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RAQUEL TIBOL JOSE CLEMENTE OROZCO: UNA VIDA PARA EL ARTE Breve historia documental FONDO DE CULTURA ECONOMICA MENICON V. EN LA OTRA FRONTERA EL 11 DE diciembre de 1927, en la estacién Colonia de la capi- tal mexicana, Orozco tomé el tren rumba a los Estados Uni- dos. No Ilevaba visa de turista ni de artista visitante sino de residente, Las experiencias de una década atrds lo empujaton a solucionar previamente cuanto pudiera crearle problemas con Jas autoridades migratorias estadunidenses. Iba a Nueva York a trabajar, pero en condiciones bastante diferentes a las de 1917: dejaba en México una familia con tres pequefios hijos (Lucrecia apenas cumpliria un mes de vida); una obra murali tica que seguramente habja obligado a Diego Rivera a corregir tuna opini6n can contundente como prematura. En un manus- crita de 1925, reproducido por Bertram D. Wolfe, su bidgrafo, Rivera negaba a Orozco capacidad alguna para la pintura mo- numental. Aceptaba que su obra de dimensiones menores era conmovedora, genial, terrible, cierna y demasiado sentimental; pero consideraba que, a pesar de cualquier esfuerzo heroico de su colega, la pintura monumental seguirfa siendo para él cerre- no extrafio. “Jamés una pintura de Orozco —habia opinade contundente Rivera— lenaré la funcién de una decoracién mural en una edificacién arménica.”" Este errado diagnéstico, seguramence repetido por Rivera ‘en diversas ocasiones, més la consabida o habitual rivalidad pro- fesional, y un profundo desacuerdo estético, alimenté en Oroz~ co una antipatfa fenomenal hacia Rivera. En su corresponden- cia particular con sus amigos Jean Charlot y Jorge Juan Crespo de la Serna, entre 1928 y 1932, Orozco dedicé a Rivera deno- ' Bertam D. Wolfe, Digo Rises, s« vida, sx obra y 1 toca, Ediciones Ercill, Santiago de Chile, 1941, p. 184. 105 126 ENLAOTRA FRONTERA minaciones y calificativos burlescos y despreciativos: Diegoff Riveritch Romanoff, jpobre fat man!, Potentado, Mastodonte, Gran Lfder Folklérico, Fulano de Tal, ese Sefior, el Otro, Rajén, Ja Puerca, la Pianola de la Pintura, el Sorolla mexicano, el So- rolla azteca, el Sorolla tlaxcalteca, Benozo Gozoli azteca, Brue- ghel mexicano Aunque el repertorio es despiadado y brutal, hay que reco- nocer el sentido de humor de Orozco para definir lo que para él era una Pianola de la Pintura: “Las pianolas no se cansan. Basta con meterles otro rollo, impresionista, cubista, primitivista, etc., etc., efc., para que toquen sin cesar, jno se cansan!"? Ese irritado humor habla, ademés, de una competencia pro- fesional librada en tiempos extremadamente dificiles, tiempos que empujaron en 1927 a Orozco hacia Nueva York para ga- naf, con sus particulares especificaciones de tema, estilo, eécti- cas y propuestas su propio espacio en el mercado estadunidense del arte. Por aquellos dfas las grandes potencias estaban encarreradas en el armamentismo, rechazaban las proposiciones para el des- arme general y llevaban adelante la guerra petrolera. La tor- menta politica mexicana tenfa entonces como personajes prin- cipales al presidente Plucarco Elias Calles y al general Alvaro Obregén. Este habfa lanzado su candidacura para reelegirse, contando con un amplio apoyo popular. Los cristeros alzados en los estados del centro y el occidente de México sumaban 25 mil hombres en armas, mientras que las fuerzas progresistas organizaban la Liga Pro Luchadores Perseguidos y el Comité ‘Manos Fuera de Nicaragua, victima ésta, como otras naciones latinoamericanas, del intervencionismo estadunidense. En me- dio de las turbulencias, la gran burguesia industrial y financie- ra estadunidense mostraba un lindo rostro de generosa protec- * Cartas de Jocé Clemente Orozco a Josge Juan Crespo de la Sema. Apéndice de Orozio, de Luis Cardoza y Aragén, Instiraro de Investigaciones Esrévieas, Universi- ‘dad Nacional Aurénoma de México, 1959, Pp. 291. ENLAOTRA FRONTERA 107 tora de Jas artes; a su amparo crec{an galerias y museos, y el de ‘Arte Maderno de Nueva York vendria a ser, desde 1929, prue- ba de su flexibilidad y amplicud de criverio, si de arte se tra- taba, La moda era el arte eurapeo, sobre todo el de la Escuela de Paris. Orozco Ilegé a Nueva York, en pleno invierno, gracias al apoyo brindado por el escritor Genaro Estrada, enconces subse- cretario de Relaciones Exreriores, encargado del Despacho. La ayuda habfa consistido en comprarle a precio excepcional el cuadro Combate, y otro tanto hizo el secretario de Educacién José Manuel Puig Cassauranc con Soldaderas, ambos de 1920. ‘Combate es una vigorosa danza de la muerte, en Ia lucha cuerpo a cuerpo, sostenida ferozmente par soldados improvisados que se calzaron las cananas sobre la camisa de manta, Abi estaba el primer tratamiento de un asunto que se repetirfa con crecido Gramatismo 15 afios después en los murales del Palacio de Be- Has Artes de la ciudad de México, en el Paraninfo de la Univer- sidad y en la escalera del Palacio de Gobierno en Guadalajara. La bolsa recaudada cubria el pasaje y fondos para subsistir unos tres meses. Con grandes dificulrades conseguirfa, tiempo des- pués, que