
A partir de la década de 1970, la revolución conser-
vadora asociada a las gestiones del presidente Reagan y
la señora Thatcher privilegió el mercado y desactivó la
intervención pública. El paradigma neoliberal, aplicado
con excepciones notables en los países centrales, se con-
virtió en la verdad revelada en la periferia. Particular-
mente allí donde, como en América Latina, prevalecen
severos desequilibrios macroeconómicos y la dependen-
cia del financiamiento internacional.

107
El derrumbe del llamado socialismo real y la ex
Unión Soviética puso fin a la guerra fría y generó la ilu-
sión de un nuevo orden pacífico y seguro, garantizado
por el poder militar de los Estados Unidos. La democra-
cia y el mercado aparecían como los nuevos paradigmas
de validez universal para la organización de los países y
la globalización, como el espacio para la difusión de los
frutos del progreso técnico y el bienestar.
Pocos años bastaron para revelar cuán infundadas
eran tales ilusiones. El trágico ataque a las torres geme-
las del World Trade Center en Nueva York proporcionó
la evidencia que faltaba acerca de las amenazas que se
ciernen sobre la paz y la seguridad del orden mundial
contemporáneo.

2. No se trata, como podría suponerse, sólo del terro-


rismo arraigado en la versión fundamentalista de una
de las grandes culturas y religiones monoteístas. Los
acontecimientos recientes revelan un malestar generali-
zado que reconoce múltiples orígenes. Uno de ellos es la
inviabilidad de que la globalización siga siendo, como
siempre, el escenario del ejercicio descarnado y frecuen-
temente brutal del poder. ¿Por qué? Al menos por dos
razones principales. A saber:
Mundialización informativa. Vivimos en una aldea
global integrada en tiempo real por la revolución infor-
mática. La brecha creciente del bienestar entre los di-
versos países constituye, ahora, una realidad intolera-
ble. Al mismo tiempo, los conflictos locales, como en los
Balcanes y Palestina, se convierten en acontecimientos
de repercusión mundial. En el pasado, tales disputas o
tragedias, como las hambrunas recurrentes en África y
Asia, eran acontecimientos que quedaban encerrados en
sus propios límites. Hoy sabemos al instante, vemos y

108
escuchamos las situaciones más atroces y es imposible
la negación o la ignorancia. La globalización aparece así
como la responsable de las peores calamidades y configu-
ra el cuestionamiento a la misma observable, actualmen-
te, aun en círculos políticos y académicos moderados.
Factores endógenos de la crisis periférica. El orden
global plantea desafíos y oportunidades de cuya resolu-
ción depende el desarrollo de cada país, es decir, su apti-
tud de asimilar el progreso técnico. El estilo de inserción
en la división internacional del trabajo y los movimien-
tos de capitales, entre otros factores, resultan decisivos
para las estructuras de la producción y el empleo e, in-
cluso, en los equilibrios macroeconómicos. Las respues-
tas a la globalización influyen, asimismo, en la capaci-
dad de los países de defender su integridad territorial y
mantener el comando de su propio destino. En el trans-
curso de los últimos cinco siglos, dentro de los diversos
encuadres de las sucesivas etapas de la globalización,
los dilemas del desarrollo en el mundo global estuvieron
siempre presentes.
En consecuencia, no son sólo las asimetrías y el ejer-
cicio actual del poder en el escenario mundial, la causa
exclusiva de los problemas actuales. La globalización
desnuda, al mismo tiempo, la idiosincrasia y los rasgos
de las sociedades de la periferia arraigados, entre otros
factores, en el privilegio y el autoritarismo. Las mismas
causas que frustraron el desarrollo de las sociedades de
la periferia y las marginaron de las transformaciones
desencadenadas por el progreso técnico quedan ahora
reveladas, explícita y dramáticamente, en el seno de la
aldea global.
La situación de América Latina es elocuente a este
respecto. La región es la más injusta del mundo, según
lo indica la concentración del ingreso y la riqueza. Las

109
disparidades en los niveles de bienestar, la pobreza, el
desempleo y la exclusión agobian a sectores fundamen-
tales de nuestras sociedades y coexisten con el despilfa-
rro característico del comportamiento de los grupos pri-
vilegiados. Éstos son todos obstáculos fundamentales al
desarrollo e inducen pésimas respuestas a los desafíos y
oportunidades de la globalización. La persistencia del
subdesarrollo de América Latina resulta de la conver-
gencia de los rasgos idiosincrásicos de nuestros países y
de las reglas del juego prevalecientes en el orden global.
La Argentina es un caso particularmente notable.
Cuenta con casi 3 millones de km2, el octavo territorio
más grande del mundo que alberga una inmensa rique-
za de recursos naturales diversos. La población asciende
a cerca de 40 millones de personas con un nivel educati-
vo y cultural significativo. A lo largo de su historia acu-
muló un importante acervo de conocimientos y llegó a
contar con una estructura productiva de considerable
complejidad y desarrollo. La Argentina cuenta con todos
los elementos necesarios para convertirse en una nación
avanzada, plenamente integrada en el sistema interna-
cional. Por estas razones, según Helio Jaguaribe, la Ar-
gentina está condenada al éxito. Sin embargo, se las ha
ingeniado para colocarse en una situación de endeuda-
miento extremo, pobreza y desempleo crecientes, con-
centración incesante de la riqueza y el ingreso, estan-
camiento de la producción e impotencia para conducir su
política económica.
La situación argentina actual no es consecuencia in-
exorable del comportamiento del mundo contemporáneo.
refleja las pésimas respuestas a los desafíos y oportuni-
dades de la globalización. Los argentinos debemos bus-
car, en primer lugar dentro de nuestras fronteras, las
causas de los problemas. Es preciso construir, desde

110
dentro, un estilo distinto de inserción en el mundo que
nos permita participar plenamente de la globalización
manteniendo el comando de nuestro propio destino. En
este nuevo camino, el Mercosur y el espacio latinoameri-
cano resultan esenciales.

3. Estamos pues en presencia de una doble crisis con-


vergente. La de la inviabilidad de la globalización como
ejercicio tradicional del poder y las tensiones de las so-
ciedades incapaces de satisfacer las expectativas de sus
pueblos. Ambos factores se refuerzan recíprocamente y
generan el crítico escenario contemporáneo.
Desde estas perspectivas, el terrorismo puede en-
tenderse como una manifestación de una crisis amplia y
profunda del sistema global, que abarca al conjunto de
las relaciones internacionales y a los países agobiados
por el subdesarrrollo y la pobreza.
Entre estos últimos figuran países islámicos en los
cuales convergen la pobreza extrema con una interpre-
tación fundamentalista de la religión. La muerte apare-
ce como un destino heroico para preservar valores arcai-
cos amenazados por Occidente (como la situación de la
mujer entre los talibanes), acceder a un más allá para-
disíaco y, de paso, escapar a una realidad cotidiana in-
soportable. En tales condiciones, el reclutamiento de
mártires no es una tarea imposible.
Esta visión de la realidad demoniza a los Estados
Unidos y los responsabiliza de las injusticias del orden
mundial pero, también, de las calamidades observables
en las propias situaciones domésticas. Sobre el primer
punto, los Estados Unidos, como centro del bloque de
países desarrollados, tiene, efectivamente, responsabili-
dades principales, aunque no exclusivas, en el sistema
de dominación del orden mundial contemporáneo. Pero,

111
además, es responsabilizado, por el fundamentalismo
islámico y los movimientos globafóbicos, de otras cala-
midades que, en verdad, están arraigadas en la realidad
interna de los países. Es preciso, pues, poner las cosas
en su lugar.
Sea como fuere, la realidad se está volviendo inso-
portable para los titulares del ejercicio del poder dentro
de la globalización. Los países centrales, su bienestar y
seguridad están amenazados por la doble crisis desen-
cadenada por la inviabilidad del ejercicio tradicional del
poder dentro de la globalización y la internacionaliza-
ción de los conflictos locales. El terrorismo es sólo una
de las manifestaciones del desafío. Adquiere modalida-
des y medios desconocidos en el pasado y no puede ser
erradicado sólo por el ejercicio de los instrumentos tra-
dicionales de la fuerza. Amenaza con escalar en un con-
flicto amplio, que involucre a grandes masas, de conse-
cuencias imprevisibles.
Las migraciones desde la periferia subdesarrollada
es otra consecuencia de las asimetrías de bienestar. Las
antiguas potencias coloniales han incorporado numero-
sos inmigrantes desde sus posesiones pretéritas y los
Estados Unidos, en particular, desde América Latina.
La asimilación de los inmigrantes está planteando di-
versos tipos de problemas e instalando el conflicto peri-
férico en el seno de las mismas sociedades avanzadas.
Así sucede, por ejemplo, con el temor acerca del compor-
tamiento de inmigrantes de credo islámico ante la even-
tual escala del desafío fundamentalista.
Están presentes, al mismo tiempo, las consecuencias
de los enfrentamientos locales, en particular, en Pales-
tina. En África y en los Balcanes, tales conflictos de-
mandaron, en varias oportunidades, el compromiso polí-
tico y militar de los Estados Unidos y la Unión Europea.

112
Lo mismo sucede con el narcotráfico, en el cual conver-
gen la demanda de las sociedades avanzadas, particu-
larmente en los Estados Unidos, con la oferta provenien-
te de áreas subdesarrolladas. El tráfico de armas se sus-
tenta, asimismo, en las tensiones prevalecientes en va-
rias regiones periféricas del sistema global.
En todos estos terrenos, la crisis convergente del
ejercicio tradicional del poder dentro de la globalización
y los conflictos locales generan situaciones que amena-
zan la seguridad y el bienestar de las naciones centrales
del sistema.

4. Parece improbable consolidar la seguridad y la


paz y elevar de manera generalizada la calidad de vida,
conforme lo permiten los recursos y la tecnología dispo-
nibles, sin aliviar y, en definitiva, remover las causas
determinantes de los conflictos prevalecientes. Sostener
el ejercicio tradicional del poder dentro de la globaliza-
ción agrava las tensiones existentes y su impacto sobre
las mismas sociedades avanzadas. Los medios militares
convencionales son insuficientes para restablecer el or-
den y erradicar el terrorismo.
La humanidad confronta un desafío sin precedentes.
Se trata, nada menos, que de modificar comportamien-
tos ancestrales ligados al ejercicio del poder y, sobre la
base de nuevos equilibrios entre pulsiones inherentes a
la condición humana y los requisitos necesarios de la
sobrevivencia, establecer un nuevo orden de relaciones
compatible con el desarrollo y el bienestar a escala pla-
netaria.
La transición desde la globalización, como el espacio
del ejercicio del poder, hacia una sociedad planetaria,
ámbito de una racionalidad consistente con la seguridad
y la paz, implica transformaciones fundamentales en el

113
comportamiento de las relaciones internacionales. Ellas
incluyen algunas cuestiones principales, como las si-
guientes:
a) Establecimiento de nuevas reglas de juego simé-
tricas y equitativas para todos los participantes del sis-
tema global respecto de cuestiones cruciales como co-
mercio, finanzas, propiedad intelectual y transferencias
de tecnología, tratamiento de inversiones privadas di-
rectas y corrientes financieras.
b) Transferencia de recursos y asistencia técnica en
programas destinados a erradicar la pobreza, proteger el
medio ambiente y promover el desarrollo. La dimensión
de los recursos necesarios excede la de la llamada ayuda
externa que, hasta ahora, ha sido insignificante para
producir un cambio significativo y frecuentemente está
más ligada a promover los intereses de los países donan-
tes que los de los receptores.
c) Protección de los valores humanos y el respeto a la
diversidad cultural, conforme a los principios de la De-
claración Universal de las Naciones Unidas en la mate-
ria. Establecer condicionalidades referidas a la vigencia
de los derechos humanos para acceder a los beneficios
del nuevo orden mundial. Un ejemplo de este criterio es
la vigencia de la cláusula democrática como requisito de
pertinencia al Mercosur.
d) Participación activa de la comunidad internacio-
nal, a través de las Naciones Unidas, para resolver pací-
fica y equitativamente los conflictos localizados. Esto
concluye la formación de una fuerza multilateral de in-
tervención cuando su empleo resulte indispensable para
resolver problemas que comprometen la paz y seguridad
internacionales.
e) Convocatoria a la competencia creativa y pacífica
en la cultura y el deporte. Sobre este último tema, mere-

114
ce señalarse que el fútbol, por ejemplo, constituye una
de las mayores manifestaciones de la globalización del
mundo moderno que moviliza la pasión de miles de mi-
llones de seres humanos, en todos los continentes. Es, al
mismo tiempo, un tipo de globalización ejemplar. Inicia-
do y difundido desde un país imperial, el Reino Unido,
en la segunda mitad del siglo XIX, arraigó en todo el
mundo y cada sociedad le imprimió su propia individua-
lidad. Se compite conforme a reglas simétricas. De este
modo, países subdesarrollados, como los del Cono Sur de
América Latina, son potencias mundiales, como lo están
comenzando a ver varios países africanos. La competen-
cia creativa en la cultura y el deporte son una avenida
regia de la paz y la sociedad planetaria.

