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Ensayo Final: Análisis De La Fuerza Cultural Actual En Términos Estadísticos Y

Pronostico De Probabilidades.

Sara R. Ochoa 3-1 LEI

Profesora Carmen Alicia Guerrero Ontiveros

Introducción

Cultura es un término que, variado por la disciplina y región, poseerá un cierto


grado de fluidez en sus componentes, influencia o interpretación; para una
definición antropo-psicologica, V. Noriega (2008) expone:

‘’El termino cultura tiene varias acepciones conceptuales desde diferentes disciplinas y
dentro de cada una de ellas desde diferentes enfoques teóricos. Desde el punto de vista
antropológico de manera general se entiende por cultura las prácticas materiales y de
significación, al mismo tiempo, de continua producción, reproducción y transformación de
las estructuras materiales y de significación que organizan la acción humana. La acción
social o práctica, se entiende como acciones y productos provistos de sentido, y participes
de la producción, reproducción y transformación de los sistemas de significación
(Bourdieu, 1990. Geertz, 1989). La cultura es un sistema de interrelaciones entre los
procesos individuales ontogenéticos, los sociales e históricos del comportamiento colectivo
en un corte de tiempo y los antropológicos e históricos que hacen posible los productos
culturales, incluyendo a las manifestaciones artísticas, cotidianas, científicas, tecnológicas
y las de tipo folklórico’’
Esta definición puede resultar algo seca pero en términos generales adecuada
para el entendimiento de lo que cultura, el concepto en sí, puede abarcar; sin
embargo, existe un debate continuo respecto a aquello que es cultura en lo que
respecta a varios niveles; global, internacional, nacional, local, etc.; más a fondo,
existe controversia en la definición de cultura que cada país se asigna a sí mismo
como identidad cultural propia, y que en el caso de México no presenta solo el
choque de ideas común en la academia, sino que por encima del mismo posee
una noción tan vaga y general de lo que podría abarcar su cultura que los mismo
académicos tienen dificultades en atacar a sus contrincantes por la misma
fragilidad de sus conceptos; esta vaguedad, la explica Bajar Navarro (2015):

‘’La tesis del mestizaje cultural sostiene que existen una identidad y una cultura mexicana
propias, con sus diferentes particularidades en cada región, las cuales serían el resultado de
una síntesis de distintos elementos culturales provenientes de las sociedades indígenas,
europeas y africanas. El encuentro de estos grupos crea una síntesis cultural mestiza que
representaría una nueva sensibilidad y actitud ante el mundo, el mestizaje supone un
proyecto nuevo de cultura, en el cual bajo la batuta de los ideales provenientes de la
ilustración, convergen el carácter de los pueblos precolombinos, la cultura hispánica y
católica, la fuerza y el ritmo del África negra. ’’ (Bajar Navarro, 2015)

Esta definición es ampliamente incluyente; provee una estimación temporal, un


rango de influencias especifico y da cabida a la evolución natural; la dificultad, sin
embargo, emerge por la vaguedad producto de la amplitud; muchos ámbitos
podrían entrar dentro de esas líneas; muchas prácticas culturales, ya extintas, o
solo adoptadas en ciertas partes, podrían haber desaparecido en la inmensidad de
tal definición, y siglos más tarde de la era prehispánica, del colonialismo, la
independencia y la industrialización, aspectos que nuestros ancestros hubieran
considerado clave en la formación del mexicano pueden haberse perdido tan
absolutamente que la perdida misma en si se desconoce;

Advierte así Valenzuela Arce en respecto a la dificultad de definir una sola cultura
en un país de gran diversidad y tocado por tantas culturas foráneas:

‘’es interesante hacer notar que el debate sobre la definición de la cultura nacional se ha
centrado más en la pluralidad cultural de las regiones que en las diferencias de clase;
basándose en la diversidad de grupos étnicos que caracterizan el espectro cultual de
México; frente a esta diversidad indiscutible, la definición de cultura suele convertirse en
actos de autoridad que se imponen sobre la multitud de etnias y sobre el derecho que estas
tienen de ser consideradas como auténticamente mexicanas como cualquiera que se quiera
erigir como representativa de la nación en su conjunto. (Valenzuela Arce 2015)

Siendo que el aparato legal mexicano nunca ha sido especialmente caracterizado


por una rigidez de buenos principios, es entendible como el haber limitado
elementos intrínsecos a la cultura bajo una autoridad prejuiciada da cabida a que
en la actualidad la realidad de la cultura mexicana varié entre la lealtad y respeto a
las raíces indígenas y la imponente y absoluta influencia del colonialismo europeo.

