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Rosella Prezzo

El arte que se ve como arte es distinto que El poeta es alguien para quien cada pala-
el arte que hace ver bra no es el fin~ sino el inicio de un pen-
M Zambrano samientoL
Brodskij

Pensar en otra luz *


a VlSlOn y la luz, así como los ¿Hay una luz -parece preguntarse Zam-
modos de ver y los medios de visi- brano- capaz de «piedad»2 para los estratos más
bilidad, constituyen una caracterís- íntimos, ambivalentes e irreduciblemente opa-
tica recurrente en toda la obra de cos del ser humano, para aquello que germina
María Zambrano. Representan un sin evidencia ni figura, a menudo invisible
núcleo teórico y experiencial, pero no imperceptible? ¿Una luz que esté en
poblado de paradojas y enigmas, condiciones de tratar con las múltiples realida-
sobre los cuales la filosofa reclama con insis- des con las que entramos en contacto de varios
tencia nuestra atención, y se tornan ilumina- modos en nuestro sentir, con las zonas de la
dores si en lugar de tratar de disolverlos en la vida «agazapadas por avasalladas desde siempre
pura luz de la lógica, los recogemos en la «lógi- o por nacientes»3, con todo lo que permanece
ca del sentir»! de nuestra propia experiencia de en el oscuro es gibt ("se da"; "hay") como sepul-
vida. Podríamos decir incluso que se trata de tado vivo por carecer de apariencia, sin la posi-
una de las características más peculiares del bilidad de darse un rostro, de llegar a ser en su
movimiento mediador que define el pensamien- aparecer, y, por tanto, de pensarse?
to de María Zambrano, en el que el pensar se
entrelaza de forma constante con el ver. Pero Ciertamente, no puede ser la luz trans-
donde el ver no debe entenderse como la sim- parente y diáfana asumida por el pensamiento
ple función de un órgano que, semejante a un filosófico como metáfora y modelo propios,
rayo de luz, imprime su lectura en el mundo, que desdeña las sombras, por considerar que
ni el pensar se identifica con un ver con los no están a su altura, y las arroja humilladas a
ojos de la mente en la «luz impasible de la inte- sus pies, haciéndolas así indiferentemente
ligencia», según una larga y victoriosa tradi- todas iguales; ni puede «alumbrar ningún abis-
ción filosófica . mo sin reducirlo a lisa claridad».4 Si, por un

• Este texto corresponde a la Introducción de la autora a la versión italiana de Algunos lugares de la pintura, traducido con el título
Luoghi della pittura en Medusa, Milán, 2002.
1 Expresión utilizada por C. Revilla, «Claves de la "razón poética"», en Claves de la razón poética. María Zambrano: un pensamien-

to en el orden del tiempo, a cargo de C. Revilla, Editorial Trotta, Madrid, 1998.


2 La «piedad», a la que se dedica un importante capítulo en El hombre y lo divino, Siruela, Madrid, 1992, es definida por Zambra-

no como «saber tratar con lo otro», pág. 194.


3 M. Zambrano, Claros del bosque, Seix Barral, Barcelona, 1993, pág. 15.
2
4 Id., «España y su pintura», en Algunos lugares de la pintura, Madrid, Espasa Calpe, 1989, 1991 , recopilación a cargo de Amalia
Iglesias. Esta obra se citará a partir de ahora del modo siguiente: ALp, seguido del número de página.

