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En tránsito. Encrucijada cultural del fenómeno migratorio en el Chile contemporáneo.

Sebastián Vargas

Resumen: El presente artículo da cuenta del fenómeno migratorio en el Chile actual, descomponiendo
los factores que inciden en la construcción del imaginario de la sociedad civil, entendido como un
constructo social, y, por ende, disputable en el plano ideológico. Se parte de la tesis de que el Estado
chileno no estuvo preparado para afrontar las olas migratorias de los últimos veinte años, privilegiando
el "no hacer" del paradigma asimilacionista. A pesar de este pie de inicio, existen señales que auguran
un cambio de paradigma en un futuro no tan lejano. Mientras tanto, una gran variedad de instituciones
que funciona al interior del territorio nacional tiende a ahondar las distancias con el "otro" migrante, al
mismo tiempo que también son partícipes, en mayor o menor medida, de las brechas que han comenzado
a operar en sentido contrario. Esto puede observarse en múltiples ejemplos, desde la expresión de las
diversas comunidades de migrantes y las diferentes maneras en que viven su estadía en el territorio
nacional, hasta las imágenes transmitidas a través de la prensa escrita o audiovisual. En definitiva, se
trata de esclarecer un poco más el panorama que se vive actualmente en el país y que cambia a
velocidades vertiginosas gracias a la acción de los medios de comunicación, de las propias colonias
extranjeras que van acrecentándose, y de la politización en marcha que ya ha asomado su cabeza en las
actividades de la sociedad civil.

Palabras clave: Migración, imaginario, asimilación, sexualización, cosmpolitismo de la diferencia.

A diferencia de lo que podría pensarse, Chile posee un largo historial de migraciones., de las que pueden
identificarse tres olas principales: La inmigración ultramarina proveniente de Europa durante el siglo
XIX y principios del XX, caracterizada por su rápida elitización una vez enraizada en la sociedad
nacional, junto con una menor cantidad de inmigrantes asiáticos atraídos por el auge minero en el norte;
Una segunda ola, esta vez de emigración, tendría lugar durante la dictadura de Pinochet, en tanto la ley
de extranjería de 1975 cristalizaría negativamente las pretensiones de inmigración; El tercer movimiento
se generaría a partir de 1990, cuando el fin de la dictadura y el crecimiento económico atraerían a las
poblaciones circundantes y a los chilenos que volverían del exilio (Tijoux, 2015, pp. 249-250). En esta
última ola, la mayor cantidad de inmigrantes correspondería a la población argentina, activa desde los
siglos XIX y XX, llegándose a constituir la colectividad extranjera más numerosa en ese momento (Cano,
2009, pp. 135-137).
A pesar de este historial, la estructura del Estado y, en menor medida, la sociedad chilena, no se han
encontrado preparadas, sobre todo en términos socioculturales, para recibir las olas migratorias de los
últimos 15 años. Actualmente los principales flujos de inmigración a Chile provienen de los países
vecinos, especialmente Perú, Argentina, Bolivia y Ecuador, constituyendo el 57% de la población
extranjera para el 2009, con mayoría femenina y expectativas de crecimiento económico (Ibidem). Un
dato más reciente corresponde al censo del 2012, que contabilizó en 339.536 las personas extranjeras
residentes en Chile (Usallán, 2015, p.288).

En un principio, el Estado ha respondido a estos flujos de forma errática, aplicando la Ley de Migración
de 1975 (creada bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet). Esta ley no contempla una política
migratoria intersectorial, sino que observa, principalmente, el control fronterizo y la seguridad interior
del Estado. (Usallán, 2015, pp. 288-289), orientada originalmente hacia el “enemigo interno, comunista”,
pero readecuada a los nuevos tiempos bajo el sello de la criminalización del sujeto migrante (Stang, 2016,
84-85, 95-97). Sin embargo, la ley chilena, en general, tiene profundos vacíos en cuestiones migratorias.
Uno de los más importantes es la carencia de las figuras legislativas de “trata de personas” y “tráfico de
migrantes”, siendo tipificadas, desde el 2005, como delitos sólo cuando hay fines de explotación sexual
entre medio (Cano, 2009, p. 148). Este hecho marcaría un primer paso, desde la institución, para construir
culturalmente una visión sexualizada del migrante, especialmente de la mujer.

