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Ca p ítu lo 3

Ecologismo y ambientalismo

Equiparar el concepto de libertad de procrea-


ción con la creencia de que todo el que nace tiene
igual derecho a los recursos comunes es encami-
nar el mundo hacia un trágico destino.
Garrett Hardin

Introducción

El ecologismo en sus múltiples tendencias y versiones, al igual que


el ambientalismo y el conservacionismo, es uno de los fenómenos
más complejos de la segunda mitad del siglo xx, no sólo por sus plan-
teamientos sino por el crecimiento casi geométrico, principalmente
en los países desarrollados, donde emergió, y luego en la periferia,
donde tiene sus grandes intereses a “proteger”.
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Pero la expansión del ecologismo-ambientalismo-conservacionis-


mo está sujeta a nuevos tiempos y nuevas sociedades donde todo
se agota rápidamente o se readecua o reformula para mantener la
vigencia, y estos movimientos no son la excepción.
Hoy han logrado una gran presencia, pero su éxito es a lo Pirro,
ya que el Estado y los grandes organismos internacionales se apode-
raron de estas ideas y las readecuaron haciendo de lo verde un color
popular, pero mucho más diluido en su contenido para ser operable
y funcional a un sistema que lo único que pretende es profundizar
la alienación del sujeto a partir del consumo y utilizar los recursos
para el consumo de los que puedan acceder a él, una minoría.
Si bien este movimiento se crea y desarrolla en medio de una
verdadera revolución de la sociedad, la ciencia, la economía y la po-
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112 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

lítica, se caracteriza por ser la primera nueva idea global que se da


sin alterar la esencia del sistema (Castells, 1997).
Esta característica de ser una revolución sin cambio del sistema,
que se reformula y es cada vez más dinámica y agresiva, es una con-
tradicción central que va a marcar a este movimiento. Podría decirse
que hoy se divide en tres grandes grupos: ecologistas, ambientalis-
tas y conservacionistas, sin que sean excluyentes entre sí.
Los medioambientalistas son eminentemente antropocentristas
y sus intereses centrales consisten en lograr cambios en la manera
de manejar los recursos naturales y mejorar la calidad de vida del
ciudadano, a partir de luchas sociales o políticas dentro del sistema.
El ecologismo es un movimiento con más bases “teóricas” o “cien-
tíficas”, por lo que algunos autores hablan de los ecologistas como los
teóricos del medioambientalismo.
El conservacionismo fue creado por pensadores y políticos miem-
bros de la gran burguesía de Estados Unidos, desde el Sierra Club
a la Audubon Society, pero el gran salto lo dio junto con la sociedad
norteamericana que cambia radicalmente su forma y estilo de vida a
mitad del siglo xx y posteriormente con la adecuación a los cambios
de los 70.
Estos movimientos modernos, que algunos definen como contes-
tatarios, tienen en común algunas características principalmente
en los mecanismos de promoción y expansión, y otras profundas
diferencias en cuanto a objetivos concretos. Inicialmente veremos
las cosas comunes para luego llegar a las más particulares que
los distinguen o diferencian, sin que esta enumeración sea final,
ya que puede haber otros grupos más pero con menos presencia a
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nivel mundial.
Originalmente han tenido una relación compleja en permanen-
te transformación con la ciencia y la tecnología, que se inicia con
su rechazo por considerarlas causantes de los grandes problemas
ambientales y se termina el siglo con una posición opuesta, casi de
veneración, por considerarlas el único camino efectivo para la “sal-
vación del planeta”.
Hay un cientificismo más propagandístico que ciencia en sentido
estricto, por lo que partiendo de la base de que la ciencia es la nueva
religión de la modernidad y uno de los ejes ideológicos de la Revo-
lución Industrial, el proceso de agotamiento de ésta como “verdad
absoluta” coincide con su uso de forma ligera y poco profunda, en
busca de temas accesibles y miedos comunes.
Hoy, cuando ya se agota la evolución natural y entramos en la
era posindustrial y en una nueva evolución operada por el hombre,
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Ecologismo y ambientalismo 113

el ecologismo tiene poco motivo de lucha, ya que la nueva natura-


leza y el nuevo hombre salen de los mismos laboratorios de las tec-
nologías alternativas que se han transformado en la meta de estos
movimientos; una vez más se pone en evidencia la simplificación de
su realidad.
La religión al servicio de un mundo que viene sirve de base para
la consolidación del neoliberalismo, que tiene entre sus principales
enemigos al Estado-nación, el cual es vulnerado por los conservacio-
nistas, acosado por los ecologistas y golpeado por los ambientalistas,
que ven limitaciones “fuera de tiempo” en sus conceptos de sobera-
nía y leyes nacionales.
Pero el Estado en su versión política y los organismos interna-
cionales lograron asimilar el ecologismo y operarlo como una idea
propia, por lo que hoy sirve de fundamento a nuevas revoluciones
tecnológicas que reemplazan al obsoleto industrialismo de base pe-
trolera. La nueva revolución verde viene a oxigenar al capitalismo
global, disfrazándolo de ambientalista.

Antecedentes del ecologismo moderno

No podríamos hablar de los movimientos ecologistas y ambien-


talistas modernos sin hacer referencia a que esta problemática es
muy antigua, de la época del “mundo encantado”, cuando la reli-
gión era el eje de la vida y del conocimiento, y todo causaba asom-
bro o miedo.
Un ejemplo de estas situaciones complejas lo tenemos en 1547,
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cuando los habitantes de un pueblito en la actual Francia solicita-


ron al juez episcopal un dictamen judicial ante la existencia de una
plaga de gorgojos que comían sus plantas, y ello generó un fallo his-
tórico donde el juez dijo que, al ser los gorgojos criaturas creadas por
Dios, tienen el mismo derecho que los hombres a comer las plantas:
¿biocentrismo derivado del catolicismo? (Ferry, 1994).
Los movimientos ecologistas y ambientalistas modernos nacen
en la segunda mitad del siglo xx, fruto de una serie de circunstan-
cias que se dieron en un momento complejo, la posguerra, la propia
Guerra Fría y los grandes cambios de esta etapa, desde la revolu-
ción femenina a la de la familia, pasando por una serie de drásticas
transformaciones que eclosionan en mayo de 1968 en la gran rebe-
lión juvenil ante la crisis y falta de adecuación del sistema.
Se da como fecha histórica 1969, período en el que un proceso de
unión entre los movimientos sociales ambientales y los movimientos
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ecologistas ayudó a generar una conciencia ecológica generalizada


(Morin, 1996).
Pero hay una serie de importantes antecedentes en el siglo xix,
en los estudios sobre la calidad de vida derivada de la industria y la
minería y sus impactos en los trabajadores, desde el clásico trabajo
de Friedrich Engels de 1845 sobre la situación de la clase obrera
en Inglaterra al informe de Juan Bialet Massé en la Argentina,
una radiografía del capitalismo en la época de expansión de sus
fronteras.
Sin embargo, eso no significa que estos movimientos sean los pio-
neros modernos en la cuestión ecológica y su aplicación, ya que hay
un antecedente muy efectivo y que es la piedra angular, los modelos
y las formas de aplicación y la legislación moderna: hablamos del
régimen nacionalsocialista instaurado en Alemania a fines de los
años 20 y que duró con mucha fuerza más de una década a partir de
1934: el nazismo.
Hay otros estudios que suman al redescubrimiento de esta pro-
blemática sobre el valle de Mosa, en Bélgica, por la contaminación
y la muerte de más de sesenta personas en 1930; los problemas de
contaminación en la cuenca del rio Jitsun, en Donora, Pensilvania,
Estados Unidos, donde en 1947 una nube contaminada afectó a ca-
torce mil personas, y en Londres en 1953 y 1954, las primeras muer-
tes masivas por esmog (Ettore, 1980).
Entre la definición y el primer desarrollo de la ecología a media-
dos del siglo xix a la de 1935, cuando el biólogo inglés Arthur Tansley
distinguió el objeto propio de ésta, el ecosistema, se van sumando
ideas y experiencias que van a ser parte del patrimonio de los futu-
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ros movimientos en defensa de la naturaleza.


En la década del 30 se consolidan el comunismo en Rusia y el
nazismo en Alemania. El primero busca la industrialización a mar-
chas forzadas sin reparar en los grandes impactos en la naturaleza
y el segundo, industrializarse para la futura guerra pero con una
visión más racional frente a los recursos, que podría definirse como
ecologista.
Sin embargo, ambas ideologías compartían ciertos puntos funda-
mentales como la desconfianza en la democracia y hacia el capitalis-
mo de mercado; buscan un hombre nuevo con pureza y sin compro-
misos salvo en sus ideas, a la vez que rechazan el liberalismo.
De ahí la importancia de ver las ideas que el nazismo había
desarrollado sobre lo que hoy es el ecologismo moderno, pero desde
el Estado, y para ello debemos conocer las concepciones centrales
que tenían sobre la naturaleza. Pensaban que había que protegerla
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Ecologismo y ambientalismo 115

contra los perjuicios de la cultura, transformada por el arte y por


ello humanizada, también creían en la “naturaleza prístina” (Fe-
rry, 1994).
Los teóricos del nazismo consideraban importante el conflicto en-
tre el sentimentalismo romántico y el clasicismo que emergió de la
Ilustración, y adhirieron al sentimentalismo. La naturaleza como
es, sin alterar, “en estado salvaje”, es la que buscaban proteger, una
utopía moderna.
Por ello es que la naturaleza en el nazismo es original, salvaje,
pura, virgen, auténtica e irracional, accesible a través de los senti-
mientos, lo mismo que piensa el moderno ecologismo, que busca pro-
teger la naturaleza prístina, o el gran conservacionismo que emerge
en el siglo xix. ¿Éstas son coincidencias o convergencias?
Esa naturaleza en la que creían o que buscaban los nazis es simi-
lar a la que define la Ley de Protección de la Naturaleza de Estados
Unidos de 1965, es la naturaleza exterior al hombre y anterior a él,
que debe cuidarse y aislarse del ser humano.
Así, el nazismo recupera el estatismo paisajístico que dominó en
el siglo xix en Estados Unidos y que luego pasó al nuevo conserva-
cionismo del siglo xx. Las coincidencias son muchas: se oponen a la
barbarie destructora de la economía liberal moderna, están en con-
tra de la reforestación con una especie que altere el bosque nativo.
Pero, en el fondo, la coincidencia más fuerte es el cinismo que
tienen ambos movimientos sobre la realidad que viven. En Alema-
nia todo esto se desarrolló en medio del auge del armamentismo y
en Estados Unidos en medio de la Guerra Fría, el macartismo y dos
guerras: Corea y Vietnam.
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En ambos ejemplos, las críticas no son constructoras de movimien-


tos de oposición efectiva, por ello nunca atacan el modelo dominante:
en Alemania, un capitalismo de Estado y en Estados Unidos, de libre
mercado, pero dirigido rígidamente por los intereses del imperio.
Otra coincidencia con Theodore Roosevelt son los monumentos
nacionales, creaciones originales de la naturaleza cuya preservación
resulta de interés público motivado por su importancia y significa-
do científico, histórico, patriótico y folclórico; de ahí que en Estados
Unidos y en la Alemania nazi se los protege.
Al igual que el emergente movimiento ecologista de fines de los
60, el nazismo estaba en contra de la modernización destructora,
pero en ambos casos la crítica no pasa de las formulaciones porque
ninguno de los países cambió su modelo.
El ecologismo nazi racionalizó el uso del territorio, sirvió para
ordenarlo y eso fue lo que más sorprendió al general Dwight Eisen-
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hower cuando invadió Alemania: la Reichsautobahn, la mayor red


de autopistas del mundo (Schlosser, 2002).
Cuando Eisenhower fue presidente de Estados Unidos, al termi-
nar la Segunda Guerra Mundial, aplicó esta experiencia en la ley
de carreteras nacionales, que se convirtió en el mayor proyecto de
obra pública de la historia moderna de ese país, ya que se lograron
construir 74.000 kilómetros de carreteras, hecho que dio origen al
modelo de ciudades lineales y el mundo del automóvil en los 50, uno
de los pilares de la polución urbana en ese país y el mundo.
La obra del Estado alemán durante el nazismo fue muy amplia
y comienza a legislarse en 1934, con una ley que regula la caza, y
al año siguiente cuando se aprueba la ley sobre la protección de la
naturaleza.
Walther Schoenichen, quien era el director de la agencia del
Reich para la protección de la naturaleza, originalmente un conser-
vacionista, sostenía que “el abandono de la tierra natal es el fin de la
cultura” (nacionalecologismo).
Los ecólogos Reinhold Tuxer, Alwin Seifert, Josef Perl y Ehrard
Madang fueron los autores principales de la legislación que creó el
régimen sobre los diferentes aspectos de protección a la naturaleza.
En 1939 se aprueba la ley sobre la protección de los animales, con
una verdadera visión biocentrista, que no dejará pasar el creador
de la ecología profunda –Arne Naess– y que Adolf Hitler definió:
“En el nuevo Reich no debe haber cabida para la crueldad con los
animales”.
Una vez más, hay una gran coincidencia con la mentalidad del
ecologismo moderno que protege a los animales más que a las perso-
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nas, la pobreza no es su problema, pero sí las especies en peligro de


extinción, las mascotas que acompañan a la gente y no los huérfanos
abandonados. ¿Coincidencia o convergencia?
En síntesis, Walther Schoenichen sostiene que la legislación
creada durante el régimen nacionalsocialista (nazi) es la culmina-
ción lógica del movimiento sentimentalista romántico, y que es la
tercera etapa de la historia. La primera fue la edad de oro, la segun-
da fue la caída y con el nazismo se daría la restauración o tercera
etapa (Ferry, 1994).

Décadas fundamentales: desde la posguerra hasta los 70

Este complejo período tiene como antecedente y referente fun-


damental la gran crisis mundial que comenzó con el viernes negro
en 1929, y que en Estados Unidos implicó que para 1933 hubiera
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caído el 50% de la producción industrial y con ello quince millones


de parados, o sea, uno de cada cuatro norteamericanos (Zinn, 1997).
Durante la crisis se forjó un movimiento obrero de lucha que en-
frentó a los grandes patrones y al propio Estado pues, pese a haber
generado la política del New Deal, debían enfrentar huelgas masi-
vas, como la de los textiles de 1934 que paró a 325.000 trabajadores
y llegó a 421.000 huelguistas; en el movimiento estaba la dirigencia
de la American Federation of Labor (afl) y el Congress of Industrial
Organizations (cio) en plena acción.
Pese a estar aprobadas las reformas en 1935, explotó Harlem,
más de 350.000 personas viviendo en marginación y, con él, muchos
lugares del país realizaron huelgas y disputas, sentando las bases
de un movimiento social más fuerte que el que aflorara en los 50
(Zinn, 1997).
La Segunda Guerra Mundial concluye con el lanzamiento de dos
bombas atómicas en Japón y, según el U.S. Estrategia Bombing Sur-
vey en su informe oficial “se eligieron como objetivo Hiroshima y
Nagasaki debido a la concentración de actividades y población”.
El presidente Harry S. Truman dijo en ese momento al pueblo
de Estados Unidos que había sido arrojada una bomba sobre una
base militar, Hiroshima, que tenía cuarenta mil soldados y más de
doscientos mil civiles; detrás de la bomba había una estrategia, una
encuesta Gallup que se había hecho en el país donde el 13% de la
población era partidario del exterminio de los japoneses (Scowen,
2003).
Este hecho, conocido como el comienzo de la era atómica, abre un
nuevo capítulo junto a las otros grandes cambios y nuevas coyuntu-
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ras que se cierran de cierta manera con el Informe del Club de Roma
de 1972, sobre el estado del mundo, y que son el marco de referencia
para la emergencia de estos nuevos movimientos sociales que son
consecuencia de los grandes cambios de esos tiempos.
La posguerra, a partir de 1945, redefine a Estados Unidos como
la nueva potencia hegemónica enfrentada en representación del ca-
pitalismo al denominado bloque oriental liderado por la Unión So-
viética y los definidos como países del Este, contradicción a la que
luego se sumará un tercer grupo, los no alineados, que incluía al otro
gigante, la República Popular China.
La gran capacidad industrial dirigida hacia la producción bélica
se logró reciclar hacia la producción de los nuevos artículos y arte-
factos que formarían parte del nuevo estándar de vida, que es co-
nocido como el american way of life, o modo de vida americano, el
modelo del éxito del capitalismo emergente.
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El modo de vida americano nació con su contrapartida oscura


que fue aceptada por toda la sociedad, que dos décadas después co-
mienza a criticarla; se trata del “mito de la tecnología buena”, todo
lo que se hace con máquinas es bueno: vestidos de nailon, comidas
congeladas, comida chatarra, platos y vasos desechables, y miles de
cosas más.
Se hizo campaña a favor de la tecnología y una de las voces más
conocidas fue la del actor Ronald Reagan, luego presidente de Es-
tados Unidos; se destacaba que la tecnología siempre es buena, es
beneficiosa para la salud, ahorra trabajo, eleva el nivel de vida; la
innovación tecnológica fomenta la democracia, la libertad y el ocio
(Mander, 1996).
El fanatismo por la tecnología no tenía límites; así, durante los
gobiernos de Truman y Eisenhower se sostenía que comprar un la-
varropas era darle un golpe al comunismo. El extremo fue la apli-
cación de la “caducidad planificada” que hacía que cada dos años
se cambiaban los autos. En síntesis, el consumo tiene una historia
corta pero ideológica profunda, que luego deja la geopolítica para
ingresar en el propio hombre haciéndolo un esclavo de esta nueva
realidad: la sociedad del consumo.
Éste es el denominado “Estado del bienestar”, con mayor poder
de consumo, vacaciones, horario laboral de ocho horas, situación
que obliga a aumentar la productividad; un estado al cual no pue-
den acceder todos los ciudadanos. Los afroamericanos en Estados
Unidos en los 50 y los 60 eran pobres, poco educados y menos ca-
lificados.
Los sindicatos pactan con el gobierno y apoyan el desarrollo de
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este modelo basado en los grandes avances tecnológicos logrados


durante la Segunda Guerra Mundial, lo cual generó nuevos pro-
ductos que “mejoraban su calidad de vida” a la vez que provocaban
un gran despilfarro de riqueza de recursos y, con ello, una gran
contaminación.
El auge de la producción orientada al consumo se movió sobre dos
importantes rieles: el crédito al ciudadano y la publicidad que los
llevaba a aumentar el consumo como símbolo de estatus, a través del
cine, la naciente televisión y la radio.
Pero no toda la sociedad norteamericana tenía acceso al modo
de vida promovido y, junto a ello, nuevos grupos sociales tuvieron
acceso a la educación y a vivir en grandes ciudades, lo cual aceleró
los conflictos culturales internos y dio lugar a la emergencia de
una verdadera contracultura, que en los 60 tomará la forma del
hippismo.
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Wright Mills fue uno de los intelectuales más críticos del sistema y
su época, y su clásico libro sobre el análisis de las elites, el poder y el
complejo militar industrial muestra la otra cara de esta nueva osten-
tosa y emergente sociedad (Mills, 1993). En 1951 publicó otro trabajo
sobre las clases medias emergentes, donde sostenía que “la burocracia
ha sobrepasado al trabajador urbano quitándole toda independencia
y transformándolo en una especie de robot que es oprimido pero se
mantiene feliz”.
La Guerra Fría y la emergencia del macartismo, como expresión
de una sociedad que no acepta las diferencias ideológicas y las trans-
mite a todo su cuerpo transformándolas en verdaderas amenazas, se
vieron reforzados por los comics y el cine, además de estar apoyados
por la religión que asumió el conflicto Este-Oeste como una cruzada
propia.
La clase media, sostén del consumo y base del poder de las gran-
des corporaciones, se decide a aumentar la natalidad y aparece
el fenómeno del baby boom, que entre 1945 y 1964 generaron un
crecimiento de la población en Estados Unidos de 76 millones de
habitantes, también en otros países mayoritariamente anglosajo-
nes, desde Inglaterra a Australia pasando por Canadá y Nueva
Zelanda.
Así, en los años 50 emerge el nuevo ciudadano americano medio,
conservador, religioso, relativamente próspero, atado por créditos al
sistema, blanco y de tendencia racista y machista, profundamente
orgulloso de su país y del poder del mismo en el mundo.
En 1947, el Informe Kinsey, un estudio nacional sobre la conduc-
ta sexual del varón, mostró una cara poco conocida de la sociedad
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machista emergente: un 10% de la población masculina había tenido


una experiencia homosexual, un 70% de los hombres habían tenido
encuentros con prostitutas y, de los casados, un 50% había tenido en-
cuentros extramaritales (McNair, 2004).
Una sociedad compleja y con grandes contradicciones emergía
luego de grandes guerras mundiales, una sociedad que tenía nueva
ideas que se sumaron a las profundas transformaciones de las dos
décadas siguientes.
Se pasó así de un país en crisis que se inició en 1929 y generó
hambrunas masivas y grandes migraciones, que habían logrado
ser superadas, sosteniendo algunos bantustanes de pobres en re-
giones como los Apalaches, el norte de Misisipi y el sur de Texas,
además de los barrios periféricos de las grandes ciudades.
De esas profundas asimetrías y huellas de un pasado que no se
había borrado empiezan a salir las primeras protestas en medio del
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furor del nuevo american way of life, la lucha por los derechos civiles
y luego la resistencia a la guerra de Vietnam.
Los movimientos por los derechos civiles que emergen en la déca-
da del 50 en plena Guerra Fría y dominio del macartismo toman por
sorpresa al país, pero había muchos antecedentes, como la Ley War-
ner y la Ley de Seguridad Social, que permitían la sindicalización
pero dejaban fuera de ésta a los trabajadores del campo y de servicio
doméstico, la mayoría población negra.
La falta de oportunidades para los jóvenes negros que empeza-
ban a ver los cambios en su país llevó a que desde 1940 a 1960 cinco
millones de jóvenes dejaran el campo y se dirigieran a las grandes
ciudades del norte, en una sociedad donde existía segregación (Po-
meraniec, 2007).
Los movimientos basados en la lucha de la población negra por
sus derechos tienen varios antecedentes, como la Alianza Nacional
para el Avance de la Gente de Color (napa), de 1909; el Congreso
de Igualdad Racial (core), de 1942, y en 1957 Martin Luther King
funda la Conferencia de Liderazgo Cristiano Sureña (sclc) (García,
1989).
En los 60, el movimiento es más fuerte; aparece en 1961 el Co-
mité Coordinador de Estudiantes No Violentos y dos años después
surgen los musulmanes negros con Malcolm x, asesinado en 1965.
En ese período Stokely Carmichael crea las Panteras Negras y así
empieza una corta e importante acción violenta de estos grupos con-
tra el Estado a favor de sus derechos. Esto está sintetizado en un
párrafo:
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Estados Unidos tal como es ahora debe ser destruido. No


hay ningún otro camino. Es imposible vivir en este país y no
convertirse en ladrón o en un asesino. Los jóvenes negros y
los jóvenes blancos empiezan a decir no a los robos y a los ase-
sinatos. El poder negro se enfrenta al poder blanco… y como
decía Worth Long: “Hemos descubierto el Estados Unidos de
cara falsa, ¡te hemos descubierto!”. (Lester, 1969)