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Aurora

lado, la luz plena del sol (filosófico) conduce a en ciertos momentos, en otros no se ve y nun-
la gran conquista de la abstracción, en su pre- ca acaba de veorse. Nunca puede ser apresada en
sunta autosuficiencia de astro único y en el un concepto, ni en una idea, como toda ver-
olvido de su nacimiento, por otro, deja defini- dad en estado naciente».? Ni puede ser revela-
tivamente enla sombra su propia raíz de expe- da por aquella forma de conciencia «sin inicio»
riencia vital, y, con ella, las diversas realidades identificada con la cartesiana «clarté», porque
en el mismo hacerse de la vida, donde el senti- se debe «distinguir entre lo que se presenta
do, un sentido en busca de su forma, se da uni- como claro y lo que en su palpitar oscuro crea
do al sentir. Esto es, deja sin rescate5 las formas claridad». 8
íntimas del vivir humano, «los ámbitos que en
sus oscuros movimientos de pasión y en su Es cierto que la inspiración poética o la
sufrir no resueltoé configuran las «entrañas» visión mística, esos otros modos de ver, ya lo
de nuestra historia sobre la tierra. Éstas, a su han intentado expresar, pero la gran apuesta de
vez, se encierran en una vida hermética y se lle- Zambrano es precisamente «no renunciar a la
nan de rencor entre inercia y rebelión ciega, filosofía» sino abrir en ella, poniéndola en jue-
dispuestas siempre al dominio de fuerzas oscu- go en una circularidad de saberes, otra pers-
ras e incontrolables. pectiva, a fin de que el pensar y el sentir, sepa-
rados e incompatibles a la luz de la razón pura,
Existe, parece decir también Zambrano, se alíen en un «sentir iluminadof». En el fon-
una necesidad vital (que es principalmente do, «saber contemplar, ¿no era acaso lo que le
«política»), una «razón práctica» de pensar en había pedido a la Filosofía?».9
otra luz. Una luz que penetre en la penumbra
para abrir en ella «hilos de luminosidad» y que Por ello, hay que volver a ver para volver
no arroje las sombras a los ínferos de la oscuri- a pensar. Dar visibilidad en primer lugar a la
dad, sino que las revele, las sostenga y las aco- luz misma y penetrar en sus sinuosidades
ja en un anuncio: la promesa de encontrar una escondidas, oscurecidas y olvidadas por aquel
claridad que no aniquile su aspiración a ser sal- «culto a la luz» (transparente, homogénea y
vadas en la luz. definitivamente abstraída de las sombras) cuyo
«teólogo» es Platón, y en el que la tradición
Por otra parte, los «infiernos inagota- filosófica se ha reconocido siempre. Sin
bles» del ánimo humano y de la historia no embargo, ello no quiere decir para Zambrano
pueden afrontar la luz solar en la que se disol- elaborar una nueva metafísica o una mística de
verían, y la luz en la que pueden aparecer no es la luz, ni contraponer una teoría romántica de
la luz atemporal y uniforme de la idea. Porque la noche, porque «demasiada luz llega a con-
«en la historia, lo que en estas tumbas de la fundir y borrar casi tanto como ninguna».lo
verdad germina y trasciende no es visible sino Más simple, y fenomenológicamente, significa

5 Sobre la importancia y la peculiaridad del gesto del rescate en el pensamiento de Zambrano remito a R. Prezzo, ,dI pensare che
riscatta il vivere», en L. Boella, R. De Monticelli, R. Prezzo y M.e. Sala, Filosofia, ritratti, corrispondenze, a cargo de F. De Vecchi,
Tre Lune Edizioni, Mantua, 200 l.
6 J. Moreno Sanz, «Introducción» a M. Zambrano, La razón en la sombra. Antología, Siruela, Madrid, 1993, pág. XXIX.
7 Mo Zambrano, «La tumba de Antígona», en Senderos, Anthropos, Barcelona, 1989, págo 216.
B Id., «La experiencia de la historia (Después de entonces», en Senderos, ed. cit., pág. 15.

9 Así se expresa Zambrano respecto de su afanada vocación filosófica en las páginas autobiográficas, escritas en tercera persona, de
Delirio y destino y recogidas también en "Una visita al Museo del Prado», en ALp, pág. 59.
10 Ido, «Nostalgia de la tierra», en ALp, págo 18.

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Papeles del «Seminario María Zambrano»

volver a partir de un gesto esencial: el de diri- fuera, sintiéndonos igualmente al descubierto


girse de nuevo a sentir la luz en su originalidad y en nosotros mismos. Aquí, en este ensayo,
viviente, en su «vivencia». Un gesto que, por los hilos que nos atan al mundo no se entrela-
otra parte, necesita de un saber, un saber que zan de manera unívoca en un claro esquema
nos pone en movimiento porque es un saber reticular sino que se muestran retorcidos, ambi-
contemplar y un disponerse a la visión. valentes y reversibles.

