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Situación de Crisis
Ing. Gumersindo Martínez
Consejería en Situaciones de
Crisis
Definimos crisis como un punto crucial o decisivo que no puede ser evitado. Una
situación de crisis puede ser esperada o inesperada, real o imaginada, actual (la
muerte de un ser querido) o potencial (la posibilidad de muerte de un ser querido)
Tradicionalmente se refiere que la palabra china para “crisis” es un ideograma que
significa tanto “peligro” como “oportunidad”.
Pero las crisis presentan a las personas la oportunidad para cambiar, crecer y
desarrollar mejores técnicas de adaptación a las circunstancias. Cuando la gente
enfrenta una crisis está más propensa a recibir ayuda, en especial la que proviene
ESTABILIDAD
CRISIS (inestabilidad)
Podría también resultar en una persona que tiene mayor estabilidad emocional y
espiritual. La dirección que toma su vida en este momento de crisis es determinada
por la severidad de la crisis, sus mecanismos de defensa y las contribuciones de
personas significativas que lo rodean en este momento difícil. El apoyo de los
amigos, de los parientes y del pastor es decisivo para la salud futura y bienestar. En
el momento de una crisis la persona tiende a ser influida más fácilmente que cuando
las cosas están normales. Por eso algunos acuden al alcohol o a las drogas en una
crisis, mientras que otros se vuelven a Dios por ayuda espiritual. Mucho depende del
sentido de valores de las personas que tienen contacto con aquellos que están
experimentando la crisis.
a la familia, puesto que hace que los miembros se unan aún más para superar la
contingencia. Cuando la situación de estrés proviene de adentro del núcleo familiar
(intento de suicidio, infidelidad, abuso de menores, alcoholismo) tiene a destruir los
lazos y deshacer la familia. Más desequilibrantes son las crisis que se suceden unas
a otras. A menudo la persona acude a la consulta de consejería debido a la última
en una larga serie de situaciones críticas. Esta fue la experiencia de Job, en la Biblia,
quien perdió consecutivamente sus bienes, su familia, su salud y su estatus social.
Su matrimonio sufrió conflictos, sus amigos lo vieron confundido y lleno de ira, y él
mismo no podía llegar a términos con un Dios que permitía que cosas malas
sucedan a gente buena.
Crisis de Desarrollo
Estas son las crisis que acontecen en el curso normal del desarrollo humano.
Comenzar la escuela, ir a la universidad, ajustarse a la vida de matrimonio o a la
paternidad, enfrentarse al retiro laboral y al envejecimiento, adaptarse a la salida de
los hijos del hogar o a la muerte de los amigos de uno son algunos ejemplos de
crisis del desarrollo. La Biblia nos propone el ejemplo de Abraham y Sara, quienes
tuvieron que adaptarse a la salida del hogar y ciudad paternas, a moverse de un
lado a otro, a la vida sin hijos, a recibir críticas, y finalmente al comando divino de
ofrecer en sacrificio al único hijo. Nos preguntamos también cómo una pareja
anciana, Zacarías y Elizabet, pudieron adaptarse a un hijo tan particular como Juan
el Bautista.
Crisis Existenciales
Este tipo de crisis se sobrepone a veces a las otras dos. Hay momentos donde la
persona se enfrenta a verdades acerca de sí misma;
• Soy un fracaso
• No sé que voy a hacer cuando me gradúe
• Nunca voy a tener éxito en mi empresa
• No obtuve el ascenso que esperaba
• Estoy solo
• Mi vida no tiene propósito
Estos conceptos toman tiempo y esfuerzo para ser asimilados. La percepción de uno
mismo como persona está en constante evolución, pero hay eventos que fuerzan
una súbita adaptación a una nueva imagen propia. Después de una gran victoria,
Elías fue perseguido por Jezabel y tuvo que escapar al desierto donde llegó a pensar
que su vida fue un fracaso.