le remitieran, gracias a los oficios de Genaro Estrada, tuna raquitica pensiGn. Debia movilizarse sin pérdida de tiempo, y asi lo hizo, pero ‘en todos los sentidos: visité exposiciones, buscé a los amigos, ppalpé el ambiente, ote6 oportunidades y, ademés, euvo mala y buena suerte. Por las cartas a Jean Charlot se pueden recons- truir algunas experiencias muy vividas, como fue, por ejemplo, ou paulatino acercamiento a la obra de Picasso. Fl 20 de di- ciembre de 1927, a sélo cinco dias de su arribo, ve unos dibu- jos con figuras copiadas al parecer de-vasos griegos: “Dos o tres Iineas només. Muy repetido. Dibujo a pluma, Mano muy hé- bil. Dibujos a épiz con mucho volume. Hice esfuerzos desespe- rados por entusiasmarme pero no Io logré. Tit y yo —le dice a Charloc— tenemos dibujos cien veces mejores”. Discure con 108) EN LA OTRA FRONTERA ‘Walter Pach, el critico de arte y también pintor, furibundo ad- mirador de Picasso; no sale convencido, Pasan diez dias, ve unos cuadros de Picasso y encuentra que “no tienen nada nue- yo" y “son iguales a las reproducciones". Un dia después obser- va en el Museo Hispanico mis cuadros de Picasso y la relacic pintor-obra-pintor cambia, Escribe: “Desconcierta, inquicta, hiere, apasiona, rechaza y luego acrae-con fuerza. No se olvida”. Ya para el mes de marzo la relacién de Orozco con Picasso ha variado en profundidad; después de una visita a la Galeria Wil- denstein consigna: “Retraros a lipiz de Ingres, admirable, pero es el pasado, jel pasado muerto y bien muerto! Nuevos dibujos de Picasso: Después de recorrer galerias de pincura, cansado y mediocre, un dibujo de Picasso es como un vaso de agua fresca y pura, pero ;qué deseadal, preferible a los hartazgos de los ban- quetes elaborados”. Vuelve a discutir con Walcer Pach, ahora porque éste equipara a Rivera con Picasso y ademis le cuenta, para disgusto de Orozco, que Picasso tiene la coleccién com- pleta de forogeafias de los frescos de Rivera y que también es de los artistas que para sus obras roba la de otros.3 Como ese cambio vertiginoso y absolutamente sinceto, ho- nesto, frente a Picasso, asi fue la vida de Orozco en los Estados Unidos entre 1927 y 1934; no se aferré a prejuicios ni a limi- taciones, abierto siempre a experiencias, a renovaciones. Fue- ron siete afios de trabajo muy intenso, de avances constantes en su labor arcistica, de indagacién y de estudio, de lucha sin tre- gua por ganarse un lugar predeterminado por sus aspiraciones. Orozco no Ilevé consigo su obra a los Estados Unidos; temié que en la aduana se la destruyeran, como en 1917, 0 s¢ la qui- tatan. Margarita, su esposa, quedé al cuidado de todo cuanto dejaba, y un cufiado suyo verfa si podia vender algo. No habia renunciado al cargo de “profesor”, nombramiento eufemistico que permitia incluir en las néminas de la burocracia los hono- ratios a los pintores muralistas, que en su caso, y por disposi- > El atin on Nueva York, pp. 33, 38, 40,63. EN LA OTRA FRONTERA 109 cin del rector Pruneda, fueron de 500 pesos mensuales. A los seis meses de su Hegada a los Estados Unidos, renuncié de ma- nera irrevocable. ‘Mieneras encontraba dénde instalar un escudio, aunque fue- ca modesto, pasaba horas y mas horas en museos y galerfas. To- das las dificultades se dilufan enconces en explosiones de entu- siasmo, Le escribe a Charlot: Puvtura: {Hasta que vi pincura! Una exhibicién estupenda de pinrura espatiola: Ex. GRECO, GovA, VELAZQUEZ, ete, cuadros pres- tados por coleccionistas millonarios, en el Museo Metropolitano 67 cuadros, de los cuales 13 Grecos, ¢con qué palabra te puedo decir la impresién que me hicieron? Las medernos podeén ser “grandes hombres” 0 “grandes maestros”, pero el Greco es un Dios. ;De Goya qué quieres que te diga? Contra Velizquez tenfa yo cierta prevencién, pero ance las prucbas hay que rendirse: si pincar es poner colores sobre una superficie, sélo sus iguales po- drdn hacerlo con igual maestria_y perfeeci6n.* Dias después vuelve a estallar de entusiasmo ante un Char- din: “Un Chardin pequefio, tan fino, tan gracioso, can bello que parecfa ilusién su existencia, algo asf como las primerss ilusiones de cuando tiene uno 18 afios y anda suspitando por la primera novia”? No le fue ficil encontrar manos amigas, aunque pronto en- tablé buenas relaciones con pintores neoyorquinos. Anita Bren- ner, la escritora y periodisca de habla inglesa nacida en Aguas- calientes, no le simpatizaba. En México habia observado el trabajo hecho por ella bajo el auspicio del rector Alfonso Pru- neda y del que habfa resultado un libro —fdalos tras fos alta res— que por esos dias ella se empefiaba en editar. Si de Orozco hubiera dependido, ese libro jamés se habrfa impreso. La tesis sobre un movimiento mexicano de pincura donde codo encraba 4 id, pp. 35.9 56 > Hbid,, p. 63. 