Especialmente en tiempos modernos, donde fenómenos como la globalización


dejan su huella en la identidad cultural de cada nación, el tener un pleno
entendimiento de lo que implica la cultura mexicana podría ser esencial al
momento de enfrentar la fuerza de la innovación y la influencia popular contra
aquellos componentes que definen e identifican a cada persona. Para este efecto,
de igual manera, hacer uso de la probabilidad y la estadística a manera de
establecer 1) que tradiciones/costumbres siguen e practicas 2) las características
que las hacen favorables a permanecer a lo largo del tiempo y 3) las pautas en por
qué otras prácticas culturales fueron dejadas atrás.

Planteamiento

Es difícil observar el impacto que los avances tecnológicos en comunicación y


transporte de la modernidad dentro de los componentes de una sociedad –como
en el caso actual de México- y no correlacionarlo con los cambios dentro del
aspecto cultural de su población natural a través de las últimas décadas. Como
señaló Ulf Hannerz en La Historia Cultural (2005), las culturas son fluidas por
naturaleza y están siempre en movimiento, como resultado de la interacción y el
discurso continuos tanto dentro de la propia cultura como con el mundo exterior.

Si se toma en cuenta que México coexiste con varias culturas externas de manera
natural –una de las mayores y más previsivas la de su vecino geográfico Estados
Unidos de América, además de ciertas facciones del sector sud-americano, como
Colombia, Brasil, etc.- desde la misma emergencia de la nación, relaciones cuyos
efectos continúan presentes si se analiza la historia en el sector educativo,
religioso, arquitectónico, gastronómico, artístico, y en resumen gran parte de los
componentes culturales de la región, los cuales hasta este día poseen
antecedentes, en primer lugar europeos –franceses, españoles, normandos,
gaélicos, etc.- y más recientemente estadounidenses –inicialmente a través de la
interacción comercial y exploratoria entre grupos nativo-americanos de México y lo
que ahora se conoce como Estados Unidos de América, y posteriormente tras la
colonización de EUA por la corona británica lo cual introdujo a México colonial a
sus vecinos bajo una identidad cultural distinta tanto a la nativo americana como a
la europea- se puede entender que la cultura Mexicana por si misma siempre se
ha visto influenciada por varios fenómenos culturales que en la actualidad han sido
identificados y descritos más adecuadamente, y en los que se ahondara más
adelante.
En adicción a este precedente natural en vista de las características geográficas
de México como un conector entre el sector Norte y Sur del continente Americano,
otro factor bien conocido se introduce en la década de los 90s, cuyo impacto ha
resonado en todos los continentes del plano global, y cuyos efectos emergen con
una velocidad inusitada de aquella con la que las pautas y tendencias suelen
esparcirse a través de las culturas –algo que el autor Rick Riordan observa como
la ‘llama de la civilización del Este’, un fenómeno que fluye desde los centros de
prosperidad e influencia en las civilizaciones y que esparce las costumbres, ideas
y tendencias de estas hacia aquellas a su alrededor; este patrón es un efecto
común del avance humano, y puede ser identificado a través de la historia al
analizar los componentes culturales de un periodo en particular, rastreando el
origen de las tendencias hacia su área de origen original, la cual es caracterizada
por su afluencia, vanguardismo, capacidad militar y erudición, -siendo un flujo en
el cual se identifica la época de la cultura Griega, la Romana, la Alemana –o la de
la región de la actual Alemania-, la Francesa, Española, y eventualmente la de
Gran Bretaña, hasta el periodo de 1850s en la cual Estados Unidos de América se
volvió el centro de tendencias hasta recientemente- este factor es, por supuesto, la
globalización.