En un escenario global seguro y pacífico, propicio pa-


ra el bienestar a escala global, cada país contará con un
contexto auspicioso para su propio desarrollo. Pero éste
seguirá descansando, en primer lugar, en la capacidad
de cada sociedad de responder con eficacia a los desafíos
y oportunidades del contexto externo. La responsabili-
dad de erradicar los obstáculos a su propio progreso es
indelegable. En el caso de América Latina, nadie puede
sustituirnos en la empresa de distribuir con equidad la
riqueza, consolidar las instituciones democráticas, in-
centivar la actividad creativa de los individuos en la
economía y en todas las manifestaciones de la cultura,
integrarnos dentro del gran espacio geográfico que abri-
ga nuestras culturas y nuestro acervo histórico. Dentro
de la civilización planetaria, tenemos que vivir con lo
nuestro.
Occidente, del cual forma parte América Latina, es
depositario actualmente del liderazgo del conocimiento
científico-tecnológico y de las transformaciones registra-

115
das en la organización económica y social. Las potencias
avanzadas de Occidente emplearon su predominio para
ejercer el poder en el escenario global.
Occidente debe rescatar otros elementos de su acer-
vo histórico porque es depositario, asimismo, de utopías
visionarias como la de Kant sobre la paz universal y del
reconocimiento, en Vico y Herder, de la coexistencia de
la diversidad cultural de las sociedades humanas.
No hay empresa más urgente hoy en día que cons-
truir una nueva visión del mundo y de las relaciones
entre los pueblos y las naciones. Una perspectiva que
sustente acciones de la comunidad de naciones para ali-
viar primero y, en definitiva, remover las causas que
amenazan la seguridad y la paz. América Latina puede
y debe ser protagonista de esa empresa sin olvidar que
su primera responsabilidad radica dentro de sus propias
fronteras.

REFERENCIAS

Ferrer, A. (1996, Historia de la globalización: orígenes del


orden económico mundial, Buenos Aires, Fondo de Cultu-
ra Económica.
___ (2000), Historia de la globalización II: la revolución indus-
trial y el Segundo Orden Mundial, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.
___ (1999), De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la
globalización, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
___ (1983), Vivir con lo nuestro, Buenos Aires, El Cid Editor.
Jaguaribe, H. (2001), Conferencia pronunciada en la Univer-
sidad de Buenos Aires referida a la civilización planeta-
ria, Buenos Aires.

116
La Argentina
EL CAPITALISMO ARGENTINO25

—CUANDO usted habla de capitalismo, siempre se pre-


ocupa por adjetivarlo: habla de “capitalismo argenti-
no”. ¿El capitalismo no es el mismo en todas partes del
mundo?
—El capitalismo es un sistema de organización so-
cial que se expresa de manera diversa en cada país, en
virtud de muchos factores: sus recursos, su tradición
histórica, el reparto del poder, su tamaño. Y está claro
que estos factores se combinan conformando diversos
tipos. Algunos son de alto desarrollo, y en ellos el capita-
lismo libera la fuerza de crecimiento, el cambio técnico,
la capacidad de los recursos humanos, la acumulación
de capital, la industrialización… Esto ocurre en los paí-
ses avanzados. Pero otros quedan insertos, de manera
subordinada, al conjunto de reglas de juego que estable-

25 Reportaje realizado por Analía Roffo. Bajo el título “Ca-


da país tiene el capitalismo que se merece”, este artículo apa-
reció publicado en el diario Clarín el 21 de marzo de 1999.
cen los países líderes. Esto es lo que el economista Raúl
Prebisch llamó la periferia.

—¿Existen hijos y entenados?


—Existen países centrales, que son aquellos que han
alcanzado un capitalismo avanzado, y existen países
periféricos, que se insertan en el mundo principalmente
como abastecedores de alimentos y de materias primas y
como importadores de capital y de productos industria-
les. La historia revela que éstos conforman un tipo de
capitalismo de escasa capacidad de desarrollo y fuerte-
mente dependiente de las decisiones que otros actores
toman en el sistema internacional.

—Parece obvio que el capitalismo argentino forma parte


de esta segunda categoría. ¿Con qué rasgos?
—Con los de los capitalismos subordinados, que tie-
nen una capacidad de crecimiento limitada, un desarro-
llo inestable, frecuentes y serias turbulencias políticas y
ausencia de liderazgos empresarios nacionales fuertes.
La Argentina es un paradigma de esto, sobre todo desde
la década del treinta. Por eso, yo creo que la expresión
“capitalismo argentino” es válida. En cierto sentido, ca-
da país tiene su propio capitalismo. O mejor: cada país
tiene el capitalismo que se merece, en función del com-
portamiento de sus clases dirigentes, de la madurez de
sus instituciones y de la equidad en que se sustenta su
sociedad.

—Pero cuando surge el capitalismo argentino, a fines del


siglo XIX, las condiciones políticas eran bastante sólidas.
Y si bien es probable que hubiera una inequidad social
importante, era un mundo de pleno empleo, en el que las
clases dirigentes parecían tener claro hacia dónde y có-

119
mo crecer. No parece que hubiéramos nacido condenados
de antemano.
—No, sin duda. El caso argentino es tan interesante
que ha ocupado buena parte de la literatura de historia
económica. Porque desde la segunda mitad del XIX hasta
la década de veinte la Argentina es uno de los llamados
“espacios abiertos”, con escasa población y gran dotación
de recursos que se integran al mercado mundial bajo el
liderazgo de la potencia hegemónica de la época, que era
Gran Bretaña. Con la Revolución Industrial se produce
una transformación fantástica en los transportes, una
baja de los fletes, la aparición de la refrigeración, el cre-
cimiento de la demanda en Europa de alimentos y mate-
rias primas. La Argentina, que había sido hasta media-
dos del siglo XIX un país realmente marginal y de muy
escaso interés en el sistema internacional, se convierte
en un gran protagonista. En ese contexto se produce un
importante proceso de concentración del poder.

—¿Sobre la base de qué alianzas?


—Con la apropiación de la tierra, se define la forma-
ción de una alianza entre capitales extranjeros, el sis-
tema financiero y los grupos locales dominantes, que
configuran lo que se llamó el modelo de crecimiento
hacia fuera, fundado en la producción primaria exporta-
dora de cereales y de carnes, que en virtud de la gran
variedad de recursos naturales del país y de la calidad
de sus recursos humanos, enriquecida por la inmigra-
ción, alcanzó un nivel de ingreso per cápita muy alto. La
Argentina, al final del período, tenía un nivel de ingreso
per cápita de los más altos del mundo. Pero era una es-
tructura subindustrializada.

120
—¿Ya era un capitalismo definitivamente subordinado?
—Ya era una economía subordinada a un sistema de
división del trabajo por su excesiva especialización en la
producción primaria que, en cuanto colapsara, como co-
lapsó en el treinta, iba a desacomodar el país. Efectiva-
mente, fue lo que pasó, y no se logró reconstruir un mo-
delo viable, que sólo podía ser el de una economía indus-
trial avanzada. No pudimos transformar aquel capita-
lismo periférico exitoso en un capitalismo avanzado,
industrial, maduro, políticamente estable. Y esto derivó
en una enorme cantidad de conflictos que aún no hemos
resuelto.

—La estabilidad institucional está asegurada desde


1983. ¿Ese rasgo solo no sirve para entusiasmarse y pen-
sar que entramos al siglo XXI con un capitalismo menos
subordinado?
—No, no creo. Creo que se han acentuado de manera
dramática los rasgos de la subordinación de la economía
argentina. En el campo financiero, por ejemplo, la insta-
lación de la deuda en la década de 1970 culmina con la
crisis de los años ochenta y el país queda totalmente
subordinado a los vaivenes de los mercados financieros
internacionales. Éste es un rasgo que no existe en nin-
gún país capitalista avanzado, en donde las dificultades
financieras, como la de la crisis asiática, pueden reper-
cutir en la Bolsa o afectar a uno o dos bancos, pero de
ninguna manera conmover el sistema. La Argentina es
un país fuertemente dependiente del sistema financiero
internacional y ha extranjerizado la mayor parte de su
aparato productivo.

121
—¿La globalización no ha producido lo mismo en el
mundo entero?
—No, de ninguna manera. La Argentina, en este
momento, debe ser el país más extranjerizado del mun-
do: toda la infraestructura de viejas empresas públicas
que fueron privatizadas pasó, en gran parte, a titulares
del exterior; gran parte del sistema bancario está ahora
en manos de filiales de bancos extranjeros; gran parte
de las empresas privadas nacionales ha pasado a manos
extranjeras, además de otra serie de áreas importantes
de servicios. En este momento, el grado de penetración
de capital extranjero es muy grande en la Argentina y
naturalmente plantea problemas. El proceso que ha
habido aquí muestra luces y sombras. Se fue reconstru-
yendo el sistema; se ha logrado la estabilidad de precios,
lamentablemente sobre condiciones muy vulnerables de
endeudamiento externo y de baja de salarios, pero está y
hay que defenderla. Por otro lado, crecen el desempleo,
la marginalidad y la inseguridad pública, rasgos que no
son propios de una nación moderna avanzada.

—¿La exclusión social es un rasgo ya sistemático de


nuestro capitalismo?
—Fíjese que es un rasgo nuevo, porque el capitalis-
mo argentino nunca fue excluyente. En la época del cre-
cimiento hacia fuera, en la época del país agroexporta-
dor, prácticamente toda la fuerza de trabajo quedó in-
corporada al mercado. Por eso vino gente de afuera, si
no no habría venido. Y, en la época de la industrializa-
ción sustitutiva, después del treinta, las migraciones
que vinieron del interior a los centros urbanos lo hacían
porque el sistema incorporaba al conjunto de la sociedad
desde luego, con diferencias de ingresos muy fuertes.
Ésta es la primera vez en la historia argentina que el

122
modelo no incluye, sino que fractura y deja al margen a
segmentos muy importantes de la población que vegetan
en el desempleo, la marginalidad, el trabajo en negro o
el trabajo de muy baja productividad.

—Según este panorama, el próximo gobierno, sea de la


orientación que fuere, está atado de pies y manos.
—Bueno, depende. Llega atado de pies y manos si
queda subordinado a las mismas ideas que inspiraron
este modelo. Pero si se replantea el enfoque y se tiene
un juicio crítico de lo que se llama la globalización y se
vuelve a reconocer que la dimensión interna es funda-
mental, que el mercado interno absorbe más del 80% de
la producción argentina, que 9 de cada 10 trabajadores
argentinos trabajan para otros argentinos, que más del
90% de la acumulación de capital se sigue financiando
con ahorro interno; que los caminos, las casas, las fábri-
cas, los alambrados, los tractores que compramos los
compramos básicamente con el propio ahorro que vamos
generando; si volvemos a recuperar la imagen de un
país que tiene recursos, que tiene un mercado, que tiene
posibilidades, y la política se reorienta a movilizar ese
mercado interno y ese potencial en un contexto abierto,
de vinculación con el mundo, pero desde la perspectiva
del dominio del propio proyecto. Si logramos todo esto,
yo creo que las dificultades seguirán siendo serias, pero
el rumbo puede cambiar. No puede cambiar si sigue esta
visión fundamentalista de la globalización según la cual
lo único que se puede hacer son políticas complacientes
para los mercados.

123
—¿Qué grado de complacencia tuvo el gobierno del pre-
sidente Menem con los mercados?
—Este gobierno ha tenido gestos realmente extraor-
dinarios: la Argentina es el único país del mundo que
condecoró a sus acreedores. Esto es una pérdida de sen-
tido de la identificación del interés nacional y de los
equilibrios que tienen que existir en una negociación,
porque si uno condecora a su acreedor, ¿con qué auto-
nomía va a negociar con él? Creo que el gobierno de Me-
nem ha llevado esta subordinación y esta visión funda-
mentalista de la globalización a límites insospechados.

—¿Cuál sería su lectura crítica de la globalización?


