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Alumnos: Flores, Montegro, Robles

Materia: Pedagogía
Profesora: Bernardo Chani
Instituto de Culturas Aborigen

POSITIVISMO

El positivismo es un pensamiento filosófico que afirma que el conocimiento auténtico


es el conocimiento científico y que tal conocimiento solamente puede surgir de la
afirmación de las hipótesis a través del método científico. El positivismo se deriva de
la epistemología que surge en Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador
francés Saint-Simon, de Auguste Comte, y del británico John Stuart Mill y se extiende
y desarrolla por el resto de Europa en la segunda mitad del siglo XIX. Uno de sus
principales precursores en los siglos XVI y XVII fue el filósofo, político, abogado,
escritor y canciller de Inglaterra Francis Bacon.

Esta epistemología surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista


del ser humano, tanto individual como colectivamente. Según distintas versiones, la
necesidad de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia sin
parangón que fue la Revolución francesa, que obligó por primera vez a ver a la
sociedad y al individuo como objetos de estudio científico.

Estas corrientes tienen como características diferenciadoras la defensa de un


monismo metodológico (teoría que afirma que hay un solo método aplicable en todas
las ciencias). La explicación científica ha de tener la misma forma en cualquier
ciencia si se aspira a ser ciencia, específicamente el método de estudio de las ciencias
físico-naturales. A su vez, el objetivo del conocimiento para el positivismo es explicar
causalmente los fenómenos por medio de leyes generales y universales, lo que le lleva
a considerar a la razón como medio para otros fines (razón instrumental). La forma
que tiene de conocer es inductiva, despreciando la creación de teorías a partir de
principios que no han sido percibidos objetivamente. En metodología histórica, el
positivismo prima fundamentalmente las pruebas documentadas, minusvalorando
las interpretaciones generales, por lo que los trabajos de esta naturaleza suelen tener
excesiva acumulación documental y escasa síntesis interpretativa.

El positivismo afirma que en la realidad existe un orden único que tiende al progreso
indefinido de la sociedad. Todo lo que ocurre responde a ese orden natural que hay
que descubrir, conocer y aceptar. Así, el ser humano no es el constructor de la
realidad social, propone una suerte de inmovilismo social, de orden social
descartando la problematización.

En la teoría del conocimiento positivista, el conocimiento ya está dado, elaborado y


terminado no permitiéndose la problematización; por ello niega la intervención del
sujeto en su construcción. Va de lo simple a lo complejo y así se desaprovechan
métodos de estudio como la dialéctica, la deducción, la problematización, etc..
El sujeto que aprende se mantiene pasivo y se aprende acumulando
memorísticamente los hechos ya ocurridos (datos). Así, el método basado en la
memorización fue (y sigue siendo) el más utilizado.

La educación con base positivista persigue conseguir un individuo inflexible, de


mentalidad cerrada, individualista y a-crítico. No permite la formulación de
explicaciones que requieran un examen crítico y generalizaciones fundamentadas en
juicios críticos.

Como veremos mas adelante, en nuestro país hubo dos corrientes del positivismo que
inspiraron a la Escuela Argentina: el Positivismo de Comnte y Spencer.

Augusto Comte

Auguste Comte, (en francés, nacido comoː Isidore Marie Auguste François Xavier
Comte) (Montpellier, 19 de enero de 1798 – París, 5 de septiembre de 1857), es
considerado el creador del positivismo y de la sociología.

Comte incorpora a su discurso la idea de la evolución y del progreso, pero, en tanto


conservador, suponía que los cambios debían estar contenidos en el orden. La
sociedad debía ser considerada como un organismo y estudiada en dos dimensiones:
la de la Estática Social (análisis de sus condiciones de existencia; de su orden) y la de
la Dinámica Social (análisis de su movimiento; de su progreso). Orden y Progreso se
relacionan estrechamente. El primero es posible sobre la base del consenso, que
asegura la solidaridad de los elementos del sistema. El segundo, a su vez, debe ser
conducido de tal manera que asegure el mantenimiento de la solidaridad, pues de
otro modo la sociedad se desintegraría.

En realidad, la idea de evolución es la del desarrollo sucesivo de un principio


espiritual de acuerdo con el cual la humanidad pasaría por tres etapas, la teológica, la
metafísica y la positiva. Esta última sería capaz de sintetizar los polos de orden
inmóvil y de progreso anárquico que caracterizaron a las dos primeras etapas. La
etapa positiva marcaría según Comte la llegada al estado definitivo de la inteligencia
humana y colocaría, en una nueva categorización jerárquica de las ciencias, a la
sociología en la cima de ellas. La sociología o física social, esto es, "la ciencia que tiene
por objeto el estudio de los fenómenos sociales considerados con el mismo espíritu
que los astronómicos, los físicos, los químicos o los fisiológicos, es decir, sujetos a
leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento es el objeto especial de
investigación”.