110 ENIAOTRA FRONTERA (pulquerfas y Preparacoria, Escuelas al Aire Libre y artesanias, costumbrismo y Revolucién, imégenes de culto y objetos de uso), disgustaba profundamente a Orozco. Por este motivo sus relaciones con Anita Brenner se enfriaron. Esto no impidié que seis meses después, al regresar Alma Reed de una prolongada estancia en Europa, Anita le pidiera ayudar a Orozco a abrirse paso en el laberinto art{stico de Nueva York. Alma Reed habia nacido en San Francisco y estudiado en la Universidad de Cali- fornia. Su primer trabajo fue el periodismo. En reconocimiento a.una serie de articulos dedicados a los trabajadores migrato- tios mexicanos, particularmente el dedicado a un joven conde- nado a muerte a quien ayud6 a seguir con vida, el presidente Obregén la habia invitado a visitar México, Posteriormente re- gresé con un grupo de arquedlogos que harian investigaciones en Yucatén. Felipe Carrillo Puerto, el gobernador de ideas so- cialistas, se enamoré de ella al punto de pensar en un matrimo- nio que debié celebrarse el 21 de enero de 1924. Las derechis- tas fuerzas rebeldes de De la Huerta lo fusilan y de aquel amor queda una cancién, Peregrina, compuesta a pedido de Carrillo Puerto por Ricardo Palmerin, con letra de Luis Rosado Vega. Para Alma Reed el encuentro con Orozco fue un modo grata de reencontrarse con México a través de ese artista, cuya obra en la Preparatoria ella conocfa y admiraba. Como Orozco no pre- tendfa cambiar su nacionalidad artfstica, sino reafirmarse como. artista mexicano dentro de los Estados Unidos, su insercién en la vida culeural estadunidense no se prestaba a equivocos. Aunque descrita muchos aiios después, la primera visita de Alma Reed al pequefio departamento del artista en Chelsea, en Riverside Drive, al este de Manhattan, ubica la persona y su ‘entorno: En esa época atin no cumplia los 45 pero parecfa varios afios me- nor. Delgado y de estacura mediana, su juvenil figura, su pequefio bigote recortado y su pelo negro, bien peinado y ondulado, se EN LA OTRA FRONTERA mr combinaban para impartirle un vago toque de bonhomia. Recuer- do que su traje, comtin y de color gris pizarra, estaba cuidadosa- mente planchado y bien puesta la corbata, de color rojo granate. ‘Nada habia en su persona o en su porte que sugiriera ni remo- tamente el abandono bohemio en que dicen florece el arte. Me impresioné especialmente su meticuloso alifio, y Ia limpieza es- crupulosa de sus habitaciones parcamente amucbladas. Sobre su pequefia mesa de trabajo estaban tendides los rubos de pinrura dispuestos en orden, Pinceles bien lavados, ordenados de acuerdo con su tamafio, asomaban de varias vasijas de vidrio.® Una vez instalado, el estudio de Riverside Drive, a una cua- dra de la Universidad de Columbia, cn un departamento en s6- tano con muy buena luz, para él confortable, con salida directa a la calle que 1a nieve bloqueaba cada noche, Orozco volcé en Gleos y dibujos al carb6n las primeras sensaciones de la monu- mental Nueva York sumida en brumas invernales. Cada paisa- je urbano era un andlisis de estruccuras: puentes, rascacielos, tren subrerrineo, tren eleyado. A poco de llegar habia escrito: “Los verdaderos artistas americanos son los que hacen las mé- quinas: ante ellos hay que descubrirse".? ¥ su manera de des- cubrirse fue pintar cuadros como Queensborough Bridge, Subway, The Elevated, Street corner, Fourteenth Street. Alma Reed vivia con Eva Palmer, acaudalada estadunidense, esposa del poeta griego Angelo Sikelianos (1894-1951), autor de pocmas Iiricos y tragedias. Mujer de muy amplia cultura y muy relacionada, habfa abrazado apasionadamente los ideales helénicos de su marido. El séptimo piso del niimero 12 de la Quinta Avenida era centro de reunién de artistas e intelectua- les Hegados de todos los continentes y todos los credos. Alli ‘Orozco fue recibido con extrema cordialidad, y desde la prime- ra visita Eva Sikelianos le solicit hiciera su retrato (por el que pagarfa Varios cientos de délares). Eva Palmer se inveresé por 6 Alma Reed, op. cit, pp. 9 ¥ 10. 7 Bl artista en Nuesa York, p. 41. 2 ‘EN LA OTRA FRONTERA conocer sus pinturas y dibujos, en especial los de asunto mexi- ano, y ella y Alma le adquirieron algunos. Los asistentes a las diarias tertulias en esa casa abierta y fra- terna la llamaban Ashram, en honor del Mahatma Gandhi y su lucha no violenta para liberar a la India del imperialismo bri- tdnico. En ese cftculo de amigos se daban conferencias y con- ciertos, se discutia de filosofia y literatura, se lefa poesfa y dra- ma. La propia Eva Sikelianos, luciendo con sefiorial propiedad tinica y sandalias griegas, solia interpretar en lengua original trozos de las tragedias ¢lésicas. Con lo muchisimo que le gus- taba el teatro, Orozco escuché entonar las estrofas de Proneteo sobrecogido de admiracién. A solicicud de las duefias de casa, ensefié en el Ashram sus trabajos en una exposicién informal puesta el 24 de septiembre de 1928, que concieé interés entre gente muy disimbola: periodistas, tedlogos, arquicectos, edu- cadores, cientificos, poetas y luchadores independentistas y pacifistas. Lo més conmovedor para aquellas gentes resulté la ‘obra con temas mexicans; unos vefan en ella a sus propios pueblos en lucha y otros interpretaban, en las mds vigorosas imdgenes amargas, sacfricas y aun enigméticas, una adverten- cia en contra de atropellos ¢ injusticias. Debido al gran interés demostrado y los buenos resultados obtenidos, Orozco confié a. ‘Alma Reed la preparacidn