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Universidad Juárez Autónoma

de Tabasco
“Estudio en la duda, acción en la
fe”
División Académica Multidisciplinaria de
Comalcalco

Daniela del Carmen Martínez Leyva

Filosofía y Ética Profesional

Tema: Ética relacionada con las profesiones

Grado: 2
Grupo: K

martes, 20 de febrero de 2018


Contenido
El profesional como ciudadano ........................................................................................................... 3
¿Qué es un ciudadano? ................................................................................................................... 3
¿Qué es un profesional?.................................................................................................................. 3
¿Qué es la ética? ............................................................................................................................. 4
Valores humanos............................................................................................................................. 4
La ética y el comportamiento en sociedad ..................................................................................... 5
Los dilemas éticos de la sociedad actual ......................................................................................... 5
La ética del profesional ................................................................................................................... 6
El papel del profesional ................................................................................................................... 7
Fundamentos de una ética de trabajo ............................................................................................ 8
¿Qué es la competencia profesional? ......................................................................................... 8
El biólogo y su responsabilidad ética con la salud, el ambiente y la calidad de vida .......................... 9
La ética en la formación del ingeniero de minas: representaciones sociales de actores educativos12
METODOLOGÍA.............................................................................................................................. 14
Una visión de la ética en el campo profesional................................................................................. 15
Factor de inspiración para hacer lo correcto siempre .................................................................. 16
Conjunto de valores y principios para la convivencia en sociedad ............................................... 17
La formación ética profesional desde la perspectiva del profesorado universitario ........................ 19
La ética profesional como competencia universitaria básica ....................................................... 19
La necesidad del «compromiso ético» en el marco de la convergencia europea ........................ 21
Estudio sobre la percepción del profesorado universitario .......................................................... 24
Análisis de los resultados .............................................................................................................. 26
La ética profesional como asignatura ........................................................................................... 27
Responsabilidad del profesor y del currículum en la formación ético-profesional ...................... 29
Ética y valores profesionales ............................................................................................................. 30
Los valores profesionales de los abogados ................................................................................... 33
ETICA RELACIONADA CON LAS PROFESIONES

El profesional como ciudadano


¿Qué es un ciudadano?
El ciudadano es el hombre que convive en la ciudad: El ser humano tiene
conciencia de sí mismo y por tanto, puede tomar conciencia que existe. Este
dominio racional permite que el hombre adquiera la calidad de persona, que en el
derecho civil es un sujeto que es capaz de ejercer derechos y cumplir
obligaciones. Esta persona posee ciertos atributos que lo diferencian de los otros
seres humanos, definiendo así, su relación con la familia y con sus semejantes, y
de su propia persona, respecto de los bienes que tiene en posesión o que son de
su propiedad.
Una acepción de “ciudadano” nos dice que es el habitante de los Estados
modernos que juega el rol de sujeto de derechos políticos y que interviene
ejercitándolos en el gobierno del país. Por lo tanto, el ciudadano corresponde a los
hombres y mujeres que se asumen como sujetos que reconocen para sí y para los
demás los derechos propios de su dignidad humana, que movidos según sus
identificaciones y diferencias acuerdan privadamente variados ámbitos de
interacción. Así también, eligen autoridades a las que perciben como sus
representantes y que se asocian para participar colectivamente en la deliberación
de las decisiones públicas.
¿Qué es un profesional?
La palabra profesión deriva del latín, de la preposición pro y con el verbo fateor,
que significa manifestar, declarar, proclamar. De estos vocablos surgen los
sustantivos profesor y profesión. En este sentido, la profesión tiene como finalidad
el bien común o el interés público; nadie es profesional para sí mismo, pues toda
profesión tiene una dimensión social de servicio a la comunidad, que se anticipa a
la dimensión individual de la profesión, la cual es el beneficio particular que se
obtiene de ella. Resulta absurdo buscar el propio beneficio sin importar el
beneficio comunitario, porque lo que pase en cualquier colectividad siempre
afectará para bien o para mal a todos sus integrantes.
Todas las profesiones implican una ética, puesto que siempre se relacionan de
una forma u otra con otros seres humanos; unas de manera indirecta, que son las
actividades que tienen que ver con objetos, y otras, de manera directa con los
seres humanos, como son los casos de educadores, periodistas, psicólogos,
médicos, abogados, contadores, etc. Para estos últimos son más evidentes las
normas éticas de su profesión, puesto que deben tratar permanentemente con
personas en el transcurso del desempeño de su profesión. La ética de cada
profesión depende del trato y la relación que cada profesional aplique a los casos
concretos que se le puedan presentar en los ámbitos personal o social.
¿Qué es la ética?
Algunos estudiosos de la conducta humana encuentran pequeñas diferencias en
el uso de las palabras ética y moral. Esto se debe a que ambas prácticamente
tienen el mismo significado y se relacionan entre sí. A saber, la palabra ética
proviene del griego ethos (carácter, temperamento, hábito, modo de ser) y la
palabra moral se deriva del latín mos, moris (costumbre, hábito). Ambas palabras
(ethos y mos) se ubican en el terreno de la ética y hacen hincapié en un modo de
conducta que es adquirido por medio del hábito y no por disposición natural.
A diario se enjuicia moralmente un acto y se afirma que es o no es ético, o sea
bueno o malo, si este acto está a favor o en contra de la naturaleza y dignidad del
ser humano.
Según Escobar (1992) la ética nos ilustra acerca del porqué de la conducta moral
y los problemas que estudia son aquellos que se suscitan todos los días en la vida
cotidiana, en la labor escolar o en la actividad profesional.1
La Ética siempre implica una reflexión teórica sobre cualquier moral, una revisión
racional y crítica sobre la validez de la conducta humana.La Moral es cualquier
conjunto de reglas, valores, prohibiciones y tabúes procedentes desde fuera del
hombre, es decir, que le son inculcados o impuestos por la política, las costumbre
sociales, la religión o las ideologías.
Valores humanos
Para evitar en gran medida los problemas de índole ético-moral que surgen en el
ejercicio de una profesión o de un oficio, se deben poner en práctica principios
éticos que establezcan los parámetros y reglas que describan el comportamiento
que una persona puede o no expresar en determinado momento. No es difícil
poner estos principios en práctica, pero el omitirlos redundará en perjuicio propio y
en el de las personas con quienes se interviene o se interactúa. “Una decisión en
la que está envuelto el comportamiento ético de una persona, siempre va a estar
enmarcada en uno de los principios y valores aquí señalados”.2
1. Honestidad. Aprender a conocer sus debilidades y limitaciones y dedicarse a
tratar de superarlas, solicitando el consejo de sus compañeros de mayor
experiencia.
2. Integridad. Defender sus creencias y valores, rechazando la hipocresía y la
inescrupulosidad, y no adoptar ni defender la filosofía de que el fin justifica los
medios echando a un lado sus principios.
3. Compromiso. Mantener sus promesas y cumplir con sus obligaciones y no
justificar un incumplimiento o rehuir una responsabilidad.
4. Lealtad. Actuar honesta y sinceramente al ofrecer su apoyo, especialmente en
la adversidad y rechazar las influencias indebidas y conflictos de interés.
5.Ecuanimidad. Ser imparcial, justo, y ofrecer trato igual a los demás. Mantener la
mente abierta, aceptar cambios y admitir los errores cuando se entiende que se ha
equivocado.
6.Dedicación. Estar dispuesto a entregarse sin condición al cumplimiento del
deber para con los demás con atención, cortesía y servicio.
7. Respeto. Demostrar respeto a la dignidad humana, la intimidad y el derecho a la
libre determinación.
8. Responsabilidad ciudadana. Respetar, obedecer las leyes y tener conciencia
social.
9.Excelencia. Ser diligentes, emprendedores y estar bien preparados para ejercer
su labor con responsabilidad y eficacia.
10. Ejemplo. Ser modelo de honestidad y moral ética al asumir responsabilidades
y al defender la verdad ante todo.
11. Conducta intachable. La confianza de otros descansa en el ejemplo de
conducta moral y ética irreprochable.
La ética y el comportamiento en sociedad
El cuestionamiento ético es inherente al actuar humano, por lo que resulta
cotidiano enfrentarse a situaciones que requieren de la toma de decisiones en el
orden individual y social. La toma de una decisión en lo general puede afectar a
otras personas o algún elemento del entorno, no es tarea sencilla. Lo anterior
exige tener en cuenta los principios éticos y obliga a plantearse una serie de
preguntas que deben ser respondidas por un trabajo de reflexión del individuo
antes de tomar una decisión, pues cualquiera de ellas, por simple que parezca,
puede ser fuente de conflicto.
Actuar con inteligencia exige que consideremos bien la mejor manera de lograr
nuestros objetivos y también el valor de esos objetivos, de manera que nos
propongamos sólo objetivos éticamente aceptables. Las organizaciones públicas
tienen la responsabilidad y la conveniencia de actuar según las normas de la ética
y hacer prevalecer los valores que se correspondan con la ética vigente. Ello le
proporciona buena reputación, autoridad, confianza y credibilidad por parte de la
ciudadanía.
Los dilemas éticos de la sociedad actual
Por lo general, las leyes cambian constantemente de acuerdo con las nuevas
realidades. La sociedad tecnológica ha abierto nuevas zonas en las que es
posible, y de hecho así ocurre, la proliferación de nuevos tipos de violaciones de la
ética y de los valores sociales, que en ocasiones caen en el terreno de la
delincuencia: espionaje tecnológico, incluido el informático, chantajeinformativo,
tráfico de información privilegiada, robo de base de datos, los que se suman a los
delitos ya tipificados en la sociedad industrial, vinculados a la esfera económico-
financiera, como el fraude, la corrupción y otros.
Existe una enorme responsabilidad que recae en cada uno de aquellos que
desempeñan una función pública, tanto desde el punto de vista de su ejemplo
personal de conducta intachable, como en su accionar con el resto de la sociedad
para que se cumplan y respeten los principios éticos y los valores que deben
prevalecer.
Es por ello que la lucha contra la corrupción, como expresión de uno de los
grandes dilemas a los que se enfrenta la humanidad actual, es un tema que
convoca al debate y a la reflexión internacional, y exige la búsqueda de soluciones
radicales ante estos problemas. Existe el consenso de que ésta ha llegado a tales
dimensiones que se presenta como un obstáculo para el desarrollo económico y
social en muchos países, por cuanto ha llegado a minar todos los ámbitos de
actuación que comprometen la confianza pública, donde el funcionario utiliza su
cargo o investidura para provecho personal. Son millonarias las sumas que se
desvían del beneficio público a los bolsillos y las cuentas particulares, en
detrimento de la vida del más necesitado y legítimo dueño, que es el pueblo.
La ética del profesional
Los trabajadores profesionales contribuyen al desarrollo de los seres humanos por
medio de su aceptación de los siguientes principios básicos:
1.Todo ser humano posee un valor único, lo que justifica la consideración moral
hacia cada persona.
2.Cada individuo tiene derecho a la autorrealización, hasta donde no interfiera con
el mismo derecho de los demás y tiene la obligación de contribuir al bienestar de
la sociedad.
3.Cada sociedad, independientemente de su organización, debe funcionar de
manera que proporcione los máximos beneficios a todos sus miembros.
4.Los trabajadores profesionales tienen un compromiso con los principios de la
justicia social.
5.Los trabajadores profesionales tienen la responsabilidad de dedicar sus
conocimientos y técnicas, de forma objetiva y disciplinada, a ayudar a los
individuos, grupos, comunidades y sociedades en su desarrollo y en la resolución
de los conflictos personales y sociales y sus consecuencias.
6.Los trabajadores profesionales deberán proporcionar la mejor atención posible a
todos aquellos que soliciten su ayuda y asesoramiento, sin discriminaciones
injustas basadas en diferencias de género, edad, discapacidad, color, clase social,
raza, religión, lengua, creencias políticas o inclinación sexual.
7.Los trabajadores profesionales respetan los derechos humanos fundamentales
de los individuos y los grupos reconocidos en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de las Naciones Unidas y otros acuerdos internacionales
derivados de dicha Declaración.
8.Los trabajadores profesionales tienen en cuenta los principios de derecho a la
intimidad, confidencialidad y uso responsable de la información, en su trabajo
profesional. Los trabajadores sociales respetan la confidencialidad justificada, aun
en los casos en que la legislación de su país esté en conflicto con este derecho.
9.Los trabajadores profesionales deben trabajar en estrecha colaboración con los
clientes y usuarios y eninterés de los mismos, pero prestando el debido respeto a
los intereses de las demás personas involucradas. Se debe motivar a los clientes y
usuarios a que participen lo más posible y deben ser informados de los riesgos y
posibles ventajas de las propuestas de actuación que se les ofrezcan.
10.El trabajo es incompatible con el apoyo, directo o indirecto, a los individuos,
grupos, fuerzas políticas o estructuras de poder que destruyan a otros seres
humanos con el terrorismo, la tortura u otros medios violentos similares.
Criterios generales de conducta ética profesional
• Tratar de comprender a cada cliente individual y su entorno, así como los
elementos que afectan su conducta y el servicio requerido.
• Mantener y defender los valores, conocimientos y metodología de la profesión,
absteniéndose de cualquier comportamiento que perjudique el desarrollo de la
misma.
• Reconocer las limitaciones profesionales y personales.
• Promover la utilidad, a través de los canales adecuados, de forma responsable.
• Promover y compartir las oportunidades de conocimientos, experiencia e ideas
con todos los colegas, profesionales de otras disciplinas y voluntarios, con el
propósito de beneficiarse mutuamente.
• Llamar la atención de los organismos adecuados, dentro y fuera de la
profesión, en los casos de violación de los principios y criterios éticos
profesionales, asegurándose de que los clientes afectados sean adecuadamente
involucrados.
• Defender a los colegas contra actuaciones injustas.
El papel del profesional
Las profesiones se han hecho esenciales para el funcionamiento mismo de
nuestra sociedad. Las principales empresas de la sociedad se conducen a través
de profesionales especialmente formados, tanto si se trata de defender la nación,
como si se tratara de educar a los niños, diagnosticar y curar la enfermedad,
juzgar y castigar a aquellos que violan las leyes, resolver conflictos, gestionar la
industria y los negocios, diseñar y construir edificios, o ayudar a aquellos que por
una u otra razón son incapaces de defenderse a sí mismos. Las principales
instituciones, escuelas, hospitales, organismos gubernamentales, cortes
legislativas y ejércitos constituyen el ruedo para el ejercicio de la actividad
profesional.
La tarea de los profesionales es contribuir al bienestar social anteponiendo las
necesidades de sus clientes a las propias y manteniéndose responsables ante las
normas de la competencia y la moralidad, ya que ante todo el profesionista es un
proveedor de servicios.
Los valores del sector público
Actualmente cobra mayor importancia el tema de la ética, la moral y los valores en
el servicio público.
Hay una responsabilidad directa en la gestión de los asuntos públicos, que cabe
exigir a los gobiernos, así como a las empresas. La corrupción, en sus nuevas y
cambiantes formas de expresión, es, además de un delito, un modo de
desorganización de la sociedad, a la que se unen los fenómenos éticos y morales
inherentes al desarrollo de la ciencia y la tecnología.
En la práctica vigente muchos países han adoptado leyes, códigos y otros
instrumentos legales que regulan el actuar ético de los ciudadanos que ocupan
cargos públicos y de las empresas; en otros, se han creado instituciones, oficinas,
comités y diferentes órganos oficiales para enfrentar la lucha contra la corrupción y
las irregularidades administrativas.
Tal es el caso de los códigos de ética que buscan autorregular la actividad de los
servidores públicos, en este sentido, como expresa José María Ortiz Ibarz 3 en su
libro La hora de la ética empresarial, la adopción y aceptación de un código de
ética es algo más que una declaración de buenas intenciones, ya que introduce en
una perspectiva moral diferente; representa contenidos objetivos fijos,
generalmente admitidos, no negociables, gracias a los cuales la actuación
éticamente correcta es socialmente reconocida y premiada, tanto en el ámbito
individual, como en el empresarial y público.
Actualmente en la esfera pública y en el mundo empresarial moderno, el tema de
la responsabilidad social de los gobiernos y de los funcionarios públicos, así como
de las empresas y de los empresarios, los asuntos referidos a la corrupción y los
delitos de carácter ético adquieren una mayor relevancia, por cuanto se trata de
preservar lo más preciado que posee el hombre, que es la vida. Todo esto está
estrechamente relacionado con temas tales como la ética, la moral y los valores.
La ética pública y la empresarial es hoy objeto de estudio, de investigación y de
regulaciones por gobiernos, empresarios, empleados, organizaciones sociales,
líderes políticos, teóricos y otros muchos interesados en esta esfera.

