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HEIDITINSMAN University of California Irvine La tierra para el que la trabaja Género, sexualidad y movimientos campesinos en la Reforma Agraria chilena ~ a \ ia CENTRO ia NM rs DE INVESTIGACIONES DIEGO BARROS ARANA LOM Pacasra DE LA LENGUA YAMANA QUE SIGNIFICA SOL ‘Tinsanan, Heidi 1963 Catierra pare el que la tabsja: Genero. sexualidad y movimientas campesinos en Ia Reforma Aracia chilena {tex:o ampreso] / Hewh Tinstnan. ~ Med. Samiago: LOM Ficiones, 2008, 340 p: 16x21 era.- (Coleceidns Historia) USN: 7R9S6-004N 8G 1. Refonne Agraria ~ Chile Historia - Siglo XX 2 Trabsjacoras Agricola» - Chile - Condiciones Sociales 3. Trabajacores Agricolas ~ Chile - Condiciones Sociales 1. Tigulo. IL Setie Dewey © 305,20003.-- edd 24 Cutter ; 7392 Fuente: Agencia Cataingrifea Chitena © LOM Euiciones Primera edicién, 2009. 18.B.N. 978-956-00-0028-6 A cargo de esta Coleccién; Julio Pinto Totografia de portada: “Inquilinus: Toma de fundo, 1969” , sin autor. Museo Historico Nacional. Disefio, Composicién y Diagramacién: Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago Fono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2) 696 63 88 web: wwwlom.cl e-mail: lom@lom.cl Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Fono: 7169695 / 7169684 Fax: 716 8304 Impreso en Santiago de Chile AGRADECIMIENTOS Es un gran privilegio que este libra sea publicado en espaiiol. Por largo tiempo, la literatura’sobre Chile escrita en idioma inglés no ha estado disponible en espaiiol, asi como tampoce ha sido accesible para aquellos que leen primariamente en inglés el rico trabajo académico escrito por chilenos en espafiol. Estoy profundamente agradecida a LOM y DIBAM por hacer posible que comparta mi trabajo mds extcnsamente en Chile y en otras lugares de las Américas. Ojala su ejemplo inspire una accién reciproca de parte de las editoriales de los Estados Unidos para que las publicaciones de los autores latinoamericanos estén disponibles en inglés. Agradezco especialmente Julio Pinto por Itevarle mi investigacién a LOM. Le agradezco a Jacqueline Garreaud por su excelente traduccion de la publicacidn original, Partners in Conflict: The Politics of Gender, Sexuality and Labor in the Chilean Agrarian Reform (Duke University Press, 2002), y a Elisa Castillo Avalos por su edicién de la misma. Mis colegas historiadoras Soledad Zarate, Liz Hutchison y Consuelo Figueroa entregaron solidaridad y apoyo logistico, sin los cuales este proyecto no se habria realizado. Este libro comenzé como una tesis para mi doctorado en historia de Yale University, pero ha sido profundamente modificado por mis experiencias y conversaciones aqui en Chile. En realidad, inicialmente no intenté escribir una historia sobre la Reforma Agraria, sino sobre Las(los} temporeras(os) en la industria exportadora de fruta durante el régimen militar. En 1991, tuve Ja gran fortuna de trabajar como asistente de investigacién para la ONG La Casa del Temporero, la cual, junto con la Iglesia Catélica, habia ayudado a nutric uno de los primeros sindicatos en Chile de trabajadores temporeros de la fruta en el Valle de Aconcagua. Me fasciné que las mujeres estuvieran desempefiando un papel crucial en revitalizar el movimiento laboral rural y que los cambios en los roles de género fueran los temtas principales del debate alrededor de la olla comin y en las fiestas de la comunidad. Pero esta no fue la historia que terminé escribiendo. E] heroismo que al principio yo trataba de forzar sobre los temporeros termind siendo mucho mds complicado y limitado que lo que habia imaginado mi narrativa romantica. En una detenida inspeccién, me encontré con un radicalismo que no me parecia una respuesta automatica a la dictadura y a la proletarizacion, sinc mas bien un rehacer de las sensibilidades sobre la justicia social enraizadas en un momento anterior: el igualitarismo militante de la masiva expropiacién de tierras en Chile entre 1964 y 1973. En las historias orales con Jos trabajadores de la fruta, tanto hombres como mujeres se referian repetidamente ala Reforma Agraria -asi como a las relaciones latifundistas que fa precedian- como el indice comparativo de sus circunstancias presentes. Aunque las opiniones de si uno estaba mejor antes 0 después variaban ampliamente, habia casi unanimidad en considerar que la Reforma Agraria habia intentado entregar poder politico a los trabajadores y mejorar materialmente a los pobres del campo de manera tal que no tuvo paralelo o comparacién ni antes ni después. Haya 0 no haya tenido éxito, la Reforma Agraria representa un importante precedente democratico rural sobre el cual los trabajadores temporeros se basaron para imaginar el futuro post-Pinochet. Este libro esta dedicado a presentar argumentos sobre la Reforma Agraria y para saber por qué su memoria es importante. Se preocupa particularmente de temas de género y de los desiguales legados que fa Reforma Agraria transmitié a hombres y a mujeres. Tanto los cambios asombrosos como los aleccionadores limites en losesfuerzos de las temporeras contempordneas por mantener a sus familias y por negociar una. mayor paridad con los hombres tienen sus raices en la-Reforma Agraria. Este libro honca y critica un proyecto utépico, algunos de cuyos objetivos estan todavia en el proceso de alcanzarse. “Estoy profundamente agradecida de Gonzalo Falabella, director de la Casa del Temporero, por invitarme a trabajar en Chile y por facilitar mi investigacién en Aconcagua. Igualmente, tengo una gran deuda con la directiva de Santa Maria Sindicato Interempresa de Trabajadores Permanentes y Temporeros por incluirme en sus actividades y ampliar mis contactos en el valle. La Confederacign Unidad Obrero- Campesina me entregé un acceso vital al amplio movimiente laboral. Sin los muchos hombres y mujeres que generosamente compartieron conmigo sus vidas y su tiempo, este libro aa existiria. Estoy especialmente agradecida de Erika Munoz, Olga Gutiérrez, Daniel San Martin y Ratil Flores por su constante ayuda y apoyo, asi como de Olivia Hervera, Maria Tapia, Maria Elena Galdimez, Rosa Tolmo, Omar Garcia, Miguel Aguilar, Selfa Antiman, Eloi Ibacache y Jaime Murioz. A ellos dedico esta publicacién. Este libro también estd profundamente agradecido del trabajo de numerosos académicos chilenos, especialmente Ximena Aranda, Ximena Valdés, Silvia Venegas, . Sonia Montecigos, Sergio Gémez, Gabriel Salazar y José Bengoa. Yo Ilegué a Chile en un momento en que las vias de apertura de fos estudios sobre las mujeres y la vida rural se producian a través de numerosas UNG y de institutos de investigacién que servian como “universidades en las sombras” durante el régimen militar. Estoy particularmente agradecida por las bibliotecas y el ambiente intelectual generado por CEM, CEDEM, FLACSD, SUR, GIA y GEA. En Santiago, tuve el beneficio especial de la compaiiia y ayuda alegre e inteligente de un grupo de académicos y amigos en la Biblioteca Nacional y en el Departamento de Historia de fa Universidad de Santiago de Chile, donde fui una investigadora visitante. Les agradezco a Luis Ortega, Julio Pinto, Diana Veneros Ruiz-Tagle, Cecilia Salinas, Veronica Valdivia, Priscilla Archibald, Alejandra Brito, Edda Gaviola, Teresa Gatica, Lorena Godoy, Liz Hutchison, Miguel Kaiser, Ximena Jiles, Tom Klubock, Corrine Pernet, Karin Rosembiatt, Ericka Verba y Soledad Zarate. En 1993, la USACH auspicio el primer taller universitario en Chile sobre Historia de ta Mujer, el cual ayud6 a generar una increible comunidad intelectual y contcibuyd a la colaboracion de académicos norteamericanos y chilenos para publicar uno de los primeros volimenes sobre historia de género en Chile, Disciplina y desacazo: Construccién de identidad en Chile, sigios XIX y XX (SUR/CEDEM, 1995). Ese proyecto continia sirviéndome como modelo para el didlogo transnacional. También estoy profundamente agradecida por la camaraderia intelectual y por’ : las eriticas de Javier Couso, Soledad Falabella, Peter Winn, Wally Goldfrank, Brian Loveman, Lovell Jarvis, Daniel James, Temma Kaplan, Emilia da Costa, Sol Serrano,” Nancy Cott, Sandhya Shukla, Jolie Olcott, Patricia Pessar, Gil Joseph, John D. French, Florencia Mallon, Steve Stern, Barbara Weinstein y Arnold Bauer. Agradesco al notable personal de la Biblioteca Nacional por su inmensa paciencia y profesionalismo: Carmen Septiveda, José Apablaza Guerra, Maria Eugenia Barrientos Harbin, Fernando Castro, Manuel Cornejo y Elda Opazo. El financiamiento de este proyecto se debe al Social Science Research Council, 1a Inter-American Foundation, Mellon Foundation, Fulbright-Hays, el American Council of Leatned Societies, Yale University, y a Ja. University of California Irvine. Finalmente, los agradecimientos especiales a mi familia. A Erik Kongshaug por editar la version original de este libro mas veces de lo que merece cualquier colabarador, y por seguirme al fin del mundo para compartir mi pasion. Aqui en Chile, por los proximos aiios con nuestros hijos, Arlo y Noel, también estamos en nuestro hogar. Santiago de Chile, 2008 IntRoDUCCION Entre 1964 y 1973, el Estado Chileno expropié casi la mitad de la tierra agricola del pais y comenzé a distribuidla entre los campesinos. En cortos nueve aiios, esta politica, conocida como Ja Reforma Agraria, virtealmente desmantelé el sistema de latifundio de las grandes haciendas y el sistema laboral de semipeonaje que habia dominado la agricultura chilena desde el siglo diecinueve, y cuyas raices eran aun mas antiguasdLa Reforma-Agraria encendié-el crecimiente-explosive.de-un.moximiento tural militante que, durante los mismas nuéve aiios, recluté un cuarto de millén de trabajadores yle-dio-al-campesinade pobre, una. yor significativa, por primera vez en. la politica nacional. Incentivé masivas inversiones estatales en educacién rural y salud pila, ineluyendo | los primeros programas nacionales de control'de la natalidad, e inicio proyectos destinados explicitamente a la movilizacién de ios jévenes y de las mpleres turales. Fueron politicas radicales con objetivos radicales. “La Reforma Agraria comenzé plenamente.o.propiamente hajo el gobierno reformista a Presidente Demécrata Cristiano Eduardo Frei Monralva {S64 720), que ienraba hacer de los pequefio: esinos Jas ta agraria-Este proceso ines d por éf Presidente el gobierno de coalicién de partidas social derii $ stas de la Uni Unidad Polar (1970-1973), la cual buscaba usar la tenencia de tierras colectivas como base 0 pilar para la creacién del socialismo. A pesar de las profundas diferencias entre ambas administraciones, tanto catdlicos como marxistas compartian un ardiente optimismo respecto de que su versidn de la Reforma Agraria era revolucionaria. Ambos buscaban la salvacién nacional a través de la reestructuracién de la economia agraria, en darle poder politico al campesinado y en !a rehabilitacién moral de la sociedad rural. Este celo reflejaba las cbstinadas utopias asi como los temores de la Guerra Fria de la década de 1960. En particular para América Latina, esta fue una era estremecida por las sacudidas que siguieron a fa Revolucién Cubana, y en la que numerosos paises vinculaban la reestructuracién de fa agricultura con la modernidad. Los resultados iniciales en Chile fueron impresionantes. Hasta el sangriento golpe militar que derroco a Allende en 1973, la Reforma Agraria chilena-{ue,-proporcionalmente, el proyecto de reforma de la tierra més extenso y menos violento que se haya levada.2.cabo.por lideres democraticamente elegidos, sin revolucié Este libro es una historia sobre las mujeres y los hombres rurales antes y durante este cambio dramatico. Es una historia de como las relaciones de género y sexualidad fueron centrales en Jas formas en que mujeres y hombres campesinos negociaban la vida cotidiana, de cémo participaban o eran marginados de la lucha politica, de como eran beneficiados 0 dafiados por ef intento de rehacer radicalmente 1a vida rural. Esta es, en gran medida, una historia sobre los Logros reales de la Reforma Agraria y de la dignificacion de algunos de los mas pobres del pueblo chileno. En visperas del prematuro fin de la Reforma Agraria, la vida de la mayoria de los campesinos habia mejorado aotablemente. Tanto hombres como mujeres habian ganado. Los _ salarios rurales se dispararon. A decenas de mites de familias campesinas se les habia garantizado el acceso ala tierra, decenas de miles mas anticipaban el mismo privilegio. Las.tasas de alfabetizacion de hombres y mujeres habian aumentado. Los indices de mortalidad infantil y de muerte materna habian disminuido. A través de nuevos sindicatos, los hombres habian negociado con sus empleadores mejores condiciones de trabajo. Por medio de nuevas organizaciones comunitarias, fas mujeres habian establecido industrias artesanales y programas educativos. Juntos, mujeres y hombres habjan luchado poracelerar las expropiaciones de tierras y por tener mejores viviendas -y habian ganado-. Hadia un énfasis nuevo en 1a cooperacién de género en la medida que se incentivaba a los hombres a tener mas respeto por sus esposas, y a las mujeres para informarse mejor de las actividades de sus maridos. El compaiierismo entre los esposus fue definido como critico para el éxito de la Reforma Agraria, asi como para tener la seguridad de que tanto hombres como mujeres saldrian beneficiados. Pero este libro también es una historia sobre la desigualdad. La Reforma Agraria en Chile dio mas poder a los hombres que a las mujeres. Los hombres, ne las mujeres, fueron los receptores directos de la tierra. Los hombres, no las mujeres, constituian el grueso de los sindicatos rurales. Los hombres, no las mujeres, fueron definidos como Jos actores principales en la creacién de un mundo nuevo. La mayaria de las mujeres accedié indirectamente a los frutos de la Reforma Agraria, va fuera como esposase hijes de hombres que ganaron mejores salarios, o por fos que tuvieron acceso a activismo de las mujeres en gran parte entregaba un apoyo colateral a las inic los hombres. Estas disparidades emanaban del modo en que la Reforma Agraria, pese alo mucho que enfatizaba el beneficio mutuo, dejaba el principio de la autoridad de los hombres sobre las mujeres fundamentalmente intacto. En particular, una versién de Ja familia patriarcal permanecié fundacional a la forma en que se reconstruyo la sociedad rural. Esto es valedero tanto en el intento democratacristiano para teformar el capitalismo, como en el esfuerzo de la Unidad Popular para crear el socialismo. Ambos, catélicos y marxistas, percibieron [a Reforma Agraria como un proceso en ‘armada previa, en ningtin otro lugar el cual los ciudadanos productores masculinos proveerian, responsablemente, a sus hijos y esposas, aunque ahora mejor educadas y con mayor conciencia civica. Ambos pusieron su prioridad en vigorizar la confianza de los hombres campesinos por lograr ef liderazgo y la solidaridad necesaria para transformar la sociedad. El llamado a “convertir al hombre campesino en su propio patrén* fue un grito compartido en fas manifestaciones. Este énfasis en reconstituir la masculinidad definié a los hombres como los principales protagonistas de Ja Reforma Agraria y afirmé su poder ultimo sobre las mujeres al interior de una familia supuestamente armoniosa. in embargo ésta no es una simple historia sobre la exclusién de las mujeres y el triunfo de la dominacién masculina. La mayoria de las mujeres se beneficié mucho por Ja Reforma Agraria y la mayoria aplaudio sus objetivos. Las mujeres también participaron en su creacidn. A pesar de su marginalizacién dentro del movimiento sindical, las mujeres jugaron roles significativos en las luchas por Ja vivienda, tatierra y salarios mas altos -un activismo qué abrid nuevos espacios de liderazgo femenino al interior de las comunidades rurales-, Aunque la Reforma Agraria reforzaba el principio del liderazgo de los hombres dentro de la familia, su énfasis en el apoyo mutuo y en la cooperacin entre los esposos dio margen a que algunas mujeres desafiaran los excesos masculinos y afirmaran sus propias mecesidades. A lo menos, la mayoria de las mujeres turales gozé de un estandar de vida més alto durante la Reforma Agraria, y la mayoria entendié los beneficios de los hombres como beneficios para ellas mismas. Este libro traza las tensiones dialécticas entre la superacién real de las mujeres dentro de la Reforma Agraria y las jerarquias de género que hicieron que esa superacion {uese inferior y subordinada a la de los hombres. Relata la importancia de] trabajo de las mujeres en Chile antes de la Reforma Agraria, en ese mundo de Jas grandes haciendas y de la agricultura de suhsistencia, y explora la creciente validacion de la domesticidad femenina y del activismo de base familiar de las mujeres durante la reforma. Asimismo, argumenta que éste se complementaba y contrastaba con el énfasis de Ja Reforma Agraria en transformar a los hombres de serviles lahradores a productivos sostenedores de sus familias y a militantes politicos. Finalmente, se examinan las consecuencias politicas de la diferencia de género. Disputa las suposiciones largamente sostenidas, prevalecientes todavia tanto entre los circulos académicos como activistas, de que las mujeres chilenas eran hostiles a las politicas Tupturistas en general y opuestas al proyecto de ia Unidad Popular en particular. Este libro sostiene que la mayoria de las mujeres curales eran férreas defensoras de la Reforma Agraria y que la Unidad Popular tuvo una base solida, aunque no mayoritaria, de apoyo de la mujer campesina a I largo de su periodo. Al mismo tiempo, mantiene que los hombres estaban mucho mejor posicionades que las mujeres para navegar entre Jas turbulencias politicas de los iltimos afios de Ja Reforma Agraria, y que gozaban de muchas mds libertades sociales que las mujeres fuera del hogar. Esto hizo a las at -~,wTrwrwe mujeres cada vez mds temerosas Ge las consecuencias de Ia lucha de clases y debilité su habilidad para moldear plenamente a la Reforma Agraria como proyecto. La Reforma Agraria chilena fue singular, pero na Gnica. Dusante el siglo veinte, una variada gama de liderazgos politicus emprendié reformas agrarias a través del mundo con el propésite de estimular el desarrollo nacional y modernizar las poblaciones rurales supuestamente atrasadas. La reforma agraria estuvo al centro de todas las revoluciones populares mds importantes desde 1900, incluyendo aquellas de México, Rusia, China, Cuba y Nicaragua. La masiva distribucién de la tierra en formas comunales de propiedad fue definida como Ia clave para convertir a los campesinos _ en trabajadores-ciudadanos, y para la construccién del socialismo (0, en el caso de México, para proteger a los campesinos y la soberania econdmica). Sorprendertemente, - Ja idea dé que el Estado podia legitimamente expropiar tierras en nombre del bien comin gané una amplia aceptacién en el mundo capitalista. A través de América Latina y Asia~incluyendo Venezuela, Pert, Brasil, Indonésia y las Filipinas- nurnerosas reformas agrarias fueron parte de un esfuerzo liderado por los Estados Unidos durante , la Guerra Fria para preveniir las atracciones del comunismo al incentivar un desarrollo capitalista estable. La reforma agraria pretendia romper los monopolios supuestainente _ feudales de tierras, reemplazandolos por granjas familiares competitivas que podrian satisfacer el consumo doméstico, alentar la industrializacién y propagar los valores democraticos, | Reforma Agraria en Chile cor modelos, el capitalista y ignario. Comenz6 como un esfuerzo para itar el capitalismo y Hegé aser ocialismo.Bajo-Frei, fue {uertemente finenciada y muy celebrada por los Estados Unidos, bajo Allende, el, gobierno norteamericano... ‘3 consid na amenava comuisay ua usieason pac apa ola la Como las reformas agratias de otras latitudes, la Reforma Agraria chilena, en ambas fases, fue dirigida fuertemente por el gobierno desde arriba, relejando la confianza, compartida tanto por sus promotores socialistas como capitalistas, de que e] Estada .. tenia. que jugar un rol crucial en Ja transformacisn.de Ja sociedad. Sin embargo, como ocurrid en los proyectos revalucionarios, aunque menos en los capitalistas, laReforma Agraria chilena, en sus dos momentos, incentivé la movilizacidn de masas campesinas y genefé tn intenso conflicto de clases. Similar a México en las décadas de 1930 y 1940, aChiitén los afios de 1950, y a Cuba en 1960, el crecimiento explosive del movimiento sindica] en Chile ayudé a los campesinos a desafiar exitosamente y, en muchos casas, a desplazar a sus dominadores, La adquisicién de poder porsarte del. campesinade fue significativa aun ducante Ja Reforma Agraria de-Frei,-una-excepcion entre los, proyectos capitalistas, en los cuales los gobiernas generalmente se preocupaban por stidicats campesinos nada més aue ‘para.consolidar el poder del Estado. Al mismo po, incluso bajo Allende, Ja movijizacién campesina en Chile se desarrollé de un modo bastante diferente a.atrns proyprtos revalucionaries, A diferencia de lo ocurtido sen México, la URSS, China 0 Cubajos sindica i los directamente por el Estado, sino, por et contrario, estaban compuestos de multiples tendencias que competian a través de un amplio espectro politico de Centro-I¢quierda. Esto hizo mas facil para segmentos del movimiento laboral desafiar el poder estatal, cuestionar decisiones y modelar el curso de la Reforma Agraria desde abajo. Fue ‘igualmente asombroso que tal movilizacién de gente pobrey tal-redisteibucién de la riqueza iqueza tuviera lugar dentro del contexto de una democracia capitalista. La Reforma Agraria en Chile, en ambas fases, fue implementada bajo condiciones de pluralisins politico a través de leyes e instituciones establecidas para proteger la propiedad privada, y sin una derrota previa de las clases propietarias. Esto signified _ que la tierra tenia que ser ¢ vot. sti madlane pe prada por el Congresa ¢ interpreradas sitviendo-pedernsoshacendades yotres-elites-Estas condiciones Sealine os planes de Allende para construir el socialismo fueran especialmente extraordinarios ya que, a diferencia de otros modelos revelucionarias, la Unidad Popular intenté desmantelar el capitalismo sin el contro} pleno (ni siquiera mayoritario) del poder del Estado. Durante el periodo 1970-1973, una coalicién diversa de opositores de elite y clase media pudo organizarse abiertamente en contra de Allende y controlar el Congreso, los medios de comunicacidn e importantes sectores de las fuerzas armadas. Como muchos dirian en retrospectiva, esta situacién contribuyé en mucho al derrocamiento de la Unidad Popular, arrojando dudas sobre !a viabilidad de crear el socialismo sin una revolucién previa. Sin embargo, es quizas mas notable que, dadas las restricciones, ta Reforma Agraria de la Unidad Popular haya side tan radical y tan exitosa como lo fue. La excepcionalidad de la Reforma Agraria chilena creé una proliferaciéu de comentarios y estudios académicos en las décadas de:1960 y 1970, Antes del gale de Estado de 1973, hubo una esperanza generalizada de que la escala de las expropiaciones de tierras, combinada con extensos programas de asistencia social y sindicalizacién campesina, entregaria un modelo para la modemizacién y la democracia en otras partes del hemisferio. Cientistas sociales y especialistas en desarrollo econémico planificaban Jas conexiones entre la expropiacign de la tierra y la produccion nacional, trazaban el crecimiento de las organizaciones laborales y 1a participacién civica de los campesinos, y predecian los cambios en e} comportamiento y los valores rurales'. 