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VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
(PROVISIONAL)
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN
14° Reunión - 9° Sesión ordinaria - 14 y 15 de julio de 2010
Presidencia del señor presidente provisional del H. Senado, senador José Juan Bautista
Pampuro,
del señor vicepresidente del H. Senado, senador Juan Carlos Marino
y del señor vicepresidente 1° del H. Senado, senador Juan Carlos Romero
Secretarios:
Señor D. Antonio Benigno Rins
Prosecretarios: señor D. Juan J. Canals, señor D. Mario Daniele y
señor D. Gustavo Carlos Vélez
SUMARIO
1. Manifestaciones
2. Izamiento de la bandera nacional
3. Homenaje a la señora senadora (m.c.) Luz María Sapag
4. Asuntos entrados
5. Plan de labor
6. Cuestiones de privilegio
7. Matrimonio de parejas conformadas por personas del mismo sexo. (O.D. N° 600/10)
8. Cuestión de privilegio
9. Matrimonio de parejas conformadas por personas del mismo sexo. (O.D. N° 600/10).
Continuación.
10. Apéndice.
I. Plan de labor parlamentaria
II. Asuntos entrados
III. Asuntos considerados y sanciones del H. Senado
IV. Actas de votación
V. Inserciones
Nota: Los asuntos cuyos textos fueron leídos por Secretaría se incluyen en la versión
taquigráfica; el resto figura en el Apéndice.
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sus hijos, a sus hermanos, al gobernador de la provincia del Neuquén y a todos los que la
conocieron, la respetaron y la aprendieron a valorar por sus condiciones –insisto– de mujer y
de política.
Fue una mujer de gran impulso, de gran personalidad que, incluso, en su momento,
tuvo que luchar contra esa discriminación existente tres o cuatro décadas atrás, la que
impedía a la mujer ocupar cargos políticos. Fue una verdadera luchadora por ocupar los
espacios que ella creía que tenía que ocupar la mujer. Yo estuve en San Martín de los Andes
esa mañana en la que ocurrió la tragedia y, realmente, toda la ciudad y toda la provincia del
Neuquén estaban profundamente conmocionadas por su desaparición.
Señor presidente: probablemente, habrá algún otro señor senador que hará uso de la
palabra. Por lo tanto, solicito que posteriormente se le rinda homenaje guardando un minuto
de silencio.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Parrilli.
Sra. Parrilli. – Más de ocho mil muertos por accidente de tránsito en la República Argentina.
22 muertos por día.
El 7 de julio, en mí provincia, fueron tres las muertes por accidente de tránsito. Este es
un tema respecto del cual, como sociedad, deberíamos empezar a reflexionar qué nos está
pasando. La verdad es que, de estas tres personas que ese día perdió nuestra provincia, dos
eran mujeres. Una era Liliana de Roberto, con quien estuve el lunes en una actividad oficial.
Una gran persona, una gran luchadora que estaba trabajando en Neuquén capital por su
ciudad. La otra, Luz Sapag, quien tiene el reconocimiento de todas las mujeres,
fundamentalmente de la provincia del Neuquén, si bien no pertenecía al mismo partido.
Hoy tengo que reconocer en ella la gran lucha que tuvo una familia libanesa. En este
día que estamos debatiendo acerca de los diferentes roles, ella, como mujer, tuvo que vencer
un rol que tenía asignado: debía ser madre y esposa ejemplar. Sin embargo, contado por ella
misma, luchó contra el mandato de su padre y de su familia y, después, obtuvo el
reconocimiento, pero luego de una larga lucha.
Empezó como secretaria de gobierno de la Municipalidad de San Martín de los Andes
en 1987 y allí tuvo una brillante carrera política que la hizo intendenta, diputada provincial y
senadora nacional. Como aquí se dijo, ella estuvo también en el Senado de la Nación
representando a la provincia del Neuquén.
Quiero reconocer en la figura de Luz Sapag a todas las mujeres que día a día luchan
tratando de romper con esos viejos legados, con esos viejos paradigmas que nos tienen
asignados. El 7 de julio, para los vecinos de San Martín de los Andes, a quienes acompañé en
ese día, se fue la “turca”; para sus familiares se fue la madre, se fue la abuela; y para toda la
provincia se fue una gran luchadora que representó a todas las mujeres en la política del
Neuquén.
En este poco tiempo, pudimos hacer muchas cosas juntas. Ella estuvo visitándonos el
4 de mayo donde anunciamos ese barrio intercultural que también fue soñado y querido por
ella. Por eso, por todo lo que hemos hecho juntas, también porque todavía hoy sigo
recibiendo notas firmadas por ella para poder hacer diferentes gestiones de vecinos o de obras
de San Martín de los Andes, voy a adherir al pedido de un minuto de silencio. También,
quiero pedir que la bandera se ponga a media asta porque ella se lo merece, no por ser hija de
o hermana de, sino por ser una brillante mujer luchadora por lo que ella creía. A ella, todo mi
afecto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la senadora Estenssoro
Sra. Estenssoro. – Señor presidente: tuve la oportunidad de conocer a Luz Sapag y de
trabajar con ella antes de ser senadora; ella era senadora y yo presidía –como presido
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actualmente– una fundación en la que nos dedicamos a conectar escuelas, es decir, a equipar
escuelas con computadoras y a capacitar maestros. Un día, recibí una carta de una senadora
de la Nación y yo pensé: ¿qué me va a pedir? En realidad, lo que ella quería era colaborar y
desarrollar un programa de equipamiento y conexión de escuelas en la provincia del
Neuquén. Conectamos las dos o tres primeras escuelas rurales que se conectaron en el país
vía satélite a Internet. Esto fue en el año 2002 ó 2003. Entonces, realmente comprobé que
ella, más allá de su cargo, tenía una profunda vocación de servicio y vocación social. Creo
que su muerte ha sido una pérdida enorme.
San Martín de los Andes, seguramente, es una de las ciudades que ha crecido con un
código de planeamiento urbano y, dentro de los parámetros de la Argentina, con uno de los
mejores cuidados del medio ambiente. Las veces que yo he ido a San Martín de los Andes, he
visto que los vecinos siempre le reconocían el hecho de haber sido una de las artífices de esa
ciudad-comunidad ejemplar.
Creo que la política ha perdido a una gran líder y a una mujer que nos debe
enorgullecer a las mujeres que hemos ido surgiendo como líderes políticas en la Argentina.
Ella, realmente, era un gran ejemplo y adhiero a lo solicitado tanto por el senador Lores como
por la senadora Parrilli.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la senadora Morandini.
Sra. Morandini. – Señor presidente: quiero sumarme, también, en el recuerdo de Luz, a
quien también conocí cuando ella no era senadora y yo regresaba del exilio. No nos
preguntábamos si éramos peronistas o radicales. Teníamos toda la ilusión de construir ese
país que nos aparecía como desafío para despojarnos del autoritarismo.
Fui a San Martín de los Andes a hablar de los temas que le preocupaban, que eran los
temas de la condición femenina, los derechos de las mujeres. La recuerdo por haber
compartido otras actividades de mujeres, y la verdad es que la palabra que me parece que de
alguna manera refleja lo que todos sentimos es una enorme consternación.
Por eso, quiero también adherirme a este recuerdo de Luz Sapag.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el senador Pichetto.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: indudablemente, la muerte siempre nos deja un gran vacío,
pero este vacío lo queremos llenar con palabras de reconocimiento.
Con Luz Sapag hemos compartido seis años de la vida y también de la vida del país,
aquí en el Senado. Lo que quiero reconocerle es, fundamentalmente, su compromiso con la
palabra; la defensa de su provincia, la provincia del Neuquén –su querida provincia del
Neuquén–; su compromiso histórico, una familia que hace a la historia de la provincia: los
Sapag. Su padre, que había sido un senador importante en esta Cámara; su tío, que había sido
varias veces gobernador; su hermano, que actualmente es el gobernador de la provincia, y
ella, que por tercera vez era intendenta de esa ciudad hermosa, maravillosa que es San Martín
de los Andes.
Queremos reivindicarla también como dirigente política, porque venía de lanzar su
candidatura a la Presidencia del MPN en la ciudad de Neuquén. Lo había hecho en horas de
la noche y estaba viajando hacia San Martín. Venía de un compromiso con su partido. A los
sesenta y seis años todavía tenía la energía, la fuerza para asumir compromisos políticos con
su partido de siempre, que es el Movimiento Popular Neuquino. En esa noche aciaga, sufrió
un accidente terrible, como suelen ser todos los accidentes que se producen en el Sur
argentino, debido a las rutas muy angostas, en las cuales resulta muchas veces dificultoso
transitar en virtud de la nieve y de la lluvia.
Lamentamos profundamente la pérdida de Luz Sapag. Creemos que perdemos una
mujer de la democracia y de la política. Por eso, desde el Frente para la Victoria queremos
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dejar un mensaje para su familia, para su hermano y para sus hijos, a quienes hemos tenido
también el gusto de conocer aquí, cuando venían a visitar a su madre.
De tal modo que, con estas palabras de afecto, de recordación y de reivindicación de
una dirigente política y de una mujer comprometida, queremos dejar estas expresiones desde
el Frente para la Victoria.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Mayans.
Sr. Mayans. – Señor presidente: seré muy breve.
El presidente de nuestra bancada expresa el sentir general del bloque, pero como
conocí a Luz Sapag desde 2001, realmente, quiero expresar también mi profundo pesar por el
fallecimiento de Luz, y sobre todas las cosas por las circunstancias en que se produjo, dado
que no fue en forma natural.
Ella era una persona extraordinaria, excepcional, a quien tuve la suerte de conocer.
Recuerdo que cuando se iba a postular como intendente, a pesar de no compartir a veces
algunas de sus ideas, me dijo: “Mirá, José, me gustaría que conozcas San Martín de los
Andes”. Y me invitó al lugar adonde ella iba a conducir los destinos de su ciudad.
Así que, en estas circunstancias, como los que creemos en Dios pensamos que la vida
no termina aquí y creemos en la existencia del alma, del espíritu, y en la trascendencia de la
persona, lo que hice fue pedir humildemente a Dios por su eterno descanso y que su familia
pueda recibir el consuelo ante un hecho por el cual todos vamos a pasar en algún momento,
como es la pérdida irreparable de un ser querido.
Como sé que Luz, en la otra existencia, está viendo este pesar que sentimos por ella –
Luz era una persona de bien, que quería el bien para nuestra Patria, una persona realmente
extraordinaria, con un carácter espectacular–, quiero decirle, simplemente, que lamentamos
profundamente su partida y deseamos que el Señor la bendiga y le dé la luz de la vida eterna.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: también conocí a Luz Sapag en 2002, cuando ella
ingresó en el Senado. Ellos estuvieron seis años, porque cuando se efectuó el sorteo en la
primera elección directa de senadores, salieron elegidos por seis años. Así que compartimos
con ellos el trabajo en este cuerpo y en las comisiones durante todo este tiempo.
Pero en los dos últimos años, nuestra relación fue mucho más estrecha, porque
conformamos –con ellos y con otro grupo de senadores– el interbloque federal, cuyo primer
presidente fue el senador Basualdo. Ella tuvo mucho que ver con esa conformación, dado que
anudó voluntades y superó los obstáculos que podía haber desde la pertenencia política de
cada uno de nosotros.
Después, cuando Luz se fue de intendenta a su localidad, no hace mucho tiempo, nos
encontramos en la Universidad Austral, donde estábamos haciendo un curso juntas. Ella
estaba preocupada por logar una mejor calidad de servicio y un mayor profesionalismo para
la tarea que estaba realizando.
Así que, desde aquí, me solidarizo con su hermano, con su familia, y con el senador
Lores, con quien me consta –porque me lo había dicho– que tenía un afecto y una estrecha
amistad, y hago mías las palabras de los otros colegas en cuanto a su trayectoria, a su
integridad y, fundamentalmente, a la pertenencia a una familia dedicada a la vocación política
y al servicio público.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Morales.
Sr. Morales. – Señor presidente: en nombre del bloque de la Unión Cívica Radical, también
quiero adherir a este homenaje y expresar nuestro profundo dolor por la desaparición física de
Luz Sapag, quien ha sido compañera nuestra y de bancada en los momentos más difíciles –
como ha dicho recién la señora senadora Negre de Alonso– cuando allá por diciembre de
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2001 asumimos muchos senadores y en los primeros meses de 2002 tuvimos que trabajar con
cohesión buscando las soluciones que el país requería.
Participamos con ella en el trabajo, no sólo en varias comisiones sino, especialmente,
con motivo de la reforma del Reglamento del Senado. Y si bien no formaba parte de la
comisión especial que se constituyó para la reforma, como mujer de la política ella aportó su
trabajo permanentemente.
Así que quiero reivindicarla como mujer de la política y expresar el profundo dolor
que ha causado en nuestro bloque su desaparición física.
Sr. Presidente (Pampuro). – Como se han presentado diversos proyectos, por Secretaría se
va a leer un texto unificado y, posteriormente, se hará un minuto de silencio y se colocará la
bandera a media asta.
Sr. Prosecretario (Canals). – Secretaría informa que, oportunamente, la Presidencia emitió
un decreto de honores con motivo del fallecimiento de la señora senadora (m.c.) Luz María
Sapag. 1
Sobre la base de los proyectos presentados por los señores senadores y las señoras
senadoras Lores, Parrilli, Romero y Bortolozzi de Bogado, se ha elaborado el siguiente texto
unificado de la declaración de pesar.
– El texto es el siguiente:
Texto unificado
El Senado de la Nación declara que expresa su pesar por el fallecimiento de la
senadora nacional (m.c.) doña Luz María Sapag, intendenta de San Martín de los Andes,
provincia del Neuquén, acaecido el 7 de julio de 2010, en dicha ciudad.
Quienes la conocieron la definen como una mujer que asombraba por su capacidad de
gestión, por la firmeza de sus decisiones, por la llegada a los sectores populares y por su
velocidad para entender primero y resolver después los problemas comunitarios.
Que asimismo, hace llegar sus condolencias a la familia por la pérdida de una
enérgica luchadora e incansable trabajadora, tanto desde la Intendencia de San Martín de los
Andes –tres veces electa por el voto popular– como desde todos los lugares en que sirviera a
la ciudadanía.
Sr. Presidente (Pampuro). – En consideración el tratamiento sobre tablas.
Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Aprobado.
En consideración en general.
Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Queda aprobada la declaración por unanimidad. Se procederá en
consecuencia. 1
Vamos a hacer un minuto de silencio.
– Puestos de pie los presentes, se procede a guardar un
minuto de silencio.
Sr. Presidente (Pampuro). – A continuación, se colocará la bandera a media asta.
– Se procede a colocar la bandera nacional a media asta.
1
Ver el Apéndice.
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ASUNTOS ENTRADOS
Sr. Presidente (Pampuro). – De conformidad con lo dispuesto en el artículo 187 del
Reglamento, la Presidencia informa que se ha dado cuenta en el sitio de Intranet de la lista de
asuntos ingresados hasta la fecha, a efectos de que los señores senadores eventualmente se
sirvan efectuar las manifestaciones que estimen pertinentes. 1
5
PLAN DE LABOR
Sr. Presidente (Pampuro). – Obra sobre las bancas el plan de labor aprobado en la reunión de
labor parlamentaria celebrada ayer. 1
En consideración.
Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Aprobado.
6
CUESTIONES DE PRIVILEGIO
1
DE LA SEÑORA SENADORA NEGRE DE ALONSO
Sra. Negre de Alonso. – Pido la palabra antes de la consideración del dictamen, para plantear
una cuestión de privilegio.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Quiero plantear una cuestión de privilegio en contra suyo, señor
presidente, en su carácter de presidente provisional, y en contra del señor secretario
parlamentario, doctor Estrada.
El día 6 de julio, tal como había sido acordado en la reunión de labor parlamentaria y
en función del compromiso asumido por los miembros de la comisión, nos reunimos en la
Comisión de Legislación General, donde se emitieron tres dictámenes: uno en mayoría sobre
el proyecto de ley de matrimonio gay; otro en minoría sobre el proyecto de ley de matrimonio
gay; y un tercero, también en mayoría, sobre proyecto de ley de unión civil.
El proyecto de ley enviado en revisión por la Cámara de Diputados tuvo habilitación
parlamentaria en el Senado el 19 de mayo, el mismo día que ingresó el proyecto de ley sobre
unión civil presentado por la señora senadora Bortolozzi de Bogado; es decir que esos dos
proyectos ingresaron juntos, el mismo día, para su tratamiento en esta Cámara.
Yo estaba en conocimiento –porque así se me había informado– de que la señora
senadora Fellner iba a reemplazar al señor senador Mansilla en la Comisión de Legislación
General. Esperé que se me notificara de la resolución pertinente –que, según me dijeron,
estaba por salir–, para que ella pudiera suscribir el dictamen en minoría y, también, esperé a
los senadores Cano y Roldán, que no habían llegado aún por atrasos en los vuelos de sus
aviones. Y la Secretaria de la Comisión se dirigió luego a la Mesa de Entradas del Senado,
que está ubicada en el octavo piso de la ex Caja de Ahorros, y alrededor de las 20, 20 y 15 ó
20 y 30, cuando yo me estaba retirando para asistir a un programa de televisión al que había
sido invitada, me informaron que el empleado de la Mesa de Entradas no recibía el dictamen
por orden del secretario parlamentario, cuya designación, oportunamente, nosotros votamos
en contra, porque en ocasión de tratarse la ley de medios había agregado la fe de erratas sin
que pasara por este Cuerpo y no porque el oficialismo no tuviera derecho a nombrarlo.
1
Ver el Apéndice.
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puede peticionar, impugnar, como todos. Lo que usted no puede hacer, señor presidente, es
violar las normas del debido proceso legal, el derecho de defensa de nueve senadores de la
Nación, constituidos con quórum, en un dictamen que es un instrumento público. Usted no
tiene facultades reglamentarias para anular ese dictamen. Le hubieran hecho una revisión
preliminar de mérito, como corresponde. Y la hicieron, porque lo publicaron, tiene Orden del
Día, lo que implica una revisión de mérito previa. Pero aun con Orden del Día se anuló, sin
correr traslado a quienes lo firmamos.
Así empezamos, señor presidente; mejor dicho, así seguimos. Empezamos con una
persona que pusieron –pobre; no tiene la culpa, pero temblaba– y decía: “tengo orden de no
recibirle nada a usted”. Era a mí que no me iban a recibir.
Esto es una vergüenza, señor presidente: trampas, trampas y más trampas. Pero esta
no es la primera vez, porque usted ya me hizo otra cosa. Usted, senador Pampuro, cuando el
Interbloque Federal decidió que la senadora Escudero iba en su representación a la Comisión
de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión −cuando ya se había
sancionado la ley de medios− y presentamos una nota al respecto, resulta que luego aparecí
yo designada, porque se ve que no la querían nombrar a ella. Presenté una revocatoria; le
mandé una renuncia; le dije que había sido una equivocación. Pero como si nada. En la
reunión próxima, el doctor Estrada me notificó a mí y no modificaron la integración. Hicieron
desaparecer los papeles y tuve que volver a presentarlos. Es la segunda vez, señor presidente,
que usted me hace esto.
No sé si es personal. Si es personal, no vale de nada. ¿Sabe a quién se lo hacen? En
primer lugar, se le hace a la institución Senado de la Nación y, en segundo lugar, se le hace al
pueblo de San Luis, que es el que me eligió. Le está faltando el respeto al pueblo de San Luis;
no a Liliana Negre; no a los fueros de Liliana Negre. Mis fueros no son míos, son los fueros
del mandato que cumplo y los fueros del mandato que ejerzo.
Estoy cansada de sus atropellos. Y le quiero decir con respecto a eso que usted ha
comentado por ahí −o lo mencionó en la reunión de labor parlamentaria−, en el sentido de
que se hizo asesorar, que se ve que no son muy buenos sus asesores. Ni una norma legal
citada en esa resolución que usted ha dictado.
Señor presidente: le aclaro que dejo planteada la cuestión de privilegio y que esto lo
llevo hasta las últimas consecuencias. Porque lo que usted ha hecho −violar la Constitución−,
en el cargo que usted tiene... Usted está en la sucesión de la primera magistratura del país.
Usted no sólo que no tiene derecho sino que no debe realizar ese tipo de actos; y debe arbitrar
los medios, si usted no es abogado, para que el cuerpo de abogados de esta casa lo asesore
debidamente. Ni un artículo, porque no tiene un artículo que fundamente la petición que
usted ha hecho.
3
DEL SEÑOR SENADOR PICHETTO
Sr. Pichetto. – Pido la palabra para plantear una cuestión de privilegio.
Sr. Presidente (Pampuro). − Para una cuestión de privilegio, tiene la palabra el señor senador
Pichetto.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: la primera reflexión, antes de entrar de lleno en la cuestión
de privilegio, es que habíamos acordado debatir el tema de la impugnación a posteriori del
debate. Pero como se transgredieron las reglas y tuvimos que escuchar una catilinaria
ofensiva hacia su persona, planteo una cuestión de privilegio a la señora senadora Negre de
Alonso por haber violado la Constitución, en su artículo 81; por querer cambiar
intencionalmente −ahora sí creo que es intencionalmente− la Cámara de origen de este
proyecto, que vino en revisión de la Cámara de Diputados; por querer modificar el giro de la
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disculpas. Pero el país completo nos está mirando y espera que entremos al fondo de la
discusión, que digamos que “sí” o que “no” con la autoridad que nuestro conocimiento nos
da, y no estar mirándonos el “pupo” durante cincuenta minutos o ante cuestiones de
privilegio planteadas por asuntos que verdaderamente son secundarios.
Probablemente, mi presencia en este recinto sea tan nueva y tan novedosa para decir
que estas cuestiones se resuelven de otra forma, de otra manera, pidiendo disculpas, dándose
la mano. Realmente, desconocía el planteo de todas estas cuestiones de privilegio cuando nos
sentimos ofendidos. ¡Hasta falta que se plantee una cuestión de privilegio porque el aire
acondicionado tira aire frío!
Si se sintió ofendido, señor senador, le pido disculpas.
Sr. Pérez Alsina. – Eso es vanidad.
Sr. Juez. – No hablaba de su vanidad, que está claro que es grande y la protege bien.
Sr. Presidente. – Muy bien. Vamos a comenzar con el tema.
Tiene la palabra la presidenta y miembro informante de la Comisión de Legislación
General, senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: estoy midiendo si digo o no digo lo que tengo que
decir, pero lo voy a decir.
Ayer aclaré perfectamente en la reunión de labor parlamentaria, y lo repetí recién, que
el 19 de mayo –tengo los documentos acá y los pueden ver en Intranet– ingresaron los dos
proyectos. Entonces, hubo diecisiete reuniones de la Comisión de Legislación General, ocho
acá y nueve en las provincias.
En todas figuraban los dos proyectos y después se fueron agregando los otros que los
senadores y senadoras fueron presentando.
Como el senador Juez lo dijo ayer, en la reunión de labor parlamentaria se lo aclaré;
anoche lo repitió en la televisión y ahora vuelve a decir que no tenía conocimiento. Quiero
decir que el senador asistió sólo a dos reuniones, y con la de Córdoba, tres. Entonces, todo
esto era de público conocimiento para los senadores de la comisión. Me hubiera encantado
que participe pero, si no asistió a las reuniones de comisión, lo lamento. Lamento tener que
decir esto pero el senador Juez anoche lo dijo en la televisión y ahora lo sigue diciendo.
En primer lugar, quiero agradecer al cuerpo por la decisión de federalizar el debate,
eso fue muy importante. Ustedes saben que son 100 horas y 35 minutos de debate en nueve
provincias. Lamentablemente, el avión de LAN se rompió en Jujuy. Fui a tomar el avión de
LAN a Salta porque me daba la posibilidad de estar más horas en Jujuy. El avión se rompió y
a las tres de la mañana nos cancelaron el vuelo; a esa hora tuve que despertar al senador
Lores para decirle que no llegaba, por lo que frustró la reunión en Neuquén. En el libro que
les hemos hecho llegar agregamos la documentación que entregaron los neuquinos y
neuquinas, que lamentablemente no pudo ser presentada en forma oral.
Recorrimos 15.500 kilómetros; iniciamos las reuniones la primera semana de junio y
terminamos, como el cuerpo lo había decidido y con el compromiso que había asumido, el 6
de julio. Participaron 1087 oradores y fueron, reitero, 100 horas, 35 minutos de debate.
Para no dilatar mi exposición, pensando que ayudaba, resumí lo acontecido en un
pequeño video que, si el personal de Senado me ayuda, podemos comenzar a ver.
– Se proyecta un video.
– Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 1º del H. Senado,
senador Juan Carlos Marino.
– Una vez finalizada la proyección, dice el:
Sr. Presidente (Marino). – Continúa con el uso de la palabra la señora senadora Negre de
Alonso.
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Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: en el video que acabamos de ver no se plasmaron
los agradecimientos.
Por eso, en primer lugar quiero agradecer a los señores taquígrafos de todas las
legislaturas provinciales donde nos constituimos, dado que fueron muchas horas de debate;
sobre todo en Salta, con casi quince horas. Nunca tuvimos menos de ocho o nueve horas de
trabajo, y todo fue cubierto por los taquígrafos provinciales.
También quiero expresar mi agradecimiento a la Dirección de Imagen del Senado; al
Senado TV, dado que siempre nos acompañó; a la Secretaria y al resto de la gente de la
Comisión de Legislación General; y especialmente a los asesores de los senadores en cada
provincia, quienes nos dieron la infraestructura que necesitábamos. Nos facilitaron las
inscripciones y nos dieron toda su ayuda. No tengo los nombres de todos ellos; por eso no los
puedo nombrar, pero fueron muchos. Cada senador aportó su equipo para hacer realidad esto.
Asimismo, extiendo el agradecimiento a la gente de mi despacho, que en verdad
pusieron todo su esfuerzo para que esto se haga realidad; a la Secretaría Administrativa del
secretario Rins, que puso todo el esmero para que los señores senadores y señoras senadoras
pudieran tener este material, que he sintetizado pero que quienes me acompañaron saben que
es mucho más. Acá está sintetizado absolutamente todo, dividido por provincia. Me imagino
que ya todos lo vieron. Los tres primeros tomos se refieren a Buenos Aires y, después, cada
una de las provincias. No solamente están las versiones taquigráficas sino todo el material
que me entregaron en cada provincia.
Esto se sistematizó desde la comisión, junto con los equipos de trabajo de mi
despacho y con todo el apoyo de la Secretaría Administrativa, a la que quiero agradecer
públicamente porque teníamos que llegar al día 6 y, por supuesto, queríamos que antes de
hoy todos los senadores tuvieran este material.
Señor presidente: quiero hacer algunas consideraciones…
Sr. Presidente (Marino). – Perdón, senadora: le solicita una interrupción la senadora
Morandini.
Sra. Negre de Alonso. – Sí; cómo no, senadora.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene la palabra la senadora Morandini.
Sra. Morandini. – Posiblemente no conozca en profundidad el Reglamento; posiblemente
cometa errores de tipo parlamentario. Entonces, desde ya les pido disculpas. No lo tomen
como pedantería, pero creo que si hay algo de lo que sé es de información y de televisión.
En la televisión, a diferencia de lo escrito, cuando uno saca de contexto, le da sentido.
En lo escrito, se saca de contexto y se pierde el sentido.
De modo que lo que hemos visto recién es propaganda, no información. Es una pena,
señora senadora, por todo el trabajo que usted hizo y sobre el cual no hacía falta hacer
propaganda, porque todos hemos reconocido que usted ha recorrido el país y ha abierto las
audiencias públicas. Pero no podemos saber con qué criterio de selección se eligió esto
cuando son miles las personas que han pasado por la comisión. Entonces, lo mejor que nos
puede pasar es que nosotros no devaluemos lo que tiene que ser una información y no una
propaganda, porque eso es lo que nos hace perder la autoridad cuando le reclamamos al
oficialismo que una cosa es publicitar los actos de gobierno, que es la obligación que tenemos
y que es lo que usted ha hecho, porque con todo lo que nos ha preparado cumplió con la
obligación de presidente que es publicitar y dar información, y otra cosa es hacer propaganda
de lo que uno hace, lo que no tiene que ver con la información.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Le agradezco su sugerencia, señora senadora. No está en mi
intención hacer propaganda de nada, sino simplemente hacer una síntesis. Son cien horas de
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grabación que están a disposición de todos. Ayer fui a ver esto y realmente les puedo
asegurar que es impresionante: la mitad de una pared de una habitación está ocupada por
todas las grabaciones que se hicieron. Pensamos hacer llegar a cada senador el material que
corresponde a sus provincias, porque varios me lo han pedido. Incluso, algunos me han
comentado que a raíz de esto han conocido a jóvenes de grandes valores, comprometidos y
con compromiso cívico, que participaron de estas jornadas. Precisamente, eso es lo que
quiero rescatar: la fiesta de la democracia.
Con la señora senadora Corregido tuvimos que vivir la primera experiencia y,
realmente, no sabíamos cómo nos iba a ir en ella. Esa reunión se hizo en el salón de una
universidad al que asistieron 450 personas, no obstante lo cual la gente golpeaba las puertas
de la institución para poder ingresar. Con absoluto respeto y tranquilidad logramos que
esperaran afuera, donde se colocó un sistema de audio para que pudieran escuchar. A medida
que la gente que estaba adentro iba saliendo porque se cansaba, otras personas iban
ingresando al salón. Fue impresionante esa reunión, que tuvo la mayor cantidad de asistentes.
Ello hizo que el presidente de la Cámara mandara a contar a la gente y al comprobar que
había 450 personas ordenó cerrar las puertas. Fue una fiesta de la democracia, un
compromiso cívico, una cosa maravillosa.
Los senadores de cada provincia que me acompañaron, que ayudaron, que
organizaron, que contuvieron a la gente y que recogieron las ponencias, saben la importancia
que tuvo esto y cuánto les agradeció la gente. Nos agradecían por estar allí y por tener la
posibilidad de participar de esas jornadas en forma personal. Precisamente, a la señora
senadora Corregido, que es del interior del Chaco y no de la capital, la gente le agradecía esto
y le comentaba que era la primera vez que la conocían personalmente, dado que sólo la
habían visto en afiches y por televisión.
Como somos humanos, cabe señalar que puede haber algunas cuestiones
discrecionales en este resumen… Acá, la secretaria de la comisión me recuerda algo que es
cierto: las versiones taquigráficas de estas reuniones también han sido subidas a la página
web.
En primer lugar, quiero hacer un análisis para determinar para quién estamos
legislando. A tal efecto, voy a citar unas palabras de una oradora que no fue propuesta por
mí: la doctora Zambrano, quien al abordar esta temática dijo que, en realidad, en el debate
público no se puede descalificar a los interlocutores desde el punto de vista de dónde se
sitúan para participar; ni tampoco se puede descalificar en una sociedad que está anclada
sobre principios liberales este tipo de propuestas y de abordaje porque en realidad hace a la
razón de ser de los actos y a la publicidad que se da a los actos de gobierno y a los actos
legislativos.
Indudablemente estamos legislando para un Estado laico, pero esto no significa borrar
las convicciones que cada uno de los ponentes tuvo en el momento de hacer públicas sus
posiciones. ¿Por qué? Porque ya sea se hablaba desde la fe, como en algunos casos, o se
hablaba desde otra convicción que también es una fe, como puede ser el ateísmo o el
agnosticismo, todos indudablemente abordaban la temática en base al interés público que
creían estaba en juego en una ley como ésta.
Consecuentemente, de ninguna manera se puede marginar uno u otro análisis.
Además, por una cuestión que es una realidad, señor presidente: porque en todas las
provincias, inclusive acá, tuvimos una línea argumental. De hecho, algunos argumentaron a
partir de la fe o de una militancia en distintos cultos y, por la otra parte, quizás existía la
recriminación en el sentido de que estábamos legislando para un Estado laico. Pero en
realidad, en la historia judeocristiana, esto está sumamente vinculado.
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Legislación General, copia de los cuales fueron distribuidas a todos los senadores de esta
Cámara. Lo quiero dejar aclarado porque justamente en el video aparece esta diputada que se
arrogó la representación de la provincia sin tenerla y mintió. La verdad que en este tema en el
que está tan mezclada la religión mentir sí es pecado.
Por otro lado, desmiento que yo haya dicho que a mí me conocen por los afiches.
Creo que de los tres senadores por la provincia del Chaco soy la única que está aquí por
internas abiertas, que se hicieron en el Partido Justicialista. Ganamos con el gobernador
Capitanich las internas. Recorrí la provincia a lo largo y ancho un montón de veces. Después
ganamos las elecciones generales con el 48 por ciento de los votos y yendo en la boleta con
distinta denominación a la de la presidenta. En efecto, la presidenta Cristina Fernández iba
con el Frente para la Victoria, y el senador Biancalani y yo íbamos con la consigna Chaco
Merece Más.
Además, hace quince años que vivo en Resistencia. Soy del Chaco. Resistencia es la
Capital. Soy de la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña. He trabajado treinta años como
docente y militado en el Partido Justicialista. Además estoy adherida al movimiento Norte
Grande, cuando todavía el proyecto “Kirchner Presidente” era un sueño para 2007. Por lo
tanto, no acepto que se diga que se me conoce solamente por los afiches.
Sr. Presidente (Marino). – Señora senadora Negre de Alonso: le recuerdo que estamos
usando…
Sra. Negre de Alonso. – Tengo cuarenta minutos. Me puso veinte nada más…
Sr. Presidente (Marino). – No, llevamos más de cincuenta, senadora.
Sra. Negre de Alonso. – Ya termino, señor presidente.
Le pido disculpas, senadora, pero se lo quise decir como un elogio, porque elogiaron
la cantidad de horas que usted estuvo. A mí se me acercó un grupo de personas a decirme que
había tenido la oportunidad de estar con usted por primera vez, porque nunca antes habían
estado con usted personalmente. Pero eso no es en desmedro suyo, al contrario. Lo quise
decir como un elogio. Si usted lo tomó como una ofensa, me habré expresado mal.
Los diez pecados capitales de la ley: Introducir el matrimonio homosexual en un
sistema jurídico pensado para un matrimonio heterosexual. Aclaro que siempre estoy
referenciando a la doctora Medina.
Pretender dar iguales efectos a uniones que son diferentes y cuya diversidad es la base
del matrimonio argentino, sin modificar el resto de la ley.
Equiparar los efectos de las uniones utilizando un lenguaje neutro.
Determinar que son hermanos bilaterales los que proceden del mismo padre, dejando
de lado la tradicional definición según la cual son hermanos bilaterales los que proceden del
mismo padre y madre, sin advertir que los hermanos bilaterales no pueden proceder del
mismo padre porque dos hombres en conjunto no pueden concebir.
Establecer el parentesco colateral sólo por línea paterna, a partir de los abuelos y
bisabuelos, haciendo desaparecer inexplicablemente las relaciones con las abuelas y las
bisabuelas.
Dar en lo relativo al apellido de casadas mejores derechos a las mujeres que deciden
formar parejas homosexuales que a aquellas que se casan con un hombre, porque las primeras
pueden optar por el apellido de la familia, mientras que las segundas, o sea las
heterosexuales, no.
Otorgar un régimen más beneficioso para las lesbianas que para las mujeres que
contraigan nupcias heterosexuales respecto del apellido de los hijos, porque las lesbianas
pueden dar el primer apellido a sus hijos, mientras que los hijos menores unidos en
matrimonio heterosexual llevan siempre el apellido paterno.
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se construye. Reitero, por eso promoví el proyecto de unión civil porque quiero que se le den
absolutamente todos los derechos. En ese sentido, el proyecto que habíamos propuesto, que
es mejorable, reconocía casi el 99 por ciento de los derechos.
Lo que no comparto es este manual que empieza a repartir ahora el Ministerio de
Educación de la Nación y que se llama “Educación Afectivo-Sexual en la Educación
Primaria”. No lo comparto. El manual señala que los objetivos son conocer el cuerpo y tomar
conciencia del crecimiento del mismo reconociendo diferencias con el otro sexo y con las
personas adultas desarrollando hábitos de bienestar corporal, asumiendo el cuerpo como
fuente de sensaciones, comunicación y placer como una identidad sexual libre de elementos
de género discriminatoria. Esto no lo comparto, señor presidente.
Mi mayor preocupación es el impacto que va a tener sobre la educación. En el manual
figura un niño y una niña desnudos y cositos para ir aplicándoles en cada uno, depende de
cómo uno quiere construir el sexo, la construcción sexual. Acá dice: Debemos cuestionar las
características consideradas culturalmente como propias de uno u otro sexo... Cuestionar.
Esto está preparado para los chicos del primario. Cuestionar las características consideradas
culturalmente como propias de uno u otro sexo, cuidando no reforzarlas y desarrollando
actividades de compensación que contribuyan a eliminar estas actitudes y comportamientos
discriminatorios, favoreciendo con ello la asunción positiva de la identidad sexual.
Acá está eso que estaba mostrando: figuras con las partes del cuerpo. Entonces, las
van llenando los chicos, depende de lo que quieran ser: hombre o mujer, nena o varón.
Esto es lo que más me preocupa de este proyecto de ley: qué va a ser la educación
sexual a partir de ahora. Porque ahora no hay una sola sexualidad. Ahora vamos a tener que
enseñarles también a nuestros niños qué es el lesbianismo, qué es gay, qué es bisexual, qué es
transexual. Les vamos a tener que enseñar eso a los niños. Ya no les vamos a enseñar
únicamente hombre y mujer. No cómo nacemos hombre y mujer sino que les vamos a
enseñar, a partir de esta ley y de lo que está en este manual del Ministerio de Educación, que
el sexo es una construcción cultural.
Culmino, presidente, diciendo... No, no doy más interrupciones...
Sr. Presidente (Marino). – Le sugiero que redondee, porque superamos los sesenta minutos.
Sra. Negre de Alonso. – Sí, pero me parece, presidente, que habíamos dicho que el miembro
informante iba a tener más minutos, y además es tan importante esta ley que me encantaría
que todos...
Sr. Presidente (Marino). – Me acaba de decir el secretario parlamentario que se convino
cuarenta minutos, después diez por cada orador.
Para ser igualitarios, a la senadora Fellner también le voy a dar el mismo tiempo que
le he dado a usted.
Adelante.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: concluyo con esto. Nosotros, en el proyecto que
habíamos elaborado y que ha sido inhabilitado por el senador Pampuro, habíamos modificado
la Ley de Jubilaciones y Pensiones para el derecho a pensión, asignaciones familiares, obras
sociales, el bien de familia –para protección del bien de familia–; la modificación de la Ley
de Locaciones Urbanas para modificar las locaciones; la Ley de Salud Pública para el
consentimiento informado, para la historia clínica; la legitimación procesal, para reclamar por
daños y perjuicios; modificábamos la Ley de Migraciones para que los unidos civilmente se
consideraran residentes permanentes como los argentinos. Habíamos incorporado el régimen
patrimonial de las convenciones patrimoniales y la prestación compensatoria, en un proyecto
que –creo, presidente– lo hubiéramos podido sacar, en esta etapa, a lo mejor por unanimidad,
contemplando el 99,99 por ciento de los derechos y podríamos haber ido trabajando sobre dos
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cosas que habían quedado pendientes. Es decir, los pactos de solidaridad, que era lo que yo
sostenía, y la modificación integral de la Ley de Adopción que sostenían varios señores
senadores y senadoras que no pudimos llegar a un acuerdo para ese dictamen.
Por todo eso, presidente, es que hemos dictaminado en contra del proyecto de la
Cámara de Diputados, hemos trabajado por un proyecto de consenso de unión civil y vamos a
votar en contra del proyecto que viene de reforma del Código Civil de la Cámara de
Diputados.
Sr. Presidente (Marino). – Senadora Fellner: le doy la palabra y le aseguro que voy a
contemplar los sesenta minutos que habló la senadora.
Sra. Fellner. – A mí el presidente de bloque me había dicho que eran cuarenta minutos como
máximo. Yo voy a ser respetuosa del tiempo que se había convenido en la reunión...
Sr. Presidente (Marino). – Perdón, el senador Pichetto le solicita una interrupción.
Sr. Pichetto. – Cuando tengamos número quisiera que votemos el cierre de la lista de
oradores de acuerdo a lo que acaba de hacer el secretario parlamentario.
Sr. Presidente (Marino). – Si los senadores que están de pie se sientan podemos llegar a
tener quórum para poder votar.
Sr. Pichetto. – Por eso, cuando haya quórum...
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la señora senadora Fellner.
Cuando tengamos quórum, procederemos a votar el cierre de la lista de oradores.
Sra. Fellner. – Señor presidente: en principio, voy a utilizar los cuarenta minutos para
exponer que me corresponden. Pero si me sobrara algo de tiempo y a usted le parece, los
veinte minutos restantes se podrían repartir entre los colegas de mi bloque, porque al fin y al
cabo, hablo en nombre de mi bloque.
La verdad es que la senadora Negre de Alonso usó algo que a todos nos resultó
llamativo, es decir, a alguien de la comunidad homosexual en contra del proyecto que viene
aprobado de la Cámara de Diputados, cuando todos pensábamos que debía ser justamente al
revés.
Sin embargo, uno estudió y comenzó a analizar las distintas contestaciones, y todos
hemos tenido acceso a las veinte carillas en las que la diputada Vilma Ibarra aclaró aquellas
cosas que dijo la senadora Negre de Alonso, que a su vez ha manifestado la doctora Medina.
Sería muy lindo que leyéramos dicho material. Incluso, cuando ella dice que se desprecia el
tema de la mujer, esto llama la atención. Y si uno empieza a investigar sobre este tema, en
realidad podrá comprobar que se habla de padres en muchas partes del Código Civil, y no por
eso las madres no estamos involucradas en eso, como por ejemplo en lo vinculado con el
cuidado y la manutención de nuestros hijos. Yo he sido una madre sola, que he criado a mis
tres hijos y cuando en la escuela me decían que había una reunión de padres, yo me sentía
involucrada, yo era parte de esos padres.
Seguramente, en esta larga sesión que hoy vamos a tener, escucharemos hablar de
muchas cosas. Pero, realmente, de lo que vamos hablar, de la esencia, de lo que finalmente
estamos hablando, es de uno de los derechos fundamentales que todos tenemos como
personas, que es el derecho a la igualdad; del derecho que tenemos como habitantes de este
suelo argentino a la igualdad ante las leyes de este Estado, que por otro lado es un derecho
consagrado en nuestra Constitución, que hemos ratificado a través de una serie de tratados
internacionales.
Ahora bien, antes de entrar de lleno en el dictamen de la Cámara de Diputados, quiero
en nombre de mi bloque agradecer a todas las personas que han participado en nombre propio
o en el de alguna institución u organización, ya sea con su presencia o con su palabra, de las
distintas audiencias públicas que hemos tenido en este Senado y en las distintas provincias
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través del tiempo. El matrimonio civil es una construcción social, cultural y económica en un
determinado tiempo y en un determinado espacio. Y al ser fruto de una construcción social y
cultural tiene un carácter dinámico porque la base es el hombre, y éste es cambiante social y
culturalmente en el tiempo.
Entonces, el matrimonio civil es un concepto que está al servicio del hombre. De
ninguna manera el hombre puede estar al servicio de un concepto, como en este caso es el
matrimonio civil. Por lo tanto, es perfectamente admisible su modificación en tanto le resulte
beneficioso a una realidad que ya existe en una sociedad.
Algunos ejemplos muy claros, para ver cómo ha ido cambiando este concepto de
matrimonio adecuándose a la realidad de las distintas épocas. Antiguamente, los padres
arreglaban los matrimonios de los hijos. Por eso, justamente, el artículo 172 del Código Civil
dice que el matrimonio exige el consentimiento expresado. Hoy eso resulta una obviedad,
pero tiene que ver con esto que estoy diciendo, que antiguamente los matrimonios se
arreglaban entre los padres, con quiénes se debían casar esos hijos y esas hijas. En algunos
estados era impensable que dos personas de distinta raza se pudiesen casar y hoy lo estamos
viendo. Era impensable que no fuera indisoluble. Y todo ha ido variando, porque las
implicancias y lo que significa ese matrimonio se ha ido adaptando a realidades distintas de
esta misma sociedad, a situaciones diferentes y, en muchos casos, a derechos que han sido
ganados por esa sociedad. De ninguna forma se puede seguir con el concepto de que el
matrimonio civil es estático. Al revés, tiene que ser en beneficio de esa sociedad que va
cambiando.
La realidad, señor presidente, lo real, lo que vivimos: la homosexualidad existió desde
siempre y existe en nuestra sociedad. Hay un grupo de personas que elige llevar adelante su
proyecto de vida con otra persona del mismo sexo. Y en este sentido lo que estamos haciendo
es legislar sobre una realidad preexistente.
El principio fundamental y el derecho de que todos somos iguales ante la ley no
pueden ser alterados ni se les pueden poner trabas arbitrarias. Tenemos que explicar muy bien
y justificar perfectamente por qué estamos diciendo que hay personas que no pueden tener
ese derecho fundamental de igualdad ante la ley. Y esto nos llevó a preguntarnos –y aquí
cabe señalar que ha sido muy bueno lo que pasó en las audiencias y todo lo demás– cuáles
son los argumentos para privar a un grupo humano, a un grupo de personas, de ese derecho.