Fundamentos de una ética de trabajo


¿Qué es la competencia profesional?
Competencias
Son comportamientos que algunas personas domi-nan mejor que otras, lo que las
hace eficaces en una situación determinada. Son un conjunto de conduc-tas tipo y
procedimientos (razonamientos) que se pueden poner en práctica sin nuevo
aprendizaje.
Las competencias son consecuencia de la experiencia, y constituyen saberes
articulados, integrados entre ellos y de alguna manera automatizados.
Competencias profesionales
La competencia profesional es el conjunto de capa-cidades, actitudes y
conocimientos necesarios para realizar las actividades de trabajo con los niveles
requeridos de calidad y eficacia del empleo.Así entendida, la competencia es un
valor suscepti-ble de ser cuantificado.
Las competencias se pueden clasificar en tres áreas:
1. Conocimientos: los conocimientos teórico-prácticos y la experiencia adquirida a
lo largo de la trayectoria profesional, necesarios para el desempeño del puesto de
trabajo.
2. Habilidades: capacidades y destrezas genéricas y específicas, que permiten
garantizar el éxito en el desempeño del puesto de trabajo.
3. Actitudes: características o rasgos de personalidad de la persona que
determinan su correcta actuación en el puesto de trabajo.
Las competencias profesionales son importantes porque la producción actual
requiere personas capaces de aplicar los conocimientos en diversos contextos,
situaciones y condiciones de gran variabilidad tecnológica, con la capacidad de
responder a los cambios con creatividad y disposición para la innovación.
Los derechos y obligaciones del trabajador
Los derechos y obligaciones, tanto del empleador como del trabajador, forman
parte de los acuerdos establecidos a través del contrato de trabajo que da origen a
la relación laboral.
Sin embargo, existen distintos aspectos que son normados por ley, a través del
Código del Trabajo, que en el caso de Chile, consta de un Título Preliminar, donde
en sus diversos artículos, se abordan temas como la función del Código, las
relaciones laborales, las definiciones de empleador, trabajador, trabajador
independiente; derechos y obligaciones, entre otros.
El Código, además se divide en libros, que abordan los siguientes temas:
• Libro I: Del contrato individual de trabajo y de la capacitación laboral.
• Libro II: De la protección a los trabajadores.
• Libro III: De las organizaciones sindicales y del delegado del personal.
• Libro IV: de la negociación colectiva.
• Libro V: De la jurisdicción laboral.
Cabe señalar que cada uno de estos Libros contiene Títulos, con temas
específicos relacionados con el ámbito que aborda cada uno de ellos. Además el
Código hace mención a Artículos Transitorios. (Guía para educación superior)

El biólogo y su responsabilidad ética con la salud, el ambiente y la


calidad de vida
El biólogo por definición es la persona que se dedica al estudio de la vida en
cualquiera de sus formas, niveles de organización o sistemas de funcionamiento,
es decir, aquella persona que estudia desde las moléculas determinantes de las
características genéticas, las células, los tejidos, órganos y sistemas de los
vegetales o de los animales, hasta los grandes ecosistemas y biomas del globo
terrestre; desde los virus y entes sub-virales hasta los grandes cétaceos y
paquidermos. También el biólogo por definición estudia las conductas y
comportamientos de los seres vivos, entre individuos de una misma especie o
entre diferentes especies, entre poblaciones o entre comunidades, sean de
plantas o de animales o las relaciones entre ellas. Así mismo estudia las
variaciones de esas características tales como las patologías y sus posibles
tratamientos. Esto quiere decir que biólogo no es solamente el botánico o el
zoólogo que se dedica a estudiar su grupo taxonómico de preferencia, sino todo
aquel que en una u otra forma tiene que ver con la vida, desde el biólogo
molecular y el virólogo hasta el psicólogo, el médico, el epidemiólogo, el ecólogo, y
el etólogo.
El término calidad de la vida es un término que aún no ha tenido una definición
exacta y precisa; cada cual lo usa de acuerdo con su criterio, en algunos casos
muy personales o cuando menos de acuerdo con la actividad o profesión de quien
lo está usando. Igualmente, el término ambiente ha sido definido en diferentes
formas de acuerdo con la idea o con la especialidad e intención de quien trata de
definirlo.
Sin embargo, el término salud sí ha sido bien definido por las instituciones
internacionales, como por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta organización, la OMS, la ha definido como
“el estado de bienestar físico, psíquico y social, y no solamente como la ausencia
de enfermedad”.
Entonces, si el término salud ha sido bien definido, pero no así el término
ambiente y mucho menos el término calidad de la vida, ¿cómo se relacionan entre
ellos?
Por ambiente se ha entendido en términos generales, “todo lo que rodea a algún
ser”, es decir, el entorno físico, el entorno biológico, y en muchos casos también el
entorno social; éste último especialmente para animales gregarios como el
hombre.
Calidad de la vida es un término que podría indicarse que es de exclusiva
aplicación a la clase humana y de muy reciente utilización. Se podría decir que
cada término tiene apenas unos 20 ó 25 años de difusión y de aceptación en la
terminología de los autores que tienen como fuente de estudio al ambiente y a la
ecología. Por calidad de vida algunos entienden "la satisfacción de algunas
necesidades”, otros entienden “la limpieza y pureza del ambiente”, y otros
entienden “el conjunto, en un estado avanzado, de los aspectos de los aspectos
naturales y culturales de un grupo social”. Para la mayoría de los médicos, calidad
de vida significa “la posibilidad de realizar las actividades cotidianas de la vida, tal
como aseo personal, alimentación, movilidad y traslado, trabajo y recreación, entre
otras”.
Estas tres ideas: ambiente, calidad de vida y salud, podrían unirse para dar un
solo enfoque al ámbito donde se desarrolla el hombre como individuo, el hombre
como grupo social, como núcleo familiar y por último la comunidad, la sociedad en
general.
Podríamos definir las necesidades sociales en los términos en los cuales muchos
economistas lo hacen, es decir, tomando en cuenta como necesidades
indispensables para la sociedad a la salud en primer lugar, luego la nutrición, la
cual es lógicamente la base de la salud; la vivienda y abrigo en general; la
educación y posteriormente, dependiendo del tipo de sociedad o el estado de
desarrollo en que se encuentra la cultura de una sociedad, podría considerarse
como necesidades indispensables de la sociedad, al trabajo y por consiguiente a
la recreación, es decir, el reposo de este trabajo.
De esta manera, si consideramos que éstas son las necesidades básicas de una
sociedad, podríamos decir que cuando están satisfechas, la sociedad está en un
estado aceptable o satisfactorio de su calidad de vida. En otras palabras, se
podría considerar que una sociedad ha alcanzado una buena calidad de vida
cuando ha satisfecho todas sus necesidades básicas sociales. Sin embargo, éste
es un planteamiento que debe desglosarse en cada una de esas necesidades,
puesto que para que una persona cumpla a cabalidad y de una manera amena y
eficiente su trabajo, que como hemos dicho es una necesidad, debe tener
satisfechas todas o varias de las otras necesidades, por ejemplo, gozar de
vivienda y abrigo, de educación, de alimentación, y por supuesto de salud. La
salud es la base fundamental del resto. Nada hace una persona con tener
oportunidad de trabajar, recrearse, educarse, si no tiene salud, ya que no podrá
aprovechar ni desempeñar bien las funciones al no gozar de buena salud. Por lo
tanto, el eje fundamental de la calidad de vida es la salud. Igualmente una
sociedad, un núcleo familiar o un individuo tendrán como base fundamental la
salud en primer término y luego las otras necesidades.
La salud de un individuo, de una familia, de una comunidad o de la sociedad en
general no es simplemente un hecho fortuito ni tampoco algo transmitido
genéticamente, sino que la salud individual o colectiva depende de la condición en
que se encuentra el ambiente en que vive se desarrolla esa comunidad, núcleo
familiar o individuo. Un ambiente que se encuentra en las mejores condiciones
proporcionará igualmente las mejores condiciones para la vida de las personas.
En las ciudades con grandes cantidades de gases contaminantes provenientes de
vehículos y de industrias, tal como ocurre en las grandes ciudades de Europa,
Norte América y aún de Sur América, la calidad de la vida disminuye por causa de
esos contaminantes. Lo mismo ocurre cuando se contaminan las aguas de
consumo de las poblaciones. También disminuye la calidad de la vida cuando no
funcionan suficientemente las formas de disponer las aguas servidas y los
desechos sólidos. Pero de igual manera, la calidad de la vida también disminuye
con el deterioro de las condiciones climáticas, la atmósfera, la vegetación, los
suelos, la fauna, en fin todos los recursos naturales que componen el ambiente en
el cualnos desarrollamos y en el cual vivimos. En la medida en que esos recursos
naturales, que componen el ambiente, tengan un alto grado de pureza y estén
funcionando satisfactoriamente, mucho mayor será la posibilidad de que las
personas desarrollen una buena salud y por tanto disfruten de una buena calidad
de la vida. No así ocurrirá en aquellos ambientes, urbanos o no, donde las aguas
estén contaminadas, la atmósfera esté enrarecida, los suelos hayan perdido su
fertilidad e incluso se hayan salinizado, erosionado o desertificado, y la disposición
de la basura y de las aguas servidas sea deficiente. En este caso el panorama
indicará una mala calidad de la vida para las comunidades y las sociedades. Esa
mala calidad de la vida se vuelve causa y al mismo tiempo consecuencia de una
mala salud. En otras palabras, un ambiente deteriorado va a causar una mala
calidad de la vida, lo que a su vez se refleja en problemas de salud, tanto
problemas orgánicos como psicológicos y sociales. Por lo tanto es indispensable
mantener un buen ambiente tanto en el nivel familiar como en el de la comunidad
y en el de la sociedad entera, para que esto se traduzca en buena calidad de la
vida para los individuos, la familia, la comunidad y la sociedad en general, ya que
una buena calidad de la vida aumentará las posibilidades de garantizar el buen
funcionamiento y el avance, es decir, el desarrollo y el progreso de cada uno de
los miembros de la comunidad o la sociedad.
En resumen, la calidad de la vida es un término no bien definido, especialmente
para el individuo, aunque podría entenderse mejor cuando se habla de grupos, tal
como la comunidad o la sociedad. Esa calidad de la vida depende directamente de
la salud de cada uno de los miembros de la comunidad o de la sociedad en donde
se ha referido, y ésta a su vez depende directamente del ambiente en la cual se
desarrollan los individuos. Por tanto, salud, ambiente y calidad de la vida son una
cadena indisoluble y de mutua dependencia entre sí. Para mantener esa cadena
en buen estado, debemos tener gran cuidado en la protección de todos los
elementos de nuestro ambiente, bien sean los recursos naturales renovables
o el ambiente cultural en donde nos desarrollamos, el cual puede ser contaminado
por influencia de culturas extrañas, o deteriorado a través de innovaciones no
acordes con el carácter de la tradición y la cultura a la cual se está agrediendo.
Como ejemplo podemos tomar a la ciudad de Mérida en Venezuela, donde gran
parte de la calidad de la vida se debe a la naturaleza que ha sido especialmente
pródiga en esa región. Existen buenas fuentes de agua potable, atmósfera no
enrarecida, clima benigno y agradable, paisaje y bellezas escénicas, flora y fauna
silvestre endémicas, todo unido al aspecto cultural de la Universidad de Los Andes
y a las instituciones sociales, lo cual es propicio para el desarrollo intelectual de
las personas. Todo ese ambiente favorece que en la población en general haya
una buena salud, lo que se traduce en una alta calidad de la vida. Para mantener
esa alta calidad de la vida debemos evitar contaminar las fuentes de agua como
está comenzando a ocurrir ahora, evitar circular con vehículos en mal estado que
contaminen el aire o hagan ruidos molestos, proteger la vegetación y la fauna que
en gran parte forman parte del paisaje, y por supuesto mantener los aspectos
culturales que le dan un carácter especial a la región. (Salinas, 2010)