de su primera muestra piiblica, To- davia no era legalmente su representante, pero actuaba como tal, Juntos decidieron que debfa reunir s6lo dibujos de la s México en Revolucién, desarrolladas a tinta, a lapiz 0 carboncillo, segiin apuntes que Orozco hiciera entre 1913 y 1917. Por la mafiana trabajaba en el Ashram el retrato de Eva Sikelianos (algo nuevo, a paleta complicada y tratado como muro”, le re- vyelaba a Charlot), y por las tardes, en su estudio, preparaba el material para la exposici6n, inaugurada cl 10 de octubre en la Galeria Marie Sterner, quien fuera esposa de Albert Sterner, re- nombrado pincor realista. Tienda elegante, de adinerada clien- 4 Ibid, p. 120. ENLA OTRA FRONTERA 13 tela cosmopolita que no se sincié atraida por el amargo trago visual que el mexicano le ofrecia. Para Orozco ¢l paso fue del todo positivo y asf se lo comunicé a Charlot: La exposicién en la galerfa de Marie Stemer ha sido un éxito arcis- tico y la. misma sefiora duefia de la galeria sugiri6 Ia idea de man- dar la coleccién de dibujos a Paris, to cual fue aceptado desde Iuc- go, Se los va a Hevar la sefiora Sikelianos, la misma a la cual estoy recratando y la cual esti muy bien relacionada en Europa, Iss me- jores revistas de Paris y demas. Entre ellas Cabiers d'Art. A la se- fiora Sterner le gustan extraordinariamente los dibujos, dice que no le importan los asuntos, sino la plistica? Orozco tenia raz6n, aquella primera muestra fue el primer eslabén de una cadena para proyectar, cada vez con mayor pu- janza, aunque nunca sin dificultades, su presencia en los Esta- dos Unidos. El 14 de febrero de 1929 inauguraba en la Little Gallery de la New Students League, en Filadelfia, con una con- ferencia alusiva del pintor estadunidense George Biddle y éxi- to de piblico, una exposicién de dibujos y pinturas de la serie mexicana, y se aprestaba para presentar, el 28 de marzo, un conjunto de pinturas con tema neoyorquino en la prestigiada Downtown Gallery de Nueva York, de la que eran duefias Edith Halpere y Bercha Goldstein. La exposicién de dibujos en la Galerfa Fermé la Nuit, de Pa- ris, se inauguré el 24 de febrero de 1929, y el activo periodista Carlos Ortega, que por alli se encontraba, envié un articulo a México, publicado el 3 de abril en E/ Universal, Para Ortega, mostrar en Paris aquellas acres escenas de una doliente realidad vivida por todo un pueblo, era una manera de denigrar a Méxi- co, Pasadas tergiversaciones y malas interpretaciones en la pren- sa mexicana tenfan a Orozco en guardia. Prontamente reaccio- 1né por el articulo de Orcega y el 7 de abril le envié al director 9 bid., pe 127. 14 EN LA OTRA FRONTERA del peribdico, José Gémez Ugaree, una carta de réplica. Decia que ni en Nueva York ni en Filadelfia, jamas a nadie se le habia ocurrido pensar que sean denigrantes para México, sino muy al contrario, han despertado profunda simpatia y sentimientos de ‘amistad hacia nuestro pats, y cabalmente han dado pie a que s¢ haga notar la libertad y proteccién de que gozamos las artistas ‘mexicanos bajo el gobierno revolucionario actual, como puede us- ted ver por los recortes de prensa que acompatian a esta carta. “Nuestros enemigos én el mundo entero aprovechan hasta la me- nor oportunidad que ereen favorable, hasta algo can ajeno a la po- Iitica como lo es una exposicién de obras de arte, para lanzarnos las acusaciones y calumnias més estipidas, y si algunos periédicos de Paris, con motivo de mi exhibicién, se dedicaron a atacar a Mé- xico y nos ofendieron tan gravemente como ese sefior asegura, el deber de los mexicanos que residen en Paris debié haber sido pu- blicar inmediatamente protestas enérgicas en les mismos periédi- cos, pidiéndome directamente informes y rectificaciones, y si no o hicieron, claro est& que son ellos los que denigran a su pals, ha- ciéndose cémplices, con su silencio, de tales ofensas. Prdcticamente toda Nueva York, incluyendo a los mexicanos que residen aqui, y pueden testificarlo en cualquier momento, cono- cen mis actividades y han visto mi acticud correcta, como pintor y como mexicano, durante el tiempo que he permanecide aqui. Una prueba de la ligereza con que escribe ese sedior Ortega es su aseve= raci6n de que yo salf de México por “disensiones personales” con otros pincores. {..-] Si yo salf temporalmente de mi pals fue sélo por buscar un campo mas amplio para mi trabajo y por mi deseo de estudiar otros pafses, y de ninguna manera por “disensiones personales” con nadie. Cierto que cengo algunos, quiz muchos enemigos, pero no me preocupan por cuanto no pueden impedir- me trabajar, como seria su deseo ferviente. Me gustaria saber qué han hecho los mexicanos en Par's para contrarrestar la sucia campafia de calumnias y mentiras que nues- tros enemigos han emprendido contra México. O, chan guardado silencio? © querfan de m{ la mentira contra la mentira, es decir, ENLAOTRA FRONTERA, 15 gquerfan que pintara mexicanos bonitos, de frac y pechera blanca, bien comidos, bien bebidos, bailando en salones Luis XV? ,O preferfan charritos y chinas poblanas de zarzuela en un fondo de Teatro Lirico?