1.a mayoria de \ Jacques Chonchel, £1 Desurrolo de América Latina y id reforma ugraria. Santiago: Pacifico, 1964; Pablo Ramirez, Cambio de fas formas de pao c ia mano de obra agricoia, Santiago: ICIRA, 1968: Rail Atria, “Actitudes y valores del campesina en relacidn a las aldeas de reforma agraria”, Cuaderno de Sociologia 2, 1969; David Alalué (ed), Reforma agrara ch lena: seis enscyos de incerpretacin. Santiago: ICIRA, 1970; Jaime Garmuri, Asentamientos campesinos, una ecaluaciin de los primeros resultados dela reforma agraria en Chile, Buenos Aires: Troquel, 1970; Solon Barraclough y José Antonia Fernandez, {umn em hpi suite los investigadores eran chilenos ubicados en prestigiosas universidades en Santiago en agencias sin fines de lucro fundadas por las Naciones Unidas. Otros eran paises del exterior, incluyendo varios de América Latina y de Europa. Un gran contingente contratado por agencias del gobierno de Estados Unidos operaba en el espiritu, y a menudo con el financiamiento, de la Alianza para el Pragreso, una iniciativa del Departamento de Estado destinada a incentivar el desarrolloa través de toda América Latina’, E] clima intelectual estaba intensamente influido por los acontecimientos en Cuba y los debates sobre la modernizacign. La teoria, en gran parte basada en Estados Unidos, de que la politica econémica keynesiana y los incentives empresariales estimularian etapas de desarrollo, fue perdiendo terreno rapidamente frente a la critica de base mas latinoamericanista sobre el imperialismo y la dependencia econémica. Las inclinaciones politicas y las prescripciones de planificacién variaban ampliamente, pero todos compartian la esperanza comin en el desarrollo conducido por el Estada y - enla creencia de que alguna version de la Refurma Agraria podria tener éxito. Después del derrocamiento de Allende ese aptimismo se agrid. Las discusiones sobre la Reforma Agraria fueron reformulados como narrativas de fracaso. La urgencia politica de explicar por qué habia ocurrido el golpe les dio un cierto seritido sobre- determinante a los estudias académicos (ya se sabia que la historia terminaba mal) y sugirié que Ja Reforma Agraria era a la que habia que culpar. Pero produjo también Diagndstico de la reforina ugraria chilend. México, D-F: Siglo Veintiuno, 1974; Solon Barraclough, Chile, reforma agraria y gobierno popudar. Buenos Aires: Periferia, 1973; Hugo Ortega Tello, Bfectas de la reforma agraria sobre las técnizas de produccién, 1965-1970. Santiago: Centro de Estudios de Planificacién Nacional, Universidad Catélica, 1975. 2 ‘William Thiesenhusen, Chile's Experiment in Agrarian Reform. Madison: University of Wisconsin Press, 1966, Robert Kaufman, The Chilean Political Right and Agrarian Reform, Washington D.C. {nstitute for the Comparative Study of Political Systems, 1965, y The Politics af Land! Reform in Chile, 1950-1976. Cambridge: Harvard University Press, 1972; F. Broughton, *Chile: Land Reform and Agricultural Developmem”, tesis doctoral, University of Liverpool, 1970; Wayne Ringlen, “Economic Effects of Chilean National Expropriation Policy om the Private Commercial Farm Sector, 1964-1965", tesis doctoral, University of Maryland, 1971; James Petras y Robert LaPorte, Ju, Cultivating the Revolution: United States and Agrarian Reform in Latin America. New York; Random House, 1971; Clifford Smith (ed.), Studies in Latin American Agrarian Reform. Liverpool: Centre for Latin American Studies, 1974. Uno de los estudios mas importantes en los EEUU sobre Ja teforma agraria chilena fue hecho por intelectuales afiliados con el Land Teaure Center (LTC) en la Universidad de Wisconsin, Véase William Thiesenhusen, The Possibility of Gradualist Turnover of Lond in Agrarian Reform Prigrams in Chile, Madison: LTC, 1966; Grassraits economic pressures in Chile: An Enigma for Developreent Planners. Madison: LTC, 1968; University of Wisconsin Land Tenure Center, Chile's Experiments in Agrarian Reform. Madison: LTC, 1967; Terry McCoy, The Politics of Structural Change in Latin America: The Case of Agrarian Reform in Chile, Madison: LTC, Reprint N’ 37, 1969; David Stanfield, Methodological ‘Notes on Evaiuating the Impact of Agnariart Reform in Chile's Central Valley. Santiago: LTC, 1973; David Stanfield y Marion Brown, Progecto de cartbias socio econiémeicas en cien predias del sector rural en Chite. Santiago: LTC, sin fecha; Tom Bossert y David Stanfield, The Role of Participation and Campesino Consciousness in the Chilean Agrarian Reform. Madison: University of Wisconsin LTC, 1974. 7 muchos estudios excelentes con una apreciacidn critica de las contradicciones de Ja Reforma Agraria. En particular, los investigadores se alejzron del funcionalismo mecanico de la temprana literatura sobre el desarrollo y enfatizaron la Reforma Agraria como un proceso de conflicto de clases y de lucha politica. Autores tales como Solon Barraclough, José Antonio Fernandez, Jorge Echenique, Sergio Gomez, Cristébal Kay, Brian Loveman, José Bengoa, Patricio Silva, entre otros, pusieron atencién en los modos en los que la redistribucién de la tierra habia intensificado la estratificacion social en el campo al privilegiar a algunos campesinus sobre otros®. Aunque muchos de estos autores apoyaban lus objetivos de la Unidad Popular, criticaron profundamente al gobierno de Allende por no haber movilizado a los trabajadores afuerinos, una potencial base de apoyo radical, asi como por la incomprension sobre el deseo de muchos campesinos por lograr formas individuales de posesién de la tierra en lugar de las comunales. Los académicos pusieron un énfasis particular en el rol del movimiento laboral rural. Ain cuando veian a los sindicatos como un signo positive de la entrega det poder al campesinado, argumentaban que la polarizacion politica exacerbaba las divisiones entre los campesinos y les alentaba a declarar huelgas y ocupaciones de tierras dé manera independiente y a menudo contraria al interés del gobierno. Se implicaba que este conflicto minaba la legitimidad de la Reforma Agraria y que contribuyé al golpe militar’. 2 Barraclough y Fermandes, (1974), Jorge Echenique,La Reforma agraria chilernta, México: Siglo XXI, 1975; Sergio Gomez, Los Emgresarius agricolas, Santiago: ICIRA, 1972, Organizaciones rurales y estructuras agrarias, Santiago: FLACSO, 1980, “Los Campesinos beneficiados por ta reforma apraria chilena: Antecedentes, diferenciacién, y percepcién campesina”, Estudias rurales latinoamericanos 4 (1981): 69-88; Brian Loveman, Straggle in the Countryside: Politics and Rural Labor in Chile. Bloomington: University of Indiana Press, 1976; Kyle Steeland, Agrarian Reform Under Aiende. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1977; 1an Roxborough, “The Political Mobilization of Farm Workers During the Chilean Agrarian Reform, 1971-1973: A Case Study”, tesis doctoral, University de Wisconsin, 1977;4an Roxborough, Philip O’Brien, Jackie Roddick, Michaet Gonzalez, Chile: The State and Revoliction. New York: Holmes and Meir, 1977; Peter Winn y Cristobal Kay, “Agrarian Reform and Rural Revolution in Allende’s Chile”, Journal of Lattin American Studies 6, mayo, 1974: 1940-1953; Cristébal Kay, “Agrarian Reform and the Class Struggle in Chile”, Latin American Perspectives £8, verano, 1978: 117-137. Véase también James Petras y Hugo Zemelman Merino, Peasants in Revolt. Austin: University of Texas Press, 1972; Peter Marchett, “Workers Participation and Class Conifict in Worker Managed Farms: The Rural Question in Chile”, Pb.D. ponencia, University of Michigan, 1977. * José Garrido, Cristién. Guerrero, Maria Soledad Valdés, Historia de fa reforma agraria en Chile. Santiago: Editorial Universitasia, 1988; Maria Antonieta Huerta, Otro Agro para Chile: La Historia de fa reforma agraria en el proceso social y politica. Santiago: CISEC-CESCC, 1989; Cristabal Kay y Patricio Silva (eds.), Development and Sociul Change in the Chilean Countryside. Amsterdam CEDLA. 1992; William Thiesenhusen, Broken Promises: Agrariun Rejorm and the Latin American Campesino. Boulder: Westview Press, 1995; Cristobal Kay,*cEl Fin de la zeforma agraria en América Latina? El Jegado de la reforma agraria y el asunto no resuelto de fa tierra”, Revista Mexicana de, Socal 60, n°4, 1998: 61-98, ~~~ wTrTwrTwrwrwrwvwvvewvyW! Sorprendentemente, las mujeres estan ausentes de estos relatos. La mayoria de las investigaciones sobre la Reforma Agraria en Chile son historias solamente acerca de hombres -fa lucha de los hombres por la tierra, la entrega de poder alos hombres en los sindicatos, las conflictos de los hombres en visperas del régimen militar-. Esta refteja paccialmente el énfasis real de la Reforma Agraria en las hombres: los funcionarios de gobierno y lus lideres sindicales muy rata vez mencionan a las mujeres; Jos documentos sobre las actividades en las huelgas y los asentamientos administrados por el Estado dicen poco sobre una presencia femenina. Pero la omisién de las mujeres se deriva también de una cierta aceptacién por parte de los investigadores de que la focalizacién de la Reforma Agraria en los hombres era natural y obvia, y no ameritaba una investigacion analitica. Se deriva iguaimente de la suposicin generacional ~compartida en ese momento por los eruditos a través de las disciplinas académicas y de los limites nacionales- de que la investigacin sobre las mujeres era alga separado de la sociologia de la economia agraria, y de que las historias sobre los hombres podian servir como Ja historia general de una época. En la mayoria de los relatos de la Reforma Agraria en Chile, los términos “campesino” y “peén” implicitamente designaban personajes masculinos, pero simultaneamente se referfan a “los pobres del campo” como un todo. Esto sugiere, inconscientemente, que las mujeres nunca fueron actores en la Reforma Agraria y que las experiencias histéricas de las mujeres eran las mismas que las de los hombres. ‘Unos pocos trabajos pioneros feministas sobre las vidas de las mujeres rurales hicieron muy importantes modificaciones en esta narrativa. Tanto Patricia Garrett como Ximena Valdés arguyeron que la Reforma Agraria chilena ofrecié pocos beneficios a ” Jas mujeres y pocas razones para que apoyaran al gobierno que fa defendia’. Ellas sostienen que la politica de redistribucidn de la tierra a los jefes de hogar, quienes invariablemente eran hombres, impidid que Jas mujeres recihieran tierras y que el machismo generalizado les impidié participar en los sindicatos, Argumentaron que la minima organizacion femenina que cuvo lugar sirvié para reforzar los roles tradicionales de las mujeres como duefias de casa y que hizo poco por cunectarlas a un proceso politico mas amplio. Una investigacién como Ja de Garrett, efectuada a comienzos de la década de 1970, es particularmente notable, ya que no solo fue contempordnea ala corriente académica mas establecida que tocalizaba a Reforma Agraria en los hombres, sino también porque fue la primera en explicar e impugnar las consecuencias de la 5 Patricia Garrett, “Growing Apart: The Experiences of Rural Men and Women in Central Chile”, Ph.D. ponencla, University of Wisconsin Madison, 1978; x “La Reforma agtaria, arganizacién popular y participactén de Ja mujer en Chile”, en: Magdalena LeGa (ed, Las Trabajadoras del agro. Bogut: ACEP, 1982; Ximena Valdés, Sinopsis de una realidad oculta: Las Trabajadoras det campo, Santiago: CEM, 1987; y Majer, rubajo, y medio ambiente: Los Nudos dea modernizacién agraria, Santiago: CEM, 1992, 16 supremacia de los hombres®. Garret sertalaba que: “Sintomatico del problema en Chile es que la unidad efectiva de andlisis ha sido el jefe de hogar masculino. La mayoria de la poblacién -la joven, la vieja, y la femenina- no tiene existencia analitica (...) sugiere que algo estd fundamentalmente equivocado con el medelo”’. Los relatos ferninistas sobre Chile se hacen eco de demandas de otras feministas acerca de los pocos beneficios que las mujeres han obtenido en las reformas agrarias de otras lugares del mundo. En sus excelentes estudios comparativos sobre las reformas agrarias de América Latina, Carmen Diana Deere’y Magdalena Ledn también plantean que la mayoria de las campesinas fueron excluidas de los beneficios de la reforma agraria porque las politicas se enfocaron solamente en entregar poder a los jefes de hogar masculinos‘. Esto significé que la mayoria de las reformas agrarias ~incluyendo aquellas en Peri, Colombia, Venezuela, Republica Dominicana, asi como Chile-redistribuyeron tierras y apoyo tecnoldgico casi exclusivamente a los hombres. Las autoras encontraron excepciones solo en Ja Cuba revolucionaria y en Nicaragua, donde el Estado hizo del acceso de la mujer a Ja tierra un objetivo especifica de la politica agraria, y donde las responsabilidades domésticas de las mujercs fueron abordadas 0 enfrentadas o resueltas a través de la provisién de cuidado infantil y atros servicios, . . Sin embargo, aun en el caso de Jas reformas agrarias socialistas, fa mayoria de las evaluaciones feministas han sido pesimistas. A pesar del optimismo inicial acerca de que las revoluciones en Rusia, China, Cuba y Nicaragua tenfan un potencial emancipador para las mujeres porque todas identificaran la igualdad de género como un objetivo principal, la mayoria de las feministas concluyen que las reformas agrarias socialistas eventualmente beneficiaron mucho més a los hombres que a las inujeres*. En casos donde la tierra fue redistribuida a las familias (en las primeras etapas de ‘ Armand y Michele Mattelart, La Mujer chilena en una myeva sociedad. Santiago: Pacifico, 1968; M. Ferradae ¥. Navarre, “Actitud del hombre y la mujer campesisws frente ala participacién dela mujer en cooperativas campesinas", Tesis Escuela de Trahajo Social, Universidad Catdlica, 1968; Maria Angélica Giroz y Ana Maria Lopez, “Evaluacidn del proceso de integracidn de la mujer campesina en Jas organizaciones de base, cooperativas y sindicatos”, Tesis Escuela de Trabajo Social, Universidad Catética, 1969. ' Garrett (1978): 255. * Carmen Diana Deere y Magdalena Len (eds.), La Mujer y la politica agraria en América Latina. México D.F: Siglo X3U, 1986; y Rural Women and State Policy: Feminist Perspectives on Latin American Agricuttural Development. Bauldcr: Westview Press, 1587, ‘ Ruth Sidel, Women and Childcare in China. Baltimore; Penguin Books, 1972; Sheila Rowbotham, Women, Resistance, and Revolution. New York: Vintage, 1974; Margaret Randall, Examen de la opresion y la liberacién de ta mujer. Bogota: América LATINA, 1976; Claudie Broyelle, Women’s Liberation in China, Adlantic Highlands, N.J: Humanities Press, 1977; Nicole Murray, “Socialism and Feminism: ‘Women and the Cuban Revolution”, Parte ] y IZ, Feminist Review, 1979; Margaret Randall y Usnda Yanz (eds.), Sandina’s Daughters, Vancouver: New Star Books, 1961. V7 Ja reforma agraria en URSS, China y en regiones especificas de Nicaragua y Cuba), Jos jefes de hogar masculinos, abrumadoramente, continvaron funcionando como los depositarios de la tierra”. Después de la colectivizacién forzada y de la creacion de granjas estatales en la URSS y en China, multitudes de mujeres entraron a formar parte de la mano de obra agricola y lejos sobrepasaron a los trabajadores hombres hacia mediados del siglo veinte. No obstante, los hombres continvaron teniendo los trabajos mas prestigiosos y mejor pagados, asi como el liderazgo de los sindicatos, de las asambleas de granjas estatales y de los grupos de asesoria al gobierno". Mas atin, ya que un mayor empleo agricola de fas mujeres en la URSSy en China resultaba de los esfuerzos del Estado para empujar a los hombres alos supuestamente mas modernos y especializados sectores de fa industria y la minerfa, la reforma agraria replies Jas jerarquias de género como una necesidad macrueconémica. Las feministas también cuestionaron el compromise del socialismo por crear igualdad de género en la familia, Ellas destacaban que durante los tiempos de tensién politica y econémica, la URSS, China, Cuba y Nicaragua redujeron los recursos para el cuidado de nifios y otros programas destinados a aliviar las tareas domésticas de las mujeres, y que se hizo muy poco para reeducar a los hombres tespecto de los nuevos roles de las mujeres o para compartir responsabilidades domésticas™. E) precursor © Norma Diamond, “Collecivization, Kinship and the Status of Women in Rural China”, Blietin af Concerned Asian Scholars7,N” 1, eneto.- marzo, 1975:25-32; Ray Ann Jobnson, Women, the Family and Peasant Revolution in China, Chicago: University of Chicago Press, 1983; Judith Stacey, Patriarchy and Socialist Revolution in China, Rerkeley: University of California Press, 1983; Elisabeth Croll, Women and Rurat Development in China. Geneva: Internationat Labor Office, 1985; Susan Btidges, Women: in the Soviet Countryside. New York: Cambridge University Press; 1987; Laura Enciquea, Harvesting Change: Labor and Agrarian Reform in Nicaragua. Chapel Hill: University of North Carotina Press, 41991; Beatrice Farnsworth y Lynne Viola (eds.), Russian Pacsart Women. New York: Oxford University Press, 1992; Margaret Randall, Gathering Rage: The Failure of uentieth Century Revolutions to Develop a Feminist Agenda. New York: Monthly Review, 1992; Elizabeth Wood, Baba and the Comrade: Gender and Politics in Revolutionary Russia. Bloomington: University of Indiana Press, 1997; Aviva Chomsky y Aldo Lauria Santiago, Identity and Struggle at the Margins of the Nation State. Durham: Duke Univ. Press, 1988, 4 Delia Davin, Woran-Work: Women and the Party in Revotutionary China, Oxford: Clarendon Press, 1976; Vivienne Shue, Peasant China in Transition: The Dunamics of Development toward Socialism, 149-1956. Borkeley: University of California Press, 1980; Bridger, 'Vomen in the Soviet Countryside, Roberta Manning, “Women in the Soviet Countryside on the Eve af World War il, 1935-1940”, en: Farnsworth y Viola (1992): 206-235, © Beatrice Farnsworth, “Village Women Experience the Revolution”, en: Farmswrorth y Viola (1992): 145- 166; Lynae Viola, “Babi Bunry and Peasant Women’s Protest During Collectivization”,en Farnsworth y Viola (1992); 189-205, Muriel Nazarri, “The Woman Question in Cuba: Material Constraints on its Solution”, SIGNS: Journal of Women in Culture and Society 9, N° 2, 1983; Maxine Molyneaux, “Mobilization Without Emancipation: Women’s Interests and the State in Nicaragua”, Feminist Studies 11, 1985: 227-254: y “The Politics of Abortion in Nicaragua: Revolutionary Pragmatism or Feminism in the Realm of Necessity?”, Feminist Review 29, mayo, 1938: 114-131, 18 trabajo de Judith Stacey sobre la China rural agudicé muchos de estos reclamos en un “.. argumento explicito sobre el patriarcado que merece una mencion especial”. Stacey sostiene que la extensién de los derechos patriarcales a los hambres pobres-lo que ella denomina “patriarcado democratico”~fue la base de Ja lealtad campesina masculina ala Revolucion China. Stacey afirmaba que aunque la Revolucién abolio algunas de las formas mas extrernas de la subordinacién femenina (e] concubinato y el fajado de pies), las politicas rurales permitieron 4 los hombres campesinos ejercer autoridad sobre las mujeres dentro de una version moderna de la familia. Lasreformas iniciales mas radicales que daban-a las mujeres mayor autoridad en el matrimonio y acceso al divorcio y al aborto fueron reducidas con el fin de que se mantuviera la prerrogativa masculina’, Ef trabajo mas reciente de Mary Kay Vaughan sobre México tiene _argumentos similares. Haciéndose eco de la util percepcién de Susan Besse sobre el rol moderno del Estado en Modernizando el patriarcado en Brasil, Vaughan argumenta que la reforma agraria de México apoyaba el privilegio politica y econdmicy de los hombres sobre las mujeres, en tanto concedia la nueva gestion y validacidn de las mujeres como dueiias de casa higiénicas'. Los estudios académicos feministas sobre la reforma agraria, junto con el enfoque mas amplio sobre el géneroy el trabajo dentro de los estudios feministas, ha sido crucial para reelaborar viejos paradigmas con el fin de entender el trabajo y la produccién, Désde hace mucho las contribuciones feministas han side incorporadas a los estudios Jaborales e historias sociales. Las feministas han insistido en que las politicas estatales no son neutras, aun cuando no se dirijan especificamente a hombres y mujeres como grupos diferentes. Ellas han reiterado la afirmacidn fundamental de Ester Boserup en 1970 de que los proyectos de desarrollo econémico impactan a hombres y mujeres de manera desigual"*, Atin mas importante, han ubicado las relaciones de género dentro del hogar como el centro de la discusién. Dichas autoras han subrayado que la exclusién de las mujeres de los beneficios de la reforma agraria se deriva de su inalterada responsabilidad sobre los nifus y el hagar, y por las maneras en que Ja posicién mas privilegiada de los hombres dentro de la familia se traducen en oportunidades politicas y economicas superiores fuera del hogar. E] enfoque analitico sobre el patriarcado ha 8 Stacey (1983), 4 Neil Diamant, Reonlucionizing the Ful: Politics, Lave, and Divorce in Uroun and Rural China, 1949- 1968. Berkeley: University af Californiz, 2000. "Susan K. Besse, Restructuring Patriarchy: The Modernization of Gender inequatity in Brazil, 1914-1940. Chapel Hil: Unix. of North Carolina 1996, Mary Kay Vaughan, “Modernizing Patriarchy: State Policies, Rural Households, and Women in Mexicu, 1530-1540", en Elizabeth Dore y Maxine Molyneaux (eds.), Hidden Histories of Geufer and the State in Latin America. Duthanw: Duke University Press, 2000: 194- 216; y Cultural Politics in Revolution: Teachers, Peosants, and Sciols in Mexico (1930-1940). Tuscou: University of Arizona Press, 1997. % Ester Boserup, Women's Role in Economic Development. New York: St. Martin's Press, 1970, Ee OEE SE eae eer ll orl eer ele eee eererl N Peel el ell ee ll aeeUL]h subrayado como Jas desigualdades de género se deriven del poder de lus hombres sobre las mujercs, no meramente de las diferencias entre lo que hacen hombres y mujeres. En particular, la atencidn de las investigadoras en temas tales como ef matrimonio y el aborto en tanto espacios de subordinacion ha sugerido que las organizaciones de la sexualidad indican sobre quién obtiene la tierra o quién tiene una voz politica”, Este libro se apoya en todos estos arguments, y su preocupacién principal es este uiltimo tema: la conexién entre la sexualidad y el modo cémo La politica adquiere perspectiva de género. La sexualidad es crucial para entender cémo funciona el género. La mayoria de las investigaciones feministas sobre la reforma agraria, asi como Jos estudios laborales-feministas en general, han enfatizado las divisiones laborales de género en el hogar como la causa de la marginalizacién de las mujeres. Pero poco se ha dicho acerca de por qué, para comenzar, s¢ les asigna alas mujeres el trabajo doméstico; y por qué esas tareas son devaluadas respecto a las de los hombres; y cémo - esas divisiones del trabajo provienen de la autoridad de los hombres sobre las mujeres. En otras palabras,la que crea la diferencia de género y lo que estructura tal diferencia coms dominacién masculina, ha pasado largamente inexplorado. Puesto de otro modo, en el.caso de la mayoria de los estudios agrarios y laborales, se ha dicho muy poco acerca del patriarcado y de que lo hace funcionar. Este libro.entiende que el poder patriarcal se trata fundamentalmente de la sexualidad; particularmente, pero no exclusivamente, de la autoridad sexual de los hombres sobre las mujeres. El género-la construccién ideal égica de lo masculino y lo femenino como diferente y desigual- esta maldeado centralmente por la sexualidad. La sexualidad refiere a significados y practicas culturales mas amplias construidasa través del tiempoy en contra de lasideas sobre el cuerpo sensual y,a mediados del siglo veinte en el Chile rural, en relacidn al sexo heterosexual y procreador. La sexualidad opera como una practica concreta ¢ ideolégica cuyos pardmetrosse generan al interior dela historia de las clases. La sexualidad se manifiesta en multiples practicas, incluyendo el noviazgo, el galanteo, el matrimonio, el intercambio sexual comercial e informal, la reproduccién humana, el lucimiento corporal, y el vasto terreno del placer, del humor, la competencia sobre la accién y las oportunidades sexuales. La sexualidad no es menos social ni menos histéricamente creada que el género, pero es diferente y es fundamental para saber como funciona el género, es de donde el género adquiere gran parte de su propio significado, Este concepto de la sexualidad induce a un didlogo entre dos amplias tradiciones de! pensamiento feminista. Se aproxima a la antigua preocupacién del feminismo radical y psicoanalitico con la sexvalidad como la fundacién de la opresidn de género. " Bridger, “Women in. the Soviet Countryside”, em: Farnsworth y Viola (1992); Johnson (1983); Diamond (1975); Wood (19971; Davin (1576); Shue (1980). 