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ISSN: 0186-1840
cotid@correo.azc.uam.mx
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Azcapotzalco
México
Elena Azaola*
Miguel Ángel Ruiz Torres**
La tesis que en este trabajo intentaremos sustentar, es que lo que hoy ocurre
en nuestras prisiones no puede –y no debe– ser visto de manera separada de la
puesta en práctica de una determinada política criminal. De manera especial, en
esta ocasión nos interesa arrojar luz sobre los sujetos que resultan criminalizados
como resultado de la política criminal promovida por el Estado.
La política criminal do sobre las políticas de seguridad pú- lógicas, para responder con pragma-
L
blica y de procuración de justicia en tismo a los problemas planteados por
México. De manera especial, en esta la prevención y la represión del fenó-
a tesis que en este trabajo in- ocasión nos interesa arrojar luz sobre meno criminal, entendido en toda su
tentaremos sustentar, es que lo que los sujetos que resultan criminalizados extensión”. La política criminal
hoy ocurre en nuestras prisiones no como resultado de la política criminal aglutina, así, a todas las ciencias pena-
puede –y no debe– ser visto de ma- promovida por el Estado. les, penitenciarias, policiales y, final-
nera separada de la puesta en prácti- Comenzaremos por definir polí- mente, al aparato jurisdiccional
ca de una determinada política criminal. tica criminal. Como propone Lazarges1, punitivo del Estado, así como a todas
Para desarrollar esta tesis, nos basa- por política criminal debemos enten- las políticas de intervención social de
mos en los estudios realizados por es- der “una reflexión epistemológica control.
pecialistas de diversos países que han acerca del fenómeno criminal, una des- Bien, pues no obstante que nume-
mostrado preocupación por el dete- codificación del fenómeno criminal y rosos países han optado por una polí-
rioro de sus prisiones. Asimismo, nos de los medios empleados para luchar tica criminal que hace de la pena
basamos en los resultados de una in- contra los comportamientos desvia- privativa de la libertad el instrumento
vestigación que hemos venido realizan- dos o delictivos; la política criminal es principal en el que finca sus expectati-
*
igualmente una estrategia jurídica y vas de reducir la tasa de la criminali-
Antropóloga y psicoanalista, investi-
social basada en las elecciones ideo- dad, diversos estudios han mostrado
gadora del Centro de Investigaciones y Estu-
dios Superiores en Antropología Social, que dicha política, que durante la últi-
1
<eazaola@ciesas.edu.mx>. Citado por Manuel Bermúdez Tapia, “La fra- ma década ha significado el encarcela-
** Antropólogo social, doctor en Antropo- gilidad de la política criminal y los derechos fun-
miento en masa en contra de los
logía por la Escuela Nacional de Antropología damentales en el sistema penitenciario peruano”,
e Historia, profesor de la Universitat de Urvio. Revista Latinoamericana de Seguridad Ciuda- excluidos, no ha producido los resul-
València. dana, FLACSO-Ecuador, núm. 1, mayo, 31-37, 2007. tados prometidos. Así, por ejemplo,
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un estudio efectuado por M. Green2 sobre la realidad bra- tadas y articuladas con las políticas sociales y con un ma-
sileña, ha aplicado modelos matemáticos para estimar los yor énfasis en la prevención. La crisis penitenciaria, sostene-
efectos del encarcelamiento, y ha mostrado de manera con- mos junto con una gran cantidad de especialistas, es el
vincente que los niveles de criminalidad son prácticamente resultado de una política criminal equivocada y del relativo
insensibles al tamaño de la población carcelaria. abandono de programas efectivos de rescate social, particu-
También algunas estimaciones efectuadas por el Home larmente los que deberían dirigirse a jóvenes en riesgo7.
Office para el caso del Reino Unido, señalan que apenas
existe un 1% de reducción de las tasas de criminalidad por Los sujetos criminalizables
cada aumento del 15% en la población carcelaria. Las evi-
dencias en favor de esta conclusión son innumerables. Ho- Hoy en día es un lugar común escuchar que nuestras poli-
landa y Francia, por ejemplo, tuvieron 12% de aumento en cías libran una ‘guerra sin cuartel’ contra los delincuentes.