La ética en la formación del ingeniero de minas: representaciones


sociales de actores educativos
La sociedad actual ha sido calificada como una sociedad de consumo, cientificista,
tecnócrata, sociedad de masas en la que por diversos factores el hombre se ha
convertido en un ser estandarizado y despersonalizado. En esta sociedad el
desarrollo no se contempla en forma integral y holístico sino parcial, en el que
priman la tecnología, lo científico, lo económico, lo urbano y lo individual. Pocos
conciben y trabajan en la tónica de un auténtico desarrollo integral en el que se
conceda la prioridad a lo humano-social, que se subordinen la ciencia, la
tecnología, la economía, la administración y, en general, todas las disciplinas
aplicadas.
La educación superior en nuestro medio, como lo plantean Restrepo,
Amésquita, Arenas y Castañeda (2006), viene desempeñando un papel se-
cundario en el componente humanista de los programas académicos. La
educación está orientada al desarrollo de las destrezas, pero se ha descuidado el
aspecto más importante que es la formación humana.
En este sentido, la ética se constituye en elemento fundamental de la formación
humanista del profesional y ciudadano que requiere la sociedad actual, dado que
contribuye a la asimilación y apropiación de normas y patrones de conductas que
regulan las relaciones entre las personas, constituyendo un sistema de valores
universales e individuales que le permite insertarse activamente en su contexto,
desde su propio perfil ocupacional.
Su inclusión en el ámbito educativo, sin duda, debe realizarse porque la formación
humanista constituye uno de los retos de la educación que se ofrece en las
universidades, ya que es necesario que los profesionales, en tanto intermediarios
entre la ciencia, la tecnología y las humanidades respecto de la sociedad, sean
conscientes de las posibilidades de utilización del conocimiento teórico y práctico
en función del bienestar social (De Lira, 2006). De igual forma, es una herramienta
importante para que en el proceso educativo (además de las habilidades de saber
y saber hacer), se pueda considerar el desarrollo de otras habilidades como la
promoción de valores y la ética, tendientes a una formación integral, que permita
una visión global de las condiciones del ámbito económico, político y social dentro
del cual desarrolla su profesión.
La ética tiene sentido en relación con los grupos humanos ya que es en ellos
donde la persona estructura sus conceptos normativos y sus prácticas morales. La
ética se construye mediante la interacción de sus individuos.
En el contexto kantiano, la ética tiene como aspiración el bien del sujeto en sí y de
la comunidad en la cual el individuo interactúa con base en las acciones bajo la
norma de las máximas universalizables y de la voluntad como ejercicio de la liber-
tad (Kant, 2006). De igual manera, en los trabajos de Kohlberg, Power y Higgins
(2008) se puede evidenciar que el ejercicio libre de tal voluntad se va
estructurando mediante el análisis de los dilemas morales y situaciones reales a
nivel escolar con el fin de alcanzar una comunidad normativa en la cual cada
individuo valora las instituciones en sí mismas y estas a su vez imponen sus
normas y sus responsabilidades al grupo entero.
La ética es esencialmente social y su proceso de formación surge a partir de la
universalización de las costumbres que mejoran las condiciones de bienestar de
los grupos. No obstante, la declaración de los códigos de comportamiento no es
suficiente para lograr una comunidad con cultura moral; es necesario que cada
individuo haya interiorizado el imperativo categórico con el cual valorará sus
acciones en función de su propio bienestar y el de su grupo. No puede entonces
concebirse un individuo cuyas acciones estén determinadas a lograr su bienestar
usufructuando el bienestar de la sociedad, ni tampoco esta puede determinar su
bienestar a costa de alguno de sus miembros.
La práctica minera es un buen ejemplo de la relación entre lo social y lo
individual. Es interesante analizar que la propiedad privada cede paso a la
propiedad pública en lo referente a los bienes obtenidos del subsuelo. El Código
colombiano de Minas, ley 685 de 2001, en el artículo 5 expresa que los minerales
de cualquier clase y ubicación yacentes en el suelo o el subsuelo son de la exclu-
siva propiedad del Estado, sin consideración a que la propiedad, posesión o
tenencia de los correspondientes terrenos sean de otras entidades públicas, de
particulares o comunidades o grupos. Al analizar el fin de la ética como una
construcción de la armonía y de la convivencia social como la gran aspiración de
todos los grupos humanos, es posible encontrar un sustento a la legislación men-
cionada y fundamentar el principio ético según el cual el bien social prima sobre el
bien particular.
De este modo, este trabajo pretende comprender los discursos de los actores
educativos referente a los elementos axiológicos de formación en la universidad
que dan cuenta de la fundamentación en los valores necesarios para la
generación de un profesional autónomo, integral, con la sensibilidad social para
asumir el rol y compromiso en los procesos de concertación, convivencia,
tolerancia y paz que con urgencia requiere nuestro país en particular, y en general
el mundo globalizado actual.

