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9 Consejería de Cultura

INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA DE LOS GRUPOS

Conferencia leída en el II Encuentro Provincial de Clubes de Lectura


Punta Umbría, Huelva, 25 de octubre de 2008

Dr. Francisco Javier Muñoz García


Departamento de Psicología Clínica, Experimental y Social
Área de Psicología Social
Universidad de Huelva

O. INTRODUCCIÓN

A lo largo de nuestra exposición, vamos a tratar de responder a tres


cuestiones: qué son los grupos para la Psicología, qué ventajas tiene para cada
uno de nosotros la participación en grupos y cómo podemos mejorar nuestros
grupos.

Pero antes de intentar responder a estas cuestiones, creemos que


conviene empezar por admitir que los seres humanos, como otras especies,
somos “animales grupales”. Necesitamos de los grupos, no podemos vivir sin
ellos y no podemos librarnos de la influencia que los grupos tienen en nuestra
vida cotidiana.

Cualquiera de nosotros tiene vínculos con un cierto número de grupos: la


familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo... Ni siquiera en
casos extremos de soledad, el individuo puede llegar a vivir al margen de los
grupos: el ermitaño o el náufrago, por poner un par de ejemplos realmente
extremos, también establecen vínculos, aunque sólo sean simbólicos, con los
grupos.

Una vez aceptado esto, podemos entender que a la Psicología –y más


concretamente a la Psicología Social, que es la rama de la Psicología que
estudia cómo se relacionan las personas entre sí- le interese investigar los
grupos humanos. Ahora bien...

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1. ¿QUÉ SON LOS GRUPOS PARA LA PSICOLOGÍA?

En principio, podría parecernos una pregunta más bien tonta, con una
respuesta de perogrullo: un grupo es un conjunto de personas. Evidentemente.
Pero eso sería como decir que una casa es un montón de ladrillos y, desde
luego, una casa no es simplemente un montón de ladrillos, sino que es algo
más. Del mismo modo, para la Psicología Social, un grupo no es simplemente
un montón de personas, como las que podemos coincidir en un momento dado,
por ejemplo, en un autobús, sino algo más. Para la Psicología Social, un grupo
es, en efecto, un conjunto de personas, pero que reúne además ciertas
características, entre las que cabe destacar al menos estas tres:

En primer lugar, la interacción. Esto significa que un grupo es un


conjunto de personas que interactúan, que se relacionan entre sí, que se
comunican y se influyen mutuamente, y esto hace que el grupo se vaya
organizando: se establecen ciertas reglas de funcionamiento o costumbres,
cada miembro del grupo asume un determinado rol o papel, es decir, se
encarga de ciertas tareas, etc. Todo ello es fácil de ver, por ejemplo, en
cualquier familia: existen ciertas normas de convivencia y cada miembro tiene
sus responsabilidades.

En segundo lugar, la interdependencia. Esto significa que los miembros


de un grupo se necesitan unos a otros –y por tanto deben cooperar- para
conseguir cosas que no podrían conseguir por separado. Por ejemplo, muchas
veces los profesores pedimos a nuestros alumnos que formen equipos para
realizar un determinado proyecto o trabajo. Cada componente del equipo
depende del esfuerzo de los otros componentes y debe cooperar con ellos para
que el resultado final les permita alcanzar una buena nota.

En tercer lugar, la identidad social. Esto significa que los miembros de un


grupo desarrollan una conciencia de grupo, un sentimiento de nosotros. Yo, por
ejemplo, me siento parte integrante de un determinado grupo, el Departamento
de Psicología de la Universidad de Huelva, y percibo además que esta o
aquella persona también forma parte de mi grupo, y que sin embargo aquellas
otras no son de mi grupo. Eso es la identidad social.

En definitiva, para la Psicología Social, un grupo no es una simple suma


de personas, sino algo mucho más rico y complejo: es un conjunto de personas
que se relacionan entre sí, que se organizan, que se necesitan unas a otras y
que se sienten parte del grupo. A continuación, cabe preguntarse...

2. ¿QUÉ VENTAJAS TIENE PARA CADA UNO DE NOSOTROS LA


PARTICIPACIÓN EN GRUPOS?

Creemos que de lo comentado hasta ahora ya se deducen algunas


respuestas a esta cuestión. Para empezar, podemos decir que la participación
en grupos es, no ya beneficiosa, sino sencillamente imprescindible para el ser
humano. Como decíamos al principio, todos necesitamos de los grupos, y
probablemente ninguna persona podría desarrollarse normalmente sin la ayuda
de los grupos.

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Pensemos, por ejemplo, en los grupos primarios. Los grupos primarios


son aquellos grupos, generalmente poco numerosos y bastante duraderos, en
los que lo más importante es satisfacer las necesidades de afecto y de
protección que tienen sus miembros. Evidentemente, el grupo primario por
excelencia –aunque no el único- es la familia. Todos hemos necesitado de una
familia, biológica o adoptiva, para poder llegar a convertirnos en los adultos que
somos, y todos sabemos de las graves consecuencias que se pueden derivar
de la carencia durante la infancia de una familia que nos quiera y nos proteja.