Según Càrrere (2015), Chile sería heredero de los estereotipos hiper-sexualizados construidos en la
Europa de los siglos XVIII y XIX acerca de la sociedad africana en torno a la "exuberancia", agudizado
si se refiere a la "mujer negra" (p. 38). De esta manera, "sexismo y racismo se ven súbitamente
dependientes el uno del otro, como partes de un mismo discurso discriminante. Este proceso es lo que
podemos llamar una reactualización mutua entre dos tipos de discriminación" (Ibidem, p. 44). Ante este
escenario, se produciría una verdadera competencia en torno al concepto de "femineidad" que tensionaría
las relaciones que establecerían mujeres chilenas con las extranjeras, especialmente afroamericanas. La
sumisión y agasajo hacia el hombre significaría ser "más mujer", mientras que la frialdad y rechazo de
sus halagos representaría lo contrario. Normalmente, las mujeres afroamericanas o provenientes de sitios
tropicales, ecnajarían en el primer estereotipo, mientras que las mujeres chilenas en el segundo,
facilitando la expansión del mercado sexual y del turismo sexual en base a estos esteretipos (Ibidem, p.
45). Este paradigma, a su vez, entraría en tensión con aquél que involucra a la mujer migrante con cierta
“lógica sacrificial familiar”, pues velaría o sostendría económicamente a su familia, tomando las
decisiones domésticas y administrando las remesas hacia sus países de origen. (León, 2014, p. 35)
Teniendo en cuenta la mayor parte de las migrantes son mujeres, Esta feminización de la inmigración
formaría parte de una “tendencia general desde mediados del siglo XX” (Tijoux, 2015, p. 261), el
fenómeno se volvería particularmente visible, tanto ante los ojos de mujeres como de hombres, migrantes
o nacionales, distanciando la figura de la "buena mujer" de la "mala mujer" inmigrante, sumando, así,
nuevos estereotipos al interior de la sociedad.

En cuanto al componente masculino, su figura en el imaginario nacional se asociaría más comúnmente


al trabajo manual. En este sentido, el migrante haitiano contiene la suma de los estereotipos,
precariedades a las que se ven sujetos los migrantes hombres que ingresan a Chile, como es el caso de la
propagación de la subcontratación y la informalidad casi como únicas opciones laborales (Stefoni, 2017),
al mismo tiempo que suponen un quiebre de las convenciones al poseer un mayor dinamismo laboral:

“Su inserción en el mercado del trabajo está marcada por la segmentación y la precariedad
(…) tienden a realizar trabajos asalariados con jornadas más extensas que lo permitido,
trabajos no calificados (desaprovechamiento de calificaciones), como ocurre en el caso de
los hombres, empleos en centros de lavados de autos, bombas de bencina, pequeños talleres
y bodegas (...). Generalmente, por más precarios que sean los empleos, no les cuesta mucho
tiempo encontrarlos, pues son favorecidos por la condición regular de la mayoría de sus visas
y la valoración positiva que han generado entre los empleadores chilenos, quienes los
consideran más responsables y disciplinados entre los migrantes sur-sur. Son precisamente
estas condiciones las que, en la precariedad generalizada del trabajo migrante en Chile, les
propician aparentemente, condiciones menos desventajosas que la mayor parte los migrantes
latinoamericanos.” (Rojas et. al, 2009, p. 225)

En base a esta descripción, se pueden vislumbrar los contornos de la anomalía que supone la migración
masiva de los últimos años. Pero también es posible observar un segundo comportamiento anómalo al
interior de aquella, en referencia a la opinión de un grupo de haitianos en cuanto a la discriminación que
sufren:

“hay haitianos que generan eso [incitación a la discriminación]. Incluso yo siento ganas de
discriminarlos cuando los veo. Es su comportamiento que genera eso. Si uno es extranjero y
viene a Chile tiene que comportarse como chileno, no puede adoptar una actitud distinta. Si
todo el mundo entra a las 8, uno también tiene que entrar a las 8. Pero a ellos les resulta
imposible, porque tú vas en la calle y puedes ver un grupo de tres haitianos hablando creole
muy alto. A mí no me gusta eso, me molesta, porque los blancos no saben lo que ellos están
diciendo. Puede molestar a los demás. Y de ahí viene la discriminación. Hasta yo lo siento
así.” (Rojas et al, 2009, p. 236)