Acá no quiero hablar de minoría porque creo que es más digno hablar de diversidad. ¿Por qué
y con qué justificativo privamos a un grupo humano de ese derecho fundamental de igualdad
ante las leyes civiles? Hemos escuchado muchos argumentos y permítanme leer algunos de
ellos: se dijo, por ejemplo, que el matrimonio es una institución natural entre un hombre y
una mujer; que el matrimonio lleva implícito la procreación, algo que no podrían hacer los
homosexuales; se habló muchísimo de la tradición, y hasta se sostuvo que los homosexuales
son promiscuos, infieles e incapaces de tener vínculos en el tiempo. Frente a ello, yo
pregunto: ¿cómo estamos los heterosexuales? ¿No será que eso depende de las personas y no
de su elección sexual? Aclaro que esta última es una reflexión personal.
También dijeron que hay que tratar de igual a los iguales y de diferentes a los
diferentes. A la vez –y esto quiero tratarlo con mucha precaución–, hay quienes sostienen que
se desnaturaliza el concepto de familia: pues bien, más adelante me voy a referir en particular
a este concepto porque es muy caro al sentimiento de absolutamente todos los argentinos. E,
incluso, hasta se ha hablado de guerra santa. Yo ya dije cuál es mi postura con respecto al
matrimonio civil: en tal sentido sostuve que es una construcción social, económica y cultural,
porque si no fuese así no habría tenido cambios en el tiempo, porque si es lo natural, tendría
que ser armonioso y previsible y día a día sabemos que esto no es así.
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poder ingresar a una familia para tener amor, contención. ¡Se ha hablado tanto! Pero con toda
crudeza quiero aclarar que aunque no aprobemos este proyecto de ley, aunque digan que no a
la igualdad de derechos de personas de vivir diferente, los solteros homosexuales van a poder
seguir adoptando y van a poder seguir criando ese hijo. Será el juez, finalmente, que con
todos los instrumentos y elementos de valor que tenga, el que determinará quién será el
adoptante de ese chico, teniendo en cuenta, desde luego, el interés superior del niño. Esto
sucede hoy y va a seguir sucediendo, exista o no esta ley de matrimonio civil igualitario. Es
la realidad.
Por último, el tema de fertilización asistida, de la que tanto se ha hablado. No saben
con qué alegría escuchaba yo hoy a la senadora Escudero hablando del 50 por ciento de las
madres solas que crían a sus hijos. Hace tanto tiempo que en este Senado he presentado un
proyecto de ley para aquellas personas que no quieren, no tienen ganas de ir al matrimonio y
quieren tener un respaldo jurídico que no será igualitario al matrimonio, sino parecido. Este
proyecto nunca se lo trató en esta Cámara. De golpe, ahora, están todos preocupados por
legislar sobre eso. ¡Qué alegría, señor presidente, que podamos avanzar también en aquellos
temas! Y también en este tema, el de fertilización asistida, porque ya es usado por muchas
parejas y es usado por parejas heterosexuales. Y muchas veces, en parejas heterosexuales hay
hijos que genéticamente no son iguales a su mamá ni a su papá, porque han sido engendrados
por fertilización asistida. En el peor de los casos, genéticamente ni igual a papá y a mamá que
los cría. Señores senadores: tenemos que legislar también en eso porque es una realidad.
Señor presidente: en este proyecto como nunca –y lo hizo también la senadora Negre
de Alonso– se habla desde lo personal.
"Yo he pasado...", "yo siento que..." es hablar desde lo personal. Y es lógico que esto
suceda, pues es un tema relacionado con cosas muy profundas, que hacen a la esencia del ser
humano y en las que lo personal, lo de "hombre" o "mujer", tiene muchísimo que ver. En
consecuencia, lo que expresaré a continuación, lo haré en forma personal: como Liliana
Fellner, senadora por la provincia de Jujuy.
Yo vivo en la provincia de Jujuy, un lugar donde, al parecer, las cosas suceden muy
lentamente. En ese sentido, siempre cuento la misma anécdota: hace dos o tres años, en la
tapa del principal diario de mi provincia, apareció un título enorme que decía "Llegó a Jujuy
la primera escalera mecánica". Hace un año y medio que en Jujuy tenemos escalera
mecánica. Asimismo, la jujeña es una sociedad que todavía está discutiendo si para ocupar
cargos legislativos provinciales, las mujeres deben estar contempladas en una ley de cupos.
Nunca se llevó al recinto un proyecto de ley provincial con respecto al cupo de la mujer. Esa
es mi provincia −y lo digo orgullosamente−, magníficamente diversa. Y en esa diversidad
crecemos.
La senadora Negre de Alonso hizo referencia a las audiencias. Por lo tanto, yo me
referiré a la audiencia que se realizó en mi provincia. En principio, les agradezco a los jujeños
y jujeñas que se presentaron para exponer en esa audiencia. Sin embargo, también debo decir
algo con respecto a ella, caso contrario no me quedaría tranquila. La audiencia comenzó un
poco tarde porque, en la gobernación, la senadora Negre de Alonso, el senador Jenefes y yo
nos entretuvimos hablando acerca de algo de lo que todos estamos orgullosos: del Obispado,
es decir, donde vive nuestro monseñor. Verdaderamente, se trata de una casa preciosa
ubicada frente a la Plaza Belgrano. La senadora Negre de Alonso había estado desayunando,
antes de la audiencia, con el monseñor de mi provincia. Entonces, hablábamos de la casa, de
cosas generales, etcétera, y se nos hizo tarde para la audiencia. Comenzó tarde la audiencia
en mi provincia, y me acuerdo de los nervios de la senadora Negre de Alonso.
Es cierto que habló mucha gente en contra. Pero una vez finalizada la audiencia −la
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tuvimos que dar por culminada muy apurados−, un grupo de gente me comentó que se había
quedado sin hablar. Eran muchos, y todos entendieron que no había tiempo suficiente. Ante
esa situación, hicimos una nueva reunión −no una audiencia como la de la Comisión de
Legislación General− en una de las ciudades más grandes del interior de Jujuy; y allí se
siguió hablando del tema.
En ese sentido, le comento a la senadora Negre de Alonso que algún día habrá que
agregar esas expresiones, porque ella vio sólo una parte de lo que sucede en Jujuy. Nosotros,
que caminamos la provincia, sabemos que hay otra parte de la sociedad; y a esa parte la pude
escuchar en esa ciudad, por fuera de la audiencia de la Comisión de Legislación General. Por
lo tanto, este tema depende de cómo se lo mire.
Soy católica, apostólica y romana. Soy una mujer heterosexual y orgullosa madre de
tres hijos. Creo firmemente en la familia, pero también pienso que esa familia va mucho más
allá de una unidad jurídica, social y económica. Adhiero fervientemente al concepto de
familia como primer núcleo de solidaridad dentro de una sociedad porque, a mi entender, la
familia es, ante todo, una comunidad solidaria de amor, y sobre todo, de comprensión y
tolerancia.
Por estos conceptos, y porque creo que, como senadores, tenemos la obligación de
legislar por la igualdad de los que viven y habitan en este territorio argentino−ante las leyes
del Estado nacional− les pido a mis pares que acompañen el proyecto en consideración.
Sr. Presidente (Pampuro). − En virtud de que ya contamos con el quórum necesario,
podemos considerar el cierre de la lista de oradores.
Por Secretaría se dará lectura de los señores senadores anotados.
Sr. Prosecretario (Canals). − Juez, Cimadevilla, Rojkes de Alperovich, Lores, Escudero,
Jenefes, Vera, Viana, Corregido, Bortolozzi de Bogado, Díaz, Corpacci, Bongiorno,
Guastavino, Parrilli, Meabe, José Martínez, Pérsico, Banisevich, Cano, Torres, Osuna,
González de Duhalde, Filmus, Cabanchik, Petcoff Naidenoff, Quintela, Monllau, Fernández,
Higonet, Bermejo, Artaza, Guinle, Mayans, Fuentes, Nikisch, Morandini, Pérez Alsina,
Calcagno y Maillmann, Basualdo, Castillo, Estenssoro, Romero, Giustiniani, Sanz,
Rodríguez Saá, Morales y Pichetto.
Sr. Presidente (Pampuro). – En consideración.
Si no se hace uso de la palabra, se va a votar el cierre de la lista de oradores.
– Se practica la votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Aprobado. Queda cerrada la lista de oradores.
Sr. Pichetto. – Hay que reordenarla, pero es esa la lista de oradores.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Juez.
Sr. Juez. – Señor presidente: para arrancar, quiero decir que no juzgue mi trabajo por los
kilómetros recorridos ni por las millas voladas ni por las horas empleadas, sino que júzguelo
por mis convicciones. Y con esas convicciones es que voy a hablar a continuación.
Me quedé con una frase relatada por la miembro informante de la Comisión al contar
una anécdota ocurrida en Catamarca, donde una persona le dijo que tenía cuerpo de mujer,
pero voz de hombre. Y señaló que se arrimó a ella, le dio sus saludos y le pidió disculpas.
¿Saben qué? Esa persona no necesita ni misericordia ni disculpas; necesita derechos.
Eso es lo que venimos a discutir esta tarde. Se discuten derechos y obligaciones de personas
que no los tienen. De personas a las que nosotros hemos invisibilizado, porque las queremos
ignorar, porque somos hipócritas y porque a la mayoría, heterosexuales, nos interesa mirar
para otro lugar. Nos incomodan; somos indiferentes e intolerantes. Hoy se discute nada más y
nada menos que eso.
Quiero decir que mis vanidades nunca las discuto en el recinto parlamentario; y mis
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honores los defiendo sólo y como Dios me ha dado la posibilidad de hacerlo. Tengo una
lengua filosa, de manera que si me tira con un salame se lo corto en fetas con la lengua.
Reitero que me defiendo sólo y, en lo que hace a mis vanidades, jamás me va a encontrar con
un planteo de cuestiones de privilegio.
En honor a la brevedad y a la verdad, de la que juro que no me aparto, quiero decir
que hubo tres reuniones de Comisión. Pero cuando se planteó el mecanismo de trabajo de la
Comisión y la autorización para recorrer el interior del país, con buen criterio, la señora
presidenta de la Comisión me preguntó si yo, como secretario, la iba a acompañar. En esa
primera oportunidad, le contesté que mi postura a esta iniciativa era de acompañamiento
absoluto, por respeto a mucha gente que me quiere y a otros que no tanto. Pero por esa razón
es que no quise tratar de militar a favor, ya que mi voto no iba a cambiar. Estaba dispuesto a
escuchar a todo el mundo, pero no la iba a acompañar en la recorrida del interior ni en
muchas reuniones de la Comisión por la sencilla razón de que teníamos posturas totalmente
distintas. Me parecía que lo que correspondía era que, como presidenta de la Comisión, ella
llevara las reuniones adelante. No quería ser un obstáculo, más allá de que si hay algo a lo
que no le tengo asco es al laburo.
Suelo ser un chicanero, pero no lo quiero ser en este momento. La verdad es que esta
semana mi hijo me pedía que lo llevara al cine a ver “Shrek” y no pude; y lo cierto es que
tuve que comerme un videito pésimo.
Con esto quiero decir que me hubiese gustado tener esa propaganda como secretario
de la Comisión. Es decir, tener todos esos elementos para contarle todo lo que escuché, toda
la diversidad o la otra parte que también necesitaba ser plasmada. Pero, bueno; no conozco
todo. Deberé ir aprendiendo. Dentro de un año los voy a pasar por la banquina, pero ya
aprenderé todos los mecanismos y todos los artilugios que, como recién llegado, aún
desconozco.
Lo concreto es que esa propaganda, parcial, sesgada, me hubiese gustado tener la
posibilidad de hacerla como secretario de la Comisión. Es decir, participar de la selección de
los testimonios. Vi a algunos cordobeses expresándose que, francamente, me asustan.
¿Qué hubiese pasado, señor presidente, si para aquellos que se oponen a la norma no
aparecía la milagrosa doctora Medina? No tenían argumentos. La cogotearon a la Medina y, a
partir de ahí, engancharon justo el argumento, ya que es jodido decir que no a las minorías; es
jodido oponerse a los que piensan distinto. ¡Ah; sí que cuesta no reconocer derechos a los que
no son parecidos a nosotros! Pero apareció la doctora Medina y, a partir de allí, comenzaron
todos los argumentos jurídico legales para sostener la iniquidad, la desigualdad y el viso de
juridicidad a la hipocresía.
Señor presidente: ¿usted escuchó los argumentos del dictamen de la mayoría para no
asignarle derechos a las minorías? Rápidamente le voy a señalar los títulos.
Viola el derecho de las mujeres, porque desaparece el lenguaje neutro. ¡Pero si de eso
se trata! ¡El Estado tiene que ser neutro! Es el Estado el que tiene que ser neutro.
Voy a mencionar los títulos rápidamente, porque la verdad es que los argumentos de
la doctora Medina no son los míos. Y voy diciendo para que tome nota, señor presidente, que
ninguno de los argumentos de ella justifican de manera alguna el no asignarles derechos a
estas minorías, porque son todos argumentos colaterales, subsanables y secundarios.
Por ejemplo, está la cuestión de invisibilizar el nombre de la mujer; genéricamente se
expresa de esta manera. Norma me decía en el oído con buen criterio que una mujer no deja
de ser mujer porque no se la menciona en el texto legal.
Escuchaba a la miembro informante hablar sobre la discriminación del hermano de
doble vínculo. Repito que todos estos argumentos de la doctora Medina en contra de esta
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iniciativa a la que yo adhiero fervorosamente –y después voy a dar mis motivos– son
subsanables por distintas leyes. ¿O ustedes, señores senadores, creen que no nos vamos a
tener que sentar a discutir nuevamente un montón de cuestiones colaterales que tienen que
ver con esta iniciativa?
Si la llegáramos a aprobar, requeriría luego de todo un andamiaje jurídico, porque
estamos modificando algunos artículos del Código Civil. Quienes son abogados saben –y
quienes no lo son deberán saberlo– que cuando uno toca determinados plexos legales, se
deben modificar un montón de cuestiones. ¿O ustedes creen que no nos vamos a tener que
sentar a discutir la ley de nombres o la posibilidad cierta y concreta de avanzar –si esto
prospera; y Dios y la virgen así lo permitan– en la discusión de la modificación de una vieja
ley de 1948, como es la de adopción. Vamos a tener que sentarnos a discutir sobre eso.
Entonces, no nos rasguemos las vestiduras y no invalidemos este proyecto de ley,
porque puede tener algunos visos secundarios que luego deberían ser modificados.
Si el criterio hubiese sido verdaderamente entrarle al tema y si tuviéramos
generosidad de espíritu y hubiésemos entendido que este asunto había que tratarlo, pues bien,
tuvimos la oportunidad de hacerlo en la Comisión de Legislación General e introducir allí
todas las modificaciones al dictamen que venía de la Cámara de Diputados, a fin de
subsanarlo, pero no fue esa la voluntad. La voluntad fue rechazar este proyecto así como
venía.
Quiero decir esto, porque la verdad tiene que ser dicha. Probablemente alguien
dirá que la verdad es parcial y que esa es la mía, pero la verdad es esa. Si hubiésemos tenido
voluntad jurídica y política de asignarles derechos a las minorías habríamos introducido las
modificaciones que ahora le asignamos a la doctora Medina en el texto que venía de la
Cámara de Diputados, pero no lo hicimos.
¿Y por qué no lo hicimos? Porque también había que decir algunas cuestiones.
Después había que entrar en la cuestión de fondo. Porque acá nos rasgamos las vestiduras.
Fui a darle la mano a la señora senadora Fellner –es la primera vez que la saludo–,
para felicitarla, porque muchas de las cosas que ella había dicho eran palabras que me
contenían, porque tienen que ver con el sentido común, con mi pertenencia, con mis creencias
y con mi concepción de la familia.
No todos tal vez hayamos hecho las millas, los kilómetros, y le hayamos dedicado a
este tema las horas que le dedicó la señora Negre de Alonso, que en honor a la sinceridad
debo decir que hizo un trabajo importante. Pero yo creo que en los últimos cinco metros que
faltaban para la llegada ella derrapó; pero el trabajo fue importante, laborioso y voluntarioso;
lo reconozco. No reconocerlo sería un acto de miseria; y yo no soy un miserable. Fue un
trabajo importante, reitero. Pero me hubiese gustado que ese trabajo se continuara a la hora
de la firma del dictamen; y a la hora de dicha firma yo sentí que se podía haber planteado
alguna cuestión, que podríamos haber coronado de mejor manera la posibilidad cierta de un
trabajo verdaderamente extenso y agotador. Y aprovecho la oportunidad para reconocerlo
públicamente.
Pero para no irme del tema, debo decir que los argumentos esgrimidos por quienes
quieren rechazar este proyecto son los sostenidos por la doctora Medina. Por ejemplo, dicen
que la tenencia de los hijos menores de 5 años discrimina a los hombres; y eso se subsana con
una modificación de una ley secundaria. Lo más grave es el régimen de la paternidad. Y
bueno, vamos a tener que legislar sobre ese tema también.
Se usaron argumentos como el relativo al dictamen del Tribunal de Derechos
Humanos de la Comunidad Europea. He escuchado a algunos senadores opinar en diferentes
medios de comunicación al respecto. Lo que dice la Comunidad Europa admite muchas
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como viene de la Cámara de Diputados. No voy a dejar de tener la familia maravillosa que
tengo, no voy a dejar –como decía la senadora- de ser heterosexual, no voy a dejar de ser
cristiano, fanático de la virgen. Voy a seguir siendo el mismo tipo. Nadie se hace homosexual
porque haya una ley. ¡La ley no obliga a ser heterosexual ni homosexual! ¡La ley reconoce
derechos y obligaciones que tenemos! ¡Y tenemos la obligación de mirar a esas minorías que
reclaman no ser más discriminadas! ¡No podemos ser indiferentes, señor presidente! ¡No
podemos mirar para el costado! Yo respeto a todos, incluso a los que tienen convicciones tan
fuertes desde el punto de vista religioso que no les permiten ni siquiera correr el velo y poder
mirar la realidad. Los respeto y los entiendo; no los acompaño, pero los respeto. Sin embargo,
nuestra condición de senadores de la Nación nos obliga a entrarle a un tema que incomoda,
que irrita y que fastidia.
En estos días se han discutido muchas cosas: el criterio de oportunidad, la picardía del
gobierno, la agenda de temas, la pelea, la guerra y la disputa. ¡Pareciera que quienes
queremos aprobar esta cuestión militáramos en el oficialismo! Pero este es un tema que
excede largamente nuestras convicciones políticas; es un tema que tiene que ver con las
convicciones personales. Y mis convicciones me permiten decir que sinceramente entiendo
esta cuestión como cristiano, como hombre de Derecho y como hombre político que pretende
gobernar su provincia.
Ayer un puñado de amigos que vinieron de Córdoba me decían, desesperados:
“Podemos perder la elección, Juez”. Si yo para ser gobernador tengo que hacer algo que
lastime, que hiera, que me convierta en un hipócrita –lo que critico–, que me convierta en un
mentiroso o en un falaz, prefiero no serlo nunca. Sé lo que arriesgo, sé lo que pongo en juego.
Nos costó horrores construir el sueño que hemos construido en nuestra provincia, tan
complicada; una cuña que nos permite estar parados donde hoy nos encontramos. Pero ¿sabe
una cosa, señor presidente? No estoy dispuesto a eso. Nunca lo hice. Llegué hasta acá, a este
Senado –que por ahí me queda grande– producto de mis convicciones. No estoy dispuesto a
ello. Y mis convicciones me dicen que a este proyecto que viene de la Cámara de Diputados,
nosotros, los senadores, pensemos como pensemos, tengamos la concepción de la familia que
tengamos y la religión y el credo que hayamos adoptado, necesita ser aprobado.
Hay una parte de la sociedad que podrá ser minoritaria, pero nos está mirando y
necesita derechos y obligaciones. No necesita misericordia, saludos ni besos. Necesita que la
respetemos con la ley.
Por eso, voy a sugerir a nuestros compañeros del cuerpo que a la hora de aprobar este
tema, votemos el proyecto que viene de la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro).– Tiene la palabra el señor senador Cimadevilla.
Sr. Cimadevilla. – Señor presidente: antes de entrar de lleno a la consideración de este
dictamen, en virtud del tema que se trata y por la sensibilidad que tiene, quisiera hacer
algunas consideraciones previas y marcar la discusión en lo que verdaderamente estamos
tratando de sancionar.
En primer lugar, hoy no votaremos como representantes de la Unión Cívica Radical.
Ninguno lo hará en nombre de la representación partidaria que ostenta, sino que lo hará en
forma individual, lo cual nos lleva a ser aún más responsables en la decisión que tomemos.
Digo esto porque, seguramente, todos nos preguntaremos qué derecho tiene cada uno, de
acuerdo con sus propias convicciones, a imponer que los demás vivan como uno piensa que
se debe vivir. Y esto nos obliga a ser muy mesurados en nuestro razonamiento.
No tengo ninguna duda de que si en este recinto hoy se estuviera discutiendo la
defensa de nuestro patrimonio energético o la independencia de los poderes de la República,
para mí sería muy fácil participar de este debate y expresar mi voto por la trayectoria y por la
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historia que tiene el radicalismo en estos temas. Pero hoy no estamos discutiendo esto.
Entonces, existe la duda de equivocarnos. Resolvemos por nosotros. En consecuencia, no
quisiera –por lo menos, en mi caso– que si yo me equivoco, esta equivocación se le impute a
la Unión Cívica Radical.
Como radical y hombre perteneciente a un partido que tiene toda una trayectoria en la
defensa de derechos, de garantías y de no discriminación, no quisiera tampoco ni discriminar
ni violentar ningún derecho. Hoy, los hombres del radicalismo vamos a votar divididos.
La pregunta que cabría hacerse es: si no violo ningún derecho, ni violento ninguna
garantía, ni cometo ninguna discriminación, ¿la cometen acaso los hombres de mi partido que
no van a votar de la misma manera que voto yo? Seguramente que no, porque todos los
hombres de mi partido –yo los conozco– vamos a estar votando con la más íntima convicción
de que cada uno de nuestros votos afianza algún derecho, evita alguna desigualdad o logra
alguna conquista. Todos vamos a estar imbuidos de este pensamiento.
Como este tema no está en nuestra plataforma partidaria ni ha sido, al menos en
muchos casos, ningún compromiso electoral, traté de buscar el fundamento de mi voto en lo
que es nuestro credo, en nuestra profesión de fe doctrinaria. Allí dice: Por eso el radicalismo
no se divide según las parcialidades de clases, de razas ni de oficios, sino que atiende al
hombre como hombre, con dignidad como ser sagrado. Por eso, para el radicalismo, los fines
son inalterables; así como pueden ser variables los medios, porque son instrumentos, y
variables son las condiciones sociales de la realización nacional.
Estoy seguro de que todos los hombres de mi partido, imbuidos de este pensamiento,
vamos a estar más allá de la diversidad de nuestro voto, tratando de lograr la realización
plena del hombre.
También me gustaría ubicar este debate en lo que debería ser. Aquí se ha dicho que se
ha escuchado mucho, pero me parece que algunos han entendido muy poco.
Lamentablemente, este debate, que es un tema que debería unirnos y no diferenciarnos, se da
en un clima político que no puedo dejar de analizar, donde la propia presidenta de la
República y su marido también utilizan este asunto para crispar y dividir a la sociedad.
Pareciera ser que si uno comparte su criterio está bien y los que estamos del otro lado somos
unos demonios. Esta lógica kirchnerista ha tenido recién un fiel exponente –lo ha hecho
mejor que cualquier senador del Frente para la Victoria– que ha sido el señor senador Juez.
Aquí, se parte de la concepción de que, si no comparten mi criterio, los demás
negamos derechos. Aquí nadie está negando ningún derecho, no he escuchado a un solo
senador que no haya dicho que existe una realidad, que los homosexuales existen, que
conviven y que eso genera relaciones. ¿Dónde está la discusión? No la lleven a un terreno
falso, en el sentido de que algunos queremos reglamentar esto y otros están negándoles
derecho a los homosexuales. Estamos viendo qué ubicación les damos en el marco jurídico
argentino. Eso es lo que estamos discutiendo; lo demás es fundamentalismo puro. Yo no
quiero caer en esa lógica de la descalificación; prefiero analizar este tema desde la
racionalidad, desde la búsqueda de consensos y desde la necesidad que tenemos como
legisladores de abordar una temática con seriedad y sin fundamentalismos.
Durante todo este tiempo, he escuchado referirse y hacer chicle a la Constitución, a
las leyes, a los tratados y hasta a la propia Biblia. En la Constitución Nacional, en los tratados
internacionales y en la palabra de Dios se está a favor y en contra del matrimonio gay en
función de quien los utiliza. Honestamente, no creo que los constituyentes de 1853, quienes
escribieron la Biblia, ni los que suscribieron tratados internacionales hayan estado pensando
puntualmente en este tema cuando los redactaron, porque se trata de marcos referenciales.
Desde mi modesto entender, se han confundido conceptos con instituciones; se han
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mezclado cuestiones sentimentales. A mis padres los hubiese querido de la misma manera
que los quise, así no hubiese nacido dentro de un matrimonio constituido civilmente. Si
alguno de mis hermanos hubiese sido homosexual, lo hubiese querido exactamente igual.
Se ha mezclado a Dios, se han mezclado los sentimientos. Hasta los que niegan a
Dios, convengamos que, alguna vez, una gauchada le piden. Hay cuestiones que tienen que
ver con los cultos religiosos que están en...
Sr. Pichetto. – ¿Me concede una interrupción, señor senador.
Sr. Cimadevilla. – Con todo gusto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene la palabra el señor senador Pichetto.
Sr. Pichetto. – Con mucho respeto, señor senador, la verdad es que nadie ha metido a Dios
en este debate; han sido sectores de la Iglesia, que más que de Dios hablaron del demonio. Ha
sido muy reciente la palabra de monseñor Bergoglio referida a la injerencia del demonio.
Me parece que cabía esta aclaración. Desde el espacio político, parlamentario, la
discusión no fue teológica.
Sr. Cimadevilla. – El senador va a coincidir conmigo en que este debate se trasladó al centro
de la sociedad; ella ha opinado y este tema ha estado presente. Lamento igual que usted las
declaraciones del cardenal Bergoglio. No las comparto. Soy católico, pero no las comparto; y
en esto coincidimos, señor senador.
También es cierto –aquí lo decía la señora senadora Negre de Alonso– que cuando
Moisés subió al Monte Sinaí, entre los Diez Mandamientos, bajó un mandamiento que dice:
“No matar” y otro que dice “No robar”, que hoy son delitos en el Código Penal; y a ninguno
de nosotros se nos ocurriría decir que el Código Penal es un código teocrático.
Es decir, convengamos que muchos de los conceptos de las religiones, hoy, están
volcados al Derecho positivo. Una de las preguntas que nos hacemos –al menos, yo– es si en
función de la diversidad de sexo, se puede legislar o no. O si se pueden contemplar
situaciones distintas que generan, precisamente, esta diferencia.
Hay un sinnúmero de leyes que se han dictado en función de la diversidad de sexo y
que a ninguno de nosotros se le ocurriría derogar. Por ejemplo, los permisos por lactancia, las
licencias por enfermedad, la violación únicamente la puede cometer un hombre, los
regímenes jubilatorios con distintas edades.
No creo que aquí estemos discriminando, porque algunos, en estos temas, van a hablar
de discriminación. Yo tengo otro concepto de discriminación. Creo que la peor
discriminación en la que podemos caer es en la soberbia de creer que tenemos la más absoluta
de las verdades. Yo no vengo aquí a decir que tengo la verdad absoluta: vengo a dar opinión
sobre un proyecto de ley que no comparto. Pero no lo comparto por cómo está reglamentado;
no es que no lo comparta por el tema que aborda, que es el de establecer un régimen que
contemple este tipo de situaciones, ya que a ese respecto estamos de acuerdo y aquí nadie lo
ha negado.
El señor senador Juez habló como si nuestro dictamen pudiera ser entendido en el
sentido de la negación de derechos; y no es así. Hemos firmado un proyecto alternativo que
entendemos que mejora la preocupación que tienen los senadores, y tenemos todo el derecho
del mundo a presentarlo, a defenderlo y a creer que es mejor. Pero no por eso voy a
descalificar a quienes voten distinto de mí, porque esta es la peor de las discriminaciones.
De allí entonces que, lamentablemente, éste, que es un tema importante para cualquier
sociedad, en el contexto político que lo vamos a discutir –probablemente, se defina por tres o
cuatro votos en un sentido u otro–, nos está marcando la peor de las equivocaciones que
vamos a cometer como cuerpo legislativo. Porque si hoy, aquí, no hemos sido capaces de
consensuar un texto, si es que todos entendemos que nuestras intenciones están orientadas en
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el mismo camino, esto muestra, lamentablemente, nuestro fracaso. Reitero, es lamentable que
un tema tan serio, tan importante y tan trascendente hoy se dirima por uno o dos votos.
Para terminar, creo que este debate, hoy no se va a agotar. Creo que la comunidad gay
ha tenido una actitud militante para destacar. Ha logrado introducir este tema y que tenga
tratamiento parlamentario.
Seguramente, como todas las instituciones jurídicas de nuestro país, esto sufrirá
cambios y evolucionará. Espero que en el buen sentido, y que el día que tengamos que volver
a abordar este tipo de cuestiones, sea en la Argentina de la convivencia y de los consensos, no
en la Argentina de la crispación y de la descalificación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Rojkes de Alperovich.
Sra. Rojkes de Alperovich. – Señor presidente: el debate parlamentario acerca del
matrimonio de personas del mismo sexo y la posibilidad que ellas tienen de adoptar hijos ha
movilizado positivamente a la opinión pública en torno de esta cuestión, que no sólo
replantea el modelo de familia sino, fundamentalmente, el principio de la igualdad ante la ley.
Y esto es lo que hemos venido a defender: la inclusión a nuestra vida social, a nuestro sistema
jurídico y democrático, de una minoría injustamente segregada.
El punto de partida de una sociedad democrática es que todas las personas, por el
simple hecho de serlo, sean titulares de los mismos derechos. Las parejas entre personas del
mismo sexo existen y, según nuestra literatura, el arte y la investigación social e histórica,
existieron siempre. Claro que en nuestro país, como en otros, estas parejas han debido vivir
escondidas, muchas veces perseguidas, pero siempre sin derechos.
En un fallo que autoriza a celebrar una boda entre dos varones, el juez expresó que
convalidar el matrimonio entre personas del mismo sexo no viene a crear una realidad, sino a
recrearla.
Formar una familia y ejercer las potestades que de esta surgen es un derecho que
proviene expresamente de la Constitución argentina y de todos los tratados sobre derechos
humanos que tienen jerarquía constitucional. La consagración de los derechos en las
constituciones y en los tratados sobre derechos humanos es el producto del dolor sufrido e
infligido; ninguno ha sido una graciosa concesión. Cuando no se tienen claros estos
principios, se corre el riesgo de terminar en actos de discriminación, en violencia, en racismo
o en exterminio.
El mundo vio morir a millones de personas en sus largas guerras y en los campos de
concentración por sostener algún tipo de supremacía natural, cultural, religiosa o racial. No
hace falta consultar a los libros de historia ni buscar demasiado lejos para poder comprobar
estos hechos.
Me refiero a la aplicación del discurso jurídico que justifica y minimiza racionalmente
los efectos del dolor. Por eso, es un retroceso inadmisible sostener el argumento de
“separados pero iguales”, que justificó la segregación racial en Estados Unidos; o el de la
supuesta diferencia natural, que privó del voto a la mujer; o el de plebiscitar los derechos, que
derivaron en las leyes del exterminio judío.
Señor residente: los derechos humanos, la igualdad civil y la justicia social son
principios fundamentales, no susceptibles de ser plebiscitados.
Lo cierto es que, hoy, tenemos un sector del pueblo que está luchando para que se le
reconozca la igualdad ante la ley, y otros que se oponen, apelando a todo tipo de
razonamiento moral, ético y –diría– fanáticamente religioso, a juzgar por lo que hemos visto
y oído en estos días.
No es casual que quienes hoy se oponen a esta iniciativa sean los mismos que se
opusieron en otros tiempos al matrimonio civil, al voto femenino, al divorcio, a las campañas
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como lo puede ser el que tiene una actitud especial: sobrepeso, anteojos o lo que sea. Pero ahí
estamos los adultos para orientar y contener.
Numerosos estudios de psiquiatras y psicólogos avalan que padres gay y lesbianas
tienen tanta probabilidad como padres heterosexuales de proporcionar ambientes sanos y
protectores para sus hijos. Por una cuestión de tiempo, sólo voy a citar uno de ellos: el
informe que, en 2002, realizó el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid juntamente con la
Universidad de Sevilla. Allí, se sostiene que el respeto a los demás y la tolerancia es uno de
los valores centrales de la educación en estas familias homoparentales, caracterizadas,
además, por niveles altos de afecto y de comunicación y niveles generalmente bajos de
conflicto.
Señor presidente: la vida a veces es difícil, pero la mayoría de las veces somos
nosotros los que la hacemos más complicada. Esto es lo que le ha venido sucediendo a estas
personas, que sólo por ser diferentes han sido castigadas, marginadas y sometidas a la
vergüenza. Y en el caso del interior, donde los prejuicios son aún mayores, se las condena al
peor de los castigos, que significa no poder vivir en sus provincias; es decir, viven el
destierro, que era el peor de los castigos que se daba en la antigüedad.
El matrimonio tiene que ver, como lo decía la señora senadora Fellner, con un
compromiso público de amor entre dos personas libres; y negar el derecho a casarse a dos
personas que viven bajo leyes civiles en una República laica es una violación a la dignidad
humana.
Pero lo cierto es que, después de haber escuchado a todos, yo no encuentro ninguna
razón justa y atendible para que los heterosexuales podamos gozar de mayores derechos que
los homosexuales. Y si me tengo que equivocar, espero que ello sea por ampliar los derechos
y no por restringirlos, razón por la cual, definitivamente, apruebo este proyecto.
Ser madre o padre no es solamente un hecho biológico como ser progenitor, sino un
proyecto de vida originado en el deseo y en el compromiso. Actualmente, una porción
considerable de la población homosexual ya tiene hijos. Por ende, la demanda de igualdad,
más que la posibilidad de tener hijos, implica que estos nenes y nenas que ya existen tengan
los mismos derechos que el resto de los niños y niñas de mi país.
En cuanto a la adopción, cabe señalar que la ley argentina permite que cualquier
persona pueda adoptar sin discriminar su sexo ni su orientación sexual. Han podido hacerlo
hombres y mujeres solteros. Entonces, si una persona individualmente lo puede hacer y
generar un vínculo de familia entre adoptante y adoptado, ¿qué impediría que lo haga una
pareja homoparental?
No se puede plantear como justificativo que un niño o una niña puedan sufrir a futuro
porque la sociedad es discriminatoria. Eso es una insensatez. No dejaron de tener hijos ni los
negros ni los judíos en las sociedades donde existen prejuicios hacia ellos porque sus hijos
fueran a sufrir. Este argumento está asociado al ideal de raza pura. El problema es de la
sociedad que discrimina y no de la persona discriminada. La experiencia en investigaciones
sobre la cuestión de los niños a cargo de gays y lesbianas realizadas por el CONICET indica
que no suelen tener dificultades en explicar a sus compañeros que tienen dos padres o dos
madres.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la senadora Bongiorno.
Sra. Bongiorno. – Señor presidente: hoy nos encontramos ante un tema en el cual todo el
Senado se ha sentido comprometido ante distintas argumentaciones, algunas con vibrante
pasión dentro de la sociedad. Esto nos ha llevado –particularmente en mi caso– a tratar de
conciliar dos posiciones que desde un principio se vieron como antagónicas. Son dos
posiciones que me merecen el mayor respeto hacia aquellos que, con fundamento, defienden
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sus derechos, y defienden con justicia que nosotros reconozcamos esos derechos.
Pero también me he hecho eco de aquellas personas que consideran que el matrimonio
es un sacramento y es, en su concepción, celebrado entre una mujer y un hombre. También ha
sido definido así por el derecho internacional y receptado en nuestro Código y en nuestra
Constitución. Ante tal duda o ante tal diversidad de opiniones se ha llegado hasta los
extremos más inverosímiles recordándome aquella parte de la historia tan negra en la cual la
cúpula eclesiástica participaba de lo más oscuro de esa historia, recordándome a Torquemada
y a la Inquisición. Otra vez se ha venido a proponer la rispidez y la rigidez entre la sociedad
argentina.
Desgraciadamente, una religión que uno piensa que debe ser acorde a la contención y
a la integración últimamente no ha hecho más que alentar el antagonismo y las posiciones
cada vez más enfrentadas. Mi mayor respeto a esos curas, a esos párrocos que se bajan del
cáliz de oro, de sus vestimentas de seda, recorren el país, alternan con la gente y viven sus
mismas preocupaciones. No creo en eso de hablar de la pobreza desde una heladera llena y
desde una confortable cama cuando hay tanto para poder dar.
También mi mayor respeto a los pastores evangélicos, que son aquellos que también
se acercan cada vez más a la gente, que en las provincias vemos sufriendo necesidades y
coexistiendo con nosotros los políticos.
Ante esto, sólo quiero hacer este llamado de atención a la cúpula eclesiástica, a
monseñores, arzobispos que, en lugar de conciliar, nos enfrentan en situaciones cada vez
más duras.
Por otro lado, dentro de la Comisión de Legislación General firmé el dictamen de
rechazo al proyecto porque teníamos una alternativa, un instrumento intermedio, un
instrumento que nos permitía conciliar, pero no solamente a las parejas homosexuales sino
también a parejas heterosexuales que viven en concubinato. Se trata de reivindicaciones que
hace muchísimo tiempo nos vienen pidiendo. También tienen derecho a una pensión y a la
herencia.
No estoy de acuerdo con relación al tema de la adopción. Yo pensé que estos dos
institutos debían ser tratados por separado, porque en un caso porque nos estamos dirigiendo
a personas mayores de edad con una libre elección y en el otro, existe un bien que hay que
proteger, que son los niños.
Esto me ha puesto frente a una disyuntiva, al no poder realmente contar con este
tercer instrumento que, con todo derecho, ha sido impugnado dado que así se lo puede hacer
debido a los reglamentos y a la legislación.
Firmé también el proyecto de la unión civil porque creí que podíamos conciliar estas
posiciones tan antagónicas de respeto hacia aquellos creyentes del sacramento, repito, y
también con la firme convicción de que las parejas del mismo sexo debían tener reconocidos
los derechos que le correspondían y que ya de hecho la Justicia les está reconociendo.
Hoy me encuentro ante esta disyuntiva y quiero adelantar mi abstención. No porque
sea tibia y quiera quedar bien con uno y con el otro, sino porque yo había encontrado en la
unión civil una alternativa que, por el momento, trajera a esta sociedad que hoy se encuentra
tan enfrentada, un instrumento de armonía.
Sé muy bien que surgieron críticas a la unión civil. Pero ese instituto podría ser
modificado en el recinto, cuando se trataran en particular cada uno de los artículos del
proyecto.
Por lo tanto, quiero dejar constancia de que ante la imposibilidad de separar los dos
institutos −el matrimonio y la adopción−, para tratarlos individualmente y en profundidad y
así llegar a un acuerdo, y de que después de haber escuchado en las audiencias públicas
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concepciones psicológicas y psiquiátricas tan opuestas unas de otras, que hicieron que a
quienes no tenemos un profundo conocimiento del tema las posturas les parecieran
irreconciliables, tomé la determinación de que el tema de la adopción no fuera tocado dentro
de la denominada "ley de matrimonio gay".
Al no poder tomar una determinación, y en honor a privilegiar el bien más protegido,
que son los menores −que considero que es lo que más hay que tener en cuenta al momento
de la adopción; es decir, que no se trata de satisfacer un deseo de los adultos, sino las
necesidades de un niño−, reitero que solicitaré autorización para abstenerme en la votación,
porque no he encontrado otra solución para armonizar estos dos proyectos.
Sr. Presidente (Pampuro). − Tiene la palabra el señor senador Lores.
Sr. Lores. – Señor presidente: a esta altura del debate, realmente quisiera tener la máxima
inteligencia y sabiduría posibles para entender las posiciones de los diversos sectores que
están en confrontación ante esta situación, y que han dividido a la sociedad argentina.
Todos sabemos que en el mundo existe una fragmentación mayor de gente, que
compone diversas minorías y diversos sectores de la sociedad, y que todos están pujando por
encontrar el camino a la reivindicación de algún derecho, al acceso a cierto beneficio y al
reconocimiento por parte de los distintos sectores de la sociedad de sus características de
raza, socioeconómicas, etcétera. La fragmentación del mundo es cada vez mayor, y los
reclamos de las minorías que lo componen también son cada vez mayores.
En cuanto a este tema, debo decir que en mi provincia escuché muchas de las
presentaciones que se hicieron ante la Comisión de Legislación General, que leí documentos,
cartas, etcétera, que me hicieron llegar de todos los sectores en pugna, y que todas las
posiciones las he abordado, estudiado, leído y considerado con el mayor de los respetos.
Respeto a todos los sectores. Por lo tanto, lo que expresaré lo haré en función de mis
convicciones más íntimas y personales, que no estoy seguro de que sean las mejores, las
verdaderas, las legítimas o más importantes. Sin embargo, son mis convicciones. No parto de
ninguna concepción dogmática o fundamentalista. Si tengo convicciones, ellas son fruto de
mi experiencia de vida, de mi conocimiento previo y, quizás, de mi formación como médico.
Insisto, de todo lo que me han aportado distintos grupos, personas, instituciones y demás, y
en función de todo eso he sacado mi propia conclusión.
Sin embargo, creo necesario decir que rechazo todo rasgo de autoritarismo o
intolerancia, sin importar el sector del que provenga. No comparto que se impongan
condiciones a cualquier precio, sino que creo que debemos entendernos y respetarnos. Por lo
tanto, anticipo que cualquiera sea el resultado que emane de la votación de este Senado la
decisión contará con mi respaldo y apoyo, porque aceptaré plenamente lo que resuelva la
mayoría de este cuerpo, tanto en esta como en cualquier otra oportunidad.
Creo que hay que rechazar las expresiones descalificadoras provenientes de quienes
piensan de un modo diferente. Pienso que mucho de lo que se dijo esteriliza la transparencia
del debate, y que hay expresiones que bloquean el entendimiento, que es más necesario que
nunca cuando se tratan cuestiones de esta magnitud y profundidad que afectan a toda la
sociedad argentina; sociedad que nos mira y que espera que nos expresemos con toda
sinceridad y sin ningún tipo de condimento de utilitarismo político ni mucho menos, lo cual
sería descalificador para cada uno de los senadores que debiera trabajar en defensa de los
intereses del pueblo.
Por eso, me niego a aceptar la dialéctica confrontatoria que pone, de un lado, a los
buenos y, del otro lado, a los malos; de un lado, a los progresistas y, del otro, a los que están
en contra del progresismo.
No me voy a referir al proyecto sancionado por la Cámara de Diputados ya que fue
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analizado exhaustivamente, tanto a favor como en contra, por personas que saben mucho más
que yo por su condición de abogados y juristas. No obstante, sí quiero analizar algunos
aspectos del proyecto que me hacen pensar que, a veces, actuamos con demasiada hipocresía
u olvidándonos de lo que ha pasado en ambas cámaras legislativas en los últimos años.
En efecto, me quiero referir a un tema que me parece muy importante. Quisiera aludir
a la fertilización asistida.
La fertilización asistida ha sido abordada, tanto en la Cámara de Diputados como en
la Cámara de Senadores, por una importante cantidad de proyectos desde hace varios años
para que, de una vez por todas, este avance de la tecnología médica esté regulado como
corresponde y se sepa qué hacer en consecuencia.
Cuando hablamos de discriminación –término utilizado muchísimo en este debate–
quiero decir que hemos sido testigos y no fuimos capaces de corregir una enorme
discriminación de tipo económico sufrida por las parejas que, con más de dos años de
convivencia y por problemas de fertilidad, no pueden concebir un hijo.
Todos sabemos que hay técnicas que están al alcance de la ciencia y que hay muchos
centros médicos que cuentan con importantes éxitos en fertilización asistida. Y me refiero a
las técnicas más habituales, las que demandan el 99,95 por ciento de las parejas que no
pueden tener hijos después de dos o tres años de vivir como tales. Aludo a la fertilización in
vitro y a la inseminación artificial, que son las prácticas más comunes con las que se puede
lograr el éxito y darle a esas parejas la felicidad de tener un hijo.
Hoy en día, cada intento de fertilización asistida cuesta alrededor de veinte mil pesos.
Se calcula que hay un 15 por ciento de parejas en la República Argentina que no pueden tener
un hijo por problemas de fertilidad luego de dos años de vida en común. De ese universo del
15 por ciento, se calcula que solamente un 6 por ciento tiene acceso económico a esos
tratamientos.