—El concepto, como se lo está manejando hoy, es
una enorme exageración. Una de las cosas que sugiere
es que éste es un fenómeno nuevo, y no lo es. La globali-
zación del siglo pasado probablemente fue tanto o más
importante que la actual, y la experiencia argentina, en
la segunda mitad del siglo XIX, es uno de los ejemplos
más notables. El otro elemento es lo que llamamos glo-
balización, como fuerzas aparentemente inmanejables
de la realidad, en gran parte son marcos regulatorios
impuestos por los países centrales, en materia comer-
cial, en el sector financiero, en la propiedad intelectual.
Entonces, hay un conjunto de normas sobre el sistema
internacional, que lógicamente ha sido impuesto por los
países centrales, que es lo que llamamos globalización.
Por eso, a uno le va en la globalización según sea la soli-
dez de su desarrollo. Los países capitalistas avanzados
son aquellos que se insertaron plenamente en la globali-
zación manteniendo el control de su propio proyecto. Y
los países que terminamos siendo subdesarrollados so-
mos los que nos insertamos pasivamente y los que fui-
mos arrastrados en un proceso sobre el que no ejercemos

124
control. La calidad de las respuestas a la globalización
es, en definitiva, lo que determina el atraso o el desarro-
llo de cada país.

125
PRIVATIZACIONES Y COMPRE NACIONAL26

LA POLÍTICA de compras gubernamentales, sobre todo de


bienes de alta densidad tecnológica y complejidad indus-
trial, es una de las más poderosas herramientas de pro-
moción del desarrollo empleada en los Estados Unidos,
la Unión Europea, Japón y los países en vías de indus-
trialización.
La ley 18.875/70, de compre nacional, elaborada du-
rante mi desempeño como ministro de Obras y Servicios
Públicos de la Nación, pretendió emplear en la Argenti-
na esa poderosa herramienta de desarrollo industrial y
tecnológico. El complejo ferroviario de Zárate-Brazo
Largo fue uno de los primeros proyectos que se licitó y
ejecutó con esas normas, razonables y prudentes, de
incentivos para la producción nacional.
La privatización de las empresas públicas modificó
radicalmente el contexto en el cual se concibió y ejecutó,
en aquel entonces, la política de compre nacional. ¿Es
ahora posible, con servicios públicos a cargo de empre-

26 Clarín, 15 de julio de 1999.


sas privadas extranjeras y nacionales, sostener los mis-
mos objetivos?
Sí, es posible, siempre y cuando el país tenga una po-
lítica de desarrollo industrial y tecnológico y establezca
marcos regulatorios que incentiven la vinculación de las
operaciones de las empresas privatizadas con los pro-
veedores de bienes y el sistema de ciencia y tecnología
locales. Esto contribuiría a elevar la competitividad de
la producción argentina dentro del mercado interno y en
el internacional y, consecuentemente, a eliminar el défi-
cit actual del comercio exterior.
Existen, además, otros instrumentos complementa-
rios, como el aplicado por Brasil en su programa de pri-
vatizaciones. Con motivo de las recientes licitaciones
para la explotación privada de áreas petroleras, el Ban-
co Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social
(BNDES) estableció un programa (PROPAG) de líneas de
crédito que financia hasta el 80% de las inversiones de
los proyectos, si las empresas emplean equipos y tecno-
logía de origen brasileño. El PROPAG abarca desde la
explotación de los yacimientos de petróleo y gas hasta la
construcción de oleoductos y usinas, astilleros y la cons-
trucción de partes y componentes de bienes de capital.
El BNDES estima que la industria brasileña está en
condiciones de abastecer hasta el 60% de la demanda
generada por las empresas adjudicatarias y que podrán
crearse, directa e indirectamente, 140 mil puestos de
trabajo anualmente. Para estos fines, el PROPAG dispone
de 2.500 millones de dólares anuales. Los plazos y tasas
de interés de los préstamos dependen de la naturaleza
de los proyectos pero, en todos los casos, las condiciones
ofrecidas son altamente atractivas para las empresas.
El BNDES aplicó los mismos criterios de compre na-
cional en las privatizaciones en telecomunicaciones y la

127
infraestructura. En resumen, en el área de servicios
públicos y en otros sectores, sujetos a los marcos regula-
torios públicos, el Gobierno dispone, si lo decide, de ins-
trumentos adecuados para ejecutar una política de com-
pre nacional. En las nuevas circunstancias, ésta sigue
siendo un instrumento clave para el desarrollo económi-
co del país.

128
COMPRE NACIONAL, PARTE II27

LA DECISIÓN del Gobierno de reactivar el compre nacional


apunta a resolver dos problemas críticos: el bajo nivel de
actividad económica y el déficit de balance de pagos.
El Estado y los servicios públicos son fuente princi-
pal de la demanda de bienes de capital y de tecnología.
Operan en áreas críticas como las comunicaciones, los
transportes y la energía. Muchas de ellas son el princi-
pal espacio de aplicación de la revolución científico tec-
nológica, como es el caso de la microelectrónica. Por eso,
los Estados Unidos, India, Alemania, Corea, Francia,
China o Taiwán, es decir países avanzados y emergen-
tes, utilizan el poder de compra pública como uno de los
instrumentos más poderosos de las políticas de creci-
miento.
En 1970, la ley 18.875, llamada de compre nacional,
incorporó en la legislación argentina la versión más
avanzada de ese instrumento. Lamentablemente el país
siguió otros rumbos y el compre nacional fue sustituido

27 Clarín, 3 de septiembre de 2000.


por el compre extranjero. Las reglas del juego que achi-
caron la capacidad industrial y tecnológica deprimieron
la competitividad de la producción nacional.
La decisión del Poder Ejecutivo de reactivar el com-
pre nacional es, por lo tanto, un paso en la dirección co-
rrecta para expandir la producción, particularmente de
bienes de capital, insumos y tecnología. también es im-
portante respecto del sector externo. El déficit del ba-
lance de pagos en cuenta corriente es consecuencia de
dos problemas principales: los servicios de la deuda ex-
terna y el déficit operacional en divisas de las filiales de
empresas extranjeras radicadas en el país. La primera
cuestión es ampliamente conocida; la segunda no ha
recibido la atención que merece.
En los años noventa, se radicaron inversiones priva-
das directas del orden de los 50 mil millones de dólares
para comprar empresas existentes y, en menor medida,
ampliar la capacidad instalada. La inmensa mayoría de
esas inversiones está dedicada a producir para el mer-
cado interno. Es decir, vende en pesos pero gasta mucho
en divisas en concepto de importaciones de insumos,
bienes de capital, tecnología y transferencia de utilida-
des a las matrices. Este déficit representa probablemen-
te un tercio del desequilibrio de la cuenta corriente del
balance de pagos.28
En consecuencia, la decisión de orientar hacia la
producción interna parte de la demanda de las empresas
sujetas al marco regulatorio del poder administrador,
sean o no filiales de empresas extranjeras, contribuye a

28 Dos tercios, según un estudio de D. Chudnosvky y A.


López, La transnacionalización de la economía argentina,
Buenos Aires, Eudeba, 2001. Nota del autor incorporada para
esta edición.

130
reducir el extraordinario y creciente desequilibrio de los
pagos internacionales del país. Causa principal del défi-
cit fiscal y de la severa restricción con la cual opera la
economía argentina.
La norma es también un indicio de que estamos re-
cuperando una apreciación realista de la globalización.
Vale decir, que es preciso estar en el mundo estando en
sí mismo, movilizando los propios recursos y afirmando
la capacidad de decidir.
Esto es indispensable porque en los noventa sucedie-
ron cosas extraordinarias en la Argentina. Entre ellas,
un proceso de extranjerización masiva y sin precedentes
a escala mundial y un desequilibrio gigantesco y cre-
ciente del balance de pagos. El mismo que ha reducido
la política económica poco más que la administración de
deudas y a satisfacer las expectativas de los mercados.
Merecen recordarse otros hechos notables como la con-
decoración a varios acreedores extranjeros, como si fue-
ran benefactores del país en vez de hombres de negocios
que defienden sus propios intereses, como nosotros de-
bemos defender los nuestros. O la posición del Banco
Central que, en vez de defender la moneda nacional
(como los bancos centrales del resto del mundo), pro-
mueve su reemplazo por la de otro país. Bienvenida
pues la decisión y el debate sobre la estrategia adecuada
para resolver los problemas pendientes.

131
DOLORES DE PRESUPUESTO29

EL ACTUAL debate sobre el déficit tiene evidentes conte-


nidos manifiestos, pero oculta otros latentes que conviene
explicitar. Es comprensible la inquietud de las autorida-
des electas por aclarar cuál es la magnitud del déficit
del presupuesto que se hereda. Lo es también la insis-
tencia del gobierno saliente en sostener que administró
bien y que las finanzas están en orden. La discrepancia
sobre la magnitud del déficit incide en el ajuste necesario
y, consecuentemente, en las decisiones inmediatas sobre
impuestos, gastos y coparticipación federal. El debate
refleja también la gravedad de los problemas emergen-
tes de la mala composición del gasto público y la regre-
sividad de la carga tributaria.
En cuanto a los equilibrios del sistema, se advierte
que el gasto público, la presión tributaria y el déficit
fiscal, en relación con el PBI, no revelan proporciones
exageradas. Numerosos países estables y en crecimiento
tienen, en todas esas variables, relaciones mayores que

29 Clarín, 21 de noviembre de 1999.


en la Argentina. ¿Por qué entonces tanta inquietud so-
bre los aspectos macroeconómicos de la cuestión fiscal?
Porque, en el fondo, en sus contenidos letantes, la si-
tuación fiscal revela el problema realmente grave, a sa-
ber: el extraordinario déficit de los pagos internacionales
de nuestro país.
El déficit externo se sustenta en tres factores princi-
pales. Primero, una deuda externa creciente: sólo la inci-
dencia de sus intereses en el gasto público federal au-
mentó del 5% al 20% en la última década. Segundo, la
paridad de competitividad: aun en plena recesión el ba-
lance comercial sigue arrojando déficit. Tercero, el ba-
lance operacional en divisas negativo de las empresas
extranjeras radicadas en la Argentina: sus ventas son en
su inmensa mayoría para el mercado interno y sus gas-
tos en buena parte en divisas para la compra de insu-
mos, equipos y transferencia de utilidades.
El gigantesco déficit externo determina que el año
próximo las necesidades de financiamiento superen los
20 mil millones de dólares. En tales condiciones, la polí-
tica económica ha quedado reducida, en gran medida, a
la administración de la deuda y al creciente desequili-
brio externo. De este modo, las expectativas de los mer-
cados financieros y su calificación del riesgo país son
una determinante principal de la política económica
argentina.
Las políticas de ajuste que operan solamente sobre
los aspectos manifiestos de la cuestión fiscal, con vistas
a influir en las expectativas de los mercados, tienen un
efecto paradojal: aumentan el déficit. Cuando se reduce
la actividad económica, la recaudación tributaria siem-
pre cae más que el gasto público. Además, la perdida de
competitividad sostiene el déficit del balance comercial

133
aun en recesión. Por lo tanto, ésta no resuelve la cues-
tión fiscal ni la externa.
El gobierno electo enfrenta así un cuadro difícil, mu-
cho más complejo que el revelado por los contenidos ma-
nifiestos del déficit fiscal. Esto es así porque hay que
incluir el fenomenal desequilibrio externo que es la cau-
sa latente, profunda, de la situación del presupuesto.
Como suele suceder, la solución de un problema ra-
dica, en buena medida, más allá de sus propios límites.
En el caso fiscal, el gobierno electo enfrenta la nece-
sidad de transparencia, eliminar los gastos innecesarios,
combatir la corrupción y la evasión y, también, reformar
la estructura administrativa. Pero esto no alcanza para
impulsar el crecimiento. A menos que se reactive la de-
manda interna de consumo e inversión e inicie la mar-
cha hacia la reducción del desequilibrio externo, remo-
viendo sus causas fundamentales.
Sobre esto último, por ejemplo, resulta indispensable
el impulso exportador propuesto por el gobierno electo.
Será también necesaria una política de promoción de la
inversión extranjera directa que tenga en cuenta, entre
otras cosas, la necesidad de que las filiales operen, por lo
menos, con un equilibrio de sus operaciones en divisas.
El problema es que, para todo esto, el país carece de
instrumentos fundamentales de política económica. Los
regímenes de convertibilidad monetaria y fiscal impli-
can la renuncia al manejo de la política monetaria, cam-
biaria y fiscal. Nunca ningún país alcanzó el desarrollo
renunciando al manejo de aquellas herramientas que
influyen el nivel de actividad, la asignación de recursos,
la distribución del ingreso y la competitividad interna-
cional.
En los contenidos latentes del desequilibrio fiscal y
en la insuficiencia de instrumentos de política económi-

134
ca, radican los mayores obstáculos a la puesta en mar-
cha del ambicioso y constructivo programa de gobierno
de la Alianza.