Cuando la gente nos pregunta el por qué de sus crisis, es difícil dar una respuesta
definitiva. Aunque la Biblia nos da numerosos ejemplos de estos tipos de crisis que
hemos citado, no nos propone una explicación para la razón de ellas o las causas del
sufrimiento humano. Aunque podemos creer que Dios puede tener un propósito
último para nuestras vidas y que nuestro futuro está en sus manos, es posible que
en esta vida no obtengamos la respuesta a estos interrogantes. Nuestro objetivo,
entonces, será ayudar a nuestros pacientes a adaptarse a la situación, enfrentarse a
ella de la manera más saludable, y aprender lecciones que se pueden aplicar en el
futuro.
Los consejeros no pueden tratar a todas las personas o familias que atraviesen por
situaciones críticas de la misma manera. Procusto, personaje de la mitología griega,
andaba siempre con un lecho a cuestas. Cuando podía atrapar a una persona, la
acostaba sobre su lecho. Si la persona resultaba ser más grande que el lecho, le
cortaba lo que le sobraba; si más pequeña, la estiraba para ajustarla exactamente al
tamaño del lecho; y siempre las mataba. El consejero tiene que adaptar la técnica al
paciente, y no al revés. Existen diferencias individuales de flexibilidad, cultura,
hábitos de respuesta, fortaleza física y psíquica y niveles emocionales y espirituales
que hacen que las personas respondan de manera diferente al mismo evento.
Algunos tienden a ser optimistas, incluso en medio de la peor de las circunstancias.
Otros son pesimistas y se desaniman fácilmente. Algunos son capaces de discutir sus
crisis y analizar sus implicaciones. A otros se les hace difícil comportarse
racionalmente o pensar con claridad.
1. Establecer Contacto
Las personas que están en crisis no siempre acuden al consejero por ayuda. A
menudo somos nosotros los que tenemos que aproximarnos al paciente para
mostrarle calidez, comprensión e interés genuino. Hay que escuchar con mucha
atención para descubrir las preocupaciones principales del paciente y sus puntos de
vista antes de emitir algún consejo. Si la persona fantasea acerca de su situación,
hay que hacerla regresar a la realidad con mucho tacto y suavidad. El contacto
visual es importante, demostrando nuestro profundo interés por su situación.
También el toque, especialmente en situaciones donde las palabras no son
suficientes para expresar el consuelo que queremos transmitir. Hay que tener
cuidado con las diferencias culturales, puesto que en algunas sociedades existen
tabúes acerca del contacto físico entre personas no relacionadas por lazos familiares.
Cuando se sabe utilizar, el toque es terapéutico y alentador.
2. Reducir la Ansiedad
La personalidad sosegada y serena del consejero es esencial para transmitir
tranquilidad y calma al paciente, especialmente cuando va acompañada de palabras
de seguridad y aliento.
a. Recursos Espirituales
El consejero cristiano no debe perder de vista a la presencia y guía del Espíritu
Santo, junto a las palabras de aliento y promesa de las Escrituras. Estas pueden ser
fuente de fortaleza y dirección en tiempos de crisis. Algunos consejeros utilizan las
Escrituras como herramienta para empujar o manipular al paciente para que haga lo
que ellos desean que él haga. Esto no es ético ni efectivo. La Biblia debe ser
presentada como una verdad que el Espíritu Santo puede emplear para producir un
cambio, si así lo desea.
b. Recursos personales
A veces el paciente se torna muy dependiente del consejero en los tiempos difíciles.
Puede ser que sea necesario por algún tiempo, pero es bueno destacar
tempranamente las fortalezas con las que cuenta el aconsejado. La mayoría de la
gente tiene capacidades intelectuales y físicas, habilidades, actitudes productivas o
motivaciones que pueden ayudarles a crecer durante las crisis. Al señalarlas, hay
que ser realistas. Recordemos que el solo hecho de listar los puntos fuertes, y
recordar los éxitos pasados, puede ser de gran ayuda al paciente para adaptarse a
la situación actual.
c. Recursos interpersonales
A veces la persona que está en crisis tiene una red de personas que tiene que
activar. Familiares, amigos, iglesia, socios y personas de la comunidad ayudarían con
gusto si tan sólo supieran de la situación. A la gente se le puede pedir que ore, que
haga donativos o provean de ayuda práctica durante la crisis. Si no conoce las
personas a las que se puede recurrir, pregunte al paciente o a un familiar del
mismo.