Así pues, cabe la necesidad de asentar unos cuantos términos base de factores o
fenómenos de interacción cultural cuyos efectos influyen en la cultura tradicional
de un sistema social local.

El primer término sería el de Flujos Culturales; más específicamente, el autor


menciona el "flujo de material cultural entre civilizaciones" (Kroeber 1952), notando
la necesidad de, al buscar determinar el concepto de cultura en lo que respecta a
la identidad de cada nación de manera individual, es necesario notar que se debe
examinar las civilizaciones "No como objetos estáticos sino como procesos
limitados de flujo en el tiempo" (Kroeber, 1952). El concepto de la cultura de
México, y el respecto en si este está o no perdiendo en cierto grado de aquello
que es característico de su cultura recae en el nivel de integración de dicha
práctica cultural en el aparato de conformación de la misma cultura, ante lo cual
podría argumentarse que el México de 1900 había perdido en gran parte la cultura
Mexicana, si se utilizara la definición de cultura que se hubiera utilizado en 1500.

Costumbres y creencias del México colonial, cuya presencia podría ser trazada
hacia puntos prehispánicos, han desaparecido a lo largo de los siglos de manera
natural o forzada; no obstante, uno difícilmente puede argumentar que el México
industrial se veía desprovisto de una riqueza cultural nacida de la integración de la
ascendencia nativa con tradiciones post-coloniales; aún más, para poder entender
la ‘perdida’ o ‘continuación’ del aparato cultural, debe caerse en cuenta de la
naturaleza procesal de la cultural, es decir, que esta funciona como un proceso
evolutivo, en constante reciclaje, asimilación e integración, por lo cual si se
pretendiera argumentar la perdida un cierto de rasgo cultural específico, habría
necesidad de trazar el origen mismo de este objeto en particular, a manera de
explicar su introducción, adopción y continuidad dentro de la cultura mexicana
para así poder excusar si esta es verdaderamente natural a la misma.

Un ejemplo claro de esto puede llevarse a las natividades; siendo que México no
es un territorio católico por naturaleza, sino convertido como parte del proceso de
colonización por una nación con fuerte conexión al cristianismo, el argumento
hipotético de la perdida de costumbres mexicanas en relación al decline en
familias que sigan la tradición de ‘pedir posada’ debido a la disminución de
población rigurosamente católica, podría de hecho entrar en conflicto si se
sostiene una parcialidad a la influencia nativa en la cuestión de la identidad
cultural de México.

Aquí se debe volver a la explicación anterior del debate en cuanto a la definición


de lo que cultura implica formalmente para México, una dificultad fruto del periodo
de evolución en el que cada país comienza a formar su identidad, punto en el cual
los cuerpos académicos desafortunadamente se adelantaron a de asentar bases
en los campos de sociología, antropología, psicología, geografía –entre otros-
partiendo solo con una idea vaga y general de lo que cultura tendía a implicar
para otros países, sin haberse establecido un concepto claro y especifico aquel
aplicable en México; este, irónicamente, es parte de un patrón común que podría
suscribirse a la naturaleza de la evolución de México como nación independiente:
Síndrome del Segundo Hijo, por así llamarlo, bajo el cual el sujeto, contando con
información de la experiencia de aquel anterior a si, comenzara su formación
‘saltándose’ aquellos puntos en los cuales se percibe ya con conocimiento
necesario, lo cual efectivamente implicara una cierta medida de avance más
rápido al de su mayor, pero que no obstante significara que estará aplicando
información probada en un objeto que, si bien similar, no es idéntico, y por lo tanto
ciertos aspectos de la información serán incompatibles con las características
particulares del objeto en cuestión. Este patrón es más obviamente perceptible en
los aparatos jurídico, legislativo, o educativo mexicano, que fueron formados
basados de estructuras de otras naciones –y nuevamente entra la influencia de la
interacción cultural en la misma cultura local- y posteriormente fueron
’remendados’ para adecuarse a una u otra diferencia irreconciliable entre la nación
propia y aquella imitada.