Veamos entonces qué luz escondida en la El ser humano es dado a la luz en una
luz declarada hace visible María Zambrano a lo suerte de ofrenda y de acto sacrificial (es un
largo de su reflexión. «sacrificio a la luz») que es, al mismo tiempo,
de promesa y esperanza en una «pasividad acti-
La luz, esa <<no-cosa anterior a todas las va» y no puramente en el destino. Porque a la
cosas que por ella existen», es nuestro medio, luz -a la que es dado- el ser humano debe ir en
«el medio de la vida humana»: «Vivir humana- busca de una «necesaria libertad», movido
mente -escribe en un ensayo de 1960 11 con como está por el anhelo de aparecer en una
palabras que se asemejan a algunas formula- luminosidad que lo revele a sí mismo y a los
ciones de Merleau-Ponty- es ver y ser visto, es demás, y que a la vez lo sustente y contemple.
moverse en la visibilidad». Entrar en la vida Pero aquella ceguera originaria, aquella «pla-
significa entrar en la visibilidad. Como el espa- centa de sombra» de la que proviene, nunca
cio y el tiempo, la luz es para Zambrano un «a podrá ser borrada, salvo que se ciegue a sí mis-
priori» del ser humano. Pero ésta todavía lo es mo. Como la tragedia de Edipo nos recuerda.
más originariamente, si se puede decir así, por-
que el ser humano no es simplemente un ser La luz recibida en statu nascendi no es
arrojado-al-mundo, y antes de ser-para-la- una luz simplemente vista sino íntimamente
muerte (como querría la definición heidegge- sentida. Ésta luz «hiere», como la luz de la
riana) es un ser-dado-a-la-luz. aurora que se insinúa en la oscuridad del ser
encerrado en sí y, al mismo tiempo, saliendo
Al hablar de «a prioris» hay que hacer de ella pero nunca en una salida definitiva,
una precisión necesaria. En Zambrano se trata abre y revela. Es esta luz, viva y mortal, «trági-
de «a prioris» que van más allá, o preceden (o, ca y auroral», es esta herida, la que, según
dicho de otro modo, dejan en epoche') al senti- Zambrano, puede dar razón del ser humana-
do pensado en las kantianas formas de la sen- mente vivo. Éste tiene en sí, es en sí, aquella
sibilidad. Fiel al «saber que se busca», al movi- misma herida abierta que no le permite ence-
miento de la conciencia en su mismo hacerse y rrarse en su ser, en su estar. No verla, rechazar-
a lo que para ella significa pensar (<<pensar es, la, no reconocerla significa dejar de revelarse
ante todo, en su raíz, descifrar lo que se siente, en ella. Por esto es necesario seguir naciendo,
el sentir originario», repite numerosas veces), en el resurgir de una conciencia discontinua
Zambrano no busca tanto lo que posibilita que siempre aparece de nuevo desde un fondo
nuestra experiencia como la experiencia misma de ceguera, mediadora «entre el destino y la
en el ser que nace con nosotros y respecto del libertad naciente»,12 entre el ser-dado-a-la-luz y
cual estamos, contemporáneamente, dentro y el venir-a-la-luz. Una luz, por tanto, «de la que

JI Id., «España y su pintura», en ALp, pág. 71.


J2 Id., «La tumba de Antígona», cit.

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Aurora

el sujeto participa haciéndola, no recibiéndola Zambrano en su Introducción, estos ensayos