METODOLOGÍA
El presente estudio es de enfoque cualitativo–hermenéutico, pues intenta hacer
una aproximación global de las situaciones sociales para explorarlas, describirlas y
comprenderlas (Bonilla & Rodríguez, 2005).
La exploración de las representaciones de los estudiantes y profesores del plan de
estudios de Ingeniería de Minas de la Universidad Francisco de Paula Santander
sobre el aprendizaje y la enseñanza de la ética posibilita un tipo de conocimiento
que se construye en el diálogo, la interacción, la intersubjetividad y la cotidianidad.
En ese sentido, los estudios de orden cualitativo reivindican las realidades
subjetiva e intersubjetiva como objetos legítimos de conocimiento científico y la
vida cotidiana, como el escenario básico de construcción, constitución y desarrollo
de los distintos planos que configuran e integran dichas realidades como
dimensiones específicas del mundo humano. Se considera que la investigación
cualitativa constituye la metodología apropiada para comprender las formas como
los estudiantes y docentes participantes en este estudio, conciben el aprendizaje y
la enseñanza de la ética.
La técnica de recolección de información fue la entrevista en profundidad que
sigue el modelo de plática entre iguales, encuentros reiterados cara a cara entre el
investigador y los informantes (Taylor & Bodgan, 1990), lo cual permitió indagar
las representaciones sociales sobre ética de los actores educativos.
La muestra fue intencional y estuvo determinada por 25 estudiantes; 5 de género
masculino y 20 de género femenino que cursaban la asignatura de ética
profesional durante el segundo semestre de 2012, y 2 profesores que orientan
esta asignatura en la Universidad Francisco de Paula Santander (Cúcuta).
Para el análisis de la información se utilizó la teoría de Strauss y Corbin (2002)
que consiste en “hacer las conceptualizaciones, definir las categorías y
desarrollarlas en términos de sus propiedades y dimensiones para luego
relacionarlas por medio de hipótesis o afirmaciones que establezcan relaciones”
Con apoyo del software ATLAS.Ti 6.0 se hizo la división de contenidos
narrativos en unidades hermenéuticas, efectuando simultáneamente triangulación
de fuentes. Posteriormente se procedió a la clasificación de la información
existente en las unidades hermenéuticas con relación a las subcategorías
realizando la codificación axial (Muñóz & Gamboa, 2012).
Una visión de la ética en el campo profesional
Las representaciones sociales sobre la ética en estudiantes dan cuenta de esta
como una norma primordial desde los procesos educativos y propiamente la
norma ética concreta de sus carreras. Surgen voces que manifiestan “es lo que
nos va a medir el desempeño porque podemos ser muy buenos profesionales,
podemos saber mucho, pero igual, si no tenemos ética, si no tenemos criterio es
muy difícil salir adelante en un ámbito laboral complejo”.
En este mismo sentido, un docente consideró que “la ética se manifiesta en aplicar
flexibilidad, comprensión, receptividad y buen juicio en el quehacer”; así mismo,
expresó que “la inflexibilidad de las normas debe ceder a la consideración de las
personas sin llegar a la permisividad”, y sustenta estas aseveraciones
argumentando que “trato de hacer las cosas correctamente, trato en lo posible de
apegarme a las normas, de repente hay algunos momentos en que la normas son
inflexibles y le dan importancia al procedimiento, a la fecha, a la letra más que a la
persona; trato de conciliar eso para que el ser humano siempre esté en primera
instancia; trato de apoyar a mis estudiantes, en lo posible ser comprensiva, sin
llegar al punto de ser permisiva, tratando de escuchar siempre a la gente, sea en
lo personal, sea en lo profesional, tratando de no prejuzgar, tratando de que la
gente sienta que puede hablar, que puede ser ella misma, que puede expresarse
con libertad y ser la persona que en el fondo realmente es”.
Se empieza a vislumbrar en estos relatos elementos que configuran la educación
del ingeniero. Al respecto Kohlberg, Power e Higgins (2008) afirman que la calidad
de la enseñanza dependerá de que los educadores consideren la disciplina y otras
cuestiones propias de las instituciones de educación como problemas humanos
cuya solución requiere la participación de todos sus miembros y en este sentido se
debe dar lugar a un enfoque más democrático y comunitario. Se hace necesaria
una reforma pedagógica basada no en el avance tecnológico sino de los ideales
morales de justicia, democracia y comunidad.
De este modo, Frisancho (2001) interpreta que en la educación se debe dar
prioridad a los valores personales y sociales y a lograr que el alumno reflexione
libremente en torno a estos valores, los asuma y posteriormente los lleve a la
acción. Así mismo el autor señala que:
los valores juegan un papel central en las propuestas educativas, pues ayudan
a fundamentar determinadas conductas que se reconocen como deseables por
encima de otras y, en consecuencia, toda propuesta educativa se fundamenta
en valores y trata de organizarse alrededor de ellos. (p. 14).
En este punto es importante señalar las reflexiones hechas por Bolívar (2005),
quien manifiesta que la formación profesional universitaria tiene entre sus
objetivos fundamentales formar profesionales competentes al servicio de la
ciudadanía y, en consecuencia, debe responder a las expectativas y necesidades
de la sociedad que aspira a contar con un desempeño adecuado de los egresados
no solo en el ejercicio de las funciones inherentes a su profesión. Además el
mismo autor argumenta que:
El objetivo de la formación ética que se debe impartir en las facultades
universitarias es que los estudiantes sean personas con criterio, esto es, que la
capacidad de reconocer las variables a considerar en el momento de afrontar
un problema de tipo ético y saber distinguir lo que está bien de lo que está mal y
que estén dispuestas a optar siempre por la vía de una actuación correcta de
acuerdo con su conciencia y apegados a los principios de verdad, libertad y
justicia. (p. 118).
La ética tiene sentido en relación con los grupos humanos ya que es en ellos
donde la persona estructura sus conceptos normativos y sus prácticas morales. La
ética se construye mediante la intersubjetividad y alteridad de los individuos.
En el contexto kantiano la ética tiene como aspiración el bien del individuo en sí
y de la comunidad en la cual el individuo interactúa con base en las acciones bajo
la norma de las máximas universalizables y de la voluntad como ejercicio de la
libertad. En este sentido, la ética es esencialmente social y su proceso de
formación surge a partir de la universalización de las costumbres que mejoran las
condiciones de bienestar de los grupos. No obstante, la sola declaración de los
códigos de comportamiento no es suficiente para lograr una comunidad con
cultura moral, es necesario que cada individuo haya interiorizado el imperativo
categórico con el cual valorará sus acciones en función de su propio bienestar y el
de su grupo. No puede entonces concebirse un individuo cuyas acciones estén
determinadas a lograr su bienestar usufructuando el bienestar de la sociedad, ni
tampoco esta puede determinar su bienestar a costa de alguno de sus miembros.
La práctica minera es un buen ejemplo de la relación entre lo social y lo
individual. Es interesante analizar que la propiedad privada cede paso a la
propiedad pública en lo referente a los bienes obtenidos del subsuelo. El Código
Colombiano de Minas, Ley 685 de 2001, en el artículo cinco (5) expresa que
los minerales de cualquier clase y ubicación yacentes en el suelo o el subsuelo,
son de la exclusiva propiedad del estado, sin consideración a que la propiedad,
posesión o tenencia de los correspondientes terrenos, sean de otras entidades
públicas, de particulares con comunidades o grupos. (p. 2).
Al analizar el fin de la ética como una construcción de la armonía y de la
convivencia social como la gran aspiración de todos los grupos humanos, es
posible encontrar un sustento a la legislación mencionada y fundamentar el
principio ético según el cual el bien social prima sobre el bien particular.
Factor de inspiración para hacer lo correcto siempre
Esta frase idealista al parecer representa una representación utópica de la ética.
Con relación a esto los estudiantes señalaron que “la ética es lo que impulsa al ser
humano a siempre hacer las cosas correctas”. Fundamentaron esta
representación aduciendo que “la ética es tratar de hacer lo correcto siempre,
tratando también de ver la parte moral” y teniendo en cuenta “los principios de lo
bueno o lo que debemos hacer correcto pero en cuanto a nuestros pensamientos
y nuestras convicciones”. Así mismo argumentaron que la ética “es ese
pensamiento que cada vez que estamos haciendo algo que conocemos que es
indebido nos reclama … en la conciencia, en la representación de saber actuar
para las demás personas, saber que uno debe tener un compromiso con los
demás y con uno mismo con el fin de que se hagan las cosas correctas”.
Estas representaciones de los estudiantes coinciden con la de los docentes en
el sentido de que estos consideran la ética como el soporte en el que deben
apoyarse todas nuestras actividades para perseguir el bien de los demás haciendo
lo correcto y causando el mínimo daño posible a las personas del entorno. Esta
aseveración los docentes la argumentan expresando que “la ética debe ser la vía,
el soporte en el cual se apoyen absolutamente todas nuestras actividades para
tomar conciencia de orientarnos hacia el bien, hacia lo correcto, hacia tratar de ser
felices, porque esa es la razón fundamental de ser del hombre, perseguir ser feliz,
pero procurando causar el mínimo daño posible, tanto al otro como al mundo en
que vivimos”.
De este modo, se puede evidenciar que los participantes visibilizan la ética
como un actuar, que en términos de Gonzáles (2005) se traduce en la siguiente
afirmación: el ser humano se realiza, finalmente en y por la acción. La acción,
entendida en su sentido más amplio y comprensivo como un componente holístico
del hombre. Es decir, que la existencia del hombre se basa en la acción ya que él
asegura su perfección en la perfección de su acción. Sin embargo, el mismo autor
manifiesta que hay acciones que resultan destructivas, degradantes o
despersonalizantes. Para que una acción sea personalizadora debe promover la
realización del hombre en todas sus dimensiones. La acción plenamente humana
debe transformar la naturaleza, perfeccionar al agente y facilitar la liberación.