*? La critica francesa no comparti6 los pequefios resquemores del periodista Ortega. Christian Zervos, amigo intimo de Pi- casso y escritor respetado, hacia notar en la revista Cahiers d'Art el sentido de observacién extremadamente agude de Orozco, sus notables cualidades como dibujante, su perfecto sentido de balance entre lo blanco y lo negro, el patetismo de sus crazos hechos con gran libertad. Dentro del grupo de Ashram y fuera de él, Orozco partici- paba en discusiones sobre el papel de la cultura y la funcién del arte en nuestro tiempo. Con les pintores Maurice Becker, Phi- lips Russell, Thomas Benton, Leon Underwood, George Bid- dle, Joseph Poller; con los poecas José Juan Tablada, Jalil Gi- bran y Charles Leonard van Noppen; con los criticos Claude Bragdoa, Anita Breaner, Walter Pach, Ernestine Evans, Syud Hossain y Emily $. Hamblen; con el patriarca de la iglesia or- todoxa y editor del Greet Daily National Herald, doctor Deme- trios Kalimaces; con el filésofo francés Paul Richard; con Saro- Naidu, cercana colaboradora de Gandhi; con todos ellos dialogé. Parco siempre en el discurso, Orozco resumié su posi- cién estética de aquel momento en un breve y sentencioso es- crito, de hecho un manifiesto: "Nuevo mundo, nuevas razas y nuevo arte”, que se publicé como habia sido escrizo, en inglés, en él ntimero de enero de la revista de bellas artes y arces apli- cadas Creative Are. Decia: El arte del Nuevo Mundo no puede enraizarse en las viejas tradi- ciones del, Viejo Mundo, ni en las tradiciones aborigenes represen- tadas por las ruinas de nuestros antiguos pueblos indigenas. Si "Cardazs, Aplndice p. 275. n6 _ ENLAOTRA FRONTERA bien el arte de todas las razas y de todos los ticmpos tiene un valor comin —humano, universal—, cada nuevo ciclo debe trabajar por sf mismo, debe crear, debe dejar su propia produccién, sucon- tribucién individual al bien comin. Dirigirse solfcitamente a Europa, inclinarse hurgando entre sus ruinas para importarlas y copiarlas servilmente, no es mayor error , que el saqueo de los restos indigenas del Nuevo Mundo con el ‘objeto de copiar con el mismo servilismo sus ruinas o su actual folklore. No obstante Io pintoresco e interesante que ellos sean, no obstance que la ecnologia los encuentre utiles y productivos, no pueden dar un punto de partida en la nueva creacién. Apoyarse sobre el arte de los aborigenes, sea de 1a antigiiedad o del pre- sente, es seguro indicio de impotencia y cobardia, de hecho, un fraude. Si nuevas razas han aparecido sobre las tierras del Nuevo Maio, esas razas tienen el deber inevitable de producir un mueve arte en un nuevo medio fisico y espiritual. Cualquier otro camino es sim- ple cobardia. . ‘Ya la arquiteccura de Manhattan es un nuevo valor, algo que no tiene nada que ver con las pirdmides egipcias, con la Opera de Pa- rfs, con la Giralda de Sevilla, o con Santa Sofia, ni tiene nada que ver con los palacios mayas de Chichén Trzd 0 con los “pueblos” de Aizona. Imaginese la Bolsa de Nueva York en una catedral francesa, Imaginese a los corredores equipados come jefes indios, con toca- dos de plumas osombreros mexicanos. La arquitectura de Manha- ttan es el primer paso, La pintura y la escultura deben ciertamente seguir, como inevitables segundos pasos. La més alta, la mds l6gica, Ia més pura y la més fuerte forma de pincura es Ja mural, Sélo én esta forma, es una con las otras artes —con todas las otras. ‘También es la forma més desinteresada, porque no puede ha- cerse de ella asunto de ganancia privada; no puede ser ocultada ‘para beneficio de unos cuantos privilegiados. Es para el pueblo. Es para TODOS."? Teter de Orazen, pp. 44, 45- EN LA OTRA FRONTERA ay La obtencién de un muro escapaba a las posibilidades in- mediatas y el camino se siguié abriendo por medio de exhibi ciones en organismos culcurales o galerfas privadas. A Orozco le agradaban las muestras panordmicas. El ptiblico tenia derecho a conocer y debfa ser informado, no por medio de explicaciones verbales sino con elementos visuales adecuados. La resonancia obtenida por la exposicién en la Little Gallery de la New Stu- dents League, de Filadelfia, parecia darle la razén. Se trataba de un importante centro de ayuda a la comunidad, sobre todo a gente menesterosa. En la amplia sala dedicada a exhibiciones se habian reunido dos dleos, un conjunto de estudios para mu- rales, algunos de tamafio natural, y forografias amplificadas de Jas paredes de la Escuela Nacional Preparatoria, hechas segura~ mente a partir de las muy buenas tomas de Tina Modotti. El artista pudo ser juzgado en todo el espectro de sus intereses y las opiniones favorables no se hici Para la Downtown Gallery reunié el material de tema neo- yorquino trabajado durante mas de un afio. Once éleos, dos di- ‘bujos. Los planos tajantes parecfan herir con fuerza la superficie de las elas. Fue el canto de Orozco a la audacia de constructo- res y arquitectos. Expresaba a la vez su perplejidad ante el in- fortunio de los desocupades, la decadencia de una burguesia hipécrita y soberbia, la soledad individual dentro de la aglo- ‘meracién urbana. Pero no olvidé dedicar una tela a una cues- ti6n que Je era muy grata: la feria, la feria de Coney Island, que Orozco recorriera muchas veces sin saciar jamds su capacidad de asombro ante lo ins6lito y lo tragicémico convertido en es- pectéculo. Como Federico Garefa Lorca, Orozco vefa un Nueva York de “plata, cement o brisa”, un Nueva York de “montes de cemen- to donde laten los corazones”, y en la pintura, como Garcia Lorca en el Verso, Orozco parecia interrogarse: Ton esperar. 