135
CÓMO SE SALE DE LA RECESIÓN30

LA ACTUAL recesión industrial obedece a la contracción


del mercado interno. Las exportaciones de manufactu-
ras, que representan alrededor del 10% del producto
industrial, son incapaces de compensar la fuerte concen-
tración de la demanda doméstica. En consecuencia, la
reactivación depende esencialmente de la expansión del
gasto de consumo e inversión.
Sucede, sin embargo, que el nivel de ese gasto no
puede ser regulado por la política económica. Dadas las
reglas del juego impuestas por el plan de convertibili-
dad, aquel está determinado por las decisiones de los
residentes y de fondos de la plaza argentina. El ciclo
económico está determinado esencialmente por la varia-
ble financiera. El auge, como sucedió en el cuatrienio
1991-1994, se produce cuando la entrada de fondos per-
mite la expansión de las reservas del Banco Central, el
crédito y el gasto de consumo e inversión. La percepción
de un efecto riqueza positivo y de una buena frontera de

30 Clarín, 11 de marzo de 1996.


endeudamiento de los particulares refuerza la expan-
sión. En cambio, la salida de fondos pone en marcha la
fase recesiva del ciclo. El detonante del cambio de ten-
dencia de los movimientos de fondos depende de circuns-
tancias externas e internas. La experiencia de 1995 es
suficientemente ilustrativa. La convergencia de la crisis
mexicana con la vulnerabilidad de la posición argentina
provocó una fuerte salida de capitales y el receso indus-
trial.
La libertad de maniobra de la política económica pa-
ra influir en el comportamiento de la demanda y el nivel
de actividad es muy reducida. La situación fiscal no
permite reducir la presión tributaria y estimular el gasto
público y privado. La posibilidad de manipuleo de otros
instrumentos, como los aranceles de importación, es
modesta. A su vez, por definición, el tipo de cambio es
intocable.
Otras medidas, como la llamada segunda reforma
del Estado y la flexibilización de los mercados de traba-
jo, tienen una influencia ínfima en los costos y la de-
manda agregada. Por lo tanto son irrelevantes para la
actividad económica.
En realidad, la intencionalidad de esas medidas
apunta a fortalecer la confianza en los mercados finan-
cieros que es, en definitiva, el determinante del nivel de
la producción industrial.
El gobierno tiene clara percepción de este hecho.
Desde que estalló la crisis a principios de 1995, toda su
política está orientada a influir en los mercados con vis-
tas a iniciar una nueva fase de entrada de fondos y de
expansión del gasto, y del nivel de actividad. A lo largo
del año pasado el gobierno tuvo éxito en evitar lo peor.
Es decir, una fuga imparable de capitales y, consecuen-
temente, el derrumbe del sistema financiero y del plan

137
de convertibilidad. En la actualidad, el contexto externo
vuelve a ser favorable. La baja de la tasa de interés in-
ternacional y la búsqueda de nuevas oportunidades de
ganancias especulativas en mercados emergentes están
generando la recuperación de las reservas del Banco
Central y la liquidez. Por diversas razones no es previ-
sible, sin embargo, que estemos en vísperas de una en-
trada masiva de fondos (como en los primeros años del
plan de convertibilidad). En consecuencia, las perspecti-
vas para la actividad industrial, siendo positivas, son
apenas moderadas.
Para revertir la recesión industrial es indispensable
prestar más atención a las cuestiones estructurales del
desarrollo del país y al estilo de inserción internacional.
El gobierno sostiene que, más allá de la coyuntura, las
profundas reformas que ha introducido elevan la efi-
ciencia y la competitividad del sistema económico y
abren nuevas fronteras a la inversión, al cambio técnico,
al crecimiento y a la generación de empleo.
Sin embargo, la vulnerabilidad ante los movimientos
de capitales especulativos, la elevada tasa de desempleo,
la concentración del ingreso y los problemas que afligen
a gran parte del tejido productivo del país sugiere que,
en definitiva, los resultados no serán los que se prome-
ten. La experiencia histórica del país y del resto del
mundo revela que las estrategias fundadas en la hege-
monía irrestricta de los mercados y los factores exógenos
no generan condiciones de desarrollo económico y social
de largo plazo. De allí que la reactivación de la produc-
ción industrial en la actualidad y, en un sentido más
amplio, del desarrollo del país, descansen esencialmente
en el ahorro interno, las exportaciones, el mercado na-
cional y el talento acumulado en los recursos humanos
del país. Al fin y al cabo, nueve de cada diez trabajado-

138
res producen para el mercado interno; más del 90% de la
inversión se financia con ahorro doméstico y otro tanto
de la producción se destina al mercado nacional.
En un mundo global es esencial la afirmación del
propio potencial para proyectarse a los mercados inter-
nacionales. Y es preciso también conservar un grado
suficiente de autonomía en el manejo de la política ma-
croeconómica. Ésta es la experiencia, sin excepciones de
los países exitosos. En ausencia de estas condiciones, la
reactivación industrial depende de factores fuera del
control del país y de su gobierno.

139
LA DOLARIZACIÓN ES INJUSTIFICABLE31

EL GOBIERNO propone la dolarización para resolver cua-


tro problemas. A saber: 1. El riesgo de devaluación; 2.
La brecha entre las tasas de interés pagadas por la Ar-
gentina y las de títulos de la Tesorería estadounidense,
que actualmente más que duplica el costo del dinero
para nuestro país; 3. La amenaza de fuga de capitales;
4. La vulnerabilidad de la economía argentina frente a
las turbulencias de los mercados internacionales.
Ninguno de estos cuatro problemas se resuelve con
la dolarización:
1. La paridad del dólar especto de las principales
monedas fluctúa permanentemente. La Argentina segui-
ría así sujeta a apreciaciones y devaluaciones continuas
del dólar, a cambios exógenos en su competitividad in-
ternacional y al arbitraje permanente entre cotizaciones
de las principales monedas y diferencias de tasas de
interés en las diversas plazas. La magnitud de estas
oscilaciones es ciertamente menor que la observable en

31 Clarín 29 de enero de 1999.


la experiencia histórica de la Argentina y América Lati-
na, pero implican, de todos modos, un alto grado de ines-
tabilidad.
2. La persistencia de un fuerte desequilibrio en los
pagos externos, el deterioro de la situación fiscal, la deu-
da externa y el agravamiento de las condiciones sociales
impiden la reducción esperada de las tasas de interés y
se mantendría presumiblemente el spread actual. En
todos los casos, el riesgo país se determina predominan-
temente por los equilibrios macroeconómicos básicos
(presupuesto y balance de pagos), las condiciones socia-
les y políticas vigentes y la calidad del análisis de los
calificadores de riesgo.
3. El peligro de la fuga de capitales subsiste porque la
situación económica y social interna es inestable y/o por
la volatilidad de la paridad del dólar con otras monedas.
En tales condiciones, existirían dos amenazas de ataque
especulativo contra el país y/o en contra del dólar.
4. La dolarización agrava aún más la vulnerabilidad
frente a las turbulencias de las plazas financieras inter-
nacionales. En los países desarrollados, el problema se
resuelve con modificaciones moderadas de los tipos de
cambio y/o de las tasas de interés. En la Argentina, con
la convertibilidad actual o la dolarización propuesta, las
turbulencias se enfrentan, primero, con un aumento de
las tasas de interés y luego, con contracción del crédito, la
actividad económica, el empleo y los salarios reales. Esto
ocurrió en 1995 y vuelve a suceder en la actualidad.
No existe hasta ahora indicio alguno que sugiera que
el gobierno de los Estados Unidos esté dispuesto a en-
trar en un acuerdo monetario como el que pretende el
gobierno argentino, ni que la Reserva Federal acepte
actuar como prestamista de última instancia y supervi-
sar nuestro sistema financiero. La única vía posible es

141
la decisión unilateral de la Argentina de eliminar el pe-
so y dolarizar.
La supuesta ventaja de mejorar la supervisión del
sistema bancario mediante una auditoría continua de la
Reserva Federal se resolvería alternativamente, si es
que tanto se desconfía de la capacidad del Banco Central
Argentino de cumplir la tarea, contratando auditores
competentes, que no escasean en el país ni en el exte-
rior.
En resumen, técnicamente, la dolarización es injus-
tificable. Las motivaciones del gobierno argentino para
formular la propuesta deben, por lo tanto, buscarse en
otra parte.

142
OTRA VEZ, LA APUESTA NUCLEAR32

LA ADJUDICACIÓN a la empresa estatal INVAP (Investi-


gaciones Aplicadas) de la licitación para la construcción
y montaje de un reactor de investigación en Australia
notificó al país del nivel de excelencia alcanzado por su
sector nuclear. El hecho coincide con la celebración del
50º aniversario de la Comisión Nacional de Energía
Atómica (CNEA) y los 45 años del establecimiento de la
Unidad de Actividad de Materiales de la CNEA.
La coincidencia de tales acontecimientos no es ca-
sual. El logro de INVAP es consecuencia de un proceso
acumulativo de medio siglo para instalar la opción nu-
clear en la Argentina, es decir, establecer la capacidad
científica, tecnológica e industrial para desarrollar la
nucleoelectricidad y las múltiples aplicaciones de la
energía atómica. Fue una decisión estratégica para im-
pulsar el desarrollo del país en un mundo globalizado y
transformado por la revolución científico-tecnológica.

32 Clarín, 19 de junio de 2000.


Se ganó la licitación en Australia porque en el trans-
curso de 50 años se formaron en el Instituto Balseiro
más de 600 físicos e ingenieros nucleares, se instalaron
dos centrales nucleoeléctricas y se desarrolló la produc-
ción de combustibles nucleares, radiofármacos y multi-
plicidad de productos fundados en la ciencia.
En ese período, la Argentina logró una posición en el
mundo entre los países que tienen un dominio avanzado
de la ciencia y la tecnología atómica para fines pacíficos.
Antes de Australia, la misma INVAP había instalado re-
actores de investigación en Perú, Argelia y Egipto y
prestado apoyo a desarrollos en Irán, Turquía, India y
Cuba. El país es también un protagonista importante en
la Agencia Internacional de Energía Atómica y sus téc-
nicos y científicos son frecuentemente convocados para
emprendimientos internacionales.
Por otra parte, el país no logró retener a la totalidad
de los científicos y tecnólogos formados en la CNEA. Uno
de cada cuatro egresados del Instituto Balseiro ha emi-
grado y muchos realizaron brillantes carreras en el ex-
terior.
El sector nuclear argentino no sólo desarrolló un im-
portante potencial de recursos humanos y materiales.
Además presentó una teoría sobre la función de la cien-
cia y la tecnología para el desarrollo y un estilo de inter-
acción entre ciencia básica e investigación aplicada fun-
dada en la excelencia. En buena medida, asociado a los
aportes de quien fue gerente del Departamento de Meta-
lurgia (actualmente Unidad de Actividad de Materiales)
de la CNEA, Jorge Sabato, se formularon ideas y pro-
puestas de acción que ejercieron gran influencia en
América Latina y en los países emergentes de Asia. Re-
sultado de este proceso de acumulación es la realidad
actual del sector nuclear, con sus problemas y frustra-

144
ciones, y también sus éxitos, como el alcanzado en Aus-
tralia.
La decisión por la opción nuclear hace 50 años fue,
por lo tanto, correcta. ¿En qué términos se plantea la
cuestión ahora? Más precisamente: ¿tiene sentido man-
tener abierta la opción nuclear y, en tal caso, en qué con-
siste?
La respuesta al primer interrogante es categórica.
Más aún que hace medio siglo, es preciso asumir el co-
mando del propio destino y movilizar el formidable po-
tencial del país, participando de la revolución científica
contemporánea, que incluye, como uno de sus ejes, el
área nuclear. La respuesta del segundo implica la iden-
tificación de prioridades para concentrar recursos y ca-
pacidad decisoria en las áreas críticas del sistema. De-
tengámonos brevemente sobre este punto.

- Nucleoelectricidad. Ésta seguirá siendo en el mun-


do una fuente importante de energía. La Argentina tie-
ne que mantener la capacidad nucleoeléctrica alcanzada
y sus eslabonamientos con el sistema científico-tecnoló-
gico y la economía. En las próximas dos décadas conclui-
rá la vida útil de Atucha y Embalse, y serán desmante-
ladas. Por lo tanto debe instalarse una tercera central
mientras se analizan las alternativas tecnológicas, las
diversas fuentes de energía y la evolución internacional.
La tercera central está ya construida en un 80% y debe-
ría haber estado operativa hace 15 años. Atucha II es
otro ejemplo del asombroso contraste argentino, por un
lado, de no concretar lo accesible y, por otro, de alcanzar
logros, como el de Australia, propios de un país avanza-
do. Los estudios realizador por la CNEA y Nucleoeléctrica
Argentina (NASA) revelan que la conclusión de Atucha II
se justifica tecnológica, económica y financieramente y

145
que es una decisión fundamental para la economía de
todo el sector atómico y para mantener abierta la opción
nuclear. Así, hemos recomendado al Poder Ejecutivo la
conclusión sin más tardanza del emprendimiento.

