You are on page 1of 9

EVANGELIO: Juan 9, 1-41

Ir a lo esencial es ver la LUZ. Jesús es la LUZ. ÉL nos permite ver la


LUZ en nuestra vida y en la vida de los otros.
En esta semana escucharemos el corazón para permitir aflorar lo
positivo, la luz que hay en mi ser y a mi alrededor.

COMPROMISO: Descubrir la luz que hay en mi vida, ver todo lo posi-


tivo que poseo y que poseen los otros, esta semana no daré espacio a
lo negativo, compartiré la conexión positiva con los que me rodean.

COMPARTO CONEXIÓN CUANDO SÉ DESCUBRIR TODO LO POSITIVO.

BUENOS DÍAS
Iniciamos la semana reflexionando el texto del domingo: Juan 9,1-41
con siguiente video: Juan 9,1-41. Curación de un ciego de nacimiento.
( https://www.youtube.com/watch?v=s-q4h_tYVi8 )

A continuación, reflexionamos:
1. ¿Cómo fue el proceso que vivió el ciego?
2. ¿En mi vida yo me he sentido como el ciego, que no
ve ningún horizonte?
3. ¿El ciego vio la luz en el encuentro con Jesús, yo
también quiero ver la luz? Hago una oración al Señor
pidiéndole me regale sus ojos para ver la luz.
4. Cuando tengo la luz de Jesús, ¿sé descubrir lo positi-
vo que hay en mí y a mi alrededor?
5. Hoy pienso en 5 valores que Dios me ha dado y no
siempre los reconozco.
6. Escuchamos la canción y elegimos la frase que más
nos guste.
Dame, Señor, tu mirada.avi
https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=3l_q1Ib0T20
En el trabajo que estamos haciendo para construir tu Proyecto de Vida, trabajamos
el reconocimiento de mi realidad personal, como primer elemento. Hoy te invito a:

1. “Yo me quejaba de ser fea hasta cuando conocí a alguien con su rostro totalmen-
te desfigurado…”
Te observas en un espejo y le agradeces a Dios
por lo que te ha dado.
Tu rostro, puede que no sea lo máximo en
belleza, pero tus ojos son preciosos, puedes
ver. Tu nariz puede oler. Tu boca es hermosa,
es tuya, así como te la dio Dios, es valiosa.
Como sea, siempre eres linda, ¡aunque no lo
creas!.
Agradécele a Dios por tu cuerpo, así como es
está precioso, con el vives, te expresas. Tu
corazón funciona como la mejor máquina. Tus
pulmones, tu estómago, tus manos, tus pies,
tu estatura como es está bien, así eres, Dios te
la dio y es maravillosa
Escríbele una carta a Dios en la que le agradezcas por lo que te ha dado, eres preciosa
RECONOCE LA GRANDEZA QUE DIOS HA HECHO EN TI, y le pones como título:

SOY MARAVILLOSA SEÑOR


2. Las personas que viven conmigo las ha puesto
Dios para que me ayuden a crecer, para que yo
comparta mi vida con ellas, hoy las valoraré y les
diré a cada una cuán importantes son.

Realiza pequeños mensajes donde destaques los


valores que más te gustan de las personas más cer-
canas y entrégalos, ejemplo:

Papi,
me gusta cuando en lugar de
trabajar, me invitas a salir yo
aunque prefiera otros planes.
Mami,
lo que más me gusta de ti es la
paciencia y pequeños detalles
que a veces no noto.
Abuela,
Me encanta lo alcahueta que
eres y por eso siempre te
espero en casa.
El cuento trata de un difunto. Anima bendita camino del cielo donde esperaba encontrarse con Tata Dios
para el juicio sin trampas y a verdad desnuda. Y no era para menos, porque en la conciencia a más de llevar
muchas cosas negras, tenía muy pocas positivas que hacer valer. Buscaba ansiosamente aquellos recuerdos
de buenas acciones que había hecho en sus largos años de usurero. Había encontrado en los bolsillos del
alma unos pocos recibos "Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por lo viejo. Fuera de eso,
bien poca más. Pertenecía a los ladrones de levita y galera, de quienes comentó un poeta: "No dijo malas
palabras, ni realizó cosas buenas".
Parece que en el cielo las primeras se perdonan y las segundas se exigen. Todo esto ahora lo veía clarito.
Pero ya era tarde. La cercanía del juicio de Tata Dios lo tenía a muy mal traer.
Se acercó despacito a la entrada principal, y se extrañó mucho al ver
que allí no había que hacer cola. O bien no había demasiados clientes o
quizá los trámites se realizaban sin complicaciones.
Quedó realmente desconcertado cuando se percató no sólo de que no
se hacía cola sino que las puertas estaban abiertas de par en par, y
además no había nadie
Para vigilarlas. Golpeó las manos y gritó el Ave María Purísima. Pero
nadie le respondió. Miró hacia adentro, y quedó maravillado de la
cantidad de cosas lindas que se distinguían. Pero no vio a ninguno. Ni
ángel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se animó un poco más y la
curiosidad lo llevó a cruzar el umbral de las puertas celestiales. Y nada.
Se encontró perfectamente dentro del paraíso sin que nadie se lo
impidiera.
-¡Caramba — se dijo — parece que aquí deber ser todos gente muy
honrada! ¡Mirá que dejar todo abierto y sin guardia que vigile!
Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo que veía se fue adentrando por los patios de la
Gloria. Realmente una preciosura. Era para pasarse allí una eternidad mirando, porque a cada momento
uno descubría realidades asombrosas y bellas.
to le pegó un formidable golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.
De patio en patio, de jardín en jardín y de sala en sala se fue internando en las mansiones celestiales, hasta
que desembocó en lo que tendría que ser la oficina de Tata Dios. Por supuesto, estaba abierta también ella de
par en par. Titubeó un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todo termina por inspirar confianza. Así que
penetró en la sala ocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus
anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la tentación — santa tentación al fin — de echar una miradita hacia
la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fue ponérselos y caer en éxtasis. ¡Qué maravilla! Se veía todo clarito
y patente. Con esos anteojos se lograba ver la realidad profunda de todo y de todos sin la menor dificultad.
Pudo mirar profundo de las intenciones de los políticos, las auténticas razones de los economistas, las
tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad. Todo
estaba patente a los anteojos de Dios, como afirma la Biblia.
Entonces se le ocurrió una idea. Trataría de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta
situación privilegiada. No le resulto difícil conseguirlo. Pero lo agarró en un mal momento. En ese preciso
instante su colega está estafando a una pobre mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaría
de hundirla en la miseria por sécula seculorum. (En el cielo todavía se entiende latín). Y al ver con meridia-
na claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subió al corazón un profundo deseo de justicia.
Nunca le había pasado en la tierra. Pero, claro, ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacer
justicia, que sin pensar en otra cosa, buscó a tientas debajo de la mesa del banquito de Tata Dios, y revoleán-
dolo por sobre su cabeza lo lanzó a la tierra con una tremenda puntería. Con semejante teleobjetivo el tiro
fue certero. El banquito le pegó un formidable golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.
En ese momento se sintió en el cielo una gran algarabía. Era Tata Dios que retornaba con sus
angelitos, sus santas vírgenes, confesores y mártires, luego de un día de picnic realizado en los
collados eternos. La alegría de todos se expresaba hasta por los poros del alma, haciendo una bata-
hola celestial.
Nuestro amigo se sobresaltó. Como era pura alma, el alma no se le fue a los pies, sino que se trató
de esconder detrás del armario de las indulgencias. Pero ustedes comprenderás que la cosa no le
sirvió de nada. Porque a los ojos de Dios todo está patente. Así que fue no más entrar y llamarlo a
su presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy buen humor, como siempre. Simple-
mente le preguntó qué estaba haciendo.
La pobre alma trató de explicar balbuceando que había entrado a la gloria, porque estando la
puerta abierta nadie la había respondido y él quería pedir permiso, pero no sabía a quién.
-No, no — le dijo Tata Dios — no te pregunto eso. Todo está muy bien. Lo que te pregunto es lo que
hiciste con mi banquito donde apoyo los pies.
Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata Dios, el pobre tipo fue animado y le
contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y encima los anteojos, y que no
había resistido la tentación de colocárselos para echarle una miradita al mundo. Que le pedía
perdón por el atrevimiento.
-No, no — volvió a decirle Tata Dios — Todo eso está muy bien. No hay nada que perdona. Mi deseo
profundo es que todos los hombres fueran capaces de mirar el mundo como yo lo veo. En eso no
hay pecado. Pero hiciste algo más. ¿Qué pasó con mi banquito donde apoyo los pies?
Ahora sí el ánima bendita se encontró animada del todo. Le contó a Tata Dios en forma apasionada
que había estado observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia y que
le había subido al alma un gran deseo de justicia, y que sin pensar en nada había manoteado el
banquito y se lo había arrojado por el lomo.
-¡Ah, no! — volvió a decirle Tata Dios. Ahí te equivocaste. No te diste cuenta de que si bien te había
puesto mis anteojos, te faltaba tener mi corazón. Imagínate que si yo cada vez que veo una injusti-
cia en la tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el uni-
verso para abastecerme de proyectiles. No m’hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse
mis anteojos, si no se está bien seguro de tener también mi corazón. Sólo tiene

