You are on page 1of 8

TEMERIDAD PROCESAL EN EL PROCESO DE AMPARO

Shanin Contreras Orella1


“El 60% de los expedientes que existen en los órganos
jurisdiccionales corresponden a procesos chatarras,
frívolos, que no tienen fundamento legal o fáctico, pero que
son presentados impunemente por abogados
inescrupulosos, sobrecargando el sistema y volviéndolo más
ineficiente” Walter Gutierrez

El Tribunal Constitucional como supremo intérprete de nuestra Constitución y garante


de la vigencia y protección de los derechos fundamentales y la Supremacía de la
Constitución establecio en reiterada jurisprudencia los fines e importancia de los
procesos constitucionales y la necesidad de contar con una perfecta eficacia en la
resolución de cada uno de ellos.
Sin embargo, pese a la importancia intrínseca que tienen los procesos constitucionales
no debemos olvidar que hablamos de un proceso, entendido por tal, “el instituto en el
que existe un conflicto de intereses”2 lideradas por la búsqueda de protección frente a la
vulneración de un derecho en particular, como lo es el proceso de amparo.
En este contexto, no debemos perder de vista el significado que tiene la actividad
procesal dentro de los procesos constitucionales. Atendiendo muchas veces a que estos
fines pueden verse obstaculizados o desviados por la inadecuada práctica de los
litigantes quienes en un afán de obtener un resultado a su favor realizan incontables
acciones que se encuentran fuera del marco de valores.
Así, el presente artículo pretende dar a conocer el Instituto de la Temeridad Procesal en
los procesos constitucionales en nuestro país, a partir de la Doctrina, el tratamiento que
le ha dado el Tribunal Constitucional y el análisis, en el marco de la institución, de la
Sentencia N° 4943-2011-PA/TC (Eulalia Chuquillín Mendoza).

I. PRINCIPIO DE BUENA FE PROCESAL


La Buena Fe, es un principio que ha sido objeto de diferentes definiciones, tanto así que
podríamos decir que no tiene una definición estrictamente establecida o en palabras de
Joan Picó “es un concepto jurídico indefinido”3 Tampoco, es nuestro objetivo hacerlo
con el presente artículo; sin embargo, creemos que diversos autores han pretendido
definirla en base a querer aplicarla en el derecho de forma concreta.
En la actividad procesal es donde se materializa el Principio de la Buena Fe, dado que,
como ya lo dijimos, en el proceso existen dos partes en conflicto interesadas en la
decisión del Juez conforme peticionan; en ese sentido, como son tantos los encuentros
conflictivos dentro de un proceso es necesario establecer normas mínimas de conducta
entre las partes que permitan llegar al logro de los fines del proceso.
1
Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Jefa de práctica del curso de
Proyección del Derecho de la PUCP.
2
PRIORI POSADA, Giovanni. El Principio de la Buena Fe Procesal, el Abuso del Proceso y el Fraude
Procesal. Derecho y Sociedad. 2006. Año16. Nro, 33. p. 325
3
PICÓ I JINOY, Joan. El Principio de la Buena Fe Procesal. Barcelona: J.M. Bosch Editor.2003.p 69.
Éste principio ha sido una especial preocupación desde antiguo. Así, se estableció en el
derecho romano, canónico y común el Bona Fides y la obligatoriedad de que las partes
brindarán una declaración jurada de litigar de Buena Fe (iusiurandum calumniae), por
tanto, podemos decir que su existencia obedece más a razones de necesidad a fin de
regular la interrelación de los hombres.
La Buena Fe Procesal podríamos entenderla como “aquella conducta exigible a toda
persona, en el marco de un proceso por ser socialmente admitida como correcta” 4, es
decir, que este principio” impone un conjunto de reglas de conducta, presidido por el
imperativo ético a las cuales deben ajustar la suya todos los sujetos del proceso”5; por
tanto, el Principio de la Buena Fe Procesal es el enlace entre el Derecho y la Moral.
Efectivamente, la buena fe se encuentra íntimamente ligada a la moralidad, puesto que
es ésta última la que provee a la Buena Fe Procesal de imperativos éticos que obran
como condicionantes de la conducta de las partes en el proceso6; en otras palabras, en el
proceso las partes tienen el deber de defenderse y actuar haciendo valer sus razones,
pero sin el empleo de actitudes incorrectas, abusivas y antiéticas que alejen de la verdad
material y los fines del ordenamiento jurídico, pese a tener facultades o derechos y estar
amparados en presupuestos formales.