20 Construye un puente entre esta preocupacién y el énfasis del feminism marxista sobre fa interseccién del género y la clase y, en particular, sobre la dialéctica del patriarcado y el capitalismo. Al reafirmar la importancta de la sexualidad en el patriarcado, y al mantener al patriarcado conectado a la vida material de clase, propone que la sexualidad deberia tener una centralidad en los andlisis feministas materialistas, lo cual a menudo ha faltado'’. Esta aproximacién se agrega a la discusién reciente y revitalizada sobre el patriarcado y fa cultura politica en Ja historia de América Latina, pero reenfoca el debate especificamente sobre problemas taborales y reforma agraria". A su vez, contribuye a una creciente e importante literatura sobre género y historia laboral, como algo distinto del estudio basado exclusivamente en el trabajo femenino”, . Entre 1950 y 1973, la sexualidad fue fundamental para el significado de la masculinidad y de la femineidad en el Chile rural. La sexualidad fue clave respecto de edmo los hombres y las mujeres fueron constituidos como seres con perspectiva de género dentro del sistema de latifundio y, mas tarde, dentro de la Reforma Agraria; fue subyacente al por qué las mujeres fueron incorporadas desigualmente 2 la fuerza laboral y a Ja lucha politica. En particular, la supuesta “naturalidad” de la autoridad sexual de los hombres sohre las mujeres condicioné divisiones de trabajo con-perspectiva de género, y condicioné el consenso entre los partidos y los sindicatos turales a través del espectro politico en el sentido que Ja participacion femenina en las luchas laborales debia circunscribirse a los roles de las mujeres como esposas ¥ madres. Fundamenté la creencia tanto de los democratacristianos como lus partidarios de la Unidad Popular de que el enfoque principal de la Reforma Agraria debia ser 4 "Annette Kubn y Ann Marie Woipe eds), Femninisin und Muteriafism: Wamen and Modes of Production. London: Routledge Press, 1978; Christine Deipiy, Close to Home: A Materilise Analysis of Women's Oppression, Auckland: Hucchison Ld., 1984; Michele Barrett, Women’s Oppression Today: Problems in ‘Marxist Feminist Anaiysis. London: Verso Press, 1988; Carole Pateman, The Sexuai Contract. Stanford: Stanford University Press, 1988, ® Steve J. Stern, The Secret History of Gender: Women, Men, and Power in late Colonial Mexico. Chapel Hill: Univ. North Carolina Press, 1935; Hesse (1996); Eileea Findlay, Pmpusing Decency: The Poitice of Secuatity and Race in Puerto Rico,4870-1820. Durham: Duke Univ. Press, 1999; Ximena Valdés y Kathya Araujo, Vida privadu: Modernizuciin agraria y modemnidad. Santiago: CEDEM, 1999; Sueann Caulfield, in Defense of Honor: Secual Morakits, Madernity, and Nation in Ecrlp Twentieth Century Brazil. Durham: Univ. of North Carolina Press, 2000; Dore y Molyneaux (2000); Karia Alejandra Rosemblatt, Gendered Conpromises: Political Cultures and the State in Chile, 1920-1950. Chapel Hill: Unix. of North Carolina Press, 2000. ® Jol D, Frenclry Daniel James (eds.), The Gendered World of Latin Americun Wornen Workers. Duthans: Duke Univ. Press, 1997, Thomas Miller Klubock, Camested Communities: Class, Gender and Politics in Chile's Teniente Copper Mine, 1304-1951. Durham: Duke Univ. Press, 1998; Anne Farasworth-Alveat, Duleinea in the Factory: Myths, Morals, Men and Women in Colombia's Industrial Experiment, 1905- 1960, Durham: Duke Univ. Press, 2000; Elizabeth Quay Hutchison, Labors Appropriate to Their Sex: Gender, Work, and Politic in Urban Chile, 1900-1930. Ducham: Duke Univ. Press, 2001. a1 entregarles poder a los campesinos hombres. Finalmente, la sexualidad fue una matriz central dentro de la cual mujeres y hombres campesinos adoptaron y debatieron los pardmetros de Ja Reforma Agraria. Los hombres y Jas mujeres rurales entendieron las desigualdades sociales entre el poder masculino y el femenino de manera sexual. Dieron 1a bienvenida o resistieron la reforma de la tierra y la movilizacion laboral dependiendo de los riesgos y las oportunidades sexuales que ellos asociaban con dicho cambio. El patriarcado, y la forma en que es construido por la sexualidad, no implica la pasividad de las mujeres ni una exclusién inevitable. Las mujeres no fueron ni pasivas niexcluidas de la Reforma Agraria en Chile. En realidad, mucha de la energia de este libro estd dedicada a recobrar justamente cuanto significaron las actividades de las mujeres para la Reforma Agraria y cuanto se beneficiaron las mujeres de ella. Eneste sentido, el libro se aleja significativamente de los trabajos feministas anteriores que sostenian que las mujeres fueron dejadas fuera. Esta divergencia se genera por los cambios generacionales del pensamienta feminista sobre el patriarcado. En Jos primeres trabajos académicos, el. patriarcado invocaba un sistema coherente de dominacién masculina que funcionaba para subordinar ala mujer a Jo largo de la sociedad. Dada la necesidad de romper las narrativas triunfalistas sobre el progreso masculine, asi como de reducir la hostilidad hacia los paradigmas feministas, las feministas enfatizaron la prominente penetracién de la influencia del patriarcado”. Mas recientemente, y en respuesta a los debates al interior de Jos circulos feministas sobre la diversidad y el postmadernisme, las feministas han puesto el énfasis en la naturaleza contradictoria y heterogénea del patriarcado. En este libro, tio se entiende el patriarcado como una camisa de fuerza, sino como una multiplicidad de arreglos que se derivan de amplios Principios que legitiman Ja autoridad de los hombres sobre las mujeres. Tales arreglos noestan ligados automaticamente, sino constantemente negociados y cambiados, Este concepto mas dinamico del patriarcado permite reconocer que, mientras la Reforma Agraria erosionaba algunas formas de dominaci6n masculina (el sentido del derecho de Jos hacendados sobre el cuerpo de las mujeres rurales), reforzaba otras (el rol de los hombres campesinos como proveedores del hogar). También permite tener en consideracién les cambios en los grados de dominacion masculina y cémo las acciones de las mujeres afectan esos cambios. Este libro replantea viejas preguntas. El trabajo académico inicial preguntaba si Jas reformas agrarias trataban a las mujeres con igualdad y si el socialismo liberaba a Jas mujeres. Ambas sun preguntas importantes, y ambas fueron respondidas diciendo que no fue asi. Nuestra investigacién pregunta si la reforma agraria, incluyendo su version socialista, hizo mas facil que las mujeres vivieran y negociaran al interior del 2 Joknson (1983); Stacey (1983); Molyneaux (1985). 22 patriarcado. Responde que, en muchos aspectos, silo hizo. El patriarcado permanecid, pero las formas en que habia cambiado fueron significativas, y fueron significativas » para las mujeres. Este libro privilegia el género y la sexualidad dentro de una narrativa mas amplia sobre la politica nacional y el conflicto de clases. Es una historia politica y es una historia laboral, que también trata sobre la sexualidad y el género. No agrega simplemente a las mujeres en una historia donde ellas no estaban®. Argumenta que el género y la sexualidad involucran a los hombres y que son la clave dindmica para implementar y debatir los proyectos politicos. Como una iniciativa de origen estatal, Ja Reforma Agraria en Chile involucraba intentos de des gobiernos por remodelar las relaciones de género y situarlas al servicio de das modelos distintos de desarrollo : nacional. Sin embargo, como ha sida observado por numerosos investigadores influido por la nocién de hegemonia de Gramsci, los Estados no son conjuntos cerrados, coherentes, “ejecutando revoluciones conductuales desde arriba”, El Estado chileno, enambas expresiones, democratacristiana y socialista, estaba dividido internamente, y era un campo de lucha sobre visiones politicas en competencia. Intentaba alcanzar y mantener sus diversos objetivos a través de uf proceso multiples por remodelar y < - acomodar las actitudes y practicas existentes sobre modernidad y género. La misin disciplinaria y socializadora de la Reforma Agraria fue llevada adelante no solo por : las agencias gubernamentales, sino también por los sindicatos, por los partidos de § oposicién y por 1a Iglesia Catdlica; cada uno en grados diferentes, recubriendo o compitiendo con los objetivas del Estado. No menos importante para los esfuerzos teformistas fueron el consentimiento y la resistencia individual de hombres y mujeres campesinos. Mientras que algunos aspectos de la misién con perspectiva de género de la Reforma Agraria fueron bienvenidos en su totalidad, otros fueron parcialmente aceptados 0 rechazados de plano. Hombres y mujeres, 0 grupos especificos.de hombres t y mujeres, tomaban a menudo distintas posiciones. Este libro comienza en la década de 1950 con el sistema de latifundia chileno de grandes haciendas, y prolonga el desarrollo de 1a Reforma Agraria a través de los : afios de 1960 hasta su abrupto término con el derrocamiento de Allende en 1973. 2 Joan Wallach Scotz, Gender and the Politics of History. New York: Columbia University Press, 1988. ‘Vaughan, “Modernizing Patriarchy. ..”, en: Dore y Molyneaux (2000): 195: Quintin Hoare y Geoffrey Nowell Smith (eds.), Antonio Gramsci, Selections for the Prisan Notebooks. London: International Publishers, 1971; Philip Corrigan y Derek Sayer, Tite Graat Arch: English State Formation as Cultural Revolution. Oxford: Basil Blackwell, 1985; Gilbert Joseph y Daniel Nugent (eds.), Everyday Forms of State Formation: Revoiution and the Negotiation of Rule ia Modem Mexico, Chapel Hill: Unversity of North Carolina Press, 1994; Ana Maria Alonso, Thread of Blood: Colonialism, Revolution, and Gender on Mexico’s Northern Frontier. Tuscon: University of Arizona, 1995; Florencia Mallon, Peasant and Nation; The Making of PostColoniui Mexian and Peru. Berkeley: University of California Press, 1995; Klubock (1948); Rasemblatt (2000). 3B -~— eee ei re ll re ell rel heehee ere ee hl he ~~+~~r~r~r~rwrwrerrrrryrwrewrwrwrwewvrevwwewwvvwvvwvEUuVvVvVUVTVU YS Los primeros dos capitulos examinan la significacién del género y la sexualidad en los afios de 1950 y comienzas de 1960 para crear divisiones laborales dentro del sistema chileno de inquilinaje y semi-peonaje, y su importancia para apuntalar la autoridad de los latifundistas sobre los trabajadores y la autoridad de los hombres carapesinos sobre las mujeres. Los capitulos tres al cinco cubren la Reforma Agraria bajo los democratacristianos, entre 1964 y 1970. El capitulo tres explora el crecimiento del movimiento campesino y los esfuerzos de los activistas de centro y de izquierda, y de los funcionarios de gobicrno para promover nociones de solidaridad masculina, militancia de clase y responsabilidad patriarcal. El. capitulo cuatro examina los es(uerzos de conduccidn estatal para atraer alas mujeres a través de una validacién de la domesticidad y de un mensaje de cooperacién de género en la familia, Examina tres programas: los proyectos de educacidn de la Reforma Agraria, las organizaciones exclusivas de mujeres llamadas Centros de Madges, y los primeros planes chilenos sobre planificacidn familiar y los programas de control de la natalidad, El capitulo cinco discute cémo las expropiaciones de tierras y la creacién de tenencias agricolas administradas por el Estado produjeron nuevas divisiones entre Jas comunidades campesinas, acentuando el ptivilegio masculino de algunos hombres ‘Sobre otros y enfatizando la custodia masculina sobre esposas e hijos. Los dos ultimos capitulos tratan sobre Ja aceleracién de las expropiaciones de tierras y resaltan las tensiones politicas durante el gobierno de [a Unidad Popular, entre 1970 y 1973. El capitulo seis examina los esfuerzos de la Unidad Popular para, simulténeamente, movilizar a las mujeres rurales continuando el modelo democratacristiano de realce de la domesticidad y defendiendo una expansién del rol politico y econémico de las mujeres como trabajadoras. El capitulo siete explora las evidentes diferencias en las relaciones de hombres y mujeres rurales ante las consecuencias de Ja intensificacién del conflicto de clases. Se discute, en particular, como la incorporacién subordinada de las mujeres a las instituciones mas importantes de la Reforma Agraria se tradujo en el aumento de los canflictos domésticos sobre el sexo: la supuesta promiscuidad de las nifias adolescentes y la igualmente supuesta infidelidad de los hombres casadas. El epilogo explora fa relevancia de la Reforma Agraria en Chile para entender la dictadura militar que siguié al derrocamiento de Allende. Este libro focaliza su historia en el Valle de Aconcagua, uno de los centros agricolas mas antiguos y productivos de Chile. Situado a 70 kilémetros al norte de Santiago en Ja provincia de Aconcagua, el Valle de Aconcagua incluye nueve comunas organizadas en dos departamentos, el de San Felipe y el de Los Andes”, El Valle de Aconcagua e Eltercer departamento dela provincia de Aconcagua es Petorva, situade fuera del Valle de Aconcagua, yng se considera en este estudio. a4 fue una de las primeras areas donde se expropiaron tierras y ua centro pionero de organizacién sindical. En esta area los conflictos sobre la tierra fueron relativamente de mds corta duracién y menos violentos que en el area metropolitana de Santiago, en donde Jas tensiones urbanas se traspasaron a las rurales, 0 en el sur, en donde las comunidades indigenas tenian demandas mas inmediatas sobre la tierra. Pero aunque Ja Reforma Agraria se desenvolvié en formas regionales especificas, los acontecimientos en el Valle del Aconcagua fueron ampliamente representativos de las dindmicas dela Reforma Agraria en su totalidad. La Reforma Agraria [ue un programa nacienal y, como proceso social, fue implementada en formas que frecuentemente compartieron mas de Jo que difirieron. Las potiticas dela Reforma Agraria y las estrategias laborales rurales fueron esculpidas de una manera altamente centralizada por los circulos internos del gobierno y los partidos politicos, Aunque estas politicas y estrategias fueron aceptadas y debatidas por una gama diversa de comunidades, la presencia de condiciones Tatifundistas a través de gran parte de Chile y el alcance nacional de los partidos politicos chilenos en las dreas rysales significs que los campesinos iucharon dentro de pardmetros estructurales e ideulégicos que fueron a menudo muy similares. Este libro extrae informacién de una gama de fuentes reunidasa partir de lo que, en ese tiempo, era un registro dificil y elusive. La mayor parte de la investigacién sellevéa cabo entre 1991 y 1993, en los afios que siguen inmediatamente al término del gobierno militar, Debido a la falta de recursos del gabierno chileno para mantener archivos y, en particular, a los intentos del régimen militar por controlar la informacién sobre el periodo 1964-1973, no habia un archivo formal del gobierno para las acontecimientos posteriores a 1960. Tampoco habia ningtin archivo formal para e! movimiento sindical, para los partidos politicos, ni para las organizaciones de mujeres’’. Aunque esta situacion desde entonces ha cambiado con Ia apertisra del Archivo del Siglo XX, a comienzos de los 1990 todavia era necesario visitar los ministerios por separado en donde, aunque se encontraron muchos documentos, otros habian sido sistematicamente descuidados, perdidos, archivados fuera del alcance de los investigadores,oen algunos casos, destruidos. Algunos archivos ministeriales estaban técnicamente abiertos al PUblico, pero estaban en bodegas, sin indices de registro y en condiciones tales que su uso hubiera sido un formidable consumo de tiempo para este estudio™. Cualquiera 5 En 1993 Chile inauguré formalmente el registra gubernamental llamado Archivo Siglo X¥, que incluye los archivos det periode posterior a la década de 1960. Sin embargo, este archiva todavia estaba en formacién entre 1991 y 1992, cuando Se realizaron la mayoria de las investigaciones para este estudio. Desde entouces, se han hecho accesibles los archivos ministeriales de los departamentos de Trabajo, Agricultura, Vivienda y Economia, los cuales sin dada tendirdn mucha informacion ail sobre la Regorma Agraria, Durante la década de 1980 y a comienzos de 1990 se guardaron los archivos ministeriales de todo el siglo veinte en un almacén en San Alionsn, Santiago. PL} haya sido el caso, algunos de los registros tradicionales usados para fa historia social y laboral no estaban disponibles ni utilizables para este estudio. Pero otras fuentes Ilenaron estos vacios. El extenso archivo de la principal agencia gubernamental de la Reforma Agraria, la Corporacion para la Reforma Agraria (CORA), estaba disponible”. El Ministerio de Salud aporté registros sobre la salud materna ¢ infantil, sobre el aborto y el control de Ja natalidad; los Ministerios de Vivienda y Agricultura fueron igualmente utiles para proveer informacion sobre la educacion campesina y los grupos de mujeres®. La inyestigacion en el Instituto Nacional de - Estadisticas produjo una abundante informacion econdmica y demogratica. La Iglesia Catélica y sus agencias afiliadas tenfan la coleccién mds extensa sobre el movimiento campesino y la educacidn rural®. Los centros de investigacién sin fines de lucro y las bibliotecas universitarias también tenian variados documentos sobre estos tdpicos y sobre las mujeres™, Diarios y revistas publicados por el movimiento sindical y por varias corrientes politicas fueron una de Jas fuentes mas inmediatas sobre el activismo en el campo. Los registros judiciales sobre violencia doméstica y los registros municipales sobre matrimonios y bautismos fueron importantes para investigar Ja dinamica de género en la familia®. Finalmente, este libro se apoya fuertemente en fuentes-orales, ineluyendo 80 entrevistas de historias personales, la mayorfa de las cuales se realizaron con mujeres y hombres campesinos del Valle de Aconcagua, y unas pocas con profesionales y Activistas ubicados en Santiago. Por razones de privacidad, los nombres de la mayoria de los informantes han sido alterados en el transcurso del texto”, Las fuentes orales * _ Cnandn la investigacion para este libro fue realizada, los archivos de la CORA estaban guardados en el Servicio Agricula Ganadero (SAG), una subdivision del Ministerio de Agricultura. 