las tasas de la criminalidad durante la década de los noven- Ello equivale a decir, contra toda la ciudadanía con poten-
tas, siendo que Holanda encarceló en el mismo periodo a cial de ser ‘criminalizada’, es decir, la mayoría. Así, al menos,
20 veces más delincuentes que Francia. Situaciones simila- lo propone Paul Chevigny8 en un estudio llevado a cabo en
res hicieron que, en noviembre de 2002, los gestores peni- Brasil, en el que apunta que los “políticos aceptan irreflexi-
tenciarios de 44 países del Consejo de Europa reunidos en vamente un modelo semimilitar en el que el trabajo de la
Estrasburgo, concluyeran que el número de presos en cada policía es ‘combatir’ al enemigo ‘delito’, encarnado en la
nación estaba determinado por las respectivas políticas persona del delincuente”, y de cómo este modelo “los cie-
criminales y no por las tasas de criminalidad3. ga a la simple percepción de que los policías son ciudada-
A la misma conclusión han arribado otros estudios nos, así como lo son aquéllos con quienes trabajan, y de
como los de Tonry y Frase4, que demostraron que cada que no hay tales enemigos”9.“Los líderes han logrado trans-
sociedad puede escoger, por varias razones, el número de mitir –señala el mismo autor– la impresión de que los
presos que admite tener, sea que tenga altas tasas de crimi- abusos policiales no se dirigen contra ‘el pueblo’ en su
nalidad o no. De este modo, se observa que Finlandia, Ca- conjunto, ni siquiera contra la gran parte del pueblo que
nadá y Alemania, por ejemplo, escogieron disminuir es pobre, sino solamente contra unos poco demonizados
drásticamente sus poblaciones carcelarias sin que ello tu- como antisociales”10. Sabemos que este razonamiento es
viera ningún impacto en la dinámica criminógena. Por el una falacia, por cuanto la violencia institucional es indis-
contrario, otros estudios disponibles, como el de Seymour5, criminada y se dirige contra toda la población, pero espe-
muestran el éxito que han tenido distintas experiencias cialmente contra los pobres.
que apostaron por prescribir penas alternativas a la prisión Así como esta aplicación discrecional del control so-
para la mayoría de los delitos6. cial suele ser severa sobre los vulnerables, permite, en
No obstante estas experiencias, lo que prevalece en cambio, que los privilegiados se eximan a sí mismos del
los países de América Latina son las políticas que privile- respeto de la ley. Tal es el grado de deslegitimidad del
gian el enfoque punitivo al tiempo que permanecen imper- sistema jurídico-penal que, como señala O’Donnell, “obe-
meables al cúmulo de evidencias producidas por la decer voluntariamente a la ley es algo que sólo hacen
experiencia internacional y por los estudios científicos. los idiotas [y] estar sujeto a la ley no es ser portador de
Desde este punto de vista lo que resulta evidente es que derechos sino una señal segura de debilidad social”11. Es
se requiere elaborar políticas criminales mucho más orien-
7
Ibidem.
2 8
“Incapacitation Effect of Imprisonment Policies on Crime”. Tesis de Paul Chevigny, “Definiendo el rol de la policía en América Latina”,
doctorado, Carnegie-Mellon Universitiy. en Juan E. Méndez, Guillermo O’Donnell y Paulo Sérgio Pinheiro (comps.),
3
Urvio. Revista Latinoamericana de Seguridad Ciudadana, núm. 1, mayo La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América Latina. Buenos Aires:
de 2007, FLACSO-Ecuador. Paidós, 2002.
4 9
“Sentencing and Sactions in Western Countries”. NY: Oxford Uni- Ibidem, p. 60.
10
versity Press, 2001. Ibidem.
5 11
“Alternatives to Custody”, 2006, <www.iprt.ie/iprt/1754>. Guillermo A. O’Donnell, “Las poliarquías y la (in)efectividad de la
6
Marcos Rolim, “Caminhos para a inovacao em seguranca pública no ley en América Latina”, en Juan E. Méndez, Guillermo O’Donnell y Paulo
Brasil”, Revista Brasileira de Seguranza Pública, año 1, núm. 1, Foro Brasileiro Sérgio Pinheiro (comps.), La (in)efectividad de la ley y la exclusión en Améri-
de Seguranza Pública, 2007, pp. 33-47. ca Latina. Buenos Aires: Paidós, 2002, p. 315.
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siones jurídico-normativas y sus intervenciones eje- En este sentido, el sistema jurídico-penal es un
cutivas se hayan transformado en funciones simbóli- concentrador centrífugo de violencias, tanto individua-
cas 18 –aunque por otra parte nada secundarias. les como colectivas, que construye la figura del delin-
Siguiendo a Michel Foucault 19, la penalidad surgió cuente para concentrar en ella su legitimidad. La prisión
como una manera de administrar los ilegalismos, de preventiva aplicada indiscriminadamente sobre el su-
trazar límites de tolerancia, de excluir a una parte y puesto del ‘delito flagrante’, y la supresión del principio
hacer útil a otra20; pero en la modernidad tardía, los de la presunción de inocencia27, son ejemplos de esta
objetivos y las estrategias del control punitivo han normalización.