Asimismo, a nivel estudiantil también hay antecedentes, desde


1921 con la creación de la Liga por una Democracia Industrial hasta
la creación de la Unión Nacional de Estudiantes (nsa) y la Unión
Estudiantil de la Paz (spu) de 1959; en 1961 crean el Movimiento de
Estudiantes del Norte.
En 1960 se funda la agrupación Estudiantes por una Sociedad
Democrática (sds), que terminará siendo vocera de la nueva iz-

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Ecologismo y ambientalismo 121

quierda. En 1962 los líderes de esta agrupación se reunieron en


Port Huron y se pronunciaron a favor de la democracia participati-
va, inspirada en las obras y las ideas de Herbert Marcuse y Wright
Mills.
En 1964 en California, en la universidad más liberal, Berkeley,
se prohibieron los actos en apoyo a la lucha de la población negra por
sus derechos civiles y así comenzó la resistencia, con ochocientos de-
tenidos. Este hecho generó un movimiento liderado por Mario Savio
denominado de “libre expresión” que logró grandes reivindicaciones
en este campus para los estudiantes.
Otros grupos irrumpían en la cultura, como la generación beat
en la literatura, el rock con Elvis Presley, el cine con la generación
rebelde desde Jean Dean a Marlon Brando y muchos otros grupos
que representaban una época de grandes cambios y muchas más
aspiraciones.
En este caldo de cultivo, de protestas y luchas sociales que van
más allá de las sindicales, ya que se trata de los derechos civiles,
emerge la guerra de Vietnam, primero como un conflicto de baja
intensidad y luego como una guerra más formal hasta la retirada de
Estados Unidos en 1975.
Si bien la intervención militar de Estados Unidos se remonta en
Vietnam a la década de 1950, la presencia más permanente y nu-
merosa comienza a mitad de los 60, lo cual llevó a la realización del
primer teachin, protesta, música y cantos, promovida por los profe-
sores en la Universidad de Michigan y luego en varias importantes
universidades; en abril se realiza la primera marcha con la presen-
cia de más de veinte mil estudiantes.
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Las protestas comenzaron a crecer y también las simpatía de los


jóvenes por Ho Chi Min mientras, dentro del movimiento, se empe-
zaban a definir la nuevas opciones de contracultura, entre la que
destacan los hippies en los barrios de San Francisco y otros grupos
de disidentes con la sociedad de su época.
La protesta siguió fuerte y en 1966 se creó la Organización Nacio-
nal de Mujeres (now) en defensa de sus derechos básicos y en contra
de la guerra; en 1967, se suma a las protestas Martin Luther King
y en ese año, en abril, las marchas llegan a movilizar a más de tres-
cientas mil personas contra la guerra; el movimiento se consolida y
uno de los candidatos a la presidencia se declara pacifista.
En 1968, la situación se profundiza con los asesinatos, primero
del reverendo King y luego del precandidato a la presidencia de Es-
tados Unidos Robert Kennedy, cuyo hermano había sido asesinado
unos pocos años antes.
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122 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Al asumir, Richard Nixon plantea llevar adelante un proceso de


paz en Vietnam, que le permita una retirada honrosa, pero en rea-
lidad se inicia una gran represión en 1969, que lleva a la ruptura
del movimiento y a la formación de grupos más violentos como los
Weathermen, que sirvieron de justificativo para la acción policial
desproporcionada.
Toda la sociedad estaba en ebullición, pero principalmente los jó-
venes que se rebelaban ante las formas atávicas de control que se les
quería imponer: un ejemplo que se suma a las diferentes luchas fue lo
que se conoció como los disturbios de Stonewall en junio de 1969, una
reacción de jóvenes homosexuales contra la represión judicial, una lu-
cha que había comenzado en las décadas del 50 y el 60 (McNair, 2004).
Quizá una de las últimas grandes aglomeraciones de la histórica
década del 60 fue el festival de Woodstock, realizado del 15 al 17
de agosto de 1969 en un campo en Sullivan Country en el estado
de Nueva York, un ícono de la juventud hastiada de guerras y un
verdadero canto a la paz.
De un festival de rock a una protesta de una generación des-
creída de los políticos, sumida en la guerra y los crímenes políticos,
Woodstock se transformó en ícono de la historia moderna; cerca de
quinientas mil personas llegaron en esos tres días para romper re-
glas, gritar y cantar una libertad negada por el Estado, que no cedía
en su afán de reclutar jóvenes para llevarlos a Vietnam.
En 1971, en pleno retroceso del movimiento antibélico, los vete-
ranos lograron, por encima de las diferencias entre los grupos anti-
guerra, hacer una marcha a Arlington donde arrojaron sus meda-
llas. Eran unos mil. Al día siguiente hubo gigantes manifestaciones
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en Washington y San Francisco.


En marzo de 1973, el presidente Nixon firmaba la retirada de
las tropas norteamericanas y así cerraba la primera gran derrota
militar y diplomática de Estados Unidos frente a un pueblo de cam-
pesinos que pasó a la historia del siglo xx por su coraje. Empezaba
una nueva etapa, los 70, cuando los grandes problemas económicos
son disfrazados por los ambientales, primera cortina de humo que
vendrá a ocultar el fin de del patrón oro del dólar de Estados Unidos.

Emergencia del ecologismo moderno

Desde la primera ley de 1881 sobre control de humos hasta 1910


cuando aparece la palabra “esmog” o la tragedia de 1930 en el valle
de Mosa, Bélgica, donde enfermaron un gran número de personas y
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Ecologismo y ambientalismo 123

fallecieron sesenta, o las famosas dust bowl (bola de polvo), más de


doscientas tormentas de polvo en las grandes llanuras que llegaron
a oscurecer el día y crear taludes de hasta seis metros de altura en
plena crisis del 30 en Estados Unidos, el mundo no ha dejado de
tener tragedias por su ambición sin límites.
En 1945, las pruebas atómicas en Nuevo México, luego de Hiro-
shima y Nagasaki, iniciaron lo que Donald Worster (1992) denomina
“era ecológica”, pero recién una década después se comienza a ha-
blar de la radiactividad y el peligro de estas zonas en forma pública.
Ello llevó a que en 1947 se dictara la primera legislación en la
ciudad de Los Ángeles para el control de azufres y humos negros. Al
año siguiente en el distrito industrial de Donora en Estados Unidos,
con fundiciones de acero y zinc, se enfermaron seis mil personas de
las cuales fallecieron veinte. De este incidente nació la idea de crea-
ción de la Environmental Protection Agency (epa).
Un año después, en 1948, aparece el primer libro del pensamien-
to ecologista moderno de Fairfield Osborn, Nuestro planeta saquea-
do, una auténtica obra pionera de lo que luego se conoció como eco-
logía política.
En 1950 en Poza Rica, México, los gases sulfúricos de una refine-
ría enfermaron a 320 individuos, de los cuales murieron 22; dos años
después, en Londres, una gran niebla e inversión térmica generó el
fallecimiento de 3.500 personas. Esta tragedia ambiental llevó al
Parlamento británico a dictar la Clean Air Act.
En 1953 se publica el libro de Eugene P. Odum Fundamentos
de la ecología, base científica para las nuevas investigaciones sobre
ecosistemas y punto de partida de las investigaciones de la ecología
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moderna.
Pero las tragedias se empiezan a sumar, y son cada vez más co-
nocidas. Por ejemplo, en 1954, los veintitrés hombres del pesquero
Lucky Dragon fueron expuestos a un escape radiactivo de las prue-
bas realizadas en el atolón de Bikini en el Pacífico.
En 1956, en Londres murieron mil personas por las trágicas
inversiones térmicas (para muchos, este caso es el comienzo o des-
pertar de la conciencia ecológica) y en Minamata, Japón, hubo dos
mil afectados y seiscientos muertos por envenenamiento con mer-
curio en el mar. William L. Thomas publicó un libro de denuncia
de esta situación, El papel del hombre en el cambio de la faz de la
tierra.
En el primer año de la nueva década del 60, el príncipe Felipe de
Edimburgo, esposo de la reina Isabel de Gran Bretaña, funda la wwf
el 11 de septiembre en el pueblo suizo de Morges, en la sede de la
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124 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

iucn, poniendo como ícono de la nueva institución un panda gigante


que llegó al zoológico de Londres. Lo acompañaba sir Julian Huxley,
quien visitó África un año antes y vio cómo estaba destrozado el con-
tinente, fruto del colonialismo moderno.
En 1962, en Estados Unidos se publicaron dos libros pioneros en
la formación del pensamiento ecologista. Rachel Carson presenta La
primavera silenciosa y Murray Bookchin, Nuestro entorno sintético,
a los que luego se sumarán otros pioneros en la promoción de es-
tas ideas, como Ralph Nader o Paul Ehrlich. Coincidentemente, ese
mismo año en Londres se repite la tragedia atmosférica anterior y
mueren trescientas personas más.
En ese año aparece uno de los pioneros del movimiento ambien-
talista, Murria Bookchin, un norteamericano que pasó de la política
y el sindicalismo al ambientalismo, quien publica su primer libro,
Nuestro entorno sintético, obra pionera sobre el tema ambiental, y
tres años después La crisis en la ciudad y un libro sobre tecnologías
liberadoras.
A mitad de la década del 60 se funda la organización no guber-
namental Environmental Defense Fund, cuyo origen vincula la pér-
dida de ciertas aves con el uso indiscriminado de agroquímicos, algo
que denunciara Rachel Carson en La primavera silenciosa (Russell
y Franz, 1997).
En 1967 aparece otro indicador de la conflictividad de esta socie-
dad industrial sin límites, el naufragio del Torrey Canyon, que dejó
grandes áreas de las playas de Europa contaminadas y afectó a aves
y peces, generando una reacción social de condena.
Al año siguiente se crea el Club de Roma, que cuatro años des-
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pués se hará conocer al mundo por el famoso Más allá de los lími-
tes del crecimiento o informe del grupo del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (mit), los grandes expertos en modelos mundiales de
la época.
En ese año emerge otra figura fundamental en el ecologismo mo-
derno; se trata de Paul Ehrlich, quien habla del problema demo-
gráfico pero desde la perspectiva malthusiana, haciéndole el juego
a las grandes corporaciones mundiales, que ven en el crecimiento
demográfico de los países pobres la causa fundamental del grave
problema ambiental.
El complemento ideológico a la visión malthusiana de Ehrlich lo
aportó otro teórico de esa corriente, Garrett Hardin, quien publica
La tragedia de los comunes, donde plantea que, si el pueblo se puede
reproducir libremente y si sus hijos tienen el mismo derecho de to-
dos a los bienes comunes, que son limitados, sería imposible evitar
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Ecologismo y ambientalismo 125

una tragedia en el planeta; por ello es que sólo la propiedad privada


sirve para proteger el ambiente.
Hardin condena que las Naciones Unidas en 1967 hayan acor-
dado la Declaración Universal de los Derechos Humanos en que la
familia tiene la decisión irrevocable para definir sobre su tamaño.
La visión malthusiana de este autor llega al extremo de plantear
que si se ama de verdad, debemos negar abiertamente la validez de
la Declaración de los Derechos Humanos, aunque sea promovida por
la onu (Hardin, 1995).
Estas ideas están en la base del renacido neoliberalismo de los
80 y en el centro del pensamiento ecologista, individualista y egoís-
ta, que son funcionales a las ideologías deshumanizadas, como es
el caso del neoliberalismo o el regreso a un capitalismo sin límites
(Raghavan, s/f).
Mientras ocurren estos acontecimientos, el astronauta Neil
Armstrong llega a la Luna abriendo una nueva etapa en la nave-
gación espacial, aunque luego no se vuelva a repetir este viaje, por
razones desconocidas que hacen pensar, a algunos grupos, que fue
un montaje hollywoodense para la Guerra Fría.
En 1968 en Berkeley, centro de las protestas de los estudiantes
universitarios contra la guerra de Vietnam, Cliff Humphrey funda
el grupo Ecologistas en Acción y un año después en España se crea
un grupo que lucharía contra la contaminación de los humos de las
grandes fábricas (Ettore, 1980).
En pleno movimiento de 1968, cuando la juventud de Europa y
América empieza a protestar por un mundo sin salida, acotado por
la Guerra Fría, la guerra de Vietnam y los conflictos armados en
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África y en Asia, emergen y se socializan las ideas de los grandes


rebeldes, desde Herbert Marcuse, autor de El hombre unidimensio-
nal. Crítica al sistema capitalista, que guió a muchos estudiantes,
hasta Theodor Adorno, ambos críticos del sistema y de la sociedad
industrial que éste ha generado.
Erich Fromm coincide con la visión de Lewis Mumford acerca del
complejo militar-industrial que opera todo el sistema, incluida la
cultura, aunque desde su perspectiva psicosocial consideraba que la
liberación del individuo lleva a la categoría gramsciana de “hegemo-
nía cultural” (Mires, 1990).
Pero el ecologismo, al igual que otros saberes, es limitado ya que
pretende explicar gran parte de la realidad a partir de la ecología,
una visión reduccionista y excluyente. De ahí que el ecologismo sea
la crisis de la ecología como antes lo fue el economicismo de la eco-
nomía.
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126 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Para la economía, el tiempo tiene un valor económico, lo que ex-


plica lo intensivo de los procesos productivos o extractivos; para la
ecología, hay un tiempo diferente determinado por los ciclos de la
naturaleza, los cuales son, por ejemplo, cambiados por la biotecnolo-
gía que altera las semillas y les acelera el crecimiento.
En el último año de la década del 60 siguen los grandes proble-
mas ambientales. Así, el vertido de una explotación petrolera en el
canal de Santa Bárbara en California afecta toda la zona de playa
dejando una gran mancha que hace reaccionar a la sociedad, que
empieza a ver realistas los planteamientos apocalípticos de la época.
Ese mismo año se aprueba la Ley Nacional de Política Ambiental
(nepa) y mientras se consolida una unión entre ecología y movimien-
tos ambientales en Estados Unidos, lo que se considera da lugar a la
conciencia ecológica.
La revista Time inicia su sección ambiental, mientras en la bbc
Frank Frasse Darlinglo da conferencias sobre el tema ecológico y de-
fine la década del 70 como el comienzo de la era ecológica. En tanto,
la American Bar Association propone introducir el tema del derecho
ambiental en las escuelas de derecho (Russell y Franz, 1997).
El 22 de abril de 1970 se decreta y festeja el “día de la tierra”,
un esfuerzo que fue coordinado por Denis Hayes y que se realizó en
muchas ciudades de Estados Unidos; para muchos, es el comienzo de
la formación del movimiento ecologista moderno.
La creación de la Agencia de Protección al Ambiente (epa) fue un
hecho trascendental en esta lucha, de ahí que el presidente Richard
Nixon pronunció su discurso de 1970 sobre el estado de la nación
luego de firmar la nepa. Los temas centrales de su exposición fueron
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los ambientales, en lugar de hablar de Vietnam y derechos civiles,


cuestiones que estaban incendiando al país.
El 5 de marzo de 1970 Nixon solicitó al Council on Environ-
mental Quality (ceq) que preparara las regulaciones para imple-
mentar la nepa. Es así como el 30 de abril se impuso el estudio de
impacto ambiental y un año después, en 1971, empezaron a llegar
las regulaciones a las diferentes agencias, suelos, agricultura y
forestal.
En una década de acciones y propuestas se va consolidando el
movimiento y durante la asamblea del movimiento ecologista reali-
zada en Daimiel, España, en 1978, se lo definió como “un movimien-
to socioeconómico basado en las ideas de la armonía de la especie
humana con su medio, que lucha por la vida lúdica creativa, iguali-
taria, pluralista y de libre explotación basada en la comunicación y
cooperación de las personas” (Ettore, 1980).
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Ecologismo y ambientalismo 127

La definición se aleja de la visión originaria, puesto que el eco-


logismo tiene sus antecedente académicos en la Escuela de Chica-
go en la segunda década del siglo xx y está vigente en la ecología
humana hasta fines de la segunda guerra, pero a partir de los 70
se empezó a llamar “ecología política”, como lo ratifica el libro de
Hans-Magnus Enzensberger Para una crítica de la ecología políti-
ca (Baigorri, 1990).
Pero a fines de los 70 estaba legitimado y montado sobre una gran
red de grupos apoyados por los medios de comunicación que fueron
su principal sostén. Este movimiento, que nace con mucha fuerza
dados los problemas que se viven incluso luego del boicot petrolero,
logra integrar en los países desarrollados muchas corrientes, desde
las feministas a los pacifistas, los antinucleares y demás defensores
de la naturaleza.

Los movimientos verdes

Antes de clasificar u ordenar estos grupos, debemos identificarlos


dentro del contexto de los comportamientos colectivos de la sociedad,
que es la que los aloja, y su marco de referencia.
Los movimientos sociales son una forma de participación social,
que se agrupan en dos tipos: por un lado, las asociaciones, grupos
de interés, grupos de presión y, por el otro, los movimientos socia-
les de comportamiento colectivo, que son masificados, pueden ser
producto de una histeria colectiva o pánico, contagio social o rumor
u otras causas que los hacen nacer y también desaparecer.
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Los que plantean demandas de cambios sustanciales en el siste-


ma serían los que históricamente se han denominado revoluciona-
rios y los que plantean otras propuestas menores son reformadores;
esta clasificación abarca a la mayoría de los movimientos ecologistas
y ambientalistas.
Los movimientos sociales pueden empezar defendiendo o propo-
niendo una cosa y luego cambiar a otra. Éstos expresan una forma
de percibir la realidad que es diferente de la que está legitimada en
la sociedad, por ello propugnan la ruptura de lo instituido u otras
transformaciones (Gualda Caballero, 1997).
La mayoría de los autores, como Anthony Giddens, Craig Cal-
houn y otros, plantean la existencia de cuatro tipos de movimientos
sociales: alternativos de alcance limitado, reformadores que buscan
cambios parciales, redentores que plantean cambios totales y trans-
formadores que buscan una revolución.
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128 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Los primeros movimientos sociales que se dan en las décadas del


50 y el 60 son considerados por el Estado como conductas colectivas
irracionales e incontroladas; en los 70 esta situación cambia y ello
coincide con el auge de los movimientos ecologistas.
La teoría de la movilización de recursos cambia a partir de los 70
al sostener que los movimientos sociales son conductas perfectamen-
te racionales, con objetivos políticos y sociales muy precisos, estra-
tegias de movilización de obtención de recursos, adecuadas para sus
objetivos (Ibarra, 2000).
La emergencia de los movimientos sociales contemporáneos
como el de mujeres, los ecologistas, los movimientos por la paz
y los derechos humanos, son, según Alberto Melucci, citado por
Javaloy (1993), redes de grupos e individuos compartiendo su ad-
hesión a una cultura del conflicto y a una identidad grupal como
rechazo a una identidad social interiorizada en el marco general
de la sociedad.
Los movimientos que, en general, se denominan “ecologismo” se
pueden analizar de muchas maneras, y así agrupar y hacer diferen-
tes tipologías. Aquí haremos dos, una basada en sus propias iden-
tificaciones, que sería una tipología más particular, y otra, general,
agrupándolos a partir de su objetivo y su autodefinición.
Pero hay algo más que los identifica y les da una característica
propia, aunque hay una ambivalencia, pues unos pretenden vol-
ver hacia atrás la rueda de la historia, volver al encantamiento
anterior a la modernidad pero utilizando la tecnología de redes
del siglo xxi. Esta ambivalencia se da en más planos, no es científico
pero tampoco es religioso, no es reaccionario y a la vez no es revolu-
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cionario, quiere modificar el rol que juegan las tecnologías e intenta


cambiar las conductas sociales, una cuestión imposible dado el poder
de la sociedad de consumo.
Por ello, estos movimientos están en constante cambio, ya que no
tienen objetivos críticos, sino que van criticando a partir de desarro-
llar su tema, por ello no son un movimiento de protesta tradicional
sino que la protesta es una forma de expresión de sus aspiraciones
(Mendoza Prado, 1996).
Trataremos primero de ver las diferentes tipologías generales en
que se divide el movimiento y luego pasaremos al análisis particular
de los más significativos y a ubicarlos dentro de una clasificación
general previamente planteada.
Según Mercedes Pardo (1998), estos movimientos se definen como
“todos aquellos grupos más o menos formalizados cuyo objeto es la
ecología, el medio ambiente, la naturaleza, la calidad medioambien-
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Ecologismo y ambientalismo 129

tal, con actividades principalmente reivindicativas y de respuesta a


acciones, aunque también planteando alternativas”.
Manuel Castells, en un trabajo clásico de finales del siglo xx,
planteó un primer acercamiento al estudio de los movimientos, que
por una razón práctica denomina “ecologistas” aunque engloba a los
ambientalistas, y los agrupa en cinco tipos de movimientos, lo que es
un buen punto de partida para el análisis.

Conservacionismo

Es el grupo más antiguo en el mundo y en Estados Unidos; su


ideólogo fue Gifford Pinchot. Si bien consideraban que la naturaleza
debe ser preservada, partían de una concepción antropocentrista.
Su antecedente son los preservacionistas, con una posición similar
pero más benigna (Gallardo, 2005).
Ellos pretenden “salvar” grandes áreas del planeta del desarrollo
incontrolado, congelándolas y expulsando a sus habitantes. Son el
grupo con más poder y que menos resistencia tiene por parte del
Estado, pero mayor rechazo por parte de la sociedad, principalmente
los grupos pobres.
El conservacionismo tiene sus antecedentes en el siglo xix, con el
Sierra Club y luego en The Nature Conservancy, fundada en Esta-
dos Unidos en 1951; de ahí surgieron dos grandes direcciones opues-
tas: el conservacionismo privatista, según el cual se debe vender la
contaminación de las empresas a precio del mercado, y el liberal,
que cree en una intervención limitada del Estado y está más cerca
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de los ambientalistas (Roussopoulus y Bookds, 1985).


The Nature Conservancy está presidida por Mark Tercek, direc-
tor administrativo de Goldman Sachs; entre sus asesores está el ge-
neral Norman Schwarzkopf, ex jefe del ejército de Estados Unidos
en la guerra del Golfo, ¿un ejemplo de conservacionista, recordado
por los daños humanos y ambientales que dejó en Irak?
El ya mencionado Fondo Mundial por la Naturaleza, conocido
como wwf, es una de las grandes organizaciones conservacionistas
muy vinculadas a la uicn, y realiza conservación e investigación.
Éstos son los grupos de mayor poder en el mundo de los movi-
mientos verdes y son los que tienen contacto directo con el centro del
sistema del cual provienen la mayoría de sus fondos. En términos
políticos, el conservacionismo es el ala más dura y radical del ecolo-
gismo, y la que realmente le hace el juego al sistema.