Si se tiene en cuenta que hay que tener tres o cuatro intentos, a veces seis o siete, para
lograr un resultado positivo, nos damos cuenta de que una pareja debe disponer de sesenta,
setenta, ochenta o cien mil pesos o más para intentar esta posibilidad. Y nosotros, diría casi
hipócritamente, hemos cajoneado todos los proyectos que han llegado al Congreso de la
Nación en materia de fertilización asistida. Esto sí que es discriminación. Es discriminación
económica y hemos mirado para otro lado.
– Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 1° del H. Senado,
senador Juan Carlos Marino.
Sr. Lores. – En consecuencia, creo que habría que ir por pasos. Si se habla de fertilización
asistida dentro del proyecto que prevé el matrimonio entre personas del mismo sexo, creo que
habría que retroceder un paso y, en primer lugar, legislar en la materia y, posteriormente,
tratar el tema de la unión de parejas del mismo sexo.
Esto me parece que es muy importante. También hay otro punto en el que quisiera
hacer hincapié. Me refiero a que cada uno de nosotros tiene convicciones personales. Acá se
están exponiendo con total transparencia, con total honestidad intelectual e, insisto, sin
pretender obtener ningún rédito político o económico, tal como han dicho el senador Juez y
todos los senadores y senadoras que me precedieron en el uso de la palabra.
Acá estamos hablando y tratando de resolver esta cuestión en función de nuestras
propias convicciones. Pero, además de eso, nosotros somos representantes de las provincias
argentinas –los diputados son representantes del pueblo y nosotros de las provincias–, y yo
me pregunto lo siguiente: aparte de las personas que se han inscripto espontáneamente o que
han sido invitados para exponer en todas las reuniones que ha hecho la Comisión de
Legislación General con tanta dedicación y con tanto éxito en todas las provincias argentinas,
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son los deberes y derechos de esa supuesta filiación legal. ¿Qué sucederá respecto del
régimen de alimentos, patria potestad, derechos hereditarios, impedimentos matrimoniales?
¿Excluirá a los herederos forzosos de la cónyuge de la madre? ¿Podría ese hijo, nacido de esa
relación, iniciar una acción de reconocimiento de la paternidad?
Supongamos el caso de dos mujeres que están casadas; una de ellas tiene un hijo por
fertilización asistida pero tiene conocimiento de quién fue el donante. ¿Puede ese hijo pedir el
reconocimiento de la paternidad? No hay nada que lo impida. Pero entonces, si lo hace,
estará después desplazando a esa maternidad-paternidad compartida reconocida por la ley. Y
si no lo hace, si no se le permite iniciar la acción de reconocimiento de paternidad, se
estarían violando los derechos del niño. Porque la Convención sobre los Derechos del Niño –
y la ley argentina así lo reconoce– determina que todo niño o niña, toda persona, tiene
derecho a su identidad biológica, a conocer su identidad biológica.
¿O es que acaso la única identidad biológica que importa en este momento en este
país es la de los hijos de Ernestina Herrera de Noble? ¿Qué pasa con la identidad biológica de
estos niños nacidos por fertilización asistida?
Crea un régimen legal para niños sin padres –artículo 36 del CD–. Modifica el inciso
c) del artículo 36 de la Ley 26413. Ordena que el Registro Civil anote el nombre y apellido
de la madre y su cónyuge en caso de hijos de personas del mismo sexo. Es decir, si dos
mujeres están casadas y tienen un hijo, se anota como hijo de las dos mujeres. A ese niño ya
se lo anota sin padre. Hijo sin padre. Y no modifica el artículo 45 de la misma ley, que
establece que no podrán inscribirse reconocimientos sucesivos de una misma persona por
presuntos progenitores del mismo sexo. Es decir, una vez que el niño ya ha sido anotado, no
podría luego anotarse el nombre de otro progenitor. Esto es producto del voluntarismo del
legislador, que pretende decir que todo es igual.
¿Cómo se interpretará la obligación del Ministerio Público de determinar la
paternidad del menor cuando se asienta un menor y no tiene padre? El artículo 255 del
Código Civil ordena notificar al Ministerio Público para que éste haga las averiguaciones y
pueda determinar e iniciar la acción de paternidad.
Decimos que se vulnera el derecho a la identidad. La doble maternidad sin paternidad
vulnera el derecho a la identidad consagrado –artículo 8º de la Convención y Ley 26061–.
Se cosifica al niño. Se está cosificando al niño; pasa a ser un objeto cuyos vínculos
más importantes –maternidad y paternidad– están a merced de los derechos subjetivos de
otras personas.
Hay otras deficiencias, señor presidente. ¿Qué pasaría si hay un matrimonio de dos
hombres y uno de ellos pide licencia por maternidad? ¿Qué pasaría? ¿Qué ocurre con las
acciones de impugnación de paternidad, con los hermanos bilaterales –a lo que ya se han
referido– y con la desaparición del parentesco por la rama femenina?
Rápidamente, me quiero referir a lo que ocurre en el derecho comparado. Sobre 192
países reconocidos por las Naciones Unidas, sólo el 4,7 por ciento acepta el matrimonio de
personas del mismo sexo. Y ocho de ellos –el 4,2 por ciento– incluye la adopción, porque
Portugal acepta el matrimonio, pero sin adopción. A su vez, dieciocho países –es decir, el 9,4
por ciento– aceptan la unión civil.
No hay ningún tribunal internacional que haya determinado que los derechos humanos
reconocidos por las distintas convenciones obliguen a los países a equiparar el matrimonio
como institución a personas del mismo sexo. A lo único que obligan es a reconocer a las
uniones de personas del mismo sexo y a darles derechos y obligaciones. A eso estamos
obligados en el derecho argentino.
Y si miramos un poco más la legislación comparada, veremos justamente que estos
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temas sensibles que surgieron del debate, los niños, son abordados por las distintas
legislaciones; y como bien dijo el senador Lores, los que avanzaron en el tema del
matrimonio, primero regularon la fertilización asistida.
En cuanto al tema de la adopción, me quiero referir a tres países: Bélgica, Noruega y
Holanda. Éstos aceptan la adopción, pero dicen –porque obviamente allí no hay niños para
adoptar– que para aceptar la adopción internacional solo tiene que ser de países donde esté
aceptado el matrimonio entre dos personas del mismo sexo.
Señor presidente: están buscando países proveedores de niños. Y la Argentina hará la
punta en América latina.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra el señor senador Jenefes.
Sr. Jenefes. – Señor presidente: este proyecto que viene en revisión de la Cámara de
Diputados y que trata sobre el matrimonio entre personas de un mismo sexo tiene un alto
voltaje de discusión en la opinión pública. Se han adoptado, ya sea por parte de la Iglesia
como por parte de quienes comparten esta iniciativa, posiciones que considero que deberían
bajar el tono, para tratar de encontrar una solución a un problema que realmente existe en el
mundo y en la República Argentina, y que debe encontrar una solución legislativa.
– Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente del H. Senado, senador
Juan Carlos Romero.
Sr. Jenefes. – En el caso de este senador de la Nación, con una fuerte formación católica y
con un fuerte compromiso con este gobierno, me resulta muy difícil estar sentado en esta
banca y votar a favor o en contra de este proyecto, cuando utilizando el sentido común
tendríamos que haber encontrado una solución legislativa que contemple los derechos de las
personas que quieren una unión civil o un matrimonio y que son del mismo sexo.
Quiero expresar que siento que si voto a favor de este proyecto, tal cual se han
planteado las cosas, estaría votando en contra de la opinión de la Iglesia Católica. Si voto en
contra de este proyecto, siento que estoy votando en contra de un gobierno al que pertenezco,
de un gobierno en el que creo como la única alternativa para que esta República Argentina se
consolide y salga adelante. Pero es claro que existen decisiones difíciles de tomar y es claro,
también, que existen dos tipos de leyes: aquellas que hacen a la institucionalidad y al
gobierno de los argentinos, y aquellas que hacen a la conciencia y a las convicciones
personales de cada uno de nosotros.
Desde ya adelanto que ésta es una decisión que tomo en base a mis convicciones
personales, en base a mi formación familiar. Y adelanto que voy a votar por el rechazo del
proyecto que ha venido de la Cámara de Diputados.
Comparto una visión que expresara uno de los mayores constitucionalistas de la
República Argentina, Bidart Campos, en su obra Matrimonio y unión civil del mismo sexo,
publicada en la edición de El Derecho, en el tomo 164, página 721, cuando dice que no es
igual la convivencia de dos personas de distinto sexo que la unión entre personas del mismo
sexo. Hay una diferencia. Esta diferencia no vale por la ignominia de lo diferente, sino
solamente para identificar lo que ocasiona grandes desigualdades.
Dicha esta pequeña introducción, voy a dar las razones por las que rechazo este
proyecto venido de la Cámara de Diputados. En primer lugar, son ocho los países del mundo
que han adoptado este tipo de matrimonio: Sudáfrica, Noruega, Canadá, España, Bélgica,
Suecia, Portugal, Holanda, sobre casi 190 naciones que existen en el mundo. En los Estados
Unidos, de los 50 estados que integran la unión, 44 han rechazado una enmienda
constitucional que permita el matrimonio de personas del mismo sexo; sólo 6 estados lo han
aceptado. En América del Sur no existe ningún país que haya adoptado el sistema del
matrimonio civil entre personas del mismo sexo. Por ello es claro que, en la legislación
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se aprobó en Diputados −creo que es una afirmación que no se puede discutir−, que estuvo
tanto tiempo en debate y fue objeto de tanto esfuerzo físico e intelectual, tendría que ser
objeto de perfeccionamiento en algunos aspectos. En tal sentido, es evidente que aquel
tratamiento fue impulsado nuevamente por otras razones, distintas a la necesidad de dar
derechos a quienes no los tienen en nuestra legislación.
A continuación, me referiré a dos o tres cuestiones acerca de las cuales no me
explayaré mucho por respeto al tiempo de todos y, además, por el imperativo del
Reglamento.
No voy a descubrir, como suelo decir, el "agujero del mate", pero el argumento
basado en la discriminación al sostener que no es lo mismo el matrimonio que la unión de
homosexuales resulta totalmente falso. Ya se ha dicho aquí y sería impropio repetirlo. Todos
sabemos que se discrimina cuando, ante situaciones similares, por el orden jurídico se trata a
las personas de modo distinto.
Sin embargo, en este caso hay que hacer un esfuerzo para comprender la situación. A
mí no me alcanza la inteligencia natural que me ha dado Dios para aceptar que es lo mismo la
unión de heterosexuales que la unión de homosexuales, más allá de que respeto a esta última
y de que su existencia no me causa ningún problema de violencia. Lo que sucede es que,
como legislador, siento que hay que colocarse por encima de una determinada especulación o
presión.
En ese sentido, alguien dijo "la Iglesia ha presionado". En mi caso, gracias a Dios,
respecto de este tipo de temas no me presiona nadie. Además, tengo la suerte de integrar un
partido que es bastante democrático. Por lo tanto, estamos en libertad de equivocarnos o de
acertar: pero decidimos nosotros.
En consecuencia, debo decir que es falso el argumento de la discriminación. Y debo
expresar que, además, como legislador nacional me pesa soslayar el valor que tiene el
matrimonio. No puedo tomar con ligereza que porque aquello que es verdad –que las uniones
de homosexuales existen y van a existir; entonces, hay que legislar respecto de ellas y
reconocerles derechos–, eso nos autorice a nosotros, los legisladores nacionales, a violentar
−si se me permite la expresión− la institución del matrimonio, que sigo creyendo importante
más allá de las desavenencias y de las observaciones que podamos hacer a esa vieja
institución de miles de años. Me refiero, por supuesto, a la familia.
Por supuesto, podrán contradecirnos diciéndonos "Pero la familia ahora, por este
nuevo concepto, es una relación amorosa". No niego esa postura ni que pueda existir. Pero
creo que nosotros, como legisladores, so pretexto de esa necesidad de legislar −porque son
personas que merecen también el mismo trato y consideración por parte de quienes
legislamos−; so pretexto de legislar sobre esos derechos demos una señal a la sociedad. Hablo
de una sociedad que viene muy golpeada, a la que no podemos decir que el matrimonio es
igual que las otras uniones. Considero que no sería una buena señal de parte nuestra.
Por último, evidentemente en la Argentina tenemos muchas cosas en las que nos va
mal. Tenemos comportamientos que, lejos de hacernos presumir que mejoraremos, nos
ahondan en el subdesarrollo. Me pregunto, por qué no tener en cuenta lo que se ha dicho acá.
Se ha avanzado con un sentido progresista, pero no con especulación alguna. Lo cierto
es que para legislar sobre estas uniones hay que ordenar la otra legislación sobre la que nada
se ha dicho. ¿Cómo es esto de que no nos importa lo que sucederá? ¿Cómo es esto de que
traspolamos una unión −con toda la tradición que tiene la familia− y a pesar de nuestros
códigos, que han legislado sobre uniones de heterosexuales, le queremos insertar esta otra
unión? Vuelvo a decir, si ustedes me permiten –para que no queden dudas–, me merece todo
el respeto; pero no es lo mismo. De hecho, esto no puede quedar sin ordenar ni legislar. Creo
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fundamentación de la que puedo verter yo, que soy ingeniero; pero sí voy a hablar con la
convicción clara de lo que considero que es la sociedad, de lo que considero que es una
familia y, principalmente, teniendo en cuenta los derechos fundamentales del niño, que es lo
primordial en este tipo de legislación. Digo esto porque los adultos podemos defender
nuestros derechos, pero un niño no; y ahí hay que tener cuidado en este tema.
Con respecto al matrimonio, yo creo que es una institución que ha sido la base de
constitución de la sociedad –tal como han dicho acá– y que está pactado entre un hombre y
una mujer porque tiene el objetivo primordial de engendrar niños. Los niños salen a partir de
esa unión. Esa es la institución y base de una sociedad, donde se forma una familia, una
célula y a partir de ahí se va conformando lo que es una sociedad tal como la vivimos hoy. ¡A
lo mejor mañana exista otra sociedad! Si no tendremos que ponernos a discutir las bases
fundamentales de la conformación de una sociedad; pero no podemos cambiar por cambiar
una ley y, en vez de “marido y mujer” poner otros términos. Creo que hay una discusión
mucho más de fondo. Entonces, considero que esto es fundamental.
En cuanto a si estamos afectando el derecho, yo creo que no porque son cosas
diferentes. El matrimonio de homosexuales es diferente al matrimonio de heterosexuales. Son
objetivos claros diferentes que tiene el matrimonio como concepción de heterosexuales al que
puede tener un matrimonio de homosexuales, a quienes les doy toda la defensa de los
derechos de su condición.
No estamos hablando de los homosexuales solamente ahora porque esta es una
historia vieja. Desde el principio de la humanidad existieron tendencias sexuales y no vamos
a catalogarlas ahora. Tengo el mayor de los respetos por ellos, pero hay que legislar para esa
situación que es diferente a la situación de un matrimonio entre un hombre y una mujer, que
tiene un objetivo fundamental.
Hay otro tema, que es el que más me preocupa de todos: el de la adopción. Se trata de
un tema muy sensible, como ninguno. Ahí estamos hablando de los derechos de un niño.
Estamos hablando de un niño que es fruto de un padre y de una madre, y que tiene
derecho a vivir biológicamente con esos padres. El Estado viene en un rol posterior en el caso
en el que haya orfandad o alguna limitación por la cual tenga que trasladar a ese niño en
adopción. Para eso hay una legislación y determinados requisitos.
Lamentablemente yo provengo de una provincia con índices de pobreza muy altos,
pero por la inmigración que hubo nos brindó la característica de tener chicos muy lindos...
Sr. Gioja. – ¡Con excepción del orador! (Risas.)
Sr. Viana. – Con algunas excepciones como la quien les habla, dice el senador Gioja; pero
bueno, también tenemos derechos. (Risas.)
Yo he encontrado gente en Misiones, con quienes he tenido discusiones muy fuertes,
que ha ido a buscar un niño rubio, de ojos celestes y alto. ¿Qué me hablan de amor si han ido
a buscar la mejor criatura a Misiones?
En Misiones hubo estudios de abogados que tenían books de madres embarazadas
para vender sus chicos. Esto es real y fue denunciado. Cuando fui presidente de bloque en la
Legislatura inicié un juicio político a una magistrada y la hemos sancionado: la hemos
expulsado del Poder Judicial. ¿Sabe por qué? Porque ella tenía el criterio de que a cualquier
niño pobre se lo teníamos que dar a alguien rico porque iba a estar mejor. Entonces, ¿dónde
cae el Derecho? Cae en el juez que tiene la interpretación de decir a dónde va ese chico.
Si nosotros abrimos claramente la posibilidad de opción de una pareja homosexual, el
niño no tiene el derecho a elegir a sus padres porque ese niño va a depender de la voluntad
política del juez. Entonces, el día de mañana puede generarse una cuestión con relación a
“por qué yo tengo dos mamás o dos papás”.
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hilar el argumento.
Tengo que decir que como representante de mi provincia cuento con el respaldo de la
decisión de la Cámara de Diputados, en los proyectos de los diputados Bolatti, del Frente
Grande; del diputado Carlos Martínez, de Libres del Sur; del diputado Acosta, del partido
radical. Ellos han propuesto estos siete proyectos de resolución a favor del matrimonio y de la
adopción de los hijos.
Con respecto a la cuestión…
Sr. Nikisch. – Pido la palabra para una interrupción.
Sr. Presidente (Romero). – Señora senadora, el señor senador Nikisch le solicita una
interrupción. ¿Se la concede?
Sra. Corregido. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Romero). – Para una interrupción, tiene la palabra el señor senador Nikisch.
Sr. Nikisch. – Simplemente, quiero aclarar que el diputado Raúl Acosta no pertenece a la
Unión Cívica Radical sino al Partido de la Concertación.
Sra. Corregido. – Tiene razón, señor senador Nikisch.
Sr. Presidente (Romero). – Continúa en uso de la palabra la señora senadora Corregido.
Sra. Corregido. – La Cámara de Diputados de la provincia del Chaco ha dado el
consentimiento a la aprobación de la ley de matrimonio igualitario y a la ley de adopción.
Con relación a la cuestión de la adopción, quiero decir que me parece que en este
tema se ha puesto a los niños en medio del debate con la intencionalidad de generar miedo y
pánico moral; como si los niños, con la aprobación de esta ley de matrimonio igualitario,
pasaran a estar expuestos a cualquier maltrato, como si las personas homosexuales fueran
anormales, perversas, abusadoras. En verdad, considero que todas esas son afirmaciones
falsas e injustas, que violentan la buena voluntad de todos los argentinos que hemos
escuchado este debate. Creo que debemos tener mucho cuidado en no caer en estas divisiones
tan terribles, con estos discursos tan vacíos de comprensión, de tolerancia y de afecto.
Ahora bien, quiero hacer un reconocimiento a quienes en la provincia del Chaco
pusieron el corazón y el cuerpo para defender esta ley de inclusión para todos y todas. No
quiero dejar de mencionar a Nancy Sotelo, una luchadora por los derechos civiles y sociales;
al escribano Cristian Rolón Motter; al profesor Szabo; al pastor luterano Gleim; al ingeniero
Maidana, al periodista español Paco y especialmente a Úrsula Sabarese, que tuvieron el
coraje, la honestidad y la tolerancia necesarias para exponer en la audiencia que se hizo en el
Chaco.
Por otra parte, deseo hacer un razonamiento con relación a la cuestión de la
pertenencia política, a si en este debate no debemos tener en cuenta la doctrina de los partidos
políticos a los que cada uno de nosotros pertenece. Efectivamente, nosotros estamos sentados
aquí porque en algún momento adherimos a un partido político, hicimos campañas, fuimos a
elecciones internas y nos eligieron; y estamos representando no sólo a un partido, sino
también a nuestras provincias.
Como peronista que soy, cada vez que debemos considerar estos temas yo trato de
abrevar en la doctrina y recordar en nuestra historia peronista las cosas que nos han
fortalecido y que nos han hecho ser lo que somos. Por ello, cuando hablamos de matrimonio,
de exclusiones y de discriminaciones –que de esto se trata– pienso en Eva Perón, quien
verdaderamente ha sido un ejemplo claro de la discriminación de la sociedad por ser pobre y
por ser hija natural, pues en aquellas épocas los hijos naturales no tenían derechos.
La verdad, si hay alguna institución que dignificó a Eva fue el matrimonio con Juan
Domingo Perón. Fue un acto de amor de Perón, porque es el amor el que vence los prejuicios,
el que tira vallas y el que permite acercamientos; y fue ese amor de Perón a Evita el que
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permitió que se pudieran casar a pesar de que Evita era una excluida por pobre, por hija
natural y además por mujer, porque las mujeres tampoco teníamos derechos en aquel
momento. Además era actriz: hoy también se dijo que las actrices eran desvalorizadas
moralmente.
Para Perón, coronel del Ejército, quizás Evita no era la mejor mujer para casarse,
quizá no era la que cumplía con los requisitos sociales para el matrimonio. Sin embargo, el
amor de Perón dignificó a Evita y por eso se casaron. Así le dio todos los derechos y toda la
dignidad. Y eso es el matrimonio.
– Ocupa la presidencia el presidente provisional del H. Senado, don
José J. B. Pampuro.
Sra. Corregido. – Lo que tenemos que decir aquí que hay montones de familias, montones
de parejas, montones de mujeres que se quieren entre si, de hombres que se quieren entre si,
que también quieren vivir amparados bajo la dignidad del instituto que se llama
“matrimonio”. No me parece que nosotros tengamos ningún derecho, desde ninguna moral
dominante, a prohibir que los demás vivan como quieren vivir.
Por último, como no soy abogada, quiero leer uno de todos los argumentos de los
constitucionalistas que he leído. Este lo elegí porque me parece excepcionalmente claro y
contundente. Dice así: “Sustancialmente se trata de razones de índole jurídica. Creo que el
artículo 172 del Código Civil, que data del siglo XIX, al excluir a las personas de un mismo
sexo de la posibilidad de contraer matrimonio plantea una discriminación inadmisible, porque
lo hace sobre la base de la orientación sexual de las personas; y me gustaría fundar este
punto. La jurisprudencia de la Corte norteamericana, que ha sido receptada también por la
Corte argentina, crea la llamada “categoría sospechosa”. Esto significa que cuando el
legislador hace una distinción basada en razones de raza, género o alguna otra cuestión
relativa a minorías, está configurando una categoría sospechosa que goza de la presunción de
inconstitucionalidad. Por lo tanto, para justificar la validez de la distinción y sostener una
necesidad social imperiosa, nuestra Corte dice que es necesaria una justificación racional
entre el fin que busca el Estado y el medio que se utiliza. Pues bien: la orientación sexual de
las personas es una categoría sospechosa. Este es el criterio del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos a partir del caso Karner, y también del Comité de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas, y el que a su vez han establecido las Cortes constitucionales de
Sudáfrica, Canadá y Bélgica, porque se establece una distinción desventajosa para una
determinada minoría. Yo no encuentro ninguna razón imperiosa ni atendible para que los
heterosexuales podamos gozar de mayores derechos que los homosexuales.” Esto lo dijo en la
Cámara de Diputados el diputado y constitucionalista Gil Lavedra.
Por último, como católica que soy, quiero reconocer la actitud cristiana de los
sacerdotes de Córdoba, Quilmes y Mendoza que, con todo coraje y convicción, han defendido
el Evangelio y la libertad de pensamiento. Han pensado, como Jesús enseñó, que el Evangelio
nos hace libres y que el amor es lo único que importa.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Bortolozzi.
Sra. Bortolozzi de Bogado. – Señor presidente: voy a hacer consideraciones de tipo político.
Hemos sido arrastrados setenta y dos políticos grandes, algunos viejos...
Sr. Mayans. – ¡Otros no tanto!
Sra. Bortolozzi de Bogado. – Así es: como dice José Mayans también ... en torno de este
tren de herir a la sociedad y de distraerla de los problemas fundamentales.
Hemos dividido a todas las iglesias. Hemos seguido como tontos una política de
distracción. Yo no voy a votar lo que viene de Diputados porque es eso: una política de
distracción.
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¡Y voy a denunciar acá que aquí se violaron los fueros de dos señoras senadoras que,
en vez de ponerlas en un calabozo –como hacían los monarcas de las monarquías
parlamentarias–, fueron metidas en un avión presidencial! Así que se violaron los fueros
parlamentarios.
Todos nosotros sabemos que los fueros parlamentarios están para que no nos metan
presos en un calabozo cuando venimos a votar. Pero ahora, en vez de calabozo, es el avión
presidencial.
Hay un vicio de la voluntad: sí relativo, sí moral. No físico, pero sí moral. Porque es
difícil para una legisladora del oficialismo decir “no” a la jefa del Estado.
De todas maneras, advierto que vamos a tener otras prosecuciones mundialísticas de
esta misma especie. Espero que los setenta y dos que estamos acá –algunos muy viejos y muy
cascoteados– no nos prendamos de nuevo.
Va a venir el tema del aborto. Yo tengo muchos proyectos de aborto, pero no quiero
que se trate “aborto” en un partido Boca–River, ni contra Bergoglio, ni contra los curas:
quiero que se aborde el tema del aborto por la mujer.
Va a venir el tema de sacar ciertos poderes a la Iglesia Católica. No el artículo 2º de la
Constitución porque está en la Carta Magna; pero sí hay incluso un proyecto mío en el
sentido de sacarla del Código Civil como persona jurídica de Derecho Público no estatal.
¡No estoy de acuerdo con que se utilicen esos medios bastardos para humillar al
Congreso, para dividir a la sociedad, para hacer sangrar a la gente! No me refiero a los curas
ni a la curia de obispos, que gana muy bien a costilla de todos nosotros y al artículo 2º de la
Constitución –cuando digo “de todos nosotros” me refiero al pueblo–, sino herir el inocente
sentimiento religioso de la gente; que yo no lo tengo, desgraciadamente, pero lo respeto. ¡Lo
respeto!
¡Estamos siendo cómplices de la herida que le estamos haciendo a la sociedad! Esa es
mi advertencia y les imploro, por favor, que no seamos arreados de nuevo como esta vez.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la senadora Díaz.
¿Solicita una interrupción, senadora Parrilli?
Sra. Parrilli. – Podría haberle pedido una interrupción a la senadora Díaz, pero está sentada
aquí al lado mío y no quería interrumpir a la senadora preopinante.
En primer lugar, quiero decir que no soy una senadora tan vieja –estoy en la mitad– y
que de ninguna manera soy cómplice de ninguna presión que se esté haciendo en este sentido.
Aquí no hay dos senadoras que fueron engañadas sino invitadas a acompañar a la presidenta
y estaban en todo su derecho de decir que sí o que no. Seguramente, habrán ido porque van a
traer cosas muy importantes también para sus provincias.
Creo que éste es un tema que sí genera división, pero que hay que afrontarlo.
Perón decía que la única verdad es la realidad, y la realidad es que hay jueces que ya
han estado fallando a favor de estas uniones de matrimonios de gays o de lesbianas.
Entonces, creo que el Congreso debe expedirse, y que es muy sano lo que hoy está pasando
en esta casa.
Seguramente, está todo bastante mezclado y habrá que esperar que las aguas se
calmen. La verdad que también hemos escuchado algunos argumentos que realmente nos
dejan absortos y sin capacidad de reacción en el momento: por ejemplo, cuando se plantea
qué va a decir el niño adoptado que no pudo elegir que sus padres fuera heterosexuales u
homosexuales. Sin embargo, yo pregunto qué podrían decir aquellos niños que son violados,
maltratados y ultrajados por padres heterosexuales.
Señor presidente: creo que este 14 de julio es un día para que hablemos de muchas
cosas y dejemos la hipocresía de lado. No juzguemos con la misma vara a todos. Quiero dejar
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también muy en claro que, como integrante del oficialismo, no he sido llevada ni fui
cómplice de ninguna de estas acciones.
Así que espero que sigamos en este clima maduro de discusión que hemos llevado
hasta este momento.
Sr. Presidente (Pampuro). – Ahora sí, tiene la palabra la señora senadora Díaz.
Sra. Díaz. – Señor presidente: en primer lugar, quiero decir que si vamos a rehuir el debate
para que no haya tensión o conflictos debemos cancelar la vida democrática porque de esto se
trata la democracia: de la tensión que surge de las diferentes ideas. Luego jugarán las distintas
relaciones de fuerzas para que las mismas se diriman.
Todo lo que no cambia se estanca y muere. Afortunadamente, en estos meses se ha
librado una batalla ideológica que vino a conmover las viejas estructuras de lo que se pensaba
sobre el matrimonio, la familia, la crianza.
Nadie puede negar a esta altura del debate que voló en mil pedazos el sentido común
sobre estas categorías humanas. Aun quienes se aferran al orden establecido a cualquier costo
no pueden ocultar que lo diverso existe porque nos estalló en la cara. Y esto, que ya de por sí
constituye una victoria, es fruto de la lucha de miles que se han organizado para avanzar
sobre el oscurantismo, para romper el techo del prejuicio.
Tampoco es obra del azar que hoy muchas senadoras puedan votar en este recinto. Se
lo debemos a las luchadoras feministas que durante la historia de la humanidad han dejado
sus vidas para que las mujeres votemos, compremos al contado, ocupemos una banca.
Fueron combatidos durante siglos estos mismos argumentos que hoy se escuchan
contra el matrimonio igualitario, aplicado al género femenino. El mero hecho de nacer mujer
condenaba a un recorte de derechos motivado por los cromosomas XX. Gracias al coraje del
cambio hoy esto nos resulta absurdo y arbitrario.
Como planteó el activista Pedro Zerolo, en la valentía está el secreto de la libertad y
de la igualdad.
Los avances sociales son imparables y desde Tierra del Fuego hemos acompañado
desde el principio esta lucha digna, tenaz e inteligente por la igualdad.
No está hoy en juego el poder económico que siempre enreda las manos estatales.
¿Por qué, entonces, tanta inquietud con este proyecto que modifica el Código Civil? Se trata
de universalizar el derecho a la obra social para los cónyuges; establecer un régimen
patrimonial; la protección de la seguridad social y de la infancia; beneficios laborales,
información y acompañamiento médico y régimen de alimentos, entre otras necesidades
básicas de la familia humana.
Las leyes suelen ir detrás de los cambios. La discriminación histórica de las minorías
sexuales se corresponde con esta ausencia y falta de reconocimiento en la legislación. De
aprobarse esta modificación, se podrá correr el umbral de lo imaginable para generaciones
nuevas que, al no ser heterosexuales, siempre habían descartado la posibilidad de formar una
familia al amparo de lo permitido. No nos han votado para legislar únicamente para
heterosexuales. ¿Cómo es posible, entonces, discriminar quién queda bajo la tutela estatal y
quién no?
Estos avances en discusión hoy, tan intrínsecos de nuestra concepción ideal de país,
universalista, igualitaria, parecen afectar al extremo el orden simbólico. Y en esto, influye la
peligrosidad del deseo ajeno. Como lo expresó una activista cordobesa, “se oponen al placer,
a la anticoncepción, al aborto, al lesbianismo, a la homosexualidad, al travestismo, a la
transgeneridad, a la autonomía personal, a la diversidad humana, a la libertad de expresión.
Fomentan la discriminación, la agresión que pesa sobre lesbianas, travestis, transgéneros,
transexuales, gays y que muchas veces nos cuesta la vida. No hay libertad posible cuando el
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Estado y los sectores de poder controlan aspectos tan elementales de las personas”.
No siempre fue así. En las sociedades originarias, no existía el tabú del sexo, ni la
homosexualidad era castigada tal como sucedió luego en el mundo occidental. La española
Casilda Rodrigáñez explica cómo se establece que la única sexualidad humana es coital y
adulta, y que está vinculada a la dominación del hombre sobre la mujer, y de ambos sobre las
criaturas. De hecho, se desvirtúa el concepto de sexualidad al identificarla con genitalidad
y/o, en menor medida ya, con la reproducción.
Como lo dijo Lawrence, el sexo no es más que tacto, el más íntimo de todos los
tactos. Y el tacto es ternura. El escritor hablaba del coraje de la propia ternura cuando hoy se
discute si un grupo humano queda fuera, expulsado de la protección, de la legalidad, lo que
es, en cierta medida, una forma de la muerte.
Incluso, antes del capitalismo, existía el patriarcado definido, por el instructivo
antidiscriminación elaborado por el Area Queer de la Universidad de Buenos Aires y otras
organizaciones, como la ideología que supone la continuación del poder del padre en la
distribución de roles sociales en el matrimonio y en la sociedad a partir de la desigualdad de
géneros; tiene una raíz económica que naturaliza modos específicos de explotación y
opresión. El patriarcado resolvió la necesidad masculina de asegurar la descendencia propia
para resguardar el patrimonio económico y, de allí, como garantía de fidelidad, surgió la
salida práctica del matrimonio, sin que a nadie se le ocurriera vincularlo con el paradigma del
amor romántico que sobrevendría años después. Y todavía existen quienes se escudan detrás
de la naturaleza para justificar por qué se niega un paraguas de derechos a un sector de la
población en función de sus elecciones íntimas. Hoy se nos propone una idea superadora de
matrimonio que, al modificarlo, también lo reivindica.
Hace 122 años, con la instauración del matrimonio civil, en clara búsqueda de la
inclusión de las minorías, la Iglesia utilizó los mismos argumentos que en este momento,
tomando a la medida como el fin de la familia en contra del orden natural con resultados
funestos en la sociedad. No debería estar en discusión lo religioso. Pero es válido recordar
que existe en la Argentina una división explícita entre Iglesia y Estado.
Si bien el artículo 2° de nuestra Constitución Nacional reconoce el culto católico,
apostólico y romano, no se trata de una religión de estado y no todos deben profesarla. No
hay ningún tipo de unión moral entre el estado constitucional de derecho y la religión católica
que permita trasladar los contenidos de dicha religión a la sociedad civil en términos de
regulación de derechos, sostuvo el doctor Andrés Gil Domínguez en este palacio en la
Comisión de Legislación General.
Si la propia iglesia niega el matrimonio civil, ¿cómo es que se puede desconocer una
categoría y, a la vez, pretender influir en ella? No mencionar esto sería obviar un elemento
central de la puja que se produce en esta jornada, siendo que la Iglesia Católica no ocupa hoy
una banca explícitamente, pero vaya si está pesando en este recinto. Y bienvenida sea la
discusión, porque no son los fieles los que frenan los avances sociales: los y las creyentes
caminan un paso delante de la jerarquía, que se distancia de la realidad cultural de nuestro
pueblo. Como lo expresa una encuesta del CONICET, nueve de cada diez personas en la
Argentina cree en Dios y la mayoría de ellas apoyan el divorcio vincular, el aborto legal, la
educación sexual, la existencia de sacerdotisas y otras cuestiones que interpelan al mundo
autorizado.
Incluso, varios sacerdotes han reivindicado que para Jesús, el reino de misericordia,
justicia e inclusión de los desplazados de su pueblo estaba por encima de toda otra
concepción y valores culturales de su tiempo –la familia incluida– y se han preguntado cómo
podríamos considerarnos discípulos de Jesús sin conmovernos con entrañas de misericordia
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ante los hermanos y hermanas excluidos del camino de la vida y la igualdad ante la ley.
¿Podemos seguir de largo sin detenernos a escuchar lo que Dios nos está queriendo decir a
través de tantos y tantas que se sienten explotados y deprimidos bajo un sistema
discriminatorio?
Hoy existe una clara invitación a la convivencia con la diversidad, con todos los
colores del arco iris. Como expresa Diana Bellesi, decir es un acto potente, crea o destruye
mundos. Y no son estas unas palabras hilvanadas para la ocasión. Nacen del profundo respeto
por el espíritu de lucha compartida con quienes han sufrido y aún hoy sufren humillaciones,
muerte, odio y silencio sobre sus vidas. Hoy podemos descorrer los velos del miedo y de la
ignorancia y permitir que la realidad se imponga, que todas las familias cambien y mejoren.
Confío en que será este el día en la que podamos crear un país un poco más justo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Corpacci.
Sra. Corpacci. – Señor presidente: en primer lugar, me parece que es justo hacer un
reconocimiento a la Comisión de Legislación General, que ha recorrido el país para escuchar
todas las opiniones, tanto a favor como en contra de la aprobación de este proyecto de ley.
Quiero hacer también un reconocimiento especial a aquellos grupos minoritarios que,
haciendo un esfuerzo, fueron capaces de salir a poner la cara y el pecho para defender lo que
ellos consideran un derecho que no les debe ser cercenado. A la vez, quiero hacer hincapié
fundamentalmente en los grupos minoritarios de mi provincia, que es netamente católica y
donde la marginación, el ocultamiento y la negación de los grupos de gay y de lesbianas son
tremendos.
Se ha dicho acá que algunos estarán votando en contra de sus convicciones, pero yo
creo que eso no será así. Creo que todos estamos poniendo sobre la mesa nuestras más
profundas convicciones y que, por eso, debemos ser respetados. Y sea cual sea el resultado de
esta votación final, que todos podamos seguir en nuestras provincias recorriéndolas
tranquilamente, que no seamos sometidos a escraches, que no seamos discriminados por
pensar de una u otra manera.
No quiero dejar pasar el comentario de que, en nuestra provincia, el señor obispo nos
ha llamado, hemos conversado con él y, si bien no le hemos expresado claramente cuál iba a
ser la decisión de nuestro voto, se nos ha tratado con respecto. Por supuesto que se trató de
inculcarnos las ideas de la Iglesia Católica, pero siempre se lo hizo con respecto.
Hoy se está debatiendo un proyecto de ley que fue sancionado en la Cámara de
Diputados y que lo que hace es extender la regulación del matrimonio civil. Considero
importante hacer hincapié en esto de “civil”, porque no estamos regulando sobre un principio
religioso, materia que, por supuesto, no corresponde al Congreso y nunca se nos ocurriría
intervenir; queda en la conciencia, en la elección religiosa de cada uno. Lo que hoy estamos
haciendo es, simplemente, extender un derecho como es el matrimonio civil para aquellas
personas que quieren ejercerlo, independientemente de su condición u orientación sexual.
También escuché decir que no es un tema prioritario en el interés de los argentinos.
La verdad es que, probablemente, para mí, heterosexual, que puedo acceder a esos derechos,
no sea prioritario. Sin embargo, para los grupos minoritarios que hace años luchan por este
derecho, sí es prioritario. Además, lo cierto es que, desde hace algún tiempo, algunos jueces
están autorizando los matrimonios que son una realidad en nuestro país, y estamos delegando
de esa manera una facultad que es del Poder Legislativo en el Poder Judicial. Por eso, sí creo
que es importante que hoy tratemos este proyecto de ley.
Yo he escuchado, como seguramente lo han hecho todos los legisladores aquí
presentes, voces a favor y voces en contra. Entre las voces que se oponen a este proyecto,
escuché decir “unión civil sí, matrimonio no”, dándole la oportunidad de algo que dicen los
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mayores los que adoptamos al niño. Por lo tanto, creo que no hay que hacer tanta polémica.
Aquí no estamos quitándole derechos a nadie, sino otorgándoles derechos a los que no los
tienen. Es un derecho que no cercena la libertad de nadie, sino que, al contrario, le da libertad
al que no la tiene. Por ese motivo, yo adheriré al proyecto de ley que permite el matrimonio
entre personas del mismo sexo.
Para finalizar, quiero expresar que soy católica, que envío a mi hija a un colegio
católico y que espero −aspiro− que pueda seguir concurriendo a ese mismo instituto; y que
porque soy católica y cristiana, adhiero profundamente a la fe religiosa y a los principios
fundamentales que, para mí, tiene el cristianismo, que son la tolerancia, el amor al prójimo, la
solidaridad y la protección al desvalido.
Se ha dicho, también, que hay otra serie de iniciativas que son importantes. Adhiero a
eso. La tenencia compartida, la unión civil, la situación de los hijos extramatrimoniales y la
fertilización asistida deben ser tratadas. Pero el hecho de que no se hayan tratado no quiere
decir que sea un impedimento para tratar y aprobar la iniciativa que permite la unión entre
personas del mismo sexo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Basualdo.
Sr. Basualdo. – Señor presidente: como lo han hecho todos los senadores preopinantes,
quiero felicitar a la Comisión de Legislación General, a los secretarios y a la gente de prensa
del Senado, que ha hecho grandes sacrificios para televisar todas las reuniones.
Ver y escuchar las diferentes opiniones nos ha servido mucho, tanto las que han sido a
favor como las que estuvieron en contra. Realmente, lo que hemos aprendido en estos
cuarenta y cinco días nos ha sido de gran ayuda. He tenido la oportunidad de leer varias
versiones taquigráficas, y esto me ha permitido abrir los ojos respecto de ambas posturas.
¿Qué pretendo decir como resumen de todo lo que he visto y leído sobre el tema? Al
hablar del matrimonio, una de las cosas fundamentales vinculadas con él es la posibilidad de
la procreación. Hoy, se habla de matrimonios teóricamente del mismo sexo, que no van a
poder procrear. Es decir que se trata de algo totalmente diferente. Y las cosas diferentes hay
que tratarlas diferente. Si se quiere tratar igual lo que es diferente, se discrimina.
Sí reconozco que hay que legislar sobre diversos temas como lo hereditario, lo
impositivo, la cobertura médica, etcétera. Lo podremos llamar unión civil, convivencia o
cualquier otro nombre, pero el matrimonio es algo diferente. Y no se puede hoy decir que
todo es lo mismo. Si así fuera, mañana, van a venir los musulmanes a decir que la religión les
permite casarse con cinco mujeres y, si no pueden hacerlo, se los estará discriminando.
Entonces, los vamos a incluir dentro del matrimonio. Y en igual sentido, mañana vendrá una
mujer que dirá que quiere casarse con cuatro hombres y, si no se le permite, dirá que se la
discrimina, porque hay hombres a los que se los deja casarse con cinco mujeres. También eso
se va a colocar dentro del matrimonio. Pero el matrimonio es algo diferente. Es para procrear
esencialmente. En el caso en consideración, no pueden procrear. Entonces, es diferente. Y
debe ser tratado en forma diferente.
Una persona con capacidades diferentes tiene que utilizar una rampa. Pero si se
considera que todos necesitan una rampa, a la otra persona no le sirve. Y si no se le da una
rampa a nadie, tampoco sirve a los que tienen capacidades diferentes.
Muchos de los senadores son abogados. Pero si ustedes se quieren inscribir en el
Consejo de Ciencias Económicas, no lo pueden hacer porque no son profesionales en ciencias
económicas. Deben estar dentro del foro de abogados porque son distintos. Eso no es
discriminación para nadie.
Trabajemos sobre una norma que prevea la unión civil o la convivencia, pero no
hablemos de matrimonio porque es algo diferente.
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Pero creo que tenemos la obligación, como legisladores, de poder dar los mismos derechos.
Para igualar, hay que igualar en positivo, hacia arriba; nunca igualar para abajo.
Esa es una de las razones más importantes que, en mi caso personal, me llevaron a
identificarme con este proyecto y a avanzar, independientemente de que, después, en el
tratamiento en particular –esto lo hará el senador Morales– hay cuatro o cinco artículos en los
cuales vamos a proponer algunas modificaciones. Pero que no van a la esencia y al corazón
del proyecto sino que, en definitiva, pensamos que es una manera de emprolijarlo, de acuerdo
con nuestro criterio.
Cuando uno legisla en este sentido, no puede avanzar diciendo: “Bueno, te doy algo
para que vos puedas ir avanzando”. Cuando uno trata de igualar derechos, debe ser en su
totalidad, porque hacerlo en forma parcial, en definitiva, no es hacerlo. Creo que esto es así.
Tomando las palabras y lo que dijo en su momento el diputado Ricardo Gil Lavedra,
él expresó que una de las cosas más importantes que hace este proyecto es realizar una clara
interpretación del artículo 19 de nuestra Constitución nacional, que es el que habla del
concepto de la autonomía, autonomía para buscar la diversidad en preferencias, valores,
principios e ideas, y no en la uniformidad. Creo que lo más importante en lo que estamos
avanzando nosotros es en eso.
Hemos escuchado fundamentalismos que no ayudan absolutamente a nada, porque lo
importante es poder debatir sobre lo que es el fondo de la cuestión. Creo que en esto todos
debemos hacer el esfuerzo para no caer en esos fundamentalismos.
Yo soy un hombre católico, no practicante, pero cristiano. Me he casado y tengo hijos
que están bautizados. Sin embargo, me he sentido avergonzado de las palabras de quien
tendría que ser mi pastor, o sea, monseñor Bergoglio. Me parece que plantear que la envidia
del demonio es la que quiere destruir a Dios y la que está dentro de este proyecto de ley, no
corresponde a lo que tendría que ser un evangelizador. De la misma manera, he escuchado
desde el otro sector posiciones también fundamentalistas, que considero que no ayudan para
poder debatir esta cuestión.
Así que, intentando estar desprejuiciado de todo lo que es una cultura, que también la
tengo –sin ningún tipo de dudas–, creo que este es un paso muy grande en la igualación de
derechos para un sector de minoría, que en nuestro país estaba requiriendo este tipo de
legislación. Me parece que, de esta manera, vamos a establecer un avance al votar a favor del
derecho a ser diferente que pueden tener los otros. Realmente, me parece que este es un paso
muy importante que podemos dar en un sistema democrático.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Pérsico.