Conjunto de valores y principios para la convivencia en sociedad


Para un gran número de estudiantes la ética está relacionada con los valores que
la persona tiene, los cuales son aprendidos del entorno. Relacionan la ética con la
sociedad y la definen como una ciencia que les da a las personas ciertos paráme-
tros que debe seguir para cumplir con las buenas acciones dentro de la sociedad.
Pareciera entenderse que la ética está directamente ligada con el amplio espectro
de los valores humanos. Estos, según Ratas, Harmib y Simon (1967), son
cualidades que dan sentido a la vida; en algunos casos estas cualidades son
inclinaciones íntimas y personales; algunos autores las consideran instintivas,
otros creen que son adquiridos y que se va perfeccionando con las diversas acti-
vidades de la vida. Se hace evidente en los relatos de los estudiantes cuando
afirman que la ética se relaciona con los valores, señalando que: “la ética son
valores que se relacionan con la humildad, la sencillez, la solidaridad, el respeto
por los demás, la comprensión y la honestidad”. Es importante entonces resaltar
que es deber de las instituciones de educación superior fomentar en los
estudiantes el desarrollo de una visión y sentido ético para orientar su ejercicio
profesional reflejando en sus acciones un conjunto de valores como los
manifestados por los sujetos. De este modo y como lo advierte Schön (1992): “la
preparación de los profesionales debería reconsiderar su diseño desde la
perspectiva de una combinación de la enseñanza de la ciencia aplicada con la
formación de una enseñanza a la reflexión en la acción” (p. 9). De esta manera se
podría contribuir a la educación para la ciudadanía preparando profesionales
competentes que posan el sentido ético de la profesión y que, en consecuencia,
actúan con ética profesional, ya que el ejercicio profesional va a constituir la
principal aportación ciudadana de estos profesionales (Cobo, 2003).
En este punto de la discusión cobra una importancia relevante la relación docente-
estudiante como factor que puede llegar a favorecer o entorpecer la formación
integral de profesionales y ciudadanos íntegros. Al respecto Vélez (2006) ma-
nifiesta que la relación del profesor y el estudiante debe ser una relación personal
– didáctica, donde se adquieren y se refuerzan valores como la honestidad
intelectual, la exactitud y el rigor, la curiosidad promotora del estudio, la constancia
en el trabajo y la persistencia a pesar de las dificultades. Se resalta aquí la postura
de Hortal (1995) al expresar que:
Enseñar ética no es lo único que se puede hacer desde el contexto universitario
para favorecer la formación ética de los futuros profesionales. No hay nada que
contribuya más a la formación de personas morales que el que estas crezcan,
se formen y vivan entre personas morales. (p. 62).
Se puede concluir entonces que en las representaciones sociales de
estudiantes y docentes se muestra la importancia de la ética como normas o
reglas que deben ser tenidas en cuenta, tanto en la vida personal como en el
desempeño profesional para regular las relaciones humanas en una sociedad o
comunidad de tal forma que aseguren la convivencia y el orden entre los
individuos, sin que los intereses particulares atenten contra los intereses comunes.
Desde la mirada de los docentes la ética se manifiesta en aplicar flexibilidad,
comprensión, receptividad y buen juicio en el quehacer, de tal manera que la
inflexibilidad de las normas debe ceder a la consideración de las personas, sin lle-
gar a la permisividad, por lo cual, en el proceso educativo se debe dar prioridad a
los valores personales y sociales y a lograr que el estudiante reflexione libremente
en torno a estos valores, los asuma y posteriormente los lleve a la acción.
Para los actores educativos la ética está relacionada con los valores de los
sujetos, los cuales son aprendidos del entorno. Relacionan la ética con la sociedad
y la definen como una ciencia que les da a las personas ciertos parámetros que
deben seguir para cumplir con las buenas acciones dentro de la sociedad.
En la medida en que el ser humano en su proceso formativo adquiere la
conciencia de sus actos, podrá ejecutar acciones reguladas por la ética y la moral
y desarrollará la capacidad de discernir y priorizar adecuadamente las situaciones
críticas o de conflicto que se puedan presentar en las relaciones sociales con sus
pares, de tal forma que se favorezcan las posibilidades de tomar decisiones en
consenso tendientes a lograr soluciones justas y equitativas y no unilaterales.
Para terminar, es fundamental señalar que futuras investigaciones aborden la
formación humanística y particularmente la ética en campos del conocimiento
como la matemática, la física, la biología y otras áreas de la ingeniería, para que el
profesional no se convierta en un simple productor y reproductor de objetivos, sino
que considere su formación vital como sujeto, el cual requiere no solo el aporte de
aspectos científicos y técnicos sino de elementos artísticos, culturales, éticos y
estéticos. (Gómez, 2015)
La formación ética profesional desde la perspectiva del profesorado
universitario
La ética profesional como competencia universitaria básica
La Universidad europea en general y en concreto la española, están inmersas
en estos momentos en un proceso de transformación profunda y de replantea-
miento de sus funciones y procedimientos. Si bien en los últimos tiempos se le
asignan como funciones básicas la creación, la preparación para el mundo
profesional, el fomento del desarrollo de la sociedad y la transmisión de la cultura
universitaria, nos preguntamos si la Universidad tiene realmente una misión
educadora, es decir, si además de formar buenos profesionales también tiene el
deber de formar profesionales como ciudadanos con competencias éticas. Esta
reflexión nos lleva a plantear cómo la Universidad, como institución, comunidad y
organización del aprendizaje, puede crear el marco adecuado para
autoorganizarse en función de las nuevas necesidades sociales, políticas,
económicas y tecnológicas. Todo ello reclama que se revise la formación de los
profesionales en dos ámbitos fundamentales: la preparación para el ejercicio
profesional y la formación o educación ética, para que esa preparación
teórico/técnica suponga un ejercicio profesional responsable, que conlleve
beneficios para la comunidad (García López, 2002).
La Ética de las Profesiones propone principios válidos para todas las pro-
fesiones (dignidad, justicia, responsabilidad, etc.) aplicando los principios de la
Ética General de las Profesiones a campos de actividad profesional determinados
y asumiendo los criterios científicos y la experiencia de buenas prácticas como
principios para el proceder ético. Según Hortal (2002), los principios propios de la
Ética de las Profesiones serían:
Poner los conocimientos y habilidades profesionales al servicio del bien 1. de
los clientes o usuarios (Principio de beneficencia: hacer el bien). En
consecuencia:
No utilizar los conocimientos para hacer daño (maleficencia).a.
No servirse de ellos para fines espurios, como es traficar con el b. poder,
las influencias o la información que pueden proporcionar la profesión o
el puesto de trabajo para obtener beneficios en temas ajenos al servicio
profesional.
Proceder siempre con responsabilidad profesional.2.
Conservar, mejorar y actualizar la competencia profesional.a.
Cuidar la calidad técnica y humana del servicio.b.
Actuar con autonomía.c.
Autoevaluar las actuaciones y comportamientos profesionales.d.
Responder a las expectativas de la ética cívica sobre la profesión.e.
Así pues, entendemos por ética profesional la disciplina que tiene por objeto
determinar el conjunto de responsabilidades éticas y morales que surgen en
relación con el ejercicio de una profesión. La formación de la ética profesional,
siguiendo a Hortal (1995), se debe plantear como «una ayuda a la reflexión
sistemática sobre el servicio específico, las principales obligaciones y los posibles
conflictos éticos con que va a tener que enfrentarse quien aspira a asumir
responsable y lúcidamente el ejercicio de su profesión en beneficio de la
sociedad».
Por lo tanto, podríamos decir que un buen profesional es aquel que está
preparado y es competente en un determinado campo del saber, que es valorado
socialmente por la labor en beneficio de otras personas y que recibe por ello algún
tipo de compensación (Caride, 2002). Los profesionales, para llegar a esta
condición, deben desarrollar, en su formación universitaria, competencias de
cuatro tipos:
a) Cognitivas: «saber» (conocimientos científicos, metodológicos, instru-
mentales, legales, etc.).
b) Técnicas: «saber hacer» (habilidades técnicas para aplicar los cono-
cimientos).
c) Sociales: «saber estar» (habilidades sociales, capacidades de interacción,
colaboración con personas e instituciones).
d) Éticas: «saber ser profesional» (valores, actitudes y estilos de comporta-
miento).
Todas estas competencias deben orientarse hacia las personas a las que
dirige su acción el profesional, hacia las organizaciones en las que trabaja y a los
equipos de trabajo, por lo que podemos distinguir hasta tres niveles de
implementación de estas competencias (Romans, 2000).
En la cultura y currículum universitarios ha tenido hasta la actualidad prepon-
derancia la formación de las competencias cognitivas y técnicas, mientras que las
sociales y éticas han quedado en la mayoría de los casos relegadas a un segundo
plano y en ocasiones son inexistentes, aun admitiendo su necesidad y convenien-
cia. La especialización y atomización de los planes de estudio, la visión tecnicista
de muchas profesiones y de su formación, han llevado a desestimar las competen-
cias éticas de los profesionales como de menor rango, incluso presuponiendo que
se aprenderían directamente con el propio ejercicio de la profesión. Es más, en el
momento actual en el que nos encontramos de convergencia europea en el
espacio universitario, se hace imprescindible que cada Universidad explicite y
clarifique su proyecto educativo para el futuro inmediato, lo que significa, por un
lado, darle coherencia a los valores, actitudes y normas que rigen la institución y,
por otro, que este ethos institucional se ponga en práctica a través de sus políticas
de formación y evaluación del profesorado universitario (Lovibond, 2002;
McLaughlin, 2005).
Sin embargo, como ya sabemos, los profesionales de la educación en cual-
quier ámbito, las actitudes y valores no son innatos, sino que se aprenden y, por lo
tanto, se deben enseñar. Esto quiere decir que no podemos dejar al albur de cada
profesional que llegue de manera intuitiva al ejercicio responsable, justo y digno de
su trabajo, sin haberle dado previamente nociones, herramientas y estilos que
tomar de referencia.
Por otra parte, también sabemos en educación y en ciencia que ningún saber
está exento de una dimensión ética y moral, que la educación neutral y aséptica
no es posible y que cualquier formador, bien sea en la escolarización obligatoria
como en la educación superior aporta a su tarea formativa siempre un
componente afectivo y actitudinal que transmite implícita o explícitamente.
Así pues, formar buenos profesionales desde la Universidad significa ayudar al
estudiante a que tome conciencia de que quiere ser, por ejemplo, abogado y al
mismo tiempo de qué tipo de abogado quiere ser, de forma que se plantee una
doble reflexión: profesional y personal de manera conjunta, que encajaría en una
nueva didáctica universitaria con el objetivo de formar ciudadanos con una
profesión concreta (Esteban, 2004, 56). Así pues, los aspectos éticos de la
práctica profesional son esenciales para ser competente y efectivo (Carr, 2005,
2006). Para cada una de las profesiones, es significativo: clarificar los bienes y
servicios que brindan a la sociedad, sus beneficiarios directos e indirectos, los
modos más apropiados de ofrecer dichos bienes y servicios, la complejidad del
trabajo profesional en las diversas organizaciones públicas y privadas, la
posibilidad de que se produzcan conflictos éticos durante el ejercicio profesional,
la problemática de identidad profesional cuando los estudios no coinciden con las
ofertas de empleo, la existencia y vigencia de asociaciones, colegios profesionales
y códigos y la oportunidad de contribuir, a través de la profesión, a mejorar la
sociedad. Estos conocimientos e información son de gran utilidad para los
profesionales en ejercicio y para los profesores y estudiantes universitarios.
El aprendizaje ético, pues, iría desde el conocimiento del código de deberes
morales o código deontológico propio de cada profesión hasta contenidos propios
de la ciudadanía y ética en general que permitieran construir un proyecto personal
de vida que diera sentido al ejercicio personal de la profesión. En este sentido,
estamos de acuerdo con Esteban (2004) en que la vida académica, la cultura
universitaria, debe proporcionar espacios, tiempos y recursos para alimentar este
proyecto, fomentar estilos de vida, estimular inquietudes e intereses y propiciar el
sentimiento de comunidad en la que se participa. Asimismo, colaborar en acciones
solidarias y voluntarias tanto en la comunidad propia como en otros contextos
permitiría poner en práctica esa formación ética y moral que todo profesional debe
mostrar en su tarea cotidiana.
La necesidad del «compromiso ético» en el marco de la convergencia europea
Dentro del proceso de transformación de la Universidad, iniciado por la Decla-
ración de Bolonia (1999), para la construcción de un «Espacio Europeo de Educa-
ción Superior», se sitúa en un primer plano la dimensión docente de la enseñanza
universitaria, concediéndole al profesorado una función más educativa, en la línea
de formar personas integrales, y ya no tanto transmisora del saber. Esto supone
que hay una creciente preocupación por la calidad, y una enseñanza universitaria
de calidad incluye el desarrollo de valores. Recordemos que el Proyecto Tuning,
en el 2000 (www.unizar.es), destaca, entre las competencias interpersonales, el
«compromiso ético». Sin embargo, hasta la Declaración de Berlín en 2003 no se
hace explícita la importancia de la enseñanza de valores y actitudes en educación:
«La necesidad de aumentar la competitividad debe ser equilibrada con el objetivo
de mejorar las características sociales del Espacio Europeo de Educación
Superior, apuntando a fortalecer la cohesión social y reduciendo las desigualdades
sociales y de género». Se espera que las universidades garanticen la competencia
ciudadana del estudiante para mejorar la cohesión social y reducir las
desigualdades, desarrollando actitudes y valores asociados a la profesionalidad, la
búsqueda de la verdad, el sentido crítico, la responsabilidad, la ciudadanía activa,
el respeto y la inclusión social (Martínez y Esteban, 2005). De hecho, en el modelo
desarrollado de Cualificación Europea (European Qualifications Framework)
(European Commission, 2001, 2005), que surgió de la reunión de jefes de Estado
en Bruselas en marzo de 2005, se consideró la competencia ética una de las
dimensiones fundamentales en el marco común a desarrollar, aunque en los
sucesivos borradores ha ido perdiendo espacio en pro de las dimensiones más
técnicas (conocimientos y habilidades). Como bien señalan Guillén y
colaboradores (2007), tendrá serias repercusiones en la formación integral de los
profesionales europeos en la Sociedad de la Información, que supone constantes
dilemas éticos en el ejercicio de la profesión y en la formación a lo largo de la vida
(European Commission, 2006).
No se puede negar, tal y como apunta Hirsch (2003), que hoy se vive una
especial sensibilidad y demanda social de ética con respecto a los profesionales.
Se insiste con mayor frecuencia en la importancia de incorporar elementos éticos
en su formación y en el ámbito de investigación científica y social. Paulatinamente
se han ido introduciendo asignaturas de ética y deontología profesional en las
distintas titulaciones, aunque no siempre con carácter obligatorio (Hortal, 1995,
2002). También en este sentido, en las titulaciones universitarias y en las
instituciones de educación superior y en los países de Europa Occidental y en los
Estados Unidos de América y Canadá se han multiplicado los comités de ética,
principalmente en los ámbitos de la ciencia. Han aparecido recientemente en
sectores muy diversos, como son: universidades, empresas, ministerios y
organismos, a escala nacional e internacional. No olvidemos que en las últimas
décadas se han desarrollado nuevas profesiones y se han generado campos de
trabajo interdisciplinares cuyos profesionales se incorporan cada vez más al
trabajo en instituciones públicas y privadas. Esta incorporación puede limitar su
independencia y su capacidad de tomar las decisiones más importantes,
incluyendo las de carácter ético. Se suma a esto, la crítica en los casos de
comportamiento inmoral de los profesionales, tanto cuando actúan por cuenta
propia, como con respecto a los que forman parte de las diversas organizaciones.
Sabemos que el conocimiento ha sido siempre la base de conformación de las
profesiones (Svensson, 2003) y la creciente complejidad de este conocimiento, de
técnicas avanzadas y habilidades especializadas, así como de los problemas
vinculados a su puesta en práctica, han generado mayor atención con respecto a
la ética profesional. De manera que, a través de la ética profesional, como campo
interdisciplinario, se puede contribuir a eliminar el aislamiento en que se
encuentran las especialidades, para integrarlas en una perspectiva de conjunto. La
ética compete a toda las profesiones, no sólo a cada una de ellas, sino también a
los campos de interacción que se producen para resolver problemas sociales
complejos.
El debate sobre la formación en el s. XXI plantea, sobre todo en los niveles
superiores, cuestiones que afectan a conceptos como ciudadanía, ética, moral y
valores (Martínez, Buxarrais y Esteban, 2002).
Por tanto, en el contexto de la convergencia europea, lo que se busca no es ya
la enseñanza de los conocimientos de una rama del saber o de un ámbito
profesional específico, sino la formación en competencias, por lo que hemos de
contemplar con especial cuidado las competencias éticas, puesto que las nuevas
exigencias económicas de productividad y rentabilidad de la enseñanza pueden
hacer desviar la misión de la Universidad de su esencia educadora y de su
compromiso social por la justicia y la equidad (Rychen y Tiana, 2004; European
Council, 2005). De hecho, Beltrán (2004) señala los cambios metodológicos que
supondrán la perspectiva centrada en el aprendizaje: dotará al estudiantado de
habilidades propias de la sociedad del conocimiento, les hará implicarse y
comprometerse como responsables de su proceso de formación, tendrá en cuenta
distintos estilos de aprendizaje y favorecerá la creación de comunidades de
aprendizaje, definiendo el rol del profesorado como facilitador y no tanto como
transmisor. Sin embargo, Jover y colaboradores (2005, 26) alertan sobre el
concepto paradójico de estudiante que subyace en el proyecto de convergencia.
Frente a la excelencia, la libertad académica, la idea de servicio público y el
sentido de pertenencia a un colectivo académico, parece que el marco
internacional en el que se gesta el EEES deriva hacia un individualismo derivado
de los valores económicos dominantes y de una noción privatizada de democracia,
donde el estudiante se siente como cliente y el profesor como abastecedor del
servicio solicitado. También Zabalza (2003) nos apunta la tendencia a orientar los
estudios universitarios hacia la profesionalización, frente a una formación más
propicia al enriquecimiento cultural. Es obvio que este proceso es una
consecuencia de la necesidad de conectar la formación universitaria con las
demandas sociales y del mundo del empleo, pero esta tendencia muestra la
prevalencia de los valores de utilidad inmediata y sectorial sobre la idea de un
conocimiento orientado al establecimiento de unas estructuras básicas y
polivalentes del conocimiento y del desarrollo personal. De ahí que el currículum
universitario se haya acabado configurando en las últimas reformas en este
sentido y como consecuencia se hayan introducido altos niveles de competitividad
entre los estudiantes. El currículum ha derivado hacia un fuerte practicismo, una
atomización cada vez mayor de las materias y una notable desconsideración de
los valores de los que los universitarios deberían hacer gala: «La contestación, la
crítica, la solidaridad, la reflexión sosegada, la vida cultural en sus múltiples
dimensiones, e incluso el ocio y la relación con los colegas» (Zabalza, 2003, 28).
Analizando las posibilidades y las contradicciones del proceso de convergencia
europea, se entiende perfectamente la necesidad de enfatizar en el desarrollo del
«compromiso ético» como contenido y estrategia del nuevo perfil del profesional
formado en la Universidad, así como del docente universitario (Solbrekke y
Karseth, 2006). En este momento decisivo de futura reforma de planes de estudios
y de reestructuración del catálogo de titulaciones universitarias, consideramos
fundamental abordar el ámbito de la ética profesional como elemento
imprescindible del currículum formativo de la nueva Universidad española y
europea, en la que no sólo se garantice la movilidad y homologación de
profesionales y títulos, sino que se cree un marco axiológico mínimo compartido
para el ejercicio responsable y cívico de las profesiones correspondientes
(Escámez, García y Jover, 2008). ¿Cómo introducir este componente de ética
profesional en la formación universitaria? ¿Cuál es la actitud del profesorado
universitario, responsable de su desarrollo, ante la ética profesional como
disciplina? Para responder a estas preguntas, entre otras muchas, hemos llevado
a cabo una investigación en tres universidades españolas que describimos a
continuación.