II. TEMERIDAD PROCESAL


Cuando las partes obran de forma distinta a una adecuada actuación conforme a las
reglas de conductas del proceso entendemos que actúan con temeridad o malicia,
vulnerando el Principio de Buena Fe Procesal. Sin embargo, ¿qué entendemos por
temeridad y malicia?; ¿acaso se encontrarán ambas en una relación de sinonimia o, por
el contrario, son conceptos distintos?

2.1.Temeridad procesal: Ámbito Normativo


El principio de Buena Fe procesal se encuentra regulada en nuestro ordenamiento a
través del Código Procesal Civil en el artículo IV del Título Preliminar, el cual dispone:
“Las partes, sus representantes, sus abogados y, en general, todos los partícipes en el
proceso, adecuan su conducta a los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe.
El Juez tiene el deber de impedir y sancionar cualquier conducta ilícita o dilatoria.”
En el artículo 112 del mismo Código se regula la temeridad o mala fe:
“Se considera que ha existido temeridad o mala fe en los siguientes casos:
1. Cuando sea manifiesta la carencia de fundamento jurídico de la demanda,
contestación o medio impugnatorio.
2. Cuando a sabiendas se aleguen hechos contrarios a la realidad.
3. Cuando se sustrae, mutile o inutilice alguna parte del expediente;

4
Ibidem.
5
PRIORI POSADA, Giovanni. Op. Cit. p. 3mos
66
ESPINOZA PEREDA, Victor. La prohibición del abuso procesal como instrumento de racionalización del
tiempo en el proceso civil”. Revista Jurídica del Perú. 2007.Marzo. Nro. 73. p. 244.
4. Cuando se utilice el proceso o acto procesal para fines claramente ilegales o
con propósitos dolosos o fraudulentos.
5. Cuando se obstruya la actuación de medios probatorios;
6. Cuando por cualquier medio de entorpezca reiteradamente el desarrollo del
proceso.
7. Cuando por razones injustificadas las partes no asistan a la audiencia
generando dilación.”

También el inciso 5 del artículo 50 complementa la regulación de la temeridad procesal,


al establecer como deber del Juez “Sancionar al abogado o a la parte que actúe en el
proceso con dolo o fraude” y el artículo 420 y siguientes regulan el pago de la multa.
Por otro lado, parte de la doctrina señala que dentro de las sanciones por temeridad
también se encuentran incluidas las costas y costos del proceso, las cuales en nuestro
ordenamiento se encuentran tanto en el artículo 410 y siguientes del Código Procesal
Civil y en el artículo 56 del Código Procesal Constitucional. Esta institución nació
después de la Edad Media en Francia, como sanción a la parte vencida por “sucumbir
en pleito sabiendo que no tenía derecho”7, lo que con el tiempo se derivó en costumbre
y se aplicó en Códigos posteriores hasta nuestra actualidad. Sin embargo, actualmente
esta institución se aplica sin necesidad de contemplar si hubo o no temeridad, incluso su
aplicación se realiza en los procesos de mejor derecho de propiedad, por tanto,
podríamos decir que hoy se aplica como una sanción por ser la parte simplemente la
parte vencida y creando una figura de supuesto actor temerario.
Finalmente, el artículo 284, 288 y 292 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establecen
las responsabilidades del abogado y las sanciones de su mal proceder. Así como el
Código de Ética de los Colegios de Abogados del Perú.
No está demás señalar que el Código Procesal Constitucional establece en su artículo IX
del Titulo Preliminar la aplicación supletoria de las normas del Código Procesal Civil en
el desarrollo de los procesos constitucionales.