4 Tavestigaciones fueron tealizadas en el Ministerio de Salud y Servicio Nacional de Salud. Alguaos documentos de! Instituto de Desarrollo Agropecuarin (INDAP), la mayor agencia de educacién campesina, fueron encontrados en el Ministerio de Agricultura. Archivos para organizaciones comunitarias campesinas y los centros de madres, originados por Promocidn Popular, fueron encontrados en ct Ministerio de Vivienda y la Oficina de ta Presidencia. También se usaron ‘ett abundancia esendios y documentos publicados por el Instituto de Capacitacidn € Investigaciones en Reforma Agraria (ICIRA). % —_ Tavestigaciones fueron realizadas en las agencias catélicas del Instituto Pastoral Rural (ENPRU), el Instituto de Educacién Rural (IER) y et Obispado de San Felipe. ® Este incluia la Asociacion de Protecciéa de la Familia {APROFA), Centro de Estudios de la Mujer (CEM), Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Grupa de Investigaciones Agrarias (GIA), ISIS International, y Programa de Economia y Trabajo (PET). Bibliotecas universitarias inclufan las de la Universidad Catdlica y la Universidad de Chile. “Archivos de pleitas criminales del Valle de Aconcagua fueron leides en el fuzgado def Crimen de San Felipe. Archivos de nacimiento y bautismo fueron leidos en el Registrn Civil de San Felipe y en el municipio de Santa Maria, 2 Ya que mis entrevistas trataban de politicas izquierdistas tanto come historias profundamente personales, ademas de haber sido cealizadas durante el periodo inmediatamente posterior a la cout sigue fueron importantes en muchos sentidgs. Dadas las dificultades. con. otras. fuentes, éstas ayudaron a establecer una narrativa basica de los acontecimientos, facilitando jambién una cierta recuperacién de {a experiencia de la gente rural que no estaba~ disponible en otras partes. Eni la década de 1960 una mayoria de campesinos schilenos _ eran analfabetus, dejando muy pocas huellas escritas de sus voces. La mayoria de los registros de Ta Vida rural, ineluyerntv ta prensa laboral,jueron escritos | por profesional les de clase media y activistas de base urbana. E] enfoque de este libro en el género y la sexualidad hizo at ficil el tema de la recuperacién. No solamente los campesinos no escribian acerea de sus vidas intimas, sino que los funcionarios de Ja Reforma Agraria y los activistas politicos -quienes escribieron voluminusamente-tenian poco que decir al respecto. La historia oral fue una manera de interponer preguntas y de sonsacar respuestas sobre temas ignoradas 0 suprimidas en los registros oficiales. jue las fuentes orales den una version “verdadera” o mas “directa” de lo: los a acontecimientos. Como todas Jas fuentes, las historias orales son subjetivas y, ventanas parciales haciael pasado, ico. Asi como las memorias, del pasado reciente, Las historias orales y las entrevistas usa este libro fueron realizadas mds de veinte afios después de los acontecimientos (que ¢llas recuerdan,y.con- Jas consecuencias de dievisiete afios de un regimen militar que trabajé agresivamente _ para deslegitimar aquellos acontecimientes. Lo que la gente estaba dispuesta a decir y cémo lo decian, estaba necesariamente atravesado por muchos factores, incluyendo el miedo a las represalias, el éxito militar en redefinir los términos del debate histdrico y la propia posicién de la entrevistadora como una mujer profesional extranjera norteamericana. Muchas veces las respuestas orales decian tanto acerca de las iuchas presentes de la gente como lo hacian acerca del pasado. En el tiempo en que se realizaron estas revs la mayor parte de los pobres rurales del Valle de. Aconcagua habia perdido el acceso a la tierra y se apoyaba en e ‘eft el trabajo asalariado_ d& Temporada en la industria altamente explotadora rportacién frutis e rollado durante la dictadura. Aunque la administracién civil recién se Kabia restaurado, Ja mayoria de las ins ones y el radicalismo cultural que existié con anterioridad al golpe de 1973, yacia en ruinas, La Tiecésidad de los iforimantes. de reconciliar la extrema diferencia entre las décadas de 1960 y 1990 estructuré sus narrativas, Hay muchas maneras de usar las fuentes orales y el debate sabre cémo hacerlo es fécundo. Las historias orales argumentadamente dicen tanto acerca de las circunstancias presentes de los informantes, la creacidn de la memoria y la dinamica dictadura militar, a proposito yo les decia a mis informantes que usaria un seudonime para relerirme a sus testimonios en mi texto escrito, 27 ~+y,y+wrwrerwrwwewewwvvvvseVTuVeVuY de la entrevista, como acerca de “Io que ocurrié en el pasado”, pero este libro asume que! las historias orales hablen también de los acontecimientos sque “existieron antes”. lo que significa es una tarea subjetiva, como casi todas las tareas del historiador, una de interpretacion. En este libro, el significade de Jas historias orales es examinado apelando a técnicas de interpretacién narrativa y usando las fuentes orales para leer contra las fuentes escritas, A menudo, la manera en que la gente luchaba para reconciliar las inconsistencias en sus historias, y sus silencios sobre acontecimientos particulares, fue reveladora acerca de les conflictos pasados. Cuando se comparan con los documentos gubernamentales, periddicos y registros judiciales, las historias orales sitven como contrapunto de clarificacién, sugiriendo significados alternativos. Atin mas significativo, las historias orales con frecuencia fueron reveladoras del tenso contraste que describian entre las memorias de los hombres y las memorias de fas mujeres. Tanto hombres como mujeres recordaban Ja Reforma Agraria como un tiempo de esperanza, y algunas veces como una penosa lucha, pero Jos hombres rurales tendjan a darle a {a Reforma una valoraciin de conjunto mucho més pesitiva que las mujeres. Tanto hombres como mujeres recordaban la década de 1960 y los comienzos de 1970 como un tiempo de enorme mejoramiento en la calidad de vida, pero los hombres con més frecuencia atribuian estas ganancias materiales a sus propios logros politicos. Hombres y mujeres igualaban a la Reforma Agraria con la entrega de poder al campesinado, pera las mujeres eran mucho mas ambivalentes acerca de los costos y consecuencias de esta gestion. Explicar estas diferencias es el alma de esta historia, ® Hayden White, The Contant of Form: Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore: Johas Hopkins, 1987; James Clifford, The Predicament of Culture: Rcentieth Century Ethnography, Literature, and Art. Cambridge: Iarvard University Press, 1988. Richard Bauman. Storv, Perjormance arid Event, Contexual Studies and Oral Narrative. New York: Cambridge University Press, 1986, Luisa Passerini, Fascism i Popular Memory: The Cultural Experience ofthe Turin Working Class. Cambridge: Cambridge University Press, 1987; Macie Francoise Changrault- Duchet, “Narrative Structures, Social Models, and Symbolic Representation in the Life Story”, en: Sherna Berger Ghuck y Daphne Pati (eds.), Women s Words. The Feminist Practice of rel History, New York Routledge, 1991: 77:93; Alessandro Portelli, The Death of Luigi Trasrulli and Other Stories. Form and Meaning in Oral Historg. Albany: SUNY Press, 1991; Charlotte Linde, Life Stories. The Creation oj Coherence. Oxford and New York: Oxford University Press, 2993; George Gugelberger (ed.), The Real Thing: Testimonial Discourse and Latin America. Durham: Duke University Press, 1996; Daniel James, Daiia Maria’s Store Life History, Memory, and Political identity. Durham: Duke University Press, 2000. 28 Capituto I PATRON Y PEON: TRABAJO Y AUTORIDAD EN LAS GRANDES HACIENDAS En la década de 1950, cl Vaile del Aconcagua era una de las areas agricolas mds ricas, mas productivas y mas hermosas de Chile. Protegido por las majestuosas alturas de Jos Andes y bafiado por el rio Aconcagua y susafluentes, las 36.600 hectdreas de tierra cultivable del Valle aportaban casi el 10 por ciento del producto agricola anual del pais. Su produccion era excepcionalmente diversa, Trigo, alfalfa, cafiamo, vegetales y flores, ademds de viiias y frutas de rdpido crecimiento, eran productos tipicos de Ja region®, Esta variedad en Ja produccién obedecia a un clima templado unico que . favorecia el cultive de productos en distintas estaciones del afio, y que era estimulado -* @su vez, por la proximidad de la region al puerto de Valparaiso (principal salida de Jas exportaciones nacionales)*, Junto con ello, la cercania del Valle a Santiago y su afamado esplendor natural lo hacian el retiro favorito de la elite urbana de fines de semana y veranos. De hecho, la propiedad de la tierra estaba concentrada en manos de algunas de as familias mas prominentes de Chile, quienes solian frecuentar las termas de Santa Maria, las célebres vifias de Panquehue, y las lujosas plazas de San Felipe y Los Andes, que provefan a los acaudalados viajeros de amplias comodidades y apacibles paisajes para disfrutar. Sin embargo, el Valle del Aconcagua era también un lugar de profundas desigualdades. De sus 101.763 habitantes, e) 60 por ciento residia en areas rurales, divididas en un centenar de grandes haciendas. Su produccion descansaba en el trabajo de miles de campesines empobrecidos y trabajadores sin tierra’. Espaciosas casas coloniales con jardines, servicio doméstico y mobiliario importado se levantaban frente alas deplorables chozas de adobe sin electricidad ni agua potable™. Los terratenientes mas ricos del Valle de Aconcagua contaban con un ingreso per cdpita mil veces superior al de sus trabajadores, enviahan a sus hijos a educarse en Santiago y en él extranjera, % Cadre 18, Censo de Poblaciéa: Aeaneagua, 1960, Santiago: INE, 1360, Cuadro XE-4, Chile: Tenencia dela tierra y desarrollo suco-econimtico del sector agricola, Santiago: CIDA, 1966: 183. 7 Cenco de Poblacién: Aconcagua, 1960. Armand Mattetart, Atlas social de las comunas de Chile. Santiago: Pacifico, 1965. 29 y gozaban de estrechos lazos politicos y familiares con Ja elite financiera e industrial de Chile. Por su parte, los campesinos luchaban por la mis minima supervivencia. Estos ultimos empezaban a trabajar desde muy pequeiios, tenian un promedio de esperanza de vida de cuarenta y cinco aiios, y sufrian unas de fas tasas més altas de ana}fabetisma, desnutricidn y mortalidad infantil de la nacion"”, s disparidades en el Valle del Aconcagua, ‘omo en todo el Chile 1 emanaban de Ta Concentrasion Hiondpolica de las ticrras y de yn.opresivo sistema laboral, Aung) ‘Aunque menos exacerbado que en otras partes del pais, la Uerra en el Valle de Aconcagua estaba concentrada en tas manos de unos pocos®. En 1955, menos de un nueve por ciento de los propietarios controlaba el 82 por ciento de la tierra irrigada, en tanto que el 3 por ciento de las haciendas contaba con el 95 por ciento de toda 1a tierra agricola cultivable“. Es'mas, solo las grandes haciendas -aquellas sobre 2.000 hectdreas- controlaban el 60 por ciento de tada la tierra irrigada. En contraste, alrededor de 900 familias campesinas poseian pequeiios fundos o minifundios, de menos de cinco hectareas. Otras 400 familias, menos arruinadas pero aun pobres, producian en fundos entre cinco y veinte hectareas. En conjunto, lus sectores de pequefios preductares y minifundistas -mas del 80 por ciento de todos los propietarios- tenian solamente el 8,3 por ciento de {cola (Ver Tablas 1.4 y 1.B). enel que Jos.campesinas, a cambio de algunos derechossoboe latierra, se sometian a un trabajo de semipeonaje. El inquilinaje databa de tiempos de Ja colonia espafiola. cuanl eLotargamiento demercedes de tierras y mane-de abra por parte dela Corona fue consol sr politice-ylariqueva-de-poderosos terratenientes que gozaban fe privilegios sabre eltrabaje-de- indies, mestives, negrns libertos y-blancos pobres, a cambie-deto-mthiino para subsistir®. Aunque hacia 1950 el inquilinaje habia cambiado considerablemente, éste siguié sienda la base de las relaciones laborales agricolas en todo Chile. Bajo este sistema, un inquilino ofrecia su trabajo a cambio de una serie de beneficios denominadas regalias (concepto derivado de la palabra “regalo”}, los que incluian el acceso a un pequeiio pedazo de tierra, a derechos de pastoreo, alimentos, vivienda y leita". Desde el siglo dieciocho, los inquilinos habian recibido también un pequefio monto pagado en dinero, pero hacia la década de 1950, las regalias y los * — Cuadro [V-4, CIDA (1966): 33. * Arnold Bauer, Chilean Rural Society from the Spanish Conquest to 1930, Camoridge: Cambridge University Press, 1975. * Cuadtos Ly 4, CensoAgropevuara: Aconcagua, 1954-1959, Santiago: INE, Ibid. © Mario Gaingora, Drigen de los inquilinos on Chile. Santiago: ICIRA, 1960. “ —Articulo 79, Cédigo Laboral, 1932.” 30 bienes en especie seguian siendo el 70 por ciento de la remuneracion de un inquilino®. Era tradicion que los inquitinos residieran dentro de la hacienda, dedicando parte de su trabajo a la produccién de la misma y parte a su regalia de tierra. Este ultimo « ge-destinaba tanto a propdsitos comerciales menores como a su propia subsistencia. Los inquilinos debian entregar una parte de su producci6n al terrateniente, segin el ramafio de fa regalia, la que en la década de 1950 variaba entre un cuarto y 10 hectareas. Estos podian optar por dedicar todo su trabajo a la regalia, entregando a cambio un trabajader que los reemplazara en la hacienda, con la excepcidn de las estaciones de siembra y cosecha, en que estaban obligados a trabajar en ésta. Ademds durante esa época se Jes obligaba a aportar un trabajador adicional, llamado obligado, cuya remuneracién era costeada por los mismos inquilinos. Esta practica dataha del siglo diecinueve, cuando el auge en las exportaciones de trigo chilenoa California y Australia permitis a los terratenientes la expansién de sus tierras de cultivo, deviniendo, a su vez, en una fuerte dependencia de los inquilinas para la produccién.comercial®, Sin embargo, hacia mediados de! siglo veinte, el inquilinaje se transformé en la manifestacién evidente de la creciente crisis en la agricultura chilena, asi como de la incapacidad de Jos gobiernos para ejercer y expandir un rol regulador en el campo. Hacia las décadas de 1920 y 1930, los esfuerzos por incentivar la industrializacién y asegurar alimentos baratos para los trabajadores urbanos resultaron en la creacion, de subsidios y proteccién de precios para los productores agricolas, deviniendo en un pacto de complicidad entre el Estado y los terratenientes en el control de los salarios rurales”, En las décadas siguientes, 1940 y 1950, el Estado continué con estas politicas en wn infructuoso intento por detener el descenso de la productividad agricola nacional y por revertir el creciente délicit de 1a balanza comercial en importaciones agropecuarias, el que alcanzaria un total de 120 millones de délares en 1964", Aunque el apoyo gubernamental a los terratenientes fue una prdctica corriente a lo largo de la historia de Chile, indicativa de Ja férrea alianza entre la propiedad de la tierra y el poder politico, la politica agraria entre mediados de 1920 y fines de 1950 se centré en el desarrollo econémico nacional como un todo, particularmente en la satisfaccién de jas necesidades de las clases medias y trabajadoras que habian tenido un crecimiento demografico significativo. Este impulso populisca dio origen a la primera legislacién laboral nacional, que incluyé el Cédigo Laboral de 1931, el que definid diferentes categorias de trabajadores s Cuadro VI-12, CIDA (1966): 59, * Bauer (1975); José Beugou, Haciendas » campesinos Historia sucini de la ugriculturachilena, Santiago: SUR, 1990, : © Loveman, (1976); Loveman, Chile: The Legacy of Hispanic Capicalism. New York: Oxford University Press, 1988. . Loveman (1976): 197. H - tam ee eRe KR KK KKK RKAAAA BARMAAAAA AA BS rr Tr re weeswrewrwZTr—esETesresewvewwerwseTwVTwVwsVv Fi agricolas, especificando sus obligaciones y derechos. La legislacién posteriar, promulgada entre 1948 y. 1953, establecié normas para determinar el valor de los pagos en especie por vivienda y tierra, estipulando que al menos el 25 por ciento de la remuneracién de un inquilinc fuese pagada en dinero. A la vez otorgaba a los trabajadores rurales el heneficio de la asignacién familiar, un subsidio que recaia a favor de hijos y dependientes®. Si bien estas leyes fueron aplicadas en el mejor casa de forma irregular, fueron al mismo tiempo un incentivo para que los terratenientes redujeran el numero de inquilinos en favor de trabajadores que ganaban la mayor parte de su remuneraci6n en dinero. Desde la década de 1930 la mecanizacion de la lecheria y de [a produccién de granos redujo atin mas la demanda de inquilinos al transformar muchas de las actividades agricolas en labores temporales. . Acomienzos de 1960, los inquilinos representaban solo un cuarto de la fuerza laboral pagada en el Valle del Aconcagua y en otras partes de Chile central. La mayoria de los peones de las haciendas trabajaban por jornales en dinero, que eran complementados con el pago en especies ~alimentos y lefia- y algunas veces en vivienda, aunque sin derecho al goce de la tierra. Fuera del Valle del Aconcagua, del total de la mano de obra agricola pagada -7.458 trabajadores- el 24,3 por ciento eran inquilinas, el 16,2 por ciento trabajadores permanentes y un 59,3 por ciento, trabajadores temporeros”. De los temporeros, algunos trabajaban mas que otros”. Aproximadamente un tercio era calificado oficialmente como “trabajadores temporates”, considerando a aquellos que recibian ua jornal diario y trabajaban entre tres y seis meses por afta; Jos restantes dos tercios eran definidos como “trabajadores ocasionales”.en tanto que trabajaban menos de tres meses al afio en actividades agricolas intensivas procesando frutas, flores, cdfiama, ajns y tabaco. A mediados de 1960, los peones que trabajaban menos de tres meses al afio representaban casi el 40 por ciento de toda la mano de obra agricola pagada del Valle del Aconcagua® (Ver Tabla L.C.). $i bien los inquilinos no constitufan una mayoria en términos numéricos, el sistema del inquilinaje definia y daba forma a todas jas relaciones laborales dentro de las haciendas. Los inguilinos eran el micleo, la fuerza estable de trabajo de las haciendas de mas de 200 hectareas, por lo que la contratacién de peones permanentes y temporales, lejos de constituir una competencia, eran un complemento del trabajo de los primeros. F] inquilinaje constituia un sistema laboral variado que comprendia relaciones laborales tanto capitalistas como no-capitalistas, asf como a inquilinos y % —_Almino Affonso, Sergio Gomez, Emilio Kline y Pablo Ramirez, Movimiento campesino chileno. Santiago: ICIRA, 1970: vol. 1 y 2; Jean Carriere, Landowners and Politics in Chile: A Study of the Snciedad Nacional Agricola. Aeusterdam: Center for Latin American Documentation and Research, 1981. o Cuadro 6.3, Censo Agropecrtriv: Aconcagna, 1964-1965. Santiago: INE, 1965. * Tid. 2 Thid. 32 i k a 3 3 i peones asalariados®, Ni los trabajadores permanentes ni los temporeros recibian su salario completo en dinero; mas del 20 por ciento de su remuneracién era pagada en especies. Esta practica derivaba del acuerdo laboral del inquilinaje, segdn el eval éstos recibian la mayor parte de su compensacién en especies, influyendo en la depreciacién del resto de los jornales agricolas. En 1962, el promedio del ingreso per cdpita en dinero que recibian fas familias campesinas en el Chile central era menos de 15 ddlares por mes*, Los trabajadores permanentes y temporales constituian también una pieza clave . del sistema de inquilinaje, toda vez.que un mimero importante de esos peones (casi un tercio en el caso del Aconcagua) eran hijos, esposas, y miembros de las familias de inquilinos en las haciendas®. Otros provenian de hogares de pequeiios productores y sectores minifundistas que no podian absorber todo el trabajo familiar, los que ademas eran parte del mundo latifundista como un todo. Al mismo tiempo, casi la : mitad de los peones ocasionales eran emigrantes, mayoritariamente hombres que - se trasladaban constantemente de provincia en provincia. Estos eran denominados -_ afuerinos. La naturaleza heterogénea del inquilinaje fue clave para garantizar a los tectatenientes uria mano de obra barata y flexible. Con la excepciin de los emigrantes afuerinos, la mayoria de los peones proventa de familias que trabajaban en actividades . . de subsistencia (inquilinos, minifundistas, pequefios productores) dentro o en los * limites de las haciendas, Esta situacion permitia a los terratenientes contratar 0 despedir trabajadores temporalmente y pagarles menos, ya que se asumia que la agricultura de subsistencia proveeria lo sustancial para satisfacer sus necesidades basicas. Esta presuncién cuva un impacto particularmente negative sobre los trabajadores permanentes y temporales, quienes eran compensados principalmente en dinero. Una encuesta del Instituto Nacional de Estadistica aplicada en el Valle de] Aconcagua determind que el 51 por ciento de Jos hogares dependientes del trabajo ~ asalariado ganaba menos que el salario minimo de subsistencia (sweldo vital calculado coma el costo de sobrevivencia, en oposicién al salario minimo mas alto), en tanto que otro 32 por ciento recibia poco mas que el sueldo vital. Esto hacia que el pago en especies de alimentos y combustibles alcanzara una importancia mayor. Ast, la vida era especialmente dura para Jos trabajadores que no tenian acceso a los cultivos de subsistencia. Estos campesinos desprovistas de tierra residian en algunos de los CDA (3968):52.53. * Cuadro A-5, CIDA (1966): 71. ®Cuadro Bel, CIDA (1966): 73. % —Estimacién dela autora, basada en entrevistas con ex inquilinos v5 “inspecciones de fundo” hechas porla CORA entre 1965 y 1969. “Fichas de expropiacidn, Aconcagua”, CORA. Encuesta de hgares. Santiago: INE, 1968. 33 vecindarios mas pobres ubicados alrededor de las ciudades o bien en miserables campamentos arranchados en los faldeos de las haciendas. Género, familia y division del trabajo Ademés el inquilinaje descansaba en jerarquias de género establecidas dentro de las mismas familias campesinas. A fines de 1950, la mano de obra agricola pagada era abrumadoramente masculina y casi todos los inquilinos eran hombres, De acuerdo al Censo recién mencionado, en el Valle del Aconcagua Jas mujeres que trabajaban comprendian solo el 9 por ciento de Ins trabajadores agricolas pagados, el cuatro por ciento de los trabajadores permanentes, y menos del 1 por cienta de los inquilinos™. De las 664 mujeres que percibian salarivs por labores agricolas, mas del 80 por ciento eran temporeras, empleadas por menos de seis meses al afio, y mas de la mitad de ellas por menos de tres meses”. Este reducido porcentaje de empleos reflejaba un vuelco dramatico respecto a lo acontecido en el pasado reciente. Patricia Garrett y Ximena Valdés han demostrado que hacia fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte, las mujeres comprendian casi el 20 por ciento de los inquilinos, desempefidndose principalmente como ordefiadoras. Sin embargo, esta cifra disminuyé notablemente hacia mediados de 1930, después de la mecanizacidn de la lecheria’. En efecto, la pérdida del trabajo de las mujeres inquitinas se suma al declive que sufrieron las distintas posiciones de los inquilinos entre las décadas de 1930 y 1960. Mientras que el porcentaje de inquilinas mujeres caia en un 84 por ciento durante este periodo, el de inquilinos hombres to hacfa en solo un 3 por ciento™. Hacia 1964, de los 46.961. inquilinos en Chile, el 99 por ciento eran hombres®. En el Valle del Aconcagua, los trabajadores hombres constituian mas del 96 por ciento entre inquilinos y trabajadores permanentes, y mas del 87 por ciento de todos Jos trabajadores temporales". (Ver Tablas L.Dy LE) Los inquilinos hombres eran generalmente jefes de hogar que dependian det trabajo de todos lus miembros de Ia familia. Los trabajadores de reemplazo y los obligados que bajo mandato eran entregadas por el inquilino ala hacienda provenian generalmente dela misma familia, esto es, sus hijos y parientes masculinos. Si alguna © — Cuadra 63, Censo Agropecuario: Aconcagua, 1964-1965. * Ibid, @ Ximena Valdés, “Una Experiencia de organizacién autdnoma de mujeres del campo", Cuadernas de {a mujer del campo, Santiago: GLA, 19R3: 60, & Ibid. ® hid. * 5 Cuadra 63, Censo Agropecuirio: Aconcagua, 1964-1965. 