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130 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Ambientalismo

La defensa de la calidad de vida y el escenario social donde desa-


rrollan sus actividades son sus principales objetivos; por ello, actúan
en sus colonias, barrios, pueblos y, en casos extremos, en una región.
El ambientalismo promueve la acción del Estado para generar
legislación proteccionista, acción basada en lobbies locales, pero no
se enfrenta a los grupos de poder, salvo excepciones, como fue el fa-
moso caso de la ciudad de Esquel en el sur de la Argentina, donde se
puso a referéndum la apertura de un gran yacimiento mineral, que
tenía una parte a favor, pues crearía empleos, y otra muy grande en
contra: contaminaría con mercurio los mantos y demás acuíferos. Se
votó y el pueblo prefirió seguir con bajos empleos a la contaminación
de la ciudad y sus alrededores.
Hay dos posiciones entre los ambientalistas: el hombre tiene
todo el derecho a regular la naturaleza, que es la tradicional po-
sición homocéntrica, y la concepción ecocentrista, o sea, que todas
las criaturas tienen el mismo derecho que el hombre. En medio de
ambas estaría el ambientalismo superficial, que negocia medidas
concretas de regulación y uso de recursos (Frers, 2005).
El gran enemigo del ambientalismo es la contaminación ambien-
tal de los ríos, los terrenos, los bosques y las lagunas, pero todo ello
dentro de los grandes problemas del desarrollo urbano y sus costos;
por eso toman acciones inmediatistas pero que son mayoritariamen-
te sentidas por la población local.

Ecologismo antisistema
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Los ecologistas antisistema son los únicos que cuestionan al sis-


tema, no por lo injusto y asimétrico, sino por la forma en que afecta
los ecosistemas. No pasan de una pose que llega a ser teatralizada,
pero sin posibilidad real de retarlo o enfrentarlo, y éste sería el caso
de la ecología profunda y el ecofeminismo, utopías a las cuales el sis-
tema no persigue porque forman parte de los imaginarios de algunos
grupos sociales, que no lo amenazan.
Un ejemplo de estos grupos es Ecologistas en Acción, que plan-
tean una serie de ideas utópicas para un mundo con más de 6.000
millones de habitantes, como son:

• Autogestión y autoabastecimiento.
• Nueva ordenación del territorio, aumentar el proteccionismo y
el conservacionismo.
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Ecologismo y ambientalismo 131

• Contra la energía nuclear.


• Derecho de todos los animales.
• Democracia real, no violencia, no guerras, trabajos dignos sin
explotación. (Ecologistas en Acción, 2005)

Una serie de ideas maravillosas para un mundo mínimamente


habitado y homogéneo en la forma de pensar, o sea, una utopía sin
más salida que aplicarla en pequeñas comunidades o guetos.
En el otro extremo y con una mayor elaboración teórica está la
ecología profunda, la única rama del ecologismo que ha logrado ge-
nerar planteamientos para una propuesta alternativa, que no deja
de ser utópica porque está planteada para un reducido número de
habitantes en la tierra y se basa en la regresión de la historia, algo
inviable en un mundo que cambia en el corto tiempo.
La ecología profunda parte de dos grandes críticas. La primera
es hacia la civilización occidental y cristiana que desarrolla Europa
primero y luego América del Norte y es lo que se denomina “eu-
rocentrismo”, como ideología del capitalismo global. La otra es al
humanismo, posición que parte de la base de que el ser humano
es el actor más importante en esta civilización realizada por los
humanos y en la cual el resto de las especies están en un grado
inferior, por ello se habla de homocentrismo y plantea el biocen-
trismo: todos los seres en igualdad de condiciones (Ferry, 1994).
Arne Naess, el principal ideólogo de la ecología profunda, sos-
tenía que todas las formas de vida en la tierra tienen un valor in-
trínseco, de ahí que la riqueza y diversidad de las formas de vida
contribuyan a la realización de estos valores. Por eso el ser humano
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no tiene derecho a disminuir estas riquezas y diversidad salvo para


satisfacer sus necesidades vitales (Leyton, 2006).
Lovelock, el creador de la teoría de Gaia, es uno de los grandes
símbolos de la ecología profunda. Él ratifica los criterios de equi-
librio planetario al sostener que la tierra tiene una sobrecarga de
población humana, la que debe ser menor a los mil millones de ha-
bitantes.
Así como existieron los socialistas utópicos que llegaron a ima-
ginar una sociedad igualitaria, los ecologistas profundos pretenden
volver a la vida natural de los pueblos originarios, utopía que podría
ser pensable si el planeta tuviera unos pocos millones de habitantes.
El ecofeminismo es, junto con la ecología profunda, un movimien-
to que ha tenido un desarrollo teórico, ya que tiene como referen-
te el feminismo, un movimiento que nace en los 60 en Occidente.
Se origina en las luchas antimilitaristas de las mujeres en Estados
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132 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Unidos y se lo ha definido como Left Green Network, que además de


la igualdad de géneros, se debe dar el pacifismo y el ecologismo para
lograr una sociedad libre. No es casual que la nueva ética ecológica
coincida con la reivindicación de los derechos de la mujer.
Este movimiento evoluciona en una primera ola en los 60 en
Estados Unidos, en los 70 pasa al enfrentamiento contra la guerra
de Vietnam, en los 80 se da la segunda ola y en los 90 emerge el
ciberfeminismo con Rachel Grossman, quien habla de un circuito
integrado a través de la ciencia y la tecnología (Fernández y Wil-
ding, 2003).
Se considera que fue en 1974 cuando se usó por primera vez el
término “ecofeminismo” por parte de Françoise d’Eaubonne, aun-
que las primeras reflexiones atribuibles al ecofeminismo son de
mucho antes, como las de las luchas antimilitaristas o el libro clá-
sico de Rachel Carson La primavera silenciosa (Quimbayo, 2008).
El ecofeminismo, según Bárbara Holand-Cruz, es una minoría sin
voz que intenta una comunicación socioteórica entre las relaciones
con la naturaleza y la relación entre los sexos.
Complementa este grupo el denominado “ecologismo contracul-
tural”, según Castells, en el que se destacan tres movimientos que
enfrentan al sistema en temas pero no en su esencia, son utópicos
violentos pero no peligrosos.
Earth First parte de la doble destrucción de los recursos y las
culturas de los pueblos originarios que eran sustentables, por lo que
plantean regresar a esa época, a la naturaleza silvestre, el aire lim-
pio y “el aullido de los lobos bajo la luna” (earthfirstjournal.org).
A diferencia de Greenpeace, una organización que se mantiene
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con grandes aportes y como una estructura sólida, Earth First, que
significa “la primera tierra”, fue formado en 1979 y no se define como
organización sino como movimiento, un movimiento de resistencia
que puede utilizar desde la desobediencia civil al sabotaje y que no
es dirigido por líderes a salario de la institución sino por líderes
naturales.
Sea Shepherds Conservación Society (Sociedad de Conservación
Pastores del Mar) es una organización fundada en 1981 en el estado
de Oregón en Estados Unidos, aunque su antecedente es en 1977
con el capitán Paul Watson, uno de los fundadores de Greenpeace.
Luego se distanciaron de esta organización por su política frente a
la caza de ballenas. El objetivo principal de esta organización de
protección y conservación marina.
El Movimiento de Liberación Animal tiene varios antecedentes,
que en España provienen de 1820 con la Real Sociedad de Preven-
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Ecologismo y ambientalismo 133

ción para la Crueldad en los Animales y la Asociación de Sabotea-


dores de la Caza en 1963, y actúa en forma similar a los Pastores
del Mar en todo el mundo, en grupos pequeños en acción directa,
para liberar animales, denunciar su sacrificio o crueldad. Accio-
nar típicamente anarquista que tiene resultados en la sociedad;
el ejemplo más significativo ocurrió en Cataluña, en 2009, cuando
logra introducir y aprobar en primera votación la posibilidad de
prohibir las corridas de toros con el sacrificio de los animales (Vi-
llalonga, 2009).
Sin embargo, la diferencia con otros movimientos de similar ac-
tuación es notoria por la existencia de una amplia teorización al res-
pecto, que tiene entre sus antecesores a Henry Salt, quien en 1882
publica Los derechos de los animales y en 1891 funda la liga huma-
nitaria Conciencia Animal.
Su máximo pensador es el australiano Peter Singer, definido
como utilitarista ético y antiespejista, o sea que la especie domi-
nante sea el hombre; si bien apoya la eutanasia en situaciones ex-
tremas, propone un respeto total a los animales y propugna el ve-
getarianismo para evitar la crueldad animal. Pero su pensamiento
va mas allá de la simple prohibición ya que plantea una posición
biocentrista, con lo que sus ideas se acercan en mucho a la filosofía
de la ecología profunda.

Ecologismo bizarro

El ecologismo bizarro, o de choque, es de dos tipos: algunos desa-


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fían a las autoridades del sistema con actos que el Estado califica como
delincuencia, desde Pastores del Mar hasta otros grupos extremistas,
y otros desafían al sistema en una versión más impactante por el uso
de medios pero menos peligrosa, aunque a veces hay enfrentamientos
con víctimas. Pastores del Mar enfrenta los barcos balleneros, mayori-
tariamente japoneses, y se arriesga a una coalición en pro de hacerlos
desistir de la caza de ballenas, algo que no se logra nunca.
El ejemplo más significativo del segundo grupo es Greenpeace,
una organización de carácter mundial que, desde que saltó a la
fama con sus primeras acciones muy bien publicitadas, tiende a
generar el efecto por encima del hecho. Encadenarse en las puertas
de una central atómica, escalar edificios y poner banderas y man-
tas son las acciones típicas de este grupo que logra penetrar fácil-
mente en las clases medias altas deseosas de nuevas experiencias
que pueden definirse como políticas.
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134 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Buenos recaudadores de fondos a partir de la gran ventana que


les da internet y los demás medios, se han transformado en cuatro
décadas en una organización mundial que logra hacerse escuchar
en países pobres y excepcionalmente afecta a los países altamente
desarrollados, que son sus principales aportantes.
Este tipo de acción, si bien sirve para generar conciencia de cier-
tos problemas, muchas veces ligados a los intereses del grupo, tam-
bién les resta seriedad a los planteamientos porque se teatralizan
los temas al extremo de una sobreactuación.
Greenpeace fue fundada en Vancouver, Canadá, en 1971, y en
2005 tenía presencia en cuarenta países; además, está sostenida
por seis millones de adherentes que colaboran anualmente. Los te-
mas centrales de la actualidad son cambio climático, biodiversidad,
transgénicos, energía nuclear, contaminación y armas.
La definición más acertada es la que plantea Castells (1997) cuando
afirma que esta organización tiene tres características muy propias. La
primera, un sentimiento de urgencia en cuanto a la desaparición inmi-
nente de la vida en el planeta; la segunda, la actitud de los cuáqueros
de atestiguar con acción y comunicación, y la tercera, una actitud prag-
mática y comercial, no hay tiempo para discusiones filosóficas.
Este pragmatismo concuerda con la filosofía que domina la zona
de sus principales aportantes, el mundo protestante europeo y nor-
teamericano, donde prevalece la filantropía por encima de la soli-
daridad social, el mundo más individualista y el beneficiado por el
desarrollo del capitalismo, al que critican por sus resultados y no por
el sistema y la filosofía.
De ahí que el éxito económico de sus campañas refleja el éxito de
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sus ideas y acciones, aunque muchos critican la institución desde la


década pasada a por ser una máquina de hacer dinero, un califica-
tivo que le puso en 1993, en pleno auge de sus campañas contra las
pruebas nucleares, la revista alemana Stern (González, 1995).
La falta de transparencia, el mercantilismo a partir de comercia-
lizar su marca del arco iris, el centralismo y la falta de democracia
interna son otras de las tantas acusaciones que se le hacen a la más
conocida ong ecologista, sólo comparable en fama y “mala fama” a la
conservacionista wwf.

Ecologismo político

El ecologismo integrado a la lucha política a través de los par-


tidos en Occidente tiene dos versiones opuestas, derivadas de ex-
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Ecologismo y ambientalismo 135

periencias y condiciones de desarrollo democrático diferenciado. En


1973 se forma en Gran Bretaña un pequeño partido, The People, que
se considera el pionero de los partidos verdes.
Pero la experiencia más importante de Europa se inicia en Ale-
mania con el Grumen, partido que llegó a formar parte de la alianza
gobernante. Éste tiene dos líneas muy diferenciadas: una suave que
roza la socialdemocracia y una cercana al pensamiento anarquista,
que es la más combativa (Roussopoulus y Bookds, 1991).
Los partidos verdes han crecido en Europa y en 2004 los treinta
y dos partidos formaron el Partido Verde Europeo, una alianza que
les ha permitido tener un importante número de eurodiputados y
un crecimiento muy acelerado, paralelo a una posición cada vez más
europeísta y menos contestataria.
En América del Norte hay partidos verdes en Canadá, específi-
camente en Quebec, y en Estados Unidos, que llevó la candidatura
del defensor de los consumidores Ralph Nader, además de partidos
municipalistas. Esto es lo extraño: que en el país con mayor núme-
ro de ecologistas no haya partidos verdes de importancia, ¿no creen
en la política o saben que no pueden cambiar el sistema?
Si bien no hay partidos verdes de envergadura, el ecomarxismo
sería una perspectiva desde la izquierda y tiene un desarrollo inte-
resante en Estados Unidos expresado a través de su revista Capita-
lism, Nature and Socialism, cuyo editor es Joel Novel.
En el resto de América hay varios partidos verdes, pero la mayo-
ría es comparsa de los tradicionales que excepcionalmente llegan a
posiciones socialdemócratas, sin más identidad que el nombre, pero
que actúan como tradicionalmente lo hacen los grandes partidos. El
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caso más peculiar es el de México, donde existe un partido dominado


por una familia, tapizado de escándalos y aliado del pri, que no tiene
nada de verde ni de democrático.
Los movimientos ecologistas han sido más exitosos como movi-
mientos que como partidos políticos, dado su origen, la temporali-
dad de sus problemas y el nuevo tiempo en que aparecen con el na-
cimiento de una sociedad en red a través de internet. Ese éxito ha
sido muy fuerte como para imponer el tema en la agenda mundial,
pero hoy ya hay una fuerte crítica a los límites y el papel que jue-
gan estos nuevos políticos en un mundo dominado por un sistema
único que es profundamente asimétrico, injusto e inmoral.

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136 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

La era del cambio

En la segunda mitad del siglo xx emergen los movimientos am-


bientales, en medio de profundos cambios en la sociedad y el pensa-
miento de esa época. Una de las cosas que llaman más la atención
es la poca relación existente entre los movimientos ecologistas y los
grandes cambios teóricos de esa época y los antecesores.
El auge de la ecología como problema está vinculado al fracaso
o agotamiento del modelo industrialista, que fue la primera gran
esperanza en los 50-60; así, el tema o modelo central que entra en
crisis sobrevive hasta que los temas alternativos logran articularse
al nivel político.
Esto en cierta medida se ha cumplido; la cuestión está vigente
en la agenda mundial, su posicionamiento es otra discusión y ya
emerge del centro del sistema una economía alternativa que lo va
transformando sin que ello implique un cambio en su esencia.
En los 70 emergen ideas ecologistas que eran “preideas” y se em-
piezan a transformar en ideas fuerza a partir de nuevos actores, no
ecólogos o ecologistas sino críticos del industrialismo y el capitalis-
mo (Mires, 1990).
Ludwik Fleck, en 1935, publicó su obra más importante, La géne-
sis y desarrollo de un hecho científico, donde planteó tres presupues-
tos básicos. En el primero sociologiza la teoría del conocimiento, pues
dice que el carácter colectivo del trabajo científico determina no sólo
la elaboración de nuevas ideas sino también su génesis. En el segun-
do historiza la teoría del conocimiento, la concepción del desarrollo
científico como un proceso acumulativo y progresivo se reemplaza
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por el desarrollo concebido como un cambio continuo de los “estilos de


pensamiento”. En el tercero reformula el concepto de hecho científico,
dado que éste ya no es algo que se da de manera independiente a la
actividad científica, sino que se determina por el colectivo de pensa-
miento concreto (Atienza, Blanco e Iranzo, 1994).
Esta idea de Fleck acerca de la construcción de la ciencia por co-
munidades de investigadores da el marco para abordar el período
en que se gestó la crítica al sistema y sus implicaciones, de la que
surgen no sólo los temas ecológicos sino una serie de nuevas alter-
nativas en diferentes aspectos de la vida y el arte. Da como ejemplo
de preideas consagradas la de progreso, que se extendió más allá
de su época porque sobrevive en lo profundo del pensamiento colec-
tivo al cual los propios científicos no pueden sustraerse.
Pero el problema reside en saber cuál es el marco real de pensa-
miento que sentó las bases de este tema en la década del 70; para
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Ecologismo y ambientalismo 137

unos, es el Informe del Club de Roma; para otros, hay pensadores


más profundos que a través de sus trabajos han ido quitándole sos-
tén a la idea central del sistema del crecimiento sin límites, princi-
pio que acelera la crisis ambiental.
Cuando se buscó en los 60 cuáles habían sido los pensadores
pioneros en estos nuevos planteamientos, se hablaba de René Du-
bois, microbiólogo estadounidense que en 1968 publicó Hombre,
medicina y ambiente; Raymon Dasmann, uno de los creadores del
biorregionalismo quien en 1966 publicó The Economics of the co-
ming Spaceship Earth, o Kenneth Boulding quien en 1965 escribió
La tierra como un espacio de bosques, todos ellos pensadores con-
sagrados (Guha, 1990).
Hay trabajos anteriores que han sido tambien fundamentales,
como Man’s Role in the Changing the Face of the Earth, editado por
William L. Thomas en 1956 por University of Chicago Press, y Fu-
ture Environments of North America, de 1966, editado por Frasier
Darling y John P. Milton en Natural History Press.
Pero hay un personaje poco reconocido, Lewis Mumford, quien fue
el que resumió los dos primeros simposios sobre el tema en los 50.
Pero su eclipse fue tan grande que las principales historias del am-
bientalismo, como las de Roderick Nash, Stephen Fox y Samuel Hays,
lo han “olvidado”.
Los aportes de Mumford van más allá de la defensa y la admira-
ción de la naturaleza, pues él entendió “la comprensión fundamen-
talmente ecológica de las mareas de la historia humana”, o sea que
no separó las actitudes individuales hacia la naturaleza de su con-
texto social, cultural e histórico, siguiendo las ideas de su maestro,
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el biólogo escocés Patrick Geddes.


En un ensayo escrito en 1950 sobre Geddes, Mumford sostenía
que por sus conocimientos Geddes ya era un ecólogo antes que esa
rama de la biología obtuviera el estatus de disciplina. El trabajo fue
publicado en Architectural Review (Guha, 1990).
Mumford fue un filósofo de la ecología, profundamente histori-
cista, que creía en cierta manera en la evolución del progreso de las
naciones que con el tiempo tendrían más democracia y controlarían
mejor el desarrollo con menores impactos, y así lo planteó en su cor-
ta carrera en el movimiento regionalista donde mantuvo su optimis-
mo sobre el cambio social (Ruiz Ordóñez, 1998).
Las ciudades fueron otro tema de su atención. Según él, la vida
urbana sobrevive pese a sus grandes problemas por el constante
arribo de gente de las zonas rurales, llena de fuerza muscular ele-
mental y de vitalidad sexual (Mumford, 1966).
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138 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

A la visión de Mumford le sigue, desde una perspectiva diferente,


Erich Fromm, quien ve el antecedente de estos temas en el hombre
que se ha transformado en un consumidor eterno; el mundo no es
más que un objeto para calmar su apetito y el hombre se ha trans-
formado él mismo en un bien de consumo y siente su vida como un
capital que debe ser invertido provechosamente.
En la mitad del siglo xx emergen fuerzas contrapuestas, dos po-
tencias nucleares, Estados Unidos frente a la Unión Soviética, dos
paradigmas políticos, capitalismo frente a socialismo, y un tema co-
mún: competencia y posibilidad de un enfrentamiento nuclear, lo
que origina el difícil equilibrio conocido como la Guerra Fría.
Herbert Marcuse, un sociólogo marxista no “oficialista”, es otro de
los aportantes en esta etapa previa a entender que algo anda mal o,
como sostuvo poco antes Antonio Gramsci, que la concepción del mun-
do ha perdido su carácter hegemónico. En 1954 Marcuse publica El
hombre unidimensional, donde plantea que la sociedad está prisione-
ra del chantaje nuclear que derivaría en una catástrofe, mientras se
extiende el dominio del hombre sobre la naturaleza, pero su producti-
vidad destruye el libre desarrollo de las necesidades y las facultades
humanas.
Marcuse describe una situación compleja:

La unión de una creciente productividad y una creciente


destructividad; la evidente amenaza de aniquilación; la capi-
tulación del pensamiento, la esperanza y el temor a las deci-
siones de los poderes existentes; la preservación de la pobreza
frente a una riqueza sin precedentes constituyen la más im-
parcial acusación. (Marcuse, 1993)
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De esta crisis nacen los conflictos que darán vida luego al ecolo-
gismo, como los antinucleares, la antiguerra, los luchadores por los
derechos civiles y otros más que son la expresión de una sociedad
que no responde a la gran necesidad de su población.
Ernst Bloch es otro de los referentes de esa época que emerge de
la segunda posguerra, un crítico de su época, a quien le tocó vivir el
fascismo y la Guerra Fría, lo que lo llevó a transformarse en el filóso-
fo de la utopía al hacer de ésta el centro de su reflexión (Serra, 2006).
Crítico de todo, marxista convencido, no se adhirió a la revolución
plenamente y se mostró como era: un libertario, lo cual le valió su
retiro por jubilación de las cátedras, pero una década después está
reconocido entre los precursores del mayo francés, influyendo en uno
de sus principales líderes, Rudi Dutschke.