Estudio sobre la percepción del profesorado universitario


Objetivos del estudio
El presente estudio tiene como objetivos principales los siguientes:
Conocer la percepción del profesorado universitario sobre la ética profesioa)
nal como disciplina del currículum universitario en todas las titulaciones.
Comprobar si hay diferencias significativas en las actitudes del profesob) rado
hacia la ética profesional como materia, en función del área de cono-
cimiento, edad, años de experiencia y categoría a la que pertenezcan.
Identificar las propuestas del profesorado sobre los contenidos que habrían c)
de conformar la materia de ética profesional, si ésta fuera pertinente.
Apartir del análisis de estas percepciones y actitudes del profesorado podemos
concluir sobre la necesidad o conveniencia del desarrollo de competencias éticas
tanto en el profesorado universitario como en el currículum formativo de cualquier
profesional.

Muestra e instrumento
El estudio se ha realizado en la Universidad de Valencia-Estudi General, Uni-
versidad Complutense de Madrid y la Universitat Jaume I de Castellón. Se realizó
un muestreo aleatorio mediante el procedimiento de estratificación simple,
atendiendo a diferentes características consideradas relevantes para el estudio:
área de conocimiento, edad, experiencia docente, sexo y categoría. Se decidió la
fijación simple a la proporcional en tanto en cuanto uno de los objetivos era el de
la comparación entre diferentes colectivos, más que la representación global de la
población, y de haber optado por una fijación proporcional, que sería de mayor
representación global, hubiese sido difícil la comparación entre colectivos poco
numerosos.
Se recogieron un total de 250 cuestionarios válidos de las tres universidades
participantes, conformándose una muestra que presenta las siguientes caracterís-
ticas principales, atendiendo a los dos criterios clave de selección: universidad y
área científica.

La mayoría de los encuestados (84,4%) son Doctores; un 14% Licenciados o


Ingenieros. Por otra parte, la mayoría (39,2%) son Titulares de Universidad,
seguido de un 19,2% de Catedráticos de Universidad, un 13,6% de Titulares de
Escuela Universitaria, un 11,2% de Profesores Ayudantes, un 3,6% de
Catedráticos de Escuela Universitaria y, por último, un 3,2% de contratado doctor.
Los instrumentos utilizados para la recogida de la información han sido los
siguientes:
Grupos de discusión: en cada una de las universidades se llevó a cabo un a)
Grupo de Discusión en el que participó profesorado de todas las áreas de
conocimiento contempladas en este estudio: Humanidades, Social, Médico-
Sanitaria, Científica y Técnica. Sus respuestas sirvieron de fundamento
para la elaboración posterior de los cuestionarios utilizados en esta
investigación.
Cuestionario sobre valores que promueve la Universidad y el profesorado b)
(García López y col., 2006a): compuesto por cinco ítems de elección múltiple, tres
ítems de respuesta abierta y una escala Lickert de actitudes hacia valores. Esta
escala obtuvo un alto nivel de fiabilidad (0,90), lo que la convierte en un
instrumento eficaz para los objetivos previstos.

FACTOR1. Enseñanza de valores en la Universidad. Este factor explica el


31,77% de la varianza y agrupa a 9 ítems, de los 24. Trata de detectar las actitu-
des del profesorado hacia dos apartados muy relacionados: por una parte, hacia el
papel que le conceden a la institución universitaria, a lo que sería la cultura
universitaria, en la transmisión de valores, tanto democráticos como profesionales,
pero sobre todo, si es función de la universidad enseñar valores o esto ha de
hacerse antes de que los alumnos acudan a ella. Es decir, en la enseñanza
primaria o secundaria, pero no en la superior. Por otra parte, trata de recoger la
percepción del profesorado acerca de su propio papel como transmisor de valores.
Se trata de conocer las respuestas del profesorado a cuestiones como: ¿enseñar
valores es mi competencia? Si lo es, ¿qué tipo de valores?, ¿éticos?,
¿profesionales?, etc.
FACTOR2. La ética profesional como asignatura. Una forma de eludir quizás la
responsabilidad de enseñar explícitamente valores éticos al alumnado podría ser
proponer la incorporación obligatoria de una asignatura que tuviera este cometido:
ética de las profesiones, que tendría un título diferente, en función de la profesión
concreta a la que se aplicara. Por esta razón, se plantea este factor, que trata de
darnos a conocer la conveniencia o no de una materia de ética profesional, a juicio
del profesorado. También nos permite conocer si esta materia ha de extenderse a
todas las titulaciones o sólo a aquellas de carácter social o humano.
FACTOR3. Responsabilidad del profesorado y del currículo en la formación
ético-profesional. Este factor, que explica el 7,16% de la varianza y aglutina a
cinco ítems, hace referencia a la responsabilidad del profesorado como modelo
ético, educador de valores éticos profesionales y educador de ciudadanos
responsables con su comunidad. También contempla la responsabilidad de los
diseñadores de los planes de estudios para insertar en la formación superior, en
cualquier titulación, y de forma transversal, el compromiso ético de los futuros
profesionales.
FACTOR4. Residual. Está compuesto por tres ítems: uno hace referencia a la
formación del profesorado para transmitir valores éticos y los otros dos a la ética
profesional como asignatura.
Veamos, a continuación, cuáles son las percepciones y actitudes que muestra
el profesorado universitario hacia la ética profesional y cómo, a partir de éstas, se
articularía este ámbito en la formación universitaria de los futuros profesionales.
Análisis de los resultados
Para conocer las actitudes y percepciones del profesorado, vamos a analizar
tanto las respuestas al cuestionario descrito, como las intervenciones más
significativas y relevantes de los Grupos de Discusión.
Enseñanza de valores en la Universidad
Ante la cuestión de si la Universidad es el lugar adecuado para enseñar valores al
estudiantado y si es ésta una de sus funciones reales, centramos el tema en los
valores de ética profesional con la siguiente pregunta en los Grupos de Discusión:
A. ¿Consideran que los valores de la ética profesional tienen algo que ver con los
valores que debe transmitir la Universidad a sus alumnos?
Éstas son algunas de las opiniones más relevantes expresadas por el profeso-
rado que ha participado en las discusiones de las tres universidades del estudio:
Área Social, mujer, catedrática: «Sólo enseñaría explícitamente los valores
éticos profesionales, no los generales».
Área Médico-Sanitaria, mujer, TEU: «Considero que los valores serán los
mismos aunque quedarán expresados en niveles de responsabilidad
diferentes para cada uno de los protagonistas».
Área Humanidades, mujer, TEU: «No sólo en las actividades nuestras de ir
al aula, sino en toda la Universidad. La propia Universidad debe transmitir la
igualdad, la libertad, la democracia, el respeto y todas esas cosas. Hay que
transmitirles valores, de acuerdo, pero ¿cómo funciona la Universidad?
Todos muy buenos, muy iguales, pero después resulta que van a cualquier
sitio y pelea y tienes un planteamiento y te lo pisan constantemente. No
señor, si tenemos que transmitir valores, tenemos que transmitirlos
haciéndolo, nosotros y la Universidad entera, independientemente de los
específicos y profesionales».
Como podemos comprobar, el profesorado opina que la Universidad sí tiene
como función enseñar valores, pero lo que no parece estar tan claro es el tipo de
valores que deben enseñarse: para unos sólo es lícito enseñar los específicos de
cada profesión, mientras que otro profesorado va más allá y propone educar en
valores morales universales.
Si analizamos los resultados del cuestionario, podemos señalar las diferencias
significativas (a un nivel de confianza del 95%) que se muestran entre el profeso-
rado del Área Científica, que muestra el promedio más bajo del Factor 1 y los del
Área Social, con el promedio más alto en dicho Factor, aplicando la prueba de
Krukal Wallis, puesto que ni la distribución de las poblaciones atiende a la nor-
malidad ni las varianzas son homogéneas. Así pues el profesorado del Área Social
tiene mucho más claro que la Universidad debe enseñar valores democráticos a
sus alumnos/as (ítem 2), que se puede cuestionar su escala de valores para
ayudar a cambiarlos (ítem 5), sin caer en el adoctrinamiento (ítem 7) y que ésta es
una competencia propia del profesorado universitario (ítem 9).
Una vez centramos el tema de la enseñanza ética en la Universidad, entramos
a profundizar sobre la ética profesional como materia.
La ética profesional como asignatura
Al preguntar al profesorado universitario sobre la necesidad de una asignatura
de ética profesional en todas las titulaciones, encontramos una respuesta algo
ambigua, puesto que el 42,8% sí que la considera necesaria, sin embargo, el
30,8% opina todo lo contrario y hasta un 24% del profesorado queda indeciso ante
la cuestión. Si completamos esta información con las opiniones mostradas en los
Grupos de Discusión entenderemos la dispersión de esta respuesta, ya que el
profesorado encuestado procede de un amplio espectro de titulaciones y su
percepción sobre esta materia de la ética profesional es ciertamente muy diversa y
no se considera necesaria en todas las titulaciones.
B. ¿Consideran adecuado que existan asignaturas sobre ética profesional en
todas las titulaciones?
Área Técnica, hombre, catedrático: «En Medicina lo veo muy claro, o en
Publicidad y Relaciones Públicas, Comunicación Audiovisual, porque
levantan muchas susceptibilidades, y entonces sí que puede ser apropiado
tener una asignatura como tal. Pero en general, la ética profesional debería
impregnar todas las materias del plan de estudios. Más las Sociales que las
Técnicas. Yo soy reacio a asignaturas que se convierten en “marías” o son
temas que se explican en 2 horas y no dan para más. Quizás sería mejor
explicarlo en las prácticas y que lo pongan en marcha».
Área Social, mujer, TU: «No necesariamente. Considero que cada profesor
puede introducir cuestiones éticas en sus asignaturas».
Área Humanidades, mujer, TU: «Muy adecuado, ya que son temas que
habitualmente se dan por sabidos porque sus contenidos parecen obvios o
al menos que cualquiera puede deducirlos por sí mismo. Sin embargo, no
tiene por qué ser así y es fácil que se escapen detalles en los que uno no
repara si no se explicitan. De todos modos, lo ideal sería que se impartiera
de forma transversal, por parte de cada profesor en su propia asignatura,
no como asignatura independiente». Área Técnica, hombre, TU: «En las
carreras de Ingeniería suele haber al final una asignatura que se llama
“Proyecto de licenciatura” y ahí se le enseña cómo tienen que recopilar toda
la información, organizarla y presentarla para que su cliente tenga la
documentación que justifique su trabajo. Y en éstas se les suele enseñar
algo sobre ética profesional, pero se suele dar algunas pinceladas, ni
siquiera es un tema».
Área Humanidades, mujer, TEU: «La pregunta es tan general que me
plantea una duda: cuando estamos hablando de una carrera que tiene un
carácter tan profesional, a lo mejor sí que está bastante claro qué
conductas o pautas se les podría transmitir, pero si estamos hablando de
una titulación en la que las salidas profesionales son muy diversas y
diferentes, se me queda muy difuso cuál podría ser la respuesta. Me queda
bastante claro que en la Ingeniería o los maestros o los psicólogos o los
médicos sí que podría darse ese código ético profesional. Pero no como
una asignatura, sino algo cotidiano. Y sí cuando se van al Practicum, pues
hacerles unas reflexiones o consejos sobre lo que serían unos códigos de
comportamiento mínimamente aceptables».
Área Social, mujer, catedrática: «Los psicólogos lo hacemos en el
Practicum y tiene que ver con la intimidad, el respeto personal… Las
practicamos con casos reales… Se hace explícitamente, se hacen
simulaciones… En otras titulaciones no lo sé. En las que se sale a la calle a
trabajar directamente sí, porque no hay control de los Colegios
profesionales. Los abogados no salen a la calle a trabajar, sino que los
obligan a estar 1 ó 2 años bajo la supervisión del Colegio que les explica
todo esto».
Área Social, mujer, ayudante: «Sí, porque el trato con los demás está en
todas, pero en algunas hay más posibilidad de “meter la pata”. Y en nuestra
sociedad no se le da importancia porque a veces se sobreentiende, de ahí
que cada uno actúa según su planteamiento, su criterio. Por lo que el
ejercicio de la docencia tiene un alto nivel de responsabilidad».
Podemos apreciar ciertas diferencias entre la opinión del profesorado de distintas
áreas de conocimiento, diferencias que se corroboran en el análisis del
cuestionario (al 95%). En el Factor 2 (La ética profesional como asignatura) apre-
ciamos una diferencia significativa entre el profesorado del Area Científica, con el
promedio más bajo, y el profesorado del Area Médico-Sanitaria, con el promedio
más alto, lo que quiere decir que este colectivo es el que recomienda una asig-
natura de ética profesional en todas las titulaciones (ítem 20, 22), no sólo en las
sociales y humanas (ítem 21) y apuestan por un formato en créditos prácticos, con
casos reales y simulaciones (ítem 23). Esta respuesta es comprensible si tenemos
en cuenta que en el Area Médico-Sanitaria existen códigos deontológicos
explícitos que ya se enseñan como materia universitaria.
en todas las titulaciones, una amplia mayoría de profesorado encuestado ha
señalado en las observaciones al cuestionario la idea de que no sea una
asignatura, sino que se imparta de manera transversal. En todo caso, en la
pregunta abierta las propuestas apuntan en esta dirección: el 15,6% menciona la
enseñanza de un código deontológico, el 7,6% responsabilidad social, el 3,6%
actitud democrática, el 2,4% preocupación por aprender, el 2% respeto y el 1,2%
del profesorado alude a la colaboración como elemento a explicitar en esta
materia. Así pues, comprobamos una vez más el interés y la relevancia de
determinados valores éticos y la necesidad de un código deontológico que oriente
la actuación y práctica de los futuros profesionales.
Las respuestas en los Grupos de Discusión nos acaban de completar este
mapa de contenidos que iría relacionado con temas éticos.
C. ¿Qué contenidos se considera necesario que deberían transmitirse en una
asignatura de este tipo?
La relación con los clientes (pacientes, familias, etc.), en cuanto a secreto
profesional.
Como se puede apreciar la propuesta abarca aspectos de ética profesional y
abunda y amplía la formación de valores hacia perspectivas de ciudadanía crítica.
Responsabilidad del profesor y del currículum en la formación ético-profesional
El Factor 3 del cuestionario aglutina los ítems que hacen referencia al papel del
profesor ante la formación ética del estudiantado y en este sentido también
podemos encontrar diferencias significativas entre el profesorado encuestado (a
un nivel de confianza del 95%).
En este caso, encontramos diferencias significativas entre el profesorado de 36-40
años, con el promedio más bajo en el Factor 3, y el profesorado de 56-60 años,
con el promedio más alto. Es, por tanto, el profesorado con un largo bagaje en la
docencia el que entiende más claramente como su obligación la transmisión de
principios éticos de la profesión para la que se están formando sus estudiantes
(ítem 6), considerándose además modelo ético de éstos (ítem 8) y asumiendo
como su responsabilidad su formación como buenos ciudadanos (ítem 14).
No siempre las respuestas son tan claras y contundentes. Si revisamos
algunos de los comentarios de los Grupos de Discusión, este tema aparece más
controvertido y contradictorio.
D. ¿Es competencia del profesorado universitario transmitir valores éticos a sus
alumnos?
Área Técnica, hombre, TU: «Yo creo que en general, no. Yo creo que cada
uno tenemos nuestros propios valores éticos y no estamos aquí para influir
en los alumnos en ese sentido. Creo que ya son personas maduras, han
tenido oportunidad de ver diferentes comportamientos, diferentes escalas
de valores y adoptar la suya propia. No tenemos por qué machacarles,
insistiéndoles en la nuestra particular, en una especie de abuso de poder.
Yo creo que es peligroso en general, ahora que en algunos ámbitos en
concreto sí. Por ejemplo, les estamos enseñando y de alguna manera el
saber es poder y les tenemos que enseñar a utilizarlo. En ese sentido, creo
que debemos decirles: “cuidado, esto que te estoy enseñando sirve para
esto que creo que es bueno y sirve para esto que creo que es malo”. Ahí sí
que creo que hemos de darles una opinión porque en eso no han tenido
una experiencia previa».
Área Científica, hombre, TU: «Yo, al hilo de la formación del profesional,
referirme al convencimiento de que ellos necesitan esa formación en
valores. Veo difícil que cada profesor pueda formar éticamente a sus
estudiantes, porque nosotros también hemos recibido formaciones muy
distintas. El problema es que ahora sí creo que estamos formando
éticamente y deberíamos tener una formación global para que cada uno no
lo haga por su cuenta y a su manera. Para que cada uno no lo haga en su
asignatura, porque si yo doy matemáticas les haré más énfasis en la
importancia de las matemáticas, si llega el siguiente les hará más hincapié
en su asignatura, entonces cada uno tiene una visión muy particular del
asunto».
Área Técnica, hombre, catedrático: «Yo creo que esos valores deben
impregnar toda actividad. De alguna forma, en los cursos de formación para
noveles sí que se les debería indicar que sus actuaciones en la institución
deben ser éticas, dentro y fuera del aula. De una manera implícita sí deben
enseñarse valores. En cada Titulación se hace más énfasis en unos u otros
valores generales: medio ambiente, igualdad de géneros… El valor del
trabajo bien hecho y otras exigencias deberían generalizarse en todas las
titulaciones: no plagiar, etc.».
Área Médico-Sanitaria, mujer, TEU: «No sé si eso debe hacerlo o no. Lo
que sí tengo claro es si yo me puedo inhibir por completo del proceso, y veo
que eso es totalmente inaceptable. Estamos muy limitados y tendría que
venir un apoyo fuerte de arriba para abrirnos en todo este proceso, mal
podemos transmitir ética usando sólo la clase magistral. Estamos en un
ambiente totalmente antiético desde todas las vertientes».
De estos resultados podemos extraer la idea de que la formación de valores en
general y la de valores éticos profesionales en particular, no son tan lejanas del
quehacer del profesorado universitario, aunque no siempre se vea como un
aspecto central de su docencia o bien no se tenga muy claro cómo abordarlo en
cada titulación, si de manera explícita y acotada en una asignatura o de manera
más transversal y diluida a través de las distintas materias del plan de estudios. En
todo caso, es un asunto que no deja indiferente a nadie, puesto que se reconoce
que la neutralidad en estos aspectos muy difícil, por no decir imposible, aunque se
vive de manera más intensa y visible en unas titulaciones que en otras. (López,
2009)