2.2.Definición de Temeridad Procesal y Diferencia con Malicia Procesal


Efectivamente, como hemos podido apreciar nuestro ordenamiento jurídico peruano
establece la Institución de la Temeridad Procesal y da algunos ejemplos de cuando
existe temeridad procesal. Ahora bien, cabría preguntarnos ¿si es necesario una lista
taxativa de los casos en los que se incurre en temeridad procesal en tanto que el derecho
es cambiante y las relaciones sociales entre los hombres generan nuevas situaciones de
conflicto?
Actualmente, en la jurisprudencia podemos ver una preocupación del Tribunal
Constitucional en imponer sanciones por las conductas que vulneran el Principio de
Buena Fe Procesal, empero, considero que si sería necesario, además de imponer
sanciones, establecer reglas de conductas (lista no taxativa) que permitan conocer y

77
ALSINA, Hugo. Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comercial. Tomo IV, Segunda
Edición. Buenos Aires: Ediar S.A. Editores. 1961, p.45.
consagrar este deber de moralidad y ética Así también nos permitirían obtener una clara
diferenciación entre la temeridad procesal y malicia procesal o mala fe en el proceso, las
cuales se encuentran reguladas en nuestro ordenamiento jurídico, con el fin de
desincentivar este tipo de conductas y colaborar con una fortalecimiento de los valores
en el sistema.
La Temeridad Procesal “consiste en la conducta de quien deduce pretensiones o
defensas cuya inadmisibilidad o falta de fundamento no puede ignorar con arreglo a un
mínima pauta de razonabilidad, configurándose, por lo tanto, frente a la conciencia de
la propia sin razón”8 , es decir, temeridad procesal es el actuar en un proceso sin poseer
razón legal y ejerce la defensa de un interés jurídico sin fundamento alguno, abusando
de esa forma del derecho. En palabras de Osvaldo Gozaíni, “la temeridad alude a una
actitud imprudente o desatinada, echada a los peligros sin medir consecuencias. Es un
hecho o dicho sin justicia ni razón y desatinado, especialmente, a afectar valores
morales del prójimo”.9
Son ejemplos de temeridad procesal: La parte que interpone una demanda por jubilación
sabiendo que no cuenta con los requisitos mínimos, la parte que interpone una solicitud
de aclaración con la finalidad de cambiar el fondo de la resolución; la parte que
demanda en amparo cuando ya posee pensión de jubilación, entre otros.
Sin embargo, nuestro ordenamiento jurídico al establecer los supuestos de temeridad y
mala fe no señaló cuales era uno y cuales otros. Asimismo, como veremos más adelante
nuestro Tribunal Constitucional no hace el menor esfuerzo por realizar una diferencia
entre temeridad procesal y malicia procesal, tratando ambos como temeridad, litigante
temerario, etc., incluso de su propia jurisprudencia veremos que establece entre ambas
una sinonimia inexistente. Mas es necesario dejar en claro que no pretendo que se deje
de sancionar por la malicia procesal, sino , por el contrario considero que contribuiría
aún más que nuestro Supremo Interprete de la Constitución defina ambas instituciones a
fin de regular la conducta de mejor forma dentro de los procesos constitucionales.
Así, la malicia procesal o mala fe en el proceso “se configura por la omisión deliberada
de un acto procesal, o cuando se lo ejecuta indebidamente para que pueda producir el
mismo resultado”10, esto es, cuando cualquiera de las partes obstaculiza, retarda, oculta,
falsifica, etc. con el sólo propósito de dilatar la tramitación del proceso. Así la malicia,
está vinculada con la demora mal intencionada en el proceso, con la obstrucción del
mismo, con el ocultamiento de información o de la verdad, con la presentación de
documentación falsificada, etc.
En consecuencia, debemos tener claro que ambas instituciones son diferentes. Por un
lado, “la temeridad se encuentra al contenido de las peticiones o el carácter de
oposición; mientras que la malicia se encuentra enmarcada por el comportamiento en la
ejecución de los actos procesales”11