- Otras aplicaciones de la energía nuclear. La medi-


cina es uno de los campos más significativos en el cual,
sin embargo, sólo se ha logrado establecer un centro de
excelencia en Mendoza, con la participación de personal
de la CNEA. Al menos debería disponerse el acceso de
una capacidad semejante en otros puntos clave del país.
En una primera etapa, la Comisión está analizando la
instalación de centros de medicina nuclear en la Capital
Federal, Rosario, Córdoba y Bahía Blanca. Otras áreas
prioritarias incluyen nuevos materiales y la aplicación de
radioisótopos al agro, la industria y el medio ambiente.

- Nuevos desarrollos. En INVAP, con apoyo del perso-


nal e instalaciones de la CNEA, se proyectó un reactor de
potencia y construyen satélites y diversos artefactos de
alta tecnología, cuya excelencia y competitividad inter-
nacional están repetidamente demostradas. Otros ejem-
plos son los desarrollos de combustibles para las centra-
les de Atucha y Embalse, y el reactor de Australia. A su
vez, los logros en tecnologías no nucleares (como meta-
lurgia y energías no convencionales) revelan cómo la
capacidad científica y tecnológica alcanzada permite
conquistas en otros campos.

- Seguridad y medio ambiente. La Argentina es sig-


nataria del Tratado de no Proliferación Nuclear y
miembro activo de la Agencia Internacional de Energía
Atómica. El país tiene antecedentes impecables en el
cumplimiento de las normas de seguridad instrumenta-

146
da a través de la CNEA y vigiladas por la Autoridad Re-
gulatoria Nuclear (ARN). El tratamiento de residuos ra-
diactivos y los controles radiológicos convergen con el
objetivo de la seguridad, que es una prioridad absoluta
de la CNEA. A su vez, la nucleoelectricidad evita la emi-
sión de gases y contribuye a la preservación del medio
ambiente.

- Proyección internacional. La CNEA propuso profun-


dizar la vinculación con América Latina y, en primer lu-
gar, con el Mercosur. Se explora la creación de una agen-
cia argentino-brasileña de aplicaciones de la energía nu-
clear que permite planificar conjuntamente el sector, for-
talecer la posición negociadora internacional y acceder
juntos al mercado mundial como exportadores de bienes y
servicios de alta densidad científico-tecnológica.

- Transferencia de tecnología. La CNEA registra una


rica y prolongada experiencia de transferencia de tecno-
logía al sector privado. En áreas como petróleo, conser-
vación de alimentos y salud, la CNEA ha sido proveedora
de servicios y ha establecido alianzas estratégicas con
empresas privadas, como en el caso de la producción de
combustibles nucleares. La Comisión tiene responsabili-
dades importantes en este campo, pero el resultado de-
pende principalmente del comportamiento y de la eco-
nomía nacional y de las políticas públicas. Por diversos
motivos, en los últimos lustros se han debilitado los es-
labonamientos entre el sector productivo y el polo cientí-
fico-tecnológico. La reindustrialización del país, entre
otros factores, es una condición necesaria para generar
demanda de conocimientos que impulse la transferencia
de tecnología de entidades como la CNEA.

147
- Recursos humanos. A lo largo del tiempo, los direc-
tivos de la CNEA tuvieron la lucidez de promover, bajo
un mismo techo, la investigación, la docencia y los desa-
rrollos tecnológicos. El INVAP es un vástago de la CNEA,
creado cuando las nuevas realizaciones reclamaban un
marco empresarial y administrativo diferenciado. La
promoción de la investigación básica orientada por prio-
ridades y la resultante de las iniciativas de los científi-
cos, el abordaje teórico de la ciencia y las aplicaciones
tecnológicas, constituyen un estilo de trabajo que contri-
buyó a la creatividad y la excelencia alcanzados. La
Universidad Nacional de Cuyo y la CNEA están conside-
rando incorporar nuevas disciplinas a las actividades de
investigación y docencia del Instituto Balseiro. El obje-
tivo es aprovechar el potencial de investigación y docen-
cia existente en física e ingeniería nuclear para la for-
mación de recursos humanos en otras áreas prioritarias
para el desarrollo del país.

El éxito alcanzado en Australia debe estimularnos a


ganar confianza en nuestras propias fuerzas, en la posi-
bilidad de la Argentina de ser protagonista de su destino
en un mundo global y en el papel de la ciencia y la tec-
nología para erradicar la pobreza y la exclusión que
agobia al país.
En 1950, la Argentina adoptó la decisión de abordar
la opción nuclear. Hoy, en un nuevo contexto, debe rati-
ficarse la misma determinación estratégica. Actualmen-
te, como entonces, la responsabilidad de la decisión des-
cansa, en primer lugar, en la esfera política.

148
“ANCLAO EN PARÍS”: UN TANGO DE LA
EMIGRACIÓN ARGENTINA33

CON MOTIVO de la preparación de esta ponencia sobre


“Anclao en París” (Enrique Cadícamo, Guillermo Bar-
bieri, 1931), visité a don Enrique Cadícamo el 16 de sep-
tiembre del mismo año. Mi propósito fue obtener el tes-
timonio del poeta acerca de las circunstancias en que
escribió los célebres versos y el mensaje que pretendió
transmitir.
Don Enrique recordó entonces que la obra la compu-
so en Barcelona, a mediados del año 1931, por invitación
de Carlos Gardel, que a la sazón, estaba actuando en
Niza y programaba su presentación en París. Fue Gui-
llermo Barbieri, desde Niza, quien le escribió a Cadíca-
mo para transmitirle el deseo de Gardel. Como sus pla-
nes inmediatos eran seguir viaje y no quería asumir, en
lo inmediato, nuevos compromisos, su intención prime-

33 Conferencia en la Academia Nacional del Tango, Bue-


nos Aires, 18 de octubre de 1993.
ra, el día que recibió la invitación, fue contestar negati-
vamente.
Sin embargo, evocó de pronto la situación de la bo-
hemia argentina en París. Es decir, los pintores, poetas,
músicos, bailarines y otros artistas y compatriotas de
ocupaciones diversas que, atraídos por la magia de Pa-
rís, estaban viviendo en la capital de Francia. Esa tarde,
en el bar del hotel Oriente, en donde se alojaba, el poeta
pidió al mozo un café, papel y lápiz y, de un tirón, escri-
bió desde la apertura del “tirao por la vida” hasta el pre-
sagio fatal y final, del “chau, Buenos Aires, no te vuelvo
a ver”.
Relata Cadícamo que nunca había compuesto una
obra con tanta rapidez. Sin revisión alguna, esa misma
noche, en vez de responder negativamente la esquela de
Barbieri, le escribió adjuntando los versos de “Anclao en
París”. La primera persona que conoció el tema fue Ar-
turo García Buhr que, a la sazón, estaba actuando en
Barcelona en la Compañía de Enrique de Rozas. Los dos
argentinos cenaron juntos esa noche y el actor le vatici-
nó al poeta venturoso destino de su poema. Pocos días
después, Cadícamo recibió respuesta de Barbieri, quien
le informó que Gardel había leído los versos en compa-
ñía de Alberto Vacarezza y Edmundo Guibourg y que, a
todos, les parecieron espléndidos. Fue Barbieri quien
puso música al poema de Cadícamo.
Este breve relato de los puntos principales que regis-
tré de la entrevista, proporciona otro ejemplo del modo
extraordinario en que suele producirse el hecho creativo.
A saber, un arranque súbito de inspiración y la concre-
ción inmediata de una obra que capta y testimonia las
circunstancias de una época.
Pero no es éste el punto que me interesa destacar,
sino sustentar la siguiente tesis: “Anclao en París” es, en

150
su origen, el tango de la emigración de la bohemia ar-
gentina en París. Éste es el mensaje que transmite el
poeta. Más tarde, sin embargo, aparece otro tipo de emi-
gración argentina y la obra termina siendo el tango de
los bohemios y no bohemios argentinos radicados en
París, pero también en Madrid, Barcelona, Nueva York,
Caracas, San Pablo o México. Es decir, en las ciudades y
países en los que se concretó la diáspora argentina a
partir de los años cincuenta.

El proceso inmigratorio en el tango

El período fundacional del tango, entre las últimas


décadas del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial, co-
incide con la extraordinaria transformación y el creci-
miento de la población del país. Hacia 1870, la Argenti-
na contaba con menos de dos millones de habitantes.
Entre ese año y 1914, ingresaron al país 7 millones de
inmigrantes que convirtieron a la Argentina en el se-
gundo país de destino después de los Estados Unidos, de
las inmigraciones internacionales, fundamentalmente
de origen europeo. De esos 7 millones, volvieron a sus
países de origen y fueron a otras partes 4 millones de
personas, el más alto coeficiente de retorno entre los
países de inmigración en la época. La inmigración neta
fue, pues, de 3 millones de personas. Los inmigrantes
aumentaron drásticamente la tasa de crecimiento pobla-
cional y pasaron a constituir parte importante de la po-
blación total. Según el censo de 1914, sobre una pobla-
ción total de 8 millones de habitantes, los extranjeros
representaban casi 1/3 parte. En la Capital Federal, la
proporción era aún mayor: 50%. Italianos y españoles

151
constituían 3/4 partes de los extranjeros residentes en la
Argentina.
El desarrollo de los inmigrantes y el proceso paralelo
de desplazamiento de población rural hacia Buenos Ai-
res y otras principales ciudades del país, seguramente
conformaron el escenario de duelo y nostalgia de lo per-
dido, que es uno de los sentimientos profundos del ser
humano y que el tango expresa como ninguna otra ma-
nifestación artística. En el arrabal de las principales
ciudades, sobre todo de Buenos Aires, las consecuencias
afectivas de la emigración y la desestructuración de la
unidad familiar, sumadas a las dificultades para ganar
el pan de cada día (que no eran pocas según sugiere el
alto coeficiente de retorno de los inmigrantes), contribu-
yeron a conformar el reclamo de los marginales, exclui-
dos y melancólicos, que es una de las raíces de la expre-
sión tanguera. Ésta fue de tal magnitud que, en su sin-
gularidad, llegó a testimoniar unos de los problemas
fundamentales de la condición humana. Este hecho fue
reconocido, por ejemplo, por diversos medios de Nueva
York en ocasión de la presentación del espectáculo Tan-
go Argentino.