Si existe una dificultad en aproximar una definición definitiva de cultura en


específico a México, es por el impacto de este patrón de ‘Síndrome del Segundo
Hijo’ en su estructura como nación desde su misma independencia. Para poder
llegarse a una, sería necesario un análisis integrado por varios sectores del
estudio social y geográfico, ante lo cual debería establecerse hasta qué punto
temporal y cuales porciones de la población sostendrían una medida de impacto
en la medida de cultura individual a México.

Fácilmente se puede imaginar que se incluirían a todas las comunidades


indígenas y sus costumbres como fuertes integradores de la cultura –incluso si la
mayoría de la población conoce poco de las costumbres y tradiciones de la vida
cotidiana de las mismas-, pero de igual manera debería de considerarse a los
emigrados cuyas culturas se entrelazaron lo suficiente como para integrar sus
tradiciones con las nativas; pocos aceptarían desplazar el impacto del catolicismo
en la cultura mexicana, especialmente porque el número de días no-hábiles se
vería alarmantemente reducido sin semana santa, navidad y otros eventos de
naturaleza religiosa cuya relevancia en la población posee el poder de detener la
fuerza laboral; sin embargo, una vez aceptado esta herencia europea, la práctica
de Halloween, que ha ganado popularidad en la última década pese a su fuerte
infamia hace siquiera veinte años, y presenta rasgos de mantener su popularidad
en el futuro, sería rápidamente rechaza por los tradicionalistas académicos, siendo
un ‘día festivo’ esencialmente estadounidense que además choca con las
tendencias religiosas de México y, para ahondar en la herida, remueve gravedad
al día de muertos, pero si el hipotético grupo de académicos estableciera que
prácticas culturales practicadas por grandes sectores nativos –en respecto a
nacionalidad, no ascendencia- de la población, independientemente de su origen,
de la misma forma que se hace con las tradiciones religiosas, entonces si en
veinte o treinta años más Halloween se ha expandido y ocupa un lugar de
prominencia en la actividad cultural de la población, bajo la misma definición de
cultura mexicana de 1) original de la región o, 2) practicado por la gran parte de la
población con un cierto grado de precedente, Halloween podría aplicar como
cultura mexicana.

Este ensayo, por supuesto, no favorece la idea de que cualquier práctica por su
misma popularidad tiene el derecho de ser integrada en aquello que es Cultura
para México, sino que busca esclarecer: 1) la elefante de aquello que es
‘intrínsecamente mexicano’, 2) la dificultad de asentar lo mismo en respecto a la
fluidez de interacción cultural que México ha tenido y continua teniendo en su
evolución como nación, y que, incluso si 1 y 2 han sido asentados bajo ‘de este
periodo a este, de esta comunidad a esta, eso es cultura mexicana’, 3) toda
medida de definición de cultura es fuertemente susceptible al tiempo.

Aquí podemos rastrear otro buen ejemplo de flujo intercultural, pero más
importante aún, de asimilación cultural; si el deporte es un componente de la
cultura de un país, el futbol es entonces una parte integral de la cultura mexicana,
hasta el punto en que es definido como el ‘deporte nacional’; más allá de las
implicaciones de ‘Camino al Dorado’ (DreamWorks, 2000), el futbol, pasión
nacional, no es nativo a América prehispánica; ni siquiera es un obsequio
importado a México por ancestros españoles, sino que es un fenómeno
ciertamente reciente, aproximadamente del siglo XIX, introducido por grupos de
ingleses llegados para asesorar la explotación de minas en México. Incluso con su
relativa juventud, al ser un deporte practicado de manera local por solo dos siglos,
el que se le considere un deporte nacional es entonces otro punto de contención
en la dificultad de apuntar un cierto valor de exactitud a la cultura; si se hubiera de
preguntar a la población general mexicana que deporte prehispánico se practica
aun en México, muchos apuntarían al futbol, bajo la simple idea de que un deporte
tan intrínsecamente entrelazado con su sistema cultural debe ser, por lo menos,
un antecedente; si se les preguntara por otro deporte, pocos podrían responder,
porque pocos o casi ningún deporte original a la zona sobresalta por encima de los
otros favoritos nacionales, como lo son el béisbol, el basquetbol, el karate, judo,
etc.