5 yez se compensaba a estos trabajadores, se les pagaba con vivienda y alimentos, no ginero. El cultivo de subsistencia también era efectuado por los miembros dela del inquilino, y generalmente éste era supervisado por su mujer durante su neat “ En las tierras de regaljas producian porotes, papas y otras vegetales destinadoe : consume familiar, asi como al comercio de productos tales como el tabaco. Toda esta : actividad suponia un trabajo intenso, que involucraba incluso a los hijos mas pequefes. Las mujeres adultas con ayuda de los nifios tenian la responsabilidad adicional de la crianza de pollos, chanchos y cabras de Ia familia, ademas de faenar los subproductod de estos animales: quesos, mantequilla, y empanadas para consumo familiar o vente. en los poblados cercanos. Los peones permanentes y temporeros degendian también del trabajo de (as mujeres de la familia, esposas, hijas, madres, tias y hermanas. Cuando los maridos y hombres adultos salian a buscar trabajo en las haciendas, eran las mujeres las que se hacian carga de la siembra y el cultivo. Cuando éstos se quedaban en la casa, las’ mujeres solian dedicarse a labores més especificas de su. género. Asi, mientras los hombres araban, las mujeres se encargaban de sembrar porotos y papas; mientras éstaa, “ sacaban y ataban las hojas de tabaco, los hombres colgaban los atados en las choeas para ahumarlos y Inego llevarlos en carretas a Jas ciudades. Tal y como sucedia en las familias de inquilinos, las mujeres minifundistas y pequefias productoras tenfan Ja responsabilidad de cuidar los animales de la parcela y comerciar los huevos y productos de lecheria®. Pese ala clara distincién de actividades, la divisin del trabajo segin log géneros no siguié patrones demasiado rigidos. Muchas veces eran las mujeres las que realizaban faenas tradicionalmente masculinas tales como cavar canales de regudio o-consteuir cercas, o bien en el caso de enfermedad de la esposa, era el marido quien ordeiiaba Jas cabras. E! trabajo agricola femenino no remunerado fue crucial para ta persistencia del sistema de inquilinaje. La flexibilidad del trabajo femenino permitia la disponibilidad: de los hombres por temporadas para trabajar en las haciendas, a la vea que lea aseguraba un lugar para volver durante los periodos de desempleo. La preparacién. diaria de alimentos par parte de las mujeres proveia una parte significativa de la dieta familiar, asi como un suplemento del ingreso en dinero. Las mujeres campesinas eran Jas responsables de preparar el alimento, evar comidas a Jos hombres que trabajaban, en las haciendas, coser y lavar las ropas de Ia familia, acarrear agua, limpiar y educat a los nifios, Florencia Mallon y Carmen Diana Deere han planteado, para el caso : peruano, que el trabajo doméstico de Las mujeres fue vital tanto para la sobrevivencia del campesino como para el desarrollo y rentabilidad capitalista®®. El trabajo de las — Cuadto 63, Censo Agroperuario: Aconcagua, 1964-1963. * Florencia Mallen, Defense of Community in Peru's Central Highlands: Peasant Struggle and Capitalist Transition, 1860-1940, Princeton: Princeton University Press, 1983; y “Gender and Class in the eustnia em ta pagina sigtentep 35 -—- rrr Tr wT TwrOTwrOwTwsTwewerwwrwrevewse ws ws mujeres no solo cooperd en la reproduccién de la mano de obra agricola, sino que le agregé también valor productivo en bienes y servicios para Jos miembros de la familia que no requerian ser comprados. Esto permitio a los latifundistas pagar menos de lo que costaria tener un pedn robusto en el campo. El trabajo doméstico de las mujeres era arduo y fluctuaba entre 12 y 14 horas diarias®, Este comenzaba a las 4:00 AM cuando se levantaban para reavivar el fuego y calentar el pan y mate para el desayuno del marido. Luego levantaban y daban desayuno a Jos nifios, barrian la casa, generalmente de una o dos piezas, y el patio; alimentaban con los restos de comida y cascaras alos cerdos y pollos; recogian huevos; y ordenaban cabras y ovejas de la familia. Ademés, dos 0 tres horas del dia eran destinadas a amasar el pan y cocinar el almuerzo que enviaba a su marido cuando estaba ea 1a hacienda. El lavado de ropa podia significar basta cuatro horas de! dia. - Este consistia en acarrear y hervir el agua para las artesas que se encontraban en el patio trasero de la casa, luego realizaba dos v tres lavados escobillando las vestimentas, enjuagaba, estrujaba y colgaba las prendas para mas tarde plancharlas. Al medio dia servia el almuerzo y limpiaba. En la tarde preparaba empanadas de queso y luego se ocupaba de la chacra familiar 0 regalia ~desmalezando, regando o recogiendo cebollas - y papas-. Mas tarde acarreaba nuevamente agua de los pozos y, cuando era necesario, recogia y juntaba lefia. Alrededor de Jas 7:00 PM se preparaba una ligera cena con los restos del almuerzo o una once consistente en pan, queso y té, después de lo cual podia coser a maio pantalones para su hijo usando la tela de sacos de harinao bien terminar de tejer un chaleco para su.marido, Entremedio de todas estas tareas, las mujeres amamantaban a sus guaguas, cuidaban a los nifies pequeiios, supervisaban las labores de los hijas mayores que ya podian trabajar, v atendian a Jos miembros invalidos dela familia. Los hijos, especialmente las hijas, compartian, y en algunos casos asumian la responsabilidad total de ciertas tareas que le correspondian a sus madres. Sin embargo, eran las mujeres adultas las que tenian la responsabilidad principal en las labores del hogar. Aunque ellas se apoyaran en el trabajo de los hijos, su actividad diaria seguia siendo mas larga que la de cualquier otro miembro de la familia. _ Las mujeres también hacian trabajos directos en las haciendas, Pese a que su importancia como inquilinas ya no era la de antes, el numero de trabajadoras temporeras remuneradas se habia expandido en casi un 30 por ciento entre los afios 1935 y 1955*. Este aumento era un reflejo de la expansién comercial de cultivos ‘Transition to Capitalism: Household and Mode of Production in Central Peru”, Latin American Perspectives 48, N° 1, invierno, 1986; Carmen Diana Deere, Household and Class Relations: Peasants und Landiords in Northern Peru. Berkeley: University of California Press, 1390. * Garrett (1978); Ximena Valdés, La Posicion de ia mujer en {a hacienda, Santiago: CEM, 1988; Valdés y Araujo (1999), 7 Valdés (19831: 61. intensivos de frutas y verduras. En el Valle del Aconcagua las mujeres eran contratadas : por dos a cuatro meses en promedio por afio. Ellas cosechaban porotos y tomates, cosian y ahumaban hojas de tabaco, encajonaban ajos y cebollas, seleccionaban pasas, y cosechaban uvas y duraznos. Estas labores, que se realizaban en equipo, eran sopetvisadas por un administrador u otro empleado quien estaba a cargo de vigilar el trabajo y tenia la responsabilidad de verificar la calidad del producto. El trabajo que realizaban los hombres en las haciendas era mucho menos variado y con tareas menos especificas que el de las mujeres. Solian trabajar en equipos mixtos de inquilinos, trabajadores permanentes, y peones temporales los que podian ser enviados a hacer cualquiera de las numerosas faenas de la hacienda. Ademas se les empleaba como peones temporergsen el cultivo de frutas y verduras, en el que muchas ~ veces trabajaban codo a codo con las mujeres. Sin embargo, fas labores temporales de los hombres eran diferentes a las de estas ultimas, y consistian en actividades que eran consideradas mas pesadas, y menos especificas y detalladas: Entre ellas podar BIA Sean RAEI BRE SERN, S3t trabajadores temporeros hombres se les contrataba por periodos de tiempo mas largos que el de-sus contrapartes mujeres. En los periodos inmediatamente antes y después . de la cosecha de frutas y verduras se Jes trasladaba a otras partes de la hacienda donde junto a otros inguilinos y trabajadores permanentes se dedicaban al cultivo de trigo y cafiamo, y al cuidado del ganado. El cultive y cosecha de trigo y cdiiamo eran tareas exclusivamente masculinas y absorbian la mayor parte de su trabajo durante el afio. Ademas la responsabilidad de excavar y limpiar los canales de regadio del fundo, reparar y erigir cercas, y mantener yconstruir edificaciones en la hacienda, era solo de hombres. Si bien tanto-el trabajo de hombres como el de mujeres, era supervisady ~ya sea por el patron mismo, o mas a menudo por un empleado administrador-los primeras gozaban de menos vigilancia que las segundas. Cuando ellos eran enviados a cavar una zanja o plantar un determinado predio, a menudo se les dejaba trabajar sin mas control que esporadicas visitas del patron o del administrador para verificar su progreso. En las haciendas, la divisién del trabajo segtin los géneros y la inferioridad adjudicada a las mujeres dentro de la poblacién remunerada, respondia mas bien a prejuicios sociales e idevldgicos, y no a supuestas diferencias naturales entre Jas capacidades de hombres y mujeres. Pese a que algunos trabajos demandaban considerable fuerza (como arrastrar sacos de granos y cavar zanjas), eta mas bien la i... idea generalizada de que las mujeres eran incompatibles para tales trabajos, lo que Historias orales, incluyen a Jorge Tejedo, San Felipe, 2 de cctubre de 1992; René Aguirre, Santa. Maria, 25 de octubre de 1992, Rati! Fuentes, Santa Maria, 15 de noviembre de 1992; Raul Aguirre, Panquehue, 21 de mayo de 1993; Armando Géme2, Putaendo, 22 de mayo de 1993, 7 . ciruelos, sacar tabaco, encajonar productos, y arar bajo plantas y matassecas.Alos . | las excluia de Ja contratacién en trabajos mas permanentes y mejor remunerados. De hecho, era frecuente que en las parcelas y granjas familiares de minifundistas y pequetios productores las mujeres realizaran trabajos en conjunto con hombres, teniendo muchas veces !a responsabilidad principal en tareas en Ja hacienda habrian sido consideradas como “trabajo de hombres” y “faenas pesadas”. En el sector agricola no pagado eran las mujeres, y no los hombres, quienes estaban a cargo del ganado, quienes cavaban canales, reparaban cercos y podaban vitiedos. Las divisiones del trabajo segtin los géneros devenian de la supuesta autoridad y responsabilidad de los hombres dentro del hogar. La “casa-hogar” suponia relaciones de parentesco, relaciones de subsistencia, algo de produccién comercial, convivencia dentro de la vivienda, y en Jas tierras de cultivo familiar. El inquilinaje constituia asi, un sistema que controlaba ef trabajo familiar encabezado por hombres casados que dirigian el trabajo de esposas ¢ hijos. Tanto terratenientes como campesinos suponian que una mujer adulta casada debia depender de su marido, quedando subordinada a su autoridad, Si bien hombres y mujeres campesinos veian el matrimonio como una asociacién en Ia lucha por la supervivencia, el cardcter de la colaboracién solia reforzar, mas que desafiar, las prercogativas masculinas. Las responsabilidades de una esposa se definian en términos de trabajo y servicio hacia el marido, nifios y demas . miembros de la familia extendida. Esto implicaba la crianza de hijos, cuidado de padres ancianos, Cuidado de la casa y produccién, es decir tanto el desempefio doméstico como el trabajo en la chacra familiar. El trabajo fuera de la esfera del hogar y de la tierra familiar era considerado como un suplemento a la responsabilidad principal de una esposa hacia su maride ¢ hijos, incluso en aquelles casos que éste fuese vital para la sobrevivencia familiar. Hacia fines de 1950, los hogares campesinos del Aconcagua presentaban un promedio de seis personas por familia”, Aunque las mujeres campesinas podian dar a luz en promedia ocho hijos, muchos de ellos morian en el primer aio de edad, en tanto que los hijos jévenes adolescentes y adultos solian abandonar 1a casa de sus padres por largos periodos de tiempo para buscar trabajo”. Casi la mitad de los hogares turales estaban constituidos por familias nucleares, mientras que el resto incluia abuelos, parientes solteros, primos, cuftados, y personas sin parentesco directo, como Jos afuerinos que dormian y trabajaban para la familia como obligados"*, Las relaciones entre las familias nucleares y extendidas eran fluidas, y variaban de acuerdo a las “Loreto Rebolleda, Fragmentas: Oficias uw percepciones de las mujeres del campo. Santiago: CEDEM, 1991. a Mattelart (1965). 3 “Encuesta nacional socio-econdmica en poblaciones marginales”, Santiago: Consejeria Nacional de Promoci6n Popular. 1968, MV. 2 Cuadro 30, Censo de Poblacion: Aconcagua, £960; Cuadro 9.3, Encuesta de hogares (1968), 38 SSN Pe ie ea Oh. SOR ATR RENE hie OR 2 ERNE: toons, stata 8A E mesinanina © Beaneionisiacatmti sae. AK aaeticisie Fake Vivienda de inquilinos, 1945. Fuente: Museo Histérico Nacional. Labores agticolas, Fuente: Museo Historico Nacional. ~ y+, yr7TwwwewrwrwevvvIseVEedVi necesidades de los miembros del hogar. A menudo las parejas jovenes recién casadas vivian con los padres de uno de ellos por un tiempo hasta que podian instalarse en su propia casa. En el caso que un matrimonio terminara por separacién, abandono 9 muerte de alguno de los conyuges, !os hijos podian volver a vivir con sus padres o bien ser acogidos por matrimonios de parientes. El matrimonio era de vital importancia para las mujeres campesinas y la mayoria de ellas contrajo matrimonio en algiin momento de sus vidas. Hacia 1960, el 73 por ciento de mujeres, entre 25 y 60 afios, en las areas rurales del valle del Aconcagua estaba casada, mientras que un 4 por ciento mantenia relacianes de couvivencta con hombres”. El 7 por ciento eran viudas 0 separadas, y tan solo un 15 por ciento eran solteras, Para ta mayorfa de las campesinas casarse con hombres que ganaran un salario o bien que tuvieran (acceso a) tierras cra fundamental para su sobrevivencia. El trabajo de Jas mujeres en tas haciendas solia ser por corto tiempo y muy mal pagado, lo que no les permitia mantenerse autdnomamente. Si bien algunas mujeres tenian titulos de propiedad de minifundios y de pequefia praduccién, los propietarios de tiertas eran generalmente hombres, y ademés eran ellos los que recibian todas las regalias por concepto de tierra entregadas a los inquilinos. Las mujeres de las zonas rurales solian trabajar como sirvientas domésticas, lavanderas y vendedoras, sin embargo, ellas comprendian solo e] § por ciento de la fuerza laboral rural pagada’*, En un estudio realizado en los hogares campesinos durante los afios 1960, mas del 70 por ciento de las mujeres declaraba no haber estado nunca formalmente cmpleada™. La mayoria de las mujeres que no se casaban emigraban a pueblos o ciudades, por Lo que, hacia 1960, el porcentaje de hombres sobrepasaba significativamente al de las mujeres en todo el campo chileno. En el Aconcagua, el 54 por ciento de la poblacién rural estaba constituido por hombres, en contraste con el 46 por ciento de mujeres’®. En el caso de las pocas mujeres solteras que permanecian en el campo, ¢ bien aquellas que habian perdido a sus maridos por separacién o muerte, la vida era muy precaria. Las viudas de inquilinos eran algunas veces expulsadas de las haciendas, en tanto que las viudas de minifundistas corrian el riesgo de perder las tierras en manos de parientes hombres”. El trabajo agricola temporal y el servicia doméstico, aunque escasos y mal remunerados, eran las principales opciones de empleo para las mujeres solas. Otras sobrevivian lavando ropas, hospedando gente en sus casas y Cuadso §, Censu de Poblaciin: Aconcagua, 1960. Cuadrv 16, Censn de Poblacién: Aconcagua, 1960. De las trabajadoras remuneradas, el 60 per ciento eran solteras con mas que 60 aiius de edad. Cuadro 9.3, “Encuesta de hogares” (1968); Censo de Poblacidn: Aconcagua, 1960. * Censo de Poblacian: Aconcagua, 1960, e Historias orales, incluyendo Maria Galddmez, Santa Maria, 20 de abril de 1993; Elena Vergara, Putaendo, 4 de junio de 1993. 40 3 ; complementaban sus ingresos con los que percibian sus hijos mayores. Sin embargo, “la mayoria vivia en las casas de parientes. Hacia 1960, las mujeres jefas de familia en el Aconcagua constituian sole el 2 por ciento de los hogares, siendo incluidas en el censo coma trabajadoras dependientes de labores agricolas’*. El porcentaje de .. mujeres jefas de familia en el Chile rural, representaba el 8 por ciento y la de ellas mayoria subsistia por otros medios diferentes al trabajo agricola; generalmente en el servicio doméstico”. Cualquiera de las alternativas para las mujeres solteras era inevitablemente mas vulnerable y materialmente mas empobrecida que la situacion de las mujeres casadas. El matrimonio también era importante para los hombres, sin embargo éstos podtan sobrevivir ms facilmente sin casarse. Para un inquilino peor permanente Ja pérdida de la esposa no significaba la pérdida de acceso a la tierra o del empleo. Para los ‘hombres que no eran propietarios, tener una familia podia llegar a ser un verdadero problema, por cuanto debian mantenerla. Es por ello que los hombres solian postergar el matrimonio hasta los veinte tardios e incluso entradas los treinta afios. En 1960 en las zonas rurales del Aconcagua, casi ef 70 por ciento de los hombres menores de _- 30aiios era soltero™. A Jos trabajadores temporeros, especialmente los afuerinos, les era particularmente dificil mantener una-familia dada‘la escasez de emplecs y la necesidad de trasladarse constantemente de regién en regidn. La tendencia de los peones a permanecer solteros era probablemente una de las razones que explican el casi tercio de lus hombres entre 25 y 60 arios que nunca se casaron”, Asi camo en el caso de las mujeres solas, los hombres solterus solian vivir con familias extendidas, las que generalmente estaban bajo Ja tutela de un hombre casado. Eran muy pocos Ios casos en que los hombres solteros asumian el rol de jefe de hogar en su calidad de tios, primos 0 cufiados. La diversidad de Ias familias en cl campo no disminuia la centralidad ni del matrimonio ni de la autoridad de los hombres casados frente a las relaciones de género del campesinado en su conjunto. Asi como sucedia con las esposas, los maridos tambien trabajaban para rael mayor bienestar de sus familias. Los pequetios parceleros e inquilinos con regalias de tierra generalmente preferian trabajar sus predios familiares, otorgdndole al trabajo asalariado una importancia secundaria. Pero la relacién de los hombres casados con el trabajo doméstico diferia significativamente del de las mujeres casadas. Aunque el cultivo de subsistencia era considerado un trabajo familiar, habia una clara jerarquia en la que los hombres, y no las mujeres, tenian ta autoridad administrativa fundamental. * — Cuadvo 30, Cousu de Poblacdn: Aconesgua, 1960. » Cuadro 30, Censo de Poblacitin: Aconcagua, 1950. * _Demografia Santiago; INE, 1950; Cadro 5, Censo de Prblaién: Aconcagu, 1960. © Cuadso 5, Censude Poblacién, 1960. 4i ay 5 Inquilinos y trabajadores de fundo. Fuente: Museo Histérieo Nacional. Huasos esperando el desfile. Fuente: Musco Histérico Nacional, Eran los maridos los que podian mandar en el trabajo de las esposas y no viceversa. Eran ellos los que decidian cuando ellos y sus hijos debian buscar trabajo en las haciendas, cudndo se cultivaria su parcela, y cuando y como sus esposas € hijas trabajarian remuneradamente fuera del hogar, De manera similar alo que Christine Delphy ha planteado acerca de los campesinos franceses, los hogares rurales eran, sin importar su grado de empobrecimiento, convenios econémicas por los que el hombre usufructuaba del trabajo de mujeres, nifios y otros parientes, hombres y mujeres". Los principios del matrimonio patriarcal determinaban \a autoridad de los hombres sobre las mujeres, incluso en aquellos hogares monoparentales. En los casos en que ‘Tos jefes de hogar fuesen hermanos 0 tios sus expectativas sobre el-acarreo de agua i -y preparacién de comidas por parte de sobrinas y hermanas estaban basadas en las & ideas sobre lo que las mujeres naturalmente debian hacer en su calidad de esposas. ° Incluso esto sucedia en las relaciones entre padres e hijas. Los padres suponian que las hijas debian lavar la ropa y preparar comidas no solo porque ellos demandaban 4 en su Calidad de padres, sino fundamentalmente porque sus hijas eran mujeres cuyas responsabilidades naturales hacia los hombres estaban definidas por el matrimonio. _ En una dimensién mas limitada, las mujeres jefas de hogar también gozaban de cierta _- autoridad patriarcal para dirigir las Jabores de los niftos, las de las mujeres adultas _ dependientes y las de los hombres invalidos 0 ancianos. Pero una diferencia crucial - 5 era que las jefas de hogar nu tenian esposas™. q La autoridad de los hombres campesinos sobre las mujeres se desprendia de una ° intrincada red de factores institucionales y culturales de la sociedad chilena que generalmente privilegiaba a los maridos por sobre las esposas. Varios codigos legales establecian el control del ‘maride sobre los bienes materiales de su csposa e incluso sobre su cuerpo. El Cédigo Laboral requeria que una mujer tuviese el permiso de su : marido para trabajar en un empleo remunerado™. El Cédigo Matrimonial estipulaba 4 que el matrimonio era un acuerdo en el que la mujer debia obedecer a su esposo y vivir con él con el fin de procrear y asistirlo*. Ella quedaba ademas legalmente representada por su marido y le estaba prohibido vender bienes en comin, aun cuando Historias orales,incluyendo Anita Hernandes, Jacobo Fernéndes, Santa Maria, 18 de ncrubre de 1992, z Katarina Antiméa, Santa Maria,25 de octubre de 1992; Maria Garcia, Santa Marfa, 22 de noviembre 3 de 2992; Nancy Silva, Panquehue, 7 de abril de 1993. “ Christine Delphy y Diana Leonard, Familiar Explotation: A New Analysis of Marriage in Contemporary Western Societies, Cambridge: Polity Press, 1992: 196-225. e Tbid © Danisa Malic y Elena Serrano, “La Mujer chilena ante fa ley” en Mundo de mujer: Continuidad yp vambiv. Santiago: CEM, 1988: 53-71, Ibid. Wimmer tet = . 7 eS SSrS ee ee 2BP ee SK — ew hl wThlUl wWrhlUrPW UT hUhwS hw CUT ella los hubiese comprado con sus propios ingresos". Las mujeres casadas no podian adquirir deudas ni créditos, ni tampoco dejar el pais sin el permiso de sus esposos. El Cédigo Criminal consideraba delito las relaciones sexuales extramaritales de una mujer casada, pero no criminalizaba de igual manera a los hombres por relaciones del mismo tipo. Todas estas leyes reflejaban convieciones culcurales mas extensas en la sociedad acerca de los derechos de género que establecian fronteras legitimas del comportamiento masculino hacia las mujeres. Ain cuando la especificidad de estos cédigos no era de facil disponibilidad para la mayoria de los campesinos, su ldgica, sin embargo, era traspasada por osmosis desde la ideologia legal hacia los hechos naturales de la vida. La influencia del catolicismo funcioné de modo similar. A mediados del siglo veinte, la doctrina catélica sostenia que el propésito fundamental del matrimonio era la procreacién y que los deberes primordiales de una esposa eran dar a luz, y apoyar y obedecer a su esposo, en tanto que los deberes de éste, consistian en liderar, proteger y proveer a la familia. Si bien la mayoria de los campesinos del valle del Aconcagua no estaban bajo un catecismo formal, si estaban sometidas al espiritu catdlico™. Asi, aunque éstos rara vez asistian ala iglesia, aunque la carencia de sacerdotes era cronica, y la mayoria de Jos clérigos eran nombrados con el beneplacito de los hacendados locales, lo que hacia que muchos campesinos vieran en los servicios de la iglesia, y especialmente en e] sacramento de la confesién un instrumento de control social, los ideales catélicos de género eran difundidos a través de rituales populares. Estos tenian lugar fuera de la iglesia, especialmente en las procesiones de los santos locales y las festividades de navidad, resurreccion, cuaresma y pentecostés. A pesar del escepticismo hacia los sacerdotes, los campesinos tenian en alta estima el matrimonio catdlico y el bautismo, rituales que promovian una asistencia a lo menos ocasional a misa™. Hacendados y educadores provenientes de las ciudades, también promovieron Ja posicidn catélica respecto al matrimonio. Tanto hacendados como reformadores sociales catdlicos alentaron, en la décadas de 1940 y 1950, la evangelizacién religiosa y el matrimonio como medios para mejorar el conflicto de clases y establecer la paz social. Desde la década de 1930 unos y otros comenzaron a preocuparse por el aumento entre los campesinos de organizaciones de trabajadores de Izquierda. Bajo a Ibid, " © Unestudio hecho por el Padre Alberto Hurtado encontré que sole el 9 por ciento de campesinas y * menos del 3 por ciento de hombres asistian a misa con regularidad. Alberto Hurtado y Humbert Mufioa, 2Es Chile un pais vatélica?, Sociolugia religiosa de Chile, {1956], citada en Brian Smith, The Church and Politics in Chile. Princeton: Princeton University Press, 1982: 98. » “Nacimientos”, 1950-1973, SMRC; “Bautismos y matrimonios”, 1955-1965, Santa Maria, Iglesia Catalica. * —— Bengoa (1990), Loveman (1976); Smith (1282). 