Propone así la Ley de los tres Estados:

1. Teológica: Da explicaciones simples de los fenómenos naturales como la lluvia,


el trueno, la fertilidad o el viento creando dioses para explicarlos (Dios de la lluvia,
Dios del trueno, etc.).

2. Metafísica: Todo lo que ocurre se debe a fuerzas naturales o esencias y se


realizan ritos para que pase tal o cual cosa (danza de la lluvia, sacrificio de un
animal, ritos religiosos, etc.) llamando así la atención de los dioses. Busca respuesta
al cómo suceden las cosas.

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3. Positiva: El nombre positivo deriva de lo que el ser humano hace y crea, no es
Dios. Es cuando llega a una estructura científica de la mente buscando las causas de
los fenómenos con la razón a través de la experimentación, la observación y la
experiencia para descubrir las leyes científicas que regulan sus relaciones. Busca
respuesta al por qué suceden las cosas. La razón es considerada como la única
fuente de conocimiento de la realidad y ésta se expresa en el conocimiento
científico. Con la razón y las ciencias es posible el progreso indefinido de la sociedad
pero, para que se produzca, debe existir el orden social. Para ello es necesario evitar
todo tipo de conflictos sociales.

Auguste Comnte propone también algunos principios básicos que caracterizarían al


Positivismo, el cual ha sido entendido también como especie de “Nueva
Espiritualidad” que moldearía el interior del hombre y lo haría un ser mas
humanístico.
Los principios del Positivismo son:

 No existe otro conocimiento que el empírico, el que se funda en los hechos y


formula leyes de coexistencia y lección de fenómenos.
 No conocemos los fenómenos sino la apariencia de las cosas.
 Teda metafísica es un intento estéril e inútil. Es carente de sentido la búsqueda
de todo lo que se llama causas primeras o finales.
 El único método valido es el de las ciencias experimentales.

Herbert Spencer

Herbert Spencer (Derby, Inglaterra, 27 de abril de 1820-Brighton, Inglaterra, 8 de


diciembre de 1903) fue un naturalista, filósofo, psicólogo, antropólogo y sociólogo
inglés que desarrolló una concepción omnímoda de la evolución como el desarrollo
progresivo del mundo físico, los organismos biológicos, la mente humana, y la cultura
humana y las sociedades. Era «un exponente entusiasta de la evolución», e incluso
«escribió acerca de la evolución antes de que lo hiciera Darwin».

Para Spencer no existían diferencias metodológicas en el estudio de la naturaleza y de


la sociedad. El principio que unificaba ambos campos era el de la evolución; las leyes
de la misma, propuestas por la biología, eran universalmente válidas. Es notorio que
detrás de Spencer están las teorías de Darwin, quien publica El origen de las especies
en 1859, tres años antes de que comiencen a aparecer los copiosos tratados de
Spencer, diez volúmenes que abarcan la sociología, la psicología, la ética y la biología.

Ferozmente individualista, toma de Darwin el principio de la supervivencia de los


más aptos y los traslada al campo social para justificar la conquista de un pueblo por
otro.

Positivismo en Argentina

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El positivismo irrumpe y eclosiona en nuestro país desde 1870, pretendo situar en
este articulo fenómenos ideológicos- históricos- didáctico de profundas
consecuencias para nuestra educación.

El fenómeno positivista en la argentina ha sido motivo de interpretaciones disímiles y


muchas veces contrapuestas, desde los que lo ven como un movimiento de caracteres
típicamente nuestros, hasta los que cuentan con un resultado más del acontecimiento
europeo, que contó con Comte y Spencer en su vanguardia y desarrollo.

El positivismo empieza a mostrar su entraña en Argentina con el movimiento de la


“escuela normal de Paraná”, en Entre Ríos. La escuela fundada por Sarmiento en
1870 reunió a un grupo de Maestros fervorosos por la educación del país, con la
conducción ideológica de Pedro Scalabrini y José María Torres, el aporte didáctico de
maestros norteamericanos y el estimulo constante de profesores de la talla de Ernesto
Bavio, Alejandro cabo, Leopoldo Herrera, Gustavo Ferray y Tomás Milicua.