Hoja de Datos

Habiendo establecido pues, que apuntar un conjunto de áreas a las tradiciones,


costumbres y tendencias en el aparato social mexicano como ‘Cultural Nacional’
es, si no imposible, definitivamente impreciso; bajo las propias palabras de Rafael
Tovar y de Teresa, Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(Conaculta):

‘’Es necesario contar con indicadores culturales verdaderos para el desarrollo de


una política cultural nacional. El tema de los indicadores culturales es fundamental,
México no puede darse el lujo de tomar decisiones en materia de política cultural a
partir de ocurrencias’’ (Tovar, 2013)

Esto evidencia, de manera resumida, el planteamiento presentado con


anterioridad; la carencia de lineamientos claros que permitan establecer y analizar
la cultura mexicana para su estudio y entendimiento, una tarea ciertamente
laboriosa que hasta tiempos recientes no ha sido completada por el INEGI debido
a la vaguedad del antecedente académico, aunado ahora a las dificultades de
incorporar siglos de interacción, integración, hibridación y asimilación intercultural
y de cultura local nativa con la complejidad de una transición cultural tanto global
como internacional –es decir, el enfoque de ciertas varias naciones, en contraste
con el enfoque de una simultaneidad global posible en la actualidad- como
nacional cuyas alteraciones hasta la actualidad significan un cambio nunca antes
visto en su alcance y velocidad, y cuyas proyecciones de futuras variaciones son
ocasionalmente predecibles, pero a menudo más radicales de lo esperado.

Nuevamente, el Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes


(Conaculta), coincide con este análisis, advirtiendo que:

‘’Nuevos cómos y por qués han surgido en nuestro país, los cuales obligan a
replantear y a dar nuevas respuestas a lo que ha sido el trabajo cultural tradicional
del Estado mexicano. Tenemos un país con nuevas necesidades sociales y políticas
en las que la participación social toma otra dimensión, para que los bienes y
servicios culturales lleguen a todo el país.’’ (Tovar, 2013)

Así pues, dejando entendida la titánica tarea del sector académico en llegar a
‘que, como, en qué condiciones’, las practicas específicas que el INEGI puede con
certeza mencionar como cultura mexicana –si bien inexactas y muy
probablemente incompletas- permiten hacer una observación de las tendencias de
aquellas cuestiones del aparato cultural mexicano que, si no bien definidas en un
‘porque’ bajo el cual se permita una clarificación de otras cuestiones obtusas, por
lo menos se entiende que de una manera u otra se les reconoce como intrínsecas
a la cultura mexicana, en lo que respecta al consumo o nivel de atención que la
ciudadanía y el Estado le otorgan a lo largo de los años . ¿Cómo medimos con
precisión la amplia variedad de prácticas culturales que existen alrededor del
mundo? ¿Cómo ha afectado la era digital a la participación cultural de la
sociedad? ¿Con qué frecuencia la población de un país específico asiste a un
festival de música o va al cine? ¿Cómo interactúan las comunidades
culturalmente?

Una de las herramientas que pueden utilizarse para avistar en términos generales
el elefante de la cultura en México es la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y
consumo culturales realizada por Conaculta; aunque no toma en cuenta ciertos
aspectos de los componentes culturales de manera directa –tales como deportes
cuya relevancia sea específica a México, gastronomía nacional, la cual es un
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (UNESCO, 2010)-, pautas culturales, o
festividades categorizadas de acuerdo a las costumbres de la región que podrían
determinar su verdadera interacción con la cultura mexicana, etc.-, la encuesta ha
permitido marcar las tendencias de influencia cultural en la vida cotidiana de los
mexicanos. La encuesta más reciente fue elaborada en el 2010, con la intención
de presentar resultados de una nueva encuesta en el 2018 (INEC, 2016); en el
aspecto de literatura, solo el 28.5% a leído, por lo menos, un libro en el año,
la asistencia a espacios de recreación cultural cotidiana presentan
Bibliotecas 54.9%, Librerías 43.2% Museos 54.3% Zonas arqueológicas
43.5% Presentaciones de música 53.8%, y Presentaciones de música clase
un diminuto 9.3%, con presentaciones de danza 32.7%, cine 75.2 (el cual
parece prometedor, con la excepción de que la mayoría del contenido
cinematográfico actual consiste en películas extranjeras), teatros 31.3%,
artes plásticas 12.2% y artes visuales 12.9%. De igual forma, la encuesta
actual presenta que sólo 62% de la población acude a eventos o a sitios
considerados como prestadores de servicios culturales, es decir, sitios y
eventos culturales seleccionados, fiestas tradicionales, ferias y festivales
artísticos.