Sr. Pérsico. – Señor presidente: me voy a expresar para adelantar mi voto en contra de la
sanción que viene en revisión de la Cámara de Diputados con relación al matrimonio entre
personas del mismo sexo.
Luego de escuchar muchos discursos, quiero compartir la exposición del señor
senador Jenefes, porque me siento bastante identificado con lo que él ha expresado.
Estoy de acuerdo con las minorías, con su cultura, con sus hábitos, con su forma de
ser y de pensar. También estoy de acuerdo en la no discriminación, que consiste en aceptar la
diversidad. Pero también estoy de acuerdo en que el matrimonio es una institución de nuestra
República que siempre, desde la Constitución, el Código Civil y las leyes internacionales, ha
respetado la heterosexualidad, o sea, al hombre y a la mujer, como base fundamental de la
sociedad. Esto no implica –y me parece mal que se así se entienda– que uno discrimine. Las
uniones del matrimonio son diferentes a las del mismo sexo; y debe ser aclarado de esa
forma.
Quiero aprovechar esta exposición, también, para aclarar varias cosas. En estos días,
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se ha señalado en los medios –yo lo he escuchado– que uno no tenía clara la posición. Sin
embargo, desde el primer momento, yo he hablado con distintos sectores del pueblo de San
Luis, al cual represento –en su gran mayoría, respeta el matrimonio como la diversidad del
hombre y la mujer–, y me he manifestado respetando esa posición. Lo he dicho en todos los
medios. Jamás he dicho nada en contrario. Por eso me sorprendió cuando vi algunas
publicaciones en medios nacionales. Pero no me voy a poner en contra de éstos ni a discutir
al respecto.
Y tampoco hubo presiones. Creo que todos los bloques han actuado con madurez y
otorgando libertad a cada senador para que exprese sus sentimientos, sus pensamientos y los
de su pueblo, a fin de que cada uno vote de acuerdo con sus ideales. Es muy importante dejar
esto aclarado, porque he escuchado muchas cosas que no son ciertas. Creo que a nadie de
aquí lo han obligado a subirse a un avión ni a nada. Aquí hubo libertad de expresión.
Por eso, hice mías las palabras del señor senador Jenefes, porque también me siento
bastante incómodo votando un pensamiento distinto del de la mayoría de mis compañeros de
bloque. Entiendo su postura y espero que ellos comprendan la mía. Creo que ambas
posiciones están muy cerca y, tal vez, un diálogo o un debate podrían permitir, en el futuro,
solucionar con una ley este tema.
Considero que ha sido muy positivo debatir este asunto, dado que las personas que
tienen unión en el mismo sexo deben tener la posibilidad de avanzar sobre una norma que las
ampare. Han logrado establecer un debate en la sociedad argentina que siempre fue muy
difícil, por problemas culturales e históricos, pero se ha avanzado bastante. Por eso expreso
todo mi respeto hacia esos sectores.
Pero también, creo –y son mis convicciones familiares, de mi crianza y también
educativas– que la familia está formada, por naturaleza, por un hombre y una mujer. La
familia está basada en la reproducción de sus hijos. Y creo que nosotros, como legisladores,
debemos respetar fuertemente esa cuestión de Estado, en el sentido de reafirmarla. También
respetar todo lo demás, pero no podemos dejar de lado muchas cosas.
Uno ya no tiene miedo, como político, de escuchar cosas –como decía– extremistas o
fundamentalistas. Pero me parece que no son buenas para estos debates. He escuchado de
familias violadoras, etcétera, y la verdad es que, en la realidad, hay de todo. En la diversidad,
hay de todo.
Yo creo que quienes legislamos tenemos que hacer normas para que el ser humano,
que es un ser imperfecto, pueda mejorar, cambiar y tener una mejor calidad de vida. Es
lamentable que un matrimonio heterosexual abandone a sus hijos o que los niños, a veces, no
sean respetados en sus derechos. Pero nosotros, como políticos, tenemos que batallar para que
esa realidad mejore y que nuestros niños crezcan con la posibilidad de vivir mejor.
Hay una cuestión que no hace a esta norma –yo no sabía si instalarla o no–, como es
la adopción, pero creo que está relacionada con la posibilidad de que se apruebe esta
iniciativa. Y desde mi punto de vista –lo quiero dejar claro, acá-, la familia, el padre y la
madre son generalmente quienes dan la mejor contención a los niños, quienes necesitan de las
figuras parentales para identificarse.
Pero, más allá de eso, según la experiencia que uno ha tenido con sus padres, abuelos,
con sus hijos, esa simbiosis, ese afecto que se establece entre la madre y su hijo al
amamantarlo, al criarlo, al haberlo tenido nueve meses en su vientre –es algo que los hombres
no podemos sentir–, hace que no haya igualdad en algunas cosas. Son diferentes y las
tenemos que tratar así, sin faltarle el respeto a nadie. Creo que esas cosas hay que
profundizarlas. Hay que tratar de que todos tengan las mismas posibilidades.
Hay muchas madres solteras, muchas separadas; y yo digo que para separase, hay que
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tener mucha madurez, responsabilidad, igual que para otros temas. Pero sabemos que hay una
realidad en el país. Por ahí, no son el mejor mecanismo de contención social de los niños y
jóvenes; y eso se puede ver después, en la realidad que vivimos.
Por lo expuesto, quiero expresar mi respeto y las disculpas que puedan merecer los
compañeros de bloque, que han visto que no los acompaño. Creo que es la primera vez que
procedo de este modo. Pero lo hago por mis convicciones, por acompañar a la gran mayoría
del pueblo de San Luis, que me ha expresado su posición. También les digo que respeto su
postura y que sería muy positivo que, en un futuro, superemos esto.
Creo que esto implica un cambio cultural que no se puede hacer en un mes o en un
año. Es un cambio cultural que necesita de nosotros un tiempo de maduración. De todos
modos, pienso que el debate se ha dado; se ha llevado a todo el país por parte de la Comisión
y se ha puesto en la primera página de todos los medios, más allá de que algunos han sido
fundamentalistas y me han hecho sentir mal, porque yo digo que, en democracia, tenemos
que saber pensar diferente. Y cuando alguien piensa diferente, creo que antes de demonizarlo
o asegurar que no es bueno, tenemos que encontrar algún término medio.
No sé cuál será el resultado hoy, pero yo estoy expresando mi posición, el deseo de
poder armar una iniciativa que contenga y otorgue los derechos que se merecen los
matrimonios de personas del mismo sexo. Pero también, estoy manifestando la diferencia
entre estos y los matrimonios entre personas que no son del mismo sexo. Me parecen dos
cosas totalmente distintas.
Eso no implica que uno no les quiera dar afecto; a mí, inclusive, me tocó convivir con
ellos; tener amigos con parejas homosexuales, que me parecen brillantes; conocer que hay
cosas buenas y malas en los dos sistemas.
Pero la Constitución y los tratados internacionales de Derechos Humanos dicen que la
familia es la unión del esposo y de la esposa, de la mujer y del hombre; es la base social
fundamental y, sin discriminar a nadie, habría que tomarla como núcleo de nuestro Estado, tal
como ha sido hasta ahora en la Argentina.
Desde esa posición, y respetando las contrarias, pidiendo disculpas al gobierno
nacional por no estar de acuerdo en este tema, voy a votar en contra del proyecto que viene
de la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el senador Banicevich.
Sr. Banicevich. – Señor presidente: a veces, los momentos históricos llegan de una forma
imposible de detener. Y este es el caso del matrimonio igualitario, señor presidente. No
podemos detener lo que a gritos se ha impuesto; la igualdad de oportunidades en las uniones
de pareja en la Argentina no pueden ser esquivadas por más tiempo en su tratamiento.
Varios sectores de la sociedad de nuestro país han sufrido durante años
discriminaciones que estaban basadas en el prejuicio, en el concepto colonial de supremacía,
en el desconocimiento de los derechos de las minorías, simplemente porque eran minorías. Y
nosotros, como peronistas, podemos decir que fuimos víctimas de este concepto de
discriminación. Al comienzo de nuestra vida política, fuimos los cabezas negras; luego,
fuimos tildados de patoteros, vagos y no sé qué más. Posteriormente, a algunos inocentes los
tildaron como culpables diciendo que “algo habrán hecho” y pagaron con su vidas y con sus
desapariciones. Y así fuimos transcurriendo nuestra vida como movimiento organizado,
siendo discriminados por los sectores poderosos de la Argentina, aquellos que se jactaban de
“pertenecer”, como si solamente un sector tuviera pertenencia a un todo.
Nos castigaron, nos separaron, nos encarcelaron por pensar distinto. Nos
menoscabaron, nos prohibieron por las dudas. No podemos olvidar nuestros orígenes. No
podemos olvidar, no debemos olvidar, que cuando nos discriminaron, nos negaron nuestros
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derechos. No podemos avanzar en la misma línea de aquellos que nos quitaron la posibilidad
de ser iguales a todos. Porque todos somos iguales, aunque a algunos les duela o les cueste
admitirlo.
Y hoy, estamos en una situación que nos obliga a ejercer la memoria. Millones de
argentinos y argentinas están reclamando un derecho que no tienen: el derecho a amarse
legalmente. Y ese derecho al amor legal debe ser cubierto por las figuras que la ley tiene para
todos los que hasta ahora pueden amarse de esa forma. Y no importa el sexo de quienes se
aman, porque el amor nos iguala, el amor nos debe unir, no desunir.
El proyecto de ley que estamos tratando y que llega en revisión de la Cámara de
Diputados tiene la posibilidad de unirnos. No importa cuál sea nuestra elección sexual,
simplemente porque la elección sexual es individual, es personal. Lo que sí nos debe importar
es el concepto de la igualdad ante la ley.
Y ejerciendo la memoria a la que aludí en un principio, debemos unirnos y no
separarnos. Por eso, ante la posibilidad de reparar derechos postergados, como hombre de la
democracia, como peronista, no puedo hacer otra cosa que apoyar el proyecto de ley en
revisión, que hace que todos seamos iguales.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Cano.
Sr. Cano. – Señor presidente: en primer lugar, quiero decir que, en todo este tiempo, he
podido encontrar que, más allá de las posiciones con respecto al tema que hoy se está
tratando, hay una coincidencia absoluta en que nuestro ordenamiento jurídico no puede
desconocer, bajo ningún punto de vista, que existen uniones de hecho de parejas
homosexuales.
Y creo que es importante resaltar eso, porque está enmarcando la convicción que
tenemos quienes pensamos en la alternativa distinta de que, efectivamente, el Estado tiene
que garantizar derechos. Esa es una primera reflexión que me parece importante destacar,
para que no caigamos en la demonización, ni de un lado ni del otro, de quienes tienen una
mirada diferente con respecto a este tema.
En segundo lugar, quiero hacer referencia a algo que a mí me parece que debería ser
un hecho a imitar, cual es que este Senado se ha impuesto las fechas del 6 y 14 de julio para
emitir dictamen y para debatir este tema que, con toda honestidad, digo que no creo que sea
el asunto central de debate en la Argentina. Creo sí que es un tema importante que afecta a un
sector y hay que darle el tratamiento que se merece, pero observo que, desde sectores del
oficialismo, puntualmente, desde el matrimonio Kirchner, este tema no se milita desde la
convicción; y digo esto porque se ha tenido una mayoría absoluta prácticamente durante seis
años en ambas Cámaras, se han propiciado normas que han avanzado sobre las autonomías
provinciales, han propiciado normas que han quitado facultades al Congreso de la Nación,
pero jamás han avanzado en una iniciativa de esta naturaleza, que si lo hubiesen hecho desde
la convicción, seguramente, esto ya sería ley.
Por otro lado, cuando se habla del progresismo, de la libertad de conciencia y de las
individualidades, me parece que hay hechos que nosotros no podemos soslayar o pasar por
alto.
Hay una situación que me moviliza y que, reitero, no puedo pasar por alto: un senador
de mi provincia, que era vicepresidente de la Comisión de Legislación General, tuvo que
renunciar a esa Comisión por no firmar el dictamen que el oficialismo propiciaba. Por lo
tanto, considero que no se puede plantear el progresismo, la libertad, la igualdad cuando un
senador tiene que renunciar a una Comisión por no estar de acuerdo con el dictamen que
propicia la mayoría del bloque oficialista. Es un hecho grave que los senadores tengamos que
renunciar a las comisiones por nuestras posiciones en virtud de casi más de veinticinco años
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de democracia en la Argentina.
Es importante remarcar esto, porque la Comisión de Legislación General ha
escuchado las diferentes opiniones de los representantes de las provincias de la Argentina
con tolerancia y con respecto. La verdad es que en la audiencia en donde me tocó participar,
he visto mucha tolerancia y mucho respeto, tanto para los que pensaban de una manera como
para los que lo hacían de otra.
Pero todo ese trabajo que hizo la Comisión de Legislación General diría que ha sido
en vano, porque en esta sesión, hoy, no se está debatiendo ni está plasmado lo que muchos
sectores de la sociedad argentina aceptan y habían planteado como una alternativa, que es la
unión civil. Me parece que, en primer lugar, el pleno debería haber decidido si se habilitaba
el tratamiento de ese dictamen o no.
Yo no soy de plantear cuestiones de privilegio. En mi provincia, me tocó batallar
contra el oficialismo en una absoluta situación de desigualdad y nunca lo he hecho, pero
tampoco le voy a tolerar al senador Pichetto que califique de tramposos a quienes han emitido
una opinión en el dictamen de unión civil, que lleva la firma de nueve senadores, inclusive
algunas en disidencia, porque desde el radicalismo, nosotros íbamos a plantear en el recinto la
eliminación de dos artículos de la iniciativa –24 y 17–, porque se compatibilizaron cinco
proyectos para tener un dictamen en este recinto.
Entonces, uno es ingenuo y firma cualquier cosa o es tramposo; y la verdad es que yo
no me considero tramposo; soy muy frontal y no voy a permitir que nadie me tilde y me
califique por haber expresado mi opinión al haber firmado un dictamen.
Y esos procedimientos no hablan muy bien de la manera en que llegamos a este
recinto a debatir este tema. Porque los mismos plazos autoimpuestos por este Senado,
también, deberían valer para autoimponerlos sobre un montón de temas que no se debaten
aquí y que son aquellos que forman parte de la agenda política o de la agenda de la gente en
la Argentina.
Señor presidente: sí estamos de acuerdo en que el ordenamiento jurídico no puede
soslayar derechos, sí estamos de acuerdo en que hay elementos que desde el análisis nos
hacen tener la absoluta convicción de que no estamos generando ningún hecho de
discriminación.
Quien habla ha sido presidente de la Comisión de Derechos Humanos en la provincia
de Tucumán, y la verdad es que cuando hubo hechos graves de discriminación, que inclusive
tomaron estado público en el ámbito nacional, no lo vi al INADI ni a ningún militante de
estos que hablan de progresismo y demás, solidarizarse, por ejemplo, con los menores en
conflicto con la ley, que en Tucumán comían en jaulas, como los animales. Eso lo denuncié
públicamente y fue lo que llevó a cerrar ese instituto.
Por mi posición política, jamás votaré una norma que genere discriminación, porque
me avalan mi militancia y trayectoria. Cuando uno analiza el tema, observa que en Francia
−la cuna de las libertades−, un país al que muchas veces tomamos como ejemplo, inclusive
quienes militan en organismos de Derechos Humanos, existe el Pacto Civil de Solidaridad y
del Concubinato; y que no se produce discriminación.
En ese sentido, el senador Juez hizo referencia a un fallo reciente de la Corte Europea
de Derechos Humanos, fuente de inspiración de muchas asociaciones de derechos de los
homosexuales. Al respecto, basta con retrotraerse a la prensa de aproximadamente tres años
atrás para advertir que siempre militaron por la unión civil, como, por ejemplo, la Comunidad
Homosexual Argentina.
En consecuencia, considero que si hubiésemos tenido la convicción de no fragmentar
ni dividir a la sociedad argentina y de plantear lo que recién manifestaba el senador Pérsico,
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en el sentido de que el Senado estaba dispuesto a aprobar una iniciativa que diera respuestas y
que no vulnerara ni conculcara derechos −que es la que solicita la Comunidad Homosexual
Argentina desde siempre−, sería absolutamente innecesario el enfrentamiento y la
descalificación, sin importar de dónde provengan. Sin embargo, en éste como en muchos
otros temas, se busca dividir y fragmentar a la sociedad argentina.
Asimismo, analicé, observé y escuché apreciaciones de diversa naturaleza en cuanto a
que en el interior la gente, mayoritariamente, está en contra porque son sociedades
conservadoras y porque la Iglesia Católica tiene mucha influencia. Puntualmente, esa
cuestión fue comentada en la audiencia realizada en Tucumán. Sin embargo, en mi provincia,
quien es gobernador por segundo período consecutivo, no es católico y, a pesar de ello,
obtuvo el acompañamiento de más del 75 por ciento de los tucumanos.
Por ello, ante el planteo de un esquema de conservadores −o trogloditas− o
progresistas, sería bueno que todos nos hagamos cargo de nuestros errores y analicemos
efectivamente cuáles son las banderas del progresismo, en un país donde hay 14 millones de
pobres, donde basta con hacer una cuadra para ver por la noche cómo la gente duerme en la
calle, donde hay 4 millones de argentinos que tienen un salario de menos de 900 pesos por
mes y donde hay provincias −como las del NOA y NEA− en las que más del 40 por ciento de
su población vive por debajo de la línea de pobreza.
La respuesta a ese interrogante deberían darla los partidos políticos, entre los cuales,
obviamente, incluyo al mío y asumo que tuvimos responsabilidades de gobierno. Sin
embargo, ni de un sector ni de otro se supo dar una respuesta.
En consecuencia, sería bueno que discutamos, reitero, qué significa ser progresista.
Progresista implica generar las condiciones desde el Estado para la movilidad social; para la
igualdad de oportunidades; para que quien tiene la oportunidad de estudiar en un colegio
privado −porque su padre lo puede pagar− no tenga una calidad educativa diferente en
relación con quien estudia en una escuela pública; para que no haya jubilados −como en
Tucumán− que desde hace cinco años marchan todos los miércoles en reclamo de la
movilidad y la porcentualidad que les corresponde.
Entonces, debemos hacernos cargo de lo que significa ser progresista, porque aquí, en
nombre del progresismo, se le ha recriminado a quien no está a favor de aprobar una norma
que, lógicamente, generará acciones de inconstitucionalidad.
Ya se dijo que esta iniciativa tiene errores secundarios. En ese sentido, cuando se
pergeña o se sanciona un proyecto de ley, no debe tener errores secundarios ni primarios, sino
que debe ser una norma que no genere acciones de inconstitucionalidad.
Sin embargo, claramente, esta iniciativa tiene artículos que serán cuestionados por
inconstitucionales. ¿De qué manera puede suponerse, en el caso de que se casen dos mujeres,
que tendrán un hijo matrimonial, cuando la primera condición que se requiere para que exista
la especie humana es un óvulo y un espermatozoide? Además, en cuanto al padre biológico,
el de la identidad es un derecho humano fundamental.
Como dije, algunos artículos de este proyecto son inconstitucionales, porque generan
discriminación hacia el matrimonio heterosexual. Seguramente que es muy difícil, por más
buena voluntad que se tenga, equiparar a este nuevo instituto todo el ordenamiento jurídico
del Código Civil vinculado con el matrimonio heterosexual y, en consecuencia, se generarán
acciones de inconstitucionalidad, porque sinceramente no se busca resolver el problema.
Se ha utilizado la militancia de las asociaciones que luchan por la cuestión de género
y de igualdad para dirimir una cuestión entre el kirchnerismo y la Iglesia a raíz de las
posturas públicas que ésta ha tenido con relación a la situación nacional. Pelea en la cual el
cuerpo no debería estar involucrado.
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Puesto en valor, señor presidente, me parece que hay que ser muy cuidadoso cuando
se emiten opiniones con respecto a la gente del interior y de lo que se vive en las provincias.
Para algunos, aparentemente, es malo tener valores culturales y el concepto de familia, que es
anterior a la religión, o el concepto de las tradiciones de lo que somos como sociedad. Para
algunos, parece que es malo tener valores religiosos, ser católico o musulmán.
Uno puede compartir o no las posturas, pero no puede calificar que en la provincia de
Tucumán se hayan movilizado cuarenta y cinco mil personas para defender valores.
¿Por qué tener una mirada peyorativa con relación a lo que opina la gente si, de
hecho, un país se construye con la diversidad, no demonizando a quien piensa distinto y
entendiendo que hay valores arraigados en lo que somos como sociedad y que son muy
difíciles de vencer?
Cuando Juez hace referencia al planteo de dos homosexuales que pretendían casarse
en Austria en 2002 y apelan a todas las instancias judiciales de ese país, que desestimó el
pedido, y finalmente van a la Corte Europea de Derechos Humanos –fuente de inspiración de
todas estas asociaciones–, esta determinó, en un reciente fallo de hace veinte días, que no
existe –creo que al senador Juez le tradujeron mal el fallo– la obligatoriedad de los Estados
de equiparar el matrimonio heterosexual con el homosexual. No genera discriminación ni
vulneración de derechos lo que tenga que ver con la vida privada o la familia.
Entonces, hay que decir las cosas como son. Nadie está en contra de dar derechos a
quienes deciden desde el amor conformar una unión o un vínculo, ya que es una decisión
libre que debe ser respetada por todos. Sin embargo, había soluciones que no iban a dividir ni
a fragmentar a la sociedad argentina, como lamentablemente ha ocurrido.
Reitero que hay ejemplos como los de Francia, a la que muchas veces se utiliza como
ejemplo para destacar lo que significan las libertades. Sin embargo, en 1999, ellos
sancionaron una ley que avala la unión civil de personas del mismo sexo.
Tengo militancia y tengo trayectoria en la defensa de las libertades y no voy a
permitir que se califique de retrógrados o de no progresistas a aquellos que tenemos una
mirada distinta con relación a cómo resolver esta situación. No voy a aceptar que se diga que
se perjudica a una minoría y que el Senado de la Nación y el poder político le deben dar una
respuesta.
Obviamente, hay quienes creemos que la familia, los valores culturales y la unión de
un hombre y una mujer son sustancialmente distintos a la unión de dos hombres o de dos
mujeres. No quiero calificarlos. No diré si son mejores o son peores. Son distintos. Pero
cuando hay situaciones diferentes, el ordenamiento jurídico debió ser otro.
Lamento que en el Senado, en nombre de la libertad, el progresismo y la democracia,
hoy no se pueda debatir el proyecto de unión civil, que también reflejaba lo que pensaba un
amplio sector de la sociedad argentina. Y esto no se pudo hacer por un artilugio o una
maniobra que, a lo mejor, es legal o no. Sin embargo, debería haberse discutido en este
recinto.
Reitero que me parece grave que un senador haya tenido que renunciar a una
Comisión por no firmar el dictamen que propiciaba el oficialismo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Torres.
Sr. Torres. – Señor presidente: quiero adelantar mi voto positivo a la sanción de la Cámara
de Diputados y anticipar que voy a solicitar la inserción de mi discurso, dado que no habrá
tiempo para expresar los conceptos que hubiese querido.
Creo que esta discusión en este Senado y en la sociedad argentina no es el primer
debate que se da con estas características. Aristóbulo del Valle y Derqui fueron quienes
defendieron el matrimonio civil a fines del siglo XIX; en contra, y con argumentos muy
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parecidos a los que dan los fundamentalistas, actuaban los senadores Pizarro y Funes. El
mismo debate, y con las mismas amenazas de pecados, incluso con marchas en Plaza de
Mayo con la virgen María encabezadas por un obispo, fue el que se dio con el divorcio
vincular durante el gobierno de Raúl Alfonsín; y hoy nos toca hablar del matrimonio de
personas de un mismo sexo.
Yo respeto las voluntades y los votos de cada senador o de cada legislador que le tocó
votar en la Cámara de Diputados; lo que no acepto es la discriminación que se da en muchas
partes de la sociedad y, en algunos casos, la que visiblemente se dio en este recinto.
El eje de mi discurso va a ser, fundamentalmente, tratar de reivindicar que acá la
única diferencia que existe con los gays es que ellos tienen menos derechos que nosotros. No
existe otra diferencia que sea de una importancia colectiva o que tenga algo que ver
exclusivamente con la vida privada de ellos.
En este sentido, señor presidente, es muy importante saber cómo se constituyó nuestra
historia, conocer la base de la civilización occidental a través de los filósofos griegos, lo que
pasó en la cultura romana. Platón, Aristóteles y Sócrates eran homosexuales. Julio César y
Adriano, que consolidaron el Imperio Romano, eran homosexuales; y también Alejandro
Magno.
No sé si aquellos que dicen que esto no es un problema político sino un atentado
contra los planes de Dios cuando van al Vaticano y ven las obras que están en la Capilla
Sixtina saben que fueron hechas por un homosexual, señor presidente.
Justamente, ese pensamiento único, mientras se hacían estas obras, mientras muchos
homosexuales en la historia de la humanidad enriquecieron las artes, la cultura y la escritura...
Recordemos tantos premios Nobel que fueron dados a reconocidos homosexuales. Pensemos
en los músicos.
¿Qué hubiese pasado si hubiesen tenido éxito las campañas que tuvieron los
regímenes totalitarios que han exterminado a millones de homosexuales solamente por su
preferencia sexual, o la propia Inquisición, que no solamente se encargó de perseguir y de
exterminar a los homosexuales en Europa sino en todas las tierras conquistadas en su
momento?
Conocer la historia y saber que Abraham Lincoln era bisexual. Podemos hablar de
Walt Whitman, de Oscar Wilde, de Luis Cernuda, de Tchaikovsky, el autor de El
cascanueces, de El lago de los cisnes, del Concierto N° 1 para piano; de Lawrence de Arabia;
de André Gide; de Vicente Alexander; de Federico García Lorca; de Thomas Mann; de José
Montero, el primer cura español que reconoció su homosexualidad abiertamente. En cuanto a
lesbianas, puedo mencionar a Sor Juana Inés de la Cruz; a Gabriela Mistral, Premio Nobel de
Literatura; a Florence Nightingale; a Alejandra Pizarnik; a Cristina de Suecia, la reina; a
Chavela Vargas; a Virginia Woolf; a Esther Tusquets; a Cristina Peri; a Greta Garbo; a Juana
de Arco; a Eva Brunne, primera obispa de la religión oficial de Suecia, que reconoció y
asumió su homosexualidad y pidió que no se hiciera ningún tipo de diferencia con respecto a
sus orientaciones sexuales. Yo creo que es natural, porque no sólo esta variación sexual se da
en los seres humanos…
Me pide una aclaración la señora senadora. La concedo, pero que tengan en cuenta mi
tiempo.
Sr. Presidente (Pampuro). – Para una interrupción, tiene la palabra la señora senadora Negre
de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Le quería preguntar al senador cuál es la fuente de información
sobre Sor Juana Inés de la Cruz, porque es la primera vez que lo escucho.
Sr. Torres. – Internet.
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situación de desigualdad ante la ley, y no hay razones valederas efectivas para que no demos
una respuesta. Además, no debemos demorar en darla.
Efectivamente, el Senado ha abordado con responsabilidad el tratamiento de esta
norma y creo que estamos a la puerta. También creo que, en este paso que vamos a dar, hay
algunas otras cuestiones que indudablemente tendremos que resolver, y nuevas normas que
harán al sostenimiento de esta propuesta. Pero eso de ningún modo obsta a que nosotros no
decidamos hoy respaldar el proyecto que estamos considerando.
Se ha planteado en algunos casos que la palabra matrimonio, que viene de mater, que
significa madre, constituye de algún modo una razón lingüística o de fundamento de tipo
etimológico que limitaría la posibilidad de que quienes tienen una identidad homosexual
accedan al matrimonio. Y la verdad es que matrimonio viene de mater, efectivamente, pero
viene de monium, que significa gravamen, y que definía la mayor carga que llevaba la mujer,
según la idea de matrimonio que tenían los antiguos.
También se ha planteado que, si nos rigiéramos por la etimología, lo cierto es que la
institución jurídica del patrimonio alcanzaría exclusivamente a los varones, porque proviene
de pater. Y así, ad infinitum, podríamos argumentar razones etimológicas que no hacen más
que justificar lo injustificable.
Cuando planteamos que efectivamente estamos en situación de atender a las minorías,
estamos frente a un desafío y a una responsabilidad que nos interpela severamente. Hay
quienes plantearon en algún momento que una posibilidad de resolver indudablemente un
debate sensible que nuestra comunidad tiene es recurrir a una consulta popular. Pero cuando
hablamos de derechos, cuando hablamos de inequidades y de injusticias y de que quienes nos
están reclamando se encuentran en una situación de desigualdad, estamos vinculando ese
fundamento o esa decisión que debemos tomar con una respuesta directamente ligada a los
derechos humanos ausentes en el goce de la comunidad que nos reclama. O de la minoría que
nos reclama.
Yo tengo muy presente que hace algunos años, en oportunidad de producirse el
aniversario de la matanza de los Padres Palotinos, la propia comunidad de la parroquia de San
Patricio formuló un material, un documento o un cuadernillo para que circulara por las
escuelas de esta ciudad y de la provincia de Buenos Aires. Dicho cuadernillo, en definitiva, lo
que planteaba era que los derechos humanos son universales y que exceden el ámbito de una
religión determinada. Creo que ese recordatorio es oportuno traerlo hoy a este recinto.
Por otra parte, quiero preguntar por qué razón –más bien es una reflexión– muchos de
los que están aquí han planteado –y yo también lo quiero plantear– que tienen una formación
cristiana, que comulgan con la fe católica y que creen firmemente en la familia, como bien
describiera al inicio de esta sesión la senadora Fellner. Y me respondo que, seguramente, esa
afirmación que hacemos los que desde el catolicismo en este recinto nos planteamos dar una
respuesta positiva al proyecto, lo hacemos desde la convicción de que si hay una forma
hermosa, comprometida y sincera de responder a los principios de nuestra fe, es justamente
extendiéndole la mano a los humillados. ¿Y quiénes más humillados que aquellos que han
sido calificados como desviados, como enfermos, como incorrectos, como pasibles de
perdón, de mejoras, de correcciones o de educaciones que los saquen del camino equivocado?
Por eso, si hay una responsabilidad principal que tenemos quienes elegimos la política
–y que tiene la política como acción humana– es justamente saldar las injusticias que ocurren
en nuestro pueblo; y eso es lo que en definitiva estamos haciendo al sancionar esta norma. Y
me siento con la autoridad para dar este paso. Siento que debemos darlo. Este ámbito tiene
autoridad para dar el debate. Y lo digo porque también he escuchado algunas voces que han
planteado –lo escuché en mi provincia– cuestionamientos en esa dirección. Yo apelo, como
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política, a que decidamos y no esperemos a dar este paso. Ayer hemos tenido una
manifestación de un conjunto numeroso de personas –ha sucedido también en otros lugares–
y de sacerdotes que se han sentido con el derecho, que efectivamente tienen, de decirnos,
reclamarnos y plantearnos lo que ellos creen.
Eso, además, a mí me da derecho a pedir, desde mi banca, una reciprocidad para que
se expresen por la situación de Von Wernicke, por la situación del obispo Storni. ¿Qué
consideran? ¿Qué piensan? ¿Qué posición tienen a ese respecto? ¿Qué planteos tienen frente
a los fallos que los han condenado? Quiero que lo hagan saber a nuestra comunidad. Y siento,
señor presidente, que la decisión que tomemos hoy no va a agotar el tema de las
desigualdades y de las inequidades de la Argentina. Por supuesto que no. Hay muchísimo que
hacer. Pero también siento que es necesario valorar una realidad de hombres y de mujeres
que, asumiendo su identidad, nos reclaman que son iguales que nosotros, nos reclaman que,
en ese sentido, esa igualdad debe manifestarse ante la ley.
Y también quiero tener presentes, además de a todos esos reconocidos homosexuales
que aportaron a la historia, a la ciencia y a las artes, a los ignotos, a los que han sufrido, a los
entrerrianos que han tenido que venirse a vivir a Buenos Aires casi a escondidas por
vergüenza, por no tener soporte que los respalde; a las madres que han descubierto en sus
hijos, con dolor, la presión cultural que significa el reconocer una identidad sexual diferente.
Quiero tenerlos presente porque vale la pena.
Ha planteado el senador Jenefes una cuestión con respecto al Tribunal Europeo de
Derechos Humanos frente a un caso, el de Alan Cobb. En ese sentido, es importante dejar en
claro la interpretación sobre ese fallo. Ese Tribunal ha decidido que cada estado legisle sobre
la cuestión, que era expresamente un reclamo por la posibilidad de acceder a matrimonio por
parte de dos personas homosexuales. El Tribunal ha planteado que el tema debe ser decidido
por cada estado, pero dejó expresamente sentado que los congresos de cada país europeo
deben tener legislación compatible con las situaciones, que permitan a parejas homosexuales
el derecho a gozar de una vida familiar.
Dicho esto, señor presidente, ratifico mi voto positivo.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra la senadora González de Duhalde.
Sra. González de Duhalde. – Señor presidente: yo iba a encarar el tema desde el punto de
vista del orden natural. Ahora, el senador Torres ha desbaratado mi teoría, después de su
extensa participación.
Mientras nosotros tratamos de hablar de este tema, de ponernos de acuerdo o no,
afuera, un grupo de mujeres que estaba rezando el Rosario era atacada con huevos, por la
intolerancia. Estamos en un ámbito de cada vez mayor intolerancia. No es la primera vez que
este imitador de Maquiavelo que tenemos en el gobierno nos pone en situaciones extremas en
temas que no son poco importantes; son muy importantes, pero no son urgentes. Lo mismo
nos pasó con la discusión y la pelea personal del gobierno con Clarín. Ahora se trata de la
pelea personal del gobierno con la Iglesia. Y la verdad es que yo no quiero mirar esto desde
el punto de vista religioso, pero creo sinceramente que estamos dejando de analizar un tema
que es trascendente para la sociedad argentina porque nos apuran, porque nos han puesto una
fecha determinada para el tratamiento y no han dejado avanzar otras posibilidades, como
podría haber sido la unión civil. Pero así estamos, y hoy estamos considerando este tema.
Creemos que podemos legislar de cualquier manera porque verdaderamente las leyes son
construcciones culturales. ¿Por qué no tenemos aceptada la poligamia? ¿Por qué no
aceptamos el adulterio? Si esto es en son de aceptar, aceptemos todo lo que venga. Pero no es
así: la ley se asienta en construcciones culturales, que son las que instalan las mayorías de
cada pueblo, no las minorías. Por eso el adulterio, las relaciones entre padres e hijos, la
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y hacer creer que algunos de nosotros somos menos peronistas porque no entendemos el
legado de Perón.
Con absoluta sinceridad, pienso que estamos haciendo lo que hay que hacer, es decir,
otorgar más derechos. Por ello, cuando escucho argumentos basados en la existencia de
mayorías −no sé cómo las miden−, y en que las mayorías definen la aprobación de una
iniciativa, me pregunto de qué estamos hablando. ¿De derechos humanos? ¿Una mayoría
circunstancial puede definir derechos humanos? Los constituyentes de 1994 −y varios
senadores lo hemos sido− incorporaron los tratados de derechos humanos en la Constitución
no de casualidad. En realidad, lo hicimos porque ese esqueleto de tratados internacionales
significaba lo inmutable que los convencionales constituyentes le agregaban a la Carta
Magna, lo que podía interpretarse, por decirlo de alguna manera, como presupuestos
mínimos de derechos humanos. Porque cuando se habla del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos o de su último fallo, parecería que dicho organismo y su último fallo impidieran
que las normas internas de un país avancen en una concepción igualitaria mayor.
Eso es mentira, es falso de todo concepto. ¿Qué es lo que se pretende? Equiparar la
institución del matrimonio a personas con una orientación sexual distinta, quienes no pueden
casarse y que, obviamente, tienen un desamparo legal.
¿Qué valor está comprometido en el tema de la igualdad? ¿Cuál es el pasaporte para
el debate? ¿Qué valor está comprometido? La dignidad está comprometida como valor
esencial en el concepto de la igualdad.
Es la igual dignidad de todos los hombres lo que hace que todos los hombres seamos
iguales, más allá del credo, sexo y color. Es la dignidad la que nos hace a todos los hombres
iguales. Iguales ante la ley, como dice el artículo 16 de la Constitución Nacional. Y no se
puede decir que las personas sean distintas por su condición sexual.
Cuando se preguntan dónde ponerlas, en realidad, no hay dónde porque no son una
categoría distinta de personas. Deben ser colocadas con las personas, con nosotros, son
nuestros hermanos. Algunos pastores se han olvidado en su mensaje de que aquello que
denominan como “estas personas”, en realidad, son nuestros hermanos. Y así debe definirse
desde la concepción solidaria de una comunidad que, en realidad, debe recibir a su diversidad
con los brazos abiertos.
Hace rato que el derecho califica a las personas, no les da categoría y las tiene
claramente como sujeto propio de legislación. Además, no se puede discriminar de ninguna
manera por la condición sexual.
Escuchaba con atención los conceptos de familia y de matrimonio. ¿Pero cuáles son
los textos que hacen mención al matrimonio? La Constitución Nacional solamente habla de
matrimonio en el artículo 20 al hacer referencia a la no discriminación de los extranjeros.
Habla también de la familia en el artículo 14 bis.
Pero, en realidad, ni en la Constitución ni en los tratados, que deben ser interpretados
con el principio pro homine, hay alguna razón jurídica que prohíba avanzar en la
equiparación de derechos para llegar al matrimonio igualitario.
El matrimonio igualitario no va a alterar las creencias religiosas de nadie. Tampoco
obligará a reconocer a la Iglesia o a los credos un contrato que corresponde a una institución
civil para un estado laico. Tampoco en esta concepción economicista sobre la que también se
trae esta polémica del matrimonio entre personas del mismo sexo hay beneficios y costos.
Lo que para algunos es un beneficio, en esto de igualar a todas las personas; para
otros, es un costo. ¿Pero cuáles son los costos para los otros? Aparentemente, el perjudicar o
el degradar la supuesta categoría que tiene la condición matrimonial. No hay otro costo.
En realidad, no hay costo porque no hay perjuicios a terceros. Nadie se puede sentir
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agraviado porque no hay agravio en tanto y en cuanto cada uno abandone sus prejuicios, que
antepone a la posibilidad de valorar una norma de este tipo.
Voy a hacer una breve referencia histórica.
En realidad nuestro Código Civil de 1869 –y esto es reconocido por todos– convalidó
el modelo de relaciones familiares del derecho canónico; reconoció por sobre cualquier forma
de organización familiar a la conformada por el matrimonio religioso indisoluble, consagró al
varón como jefe de familia, indiscutido y titular exclusivo de la patria potestad sobre sus
hijos, impuso fuertes restricciones a los derechos civiles de la mujer y consolidó la diferencia
jurídica entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales. ¿O no nos acordamos de la manceba,
el hijo natural, la concubina? Todas estas cosas fueron evolucionando en esta institución
civil, como corresponde a un estado laico.
Y cuando el artículo 14 bis habla de la protección integral de la familia se está
refiriendo al derecho fundamental que tienen absolutamente todas las personas a fundar una
familia: homosexuales, heterosexuales; todos tienen derecho a fundar una familia, y esa es
una protección constitucional que no puede desconocer ningún orden jurídico
infraconstitucional.
Y, como bien dice la doctora Kemelmajer de Carlucci –y ha sido dicho aquí, creo que
por la senadora Fellner–, el concepto de matrimonio no es estático, es dinámico, y no es una
institución natural sino que, por el contrario, es fruto de concepciones económicas, sociales,
culturales y jurídicas de un momento determinados, y por eso ha variado a lo largo de la
historia.
La doctora Kemelmajer de Carlucci ha hecho un estudio y voy a pedir permiso a la
Presidencia para leer un par de párrafos. Se trata de una publicación hecha en La Ley el 4 de
junio de 2010 a raíz del proyecto sancionado en la Cámara de Diputados y venido en revisión
al Senado.
Con la claridad que invariablemente esta profesora tiene, le hace cuestionamientos al
proyecto de la Cámara de Diputados y dice: “Las reflexiones que se esgrimen a continuación
se enmarcan en un contexto positivo, a favor de la importante reforma en debate, con el
objeto de colaborar para perfeccionar el texto e interpretar adecuadamente la legislación
proyectada. De este modo contribuimos a evitar críticas que, en definitiva, llevan a destruir
una iniciativa legislativa que está en consonancia con la llamada humanización,
internacionalización o constitucionalización del derecho de familia y, en particular, con el
artículo 19 de la Constitución Nacional desde una relectura contemporánea sobre las ideas de
libertad, autonomía y dignidad.” Y lo compara con el decreto portugués 9/11 del año 2010.
En realidad le hace críticas puntuales, efectivas, algunas coincidentes con cosas que se
han escuchado acá, y las va marcando con una exactitud propia de alguien que realmente
tiene una formación académica envidiable. Y termina diciendo, inclusive cuando habla de la
necesidad de regular la procreación asistida, las deficiencias que se observan en el régimen
filial, no sólo ahora, las anacrónicas, las que ya trae el Código Civil. Y así dice que no se
trata, escudándose en argumentos jurídicos, de atentar contra la importante reforma en debate
sino de exponer algunas consideraciones a modo de aporte. Es más, consideramos que tener
una idea cabal sobre los posibles problemas interpretativos que podría despertar la sanción,
tal como reza el texto aprobado por la Cámara de Diputados, evitará ciertos temores
apocalípticos, amén de servir de herramientas interpretativas a los jueces…
Sr. Presidente (Marino). – Señor senador…
Sr. Guinle. – Voy a tratar de cerrar, señor presidente.
Si la doctora Kemelmajer de Carlucci hubiese tomado ese dictamen de unión civil lo
habría destrozado. Si acá se lo calificó de manera rigurosa, no quiero ni pensar lo que hubiese
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dicho la doctora Kemelmajer de Carlucci sobre este dictamen que realmente alimenta la
discriminación prejuiciosa. Conforme se dijo acá, claramente discrimina y tiene normas que
son espantosas, como esa norma de objeción de conciencia, que no sé cómo se puede aplicar
en algún pequeño pueblo donde haya uno o dos funcionarios y quieran hacer uso de esa
norma.
Tampoco sé cómo se puede aplicar esta categoría de unión civil que se inscribe o no,
y que terminan siendo cuatro en teoría: heterosexuales que se inscriben, heterosexuales que
no se inscriben, homosexuales que se inscriben y homosexuales que no se inscriben. Además,
hay un régimen que regula la fertilidad asistida, la procreación. ¿Cómo la regula? La prohíbe
para el homosexual. O sea, no sólo prohíbe la adopción sino también la inseminación
artificial. Se ve que es una forma progresiva de regular lo que todos estamos diciendo que es
un déficit de nuestra legislación.
Realmente este dictamen que se dice que tiende a equiparar derechos es
discriminador. No soluciona ninguno de los problemas que han sido planteados. Es un
mamarracho jurídico.
Voy a cerrar mi exposición. Considero que esta sociedad, a partir del debate y de esta
puesta en agenda, mañana va a ser mejor que hoy. Más allá del resultado, estoy convencido
de que mañana va a ser mejor que hoy. Va a ser una sociedad más justa, más igualitaria, con
más tendencia a escuchar a todos, a compartir, menos tendiente a escuchar agravios u ofensas
que se describen de un lado o del otro. No es bueno sobreactuar porque esto no pasa ni por
una cuestión religiosa ni por una cuestión de partido político. Nos excede largamente.
Mi formación cristiana y católica me permite preguntarme lo siguiente: ¿los papás
heterosexuales que tengan o los que tuvimos hijos homosexuales, pasamos a ser instrumentos
que atacamos el plan de Dios? ¿Nuestros hijos pasan a atacar el plan de Dios?
Sr. Presidente (Marino). – Senador Güinle, la senadora Escudero le solicita una interrupción.
Sr. Guinle. – No voy a dar interrupciones…
Sr. Presidente (Marino). – Lo que le pido…
Sr. Guinle. – …sino que voy a terminar porque usted me está pidiendo que termine.
Sr. Presidente (Marino). – Sí, porque está pasado en el tiempo.
Sr. Guinle. – Termino, presidente.
Entonces, me hago esas preguntas desde la concepción que tengo.
Creo que todos estamos convencidos de la necesidad de fundar las relaciones en el
amor, porque algún otro tipo de relaciones que se han fundado en el poder invariablemente
terminan, como lo ha mostrado la historia, en el abuso.
Y ahora sí termino con una pequeña cita que tiene el trabajo de la doctora
Kemelmajer de Carlucci, y que es bueno leerla. “En suma, y como bien lo ha expresado hace
muchísimo tiempo el novelista francés Víctor Hugo, no hay nada más poderoso en el mundo
que una idea a la que le ha llegado su tiempo. No hay duda alguna que la orientación sexual
ha ingresado con fuerza al ordenamiento jurídico, intentando ahora hacer su entrada por el
lugar más difícil pero elocuente, como lo es la ley que regula el matrimonio”.
Vamos a ser una sociedad mejor, señor presidente, cualquiera sea el resultado de esta
decisión.