La orientación definitiva, que le permitió adquirir posición rectora se la dio José


María Torres, nombrado director en 1876, en reemplazo del profesor Stearns. El
eminente profesor español que se había formado en la escuela normal central de
Madrid, introdujo la escuela pestalozziana europea, que fue la que dio contenido a la
educación elemental argentina”. Aquí, con este dato histórico, advertimos ya un
ingrediente, en el núcleo mismo del nacimiento positivista en la Argentina.

Es oportuno señalar aquí el momento y la forma en que el positivismo Comtiano


penetra ideológicamente en la Argentina. Lo introduce Pedro Scalabrini a través de
sus “cartas científicas” (1877) y con su trabajo “Materialismo, Darwinismo,
Positivismo, diferencias y semejanzas” de 1888.
Como Profesor de la Escuela Normal de Paraná en 1872, inicia la difusión de los
principios comtianos y orienta decididamente la enseñanza, por las bases científicas
del positivismo Europeo.
Scalabrini gravita en la escuela normal de Paraná, con el pensamiento de Comte, en la
transformación social y pedagógica que el positivismo opero en la vida argentina.
“Las cartas científicas “, escritas al General Eduardo Racedo en el periodo marzo
1886-Abril 1887, muestran la vocación científica de Scalabrini y su ideario positivista.
En sus “notas a la carta 7” desarrolla conceptos sobre la “educación sistemática “, es
decir, sobre un planeamiento educativo que tiene la siguiente progresión: hasta los 7
años la educación debe ser particularmente afectiva y desarrollar sentimientos
altruistas; de los 8 a los 14 años , “educación estética” alcalizara la idealización de la
familia, la patria y la humanidad; de los 15 a los 21 años se formaliza la “educación
científica” punto clave de la formación positivista – y cumplida esta etapa “ el joven…
subordinará siempre la meditación a la acción y sabrá que el orden y el progreso
deben armonizarse…porque el progreso sin orden es anarquía y el orden sin progreso
es estacionarismo o retroceso. Y sabrá que nada hay de absoluto, que todo es
relativo”... Aunque esta última afirmación es, en rigor, tomada, en sentido estricto un
intento de absolutizar lo relativo, contradicción flagrante con la afirmación anterior
de que no hay nada que sea absoluto. Aquí se ve como también en los positivistas,
reaccionarios contra todo” absolutismo” se filtra ese afán de absoluto que posee el
hombre, aun el que hace profesión de fe materialista.

Pedro Scalabrini participo en las actividades de la “sociedad de estudios pedagógicos


“ fundada en 1885 por los profesores de la escuela normal de Paraná.

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En las mencionadas conferencias de la sociedad, se trataban diversidad de temas,
desde la enseñanza de la geografía, los métodos de gramática, las lecciones sobre
“objetos”, la enseñanza de la historia, la educación común, hasta problemas de la
educación profesional, de la educación afectiva y de filosofía de la educación.
En esta ultima materia merecen párrafo aparte los conceptos de Leopoldo herrera,
cuyo enfoque evidenciaba la “mística” positivista.
1) La educación debe proponerse como fin el desarrollo progresivo de las
facultades del niño, bajo la triple faz de, físicas, intelectuales y morales
(división que consigno el libro de H Spencer).
2) Su objeto debe ser mejorar la naturaleza humana, modificándola.

En otros puntos L. Herrera acentuaba las bases positivistas de la educación; aspectos


tales como: la vigorización del cuerpo, el desarrollo de los buenos instintos sobre los
malos y como decisiva influencia moral la de convertir al ser egoísta en altruista, es
decir formar al hombre bueno. Desde el punto de vista intelectual, reclama: asegurar
el equilibrio mental, subordinar la meditación a la observación y la especulación a la
experiencia. En la conducta, obrar sobre la voluntad para dotarla por la Educación
con las cualidades del buen carácter: coraje para principiar, prudencia para
combinar los medios con los fines y perseverancia para dar continuidad a la acción. Y
con los fines alcanzar el ideal filosófico de la educación, el Maestro debe reunir, para
Herrera, ciertas condiciones indispensables: conocer profundamente la naturaleza
humana, dominar el saber real, conocer la lógica científica y tener idea exacta de las
leyes que rigen la evolución de la especie humana.

Los hombres de Paraná poseían principios doctrinales claros y positivos, se


esforzaban por exponerlos y difundirlos para la formación de la juventud.
Enarbolaban su acción docente con un sentido casi religioso, realizando con una
mística autentica la formación física, intelectual, y moral de sus alumnos.