8 EN LA OTRA FRONTERA ‘Nueva York de cieno, ‘Nueva York de alambres y de muerte. Qué angel Llevas oculto en la mejilla?"? Orozco conocié a Garcia Lorca por intermedio del crftico y pintor espafiol Gabriel Garcia Maroro, quien le fuera recomen- dado por Genaro Estrada, al dirigirse a los Estados Unidos des- pués de teorizar entusiastamente en México sobre las Escuelas al Aire Libre. La critica neayorquina fue muy favorable para la exposicién en la Downtown Gallery, aunque consideré que los de Orozco eran ojos de forastero. No, no es nuestra Nueva York —decfa Elizabeth Luther Cary en el New York Times—, la familiar de nuestra impresién de codos los dias, sino que es Ia Nueva York de Orozco y est pintada con un sentido certero del entrejuego de las formas, como si se hubiera tratado de construir una decoracién en escala heroica." La Nueva York de Orozco quiz no coincidia.con los datos ob- jetivos y subjetivos de la acuciosa observadora y comentarista del New York Times. Orozco estaba inmerso en la preocupacién por el equilibrio y la organizacin de las formas; organizacién ru- dimentaria al servicio de un equilibrio esencial. Querfa otor- garle a la forma construida todos sus derechos. Si la composicién ha de aparentar soltura y fuerza seré por medio de una cons- truccién austera, arquitecturada con medios sencillos. Unidad somera, s6lida, firme. Voluntariamente, Orozco, como algunos fauvistas, reduce el lenguaje pictérico a sus términos esencia- les, Hay cada vez mayor rigor y mayor ldgica en el uso de las diagonales; pero nunca con exclusive énfasis formalista sino "= Federico Garcia Lores, Poste e# Nuene York; Edirortal Séneca, México, 1949, 114 y 128, a Reed, op. cit, P. 107. EN LAOTRA FRONTERA 19 con sintaxis postexpresionista. No desmaterializa, Materia y forma concurten hacia el mismo énfasis emocional. El 15 de abril de 1929 se inauguraba en la Arc Students League de Nueva York la primera exposicién antolégica de Orozco. El proyecto se debi6 al pintor Thomas H. Benton, do- cente de la institucién. Un total de 113 piezas: 40 aguadas de la serie Mécico en Revolucién, 40 estudios para murales, fotogra- fias de los murales, varias pincuras al 6leo entre las que figura- ba el autorretrata de 1927 y-el retrato de Eva Sikelianos, y tres litografias, las tres primeras litografias trabajadas por Orozco después del 23 de febrero de 1928, cuando en la carta a Char- lot le decia: Lrrocraria: voy a hacer, ¢s fécil, no es necesario hacerla en pie dra, hay unas liminas especiales, ya tengo dos. Hay aquf un sefior Miller, que tiene un taller de litografia y es quien hace las impresio- nes para las galerias de arte. Las Liminas que compré (26 x 43 cms) valen a 50 centavos, la impresién de las 12 primeras pruebas valen 10 délares y cada una de las siguientes 25 centavos, més el papel. Es caro para mf, pero veré si lo puedo pagar.!* Esas tres primeras litograffas fueron: Vasdevil en Harlem, pre- -ciosa composicién asimétrica de una platea teatral, vista a con- traluz desde la entrada; al fondo, en un escenario iluminado, @parecen una contorsionista y tres acrdbatas con aspecto de ra- nas saltarinas. Las otras dos reproducfan escenas del ciclo reve- lucionario: Bandera (titulada también La retaguardia) y Réguiem. Esta tiltima Ilegaba a la muestra antolégica con el prestigio de haber sido seleccionada por el American Institute of Graphic Arcs como una de las 50 mejores estampas realizadas en los Es- tados Unidos en el curso de 1928. La muscograffa corrié a car- go de Benton, Christian Buccheie, otro docente de la League, y de Jean Charlot, quien acababa de arribar a Nueva York. “El artisa ex Nueva York, pp. 36 ¥ 37- 120 EN LA GTRA FRONTERA La exposicién tuvo fuerte resonancia en el medio cultural neoyorquino. El critico del New York Sum, Henri McBride, es- cribié (abril 20, 1929): Quienes se interesen en la pintura mural deberfan ver esta exposi- cin, ya que en ella figuran muchos estudios, a tamafio natural, de. los frescos murales de Orozco en la Escuela Nacional Preparatoria de México. Son vigorasos. Las fotografias de los murales sugieren que no tenemos aqui a nadie que trabaje con la misma pasi6n y grandeza de estilo. La serie de aguadas México en Revolucién confir- ma la impresin de rigor del artista. Sus escampas son draméticas nalto grado, y con instinto vital. Es una fortuna que se exhiban en tuna galeria accesible a estudiantes, pues ilustran fuertemence la necesidad de que el artista pula su estilo, baséndose en la vida mas que en los libros escolares."