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Ecologismo y ambientalismo 139

Iván Illich, uno de los grandes pensadores del siglo xx, habla des-
de una perspectiva similar pero desde la teología y la filosofía de los
cuatro holocaustos del siglo xx: el militar y las guerras, la opresión
entre los hombres, la miseria económica y la destrucción ambiental,
una visión macro de la crisis de la sociedad y la emergencia de nue-
vos discursos (Marqués Gómez y Olvera Muñoz, s/f).
En la época en la que estaban vigentes las utopías alternativas
hay una gran reflexión sobre este tema, muchos autores y trabajos
al respecto. Citamos sólo algunos, como Theodor W. Adorno, filósofo
que se ubica en la corriente hegeliano-marxista, común denomina-
dor de los miembros de la teoría crítica.
Adorno, al igual que Marcuse, ve que la sociedad industrializada
niega el pensamiento, por lo que es necesaria la filosofía como pen-
samiento para la libertad y para construir una conciencia progresi-
va. Si bien fue inspirador de los movimientos juveniles de 1968, les
reprochó ser “accionistas”, esto es, que privilegiaban las acciones de
protestas en lugar de buscar una argumentación sólida. Dejó una
importante obra escrita, en la que se destacan Dialéctica de la Ilus-
tración y Teoría estética.
Ernst F. Schumacher, economista alemán-británico, publicó en
1973 Lo pequeño es hermoso; crítico del desarrollo sin límites, plan-
tea una visión humanista del mismo, a fin de lograr un desarro-
llo menos agresivo y asimétrico como era el que criticaba en los 70.
Plantea tempranamente la falsa ilusión que genera la tecnología
como solución para reducir el impacto generado por la gran produc-
ción y el consumo; esas referencias a la dimensión moral constituyen
un precedente del sociólogo Amitai Etzioni y otros economistas (Go-
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miz Cerezo y Pérez Adán, 1994),


La rica producción y discusión que se da en esta época es fruto de
que el sistema no respondía como se esperaba y ello generó voces de
alarma o de condena, muchas de las cuales predijeron lo que vendría
al instaurarse la sociedad del consumo total.
Los pensadores que trataron de teorizar desde la perspectiva
ecológica o ambiental no lograron ponerse al nivel de los cientistas
sociales críticos del sistema de la era de las grandes revoluciones, de
ahí que el ecologismo y el ambientalismo deriven más en prácticas
que en grandes teorías.
Ello no frenó el desarrollo teórico que siguió sino que abrió una
brecha cada vez más grande entre el pensamiento social más global
y los ecologistas, que no pueden llegar a ser verdaderos críticos del
sistema y, por ello, entran en el dominio de la acción directa, lo cual
se ajusta a las nuevas circunstancias de la sociedad que empieza a
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140 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

vivir a través de los medios y, así, limitada y cooptada su visión, se


mueven por hechos y no por ideas.

Teorías que emergen en la segunda mitad del siglo xx

En la última mitad del siglo xx emergen las nuevas teorías eco-


logistas, coincidiendo con el auge del neoliberalismo y la caída del
socialismo real. Gran parte de ellas desea transformar lo que es una
ciencia específica como la ecología en la nueva filosofía de una socie-
dad sin discursos, religiones, desigualdades ni egoísmos.
La biosociología no pudo repuntar como nueva ciencia, pero sus
ideas han quedado firmes en las principales teorías ecologistas con-
temporáneas.

Los antecedentes

Si bien el fenómeno ecológico-ambiental es multidisciplinario,


eso no quita que su abordaje se realizara desde diferentes discipli-
nas; en la medida en que se fue complicando, se fue integrando, pero
sin tener una ciencia global de referente.
El discurso que se inicia en los 50, aunque antes también lo
hubo pero en otro contexto, no es dominantemente ecológico sino
que se combina con otros conceptos o cuestionamientos al sistema,
porque aún está vinculado a otras disciplinas o temas que tienen
en común una crítica a la sociedad que ha desarrollado el capita-
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lismo. Una vez que se logra separar de las otras perspectivas en


los 70, el ecologismo se hace dominante en la sociedad emergente.
Ha corrido un riesgo muy típico de los “ismos”, que consiste en
pretender explicar toda la realidad desde esta visión, generando
así una mirada reduccionista y excluyente que algunos grupos eco-
logistas asumen, una especie de visión religiosa y a la vez seudo-
científica.
Al comienzo se realizaron análisis desde la economía, la sociolo-
gía, la antropología, la historia y la biología, pero en la medida en
que el fenómeno se volvía más complejo, los temas comenzaron a
integrarse hasta la postura reduccionista extrema.
Así tenemos que la ecología, la disciplina científica que nace en el
siglo xix a partir de los trabajos de Ernst Haeckel y que Ramón Mar-
galef define como la “biología de los ecosistemas”, se pretende trans-

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Ecologismo y ambientalismo 141

formar en el eje de las ciencias sociales, como se planteó a fines del


siglo xix y más adelante cuando se quiso integrar la sociología y la
biología.
De ahí que atrás de la discusión sobre los diferentes grupos o
escuelas hay una serie de elementos en común que los integran, a la
vez que los limitan, y éstos son:

• Hacen responsable del problema de la destrucción de gran-


des recursos en el planeta a toda la humanidad; una falsedad
de fondo, que justifica las políticas de reducción de población
como si todos tuvieran la misma responsabilidad.
• Son similares a la religión, tanto católica como protestante,
que va desde los fundamentalistas a los ecologistas light, des-
de las seudociencias a las ideas mágicas, cubre un amplio per-
fil y no exige más que lo que uno se compromete.
• Van desde la calidad de vida al Apocalipsis, según sea la ne-
cesidad de los sujetos de tener soportes, fe o metas para lu-
char.
• Emergen en los países desarrollados como una defensa a su
calidad de vida primero y al planeta luego; de ahí que, como
siempre, se haga responsable del problema ambiental a los
pobres, esa mayoría que no consume más que lo mínimo en
comparación con el ciudadano del Primer Mundo.

Sobre estas primeras reflexiones nos guiaremos para presentar


el amplio margen de teorías, que se agrupan de distintas formas
acorde a los diferentes enfoques.
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La revisión de las teorías clásicas y modernas lleva a ver desde


la sociología tres grandes escuelas que han abordado la relación en-
tre sociedad y naturaleza (Pardo, 1998). Si bien la sociología clásica
tiene varias perspectivas que son el referente de las nuevas lecturas
y análisis que se hacen en la segunda mitad del siglo xx, estas ideas
han sido “releídas” y reinterpretadas a partir de la nueva realidad
que es el capitalismo global.
Si se cree que las teorías ecologistas y ambientalistas son de
crítica a la forma en que se han dado la apropiación y explotación
de la naturaleza, habría que comenzar por analizar éstas frente al
marxismo, la teoría que ha enfrentado al capitalismo en todos sus
frentes y ha condenado lo que hoy son sus dos resultados funda-
mentales:

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142 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

1) Un planeta profundamente afectado en la naturaleza: des-


trucción de grandes ecosistemas, muchas especies en extin-
ción y graves peligros para la especie humana.
2) Una sociedad alienada y controlada como se había descrip-
to en la mayoría de los clásicos de la ciencia-ficción, con una
meta de supervivencia y consumo sin fin y donde las ideas que
van emergiendo e imponiéndose conforman parte de su alie-
nación.

En este marco, los ecologistas y ambientalistas forman parte de


las ideas que nacen y son adoptadas e integradas al sistema capita-
lista, porque cuestionan la periferia del fenómeno, sus consecuen-
cias, pero no el origen o su esencia.
Hoy estas ideas son el sostén del sistema capitalista mundial, en
principio por tres cuestiones básicas:

1) Son una nueva ideología que viene a reemplazar los grandes


discursos que han pasado al olvido, como la religión.
2) Generan contradicciones no fundamentales en el propio siste-
ma, han generado un juego de cuestionamiento y transforma-
ción que no afecta su esencia: la sociedad del consumo.
3) Son la base para una nueva revolución tecnológica que, como
la anterior, abarcará a una parte limitada de la población
mundial.

Así, como primera síntesis, tenemos que el ecologismo y el am-


bientalismo son la base ideológica popular y seudocientífica que
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permitirá un cambio profundo en el capitalismo global a partir de


nuevas alternativas de energía y nuevas tecnologías como la nano-
tecnología.
Pero hay más cuestiones a discutir, como el papel de estas nuevas
ideas en la consolidación de la tecnología como una nueva ciencia-
religión que le promete al hombre grandes cambios, incluida la pro-
longación de la vida a escala nunca vista.
Por ello, es importante, para no perdernos, tener una vista gene-
ral de cómo se ha dividido el pensamiento ambientalista. Guillermo
Foladori (2001: 194) propone una división muy general de los dife-
rentes grupos para tener una visión de éstos que, a su vez, se subdi-
viden en otros subgrupos.

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Ecologismo y ambientalismo 143

Pensamiento ambientalista
Punto de Tipo Autores Causas de Alternativa de
partida ético las crisis sustentabilidad
ambiental
Ecocentristas Ecología Arne Naess, 1973 Ética Igualitarismo
profunda antropocéntrica biosférico.
y desarrollo Frenar el
industrial crecimiento
poblacional.
Tecnologías en
pequeña escala.
Ecocentristas Verdes Neomalthusianos Crecimiento de Frenar
Paul Ehrlich y John la población crecimiento
Holdren, Impact of Uso recursos poblacional.
population Grow, no renovables Tecnologías
1971 limpias.
Corriente principal
Componer Barry,
1972
Antropocentristas
Tecnocentristas Ambientalistas World Commission Políticas erradas Políticas para
moderados on Environment y falta de cambio del
and Development, participación mercado.
1987 estatal Tecnologías
David Pearce y limpias.
Richard Turner, Verdes.
Our Common
Comoun Future,
1995
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Tecnocentrista Cornucopianos Julian Simon y No hay crisis Libre mercado.


Herman Kahn, ambiental El mercado
2000 ajusta.
Antropo- Ecodesarro- Ignace Sachs,
centristas llistas “Ambiente y estilo
críticos de desarrollo”,
Comercio Exterior,
Nº 24 (4), 1974.
Antropo- Ecología social Murray Bookchin
centristas (seudónimo),
críticos Lewis Herber,
Our Synthetic
Enviromment, 1962

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144 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Antropo- Marxistas Hans M. Relaciones Cambio en las


centristas Enzesberger, sociales relaciones
críticos Crítica de la capitalistas capitalistas
economía política, de producción.
1979 Modo de
Hilary Rose y Steven producción
Rose, Economía controlado
política de la ciencia, por los
1979 trabajadores.
Fuente: Guillermo Foladori y Naina Pierri (2005).

Esta tipología tiene la virtud de mostrar lo principales actores,


que no implican cantidad sino mayor o menor desarrollo de sus ideas.
La gran división está entre los ecocentristas y antropocentris-
tas, una diferencia que va más allá de que el centro de los primeros
es la vida y la naturaleza en general, y el de los segundos es el
hombre. Ésta es una diferencia fundamental de la cual derivan la
mayoría de las otras, ya que lo que está en juego es el humanismo
como expresión de fe en el hombre y sus avances; pues de ahí deri-
van varias de las contradicciones del ecologismo.

• Hacer responsable al hombre oculta al sistema capitalista que


es el modelo de mayor irracionalidad en el manejo de los re-
cursos naturales.
• Considerar todas las especies en igualdad de condiciones y
evaluarlas por lo que consumen o transforman va en contra
del hombre, aunque en realidad es del sistema capitalista
mundial; por eso los teóricos como Lovelock plantean reducir
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la población humana a menos de 1.000 millones, para un me-


jor equilibrio de especies.
• El ecocentrismo parte de una visión idílica de equilibro de
las especies, por ello al hombre lo consideran una especie
depredadora que, por lo tanto, debe ser reducido, y no en-
tienden que el hombre que vive en la supervivencia se dife-
rencia en poco de otra especie, puesto que consume lo míni-
mo necesario.
• El ecocentrismo quiere que el hombre retroceda a la Edad de
Piedra cuando tenía similares posibilidades de supervivencia
que los grandes animales, o al mundo indígena, donde hay un
mayor equilibrio entre recursos y hombres, pero ello no sólo
es una utopía sino una falsa lectura del mundo indígena pre-
colombino (Mann, 2006). Hoy, con casi siete mil millones de

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Ecologismo y ambientalismo 145

personas, volver al pasado es imposible, salvo que la población


se reduzca al mínimo.

Se sostiene que el paradigma que ha regido al mundo occidental


desde el siglo xvii a la actualidad divide al sujeto de la naturaleza,
con lo cual al sujeto lo remitió a la filosofía y al objeto, la naturaleza,
lo remitió a la ciencia.
De ahí que el problema medioambiental que crece en los 60 llevó
a la formación de la conciencia ecológica, o sea que integró la cues-
tión medioambiental a la conciencia antropológica y social; éste es
un gran avance: la aportación de la biosfera a nuestra conciencia
planetaria (Morin, 1996).
Si bien Morin plantea que estamos en el comienzo de una nueva
era, la ecológica, reconoce que el capitalismo puede llegar a controlar
el problema de la contaminación pero no del consumo, sobre todo con
respecto al hombre porque es un sistema abierto que necesita de los
intercambios con el exterior para sobrevivir (Morin y Hulot, 2008).
El capitalismo tiene dos elementos centrales, el primero es que el
sistema debe estar en permanente expansión, algo incontrolable, y
el segundo es que el sistema no se hace cargo de las externalidades
de esa expansión. El error de los ecologistas es hacer de la ciencia y
la tecnología el enemigo y no el sistema, por ello plantean la cons-
trucción de un sistema social alternativo, ya que dentro del actual
no hay salida (Wallerstein, 2008).
Los ecocentristas se dividen en dos grandes grupos que, si bien
están juntos, son diametralmente opuestos. Por un lado, la ecología
profunda y, por el otro, los verdes que se dividen en varios subgrupos
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todos unidos por similares principios.

Teorías sociales ecocéntricas

El ecocentrismo es una corriente filosófica que emerge en la pe-


núltima década del siglo xx, en momentos en que se definía el desa-
rrollo sustentable, y que ubica el medio ambiente en el centro del
pensamiento y la acción. Esto la ha llevado a ser el marco de refe-
rencia de los movimientos ecologistas más radicales.
La teoría bio o ecocentrista atribuye un valor intrínseco y de-
rechos de existencia a las formas de vida no humanas; reconoce el
parentesco biológico de todos los seres vivos.
La teoría evolutiva con una fuerte fundamentación genética y
bioquímica, ha reforzado el origen común de todos los seres vivos
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146 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

incluidos los humanos. Braid Callicott ha planteado en los últimos


años que la teoría de la evolución establecía un vínculo diacrónico
entre las personas y la naturaleza no humana, dándoles un sentido
de parentesco a todas las especies como “compañeros de viaje de esta
odisea de la evolución” (Rozzi, 1997).

La teoría de Gaia. Ésta es sin lugar a dudas una de las gran-


des teorías que nacen en la segunda parte del siglo xx. Sostiene
que la tierra es una entidad que tiene un tipo de vida propia, eso
es Gaia, una entidad capaz de regular el clima y su composición
química, hoy un tema central cuando lo asociamos al cambio cli-
mático global.
En el siglo xviii, James Hutton, considerado el padre de la geo-
logía, fue el primero en calificar la tierra como un superorganismo
viviente, y en 1789 dio a conocer la teoría de la tierra, en la que
afirmaba que la biosfera recicla continuamente la materia orgánica
(Hortua, 2007).
James Lovelock, químico de origen inglés, es el autor de la hipó-
tesis de Gaia; la planteó a comienzos de la década de 1970, pero la
historia de este planteamiento científico nace en 1965 cuando tra-
bajaba con Dian Hitchock en el laboratorio de propulsión de chorro
de Pasadena, California, y habían recibido la tarea de examinar los
experimentos para la detección de vida en Marte (Lovelock, 1987).
Los procesos fisiológicos autorregulados por el planeta, eje de la hi-
pótesis, fueron publicados en 1972 en un artículo titulado “Gaia as
seen through the atmosphere” en el periódico científico Atmospheric
Environment, firmado por James Lovelock y Lynn Margulis.
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La antigua concepción de que la vida y el planeta evolucionaban


de manera separada es integrada por Lovelock en una tesis que está
tras las ciencias de la tierra. Durante dos décadas, esta teoría fue
poco citada, pero cuando aparecieron los problemas globales desde
el cambio climático, el agujero en la capa de ozono y otros más, fue
rescatada y terminó constituyendo la base de la Declaración de Es-
tocolmo de 2001 (Sierra et al., 2002).
Cuando hablan de la parte viva de la Tierra, la mayoría de los
científicos la llaman “biosfera”. Para Lovelock (2007), “Gaia es un
sistema fisiológico porque parece tener un objetivo inconsciente de
regular el clima y la química de forma que resulten adecuados para
la vida”.
Lovelock se transformó en los 70 en el gran referente del naciente
movimiento ecologista al brindar una cosmovisión del planeta como
algo vivo, eso le da mucha importancia a esta teoría y sirvió de punto
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Ecologismo y ambientalismo 147

de partida, para concepciones más místicas como para otros grupos


que tienen más base en las ciencias.
Lovelock es quizá el primer gran ecocentrista de la era ecológica
moderna, y él lo ratifica cuando sostiene que cualquier corriente
ecológica que no parta de Gaia no sería ni coherente ni práctica.
Lovelock, al igual que Pierre Teilhard de Chardin, coincide en la
zona de vida; para éste, es la noosfera; para Lovelock, Gaia (Toha-
ria, 2009).
Como científico Lovelock plantea que la teoría de Gaia es provi-
sional y que en un futuro será reemplazada por una teoría mayor y
más completa de la tierra, pero que ha servido como semilla para po-
der germinar un ecologismo instintivo, un ecologismo que revelaría
instantáneamente la salud o las enfermedades del planeta.
Su posición es de un verdadero malthusiano, que ve en el cre-
cimiento de la población, mayoritariamente pobre, la gran amena-
za; considera que debemos repensar el desarrollo para poder so-
brevivir. Es ahí donde coincide Lovelock con la ecología profunda,
aunque no cree que los primeros humanos o pueblos originarios
vivieran en armonía con la naturaleza. Respecto de los pueblos ori-
ginarios sostiene que “individualmente no sois ni mejores ni peores
que nosotros, sólo que nosotros somos más y contamos con más
medios” (Lovelock, 2007).

La ecología profunda. Esta teoría forma parte del gran partea-


guas que hay dentro del movimiento ecologista; por un lado, los
más realistas y reformistas, definidos también como antropocen-
tristas –los ambientalistas– y, por el otro, un movimiento revolu-
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cionario en teoría y utopista en la realidad, y esencialmente fun-


damentalista, cuyo principal exponente es la denominada ecología
profunda.
Buscar los antecedentes de la ecología profunda es un tema com-
plejo, ya que son muchos los que tendremos que analizar en este
proceso de definir y caracterizar esta concepción, la más radical filo-
sóficamente hablando.
Comenzaremos por los antecedentes más cercanos a su fundador
Arnes Naess, como es el caso de Aldo Leopold, el impulsor de la ética
ambiental, uno de los pilares en que se basa la ecología profunda.
Al hablar de ética, Leopold entiende que ésta puede ser descripta
en términos ecológicos o filosóficos. Una ética en sentido ecológico es
una limitación a la libertad de acción en la lucha por la existencia;
en términos filosóficos, es una diferenciación de la conducta social
de la antisocial.
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148 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Así, la ética se considera un tipo de guía para enfrentar situa-


ciones ecológicas, nuevas o intrincadas; dado que el camino conve-
niente para la sociedad no es discernible para el individuo prome-
dio, los instintos animales constituyen para el individuo maneras
de guiarse cuando enfrenta tales situaciones, de ahí que la ética es
para los individuos un especie de instinto comunitario en vías de
formación.
Este naturalismo ecológico lleva a que las consideraciones mo-
rales se extiendan a las totalidades naturales; por eso Leopold
planteó que “somos con la naturaleza una comunidad de partes
independientes, donde al individuo sus instintos lo impelen a com-
petir por un lugar en esa comunidad, pero su ética lo impele a
cooperar” (Leyton, 2006).
Junto con Leopold se ubicaron otros pensadores que incidieron en
la ecología profunda como Hans Jonas en Alemania, quien plantea el
principio de responsabilidad; Michel Serres, quien propone que el con-
trato social debe ceder al natural; Christopher D. Stone, que señala en
1972 el derecho de los árboles y en 1985 habla de los crímenes contra
la ecosfera en Canadá.
Asimismo, se consideran fuentes de la ecología profunda el espi-
ritualismo oriental que llegó a través de Allan Watts y Daisetz Su-
zuki, las concepciones del ecofilósofo Gary Zinder, El Tao de la física
de Fritjof Capra, en la ciencia y tecnología china Joseph Needham, y
Hudson Smith, quien aportó crisis y valores orientales.
A esto se sumaron perspectivas diversas, como la visión de los
pueblos originarios de Estados Unidos, filósofos como Baruch Spino-
za, los ya mencionados Leopold, Miur, San Francisco de Asís, junto
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con el arte pop y el minimalismo.


Hay raíces importantes de la ecología profunda que también se
agregan a las antes presentadas, como la crítica social de Henry
David Thoreau, D.H. Lawrence, Robinson Jeffers y Aldous Huxley
(Sessions, 2001).
En los 60, los pioneros como Aldo Leopold, Rachel Carson, Dawe
Broker y Paul Ehrlich fueron fundamentales para impulsar esta
concepción que es la más radical del ecologismo contemporáneo.
Con todos estos aportes, la ecología profunda sintetiza sus pri-
meros principios en dos grandes críticas: una a la civilización occi-
dental y otra al antihumanismo, considerado en la base del antro-
pocentrismo.
Pero el antropocentrismo tiene sus antecedentes muchos siglos
antes, cuando comenzaron a dominar las ideas del cristianismo y el
judaísmo en reemplazo de las religiones “paganas”, ya que el cristia-
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Ecologismo y ambientalismo 149

nismo no sólo estableció un dualismo entre el hombre y la natura-


leza, sino que insistió en que era la voluntad de Dios que el hombre
explotara la naturaleza en su beneficio (White, 2007).
Al tomar el naturalismo ecológico, las consideraciones morales
se extienden a las totalidades naturales porque ellas son más que
simples sumas de individuos u organismos vivos.
El ecosistema global es el que orienta ecológica y evolutivamente
dotando de valor moral a las entidades naturales colectivas, espe-
cies, ecosistema y biosfera, y las organiza y orienta de manera ecoló-
gica y evolutiva a través del tiempo. El ecosistema global puede ser
en tres niveles diferentes: el primero es el modelo Gaia donde las
partes se relacionan como un todo; el segundo es el modelo comu-
nitario, las partes se relacionan como el todo como los ciudadanos
con la comunidad, en toda la cadena ecosistémica, y el tercero es
el modelo energético funcional, que considera los ecosistemas como
circuitos de energía, donde los organismos transmiten energía de un
eslabón a otro de la cadena.
Entre los principios de la ecología profunda, se destacan el flore-
cimiento y el bienestar de la vida humana y no humana, que tiene
un valor en sí mismo, ya que la riqueza y la diversidad de las formas
de vida contribuyen a la percepción de estos valores y son también
valores en sí mismos. Por ello los humanos no tienen derecho a redu-
cir esa riqueza y biodiversidad salvo para satisfacer sus necesidades
vitales (Burgallo, 2004).
Arne Naess (2007), en un ejercicio de síntesis, plantea las carac-
terísticas de la ecología superficial:
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• Combate la contaminación y el agotamiento de los recursos


naturales.
• El objetivo central de esta lucha es la salud y la vida opulenta
de los habitantes de los países desarrollados.