Ética y valores profesionales

La ética profesional es una ética de valores


Es común asociar la ética a normas, deberes y obligaciones morales que se
imponen para regir el comportamiento. De acuerdo con esta visión, el
comportamiento ético se limita al apego de los dictados establecidos por la moral.
Desde el punto de vista de Ildefonso Camacho (1995), esta forma de comprender
y ejercer la ética encierra las siguientes limitaciones:
a) Como conjunto de deberes y obligaciones, “la ética queda reducida al
automatismo normativo donde no cabe espacio alguno para el ejercicio de la
libertad y de la responsabilidad”
(Camacho, 1995, p. 40).
b) La ética como conjunto de prohibiciones deviene en una ética negativa, en tanto
que se presenta como una coerción, lo cual encubre su verdadera esencia que
consiste en ser una ética de valores, esto es, una ética afirmativa que enriquece a
la condición humana (Camacho, 1995, p. 41).
Según esta perspectiva, si bien la ética profesional comprende principios y
criterios, la adhesión a los mismos conlleva la opción libre y decidida por parte del
profesionista, lo cual constituye un ejercicio de libertad e independencia.
La ética profesional es una ética afirmativa porque detrás de sus principios se
encuentran los valores profesionales, por lo que le plantea al profesionista, la
posibilidad de ejercer su libertad y autonomía en la elección y adhesión a los
valores profesionales que le son propios.
En este marco, el quehacer profesional ético va más allá del acatamiento de
reglas de obligación o prohibición, más bien se define como una actuación en
función de valores.
Los valores son un filtro que posibilita que la ética profesional no se imponga como
una coerción externa del colectivo profesional, puesto que involucran el
reconocimiento y la identificación del profesionista con esos valores que dotan de
significado el ejercicio profesional.
Aquí es pertinente recuperar la visión de los valores de González-Anleo (1991, pp.
237-238) que establece que son “maneras de ser y de obrar que una persona o
colectividad juzgan como ideales y que hacen deseables o estimables a los
individuos o a los comportamientos a los que se les atribuye ese valor”.
Con base en esto, considero que los valores profesionales que comprende y
promueve esta ética, en tanto que ideales, representan algún modelo o prototipo
de profesión que se pretenden alcanzar y por ello dotan de significado al ejercicio
profesional. Son altamente valorados y tienen impacto en el comportamiento y en
el quehacer profesional por las cualidades humanizadoras que encierran. En este
punto cabe señalar los aspectos que comprenden los valores del compromiso y de
la responsabilidad profesional.
En relación con el compromiso, Hortal (2002) precisa que, en principio, todo
profesional que adquiere los conocimientos y las competencias profesionales
también adquiere el compromiso de prestar a la sociedad el servicio o bien que le
compete y por el cual está formado y preparado profesionalmente.
El valor del compromiso profesional resulta fundamental para que el profesionista
adquiera conciencia de que sus capacidades profesionales sólo adquieren sentido
en la prestación del servicio o bien que es propio de su profesión y por las cuales
la sociedad lo acepta y reconoce como profesionista.

En segundo término, este valor es esencial para que el profesionista anteponga


los bienes intrínsecos de la profesión por encima de los bienes extrínsecos como
son el dinero, el poder, el prestigio, el estatus, etc., los cuales se adquieren
también a través del ejercicio profesional.
Este compromiso ético es inherente a la profesión, ya que el profesional que
adquiere esta condición y que forma parte de un colectivo o comunidad profesional
también se adhiere al convenio tácito de buscar la realización del fin o bien
intrínseco que es propio de la profesión.
Si bien el ejercicio profesional es un medio de sustento, es preciso señalar que el
compromiso ético con la profesión determina que el médico tenga como meta o fin
el bienestar y la salud del paciente, que el abogado busque el logro de la justicia
para con su cliente y que cada una de las profesiones realice su actividad
profesional teniendo como eje el fin de su profesión.
El valor del compromiso profesional contribuye de esta forma a la realización de
un ejercicio profesional ético que engloba dos componentes: la excelencia en la
competencia profesional y el proceder ético, el cual no se restringe a un
comportamiento “bueno” apegado a las normas y hábitos convencionales de la
profesión, sino que apunta a las acciones positivas que puede realizar el
profesionista a través de su quehacer para contribuir al logro del bienestar de la
sociedad. No debe perderse de vista que, en la ética profesional, el compromiso
ético se enmarca en la aportación que pueda hacer el profesionista para elevar el
grado de humanización de la vida social.
El valor de la responsabilidad profesional complementa y enriquece el ejercicio
profesional ético al comprender los siguientes aspectos.
De acuerdo con Hortal (2002), en principio, el valor de la responsabilidad involucra
la realización del ejercicio profesional con el nivel de excelencia y de calidad que
distinguen al profesionista como tal.
Esto significa que el profesionista que ha adquirido las competencias y
capacidades profesionales, también asume la responsabilidad de desarrollar al
máximo y de manera óptima esas competencias en la prestación del servicio o
bien que le compete. En este nivel, la responsabilidad ética resulta fundamental
para proporcionar bien y de manera eficiente los servicios profesionales, porque la
aplicación rigurosa de los conocimientos y habilidades profesionales aseguran la
obtención de logros o buenos resultados del ejercicio profesional.
La responsabilidad profesional asegura la actualización y capacitación
permanentes del profesionista puesto que para asumir este valor requiere
mantenerse al día en cuanto a los conocimientos y las competencias que
comprende su ejercicio profesional.
Gracias al valor de la responsabilidad profesional, la forma como el profesionista
contribuye a mejorar las condiciones de vida de la sociedad es mediante la
realización competente de su quehacer profesional.
Vinculado con lo anterior, el mismo Hortal (2002) señala que la responsabilidad
profesional comprende también el compromiso que tienen las profesiones de
contribuir al bienestar individual y social.
Aquí es importante señalar que la responsabilidad profesional no se reduce a
realizar bien y de manera eficiente el ejercicio profesional, también significa el
ejercicio profesional ético que implica el buen uso de las competencias
profesionales porque la aplicación de esos conocimientos y habilidades
profesionales inciden de manera directa e indirecta en las condiciones de vida de
la sociedad y en el bienestar de la población.
En este marco, el valor de la responsabilidad permite al profesionista tomar
conciencia de las repercusiones que tiene su ejercicio profesional y asumir el
sentido social de la profesión como una práctica cuyo fin último es contribuir al
bienestar del individuo y de la sociedad.
El valor de la responsabilidad también enriquece las competencias profesionales
ya que pone al día la capacidad de autonomía del profesionista para enfrentar los
problemas y tomar decisiones, fortalece el criterio y el juicio propios y además
constituye el soporte del comportamiento solidario con los más necesitados.
Los valores profesionales en los códigos éticos profesionales
Como señalamos anteriormente, los códigos deontológicos de cada profesión se
nutren del horizonte que ofrece la ética profesional. Es por ello que si bien los
valores de cada profesión no se limitan a los suscritos por estos códigos, los
valores que éstos comprenden sí dan cuenta de aquellos valores que constituyen
principios que rigen el ejercicio y el comportamiento ético de la profesión.
En el siguiente apartado desarrollamos los valores profesionales del código
deontológico del abogado y del sociólogo, que son dos de las profesiones que
entran en el universo de análisis de este proyecto de investigación.
Los valores profesionales de los abogados
Las fuentes para el análisis de los valores del abogado son: el
Código Deontológico de los Abogados de la Unión Europea, el Código
Deontológico de la Abogacía Española, y el Código de Ética del Ilustre y Nacional
Colegio de Abogados de
México. Estos tres códigos tienen en común que derivan sus valores profesionales
del bien intrínseco o finalidad de la profesión, así como de los principios que han
establecido para regir el ejercicio profesional.