Sr. Presidente (Marino). – Tiene la palabra el señor senador Cabanchik.
Sra. Escudero. – Pido la palabra.
Sr. Presidente (Marino). – La señora senadora Escudero le solicita una interrupción. ¿Se la
concede?
Sr. Cabanchik. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene la palabra la señora senadora
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Escudero.
Sra. Escudero. – Como el senador Guinle hizo referencia a la objeción de conciencia, quiero
decir que las leyes de Bélgica, Canadá, Sudáfrica, Noruega y Suecia tienen la objeción de
conciencia, porque así como nos sensibilizamos con el derecho de las personas también
tenemos que reconocer que hay personas que por sus convicciones religiosas tendrían
derecho a la objeción de conciencia. Lo que el Estado tiene que asegurar es que el derecho,
de todos modos, se realice.
Y la negativa a la inseminación artificial y a la adopción es por lo que dije en mi
discurso: hace falta una regulación completa que determine cuál va a ser esa filiación.
Sr. Guinle. – Pido la palabra.
Sr. Presidente (Marino). – El señor senador Guinle le solicita una interrupción. ¿Se la
concede?
Sr. Cabanchik. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Marino). – Para una interrupción, tiene la palabra el señor senador Guinle.
Sr. Guinle. – Es una réplica muy cortita y respetuosa. Punto uno: cuando se regula como se
lo ha hecho, se regula prohibiendo. Eso no es una regulación, es una prohibición.
Punto dos: la objeción de conciencia debe hacerse de manera tal que el Estado pueda
cumplir el fin; y la objeción de conciencia, en general, se reserva para esos casos y
fundamentalmente se cumple con el interés general, que en este caso es inscribir o registrar
los actos que han sido ordenados inscribir en el Estado.
Sr. Presidente (Marino). – Ahora sí, tiene la palabra el señor senador Cabanchik.
Sr. Cabanchik. – Señor presidente: creo que, efectivamente, estamos ante un debate político
en el sentido más puro de la palabra, porque cuando ni siquiera están compartidos los
términos mismos del problema sobre el que discutimos, cuando la formulación misma de la
cuestión sobre la que tenemos que legislar muestra un diferendo, es decir, cuando incluso
sobre el lenguaje que utilizamos hay una disputa y esa disputa se genera como en este caso –o
sea, toma la dimensión de un conflicto tan profundo–, creo que estamos ante un problema
político.
Por eso, debemos tomar una decisión también política, que naturalmente se trasunta
en una consecuencia jurídica que, a su vez, tiene sus propias consecuencias.
Con esto también quiero decir que ni la ciencia por sí misma ni la apelación a las
leyes de la naturaleza, ni los dogmas de fe, ni ninguna otra consideración naturalizada a
través de las tradiciones ya incorporadas en los sistemas de creencias de sectores enteros de
nuestra sociedad, pueden resolver un diferendo que, como digo, está planteado en términos
políticos. Por eso, me voy a permitir formular por mí mismo lo que considero es el problema
sobre el cual tenemos que legislar; por supuesto, sin la ilusión de que la formulación del
problema que yo dé sea la formulación para todos. Pero, como digo, cada uno da, de hecho,
las suyas.
Reducida a sus términos centrales, despojados de toda retórica, creo que es justo decir
que lo que estamos teniendo que legislar es sobre si la diferencia, la condición, la inscripción
de los individuos en el orden sexual es relevante para tener derecho al matrimonio civil.
Por ejemplo, algunos senadores preopinantes han afirmado que la homosexualidad y
la heterosexualidad son condiciones diferentes y que, entonces, cómo vamos a tener una
misma legislación para ambas condiciones; pero eso es una petición de principio. Es decir, no
estamos discutiendo la homosexualidad o la heterosexualidad no entendidas como
categorización de las personas sino como clasificaciones estadísticas del orden sexual. En
esos términos, obviamente, la diferencia es lo primero que se reconoce. Hoy no habría
disputa política sobre esta cuestión si no partiéramos del reconocimiento de ese hecho. No
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 87
esas estructuras sociales, exactamente en espejo opuestas a las nuestras. No, no exactamente;
pero digamos que es una variante contraria a lo que estamos proponiendo acá.
¿Qué le diríamos a las autoridades de “LeGeBiTTi”? ¿No les diríamos que, si en esa
sociedad hay una minoría que reclama el derecho a ser casado pero entre diferentes sexos –es
decir los heterosexuales– tienen que darles ese derecho? ¿No diríamos que es injusto limitar
el derecho en “LeGeBiTTi” a que sólo se casen los homosexuales? Es claro que nosotros
argumentaríamos racionalmente con las autoridades de esa comunidad imaginaria para
sostener que deben dar el derecho a aquellos pocos heterosexuales de “LeGeBiTTi” a quienes
se les ocurrió algo tan raro como casarse; que les den ese derecho.
Eso muestra que si flexibilizamos a través de nuestra imaginación nuestra mente,
vamos a entender que lo que estamos discutiendo no debe ser dramatizado como lo estamos
haciendo. Esta legislación va a hacer mejor a nuestra sociedad porque va a dar respuesta a las
muchas angustias, a las muchas carencias de derecho que tienen muchos que hoy necesitan
esta respuesta legislativa.
Esto no va a promover cola de homosexuales para casarse y luego adoptar. Eso sólo
puede existir en un fantasma –diríamos– neurótico de gente que, por ahí espontáneamente,
por ahí con autenticidad, está respondiendo pero desde el dogma y el prejuicio, y no desde la
razón a la que apelo.
Finalmente, quiero decir dos cosas más. Una: creo que, además, damos una respuesta
no solamente a aquellos que reclaman por los derechos. Estoy pensando en ese joven o en esa
joven que, en la pubertad o en la adolescencia, está definiendo su orientación sexual; que la
ha descubierto. Porque no es una elección voluntaria. No es deliberado. No se elige ser
homosexual o heterosexual como se elige un postre u otro. Entonces, ese joven ¿no se va a
sentir mejor; no va a tener mejores relaciones humanas con su entorno, con su familia, siendo
miembro de una sociedad que ha igualado el matrimonio para todos? ¿No estará más al
abrigo en la esfera pública? Creo que vamos hacia una sociedad mejor, hacia una sociedad en
la que la determinación de homosexual y heterosexual puedan entenderse solamente como
algo del pasado una vez más.
Me permito terminar mi alocución – ahora sí – leyendo sólo el final de un libro de
Osvaldo Bazán: Historia de la homosexualidad en la Argentina. Él imagina una situación –
como yo imaginé lo de “LeGeBiTTi”–, donde un joven le dice a los padres: “Viejos, quería
decirles que estoy de novio”. “¡Qué alegría, nene!”, le dice uno de los padres, y agrega:
“¿Con un chico o con una chica?” “Algún día va a ocurrir…”, dice optimista Osvaldo Bazán,
y agrega: “Me gustaría estar ahí. Por eso escribí este libro, porque la homosexualidad volverá
a ser lo que nunca debió dejar de ser: nada.”.
Sr. Presidente (Marino). –Tiene la palabra el señor senador Petcoff Naidenoff.
Sr. Petcoff Naidenoff. – Señor presidente: en primer lugar, quiero señalar que estamos
abordando un tema que para mí es trascendente, el que debemos tratar con absoluta seriedad
y responsabilidad. En ese sentido, señalo desde ya que mi posición personal, que es la de
acompañar el dictamen de mayoría de rechazo a la sanción de la Cámara de Diputados, se
fundamenta, justamente, en preservar fuertemente valores y principios como la no
discriminación y la plena igualación de derechos, que están regidos por nuestra Constitución
Nacional como principios cardinales en el artículo 16.
A mí me parece que este debate central gira, justamente, sobre dos aspectos que, en
realidad, se abordaron en todos los puntos que se mencionaron precedentemente. Esto gira en
torno de los derechos a la igualdad y a la no discriminación.
En cuanto a la igualdad, nosotros tenemos una regla general, un principio cardinal,
como lo he señalado, cual es que todos los habitantes son iguales ante la ley. Así lo establece
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 91
la Constitución.
Del mismo modo, cuando en 1994 se produjo la reforma de la Constitución, se
procedió a la internacionalización de los derechos humanos fundamentales, con once tratados
internacionales –que, en la actualidad, son trece– en materia de derechos humanos.
Ahora bien, me parece que, desde el punto de vista jurídico, tampoco tenemos que
confundir los términos, porque cuando nos referimos a la igualdad jurídica, debemos señalar
que, en realidad, el derecho –por definición– distingue y crea clasificaciones y categorías, por
lo que hablar de igualdad jurídica significa, ante todo, que todos los individuos son iguales
ante la ley pero ante las mismas condiciones y bajo las mismas circunstancias. ¿Qué implica
esto? De lo que se trata es de excluir, fundamentalmente, las desigualdades arbitrarias, las
irrazonables, las que están fuera del amparo y del contexto del artículo 16 de la Constitución.
En suma, aceptar la legalidad de diferenciaciones razonables no implica menoscabar
el principio de igualdad jurídica. Si bien el derecho distingue y crea clasificaciones y
categorías, tampoco el hecho de crear categorías o clasificaciones implica que estamos
avanzando en un proceso de discriminación o de no igualdad. Esta es una pauta básica. De lo
contrario, cuando creamos clasificaciones, estamos negando la diferenciación de las propias
normas, que fueron creadas para diferenciar distintos aspectos no sólo de comportamiento
sino, fundamentalmente, de clasificaciones y categorizaciones.
En este contexto, me parece importante tener presente lo que interpreta, en su debida
contextualización, el constitucionalista Bidart Campos para interpretar o para entender lo que
es la igualdad. Bidart Campos dice que la igualdad, desde el punto de vista constitucional,
significa, primeramente, tratar en forma igualitaria a quienes se encuentran en las mismas
situaciones.
En segundo lugar, esta igualdad no obliga al legislador a desconocer la diversidad de
condiciones, circunstancias o consideraciones que pueden presentarse a su interpretación. Lo
que la regla de la igualdad jurídica importa es que todas las personas que se encuentren
afectadas por una medida deben estar equiparadas en cuanto al derecho en la categoría, grupo
o clasificación que le corresponda. Esa es la regla de la igualdad.
Ahora bien; uno se pregunta ¿cuál es el criterio para establecer categorizaciones o
clasificaciones en el contexto del Derecho? El criterio es la razonabilidad. Por lo tanto, en la
creación de clasificaciones, distinciones o categorías que resulten absolutamente irrazonables,
pues bien, pesan sobre ellas el sesgo de inconstitucionalidad pero en la medida en que las
construcciones de las clasificaciones sean irrazonables.
En este sentido, para abordar el tema puntual –por eso quería hacer hincapié en los
principios liminales de la igualdad–, cuando se argumenta con mucha fuerza que no
generamos o garantizamos un trato igualitario a las personas del mismo sexo al imposibilitar
contraer matrimonio como sí lo pueden hacer las parejas heterosexuales, me parece que no
tenemos que perder de vista varios aspectos.
En primer lugar, el Estado constitucional de derecho tiene la obligación de garantizar
a todos los ciudadanos, independientemente de su orientación sexual, el pleno y libre
ejercicio de los derechos y garantías constitucionales. Ahora bien, la alternativa para igualar
no necesariamente debe ser el matrimonio. El matrimonio es una alternativa igualitaria en la
medida en que, en el contexto jurídico argentino o en el derecho comparado, se dan las
condiciones y objetivos para su igualación.
No debemos confundir: igualar derechos no significa igualar conceptos. Esto es así
más allá de las pretensiones legítimas, por cierto, de los diferentes sectores y de las luchas
que en esta materia se llevan adelante por las partes involucradas. Existen otros institutos,
otras vías para igualar derechos plenamente, para igualar los derechos que están asociados al
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Este hecho de tener dos proyectos que no me satisfacen plenamente, por una cuestión
de organicidad y de que tengo que estar con mi bloque –porque si no estuviese de acuerdo,
me tendría que ir de mi bloque–, me hace votar por la postura del bloque del oficialismo.
Fíjense ustedes: hay en mí sentimiento y pensamientos muy encontrados. Yo tengo
mucha gente amiga que es homosexual: lesbianas, gays, transexuales y bisexuales que son
excelentes personas, excelentes profesionales, excelentes políticos; y conozco muchos
heterosexuales a los que también les sucede lo mismo. Pero cuando hablan de que debemos
conservar nuestros preceptos cristianos, yo digo qué lejos está nuestra sociedad de hacerlo.
Cuando se habla de matrimonio entre un hombre y una mujer, yo digo que no hay
absolutamente nada más degradado que la relación del matrimonio entre un hombre y una
mujer. Digo esto porque, hoy por hoy, existen tantos divorcios que los chicos tienen padres
biológicos y, también, tienen padrastros. Lo mismo pasa con las mujeres, es así.
También quiero decir que hay que modificar la ley de adopción. En mi concepto, es
una ley absolutamente perimida y burocrática, que no permite que personas heterosexuales u
homosexuales puedan adoptar criaturas en el corto plazo.
Me quiero referir a los grupos que se han movilizado, tanto de uno como de otro lado,
demonizándonos. ¿Dónde estaban cuando se aprobó la ley por la que se bajó la edad de
imputabilidad de los chicos, que no son victimarios sino víctimas de toda una sociedad
corrupta, en la que ustedes saben que existe el gran flagelo de la droga y la prostitución? En
mi provincia, hace seis meses que no se encuentra una niña de quince años. La trata de
personas está a la orden del día, al igual que la drogadicción y el alcoholismo. Hay casi diez
jóvenes muertos por fin de semana en mi provincia. Sin embargo, absolutamente nadie se
moviliza para hacer algo por esta sociedad que está bastante putrefacta.
Hay casos de corrupción, pedofilia, violaciones, matanzas, crímenes irresueltos.
Entonces, cuando hablamos de este tema del matrimonio, de la unión civil de los
homosexuales, creo que debemos tener en cuenta que esta concepción va a involucrar
profundamente a toda las concepciones que hay acerca del matrimonio como institución de
distintas creencias religiosas, no sólo la cristiana –como es mi caso– sino las distintas y
numerosas comunidades como las musulmanas y las judías –para nombrar las más grandes e
importantes– e, incluso, los agnósticos, que en forma libre adoptan posiciones morales de
raigambre greco-latina u otros fundamentos filosóficos que rigen sus conductas y costumbres.
Como católica, considero que la fe no debiera obnubilar la razón sino pacificarla para
llegar a conclusiones más justas y generosas. Aquí me atrevo a contar una anécdota, porque
yo, que he sido militante con monseñor Angelelli, un cura de pueblo, un cura militante social,
e íbamos por todos lados combatiendo el divorcio, cuando me tocó a mí ser golpeada, ser
engañada, empecé a ser divorcista. Entonces, digo yo ¿por qué tener que aguantar situaciones
u esconder u ocultar situaciones que todo el mundo las entiende porque existen?
Estamos en una sociedad en la que hay una gran hipocresía. La basura se mete debajo
de la alfombra y no se la saca de ahí, salvo que algún esnobista toque un tema que resulte de
agrado a la dirigencia política, o a los medios de comunicación, o a religiosos. Entonces, ahí
sí salimos y hacemos barullo. O cuando nos tocan intereses personales. Pero el “no te metás”
está siempre presente, como lo estuvo en la época de la dictadura.
Yo me cuestionaba sinceramente. Creo que tenemos que estudiar la ley de adopción,
nos corresponde, es una obligación moral nuestra. Estuve leyendo varios dictámenes y
escritos. Para mí, en los matrimonios heterosexuales los padres biológicos no son garantía de
que no vayan a violar a sus hijos o hijas. Y ustedes tienen casos públicos y notorios de gran
transcendencia.
Sr. Presidente (Pampuro). – Por favor, señora senadora, termine con su exposición. Su
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tiempo concluyó.
Sra. Quintela. – Cómo no.
Decía, hoy son homosexuales, pero porque han sido violados, maltratados,
sobreprotegidos. Hay gente que sostiene que la homosexualidad surge por algún problema
psicológico durante su crianza. Nosotros debemos tener organismos competentes tanto para
los heterosexuales como para los homosexuales, que controlen esas situaciones para que no
se den mayores problemas. En efecto, alguien me decía: “No vaya a ser que dentro de diez
años tengamos chiquitas –como yo vi– de 13 o 14 años besándose o abrazándose como si
fuesen un varoncito y una mujercita”.
Por otro lado…
Sr. Presidente (Pampuro). – Señora senadora, su tiempo concluyó.
Sra. Quintela. – Perdón, pero hay algunos que hablaron una hora.
Yo quiero resaltar que los creyentes no estamos solucionando los problemas que nos
afligen como sociedad. De acuerdo con los preceptos cristianos, todos somos pecadores y
tenemos derecho a ser perdonados. Pero no estamos construyendo una sociedad mejor. Sin
duda, esto es lo que debería ser materia de reflexión hoy en día, en un ejercicio de
introspección como creyentes y como integrantes de la sociedad civil.
Para finalizar, no quiero dejar pasar esta oportunidad para expresar mi gran
preocupación por los sacerdotes del llamado “Grupo Angelelli”, que han sido castigados por
expresar su opinión, habiendo estado siempre al servicio del pueblo y de la justicia social con
equidad. Por eso, digo que no tenemos que tener miedo. Yo no creo en el demonio; creo más
en el poder de Dios.
Por último, quiero dejar perfectamente aclarada mi posición, que fue siempre la
misma: consulta popular. De lo contrario, acato la decisión de mi bloque en la seguridad de
que en el próximo año tendremos la absoluta obligación de mejorar estas leyes y otras, como
la baja de edad de imputabilidad y la de adopción, porque por encima de todo está y debe
estar al interés superior del niño.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Monllau.
Sra. Monllau. – Señor presidente: a riesgo de generar antipatías entre mis pares, me voy a
permitir hacer un pedido y es que seamos muy cuidadosos con los mensajes que en el orden
de lo simbólico enviamos a la sociedad. Digo esto porque he observado durante el desarrollo
de las diferentes sesiones que hemos sesionado con la mitad o menos del total de los
miembros presentes y que dieron quórum al inicio de la sesión. No vaya a ser que esto pueda
leerse como que estamos otorgando o concediendo escaso valor a la palabra y especialmente
a la palabra ajena, en el marco de lo que es y debe ser un debate parlamentario.
Dicho esto, señor presidente, y antes de dar razón de mi voto negativo al proyecto
aprobado por la Cámara de Diputados, quiero expresar que no abjuro, reniego ni oculto la fe
que profeso ni mi pertenencia a la Iglesia católica, porque tengo la certeza de que no es
motivo para descalificar la postura que asumo.
Agradezco la labor titánica de la senadora Liliana Negre de Alonso y de todo su
equipo de trabajo. Además, señalo que hubiera querido que hoy en este recinto se estuviera
discutiendo primero acerca de aquellas desigualdades escandalosas en el orden de lo
económico, lo social y lo político, a saber, señor presidente, crecimientos patrimoniales
injustificables, obturación de la palabra y clausura del diálogo, corrupción extrema y
generalizada, clientelismo denigrante y dadivoso, pauperización, indigencia cultural, etcétera.
Todo ello opuesto a la equidad, a la paz, a la justicia social y a la dignidad de las personas.
Esto también necesita del Derecho.
Para justificar mi voto, comenzaré citando a la doctora Pilar Zambrano y me pregunto
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con ella, ¿es lo mismo un derecho que un deseo? Cito a la doctora Zambrano: la
identificación de derecho humano con deseo que cuenta con algún grado de consenso social
está en parte sobre la base de las propuestas que defienden el matrimonio homosexual.
Sigue diciendo la doctora Zambrano: sin embargo, parece claro que no tenemos
derecho a todo lo que podemos desear, porque el número de nuestros deseos es ilimitado y
difícilmente compatibles con los no más ilimitados derechos de los demás. Si los deseos son
el único referente de los derechos, difícilmente sea concebido el derecho tal cual lo
conocemos hoy en día porque una de las notas básicas de la Introducción al Derecho o
Filosofía del Derecho Civil I es la coacción; y si algo supone la coactividad como nota del
derecho es precisamente que más de una vez las normas contradicen los deseos. Frente a esto,
algunos sostienen que si bien los derechos no recogen los deseos de cada individuo, sí
receptan los derechos mayoritarios. El contenido de los derechos estaría determinado pues
por los deseos de una mayoría o, por utilizar una expresión más difundida, por un consenso
social. Fin de cita.
Por otro lado, los tratados internacionales incorporados a la Constitución garantizan el
derecho a contraer matrimonio a hombre y mujer: artículo 17 del Pacto de San José de Costa
Rica, artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y artículo 16 de la
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
También el artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, entre otros, coloca
al Estado en la función de proteger el instituto de la familia considerando a ésta como el
elemento natural y fundamental de la sociedad y también como célula del Estado.
Esta reforma, al contrariar normas internacionales de rango constitucional, carecería
de valor. La legislación civil, como la que expresan los tratados internacionales y la propia
Constitución nacional, son heteronormativas; piensan en el matrimonio como el instituto
conformado por la unión de hombre y mujer. Y en el caso de nuestro Código Civil tiene una
coherencia y una lógica interna que no se rompen eliminando la palabra “mujer”. Además,
este proyecto daría lugar a un sinnúmero de conflictos, pues no legisla sobre la determinación
de la filiación, que en nuestra ley está basada en el nexo biológico entre padres e hijos y en el
sistema de presunciones de paternidad y maternidad.
Asimismo, deseo aclarar que discriminar es distinguir, y en este sentido la Corte
Suprema de nuestro país ha dicho en numerosas ocasiones que la igualdad que consagra la
Constitución es la igualdad de iguales en iguales circunstancias. De modo que no es justo
tratar de manera igual a lo distinto, así como tratar de manera desigual lo que es igual.
En lo que respecta a la adopción, el juez de menores de Córdoba, doctor Carlos
López, en audiencia pública expresaba –y cito–: respecto del derecho de los adultos, todo el
mundo discute si las parejas heterosexuales son las únicas que tienen derecho a adoptar y si
las parejas del mismo sexo tienen o no el mismo derecho que aquellas. Hago en tal sentido
categórico juicio, y junto con el doctor López digo que estas últimas no tienen derecho a
adoptar como tampoco lo tienen los matrimonios heterosexuales y los adultos en sí, sino que,
por el contrario, es el niño el que tiene derecho a ser adoptado. La adopción no es un instituto
que tiene por finalidad satisfacer un capricho o una necesidad de una pareja o persona, sino
que tiene por finalidad exclusiva y excluyente brindar una familia a un niño que la necesita.
En este mismo sentido se deben considerar los artículos 3º y 4º de la Convención de los
Derechos del Niño.
Diré, señor presidente, que la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece
sobre la alianza de varón y mujer en el matrimonio, sobre su consentimiento personal e
irrevocable. Es el matrimonio el acto humano por el cual varón y mujer, idénticos en tanto
personas pero diferentes en su especificidad y por ello mismo complementarios, se dan y se
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reciben mutuamente y nace con ello ante la sociedad una institución. Este vínculo, en
atención tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, es de suma importancia para
la continuidad del género humano, para la paz, para la estabilidad y la dignidad, entendiendo
la dignidad como el rasgo que hace que el hombre no sea solamente algo sino alguien,
alguien capaz de conocerse, poseerse y darse libremente.
Señor presidente: el bien de cada uno, conforme a la naturaleza social del hombre,
está necesariamente relacionado con el bien común, es decir, con el conjunto de aquellas
condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros,
alcanzar la perfección. El bien común afecta la vida de todos, exige la prudencia por parte de
cada uno y más aún de aquellos que ejercen o ejercemos autoridad.
Sin ser persona de derecho me permito decir que si una ley divide a la sociedad, si son
necesarios ardides, artilugios, viajeros innecesarios, presiones y cooptaciones, algo no está
bien. Tal vez, todavía no era el tiempo. Quizás el fruto no está maduro y con un poco de
buena voluntad y tiempo, tal vez puedan lograrse consensos amplios.
Tengo profundo respeto por las uniones homosexuales. Creo que merecen una
solución a sus planteos, pero no creo que el instituto del matrimonio sea lo más conveniente.
Para terminar, señor presidente, me voy a permitir citar al doctor Rolando Crook,
abogado catamarqueño que en la audiencia celebrada en mi provincia dijera lo siguiente: me
permito hacer una pequeña diferencia entre el sexo, que es impuesto por el orden natural, y el
ejercicio de la sexualidad, que sí puede ser un determinio o ejercicio individual de la libertad
de cada persona. El sexo no se elige, es una imposición de la naturaleza; lo que se elige es
una práctica de la sexualidad compatible con sexo de diferente tipo. El sexo es un orden que
proviene del derecho natural. La exigencia de contrayentes de uno y otro sexo en la ley de
matrimonio civil, en su artículo 172, no tiene que ver con la restricción del derecho
individual. Las exigencias que tiene la ley de matrimonio no están pensadas en el derecho del
individuo, sino en las necesidades de una sociedad. La necesidad del derecho implica
establecer límites, y esos límites están en función del carácter social del individuo. El derecho
no se dirige a la conciencia, sino a la convivencia, y si una norma no se dirige a la
convivencia, es lógico que tenga que enfrentarse con una suerte de tensión dialéctica entre lo
que es valor individual y valor social. Y en esa tensión dialéctica, mal que nos pese a todos –
aun a los heterosexuales– prima el valor social.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Fernández.
Sr. Fernández. – Señor presidente: la verdad es que pensaba entrar abiertamente en el tema,
pero la introducción que formuló la miembro preopinante me obliga a un debate quizá para
otra sesión, que tiene que ver con políticas inclusivas, con la desigualdad, con la destrucción
del empleo, del aparto productivo, del ahorro y del sistema jubilatorio. Tuvimos índices
altísimos: 26 por ciento de desempleo, 50 por ciento de pobreza y 30 por ciento de
indigencia. Estas cosas tienen que ver con la Argentina real, no con la Argentina discursiva;
con esta Argentina que en la inclusión tiene, por ejemplo, como único referente en el mundo,
a 8 millones de aportantes y 8 millones de personas tienen cobertura social por parte de la
ANSeS. Esta también es la Argentina que me parece que no se abordó recién, por lo menos
en la parte primaria del discurso.
Ahora me parece importante clarificar de qué estamos hablando, porque hubo algunos
discursos que me parece que pretenden confundir en forma intencional. Nosotros estamos
reconociendo que hay personas que no tienen la misma sexualidad que el común
denominador. Afirmar esto significa que estamos frente a personas que tienen derecho a ser
protegidas por el Estado, y el Estado tiene la obligación de protegerlos. Esto es sinónimo de
admitir, en consecuencia, que hay personas que son víctimas de abusos, y el Estado debe
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reaccionar frente a ellos. Esto es poder comprender que los individuos a los que estamos
haciendo referencia son personas, son tan personas como cualquiera de los senadores que
están sentados acá. Quiero aclarar esto porque no son parias sociales, no son monstruos; son
todos hijos y producto de matrimonios heterosexuales, son todos hijos de esta sociedad. Y la
sociedad, hoy, a través del Estado pretende reconocerles derechos hereditarios, derechos
sociales y cobertura previsional. Limitar el debate a una cuestión semántica o terminológica
me parece un reduccionismo.
No podemos tratar –escuché yo– de iguales a los que no son iguales. Esta reflexión,
que además me preocupa, es profundamente discriminatoria. En realidad, debiéramos
preguntarnos por qué no son iguales. Yo creo que son exactamente iguales a nosotros, son tan
personas como nosotros, son tan hijos de Dios como cualquiera de los que habló acá.
Efectivamente, tienen sentimientos. La única diferencia es que tienen una orientación sexual
distinta, que vaya a saber Dios por qué, por alguna concepción divina, hay quienes tienen una
inclinación heterosexual y quienes son homosexuales. Vaya a saber Dios por qué suceden
estas cosas.
Nosotros creemos ser normales, entonces convivimos con homicidas, con
narcotraficantes, con pedófilos. Muchos de ellos ocupan lugares de privilegio en la sociedad:
algunos son autoridades eclesiásticas, otros son autoridades educativas. Se encuentran en ese
lugar de privilegio y actúan con la complicidad y, a veces, el silencio de la sociedad hasta que
algún hecho bochornoso, escandaloso, toma estado público, viene la condena de la justicia y
recién después el repudio de la sociedad. Hasta ese momento, nosotros los consideramos
semejantes. Pero la verdad es que con estos verdaderos energúmenos sí somos distintos. Sí,
claro que somos distintos. A nadie jamás se le ocurrió establecer distintas categorías para la
condición de personas de quienes a lo mejor y por discriminación positiva merecerían un
tratamiento distinto.
Es importante que entendamos con meridiana claridad que el derecho que hoy
estamos reconociendo no lesiona ningún derecho de ningún heterosexual, ni de ningún
integrante de la sociedad. La única diferencia entre el antes y el después de la sanción de esta
ley es que vamos a poner un punto final a una injusticia que viene desde siempre y que en la
República Argentina tiene 26 años de militancia pacífica de quienes en definitiva han sido
discriminados.
Es falaz argumentar que nosotros estamos vulnerando derechos adquiridos, como
también es falaz mezclar la discusión de esta ley con la de adopción. Nosotros no tocamos
una coma de la ley de adopción. Los que podían adoptar antes de esta ley, lo podrán hacer
con posterioridad. Y esto hay que decirlo literalmente. Es cierto, como dijo, entre otros, el
senador Juez, que esto pone sobre la superficie una ley vetusta, caduca, que es la ley de
adopción. Porque el problema no es de los pibes que tienen papá y mamá, sino de los miles
de pibes que son víctimas de atrocidades. Y, efectivamente, nosotros debemos trabajar
concienzudamente para que la ley de adopción les permita tener una salida distinta de la que
tienen.
Este debate genera tensiones. Todos los debates las generan, como las generó en su
momento el divorcio vincular. La evolución genera estas cosas. A veces nos enfrenta en
discusiones innecesarias, cuando este tipo de temas los debiéramos resolver por la positiva,
por la inclusión, por la singularidad y no por la negación.
Voy a traer a cuento algo que, efectivamente, los santafesinos conocen con
profundidad, que es la suerte que siguió alguna vez allá por 1867, cuando se debatió la
primera ley de matrimonio civil. En ese momento esa ley era promovida por el gobernador
Oroño y el obispo del litoral con asiento en la ciudad de Paraná Gelabert y Crespo se opuso a
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esa ley y envió un comunicado a todas las parroquias del litoral calificándola de anticristiana,
antisocial, corrupta, impopular, contraria a las tradiciones populares, e inconstitucional.
Obviamente, el gobernador reaccionó y mandó a arrestar a todos los párrocos de las ciudades
de Santa Fe y de Rosario. Además, pidió al gobierno nacional que interviniera el gobierno de
la provincia de Santa Fe. Eso fue negado y el voto de la negación del Poder Ejecutivo tenía
letra de don Dalmacio Vélez Sarsfield. Ante la situación que se vivía, los grupos políticos
aprovecharon el descontento popular y se generó una verdadera revolución en Santa Fe. En
ese momento Urquiza apoyaba a Cabal, que era contrario a Oroño y, entonces, el gobierno
nacional ordenó la intervención de Santa Fe, pero no por el pedido del gobernador sino por
los acontecimientos revolucionarios que se vivían. El grupo de Urquiza y Cabal tomaron
Rosario y fueron a buscar al intendente Ruiz Moreno, pero como no lo encontraron fusilaron
su retrato. Además, según cuentan las leyendas de la época, mandaron a fusilar a aquellas
leyes que se habían escrito respecto del matrimonio civil como una muestra absolutamente
clara de que, efectivamente, se condenaba no sólo a la vida en matrimonio civil, sino a
aquellos que en ese momento se habían animado a dictarlo.
La realidad existe. No es una ficción y nosotros debemos convivir con ella y no
negarla. Antes, el divorcio llegó a ser calificado por algunos –y sigue siéndolo– como un
pecado mortal, y la sociedad vivía ocultando y simulando cuestiones que efectivamente
sucedían en su seno; o sea, era una sociedad absolutamente hipócrita en ese sentido, pero era
la realidad del momento y la legislación de la época. Actualmente, el divorcio es una realidad
que transparentó que, efectivamente, el amor hay que conjugarlo de a dos, pero de la mano
del respeto por el otro. Bienvenidas la evolución y aquellas herramientas con las cuales la
sociedad va mejorando sus condiciones de vida y de convivencia.
En otros tiempos, los primeros pensadores de la humanidad habían destinado para la
mujer un rol que, gracias a Dios, sufrió evoluciones. El mundo evoluciona y el futuro va de la
mano del proceso evolutivo en el cual estamos todos inmersos.
En muchas oportunidades, cuando en este recinto se habla de lo propio y de lo
extraño, nosotros citamos tratados internacionales y normas constitucionales, pero en balde.
Sería importante que ahora, al tratar este proyecto de ley, echemos un vistazo a la
Constitución y a los tratados internacionales para ver qué lejos o qué cerca estamos de ellos.
Al respecto, digo que la Constitución es muy clara: exige al Estado un tratamiento igualitario
para todas las personas, e impedir contraer matrimonio a personas del mismo sexo constituye
un caso de discriminación absolutamente vedado por la Carta Magna.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos señala en su artículo 2°, punto
1), que todas las personas tienen derechos y libertades que se proclaman sin distinción alguna
de raza, sexo, idioma o religión. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre remarca que todas las personas son iguales ante la ley. El artículo 24 del Pacto de
San José de Costa Rica le dice a los estados que son parte –nos dice a nosotros– que deben
respetar los derechos y libertades reconocidos en él. El Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, en su artículo 26, habla de la igualdad ante la ley. La Corte
Interamericana prohíbe el tratamiento discriminatorio.
Pero como si todo esto fuera poco, cabe señalar que en el año 1994 se produjo una
reforma constitucional y el artículo 75, inciso 23, obliga a que el Congreso tenga prácticas
reales en acciones positivas que den igualdad de oportunidades y de trato.
La igualdad de la ley no se puede mover. Cuando uno analiza si una ley trata
igualitariamente o no a los individuos, estos no se pueden mover del campo de la racionalidad
y de la lógica. Y la protección del artículo 1.271 para la presunción de propiedad conjunta de
los bienes es un derecho. El derecho hereditario es otro derecho. Entonces, impedir
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pasos de la Facultad, y seguramente lo saben todos− tiene que ser integral, general y no
discriminatoria. Y el proyecto que viene en revisión de la Cámara de Diputados es integral,
general y no discrimina.
Hoy, uno de los senadores preopinantes hizo referencia a una clásica novela,
Rebelión en la granja, y citó el párrafo que decía que son todos iguales, pero hay algunos
que son más iguales que otros. Por lo tanto, tenemos que revertir esa situación, porque
cuando el debate se oscurece, debemos encender, como lo hicieron algunos aquí, la luz del
alma que ilumine. Porque si nosotros, los heterosexuales, los protegidos por el derecho, no
tenemos los oídos abiertos a gritos desesperados de grupos de gente que está sin protección y
sin cobertura jurídica, será porque no sólo habremos perdido el oído, sino que también
comenzamos a perder la razón. Y eso, para un legislador, es muy complicado.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Higonet.
Sra. Higonet. – Señor presidente: en primer lugar, felicito a la Comisión de Legislación
General por el profundo y titánico trabajo −como se ha dicho aquí− que hizo para llevar al
interior y darle un sentido federal a este tema, para escuchar la voz de las provincias.
Realmente, los aportes fueron muy positivos. Tuvieron un verdadero sentido democrático
cada una de las audiencias.
Sin embargo, hubo una voz que no fue escuchada en esas discusiones porque,
obviamente, así debía ser. Me refiero a la de los niños. Eso hace que la responsabilidad por lo
que diga y vote hoy tenga un peso enorme. Así como también lo tienen todas las firmas que
nos alcanzaron miles de familias pampeanas bajo el lema "Queremos una familia con papá y
mamá".
Es cierto que todavía me sigo planteando por qué nos dimos tan poco tiempo para
encarar un debate profundo y trascendental para las familias. Nuevamente, nos llevaron a
confrontarnos como sociedad, a sentir que estábamos en un partido de fútbol en el que nos
ubicábamos en uno u otro arco según si nos poníamos la camiseta de la Iglesia o la de
"progre".
Considero que se trata de un tema acerca del cual tendríamos que haber dado un
debate mucho más profundo, serio, técnico, con tiempo y con la madurez que una sociedad
democrática necesita. De haber procedido de esa manera, seguramente habríamos llegado a
resolver o a enfrentar este tema mucho más fortalecidos y enriquecidos y no con este
sentimiento de la mirada esquiva, con el enojo que muchas veces generaron las discusiones
que se dieron sin conocer en profundidad el tema. Sinceramente, no he visto una sola vez en
los debates públicos que se han dado el estar analizando realmente el proyecto que hoy se
encuentra en nuestras manos. Sí se ha bombardeado con muchos temas, aunque
fundamentalmente con tres: matrimonio, discriminación y adopción.
Alguien muy sabio me dijo ayer: cuando empieces a debatir, cuando empieces a
hablar de un tema, tenés que saber primero la definición. Es decir, qué significa
concretamente aquello de lo que vas a hablar.
Eso es lo que voy a intentar, presidente. Matrimonio viene la palabra latina, como lo
dijo la senadora Osuna, matrimonium. Matri, significa madre, matriz, y monium, significa
calidad de. Pero, a diferencia de lo que se dijo, para mí es oficio de madre, con todo lo que
significa desde lo profundo y desde la ternura que implica. Es decir que, por lo tanto,
hablamos de la procreación.
El matrimonio es un don de la creación. No hay nada que lo iguale. Tiene
características que lo diferencian y que hacen que sea la base de la familia y de la sociedad.
Es, justamente, en la diversidad biológica y en la complementariedad antropológica donde el
matrimonio encuentra su razón de ser; trasciende a los que lo viven y genera vida. Y en una
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unión homosexual está ausente la dimensión conyugal como también está ausente la apertura
a la nueva vida.
Es el matrimonio, como dije, la base de la familia y de la sociedad. Y es a la familia a
la que desde hace muchísimo tiempo, desde tiempos inmensurables, se la reconoce como la
célula de la sociedad. La familia es fundante, tiende a la existencia justa de la sociedad. De
ahí que corresponde al Estado su protección en resguardo del bien común.
Esto así fue reconocido en las grandes culturas del mundo y es reconocido en los
tratados internacionales que tienen jerarquía constitucional, tal como lo establece el artículo
75, inciso 2) de la Constitución.
Es cierto que ya fueron nombrados, pero viene al caso y lo reitero. La Convención
Americana sobre Derechos Humanos establece en el artículo 17 la protección a la familia. La
familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y debe ser protegida por la
sociedad y el Estado. Se reconoce el derecho del hombre y la mujer a contraer matrimonio y a
fundar una familia si tienen edad y las condiciones requeridas para ello por las leyes internas.
Adicionalmente, también el artículo 6° de la Declaración Americana de los Deberes y
Derechos del Hombre de 1948 tiene similares estipulaciones, salvando modalidades de
expresión.
El inciso 3) del artículo 16 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice:
“Los hombres y las mujeres a partir de la edad núbil tienen derecho, sin restricción alguna
por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia.”
En cuanto al artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales y al artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, si
analizamos los textos, claramente se observa que cuando se refieren a otros derechos hablan
de toda persona, de todo individuo, pero cuando se refieren al matrimonio dicen que este
derecho se le reconoce al hombre y a la mujer.
Mucho se ha dicho también sobre la discriminación, y el Código Civil contempla
impedimentos para contraer matrimonio; por ejemplo, algunos fundados en la edad, en la
consanguinidad, en la cantidad de personas –si no estaríamos hablando de matrimonios
múltiples– y en la diversidad de sexo, y sin embargo no se los considera discriminatorios.
Cabe aclarar que no toda distinción es discriminatoria y que no toda diferenciación es
inconstitucional, siempre que ella sea razonable y no arbitraria. Y es la razonabilidad en la
selección de los hechos y circunstancias en las cuales aplicamos las mismas consecuencias
jurídicas lo que determina si una solución es violatoria o no de la igualdad.
No puede soslayarse que el derecho se aplica a hechos; y así, en determinados hechos
o circunstancias que ocurren en la vida de las personas, el ordenamiento jurídico –según
tiempo, lugar y forma– establece determinadas consecuencias o efectos jurídicos. Nos
corresponde a los legisladores establecer de manera razonable normas que regulen los hechos
o los acontecimientos entre las personas, no solamente seleccionando de manera razonable
los supuestos de hecho sino también cumpliendo con la Constitución y con los tratados
internacionales.
En el tema que nos compete, no querer otorgar a una unión entre homosexuales u
homoafectiva el mismo tratamiento o los efectos similares que a un matrimonio entre
heterosexuales no es discriminar, ya que, de acuerdo a lo que hemos explicado, esa unión no
produce los mismos efectos.
Mucho se ha hablado también de la adopción, y también en este tema me pareció
sumamente importante lo que dijo el juez de menores López –como mencionó la senadora
Monllau–, porque cuando hablamos de adopción siempre solemos cometer este error de
hablar de la adopción desde los adultos, y él fue muy claro en cuanto a que es el niño el que
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Sr. Gioja. – Las reflexiones que hace mi vecino de Mendoza –haciendo un análisis de lo que
él piensa– tienen que ver con la opinión de los sanjuaninos.
Creo que llevamos más de diez horas de debate. Hemos dicho muchas cosas y estoy
absolutamente convencido de que nada de lo que podamos mencionar modificará el criterio o
la opinión de quienes participamos de este rico debate, porque hay que reconocer que tiene
una importancia significativa. En consecuencia, voy a pedir oportunamente que se me
permita insertar mi discurso, a efectos de completar mi pensamiento con relación al tema.
Este debate ha incorporado algunos elementos que me parecen significativos, por
ejemplo, el hecho de que todos, o casi todos, hayamos hecho referencia concreta a la
adopción, que es un elemento fundamental en la construcción de una sociedad nueva y que
tiene consecuencias importantes en orden a decidir qué tipo de sociedad queremos.
Todos hemos criticado la ley que actualmente regula ese instituto. Es bueno que
asumamos el compromiso real, cierto y verdadero de estudiar el tema y dar una respuesta
legislativa a este problema fundamental, apuntando claramente a poner en el eje de la
discusión el derecho que tienen los niños, como bien se ha dicho aquí, a ser adoptados,
adecuando nuestra legislación a lo que establece la Convención Internacional de los Derechos
del Niño.
También quiero hacer una referencia al nivel de representatividad que hoy tenemos en
el Senado. Yo represento a la provincia de San Juan y allí hemos discutido bastante, con
relación a este tema, en audiencias públicas y foros en los que los sanjuaninos hemos ido
emitiendo una opinión y, en este sentido, entiendo que hay un criterio mayoritario que apunta
a ratificar la vigencia del matrimonio constituido por el hombre y la mujer. Se han expresado
así nuestro gobernador, intendentes y concejales.
Quiero leer brevemente una resolución unánime de la Cámara de Diputados de San
Juan –único órgano legislativo de mi provincia–, porque me parece que expresa de alguna
manera el pensamiento de la sociedad sanjuanina. Dice así: Artículo 1°. – Manifestar su
desacuerdo con el proyecto de ley relativo al matrimonio entre personas del mismo sexo, con
sanción en la Cámara de Diputados de la Nación y en revisión en la Cámara de Senadores.
Artículo 2°. – Instruir a los señores senadores nacionales por la Provincia de San Juan para
que rechacen con su voto el proyecto de ley de legalización de la unión de personas del
mismo sex
Voy a ser compatible mi voto con el pensamiento y la decisión de los sanjuaninos, a
lo que agrego mis convicciones personales, que también van en la misma dirección. Por eso,
voy a votar a favor de mantener la estructura del matrimonio conforme actualmente está
regulada en el Código Civil, apuntando también a crear las condiciones para que haya una
legislación que permita a aquellas personas del mismo sexo que quieran compartir su vida
tener una garantía de que lo van a hacer en el marco de una institución, distinta de la del
matrimonio, que les dé seguridades en orden a su objetivo.
Agradezco al señor senador la posibilidad de esta interrupción y al señor presidente el
haberme cedido el uso de la palabra.
Sr. Presidente (Pampuro). – Continúa en el uso de la palabra el señor senador Bermejo.
Sr. Bermejo. – Señor presidente: como estaba diciendo, firmé el dictamen de la Comisión de
Legislación General sobre el proyecto de ley de unión civil que contempla la posibilidad de
ver garantizados los derechos patrimoniales, de seguridad social y derechos sucesorios.
Esto no debe entenderse como la negación de un derecho a alguien sino la necesidad
jurídica de afirmar y tutelar un instituto que tiene sus notas y características propias.
Entonces, señores senadores, dejo plasmado el respeto que tengo por las diferencias. Una
sociedad democrática es una sociedad pluralista, no una sociedad uniforme.
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humano. Más allá de esta norma, la votemos a favor o en contra, vamos a legislar sobre una
realidad, que seguirá existiendo si se aprueba este proyecto o no.
Entonces, respetuosamente, quiero decir que debemos ver esto con perspectiva.
Valoro los conceptos diferentes que he escuchado aquí. Los valoro muchísimo, porque se ha
dicho casi todo. Es muy difícil agregar algo. Pero, quizás, puedo aportar algo desde el punto
de vista cultural, como artista.