4 } i : ; ‘el amparo institucional de la Accién Catélica y del Instituto de Educacién Rural ee (IER) -ambas organizaciones de laicos-, los catdlicos de clase media se internaron enel campo con el fin de aliviar la pobreza rural a través de la educacién basica y ~ Ja instruccién vocacional, combinadas con el catecismo, difundiendo el matrimonio y la reciprocidad conyugal como bases del mejoramiento social. A pesar que varios de estos reformadores también defendian la organizacién de sindicatos campesinos, muchos hacendados aplaudieron su trabajo como una manera de difundir sentimientos de animadversion contra posiciones radicales y de estabilizar la fuerza labora}. Los Jatifundistas construyeron capillas y salas de clases en sus haciendas, patrocinaron inisiones religiosas e, incluso; en ocasiones, financiaron el salario de un maestro de escuela®'. Segtin los testimonios de historias orales, los campesinos fueron alentados yalgunas veces obligados a contraer matrimonio a cambio de mantener sus trabajos”. Estas politicas se implementaron bajo el supuesto de que los trabajadores con familia serian mas leales y dociles, por lo que la preferencia én los empleos, especialmente de inquilinos, estaba reservada para hombres casados con hijos. En los afios'de 1950, el inquilinaje estaba estructurado como un patriarcado campesino en el qué las mujeres dependian de los hombres, teniendo como responsabilidades principales el cuidado de los niiios y las labores domésticas. _ Los trabajos temporales en la produccicn de frutas y vegetales eran considerados apropiados para las mujeres toda vez que les generaban menos conflicto con sus * responsabilidades hogarefas™. Este orden jerarquico era también dtil ala demanda de mano de obra estacional por parte de tos hacendados. Las mujeres que residian en la zona eran vistas como mas confiables que aquellas afuerinas. En su condicién de mujeres -presumiblemente esposas y dependientes femeninas- se justificaba el pagarles menos. Esta division segiin los géneros fue naturalizada por el significado atrihuido a fos cuerpos de mujeres y hombres. E) trabajo estacional femening en frutas y ‘vegetales era percibido como menos demandante que aquel que realizaban los hombres a tiempo completo. Asi mientras las faenas de arado y acarreo de materiales envolvian supuestamente un esfuerze fisico mayor, el atada de hojas de tabaco o el trenzado de ajos eran asociados a destrezas similares a cocinar o coser, actividades propias de Jas mujeres. Por su parte, cavar fosos y levantar cercas requerian dela musculatura y tesistencia representada en los animales de labranza y hombres pobres. Esta division del trabajo no remunerado segun !os géneros era, en apariencia, cantravenida en los sectores minifundistas y de pequeiios productores. Allilos hombres cosian las hojas de tabaco, en ocasiones las mujeres araban, v tanto los trabajos de oe Hurtado, en Senith (1982). Historias orales de Anita Hernéndez, Katarina Antiman y Maria Galdamez. Valdés (1988). 45 unos como los de otras tenian continuidad en el tiempo. Pero esto no era mas que apariencia. Las actividades femeninas no remunerativas desarrolladas en la parcela familiar (recogiendo porotos 0 cavando canales) y los quehaceres de la casa (preparar comidas) eran vistas como actividades no solo interrelacionadas entre si, sino propias de Ja esencia familiar. Por el contrario, el trabajo femenino estacional pagado (escogiendo pasas para un empleador, por ejemplo) era asumido como una trasgresidn temporal a sus responsabilidades familiares, en tanto que era impensable el que las mujeres fueran contratadas para cavar canales. La ubicacién de las casas de los campesinos situadas generalmente en !as regalias o cerca de ellas, hacia mas facil para las mujeres combinar el trabajo en la parcela con el trabajo doméstico, favoreciendo la divisién del trabajo por género. Pero, mas fundamentalmente, esta distincién surgia del hecho que el trabajo de las mujeres en las parcelas familiares éra vinculado a un trabajo dirigido a esposos y familias, en tanto que el trabajo en las haciendas se hacia para un empleador. A pesar que el trabajo de Jas mujeres en las haciendas era mas mal pagado y duraba menos que el de Jos hombres, su sola existencia ponia potencialmente en tela de juicio la autoridad de los campesinos sobre sus mujeres, en tanto que lasactividades agricolas de subsistencia desarrolladas por las mujeres no Jo hacia. La coexistencia entre sectores agricolas pagados y aquellos no remunerados aumentaronJa valoracién del trabajo de los hombres por sobre el de las mujeres. E] pago en las haciendas (ya fuera en dinero o en especies) llevaba a distinguir entre diferentes tipos de trabajo. La proyeccidn de la division del trabajo segun los géneros desde las familias al trabajoen lahacienda, hacia suponer que la responsabilidad econdmica recaia en los hombresen tanto que las obligaciones del hogar eran de las mujeres. Ello no solo justificaba una remuneracifn mds alta y un trabajo mas permanente para los primeros, sino también asociaba tanto el ttabajo pagado como el de ta hacienda, con los hombres™. El trabajo en las haciendas, centro de la economia agraria chilena dada su importancia social y politica, quedé definide como un trabajo masculino. Los significados del poder Las relaciones entre patrén y peén se configuraron en términos raciates. El inquilinaje estaba asociado a la servidumbre africana e indigena de los tiempos de la Colonia, época en que los europeos y criollos dominaron a [as castas de mestizos y no europeos. Si bien hacia mediados del siglo XX el trabajo de los inquilinos en las haciendas del Aconcagua distaba bastante de los cddigos espatioles y de las fronteras as Christine Stangell, City of Wonen: Sex and Class in New York, 1789-1860. Urbana: University of Illinois Press, 1987; Jean Boyston, Home and Work: Housework, Wages, and the (deviogy of Labor in the Barly Republic, New York: Oxford University Press, 1990. 46 cst scone rb ie, asa Le seemmep tbo S886 hee : : é y i | ‘sociales que estos imponian, éste todavia era concebido como un servicio obligado a * eambio de la subsistencia. Es mas, los empleadores regularmente se referian a los inquilinos como indias. El uso del término indio es especialmente significativo toda vez »-que los campesinos no se consideraban ni indios ni pueblo indigena. Hacia la década de 1950, la mayoria de los campesinos del Aconcagua y del Chile Central compartian una cultura y una identidad mestiza, herencia combinada de ancestros indigenas y europeos™. Para ellos los “verdaderos” pueblos indigenas estaban ubicados en las lejanas regiones del norte y del sur del pais, literal y figurativamente en los bordes de Chile, y no donde ellos residian: en consecuencia, no eran indios. La memoria de ancestros africanos, pequea pero significativa en tiempos de !a Colonia, se habia borrado por completo. En lugar de ello, los campesinos se referian a si mismos como pueblo chileno o raza chilena. Esta concepcion mestiza tuvo sus origenesen las ideasde - planqueamiento del siglo diecinueve. Al respecto, los historiadores Thomas Klubock y Karin Rosemblatt han postulado que las conceptos de raza y puebio habrian adquirido - significados mas populistas, e incluso a ratos anti-racistas durante las décadas de 1930 y 1940 cuando fueron entusiastamente promocionados por los gobiernos del Frente Popular como una forma de afirmar Ja unidad nacional diluyendo las diferencias de clase y como un mecanismo para oponerse alas percepciones provenientes del Atlantica norte sobre la inferioridad de América Latina®. Aunque es nlecesario una investigacion mas profunda sobre el tema, Chile parece haber experimentado un proceso similar al © que el historiador Jeffrey Gould ha descrito para el caso de Nicaragua, en donde el - mito del mestizaje del indio con el europeo proponia una homogeneidad racial (aunque meztlada en sus origenes) como Ia hase de Ia nacién. Ello devino en Ia creacion de - nuevas razas (nicaragitense o chilena) y la supresion sistematica y pérdida cultural de las practicas y memorias indigenas y africanas”. Cualquiera haya sido el origen del mito del mestizaje de la raza chilena, el hecho de que los campesinos del Aconcagua abrazaran tales nociones y que sus empleadores se reservaran el derecho de llamarles indios sugiere quc la raza era un signo de los cédigos de privilegio y dominacion de clase. Al mismo tiempo, muchos terratenientes redamaban que ellos eran la raza chilena, no obstante marcar claras distinciones respecto de la masa de campesinos pobres. Los terratenientes eran un grupo heterogéneo, inseguro * George McBride, Chile: Land and Society. New York: American Geographical Society, 1936. % Thomas Miller Klubock, “Nationalism, Race, and the Pulitics of Imperialism: Workers and North American Capital in the Chilean Copper Industry”, en Gilher: Joseph (ed.), Rethinking the Political: A View from the North. Darham: Duke Univ. Press, 2001; Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia conternpordinea de Chile I: Estado, eptimidad, v cludania, Santiago: LOM, 1999; Julio Pinto, Frabujos rehaltas en la pumpa salitrera: El cicle uel salitre y la reconfiguracién de las iduntidues populares, 1850-1960. Santiago: Universidad de Santiago, 1998. % —Jelfeey Gould, To Die in This Way: Nicaragwu Indians ara the Myth of Mestizaje, 1880-1965. Durkact. Duke University Press, 1998, 47 me RO AKAAE RAR ARK ARH GAAAKAAAAEAAaR AAA AAA EL SG acerca de mantener su estatus. Incluia una minoria de familias acaudaladas y poderosas duefia de las haciendas mas extensas del Aconcagua, con contactos e inversiones en los sectores industriales y bancarios de Chile. También incluia a familias que habian perdido sus fortunas y que se aferraban a la tierra por razones meramente sociales y politicas. Algunos argiifan tener ancestros en las familias coloniales espariclas; en tanto que otros vinculaban su linaje a inmigrantes italianos, alemanes e ingleses del siglo diecinueve. Muchas de las haciendas de mediana extensién habian sido adquiridas hacia el 1900 por empresarios que buscaban invertir, incluyendo a lo menos media docena de familias de apellidos arabes, que reflejaba el impacto de la ola inmigratoria Palestina que tuvo lugar a mediados del siglo veinte™®, Los terratenientes se vanagloriaban de su chilenidad, por ser los proveedores del alimento del pais, y por su roi histdri¢o en fa colonizacién del territorio nacional: Mientras que lo primero acentuaba el auténtico compromiso de los hacendados con la nacién chilena, lo segundo aludia al proceso de conquista de los indigenas por parte de los europeos, sugiriendo que éstos seguian desempeiiando un papel civilizador™. Si bien los hacendados recanocian y aceptaban ef mestizaje chileno, ponian mas énfasig en elaporte europeo a la mezcla racial, La reciente influencia arabe era simplemente ignorada. Los periddicos de Los Andes y San Felipe dirigidos por la elite, proclamabar . ala arquitectura colonial espafiola del Aconcagua como la mas hermosa de todo Chile yatribuian al ingenio de los viftateros italianos y empresarios ingleses el desarrollo de Ja agricultura regional. En Ja hacienda de Jos Edwards, ubicada en él sector de Santa Maria -familia chilena de ancestros britanicos y poderosos intereses bancarias- se. servia el té, como era tradicién en Inglaterra, a las cuatro de la tarde, en contraste con la practica seguida en Chile de tomar las once al atardecer™. Los domingos, las asociaciones de caballeros de rodeo, conocidas como clubs de huasos, reunian a los propietarios vestidos con sombreros negros de ala ancha y mantas bordadas, montados. en caballos pulcramente almohazados con banderas chilenas en sus crines, para desfiles y competencias que hacian referencia, en términos nacionalistas, a las fiestas espaiiolas. Aunque estos rodeos tenfan un togue populista al incluir a pequeiios propietarios e inquilinos con caballos, éstos eran auspiciados y dirigidos por las elites, confirmando Jas jerarquias de clase en términos raciales. Asi, el privilegio de poseer una hacienda de tamajio considerable, o bien el estar cerca de tal privilegio, era conccbido como parte esencial de la “chilenidad” con acento cosmopolita y europeo, * Sergio Gémez,“Transformaciones en un rea de minifundio: Valle de Putaendo, 1960-1980”, Documento de Trabajo, FLACSU, 1980, Maurice Zeitlan y Richard Ratcliff, Landlords and Capitalists: The Dominant Class of Chile’ Princeton University Press, 1988. * McBride (1936): 150. ie Anita Hernandez, historia oral. 48 i 1 sels ti iene A AN Ma om Pero los simbolos racializados categorizaban, sobre todo relaciones de servidumbre, marcando una clara distincidn entre aquellos con poder para demandar servicios de “aquellos que estaban obligados a proveerlo. Para la elite jatifundista, los campesinos *- eran indios (o bien asociados con los que presumiblemente habian sido indios), toda By ‘vez que, por definicién, los inquilinos debian servir y eran subordinados. Esta nocién “ge extendia a todos los campesinos, incluso a aquellos sin obligaciones formales de - jnquilino. Los campesinos no solo eran inquilinos potenciales, sino que cualquier tipo de relacién enmarcada dentro del mundo rural adoptaba 1a ldgica del inquilinaje. Propio de las nociones de servicio y servidumbre, los campesinos eran racializados como inferiores por su pobreza, analfabetismo, supuesta inmundicia y supersticin, marcas - todas que los distanciaban del refinamiento moderno de sus superiores. Parafraseando al antropdlogo Roger Lancaster y su discusién sobre el mestizaje en América Central,” no era que en el Aconcagua los hacendados europeos dominaran a los campesinos indios, sino que “lo europeo” dominaba a “lo indio”"'. En fa nocién de raza chilena, los hacendados estaban claramente asociados con lo primero y los campesinos con lo segundo. Mas atin, dado que la raza chilena era importante para establecer las nociones de ciudadanja, la tendencia de Ja elite de ver a Jos campesinos como indius se expandia - . atodos los pobres del mundo rural, apareciendo como miembros menores de la nacion ~situados mas cerca de la barbarie que de la vida civilizada, Laraza también funcionaba como un signo de jerarquia entre los mismos campesinos. Si bien éstos rechazaban el término indio para si mismos, impugnanda la idea de los patrones sobre su supuesta inferioridad racial ¢ insistiendo en su linaje chileno, los campesinos s{.aceptabaa la identificacién de indianidad con servilismo. Incluso era frecuente que utilizaran el término indio como un insulto hacia otros campesinos. Dadas las desigualdades existentes entre los trabajadores rurales -expresadas en la relativa seguridad de los inquilinos versus las incertidumbres del trabajo asalariado; 0 en la distincién entre pequefios agricultores con extensas granjas versus minifundistas-la palabra indio era también usada contra otros campesinos. Las razones eran diversas (celos o altaneria), pero siempre como una sefial de desprecio que subrayaba no sole ta rivalidad entre {os campesinos, sino {os limites de {a solidaridad de clase. En los testimonios de las historias orales, los antiguos inquilinos, minifundistas y trabajadores permanentes, se referian burlonamente a los inmigrantes afuerinos como surerios y rotas. El primer término aludia al sur chileno y sus comunidades indigenas mapuches, mientras que el segundo connotaba disfuncién social, violencia y negligencia. La poblacién campesina mas permanente en el Aconcagua también describia a los afuerinos como personas “no-confiables” que “vivian coma animales” en los cobertizos io) Roger Lancaster Life is Hurd: Muchismo, Dunger, and the intimacy of Power in Nicaragua. Berkeley: University of California Press, 1992: 231. 49 « corrales del patrén, siempre borrachos y dispuestos a aceptar la mayor parte de sus jornates en alcohol", Aqui indio significaba forastero vicioso, vagabundo miserable y causa de la caida de Los salarios. Por su parte, la mayoria de lus minifundistas y pequefios agricultores !lamaban indios a los inquilinos por la consideracion que tenian hacia los hacendados y por su falta de independencia. En ocasiones los trabajadores permanentes y temporeras asalariados los Ilamaban indios apatronados, refiriéndose a la lealtad que debian asus patrones a cambio de su seguridad. La expresidn indio se usaba para amenazar, acusar al otro de inferioridad, o como afirmacién defensiva del propio acusador. Si ser indio significaba desvalorizar ef trabajo propio, y someterse servilmente a los designios del patrén, el epiteto de indio ponia en duda la masculinidad del afectado toda vez que ésta se media por la capacidad de independencia y dignidad de los trabajadores. Si los campesinos aceptaban el sentido peyorativo del término indio, ellos tenian posturas mds equivoeas respecta de la superioridad europea. Fl dinero, la sofisticacion, y el poder estaban asociados a un tipo de blancura ligada a la holganza cosmopolita y ala vida urbana, en contraste con el aislamiento y duro trabajo de los campesinos. Sin embargo, estos rasgos también eran vistos como problematicos. En el testimonio de Miguel Acevedo, un antiguo trabajador temporero de la comuna de San Esteban, éste se lamentaba que las muchachas campesinas que se iban a trabajar de empleadas domésticas a Santiago y Valparaiso volvieran sintiéndose “demasiado buenas” para sus pares campesinos: “Volvian con ropas bonitas-nada de sacos de harina para ellas! solo ropas de fabrica, elegantes y con maquillaje. Ellas volvian mds blanquitas y no querian tener nada que ver con los muchachos del campo. jSélo los muchachos de la ciudad eran buenas para ellas!”"™. Hacienda uso del rechazo sexual de estas mujeres hacia los campesinos como un signo de la desintegracién de la comunidad, Acevedo advertia de la amenaza del mundo blanco urbano. Al mismo tiempo, sin embargo, demostraba su anhelo implicito de que las j6venes provenientes de la ciudad se fijaran en los muchachos del campo, reflejando un deseo por ese mundo. Emilio Ibdiiez, un antiguo trabajador estacional de Ja comuna de Santa Maria recordaba, con similar ambivalencia y un toque de misoginia, su primera aventura en Valparaiso. F] viaje, por un trabajo en la construccién que duré seis semanas, ofrecia, por una parte, salarios que jamds podria encontrar en su tierra, asi como la oportunidad de “ver rubias y pelirrojas” en los bares alrededor del puerto. Sin embargo, su origen campesino delatado por su marcado acento y parches "Historias orales, ineluyen a Jacobo Fernéndez, Armando Gamer y Pascual Muoz, Santa Maria, 20 de noviembre de 1992. También ver enirevistas von campesinos en McBride (1936) 150; Gémez (1980. we ‘Miguel Acevedo, historia oral, San Esteban, 7 de septiembre de 1997. 50 ; 4 ; ; j : i : } i en la ropa, hizo que esas mismas mujeres se burlaran de él como indio, preguntndole, incluso, si sabia comer con tenedor”, Dentro de las haciendas, era frecuente que los campesinos asociaran la pretensién de superioridad racial de la elite como un indicador de la ilegitimidad del poder del empleador. Las mujeres campesinas que trabajaban como empleadas domésticas en la casa patronal, asociaban la vida refinada y moderna de los duefios de casa con el abuso. Los refrigeradores solian estar cerrados con candados para evitar el acceso a éstos por parte de los sirvientes y no era extrafio que se les prahibiera el uso de agua caliente bajo el pretexto de que seria un derreche, ya que Jas sirvientas preterian bafiarse con agua fria!. Las empleadas domésticas comian alimentos diferentes y de menor calidad que los de sus empleadores y sc les prohibia el uso de los servicios de porcelana o de plata.En el caso de que ellas vivieran en ta residencia; solian dormir en pequetias habitaciones sin amoblado y sin ninguna fuente de calor. Si estas burdas distinciones materiales servian a la elite para posicionarse por encima de los campesinos, las sirvientas, lejos de asociarlas a Ja superioridad de los patrones, las tomaban como . prueba de su inhumanidad. Una mujer campesina recordaba su experiencia: “i Qué clase de persona trata a otra asi? Su lujo lo voivia loco, como [un] animal”"®. Los campesinos también ponian en duda la legitimidad racial de sus empleadores cuestionando su chilenidad. Contraviniendo el significado positivo que las elites latifundistas otorgaban a la herencia europea, los campesinos solian describir el Valle del Aconcagua como un lugar controlado por “extranjeros”, refiriéndose a sus patroncs como gringos™”. Aun si tales calificaciones hubiesen sido solo un murmaro fuera del alcance de oido del patrén, éstas servian como un medio importante para contrarrestar el racismo de la elite. Dado el significado popular de pueblo y raza chilena, los campesinos ligaban el monopolio rural de fa tierra con extranjeros, dando aentender.que las pretensiones europeizantes de los hacendados les desautorizaban de ser realmente chilenos. Los “verdaderos chilenos” eran, por deduccién, los campesinos. Por su parte, los terratenientes de descendencia palestina 0 arabe quedaban completamente fuera del espectro del mestizaje nacional, siendo calificados de “turcos”, y, en algunas ocasiones de “judios”™. Asi, para los campesinos, si los patrones con herencia italiana, espafola o inglesa eran “extranjeros” por su calidad de europeos, en el caso de Jos patrones con ascendencia arabe éstos eran deslegitimados a través de descalificaciones racistas y antisemilicas de origen europeo. Emilio Ibdiiez, historia oral, Santa Maria, 10 de noviembre de 1992. 8 Garrett (1978): 158-160. Irene Campos, historia oral, Sauta Masia, 4 de septiembre de 1997. Historias orales, incluyen a Pascual Munoz, Santa Maria, 20 de noviembre de 1992; y a Rosa Tolosa, Santa Maria, 11 de octubre de 1992. Jacobo Fernandea, historia oral. 3t a eee ee i rr i lr i eee a ii le — weer ww TVET EE wT ET wwe ew ee wr ewe Se VT © Las relaciones racializadas entre patrén y trabajador eran también relaciones patriarcales. Tanto para Jas mujeres como para los hombres campesinos el patrén aparecia como la figura predominante y la principal fuente de poder en la sociedad tural. Pese a que algunos hacendados por herencia 0 subdivisién legat de !a propiedad, eran mujeres, el ejercicio de la autoridad era, en general, un privilegio exclusivamente masculino. Esta situacién legitimaha el dominio de los hombres representando la distincion de clases en términos genéricos. La aceptacidn de la autaridad masculina naturalizaba las jerarquias de clase, manifestadas en actitudes cotidianas de benevolencia y deferencia, control y dependencia, que pasaban a formar parte del sentido comin. Una de las expresiones mds claras era la autoridad que ef patron ejercia dentro de su propio hogar. Las familias de grandes latifundistas, asi como en el caso de las de administradores que en ocasiones subrogaban al patron en su ausencia, eran casi siempre dirigidas por hombres, Eran eltos los que tomaban las decisiones concernientes a la produccién, adniinistraciéa, y venta de las tierras familiares'. Ademés concrataban empleadas 0 bien asignaban a sus hijos las tareas de supervisar las faenas diarias. Pero, por lo general, eran ellos mismos quienes, montados en sus caballos 0 desde su camién, inspeccionaban personalmente las operaciones. En estas ocasiunes los inquilinos y trabajadores contratados se ubicaban a la.erilla del camino alzando sus sombreros cuando pasaba el patrén. Las mujeres campesinas instruian a sus hijas que trabajaban como sirvientas en la casa patronal, no mirar jams a los ojos al patron™., El inquilinaje involucraba, en esencia, relaciones entre hombres. El dominio masculine también era parte de la explotacién de clase. Era el patrdn quien proveia el trabajo del que dependia la sobreviviencia de otros hombres, y era él quien controlaba Jos cuerpos y las areas de hombres considerados socialmente inferiores. La naturaleza arbitraria de fos contratos laborales personales recalcaha, particularmente la verticalidad de los lazos entre e] empleador -hombre-y el trabajador. Los hacendados no solo aprobaban, sino que promovian las relaciones patriarcales dentro del hogar campesino, incluyendo la idea de que eran los jefes de hogar hombres quienes debian mantener econdémicamente a la familia. Sin embargo, ellos se reservaban el 18 Hacia fines de 1950, esposas y mujeres de la familia se convertian en propietarias legales con mas frecuencia, pero este hecho a menudo era resultado de lus intentos de subdividir legalmente la propiedad en parcelas mas pequetias como una respuesta a los rumores de la inminente reforma agraria, mas que al aumenta de la autorided femenina sobre la produccién en Ia hacienda. Enelestudio de Sergio Gomez sobre los propietarins del Chile central, s¢ encontraron los roles administrativos y politicos de Jas mujeres propietarias como seres “insignificantes”; Gomez (1972). 