en modo inerte».!3 quieren testimoniar, celebrando el «hecho
extraordinario» de la existencia de la pintura,
El ver como revelación sólo se da enton- lo sustancial que para ella hay en este arte y
ces en el abrirse de quien mira, y comporta un aquella «luz especial, propia, entrañable» en la
incipit reiterado y asimismo un pacto siempre que se da. Ciertamente, las espléndidas pági-
renovado entre la luz y las sombras, el fondo nas dedicadas a La Tempesta de Giorgione, al
oscuro y la visibilidad. El fondo es la condi- Niño de Velázquez, a la Santa Bdrbara del
ción de toda posibilidad de ver y éste se hace Maestro flamenco de Flemalle, a los dibujos
visible en cuanto la mirada se detiene ya que es eróticos de Picasso o a los de un inédito Gar-
este fondo inaccesible lo que le permite dete- cía Lorca, a algunas pinturas de Goya y Zur-
nerse, actuando como «posibilidad de la barán, están llenas de observaciones y conside-
visión». La opacidad no es, por tanto, la nega- raciones dignas de la mejor crítica de arte, pero
ción de la claridad, pura privación de luz, sino Zambrano no elige «sus» cuadros basándose en
la posibilidad misma de la visión, su oscuro abstractos cánones estéticos (<<porque yo de lo
espesor. Así, la luz de la aurora emerge siempre que es mejor o peor, en pintura ni en nada, no
de una oscuridad, y se destaca de un fondo Sé»,15 afirma con modestia); no es ésta la mira-
sobre el que «queda pintada».14 Del mismo da con que contempla tales pinturas. Con las
modo, la pintura surge de un fondo de opaci- cuales, en cambio, entreteje un diálogo íntimo
dad, indispensable a toda pintura y también a y personal, en el que el ojo mira «con toda el
lo que hay de pictórico en el mundo. En este alma, con toda la inteligencia y hasta con el
fondo originario -que no debe entenderse en llamado corazón», y ello equivale a «participar
el sentido de un pasado perdido en la noche de de la esencia contenida en la imagen, volverla
los tiempos, sino de una intimidad siempre a la vida».16
presente-, se inspira de modo constante la pin-
tura. Ella está siempre adherida a un fondo Para Zambrano los lugares de la pintura
(sea pared, telón o lienzo): es superficie que se son ante todo «lugares privilegiados» donde
adhiere al fondo, sombra que se revela en la «detener la mirada», porque recuerdan y reve-
luz. lan, pero sólo a quien sabe disponerse a la
visión respondiendo a la llamada de lo que nos
Es precisamente el intento de pensar en invita a ver, otra luz, otra forma de visibilidad
otra luz el elemento que guía los ensayos que a las que la filosofía parece haber renunciado.
Zambrano dedicó, en distintos momentos y La pintura <mo es hija de la luz de la filosofía
ocasiones, a la pintura, y que fueron recopila- diáfana, transparente, sino de la luz religiosa
dos luego en 1989, gracias al cuidado de Ama- de los misterios».17 Fue precisamente un culto
lia Iglesias en Algunos lugares de la pintura. En a una luz sin nacimiento ni cuerpo lo que
ellos no hay intención alguna de constituir un impidió que Grecia desarrollara el arte de la
capítulo de estética, entendida como filosofía pintura, observa muy agudamente Zambrano.
del arte o crítica de arte, para incluir en una Mientras que la luz en la que la pintura nace,
obra más amplia. Más bien, como escribe y que continuamente la inspira, vive de una

13 Id., «La experiencia de la historia», cit., pág. 15.


14 Id., De la aurora, Ediciones Turner, Madrid, 1986, pág. 13, cursivas mías.
15 M. Zambrano, «Santa Bárbara del Maestro de Flemalle», en ALp, pág. 121.
16 Id., «Una visita al Museo del Prado», en ALp, pág. 59.

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Papeles del «Seminario María Zambrano»