En este sentido, ustedes no saben el peso que se van a sacar de encima si pueden –y lo
podemos hacer todos como sociedad– superar esta situación con mucho amor. Porque
estamos hablando de amor. Hay que tener mucho coraje para pararse frente a un hombre o
frente a una mujer, aunque sean del mismo sexo, y decirle: “Me quiero casar con vos porque
te amo”. Es decir, estamos hablando de amor.
Por eso, quiero remarcar el peso que nos sacaríamos de encima si superáramos
culturalmente, como sociedad, ese prejuicio. Dame al niño y te daré al hombre, dice la
psicología. Quizás, deberíamos poder sacarnos de encima todos esos preconceptos culturales
que tenemos desde chicos, para poder hoy otorgar este derecho a quienes tienen otro
concepto de la sexualidad; respetando y dando igualdad a través del precepto constitucional
de la igualdad ante la ley.
No entiendo por qué tenemos que poner tantos obstáculos a esta norma. ¿En qué me
perjudica, y en qué se perjudica la sociedad con esta sanción? Lo pregunto con todo respeto y
con todo amor. Hay que tratar de desdramatizar. Digámosles a nuestros jóvenes que hay que
militar por el amor. Salgan y abracen a quienes piensan diferente.
Lamento que este debate se produzca con esta confrontación permanente que a veces
proponemos. Y ni siquiera deseo hablar del oficialismo o del jefe político del oficialismo,
quien a veces nos propone una confrontación. No quiero hacer hoy esta mención. Pero es una
lástima que este debate no se produzca hablando, realmente, sin este dramatismo que le
hemos dado.
Nosotros, desde el Estado, tenemos que administrar el vacío legal de esta realidad.
Tenemos la obligación de regular lo temporal, ya que hay otras instituciones que se encargan
de lo espiritual. Así lo describe Bidart Campos, tal como aprendí en el tiempo que estudié un
poco de Derecho.
Es decir que tenemos lo espiritual y a Dios, que es divino y está por encima de todos.
Pero nosotros tenemos la obligación de regular lo temporal desde este Parlamento. Y, gracias
a Dios, creo que este proyecto que tiene sanción de la Cámara de Diputados es absolutamente
perfectible. Lo podemos corregir, porque estamos en democracia. Felizmente, hay congresos
provinciales y nacionales, y tendremos otras sesiones. Hay otros proyectos que, dentro de un
mes, seis meses o un año, podemos volver a discutir para perfeccionar la norma. Pero hay que
ver esto con perspectiva.
¿Ustedes se acuerdan cuando durante el gobierno del doctor Raúl Ricardo Alfonsín se
aprobó aquí el divorcio vincular? ¿Recuerdan todos los cataclismos que nos anunciaron?
Es decir, hay que ver esto con perspectiva. Esa norma, simplemente, cubrió o regularizó un
vacío legal. Y esto, seguramente, irá en el mismo sentido, señor presidente.
Me alegro por este desafío que tenemos y valoro muchísimo los diferentes conceptos.
Pero lo que pregunto es ¿a quién dañamos con esto? Y respeto el precepto constitucional del
artículo 19 de la Constitución Nacional, relativo a los actos privados de los hombres.
Realmente, quise descontracturar, porque acá se ha dicho, y lo hemos analizado con
los asesores en el bloque, que vamos a tener que aportar a este proyecto en muchos de sus
artículos. Pero felizmente, tenemos la democracia, señor presidente, tenemos el Congreso de
la Nación, tenemos diputados y senadores, que vamos a perfeccionar hasta ver en la
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experiencia social.
Todo eso que les hablé al principio, acerca de la familia, de los nietitos, de los hijos,
del matrimonio, todo eso va a seguir, senadores. Y Dios nos va a seguir amando, porque nos
ama a todos por igual. Yo no voy a perder mi fe en la Virgen de Itatí o en Jesús por esto,
señor presidente. Vamos a seguir amándonos los unos a los otros. Por eso, soy absolutamente
optimista con respecto a nuestra sociedad y a la rehabilitación que hacemos de la política en
esta diversidad de opiniones.
Pensemos ¿a quién perjudicamos con esto? Todo lo otro va a seguir igual; nada más
que algunos van a tener cubierto un vacío legal. Sin embargo, los niños que tienen a sus
padres, a su mamá, a su papá, todo eso lo seguirán teniendo. Pero quizás haya chicos que son
abandonados por algunos matrimonios heterosexuales, homosexuales o monoparentales, que
después podrán ser adoptados. Y acá viene la ley 24.779, que para mí, en este momento, no
es objeto de debate.
Finalmente, señor presidente, quise hacer este aporte dejando un poco de lado lo
jurídico, para que volvamos a ver con perspectiva lo que va a significar esta norma y para que
descontracturemos este asunto.
Quiero decirles que voy a apoyar con absoluta libertad de conciencia, pensando que,
además, represento a un partido humanista como la Unión Cívica Radical. Tengo el orgullo
de pertenecer a este partido que nos dio la democracia para siempre y que nos da la
posibilidad de perfeccionar las leyes, al igual que todos ustedes, que están aquí presentes.
Y prefiero, señor presidente, otorgar mayores derechos –no dosificarlos– antes que
cercenarlos, con absoluta libertad y en plena democracia.
Sr. Fuentes. – Propongo una moción de agradecimiento por la frescura del senador.
Sr. Presidente (Pampuro). – Adhiero a su moción.
Tiene la palabra el senador Mayans.
Sr. Mayans. – Señor presidente: Si hablamos de frescura, quiero decir que el aire
acondicionado estaba bastante fuerte. Así que, como hace “calor”, me gustaría que lo bajen
un poquito.
En primer lugar, quiero felicitar a la presidenta de la Comisión, senadora Negre de
Alonso, y a todos sus integrantes por este trabajo que, realmente, ha sido muy importante.
Fue un trabajo llevado a cabo con plena conciencia y, por supuesto, se ha hecho en todo el
país.
Esto ha producido una discusión muy interesante. Uno aprende mucho en el debate y
más, en un tema que es muy profundo. No se trata, como dicen algunos, de una simple
modificación de una coma del Código. Es un tema muy importante.
Perón solía decir que una revolución como la nuestra, que es pacífica, es un gran
cambio. Qué es una revolución sino un gran cambio, decía. Y esto es lo que va a traer la
sanción de esta iniciativa; va a traer un gran cambio en lo social, en lo cultural y también en
lo educativo. Si este proyecto de ley es sancionado, va a traer cambios muy profundos.
Yo quiero decirle, señor presidente…
– Murmullos en el recinto.
Sra. Negre de Alonso. – Por favor, señor presidente, ¿podría hacer callar a quienes están
hablando en la barra?
Sr. Presidente (Pampuro). – Les pido a las personas que se encuentran en los palcos que, por
favor, no hablen por teléfono mientras algún senador está haciendo uso de la palabra. Si
tienen que hacerlo, deben retirarse de allí.
Continúa en el uso de la palabra el señor senador Mayans.
Sr. Mayans. – Yo soy una persona que cree profundamente en el estado de derecho y en la
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democracia; por eso estoy acá. A la vez, también creo en las libertades –entre ellas, la de
expresión– y estoy en contra de todo tipo de discriminación.
En tal sentido, considero que todos los que estamos en este recinto somos personas
profundamente democráticas que hemos sido elegidas en forma directa por nuestros pueblos;
no podría haber sido de otra forma. El problema es que cuando se tratan temas tan profundos,
hay algunos que van un poco más allá en el análisis y buscan la confrontación: así se dice que
los que votan a favor son progresistas y los que votan en contra son retrógrados, o que los que
votan a favor son buenos o disciplinados y los que votan en contra son malos o
indisciplinados. Incluso, también se ha dicho acá que los que votan a favor son muy sinceros
y los que lo hacen en contra son hipócritas.
Es lamentable, realmente, que se busque distorsionar el pensamiento de las personas.
Como se ha hablado con tanta altura y con tanta sinceridad, a mí me parece que lo que vale
en este estado democrático es respetar la libertad de expresión de cada legislador; eso es lo
que enriquece el debate.
Por ahí, también se dijo que no hay que mezclar las cuestiones de Dios con las del
Estado. Pero fíjense que este Estado nació al amparo de Dios, que es fuente de toda razón y
justicia. Entonces, los que creemos que Dios existe, lógicamente, también pensamos que rige
nuestras vidas. Por eso es que, cuando actuamos, lo debemos hacer en función de ello.
Se ha criticado acá a personas que han cometido errores o delitos o que son
sacerdotes. Bueno, Jesús también decía que no sólo el que dice “Señor, Señor”, estará a salvo,
sino también el que cumple la palabra. Y hay gente que no cumple, y aunque sean sacerdotes
o monjas pueden no cumplir con su palabra. Porque no se es sacerdote o legislador para
incumplir o para cometer un abuso. Entonces, hay que tener mucho cuidado cuando se habla
de este tipo de cuestiones.
En este sentido, yo digo que el varón y la mujer fueron creados para que cuando se
junten sean una sola carne y, al constituirse en matrimonio, al fruto del amor, que son los
hijos, no solamente puedan darle educación y protección sino también guiarlos y llevarlos
adelante en la vida –incluso para la preservación de la especie–, lo que es fundamental para la
constitución de nuestro sistema social.
Por eso, no creo que haya discriminación ni negación de derechos, porque estos están
perfectamente contemplados en la Constitución Nacional, reformada en 1994. Fíjense que el
artículo 16 establece claramente que todos somos iguales ante la ley, a lo que yo le agregaría
“en nuestra dignidad y en nuestros derechos”.
Además, el artículo 19 expresa claramente que las acciones privadas de los hombres
que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni perjudican a terceros están sólo
reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.
También está el artículo 75, inciso 12), por el que nuestro país le ha dado rango
constitucional a una serie de tratados internacionales, por ejemplo, la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de los Derechos Humanos;
la Convención Americana sobre los Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles, Políticos y su
Protocolo Facultativo; la Convención Internacional sobre la Eliminación de Toda Forma de
Discriminación Racial; la Convención Sobre la Eliminación de Toda Forma de
Discriminación Contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanas o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño. En todos
estos tratados, que son muy amplios, están establecidas las garantías constitucionales de todos
los ciudadanos de este país.
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Así que yo creo que están muy lejos de ser discriminados; y considero que, al
contrario, la institución del matrimonio no puede ser avasallada so pretexto de que hay una
discriminación. Si una persona se siente discriminada en este país, tiene que recurrir a la
Justicia, y ella le va a otorgar el derecho que le corresponde, basado simplemente en nuestra
Constitución y en todos estos tratados internacionales que tienen rango constitucional en
nuestro país.
Así que yo me niego totalmente a decir que hay acá senadores que discriminan o que
no quieren la igualdad de derechos, porque la Constitución misma establece esa garantía. No
obstante, pidiendo también lógicamente por el reclamo que hace este sector, que pretende la
unión civil de sexos iguales, deberíamos tener absoluta predisposición para que las cosas
mejoren en ese sentido, ya que son reclamos tendientes a mejorar esa situación.
Por lo expuesto, señor presidente, quiero decirles que por mis convicciones y, además,
por lo que creo debe ser nuestro sistema social, de ninguna manera voy a acompañar el
proyecto que viene en revisión de la Cámara de Diputados. Voy a votar en contra por las
convicciones que yo tengo. Nada más.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Calcagno y Maillmann.
Sr. Calcagno y Maillmann. – Señor presidente: retomo lo que recién decía mi ilustre
predecesor, para decir que voy a votar a favor del proyecto venido en revisión de la Cámara
de Diputados.
Creo que el debate ha sido muy rico, muy interesante. Quizás, ha habido algunos
desvíos en temas económicos, que, tal vez, no era el momento de mencionarlos ni debatirlos;
al respecto, creo que, sin duda, tendremos la oportunidad de hacerlo en agosto con bastante
explicación de ambas partes.
He quedado muy impresionado por las intervenciones de las señoreas senadoras
Fellner, Rojkes de Alperovich, Osuna y por una cuestión que la senadora Morandini planteó
al principio.
Luego de ver el video, la señora senadora Morandini decía que en el montaje, también
se expresa un mensaje, ya sea de modo consciente o inconsciente. Yo no creo que haya tenido
para nada una intención maliciosa; por el contrario, el video es claramente ilustrativo más que
problemático, pero concuerdo con la senadora en que el medio es el mensaje y que,
efectivamente, cada código tiene su propio estilo, y entre lo escrito y lo oral, se va
construyendo una cierta realidad, un sistema de símbolos, de referencias, que, después,
permiten ubicarse en el mundo, ya sea avanzando, permaneciendo o retrocediendo.
Entonces, trataré de fundamentar mi voto a favor de la sanción de la Cámara de
Diputados, justamente, quizás, en algunas cuestiones discursivas. Porque se dice que este
proyecto que viene en revisión de la Cámara de Diputados tendrá efectos negativos, que no
servirá o, incluso, que es peligroso, cuando, en realidad, estos tres elementos −la negatividad,
la inutilidad y la peligrosidad− se utilizaron muchas veces a lo largo de la historia, situación
que creo que fue citada en otras intervenciones.
Así, se usaron cuando se trató la ley de matrimonio civil y la enseñanza laica por parte
de los hombres de la generación del 80, muy mitificada; cuando se consideró la cuestión del
voto masculino y, en los 50, la del voto femenino, al mismo tiempo que surgían los derechos
sociales; y cuando se debatió la ley de divorcio, como citó el señor senador Artaza.
En el fondo, creo que las críticas apuntan al núcleo duro de la modernidad. Es ahí
donde uno se relaciona al mundo de diversas maneras: desde los sentimientos, desde el
intelecto, etcétera. Entonces, me tomé el trabajo de repasar el libro de Albert Hirschman Dos
siglos de retórica conservadora.
En toda sociedad existen elementos conservadores...
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voy a descalificar el color de aquel al cual voy a tomar y someter al yugo del trabajo forzado.
Y así sucesivamente. Es decir, cada discriminación tiene un sustento material concreto que
justifica apropiaciones de bienes, ventajas o lo que fuere.
Hete aquí que esto trae como consecuencia que, a medida que los procesos históricos
evolucionan y desaparecen las razones material y económica que justificaban a quienes
ejercían esa discriminación para conseguir una ventaja, lentamente, la discriminación se va
dejando de lado.
Pero esta discriminación no tiene razón económica. Entonces, si uno analiza a qué le
damos vuelta alrededor, a partir de algunas intervenciones, va surgiendo la idea. Se habla de
deseos y de conductas privadas. Básicamente, se habla de sexo. Este es el tema que encierra
esta cuestión central, que son los propios temores. Esta es una discriminación que se sostiene
sobre la base de los propios temores y miedos que ancestralmente vienen arrastrados.
En aras a la brevedad, trataré de no incurrir en un exceso de ese análisis. Esto trae
como consecuencia necesaria la discusión de otro aspecto. Me refiero a los procesos de
cambio que se van produciendo.
Hacía memoria –mencioné algo de esto en una reunión de la Comisión– y recordaba
que iba al colegio primario, en el que había una matrícula de 1.100 ó 1.200 alumnos, y en los
recreos nos asomábamos a ver al único compañero que era hijo de un matrimonio separado.
Era un monstruo.
Pero pasaron los años, mi hijo ingresa al primer año del secundario –de esto harán
doce o trece años–, en un colegio emblemático de la clase media de la capital de mi
provincia, y al tercer día de clase, comenta que habían tenido oportunidad de juntarse en el
gimnasio y habían observado quiénes vivían con sus progenitores naturales. Y de treinta y
cuatro chicos, que eran la matrícula, solamente tres vivían con sus progenitores originales. Es
decir que había familias ensambladas, madres solas, padres solos y madres con novios y
padres con novias.
La prosecución de la anécdota es que pocos días después, me plantea que iba a llegar
tarde porque el padre de una compañerita le iba a hacer la fiesta al novio. Pero qué edad tiene
tu compañerita, le pregunto, y me dice que tiene la misma que él. Entonces, le pregunto:
¿Cómo? ¿Hay tanta amplitud? Y me contesta mi hijo: “No; es al novio del papá que le hace la
fiesta”. Es decir, aparece sobre la base de mis recuerdos y experiencias la posibilidad de ir
cotejando la evolución que se produce en el seno de nuestra sociedad.
Fui alumno de Alberto Molinario y recuerdo, cuando veíamos Derecho de Familia,
que él –con el cual discrepábamos absolutamente en todo menos en el coraje que tenía para
sostener a veces lo que era insostenible–, que se definía como preconciliar, aclarando que de
Trento, planteaba que el matrimonio era la institución de policía de las relaciones sexuales.
Es decir, el matrimonio era la reglamentación del sexo, para evitar que todo el mundo
anduviera de aquí para allá generando vástagos, poniendo en conflicto líneas sucesorias,
titularidades de bienes, etcétera. Además, planteaba que, de conformidad a la legislación de
Malinas, a la cual él adscribía –y aclaro que nunca fuimos a verificar si eso era verdad, por
cuanto éramos bastante tímidos para el esfuerzo del estudio en esa época–, las relaciones
sexuales únicamente eran lícitas en el marco del matrimonio pero que no toda relación en el
matrimonio era lícita, porque debía tener un componente subjetivo, que era la intencionalidad
de la procreación, pero agregaba que no siempre toda relación en el matrimonio con la
intención de procrear era lícita sino que requería el período de fertilidad de la mujer para
realizarla.
Si tomamos ese planteo en ese momento sobre el cual nos educábamos y seguimos
avanzando, cuando nos planteaban que el Código Civil como conjunción estatutaria de los
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plexos centrales de lo que conforman relaciones de poder concreta en una sociedad, a medida
que el tiempo avanza se convierte en una especie de vaca sagrada: no da leche, no da cuero,
no da carne. Es decir, todo proceso de transformación de la realidad como pugna de intereses
y necesidad de reglamentación normativa se resuelve con la creación de nuevas ramas del
Derecho que van limando, limitando, cosificando la legislación civil.
De la misma manera, cuando se nos decía que no era una omisión sino una actitud
deliberada del codificador Vélez Sarsfield no reglamentar la propiedad horizontal, por cuanto
repugnaba moralmente que alguien viviera arriba de la cabeza de otro; y de la misma manera
que el maestro Borda, quien en su voluminoso Tratado de Derecho Civil –luego fue ministro
del Interior de la dictadura blanda de Onganía, la cual, en comparación a los procesos oscuros
que vivimos después, analizamos lo blanda que en realidad resultó ser– planteaba que era una
inmoralidad y una aberración obligar a la totalidad a inscribir el matrimonio en un Registro
Civil, por cuanto el problema, básicamente, era de los no creyentes y, por lo tanto, debía
crearse un registro de disidentes. Mientras los demás se casaban en el marco de sus credos y
sus formas religiosas, aquellos que no tenían religión deberían recurrir a una especie de
registro de apátridas religiosos.
¿Qué quiero significar con esto?
En todo proceso de construcción jurídica de la norma, que supone la identificación de
los sujetos históricos y que supone la identificación con honestidad del conflicto de intereses
que la realidad marca, siempre hay dos posiciones: la primera es participar de esa dinámica
dialéctica de transformación de la realidad a través del dictado de la norma que recepta la
resolución del conflicto, y la segunda consiste en mantener la defensa acérrima del statu quo,
del sistema de estabilidad que presupone el sistema de convivencia.
A lo largo de las discusiones a las que hemos asistido sobre estos temas siempre la
argumentación de descalificación de la cuestión es, primero, la inmoralidad de la medida
tomada. Se sostiene que la medida es inmoral y atenta contra nuestras tradiciones, contra los
sistemas de valores consolidados, etcétera, y fundamentalmente viene la amenaza del
Diluvio, de la debacle y del caos.
El matrimonio civil presuponía la desaparición de la familia; el divorcio, la
disolución de la familia, y en este momento acompañar la sanción de la Cámara de
Diputados presupone prácticamente los mismos enunciados: el fin de la procreación de la
especie, la pérdida de conceptos de referenciaciones filiatorias, que no haya más pan con
manteca. Se enuncian una serie de consecuencias cuya dramaticidad genera el lógico temor
de quienes escuchan el debate.
Quiero hacer un párrafo aparte. Recibí –como calculo que muchos de mis colegas–
una nota del obispo de mi jurisdicción en la cual me envió la copia de un documento, pero
fundamentalmente instándome a cumplir con los deberes que tengo como senador.
Es en la humilde opinión de este senador, también quisiera, en función de la
devolución de la gentileza, recordarle a mi pastor que la principal obligación del pastor –
porque “Pastorear el rebaño” dice la nota– consiste en tranquilizar, en serenar, en disipar los
temores que esa congregación puede tener; preparar desde una medida de concepción
generosa de las diversidades y de los tiempos nuevos que vienen que todos puedan convivir
en armonía, desactivar la conflictividad, serenar, aplacar.
Creo que nada de eso ha sido precisamente ponderado, merituado en una misiva –
permítaseme leerla a efectos simplemente de cerrar esta intervención-, cuyo texto dice: No se
trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva del plan de Dios. No se trata de
un mero proyecto legislativo –éste es sólo el instrumento– sino de una movida del padre de la
mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios.
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A los senadores: Clamen al Señor para que envíe su Espíritu a los senadores que han
de dar su voto. Que no lo hagan movidos por el error o por situaciones de coyuntura sino
según lo que la ley natural y la ley de Dios les señala. Esta guerra no es vuestra sino de Dios.
Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios.
Carta del cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, a las monjas
Carmelitas de la Arquidiócesis de Buenos Aires, 22 de junio de 2010.
Estas son las cuestiones que en su momento fueron señaladas cuando a instancias de
la presidenta de la Comisión se sugirió el camino de las audiencias, camino que nunca uno
puede rechazar en la medida en que entiende que todo debate, que escuchar, es el presupuesto
básico de la construcción de los acuerdos. Uno intuía que iban a suceder: realidades distintas,
presiones, temores.
La preferencia sexual de personas, diferente a la nuestra, no tiene que ser ni siquiera
objeto de discusión. Esas elecciones, esas maneras de resolver el amor entre las personas no
pueden ser objeto ni siquiera de referencia en ningún tipo de normativa ni de instrumento ni
de trámite.
Esto está señalando, a mi modo de entender, con toda claridad, cuál es el camino.
Justamente hoy hacía un reconocimiento sincero al senador Artaza por la cuota de frescura,
después de un debate prolongado y el consiguiente cansancio entre nosotros. Es esa apelación
al amor como el elemento distintivo y configurativo de nuestra humanidad.
Simplemente tengamos el coraje de despojarnos de las hipocresías que básicamente
encierran nuestros propios temores sobre esa elección sexual y admitamos que en un mundo
que evoluciona, si la cuestión de la preferencia sexual va a ser una decisión idénticamente
valorativa, sea cual fuere, no va a haber de ninguna manera consecuencias de
monstruosidades ni de patologías, como las que se han esgrimido en todo ese compendio de
objeciones que se hacen desde el punto de vista de la construcción formal de la norma.
Entendamos que tenemos la responsabilidad política de acompañar los procesos de
transformación…
Sr. Presidente (Pampuro). – Ha terminado su tiempo, senador.
Sr. Fuentes. – … en una lucha inclaudicable por la igualdad y contra la discriminación, sea
cual fuere el precio y las consecuencias que traigan.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Morandini.
Sra. Morandini. – Señor presidente: para desdramatizar un poco, la verdad es que no sé si es
mejor la hoguera que me ofrecen por votar esta ley o la heladera de este recinto. (Risas.)
A esta altura del debate parece ya una conversación entre amigos. Me pasa a mí como
le pasó casi a la mayoría que traemos argumentos escritos que tenemos mucha necesidad de
poder dialogar a raíz de todo lo que hemos escuchado.
En primer lugar, quiero agradecer a la senadora Negre de Alonso porque el trabajo
realizado me entusiasmó y las audiencias públicas me llenaron de optimismo. Me pregunté a
mí misma si esta no era la forma en que teníamos que legislar. Si la democracia es
participación, teníamos que escuchar a la ciudadanía. Y eso se hizo.
Discúlpeme, senadora, si fui violentamente intempestiva. No dudo de su buena fe,
pero usted fue víctima de aquello que decía Pessoa: “Quien inventó el espejo, envenenó el
alma”. La televisión no es perversa en sí misma. La imagen banaliza todo lo que hacemos;
porque, en poco tiempo, ese fragmento que usted nos mostró no fue la totalidad. La totalidad
está en todo lo que nos dio, en todo lo que se transcribió, donde estaba la realidad. Ahí estaba
la virtualidad. Por eso, hice mi aporte en ese sentido.
Quizás en las audiencias hicimos eso que dice que por mucho que nos afecte el mundo
o los temas del mundo, sólo se humanizan si conseguimos hablar con nuestros semejantes. Y,
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en ese sentido, hemos podido hablar. No quiere decir que con esto hemos cambiado la
opinión, porque en las audiencias lo que se veía de un lado eran testimonios en primera
persona, de sufrimiento; testimonios que siempre terminaban en llanto, que venían a
contarnos lo que significaba ser discriminado, ser despreciado por su familia. Y nadie lo dijo
mejor que aquél que fue martirizado, que dijo que “detrás de la alegría y de la risa puede
haber una naturaleza vulgar, dura e insensible; pero detrás del sufrimiento, siempre hay
sufrimiento. Al contrario que el placer, el dolor no lleva máscara”. Esto lo escribió Oscar
Wilde desde la cárcel, donde fue encerrado por homosexualidad. Esa carta se publicó sesenta
años después.
Del otro lado, había temor, testimonios de personas jóvenes que nos decían: “Somos
madres, tenemos hijos”. Y había un gran temor.
En el medio, los expertos que les hicieron decir a los mismos textos cosas diferentes.
Como también se habló de la etimología, y se insiste tanto en el origen de la palabra
“matrimonio” que remite a mater, permítanme contarles, en primera persona –como todos la
hemos usado–, que yo viví mi exilio en Portugal y si pongo risa en mi cara y maliciosidad es
porque los latinoamericanos que vivíamos allí poníamos esa misma cara cuando
escuchábamos a las madres y a los padres referirse a sus hijos o a los niños pequeños como
“putos”. En Portugal, a los niños pequeños se les dice “putos”. La palabra proviene
etimológicamente de putis, que son los querubines de las iglesias. En verdad, uno podría
perfectamente preguntarse qué nos pasó, cómo puede ser que una palabra que tiene un origen
angelical termina convirtiéndose en lo opuesto, en una palabra de Demonio.
La respuesta está en lo que cada uno de nosotros podemos hacer y podemos
interpretar para justificar, tal vez, lo que tenemos más profundo, como se ha dicho aquí.
No vengo a contar anécdotas personales, sí vengo como representante de Córdoba, a
la que Sarmiento decía que era la provincia de las sotanas y los campanarios, vengo de la
Córdoba de la Reforma Universitaria, de la Córdoba del Cordobazo y de la Córdoba del padre
Alessio, a quien el obispo le prohibiera dar misa por haber dicho en voz alta lo que pensaba
con relación a este tema.
También vengo de la Córdoba de Natalia Gaitán, una joven de 27 años que vivía en
un barrio pobre en las afueras de la ciudad capital, que trabajaba en un comedor popular
alimentando a sus vecinos y que estaba en pareja con una joven que tenía diez años menos
que ella. Un sábado de marzo Natalia Gaitán fue fusilada a poco menos de cien metros de su
casa y por el crimen está acusado el padrastro de su novia. Vengo también de la Córdoba
donde Videla está siendo juzgado y cabecea a la siesta, como un viejito durmiéndose, tal vez
para no escuchar todo lo que cometió. Y porque vengo de esa Argentina he abrazado los
derechos humanos, porque es el único antídoto que puede evitar que volvamos a
descarriarnos.
Esta no es una ley progresista; no es porque queremos parecernos a Suecia que
estamos legislando para garantizar derechos a aquellos que llamamos minorías, que son
nuestros iguales, nuestros compañeros, nuestros vecinos, nuestros colegas, nuestros
familiares. La verdad es que me cuesta muchísimo, no tengo argumentos, he buscado en
todos los argumentos jurídicos una razón que me permitiera justificar por qué negar derechos
a aquellos que son iguales.
De eso es de lo que quiero hablarles y tal vez rehacer una pregunta base: ¿Creemos
efectivamente que la democracia es el mejor sistema para vivir los argentinos? Seguramente
todos vamos a decir que sí, pero la democracia tiene que querer decir para todos lo mismo. La
democracia es el sistema por el que efectivamente las mayorías legitiman a los gobiernos,
pero que ponen a prueba las minorías. La calidad de una democracia se mide en cuánto puede
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desconfianza, de odio, de discriminación, de lastimarnos unos a otros. Por eso, ojalá podamos
hacer realidad esto que se dice, pues son mucho más sabios, inteligentes y rectos los hombres
si están reunidos, que uno solo que pueda tener una clarividencia. Este es mi compromiso.
Por eso apoyo esta propuesta, y no porque esté en contra de alguien, sino a favor de
los derechos humanos y del respeto hacia todos, o sea, no a las minorías, sino a aquellos que
son nuestros iguales, a aquellos que son los hermanos para la religión, los compañeros para la
política, pero son nuestros compatriotas.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Pérez Alsina.
Sr. Pérez Alsina. – Señor presidente: quiero comenzar a exponer mis fundamentos –no
pensaba hacerlo así– haciendo referencia a la exposición –desde mi punto de vista,
inteligente– que realizó el senador Fuentes, la cual no comparto aunque establece algunos
conceptos para conversar. Él efectuó un discurso que me animaría a decir que fue casi
filosófico. Y debo reconocer que fue interesante.
El senador Fuentes dijo algo que yo creo que debemos tener en cuenta: es verdad que
en muchos conceptos del Estado, y en muchos conceptos de la imposición de una sociedad,
cuando hay algo con lo cual uno no estaba de acuerdo o consideraba que iba a romper
instituciones o costumbres, se decía que era inmoral y no se argumentaba.
Pero cuando eso se exagera, obviamente, lleva hacia actitudes desde todo punto de
vista casi represivas.
Ahora estamos frente a un nuevo peligro. Ahora, respecto de quienes piensan de una
manera que no está acorde con aquella idea que quizá se vaya imponiendo en algunos
sectores, quienes quieren defender ciertas instituciones con los cambios que sean necesarios,
o quieren manifestar opiniones diferentes, senador Fuentes, ya no se dice que eso es inmoral
pero sí se dice que eso es discriminatorio.
Y estamos exagerando tanto –no lo digo acá, por favor, no son alusiones- con esa idea
de que quien piensa distinto es discriminatorio que, en poco tiempo, quienes pensemos
distinto empezaremos diciendo, en nuestras palabras, que nos sentimos discriminados.
Entramos en un tema que creo que es difícil de conceptuar.
Me hubiera gustado, señor presidente, que esta discusión se hubiera dado en un marco
mucho más tranquilo, con más tiempo, que hoy hubiéramos discutido el tema de la unión
civil o como la llamemos, y que nos hubiéramos dado todo el tiempo necesario para estudiar
el otro tema, el matrimonio con adopción.
Yo pregunto a los señores senadores si no hubiera sido oportuno, en un tema tan
importante, que toca una institución de miles de años, que estemos todos los senadores, todos
menos uno, o todos menos dos, que no nos hubiéramos impuesto este tiempo del 14, sí o sí, a
todo o nada. Algunos países que ya aceptaron la adopción, primero trataron la unión civil y
cuatro años después estaban tratando la cuestión de si adoptaban o no. Algunos todavía no lo
resolvieron. Como ustedes saben, solamente nueve países aceptan la adopción, y cuatro o
cinco estados de los Estados Unidos, y debo recordar que en ese país, a través de una ley
sobre acta matrimonial, el gobierno federal no reconoce, todavía, los matrimonios entre
personas del mismos sexo.
¿Qué quiero decir con esto? Que no es un tema que lo podemos decidir absolutamente
rápido, sin analizar todas las consecuencias posibles. Acá se hizo mucha alusión al tema de la
discriminación, de la cual ya hablé, al tema de la sexualidad, al tema de la desigualdad. Y ese
no es el tema de hoy, señor presidente. Ninguna persona que, hoy en día, esté en contra del
proyecto tal cual viene de la Cámara de Diputados tiene un cuestionamiento sobre el derecho
a la identidad sexual. Ninguno. Pero sí tenemos derecho a preguntarnos qué pasa con la
adopción. Y lo digo con todo respeto. No estoy diciendo que es malísimo o que es
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buenísimo. Pero ¿no nos debería haber llevado un poquito más de tiempo? En el mundo están
debatiendo sobre esto y nosotros queremos resolverlo en forma absolutamente rápida.
Me preocupa, desde el punto de vista no político sino filosófico, algo que se ha ido
repitiendo permanentemente y que escuché en todos los medios. Me refiero a que el
matrimonio es una concepción cultural, que aparece y desaparece. La palabra matrimonio
puede aparecer o desaparecer, pero la concepción de la unión hombre-mujer existe desde el
principio de los siglos. Y eso es el matrimonio. Pongan unión hombre-varias mujeres,
también es un matrimonio poligámico. Pero lo que no podemos negar es que se trata de la
relación hombre-mujer, varón-mujer. Lo otro no es que sea menos. Digo esto porque, en
cualquier momento, algunos opinarán que discriminamos. Pero es diferente, es distinto, no es
menos. No siento que un matrimonio de heterosexuales sea superior a la unión de dos
personas de un mismo sexo, pero son distintos. No podemos negar la naturaleza. Es la unión
varón-mujer. El Derecho Romano, muchísimo antes de la irrupción del Cristianismo, ya lo
sostenía de esa manera. Y es verdad lo que decían varios senadores acerca de que el sentido
de la homosexualidad en los griegos y los romanos era muchísimo más intenso que en las
sociedades actuales y era reconocido tácitamente. El efebo era casi una institución –los
héroes tenían efebos– pero nunca como Estado quisieron aceptar esa concepción, porque
también está la concepción del Estado, es decir, qué Estado queremos. Y sabemos que la
unión hombre-mujer, unión hombre-varias mujeres o como la quieran llamar, es la
perpetuación del Estado, es la perpetuación de la especie.
Considero que esto no es algo liviano, que podamos preguntarnos a quién daña. No es
ese el tema, no estamos planteando que quienes tenemos una concepción distinta nos
sentimos dañados. Pero el tema de los niños a adoptar ¿no merece ser discutido más
profundamente? ¿No debería haberse estudiado o analizado en el marco de la propia ley de
adopción? ¿Qué va a preferir el Estado ante un chico que está por ser adoptado? Y hablemos
sin hipocresía, que –como bien decía Oscar Wilde– es el homenaje que la mentira le hace a la
verdad.
Tenemos un niño a adoptar, hay un matrimonio de heterosexuales y una unión de
personas de un mismo sexo. Nuestro Estado, ¿qué va a preferir? ¿No merece discutirse eso?
No empezarán las acciones contra los jueces cuando un día le saquen estadísticas y les digan
que concedieron la adopción a diez matrimonios heterosexuales, y sólo una a una pareja del
mismo sexo. ¿Se los acusará de discriminar? ¿No debiéramos discutir acá el tema de la
educación?
La senadora Negre de Alonso hizo referencia a algo que vio, algo tremendo. ¿Qué le
va a enseñar el Estado a todos los chicos? Que todo es igual, que da lo mismo o que es mejor
esto. Respeto las orientaciones sexuales pero no podemos mirar para otro lado, porque los
chicos a determinada edad no tienen sus identidades absolutamente establecidas y el Estado
entra ahí como Estado. No estoy diciendo que tengamos la verdad absoluta. ¿No merecía más
discusión todo esto? ¿Qué se va a hacer con los planes de educación? Con las mismas
palabras de las leyes de antidiscriminación, hay opiniones distintas.
Por ejemplo, acá tengo preocupaciones de un gran psiquiatra que –como ustedes
saben– ha escrito muchos libros, Enrique Rojas, quien tiene varios best sellers en el mundo
que hablan del niño adoptado por parejas homosexuales. Y no es un mero escritor; es un
psiquiatra que se dedicaba a estudiar conductas humanas y que, sin ningún fundamentalismo,
plantea muchísimos interrogantes que creo que deberíamos analizar.
Por eso el tema no es tan liviano. La concepción hombre-mujer no la podemos negar,
está desde el principio de los siglos y la unión de hombre-hombre o mujer-mujer es algo que
debe estudiarse en el sentido de si se le va a dar una palabra o una institución jurídica. Acá no
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estoy hablando desde el punto de vista religioso porque creo que en ese aspecto cada uno
tiene sus concepciones y desde ese punto lo defendemos. Aquí estamos en el Estado laico. Y
se ha hecho todo a las apuradas. Hizo una excelentísima exposición mi comprovinciana la
senadora Escudero, pero muchas cosas que deberían haberse visto, por ejemplo, la esposa-
madre desaparece del artículo del Código Civil, ahora es contrayente; género neutro. “Dame
una palabra y cambiaré el mundo” decía Lenin. Cuidado con las palabras, estos son géneros.
La esposa-madre desaparece. ¿Qué vamos a hacer con el artículo? No sé si la senadora
Escudero hizo referencia a la nuera viuda, que no lo derogaron y no lo modificaron.
¿Quién es la nuera, en el caso de una unión entre personas del mismo sexo? ¿Quién es
viuda? Respecto de este último aspecto, sabemos que hay un artículo con bastantes
implicancias. Entonces, ¿no deberíamos haber analizado todo eso?
No entiendo estos apresuramientos. Sí creo que deberíamos haber avanzado en los
derechos civiles de las personas del mismo sexo, y analizar el otro tema después.
En cuanto a la tenencia de los menores, ¿habrá diferencias entre los matrimonios
heterosexuales y los del mismo sexo? Sí que las habrá. El varón, en el matrimonio
heterosexual, "de movida" −como diríamos en Salta− no tiene derecho a la tenencia del niño,
por lo menos, hasta que tenga cinco años.
Respecto del derecho a la adopción, sabemos que ciertas condiciones que se les exige
a los matrimonios heterosexuales no se cumplirán en el caso de uniones de personas del
mismo sexo, como, por ejemplo, el plazo de tres años, demostrar que no puede tenerse hijos,
etcétera. Aquí también hay diferencias.
Por lo tanto, creo que deberíamos haber analizado con un poco más de
responsabilidad esta cuestión, sin llegar a conclusiones absolutas, positivas o negativas,
porque las sociedades evolucionan. Además, en la Argentina no tenemos problemas de padres
adoptantes.
Sabemos que la adopción en sí misma no es un tema menor. Tengo sobrinos
adoptados, gracias a Dios, con muy buen resultado. Pero no es una situación simple. Hay que
desarrollar un trabajo sobre el aspecto psicológico del relacionamiento social, porque lo
primero que sufre un chico adoptado −lo dice cualquier psiquiatra− es el síndrome del primer
abandono. Por eso digo que a este tema tendríamos que haberlo visto más en profundidad.
Aristóteles decía que es injusto tratar igual lo que es diferente; no mejor o peor, sino
injusto porque se trata de posiciones distintas. Recién, la senadora preopinante citó a Kant.
En ese sentido, tampoco podemos olvidarnos del famoso tema jurídico del imperativo
categórico de Kant, quien decía que los estados debían hacer las leyes de manera que aquello
que se regule sea un imperativo universal en el que todas las conductas sean tratadas de la
misma manera. Entonces, no podemos actuar como Estado diciendo "lo mejor que puede
tener el Estado es que haya muchísimos matrimonios de este tipo".
Como Estado, debemos asegurar la perpetuación de la especie y la comunidad, en
familias separadas, ensambladas, etcétera. Pero sinceramente, y lo digo con todo respeto, no
estamos ante instituciones iguales. Y el matrimonio, la unión hombre–mujer u
hombre−mujeres, en otras culturas, no es una construcción cultural, sino una institución muy
natural, a través de la cual se asegura la perpetuación de la especie.
Con la concepción que podría llegar a aprobarse, sacamos la relación de esta unión de
la biología, de la procreación, del sexo y del género. Sin embargo, ¿no es algo diferente que
debería ser regulado de manera distinta?
Si hubiera voluntad, creo que hoy deberíamos discutir absolutamente todos los
derechos civiles y la unión de personas del mismo sexo, y el otro tema analizarlo con un
poco más de profundidad. No por si quienes se unen tiene el mismo valor siendo del mismo o
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de diferente sexo, sino porque pienso que los niños de la República Argentina, al ser
adoptados, merecen una discusión más exhaustiva y menos política por parte de este
Senado, cosa que no creo que estemos cumpliendo.
Por los motivos expuestos, votaré en contra del proyecto de ley venido en revisión de
la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). − Tiene la palabra el señor senador Filmus
Sr. Presidente (Pampuro). – Senador Filmus, la senadora Morandini le solicita una
interrupción.
Sra. Morandini. – Señor presidente: quería pedir permiso para insertar los textos que tenía
preparados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Se votarán al final.
Tiene la palabra el señor senador Filmus.
Sr. Filmus. – Señor presidente: de la mano de lo que ha planteado la senadora Morandini, a
través de la inserción, voy a tratar de resolver los temas más conceptuales desde el derecho, la
sociología y otras perspectivas para concentrarme más en las cuestiones más polémicas que
se han tratado en el recinto.
Siento que estamos en un día importante. Siento que estamos en un debate importante
y que culminamos una pequeña etapa sobre un proceso de ampliación de los derechos. Y
creo, sin lugar a dudas, que ha sido un proceso de discusión de debate intenso y profundo y,
por lo menos desde mi parecer, ha sido con pocas intolerancias, provocaciones y
fundamentalismos respecto de la importancia del tema en discusión en una sociedad
acostumbrada a debates intolerantes.
Se discute sobre una de las más antiguas discriminaciones. Se discute sobre una de las
más permanentes a lo largo de toda la historia y todas las culturas. Se discute sobre una de las
discriminaciones más actuales. Y, realmente, se discute sobre una discriminación tan
profunda frente a una institución, acuerden o no con el proyecto, que definen como esencial
para nuestra sociedad, tal el caso del matrimonio.
No sería una discusión tan profunda y tan intensa si discutiéramos sobre una
discriminación profunda en un tema de previsión social o en una institución económica o si
estuviéramos frente al matrimonio por una discriminación que no fuera tan permanente a lo
largo de la historia. Pero al conjugar estos dos aspectos, creo que la sociedad argentina está
dando una muestra de madurez y de debate realmente en base a elementos de todo tipo, como
se han planteado aquí, que, independientemente de cuál sea el resultado hoy, harán que la
sociedad haya crecido y que ninguno de nosotros seamos los mismos que al comienzo del
debate.
Cada uno debió reflexionar y pensar. Este tema estuvo en los medios y en el seno de
la comisión, que lo llevó a todo el país, y estuvo no sólo en el debate de las cámaras
legislativas sino en cada una de nuestras casas y con nuestros hijos pequeños que vieron que
se discutía el tema. Es decir que tuvimos que buscar argumentos y elementos para abordar el
debate y máxime nosotros en nuestra condición de legisladores que, frente a las posturas que
tomamos, debemos justificarlas.
Y me gustaría decir que nadie está como al principio. Lo más saludable es que todos
nos hemos corrido un poco del lugar de donde empezamos.
Si tuviera que dar una definición diría que aquellos que no veían que esto era un tema
–ni siquiera le daban entidad de tal– ahora saben que existe. Está ahí y hay que hacer algo.
Eso es un avance.
Aquellos que no se animaban a mostrarse tal cual eran por el altísimo nivel de
discriminación, muchos de ellos, no todos por supuesto, han comenzado a mostrarse de otra
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manera. Y con el dolor que les hemos visto en su testimonio han comenzado a decir cómo
sufrieron este tipo de discriminación. Esto tampoco es un avance menor.
Quienes se burlaban o discriminaban abiertamente, hoy saben que, por lo menos, es
políticamente incorrecto no hablar del tema y saben que esos ciudadanos son propietarios de
tantos derechos como los tenemos nosotros y que, además, todos los ciudadanos tienen
exactamente los mismos derechos independientemente de su orientación sexual.
Los que negaban cualquier acceso al derecho respecto de la vida en pareja, hoy, por lo
menos, dicen unión civil. Esto podría haber aparecido hace dos, cuatro o diez años, pero
aparece ahora como un tema en la forma de una alternativa al matrimonio. Sin embargo, hay
un corrimiento en el sentido de resolverlo de alguna manera, aunque no sea igual a nosotros.
También yo he sentido cambios profundos. Estaba seguro al comenzar el debate de
que era necesario avanzar en el reconocimiento de derechos para las parejas del mismo sexo,
aunque no sabía cómo. Pero en un momento dije “claro, son los mismos derechos”. Son
iguales derechos. Y como dijo el senador Cabanchik, aunque hubo otros, no encuentro
ninguna razón para que sean otros. Pero me costaba decir que son los mismos derechos, que
son iguales derechos porque, realmente, reúnen las mismas condiciones, sin ninguna
diferencia con respecto a cualquier heterosexual. Y quiero decir que no fue que se me abrió
de cualquier manera sino que se me abrió cuando escuché al diputado socialista Cuccovillo,
tarde a la noche en casa, sin saber que en ese momento estaba el debate, contar su historia
personal; realmente, me emocioné. Y también se me abrió cuando escuché muchos otros
testimonios: los de Cibrián –para mencionar a alguno conocido–, de Rachid, del rabino
Goldman, del cura de la Serna, del periodista Bazán. Son testimonios que me hicieron abrir la
cabeza. No sabía cómo expresarlo pero, realmente, la única respuesta es la igualdad.