Derecho a juzgar, el que tiene el poder de salvar.


-Volvete ahora a la tierra. Y en penitencia, durante cinco años rezó todo los días esta jaculatoria:
"Jesús, manso y humilde de corazón dame un corazón semejante al tuyo".
Y el hombre se despertó todo transpirado, observando por la ventana entreabierta que el sol ya
había salido y que afuera cantaban los pajaritos.
Hay historias que parecen sueños y sueños que podrían cambiar la historia.

Antes de ponerte a pensar, hacerle un espacio a Jesús, repitiendo varias veces y lentamente la
oración que le enseñó Dios al protagonista:
"Jesús, manso y humilde de corazón dame un corazón semejante al tuyo".
¿Te ha sucedido alguna vez una situación semejante a la del protagonista?
Jesús nos advierte sobre "ver la pelusa en el ojo ajeno y no la viga en el propio". ¿Qué destacarías
de la mirada de Dios?
¿Cómo es tu mirada sobre los que te rodean y sobre el mundo? ¿Positiva, esperanzada, solidaria,
compasiva?
La fuerza de la mirada de Jesús, es uno de los aspectos que más impresionó a sus discípulos. Los evangelios
hablan con frecuencia de cómo veía Él las cosas, de cómo miraba.
Jesús miraba a la muchedumbre, se fijaba en la moneda del tributo, observaba como echaba su limosna en la
colecta la mujer pobre, dirigía a sus apóstoles sus ojos, miraba fijamente al joven que quería seguirle ("Jesús,
fijando en él su mirada, le tomo cariño y le dijo: sólo una cosa te falta..." Mc 10,21), escrutaba las intenciones de
sus enemigos, les dirigía una mirada llena de enfado ("ellos callaban: y El, mirándoles con ira, apenado..."
Mc 3,5), miraba a Zaqueo apreciando su buena voluntad...
Enseñó a sus discípulos a saber ver y discernir las cosas. Les animó a que supieran ver los signos de los
tiempos, observar la belleza de los lirios del campo, la libertad de los pájaros, la necesidad del prójimo malheri-
do en el camino. Parece como si Jesús pasara su vida viendo, mirando, observando con una infinita capacidad
de admiración y de profundidad en su mirada, pero sobre todo, los evangelistas, se acuerdan de sus ojos en
los momentos de oración.
Las miradas de Jesús (textos evangélicos para
trabajar)

1.- Mira a Zaqueo. Lc 19, 1-5.- “Jesús llegando a aquel sitio,


alzando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto porque hoy voy a
hospedarme en tu casa”.