sido “redireccionados” hacia el control de la pobreza 3) Lejos del pretendido carácter universal del sistema pe-
y el mantenimiento de la dinámica de inclusión-ex- nal, las instituciones de procuración de justicia llevan a
clusión social21, mediante el cual se legitiman las re- cabo un proceso de selección de ‘delincuentes’ de en-
laciones de poder y de propiedad existentes de los tre los individuos ‘criminalizables’, dirigiendo las sancio-
grupos minoritarios dominantes y socialmente privi- nes contra “una parte infinitesimal de sus potenciales
legiados22. No se trata, pues, de un sistema punitivo clientes”28, que no representan más del más del uno
para la tutela de intereses comunes, sino de uno diri- por ciento29. Este proceso es arbitrario y solamente
gido, en los términos propuestos por Bernal Sarmien- cumple la función de señalar chivos expiatorios a los
to, a la “custodia de las underclass” y el “management cuales atribuir las culpas. La “venganza pública” del sis-
de los desperdicios sociales”, abandonando el “lastre tema penal sobre estos últimos se orquesta con la fina-
del programa corrector-disciplinario propio de las lidad de “compensar simbólicamente las consecuencias
ideologías ‘re’ (reeducación, rehabilitación, resociali- que producen los delitos”30, es decir, de llevar a cabo un
zación)”23. sacrificio simbólico del sujeto que ha sido objeto de
2) El sistema jurídico-penal ha normalizado el uso de la una sanción penal como portador de una función puni-
violencia a través del sistema institucional, de tal modo tiva con el fin de restablecer la “confianza en el ordena-
que la conducta ilegítima de los actores estatales forma miento (jurídico-social) transgredido por la violación
parte del modo corriente de hacer las cosas de mu- de la ley”31.
chos cuerpos de aplicación de la ley24. Hay que aclarar,
no obstante, que “violencia institucional” no es lo mis- Este proceso de selección se lleva a cabo prioritaria-
mo que el weberiano “monopolio del uso legítimo de la mente sobre jóvenes varones de zonas pobres32, según lo
violencia”25. La pena es violencia institucional cuando han documentado diversos estudios en México, aunque “sin
reprime necesidades reales y tiene la función de repro- un patrón deliberado y planificado, de imposición sistemá-
ducir la violencia estructural, al mismo tiempo que la tica de grandes violaciones de los derechos humanos so-
esconde tras la “exaltación de la violencia delictiva”26. bre un segmento de la población”33. La selección de los
delincuentes se ejecuta mediante la “institución de la sos-
18
Ibidem, p. 226. pecha”, descrita ya por las teorías del etiquetamiento, y
19
Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: que centra la atención en un cuerpo regular de delincuen-
Siglo XXI, 1995.
20
Ibidem, p. 277 tes34. El reclutamiento de la “clientela del sistema” (la po-
21
Camilo Ernesto Bernal Sarmiento, “Michel Foucault: desenmasca-
rando las tecnologías del castigo” en Iñaki Rivera Beiras (coord.), Mitologías
27
y discursos sobre el castigo. Historias del presente y posibles escenarios. Barce- Juan E. Méndez, Op. cit., p. 34.
28
lona: Anthropos, 2004, p. 221. Alessandro Baratta, Op. cit., 2004, p. 313.
22 29
Alessandro Baratta, Op. cit., 2004, p. 301. Louk Hulsman, “Alternativas a la justicia penal y a la política crimi-
23
Bernal Sarmiento, Op. cit., p. 221. nal en Latinoamérica”, Anthropos. Alessandro Baratta. El Pensamiento crítico
24
Juan E. Méndez, “Problemas de violencia ilegal” en Juan E. Méndez, y la cuestión criminal, núm. 204, 2004, p. 188.
30
Guillermo O’Donnell y Paulo Sérgio Pinheiro (comps.), La (in)efectividad Mauricio Martínez Sánchez, Op. cit., p. 125.
31
de la ley y la exclusión en América Latina. Buenos Aires: Paidós, 2002, p. 32. Alessandro Baratta, Op. cit., 2004, p. 313.
25 32
Entendemos por la primera, y de acuerdo con Baratta (2004), la Claire Naval, Irregularidades, abuso de poder y maltratos en el Distrito
“limitación de derechos y represión de necesidades reales fundamentales Federal. La relación de los agentes policías y del Ministerio Público con la pobla-
de los individuos, mediante la acción legal o ilegal de los funcionarios del ción. México: Fundar, Centro de Análisis e Investigación, 2006, p. 6.
33
poder legítimo o del poder de facto en una sociedad” (pp. 300-301). Juan E. Méndez, Op. cit., p. 32.
26 34
Mauricio Martínez Sánchez, Op. cit., p. 126 David Matza, El proceso de desviación. Madrid: Taurus, 1981, p. 225.