En ocasiones el paciente no desea pedir ayuda o prefiere que nadie conozca de su
problema. Si este es el caso, hay que convencerle de la satisfacción que los amigos
experimentan cuando ayudan, y de la necesidad de interdependencia en la sociedad.
Hay que ser sensibles a la pena que les da a algunos el pedir ayuda, al sentimiento
de amenaza al contar a otros sus problemas o al enojo que puede dirigir el paciente
contra el consejero que sugiere involucrar a otros en la solución de la crisis. Es
importante discutir esto con el paciente y alentarle a que pida, por sí mismo si es
posible, ayuda. Es bueno recordarle que habrá oportunidad para hacer por otros lo
que otro está haciendo por él. Solidaridad es un valor que se puede sembrar y
cosechar.
Si la persona en crisis carece de una red de amigos a la que acudir, hay que
ayudarle a desarrollar una. Con todo, hay que evitar que la persona se transforme
en dependiente de otros, actitud que le impediría crecer. Hay que alentar al grupo
de ayuda a que colaboren sin limitar el crecimiento del paciente.
d. Recursos Adicionales
Toda comunidad tiene recursos médicos, financieros, legales, psicológicos o
financieros que pueden ser movilizados para ayudar a la crisis presente. A veces el
paciente necesita dinero, un lugar donde vivir temporalmente, alguien que cuide a
sus niños mientras trabaja, comida u otros recursos tangibles. Hay que ayudarle a
encontrar esos recursos, que a menudo se hallan en la iglesia local.
5. Plan de Intervención
Luego de evaluar el problema y considerar los recursos disponibles, es conveniente
decidir por un curso de acción que responda a la pregunta: “Específicamente, ¿qué
haremos ahora?” Juntos, el consejero y su paciente examinarán los hechos y harán
una lista de las probables respuestas a la crisis. Hay que responder: “¿Cuán realistas
son estas propuestas?” y “¿Qué haremos primero, segundo y subsecuentemente?”
Algunas personas tienen dificultad para arribar a una decisión. No queremos ejercer
sobre el aconsejado más presión que la que ya tiene, pero tampoco queremos
generar dependencia o una actitud de dejar que otro resuelva sus problemas.
Amablemente, pero con firmeza, el consejero puede ayudar al paciente a hacer
planes o a encontrar una mejor alternativa cuando el plan primero no funcionó.
6. Animar a la Acción
Algunas personas van a arribar a un plan de acción, pero se verán impotentes para
llevarlo a cabo, o se sentirán ansiosos de ponerse en marcha. Tomar una acción
involucra un riesgo de fracaso, especialmente si la acción demanda moverse a otra
ciudad o cambiar trabajo. El consejero tiene que animar a su paciente a actuar, a
evaluar el progreso y, cuando necesario, modificar los planes para tomar otras
acciones.
• Actuar
• Evaluar los resultados de la acción tomada
• Basados en la evaluación, continuar con la acción elegida o corregir siguiendo
esta lista desde el principio
7. Dar Esperanzas
La sesión de consejería tiene más chance de éxito si se le da al paciente un sentido
de esperanza realista en el futuro. La esperanza trae alivio al sufrimiento actual
porque está basada en la creencia en que las cosas mejorarán. La esperanza nos
ayuda a evitar el desánimo y libera energía mental y espiritual para afrontar la crisis.
