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Taller I
20 de noviembre 2017
Palabras clave
Siendo una prueba y manifestación de otras dimensiones que varían según la cultura y el
hombre que lo interpretan, el símbolo en sí mismo representa un hecho social de ilimitado
valor. Esto ligado al gesto, el mismo que participa como una prueba y manifestación de
pertenencia da más importancia a la construcción de realidades dentro del universo de
significaciones en las que el individuo se desarrolla.
Para dicha argumentación, una referencia al análisis hegeliano entre la diferencia entre el
símbolo, la alegoría, comparación, metáfora y analogía nos acercará hacia una mejor
comprensión. Entonces, si se dice de alguien, “es un zorro astuto”, se le está atribuyendo
cualidades que posee el zorro. Con certeza, podemos saber que un ser humano no es
biológicamente comparable con un zorro pero nos remitimos a estas representaciones
para develar algo en común con el animal. De esta forma: “El símbolo atribuye una
comunidad de naturaleza afectiva, real, práctica, a dos seres diferentes en apariencia y en
realidad, pero que declara menos diferentes en la apariencia que en la realidad. Identifica
parcialmente estos dos seres. Indica una participación del uno en el otro. Evoca al uno a
propósito del otro y viceversa. Al contrario, la comparación los deja exteriores y no los
une más que por la relación expresada en “como”, y “tal como” (Branda & Quiroga, 2012,
pág. 2).
Otra atribución que le caracteriza al símbolo es que constituyen sistemas que pueden en
algunos casos yuxtaponerse a configuraciones simbólicas mediante una elaboración
sistemática, tal como sucede con la astrología que termina por volverse e un conjunto de
interpretaciones psicológicas de la vida cotidiana que dan cuenta del conocimiento y nivel
de abstracción propio del ser humano.
Todo esto, nuevamente nos remite a valorar la importancia del estudio de la producción
simbólica la que se relaciona directamente con el concepto de cultura con el fin de
interpretar los símbolos como una expresión social significativa que, nos permita valorar
en el complejo visual urbano los vastos mensajes y su respectiva relevancia ya sea en su
permanencia o su eventualidad (Branda & Quiroga, 2012, pág. 6).
Bibliografía