8
GOZAINI, Oswaldo Alfredo. La conducta en el proceso. Buenos Aires: Editora Platense S.R.L.1988. p. 98
9
GOZAINI, Oswaldo. Alfredo. Temeridad y Malicia en el Proceso. Buenos Aires: Rubinzal Culzoni
Editores. 2002. P.77.
10
Ibidem.
11
Idem. P.78
2.3.Temeridad Procesal y Abuso del Derecho
Ahora bien, como veremos en el punto siguiente el Instituto más frecuente con el que
tiene que lidiar el Tribunal Constitucional es el de la Temeridad Procesal razón por la
cual es el que ocupa la extensión del presente artículo.
El derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, el acceso a la justicia, al debido proceso, a
la defensa y los que deriven de ellos, son derechos fundamentales que habilitan a
cualquier persona que vea vulnerado sus derechos a interponer un proceso
constitucional: Amparo, Habeas Corpus, Habeas Data.
En efecto, cuando una persona ve vulnerado su derecho: no percibir una pensión de
jubilación, frente a un despido arbitrario, el derecho a su religión, etc. puede interponer
un proceso de amparo. Sin embargo, dado que los derechos no son ilimitados, tanto la
Constitución, el Código Procesal Constitucional y la Jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, han establecido el contenido esencial de estos derechos.
No obstante, tratándose de la alta importancia de los derechos fundamentales se
consideró necesario tener una mayor flexibilidad en cuanto a los aspectos procesales
con el fin de evitar caer en un formalismo innecesario, con lo cual estamos
completamente de acuerdo. Sin embargo, no han faltado aquellos que aprovechándose
de esta situación pretenden abusar del derecho.
La temeridad procesal se encuentra íntimamente ligada al Abuso del Derecho, puesto
que el litigante temerario se vale de institutos procesales válidos y formales de nuestro
ordenamiento para alterar su uso y finalidad aprovechándose de la buena fe procesal que
deben seguir todas las partes y la confianza creada en la otra parte, con lo cual se
configura el abuso del derecho.12
Así en el abuso del derecho hay una violación, dentro de los límites formales de un
derecho subjetivo o una norma, de los valores contenidos en ellos. En este sentido, una
persona que interpone una demanda de pensión de jubilación sabiendo que no cumple
con los requisitos o que ya tuvo un fallo anterior sobre los mismos hechos, sujetos, y
fundamentos, y aún así amparándose en el derecho al acceso a la justicia y a la tutela
jurisdiccional efectiva interpone una demanda de amparo, abusa del contenido esencial
de estos derechos, esto es, Abuso del Derecho.
El abuso del derecho no sólo puede ser del proceso, sino también en el proceso. Por
ejemplo, cuando el Tribunal declara infundado un proceso de amparo y el demandante
interpone una solicitud de aclaración con la finalidad de cambiar el fondo de la
resolución, pese a saber que no se pueden modificar sentencias que tienen la calidad de
Cosa Juzgada.
Por tanto, el Tribunal Constitucional como bien lo ha venido realizando, debe estar
atento a reprimir y desincentivar este tipo de conductas que no hacen más que recargar
el trabajo del Tribunal y demorar la resolución de otras causas que si necesitan de
protección y acción.