constitutiva y más humana paradoja (<<nace en el horno junto con otros objetos cotidianos,
la cavernas, pero nace de la luz [... ] luz trému- dando así cuerpo a la sombra. 19
la del resplandor del fuego»); es luz que no se
impone victoriosa sino que se expone en su Zambrano parece adherirse espontánea-
propio límite, más parecida a la «luminosidad mente a este relato. También para ella las artes
desigual [oo.] de la lámpara de aceite, indecisa, plásticas «no son nada más que hijas del hom-
oscilante y vacilante», a aquella «luz menor» de bre» y «frente al poeta y al músico, "inspirado",
la llama de una candela a la que se refiere visitado por las musas, el pintor y el escultor
Bachelard, que hace agudizar la vista sin poder tendrán siempre un rostro y una figura de
disolver nunca la opacidad de lo real pero, «fiel obrero». Las artes plásticas son en primer lugar
a su centro, no se encierra en su contenido, «trabajos», y en ellas no vemos tanto el pro-
sino que siempre rebosa un poco, impregnan- ducto de una inspiración como la «obra de
do de su propia luz su penumbra».18 Así, el muchos días» en la que estará siempre «impre-
amor que anima la pintura no se identifica con so el tiempo que ha tardado en hacerse».2o
el deseo de inmortalidad; antes bien es amor Además, la pintura, en particular, tiene que ver
de vida que nunca agota la fuente de su sed, pues con el sueño y los fantasmas, porque
amor como adoración de las cosas en su apare- naciendo «en las cavernas para apresar mágica-
cer. Por esto la pintura «es la más humana de mente algo que huye y se escapa, las almas de
las artes». los vivientes codiciados»,21 tiene «la necesidad
de apresar las sombras», una necesidad que
A diferencia de la música o de la poesía deriva de la soledad humana.
a las que se les atribuye un origen semidivino,
no hay ningún mito griego que narre el naci- La pintura no sólo tiene que ver con los
miento de la pintura. Disponemos sólo de fantasmas sino que, podría decirse, sabe qué
aquella humana anécdota artesanal que Plinio hacer con ellos: sabe tratarlos y, a su modo, los
el Viejo recuerda en su Historia naturalis. Se rescata. Pero ¿qué es y qué quiere un fantasma?
trata de la crónica de la hija del alfarero corin- Zambrano afronta la cuestión en un texto de
tio Butade, la cual se enamoró de un joven, 1959, Mitos y fantasmas: la pintura, que cons-
pero al tener éste que partir, la muchacha tra- tituye una aportación muy original, aunque
zó en la pared, a la luz de un farolillo, el perfil ignorada, al debate sobre el estatuto del fantas-
del rostro amado (umbram ex facie eius), «con- ma y sobre la espectralidad, del que, en ámbi-
torneando» de este modo, en una suerte de tos diversos y con resultados distintos, Freud y,
abrazo, «la sombra humana con una línea», en más recientemente, Derrida son reconocidos
el paradójico intento (magia y encantamiento) como los pensadores más significativos. En
de dar presencia a un espectro. A partir de una iluminadora comparación con el mito, y
aquellas líneas su padre creó un modelo en superando el tópico que ve en el fantasma algo
arcilla que dejó secar y luego lo hizo cocer en irreal, puro producto de la fantasía, Zambrano

17 Id., «España y su pintura», en ALp, pág. 84.


18 G. Bachelard, La fiamma di una candela, Editori Riuniti, Roma, 1981, pág. 7 (original francés: La jlamme d'une chandelle, PUF,
París, 1986, 8').
19 Sobre la fortuna de esta narración en la historia de la pintura véase V I. Stoichita, Breve storia dell'ombra. Dalle origini della pit-
tura alla pop art, trad. de B. Sforza, Il Saggiatore, Milán, 2000; pittura alla pop art, trad. de B. Sforza, Il Saggiatore, Milán, 2000;
véase también M. Bettini, JI rittrato dellamante, Einaudi, Turín, 1992.
20 M. Zambrano, «España y su pintura», en ALp, pág. 75.