Un nuevo fenómeno:
la emigración argentina

No es casual la atracción que Europa y, especial-


mente París, ejercieron en la Argentina. La capital de
Francia es un polo cultural y, en tal carácter, atrajo y
atrae el interés de América Latina y del resto del mun-
do. Sin embargo, en ninguna otra de las culturas ibe-
roamericanas, Europa y París ejercieron tanta seducción

152
como en la Argentina. El Viejo Mundo era el retorno a
los orígenes. Fue en este contexto que Cadícamo expresó
la situación de la bohemia argentina radicada en París.
La época de la composición “Anclao en París”, es un
punto de clivaje en la formación argentina. El golpe de
Estado de 1930 y la crisis económica mundial iniciada
ese mismo año, marcan un punto de fractura en la histo-
ria económica, social y política de la Argentina. El perío-
do inaugurado con la Organización Nacional, posterior a
Caseros, se cierra con la crisis del treinta. Cambian en-
tonces muchas cosas y aparecen fenómenos nuevos.
La inmigración siguió siendo significativa pero per-
dió importancia relativa en un país que contaba, en
1930, con 12 millones de habitantes. La participación de
los extranjeros en la población total, declina al 15% en
1947 y al 6,7% en 1980. Por otra parte, cambió el origen
de los inmigrantes. Hacia 1980, el 40% de los mismos
provenían de los países limítrofes.
Pero el hecho nuevo en estas materias es la apari-
ción de una importante corriente migratoria de argenti-
nos. Las causas del fenómeno son múltiples. Entre ellas,
la persecución política y la falta de oportunidades de
trabajo. Según las estimaciones de Lattes, Oteiza y Gra-
ciarena, la emigración de argentinos alcanzó a 110 mil
personas hasta 1960, a 130 mil en la década de 1960,
240 mil en la de 1970 y 300 mil en la de 1980. La canti-
dad de compatriotas residentes en el exterior aumentó
sin pausa. En 1960 o alcanzaba a 100 mil personas y en
1990 era del orden de 600 mil. El 40% de los argentinos
emigrados está radicado en los países latinoamericanos.
Otros destinos importantes son España, Italia, Inglate-
rra e Israel.
Un rasgo importante de esta inmigración es que, en
buena medida, está compuesta por personas de elevada

153
capacitación profesional y cultural. Es el conocido pro-
blema de la “fuga de cerebros” que ha nutrido, entre
otros, de médicos, matemáticos, físicos y literatos argen-
tinos, los centros de excelencia académica asistencial en
los Estados Unidos, España, Brasil y otros países.
Este fenómeno de la emigración argentina, proba-
blemente declinará en la consolidación de la democracia
y, esperemos, con la recuperación económica del país, el
aumento de las oportunidades de empleo y la elevación
de la calidad de vida. Mientras tanto, en las últimas
décadas, los centenares de miles de argentinos radicados
en el exterior han creado sus propias sensibilidades de
expresiones de la emigración. Entre ellas, el tango segu-
ramente manifiesta, en primer lugar, la evocación y el
duelo de los compatriotas emigrados.
Entre los tangos que canturrean los argentinos “an-
claos” en París, pero también en Madrid, Caracas, Tel
Aviv y Barcelona, seguramente el de Cadícamo y Bar-
bieri ejerce una tracción preferente. Por otra parte, po-
cos tangos conmueven más al escucha argentino, transi-
toria o permanentemente radicado en el exterior, que
este tema interpretado por su destinatario original: Car-
los Gardel. De allí, la tesis de esta ponencia de que “An-
clao en París”, concebido en otra época y circunstancias,
se convirtió con el tiempo en un tango de la emigración
argentina.
En el contrapunto de la poesía romántica y del arra-
bal, característico de la obra de Cadícamo y de su saga
de papusas, nostálgicos, malevos, riachuelos, mareados,
regresos y partidas, cantores, patios, glicinas, malvones
y de amores fugaces como la luz de un fósforo, “Anclao
en París” dio en el blanco de un problema que recién
alcanzaría su plena importancia años después de la con-
cepción de la obra.

154
Si así fuera, sería otra de las paradojas que suelen
observarse en el hecho creativo. A saber: que sus alcan-
ces trascienden las motivaciones e inspiración primera
del autor.

155
EL TANGO Y LA GLOBALIZACIÓN34

…dicen que yo me fui de mi barrio,


pero cuándo, cuándo,
si siempre estoy llegando.

ANÍBAL TROILO
Nocturno a mi barrio

Introducción

LOS ESTUDIOSOS de la materia coinciden en que el tango


nace en la década de 1880. Era ésta una época de cam-
bios profundos en el orden mundial y en el país.
Todavía a principios del siglo XIX las personas y las
cosas se desplazaban a la misma velocidad que en la
antigüedad. Los soldados de Napoleón no marchaban
más rápido que los de Julio César, dos mil años antes.
La Revolución Industrial, en pleno desarrollo en la se-
gunda mitad del siglo XIX, modificó radicalmente esta
realidad. En los transportes, el ferrocarril reemplazó a
la tracción a sangre y los navíos a vapor a los veleros.
Los fletes bajaron drásticamente y, por primera vez,
todas las regiones del planeta, aun las más alejadas de
las costas, fueron accesibles al mercado mundial. A su
vez, el telégrafo reemplazó a las palomas mensajeras y

34 Conferencia en la Academia Nacional del Tango, Bue-


nos Aires, 6 de agosto de 2001.
los cables submarinos permitieron que la información
circulara entre los continentes en tiempo real.
En virtud de estos hechos, la Argentina que había
sido, hasta entonces, un espacio marginal en el escena-
rio mundial, se convirtió en un territorio muy atractivo
para las potencias industriales. La región pampeana era
una de las praderas fértiles de clima templado más ex-
tensa y rica del mundo y, por lo tanto, fuente de produc-
ción y exportaciones de granos y carnes, en creciente
demanda en Europa. De este modo, el país fue un desti-
no principal de las corrientes migratorias y de las inver-
siones europeas.
Hacia la misma época y, en buena parte, influidos
por los acontecimientos externos, se estaban producien-
do profundas transformaciones en la Argentina. Era el
fin de la Campaña del Desierto y la integración definiti-
va del territorio, el comienzo de la primera presidencia
del general Roca, la federalización de la ciudad de Bue-
nos Aires, el fin de las guerras federales y la consolida-
ción de la organización nacional bajo la hegemonía del
puerto.
En consecuencia el tango nació en una época de pro-
fundas transformaciones en el mundo y en la Argentina.
Él es una consecuencia de la globalización pero, como
después veremos, constituye una respuesta original,
propia, del tejido humano construido en semejantes cir-
cunstancias.

La prehistoria

Como sostiene Horacio Ferrer, el tango es arte ame-


ricano y, por lo tanto, su historia empieza mucho antes

157
de 1880. Es decir, arranca con el descubrimiento y con-
quista del Nuevo Mundo. Detengámonos brevemente en
esta prehistoria del género.35
El siglo XV señala el fin de la Edad Media y el sur-
gimiento del mundo moderno. El Renacimiento fue un
período de un avance notable del conocimiento científico
que respaldó la vocación expansiva de los pueblos cris-
tianos de Europa. Bajo el liderazgo del infante Enrique,
el Navegante, los navíos portugueses comenzaron a bus-
car, navegando hacia el sur y a lo largo de las costas
africanas, un acceso hacia Oriente y las especias (pi-
mienta, clavo, canela, etc.), producidas en la India y en
el Archipiélago Malayo. La epopeya portuguesa culminó
con el desembarco de Vasco da Gama en Calicut, sobre
la costa occidental de la India, en 1498.
Poco antes, en 1492, un navegante genovés, bajo el
pabellón de Castilla y Aragón, en busca del mismo desti-
no y navegando hacia Occidente, tropezó con las Indias,
pero no de Oriente sino de un Nuevo Mundo.
La globalización tiene así una fecha precisa de naci-
miento: la última década del siglo XV. Entonces, por
primera vez, se formó un sistema mundial de alcance
planetario liderado, inicialmente, por Portugal y España
y, poco después, también, por Inglaterra, Francia y
Holanda.
Los europeos buscaban los que eran entonces los
principales productos del comercio: especias, azúcar,
metales y piedras preciosas. A tales fines establecieron
enclaves en África, Medio Oriente y Asia. Desde allí tra-
ficaban con las poblaciones locales y, en África, además,

35 H. Ferrer, El libro del tango, Barcelona, Antonio Tersol


editor, 1980.

158
compraban y capturaban esclavos cuyo principal destino
eran las plantaciones y minas de América.
En todas partes, los asentamientos europeos coexis-
tían con las situaciones locales y nunca exterminaron y
sustituyeron las culturas locales. Chinos, hindúes, ma-
layos, árabes, africanos, todos los pueblos no europeos,
incluso los sometidos a la condición colonial, sobrevivie-
ron a la penetración europea y conservaron los rasgos
esenciales de las culturas nativas. La experiencia en
América fue radicalmente distinta.
Al tiempo del desembarco de Cristóbal Colón en
Guanahaní, existían en el Nuevo Mundo, aproximada-
mente, 60 millones de habitantes. Un siglo después,
hacia 1600, sobrevivía apenas el 10%, es decir, alrededor
de 6 millones. Las pestes transportadas por los europeos
exterminaron poblaciones sin defensas frente a enfer-
medades desconocidas. El sometimiento y la desorgani-
zación de las culturas nativas hicieron el resto. Sólo en
Australia, mucho más tarde y en una escala muy infe-
rior, se registró una experiencia comparable.
La transformación demográfica del Nuevo Mundo
fue extraordinaria y sin precedentes históricos. Al ex-
terminio de gran parte de la población nativa se sumó la
incorporación de esclavos africanos. Entre los siglos XVI
y XIX ingresaron a América alrededor de 10 millones de
seres humanos, aproximadamente la mitad de aquellos
que salieron de las costas africanas, muchos de los cua-
les perecieron en el tránsito. Ésta fue la mano de obra
ocupada en las plantaciones de azúcar, las minas y otras
explotaciones en las colonias europeas en el Nuevo
Mundo. Estos hechos signaron para siempre las raíces
étnicas y las culturas de América.
Sobre la base de sobrevivientes de las culturas pre-
colombinas, esclavos africanos e inmigrantes europeos,

159
las potencias imperiales formaron nuevas civilizaciones
en el Nuevo Mundo. Éste es el acontecimiento más ex-
traordinario de la globalización desde su inicio, en la
última década del siglo XV, hasta la actualidad.
El período que abarca desde 1500 hasta los alrede-
dores de 1800, constituye lo que he denominado el Pri-
mer Orden Mundial.36 En éste, el actual territorio ar-
gentino era marginal y de escaso interés para las poten-
cias imperiales. No existía aquí ninguno de los produc-
tos atractivos en la época: especias, azúcar, plata, oro,
piedras preciosas. A tal punto eran marginales estos
territorios que fueron administrados desde Lima hasta
prácticamente las vísperas de la independencia. El vi-
rreinato del Río de la Plata fue establecido por Carlos III
en 1776 y el reglamento de Comercio Libre promulgado
en 1778. Ambas decisiones estuvieron motivadas por la
intención de contener la penetración británica y portu-
guesa en el Río de la Plata antes que por el rédito que la
Corona española obtenía en estos territorios.

La Argentina

Las expresiones musicales de las nuevas culturas del


Nuevo Mundo incluyen el jazz, las canciones mesoame-
ricanas, el samba y la bossa nova y, en nuestro extremo
sur, el tango.
El tango es una consecuencia tardía de la globaliza-
ción de la segunda mitad del siglo XIX, vinculada a la

36A. Ferrer, Historia de la globalización: los orígenes del


orden económico mundial, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 1996.

160
Revolución Industrial. En ese entonces, estaban en ple-
no auge la expansión del comercio e inversiones interna-
cionales. Y las grandes corrientes migratorias desde
Europa hacia el Nuevo Mundo. Entre 1881 y 1915, emi-
graron con ese destino 37 millones de europeos y, de
ellos, el 12% se radicó en la Argentina, la proporción
más importantes después de los Estados Unidos.37
El desarrollo de la industria en Europa provocó un
gran aumento de la demanda de alimentos y materias
primas y abrió nuevos mercados para la venta de manu-
facturas y las inversiones de las naciones industriales.
La Argentina que, hasta mediados del siglo XIX, era un
país marginal en el escenario mundial, se convirtió, en
pocas décadas, en un protagonista principal del comercio,
las inversiones y las migraciones, fuertemente asociado a
la potencia hegemónica de la época, Gran Bretaña.
La transformación del país fue extraordinaria. Los
censos nacionales de 1869, 1895 y 1914 indican que la
población aumentó de menos de 2 a 4 y a casi 8 millones
de personas, en esos años. Esto se fundó principalmente
en la inmigración. Los censos registraron que los extran-
jeros dentro de la población total pasaron del 12%, al
25% y al 30% entre aquellos tres relevamientos. Casi el
75% de los extranjeros eran de origen español e italiano.
En 1914, la población extranjera oriunda de Europa as-
cendía a casi el 50% del total, el más alto entre las ciu-
dades del Nuevo Mundo.
Todavía a mediados del siglo XIX, el país contaba con
una escasa población distribuida en poblados aislados
entre sí, en un inmenso territorio de casi 3 millones de

37A. Ferrer, Historia de la globalización II: la revolución


industrial y el segundo orden mundial, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2000.