Si bien, no es una mayoría de haitianos la que piensa de este modo, el discurso es representativo de una
parte del colectivo y resulta útil para complejizar la mirada respecto a la discriminación cultural. No se
trata de una lucha entre un bando "bueno" y uno "malo, sino de un fenómeno primordialmente ideológico,
que, como tal, posee múltiples conexiones y relaciones que trascienden a los propios grupos que se ven
afectados, generando un abanico de hibridaciones políticas y dinámicas culturales que no siempre
condicen a las corporalidades con las institucionalidades, comunidades o localidades a las que son
asociadas por el "sentido común" de la sociedad chilena frente al fenómeno de la migración. (Soto, P.)

Pero quizás el grupo que experimenta de manera más directa y constante los actos de discriminación son
los niños. En el aula hay poco espacio para relativizaciones. Si bien, existen escuelas que han acogido
principalmente a niños inmigrantes o hijos de inmigrantes, así como otras que han establecido planes de
contención y comunicación intercultural, la discriminación se constituye como un fenómeno patente y
de difícil desarraigo en términos generales. Investigaciones recientes han demostrado que "el 48,1% de
las niñas y los niños chilenos (...) frecuentemente oyen comentarios negativos sobre las niñas y los niños
peruanos al interior de su grupo de pares y un 19,2% no aprueba que las niñas y los niños migrantes
tengan acceso a derechos sociales; esta hostilidad es mayor en Santiago que en otras regiones del país"
(Pavez-Soto, 2017, p. 6). Este fenómeno se agudiza al verse enfrentado a una doble discriminación en
un contexto de pobreza, dado que:

"un porcentaje importante de la población infantil migrante en Chile vive en contextos de


pobreza (15,4%) y un número no menor en condiciones de pobreza extrema (4,4%). En la
comuna de Recoleta en particular, las familias migrantes viven en barrios altamente
segregados, las condiciones materiales de la vivienda son precarias, algunas sufren
situaciones de hacinamiento (por ejemplo, a veces, una habitación de una casona antigua o
cité es usada como la vivienda familiar) y un número considerable (21,3%) de niñas y niños
comparte su dormitorio (...). En nuestro estudio encontramos las situaciones descritas
anteriormente y, además, donde se comparte la misma cama, lo que evidencia la vulneración
de este derecho: “duermo con mi hermano en un colchón y mi mamá con su pareja en el otro
(Camilo, 12 años, peruano)” (Ibidem, p. 5).

Por último, la visualización y el tratamiento a través de los medios de comunicación se constituye como
una pieza clave para la construcción del imaginario en torno a la figura del migrante, en conjunto al
Estado y la sociedad civil. En lo que respecta a la prensa escrita, diarios de tendencia conservadora o de
centro-derecha han ido transformando su discurso en los últimos treinta años: desde posiciones hostiles
hacia el fenómeno migratorio, hasta una mirada cercana a la neutralidad o la aceptación del mismo. Para
Nanette Liberona (2015), que realizó un estudio sobre el diario "La Estrella de Iquique", filial de la
compañía de "El Mercurio",

"es relevante señalar que a la vez de entregar información que permite caracterizar esta
población, vemos cómo las noticias presentan situaciones alarmantes (...) “Niños bolivianos
hacen trabajos forzados en Iquique. Sus propios padres los ingresan ilegales, para trabajar en
actividades agrícolas y de ganadería” (23 de mayo de 2005)." (pp. 56-57) “Extranjeros nos
copan fuentes y autoridades sólo tramitan” (17 de julio de 1994). Presidente del Sindicato de
Choferes Internacionales de la Zofri pide audiencia con intendente regional para hacer la
denuncia y se queja de que no lo reciben. “Que analicen el grave daño que nos están
ocasionando los extranjeros y que parecen tener todas las facilidades que a nosotros se nos
niegan” (Extranjeros nos copan..., 17 de julio de 1994); “Se sabe que su introducción va en
aumento, llenando plazas que le corresponderían a chilenos” (pp. 57-58) “La droga y los
inmigrantes, están acabando con el antiguo Iquique” (28 de enero de 1994). Al leer esta
noticia vemos que en ningún momento se refieren a los inmigrantes, solamente aparecen
estas declaraciones: “El gobernador provincial señaló que [...] ha habido un incremento
considerable de los actos delictuales y violentos en la ciudad” (p. 59).