> El intetés por la pintura mural atin no prendia encre los ar- tistas estadunidenses, aunque muchos comenzaban ya a engro- sar las filas de los desocupados. La crisis econémica alcanz6 su méxima depresién justamente en 1929. La situacién econémi- cay social del pafs se precipitaba hacia la desesperacién. Cuan- do Orozco dejé los Estados Unidos en 1934, el ntimero de per- sonas que carecfan de ocupacién sumaba 15 millones. Con la caida de los precios y el crac bursétil los artistas comenzaron a set abandonados por sus clientes. Hasta el grupo que habfa re- cibido los favores de la aristocracia financiera comenz6 a darse cuenta de que los productos que creaba eran considerados sun- tuarios, cosas de lujo de las que se podfa prescindir. Pero en 1929 no eran pocos los incelectuales y artistas que desde los Estados Unidos observaban con profunda preocupa- ci6n las acciones del fascismo en Italia y sus progresos en Ale- mania. A causa de ello la obra de Orozco, de franco sentido an- tidespético, iba despertando crecientes simpatias. La conocida "5 Alma Reed, op. cit, p. 122. EN LAOTRA FRONTERA nt editorial Brentano's le encarga 19 ilustraciones para la primera versién en inglés de Los de abajo, la novela de Mariano Azuela, traducida por Enrique Murgufa jr. con el titulo de The Under- dogs. "Desde Jos dfas de la Secretaria de Educacién Pablica en el periodo vasconceliano, Orozco no se habia ocupado de ilustra- ciones. El rexto de Azuela le era familiar y estéticamente afi Entregé a Brentano's dibujos a tinta esquematicos, con acusa- do contraste de los blancos y los negros, en trazas de muerce- vida que parecen tefiirse de sangre y légrimas. Aunque mucho se utilizarjan sus obras de temas mexicanos como ilustraciones de poemas y relatos, de ensayos sociales y eriticas politicas, Orozco sélo realizé posteriormente las ilus- traciones para The Pearl (La perla), de John Steinbeck, y para Las manos de mamd, de Nellie Campobello. Por a situacién econémica y social que pasaban los Estados Unidos indudablemente era arriesgada aventura decidirse a abrir una galerfa; pero tal cosa ocurti6. Los Delphic Studios, en. el 9 de la calle 57 Este, en el mismo edificio que habfa ocupa- do la galeria de Marie Sterner, fueron la sede de su primera ex- posicién individual en Nueva York. La galeria, dirigida por Alma Reed, no s6lo expondria obras de Orozco sino de otros artistas amigos. Pero ances de su inauguracién formal en sep- tiembre de 1929, y habiendo dirigido la instalacién de modo que pudiera abrir las puertas a prueba, Orozco hizo un viaje a México en junio de ese afio para una visita de dos meses a su fa- milia, pues la ya larga separacién de su mujer y sus pequefios hijos se le habia vuelto algo insoporcable que minaba sus ener- gias espiricuales. Para ser expuestas en los Delphic Studios de- jaba nuevas liograffas: Case arruimada, Retaguardia, Soldades mexicanos, Revolucin, Magueyes y nopales. En México, evadiendo agasajos y entrevistas, se instal6 en su. estudio de Coyoacén, al que adicioné una claraboya para tener mds luz, y se puso a trabajar con su habicual intensidad. En aa ENLAOTRA FRONTERA septiembre regres6 a Nueva York con obra fresca y se instalé fen un tercer piso de la calle Veintiocha Oeste. Dos cuartos con luz del norte y una cocina que harfa las veces de laboratario para preparat y experimentar maceriales. Regresaba dispuesto a perfeccionar sus conocimientos en todos los érdenes de la plés- ti . Los cuadernos de estudio y reflexién de ese periodo asi lo demuestran. Su trato con artistas como Thomas Hart Benton y Marsden Hartley se hizo més intenso. Ellos también estaban en contta del servilismo ante modas extranjeras y cul- tivaban una representacién de cardcter expresionista para re- velar su entorno, la vida norteamericana. Mas que en un arte personal erefan en contenidos emocionales ms amplios y ge- neralizados. Orozco se identificaba con Hartley en el gusto por los rit- mos simples y angulosos, y al igual que Benton no le otorgaba diferente valor a lo objetivo que a lo abstracto. Con Benton compartia su admiracién por el Greco y Tintorecto, pero consi- deraba que habfa que aplicar sus lenguajes con un sentido més moderno, més simplificado, mis dindmico. Le atrafa, como.a Hartley, componer con formas semiabstractas, pesadas, y con colores ricamente madelados. Superponer formas, crear tensio- nes, aplicar la gran fuerza de los escorzos. Para Benton, para Hartley, para Orozco, el arte era un acto de afirmacién espiri- cual, de dignificacién humana. Cuando el expresionismo abstracto gané el maximo espacio en la escena pictérica estadunidense, surgié como gran figura Franz Kline (1910-1961). Kline fue hacia 1950 y después, el creador de gigantescos dibujos en blanco y negro. Esto motiv6 que en 1960 un joven ctftico neoyorquino afirmara que si Oroz- co hubiera conocido las creaciones de Kline, otro hubiera sido el alcance de su trabajo plistico. Correspondié a Rico Lebrun (1900-1964), intenso pintor, dibujante, escultor y muralista fealo-estadunidense, dar respuesta a esa opinién un tanto pere- Ja teorfa, la estructura, la dindmica, las técnicas, la com- © ; 7 7 4 ENA OTRA FRONTERA a5 grina, “La idea de Orozco yendo a pedirle consejos a Kline y ‘poniéndose al corriente de los métodos plisticos del momento —le dijo Lebrun al joven critico— puede cquipararse a la de San Pedro, el Pescador, leyendo