El consejero cristiano transmite esperanza utilizando:
8. Seguimiento
La consejería en situaciones de crisis es usualmente breve. Luego de una o dos
sesiones, el aconsejado regresa a su rutina diaria de vida y puede que no regrese a
otra sesión. ¿Aprendió algo positivo? ¿Manejará más apropiadamente la próxima
crisis? Esto concierne al consejero, quien intentará mantener el contacto con una
visita personal o una llamada telefónica. A veces ayuda hacer contacto en ocasiones
especiales, por ejemplo el aniversario del fallecimiento de un ser querido, o la
primera Navidad que un divorciado pasa solo. Incluso cuando no se requiera una
sesión de consejería, tal contacto recuerda al paciente que no está solo y que hay
alguien que se preocupa por él.
trabajo, amputación, partida de los hijos del hogar paterno o de un pastor a otra
iglesia, la venta de un carro favorito o la pérdida de una casa por el fuego.
La Biblia y el Duelo
La Biblia describe la muerte y el duelo de muchas personas. Leemos en el Antiguo
Testamento a Jacob llorando la pérdida de José y rehusando ser confortado, David
llorando la muerte de su hijo Absalón y Jeremías lamentando la muerte del rey
Josías. Los Salmos nos aseguran la presencia de Dios al atravesar el “valle de
sombra de muerte”. Isaías nos presenta al Mesías como un “varón de dolores,
experimentado en quebranto”. Los pasajes del Nuevo Testamento que tratan con la
aflicción de la pérdida pueden agruparse en dos secciones:
Nadie puede decir cuánto tiempo dura el duelo. Para algunos es tan sólo unas pocas
semanas o meses. Los estudios hechos en viudos indican que la mayoría necesita
tres a cuatro años para reestablecer sus vidas. Incluso entonces la vida no retorna
nunca a la normalidad como era antes. Y todo esto involucra esfuerzo.
No existe una serie ordenada de eventos que caractericen al duelo normal. Involucra
a menudo intensa pena, dolor, soledad, enojo, depresión, síntomas físicos y cambios
en las relaciones interpersonales. Frecuentemente aparecen negación, fantasía,
inquietud, desorganización, ineficiencia, irritabilidad, necesidad de hablar
excesivamente acerca del fallecido, adopción inconsciente de las maneras del
ausente, y un sentimiento de que la vida ya no tiene sentido. En la presentación de
estos síntomas hay una gran variedad dependiendo de las características personales
de cada uno, trasfondo cultural y religioso, relación con la persona muerta y grado
de intimidad y dependencia de la misma. Aunque el doliente nunca se recupere
completamente de su pérdida, la mayoría eventualmente retornan a un estado de
b. Tipo de pérdida. Cada tipo de pérdida parece traer su propia clase de reacción
y duelo. Cuando uno es adulto, la muerte de sus padres aparece de alguna manera
anticipada y fácil de asimilar. La muerte del cónyuge trae otro tipo de carga
emocional, y mucho más difícil es aceptar la muerte de un hijo. Los padres a
menudo se sienten culpables, enojados, deprimidos, condenados e incompetentes
por haber fallado en proteger a su hijo de la muerte, aunque no hubiera nada que
pudiesen haber hecho al respecto. Es axiomático que “la intensidad del duelo es
proporcional a la intensidad del amor”.
1. Efectos físicos
El duelo puede afectar la salud. El sistema inmune del organismo está impedido, por
lo que la persona es más susceptible a las infecciones, especialmente en los seis
primeros meses de duelo. La tasa de mortalidad aumenta en los primeros años de
viudez, con un incremento significativo de la insuficiencia cardiaca congestiva,
hipertensión arterial, accidentes cerebro – vasculares y cáncer. El estrés de la
pérdida lleva al agotamiento físico, debilidad, cefaleas, indigestión, pérdida del
apetito e inhabilidad para conciliar el sueño.
3. Efectos sociales
La muerte de un ser amado es una disrupción social de magnitud. Cuando muere un
cónyuge, el otro tiene que adaptarse a la vida de soltero y tiene que aprender a
relacionarse con los otros de nuevo. Para evitar las tensiones sociales, muchos en
etapa de duelo se aíslan de los demás, se ocupan excesivamente para no
enfrentarse a la realidad, o comienzan a viajar. Nada de esto es dañino, pero puede
volverse un recurso para negar la realidad de un cambio en el estatus social de de la
persona.