Ésta es la diferencia fundamental con la ecología profunda, que


pretende ir más allá del cuidado de la naturaleza y cuyos principales
principios plantea su creador:

• Rechazar la imagen del hombre en el medio ambiente a favor


de la imagen relacional de campo total.
o Considerar los organismos como nudos de una red biosférica.
o Disuelve el principio antropocéntrico de hombre-centro y el
concepto de cosa en su medio.

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150 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

• Igualdad en la biosfera:
o La igualdad de derecho a vivir y crecer es un axioma claro
y manifiesto.
o La relación amo-esclavo ha contribuido a la alienación del
hombre respecto de sí mismo.
• Principio de diversidad y de simbiosis:
o La diversidad aumenta las posibilidades de supervivencia,
nuevos modos de vida y riqueza de formas.
o Vivir y dejar vivir, no dominar, y dejar que las especies se
desarrollen y crezcan.
• Postura anticlasista: se da por la explotación, entre explotado-
res y explotados, la igualdad ecológica y de simbiosis susten-
tan la postura anticlasista.
• Combate la contaminación y el agotamiento de los recursos
naturales.
o Los ecólogos deben servir a la ecología profunda y no a la
superficial.
o La lucha contra una contaminación sin ver el problema glo-
bal puede generar mayores problemas que beneficios.
• Complejidad, no complicación, esto favorece:
o La división del trabajo y no su fragmentación.
o Las acciones integrales en las que la persona se involucra
en su totalidad, no meras reacciones.
o Las economías complejas que integran una variedad de
medios de vida.
o La técnica prudente y la investigación responsable, más
sensibilidad hacia las tradiciones vivas.
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o La implementación de regulaciones ecológicamente res-


ponsables, que requieren mayor habilidad e inventiva.
• Autonomía local y descentralización: fortalecer el autogobier-
no local y la autosuficiencia material y mental (Naess, 2007).

Arnes Naess fue pionero al estudiar y escribir sobre filosofía y


ecología a fines de los 60, primero en Oslo, Noruega, y luego en Hong
Kong; en 1972, en una conferencia denominada Futuros del Tercer
Mundo en Bucarest presentó la dualidad de paradigmas: el movi-
miento ambientalista antropocéntrico y tecnocrático “poco profun-
do” y un movimiento de ecología profunda de largo alcance y ecocén-
trico (Sessions, 2001).
Doce años después de la primera plataforma planteada por Naess
en 1972, él y Georges Sessions se reúnen en el desierto de California,
el Valle de la Muerte, y diseñan un nuevo documento que vendría a
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Ecologismo y ambientalismo 151

reemplazar la primera plataforma de la ecología profunda. Esto ocu-


rrió en abril de 1984, cuando profundizaron en los principios de la
ecología profunda y en ciertos temas que los diferencian netamente
de la ecología superficial, o sea, el ambientalismo.
El tema polémico más difícil para lograr consensos es el de la
población pues, para los ambientalistas, es un problema de los paí-
ses en desarrollo y no están a favor de su reducción drástica; pero
para la ecología profunda no es lo mismo la población óptima (o sea,
una cantidad ideal de habitantes) entre los seres humanos que la
población óptima en función de las demás formas de vida. Por ello,
se reconoce que la explosión demográfica es una amenaza que sólo
se puede vencer con la reducción poblacional y haciendo de ésta una
prioridad de las sociedades (Naess, 2001).
Una de sus principales síntesis es el denominado “diagrama del
delantal”, una visión total que comprende muchos niveles de estre-
cho contacto entre sí y donde hay dos tipos de relaciones: las lógicas
que articulan premisas y conclusiones que, a su vez, generan nuevas
conclusiones, y las genéticas, que no aparecen fijas en el diagrama y
que están formadas por influencias, motivaciones, inspiraciones y re-
laciones causa-efecto, y que se pueden mover en todas las direcciones.
Así, el diagrama del delantal tiene cuatro niveles. El primero,
la verbalización de los fundamentos; luego la plataforma del movi-
miento de la ecología profunda; el tercero es el estilo de vida y las
normas, y el cuarto son las resultantes de la práctica de los indivi-
duos (García, 2005).
La ecología profunda cubriría los tres grandes presupuestos que
plantea Thomas S. Kuhn para que una concepción teórica sea de-
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finida como paradigma, ya que plantea tesis explícitamente esta-


blecidas y supuestos teóricos, las formas de aplicar las leyes fun-
damentales a los diversos tipos de objeto y además tiene principios
metafísicos muy generales (Burgallo, 2004).
Ante la profundidad del reto y el cambio que plantea la ecología
profunda, se generan nuevos movimientos que tienen varias premi-
sas en común y otros que han estado enfrentados a ésta, como es el
caso del ecofeminismo que considera la ecología profunda como un
“naturismo” por su egocentrismo.
Para la ecología social, la crítica es más profunda, puesto que
proviene del anarquismo. Lo acusa de ser una cosa vaga y sin forma,
una mezcla estrafalaria entre Hollywood y Disneylandia, aderezada
con homilías que se valen del taoísmo, el budismo, el espiritualismo
y la nueva cristiandad, enemiga del hombre, al que ve como un pro-
ducto maligno de la evolución natural (García, 2005).
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152 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Pero los partidarios de la ecología profunda reivindican su pla-


taforma como algo amplio que da cobertura a otros movimientos y,
por ello, lamentan las críticas, ya que han optado por una posición
de tipo gandhiana tanto de palabra como de hecho, dado que Arne
Naess apoya el ecofeminismo, la ecología social y los biorregionalis-
tas (Drengson, s/f).
Otros movimientos son menos críticos y complementan la visión
de la ecología profunda aunque ahondando en temas más específi-
cos. Así, tenemos dos movimientos:

1) El pernetarianismo: planteado por el canadiense Alan Dreng-


son, critica la concepción tecnocrática y se orienta hacia un
paradigma organicista, personal, planetario, donde el ecosis-
tema se comporta como un cuerpo viviente. Plantea que los
procesos sociales estén en armonía con una percepción más
amplia del ecosistema. Esto le da una gran similitud al plan-
teamiento de Lovelock sobre Gaia (Burgallo, 2004).
2) El ecologismo posmoderno: planteado por el filósofo estadouni-
dense Max Oelschlaeger, ve la emergencia de un nuevo pa-
radigma posmoderno que va más allá de la dicotomía sujeto/
objeto o hecho/valor. Este nuevo paradigma debe hacer coinci-
dir la ciencia con la religión. Esto incide en el paso del homo-
centrismo al cosmocentrismo posmoderno.

Liberación animal. Una manera de llevar a la práctica el bio-


centrismo o egocentrismo consiste en la defensa del mundo animal
como un tema específico, dado que la relación con los animales es
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doble y va en ascenso; se los percibe como fuente de nuestra ali-


mentación y como compañía del humano cada día más solitario,
además de servir en muchas tareas del campo.
El biocentrismo no es un descubrimiento moderno, ya había du-
rante el dominio del cristianismo algo similar pues todas son criatu-
ras creadas por Dios y por ello deben ser todas respetadas.
El cartesianismo es el punto de partida de esta nueva visión an-
tropocentrista, ya que parten de la base de que el universo no es un
gran ser vivo, y el mundo animal carece de alma y no tiene sufri-
miento porque no tendría razón.
En el siglo xviii comienzan a verse las primeras propuestas a fa-
vor de los animales. Pierre de Maupertuis habla de sus derechos;
René de Réaumur publica su estudio de los insectos; Étienne de
Condillac, el tratado sobre los animales y en el siglo siguiente Jules
Michelet habla de “nuestros hermanos inferiores”.
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Ecologismo y ambientalismo 153

En 1820, se crea en España la Real Sociedad para la Prevención


de la Crueldad en los Animales, mientras el anticartesianismo se
alía con el anticlericalismo republicano para enfrentar al espiritua-
lismo cartesiano cristiano, que separa en forma tajante el cuerpo del
alma.
En 1822, se publica la ley de protección a los animales en Inglate-
rra; en 1850 se aprueba la declaración de los derechos de los anima-
les en Francia; en 1824 se crea la Sociedad Protectora de Animales;
en 1882, Henry Salt publica Los derechos de los animales y en 1891
se funda la Liga Humanitaria.
Salt es el iniciador del utilitarismo que juega un papel impor-
tante en la liberación animal, y en su libro sobre el derecho de los
animales incrementa las tesis de Jeremy Benthan –quien buscaba
iguales derechos para animales y humanos y pedía reconocimiento
al derecho de los animales salvajes– critica la caza, la moda de cue-
ros y plumas y la experimentación con animales.
El australiano Peter Singer está considerado el adalid del derecho
de los animales; él se ha definido como utilitarista ético, vegetariano
y antiespecista (especie dominante: el hombre). Autor del libro-guía
Liberación animal, plantea su pensamiento en cuatro grandes tesis
(Ferry, 1994):

• Tesis i. El interés como fundamento del respeto moral y como


criterio del sujeto de derecho.
o La capacidad de experimentar dolor o placer es lo que ca-
lifica la dignidad de un ser y lo constituye en persona ju-
rídica.
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o La capacidad de experimentar dolor o placer es un pre-


rrequisito para poseer intereses a fin de crear derechos;
la piedra no los tiene, el perro que está en el camino sí.
Para Rousseau y Kant es lo contrario, pues la facultad de
liberarse de los intereses hace que el ser humano sea una
persona jurídica.
• Tesis ii. El antiespecismo o la igualdad formal de todos los
seres que sufren o gozan.
o Singer, al hablar del antiespecismo como el chovinismo hu-
mano, lo define como “todos los animales, entre ellos los
hombres, son iguales”.
o Agrega que “el principio de igualdad de los seres humanos,
no es la descripción de una supuesta igualdad fáctica, sino
una prescripción respecto de la forma en que deberíamos
tratarlos” (Singer, 1999).
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154 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

• Tesis iii. De las diferencias entre los animales y los hombres.


o El placer o el sufrimiento es de acuerdo con las circuns-
tancias. Un condenado a muerte sufre más que un animal
que va a ser sacrificado porque está viviendo esto antes;
un animal enjaulado sufre más que un preso que sabe el
tiempo que estará sin libertad.
• Tesis iv. El fin del antropocentrismo.
o El dolor y el placer no se pueden medir desde la perspecti-
va humana, deben adecuarse a cada especie.
o Al abandonar el especismo, se pueden dar casos de que un
animal tenga mejores perspectivas que un humano seria-
mente afectado.

Tom Regan fue otro luchador por el derecho de los animales. En


su obra principal, The Case for Animal Right, plantea diez princi-
pios a favor del derecho de los animales. Así, la filosofía de los dere-
chos de los animales es:

• Racional: la discriminación contra los animales es arbitraria.


• Científica: está basada en la ciencia, la biología evolutiva.
Darwin sostenía que la diferencia entre muchos animales y
los humanos era de grados, no de género.
• Desprejuiciada/imparcial: el racismo como el sexismo son pa-
radigmas de intolerancia. No hay razas ni especies superiores.
• Justa: la justicia es el principio más elevado de la ética.
• Compasiva: una filosofía de la compasión es, según Abraham
Lincoln, “el camino del ser humano completo”.
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• Generosa: el compromiso es defender al más débil, sea animal


o humano.
• Propiciadora de la realización personal: esta filosofía se basa
en el conocimiento, la justicia, la compasión y la autonomía.
• Socialmente progresiva: la grandeza de una nación y su pro-
greso moral pueden juzgarse en la manera en que tratan a sus
animales (Mahatma Gandhi).
• Ecológicamente prudente: la degradación ambiental afecta a
todas las especies vivas en diferentes grados, de ahí que evi-
tarlo implica un compromiso por mejorar su calidad de vida.
• Pacífica: debe haber respeto entre animales y humanos, la paz
debe ser para todos.

El tema de la defensa de los animales está siempre en medio de


una concepción que ha dominado varios siglos, el especismo, el cual
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Ecologismo y ambientalismo 155

ha sido definido como un trato desventajoso (o una consideración


desigual) basada únicamente en la pertenencia a una especie (Hor-
ta, s/f).
Hay diferentes divisiones, desde el especismo monista, o sea que
se basa en un solo criterio, hasta otros que combinan diferentes cri-
terios, lo cual diluye en parte la visión “chovinista humana” del es-
pecismo. En el primer caso estaría el antropocentrismo, que muchas
veces se iguala al concepto de especismo.
El pensamiento del movimiento de liberación animal está forma-
do por diferentes grupos, unos de activistas de acción directa y otros
de reflexión-teorización que intentan por otros caminos buscar leyes
y medidas que acaben con la explotación de los no humanos.
Una de estas grandes pensadoras fue Marguerite Yourcenar,
quien en la década del 30 en Grecia vio el sufrimiento de los ani-
males en el rastro, las matanzas de la guerra y luego la caza, todas
acciones contra el mundo de los animales, lo que la transformó en
una voz de denuncia a favor de esta causa (Goslar, 2007).

Ecofeminismo. El acontecimiento más importante en la segunda


mitad del siglo xx es, sin lugar a dudas, la consolidación de la re-
volución femenina, una larga batalla que se inicia a fines del siglo
xix y que se fue posicionado, en diferentes frentes, desde el voto, la
educación y la liberación.
En 1861, en Francia, egresó la primera mujer de un bachillerato;
en 1917 Alexandra Kollantai fue la primera mujer que formó par-
te de un gobierno central, en la Rusia bolchevique, pero antes, en
1906, en Finlandia la mujer obtuvo el derecho a elegir y ser elegida.
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Durante la Segunda Guerra Mundial se cayeron los últimos mitos


e ideas discriminatorias, ya que las mujeres trabajaron en todos los
frentes en forma exitosa (Bessis, 2000).
En 1949, la rebeldía de lo que se considera la pensadora ícono del
feminismo, Simone de Beauvoir, se expresaba en El segundo sexo
formulando una serie de explicaciones fundamentales para esa lu-
cha. Una de ellas era que la exclusión de la mujer del mundo público
se daba a causa de ser considerada una alteridad, algo “diferente”
(como si fuera otra raza); de ahí la famosa frase “no se nace mujer,
se llega a serlo” (Beauvoir, 2005).
En 1974, Françoise d’Eaubonne utiliza por primera vez el térmi-
no “ecofeminismo”, dándole legalidad social a otro importante frente
de lucha que abren las mujeres en su larga marcha por la natural y
lógica igualdad.
En los años 70, la década de los grandes cambios, emerge la pri-
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156 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

mera ola de feminismo que dura hasta los 80, cuando surge la se-
gunda ola y con ella se consolida el ecofeminismo; en los 90, con una
tercera ola, aparece otro movimiento, el “ciberfeminismo” (Fernán-
dez y Wilding, 2003).
El término “ciberfeminismo” data de los 80, con el nacimiento del
mito ciborg y con Un manifiesto ciborg de Donna Haraway, pero será
recién en 1992 cuando Sadie Plant y un grupo de artistas australianos,
vns Matriz, usaron la denominación. Para Plant, ésta era una respues-
ta teórica al hecho de que cada vez más mujeres aportan su innovador
impulso dentro del arte electrónico y las tecnologías virtuales (India-
nopedia).
El ecofeminismo es una corriente crítica con raíces en el ecolo-
gismo y el movimiento feminista que conducen a una posición para
detener el deterioro ecológico del planeta y los efectos nocivos que
ha provocado en los grupos más desprotegidos de los países pobres,
usualmente las mujeres (Bustillo Durán, 2005).
Hay concepciones más amplias, como la que sostiene que “el eco-
feminismo es una corriente que postula que el estudio de las interre-
laciones entre la lógica de dominación de las mujeres y el resto de los
«otros» del discurso social dominante y la naturaleza por parte del
hombre puede arrojar luz sobre su origen y sus consecuencias, así
como sobre los modos para luchar contra ella” (Segales, s/f).
El ecofeminismo, al igual que otras teorías y tendencias, se di-
vide en una serie de perspectivas que tienen en común la defensa
de la mujer y la ecología, y que van desde la teología ecofeminista,
que promueve la teóloga brasileña Ivonne Guevara, al ecofeminismo
constructivista.
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La teología ecofeminista es similar a la teología de la liberación.


Guevara en su libro Levántate y anda sintetiza esa lucha en defensa
de la mujer, a pesar de que el neoliberalismo le ha seguido echando
una pesada carga de explotación y exclusión.
Hay quienes sostienen que el ecofeminismo se divide en dos gran-
des tendencias:

1) Ecofeminismos espiritualistas o esencialistas, en cuya base está


la búsqueda de la relación mujeres-naturaleza, que implica ar-
monía, solidaridad y sustentabilidad. En ellas están las bases
religiosas, como el cristianismo en el caso de Ivonne Guevara y
el hinduismo de Vandra Shiva. Ésta es una tendencia construi-
da desde los países pobres a partir de su grave situación.
2) Ecofeminismos contructivistas, cuyas principales pensadoras
son Bina Agarwl y Val Plumwood quienes, si bien coinciden
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Ecologismo y ambientalismo 157

con la tendencia espiritualista, consideran que “la relación


mujer-naturaleza se construye a través de una serie de me-
ditaciones derivadas de las estrategias utilizadas por las mu-
jeres para cumplir con sus responsabilidades en sus familias
y comunidades” (Bustillo Durán, 2005). La superación de los
dualismos jerarquizados hombre/mujer, cuerpo/mente, exige
un análisis deconstructivo.

El ecofeminismo se ha expandido y ha crecido en forma diferente


según sean las tendencias y los países donde se presenta. En los países
desarrollados, donde la lucha es por un mejor espacio en la sociedad,
ésta se da más en la esfera del poder; en los países pobres, donde la
lucha es por sobrevivir, se encuentra más en la esfera política, siendo
las mujeres hoy un ejemplo de supervivencia en situaciones extremas.
Las grandes migraciones de México, Centroamérica y otros paí-
ses latinoamericanos han generado pueblos de mujeres, niños y an-
cianos, otro ejemplo de supervivencia en situaciones extremas.

Ecofascismo. En 2001, un guardabosques alemán de la aldea de


Zernikow comentó el hallazgo de una esvástica de 360 metros cua-
drados formada por árboles de alerces (60 metros en cada uno de los
cuatro lados), y que era una muestra de un antiguo regalo otorgado
en 1938 a Adolf Hitler al cumplir cuarenta y nueve años.
Hitler, más allá de sus ideas, de su nacionalsocialismo que es el
nazismo alemán, fue durante su vida adulta un profundo vegetaria-
no, no toleraba el tabaco, era un amante de los animales y un fanáti-
co ecologista. La pregunta es por qué no se habla de esto.
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Luc Ferry, en un libro clásico sobre este tema, plantea que el


amor hacia la naturaleza, tal y como la ecología profunda nos invita
a practicarlo, aparece tanto entre reaccionarios como entre progre-
sistas.
Las tesis filosóficas de la legislación nacionalsocialista coinciden
con la de la ecología profunda, por una razón que no debe subesti-
marse, pues en ambos casos nos encontramos ante una representa-
ción romántica y sentimental de las relaciones de la naturaleza y
la cultura, unidas a una revalorizacion común del estado salvaje en
contra de la “pretendida” civilización (Ferry, 1994).
Si el fascismo y el nazismo hubieran desaparecido al final de la
guerra, pretender reconstruir sus ideas sería un gasto de tiempo, pero
ocurre que gran parte de ellas son cada día más vigentes en las di-
ferentes concepciones ecologistas, desde la eugenesia a la reducción
forzada de la población a favor de un equilibrio con la naturaleza.
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158 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Entre el ecofascismo y el ecoimperialismo las diferencias son po-


cas y las coincidencias más; el problema es que la propia ultrade-
recha considera a los ecologistas de izquierda y siente que el gran
cambio que plantean es una traición al capitalismo mundial, cuando
en realidad éste se está regenerando y transformando sin cambiar
su esencia.
Ernst Haeckel fue el creador de la disciplina científica conocida
como ecología, y trabajó en detalle a fin de adecuarla a un enfoque
organicista y biológico del mundo en que se desarrolla, que da prio-
ridad a lo vivo y que se corresponde con el biocentrismo contem-
poráneo, opuesto al antropocentrismo. Pero sus adecuaciones van
más allá, ya que lo integra al monismo que era una filosofía que
postulaba la unidad de lo inerte y lo vivo, similar a lo que hoy es el
holismo. Así plantea un socialdarwinismo y con ello “el regreso a la
naturalidad”, a un orden social natural adaptando las leyes eternas
de la naturaleza (Pelletier, 2008).
El planteamiento de Haeckel forma a los futuros ecólogos, quie-
nes van planteando nuevas opciones, mientras el creador de la eco-
logía ve la prolongación de sus ideas en el vitalismo, moda de las
primeras décadas del siglo xx.
Un alumno de Haeckel fue Friedrich Ratzel, teórico de la biogeo-
grafía y creador de la concepción del espacio vital, eje de la geopolíti-
ca nazi. Todo este movimiento de fines del siglo xix y las primeras dé-
cadas del siglo xx generó y consolidó un naturalismo integrista que
está en la base de la ecología moderna y los movimientos ecologistas.
Walter Darré, ministro de Alimentación y Agricultura del nazis-
mo, sostenía que “mientras la lucha por la vida entre todas las espe-
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cies se expresa asimismo libremente en todas partes en el libre esta-


do de la naturaleza, ello no es permisible en las plantas cultivadas,
porque el hombre debe intervenir por razones de autopreservación
con objeto de garantizar su cosecha para asegurar la alimentación
del hombre […] La presente necesidad de espacio dentro del territo-
rio alemán nos obliga a aumentar los medios para hacer que el suelo
sea más y más útil” (Bramwell, 1985).
Este contexto generó en la Alemania de la primera posguerra
un ambiente que se consolidará con el auge del nazismo. Entre los
personajes de esa época, se destacan:

• Wilhelm Heinrich Riehl, quien apela por los derechos de la


naturaleza salvaje.
• Ludwing Klages, quien denuncia la extinción de las especies,
la deforestación y la extinción de los pueblos originarios. Era
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Ecologismo y ambientalismo 159

anticristiano y antisemita, y fue el inspirador del movimien-


to juvenil de los Wandervogel en las décadas del 20 y el 30,
que algunos han definido como un hippismo de derecha, cuyos
simpatizantes pasan mayoritariamente al nazismo.
• Adolf Hitler, Heinrich Himmler y Rudolf Hess eran naturistas
integristas, vegetarianos, amantes de los animales, defenso-
res de la naturaleza, de la tierra y de lo salvaje.
• Walter Schoenichen, director de la Agencia del Reich para la
Protección de la Naturaleza, tuvo una larga historia. En 1906
estableció el Centro Nacional de Naturales Denkmalpflege en
Prusia que duró hasta 1935. En 1942 fue director del Centro
Imperial para la Conservación.
• Frotz Todt, ministro de equipamiento, paisajista de autopis-
tas.
• Rudolf Steiner, discípulo de Haeckel, fue el fundador de la an-
troposofía, que pregonaba la agricultura biológica (hoy orgáni-
ca), y elaboró también un teoría sobre las razas elegidas.
• Werner Haverbeck, discípulo de Steiner, después de la guerra
en Alemania controló la Liga Mundial para la Protección de la
Vida en ese país.