161
km2. En pocas décadas, el ferrocarril integró el espacio
en torno al eje del puerto de Buenos Aires. La red ferro-
viaria pasó de 700 km en 1870 a casi 34 mil km en 1915.
La velocidad media de desplazamiento de personas y
cargas pasó, antes y después del ferrocarril, de 3 km a
60 km/h. Los costos de transportes bajaron. Por primera
vez, la producción del interior accedió a los puertos de
embarque y las importaciones se distribuyeron a bajos
costos por todo el territorio nacional. Sobre estas bases
se formó el llamado modelo de crecimiento hacia fuera,
fundado en la producción agropecuaria de la región
pampeana. La población urbana creció rápidamente. En
1869 representaba el 33% de la población total y en
1914, el 58%. A su vez, la actividad rural experimentó
un rápido crecimiento. Entre 1900 y 1915, la superficie
cultivada aumentó de 5 a 21 millones de hectáreas. En
este último año las existencias de ganado vacuno alcan-
zaban a 26 millones de cabezas y las de ovinos a 44 mi-
llones.
El poblamiento y el desarrollo del país en estos años
se configuró dentro de un sistema que registraba una
gran concentración de riqueza. Otros países, que reci-
bieron grandes corrientes de inmigrantes como los Es-
tados Unidos, Canadá y Australia, realizaron un reparto
más amplio de la propiedad de la tierra. En ellos, la
frontera agrícola fue ampliada por los propios colonos,
inmigrantes también en su mayor parte, que fueron ex-
pulsando a las poblaciones nativas y conformando am-
plios grupos de propietarios y productores. Ese reparto
más equitativo de la riqueza favoreció la expansión del
mercado interno y la industrialización. Ésta, a su vez,
fue fomentada por los gobiernos protegiendo la produc-
ción local frente a la competencia de las importaciones,
particularmente en el caso de los Estados Unidos, que

162
fue el país más proteccionista del mundo en el transcur-
so de todo el siglo XIX y hasta la primera gran guerra del
XX. Estos hechos sustentaron la expansión del empleo,
las oportunidades del progreso y el desarrollo de la de-
mocracia en los países mencionados. A su vez, la mayor
cohesión social y el reparto más equitativo de la riqueza
fortalecieron la identidad y sustentaron políticas afir-
mativas de los intereses nacionales en el contexto de la
globalización.
En la Argentina, la experiencia fue distinta. La ex-
pulsión del indio iniciada en las primeras décadas del
siglo XIX y consumada con la Campaña del Desierto y la
ocupación de las tierras del sur del país expandió la
frontera al mismo tiempo que las nuevas tierras eran
repartidas entre pocas manos. De este modo, cuando
llegaron las grandes corrientes migratorias la propiedad
de la tierra estaba fuertemente concentrada. Se configu-
ró así el escenario del latifundio de explotación extensi-
va y de productores no propietarios. De allí surgieron la
fuerte concentración de la renta agraria y los límites a
la expansión del mercado interno y la industrialización.
La consecuente debilidad en la generación de empleo y
bienestar contribuye a explicar por qué, entre 1870 y
1914, ingresaron 7 millones de personas pero retornaron
a sus países de origen o fueron a otros destinos 4 millo-
nes. Se trata probablemente del más alto coeficiente de
retorno entre los países de inmigración.
En este contexto, se afianzó la preferencia por las po-
líticas librecambistas y el vínculo especial con la poten-
cia hegemónica de la época, Gran Bretaña, en contraste
con la trayectoria de los otros países de poblamiento
reciente, antes mencionados.
No es difícil advertir los vínculos entre las tenden-
cias observadas en la Argentina y las dificultades para

163
afianzar la identidad nacional y consecuentemente, polí-
ticas funcionales a los intereses de toda la Nación. La
debilidad de nuestra democracia reconoce probablemen-
te los mismos orígenes.

El tango

En este escenario de fuerte crecimiento poblacional,


urbanización, inmigrantes europeos y del interior del
país en Buenos Aires, concentración de la riqueza y ex-
clusión social, se configura el tejido humano del cual
surge el tango, su nostalgia por lo perdido y la protesta
contra la injusticia. El género integra música, poesía y
danza y expresa una relación entre el hombre y la mujer
simbolizada en el abrazo.38
Es comprensible, también, que un caldo de cultivo de
tal riqueza asimilara expresiones musicales provenien-
tes de otras latitudes del Nuevo Mundo hasta confor-
mar, finalmente, una expresión propia y original. La
misma que concluye por ser una de las principales mani-
festaciones de la identidad argentina.
No es extraño entonces que con tales antecedentes y
su origen en los suburbios de la sociedad establecida, el
tango necesitara, para legitimarse, la aprobación de Eu-
ropa y, en primer lugar, de su principal centro cultural,
París. Así sucede a comienzos del siglo XX. El tango se
transforma entonces de una expresión marginal del
arrabal de Buenos Aires y otros centros urbanos riopla-
tenses, en una melodía de resonancia universal. Porque,
como afirmaba mucho después el comentarista del New

38 S. Abadi, El bazar de los abrazos, Buenos Aires, Lu-


mier, 2001.

164
York Times, en ocasión del debut del espectáculo “Tango
Argentino” en Nueva York, expresa dilemas y conflictos
esenciales de la condición humana: el amor, el duelo, el
desarraigo, el paso del tiempo, la nostalgia.
Intelectuales cultores de las raíces hispánicas de la
raza, como Carlos Ibarguren y Leopoldo Lugones, expre-
saron su perplejidad y disgusto frente al reconocimiento
mundial del tango, al que consideraban una expresión
subalterna del arrabal y el aluvión inmigratorio, indig-
no, por lo tanto, de ser considerado argentino.
Sólo con la aprobación de Europa, adquiere el tango
pasaporte argentino, revelando una de las debilidades
de nuestra idiosincrasia, a saber, la dependencia de la
opinión de afuera para convencernos de nuestros propios
valores. En nuestros días, esto que hoy llamamos riesgo
país, es otra manifestación de nuestra contumaz subor-
dinación a la opinión extraña, sustentado actualmente
en un grado extremo de vulnerabilidad.
La etapa fundacional del tango fue seguida por la
extraordinaria fecundidad de los años veinte. Luego
emergen las fundamentales décadas de los años cuaren-
ta y cincuenta.39 En esa época, como resultado de la de-
presión mundial y la segunda gran guerra, el país se
vuelve sobre sí mismo, registra profundas transforma-
ciones políticas y un fuerte movimiento migratorio desde
las zonas rurales a Buenos Aires y otros centros urba-
nos. Los censos de población revelan una situación dis-
tinta a la de la etapa fundacional del tango. En 1970, los
europeos ascendían a 1,7 millones, el 9,5% de la pobla-
ción total, contra 2,2 millones y el 30% en 1913. Mien-

39 J. Adamoli, “Quiénes y cuándo le dieron vida al tango”,


en: Doce ventanas al tango, Buenos Aires, Fundación El Libro,
2001.

165
tras tanto, los inmigrantes procedentes de los países
limítrofes habían aumentado de 208 a 453 mil entre los
mismos años. A su vez crecía la presencia en la Capital
Federal y el conurbano de los oriundos del interior del
país.
En este nuevo escenario, ahora más distante del or-
den mundial, surgen nuevos aportes enriquecidos por la
mayor competencia profesional de los músicos y una
nueva generación de poetas. Estos últimos rescatan los
temas fundacionales del amor, el desarraigo y la nostal-
gia junto a la protesta por las miserias de los nuevos
tiempos.
De este modo, las décadas del cuarenta y del cin-
cuenta configuran junto a la etapa fundacional, el prin-
cipal acervo musical y poético del tango. Cuando se in-
tensifica la vinculación del país con el mundo externo, a
partir de la década de 1960, el tango es desplazado en
las preferencias de las mayorías por sones provenientes
principalmente de los Estados Unidos y otras latitudes
del Nuevo Mundo. Los medios de comunicación masiva
transnacional profundizan la globalización de la cultura
y las preferencias estéticas.
En los años ochenta el tango vuelve a resurgir, en
particular la danza. Compartiendo ahora las preferen-
cias populares con otros ritmos, el tango recupera su
posición como una expresión esencial de la identidad
argentina.
El tango surgió así y se desenvuelve actualmente en
un contrapunto continuo entre nuestra propia realidad y
el mundo externo. Entre el escenario interno y la globa-
lización. Su experiencia proporciona enseñanzas para
otras esferas distintas a las de un gran género de la mú-
sica contemporánea.

166
Hemos visto cómo el tango nace en un contexto fuer-
temente condicionado por los acontecimientos mundiales
y la forma en que el país se insertó en el orden global.
Pero estas influencias externas fueron incorporadas pa-
ra crear una melodía y una poesía esencialmente argen-
tinas, más precisamente, rioplatense. A partir de esta
creación propia nos proyectamos al mundo y éste nos
reconoce por nuestra originalidad. Ocupamos un lugar
en el mundo por el tango y otras expresiones de nuestra
cultura que tienen valores universales porque expresan
dilemas esenciales de la condición humana, contenidas
en la idiosincrasia de nuestro pueblo. Porque fuimos
capaces en el tango y en otras creaciones de vincularnos
al mundo, incorporar otros saberes y otras emociones,
siendo nosotros mismos.
El epígrafe de estas notas recuerda un pasaje de
“Nocturno a mi barrio” de Aníbal Troilo. No podría ex-
presar en menos ni mejores palabras lo que quiero decir
acerca del tango y la globalización. Troilo se va del ba-
rrio y se proyecta al mundo porque, finalmente, siempre
vuelve a nutrirse de las esencias de su identidad, de su
memoria y sus amores fundacionales.

Epílogo

Es interesante observar que el nuevo auge del tango


se vincula a la repercusión que alcanzó en Europa y los
Estados Unidos el espectáculo llamado “Tango Argenti-
no”, seguido después por múltiples giras de artistas ar-
gentinos. Parecería que volvimos a necesitar el recono-
cimiento externo para recuperar nuestra autoestima y
la apreciación de nuestros propios valores.

167
Es probable también que estemos ahora buscando en
el tango, y en otras manifestaciones de nuestra cultura,
un refugio de la identidad argentina frente a las incerti-
dumbres del presente.
Como hemos visto, el tango constituye una respuesta
creativa y original al contrapunto entre la globalización
y la realidad interna. En la economía, la situación es
bien distinta. Hemos respondido muy mal a los desafíos
de la globalización y los resultados están a la vista.
Dentro de la globalización (y no se puede vivir fuera
de ella) sólo prosperan los países que consolidan su pro-
pia identidad y asumen la organización de sus recursos.
En la cultura, lo logramos, por ejemplo, creando un gé-
nero de la universalidad del tango. En economía, debe-
ríamos hacer lo mismo. Actualmente, estamos aterrori-
zados por el riesgo país y los cambios de humores de los
mercados. No hay nada de inevitable e inexorable en
estos hechos.
En estudios recientes sobre la globalización, insisto
en esta necesidad de estar en el mundo sin dejar de ser
nosotros mismos, de vivir con lo nuestro abiertos al resto
del planeta y la cultura de otras latitudes.
Porque, en definitiva, la trayectoria de los seres
humanos y los países se construye, en primer lugar, en
el propio espacio.

168
Epílogo
ATRAPADOS EN LA GLOBALIZACIÓN40

LOS ARGENTINOS estamos tratando de entender qué pa-


sa con nuestro país. Cuáles son las causas que explican
el desempleo, la pobreza, la inseguridad y la frustración
que predominan en la sociedad argentina. Desde la esfe-
ra política, el ámbito religioso y la sociedad civil se re-
clama contra la situación sin desentrañar la raíz pro-
funda de semejantes calamidades.
No son el déficit fiscal, ni la evasión de impuestos o
la ineficiencia de la Justicia, los costos exagerados de la
política o la corrupción, el egoísmo individual o la falta
de solidaridad, las causas dominantes de nuestros pro-
blemas. Con la excepción del déficit que actualmente es
irrelevante, todos los otros son males que deben erradi-
carse. Pero aunque así fuera, probablemente no logra-
ríamos crecer ni resolver los problemas sociales que nos
agobian.
Sugiero que existe una explicación excluyente de
nuestros males. A saber, las pésimas respuestas que he-

40 Clarín, miércoles 11 de julio de 2001.


mos dado a los desafíos y oportunidades de la globaliza-
ción del orden mundial contemporáneo.
Lo que nos sucede no es la consecuencia inexorable
de acontecimientos exógenos, frente a los cuales no te-
nemos alternativa más que aceptarlos y seguir la co-
rriente. Ante el mismo escenario mundial, otros países
de menor dimensión y recursos que el nuestro —como
Corea, Taiwán y Malasia— lograron, en plazos históri-
cos breves, emerger del atraso y la dependencia y conver-
tirse en protagonistas activos, no subordinados del orden
mundial.
La globalización tiene lugar en la esfera virtual de la
transmisión de información e imágenes y el procesa-
miento de datos en tiempo real, posibilitados por la revo-
lución electrónica. En ella habitamos, efectivamente, en
la aldea global.
En el plano real, la globalización se refleja en dos
procesos principales. Por una parte, el aumento del co-
mercio internacional que crece el doble que la produc-
ción mundial. Por otra, la expansión de las corporaciones
transnacionales y sus filiales, en cuyo seno se interna-
cionaliza una parte de la agregación de valor en la eco-
nomía mundial.
La globalización incluye otra dimensión fundamen-
tal: la financiera, arraigada en un mercado planetario
fuertemente especulativo. tanto, que más del 95% de las
transacciones en los mercados cambiarios mundiales del
orden de 1,5 billones de dólares diarios, se refiere a mo-
vimientos de fondos que arbitran tasas de interés, pari-
dades cambiarias y variaciones de los mercados de ac-
ciones y bonos. Este factor contribuye a la inestabilidad
de esas mismas variables, que es otro rasgo del orden
mundial contemporáneo.