12
PICÓ I JUNOY, Joan. Op. Cit. p. 95
III. TEMERIDAD PROCESAL EN LA JURISPRUDENCIA DEL
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL: PROCESO DE AMPARO
El Tribunal Constitucional en reiterada jurisprudencia ha venido sancionando con
costas, costos y multas a los litigantes quienes con temeridad o malicia procesal
abusaron del derecho del proceso y en el proceso. Es necesario resaltar el énfasis que
tiene el Tribunal en sus sentencias de recalcar a las partes sancionadas el deber de actuar
conforme los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe en los procesos
constitucionales.
Así algunas de las sentencias en las que el Tribunal sancionó por temeridad procesal en
procesos de amparo: Exp. 099-95/AA-TC, Exp. 632-2001/AA-TC, Exp. 1326-
2001/AA-TC, Exp. 200-2002/AA-TC, Exp. 354-2002/AA-TC, Exp. 2851-2003/AA-TC,
Exp. 1660-2005/PA-TC, Exp. 8094-2005/PA-TC, Exp. 5737-2006/PA-TC, Exp. 6146-
2006/PA-TC, Exp.183-2007/PA-TC, entre otras.
De la revisión de estas sentencias podemos rescatar los esfuerzos del Tribunal
Constitucional en establecer los supuestos en los cuales las partes incurren en temeridad
procesal, no obstante, considero que debería ponerse mayor esfuerzo en establecer estos
supuestos en un solo documento:
1. Presentar recurso de aclaración con la intención de modificar el fondo del
fallo.
2. Presentar pedidos carentes de todo sustento legal.
3. Presentar una demanda de amparo pese a contar con pensión de jubilación,
bajo pretexto de ser irrisoria.
4. Presentar una demanda de amparo pese a haberse levantado la medida
cautelar que amparaba el derecho dentro de las formas legales.
5. Presentar una demanda de amparo respecto de un derecho cuya tutela ya fue
presentada en vía ordinaria.
6. No presentar los medios probatorios de la vulneración del derecho.
7. Pretender lograr dos sentencias de una misma pretensión, vinculada al
mismo proceso y con las mismas partes.
Sin embargo, el Tribunal a lo largo de su jurisprudencia sanciona todas las conductas, lo
cual considero adecuado, sin embargo, si difiero cuando considera todas esas conductas
como temerarias, que por cierto, lo son en su mayoría. Así en las siguientes sentencias
de procesos de amparo, el Tribunal considera de temeridad procesal, lo que debió
sancionar por la malicia y confunde ambas instituciones, como en el expediente 632-
2001/AA-TC, en donde señala “temeridad y/o mala fe”: Exp. 340-2005/PA-TC
(conocía la resolución acusó su inexistencia en el proceso), Exp. 2016-2005/PA-TC
(presentar documentación falsificada para obtener el derecho).
Así también, me permito criticar la falta de unificación y predictibilidad tanto en el tema
de las multa, en la orden de la remisión de actuados y en la sanción al demandante y a la
defensa técnica. En el primer caso, el Tribunal Constitucional impone sanciones
diferentes pese a encontrarse bajo el mismo supuesto de hecho, como en el caso de las
Sentencias N° 1326-2001-AA/TC, N° 1200-2003-AA/TC y N° 2851-2003-AA/TC, en
donde el supuesto de hecho es presentar recurso de aclaración con la intención de
modificar el fondo, dando como sanción respectivamente en cada una de ellas:
amonestación, 2 URP y 1 URP; sin fundamentar el por qué del trato diferenciado.
Respecto de la actuación del Tribunal Constitucional frente a una sanción por temeridad
procesal, tampoco existe una predictibilidad ni unificación de la jurisprudencia, puesto
que en algunas sentencias ordena remitir los actuados a la Corte Superior de Justicia del
lugar de la demanda originaria y al Colegio de Abogados al que pertenece el litigante
técnico, en otras, al Ministerio Público (esto por confusión con la malicia procesal),
otras por el contrario sólo al Colegio de Abogados; incluso en algunas simplemente no
remite los actuados. Considero que cada uno de nosotros en el ejercicio de nuestro
derecho debemos saber qué se aplicará en un determinado supuesto y más aún si es en
torno al Ius Puniendi del Estado, de lo contrario se estará aplicando sanciones de forma
arbitraria, conteniendo con ello también una vulneración de derechos.
El Tribunal Constitucional no ha definido también en qué casos sanciona sólo al
demandante, en qué casos sanciona sólo a la defensa técnica y en qué casos a ambos,
tengo la leve percepción de que esto el Tribunal Constitucional lo evalúa de forma
casuística, luego de observar el desenvolvimiento de las partes en el proceso; sin
embargo, considero que de igual forma que en los anteriores supuestos es necesario
establecer un estándar que permita a los accionantes o partes saber cuales son las
consecuencias de su actuar, sean estos los demandantes o los abogados. Así por
ejemplo, en el Exp. 099-2005-AA/TC, Exp. N° 1326-2001-AA/TC sólo se sanciona al
Abogado; en el Exp. 354-2002-AA/TC se sanciona al demandante y al abogado;
mientras que en el Exp. 1660-2005-PA/TC se sanciona sólo al demandante.
Finalmente, como es evidente el desarrollo de la Temeridad Procesal en materia de
amparo, como en los demás procesos constitucionales, tiene un avance en su desarrollo,
pero este aún se perfila con mucho desorden y deficiencia. No obstante, no sorprende
obtener este tipo de resultados, dado que si bien el Tribunal ha tenido un avance y
desarrollo importante en Constitucional no se ha ocupado aún de desarrollar el campo
de lo procesal constitucional.