Hay ideas básicas en el nazismo sobre la naturaleza y que se re-


piten en la legislación que ellos impulsaron. Una es la recuperación
de la lucha del sentimentalismo romántico contra el clasicismo de la
Ilustración, y la otra es que hay que proteger la naturaleza a toda
costa contra los prejuicios de la cultura, que la transforma en el arte
y por ello la humaniza (Ettore, 1980).
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La naturaleza es la “naturaleza prístina”, la que tanto buscan los


ecologistas modernos en el mundo subdesarrollado, y que en reali-
dad ya no existe porque toda ha sido alterada (Mann, 2006).
Entre la naturaleza y la raza había puentes en esta cultura for-
mada en el neodarwinismo; en 1922 aparece el Manual racial del
pueblo alemán (Rassenkunde des deutschen Volkes) publicado por
Hans Günther y que fue un verdadero best-seller. Trabajaba a par-
tir de los desarrollos de la antropología física y la eugenesia, que
sostenía que la humanidad se dividía en razas que diferían en la
estructura física y el carácter mental, y consideraba más elevado al
nórdico (Bramwell, 1985).
El movimiento nórdico surgió en los 20 y fue inicialmente pan-
nacional y cultural, se ocupaba de los antiguos mitos nórdicos y en-
fatizaba en la naturaleza rural, donde se alojaba lo mejor de esta
raza que estaba amenazada. ¿Coinciden estos planteamientos con
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160 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

algunos actuales en los que se pretende vincular la ciencia con los


mitos de los pueblos originarios?
Para la ecología nazi, la naturaleza que valía era la original, sal-
vaje, pura, virgen, auténtica, irracional y accesible únicamente a
través de las vías del sentimiento, o sea que la naturaleza era ante-
rior al hombre y exterior a él.
Las principales leyes que se dieron durante el nazismo fueron
elaboradas por los ecólogos Reinhold Tuxen, Alwin Seifert, Josef
Perl y Ehrard Madang, entre los principales (nacionalecologismo):

• 24 de noviembre de 1933, la ley Tiershutzgestz, legislación


anticrueldad con los animales.
• La ley de caza de 1934.
• La ley sobre protección de la naturaleza de 1935.
• El derecho alemán de protección a los animales de 1939.
• Otras leyes más técnicas como las de impacto ambiental, orde-
namiento y planificación territorial.
• Se crearon los primeros parques nacionales de Europa.
• Se crearon los monumentos naturales, algo que también se da
en Estados Unidos.

El legado de los nazis no debe ni olvidarse ni ocultarse, porque


muchas de sus verdades hoy son la base de las principales activi-
dades y grupos ecologistas. Lo que sí debe hacerse es comparar el
objetivo con el fin y así lograr una visión de por qué el régimen más
sanguinario del siglo xx, aunque hubo otros más, fue el pionero de la
ecología moderna.
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Es en la población humana y en la eugenesia donde se tocan pro-


fundamente las ideas verdes del nazismo, la ecología profunda y
otras biocentristas. Tras los juicio de Nuremberg en 1948, se aprobó
en las Naciones Unidas la Convención para la prevención y castigo
del crimen de genocidio. De los cinco puntos aprobados, el penúltimo
no entró en vigor: “Imponer medidas dirigidas a impedir nacimien-
tos en el grupo” (citado por Orduña, 2008).
Pocos años después, los miembros de las principales organizacio-
nes eugenistas estaban a cargo de los planes de control de la pobla-
ción, adelantándose a Arne Caes y James Lovelock, los profetas de
la reducción de la población humana a favor de un mejor equilibrio
con las otras especies.
Werner G. Haverbeck, quien estaba desde 1928 en la dirección
de la Unión de Estudiantes Nacionalsocialistas y luego pasó a ser
coordinador del Reich del paisaje y la identidad nacional de Alema-
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Ecologismo y ambientalismo 161

nia, sigue su carrera luego de la caída de Hitler. Entre 1950 y 1960


es sacerdote de la comunidad cristiana antroposófica y en 1974 es
nombrado presidente de la Liga Mundial para la Protección de la
Vida (wsl). Este antiguo nazi, coherente con sus ideas, considera que
la ecología se basa en la suposición de que “las subespecies de hom-
bres, al igual que lo que sucede con animales y plantas, correspon-
den cada una a un ecosistema concreto. Proteger el medio ambiente
significa proteger a los pueblos y la sustancia biológica de fuerzas
extrañas, los inmigrantes” (citado por Bierl, 1998)

Ecoimperialismo. El ecoimperialismo no aparece como una nueva


teoría, al menos en el mundo limitado de la academia, pero está ge-
nerando una fuerte reacción en los países poco desarrollados, porque
está haciendo renacer el fenómeno del neocolonialismo.
En una primera reflexión, el ecoimperialismo es, para Paul Driessen
(2003), la imposición forzosa de los puntos de vista ambientalistas de
los países desarrollados, algo que es fácilmente constatable en el caso
de la conservación y las grandes transnacionales verdes como wwf y ci.
Con respecto al ecoimperialismo ocurre un fenómeno que es co-
mún en el análisis de los grupos y teorías ecologistas acerca del po-
sicionamiento ideológico de estas concepciones. Desde la izquierda
real y no del progresismo socialdemócrata, o “careta de izquierda”, los
grandes grupos y teorías se ubican dentro de una amplia gama de la
derecha, con pequeñas excepciones, o, mejor, son instrumentos del ca-
pitalismo global para su transformación y adecuación, y no para la
búsqueda de un mundo más equitativo. Para la derecha ultraconser-
vadora, principalmente en Estados Unidos, el país más colonizado por
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el capitalismo global y su ideología, y donde el 64% de la población cree


en el creacionismo, la cuestión ecológica es de ultraizquierda y quiere
“debilitar y derrotar al capitalismo”.
Ésta es otra definición de ecoimperialismo y es la que da el ultra-
derechista Instituto Cato, que coloca a la onu como un actor funda-
mental y coincide en gran parte con Driessen:

El ecoimperialismo viola los derechos humanos más básicos


de la gente, sostiene Driessen, y les niega oportunidades econó-
micas, la posibilidad de una vida mejor y el derecho a erradicar
enfermedades en sus países que desaparecieron hace mucho
tiempo en Estados Unidos y Europa. (Milloy, 2001)

En síntesis, el ecologismo hace el juego a los enemigos del capi-


talismo de libre mercado, el capitalismo global, que para algunos

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162 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

está retrocediendo ante los poderes emergentes, pero para otros


ya lo hizo ante la realidad mundial que surge después de la crisis
de 2008.
La verdadera definición de Driessen está en el segundo capítulo
de su libro sobre el ecoimperialismo, donde enfrenta el capitalismo de
libre mercado con la cuestión ambiental y los ecologistas, una visión
perversa de ésta, que es también afín al propio sistema.

En el fondo está el hecho de que la doctrina de la respon-


sabilidad social corporativa refleja principalmente las preocu-
paciones, las preferencias y una visión pesimista que tiene del
mundo un reducido grupo de políticos, burócratas, académi-
cos, ong multinacionales y fundaciones ricas de acaudalados
países desarrollados. Estos autodenominados guardianes del
bien público no comprenden bien los negocios, el capitalismo,
la economía de mercado, el comercio global y el papel vital
que tienen las ganancias en la generación de innovaciones y
progreso. (Driessen, 2003)

Pero el delirio de este “izquierdista de derecha” (nacionalsocialis-


ta) va más allá y cree que “los pobres del Tercer Mundo desean po-
der cambiar sus chozas por viviendas modernas y disfrutar de agua
corriente, refrigeración, luz eléctrica y otras necesidades básicas que
los occidentales y las elites intelectuales y gubernamentales dan por
sentadas en sus países” (Driessen, 2003).
Es maravilloso y a la a vez ridículo ver cómo estos seudopen-
sadores creen que todos quieren ser norteamericanos, cuando en
realidad el ecoimperialismo lo que pretende es quitarles las tierras
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con mayores riquezas en los países del Tercer Mundo y expulsar o


exportar a sus habitantes como mano de obra, a fin de dejar libres
estos vastos recursos.
Algunas ong que trabajan temas vinculados a la alimentación han
denominado a este proceso “the last land grab” (“la última apropia-
ción de tierras”), una nueva estrategia que las naciones ricas llevan
adelante para garantizarse alimentos, haciéndose de tierras en Lati-
noamérica, África y Asia. Jacques Diouf, quien fue director de la Or-
ganización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricul-
tura (fao), ha alertado sobre estas operaciones que pueden calificarse
como “neocoloniales”, ya que terminan perjudicando y expulsando a
pequeños agricultores, y generando un gran impacto ambiental con la
roturación y el uso de agroquímicos (Cambra, 2008b: 10-12).
Cerca de mil millones de personas carecen de alimentos suficien-
tes, una situación que sigue creciendo, según lo estima la fao, y ello
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Ecologismo y ambientalismo 163

ha llevado a esta búsqueda de tierra de los países ricos y de legisla-


ciones de protección por los menos desarrollados.
Un ejemplo es el caso de una empresa coreana que ha arrendado
por cien años el 50% de la isla de Madagascar, 1.300.000 hectáreas,
un país donde el 70% de la población vive en el umbral de la pobreza-
hambre, y muchos de sus habitantes subsisten por el subsidio del
programa de la onu de alimentos (Cambra, 2008a).
En 2009, la situación de Madagascar se transformó en un verda-
dero polvorín y ello llevó a la renuncia del presidente Marc Ravalo-
manana, reemplazado por Andry Rajoelina, quien anuló el contrato
de alquiler por más de un millón de hectáreas con la compañía co-
reana Daewoo Logistics.
El ecoimperialismo funciona como la fórmula perfecta de los paí-
ses pobres con mucha agua y tierras y falta de capital, y los países ri-
cos con mucho capital y grandes necesidades de alimentos y otras
materias primas, en momentos en que hay un alza de más de un
300% del valor de éstas y en medio de una crisis profunda del
sistema.
En África, según The Economist, utilizando fuentes del Interna-
cional Food Policy Research Institute (ifpri), se han adquirido un
total de entre 15 y 20 millones de hectáreas que podrían producir
entre 30 a 40 millones de toneladas de granos, entre el 15% y el 20%
de la producción mundial (Garrido, 2009).
El ecoimperialismo, ya sin la excusa de la conservación que aún
mantienen ciertos “ecologistas” como Douglas Tompkins, se ha
lanzado a comprar tierras para la agricultura o la cría de ganado
intensiva. Algunos de los grandes compradores son Corea del Sur
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(2.306.000 hectáreas), China (2.900.000 hectáreas), Arabia Saudita


(1.061.000 hectáreas), Emiratos Árabes (1.028.000 hectáreas) y Ja-
pón (324.000 hectáreas).
Así, la batalla por la conservación pasará de la naturaleza a los
humanos, dado que se espera que para 2050 la producción de ali-
mentos se debe duplicar; entonces, ¿qué pasará con el 10% de la
superficie del planeta que está controlada por los conservacionistas?
(Ramonet, 2009).
¿Es el ecoimperialismo una salida del gran problema de los re-
cursos con máscara de conservación o ya una estrategia directa? En
América del Sur aparece como conservación; en África, con hambre
y grandes necesidades, ya sin máscara.
En América del Sur, los casos más escandalosos corresponden a
la Argentina, Chile, Brasil y Paraguay. Veamos el de la Argentina:

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164 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Argentina, 2009
Provincia Localidad o región Hectáreas Compradores
Mendoza Malargüe 250.000 Malayos-chinos
San Luis Dique Las Carretas 40.000 Italianos
San Juan 20% de la provincia en venta 2.000.000
Catamarca Grandes extensiones 100.000 Holandeses
1.600.000 En proceso
Misiones El Dorado (selva alta) 72.000 Chilenos
Formosa,Chaco, 1.400.000 Australianos
Corrientes 220.000 Norteamericanos
(Tompkins)
Santiago del 120.000 Vendidas
Estero, Tucumán 1.300.000 En venta
y La Rioja
Salta Valles Calchaquíes 2.400.000 En venta
13.000.000 Vendidas y
en venta
Tierra del Fuego Bosques australes 100.000 Estados Unidos
San José 24.000 Ted Turner
Chubut Lago Rosario 20.000 Alemanes
Santa Cruz 80.000 Estados Unidos
(Tompkins)
900.000 Italia (Benetton)
Neuquén 41.500 Ted Turner
Fuente: elaboración propia.

De todos estos compradores, se destaca Douglas Tompkins, un


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estadounidense que hizo fortuna con la venta de ropa deportiva,


para deportes de montaña, extremos y otros, y que en la década del
80 adhirió a la ecología profunda, por lo que justifica su gran latifun-
dio multifronteras con el discurso de la conservación.
Sus grandes propiedades en el Cono Sur están en Chile y Ar-
gentina: cuatro estancias en la Patagonia argentina; en Corrien-
tes, junto al Iberá y sobre la mayor reserva de agua, el Acuífero
Guaraní, tiene dos establecimientos de 105.000 y 120.000 hectá-
reas cada uno; 765.000 hectáreas en Chile, con once aeródromos.
Es socio de la Fundación Patagonia Natural y la Fundación Vida
Silvestre.
Conservación o facturación de las entidades nacionales, conser-
vación o apropiación de los grandes recursos mundiales como el
agua, son muchas las preguntas que generan Tompkins, Benetton y

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Ecologismo y ambientalismo 165

otros más, además de larga lista de nativos de estos países que están
al servicio de estos nuevos amos y de los políticos, jueces y autorida-
des diversas que se unen a la comitiva.
La propiedad de Tompkins en Chile divide en dos el país y no
deja pasar caminos. ¿Quiénes están detrás de él? Se ha apropiado
de dos de las más importantes fuentes de agua natural en el sur,
en la zona de los Andes y sobre el Iberá, en el Acuífero Guaraní.
La Fundación Rockefeller, la Internacional Forum on Globali-
zation y la Funders Network Trade & Globalization, Ted Turner,
George Soros, la familia Ford, todos integrados a la banca y el po-
der mundial del capitalismo global, operan esta gran obra de teatro
mezcla de “filantropía con conservación”, o sea, de geopolítica con
geoeconomía.
Un gran equipo jurídico ha amarrado todos estos latifundios. En
Chile ya tienen atado al gobierno y poco se puede hacer por la vía
legal; en Corrientes con el Iberá ocurre lo mismo. Para ello han inte-
grado la fundación Educational Centre on Sustainability (ecos), que
les ha armado un plan de manejo del recurso agua financiado por
Tompkins, dueño de la mayoría de las propiedades y con el financia-
miento del Banco Mundial.
El Plan de Manejo Iberá es un ejemplo de cómo, haciendo conser-
vación o “manejo sustentable” se puede controlar desde fuera de la
soberanía del país un recurso fundamental para la Argentina y los
países que componen el Mercosur.
¿Dónde está el negocio de Tompkins? En los servicios ambienta-
les, para los cuales hay grandes sumas del Banco Mundial a través
de sus instrumentos Fondo para el Medio Ambiente Mundial (gef) y
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Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud), pero el


principal objetivo es el geoestratégico (Almirón, 2005).
Así actúa el ecoimperialismo, usando los instrumentos y la ideo-
logía del ecologismo y el poder del capitalismo global que penetran
las débiles capas de Estados fallidos o corruptos que no pueden re-
sistirse a los negocios que esto implica.
En Estados Unidos, Ted Turner, el creador del sistema de
transmisión de la guerra en directo con cnn, tiene 700.000 hectá-
reas con la mayor manada de búfalos del mundo (27.000) criados
en sus tierras, donde arma cacerías en las que cobra 10.000 dó-
lares por cada búfalo que se cace. Lo extraordinario, en materia
de negocio de este ecologista sui géneris de Greenpeace, es que
los búfalos cazados o sacrificados en su rancho se venden en una
cadena de comida típica que creó, Ted’s Montana Grill, en 2002
(Orduña, 2008).
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166 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Así planteado, el ecoimperialismo es más que una teoría, es una


estrategia que integra diferentes teorías y corrientes en un proyecto
común orientado a usar los problemas ecológicos al servicio del capi-
talismo global, que ya se ha beneficiado ampliamente con la careta
verde, que oculta la verdadera contaminación del mundo, un estado
de guerra permanente en éste.

Ecologistas verdes. Son de los primeros grupos en criticar el in-


dustrialismo propio del capitalismo y también el socialismo real que
constituyó la ex Unión Soviética, el país que más rápidamente vivió
en el siglo xx una verdadera revolución industrial, sólo superada por
China.
Barry Componer fue uno de los pioneros, ya que venía de la lucha
antinuclear de la década del 50. En 1971 publicó El círculo se cierra,
donde acusaba a las tecnologías del capitalismo de ser las causantes
de la gran degradación, mientras se oponían al crecimiento demo-
gráfico.
De este libro se extraen algunos de sus principales legados, los
cuatro principios ambientales que son fundamentales para el análi-
sis de la cuestión ecológica:

• Todo está relacionado con todo lo demás. Hay una sola ecos-
fera, en la cual están todos los organismos vivos, por lo que lo
que afecta a unos termina afectando a todos.
• Todo va a dar a algún lado, nada sale de la ecosfera. Esto
hoy se ve en los ríos donde van a parar residuos orgánicos y
agroquímicos, que de ahí llegan a las plazas turísticas o se
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expresan en el exceso de gases invernaderos y en el agujero en


la capa de ozono.
• El hombre ha creado tecnología para mejorar su producción y
ella genera impactos en la naturaleza. Un ejemplo es la industria
química, que si en 1990 hubiera tenido que pagar sus impactos,
éstos hubieran sido diez veces más que todas sus utilidades.
• La naturaleza termina cobrando todas las acciones que se
hacen sobre ella, por lo que, si no se cambia la forma de pro-
ducción, los efectos pueden ser devastadores (Medellín Mi-
llán, 1998).

Allí entran varias corrientes, desde los neomalthusianos a los


ecologistas como el propio Al Gore, los mismos partidos verdes, aun-
que en la actualidad están muy diluidos en sus principios, e incluso
los mismos ecologistas de acción directa como Greenpeace.
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Ecologismo y ambientalismo 167

Plantearemos algunos de sus principales aportes o bases teóricas


en los que se sostiene para la acción directa con o contra el Estado o
los actores que generan los grandes impactos.

Garrett Hardin y la tragedia de los comunes. La tragedia de los


comunes es un desarrollo neomalthusiano que ha servido para los
conservacionistas y los ecologistas, en general, como un principio só-
lido cuando se trata de socializar los daños ambientales y considerar
el exceso de población como un “gran problema”.
El trabajo se basa en varias experiencias, principalmente en
un estudio realizado durante la Guerra Fría en 1968, cuando la
amenaza nuclear era muy grande, por parte de expertos como J.B.
Weisner y H.F. Cork, quienes llegaron a la conclusión de que el
aumento del armamentismo implica una reducción de la seguridad
nacional, por lo que no proponían una solución técnica (Hardin,
1995). Lo que a Hardin le llamó la atención en este artículo publi-
cado en una revista científica es que hubiera temas que no tienen
una salida científica ni tecnológica, como lo era el problema del
crecimiento demográfico.
Hardin comenzó su reflexión siguiendo la de Williams Forster
Lloyd, quien en el siglo xix habló de las tragedias de los recursos
comunes a partir de las áreas de pastoreo: en la medida en que au-
menten los pastores o las ovejas, se irá reduciendo el espacio hasta
llegar a uno que no sirva para estas funciones.
Hay una extrapolación profundamente deshumanizada o fría,
pues sostiene que, cuando el pastor mantiene un número estable de
ovejas porque se las come o mueren, no hay problema; pero cuando
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se estabiliza el ganado y la sociedad empieza a crecer aparece la


tragedia sobre los recursos, que no alcanzan. Hoy la corriente tec-
nocrática sostiene lo contrario, que la tecnología va redefiniendo los
recursos desde su extracción a su industrialización, con lo cual se
van incrementando acorde a una mayor necesidad de éstos.
Este principio de la tragedia de los recursos comunes se puede
extrapolar a los mares, cuya limitación ya es evidente y cuyos pro-
blemas de sobreexplotación son también incontrolables, al igual que
las visitas a parques naturales y demás áreas de conservación en
que día a día aumenta la carga sin que se la limite.
Un ejemplo se dio en la isla de Cozumel cuando se calculó que la
cantidad de población no debería pasar de sesenta mil habitantes;
cuando esto sucedió, se dieron cuenta de que no había leyes que limi-
taran el movimiento de los mexicanos dentro de su país, por lo que
no se podía frenar el proceso migratorio.
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168 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Hardin afirma que “la población óptima es menor que el máximo”,


una premisa posible en lugares de poca población, ricos y altamente
regulados, pero ratifica que el problema es el crecimiento de la po-
blación; predica que los que menos tienen no deberían reproducirse,
como si esto fuera algo dado y no impuesto por un sistema injusto e
inmoral que crea las diferencias en contra de los propios pueblos.
Hardin es el verdadero representante de la derecha ecológica,
para no definirlo como ecofascista, corriente que dominó la era nazi
y que entre otras cosas controlaba al revés el crecimiento de la po-
blación: aumentarla pero con “arios puros”.
Él se opone a la Declaración Universal de los Derechos Huma-
nos (onu, 1967) que describe a la familia como la unidad natural y
fundamental de la sociedad. Por consecuencia, cualquier decisión en
relación con el tamaño de la familia debe residir irrevocablemente
en la propia familia y no puede ser asumida por nadie más, algo que
Hardin niega categóricamente.
Esta posición pone al descubierto la ideología de uno de los prin-
cipales teóricos y referentes de la ecología profunda y los conserva-
cionistas, que además se define como eugenista al aceptar la posi-
ción de Francis Galton, quien consideraba que no se podía controlar
el crecimiento de la humanidad y proponía montar un sistema selec-
tivo que trabajara por la eliminación de la conciencia de raza pero
controlara el crecimiento demográfico.
Hardin (1995) plantea como síntesis:

La única manera de que nosotros podamos preservar y ali-


mentar otras y más apreciadas libertades es renunciar a la
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libertad de reproducción, y muy pronto.