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robar hasta 8 autos, sólo puede haber una violación, etc.–, así grupo de la Policía Judicial nos confiesa, así, que solamente
como también se establecen metas con respecto al número con medios ilegales es posible conseguir el fin del arresto:
de personas que deben ser aprehendidas en cada sector. “la ley nos limita, no podemos parar un auto injustificada-
Dice otro agente:“hacemos puestas a disposición diarias pero mente. Necesitamos ‘armas’ para poder detener, porque aho-
muchas son chafas, es pura basura, puro delincuente menor. ra sólo podemos cuentear a los sospechosos de que los
Nos obligan a ello para elevar su estadística. Son mil puestas a detenemos para verificar esto o lo otro”.
disposición por mes las que tenemos que hacer”. Las violaciones al debido proceso judicial para la de-
Existe en todo esto cierta lógica inquietante. La inep- tención preventiva son tan frecuentes que los policías, al
cia del sistema jurídico-penal, a pesar de lo que cabría es- contrario de lo que pasa con el uso de la tortura para obte-
perar, parece servir a los propósitos de la violencia ner una confesión, no tienen problemas en reconocerlo. Un
institucional. Es decir, esta violencia se aplica de manera agente de la Policía Judicial señaló: “La verdad es que segui-
arbitraria, selectiva, contraria a derecho y políticamente mos trabajando con trampas y mentiras, como hacer que
interesada, pero contiene la virtud de asegurar la repro- alguien salga de su casa con engaños para poderlo detener. Se le
ducción de las estructuras del Estado. dice: ‘acompáñeme porque atropellaron a su hijo’ y, cuando
sale, lo detenemos. Son recursos, son estrategias que utili-
Abuso de poder: la falsa disyuntiva entre zamos. Hay que buscar la forma de hacerlo caer”.
eficiencia y legalidad De acuerdo con Amnistía Internacional, el mecanismo
vigente de la averiguación previa, el cual permite recabar
El dilema entre el derecho y el orden es un conflicto que datos que pueden tener valor probatorio en el juicio, ani-
está en el centro de todo debate sobre la democratización. ma a la policía y a los agentes del Ministerio Público a fabri-
En realidad, se trata de una falsa disyuntiva, ya que no pue- car pruebas para conseguir que se dicte la sentencia
de existir un Estado de Derecho real sin respeto por los condenatoria55. Así nos lo hace saber también un coman-
derechos fundamentales de los ciudadanos. Los sociólogos dante entrevistado: “Lo que pasa es que nosotros podemos
de la desviación ya hablaron de ello, estableciendo una rela- hacer ‘cuadrar’ el expediente según los datos que anotemos”.
ción de oposición entre ambos términos “debido a que el Significa esto que los informes escritos que integran una
derecho implica una restricción racional de las reglas y los averiguación previa, supuestamente basados en las declara-
procedimientos que se utilizan para conseguir el orden”51. ciones de los detenidos y en otros datos, son modificados
Así, mientras que la legalidad consiste en hacer cumplir las para hacerlos coincidir [“cuadrar”] con la descripción del
leyes legalmente, el orden suele expresarse mediante la efi- delito que contiene el Código Penal, lo que permite iniciar
ciencia con la que éste ha logrado imponerse52. La manera una causa.
en que este dilema es resuelto consiste en la duplicidad, es La validez de la confesión como prueba autoincrimina-
decir, en aplicar tanto el derecho como el orden, pero en toria, aunada a la facultad de ‘custodiar’ al detenido durante
poblaciones diferentes, lo que se logra adoptando el “mé- horas, hace que el uso de la coacción física, psicológica y/o
todo de la sospecha”53. moral, y la tortura, a pesar de no ser reconocido por los
Invocando la coartada de “lograr la eficacia en la perse- policías, sean de hecho practicadas regularmente. Además
cución y el castigo de los delitos”, la política criminal de los numerosos informes que confirman su existencia56,
inflacionaria recurre a menudo a la violación de las garan- algunas declaraciones nos dejan entrever que estos actos
tías procesales que son fundamento de un Estado de De- son usualmente utilizados y racionalizados. Un comandan-
recho54. En nuestro caso, el pulso entre el respeto a la ley y te dice: “el MP agarra el Código Penal para desafanar a los
la eficiencia de dar resultados, cruza constantemente el dis- delincuentes porque ellos son los que ordenan, pero uno
curso de los policías que entrevistamos, justificando el uso también puede ver el código. Por eso, cuando yo presento a
de la violencia y el abuso de poder. Un coordinador de los delincuentes, ya los presento bien quebrados”. Otro policía
51 55
Skolnick en Daniel Matza, Op. cit., p. 233. Amnistía Internacional, Contra la tortura. Manual de acción. Madrid:
52
Ibidem. Amnistía Internacional, 2004.
53 56
Ibidem. CDHDF: 2003, 2004a, 2004b, 2005b, 2006a, 2007a; López Ugalde,
54
Daniel R. Pastor, Op. cit., p. 74. Op. cit.; Claire Naval, Op. cit.
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