Seguramente muchos de ustedes, que siguen Bien y de
buenas, alucinan este tiempo de mucho bla-bla-bla y de
ese cambio que resulta lo mismo. Por eso no voy a hablar de esos tipos ordinarios que atacan el pasado de los otros, ni de los mesías que nos llevarán bajo su mandato a paraísos improbables y mucho menos dedicaré este espacio a los egocéntricos que son tan buenos y santos.
Las peroraciones, prevaricaciones y otras acciones
verbales en tiempos electorales no son el tema de hoy, sino el brote de una plaga que por estas épocas, cada tres años, hace su agosto a nombre de la semiótica… háganme el reverendísimo favor.
Son, según ellos, analistas del discurso político, se llegan
a autoproclamar expertos en análisis semiótico pero en realidad su trabajo se reduce a contar palabras; aparecieron en los medios que le quieren dar un tufillo científico a sus argumentos. Pero cuál ciencia. Solo se trata de una enumeraración de cuántas veces tal fulanito dijo tal palabra en su discurso para después, como gitana leyendo baraja, se ponen a dar una interpretación general a dicha lista.
Como comida chatarra, es más fácil de tragar que de
digerir. Estos analistas, Los contadores de palabras están en el grado más básico y lejos de la interpretación que es a donde debería dirigirse, en serio, el ejercicio de un verdadero análisis. Comenzando por ahí, sería bueno aclarar qué es la semiótica. “Primero vivimos y practicamos la comunicación, y en un segundo momento reflexionamos sobre su sentido, su estructura y funcionamiento. Eso es la semiótica”. Así que no se puede hablar de análisis semiótico a partir de solo contar palabras. Eso tampoco llega al análisis político.
Apenas cubre el oficio de medir la estructura. Y con ello
no se puede inferir una interpretación, faltaría el sentido y el funcionamiento. Con toda su ¿buena fe? Los pomposos analistas, en realidad contadores de palabras, están lejos de practicar un análisis semiótico que valga, están en camino. Es cuestión de estudio y práctica. Ojalá quisieran hacerlo.
Por ahora, Bajo el dudoso método de contar palabras,
que es lo que les hemos escuchado, vayamos a un ejemplo que preparé con amor y con humor, pues el resultado es jocoso y nos advierte sobre los riesgos de tomar este asunto a la ligera.
Por un lado, pensemos en el fragmento que
cotidianamente entonamos del Himno Nacional Mexicano. Este dice: 8 veces guerra; 3 veces sangre; 1 héroe y 1 soldado con lo cual resulta menos fiero que Soldado del amor, que cantaba Mijares, pues este otro dice: 4 veces guerra y 4 veces batalla, 4 herido, 4 héroe y 10 soldado. El contraste y la conclusión pueden parecer absurdos porque conocemos la intencionalidad de ambas obras, pero… ¿qué ocurre cuando el texto en cuestión es un discurso con referencias y vericuetos que ignoramos y que además está construido para ocultar, más que para revelar?
Está muy bien que haya una intención de utilizar esta
ciencia apasionante, la semiótica, y que se intente usar para el análisis político en tiempos electorales, por lo mismo, un imperativo de la época es que ese análisis se dirija a la interpretación seria, o qué… ¿no vas a exigir que nos provean de buenos informes para tomar mejores decisiones?
Comunícate con nosotros y déjanos saber qué opinas.
Este es tu espacio cultural Cultos, pero no revueltos para