Los porcentajes de la población en lo que respecta al estudio de aspectos


relacionados con la cultura o las artes, son de igual manera alarmantemente bajos
en los sectores de literatura, danza, música y artes visuales, con Estudios en
letras 1.3%, Estudios en arqueología 1.3%, sabe tocar un instrumento 15.9%,
Estudios en música 1.5%, Estudios en danza 2.2%, Estudios en cine 1.5%,
Estudios en teatro 1.3%, Estudios en artes pasticas 2.1%, Estudios en artes
visuales 1.6%, practica actividad artística 14.4%, practica danza tradicional 3.8%,
sabe elaborar artesanías 12.2%, lo cual será examinado y correlacionado más con
la siguiente herramienta de medida del nivel de participación/consumo cultural
nacional.
La segunda herramienta funciona bajo el INEGI, siendo la Cuenta Satélite
de la Cultura de México, que es un sistema de información económica
dirigido, comparable y continuo que toma como base al Sistema de Cuentas
Nacionales de México, con año base del 2008, siendo una herramienta estadística
de clave importancia para enfocar la toma de decisiones del sector cultural.

El INEGI hace uso de esta para analizar la medición del sector de la cultura en
México definido en cuestión del Producto Interno Bruto generado por actividades
de Mercado fuertemente relacionadas con este sector, -tanto por ámbito comercial
empresarial como la producción cultural que crean los hogares y la gestión pública
en cultura por el Estado. Este, a diferencia de la Encuesta Nacional de hábitos,
prácticas y consumo culturales realizada por Conaculta, tiene mayor frecuencia,
con datos actuales de hasta el 2015; el 2015 presento un Producto Interno Bruto
(PIB) de las actividades vinculadas con el sector de la cultura con un 2.9% del PIB
del país. Un análisis más exacto observa

‘’A su interior, esta cifra se conformó con 2.1 puntos del valor de los bienes y
servicios producidos para el mercado, y 0.7 puntos de las actividades no de
mercado relacionadas con la cultura. Al desagregar el PIB de la cultura por
actividades económicas, se observó la siguiente distribución: en las actividades de
producción manufacturera de bienes culturales (como por ejemplo, las artesanías o
el equipo de audio y video) se generó el 23.5%; en el comercio el 16.7%; la
generación de información en medios masivos 15.6%; los servicios profesionales,
científicos y técnicos 8.5%; los servicios de esparcimiento, culturales, deportivos y
otros servicios recreativos 7.7%; los servicios inmobiliarios y de alquiler de bienes
muebles e intangibles 2.5%; en los servicios educativos, y en otros servicios
excepto actividades de gobierno 0.2%, en cada caso. Además, se consideró el valor
aportado por las actividades no de mercado, como los denominados “Otros bienes
y servicios” (integrado por la producción cultural de los hogares) que
contribuyeron con el 21.5% del PIB de la cultura; y las actividades legislativas,
gubernamentales y organismos internacionales que participaron con el 3.6%
restante (ver diagrama siguiente). ’’ (INEGI, 2016)

Un análisis general presenta que el gasto que destinan los hogares al


consumo de bienes y servicios culturales, a pesar de ser una suma total
nacional enorme, proporcionalmente representa 3.6% de todo lo que gastan
los hogares; -lo cual, al contrastarse con el gasto para consumo de tabaco y
bebidas alcohólicas, del cual las estimaciones de la ENIGH indican un gasto
aproximado de entre 5 y 10% del total de erogaciones, dependiendo del nivel
de ingresos en que se encuentran las personas, producen un enfoque de
prioridades algo preocupante.-