Zaqueo, subido en el árbol porque quería ver a Jesús y no


podía por ser bajo de estatura. Zaqueo se deja mirar por
Jesús... cambio radical.

2.- Joven rico ( Mc, 10,17). Maestro, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? ...
Jesús, fijando en el su mirada, le amó y le dijo: “Sólo te falta una cosa...”

3.- El peligro de las riquezas (Mc. 10, 27...). ¡Qué difícil será que los ricos entren en el Reino de Dios! Ellos, asom-
brados dijeron: ¿Quién se podrá salvar? Jesús, mirándoles fijamente, dijo: “Para los hombres es imposible, pero
no para Dios, porque todo es posible para Dios”. Mirada profunda. De un hombre que tiene experiencia de
Dios-Padre.

4.- Jesús en la Cruz (Jn 19, 25...). Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre, María. Jesús, viendo a su madre y al
discípulo a quien amaba, le dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Podemos detenernos en esta mirada de
Jesús... muriendo, en plena agonía. Siempre pensando en los demás... no quiere que su madre se quede sola.
Mirada cariñosa a su madre de un hijo adulto.

5.- Negaciones de Pedro (Lc 22, 61...) Pedro, el gran amigo, por miedo le niega tres veces. “ Al salir, el Señor se
volvió y miró a Pedro. ... y saliendo fuera, lloró amargamente. Muchas veces se ha fijado en Pedro: al comienzo,
en el Jordán. Cuando le constituye jefe de la Iglesia (tú eres Pedro y sobre esta piedra...), en el monte Tabor, en la
playa... Pedro, ¿me amas más que estos...? Pero aquella mirada de Jesús transforma a Pedro.

6.- Mirada a la mujer adúltera, mirada limpia y constructiva. “Yo tampoco te condeno, vete en paz” (Jn 8, 1-11).

7.- Mirada al paralítico de la piscina... lo que a Jesús le sale es curar, sanar, liberar. Miradas a tantos enfermos
(Jn 9, 1-20).
8.- Mirada cariñosa a los niños: “Dejen que los niños se acerquen a mí”. Los niños son muy inteligentes y
solamente se acercan a las personas que les ofrecen cariño (Mc10, 13-16).

9.- Mirada al ciego Bartimeo... cuando el ciego abre los ojos y lo primero que encuentra es la cara de Jesús
(Mc 10, 46-52).

10.- Para bendecir y rogar al Padre: “Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los
cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y
los discípulos a la multitud”. (Mt 14,19)

Dios tiene un lenguaje muy parecido al que usan las personas que tanto se quieren para encontrarse. Y ese
lenguaje que se construye de miradas, palabras, sonrisas, gestos, lágrimas, presencias, alegrías y dolores
compartidos, es el lenguaje del AMOR.
Ese es el lenguaje que Dios quiere usar contigo. Lo que más le importa para hacer conexión con nosotros es
el Amor.

Lo principal no está en cuánto amás tu a Él, o en si lo amás mal o bien. Lo más increíble es que Él te ama
primero, y no está esperando otra cosa sino que lo mires. Sí… mirarlo para conectar con Él y su Amor por
vos.
Yo no sé si existe una buena noticia mejor que esta: que hay alguien que te está esperando para regalarte
porque sí, sin pedirte nada a cambio, una experiencia impresionantemente sanadora de Amor. Ese alguien
tiene un nombre y un rostro: el de Jesús de Nazaret, y no tienes más que volver los ojos de tu corazón hacia
lo hondo para encontrarlo.

You might also like