También los amigos (del pueblo, del barrio, del colegio, del trabajo...)
constituyen grupos primarios, por cuanto que lo que obtenemos de ellos es
fundamentalmente afecto.

En consecuencia, la participación en grupos es beneficiosa para todos,


en primer lugar, porque nos permite satisfacer necesidades personales
fundamentales: dar y recibir cariño, protección, compañía, diversión y un largo
etcétera.

Pero es que, además de la satisfacción de estas necesidades


individuales básicas, los grupos nos ofrecen también la oportunidad de
alcanzar, a través de ellos, otras metas que nos ayudan a desarrollarnos más
como personas e incluso a mejorar nuestro entorno social, es decir, la
comunidad y la sociedad de la que formamos parte: nuestro barrio, nuestra
ciudad, nuestra región... Basten para darnos cuenta de ello un par de ejemplos:

Un primer –y precioso ejemplo- es el de los grupos de autoayuda. Son


grupos que, como su propio nombre indica, se forman para que sus miembros
puedan apoyarse unos a otros a la hora de intentar resolver determinados
problemas que afectan de forma grave a sus vidas. Las asociaciones de
alcohólicos anónimos, de jugadores de azar en rehabilitación o de familiares de
enfermos de Altzheimer, por ofrecer sólo algunas muestras, son grupos de
autoayuda. En ellos, las personas pueden compartir sus problemas y encontrar
comprensión y ayuda para afrontarlos.

Pero, además, estas asociaciones alcanzan a menudo muchos otros


logros sociales, como conseguir recursos de las administraciones (locales para
sus sedes, subvenciones para sus actividades...), emprender acciones para
cambiar ciertas leyes o para proponer otras que les protejan, montar campañas
para sensibilizar y concienciar a la población de sus problemas o para fomentar
hábitos de vida que permitan prevenir los problemas que a ellos les acucian.

Otro ejemplo que nos brindó en su momento Eugenia y que nos gustó
especialmente (aunque desconocemos sus detalles) es el de un club de lectura
que se movilizó para impedir que cerraran la biblioteca de su localidad... y logró
su propósito. No cabe duda de que, si no hubieran actuado como grupo, esta
historia habría tenido un final muy distinto...

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Por si fuera poco con lo dicho hasta ahora sobre las ventajas de los
grupos, puedo terminar esta parte de la exposición asegurándoles que, en
general, los grupos son más “listos” que los individuos, en el sentido de que
aprenden más rápido, cometen menos errores, recuerdan mejor, toman
mejores decisiones y son más eficaces que cada uno de sus miembros por
separado.

Ahora bien, de todo lo anterior podríamos concluir equivocadamente que


los grupos son siempre beneficiosos para las personas, pero eso sólo es cierto
en el caso de los grupos que funcionan bien, porque los que no lo hacen
pueden generarnos muchos problemas, preocupaciones e insatisfacciones. Es
lo que ocurre, por ejemplo, en una familia desestructurada o en un grupo de
trabajo en el que sus miembros tan sólo se rigen por sus intereses egoístas.

Vamos, por tanto, a tratar de responder a la última de las cuestiones que


nos habíamos formulado inicialmente: ¿qué podemos hacer para que nuestros
grupos funcionen bien? O dicho de otro modo...

3. ¿CÓMO PODEMOS MEJORAR NUESTROS GRUPOS?

Supongo que estaremos de acuerdo en que, para que una amistad


perdure, hay que cultivarla y cuidarla. Para que una relación de pareja vaya
bien, también hay que cuidarla, ¿verdad? Del mismo modo podemos decir que,
para que un grupo funcione bien, hay igualmente que cuidarlo, que “trabajarlo”.

Por ejemplo, desde la Psicología –y también desde otras ciencias


sociales- se han desarrollado multitud de técnicas de trabajo en grupo
aplicables a muy distintos tipos de grupos: técnicas para tomar buenas
decisiones, para solucionar problemas, para fomentar la creatividad, para
aprovechar bien las reuniones, etc.

Pero, por encima de todas estas técnicas, de indudable utilidad desde


luego, hay otro factor clave que hay que cuidar para que un grupo vaya bien, y
esto es válido para todos los tipos de grupos que existen. Nos referimos a la
cohesión del grupo, es decir, a la unión entre sus miembros.

“La unión hace la fuerza”, se suele decir. Y, efectivamente, un grupo


cohesionado, un grupo unido, es un grupo fuerte y duradero. Está más que
comprobado que, en comparación con los grupos poco cohesionados, los
grupos muy unidos rinden más, esto es, alcanzan más fácilmente sus objetivos,
sus miembros se entienden y se relacionan mejor entre sí y están más
satisfechos, más contentos, por formar parte del grupo.