Field and Stream {revista para aficionados a la pesca} para pescar almas.” ‘Orozco estaba en México cuando Roberto B. Harshe, direc- tor del Art Institute of Chicago, visité los Delphic Studios y le pidié a su directora que preparara una seleccién de la obra en blanco y negro para mostrarla en el importance centro cultural en otofio. La exposicién se inauguré en diciembre de 1929. In- dlufa los dibujos de México en Revolucién y una docena de lito- grafias. El critico D, J. Bulliet, del Evening Post, escribié: Orozco dibuja con Ia maciza simplicidad que Daumier puso de moda; una récnica que se presta ficilmente al truco, pero que el mexicano emplea con sinceridad evidence. En la mayorfa de los ‘casos, concentra su interés con hipnética intensidad, Puede ser que sus pincuras sean ilustrativas y anecdéticas, pero ése es tam- bién el caso de los Desasires de la guerra, de Goya.'* ‘Los Delphic Studios se habfan prestigiado y, ademas de Oroz- co, exhibfan sus obras Benton, Boardman Robinson, Carlos Mé- rida, Manuel Rodrfguez Lozano, el Doctor Atl, Gabriel Garcia Maroro. Hasta marzo de 1934 participaria David Alfaro Si- ‘queiros. El 3 de febrero de 1930 se inauguré una muestra con Jas pinturas més recientes de Orozco: 17 dleos y seis aguadas. Orozco se habfa orientado hacia composiciones de estructura casi constructivista y enigmicico sentido poético. Drama, Vigi- Tia, Espejo roto, El abrazo, El espejo, Aquella noche, El edificio mds alto del mundo, The Elevated No, 2, Golwnnas catdas, Constraccion, La ciudad, El freno, El gran amor, Aun en los cuadros con asunto mexicano (Echate la otra, La casa de piedra, Colinas mexicanas, Soldados mexicanas, La familia) hab{an desaparecido el zambido Ibid, p. 180. 33g EN LAOTRA FRONTERA de las alas, la muerte y las juergas sombrfas, La critica neoyor- quina se mostrd desconcertada con ese cambio radical de Oroz- co, anunciado en cierta medida en su primera serie sobre Nue- va York: Obviamente —escribfa Thomas Craven en Modern Art—, es me- nos dificil combinar y unificar abstracciones que realidades, y-los afios que Orozco se dedicé a abstraer y simplificar han contribui- do sin duda a la originalidad de su estilo, Ciertamente es hoy un composicor més poderoso de lo que fue en su periodo mexicano. Pero ahora que tiene a mano su estilo y las relaciones de sus for- mas bajo perfecto control, ¢s tiempo de que inyecte més experien- cia inmediata a su arce: de que vuelva al caricter especifico de las cosas que representa.!7 Hubo ventas, si, pero los gastos deglucian los ingresos. No se clausuraba codavia la exposici6n cuando, el 21 de febrero de 1930, Orozco le escribia a Roberto Casas Alatriste: Ya sabe usted lo que es emprender algo en esta enormidad de Nueva York y aiin mds sin dinero, contando solamente con la me- Jor voluntad, con una energia sin Ifmites y un deseo de vencer a todo trance. Creo que es por demds que le diga a usted que es Alma la verdadera herofna pues ya usted la conoce perfectamente y sabe de lo que es capaz esta maravilla de mujer. Yo me he redu- cido a encerrarme a trabajar en mi caller y producir el mayor nui- mero posible de monitos de los menos malos. La exhibicién de mis tltimas obras ha sido un gran éxito, sin exageracién; en todo Nueva York se habla actualmente de Delphic Studios y de noso- tos. Representanres de las mejores galerfas de Berlin y de Bruse- las han felicitado cordialmente a Alma por el buen gusto que re- vela la galerfa, a Ia cual consideran a la altura de las mejores de Europa, no porque haya aqui cosas de lujo o costosas, sino por el espfritu selecto y exquisito que reina en la galeria, No le cuento a "Ibid, p. 181 EN LA OTRA FRONTERA 135 usted en detalle todos los éxitos parciales por no hacer largufsima €s¢a carta, pero por lo menos le cuento que tengo exhibiciones en odo el Middle West y esta exhibicién seré enviada ademis.. Cle- veland primero y a Boston después. En abril tendré una exhi i6n de dibujos y litografias en una de In mejores galerias de Bes. lin, en donde, dicen, harén sensacién mis obras. Ys usted comprencerd lo que ha tenido que crabajar para mover toda esta maquinaria la buena de Alma. Solamence tener que reci- bie al piiblico durante el dia es suficiente para que quede muy ‘ansada. Pero creemos firmemence que los resultados posteriores compensarén ampliamence los sacrificios de ahora. Por lo pronto quedaré bien establecido mi prestigio de pintor en este pais; la Galeria, desde el punco de vista puramenve comercil, es ya un teal valot, sobre todo por la gran publicidad que ciene. Es considersda ‘entre las mejores de Nueva York. Por supuesto que los ‘gastos han absorbido todas las entradas de dinero, pero esperamos que €l afio entrante ya deje un margen de utilidad. Y aun cteemos que lle- uen a necesitarse sus servicios profesionales de usted como con. tador, es decir, sus consejos, pues tenemos la ilusién de que ésta Hegue’e ser una gran empresa digna de semejante consejero. Ya ve usted que por ambicién, no queda," ™ Copia fotostética en los papeles de Alma Reed ‘Buiardados por la pintora Rosa lig Johanson.

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