Esta teoría, junto con los demás criterios neomalthusianos, está


atrás de todas las campañas mundiales por la reducción de la pobla-
ción, siempre de pobres, siempre de indígenas, siempre de nativos,
pero hecha con fondos de los grupos del poder.
Los bienes comunes en el planeta en este siglo y los que pasaron
no son de todos, son de un grupo que cada vez se reduce más en re-
lación con que cada vez hay más pobres.

Paul Ehrlich: neomalthusianos. Detrás de estas teorías


neomalthusianas está la gran simplificación de la realidad que hace
que todos los seres de la tierra sean responsables por los grandes
daños y los verdaderos causantes se sumen como uno más. Éste es el
malthusianismo que pretende cargar las culpas de la destrucción del

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Ecologismo y ambientalismo 169

planeta a los pobres, que son los que constituyen la fuerza de trabajo
para crear la riqueza y el gran consumo suntuario e innecesario de
los países centrales.
En 1968 Paul Ehrlich publicó La bomba de la población, una vi-
sión catastrofista que no se cumplió nunca y que forma parte de la
saga de dos best-sellers olvidados de 1948: Nuestro planeta saquea-
do de Fairfield Osborn y Camino a la supervivencia de William Vogt,
ambos de base malthusiana, que ejercieron gran influencia en Paul
Ehrlich (Polanco, 2009).
La tesis que planteó Malthus hace dos siglos en Ensayo sobre el
principio de la población de 1798 era que, mientras la población cre-
ce geométricamente, o sea que se va multiplicando, los alimentos lo
hacen aritméticamente, lo cual llevaría al mundo a una catástrofe.
Pese a tener muchos adeptos en su tiempo, nunca ocurrió tal fenó-
meno, salvo por causas coyunturales en algunos países.
Un año después de publicar La bomba de la población, Ehrlich
dio a conocer en 1969 un artículo en el que ratificaba sus prediccio-
nes. Allí hablaba de “ecocatástrofe” y la preveía para 1975, algo que
no ocurrió, salvo la famosa crisis del petróleo de 1973.
Julian Simon fue su principal opositor y en 1980 escribió un
artículo, “Resources, population, environment: An oversupply of
false bad news”, donde afirmaba que lo que sostenían Ehrlich y su
esposa Anne no estaba basado en datos ni evidencias científicas
(Mascaro, 2009).
En 2009, Paul Ehrlich y su esposa, ambos investigadores de la
Universidad de Standford, siguen sosteniendo su tesis y creen que
ésta ha incidido en el hecho de que ha comenzado a reducirse el cre-
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cimiento de la población mundial.


Asimismo, sostienen que “hay una decadencia del medio ambien-
te epidemiológico, íntimamente ligado al incremento del número
absoluto de personas. Más personas susceptibles intervienen en el
hábitat de otros animales portando enfermedades infecciosas para
el ser humano, poblaciones cada vez más grandes mantienen esas
enfermedades e incluso los sistemas de transporte cada vez más rá-
pidos hacen que se incrementen las peores pandemias” (Eco-comu-
nicados, 2009).
Ehrlich plantea que el gran tema es relacionar la población con el
consumo y sostiene que se está formando un movimiento destinado a
evaluar el comportamiento humano y, a la vez, discutir las fallas de
la evolución cultural para dirigir la sociedad hacia la sostenibilidad.
En 1995, Sheldon Richman, entonces editor en jefe en el Instituto
cato, brindó un testimonio ante el Congreso de Estados Unidos con

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170 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

respecto a la población mundial y su estabilización. Sus principales


conclusiones fueron:

• No existe un problema de población, la caída de la tasa de


mortalidad y el aumento de la expectativa de vida son fruto
del progreso.
• El hambre en el mundo es más un fenómeno político que eco-
lógico.
• Las naciones más densamente pobladas están entre las más
ricas (Cobin, 2004).

La fórmula trágica, según Malthus, de crecimiento de la pobla-


ción e insuficiencia de alimentos no se ha dado. Entre 1950 y 1980 en
los países desarrollados la población creció un 33% y los alimentos
un 95%, y en el resto de los países la diferencia fue menor, ya que la
población creció un 88% y los alimentos un 117% (Colom, s/f).
En los 80, la cosecha agrícola mundial podía dar a cada persona
1,5 kilo de alimento vegetal y en 1990 el terreno cultivable pero no
cultivado o deficientemente trabajado era el doble que la superficie
cultivada, por lo que en la actualidad con las tecnologías que hay
se podría alimentar a unos quince mil millones de personas en el
mundo (Lutz, 1996).

Antropocentristas

En oposición al ecocentrismo está el antropocentrismo, que es la


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doctrina que hace al hombre el centro de todas las cosas, incluida


la naturaleza y toda la organización social. En general, este amplio
marco que es el antropocentrismo se divide en dos grandes tenden-
cias: los tecnocentristas, el sector más vinculado al neoliberalismo, y
los críticos, los más “verdes”.

Ecodesarrollo. El ecodesarrollo es una de las propuestas más tem-


pranas referidas a un nuevo modelo de desarrollo, si tomamos como
fecha de iniciación de la era ecológica el fin de los años 60, y fue
planteado por un experto internacional, Ignacy Sachs, quien en los
70 estaba trabajando en una agencia de la onu sobre temas del de-
sarrollo, en 1972 participó en la reunión de Estocolmo y dos décadas
después en la de Río 92.
La propuesta sobre el ecodesarrollo se presentó inicialmente y
de manera informal en la reunión de Estocolmo y fue adoptada por
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Ecologismo y ambientalismo 171

el pnuma; dos años después se presenta y encuentra un importante


lugar en la declaración de Cocoyoc, en México.
El ecodesarrollo es un estilo o modelo para el desarrollo de cada
ecosistema que, además de los aspectos económicos que toma en
cuenta el desarrollo, considera de manera particular los datos eco-
nómicos y culturales del propio ecosistema para optimizar un apro-
vechamiento, evitando la degradación del medio ambiente y las ac-
ciones depredadoras (shop-cepal-pnuma, 1978).
También es considerado “el desarrollo socialmente deseable, eco-
nómicamente viable y ecológicamente prudente” e históricamente
antecede al desarrollo sustentable, conteniendo aspectos que luego
van a ser incorporados a éste, según el Diccionario enciclopédico do-
minicano del medio ambiente.
Según su creador, el ecodesarrollo le ofrece al planificador un crite-
rio de racionalidad social diferente de la lógica mercantilista, y se fun-
da sobre postulados éticos complementarios de solidaridad sincrónica
y solidaridad diacrónica con las generaciones futuras (Sachs, 1981).
Este concepto está en contra del crecimiento salvaje, pero en lu-
gar de proponer el crecimiento cero como lo hacía el Informe del
Club de Roma, plantea nuevas modalidades de desarrollo a partir
de soluciones endógenas pluralistas. Así, el rol del planificador será
estimular la imaginación social para que los mismos actores vean
sus necesidades y los medios de satisfacerlas.
Por ello, el ecodesarrollo es participativo y político, opuesto a la
planeación tecnocrática, aparentemente neutra y convencida de que
el desarrollo se otorga, se acrecienta y optimiza a partir de los orga-
nismos centrales de planificación y gestión (Sachs, 1981).
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Las principales características del ecodesarrollo son las siguientes:

• Es un crítica al modelo tradicional que se venía implementan-


do desde la posguerra.
• Propone una distribución más equitativa de bienes.
• Sostiene que el desarrollo económico y el desarrollo urbano no
deben poner en peligro la conservación de recursos naturales
que deben servir para las próximas generaciones (criterio que
emigró al desarrollo sustentable).
• Plantea el desarrollo regional, ya que cada región tiene sus
propias características que se combinan con su identidad cul-
tural y su historia.
• Por último, afirma que el hombre es el objetivo principal del
desarrollo, lo cual ubica esta teoría en el antropocentrismo.

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172 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Sachs logró un planteamiento muy aceptable, pero los grandes


centros de poder terminaron por cuestionarla y luego sacarla de las
propuestas, con lo cual el ecodesarrollo no logró consolidarse y me-
nos situarse como una alternativa, aunque muchas de sus ideas pa-
saron al desarrollo sustentable.

Ecoanarquismo (ecología social). En 1981, Murray Bookchin


presentó su propuesta que denominó “ecología social” y que es la
primera respuesta teórica a la propuesta de la ecología profunda
planteada por Naess años antes. Si bien se ubica entre las teorías
antropocentristas, se define en contra de todos los centrismos, algo
típico del pensamiento anarquista verde (Pardo, 1998).
La ecología social sintetiza el ecologismo y el anarquismo con el
objeto de generar una visión humanista del manejo del medio am-
biente, se define como una crítica radical y coherente del actual ma-
nejo social, político y antiecológico, lo que es una aproximación re-
constructiva, ecológica, comunitaria y ética hacia la sociedad.
La crítica de esta escuela es al capitalismo basado en el produc-
tivismo y el consumismo, crítica que aportan el anarquismo y el
ecologismo marxista. Por ello no son limitacionistas demográficos,
porque entienden que el problema no es el número de personas sino
la forma en que éstas se relacionan y producen.
Bookchin parte de la crisis que afecta a todo Occidente en la dé-
cada del 60 y que da lugar al movimiento hippie, los ecologistas, los
antibelicistas y los luchadores por los derechos civiles en general; la
sociedad comenzó un cambio porque sintió que era necesario hacerlo
ya que vivía prisionera de la Guerra Fría y de un potencial holocaus-
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to atómico.
Si bien la ciencia ecológica proviene del siglo xix, el uso de ésta
en estos nuevos movimientos se remonta a los 60. Según Bookchin
(1985), el término “ecología” puede ser extremadamente traicionero,
algo típico de esos nuevos holismos, y un ejemplo de ello es el am-
bientalismo; por ello, considera necesario establecer las distinciones
entre el ecologismo y el ambientalismo.
El ambientalismo tiende a reducir la naturaleza a un depósito
de recursos naturales o materias primas; la armonía de los am-
bientalistas se limita a crear nuevas técnicas para seguir saquean-
do la naturaleza, pero con el menor impacto posible en el hábitat
humano.
Un aporte importante de Bookchin es el que realiza al analizar
la ecología, cuando presenta un gran desequilibrio resultante de la
división entre la humanidad y el mundo natural.
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Ecologismo y ambientalismo 173

La crítica al ecologismo más bien se centra en la ecología pro-


funda y, así, enjuicia el uso de ciertos términos, como “totalidad”,
“integridad” y “comunidad” por su peligrosidad demostrada luego
del paso del fascismo; de este modo, “la totalidad ecológica no signi-
fica una homogeneidad inmutable, sino más bien todo lo contrario:
una dinámica unidad de diversidades”, ya que en el reino natural el
equilibrio y la armonía se logran mediante diferenciaciones siempre
cambiantes, mediante la diversidad siempre en expansión (Book-
chin, 1985).
Así, la capacidad de un ecosistema para mantener su integridad no
depende de la uniformidad del medio ambiente sino de su diversidad.
De ahí que la ecología social no busque una sola salida a una situación
tan compleja que abarca muchos campos diferentes, de la naturaleza
a la producción y de ésta a la tecnología, a la sociedad, a las ciudades,
a la literatura y otros campos más; sino que busca ir adecuándose a
estos cambios y generando respuestas concretas a ellos.
Bookchin sostiene que el hombre no puede dejar de tener ima-
ginación ni ignorar las utopías, debe tomar todas sus fuerzas para
enfrentar los grandes problemas que nos presenta la sociedad actual
y los grandes impactos en el mundo natural. Además, plantea que
estamos simplificando el planeta, disolviendo los ecosistemas, redu-
ciendo su capacidad de sostener vida; por ello hace falta una nueva
tecnología no agresiva, basada en energías alternativas, pero éste no
es todo el problema. Existe otro, que está en la esencia del capitalis-
mo, de ese crecimiento salvaje que plantea la economía de mercado,
que promueve la competencia y no la colaboración, que se basa en
la explotación y no en vivir en armonía, por lo que se debe construir
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una sociedad ecológica que cambie radicalmente nuestras relaciones.


Desde la definición de ecología realizada por Haeckel en 1869
hasta la década de 1990 se han dado una serie de avances dentro de
los cuales emerge la ecología social; así, tenemos diferentes autores
que han ido sumando conocimientos en este complejo tema:

• Un fuerte ímpetu vino de la Escuela de Chicago, Robert Park


y los estudios de ecología urbana; estas corrientes tomaron a
la ecología humana como parte de la sociología.
• La antropología también desarrolló su perspectiva ecológica
con Julian Steward, Marvin Harris, Roy Abraham Rappaport
y Andrew P. Vayda, que trabajaron la articulación de la cultu-
ra con el ambiente.
• Roger Baker y Herbert Wright se destacaron en la psicología
ambiental.
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174 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

• David W. Pearce aportó desde la economía y la geografía.


• Desde las humanidades y la filosofía, Herbert Marcuse y Mar-
tin Heidegger revisaron el papel de la sociedad industrial y la
técnica, así como Murray Bookchin, Edgar Morin, Arne Naess
y Colmes Rolston iii.

Todos estos enfoques apoyan el desarrollo de la ecología social, la


cual se define como “el estudio de los sistemas humanos en interac-
ción con sus sistemas ambientales” (Gudynas y Evia, 1993).
El sistema humano es la gente, un Estado o una nación, y el
sistema ambiental se define desde el sistema humano. El sistema
ambiental está formado por tres subsistemas: 1) el humano: las
personas; 2) el construido: casas, calles, fábricas, escuelas, cultivos
y otros, y 3) el natural: bosques, ríos, montañas, praderas.
A partir de estos conceptos se puede presentar una serie de pos-
tulados centrales básicos:

• El ser humano interactúa intensamente con el ambiente, por


ello deben ser estudiados conjuntamente.
• Esta interacción es dinámica y se observa en las dos dimensio-
nes: tiempo y espacio.
• La delimitación del ambiente es contingente al modo como se
define el sistema humano.
• El ambiente es complejo y heterogéneo en el tiempo y el espacio.

La ecología social reconoce, al hablar metodológicamente, que el


ambiente es un sistema heterogéneo y ello deriva en una serie de
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axiomas auxiliares de la ecología social (Gudynas y Evia, 1993):

• Axiomas metodológicos:
o No debería existir una ciencia social distinta de la ciencia
ecológica.
o No existe una práctica social que sea diferente de la am-
biental. El trabajo ambiental es a la vez trabajo social.
o Se debe recuperar la dinámica de los procesos, poniendo én-
fasis en la historia de los humanos como de los ambientes.
o Cuando un grupo logra interacción con un ambiente, el es-
tudio de esa relación se debe hacer con la participación de
los involucrados.
• Axiomas éticos:
o Se reconocen valores intrínsecos de los demás seres vivos y
no vivos.
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Ecologismo y ambientalismo 175

o Se deben respetar las formas en que cualquier persona co-


noce e interactúa con un ambiente.
o Los resultados de la investigación son éticamente neutros
pero no sus puntos de partida, el proceso y el uso.
• Axiomas de aplicación del conocimiento:
o La tecnología debe ser a escala humana.
o Debe ser social y ecológicamente sustentable y equitativa.

La ecología social es más que una teoría, es uno de los movimien-


tos ambientales más consolidados en América Latina, con un insti-
tuto de investigación, publicaciones periódicas y gran presencia en
la lucha ambiental.

Ecomarxistas. Jonathon Porritt nos introduce en el tema a través


de una visión muy tradicional entre estos nuevos teóricos ecologis-
tas, que han construido un discurso típico de las mejores teorías del
socialismo utópico, que supone una falta elemental de acercamiento
a la realidad y de respeto ante las grandes masas que viven en la
miseria y sufren todo tipo de agresiones en los diferentes frentes,
desde la guerra hasta la explotación, que abre el capitalismo global
a fin de mantener su hegemonía.
En este caso, Porritt habla de la “superideología”, el industria-
lismo, en el cual se inscriben el comunismo y el capitalismo, y la
describe como “adhesión a las creencias de que las necesidades hu-
manas sólo se pueden satisfacer mediante la permanente expansión
del proceso de producción y consumo” (citado por Dobson, 1997: 52).
Y la sociedad del consumo total, ¿dónde está?, ¿qué parte del
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mundo abarca? Si de ella no escapa nadie, ¿por qué hay desde comi-
da orgánica al agua de las islas Fidji, ropa desechable, casas inte-
ligentes con energías renovables, muebles construidos con maderas
cortadas en bosques sustentablemente manejados y mucho más?
Éste es el mundo cuyo único objeto es consumir.
¿Cuántos mundos existen en la realidad verde, cuando los teó-
ricos hablan del capitalismo global como algo que está pasando o
que se puede reemplazar, sin saber que sus esfuerzos sirven para
adecuarse a él y darle un tono diferente, menos agresivo, aunque sea
con la minoría blanca que lo promueve?
¿Es el ecomarxismo una simplificación teórica realizada por
aquellos que creen que el ecologismo es el modelo del futuro, sin
querer ver la realidad donde los temas se integran a un capitalismo
en constante cambio hacia adelante?
Sostener que la teoría marxista se debe readecuar a una reali-

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176 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

dad que ha cambiado radicalmente desde su planteamiento origi-


nal en el siglo xix es muy necesario. Lo único que no ha cambiado
del capitalismo industrial al global es la explotación del hombre
por una minoría; antes se hacía desde los patrones, hoy desde la
propia población que, alienada, se autoexplota para consumir más
y posicionarse en un espacio en la sociedad que no corresponde a
su realidad.
Pobreza, explotación rural y urbana, esclavitud, miseria extre-
ma y falta de servicios básicos son una realidad que cubre a más de
la mitad de la población del planeta; a ella no se dirige el discurso
del desarrollo sustentable, sino a los reducidos grupos de gente
que no tienen necesidades primarias sin cumplir y pretende con
todo derecho mejorar su calidad de vida, sin ver qué ocurre cerca
de ellos.
La ecología de los pobres, un movimiento que, si bien se ha de-
sarrollado en algunos lugares de América y cuyos principales expo-
nentes fueron Chico Mendes y la Coalición de los Pueblos del Bos-
que en defensa del Amazonas, es un ejemplo de lucha de pequeños
frente a la gigante oligarquía terrateniente brasileña que mandó
matar a Mendes. En 1987, las organizaciones ambientalistas nor-
teamericanas invitaron a Chico Mendes a una reunión del Banco
Interamericano de Desarrollo y recibió luego el premio Global 500
(Lowy, 2005).
Su asesinato redujo la intensidad de la resistencia y hoy la
Amazonia camina a una privatización dirigida por el Partido de los
Trabajadores de tendencia socialista. Hoy los nuevos luchadores
no vienen de las fábricas o del sindicato, sino de la teología de la
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liberación; así, Chico Mendes o Ivone Guevara son expresiones de


un nuevo pensamiento testimonial, de los pueblos originarios que
defienden su cultura y sus tradiciones, nuevos actores ante nuevas
realidades.
El ecosocialismo parte de algunas ideas fundamentales de Karl
Marx sobre la lógica del capital y de los avances de la ciencia ecoló-
gica, que Marx no ha tocado por no ser un tema de su época, pero sí
afirmaba que el sistema capitalista agota las fuerzas del trabajador
y las fuerzas de la tierra.
Michael Lowy (2007) va más allá y habla de asumir la utopía re-
volucionaria, esa posibilidad que es el ecosocialismo, la probabilidad
de una transformación radical que implica la expropiación del capital,
pues quedarse sólo en la de los capitalistas no enfrenta la cuestión del
medio ambiente.
El ecomarxismo, que se origina en la década del 80, tiene varios
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Ecologismo y ambientalismo 177

teóricos, aunque se considera a Ernst Bloch como el pionero, cuando


plantea en los 60 una superación de la concepción utilitarista de la
naturaleza. Sus principales exponentes son Allen Schnaiberg, autor
de Del exceso a la escasez, y James O’Connor, quien sintetiza su teo-
ría en Causas naturales, aunque se han definido otros intelectuales
que también han hecho aportes importantes como Enrique Leff, Víc-
tor Toledo y Joan Martínez Alier.
Schnaiberg parte de las externalidades medioambientales que
genera la producción, que crea presiones al medio biológico y físico,
lo cual conduce a una desorganización de los ecosistemas y cuyos
riesgos sociales son de dos grupos. El primero son las amenazas bio-
lógicas directas, y segundo, las amenazas de la producción sociocul-
tural (desempleo, reducción de empleo y otras).
En un intento por interpretar el capitalismo actual, este autor
sostiene que la producción industrial, una debilidad de los reduc-
cionistas, quienes creen que todo es la industria, ha cambiado por:

• el crecimiento de la población, aunque él no es neomalthu-


siano;
• la revolución tecnológica;
• los deseos de los consumidores cada vez más desproporciona-
dos (la sociedad del consumo), y
• la organización de los productores desde el posfordismo a la
deslocalización.