En consecuencia, una fórmula infalible para conseguir que nuestros


grupos funcionen mejor es hacer todo lo que esté en nuestras manos para
aumentar su cohesión. ¿Pero cómo lograrlo? Concretando un poco más,
podemos decir que la cohesión de un grupo depende sobre todo de tres cosas:
de las atracciones que existen entre sus miembros, del atractivo que tiene para
cada miembro el grupo en su conjunto y de la fortaleza de la identidad del

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grupo, es decir, de lo que antes llamábamos la “identidad social” o sentimiento


del “nosotros”. Vayamos por partes:

En primer lugar, es importante fomentar las atracciones personales entre


los miembros del grupo. Y cuando hablamos de atracción no nos estamos
refiriendo precisamente al atractivo físico, aunque éste también importe. Desde
un punto de vista psicológico, yo me siento atraído hacia otra persona cuando
esa persona me cae bien, me gusta su forma de pensar, de hablar o de actuar.
Por lo general, nos sentimos atraídos hacia aquellas personas que percibimos
semejantes a nosotros, con las que compartimos opiniones, aficiones,
inquietudes...

Al mismo tiempo, también nos sentimos atraídos hacia quienes vemos


que son complementarios a nosotros (recuérdese la expresión “media naranja”
para referirse a la pareja perfecta). Así, por ejemplo, si somos nerviosos o nos
preocupamos con facilidad, nos gustan las personas que nos transmiten
seguridad, que saben tranquilizarnos. O si buscamos un poco de atención
hacia nosotros, nos sentimos atraídos hacia quienes se interesan por nuestros
problemas y están dispuestos a escucharnos.

¿Cómo podemos aumentar las atracciones personales entre los


miembros de nuestros grupos? Hay muchas posibilidades. Ahí van algunas:

- Cuidando nuestra presencia y aspecto físicos (dentro de unos


límites razonables, desde luego).
- Colaborando para resolver los posibles conflictos o
enfrentamientos que puedan surgir entre algunos miembros de
nuestro grupo (por ejemplo, mediando entre ellos para intentar
una reconciliación).
- Tratando de ponernos en el lugar del otro para entender mejor
su postura o su actitud.
- Ayudando a integrarse a los nuevos miembros que se
incorporan al grupo.
- Fomentando aquellas situaciones y ocasiones que ofrezcan a
los miembros del grupo la oportunidad de conocerse mejor entre
sí: un almuerzo, una excursión..., pero siempre tratando de
evitar que algunos miembros se sientan excluidos de estas
actividades. Cuanto más conocemos a una persona, más
puntos en común descubrimos y más aprecio y afecto sentimos
por ella, aun cuando también seamos más conscientes de sus
posibles defectos.

En segundo lugar, para que un grupo se mantenga unido el mayor


tiempo posible, es necesario que cada uno de sus miembros se sienta atraído
hacia el grupo en su conjunto, es decir, que esté satisfecho por pertenecer al
grupo y piense que merece la pena seguir en él. Esto se puede conseguir si el
grupo programa actividades entretenidas y provechosas, con las que sus
miembros se lo pasen bien y sientan además que no están perdiendo el
tiempo.

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La clave en este caso está en que el grupo sea capaz de ponerse de


acuerdo en lo que quiere conseguir y en cómo conseguirlo. Dicho de otra
forma, lo ideal es que el grupo se marque sus propios objetivos y decida qué es
lo que tiene que hacer para alcanzarlos. Así todos sus miembros se sentirán
implicados, comprometidos con el grupo. De otro modo, lo más probable es
que el grupo no dure mucho: si estamos en un grupo en el que se hacen cosas
que nos interesan más bien poco, seguro que terminaremos abandonándolo.

En tercer y último lugar –y con esto acabamos nuestra exposición-,


puede decirse que un grupo permanecerá unido mientras que su identidad
social sea fuerte y esté bien definida. Con ello queremos decir que debemos
esforzarnos por que los miembros de nuestro grupo se sientan parte integrante
de él y por que el grupo tenga una identidad propia, una “personalidad” que le
haga diferente a otros grupos.

Esto es fácil de ver, por ejemplo, en un equipo de fútbol, en el que todos


sus aficionados se sienten unidos por unos colores, un escudo, un himno, etc.
Del mismo modo, podemos reforzar la identidad de nuestro grupo si, por dar
sólo algunas sugerencias, le ponemos un nombre que nos guste a todos, o
elegimos un lema para el grupo con el que nos identifiquemos, o fijamos un
mismo lugar para todas nuestras reuniones y, si es posible, lo decoramos a
nuestro gusto...

Creemos que bonitos ejemplos de ello los vamos a tener hoy mismo,
cuando representantes de distintos clubes de lectura nos cuenten sus
experiencias: el “Club de Lectura de El Rompido”, “El Club de los Martes”, etc.

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