La misma autora revela que a partir del año 2005, los titulares del medio experimentan un cambio en su
posición cada vez más pronunciado, llegando incluso a argumentar la falta de mano de obra para copar
el mercado laboral regional (Ibidem). Una situación parecida se traduce a partir del contenido de artículos
de los diarios de posiciones similares de tiraje nacional. Por ejemplo, el 28 de Noviembre del 2017, el
diario "La Tercera" en su versión digital publicó un artículo que posee un subtítulo muy explícito: "“No
quitan la pega”"1, aludiendo a la irrupción laboral de la colonia haitiana en el mundo laboral ligado a la

1 http://www.latercera.com/noticia/haitianos-irrumpen-mercado-laboral-se-acercan-al-10-
construcción. Además, entrega cifras para corroborar esta situación, afirmando que, para el caso de
Santiago,

"los inmigrantes todavía siguen siendo una porción muy pequeña del mercado laboral (2,3%),
y la evidencia internacional apunta a que el umbral de participación a partir del cual se
podrían encontrar efectos negativos sobre los trabajadores nacionales se ubica en torno al
10%. (...) Por el contrario, Bravo señala que “de hecho hay un impacto positivo, por la vía de
la productividad y la diversificación de habilidades, entre otras”. Según el propio Banco
Central, en su último Ipom, el escenario base de inmigración eleva la proyección de la fuerza
laboral en 0,2% sobre la estimación sin considerar a los extranjeros."2

Si bien, el texto describe también las complejidades del proceso al admitir que en parte del Norte Grande
la fuerza laboral migrante ascendería casi al 10%, no deja de representar todo un posicionamiento nuevo
respecto a la anomalía en cuestión. Este posicionamiento, sin embargo, se vuelve más difuso cuando se
trata del medio televisivo. Al combinar una extraña mezcla de paternalismo y humor, ciertos medios
delinean una visión caricaturesca, racializada o sexualizada del sujeto migrante, o todas al mismo tiempo.
Un caso de estas características puede hallarse en la reciente interpelación al candidato presidencial
Sebastián Piñera en el programa "Candidato, llegó tu hora", de la cadena TVN, de parte de Givens
Laguerre, migrante haitiano asentado hace muchos años en Chile, quien debía interrogar al ex-presidente
respecto a una temática en particular. Su antecesora, la periodista Jennifer Warner, debía relevarle la
palabra, lo cual hace de la siguiente manera:3

"Jennifer Warner: Se ha hablado mucho del tema de los inmigrantes en nuestro país, y acá
hay un líder que la lleva en las comunicaciones y es este bombón, este chocolatito caribeño,
¡Givens!

Sebastián Piñera: ¡Oiga, me dio hambre!

(Risa general del panel)

empleo-migrante/
2 Ídem.
3 Emitido el 5 de diciembre del presente año, en el rango de tiempo 00:58:30-01:04:00.
Juan Manuel Astorga (conductor): Hola Givens Laguerre, hermano.

Givens Laguerre: Muy buenas noches mi querido Juan Manuel. Muy buenas noches
Sebastián. Mi querido Sebastián Piñera.

Piñera: Gracias.

Givens: Gracias por la introducción, Jennifer. Mejor no pude haber tenido.

Piñera: Oiga, y chocolate con crema chantilly en la boca.

Givens: Imagínese.

(algunas risas)."

Más allá de la interpretación de Sebastián Piñera, que puede ser de índole personal y espontánea, subyace
una pauta del programa, y por ende del canal, que impide interactuar con el "otro" como un par, con el
sujeto que, por más tiempo que lleve viviendo en el país y practicando varias de sus costumbres, lleva en
su cuerpo la estética de la diferencia. Incluso si la connotación de la burla es positiva, pone
inmediatamente a ese otro en una categoría distinta, marca la distancia, confundiendo el mensaje
editorial: ¿se plantea como un paternalismo permanente, o se proyecta como una manera de "ensalzar"
al migrante, y por ende creer que, ilusoriamente, se le está elevando?