El análisis estadístico también expone las desigualdades de género siendo aún


evidentes: 56% del gasto para la asistencia a eventos culturales emerge de
hombres, mientras que 44% lo ejercen las mujeres; este contraste aumenta si se
dirige la atención a eventos deportivos; el ámbito en el que las mujeres fungen
mayor participación es evidente en la cuestión de gasto en talleres, dentro del cual
las mujeres erogan el 60%, lo que puede interpretarse como un encasillamiento en
roles de género.

Debe destacarse, sobre todo en relación a los datos anteriores de los bajos
niveles de educación cultural, que del total de las personas que acuden a cursos y
talleres culturales solo 30% son niñas y niños de 6-11; 22.4% adolescentes de 12-
17 años; 19.5% jóvenes de 18-29 años; y el resto se esparce entre los grupos de
30 a 49 años (17.8%) y 50+ (10.26%).

En contraste, cuando se observa la entrada de insumos relativa a ferias y


festivales artísticos y culturales, sólo 9.7% de las y los asistentes son niñas y niños
de 6 a 11 años; 15.8% se ubica entre los 12 y los 17 años; mientras que 60% de
quienes asisten a este tipo de eventos son personas que tienen entre 18 y 59 años
de edad.

Todos los sectores anteriores implican el compromiso de organismos estatales e


independientes a manera de crear instrumentos que fomenten la participación
ciudadana en la organización y desarrollo de actividades culturales, los cuales sin
embargo, están en altos niveles de des-uso; siendo que sólo el 23% de la
ciudadanía han tenido participación en la planeación o supervisión de eventos
culturales. Así, sólo un 3% de las personas participan en la organización o
supervisión de “eventos culturales seleccionados”; 6.18%lo en la misma de fiestas
tradicionales; 2% en ferias o festivales culturales y artísticos; el 1.58% en
espectáculos culturales en vía pública; y finalmente 1.6%, 13.3% en cursos y
talleres culturales y en la elaboración de manualidades y artesanías
respectivamente.

Desarrollo

Un análisis más afondo de los datos de la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas


y consumo culturales realizada por Conaculta da lugar a ciertas interpretaciones;
la primera es al analizar los patrones de interés de la población en general, siendo
de entre todas las cifras la mayor en Cine; esto, aunque como un sector de las
artes mediáticas y por lo tanto una fuente de cultura e información, no significa que
un 70% de la población está teniendo acceso y participación en filmes de la época
del oro del cine Mexicano, sino que la gran parte de las presentaciones en
cartelera conciten en pelucas producidas en EUA para estadounidenses, que
después son importadas en México; así, si en 2010 -que es el año de la encuesta
de Conaculta- la proporción del cine mexicano era de 5.6, eso significa que un
70% de la población está supliendo su nivel de interacción cultural no con la propia
nacional sino con una completamente ajena –especialmente si se considera que
las proyecciones de Hollywood tienden a seguir estereotipos, patrones y
tendencias que ni os mismos estadounidenses promedio pueden costearse- lo
cual significa que este 70% que no está recibiendo educación cultural por medio
de teatro, artes plásticas, danza o música, y por lo tanto tendrá poca o nula
interacción con su identidad cultural, recibirá una imagen de una cultura ajena
irreal y no-sostenible sin por lo menos un grado de apego u orgullo nacional con el
cual mantener una perspectiva de las condiciones y realidades de su ambiente, y
por lo tanto comenzara a favorecer la cultura externa y verán poco o ningún valor
en la protección y promoción de la cultura nacional. Aquí es cuando entra
fuertemente el ámbito estadístico y la probabilidad como herramienta para
examinar el futuro de la cultura mexicana tradicional –por lo menos hasta donde
pueda ser medida-;

Si se analizan los porcentajes de población examinada que obtienen interacciones


culturales exclusivamente por medio del cine, y de estas interacciones, en 2010 –
la proporción del cine mexicano era de 5.6, esto significa que la interacción de la
mayoría de la población con una cultura ajena es de 94.4, mientras que el resto
de la población–alrededor del 34.8%- interactuaba poco o nada con la cultura a
través de otros medios con un promedio de participación en la cultura mexicana de
34.8 (siendo 9.3% el grado de participación más bajo y 54.9% el más elevado). La
consideración que debe hacerse entonces es que la gran mayoría de la población
en México no tiene una fuerte relación con su cultura, e incluso que, en la
actualidad, se encuentra más rutinariamente relacionada con otras.