4 Segiin las inspecciones de fundo hechas por la CORA, de $0 fundos en Aconcagua, solo en 6 casos Jos duefins no vivian en su propiedad; *Carpetas de la reforma agraria, Aconcagua”, CORA. 2 Historias orales, rene Campos, Susana Tapia, Adriana Rojas, Anita Hernindezy Elba Herrera, Santa ‘Maria, 4 de septiembre de 1997. 52 i i | derecho de otorgar y quitar esta prerrogativa. La decisién sobre quién calificaba para {nquilino -posicién relativamente mas segura- se basaba en una evaluacidn personal del patrdn sobre ef desempefio, lealtad, disposician y atios de servicio del campesino, Pese a que el requerimienta legai estipulaba lo contrario, los contratos del inquilino oes'ge establecian generalmente en forma verbal y finalizaban de forma inmediata si el "trabajo del inquilino era considerado deficiente. Los inquilinos podian ser, y de hecho ‘eran, desalojados de sus casas y tierras de regalia en cualquier momento, La situacion de los trabajadores permanentes y temporeros era atin mas precaria. Los contratos verbales se hacian por uno o dos afios, siendo denegados a aquellos trabajadores que hubiesen incuerido en algiin tipo de impertinencia el aio anterior. Ademds no habia garantia alguna de que se respetaria el periodo laboral estipulado en los contratos, dado que, a diferencia del caso de los empleadores industriales, los agricultores no estaban legalmente obligados a compensar a los trabajadores que , fuesen despedidos antes que expirara el contrato. Si bien los hacendados tenfan el incentivo de mantener el tamaito'y composicién de-ta fuerza laboral durante la estacion de cultivo, los altos niveles de desempleo y la baja oferta de trabajo en el campo facilitaban el reemplazo de trabajadores considerados como indeseables, en cualquier momento. . Ta vulnerabilidad a la que estaban sometidos los campesinos que dependian basicamente de la benevolencia del patron, se reflejaba especialmente en la practica de pagarles en especies. En la medida que tes satarios agricolas fueron cdyendo en cerca de un 40 por ciento de su valor rea! durante la década de 1950, la cantidad y calidad de las compensaciones en combustible, vivienda y leita, hacian la diferencia entre una pobreza miserable y una manejable, asi como la distincién entre un “buen” patron y uno “malo”*", A pesar que las leyes regulaban los pagos en mercancias, los hacendados cjercian una autoridad casi sin limites para determinar el contenido y el precio de los mismos, tendiendo muchas veces a sobreestimar groseramente su valor", Dado que los pagos en especie eran cruciales para la sobrevivencia del campesino, ellos eran indicadores de la capacidad de los hombres para proveer a sus familias. Sin embargo, fa asignacién arbitraria de tal pago reforzaba la idea que la remuneracion dependia mds de la buena voluntad del patrén que de la obligacién contractual. La autoridad del patrén era reforzada por ritos paternalistas que demostraban su generosidad. En las festividades religiosas y nacionales los hacendados y administradores regalaban licor y carne a sus trabajadores; éstos también financiahan 1 Segin el Banca de Chile, salarios agricolas, valuades en Escudos de 1961, eran E° 275,22 en 1953, + BNLG5,41 en 1957, E°146,33 on 1958 y E°177,92 en 1960; Oscar Dominguee, El Condicionamiento de 1a reforma agraria, F. Louvain, 1963. "CIDA (1966): $657. Jas fiestas de matrimonio y bautismo, y donaban animales para las camidas de los festivales de Ja cosecha','fales donaciones sugerfan una actitud benevolente e incluso paternal de los empleadores hacia los trabajadores. Pero también hacian del patron una figura central en la sociabilidad del campesino, enrostrandoles la fragilidad de su posicién como jefes de hoger, en su calidad de dependientes. Cuando Anita Hernandez, hija de un inquilino, se casd, en 1952, en la hacienda Casa Quilpué en el distrito de San Felipe, fue el patrén, no su padre ni su familia, quien auspicis las festividades. La fiesta duré varios dias ¢ incluyé a todos los trabajadores de la hacienda y fue el hacendado quien don6 la chicha y el aguardiente™. A fines del verano, las actividades de desgranamienta del trigo, conocidas como la trilla, se transformaban en festejos que duraban hasta des semanas, a lo largo y ancho de la hacienda’. En la maiiana los hombres traian vagones cargados de trigo cortado para poner en la trilladora, la que era movida por caballos en forma circular; las mujeres instalaban ollas de agua en fogatasal aire libre para preparar la cazuela, la que seria acompafiada al mediodia con licor y mas carne enviados por el patron. Musica, baile y otras actividades sociales tenian lugar de modo intermitente hasta después de la puesta del sol"”. Para navidad, y el 18 de septiembre, los hacendados daban a los trabajadores bonos y regalos en alimentos.y ropas, Los actos de caridad no se reducian solo a los inquilinus, sino que eran extensivos a todos los trabajadores agricolas. Sin cmbargo, tratos especiales, tales como el pago de los gastos médicos 0 el mantenimiento de las viudas, estaban reservados pata familias de unos pocos favoritos, Tal como sucedia con los pagos en mercancias, la generosidad del patcén menoscababa el valor del trabajo, promoviendo laidea de que la supervivencia del campesino dependia mas de la magnanimidad del hacendado que del valor del trabajo propiamente tal. La patrona ~esposa del patrén- desempetiaba un papel clave en este’ ritos paternalistas. En las navidades en la hacienda de Piguchén en la comuna de Putaendo, en lugar de ofrecer la acostumbrada fiesta a los trabajadores, la patrona visicaba cada una de las familias de inquilinos, repartiendo dulces a los nifios que le cantaban villancicos'*, También era comtn que Ja patrona administrara una pequena tienda o pulperfa en la hacienda, en la que vendia productos tales como frazadas, aceite de cocina, parafina, alcohol, y vestuario-pantalones y botas de segunda mano provenientes del cjército-. Estas mercancias se vendian generalmentea crédito y su cobro se deducia us Historias orales de Anita Herndndes, Jacobo Fernandez, forge Tejedo, René Aguirre, Katarina Antiman, Nancy Silva, Rail Aguirre y Armando Gamez. 5 Anita Hernandez, historia oral. “Elena Vergara, historia oral. 3 Este relato se encuentra en varias historias orales. Véase también fas entrevistas en Hombres imjeres en Putaendo: Sus Discursos y su visidn de ta historia, Santiago: CEM, 1988, 4 Gomez (1980% 53. 54 de los salarios semanales. El dia de pago, la patrona se sentaba en una mesa junto asa esposo, detallando a cada travajador o trabajadora las compras y deudas que habian contraido con la pulperfa. En ocasiones, las deudas de poce monto eran “perdonadas” cambio de que wna hija o hijo de la familia campesina trabajara para la patrona, En Josinviernos particularmente lluviosos, la patrona podia distribuir frazadas extras sin cargo, 0 lo que era mas comuin, sin cargo hasta que la estacién de siembra proveyera a los campesinos de un empleo mis regular", La patrona podia ser tan caprichosa + yautoritaria como su marido, pero sus actos de caridad estaban dirigidos a suavizar los aspectos mas severos del inquilinaje. Era usual que en su calidad de esposas, i las patronas desarrollaran actividades con las mujeres campesinas para enfatizar 4 el cuidado maternal para con los trabajadores, asi camo difundir la idea de que las i + desigualdades de clase no eran otra cosa sino parte de la natural jerarquia familiar. Cuando la benevolencia y el paternalismo no eran suficientes para asegurar el control sobre los trabajadores, se recurria a Ja fuerza directa. Los hacendados . y administradores suplentes disciplinaban fisicamente 4 los trabajadores y los intimidaban con la amenaza de la violencia. Los inquilinos de la hacienda San José “. en la comuna de Putaendo se quejaban al socidlogo Sergio Gomez que su patron golpeaba a trabajadores sin otra razén que su temperamento rabioso y que solia ir Janzando insultos en sus recorridos de vigilancia por la hacienda”. Miguel Acevedo y Raiil Fuentes, antiguos trabajadores de las comunas de San Esteban y Santa Maria, recordaban en sus testimonios orales que se salia galpear a los trabajadores por egar tarde o por no cumplir satisfactoriamente las tareas“', Algunos patrones eargaban rifles 0 revdlveres cuando supervisaban el trabajo de fa hacienda y atizaban a los trabajadores a punta de fusil'”. Cuando el padre de Maria Galddmez fue expulsado de una hacienda en la comuna de Santa Maria, “por la pura rabia”, el patron envid a sus dos hijos y a un administrador al hogar del inquilino. Los hombres echaron abajo la puerta y arrastraron al padre de Galdamez fuera de la casa, “patedndole como {a un] animal", De vez en cuando las periddicos de San Felipe y Los Andes publicaban noticias sobre incidentes de violencia atin mas extrema, incluyendo ux caso en 1958 en el cual un hacendado a! que no se nombra, disparé en el estémago al trabajador Tomas Quiroga Baez, por disputar el valor de la regalia de su vivienda™. uw Anita Hernindes, historia oral. "8 Gémeci1980):57. Miguel Acevedo y Rati Fucates, historias oraes. 2 tid, % Maria Galdimez, historia oral. 1 EL Trabajo, 6 de febrero, 1958, .2. } 55 eearcroamecsisteseit ST +r re TST ET lh wr YTrhUTZT—hOTWTCUC NO V’!WV VTS Pero Ja fuerza directa nunca fue el principal medio de coercién. En su lugar, Ja autoridad jerarquica masculina se reproducia a través de rituales cotidianos de sumisién y humillacién. En Ja hacienda de San Miguel ubicada en la comuna de San Esteban, ios inquilinos y peones cuando se presentaban a trabajar tlemprano en la maiiana, se debian parar descalzos frente al patrén, sombrero en mano y con los ojos bajos, mientras éste, montado en su caballo, daba las instrucciones, Lucgo debian caminar en fila unica detras del caballo del patrén que les conduciria alos campos". A los trabajadores que llegaban tarde a la hacienda de Miraflores en la comunade Santa Maria, se les privaba de la racién de pan de media mafiana y tenian que mantenerse solo con agua hasta la comida de las doce’. A los trabajadores mas molestosos -los que inictaban las peleas con otros trabajadores, o las que se presentaban a trabajar borrachos o con resaca~ se les asignaban faenas consideradas como indeseables, tales como cavar canales de irrigacién o mover a pala el estiércol animal™. A los inquilinos se les podia castigar por tener menos animales de los que ellos podian guardar en sus regalias o bien obligarlos a ceder al patron algunas de sus ovejaso gallinas. Los hacendados y administradores también intervenian directamente en loshogares campesinos infringiendo ta autoridad patriarcal de los trabajadores. Era frecuente que ellas decidieran respectoa Jos hijos del inquilino o algin miembro var6n de la familia para que sirvieran como trabajador obligado, o bien les ordenara prover mujeres para la cosecha 0 el servicio doméstico en la casa del patron. La demanda de trabajo de mujeres constituia, particularmente, una afrentaa la autoridad de los campesinos ya que, ademas de menoscabar sus derechos como jefes de familia para definir la distribucién del trabajo de cada uno de sus miembros, desafiaba su derecho a definir ek lugar que debian ocupar sus mujeres. El temor generalizado de un posible asalto sexual por parte del patrén a aquellas mujeres que trabajaban fuera de su hogar, concretaba la amenaza, La violacién de una esposa o hija por parte del patron simbolizaba una doble subordinacién del campesino: por una parte lo despojaba de su dominio sexuai exclusivo sobre sus mujeres y, por otra, lo volvia impotente para prevenirlo. Es muy diffcil saber la dimensién exacta de las violaciones ya que la mayoria no era denunciada ni ante funcionarios ni ante la familia de la mujer. En los testimonios orales, hombres y mujeres recuerdan las violaciones como una caracteristica comin de la vida en las grandes haciendas; sin embargo, se refieren a ellas en términos muy generales como “algo que sucedia mucho”, sin especificar las situaciones de individuos particulares. La violacién constituia un claro y poderoso simbalo tanto '% Becnardo Flores, historia oral, San Esteben, 14 de septiembre de 1997. 6 Thid, 2 Emilio thdfiez, historia oral. 1 Rail Fuentes, historia aral. 56 i i | q i para hombres como mujeres, de la inferioridad de los campesinos en su canjunto. La snujer violada representaba la vulnerabilidad de clase y un atentado al patriarcado * campesino, poniendo de manifiesto la inhabilidad de los hombres pobres para proteger asus mujeres o para ejercer un verdadero control sobre sus hogares. Pero fa violacién ocurria, y le ocurriaa mujeres. La violacin no solo representaba el control social, sino que constituia una de sus formas mas publica. Si bien Ia violacién era un clara signa . de la dominacién de los hombres de la elite sobre los hombres pobres, era, ante todo, una dominacién de los hombres sobre fas mujeres. Los hacendados y administradores se,sentian con derecho sobre cuerpos y el trabajo de todos los campesinos, hombres y mujeres, sin embargo el sentido de Privilegio sexual parece haber estado reservade. para las mujeres. La violencia heterosexual jugo un Papel especifico en los mecanismos de control social. Las violaciones no solo aterrorizaban, databan, y hurmillaban a la taujer, sino que potencialmente Ja alienaban de su comunidad. Aunque las victimas de violacién generalmente no eran expulsadas de sus hogares, les era dificil casarse; no tanto por el tabu ex torno a la virginidad (el que parece haber sido bastante relajado en la : zona rural del Aconcagua), sino porque la estigmalizaba como-la mujer violada par el patrén. La vergiienza de la familia asociada al estupro generalmente dificultaba el’ que las mujeres contaran lo sucedido, incluso a otros miembros de la misma familia, y cvando lo hacian, éstos cerraban filas para encubrir la informacién. El forzado silencio perpetuaba la autoridad patriarcal dei patron y del hogar campesino. La amenaza de violacién disciplinaba a las mujeres ante patrones y supervisores hombces, como trabajadoras y como miembros de las familias campesinas. Los espacios fuera de la casa familiar eran considerados riesgosos para las mujeres -lugares que merccian una mayor cautela y atencién-. Asi la violacién delimitaba los lugares del trabajo masculino y femenino, imponia una percepcién de los cuerpos de las mujeres como amenazas potenciales a la integridad masculina de las familias rurales, y establecia al patriarcado campesine como la principal defensa contra estas amenazas. La violacién era particularmente un peligro para las sirvientas domésticas. No solo porque era un trabajo aislado sino, (undamentalmente, porque éste se entendia coma un servicio personal. Por definicién, las sirvientas domésticas atendian las necesidades _ més intimas de los miembros de Ia casa, lo que, dentro de Ja légica patriarcal podia {acilmente extrapolarse a la obligacién de satisfacer las demandas sexuales de los § .s -hombres. El sexo eventualmente era asociado a una parte del trabajo doméstico que las i campesinas debian désemmpefiar a carabio de un pago o simplemente por la obligacin que imponian fos patrones: actividad también vincutada a sus esposas, air cuando éstas estaban, por definicidn, exentas de encerar pisos y cambiar sabanas. 57 El acceso a servicios sexuales de las sirvientas domésticas era entendido también como un privilegio racializado. La elite se referia a sus empleadas domésticas como indias ¢ chinitas, términos que invocaban las jerarquias raciales del pasado colonial y ef acceso a su sexualidad. India y china indicaban a mujeres de castas inferiores y mestizas, mujeres, por definicion, con bajas virtudes sexuales; el termino china, en particular, era asociado con el coqueteo y el concubinato. La autoridad del patrdn de perpetuar, hacia mediados del siglo XX, la distincién de castas coloniates, y apiicarlas a mujeres campesinas con identidad y cultura mestizas, servia para naturalizar el aspecto sexual de las relaciones laborales y para sublimar su cardcter coercitivo, La idea era establecer que las relaciones entre hacendados e indias 0 chinitas habian estado siempre presentes en la vida det campo chileno, a partir de relaciones consensuales, aunque desiguales, entre hombres y mujeres, patrones y peones. - 2Una supervivencia disputada en disputa? Sin embargo, la arbitrariedad de la autoridad del latifundista comenz6 a ser puesta en tela de juicio. A mediados del siglo veinte, los gobiernos populistas y reformistas, tanto civiles como militares, fueron progresivamente regulando las relaciones laborales rurales a través de la ley y la burocracia estatal. El Cédiga Laboral de 1931 extendié a Jos trabajadores agricolas los mismos derechos que habian sido otorgados a los obreros industriales durante la década de 1920, incluyendo el derecho a establecer contratos escritos, al pago del dia domingo, a 1a compensacisn por particién, a l¢ posibilidad de demandar al empleador por perjuicios causados. También estipulaba clausulas que eran pertinentes especificamente a los trabajadores agricolas, como aquéllas referidas a Ia calidad de Ja vivienda y regalias de tierras, o bien la cantidad de das trabajadas que padian exigir a los obligados entregados por el inquilino. Tal y como loha demostrado el historiador Brian Loveman en su pionero estudio sobre los inicios del movimiento laboral rural, los campesinos hicieron uso permanentemente de esta legislacién para legitimar demandas que llevaban largo tiempo y para redefinir, en la practica, los términos de su empleo. Cada atio se presentaban miles de quejas formales al Departamento def Trabajo, a los tribunales laborales locales, 0 directamente a las autoridades de gobierno, incluyendo a presidentes de la Republica”, En sus querellas denunctaban a patrunes abusivos, violaciones al codigo laboral, pedian aumento de salarios y la expansién de los derechos de propiedad de Ia tierra. v9 Sega Brian Lovoman, entre 1940 y 1950, el Departamento del Trabajo recibié 1.389 pliegos de peticiones de trabajadores agricalas. Loveman (1976): 130.Véase también Brian Loveman, El Campesino Chileno ie escribe a su excetencia, Santiago: ICIRA, 1971, 58 ee ee ee re eecmecemmenepaameeetrri itis ot irs Los campesinos también hacian frente a la autoridad del hacendado a través de las sindicatos rurales. Los primeros esfuerzos de organizacién en el campo datan de principios del siglo XX y se iniciaron, justamente, en el Aconcagua. En 1919, la ©: Federacién Obrera de Chile (FOCH) de base urbana, y dirigida por quien iba a ser el fundador del Partido Comunista, Luis Emilio Recabarren, formé un sindicato de inquilinos y mineros en la comuna de Catemu, que tevo corta duracién™, Luego, el Codigo Labora] de 1931 reconocié formalmente el derecho de {os trabajadores agricolas a formar sindicatos, negociar colectivaméente, ¢ ir a huelga. A lo largo de Jos afios 1930s, comunistas y socialistas organizaran algunos sindicatos en el Valle del Aconcagua, y docenas.de ellos en otras partes de Chile Central", Incluso hubo _ ocasiones en que sujetos de la clase alta participaron en estas organizaciones: por 4 ejemplo en un sindicato formado en 1937 en la hacienda Santa Rosa de la comuna de * San Felipe, se llevd a cabo una serie de sesiones de estudio sobre el Cadigo Laboral dirigidas por el hijo del patrén, un estudiante de leyes en Santiago, y miembro del Partido Socialista'™. : Pero, irénicamente, estos esfuerzos organizativos impulsados por la izquierda fueran abruptamente interrumpidos per la propia inclinacién populista dela misma izquierda. Entre 1938 y 1952, los tres gobiernos del Frente Poputar -coalicion que incluia a los partidos Comunista, Socialista y Radical- fueron gradualmente anulando las garantias y derechos que el Codigo Laboral de 1931 otorgaba a la organizacion de campesinos. En 1939, en una dramédtica capitulacion producto de la presién de los poderosos intereses latifundistas y sobre el cual Brian Loveman ha seiialado que no seria sino ina concesion a cambio de la aceptacion de estos iltimos de las politicas populistas de bienestar social e industrializacién en Jas areas urbanas, el Presidente Pedro Aguirre Cerda suspendié los derechos de los trabajadores agricolas a la negociacién colectiva yaira huelga™. En 1948, el Presidente Gabriel Gonzalez Videla decreté la Ley de Defensa Permanente de la Democracia que declaraba af Partido Comunista fuera de la ley, eliminande con ello al mayor provocadar en Ja organizacidn de los campesinos y al mismo tiempo que ponia bajo sospecha a todo activista rural, Alin mas devastador, un aiie antes de proscribir al Partide Comunista, Gonzalez Videla firmé una nueva ley laboral que despojaba a los sindicatos campesinos de todo derecho efectivo y ponia en lailegalidad practicamente todas las formas de organizacion laboral. La legislacién de 1947 ~Ley 8.881-impuso como requisito que la mitad de los miembros de un sindicato, ~. -y toda su directiva, supiera leer y escribir. Ademas esta ley no establecia proteccién 28 Affonso et al. (1970); Bengua (1990); Loveman (1976). 