En definitiva, en el país se articulan una serie de factores que obstruyen la expresión cultural y el diálogo
equitativo y respetuoso de la anomalía migratoria, pero al mismo tiempo están comenzando a vivir un
momento histórico crítico para la consolidación de un nuevo imaginario (Usallán, 2015, p. 298).

Por un lado, existe una barrera semi-impermeable en la Constitución que enfatiza la existencia de una
identidad nacional y que se concreta como una relación de exclusión entre "nosotros", preñados de
derechos, y "los otros" (Ibidem). Esto habría llevado al Estado a adoptar un paradigma "asimilacionista"
para enfrentar la problemática de la extranjería y la inmigración, es decir, invisbilización por
homogeneización (Ibidem, p. 280) Y, "si bien no podría decirse que existen políticas abiertamente
excluyentes, lo cierto es que la ausencia de políticas proactivas, que abran el camino al pluralismo cultural
es notoria" (Ibidem, pp. 296-297).

Por otro, las mujeres construyen y son construidas en base una variante particular del imaginario en torno
a lo migrante. La dicotomía entre "mujer dominada" y "hombre dominante" tiende a profundizar la
segregación y vulnerabilidad de los los espacios laborales y sociales de las mujeres migrantes. (Carrère,
2015, p. 46).

Una gran gama de instituciones de la sociedad como la empresa privada (en tanto fuente de trabajo), la
escuela, los medios masivos de comunicación e incluso el poder judicial, parecieran considerar la
posición del migrante como estructuralmente desigual, fortaleciendo el imaginario utilitarista: "que los
extranjeros sean seres extraños, portadores de diferencias intolerables y cosificarlos, en el sentido de
considerarlos como "medios para"" (González, 2017, p. 69), invisibilizando los racismos y actitudes
discriminatorias detrás de otro imaginario, el neoliberal (Rojas et. al, 2009, p. 238). Así, se produce una
doble exclusión o barrera semi-permeable a través de la influencia del Estado y del mercado sobre la
sociedad civil y sus prácticas culturales. Este paradigma construido en conjunto viene a poner en práctica
una determinada estética de la diferencia, ante la cual se podría oponer el concepto de "cosmopolitismo
de la diferencia", del filósofo Giacomo Marramao (2011). Ante una visión monolítica del bien y del mal,
de bandos dominantes que ejercen su influencia sobre los dominados a su antojo, sea para elevarlos o
aplastarlos, una toma de conciencia que abra el abanico de miradas sobre las diferencias y semejanzas
que separan y cohesionan a la sociedad chilena (entendiendo al sujeto migrante como parte de ella) en
los espacios de la vida cotidiana, al mismo tiempo que un posicionamiento y activismo político desde la
sociedad civil (como propone el autor al mencionar el "reencantamiento de la política"), irrumpiría
cuestionando y complejizando el debate en torno al fenómeno migratorio. Para un primer paso, que ya
ha comenzado a darse, aquello sería suficiente, pues la sola activación del debate visibilizaría al "otro" y
estrecharía la relación a través del reconocimiento mutuo y respetuoso, es decir, en igualdad de
condiciones. Además, el debate y el activismo político se vuelve fundamental en la medida en que crece
la dimensión ideológica apegada a la migración. Dado que las identidades del sujeto nacional y del sujeto
migrante no son monolíticas, el fenómeno no puede despojarse de dicha capa. Esto es lo que la convierte,
a fin de cuentas, en un componente esencial. Para simplificarlo, en el imaginario de la sociedad civil
existiría una postura que observa al inmigrante como un sujeto indisociable de sus condiciones sociales
debido a sus características culturales y hasta raciales (Aravena & Álvarez, 2012, p. 138), y en su relación
particular con Chile. Pero este modelo es sólo eso, un modelo construido por instituciones específicas en
un tramo determinado del espacio-tiempo, y que se ve enfrentado a otro modelo que aún no puede
preverse cómo evolucionará, pero que, seguramente, entablará un diálogo con el "cosmopolitismo de la
diferencia", o con cualquier otro modelo que proponga visualizar al "otro" desde la experiencia y el
quehacer del día a día.

Bibliografía:

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