Habiéndose llegado a esta interpretación de los datos, se procede a la otra


sección de información, en respecto a los sectores de la población que estudiaron
o estudian aspectos relacionados con la cultura; los resultados en este ámbito son
aún más bajos que los anteriores; solo uno llega por encima del 4% en lo que
refiere a educación específica, mientras que las áreas generalizadas de ‘practica
actividad artística’ y ‘sabe elaborar artesanías’, que permiten un rango de entrada
mucho más amplio no llegan al 15%; así, la consideración muestra una tendencia
hacia las disciplinas que suelen integrarse con mayor constancia en la educación
primaria, secundaria y preparatoria –es decir, aquella requerida por el Estado-
siendo música, artes plásticas y danza las secciones más elevadas, y por lo cual
se implica no tanto un grado de apego de la población a estas, sino simplemente
una mayor constancia de exposición a través de la estructura del sistema
educativo. Basado en esto, se puede utilizar otro enfoque con el cual dirigir un
estudio probabilístico del avance o declive de la cultura como un componente
cultural: los porcentajes de población indica un nivel de interés muy reducido hacia
el estudio de los aspectos culturales creativos, lo cual implica que el que las
futuras generaciones asimilen y continúen con las tendencias culturales tales
como el cine, teatro, música, danza etc. de la corriente mexicana sostiene tres
probabilidades; 1) que el porcentaje promedio de aprendizaje en aspectos
culturales se mantenga en 4.9; 2) que el porcentaje promedio de aprendizaje en
aspectos culturales disminuya de 4.9 y 3) que el porcentaje promedio de
aprendizaje en aspectos culturales aumente de 4.9.

Conclusiones
Las interpretaciones de los datos presentadas con anterioridad son en relación a
una tendencia pronunciada hacia la disminución de los niveles de participación
poblacional e el aspecto cultural; más exactamente, si se correlaciona la
interpretación de los datos de participación poblacional en lo que respecta a
formas de interacción cultural cotidiana, bajos las cuales se exhibe una reducción
del interés general de la población hacia la cultura local combinada con una
atracción hacia la imagen proyectada de culturas externas, es fácil entender que el
grado de relación entre esta y el nivel de población con estudios o en estudio de
aspectos culturales no es solo elevado, sino que muestra tendencias cíclicas; la
falta de educación en el ámbito cultual significa que la población no está
adecuadamente expuesta a los ámbitos más atractivos de la cultura local, por lo
cual buscan entretenimiento en el ámbito más popular, -el del cine- pero el cual al
estar sujeto a culturas externas que, al ser ajenas, no hacen uso de la oportunidad
de presentar información con la cual se eduque a la población de estas
cualidades; la población, continuamente ignorante de las mismas y expuesta a
otras culturas bajo perspectivas llamativas, no tienen interés en ahondar el estudio
de la cultura local, completando el ciclo.

Es con el análisis de la estructura cultural, sus antecedentes, componentes y


evolución, así como los fenómenos bajo los cuales se ve influenciada –
mencionados con anterioridad- que puede identificarse el enfoque con el cual la
predicción de los patrones de continuación y desvanecimiento de pautas culturales
es posible, y es con la probabilidad, aplicada de esta manera que pueden
señalarse los puntos de fragilidad en el aparato cultural –tanto los nuevos como
los que se pueden reconocer por su similitud a otros que con anterioridad cayeron
ante uno u otro factor-, los puntos que se mantienen firmes en su integración
estructural, y finalmente aquellos que, más que desaparecer, están evolucionando
al lado de la sociedad mexicana.
Bibliografía
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