Soy un sociólogo y no puedo dejar de ver que la historia de la humanidad es la
historia de la conquista de los derechos, porque en su origen y en su evolución, eran pocos los
que concentraban todos los derechos, y las grandes mayorías no tenían ninguno. Y cada paso
que hemos dado en la humanidad –espero que cada vez, sea mejor– significó que otros
sectores accedieran a derechos. No hace falta más que ir a Fray Bartolomé de las Casas,
cuando discutía por qué los pueblos originarios de aquí tenían alma; había que discutir que
tenían alma. Recuerdo la película La Misión, cuando lo hacen cantar a un chico y alguien
dice: “Bueno, podía ser un loro. Eso no implica que tenga alma”; no como los negros, que
seguramente no tenían alma y podían ser esclavizados. Porque esa era la discusión de fondo.
¿Cuántos derechos tuvimos que conquistar durante todo este tiempo? Realmente,
permítanme decir, sin ninguna intención peyorativa, que nosotros hemos avanzado en un
conjunto de temas y me interesaría tomar a seis de ellos, algunos de los cuales tienen que ver
con la cuestión de los derechos. Algunos sostuvieron que solamente siete u ocho países han
avanzando con esto. ¿Por qué tenemos que hacerlo nosotros? Bueno, ¿cuántos países haría
falta que avancen para que nosotros también demos un paso? ¿Hay un número? ¿Quince?
¿Veinte? Hay doscientos países en el mundo, más o menos. ¿En qué número queremos estar?
Por ejemplo, fuimos el primer país en establecer un cupo para la participación
femenina en esta Cámara. ¿Por qué fuimos el primero? ¿No fue una locura? ¿No nos hubiera
gustado más ser el séptimo, el octavo o el décimo segundo? Por no ser el primero o uno de
los primeros, no permitimos que las mujeres voten: el primer proyecto con ese objeto se
presentó en 1932, pero tuvimos que esperar 18 años más para permitir que las mujeres
votaran porque se aprobó en la Cámara de Diputados y no en la de Senadores, casualmente.
Precisamente, cuando algunos diputados argumentaban por qué las mujeres no tenían que
votar decían, entre otras cosas, las siguientes: el diputado Francisco Uriburu sostenía que
lanzar a la mujer a la vida política era fomentar la disolución de la familia, con gérmenes de
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que la definición es potestad de los países y no de la Comunidad. Dicho artículo dice que las
parejas del mismo sexo son tan capaces como las parejas de distinto sexo de establecer una
relación de pareja estable y, consecuentemente, están en una situación relativamente similar a
las parejas de distinto sexo para reconocer su necesidad de reconocimiento legal y su
protección para su relación afectiva familiar.
Todos conocemos a Kemelmajer de Carlucci, que sobre esta sentencia, el 24 de junio
publicó un artículo donde dice: ¿Cuál es el aporte de esta sentencia para el caso argentino?
Muy grande. Refuerza el rol y el compromiso de los estados en el reconocimiento del derecho
de las personas del mismo sexo a una verdadera familia. Por eso, reiteramos y reforzamos la
idea de que el legislador argentino se incline por la solución adoptada por un puñado de
países, que cada vez van siendo más, que admiten sin cortapisas ni eufemismos que las
parejas unidas por vínculos afectivos tengan opción de casarse o no casarse, sean
heterosexuales u homosexuales, es decir, con total independencia de su orientación sexual.
Otro tema que fue abordado recientemente es el de la ciencia, las parejas, el
casamiento y la adopción. Yo, cuando quiero escuchar y aprender sobre ciencia –quizás,
porque soy investigador del Conicet–, me dirijo a los científicos. Hace muy poquitos días, el
10 de julio, en el diario Clarín, encuentro un artículo en donde se indica que más de 500
investigadores nos hemos pronunciado a favor de la ley de igualdad. Consideramos que la
familia, al igual que toda otra institución, es un producto social sujeto a cambios y
modificaciones. Cualquiera tiene el derecho a pensar que existe una ley natural, la cual regula
la moral, los comportamientos individuales y familiares e, inclusive, el matrimonio, sólo que
está reservado al ámbito de las creencias. La denominada discriminación justa no es más que
racismo disfrazado.
Este artículo termina indicando que, finalmente, la abrumadora mayoría de estudios
realizados en los últimos 40 años en varios países demuestra que no hay ninguna diferencia
sustantiva entre niños y niñas que han sido criados en un hogar homoparental u heterosexual.
Las principales asociaciones profesionales emitieron, además, resoluciones que convalidan
estas conclusiones y apoyan la legalización de los matrimonios entre parejas del mismo sexo.
En esta cuestión, las pruebas que aporta la investigación empírica son unánimes.
Pero, por si se tratara solamente de un problema de los científicos argentinos, he
rastreado todas las investigaciones que existen sobre este tema. Hoy en día, es relativamente
fácil. Muchas de las que se publican internacionalmente, por ejemplo, en Estados Unidos, que
fueron recopiladas por la Academia Americana de Pediatría, muestran que no hay ningún tipo
de diferencia. En una declaración que cada diez años emite la Academia Americana de
Pediatría, se indica que, en resumen, los niños nacidos o adoptados por un integrante de una
pareja de personas del mismo sexo merecen la seguridad de ambos padres reconocidos
legalmente. Por lo tanto, la Academia Americana de Pediatría apoya los esfuerzos legislativos
y legales para proveer la posibilidad de la adopción del niño por el segundo padre o
coadoptante en estas familias.
También quiero aclarar, por las referencias que se hicieron recién, que, en realidad, no
estamos discutiendo el tema de la adopción. De hecho, ya pueden adoptar. Si se aprueba el
proyecto de unión civil, se estaría impidiendo que esos chicos tengan la protección de los dos
padres o de las dos madres. Hoy, cualquiera puede adoptar y puede, a su vez, vivir en pareja.
Nuestra ley no cambia eso, salvo que les da mayor protección.
Considero que podemos discutir el proyecto de la Cámara de Diputados y estar de
acuerdo o no. Sí me parecen relativamente graves algunos de los elementos –recién me
refería a uno– que contiene el proyecto de unión civil relacionados con la discriminación.
Uno inconcebible es el contenido en el artículo 24 del proyecto de unión civil, que plantea
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que se garantiza el derecho a la objeción de conciencia de cualquier persona que tuviera que
intervenir en actos jurídicos o administrativos vinculados con las regulaciones de la presente
ley.
Si se aprobara esa norma, cualquier empleado puede decir que, por ejemplo, no va a
intervenir en una unión civil no sólo entre dos personas del mismo sexo sino, por ejemplo,
entre una persona blanca y otra negra porque, según su concepción, no tendrían que vivir
juntos; o podría decir que no puede tener una unión de hecho una persona de origen católico
con otra de origen judío porque le parece que está mal. Se trata de un funcionario público. Si
no cumple la ley, qué esperamos sino más que un acto de discriminación en la decisión de no
hacerlo.
Termino mi exposición diciendo que no estamos legislando para las personas
homosexuales. Me despertó la inquietud la senadora Morandini. ¿Quién puede determinar la
urgencia de esta norma? ¿Podemos determinarla nosotros? ¿O sólo tiene derecho a
determinar la urgencia con relación a una norma que discrimina aquel que es discriminado?
¿Cuánto hay que esperar para que termine la discriminación? ¿Cuánto es justo esperar para
que termine el Apartheid, el antisemitismo? Sólo lo puede saber la persona que es
discriminada. No sé cuál es la urgencia. Soy una persona heterosexual pero estoy seguro, por
lo que decía al principio, de que el prejuicio y la discriminación que reciben las personas
homosexuales son muy fuertes. El ethos de una cultura, como todos sabemos bien, desde la
antropología y la sociología, se distribuye en la cancha de fútbol. Vayamos a escuchar lo que
se dice en las canchas de fútbol respecto de la homosexualidad y vamos a ver cuánto está
impregnando a nuestra sociedad y cuánto avanzaríamos si democratizamos instituciones tan
importantes como el matrimonio.
De manera que no me animaría a decir que esto es menos urgente que cualquier otro
tema. No estamos legislando para ellos, porque cuantos más derechos haya en la sociedad,
cuanto más democrática sea una sociedad, todos viviremos en una sociedad más democrática.
Entonces, estoy legislando para mí, para cada uno de nosotros, para cada uno de nuestros
hijos, para que sean más libres, para que tengan más derechos. Lo decía, en 1790, Condorcet:
o bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderamente derechos o bien todos
tenemos los mismos.
Aquel que vota en contra de los derechos del otro, cualesquiera sean su religión, su
color o su sexo, está abjurando de ese modo de los suyos. Y eso es lo que estamos
discutiendo acá. Estamos discutiendo un caso particular de una discriminación profunda
respecto del matrimonio de las personas homosexuales, pero estamos discutiendo sobre el
modelo de sociedad en el cual queremos vivir. Como estoy seguro de que la gran mayoría
queremos vivir en una sociedad más profundamente democrática, más profundamente
igualitaria, donde terminemos con todo tipo de discriminación, es que creo que tenemos que
dar un paso importante hoy, aprobando el proyecto que viene de la Cámara de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Castillo.
Sr. Castillo. – Señor presidente: ahora sí hemos entrado en las diez horas de debate. Ya ha
pasado el 14 de julio. Tenía ganas de hablar sobre esa fecha, pero ya estamos en 15 de julio.
En primer lugar, quiero agradecer el tratamiento que ha tenido este proyecto en la
comisión; la actitud de generosidad y de participación que hemos tenido todos. En verdad,
algunos teníamos hasta cierta desconfianza cuando se escogían algunas provincias
determinadas para hacer las visitas. Pensábamos que, en alguna medida, con estas visitas se
hacía alguna cuestión de orientación. En el caso de mi provincia, tuve una sorpresa muy
notable, porque el debate fue amplio. La señora presidenta estableció cláusulas claras que
fueron cumplidas por todos: se escuchó a personas con un planteo y a otras, con otros
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Justicia no existía. ¿Qué consentimiento? ¡Los casaban cuando estaba embarazada la madre,
cuando eran chiquitos! Casaban a “esta” familia con la otra familia. ¡Era una cuestión de
padres, una cuestión de poder, una cuestión de Nación!
Hasta el día de hoy lo estamos viendo en ciertas noblezas de Europa. En pleno siglo
XIX, todavía observamos que, más allá de que luego la iglesia le ponga una cuestión
sacramental, el matrimonio obedecía y obedece a otras situaciones. Es más, creería que la
primera reglamentación en cuanto a que el Estado dijo “vamos a ver cuáles son los derechos
y deberes que esta institución trae aparejados” es, nada más y nada menos, que la Revolución
francesa. A partir de allí, empieza a haber una legislación y comienza este concepto de los
códigos, que vino con Napoleón hasta las épocas actuales.
El otro aspecto histórico del tema que estamos tratando –la homosexualidad–
constituye realmente una lamentable discriminación a lo largo de toda la historia, luego de
ese período clásico. En algunos casos, es en la alta Edad Media. Allí empieza, pero no por
cuestiones puntuales sino por reacciones a algunas cuestiones. Europa, convulsionada, lanza
las Cruzadas “a ver si rescatamos Jerusalén”. En eso anduvieron entre el año de Urbano III,
en 1100 al 1200, hasta que Saladino les dijo: “No, miren, Jerusalén es nuestro” y allí se
volvieron a esta zona. Ahí empezó una creación realmente terrible para la historia, que es la
Santa Inquisición o el Santo Oficio.
Algunos piensan que la Santa Inquisición o el Santo Oficio es una cuestión de
Torquemada, por el año 1400, y en verdad no es así. El Santo Oficio empieza en el año 1184
en el sur de Francia contra los cátaros o albigenses, que eran una secta que estudiaba la Biblia
en forma directa.
Para la Iglesia, los cátaros tenían dos problemas: primero, que no creían en el
matrimonio –no creían en la institución matrimonial– y, segundo, que estaba muy
generalizada la sodomía. Es decir, el mismo tema que estamos tratando acá: sodomía más
matrimonio, cátaros, primera creación de la Inquisición por una bula del Papa Lucio III.
Después, vienen los otros procesos de la Inquisición española, que es por
Torquemada. En alguna medida, es el tema de los conversos que seguían en sus prácticas de
judaísmo; pero a eso, le agregaban la herejía, que era el concepto de aquellos que no estaban
a favor o el respeto de los dogmas; el caso de las brujas y el caso de los homosexuales.
Recién esto ha terminado en España en 1820 y, en nuestra zona, gracias a San Martín
y a aquella bellísima Asamblea del Año XIII, que decretó la libertad de vientre, y que
tampoco andaban preguntando –como decía recién el senador preopinante– si éramos los
primeros o éramos los últimos. En verdad, en esta zona fuimos los primeros, y en esa
Asamblea del Año XIII, se termina la Inquisición en esta República, fruto de aquello de Pepe
Botella en España. Pero en verdad, las persecuciones al judaísmo terminaron al menos desde
el punto de vista de la Inquisición.
Hemos visto un pedido de perdón y de disculpas de Juan Pablo II, en aquella
ecuménica expresión que hizo en Jerusalén hace aproximadamente diez años atrás, cuando
pidió disculpas a la humanidad por los dos mil años transcurridos con algunas cuestiones que
se definieron mal.
En definitiva, la persecución a la herejía, con el concepto de libertad de culto, va
terminando; la persecución a las brujas, con la técnica y la ciencia, también va terminando.
Así que el único elemento de persecución actual es el que estamos tratando hoy en este
Cuerpo, es el que sigue teniendo actualidad.
Aquel pedido de perdón –pido disculpas por traerlo aquí, pero sigo señalando lo que
es natural y lo que no– de Juan Pablo II fue, nada más y nada menos, que por el hecho de que,
en un momento determinado, se consideró que era natural que el sol saliera por el este y que
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1926, se logra que la mujer soltera, separada o viuda tenga algunos derechos. ¡Y les costó
tanto!
También está el tema del voto, al que se hizo referencia, que es muy parecido a este
proyecto porque en algún momento, cuando se planteó –y era incuestionable que la mujer
debía votar porque era una ciudadana; de menor derecho pero ciudadana al fin–, la idea era
ponerle otro nombre; la idea era que no podía tener el mismo nombre de “voto”. Es una cosa
bastante similar a lo que hoy hemos escuchado acá.
Creo que ha habido toda una evolución. ¡Y podemos estar felices de que esta
evolución se haya podido ir llevando adelante! Me parece que a estos procesos hay que ir
llevándolos con este concepto de transformación y de cambio que la sociedad tiene que tener.
Acá he escuchado hablar, tanto en pro como en contra, del plexo normativo. He
escuchado, brillantemente, de mi colega Luis Naidenoff que, en verdad, lo que acá se trata
jurídicamente es un concepto de igualdad y el concepto de libertad. Que la igualdad implica
que todos tenemos el mismo estatus, el mismo derecho, y que la libertad significa, en alguna
medida, que tengamos el efectivo uso y goce de ese derecho igual. En verdad, es lo que nos
está planteando el artículo 16 que tendremos que analizar seguramente con el 19. A éste
habrá que estudiarlo en este tema con el 20, porque es el que habla de los extranjeros; es el
que les otorga la posibilidad de casarse a los extranjeros, marcando esta cuestión de la no
discriminación, de que todos los habitantes somos iguales ante la ley y admisibles en los
empleos, como nos dice el artículo 16.
Frente a esto, Luis citaba a un constitucionalista, y yo podría citar a otro como a
Petracchi, quien dice cómo es posible que este artículo 16 esté vigente y convivir con normas
que, en verdad, discriminaban. Es el caso de la discriminación a la mujer. El Código Penal
discriminaba a la mujer, por ejemplo, en la cuestión del adulterio: para el adulterio del
hombre era manceba; para el de la mujer, un solo acto y afuera. En definitiva, el 16 ¿qué
dice? Que todos somos iguales ante la ley y, para ello, el pre requisito es ser uno: tiene que
ser uno mismo.
Escuché acá hablar de “natural” o “no natural”. ¿Qué es ser natural? Natural es lo que
es; nada más. Viajar en avión no es tan natural; me parece que es más natural andar
caminando. La cuestión de las siliconas no es natural; será lo otro… Natural es lo que es. Si
después de “ser” tenés una orientación sexual determinada es otra historia, pero vos sos. Esto
es previo.
Si a esto lo enganchamos con el 19, que es el que nos da la autonomía, que nos da la
posibilidad del plan de vida, sin hacer demasiadas elucubraciones jurídicas, lo que podemos
decir es que el derecho a casarse de cualquier ciudadano o ciudadana de este maravilloso país
implica que pueden hacer su plan de vida en la medida en que no acarree problemas a
terceros. Después, Carlos Nino, un constitucionalista, hace mención a cuáles serían los temas
que perjudican a terceros; con la cuestión del matrimonio no alcanza.
También se ha hecho referencia al artículo 75, inciso 22), y el plexo normativo. Pero
vamos a escuchar de un lado y del otro. De hecho, quiero llegar a la conclusión de que
podemos tener todas estas normas y aplicarles aquel adagio tan popular del “50 por ciento de
la biblioteca y 50 por ciento de la biblioteca”.
La Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre, el Pacto Internacional de los
Derechos Civiles, la Convención Americana de Derechos Humanos, la Declaración Universal
de los Derechos Humanos todos tienen un artículo que dice que toda persona tiene todos los
derechos y libertades proclamados en esta declaración sin distinción de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional, social, posición
económica, nacimiento o “cualquier otra condición”; otros las llaman “o cualquier otra
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mediodía, parecía que se iba a abortar esta sesión, pero, por suerte, recapacitamos y nos
sentamos a debatir.
Ese fue el tono que primó durante las semanas en que este tema fue discutido en la
Comisión de Legislación General. También, quiero reconocer el excelente trabajo que llevó
adelante la senadora Negre de Alonso y todo el equipo de la Comisión. Lamentablemente, en
el último tramo, los debates comenzaron a crisparse, pero, por suerte, pudimos recuperar ese
clima de búsqueda de un entendimiento común y no hacer de esto una excusa para las
divisiones y las chicanas.
A mi entender, el proyecto que estamos considerando tiene un objetivo primordial: la
integración a la sociedad de un sector que, durante años, fue excluido y discriminado, para
que pueda acceder a los mismos derechos que gozan la mayoría de los ciudadanos y
ciudadanas argentinos.
En ese sentido, quiero hablar no sólo como senadora, sino también como mujer,
esposa y madre porque, justamente, quienes le tienen temor a esta ley de matrimonio
homosexual hablaron mucho acerca del rol de la mujer, de la madre y de la familia. Por lo
tanto, reitero, no solamente quiero hablar como senadora, sino también como mujer, como
madre y esposa, y decir que me solidarizo especialmente con las mujeres y varones
homosexuales, quienes hoy no tienen los mismos derechos que los heterosexuales.
Como ya se dijo, las personas homosexuales, en la Argentina, no se pueden casar
como nosotros, no pueden unir sus vidas ni sus bienes, tener sus hijos, constituir sus familias
o heredarse, tal como pueden hacerlo las personas heterosexuales, con todas las garantías
recíprocas que permite este tipo de vínculos legales. Por lo tanto, no puedo más que
solidarizarme con la comunidad homosexual, porque durante décadas −siglos− las mujeres
también fuimos víctimas de una enorme discriminación y desigualdad ante la ley. Hasta hace
sesenta años −muchas de las cosas que mencionaré ya fueron expresadas−, las mujeres no
podían votar. Se hablaba del sufragio universal pero, en realidad, se trataba de un voto que
excluía a la mitad de la población. También se decía, como ahora, que la mujer, la madre, era
un elemento valiosísimo, pilar de la sociedad, del núcleo familiar y, sin embargo, no
solamente no teníamos derechos civiles y políticos, sino que tampoco se nos alentaba a
estudiar para que pudiéramos desarrollarnos intelectualmente y tener autonomía económica y
tomar decisiones sobre nuestras propias vidas como hacían los varones.
Las mujeres y las madres éramos un pilar fundamental de la sociedad, pero ni en la
casa ni en la vida en sociedad podíamos tomar decisiones propias. Eso cambió gracias a los
grupos feministas, a políticas como Alicia Moreau de Justo, Eva Perón y muchas otras
mujeres y hombres que ayudaron a cambiar las leyes y a llevar adelante las transformaciones
legales y sociales que derribaron esas barreras culturales. En este sentido, creo que las
mujeres, las madres y las esposas podemos identificarnos con este reclamo de la comunidad
homosexual que venimos a subsanar.
Por otra parte, quiero decir que entiendo los temores de las personas que tienen miedo
sobre a dónde nos va a llevar esta situación ya que es un cambio profundo. No lo es en el
sentido de promover algo que no está en la sociedad, pero sí significa legalizar o legitimar
algo que está en la sociedad pero se prefiere no verlo, ocultarlo y no darle un rango de
legalidad.
En el video que se vio al principio, y ya que llegó la senadora Negre de Alonso
aprovecho para decir que ese tipo de herramientas publicitarias no son para el recinto y no
aportan información a lo que se habla –tal vez, haya que aprender a no confundir información
con publicidad o propaganda, que será parte del debate que espero tengamos en algunos
meses cuando se debata un proyecto de publicidad oficial–, había una mujer, una abuela, que
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decía que tenía 58 nietos propios y otros tantos ajenos que manifestó que venía a defender a
la familia con uñas y dientes.
Realmente, el proyecto de matrimonio homosexual no es un atentado contra la familia
heterosexual. Y lo digo no solamente como senadora sino como esposa y madre de tres hijos.
No veo cuál es la amenaza, aunque entiendo que uno se pregunte adónde va a llegar la
sociedad o qué va a pasar. Pero no lo veo como una amenaza. De lo que se habla no es de
sustituir la familia heterosexual por la familia homosexual. De lo que se habla es de legitimar
la ampliación del concepto de familia tradicional. Esto no es algo nuevo.
En la Argentina, en las últimas décadas, se ha ido ampliando el concepto de familia.
Ya hay en la Argentina de hoy distintos tipos de familias. Están las familias de padres y
madres que se casaron por la iglesia y por civil y que perduran para toda la vida. Este ya no
es el sector mayoritario. Están los hombres y mujeres que se casaron por la iglesia y por civil,
se divorciaron y se volvieron a casar, a veces, legalmente o de hecho, y están también las
familias monoparentales, en las que generalmente tienen al frente mujeres jefas de hogar con
padres ausentes y que hacen de madre y padre a la vez. Esta es la Argentina de hoy, la
Argentina real.
Muchas veces me preguntan cuál es mi estado civil. Y digo, un poco en broma pero
también en serio, que soy casada, divorciada, soy madre soltera y concubina. Y me gusta
decir esto con orgullo, pero también porque muestra la evolución de la mujer en la sociedad
en las últimas décadas. Antes decir esto públicamente hubiera sido una deshonra. Hubiera
tenido que ocultarme por ser divorciada, por ser madre soltera y por convivir con un hombre
con quien no estoy casada legalmente. Sin embargo, hoy puedo decirlo públicamente en el
Senado de la Nación, ser senadora y no por eso soy una mujer de mala vida. Esto es lo que ha
cambiado en nuestra sociedad.
Al igual que la señora senadora Corpacci, yo también tengo una familia ensamblada y
hablo a título personal. Varios senadores y senadores han dado su testimonio, porque acá no
estamos hablando de expedientes o de códigos civiles sino de personas, de seres humanos y,
tal vez, se entiende más cuando llevamos este debate a lo humano y personal, además de lo
conceptual. Yo también tengo una familia ensamblada, tengo dos hijos de mi primer
matrimonio y Haroldo, mi pareja, me ha ayudado a criar a mi hija. Él no es el padre
biológico, pero sí es el padre verdadero; no es el progenitor, pero sí es el páter. Este es el tipo
de familias que tenemos hoy. Lo bueno es que yo no he tenido que ocultarme, que es lo que
está reclamando la comunidad homosexual: no tener que ocultar o esconder su realidad, sus
amores, sus parejas, sus hijos y sus familias.
Quiero contar también otro caso, para que veamos de qué estamos hablando en la vida
real. Durante 30 años he sido muy amiga de una pareja homosexual: de Carlos Gallardo y
Mauricio Wainrot, una de las parejas o matrimonios más estables, más amorosos, más nobles
que he conocido. Carlos y Mauricio estuvieron juntos durante más de 30 años, pero no
pudieron casarse en la Argentina y lo tuvieron que hacer en Bélgica. Mauricio es un gran
coreógrafo internacional, argentino, reconocido internacionalmente y que, incluso, fue
ordenado caballero por el rey de Bélgica, pero en su país es un ciudadano de segunda que no
pudo casarse con su pareja. Carlos murió, lamentablemente, hace dos años y no pudo ver
legalizada esta relación estable y amorosa, un verdadero ejemplo para todos sus amigos,
porque en la Argentina los homosexuales son discriminados. Este caso cercano a mí es
similar al de decenas de miles de personas homosexuales que viven de esta manera.
Precisamente, hoy hablaba con una de ellas que me decía que no querían más vivir en guetos.
La falta de legalización de estas relaciones, de estas familias, hace que la mayoría de los
homosexuales vivan escondidos en guetos.
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Coincido con el señor senador Filmus en que este debate, más allá del resultado que
tenga la votación dentro de una hora o cuando se vote, ha sido un gran avance para que
hablemos seriamente de estos temas y que para que ya no podamos hablar con sorna o con
burla de las personas que tienen una orientación homosexual.
Yo creo que si en el Código Civil tenemos dos figuras diferenciadas –el matrimonio
civil para las parejas heterosexuales y otra figura para los homosexuales–, eso es
discriminatorio; esta es la posición no sólo mía, sino de la Coalición Cívica.
Igualmente, en aras de buscar un consenso, estudié y analicé el dictamen sobre el
proyecto de ley de unión civil que obtuvo nueve firmas en la Comisión de Legislación
General. Realmente, no es una unión civil con derechos plenos y sólo con la restricción de la
adopción, como se dijo públicamente. Es una unión civil superprecaria, muy discriminatoria,
que representaría un retroceso enorme si se llegara a considerar en este recinto. Con todo
respeto digo que es realmente aberrante y escandalosa.
En ese sentido, voy a leer algunos de sus artículos porque me parece que si el público
conociera este dictamen se daría cuenta de que no estamos hablando de una unión civil que
represente un avance real para las personas homosexuales. Ni siquiera están garantizados los
derechos patrimoniales ni los bienes gananciales. El artículo 18 dice que antes o después de la
celebración de la unión civil el régimen patrimonial puede acordarse por convención
realizada por los miembros de la unión civil mediante instrumento público. O sea que no es
parte de la unión civil. Esto es un acuerdo extramarital que pueden hacer las personas pero
fuera de la institución unión civil. Y ahí uno puede hacer acuerdos de herencia. Por ejemplo,
el inciso e) de este artículo dice que los unidos podrán pactar derechos sucesorios,
constitutivos, delegados. Pero dice “podrán”, no es que la unión civil, como el matrimonio,
ya garantiza derechos de por sí.
Respecto de la adopción es también taxativo, y dice que la presente ley no implica
admisibilidad legal de la adopción ni implica admitir los procesos de fecundación in vitro
respecto de parejas de personas del mismo sexo.
Y tiene otras cosas que realmente son muy sorprendentes, y a mí me parece que esto
es absolutamente discriminatorio. Dice que la unión civil se suspende por: a) la muerte o y
declaración de muerte de uno de los miembros de la pareja y, b) por declaración unilateral de
uno de los miembros. Y cuando uno de los miembros decide disolver esta unión, en el caso
de la disolución unilateral respecto del unido que no la ha solicitado, el artículo 21 dice que
surte efecto a partir de su notificación fehaciente. Es decir que solamente le avisan que se
terminó la unión y no hay ningún tipo de derechos recíprocos. Al menos eso es lo que yo
entiendo por el texto de la ley.
Finalmente, en el artículo 24 hay otra cláusula que realmente es asombrosa.
“Objeción de conciencia. Se garantiza el derecho...” –esto sí se garantiza– “...de objeción de
conciencia de cualquier persona que tuviera que intervenir en actos jurídicos o
administrativos vinculados con las regulaciones de la presente ley.” O sea que si una pareja
de homosexuales va al Registro Civil a conformar su unión civil el empleado público le
puede decir “No, mire, yo tengo una objeción de conciencia.”
O sea que realmente creo que no hay una voluntad de equiparar derechos, sino de
legalizar la discriminación, y a mí eso me parece muy serio. Y creo que para las personas que
de buena voluntad dicen “Bueno, por qué no buscamos una solución intermedia, una unión
civil” esto sería un retroceso enorme.
El otro tema que ha sido muy discutido, y confieso que a mí inicialmente me generaba
muchas dudas, es el de la adopción. Pero, al igual que los senadores Castillo y Filmus, a
medida que fui pensando en este tema me parece que realmente es como también seguir
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Civil no está siendo modificado. En dicho artículo se establece que cuando los adoptantes son
una pareja de menos de treinta años tienen que esperar tres años de casados para poder
adoptar, a menos que demuestren que no pueden procrear. Al aplicarse este artículo, no
modificado, a las parejas del mismo sexo de menos de treinta años, como no pueden procrear
no tienen que esperar los tres años que sí tienen que esperar las parejas heterosexuales. A eso
nos referimos.
Sr. Presidente (Pampuro). – Continúa en el uso de la palabra la señora senadora Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Señor presidente: como lamentablemente las leyes de adopción no se
cumplen, como acabo de decir, no veo por qué ese artículo se va a cumplir tan tajantemente y
se les va a dar prioridad a las parejas de homosexuales y que eso es lo que se va a interpretar
en la reglamentación. No es así, senadora. Es agarrarse de una puntita y no hablar del grave
problema.
El grave problema de la infancia maltratada, abusada, abandonada en la Argentina no
es culpa ni responsabilidad de los homosexuales. Más bien creo que son hijos generalmente
de parejas heterosexuales. Me parce que seguir insistiendo con ese tema es continuar con la
discriminación.
Para terminar, quiero decir que cuando hablamos de matrimonio y familia estamos
hablando de algo más amplio, que en antropología se llama sistemas de parentesco. Es
interesante saber que fue Alfredo Palacios, el ilustre senador socialista, el primer político que
se interesó en estos temas. Tanto es así que realizó la traducción y escribió la introducción de
un texto fundamental de estos temas. El libro se llama Sistemas de consanguinidad y afinidad
de la familia humana, de Lewis Morgan. Este texto, como tantos otros de antropología –el
senador Castillo lo dijo de una manera maravillosa– revela que en la gran familia humana hay
muchos sistemas de parentesco, de familias y de matrimonios. No hay una familia natural ni
un sistema natural. Los distintos sistemas tienen que ver con la cultura, la religión, las
creencias. Son convenciones culturales y sociales que se van modificando y adaptando
justamente para que perdure la familia, pero la familia a medida que evoluciona esa sociedad.
Hoy en día existen distintos tipos de sociedades. Hay sociedades que son
monogámicas, como la nuestra, pero también hay sociedades poligámicas que a nosotros nos
parecen muy raras. Hay matrimonios por amor, como ocurre en nuestra sociedad, pero en la
India los matrimonios son por convención, por conveniencia. Los padres arreglan los
matrimonios y a los hindúes les parece lo más natural.
Hay sociedades patriarcales, la mayoría hoy en día, en las que, como dice Freud, el
padre es la ley. Pero también existen sociedades matriarcales, donde la ley es la ley de las
mujeres, y la figura del padre ni siquiera existe. Esto es asombroso. Esto lo leí en un libro
maravilloso que se llama El reino de las mujeres, de Ricardo Coler, un periodista argentino
que estudia las sociedades matriarcales contemporáneas que aún perduran, Y en esta
comunidad de la China, Mosuo, no existe la figura del padre. Los hijos son de las madres.
Las mujeres tienen hijos con hombres y muchas veces no saben quién es el padre de sus hijos.
Los hombres viven en la casa de su madre y de sus hermanas; no tienen grandes
responsabilidades más que ayudar a las mujeres. Y, según Coler, los niños son muy felices;
las sociedades son pacíficas, no son violentas.
Me pareció que era un caso interesante para mostrar. Todo esto sirve para decir que
nada tremendo va a pasar si nosotros ampliamos el concepto de familia, si aceptamos e
integramos la diversidad, porque las personas homosexuales, que hoy están esperando el
resultado de esta votación, quieren legitimar frente a la sociedad sus relaciones de amor,
quieren darle estabilidad y garantías a sus relaciones de pareja, a su patrimonio, a su familia,
a sus hijos. Y todo habla de tener relaciones sanas, buenas, dignas, dignificadas.
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este tipo de discriminación, es bueno también que tengamos el mismo empeño para otros
tipos de discriminación.
Quiero valorar, porque eso fue ir en contra de la discriminación, el esfuerzo de la
Comisión de Legislación y los pocos legisladores que viajaron a las provincias acompañando
a la presidenta de la comisión. Más allá de lo que se ha recogido, también es valioso el hecho
de que el Senado lleve su presencia institucional a lugares donde jamás tuvieron oportunidad
de opinar y escuchar.
Valoro la opinión de los participantes, de aquellos que se tomaron el trabajo de viajar
por todo el país, patrocinados por el Estado, para difundir las ideas a favor de este proyecto
de ley, de los locales que en cada provincia abogaron por este proyecto de ley como así
también con todo respeto de la opinión de quienes se manifestaron en contra.
Es injusto que en este recinto se critique a la comisión cuando no se ha participado,
cuando no se ha viajado o no se ha palpado la realidad. Es injusto castigar y criticar a los que
hacen porque es más fácil decir que hacer.
Hay quienes creemos, sin considerarnos herejes, que hay otras soluciones, que se han
planteado en un dictamen malogrado, que se han planteado incluso en el proyecto que he
presentado, de otro tipo de unión civil. Si esto es un cambio cultural que hay que admitirlo,
por qué no hacerlo de una manera en que la sociedad lo vaya asimilando.
También se ha hablado, y comparto, de qué manera se puede afectar a los niños con la
incertidumbre sobre la biología, la paternidad o el tipo de familia que los contenga. También
acepto que es posible que las consecuencias psicológicas no sean graves. Lo acepto porque es
un tema que no está probado ni a favor ni en contra. Mucho se ha escrito sobre esto pero son
temas que no están probados ni en uno ni en otro sentido.
El tema de la adopción también es de preocupación porque se trata de los niños. Otros
países que han tratado esta legislación han incorporado otros institutos como, por ejemplo,
reglar la subrogación de vientres y regular los bancos de donantes de esperma para que, en el
caso de la filiación, no haya dudas y riesgos después, y no saltar directamente a dar la
solución sin dar los instrumentos que le den legitimidad o certeza a esa respuesta.
Este debate de la unión entre personas del mismo sexo es relevante para nuestra
sociedad. Prueba de ello es el debate en todo el país. Y no debe quedar ninguna duda de que
en ninguna circunstancia se objeta la elección, la opción sexual de las personas; lo que
estamos analizando acá es cuál es el método más apropiado para legalizar esas uniones
conformadas por personas del mismo sexo.
Existen también en otros lugares otras respuestas, como el contrato civil de
solidaridad. Hay antecedentes en Francia, en México, en muchos lugares. Se deberían haber
analizado con más tiempo y profundidad esas otras opciones. Ese contrato civil de solidaridad
aparece como adecuado en algunos casos. Los países –que no sé si son muchos o pocos– que
ya han atendido esta problemática, lo han hecho después de superar otros problemas graves y
lo han hecho tal vez con un debate más largo, con una gradualidad, aunque sea en el debate,
para que la toma de conciencia de la sociedad sea más profunda.
Lamentablemente –y voy a abreviar mi exposición–, nada de esto ha sido posible: ni
tratar proyectos alternativos ni revisar nada. Creo que hay una sensación de imposición en el
tratamiento parlamentario. Entiendo –y entendemos– que hay que dar una respuesta a la
comunidad homosexual. Puede ser que este proyecto de ley se apruebe y que si se da esa
aprobación, esa sea una respuesta para la frustración que puedan portar sectores que hoy
reclaman esta ley. Pero también es nuestra obligación comprender y saber que, así como para
unos puede ser una respuesta satisfactoria, para otros puede ser una frustración, sobre todo
porque no ha habido el tiempo necesario para el debate y el análisis en la sociedad.
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camarista federal argentina. Esto es nada más que para aclarar esta cuestión.
Con respecto a los porcentajes de adopciones, quiero decir, señor presidente, que
desde que aprobamos la Convención de la ley del niño y, después, la ley de 2002, en la
República Argentina, la institucionalización está prohibida. No podemos hablar de que
adoptamos a los chicos o van al orfanato. En realidad, lo que tenemos que hacer es una
política de desinstitucionalización, como se hizo en mi provincia, con mucho dolor y costó
mucho, por esto implica reconvertirse culturalmente. Los niños no pueden estar más en los
institutos, porque lo prohíbe la Convención del niño, que nosotros tenemos incorporada en la
Constitución y hemos operativizado.
Quiero decir que, de conformidad con los datos estadísticos que tengo, que se han
hecho públicos en todos lados –pero igual los quiero mencionar-, hay 10 mil chicos en
institutos de menores. Sólo el 10 por ciento de esos chicos están en condiciones de ser
adoptados, para que los jueces los puedan entregar en adopción. Y hay 10 mil inscriptos entre
matrimonios y solteros, para adopción. Esto significa que es verdad que tenemos que
reformar la ley de adopción, que es del año 97, no es del 58, ni del 54, la última reforma es
del 97. Es un sistema viejo, pesado, burocrático y absolutamente anquilosado. Y es verdad
que necesitábamos hacerlo.
Hoy, las personas solteras adoptan, pero lo hacen tanto los homosexuales como los
heterosexuales, porque no se les pregunta cómo ejercen el sexo para adoptar. ¿Por qué?
Porque la ley tampoco permite, hoy, a las parejas heterosexuales adoptar si no han ingresado
al sistema de matrimonio, porque no quisieron, porque no pudieron. También las parejas
heterosexuales hoy se encuentran en una situación de absoluta discriminación con esta ley de
adopción.
En la comisión no llegamos a un acuerdo, porque la verdad es que terminamos el 2 de
julio y el 6 hubo que sacar dictamen. Tampoco llegamos a un acuerdo respecto de los pactos
de convivencia que fueron propuestos por uno de los expositores que propuso el senador
Pichetto, que es de avanzada, el doctor Córdoba. O lo que propuso el senador Romero, que
para mí era un proyecto muy de avanzada. En lo personal era el que más me gustaba. No se
pudo llegar a un acuerdo; entonces, se dijo: adoptemos el compromiso de avanzar con la ley
de adopción y también pedí que tratáramos los pactos de convivencia que creía eran los más
coherentes.
Por otro lado, le quiero aclarar a la senadora Quintela, aunque ahora no está, que no
hubo posibilidad de sacar una consulta popular. La Comisión de Legislación General no
podía dictaminar una consulta popular ni un plebiscito. Ella me mandó una nota para que
tratáramos este tema y en realidad se la debió mandar al senador Fernández que ni siquiera
está en la Comisión de Legislación General; está en la Comisión de Asuntos
Constitucionales.
Respecto del proyecto de unión civil que ha sido muy denostado acá, creo que podía
perfectamente ser mejorado, la senadora Escudero se refirió claramente a las cláusulas de
identidad. El derecho de identidad es un derecho humano y hay que regularlo. La doctora
Medina dijo que en los siete países en donde esto está previsto, primero está garantizado el
derecho a la identidad con el banco de datos de esperma y de óvulos.
Por otro lado está el tema de la objeción de conciencia. Al respecto quiero decir,
presidente, que esto es la autorización de la ley para incumplir la ley; la objeción de
conciencia es la máxima de las libertades cuando el Estado garantiza el cumplimiento de los
fines. Hoy la objeción de conciencia la tienen nueve países en este tema, pero está avanzando
la objeción de conciencia en el resto de los países, como legislación integral; es un derecho
humano revolucionario de los que se llaman de cuarta generación. Nos tenemos que
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vivirán en parejas que gozarán de los mismos derechos que tenemos todos. Por eso, creo que
esto es una construcción histórica. Se ha hablado mucho de historia en esta sesión. Y no
puede ser de otra manera. Porque a lo largo de la historia, quienes tuvieron una opción sexual
diferente sufrieron humillaciones, violencia y discriminación. Entonces, esta es la historia de
quienes han sido humillados durante décadas.
Y esto se ha vinculado con la mujer, algo que no es casual, porque ella ha sido
discriminada a lo largo de la historia. En el libro Ana Karenina, de León Tolstoi, se pinta con
genialidad una cuestión que también ha sobrevolado toda la noche. Me refiero a la
discriminación y a los prejuicios. Allí se habla de la realidad y de los prejuicios de la Rusia
zarista. Aquí se habló de que se había abolido la esclavitud en la República Argentina a
principios del Siglo XIX, pero no ocurría lo mismo en aquella Rusia zarista.
La novela arranca con una frase tremenda que se entiende solamente al final del libro.
Ella dice: “Las familias felices se parecen; las infelices lo son cada una a su manera”. ¿Qué
significa esto? En esa historia, significó que a Ana Karenina le quitaran el hijo, porque tuvo
la osadía de enamorarse y ser discriminada por eso, terminando suicidándose bajo las ruedas
de un tren. El mensaje terrible de esta obra es que solamente se puede ser feliz si se anda con
la mayoría o con las costumbres y las tradiciones de la mayoría. Pero si se sale de eso, lo
único que puede deparar el destino es la infelicidad. De eso estamos hablando hoy.
¿Quién no celebra el genio de Oscar Wilde, como se mencionó también esta noche, en
El retrato de Dorian Gray, que ha sido y sigue siendo una de las obras valoradas por miles de
lectores? Sin embargo, Oscar Wilde estuvo preso en la Inglaterra victoriana, como tantos en
el mundo durante otras épocas, por ser homosexual. Por ello, este debate no es sólo jurídico,
político o constitucional sino que también es, fundamentalmente, un debate humano.
En la Cámara de Diputados, hubo muchas y muy buenas fundamentaciones cuando se
trató esta iniciativa. El diputado y compañero de mi partido Ricardo Cuccovillo expresó lo
siguiente: “La verdad es que yo quiero avanzar en mi condición de padre de un hijo gay, un
hijo que entiendo que debe tener igualdad de derechos que el resto de mis hijos. Tengo tres
hijos, dos varones y una mujer; uno de mis hijos varones es gay, un ser humano que yo
considero que tiene igualdad de derechos y de sentimientos que el resto de mis hijos”.
Su alocución produjo una gran conmoción en el recinto y en todos los que lo
escuchábamos. Porque, en cada una de estas historias de vida, surge la necesidad de que
demos una respuesta concreta. La realidad nos golpea en la cara cuando es en carne propia, y
cuando nos miramos en el espejo, éste siempre devuelve la realidad. Por eso, considero que
este debate tardó mucho tiempo en darse porque, en realidad, estas modificaciones en la ley,
que reflejan cambios en la sociedad, llegan con mucha tardanza respecto de las grandes
transformaciones científicas y tecnológicas.
En este sentido, nosotros acabamos de aprobar una ley que otorga al padre cinco días
de licencia por paternidad. A la vez, señalo que yo he sido autor del proyecto de ley por el
cual, hace muy poco tiempo, modificamos el Código Civil para reducir la mayoría de edad de
21 a 18 años. Fuimos el último país del Mercosur en hacerlo y uno de los últimos del mundo
en concretarlo.
Cada uno de los cambios sociales que se van transformando en leyes llega tarde en
función de los prejuicios que se van dando en todas las sociedades y que ya fueron
denunciados desde el inicio mismo de ellas, hace más de cuatro siglos. Shakespeare, en su
obra La violación de Lucrecia, desnudaba la hipocresía de un ejercicio del poder que prefería
ver muerta a una mujer antes que ver mancillado el honor de su marido. Y fue mucho más
acá en el tiempo cuando una monja, y célebre escritora, gritó desde México al mundo:
“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo
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que culpáis”. Era Sor Juana Inés de la Cruz, que desnudaba la hipocresía de una época que
antes había llevado a la hoguera demencial a tres mujeres en Salem, por considerarlas brujas.
¿Qué tiene que ver todo esto con el matrimonio de personas del mismo sexo? Tiene
mucho que ver porque, en este debate, estamos venciendo el temor a que nos estigmaticen
cuando estamos discutiendo estos temas, cuando estamos concretando en esta norma una
superación de la realidad actual. Estamos superando ese temor a que nos señalen con el dedo
en nombre de un pudor vergonzante.
Señor presidente: sin ningún tipo de dudas, el matrimonio es una construcción social
histórica, y nadie, en nombre de alguien, puede desde el punto de vista civil, autonominarse
como dueño de este instituto.
Federico Engels, en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
citando a un antropólogo americano, Morgan, desarrolla cómo, en las comunidades
primitivas, sólo se sabía qué mujer era madre de sus hijos, porque al ser comunidades
heterónomas, la mujer tenía una posición de relevancia y la ascendencia se daba entonces en
línea materna y no paterna. Es decir que la familia patriarcal no fue la familia desde siempre,
como aquí se ha dicho; fue con los griegos, primero, y, luego, con los romanos, cuando se
consolidó la familia patriarcal.