171
El sistema es administrado por un marco regulatorio
que responde, naturalmente, a los intereses de los países
centrales. Pero ni las normas de la Organización Mun-
dial de Comercio ni los criterios del FMI son obstáculos
insalvables para la formulación de políticas eficaces en
los países que saben cómo responder a los desafíos y
oportunidades de la globalización.

¿Cómo respondió Argentina a estas tendencias? De la


peor manera imaginable. Quedó atrapada en la visión
fundamentalista de la globalización, según la cual todo
sucede en el orden global y el poder radica en los actores
transnacionales y las grandes potencias, en primer lu-
gar, en los Estados Unidos. A partir de allí, desprotegió
el mercado interno, para colmo con un tipo de cambio
fuertemente sobrevaluado. Una combinación fatal: aper-
tura con producción nacional carísima en divisas. Ade-
más, admitió indiscriminadamente un cuantioso volu-
men de inversión privada directa. Esto ha provocado el
más extraordinario proceso de extranjerización de cual-
quier economía de alguna importancia en el mundo con-
temporáneo. se fracturaron así los eslabonamientos entre
los diversos sectores de la economía y, en particular, en-
tre la producción de bienes y servicios y la oferta de cono-
cimientos del sistema nacional de ciencia y tecnología.
Si se compara la política que hemos seguido con la
aplicada en países como Corea, Taiwán y Malasia, dan
ganas de llorar. En esos países, la inversión fue admiti-
da para ampliar la capacidad productiva, no para com-
prar activos existentes; para acceder a terceros merca-
dos, no para dominar el mercado interno; para atraer
tecnología e integrar a las filiales al tejido productivo
doméstico, no para sustituirlo.

172
En vez de mantener la casa en orden y en equilibrio
los pagos internacionales, el país entró en un proceso
frenético de endeudamiento. A su vez, las filiales son
fuertemente deficitarias en divisas, porque venden prin-
cipalmente en el mercado interno pero gastan mucho
afuera por la compra de insumos, equipos, tecnología y
remisión de utilidades y regalías. Este comportamiento
de las filiales explica cerca de 2/3 del déficit de la cuenta
corriente en el balance de pagos. Sumado a esto los ser-
vicios de la deuda, se comprende la dimensión de la vul-
nerabilidad externa. La misma que nos lleva de un blin-
daje a un canje de deuda y de un sobresalto a otro, en un
escenario permanente de estancamiento, desempleo y
frustración.
El fin de este camino es elocuente. Argentina es el
país más endeudado de América Latina y del mundo. La
deuda externa es casi seis veces mayor que las exporta-
ciones y los pagos en concepto de intereses y utilidades
representan más del 50% de estas últimas. América La-
tina es la región del mundo más vulnerable en estas
cuestiones y nosotros estamos dos veces peor que el pro-
medio regional. Parecería que aún no hemos tomado
conciencia de la dimensión del problema.
Como si esto no alcanzara, para garantizar a los
mercados que no volveremos a cometer los disparates
del pasado, que no fueron pocos, hemos decidido que
vamos a navegar, en el mar embravecido de las variables
cambiantes, sin timón. Es decir, sin política económica
que está subordinada al régimen de convertibilidad y al
compromiso de eliminar el déficit fiscal, aunque la eco-
nomía esté en recesión y, sin los intereses de la deuda,
el presupuesto revele un superávit primario.
Las causas por las cuales hemos dado tan malas res-
puestas a la globalización son múltiples y complejas.

173
Pero si queremos cambiar el rumbo debemos empezar
por entender los alcances reales de la globalización.

Merece recordarse al respecto que, pese al creci-


miento del comercio, el 80% de la producción mundial es
absorbida por los mercados internos. A su vez, más del
90% de la agregación de valor en la economía mundial
se realiza dentro de las fronteras nacionales y otro tanto
de la inversión en capital productivo y social es finan-
ciado con el ahorro interno de los países. Las corpora-
ciones y sus filiales son muy importantes pero, en defi-
nitiva, realizan menos del 10% de la acumulación de
capital y la agregación de valor en la economía mundial.
Suele olvidarse la coexistencia de la dimensión glo-
bal con la endógena. Como suele desatenderse, también,
la evidencia de que el desarrollo no se importa y es
siempre y, en primer lugar, un proceso interno de trans-
formación, capacitación de los recursos humanos e inte-
gración de la sociedad y del sistema productivo.
Dentro de la globalización (y no se puede estar afue-
ra) sólo prosperan los países que asumen la conducción
de su propio destino. La experiencia histórica y la actual
es definitiva: siempre fue así y sigue siéndolo. Argentina
hace rato que renunció a un proyecto propio. Ha quedado
así atrapada en el terror del riesgo país y los cambios de
humor de los mercados. Carecemos así de los medios y
de los instrumentos para ponernos en marcha y enfren-
tar realmente los problemas cruciales del desempleo, la
pobreza y la inseguridad. No lograremos hacerlo hasta
que observemos el mundo con realismo y modifiquemos
radicalmente nuestras respuestas a los desafíos y opor-
tunidades de la globalización.
Es preciso reconocer que el núcleo de nuestros pro-
blemas radica en la cuestión nacional. Hace casi veinte

174
años, en plena crisis de la deuda, propuse que debíamos
vivir con lo nuestro para estar en el mundo y crecer e,
incluso, para pagar la deuda sin sobresaltos.
Triunfó la visión fundamentalista de la globaliza-
ción y el pensamiento mágico neoliberal, con las conse-
cuencias que tanto nos afligen. Es tiempo de cambiar el
rumbo empezando por revisar el diagnóstico de nuestros
males y, en seguida, realizar un ataque masivo contra la
vulnerabilidad externa, sin cuya remoción seguiremos
insistiendo en las pésimas respuestas a la globalización,
con los resultados conocidos.

175
COLAPSÓ LA ERA INICIADA EN 197641

El agotamiento del modelo neoliberal llegó a un pun-


to en el que “ya no es siquiera capaz de respetar sus
propias reglas”, considera Aldo Ferrer. El ex ministro de
Economía —que participó activamente en la elaboración
del Plan Fénix, la propuesta económica alternativa que
surgió en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires—
dijo a Página/12 que “la convertibilidad es una ficción”
y que “deben recuperarse cuanto antes los instrumentos
de política monetaria y fiscal”. Y si bien el límite reside
en “la gran dificultad de las mayorías para articular un
poder viable”, la crisis social y el colapso del modelo
pueden abrir un espacio para nuevas respuestas.

—¿Cuál es su evaluación de las recientes medidas eco-


nómicas?
—Estas medidas ponen punto final a un período his-
tórico de la economía argentina iniciado en 1976, cuando

41 Reportaje realizado por Claudio Scaletta, Página/12, 9


de diciembre de 2001.
se instala por primera vez esta visión fundamentalista
de la globalización, con desregulación financiera y aper-
tura indiscriminada. Luego de los altibajos durante los
años ochenta, el modelo se consuma en la década pasa-
da, cuando se dieron una serie de condiciones favorables
para este tipo de políticas: inversiones externas, abun-
dancia de créditos, empresas por vender, reformas pre-
visionales, desfinanciamiento del Estado, etc. Este fe-
nómeno culmina con un deterioro de la economía real
muy profundo, con esta recesión interminable. Y, final-
mente, una situación de insolvencia que acaba en el in-
cumplimiento del sistema de contratos. Entonces, el
modelo desemboca en esta intervención masiva del Es-
tado para preservarlo.

—¿Por qué se dejó avanzar la situación hasta este límite?


—Creo que el modelo siguió su propia dinámica. Se
trató de darle oxígeno con diversos instrumentos, como
el blindaje, el megacanje y demás. Pero los desequili-
brios son tan profundos que esto llegó al final en un con-
texto de grave deterioro de la economía real y de la si-
tuación social.

—¿Por qué no se advirtió antes el deterioro de la econo-


mía real?
—Claramente porque el modelo tiene sus beneficia-
rios. Éste fue un esquema que se asentó en las privati-
zaciones y en el negocio financiero. Incluso haciendo
operaciones sobre las finanzas públicas se han transfe-
rido rentas muy importantes, como con la reforma pre-
visional. Toda esta manipulación de las riquezas del
país en beneficio de grupos reducidos terminó generando
una situación de inviabilidad. Incluso al punto de que el

177
modelo no es capaz siquiera de respetar sus propias re-
glas.

—¿Cuál es el destino de la convertibilidad?


—Hoy la convertibilidad es una ficción, porque las
reservas del BCRA representan entre el 10 y el 15 por
ciento del total de activos convertibles en dólares que
pueden salir del sistema. En semejante contexto, se si-
gue con las mismas políticas. En vez de revertir la si-
tuación se avanza en el sentido de la dolarización.

—¿Dolarización versus devaluación no es un dilema


falso?
—La dolarización no es una solución porque no re-
suelve la crisis de confianza, a menos que entren ingen-
tes recursos del exterior, algo que no es en absoluto pre-
visible.

—¿Cuál es la alternativa?
—Acá hay que recuperar la capacidad de hacer polí-
tica económica y para esto hay que reconocer que la con-
vertibilidad ha generado una ficción. El titular de depó-
sitos en dólares no va a poder transformarlos en dólares
reales. Entonces, hay que pasar el sistema a pesos en el
marco de una nueva política macroeconómica de ajuste
con crecimiento. Así será posible recuperar la capacidad
tributaria y flexibilizar la política cambiaria. Hay que
volver a la realidad y salir de esta ficción del tipo de
cambio fijo, que terminó generando esta sobrevaluación.

—¿Cuál sería el bloque social dispuesto a apoyar esta


salida?
—La inmensa mayoría del país que está ligada al
trabajo y a la producción y que no participa de los secto-

178
res especulativos vinculados a rentas extraordinarias.
Pero éste es el viejo problema argentino: que mientras
ciertos grupos hegemónicos, con una gran capacidad para
manipular la realidad, detentan poder y capacidad opera-
tiva para orientar las cosas, las mayorías tienen gran
dificultad en articular un poder viable. Ahora estamos en
una situación similar. Frente a este descalabro provocado
por el neoliberalismo y por estas maniobras especulati-
vas, no se vislumbra cuál es la salida política. Y esto se
presenta en una situación social crecientemente preocu-
pante que genera incógnitas respecto de la paz social,
porque ya las tensiones son realmente insoportables.

—Antes, el límite del modelo era la salida de depósi-


tos. Ahora parece ser el estallido social.
—El modelo colapsaba por dos causas. Una es la que
ya sucedió, que era la salida de depósitos y la fuga de
capitales. Y la otra, como usted dice, es una conmoción
social grave. Ya pagamos la primera y ahora corremos el
riesgo de la segunda. Por la gran inquietud que se está
generando no puede descartarse que se produzcan
hechos preocupantes desde el punto de vista de la segu-
ridad y la paz social. El modelo neoliberal colapsa es-
truendosamente y deja como herencia una situación que
violenta todo el sistema de contratos y de relaciones de
una sociedad organizada. La salida es su reemplazo por
un nuevo régimen viable que permita la recuperación de
la política económica. Porque en realidad el país está
paralizado. No tiene política cambiaria ni fiscal: sólo
tiene la política del déficit 0. El país está navegando en
un mar turbulento, con una tormenta fenomenal y tiene
el barco sin timón y sin instrumentos.

179
—Pero sigue faltando un sector de la clase dirigente con
capacidad para impulsar este enfoque.
—La esperanza es que en circunstancias límite como
las que estamos viviendo se pueden configurar nuevas
situaciones que den nuevas respuestas. Lo que es claro
es que el grueso de la clase empresaria y política en ge-
neral estuvo acompañando esto. Incluso en la actuali-
dad, protestan más sobre las consecuencias que sobre
las causas.

—¿Cuál es su diagnóstico para el corto plazo?


—Tengo la impresión de que el sistema financiero no
puede volver a operar. No hay día 91. En cuanto se le-
vanten las restricciones empieza otra vez la fuga. En
este contexto la dolarización es un paso inútil e inviable,
un camino sin salida. Pero hay dos hechos de los que
pueden surgir nuevas perspectivas. El primero es que,
contra lo que decía el neoliberalismo, quedó demostrado
que el Estado conserva un poder formidable, tanto poder
como el que le permitió restablecer el control de cambios
y tomar estas decisiones en el sistema financiero. El
segundo es la caída del modelo en condiciones estrepito-
sas. Estos dos elementos pueden ser el punto de partida
de una fórmula de solución.

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