El abogado tiene como finalidad el logro de la justicia, la cual es entendida en los


siguientes términos:
Para el Código Deontológico de Abogados de la Unión Europea (2006, p.
1), la profesión de abogado, como una profesión liberal e independiente, tiene
como fin esencial “salvaguardar los derechos del hombre frente al Estado y los
otros poderes”. Esta finalidad de la profesión es también adoptada en México por
el Código de Ética del Colegio de Abogados.
Mientras que el Código Deontológico de la Abogacía Española (2006, p.
3) reconoce que la sociedad le ha confiado al abogado “la defensa efectiva de los
derechos individuales y colectivos cuyo reconocimiento y respeto constituye la
espina dorsal del propio Estado de Derecho”.
La justicia constituye el principio de la profesión de abogado, pero también es el
valor fundamental en el que se sustenta el orden de la convivencia humana.
Al asumir este principio, el abogado se compromete a la búsqueda y el logro de la
igualdad y de la equidad de todos los miembros de la sociedad, tanto en el uso y
aplicación de las normas o leyes que rigen en la comunidad, como en el reparto de
los bienes comunes.
Resulta entonces que, como resultado del bien intrínseco de la profesión, emergen
los valores inherentes del abogado como son la justicia, la igualdad y la equidad
que resultan fundamentales para la defensa de los derechos y las libertades en un
Estado de Derecho propio de la sociedad contemporánea.
En relación con los principios generales que rigen la profesión, se pueden
reconocer en estos códigos el de beneficencia y el de justicia que, como
señalamos anteriormente, han sido establecidos por la ética profesional.
Asimismo, establecen un tercer principio que es el de la independencia que es
más restringido que el principio de autonomía reconocido por la ética profesional.
El principio de justicia ya ha sido abordado en el análisis del bien intrínseco de la
profesión, sólo es pertinente señalar que el Colegio de Abogados de México
enriquece este principio al señalar que en el marco del logro de la justicia, buscan
también la seguridad y el bien común.
Con respecto al principio de beneficencia, tanto el Código Deontológico de
Abogados de la Unión Europea como el Código de Ética del
Colegio de Abogados de México, establece que “cumpliendo con las disposiciones
legales y deontológicas, el abogado tiene la obligación de defenderlo mejor posible
los intereses de su cliente, incluso en contraposición a los suyos propios, a los de
los colegas o aquellos de la profesión en general”.
El principio de independencia se refiere a la necesidad de que el abogado
desarrolle su ejercicio profesional con total libertad y autonomía de tal forma que
no esté sujeto a cualquier presión o influencia externa incluyendo sus propios
intereses.

Los tres códigos tienen en común valores profesionales que expresan la


semejanza que tiene el perfil ético que demandan a los abogados.
El primer valor que especifican es el de la honestidad que engloba también el de la
honradez puesto que define a un profesionista que posee moralidad e integridad,
que actúa apegado a la realidad y en función de la verdad, por lo que este valor se
antepone como freno a la corrupción y garantiza la búsqueda del bien.
La probidad es el segundo valor profesional que no sólo es sinónimo de honradez
sino que también indica que el profesionista reconoce su condición de humano y
como tal ejerce la bondad, la benignidad y la benevolencia con los otros. También
refiere la integridad y la rectitud que deben guiar el actuar y el obrar profesional.
La rectitud es el valor sinónimo de la justicia que demanda del profesionista el
ejercicio de la igualdad, la equidad y la imparcialidad en su quehacer profesional.
La rectitud implica la realización de un ejercicio profesional cabal o integro, así
como poner al día la razón, la ecuanimidad, la sensatez, y la prudencia en la toma
de decisiones. La sinceridad es el valor que asegura que el profesionista no busca
perjudicar al otro sino que actúa de buena fe, involucra la veracidad y la
autenticidad en el decir y en el actuar profesionales.
La lealtad indica la fidelidad y la adhesión del abogado para con los intereses o
causas que defiende, lo cual posibilita un ejercicio profesional que busca la
legalidad y la justicia.
El valor de la lealtad implica también el acatamiento o cumplimiento de los
compromisos contraídos.
Lo contrario del valor de la diligencia es la negligencia, lo cual expresa que los
códigos éticos del abogado establecen con este valor la excelencia y la calidad del
ejercicio profesional, lo cual implica el desarrollo al máximo de sus conocimientos
y competencias profesionales así como un desempeño eficiente.
La veracidad es el valor que determina la actuación profesional con apego a la
verdad. Este valor conlleva tomar en cuenta la realidad, asumir la responsabilidad
profesional, así como poner empeño y eficiencia en el ejercicio profesional.
Los valores profesionales del sociólogo
Las fuentes para el análisis de los valores del sociólogo son: el Código Ético de la
Asociación Internacional de Sociología (ais), el prototipo de Código de Ética
Profesional signado por el Colegio Nacional de Sociólogos A.C. de México.
Se parte del código de la Asociación Internacional de Sociología para indagar los
principios y valores profesionales que promueve esta asociación mundial para el
ejercicio ético de la profesión de sociólogo. Este código centra su atención en los
aspectos éticos de la investigación científica y en la forma como puede contribuir
esta práctica al logro del bienestar social, de tal forma que plantean como el fin o
bien intrínseco de la profesión “trabajar para desarrollar unabase válida y fiable del
conocimiento científico apoyada en la investigación, para contribuir a la mejora de
la condición humana global” (ais, 2006, p.1).
El rasgo que distingue a este código es que, en principio, plantea un conjunto de
valores científicos como los valores profesionales que deben regir el ejercicio
profesional ético del sociólogo en tanto que científico social. Así, establece como
un valor fundamental el de la exactitud científica, entendida como la realización de
investigación sociológica local y transnacional con la solidez teórica y el rigor
metodológico que requiere el estudio de las complejas problemáticas sociales.
En este marco, también promueven el valor de la objetividad científica que se
comprende no como neutralidad axiológica, sino como una toma de postura del
investigador frente a la realidad social donde hace explícitos sus valores e
ideología. Asimismo, incluye como parte de la objetividad científica la verdad
parcial y la relatividad del conocimiento.
Este código plantea también la crítica como un valor que debe traducirse en un
ejercicio constructivo que contribuya al avance del conocimiento sociológico y para
lograr cambios que beneficien las condiciones de vida de la sociedad.
Para ello, descarta el dogmatismo y establece como valores complementarios de
la crítica constructiva la apertura, la tolerancia y el respeto (ais, 2006, p. 2).
El código de la ais contempla además otros valores profesionales que no son
propiamente valores científicos como son el trabajo grupal, la cooperación y el
diálogo quese demandan para que los sociólogos articulen esfuerzos que
contribuyan a la realización de investigación sociológica pertinente.
En esta misma línea, promueven también el valor del bienestar, el cual se expresa
no sólo en el fin que persigue la profesión al buscar mejorar las condiciones de
vida de la sociedad, sino que también lo asumen como principio que norma la
realización de la investigación sociológica puesto que el código especifica el deber
que tiene el sociólogo de “proteger el bienestar de los grupos e individuos con
quienes trabaja o aquellos que están involucrados en los trabajos de investigación”
(ais, 2006, p. 1).
El Colegio Nacional de Sociólogos de México contribuyó a la realización de un
Prototipo de Código de Ética Profesional en el marco del programa de vinculación
de la Dirección General de Profesiones de la Secretaría de Educación Pública con
los colegios de profesionistas. En este proyecto participaron 19 colegios de
diferentes profesiones que conjuntaron esfuerzos para articular un modelo de
código ético con lineamientos generales para que cada una de las profesiones que
participó en el proyecto contara con una base para construir o enriquecer su
propio código deontológico.
El Colegio Nacional de Sociólogos comparte los principios y los lineamientos que
contempla este modelo, por lo que podría decirse que a través de éste expresa su
visión del ejercicio profesional ético del sociólogo.
El modelo de código ético parte del reconocimiento de que los profesionistas
pueden contribuir al logro de una vida digna, justa e igualitaria en la medida en
que se identifiquen con aquellos valores profesionales que posibiliten la
aceptación de esta finalidad como un compromiso que debe de tener toda
profesión (Prototipo de Código de Ética
Profesional, 1998, p.5).
Con ello vincula los valores profesionales con el fin o bien intrínseco que tiene
toda profesión, puesto que los profesionales buscarán que el servicio o bien que
proporcionan a la sociedad contribuya a la mejora de las condiciones de vida si
también asumen los valores profesionales que propicien la realización de esta
finalidad a través de un ejercicio profesional ético.
El modelo de código ético comprende cinco capítulos donde especifica los
deberes que le corresponden a un profe sionista como el sociólogo en donde
señala además los valores profesionales acordes con estas normas.
En el apartado de los deberes del profesionista, se plantea la reglamentación que
debe observar éste considerando que es un experto o especialista que tiene las
capacidades y conocimientos para la prestación de un servicio y en
correspondencia con ello señala los valores profesionales con los que requiere
contar para desarrollar un ejercicio profesional ético. Estos son: “justicia,
honradez, honestidad, diligencia, lealtad, respeto, formalidad, discreción,
honorabilidad, responsabilidad, sinceridad, probidad, dignidad y buena fe”
(Prototipo de Código de Ética Profesional).
En el capítulo relativo a los deberes que tiene el profesionista para con los clientes
o los usuarios del servicio, el modelo acepta el principio de beneficencia que
establece la ética profesional ya que reconoce como un deber prioritario del
profesionista la salvaguarda de los intereses de los mismos, para lo cual es
necesario que asuma los valores profesionales de la honestidad, la lealtad y el de
la veracidad.
En el apartado referido a los deberes para con la profesión, el principal valor
profesional que promueve el modelo de código es el de la responsabilidad
profesional puesto que demandan del profesionista la excelencia y la calidad en el
ejercicio profesional. Asimismo plantea la necesidad de que el profesionista se
actualice de manera permanente para brindar a la sociedad un servicio que
redunde en beneficio de la misma.
Mientras que en el capítulo dedicado a los deberes para con la sociedad, el valor
que resalta este modelo es el de la solidaridad y apelan a la conciencia social del
profesionista para identificarse y atender las necesidades de los sectores
marginados o con detrimento en su sustento económico que requieran sus
servicios.
Finalmente en el apartado que especifica los deberes para con sus colegas, el
código señala como valores profesionales fundamentales la justicia y la equidad
en lo relativo
a la distribución de los ingresos obtenidos por los servicios profesionales para con
todos los miembros que participaron en la realización del trabajo. Mientras que
para la interrelación entre colegas establece los valores de colaboración y el
respeto como principios que coadyuven a lograr el apoyo y la cooperación entre
los mismos. (Rosales, 2007)
Referencias
Canul, N. J. (1992). Ética profesional y trabajo. Educación y ciencia , 51-54.

Gómez, R. A. (2015). La ética en la formacion del ingeniero de minas:representaciones sociales de


actores educativos. Tecnura, 201-208.

Guía para educación superior. (s.f.). México: SHCP.

López, R. G. (2009). La formacion ética profesional desde la perspectiva del profesorado


universitario. Universidad de Salamanca, 199-221.

Rosales, G. I. (2007). Ética y valores profesionales . Reecuentro, 43-50.

Salinas, P. (2010). El biólogo y suresponsabilidad ética con la salud, el ambiente y la calidad de vida
. MedULA, 3-5.

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