4. Efectos patológicos
Las reacciones de duelo patológico aparecen cuando se niega, se retrasa, se
prolonga o se distorsiona el duelo, de manera tal que hay intenso temor, culpa,
sensación de desamparo, aislamiento u otros síntomas anormales. Especialmente
ocurre cuando la muerte fue súbita o inesperada, el doliente era excesivamente
dependiente del fallecido, existía una relación ambivalente (amor mezclado con
odio), quedaron asuntos sin resolver entre el fallecido y sus sobrevivientes
(hermanos que no se hablaban por años, conflictos matrimoniales no resueltos,
etc.), la causa de muerte fue accidental o violenta y la muerte dejó al sobreviviente
con tareas difíciles tales como criar niños pequeños o tomar decisiones financieras.
• Resistencia a hablar del fallecido, acompañada con una intensa tristeza cada
vez que se lo nombra.
• Tendencia a hablar del difunto en tiempo presente (“No le gusta que haga
esto”)
• Amenazas abiertas o veladas de autodestrucción.
• Depresión profunda y persistente, a menudo acompañada de culpa y baja
autoestima.
• Conductas antisociales.
• Hostilidad excesiva, cambios en el estado de ánimo súbitos o culpa.
• Consumo excesivo de alcohol o drogas.
• Aislamiento y rechazo hacia los demás.
• Impulsividad.
• Enfermedades psicosomáticas persistentes.
• Veneración excesiva de objetos que recuerdan al desaparecido.
• Oposición a cambiar la habitación del difunto o a deshacerse de sus
pertenencias.
• Resistencia a las ofertas de ayuda y consejería por parte de otros.
• Estoica oposición a demostrar algún tipo de emoción relacionada con la
pérdida
• Actitud eufórica, casi feliz, que se explica a veces como “el gozo del Señor”.
• Hiperactividad.
Consejería al Suicida
¿Quiénes están en riesgo de suicidarse?
Los estudios muestran que hay ciertas condiciones que viven las personas, que
hacen que los intentos de suicidio sean más frecuentes. Mencionamos algunas de
estas condiciones con el fin de que el consejero esté alerta a las cosas que
representan señales de alarma.
1. Hay una común creencia que quienes hablan de matarse nunca lo harán. Los
hechos muestran que ocho de diez personas que se suicidan previamente han dado
pistas y advertencias acerca de sus planes. Por lo tanto, toda amenaza de suicidio,
por velada que sea, debe ser tomada seriamente.
2. La persona que amenaza con el suicidio está jugando con la muerte, con la
esperanza de que alguien escuchará su grito de ayuda. Realmente, ellos no quieren
matarse.
3. Las personas en crisis pasan por una entapa en que piensan en suicidarse.
Cuando la crisis ha pasado, tienden a adaptarse de nuevo y encaminarse en la vida
con un propósito. Por lo tanto, nuestra tarea es ayudarles a pasar la crisis inmediata
que están enfrentando.
4. El suicidio no es más frecuente entre los ricos que entre los pobres. Los estudios
muestran que personas de todos los niveles socioeconómicos intentan quitarse la
vida.
No es la enfermedad del hombre rico ni la maldición del hombre pobre.
Consejería al Suicida
1. Estar alerta a las señales. Al realizar su tarea entre los que sufren,
deprimidos o personas en crisis, el consejero tiene que estar alerta para captar
cualquier señal que indique que la persona esté quizás contemplando quitarse la
vida. Sorprenderá descubrir que la persona está dispuesta a compartir su problema
interior y que espera que alguien intervenga para impedir su intento. Es apropiado
abrir el tema del suicidio y, en forma franca y amable, preguntar directamente sobre
las intenciones del paciente. La pregunta no “plantará la idea” en la mente del
suicida sino que, al contrario, permitirá al consejero desactivar los patrones de
pensamiento que llevarán a la persona a herirse a sí misma.