IV. TEMERIDAD PROCESAL EN LA SENTENCIA N° 4943-2011-PA/TC


(Eulalia Chuquillín Mendoza).
El Tribunal Constitucional con fecha 06 de marzo de 2012, emitió la Sentencia N°
4943-2011-PA/TC, en la cual sanciona al demandante y a su abogado por presentar una
demanda de amparo cuando ya existía pronunciamiento constitucional anterior respecto
de los mismos hechos, fundamentos y sujetos procesales.
En la sentencia se declara la improcedencia de la demanda y se resuelve sancionar al
demandante al pago de costas y costos del proceso y se le impone una multa de 5 URP
igualmente como su abogado.
El Tribunal Constitucional en la presente sentencia sanciona tanto al demandante como
al abogado; sin embargo, considero que la imposición de una multa además de la
condena de costas y costos para el demandante, constituye un exceso.
Si bien es cierto, cuando uno actúa temerariamente abusando de su derecho y
vulnerando el Principio de Buena Fe Procesal debe ser sancionado necesariamente, para
corregir la conducta inadecuada y lograr de esa forma el desincentivo de la comisión de
la misma en el futuro por la misma persona, como de todos, en general.
Ahora bien, considero que al demandante no se le puede atribuir mayor sanción que la
condena del pago de las costas y costos del proceso debido al desconocimiento en la
aplicación del derecho procesal en sí mismo.
Efectivamente, con lo que digo no pretendo negar la responsabilidad que tienen los
demandantes al iniciar demandas de amparo sin fundamento alguno o conociendo que
no tenían derecho. Por el contrario, lo que en forma concreta quiero señalar, es que el
demandante sabiendo que no tiene derecho presenta un demanda de amparo pese a ello,
recibe siempre una sanción: la condena de costas y costos, mas que el imponer una
sanción adicional, implicaría – a mi entender - sancionarlo también por conocer el
derecho procesal constitucional, como efectivamente es el concepto por el cual se
sanciona a los abogados, los cuales conociendo el derecho y las reglas procesales
presentan, sin importarle las mismas, la demanda de amparo.
Consecuentemente con esto, debo hacer mía lo manifestado por el Tribunal
Constitucional “la conducta temeraria no hubiera podido ser materializada sin el
patrocinio de su abogado defensor, el cual faltando a sus deberes de lealtad, probidad
y buena fe interpuso y autorizó los recursos (…)” 13. En efecto, una persona común y
corriente sabiendo que no tiene derecho no podría interponer una demanda de amparo,
por más que así lo desee. Lo cual confirma, que es absolutamente necesario la
participación de un abogado, el cual si tiene pleno conocimiento tanto del derecho como
del proceso y las practicas procesales permitidas y cuales no. Considero que es éste el
fundamento por las cuales se debe sancionar al abogado.
Así, en el presente caso la demandante si bien tenía conocimiento de la anterior
sentencia, no tiene conocimiento y comprensión que ésta tiene la calidad de cosa
juzgada y las implicancias de ello, por lo cual en el presente proceso se le estaría
sancionando pese a desconocer lo ya mencionado.

V. CONCLUSIONES
El Tribunal Constitucional a lo largo de todos estos años ha venido consolidando la
institución de la Temeridad Procesal; sin embargo, aún su desarrollo se encuentra con
deficiencias y falencias como la uniformidad y predictibilidad.
La temeridad procesal a diferencia de la malicia procesal en los procesos de amparo, se
define como la conducta de accionar y defender en base a ningún fundamento en el
marco del proceso, con la cual se produce una vulneración del Principio de la Buena
Procesal y el Abuso del Derecho, diferencia que debe ser atendida en el breve plazo. Así
como hace falta también la necesidad de un listado de supuestos sobre temeridad
procesal mayor y diferente a los señalados en el artículo 112 del Código Procesal Civil.
Finalmente, debemos enfatizar en el rol importante que juega el abogado en las
actividades procesales, sorprendiendo la cantidad de sanciones que se imponen por
conductas temerarias, lo cual a la vez, no hace más que dar indicativos de otro problema
mucho mayor: La educación en las Universidades que enseñan derecho y la Crisis de
Valores en la que vivimos actualmente.

13
Expediente 4496-2006-PHC/TC.

You might also like