También José María Torres, director de la escuela desde 1876, sobre todo en sus
“Memorias “ que escribe desde 1869 como inspector nacional y muy especialmente
en su “Curso de Pedagogía” libro 1 (Primeros Elementos de Educación ), editado en
1887 se reconoce la temática positivista, preferentemente spenceriana, cuando
desarrolla las ideas preliminares, parte 1ra, De la Educación Moral J. M. Torres ,
piensa que “el hombre posee diversas facultades físicas, intelectuales y morales, con
diferentes oficios que desempeñar..” admite una potencialidad de las distintas
facultades como implícita de la naturaleza humana, que están en constante relación
entre sí.

En la relación Maestro - alumno, Torres pondera "el carácter moral del educador".
El amor del educador y su autoridad, el poder, se unifican para garantizar la
educación moral del escolar. "El maestro-dice Torres- obrando prudentemente con
amor, puede aumentar indefinidamente la influencia de un poder; el poder no es
bastante sin el amor, porque la simpatía no puede ser comprendida, sino atraída; el
amor no es bastante sin el poder, porque la volubilidad del niño se descarría
continuamente y necesita gobierno".
En sus “Sugestiones prácticas”, dice: "No es posible moralizar con meras teorías, las
lecciones morales puramente abstractas, son ineficaces.

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La educación moral se encarnó disciplinariamente en la persona del Director que fue
Torres y así lo testimonia con justicia y verdad Sara Figueroa en su hermoso y
documentado trabajo, "Escuela Normal de Paraná", publicado en Paraná, en 1934.
Al hablar sobre la Disciplina en la época de Torres dice que "se estableció sobre la
base del ascendiente del deber, de la caballerosidad, de la nobleza, de la dignidad
personal, resortes que supo tocar con mano maestra.”
La "disciplina escolar" tenía, entonces que estar asegurada, con ese norte, con esta
brújula, con esta actitud de un Director que en vez de dar consejos de moral,
enseñaba la moral con su ejemplar conducta.
Es la imagen del "educador modelo" al que hace referencia Kershensteiner.

Junto con los Directores de la Escuela Normal de Paraná, que siguieron esa línea
brillante, los que más se destacaron, deben situarse los nombres de Gustavo Ferray,
Alejandro Carbó y el Profesor Ernesto Bavio.
Bavio reclama un plan de instrucción, intelectual, moral y física, que trascienda la
enseñanza elemental y se armonice con la evolución de la sociedad.
La Autoactividad del humano, dando jerarquía al valor cualitativo del aprendizaje:
"Cultivemos- dice- la facultad adquisitiva y el poder de percibir, de sentir, de
imaginar, de recordar, de pensar por sí mismo, de tener iniciativas y de dar solución
acertada a las cuestiones que se presenten. Esto no lo da el verbalismo, ni una
enseñanza puramente libresca, sino la observación, la investigación y la
experimentación personal del educando". Concibe una instrucción "esencialmente
educadora, teniendo como fin la educación moral, vale decir, la formación del
carácter y de la conducta, que son los grandes fundamentos de la personalidad
humana". Bavio parece trascender con esta formulación - de sabor herbartiano - el
esquema positivista y no hay duda que la influencia proyectada por Herbart en el
siglo XIX, tuvo que gravitar para atenuar y a veces, combatir, los excesos positivistas.
La conclusión fundamental que permite la valoración de los ideales pedagógicos del
positivismo en Argentina y un movimiento que, recibiendo ideológicamente la
influencia del pensamiento europeo, asumiéndola e integrándola en nuestra propia
circunstancia educativa, supo, con el aporte de eximios maestros, sentar las bases del
normalismo Argentino, proyectando la acción de los profesores de Paraná a lo largo y
a lo ancho del país.

Sobre el trasfondo del positivismo, nacen alrededor de 1920, en Argentina,


expresiones culturalistas y científico-espirituales, que también se nutren del
pensamiento europeo y vienen a revitalizar fundamentalmente la educación
Universitaria Argentina.

La hora actual debiera permitir el ahondamiento de la investigación histórica


pedagógica Argentina, en todos sus períodos de desarrollo, para buscar en la entraña
misma de nuestro ser nacional, las ideas pedagógicas que necesitamos, para
encontrar en nuestro pasado la clave de nuestro destino presente y acuñar las nuevas
ideas integradoras, con un pensamiento ya maduro, que sea expresión auténtica de
nuestra realidad.

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BIBLIOGRAFIA

DOZO, Luis Adolfo. El Positivismo en Argentina.

MARÍN MAGLIO, Federico. El Positivismo y las Ciencias Sociales. Republica


Argentina. ( 1998)

PORTANTIERO, Juan Carlos. El Origen de la Sociología. Los padres Fundadores.

WIKIPEDIA Enciclopedia Libre

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