11 Affonso et al. (1970): 52. %2 Jorge Tejedo, historia oral. “1 Loveman (2988). -_~ TS Fr ~~ Te Se TST ww TNTSswrwerevwrwvwsewss alguna para los organizadores ni reparacién para los trabajadores que habian sido expulsados por sospecha de actividad sindical. Las demandas laborales solo podfan ser presentadas una vez al afio y nunca durante las estaciones de siembra 0 cosecha. El derecho a huelga fue completamente eliminade. Las consecuencias de esta ley fueron dramaticas: entre 1947 y 1964, Chile tuvo sole 14 sindicatos rurales que contaban con magros 1.647 trabajadores afiliados', Sin embargo, tanto la organizacién como Ja educacion del campesinado siguieron desarrolldndose, E) Partido Socialista,y algunos comunistas clandestinos comenzaron a trabajar en las haciendas del sur y en las areas indigenas. Ironicamente, aquellos comunistas relegados a lugares remotos de Chile propagaron informacién-entre los campesinos acerca de sus derechos legales basicos, actuande como catalizadores en la formulacién de demandas laboraies™. Entre las décadas de 1940 y 1950, laicos y clérigos catélicos progresistas también volcaron su trabajo hacia los sectores rurales. Ellos estaban inspirados en la doctrina catdlica de reforma social, la que abogaba por mitigar la extrema pobreza y armonizar las relaciones de clase. Para los catélicos estas incursiones en la organizacién de campesinos significaban también un desplazamiento ‘del influjo de la Izquierda en un momento marcado por su persecucién. En 1947, afio en.que la draconiana Ley 8.881 fue promulgada, los sacerdates activistas padre Alberto Hurtado y obispo Manuel Larrain fundaron la organizacién educacional Accién Sindical Chilena (ASICH) con el fin de informar a los campesinos sobre sus derechos Jaborales y establecer estrategias para la organizacion sindical. En San Felipe se ubicé una de las siete sedes nacionales de la ASICH. Alli los activistas catélicos ayudaban a las trabajadores de las haciendas a redactar sus demandas y, a la vez, auspiciaban eventos educacionales y culturales™®, A pesar de estos esfuerzos, el movimiento taboral rural no representaba, en la practica, una fuerza importante. Los tribunales del trabajo contaban con poco personal y las leyes labarales solian ser evadidas. Ademds la complejidad de los requerimientos para presentar las demandas desincentivaban, muchas veces, la presentacién de querellas formales. Los inspectores locales y las funcionarios de gobierno de Santiago solian solidarizar con fos terratenientes y nu con los trabajadores. Los educadores y organizadores laborales, incluyendo a izquierdistas y catélicos, eran frecuentemente acosados, y aquéllos trabajadores que osaban trabajar con ellos, eran despedidos. Con el fin de contrarrestar la organizacidn de los campesinos, los hacendados crearon sus propios “sindicatos”. Cuando Don Alegria, el propietario dc la hacienda de Piguchén en la comuna de Putaendo, descubrié que habia un activista organizando a los 14 Luis Salina’, Trayectoria de la organtizaciin campesina. Santiago: AGRA, 1985; 12. vs Daniel San Martin, entrevista, Santiago, 15 de noviembre de 1992, Affonso et al, (1970): 81.82; Smith {1982). & 60 rabajadores en su propiedad, obligd a todos sus peones a reunirse en frente de su ‘asa junto al activista. Alli, en tono burlesco dijo: “Nifios, si tienen alguna pregunta para este caballero [el activista], pregunten ahora porque el Sefior no tiene mucho tiempo y se ira pronto”. Don Alegria pracedié entonces a “elegirse” a si mismo como _ presidente del nuevo sindicato y a echar de su hacienda al organizador. Pero al final no fue e] movimiento campesino el que hizo que la mayoria de los trabajadores comprendieran la explotacion de clase o desafiaran la autoridad del hacendado. Sin duda estos esfuerzos difundieran ideas sobre los derechos legales de los campesinos, el concepto de justicia y de las posibles acciones a seguir. No era necesario asistir a reuniones formales o firmar una demanda para enterarse de lo que los activistas estaban defendiendo, Sin embargo, era en 1a cotidianidad que tas acciones e identidades campesinas se maiifestaban esponténeamente como respuestas ala imposicion paternalista y coercitiva, reinterpretando diariamente esta telacién; es lo que James Scott-denominé como “formas de resistencia cotidiana”, insertas en Ja economia moral de subsistencia y en su relacidn con las obligaciones del patron'™. Para los campesinos, las donaciones de licor y alimento entregados por los patrones en bodas 0 festivales de cosecha, no eran “regalos” sino una merecida compensacién por los servicios realizados. Si bien los campesinos veian su destino encadenado a la beneficencia personal de un patrén, también consideraban que Ia distribucién de lefia, reparacién de sus casas, fa expansion de sus tierras de regalia y las cuotas de producciéa, eran derechas legitimos que habfan ganado. Mujeres y hombres campesinos solian quejazse entre ellos cuando el numero de cabras o barriles de vino provistos para la Pascua de Resurreccion o para el 18 de Septiembre no eran suficientes, y consideraban que las pulperias no eran sino lugares de abuso y robo. Los campesinos de la hacienda de Piguchén en la comuna de Putaendo, relataron a Sergio Gomez que un invierno una institucién de caridad habia donado suéteres para ellos, pero que en lugar de distribuirlos, fa patrona los habia puesto a Ja venta en ta pulperia de la hacienda’. Aunque no existen razones para dudar de la yeracidad de esta historia, ella es menos importante que la rabia generada por la codicia del patron yel robo y saqueo por partc de fa patrona de las mercancias que habfan side donadas gratuitamente a los campesinos. Los trabajadores también se quejaban abiertamente cuando las raciones de combustible y alimentos eran insuficientes. Las quejas a los superiores solian expresarse en suplicas individuales para despertar la comprensién y la generosidad. Gimmes (1980): 59 5% Jamas C. Scott, Domination and the Arts of Reistance: Hidden Transcripts. New Haven: Yale University Press, 1990. BS Gémer (1980): 54, 61 Pero fuera de la mirada de los jefes, los campesinos a menude tomaban medidas en sus propias manos. Eran frecuentes las acusaciones de los hacendados sobre trabajadores que durante las festividades entraban a los lugares de almacenamiento y robaban ganado”. Ademds sostenian que el robo de herramientas y de grano se hacia durante todo el afio, y que cuando se dejaba a los trabajadores sin vigilancia en una faena, ellos destraian cercas, rampian el equipo agricola, y trabajaban a paso de tortuga’". Los afuerinos eran vistos como un problema particular. Como trabajadores procedentes del sur chileno indigena o de Jos limites fronterizos.de la nacidn, éstos eran considerados ajenos a la comunidad, sus contratos eran temporales y no cenian derecho a tierra. De la relacidn paternalista no ganaban mucho, por fo que no tenjan mayor deferencia con sus superiores. Como hombres solteros acostumbrados a trasladarse de un trabajo a otro, eran menos vulaerables a los posibles despidos de lo que eran los inquilinos y trabajadores permanentes. Desde la perspectiva de los hacendados, la falta de poder sobre los afuerinos y su indeperdencia dentro del sistema de inquilinaje los hacia altamente amenazantes, siendo calificados por esta razdn como indios indisciplinadus. Los terratenientes se quejaban de que era usual que los afuerinos Ilegaran borrachos, provacaran peleas con supervisores ui otros trabajadores, y destruyeran los cobertizos y graneros dande se les alojaba’". A los afuerinos se les culpaba por la desaparicién de herramientas y animales, v por abandonar el trabajo antes de haberlo completado. Por ultimo, se les acusaba de ser agitadores politicos. Después del incendio de un almacén Jleno de forraje en la comuna de Panquehue en 1958, el propietaria lo atribuyé a “malvados afuerinos y comunistas {quiencs] disfrazadus de trabajadores intentaron promover el descontento y la mala voluntad”, : Es dudoso que los afuerinos hayan representado la amenaza organizada que suponian los hacendados. Como inmigrantes ent constante movimiento, los afuerinos no tenian muchas oportunidades de construir relaciones duraderas, necesarias para la actividad politica, Mas aun, a pesar de los esfuerzos de la izquierda por organizar a Jas comunidades indigenas del sus, 1a mayoria de los activistas centraron su trabajo en los inquilinos y trabajadores permanentes, y no en los afuerinos. Pese a que el desdén de los afuerinos por la propiedad del empleador era més bien espontaneo y no plancado, los actos de sabotaje e incendios premeditados eran, ciertamente. muestras de desacato. Independientemente de su efectividad, estos actos eran und respuesta concreta a las injusticias compartidas con otros trabajadores. Eduardo Ahumada y Sebostién Marthe, Did. Historias orales, incluyen a Radl Fuentes, Eduards Ahuinada y Sebastian Matthel, y Jorge Ovalle, La Hignera,19 de actubre de 1992, ‘Bi Trabajo, 14 de julio, 1958. historia oral, San Felipe, 26 de marzo de 1993. 62 ee ee ee ee . Los inquilinos generalmente desafiaban la autoridad del hacendado de modo “menos publico que la quema de casas o el abandeno de sus trabajos. Aunque ellos también cometian pequefios robos y actos de sabotaje, era en su trabajo mas que en »: fa propiedad del patron donde manifestaban su resistencia. En general, los inquilinos _ preferian trabajar sus propias tierras de regalia antes que trabajar en la gran propiedad de la hacienda. Un estudio conducido por los socidlogos chilenos Rafael Barahona y Ximena Aranda a fines de 1950, descubrié que el 50 por ciento de los inquilinos de Putaendo enviaba un pedn de reemplazo para cumplir con sus obligaciones en la hacienda, y poder dedicarse a tiempo completo a sus propios cultivos*. Del mismo modo, én e} sector det minifundio, los que buscaban trabajo come. peones asalariadas eran, la mayoria de las veces, los hijos jévenes (y ocasionalmente las mujeres) y no Jos minifundistas“. La presencia de un-trabajador como figura ‘de autoridad en ka “casa para las necesidades mas inmediatas de la familia, constituia, a Ip menos, una autonomia sitmbélica que privilegiaba el trabajo para la propia familia, por sobre el trabajo para e) patrén. Sin embargo, la preferencia de inquitinos y minifundistas por trabajar en sus propios predios no fue una amenaza real para el sistema latifundista. Si bien algunos + hacendados abjetaban esta practica y se quejaban que lus trabajadores de reemplazo no estaban preparados o eran demasiado jovenes, sus protestas decian relacidn con la injerencia del inquilino en las decisiones de Ja hacienda, y no con el mal funcionamiento del sistema. A pesar de que los inquilinos reconocian en la regalia un espacio de resistencia a los hacendados, éste beneficiaba mas a los segundos que a los primeros. La ebligacidn del inquilino de prover reemplazos y trabajadores adicionales en las estaciones de cultivu era mas beneficioso para el patrdn que paca el propio inquilino. Ademds la regalia pertenecia al patrén, por lo que no solo padia ser quitada en cualquier momento, sino que fijaba la residencia de los trabajadores en las haciendas, haciendo de ellos una reserva de trabajo flexible, y reforzando la dependencia de los trabajadores hacia los patrones. ‘ En resumen, fa vida de tos campesinos en el Valle del Aconcagua y de Chile en general, quedaba circunscrita a la autoridad del patrén y a los requerimientos del latifundio, de mode tal que era extremadamente dificil desafiarla con éxito. El retardo ea las {aenas, la destruccién de cercados, 0 el robo de cerdos y gallinas eran una demostracién clara del rechazo de los campesinos a aceptar pasivamente las injusticias ¥ prerrogativas del empleador para determinar el significado y el valor del trabajo. Sin embargo, estas resistencias fracasaron en la transformacién sustancial de las “Rafael Baraona, Ximena Aranda y Roberto Santana, El Valle de Putaendo: Estudio de estructura agraria. ‘Santiago, Instituto de Geografia de 1a Universidad de Chile, 1960: 265, “s Ibid, 63 estructuras y relaciones de poder que hacian tan vulnerable la vida y existencia del campesino. En el dia a dia, era el hacendado o sus administradores los que aparecian como la nica autoridad. El monopolio casi total del poder que tenia el hacendada era la base de la economia del !atifundio. Esta autoridad emanaba de la concentracion de fa tierra en pocas manos y de la poca voluntad del Estado para intervenir enérgicamente en los asuntos rurales, 64 Capiruto II LAZOS DE UNION: SEXUALIDAD CAMPESINA Y NEGOCIACIONES FAMILIARES En 1965, la socidloga Laura Collantes realizé un inusitado estudio sobre la sexualidad “campesina.en Ja comuna de Santa Maria, en el Valle del Aconcagua, que fue : ampliamenie leido. En él Collantes describia las relaciones entre horhbres y mujeres + campesinos como un mundo-de frustracién e ignorancia’®, Dedicando particular atericién a las nifias adolescentes, la autora argumentaba que el atraso y la falta de carifio en el hogar campesino significaba que “la infancia de Ja nifia transcurre en medio de una gran pobreza material y afectiva” y que la ignorancia sobre el cuerpo y ja vida sexual constituian “una verdadera tragedia”™”, Collantes afirmaba que las nifiaseran vistas solo como “otra boca que alimentar” y que el machismo brutal de los hombres hacia que la-posibilidad del matrimonio fuese, para las mujeres, una situacién intolerable. Describia también una serie de horrores supuestamente comunes que se habrian vivido en los hogares campesinos, incluyendo el incesto, la violacién, el embarazo adolescente, el matrimozio entre nifias, el alcoholismo y la violencia contra las esposas. En el relato de una campesina sobre la decision de su hija a casarse, incluide por Collantes en su texto, fa mujer sefialaba, “chiquilla tonta que se quiere casar, no . sabe lo que es sufrir... uno casdndose tiene que aguantar tantas humillaciones... so = como animales, y peor cuando llegan curados™"*, Laconclusién de la autora sobre las relaciones de género en el campo es que éstas no solo eran atrasadas, sino también pervertidas, reflejando asi, las percepciones de las clases alta y media que hacia mediados del siglo veinte consideraban a la masa rural pobre como una clase primitiva, racialmente inferior, y cuyas facultades --gacionales y morales les ubicaban fuera de los limites de la sociedad civilizada. Si bien estudiosos reformistas, como el caso de Collantes, vinculaban las deficiencias de los campesinos a la pobreza, también suponian que la degeneracidn de los pobres ~ era lo que perpetuaba su miseria, Asi, para Collantes, la suciedad de la vivienda no “ ™€— Laata Collantes, “La Adolescente se descubre a si misma: Cambios e inquietudes de a pubertad”, en Antonio Corbaldn (ed), Antulogiachilena de ia tierra. Santiago: 1CIRA, 1970: 175-183. wo Ibid: 176 Me Ibid: 189. solo facilitaba la promiscuidad sexual, sino que era una clara sefial de depravacién. Los horarios de trabajo de los campesinos y la falta de lugares de entretencidn, por su parte, hacian de los hogares un centro de frustracidn, lo que produciria, en ojos de Ja autora, disfuncién familiar y tendencia de las personas sin educacion hacia la violencia. Toda consideracién seria sobre como el latifundio moldeaba el hogar campesino fue ignorada. Lo mismo sucedia con las formas de dominacién masculinas que encontraba, las que eran variaciones de, mas que excepciones inhumanas, de la autoridad masculina en Chile. Sin embargo, si bien Collantes patologizs al pobre, af mismo tiempo nos entrega una visién dnica de las vidas de los campesinos y las relaciones de género y practicas sexuales de los mismos. En efecto, en la década de 1950 y comienzos de la de 1960, intelectuales provenientes de la urbe escribieron profusamente sobre las desigualdades generadas por la economia agraria chilena, Sin embargo Collantes fue practicamente la tinica que se centro en las dindmicas de explotacién entre hombres y mujeres. Aun mas, la autora implicitamente proponia que las mujeres campesinas experimentaban la pobreza mediatizada por su subordinacién sexual a los hombres. Si bien para Collantes* este hecho era una de las causas fundamentales del atraso rural, sugeria también que la sexualidad y tas formas sexualizadas de opresion jugaban un papel central en la experiencia de género y de clase. Sexo y autoridad en el matrimonio La familia campesina fue uno de los lugares en que las estructuras de.autoridad del latifundio y del inquilinaje no solo se reproducian en lo mas intimo, sino que también eran internamente disputadas. Era alli donde los campesinos pobres sufrian yreaccionaban ante las condiciones laborales y de vida segtin su condicidn de hombre omujer. E! relativo privilegio econémico que gozaban los hombres con respecto de las mujeres era consecuencia de complejas formas de poder social. y particularmente, del poder sexual que ellos ejercian sobre las mujeres de Ja familia, el que reforzaba atin mas la dependencia econdmica de las mujeres, asi como su subordinacién social alos hombres. Era dentro del contexto de fa familia, entonces, en que la mayoria de los campesinos experimentaha la vivencia mas intima y evidente, a la vez que daba significado a los contrastes entre las vidas de hombres y mujeres. Era el noviazgo y e) matrimonio donde se establecian ms claramente los derechos y deberes sexuales, marcando las diferencias de género, que a su vez se materializaban en la lucha por la supervivencia que establecia las obligaciones de hombres y mujeres. Aunque la familia no fue el zinjco lugar donde se originaron estos significados, si fue el lugar donde se sintieron, se adoptaron y se disputaron mds profunda e intimamente. 66 _~ El sexo es concebido como un aspecto central te lus derechos de las esposos sobre gus mujeres, y es éste e} que legitima su autoridad sobre otros ambitus personales y *“faborales de ellas. A menudo era el embarazo el que obligaba a concretar el matrimonio. De alli en adelante, se asunifa que las relaciones sexuales y ta procreacién eran “ Jas principales obligaciones maritales de las mujeres, constituyendo ademas una justificacion del trabajo doméstico. El lavado de ropas y cocina, la crianza de hijos y limpieza, y la venta de productos, no eran actividades realizadas solo por Ja familia, sino por la familia bajo la autoridad del marido. Los esposos esperaban esos servicios de sus mujeres solo por su calidad de esposas, en tanto que ellos asignaban y regulaban estas actividades por el supuesto derecho masculino sobre el trabajo femenino como extensién de fa autoridad sexual de los hombres sobre las mujeres, regulada por Ja institucién del matrimonio. La obligacién sexual de las mujeres hacia sus maridos tevestia de una logica contractual el derecho de las hombres sobre el trabajo corporal de las mismas en una amplia gama de actividades. : De hecho, muchas mujeres recordaban, en sus testimonios orales, el bajo control que tenian en el acto sexual o su incapacidad de decidir sobre el nuimero de niiios que podian o querian tener. Anita Hernandez, hija de inquilinas y trabajadora agricola durante toda su vida en la comuna de San Felipe, recordaba su matrimonio con Manuel Rojas. trabajador temporero con quien se ca30 en 1951, cuando tenia 14 afios, como una coercién permanente. Hernandez parié 10 hijos en sus primeros 11 altos de matrimonio y recordaba el sexo como un acto en que rata vez daba su consentimiento, y donde no habia afecto. En su percepcidn, éste era un derecho marital ejercido en forma unilateral y abusiva por su marido y el que estaba muy intimamente ligado a nociones de posesidn: “E] me obligaha a tener relaciones [sexuales] con él cuando él queria incluso cuando yo estaba indispuesta (menstriando] o recuperandome de parto. Usted no se imagina cuanto dotia eso! Pero a él no le importaba, lo inico que pensaba era en su placer, y decia que para eso era una esposa. Si é) no lo hacia, cualquier otro lo haria”", Si bien las experiencias de ottas mujeres no fueron tan amargas, la mayoria veia el sexe yla procreacién como deberes ineludibles de] matrimonio. De todos modos, el sexo Podia ser vivido en forma placentera y los hijos podian traer satisfaccién emocional y un apoyo crucial para el trabajo familiar, ademas de ser un simbolo tangible del cumplimiento marital de la esposa. Maria Galddmez, una antigua temporera de la ~. comuna de San Felipe, recordaba que cuando no estaba muy cansada, un poco de carifio le hacia muy bien", Para otras mujeres las noches posteriores a los dias de pago, cuando los animes estaban buenos, los maridos “podian contar con Ja mujer “8 Anita Hernandez, historia oral. 1 Maria Galdatner, historia oral, 67 Incnaremnmareemttiimssseoncnene: 3h Gepphsnkie sie me nemtonan seg ie Ra. AOR! > rae @me age seas im Wan ba ave ec RN CESCVPTESSITTSTVETTELELLECT {estaban interesadas en el sexo]”"“!, Pero incluso cuando habia acuerdo mutuo, el sexo se concebia como una obligacidn de las esposas, bajo la mayor autoridad de los hombres. Olivia Torres, esposa de un trabajador permanente en Ia comuna de Panquehue, sefialaba que “los hombres esperaban que podian tener relaciones |sexuales| con sus mujeres cuande elles querian y era mds facil entregarse que armar una pelea, ya que una [negativa] lo pondria de mal genio y podria emborracharse. (El sexo] es parte de Jo que una esposa le debe a su marido™™. La ambivalencia que sentia la mayoria de las campesinas hacia el sexo en tanto deber, para la-satisfaccién de los hombres mas que para la suya propia, estaba intimamente vinculada a su falta de control sobre la reproducci6n. Para la mayoria de las mujeres, el sexo siempre suponia una alta probabilidad de embarazo y los métodos de anticoncepcién 0 contraconcepcién podian ser muy dolorosns e, incluso, de tiesgo vital. Si bien Ja mayoria de las mujeres estaba dispuesta a tener un a cierto ntimero de hijos, también deseaba limitar los embarazos por razones écondmicas y de salud’. Aunque Jos métodos médicos de contro} de Ja natalidad se conocieron en Chile desde comienzos del siglo veinte, su acceso para las mujeres campesinas era, durante la década de 1950, casi inexistente!™, Las mujeres controlaban su repraduccién a través de remedios caseros trasmitidos por distintas redes femeninas, los que variaban- ampliamente en su efectividad. Entre éstos estaban las infusiones de hierbas amargas durante los ciclos de menstruacién, implantar lonjas de jabon como barreras uterinas, ducharse con soluciones de vinagre y acido borico, orinar después del coito e implorar a Dios que no les enviara mas hijus"*. Las mas afortunadas conseguian la cooperaciéa de sus compaiieros hombres en la abstinencia sexual. Para terminar con un embarazo no deseado, las mujeres comian una mezcla de paja y borraja o bien tomaban bebidas especiales que producian convulsiones abdominales, Si esto fracasaba, recurrian a parteras o vecinas con experiencia para realizar abortos quirurgicos provocados. En muy pocos casos, Jas mujeres cometian infanticidio™. En.sus intentos por controlar la fertilidad, las mujeres corrian altos riesgos. Muchos de los remedios que consumian para prevenir el embarazo o inducir el aborto, eran téxicos y provocaban graves efectos secundarios, ¢ incluso la muerte. Las barras de jabon confeccionadasen casa y las duchas acidas producfan inflamacion e infecciones. E] aborto, ademas de ilegal, era peligrosa. En varias ocasiones {as parteras del Valle "1 Maria Garcfa e Irene Campos, historia oral. S2 Olivia Torres, historia oral, Panquelrue, 18 de ener de 1993. "3 Mattelart (1968) 80. Ibid 92. ‘José Cancino, German Gonzalez, Juan Méndez, Claudio Zifiiga, “Habitos, creencias, y costumbzes populares del puerperio y recién nacida”, Universidad de Chile, Valparaiso, 1982: 19-22, *% La Aurora, 7 de julio, 1959; 22 de septimbre, 2962: 2. 68

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