Políticamente plantea una coalición entre los sindicatos o los


obreros con los grupos ecologistas, en busca de una distribución
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equitativa del excedente, mientras la producción adopta las nuevas


reglas verdes con tecnologías alternativas.
Se habla de una segunda contradicción, ya que la primera es en-
tre fuerzas y relaciones de producción; la segunda es más grave por-
que afecta su esencia, la salud de la fuerza de trabajo humana y los
recursos naturales, materias primas del proceso.
Hay otros trabajos que han enriquecido esta concepción, como
los de Herbert Marcuse, André Gorz (también conocido por el seu-
dónimo Michel Bosquet), David Pepper y Alain Bhir, este último
un crítico de los ecologistas porque no determinan el modo de pro-
ducción capitalista como responsable de la crisis ecológica (Aranda
Sánchez, 2004).
Guillermo Foladori, al analizar los planteamientos teóricos de
Marx sobre la relación sociedad-naturaleza, llega a la conclusión de
que el ser antropocentrista es similar a todas las posturas humanas,
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178 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

aun cuando se oculten bajo una supuesta neutralidad. La segunda


cuestión es “que las barreras, como los acicates al desarrollo de las
fuerzas productivas, fueron siempre para Marx las relaciones socia-
les de producción” (Foladori, 1996: 137).
Para James O’Connors (1998), el término “socialismo ecológico”
sirve para distinguir las teorías y los movimientos que procuran su-
bordinar el valor de cambio al valor de uso y el trabajo concreto al
abstracto, es decir, organizar la producción en pro de las necesida-
des (incluidas las necesidades de desarrollo personal de los trabaja-
dores), no de las utilidades.
De otra manera, O’Connors dice que el socialismo tradicional
tiene que ver con la producción y la reproducción del capital y el
socialismo ecológico se relaciona con la producción-reproducción de
las condiciones de producción. Este último es más amplio ya que
abarca la salud de los trabajadores, la contaminación de las comu-
nidades y la bonificación de los distritos, entre las principales.
El ecosocialismo es la crítica teórica de las formas en que las
relaciones de producción capitalistas influyen sobre las fuerzas
productivas (tierra, energía, materias primas, tecnología, maqui-
naria, organización del trabajo y otros objetos de producción o con-
sumo).
O’Connors hace un cuadro comparativo muy interesante porque
en él coloca lo que es el socialismo tradicional y el ecológico, a lo cual
le sumaremos nuestra posición.
Sólo tomando un punto de su primer apéndice se puede valorar
la visión socialdemócrata, en el estilo de la actual socialdemocracia
que han generado personajes como Tony Blair y Felipe González,
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que dejan atrás a los Kerensky de la Revolución Rusa en su visión


afín al sistema y el papel de agentes del mismo.
Al hablar de las relaciones de producción capitalistas, según el
socialismo original, éste crea polos de riqueza y pobreza entre clases,
regiones, países y continentes (valor de cambio), deuda económica
del norte con el sur.
En el ecosocialismo, las relaciones de producción capitalistas de-
gradan las fuerzas productivas, tierra y trabajo, y reproductivas (va-
lor de uso), deuda ecológica del norte con el sur.
Cuatro millones de pobres y mil millones de personas sin poder
alimentarse son deuda ecológica, ¿qué es el ecosocialismo? La justi-
ficación del sistema desde una perspectiva verde.
Es claro que el socialismo que plantean los antiguos marxistas
es más parecido a una redención que a una superación, a diferencia
del que plantean los que vienen del humanismo cristiano, que ven
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Ecologismo y ambientalismo 179

en mayor profundidad la tragedia que afecta al hombre y la sociedad


más que la del agotamiento de los recursos.
Leonardo Boff (2009) afirma que el socialismo real dejó una deu-
da grande en ecología pero fue por otras razones, como la lucha sin
piedad frente al capitalismo que no lo dejaba consolidar; lo opuesto
es el capitalismo que llegó a lo que Marx planteaba, a transformar
todo en mercancía, desde los órganos humanos hasta la polución
como bonos de carbono. ¿Cómo hacer algo que en sí mismo es per-
verso y contrario a la naturaleza?
El ecomarxismo es una adecuación de los que se debieron reciclar
ante el profundo cambio que implicó la caída del socialismo real. La
diferencia de éstos con los ecologistas es que no intentan justificarse
políticamente y actúan acorde a sus ideas, pero los reciclados son la
versión carnavalesca de la tragedia humana.
Una síntesis, desde el frente real de resistencia, la da el análisis
del movimiento antiglobalización que, según Joseph María Anten-
tas, se debe diferenciar entre la “resistencia a la globalización” y el
“movimiento antiglobalización”. En los últimos años ha habido un
incremento muy desigual y con fuertes dificultades de la resistencia
a la globalización, pero una pérdida de centralidad y empuje en el
movimiento antiglobalización, entendido como un movimiento de al-
cance internacional formado por un conjunto de organizaciones y co-
lectivos que se han expresado públicamente a través de contra cum-
bres e iniciativas y campañas internacionales (López Arnal, 2010).

Cornucopianos o neoliberales verdes. Esta concepción, muy


poco analizada, es la que se impone en esta etapa del capitalismo
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global. La hemos ubicado dentro del antropocentrismo, pero Folado-


ri (2005) la coloca más específicamente dentro del tecnocentrismo,
una subdivisión dentro del antropocentrismo.
Su designación deriva de “cornucopia” (que significa “cuerno de la
abundancia”), algo que viene de la mitología griega y en la actuali-
dad está en varias creencias y festividades, incluido el día de acción
de gracias en Estados Unidos.
Según los cornucopianos, el hombre ya ha logrado dominar la
naturaleza, lo que le permite a su vez escapar de las coacciones o
limitaciones de la misma naturaleza mientras puede reconstruirla
o transformarla radicalmente, como se hace hoy a través de la inge-
niería genética, las clonaciones y demás experimentaciones con la
biotecnología.
Esto se sintetiza en una concepción que viene del siglo xix y es
la de “progreso consistente en que el ser humano, como ser anti-
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180 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

natural, se libera a sí mismo de las restricciones de la naturaleza


y de la animalidad, y asciende a la esfera de la cultura y la razón”
(Ferry, 1994).
Esta corriente tiene una serie de tesis que vienen a formar la
base de una concepción que se apoya en la economía; éstas son:

• La cuestión ambiental se reduce a lo físico de la naturaleza, al


uso eficiente de los recursos naturales; por ello, hay una gran
confianza en la tecnología.
• Se consideran ambientalistas, y sostienen que los ecologistas
y ambientalistas en general se basan en modelos equivocados.
• La tecnología es la que le permite al hombre no tener límite en
su crecimiento.
• El crecimiento económico es la mejor solución para acabar con
los problemas ambientales, ya que la tecnología es cada vez
menos agresiva, una posición muy discutida.
• El mercado es el que regula la economía en el mundo y ello
llevará al uso eficiente de los recursos.
• Está en contra el control de la natalidad, o sea que está en-
frentada a los neomalthusianos, por convicciones religiosas y
morales.
• Su base económica es la teoría neoclásica y en ella están en la
posición más ortodoxa (Chang, 2005).

Los supuestos de que la naturaleza es maleable y transformable


por la ciencia, el mercado y las organizaciones, tiene más adeptos
en el mundo que cualquiera de las grandes religiones y ello se com-
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prueba al ver a la población que actúa como si esta corriente fuera


la única teoría base de sus prácticas sociales, algo que el ecologismo
opuesto a esta posición no ha podido lograr. Después de la cumbre
de Johannesburgo, celebrada en 2002, se constató el fracaso del am-
bientalismo posterior a Río: el fracaso de su proyecto de ecologizar el
mundo (Aledo, 2004).
Esta concepción se orienta a un crecimiento sin límite que va a
profundizar la gran asimetría que existe en el planeta, donde Es-
tados Unidos, Canadá, Europa y Japón consumen treinta y dos ve-
ces más recursos del tipo de combustibles fósiles, y de ahí producen
treinta y dos veces más desechos que los habitantes del Tercer Mun-
do (Diamond, 2006).
Cuando se aplica al mercado para medir recursos o bienes, tene-
mos que el planteamiento de Max Weber sobre el conflicto de valores
es significativo, puesto que el valor de mercado no es más que una
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Ecologismo y ambientalismo 181

medida de valor; una casa tiene un valor similar para una familia en
un país desarrollado que en uno poco desarrollado.
Cuando el conflicto pasa a la economía-ecología, se profundiza,
pues un cerro puede tener valor para un pueblo y para el resto no,
o un avión particular, que cuesta millones de dólares y consume
grandes cantidades de combustible, para su dueño tiene un gran
valor para viajar y como símbolo, aunque sea un gran contami-
nador. Los dos valores son muy diferentes, responden a concep-
tos distintos de riqueza, por ello Weber se preguntó: ¿riqueza para
quién? Y concluyó que el mercado es un medio de monopolización
y exclusión, es decir, un proceso de cierre social (Murphy, 2006).
Por eso, Raymond Murphy plantea que esta teoría del “cierre
social” de Weber servirá para analizar la “teoría de la naturaleza
plástica” que tienen los cornucopianos, para ver el proceso de mono-
polización de los recursos en detrimento de los pueblos por parte de
las grandes compañías que dominan el mercado mundial.
Si bien los cornucopianos han pasado por alto muchos problemas
a favor de que la economía mundial siga creciendo y ello ha impli-
cado grandes problemas ambientales, también es cierto que algunos
de sus principales defensores han puesto en duda el catastrofismo
ecologista y la viabilidad de sus afirmaciones.
Bjorn Lomborg (2005), autor de un texto hoy clásico en el tema,
sostiene:

El tipo de errores no parte de investigaciones superficiales


en el campo medioambiental, en general, provienen de inves-
tigadores competentes, el verdadero error está en la comuni-
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cación del conocimiento medioambiental que parte de nuestro


profundo pesimismo.

Su afirmación va más allá y toca una fibra profunda de la socie-


dad actual al sostener que, ante los problemas del calentamiento glo-
bal, “la única respuesta posible consiste en gastar cantidades nunca
vistas antes en programas de reducción de emisiones de dióxido de
carbono. Este aspecto es especialmente cuestionable en un mundo
en el que millones de personas viven en la pobreza” (Lomborg, 2008).
No debemos confundir el neoliberalismo verde con la derecha eco-
lógica, como la que en 2009 emerge frente a una futura elección en
Gran Bretaña o la derecha italiana en el gobierno, que tiene grupos
ecologistas, como Fare Verde, asociación ambientalista fundada por
Paolo Colli a mediados de los 80. Estos últimos se ubican en lo que
Castells denomina “ecologismo de traspatio” y sus actividades, muy

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182 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

loables porque ayudan a la sociedad, son campamentos antiincen-


dio, limpieza de las playas de la región de Lazio, reciclaje, publica-
ciones y sitios en internet.
La diferencia es que aquí hay una ideología clara, la de la dere-
cha fascista italiana, y lo ecologista se expresa en actividades que
no cuestionan al Estado ni a la sociedad, sino un trabajo social para
atraer a jóvenes y tener una mejor prensa y presencia en Italia.

Sociología y medio ambiente

La sociología ha asumido el tema medioambiental en el último


cuarto del siglo xx. Ha logrado consolidar una serie de teorías que se
suman a las ya existentes y que conforman el gran marco de referen-
cia de esta problemática aparentemente moderna.
La sociología ha ignorado históricamente el medio físico y ello se
debe a que en la sociología clásica, y específicamente en las reglas
del método planteadas por Durkheim, los hechos sociales sólo son
explicados por otros hechos sociales. Sin embargo, hay quienes sos-
tienen que ya en el pensamiento clásico –Marx y Spencer, además de
Durkheim– aparecen elementos organicistas y biológicos al analizar
la evolución social.
Sin embargo, en la sociología rural que se desarrolló en Estados
Unidos ya había elementos del medio físico que se sumarán a los
de la época para poder dar un marco a lo que luego se denominará
sociología ambiental.
La ecología humana, según Robert E. Park y Otis D. Duncan,
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hace un gran aporte a la sociología en la década del 30 al afirmar que


el proceso básico de las relaciones humanas es la competencia, la
lucha por el espacio, lo cual genera la interacción de cuatro factores:
población, artefactos (cultura y tecnologías), costumbres y creencias,
y recursos naturales (Pardo, 1998).
Esta posición generó críticas a los miembros de esta corriente de
la ecología humana, ya que no consideran la estructura de clases y
además son acusados de biologicistas, pues se acercan más al cri-
terio de competencia de la biología como el motor de la sociedad en
lugar de tomar su organización social.
Pero será recién la coyuntura de los 70, que combina una serie de
conflictos en la sociedad, la que hará eclosionar el movimiento ecolo-
gista y con ello la respuesta de la sociología a través de la sociología
ambiental.

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Ecologismo y ambientalismo 183

Paradigma del excepcionalismo humano. El detonante de la


sociología medioambiental a mediados de los 70 (1978) en Estados
Unidos, lugar donde emerge el movimiento ecologista de América,
es la publicación del libro de William Catton y Riley Dunlap Enviro-
mental Sociology: A New Paradigm (Pardo, 1996).
Ellos afirman que hay un paradigma del excepcionalismo huma-
no, que le permitiría al hombre usar los recursos naturales a su an-
tojo, lo cual entra en crisis en ese período histórico, y por ello se debe
reformular en el nuevo paradigma ecológico (nep). Así, para analizar
las complejas interacciones que se dan entre la sociedad y el medio
ambiente ellos utilizan el concepto de complejo ecológico. Para eso,
analizan el entorno construido por el hombre y sus impactos socia-
les, psicológicos y ambientales, a la espera de respuesta por los acto-
res responsables, la industria, los servicios y la burocracia, mientras
se sensibiliza a la sociedad.
Así se llega al impacto ambiental y sus efectos en la sociedad y la
economía, los programas para reducirlos, la energía como motor de
estos procesos y los modelos desarrollistas que las impulsan. A ello
se debe sumar la incertidumbre que genera la Guerra Fría y las asi-
metrías norte-sur, todo lo cual lleva a otro concepto: el de seguridad
ecológica (Lenkow, 2002).

Modernización ecológica. La modernización ecológica que se ha


desarrollado fundamentalmente en los países desarrollados, sobre
todo en Alemania en los 80, y que se ha transformado en una de las
concepciones más en boga en la actualidad, tiene dos interpretacio-
nes diferentes.
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La primera habla de programas o discursos de la política


medioambiental de los últimos años, como lo plantearon Maarten
Hajer en 1995, A. Weale en 1998, J.S. Dryzeck en 1997. La segunda
es cuando se la entiende como una perspectiva teórica que abarca el
estudio del cambio institucional en las sociedades altamente desa-
rrolladas (Oltra, 2005).
Lo interesante de esta teoría es que plantea cómo analizar la so-
ciedad en esta nueva era posindustrial, como ésta ha absorbido el
problema ecológico y, además, cómo responde ante esta nueva si-
tuación el gobierno, adecuando su estructura legal y organizacional.
La modernidad ecológica (me) parte de un presupuesto falso:
“Las bases de la me parten del paradigma de desarrollo económico
que supone que los problemas ambientales son causados por fallas
institucionales y tecnológicas de la sociedad industrial” (Cherni,
2003). A esta visión del desarrollo se suma la siguiente: “En con-
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184 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

traste con el pensamiento radical de los 70, la modernización asu-


me que es posible controlar los problemas ambientales por medio
de las instituciones políticas, económicas y sociales existentes”; no
se sabe de qué dimensión se está hablando, porque sólo basta eva-
luar la minería o los transgénicos, la contaminación de acuíferos,
entre los más importantes, para ver claramente que no se trata de
querer sino del sistema global donde es difícil discernir entre la
economía formal y la criminal dentro de grandes paraísos fiscales
donde ésta se recicla.
El uso de las tecnologías de la información y las comunicacio-
nes (tic) es el ejemplo de cómo éstas se utilizarán en beneficio de
mejorar el ambiente asociadas al desarrollo tecnológico, industrial
y económico que defiende la teoría de la modernización ecológica
(González, 2008).
Las principales características de la modernización ecológica se
pueden sintetizar en seis: 1) la degradación ambiental no puede ser
resuelta agregando más leyes; 2) el crecimiento económico no ne-
cesita automáticamente causar impactos ambientales negativos; 3)
debe ser considerado un juego en el que tanto la economía como el
medio ambiente ganan; 4) la reestructuración de la sociedad don-
de el medio ambiente tiene igual peso en las esferas analíticas que
la política, la economía y lo social; 5) los cambios tecnológicos y la
tercerización de la economía han ayudado a que el norte tenga una
mejor transición, y 6) la inserción del medio ambiente en la política
es ineludible.
Este análisis tiene una omisión que no es fruto de falta de infor-
mación sino de ética. Los países altamente desarrollados sacan sus
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industrias contaminantes y con ello solucionan el problema en sus


países, pero lo trasladan a otros del mundo donde están los pobres.
Ejemplos sobran:

• Finlandia, la industria de la pasta de papel, una de las más


contaminantes, la llevó a Uruguay, generando un conflicto
ambiental y social.
• La basura de Alemania se lleva a China e India.
• La industria contaminante del cemento pasó de Estados Uni-
dos a México.
• Somalia, Estado fracasado, es saqueado en sus recursos pes-
queros y allí van a tirar la basura del sur de Europa.
• El mayor centro de desguace de barcos viejos está en la India
y se trabaja a mano, sin ninguna protección.

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Ecologismo y ambientalismo 185

Los ejemplos son por miles y ello muestra la otra cara del eco-
logismo: en el mundo desarrollado ellos se protegen entre sí, pero
trasladan toda la contaminación y las industrias contaminantes y
peligrosas a los países emergentes o muy pobres.
Así planteada, la modernidad ecológica es un teoría aplicable sólo
en los países desarrollados, ya que allí existe un proceso de salida
de la industria contaminante e incremento de los servicios. Es una
forma en la cual el capitalismo responde a sus sociedades, aunque
a costa de profundizar no sólo las asimetrías económicas y sociales
sino también las ambientales.

Sociología del riesgo. Si bien la teoría de la sociedad del riesgo


fue planteada por Ulrich Beck (2002), desde varias décadas antes
ya se veía el tipo de sociedad y estructura que se estaba formando
y a ello se refirió a fines de los 70 Marcuse en una de sus últimas
conferencias.
Nuestra sociedad actual se caracteriza por tener una estructura
de carácter destructivo en sus miembros individuales pero también
institucionales, como la proliferación de armas nucleares a expen-
sas del bienestar social, el envenenamiento y la contaminación de
nuestro ambiente, y la subordinación de los derechos humanos a los
requerimientos de una estrategia global (Marcuse, 1993).
El riesgo se ha ido abordando en las ciencias sociales, desde que
ello significaba correr un riesgo a fin de lograr un beneficio, hasta
otras acepciones en la antropología, la psicología y la sociología, has-
ta que Beck logró integrar una teoría al respecto.
Este autor introduce el concepto del riesgo global en la sociedad,
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que no implica hablar de naturaleza ni de problemas ecológicos o


medioambientales, sino de riesgos que se dan en el interior de la
sociedad global:

1) El riesgo se convierte en una cuestión y un problema por sí


misma. Los peligros globales establecen reciprocidades mun-
diales y, en efecto, los contornos de una potencial esfera públi-
ca mundial empiezan a cobrar forma.
2) El peligro global percibido por la sociedad que se pone en peli-
gro a sí misma lleva al desarrollo de instituciones internacio-
nalmente cooperativas.
3) Los límites de lo político del Estado-nación empiezan a elimi-
narse, aparece una forma global y directa o, como dice Kant,
la sociedad cosmopolita cobra forma en la necesidad percibida
de una sociedad de riesgo global (Beck, 2002).
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Biblos, 2001. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/tdeasp/detail.action?docID=3220582.
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186 Ecologismo: ¿la estrategia “fracasada” del capitalismo?

Las dos grandes ideas que desarrolla Beck sobre el tema son,
primero, que el concepto de sociedad de riesgo y modernidad re-
flexiva están estrechamente relacionados. La sociedad industrial
evoluciona a la sociedad del riesgo, y la producción de riesgo y su
individualización se convierten en los procesos sociales predomi-
nantes. Segundo, la lógica de la producción y el reparto de los ries-
gos sustituyen la de la producción de la sociedad industrial, por lo
que el reparto asimétrico de la riqueza es reemplazado por el repar-
to, la minimización y la canalización de los riesgos generados en el
proceso de desarrollo.
Estos riesgos son amenazas globales y están por encima de las
clases sociales y los países o regiones, y son el fruto de la moderni-
dad, por lo que Beck define la sociedad del riesgo como una sociedad
catastrófica.
El ecologismo ha tomado las catástrofes como una forma religiosa
de amenaza, para hacer más válidos sus planteamientos, pero la so-
ciedad del riesgo va más allá, ya que todo lo que crea genera riesgo,
desde el celular que diariamente usamos a la comida transgénica
que consumimos. Vivimos la tragedia del consumo como forma de
vida y como forma de autoeliminación.

Los caminos verdes

La gran contradicción que hoy nos toca presenciar y que tendre-


mos que asimilar es la que los medios nos dan a cada instante del
mundo verde, de los paraísos que sobreviven, de los grandes espa-
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cios con aves, peces, bosques y un sinfín de imágenes que nos hacen
creer que vivimos en el mejor de los mundos.
En contrapartida, aparecen miles de imágenes de pobreza, inun-
daciones, violencia, rebeliones y guerras; en síntesis, la otra cara del
mundo, por lo que al final el hombre de hoy parece que habita en un
planeta donde conviven el paraíso y el infierno.
El mundo actual está regido por los medios que transmiten un
mensaje que les da el poder global a fin de poder catequizar a toda la
humanidad de esta situación contradictoria, y que se hace lo posible
por superarla pero es muy difícil, porque crecemos demográficamen-
te en forma acelerada. Las visiones neomalthusianas que se han im-
puesto hacen responsable a la gran población y de ella a su mayoría,
los pobres, de los grandes impactos en el ambiente.
En esa campaña mediática de cuidado se ubican los grandes
movimientos ecologistas, que cada vez aparecen menos por su nom-
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Ecologismo y ambientalismo 187

bre porque ya dominan el espacio de la web y de los medios, desde


canales de televisión como Discovery, History Channel o National
Geographic, que nos hacen cada día un recuento del mundo que te-
nemos, de las amenazas a que estamos expuestos y de los retos que
debemos superar para mantener la tierra bella, aunque el 70% de
los habitantes sobrevivan en la pobreza; ellos son los verdaderos
amenazados, las especies en peligro de extinción.
Pero también hay campañas en los medios como la que se da año
a año contra la matanza de crías de focas y no de miles de niños a
diario por hambre o porque “afean el paisaje”, o de protección a las
ballenas y no a la ancianidad en los países pobres y muchas más que
marcan un sinfín de acontecimientos que están transformando el
calendario mundial.
Grupos como Greenpeace realizan acciones espectaculares a fin
de llamar la atención, lo cual se ubica entre las cosas que más agra-
dan a la gente porque muestran un potencial problema y dejan al
descubierto generalmente al Estado y excepcionalmente a grandes
corporaciones, olvidando los problemas que diariamente debemos
enfrentar para poder sobrevivir.
El capitalismo global, como su antecesor industrial, siempre ha
vivido de las grandes contradicciones; hoy, sin embargo, éstas su-
peran lo que uno puede imaginarse pues, mientras se defiende la
“naturaleza prístina” se transforman las últimas semillas de dife-
rentes granos en híbridos que no permiten la posterior creación de
semilla, que evitan las diferentes plazas aunque también afectan la
polinización.
Mientras se pide ser cuidadosos con la naturaleza en los varios
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frentes de guerra, en el mundo se usa el uranio empobrecido como


cobertura de las balas, y así la contaminación en zonas de enfrenta-
mientos resulta similar a la de una región afectada por armas nu-
cleares.
Se proclama el desarrollo sustentable en tanto la mitad de los
países de África han debido vender o arrendar parte de sus territo-
rios para que los países centrales puedan producir, algo que pasa a
América Latina y Asia.
Este planeta con más de las dos terceras partes de su población
en la pobreza, donde un 18% de la población no alcanza a comer lo
mínimo, es el que se pretende cambiar en la forma pero no en el
fondo; una estrategia que desde el comienzo fue entendida por el
Banco Mundial y sus asociados, que ven en ello una nueva cara,
aunque el rostro real sea como un dibujo de José Guadalupe Po-
sadas.
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