2. Ofrezca ayuda. Las personas usualmente hablan de manera franca sobre las
frustraciones que los fuerzan a contemplar el suicidio. Si el consejero responde de
manera abierta, sin escandalizarse, la persona se sentirá en libertad de compartir
sus inquietudes y ventilar sus sentimientos. Si el consejero reacciona mostrando que
el pensamiento del suicidio es escandaloso o un pecado grave, el paciente entonces
probablemente ocultará los detalles de sus planes. Cuando la persona resuelve
suicidarse es porque no puede ver otra opción a la vida. La oferta realista de ayuda
a problemas concretos (enfermedad, falta de trabajo, problemas financieros) quita la
presión actual sobre el paciente y le provee de una esperanza de que las cosas
puedan cambiar.
Violencia y Abuso
Violencia y abuso, especialmente en el hogar, parecen estar incrementándose. Los
medios de comunicación y organizaciones del gobierno y otras no gubernamentales
(ONG) están llamando la atención sobre el maltrato de niños, violaciones, violencia
intrafamiliar, abandono o abuso de niños y maltrato de ancianos. No solamente
estos problemas están ganando atención, sino que parece que se están
empeorando.
El abuso es difícil de definir. El abuso infantil involucra el daño físico o mental,
abuso sexual o explotación, tratamiento negligente o maltrato de niños menores de
18 años, causado por una persona que es responsable por el bienestar del menor. El
abuso doméstico, en la gran mayoría de los casos, presenta a la esposa como
víctima, e incluye asalto físico deliberado, amenazas de violencia, abuso emocional
(ridiculización, comportamiento ofensivo o abandono) y participación forzada en
actos sexuales degradantes. El abuso al anciano comprende el maltrato a las
personas de la tercera edad con conductas tales como manejo rudo, golpes,
negligencia, abuso verbal y condenatorio, negación de alimentos o medicación,
explotación financiera, maltrato sexual o despreocupación de las necesidades de
confort o contacto humano.
Es difícil obtener datos ciertos en los países latinoamericanos. Un estudio mostró que
en los Estados Unidos, durante el período de un año 1.7 millones de personas se
enfrentaron a un cónyuge que amenazaba con un cuchillo o pistola. De acuerdo con
el FBI, entre 50 y 200 mil violaciones ocurren cada año. Se estima que la violencia
intrafamiliar ocurre en 3 a 6 millones de familias, de 12 a 15 millones de mujeres
son víctimas de incesto, entre 2 y 4 mil niños mueren anualmente a causa del abuso
infantil o abandono, unos 1.5 millones de niños son víctimas de negligencia en su
cuidado y entre 100 y 200 mil niños son abusados. 4% de los ancianos (alrededor
de 1 millón) son víctimas de abuso, y sólo 1 de cada 6 se reporta a las autoridades.
2. Abuso aprendido
Los niños que son abusados u observan actitudes violentas en sus padres se vuelven
a menudo abusadores en la edad adulta. Un estudio sobre el abuso de ancianos
demuestra que 1 en 400 niños que son educados sin violencia atacan a sus padres
en la edad adulta, comparado con 1 de cada 2 que han sido abusados por sus
padres. Cuando los niños crecen en familias donde las peleas y agresiones físicas
son comunes, aprenden a comunicarse violentamente. La conducta abusiva y
delincuencial puede ser aprendida y pasada de una generación a otra.
3. Inseguridad personal
Hay estudios que prueban que los abusadores a menudo son personas que se
sienten inseguras y amenazadas, con bajo concepto de sí mismos. A veces el
abusador de su esposa se siente celoso, posesivo e intimidado por su esposa, y trata
de ocultar su elevar su autoestima siendo “macho”. Hay estudios hechos sobre
violadores que muestran que a menudo son hombres violentos que canalizan su ira
y sentimientos de inadecuación sexual atacando mujeres y usando el sexo como un
arma. El incesto, en contraste, es menos violento, pero se ve frecuentemente en
hombres que buscan cariño y comprensión en sus hijas. A menudo obtienen
gratificación sexual con otras parejas, pero se sienten incapaces de lograr el grado
de intimidad emocional que alcanzan en la relación incestuosa. Otros hombres
simplemente se aprovechan de sus hijos que son demasiado indefensos para
protestar o defenderse.
abuso sexual cuando niños sentían que el daño era permanente. El 83% decía que
el daño causado era sobre todo emocional.