21 Id., «Sueño y destino de la pintura», en ALp, pág. 94.

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Aurora

ofrece una lectura que merece especial aten- y cuando el fantasma, este revenant,
.,
Clono vuelve, representándose a distancia de tiempo,
«en un espacio no controlado por la concien-
A diferencia de los mitos, que, si bien cia», se insinúa con «rencor y anhelo», como
con leve apoyo en lo real, nacen esencialmente alguien a quien no se recuerda, como una
de la fantasía y son sueños que «tienden a «sutil venganza de lo que sufre y padece», olvi-
cobrar realidad» suscitando a una acción colec- dado en la oscuridad todavía palpitante y que
tiva que los realice, el fantasma es «realidad siente y anhela una mirada que lo contemple.
ensoñada» y nace de la realidad misma. De y no toma cuerpo sino sólo apariencia, necesi-
aquellas realidades arrancadas del tiempo que tado como está de que su fondo oscuro se
transita demasiado veloz y no les deja tiempo adhiera a una forma, y, a su vez, «restituye apa-
de nacer del todo; sofocadas en los lugares riencia» en el <;:uerpo en el que se manifiesta.
inciertos de la sombra, de la privación de una No es realidad lo que necesita, sino poder apa-
luz que las revele sin disolverlas, del silencio, recer, ver y ser visto, hacerse visible, por ello
en el fondo innominado que no es idea sino vuelve a pedir ayuda para sustraerse, aunque
sentir, mudo padecer en el ser. Los fantasmas sólo sea por un momento, al imparable flujo
son reveladores de aquella herida íntima que del tiempo.
siempre vuelve a doler, ya que «la originaria
apertura de la vida humana a las cosas que la La actitud adecuada al fantasma, afirma
rodean es padecerlas». Porque las cosas que no Zambrano, es por tanto la actitud «contempla-
son <<nada» a la clara luz de la conciencia, son tiva» de la mirada que se detiene en el fondo
«algo» cuando se las padece. «Por eso, en cier- oscuro en que éste se agita, y que se toma
to sentido son más reveladores del alma huma- tiempo y le da tiempo para asomarse, por un
na los fantasmas que la siguen y persiguen, que instante, en el aparecer. Es la mirada de la pin-
los mitos que presiden su histórica carrera», la tura donde los seres se dan en «un estar siem-
«historia declarada» y su «destino».22 El fantas- pre haciéndose», en una luz que nunca olvida
ma es la «decantación» de lo que en la realidad la oscuridad de la que proviene, en un espacio
está obligado a vivir en un estado espectral, de en que lo pintado «tiembla, se adelanta y se
«lo que en realidad tiene de obsesionante, de adentra, amenazando abismarse»23 y a veces «se
obsesivo» y que permanece insoluble, no reso- retrae». La pintura rescata, así, al fantasma
luble por el «disolvente de la conciencia». Los procurándole el medio adecuado de visibilidad
fantasmas no son realidad ni cuerpo sino lo para poder aparecer, no simplemente visto sino
que emana de un cuerpo, lo que se desprende revelado en el sentido de su existir, revelándolo
inesperadamente de ellos, «como esas figuras precisamente en su retraerse como algo refrac-
en que se condensa la niebla desprendida del tario a la vista. La pintura rescata al fantasma
lago». Los espectros, realidad incompleta que ofreciéndole no la eternidad, sino -en el conti-
permanece en lo indefinible, revelan las diver- nuum del tiempo- el vacio de un instante, en
sidades de la sombra que la conciencia como el que algo acontece: el instante perenne, el eco,
Espíritu ha unificado en el único horizonte de su surgir no suprimible, su evidencia sensible,
no-luz. la epifanía que lo sacraliza.

22 Id., «Mitos y fantasmas: la pintura», en ALp, pág. 62.


23 Id., «Sueño y destino de la pintura», en ALp, pág. 93.

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Papeles del «Seminario María Zambrano»

y es sobre todo en la pin rura de España, pliendo el proceso de ser») yen su «inimitable
tan pobre de luz filosófica, donde Zambrano blanco»: la blancura misma, espectro en que
ca pta la luz de una mirada que «aunque pura y todos los colores se recogen . «Esa blancura
elevada, [... ] reposa siempre en el fondo origi- -señala Zambrano- que en las clases de filoso-
nario di se ntir corpóreo». Y que, «lejos de fía nos habían dicho que era invisible» se torna
parar e de su fondo sensual, se sumerge en el aquí visible «no porque en verdad haya llegado
I ismo» como para «verlo desde dentro y sen- a ese absoluto de la blancura, sino porque la
t irlo en su propia superficie luminosa» a fin de anuncia»,25 y en la cual lo que está pintado está
que «al ser iluminado, no pierda nada de su en la plena promesa de su ser. Lo que aparece
condición umbrosa, de aquella mágica oscuri- entonces es una aurora: el aparecer de una apa-
dad de las tinieblas donde los cuerpos ti enen rición.
má intensidad que en la luz»; a fin de que no
se pierda el misterio de la desnuda existencia en Es éste el «enigma que rodea la pintura»
Las tinieblas.24 Como sucede espléndidamente que María Zambrano quiere, hablando de lo
en Velázquez, en Goya y, sobre todo, en la pin- que ve en ella, «tener despierto» en el pensa-
rura de Z urbarán (que «sólo ha pintado la mIento.
quietud en que quedan se res humanos y cosas
cuando han cumplido o están todavía cum - Traducción: Rosa Rius Gatell

Zurbarán, Bodegón

24 Id ., «Mitos y fanrasmas: la pinrura», en ALP.


2~ Id ., «Francisco de Zurbarán», en ALp, pág. 143.

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