Y tal como se ha manifestado en este recinto, en nuestro país hasta fines del siglo
XIX, la Iglesia tuvo el monopolio de la inscripción de los nacimientos, de las muertes y del
matrimonio. En efecto, hasta la ley del Registro Civil, para las muertes y los nacimientos; y
hasta la ley de matrimonio civil en 1887, modificatoria del Código de Vélez Sársfield, que
había tomado como punto de referencia el Código Napoleónico y el Derecho Canónico.
Y, como muy bien dijo el senador Castillo, es verdad que esta historia tuvo un punto
importante en Santa Fe. Los senadores Castillo y Fernández hablaron de un gran gobernador
de mi provincia. No es casual que sea olvidado; que su historia haya que buscarla en libros
inéditos; que se hable muy poco de Nicasio Oroño; y que cuando se lo haga, solamente se
piense en un boulevard de la ciudad de Rosario. Nicasio Oroño fue, verdaderamente, un
progresista, que fue derrocado, a raíz de haber instrumentado el matrimonio civil, por los
sectores anacrónicos que se oponían al matrimonio civil.
Le voy a dar un antecedente al senador Castillo, porque él siempre me da datos
importantes del socialismo. Se ve que viene rumbo para acá. (Risas). Me dice que no, pero
me parece que sí. (Risas)
Este matrimonio civil instrumentado por Nicasio Oroño también tiene una historia de
amor. Proviene de una historia de amor entre don Luis Tabernig, que era un joven tirolés
católico, con Magdalena Moritz, que era una suiza protestante, hija de agricultores. Don Luis
y Magdalena fueron al cura jesuita de Esperanza –una bella ciudad de mi provincia–, para
que los casara, pero el cura jesuita les dijo que solamente los casaba si ella adjuraba de su
religión y se transformaba al catolicismo. Le dijeron que no; entonces, invitaron a todos sus
amigos y a sus padres a la plaza pueblo, plantaron un árbol en el medio de la plaza, al que
llamaron “El árbol de la libertad”, y se casaron sin jura ante todos los presentes, asumiendo el
compromiso de que sus hijos también iban a pertenecer a ese matrimonio legítimo. Ese hecho
tuvo tanta repercusión que, después, Nicasio Oroño receptó esta historia de amor de
Esperanza e instrumentó el matrimonio civil en 1867.
Por eso, Ulrich Beck dice que el inmovilismo de las instituciones está en
contradicción con una sociedad cuya vida cambia. Hemos hablado toda la noche de esto.
Hemos señalado que la historia va modificándose, que el mundo se transforma, que las
sociedades cambian y que, por lo tanto, también lo deben hacer las instituciones. Entonces,
hoy estamos tratando una modificación del matrimonio civil. La cuestión religiosa del
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matrimonio está de acuerdo con las creencias de cada uno, de quien las tiene. Lo más
importante esta noche es que no se intentó contraponer la cuestión de los valores con el tema
de los derechos. Cuando los valores en términos abstractos se plantean en oposición a los
derechos, ahí es donde nace el fundamentalismo. Valores son la libertad, la igualdad, la
justicia, la solidaridad. También son valores los que establecen los cinco libros de Moisés,
como por ejemplo, no robar, no matar, no mentir.
No entiendo por qué, a esta altura del siglo XXI, esta discusión tiene colisión con
creencias religiosas. Quizá sí lo entiendo en debates que se daban en otras épocas, en otros
tiempos, en otros momentos. Debería haber una evolución colectiva entre todos, para que en
un tema como la modificación del Código Civil no se plantee en colisión con creencias
religiosas, porque no tiene absolutamente ninguna colisión. No tiene por qué molestar que se
den derechos a quienes hoy son una realidad y no los tienen. Estamos modificando un Código
Civil.
También quiero hacer algunas consideraciones sobre un asunto que se ha planteado
durante todo este debate en el seno de la sociedad, en la Cámara de Diputados y en el Senado
de la Nación. Se hace referencia a la familia natural. Pero yo pregunto cuál es la familia
natural. Se equivocan cuando plantean: papá, mamá e hijos. ¿A quién le están hablando? Hay
muchas familias que tienen papá pero no tienen mamá. La mayoría de las familias tienen
mamá e hijos pero no papá. Se hablaba de mayorías y de minorías.
En este sentido, del censo de población de 2001 –por supuesto que el de este año va a
dar cifras mucho más contundentes–, surge que las familias de papá, mamá e hijos son
minoría en la República Argentina. En efecto, en 2001, los hogares nucleares completos, es
decir, la pareja de padre y madre con hijos, eran 4.107.017, es decir, el 41 por ciento. O sea,
el 59 por ciento de la población, en 2001, no tenía familia con mamá, papá e hijos. Hogar
unipersonal, 1.512.788, es decir, el 15 por ciento. Hogar nuclear, parejas sin hijos, 1.232.173,
es decir, el 12 por ciento. Y hogar nuclear incompleto, 1.027.461, o sea, 10 por ciento.
Es decir que el 60 por ciento de la población no es una familia con papá, mamá e
hijos. Entonces, me parece que hay una equivocación conceptual cuando se plantean los
temas. Creo que es importante aclararlo, porque es la realidad la que muchas veces contrasta
con los planteos.
En ese sentido, como también se ha dicho aquí, basta con ir a los barrios de los
sectores populares para ver que la mayoría de las familias está constituida por una madre que
tiene muchos hijos que cría, que educa; una madre que labura, que mantiene el hogar y donde
no está el padre. Jürgen Habermas dice que para que una sociedad sea democrática, todo lo
que se precisa es la actualización consistente del sistema de derechos. Es lo que hoy estamos
realizando, señor presidente. Estamos dando un paso fundamental, que realza la tarea de este
Congreso. Estamos otorgando derechos.
Sinceramente, creo que, en este debate, las cuestiones del nombre –la palabra
“matrimonio”– y de la adopción han sido usadas más como coartada a la oposición de
avanzar con el tema del matrimonio. Y lo digo con todo respeto, porque no he escuchado
fundamentos sólidos desde el punto de vista jurídico, salvo en lo que hace a la
materialización de esto; reitero, no respecto del fondo de la cuestión.
El debate se ha planteado en la diferencia; y me parece que hay una confusión con la
palabra “diferencia”. En efecto, nosotros vemos que, exactamente con los mismos
argumentos –y se han manifestado también acá– que hoy se plantea la diferencia, para no
darle a quienes son gays o lesbianas los mismos derechos de los heterosexuales para contraer
matrimonio, porque son diferentes, no se le podría haber dado el voto a las mujeres. Se
confunden igualdad y diferencia. Lo contrario de igualdad no es diferencia sino desigualdad.
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Por eso, el tema de la mujer ha surgido toda la noche, y por eso hablamos de esta cuestión.
Hoy, nadie discute que la mujer sea igual al hombre, que tenga exactamente los
mismos derechos que el hombre. ¿Quién lo puede discutir? Todavía no están concretados. Se
ha avanzado mucho, y las mujeres siguen avanzando; y es muy bueno que así sea; es muy
positivo, porque mejora nuestra sociedad. Pero, ¿quién discute que la mujer es diferente del
hombre? No lo discute absolutamente nadie. Y la mujer no quiere no ser diferente del
hombre. Quiere ser diferente, pero quiere ser igual.
Entonces, los términos “igual” y “diferente” no se pueden confundir conceptualmente.
Son distintos. Tenemos que marchar hacia la igualdad, pero eso no quiere decir que se borren
las diferencias, porque paradójicamente, sería contradictorio el querer borrarlas, pues el
camino de la democracia y de su profundización es la tolerancia a la diferencia.
Por lo tanto, hoy estamos en condiciones de dar un paso importante, de sancionar un
proyecto de ley que tendrá una gran repercusión para todo nuestro país. Y el tiempo es el
tiempo que se ha dado. Se produjeron ocho casamientos por fallos judiciales y han tenido una
tremenda repercusión pública. El tema está en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y
hay un fallo inminente en el caso María Rachid-Claudia Castro, en el que se reclama ser
reconocidas como matrimonio.
Este es el tiempo y esta noche; si avanzamos con la sanción de este proyecto de ley,
vamos a dar un paso muy importante no sólo en el derecho positivo argentino, no sólo en
nuestro plexo jurídico, sino también hacia una mayor libertad, mayor igualdad, mayor justicia
y mayor solidaridad en la República Argentina.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Sanz.
Sr. Sanz. – Señor presidente: me había quedado absorto escuchando el brillante discurso de
Rubén Giustiniani.
Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento. Después de todas estas
semanas de intenso debate y vínculo con distintas personas, quiero agradecer a quienes con
buena fe, con una sincera vocación de participar e involucrarse, se han acercado a mí –
seguramente, a todos los senadores también– para alcanzarme sus opiniones; sus trabajos
intelectuales y científicos; a veces, simples consejos, con posturas a favor y en contra del
proyecto de ley y, dentro de esos extremos, con propuestas de toda índole.
Quiero agradecerles, porque todas esas personas me han mostrado la cara de una
Argentina racional, bienpensante, capaz de convertir a la sociedad en algo que, por lo menos
para mí, es todo un desafío en estos años de democracia, que es pasar de la experiencia de
sociedad mercadocéntrica, como lo hemos sido en alguna época, o quizás desde el otro
extremo, una sociedad Estadocéntrica, a la sociedad ciudadanocéntrica. Me parece que este es
un enorme desafío de la sociedad democrática; la sociedad ciudadanocéntrica desde una
concepción humanista y democrática que pretendo representar y defender todos los días, en
donde el ciudadano–persona sea el sujeto de derechos y obligaciones así como también de
nuestros desvelos como su representante.
También quiero agradecer, desde el respeto que no tuvieron, a quienes trataron de
llegar a mí pero no lo hicieron desde esa perspectiva de buena fe sino que lo hicieron con
agravios, amenazas o descalificaciones. La verdad es que les agradezco haberme hecho saber
una vez más que la Argentina tiene la asignatura, entre tantas pendientes, de luchar contra la
intolerancia, contra el odio y contra el resentimiento. Dicho esto, voy a fundar mi voto.
Me posicioné en este tema desde sus comienzos con una doble intención. La primera
fue brindar una respuesta jurídica a un tema que, esencialmente, es de derechos y que
entiendo que debe resolverse legislativamente, porque de no hacerlo, tengo la convicción de
que, por nosotros, lo va a hacer la Justicia. Y si es así, en lo personal, me va a quedar como
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persona para manejar, pero no su condición sexual. Entonces, la razonabilidad del criterio
tiene que ver con la relación de funcionalidad entre el requisito y el fin buscado.
Ahora bien, la pregunta que queda por responder es si el sexo de las personas o, mejor
dicho, si el requisito de que dos personas tengan sexos diferentes para contraer matrimonio es
razonable para lograr el fin de su regulación. Si no lo fuera, ese requisito sería, para mí y
también para la doctrina de la Corte, inconstitucional por violar el artículo 16 de la Carta
Magna.
Sinceramente, me detengo en este punto, es decir, en el análisis de qué estamos
regulando cuando lo hacemos respecto del matrimonio. Pero respecto de todas las
justificaciones de la regulación del matrimonio –y vuelvo al caso Sejean, que se refiere
especialmente a los fines del matrimonio; en varios proyectos hay alusiones y, en todos los
tratados internacionales, hay especificaciones sobre ese punto–, ninguna parece dejar espacio
para que el sexo diferente sea un requisito razonable en los términos constitucionales, tal cual
interpreta la Corte.
En síntesis, señor presidente, creo que este juego entre la protección de la autonomía
personal del artículo 19 y la protección de la igualdad ante la ley del artículo 16, es el que da
fundamento y justifica una regulación como propone el proyecto que viene de la Cámara de
Diputados.
Respecto de los tratados internacionales, la verdad es que aquí, cada cual podrá leer la
parte que desee de ellos, tal como se ha dicho. Pero, a mi entender, en el artículo 2º de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; en los artículos 2º y 7º de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos; en el 24 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos; en el 9º del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales –ley 23.313–, y en los artículos 2º, 5º y 26 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, en todos ellos, reconozco el principio de igualdad ante la ley.
Por eso, cuando el Estado le niega a un grupo de la población un derecho fundamental
–y casarse lo es–, debe hacerlo por razones que se adecuen a los principios fundamentales del
ordenamiento jurídico; de lo contrario, la distinción se convierte en una discriminación
arbitraria. Estas no son palabras mías, pero sí que yo respaldo, de una jurista argentina –
mendocina como yo–, la doctora Aída Kemelmajer de Carlucci, en cuyos trabajos y
conceptos yo he encontrado sustento jurídico a mis convicciones políticas.
Reconozco sí que hay en todo este debate una tensión central, cual es la asimilación
del concepto de igualdad de derechos a una palabra que tiene un fuerte contenido religioso,
como lo es la palabra “matrimonio”, en tanto refleja uno de los sacramentos de la Iglesia
Católica. No son cosas iguales. Desde hace un tiempo, en la Argentina, no son cosas iguales.
El matrimonio católico es un sacramento y es indisoluble. En cambio, el matrimonio civil
puede disolverse y acceden a él personas de distintas religiones y los que, inclusive, no tienen
ninguna religión.
Señor presidente: mi obligación, por lo menos la que yo entiendo, es legislar para un
Estado laico, otorgando derechos civiles a quienes no los tienen. Y ese también entiendo que
es nuestro desafío. Pero en nuestro país, también hubo otros desafíos importantes en materia
de derechos, para que no creamos que hoy estamos ante un momento tan trascendente como
por allí aparece –aunque desde luego que lo es–, como el de Roque Sáenz Peña en 1912, el de
Eva Perón en 1948 y el de Raúl Alfonsín en 1987. No fueron ni menores ni mayores que éste;
significaron desafíos a una idea de sociedad que, en su momento, no contemplaba la
universalidad del voto, la participación electoral de la mujer y el derecho al divorcio vincular.
El año pasado –y lo refrescó el senador Giustiniani, como autor del proyecto–,
también hubo una decisión importante para la sociedad que, aunque no generó grandes
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Yo pensé que era posible acordar y discutir para que esto no fuera a todo o nada. Porque lo
que nosotros queremos es reconocer y respetar los derechos, no discriminar, generar un
reconocimiento que nos permita a todos los argentinos ir por un camino de unidad para que
este debate fuera un verdadero festejo, y no una discusión donde están confundidos los
términos.
Yo no comparto el criterio de aquellos que interpretaron o pensaron que la unión civil,
tomando un modelo y corrigiendo todos los errores que pudiese tener el modelo que se
escribió, era una forma de discriminar. Creo que era una forma de reconocer la realidad con
tolerancia y con respeto, en un clima de unidad nacional.
A la vez, en este escenario también debemos tener en cuenta que hay dos senadoras
que han viajado y que se habían pronunciado a favor de la unión civil. Ellas no están hoy
aquí. Los debates, las ausencias y el resultado han alterado un poco el clima, como fruto de
esa intolerancia. Y esto es parte de lo que hay sincerar: no estamos sesionando en una
situación habitual, sino con una fuerte presión externa. Yo no recibo directivas de nadie y me
cuesta mucho votar porque tengo pedidos de seres muy queridos que me han pedido que vote
en otro sentido, lo que es muy importante para mí.
Sin embargo, creo que hoy vamos a resolver el problema y va a avanzar la Argentina,
pero vamos a dejar una secuela de odios y resentimientos en la calle, fuera del recinto, que va
a costar cicatrizar. Y es responsabilidad de todos defender el bien común. Porque yo quiero
defender el bien común y porque quiero defender el derecho que tienen los homosexuales –
los gay, lesbianas, transexuales y bisexuales– de vivir dignamente y ser respetados.
Precisamente, porque merecen todo el respeto y consideración es que voy a sostener la
posición que elaboró el peronismo federal, el Interbloque Federal, de optar por el camino de
la unión civil. Lamentablemente, vamos a votar divididos porque no se aceptó otra cosa, y
esto es a todo o nada.
Yo he tenido mucha participación en la vida institucional de la Argentina durante todo
el período democrático y puedo decir que cada vez que las cosas fueron “ya” se produjeron
los grandes errores. Esos son los grandes errores que tenemos que remediar después.
Hice alusión a las once sesiones porque, como dijo el senador Filmus muy bien –yo
generalmente discrepo con él pero hoy me pareció importante su discurso–, es urgente
remediar los males, pero se trataría de un día, unas horas, un poco más de reflexión. El clima
que tenemos en este momento, y que hemos tenido durante toda la tarde, nos hace ver que era
mucho más fácil encontrar un mecanismo de consenso que nos permitiese a todos votar con
comodidad, con respeto y con consideración de todos los sectores de la vida nacional, que
llegar a este enfrentamiento innecesario.
No votamos en contra de nadie; al contrario, nosotros votamos por otra solución que
muchos países ya han adoptado y que podría ser un camino que sin ninguna discriminación
hiciese respetar los derechos en un clima de unidad nacional.
Nada más, señor presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Morales.
Sr. Morales. – Llegamos a este momento final de una sesión que ha sido bastante intensa y
que comenzó también con bastante intensidad, en la que estamos debatiendo sobre la cuestión
del matrimonio de personas del mismo sexo.
Antes de plantear algunas cuestiones conceptuales que van a ir definiendo mi posición
personal, quisiera hacer un reconocimiento, primero, a la Comisión de Legislación General,
que realmente ha hecho un gran trabajo. Más allá de algunas situaciones que se plantearon,
creo que desde ningún punto de vista desvirtúan o descalifican un trabajo que todos hemos
reconocido, especialmente hacia todos los miembros de la Comisión de Legislación General,
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muchos venimos acá con una doble sensación: de negación y de convicción. De negación
frente a este estado de cosas que plantean desde un extremo el gobierno y desde el otro
extremo la Iglesia.
Por otro lado, desde la convicción de reparar los derechos que no están previstos y
que no están garantizados en la actual legislación.
Por eso es que venimos con convicción los que, desde un primer momento, cuando
llegó el proyecto acá al Senado, dijimos que íbamos a apoyar la iniciativa, aun haciendo el
intento de buscar alternativas intermedias que unifiquen la posición de setenta y dos
senadores. Pero dadas como están las cosas, señor presidente, como ha dicho recién el
senador Giustiniani, ha llegado el momento de legislar y de reparar derechos que hoy no
están garantizados para sectores minoritarios de la sociedad argentina.
Respecto de los distintos bloques, pero particularmente de nuestro bloque de
senadores, apenas llegó el proyecto resolvimos, como se ha hecho en la Cámara de
Diputados, la libertad de conciencia. Es así que ningún legislador ha sido presionado ni por el
partido ni por ninguna institución de la Unión Cívica Radical para que vengan, para que dejen
de venir, para que hagan un viaje, para que se vayan o para que tomen tal o cual postura.
Acá, con total libertad y garantizándose la plena conciencia de cada uno de los
senadores de la Unión Cívica Radical, estamos sentados con una premisa común, señor
presidente: de acá tenemos que salir con una legislación.
Seguramente ha habido diferencias, como las diferencias que han cortado
transversalmente a todos los bloques, en cuanto al instrumento. Pero como ha dicho recién
Adolfo Rodríguez Saá, el senador por San Luis: todos queremos reparar esta situación de
injusticia y de falta de igualdad en la República Argentina.
Por eso, con esta convicción venimos algunos senadores de la Unión Cívica Radical a
votar a favor de este proyecto en general. Tenemos algunas observaciones en particular, que
hubiéramos querido plantear para modificar la iniciativa, especialmente con relación al
artículo 172, al artículo 326 y a algunos otros artículos de la sanción de la Cámara de
Diputados, la cual creo que no ha sido tratada con la profundidad con que ha considerado este
Senado esta reforma.
De todos modos, voy a votar a favor de este proyecto en general y también en
particular, sin perjuicio de las observaciones referidas a los artículos que acabo de mencionar.
En definitiva, todas las cuestiones mencionadas nos llevan a requerir la sanción de
una ley que realmente ponga justicia sobre situaciones de grupos vulnerables de la sociedad
argentina y que, por minoritarios que fueran, nosotros –que representamos en muchos casos a
sectores mayoritarios de nuestras sociedades– tenemos que proteger y velar. Así que por
todos los argumentos expuestos, vamos a votar favorablemente este proyecto.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Pichetto.
Sr. Pichetto. – Señor presidente: cuando comenzamos esta jornada era el 14 de julio, o sea,
ayer al mediodía. Hoy ya es 15. Estamos en una jornada de trascendencia histórica. Este
tratamiento tiene que ver con una de las revoluciones sociales y políticas que han ocurrido en
el mundo…
Sr. Presidente (Pampuro). – Señor senador Pichetto: el senador Biancalani le solicita una
interrupción, ¿se la concede?
Sr. Pichetto. – Sí, señor presidente.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Biancalani.
Sr. Biancalani. – Señor presidente: voy a ser breve. Se han olvidado de mí. No se si no
estaba en la lista de oradores, o no me anotaron.
Quiero marcar mi desacuerdo con la ley de matrimonio para parejas homosexuales,
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Las cosas que se decían en aquel entonces eran muy parecidas; tengo en mi poder
varias publicaciones de la época. Se trataba de los mismos discursos: "vienen a disolver la
familia", "cuidado con el demonio que aparece", "están contra Dios", etcétera. En
consecuencia, las opiniones no cambian. Sin embargo, el tiempo, la realidad social y la vida
van determinando la necesidad de adaptarse; y las instituciones que no se adaptan corren el
riesgo de morir.
De hecho, la Iglesia Católica está perdiendo la batalla en la calle en manos de muchas
religiones evangélicas. Observo esto casi diría con preocupación, como católico que tiene sus
dudas, sus contradicciones y no profesa; pero son dudas existenciales. Lo que digo es que hay
una realidad en la calle, que es el avance de muchas iglesias evangélicas, de muchos credos
umbanda, etcétera. Incluso, en la televisión privada argentina se ven −casi hasta traducidos al
portugués− muchas personas que hablan de dios, falsos profetas, iglesias hechas para el
mercadeo y demás. En fin, esto también está funcionando en la Argentina actualmente. Hay
muchos vendedores de fantasías y de humo que juegan, muchas veces, con la inocencia de la
gente.
Considero que nadie puede atacar estas cuestiones, que son producto de la fe. Lo que
es imprescindible es que, frente a las instituciones, aparezca el Estado y genere procesos que
vayan hacia la igualdad. De eso se trata esta ley, es decir, de eliminar las barreras. Tiene una
potencia simbólica muy fuerte esta iniciativa que estamos tratando, ya que posee el sentido de
la igualdad y barre con todas las limitaciones que tenían estos sectores a través de permitir el
matrimonio de personas del mismo sexo.
Esto es lo que puede hacer la ley civil. Las normas del derecho canónico, la religión
católica, el sacramento del matrimonio y demás son valores que sólo rigen para el dogma y
los católicos y, por cierto, son respetables. No estamos en contra de eso. Pero el Estado tiene
que dar legislación para todos y abrir el camino de la igualdad. Hemos estudiado el tema
detenidamente, y no hay ninguna razón para que se les limiten los derechos. No hay ninguna
razón fundada en el hecho de la orientación sexual que pueda sustentar una discriminación.
Cuando escuché algunos discursos que indicaban la necesidad de hacer tratamientos
legislativos diferentes, tuve la impresión de que eso consolidaba la idea de la discriminación.
Si no hay motivos y no hay más que el prejuicio de pensar que pueden tener una sexualidad
distinta; si no hay razones jurídicas y la Constitución plantea que el Estado tiene la obligación
de sacar todas las limitaciones que hagan a las desigualdades en la Argentina, y si los tratados
internacionales avanzan fuertemente para evitar la discriminación, esta norma debiera ser
sancionada. Además, la reforma de la Constitución de 1994 consolidó el Estado laico al
eliminar los requisitos para ser presidente de la Nación y al eliminar que la religión católica
sea la religión obligatoria del Estado.
Por lo tanto, señor presidente, el proyecto que hoy se va a votar tiene una simbología
ligada a la igualdad y a la adquisición de derechos que son potestativos. Es decir, no son
obligatorios. Se ejercen en función de la voluntad. Acá no habrá más matrimonios
homosexuales o de personas del mismo sexo porque se habilite la norma. En todo caso, es
reconocer la realidad. Es permitir el ejercicio de derechos y no limitarlos solamente para
personas heterosexuales.
Quiero decir que se han recibido críticas que se vinculan con la etimología de la
palabra. Me refiero al origen de la palabra “matrimonio” y su origen en matri, mujer,
etcétera. Creo que esto no se ajusta a la evolución de las instituciones.
El otro día releía el discurso que hizo el ministro de Justicia en España frente al
tratamiento de la ley de matrimonios de personas del mismo sexo, norma que responde a lo
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 164
que establece la Constitución europea, que fija superar todas las barreras de discriminación y
límites a los derechos de los ciudadanos. Es decir, una visión moderna del Estado.
Al hablar de este tema, de la descalificación por el lado de la etimología, sostuvo que
se trataba de un argumento muy burdo. El concepto etimológico de las palabras evoluciona
en el tiempo. Y la patria potestad, diseñada como institución únicamente para los hombres,
hoy, también, la pueden ejercer las mujeres. Y el salario, si realmente se le diera importancia
a la etimología de dicha palabra, se debería seguir pagando con sal. Indudablemente, la
adaptabilidad tiene que ver con la comprensión, el avance y la evolución del concepto.
Señor presidente: quiero decir que ha sido importante en este debate que se ha hecho
en el marco de la sociedad argentina el reconocimiento de las declaraciones que han hecho
las juventudes políticas. Me refiero a las juventudes políticas del justicialismo, del Partido
Socialista y de la propia Unión Cívica Radical, que retoma las mejores sendas: la visión de un
Estado laico, igualitario y que dé respuestas a todos los sectores. También, quiero destacar la
declaración de apoyo que ha dado la Universidad de Buenos Aires al tratamiento y sanción de
esta ley. Lo mismo puedo decir de múltiples sectores de la opinión pública que se han
expresado favorablemente y de un consenso que se va ganando en la opinión pública y en las
encuestas.
Quiero agradecer la discusión que se ha dado en los medios de comunicación, la
comprensión que se ha tenido sobre el tema y el trabajo importante y militante que han hecho
los sectores involucrados en la defensa de estos intereses.
A mí nunca me ha asustado el juego de presiones. Creo que es propio de una sociedad
democrática. Tampoco le dejo de dar valor a la marcha del día de ayer. Entiendo que es la
expresión de un sector de la ciudadanía. No lo considero una presión. Lo que yo descalifico
es lo grosero, lo burdo y algunas manifestaciones groseras que hizo la Iglesia, que describió
muy bien el señor senador Fuentes. Pero no el derecho a la expresión, ni a explicar posiciones
en una sociedad abierta y democrática, ni las posturas políticas que se han tenido.
Yo debo decir que la presidenta ha actuado muy mesuradamente en este tema.
Además, cabe señalar que este no es un proyecto del Poder Ejecutivo nacional, no tuvo
origen allí, sino que es un proyecto que se ha generado merced a la iniciativa muchos
diputados de la oposición en la Cámara Baja, que han trabajado arduamente alrededor de esta
cuestión, como ha sido el caso de la diputada Vilma Ibarra y de otros diputados –entre otros,
del socialismo, que apoyó esta idea, y del radicalismo, que la han votado–. Lo único que ha
dicho la presidenta de la Nación –en realidad, ha dicho muy poco– es que nunca hemos
gobernado para limitar los derechos de minorías. Este es un debate de minorías y, por primera
vez, el Parlamento está abordando un debate que tiene que ver con el reconocimiento de
derechos a minorías. En otros países, lo vivieron con respecto a la raza, el color o la religión
–como sucedió en los estados totalitarios que se mencionaron, en Italia o en Alemania–. Acá,
la discriminación era en función de la orientación sexual.
Así que me parece que no es correcto cuando se quiere asignar o imputar la tensión o
este estado de conflicto al gobierno. Porque no ha sido el gobierno el que lo ha provocado.
Creo que ha habido una actitud poco inteligente de la Iglesia Católica argentina. A mí me
preocupan los extremos que determinan la conducción de la Iglesia y su futuro en términos de
estas posiciones tan trogloditas que sostienen en los debates sociales. Todo eso es lo que ha
complejizado la discusión de este tema. En el ámbito del Congreso, se ha dado con mucha
participación democrática.
Lo único que yo no compartí fue el dictamen final porque, repito, entiendo que
estaban en condiciones de hacer un buen proyecto de unión civil para ponerlo a
consideración, en un plano propositivo y, a través de la discusión, le hubieran dado a aquellos
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que no comparten el matrimonio un instrumento para poder votar. No lo hicieron, pero eso
fue así porque no quisieron. Creo que no quisieron porque, en realidad, compartían el
pensamiento de la derecha católica que no quería que este tema se tratara.
Esta es la verdadera razón por la cual hay un rechazo contundente a la sanción de la
Cámara de Diputados. Esta es, por lo menos, mi visión. Esta es la opinión que yo tengo
respecto de este tema, donde las reglas están para cumplirse. Hemos sostenido esta discusión
muchas veces. Cuando hay una Cámara de origen que aprueba un proyecto, el debate en la
Cámara revisora –en este caso, el Senado– no puede soslayar esa sanción, meterla en un
cajón, e inventar otra media sanción con origen en la Cámara revisora que, en esta ocasión, es
el Senado. Eso representa la construcción de un artilugio, de un ardid legislativo –estoy
tratando de no emplear la misma palabra que utilicé esta mañana porque no quiero terminar
mal esta discusión–. Es un artilugio para cambiar el origen del proyecto, lo que no tiene
precedentes en la vida parlamentaria de la Argentina. Porque, además, es muy peligroso y
muy complejo modificar estas reglas que no son del Reglamento, sino que son las de la
Constitución. Estas reglas están establecidas claramente en la Constitución y hay que
respetarlas.
Lo mismo pasa cuando se intenta votar un tema que, indudablemente, nadie puede
desconocer que tiene que ver con la cuestión debatida. El dictamen de mayoría de la Cámara
de Diputados ha sido el proyecto de ley de matrimonio, la iniciativa que nosotros estamos
defendiendo ahora. Los dictámenes de minoría que se presentaron en la Cámara de Diputados
eran proyectos de unión civil. La materia es exactamente la misma, el contenido es el mismo
y el objeto es el mismo: regular las relaciones de personas que tienen una identidad de sexo y
que tienen una relación estable garantizada por la ley. Es exactamente el mismo tema. ¿Quién
puede argumentar que es un tema distinto, que tuvo un origen distinto y que nosotros tenemos
derecho a hacer un proyecto de ley desde aquí y mandarlo para allá?
Lo que creo que no se puede subestimar es la inteligencia de la gente. Me parece que
tenemos que tener también una construcción ligada a la norma, a las cosas que hemos
aprendido. Todos tenemos una extensa vida parlamentaria. Todos hemos hecho un
aprendizaje importante en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores; o sea, no
nos pueden vender gato por liebre.
¡Si hubieran querido un proyecto de unión civil lo hubieran tenido! ¡Tenían mayoría
para tenerlo! Hubieran hecho un buen instrumento, no el mamarracho que hicieron,
presidente. ¡Es un mamarracho discriminador!
Mire: tiene una cláusula que es prácticamente la de un Estado totalitario, que le
permite al funcionario público que tiene que cumplir con las obligaciones y con la ley decir:
“Miren, ustedes son homosexuales; yo tengo una profunda repugnancia por ustedes, los
desprecio mucho y, además, conmigo no se van a casar. No van a tener ningún trámite
posible porque yo no los voy a atender. Además, la próxima vez que vengan, háganlo con una
bandita amarilla en su ropa para identificarse como homosexuales”. ¡Objeción de conciencia
lo llamó la senadora Negre de Alonso!
Sra. Negre de Alonso. – ¡Está desvirtuando totalmente el dictamen!
Sr. Pichetto. – ¡Por favor, por favor!
Sra. Negre de Alonso. – ¡Está desvirtuando...!
Sr. Pichetto. – ¡Por favor! Eso, la verdad, es más propio de la Alemania nazi que de un
Estado democrático.
Sra. Negre de Alonso. – ¡No le permito...!
Sr. Pichetto. – ¡Yo la escuché! ¡No le voy a dar ninguna interrupción, presidente!
– Varios señores senadores hablan a la vez.
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 166
una cuestión de conciencia. Acá, hay senadores importantes que han tenido un
acompañamiento permanente en todos los temas del gobierno y hoy van a votar con total
libertad, en ejercicio de sus convicciones personales, y lo han expresado en este recinto. Este
bloque también tiene un cruce fundamentalmente transversal, que hace al ejercicio de la
libertad de conciencia. No estamos votando con disciplina partidaria o política como en temas
que pueden ser de interés económico, político o institucional que hacen al gobierno.
Nosotros hemos actuado con total buena fe. Hemos tratado de dar un debate en
profundidad, con todos los elementos en la mano y con todo el análisis jurídico, político e
institucional. No hemos crispado este debate. Creo que ha sido la iglesia argentina la que ha
llevado a extremos esta discusión, como lo hizo en oportunidad del tratamiento del
matrimonio civil; como lo hizo en el 87, cuando el presidente Alfonsín elevó al Congreso la
ley de divorcio vincular. También, en esa oportunidad, se desintegraba la familia. Se decía
que iba a haber una catarata de divorcios vinculares que iba a destruir la familia. Un discurso
construido siempre en querer pegar la religión con el Estado, con la Patria. Estos discursos
que dieron lugar, también, a las peores dictaduras en la Argentina. Personajes como
monseñores Tortolo, Medina y Quarracino, que bendecían a la represión.
Estos son los temas que han pasado en la Argentina y en los que la Iglesia también
tiene que hacer su propia autocrítica. Tiene que analizar para adentro lo que pasa en esa
institución. El silencio que han tenido frente a hechos aberrantes, de obispos importantes,
como en el caso de monseñor Storni, que en lugar de estar respondiendo ante la justicia fue
alojado en una casa de ayuno en la provincia de Córdoba, o como otros casos, como el de
Grassi; casos graves de pedofilia que han ocurrido lamentablemente en el país y en el mundo,
y que demandan una actitud y un compromiso de poner el tema en la investigación, de
centralizar el tema, de no aparecer encubriéndolo ni silenciándolo.
Nosotros vamos a votar positivamente este proyecto. Quiero terminar bien este
debate. No he tenido intención de ofender a la senadora Negre de Alonso ni tampoco a la
senadora Escudero. Quise describir mi visión sobre un tema que me parece grave en una
norma que, supuestamente, tenía que garantizar la incorporación de derechos. De ninguna
manera la califiqué de nazi. No quiero, en este tema, entrar en ofensas personales. Quise
expresar mi postura frente a este proyecto que no se pudo discutir lamentablemente, porque
no fue el dictamen de la mayoría. Podría haberlo sido. No lo fue porque no quisieron que lo
fuera.
Vamos a votar positivamente.
8
CUESTIÓN DE PRIVILEGIO
Sra. Negre de Alonso. – Pido la palabra para plantear una cuestión de privilegio.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. – Señor presidente: en primer lugar, lo que se resolvió en la reunión
de labor ayer lo cumplí. Simplemente, planteé la cuestión de privilegio respecto a usted, pero
la carpeta con los fundamentos de la impugnación y del fondo de la unión civil no los traté
porque cumplí. Contesté a las objeciones que hizo la senadora Estenssoro y nada más.
El senador Pichetto incorporó el tema de la unión civil con adjetivaciones. Me ha
tratado de nazi. Y si quiere rectificarse, pido que se teste el término “nazi”. Si es así como
dice, quiero decir que, entonces, son nazis los belgas, canadienses, españoles, sudafricanos,
noruegos, suecos e ingleses, porque todos estos países incorporan la objeción de conciencia.
Además, lo aclaré cuando la senadora Escudero y la senadora Morandini lo
plantearon. Dije que, en los países que tienen esta legislación, el Estado garantiza que frente a
la objeción de conciencia, lo mismo se cumpla con los objetivos de la ley.
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 168
No es la primera vez que el senador Pichetto hace esto. Incorporó el tema cuando
habíamos acordado no incorporarlo hasta después de la votación: lo incorporó él.
¡Agraviante! Incorporó el tema de la Iglesia, sólo la Iglesia Católica acá. Todos los cultos se
manifestaron pero, no, la Iglesia Católica, la Iglesia Católica.
Por supuesto, la patología debe ser tratada como patología. Y para eso está el Poder
Judicial, y para eso ha habido condenas. Y, por supuesto, repudio todas las actitudes
delictivas, vengan del sector que vengan, cualquiera sea el sujeto que las haya cometido,
aunque las haya cometido la gente de la religión a la que pertenezco. No he traído el tema
religioso acá. ¡Lo ha incorporado él!
Entonces, o el senador Pichetto se rectifica y pide que se teste…
Sr. Pichetto. – Yo me rectifiqué.
Sra. Negre de Alonso. – Me ha tratado de nazi. ¡Pero no es la primera vez! Otra vez me trató
de abanderada de los uruguayos. Estoy acostumbrada.
Eso es el pensamiento único. Sólo se acepta a los que piensan como él. Los que
pensamos distinto somos discriminatorios. Hoy hablamos de igualdad, de libertad. Acá está el
presidente del bloque mayoritario, discriminándome.
Sr. Pichetto.- Yo no la discriminé, presidente. No la traté de nazi. He aclarado perfectamente
cuál fue el sentido de mis palabras. Lo he dicho claramente: que no se sienta ofendida en lo
personal.
–Varios señores senadores hablan a la vez.
9
O.D. N° 600/10
MATRIMONIO DE PAREJAS CONFORMADAS POR PERSONAS DEL MISMO
SEXO
(Continuación)
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra el señor senador Artaza.
Sr. Artaza. – Discúlpeme, señor presidente. Nosotros estamos acompañando esta extensión
de los derechos, sin duda. Yo quiero dejar en claro que, como acá hay libertad de conciencia,
acompañamos toda esta extensión de derechos.
Como bien lo he dicho hoy en mi discurso, las iglesias administran lo espiritual y
nosotros lo temporal. Quiero decir expresamente que, si bien acompaño esta extensión de
derechos, no comparto en ningún momento lo que el presidente del bloque oficialista ha
dicho sobre monseñor Bergoglio y sobre otras personalidades de la Iglesia, y sobre todo de la
Iglesia Católica. Aunque yo pueda no compartir las expresiones, no puedo acompañar que se
digan palabras ofensivas sin tener defensa en este momento las personas aludidas.
Por eso digo que no comparto esas expresiones, aunque acompaño, por supuesto, esta
extensión de derechos a través del dictamen en el proyecto que ya ha sido tratado acá y que
viene de Diputados.
Sr. Presidente (Pampuro). – Muy bien.
Sr. Pichetto. – Señor presidente…
Sr. Presidente (Pampuro). – No, no…
Sr. Pichetto. – He sido aludido por el senador Artaza.
Mire, yo no he hecho ningún agravio. Me he limitado a dar lectura a declaraciones
que han salido publicadas. Hice reflexiones sobre los discursos que han expresado y he fijado
posiciones frente a algunos personajes históricos. Y tengo todo el derecho de hacerlo. Yo no
estoy pidiendo que compartan lo que digo…
Sr. Pérez Alsina. – ¡Agravió a la senadora Negre de Alonso! ¡Hágase cargo! ¡Hágase cargo!
– Varios señores senadores hablan a la vez.
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 169
1
Ver el Apéndice.
14 y 15 de julio de 2010 Versión Provisional Pág. 170
Sr. Presidente (Pampuro). – Senador Pérsico: sírvase manifestar su voto a viva voz.
Sra. Pérsico. – Positivo.
Sr. Prosecretario (Canals). – Se registran 33 votos por la negativa y 30 por la afirmativa.
– El resultado de la votación surge del Acta Nº 1
Sr. Presidente (Pampuro). – Resulta negativo.
Vamos a someter a consideración el anexo del dictamen de mayoría, que se va a leer
por Secretaría.
Sr. Prosecretario (Canals). – Anexo al Orden del Día N° 600. Comisión de Legislación
General. Dictamen de minoría en el proyecto de ley venido en revisión, y en el de distintos
proyectos de ley de varios señores senadores, por el que se modifican diversos artículos del
Código Civil respecto de incluir el matrimonio de parejas conformadas por las personas del
mismo sexo. Se aconseja la aprobación del CD.-13/10.
Sr. Pichetto. – Solicito que se vote en general y en particular, en una sola votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Si hay asentimiento, así se hará.
– Asentimiento.
Sr. Presidente (Pampuro). – Tiene la palabra la señora senadora Bongiorno.
Sra. Bongiorno. – Señor presidente: pedí la palabra para que se aclare si la abstención
expresada anteriormente abarca también el proceso de la votación en general y en particular,
o si debemos reiterar el pedido de autorización al efecto.
Sr. Presidente (Pampuro). – No; está incluida en las dos.
Sra. Bongiorno. – Quiero dejar sentado y aclarado que mi abstención corresponde tanto a la
votación en este caso como en el anterior.
Sr. Presidente (Pampuro). – Está bien.
Sr. Pichetto. – Que se vote en general y en particular, en una sola votación.
Sr. Presidente (Pampuro). – Votamos en general y en particular, por la afirmativa o por la
negativa.
Se abstienen los mismos tres senadores.
– Se practica la votación por medios electrónicos.
Sr. Prosecretario (Canals). – Se registran 33 votos por la afirmativa y 27 por la negativa.
– El resultado de la votación surge del Acta Nº 2
Sr. Presidente (Pampuro). – Queda definitivamente sancionado el proyecto de ley. Se harán
las comunicaciones correspondientes. 1
Se levanta la sesión.
– Son las 4 y 6 del jueves 15 de julio de 2010.
JORGE A. BRAVO
Director General del Cuerpo de Taquígrafos
1
Ver el Apéndice.
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Senado de la Nación
Votación Nominal
D I C T A M E N E N E L P R O YE CT O D E L E Y E N R E V IS I Ó N P O R E L Q U E S E M O D I F I C A N D I V E R S O S
A R T Í C U L O S D E L C Ó D I G O C I V I L R E S PE C T O A I N C L UIR E L M A T R IM O N I O D E P A R E J A S C O N F O R M A D A S
P O R P E R S O N A S D E L M I S MO S E X O
O R D E N D E L D Í A 6 0 0 Y AN E X O
CD-13/10
V O T A C I Ó N E N G E N E R AL Y E N P A R T I C UL A R
O b s e r v a c i o ne s : D i c t a m e n d e m a y o r í a
Acta N°: 1 Fecha: 15-07-10 Hora: 4:00
Tipo de Quórum: mas de la mitad de los Mayoría Requerida: mas de la mitad de los
Miembros del Cuerpo: 72
miembros del cuerpo votos emitidos
Observaciones:
La senadora Fellner y el senador Persico se levantaron durante la votación y manifiestan a viva voz sus votos
negativo y afirmativo respectivamente.
1
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Senado de la Nación
Votación Nominal
D I C T A M E N E N E L P R O YE CT O D E L E Y E N R E V IS I Ó N P O R E L Q U E S E M O D I F I C A N D I V E R S O S
A R T Í C U L O S D E L C Ó D I G O C I V I L R E S PE C T O A I N C L UIR E L M A T R IM O N I O D E P A R E J A S C O N F O R M A D A S
P O R P E R S O N A S D E L M I S MO S E X O
O R D E N D E L D Í A 6 0 0 Y AN E X O
CD-13/10
V O T A C I Ó N E N G E N E R AL Y E N P A R T I C UL A R
O b s e r v a c i o ne s : D i c t a m e n d e m a y o r í a
Acta N°: 1 Fecha: 15-07-10 Hora: 4:00
Tipo de Quórum: mas de la mitad de los Mayoría Requerida: mas de la mitad de los
Miembros del Cuerpo: 72
miembros del cuerpo votos emitidos
2
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Senado de la Nación
Votación Nominal
D I C T A M E N E N E L P R O YE CT O D E L E Y E N R E V IS I Ó N P O R E L Q U E S E M O D I F I C A N D I V E R S O S
A R T Í C U L O S D E L C Ó D I G O C I V I L R E S PE C T O A I N C L UIR E L M A T R IM O N I O D E P A R E J A S C O N F O R M A D A S
P O R P E R S O N A S D E L M I S MO S E X O
O R D E N D E L D Í A 6 0 0 Y AN E X O
CD-13/10
V O T A C I Ó N E N G E N E R AL Y E N P A R T I C UL A R
-1-
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Senado de la Nación
Votación Nominal
D I C T A M E N E N E L P R O YE CT O D E L E Y E N R E V IS I Ó N P O R E L Q U E S E M O D I F I C A N D I V E R S O S
A R T Í C U L O S D E L C Ó D I G O C I V I L R E S PE C T O A I N C L UIR E L M A T R IM O N I O D E P A R E J A S C O N F O R M A D A S
P O R P E R S O N A S D E L M I S MO S E X O
O R D E N D E L D Í A 6 0 0 Y AN E X O
CD-13/10
V O T A C I Ó N E N G E N E R AL Y E N P A R T I C UL A R