Los efectos generales del abuso pueden ser agrupados en tres amplias categorías:
a. Sentimientos
La víctima de abuso se siente enojada, temerosa, avergonzada, culpable, confundida
e indigna. Muchas víctimas reportan sentirse sucias, violadas, vulnerables e
incapaces de confiar en otros. La depresión y la autolástima son frecuentes.
b. Pensamiento
Personas abusadas tienen conceptos de sí mismas muy disminuidos, y se consideran
incompetentes, inadecuados, inatractivos, dependientes y no deseados por otros. A
menudo las víctimas tienen su moral muy baja y presentan dificultad para
concentrarse. Se culpan a sí mismas del abuso recibido y creen que habrán hecho
algo para merecerlo.
c. Acciones
El abuso a veces lleva a la víctima a desarrollar actitudes antisociales, problemas de
aprendizaje, tensiones interpersonales, ineficiencia en el trabajo y la tendencia a
volverse ella misma abusiva y violenta. A menudo las víctimas se recluyen del
mundo exterior, o comienzan a beber alcohol o aislarse a un mundo de fantasías
mentales.
a. Impacto
Dura de pocas horas a varios días, y es caracterizada por un estado de choque,
incredulidad, ansiedad y temor. La víctima está confundida y no sabe si reportar o
no el abuso, y hay miedo que el abuso se repita. A veces se agrava porque se siente
sobresaturada con personal médico o policial que hace preguntas. En esta etapa el
consejero puede ser de gran ayuda dando apoyo, ayudando a tomar decisiones o
encontrando ayuda médica adecuada y un lugar seguro donde estar.
b. Negación
Para poder adaptarse al estrés, la víctima trata de empujar a un lado el trauma del
abuso y retornar a un nivel de funcionamiento precrisis. La víctima necesita sentirse
segura, organizada y en control. Para los demás, y aun para la víctima, parece que
todo ha vuelto a la normalidad, pero el dolor persiste todavía y necesita ser tratado
para que ocurra sanidad completa. La etapa de negación puede persistir unos pocos
días o establecerse por varios años.
c. Procesamiento
Comienza cuando la experiencia traumática no puede ser suprimida por más tiempo.
A veces una crisis o un evento emocional desencadenan la cascada de viejos
sentimientos, y la víctima no puede detener la inundación de emociones, ansiedad,
d. Integración
Esta etapa se inicia cuando la víctima no se siente más controlada o dominada por
los efectos del o los ataques o abusos. Esta experiencia es vista como un evento
significativo y doloroso, pero perteneciente al pasado. La persona ha crecido en
madurez psicológica y espiritual y puede seguir adelante con su vida.
Los niños raramente reportan el abuso sexual o físico, sea porque no saben a quien
recurrir, o porque han sido amenazados con sufrir más daño si lo hacen. Podemos
sospechar abuso o negligencia si observamos que el niño:
Para el observador casual, quizás no haya evidencia de abuso. Hay pocas marcas y
el niño luce por demás saludable. Pero a veces la única indicación será un
comportamiento inapropiado como agresión, patrones de sueño alterado o
conductas sexuales extrañas o precoces. Es verdad que los niños tienen una
imaginación muy vívida y a veces crean historias, pero los niños pequeños son
incapaces de fantasear acerca de algo que no han experimentado antes. Muchos
niños han sido amenazados para que guarden el secreto del evento. Incluso se
retractan de lo que hayan manifestado en privado cuando el secreto sale a luz.
Los niños mayores o adolescentes se dan cuenta que es difícil creer que un adulto
aparentemente normal, especialmente un padre, sea capaz de molestar
repetidamente a su hijo o hija. Las víctimas se enfrentan a una audiencia incrédula
cuando se quejan de incesto, y corren el riesgo de ser no creídos, humillados,
criticados e incluso castigados. El abuso de niños, y especialmente el incesto,
involucra a toda la familia. La víctima es la que más sufre, pero toda la familia
necesita ser tratada.
tratar finalmente con la ira, la baja autoestima, la inseguridad y los miedos que le
han estado persiguiendo por tanto tiempo.
Dos o tres semanas después del ataque, muchas mujeres experimentan pesadillas,
temores irracionales e inquietud ansiosa. A menudo se toma la decisión de moverse
a otra ciudad, cambiar el número telefónico, permanecer todo el tiempo en la casa o
buscar la compañía permanente de un amigo. La víctima está en proceso de
reorganizar su vida luego de la horripilante experiencia de ser atacada sexualmente.
Algunas mujeres necesitan apoyo, libertad para expresar los sentimientos,
aceptación, la oportunidad de hablar con alguien que las consideren normales y guía
al tomar las decisiones. Algunas querrán discutir la pregunta: “¿Por qué yo?” y
necesitarán la afirmación del amor y cuidado continuo de Dios.
cónyuge que también son, de una u otra manera, víctimas del ataque y cuyas vidas
también están alteradas como resultado.
2. Reacción compuesta
Aquellas víctimas que han tenido dificultades físicas, psicológicas o sociales previas
al ataque a veces desarrollan una serie de síntomas más intensos, tales como
depresión, conducta psicóticas o intentos de suicidio, desórdenes psicosomáticos,
abuso de sustancias, alcoholismo o “acting out” sexual. Frecuentemente estas
pacientes necesitarán ser derivadas para un tratamiento más profundo que la
consejería.
3. Reacción silente
Estas mujeres, incluyendo las que han sido abusadas en la niñez o adolescencia, no
han contado a nadie del evento, nunca expresaron sus sentimientos, y han estado
llevando una pesada carga psicológica. Luego en la vida estas mujeres desarrollan
ansiedad, temor a los hombres, conductas sexuales de evitación, temores
irracionales a estar solas o salir de la casa, pesadillas y pérdida de la autoestima. Si
estas personas son nuevamente abusadas, a menudo ocupan tiempo en la
consejería hablando más de la primera violación que del último ataque.
una razón poderosa para ocultar el abuso. Algunas mujeres creen que la conducta
cristiana apropiada es someterse a su esposo abusivo. Los consejeros, por lo tanto,
tienen que estar alerta a los signos de abuso matrimonial que se puedan presentar:
Ayudando al abusador
Las víctimas de abuso suelen recibir ayuda de varias fuentes. El abusador, en
cambio, es condenado, ignorado y encarcelado sin ningún tipo de tratamiento. Los
abusadores necesitan consejería también. Entre el 35 y 80 % de los abusadores que
no son tratados repiten los ataques.
Cuando son confrontados, muchos abusadores niegan lo que han hecho, excusan
sus acciones o tratan de desviar la culpa hacia la víctima u otra persona. No es
sorpresa que la recurrencia en el abuso es disminuida significativamente cuando el
agresor es arrestado. La realidad de las multas, prisión y desgracia social hace que
la negación no sea posible y fuerce al abusador, especialmente al que recién se
inicia, a buscar ayuda. Aconsejar al abusador es un proceso a largo plazo que tiene
que ver con el tratamiento de la ira, baja autoestima, y pérdida de control del
abusador. Muchos no pueden comunicarse satisfactoriamente, no saben resolver
problemas, solucionar conflictos o manejar su estrés. Siendo que muchos
abusadores fueron a su vez víctimas de abuso, es importante tratar con las
inseguridades y actitudes que se han instaurado durante muchos años. Muchos
abusadores nunca han aprendido como expresar sus sentimientos de una manera no
violenta y aceptable socialmente. Algunos tienen conceptos rígidos con respecto al
papel del marido en la relación matrimonial. Otros conservan conceptos erróneos,
como el mito de que la mujer abusada disfruta del abuso, que la víctima “atrae” al
abuso o que la violencia es una manera “macho” de ejercitar la autoridad. Estas
actitudes tienen que ser desafiadas y cambiadas para que el abuso cese.