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NACIONALISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICOS EN ARGENTINA 1860-1880 - José Carlos Chiaramonte

Capítulo III: Reacción de los ganaderos ante la crisis y génesis de las tendencias industrialistas.
El proteccionism o se caracteriza por dos hechos significa tivos: haber logrado una victoria parcial de importancia , la de
1875 y ensamblarse en todo un programa de desarrollo industrial moderno, como el sostenido por Vicente F. López.
¿Cuales son las razones de esta singular fuerza del movimiento proteccionista de la década del 70? Entre otras, la de
haber contado con un factor decisivo: la participación de los ganaderos dedicados al lanar en la provincia de Buenos
Aires.

La decadencia de la producción lanera, debida a la crisis del ’66, alienta la crítica del liberalismo económico imperante y
estimula los proyectos proteccionistas. El impulso inicial de estas tendencias se debe a la actividad de un grupo de
estancieros empeñados en combatir las características tradicionales de la explotación agropecuaria del país e impulsar
su desarrollo capitalista. La diversificación de la producción, síntoma de crecimiento capitalista en el campo, es uno de
los primeros recursos esbozados durante la crisis. La diversidad de producción es el medio de asegurar la riqueza de un
país, debe combinarse el pastoreo con la labranza. Señala el aumento de la renta que ocasiona tal combinación, y de la
plantación de bosques, como medio de proteger las tierras contra la erosión. Con tal fin elabora un proyecto de chacra
modelo.

Tales innovaciones caracterizan el programa del grupo de estancieros que en 1866 funda la Sociedad Rural Argentina,
como un medio de organizar su aplicación. Eduardo olivera encabeza la iniciativa y es elegido secretario de la entidad.
Sostiene la necesidad urgente de combinar la ganadería con la agricultura y que, como en todos los países nuevos y
pastores, estamos pasando una época de transición. Olivera analiza otros medios de promover el desarrollo capitalista
del campo: rebajar el precio de la tierra para que el pago de los intereses de los capitales empleados en ella, cuando no
absorbían sus productos, abaratar la mano de obra respetando al trabajador y haciendo que las garantías individuales
sean una verdad, disminuir los fuertes impuestos que pesan sobre la producción rural y además hacer desaparec er el
alto interés de los préstamos para la agricultura.
Uno de esos problemas, el de la mano de obra, fue tema insistente abordado en aquellos años, unas veces en forma de
directo reclamo de fuerza de trabajo, otras bajo ropaje de una sentimental defensa de la libertad y seguridad del
habitante.

Paulatinamente los ganaderos insinúan medidas proteccionistas. En 1869 los exportadores y productores de lana se
dirigen al Ministerio de Hacienda de la Nación solicitando que se rebaje el aforo a las lanas y pieles de carnero, dado el
agonizante estado de la industria.

La propia Sociedad Argentina peticionaba en el mismo sentido; propone al Congreso la anulación del derecho del 6%
sobre la lanas y cueros lanares y, en cambio, un aumento del 3% sobre parte de los impuestos a la importación (actitud
proteccionista).

La sociedad rural tampoco llegó a sustentar abiertamente una politica proteccionista en los primeros años de su
existencia. Sin embargo, fue en el grupo de ganaderos que funda la Sociedad donde tuvo comienzo el impulso hacía la
industrialización que cristaliza en el proteccionismo de la década siguiente.

La Fábrica de paños y el Proyecto de una Industria Textil Argentina


Desde 1867 las páginas de los Anales registran una tentativa de fundar una sociedad anónima para la industrialización
de la lana, como medio de crear una industria que liberara la principal producción argentina de las oscilaciones del
mercado internacional. La industrialización de la lana ene el país permitiría dar a dicha producción una demanda
permanente y estable, a la par que contribuirá a promover el desarrollo industrial argentino. Con tales objetivos, un
inmigrante Francisco Carulla escribe un proyecto de fabrica de paños, en el cual anuncia que cederá su establecimiento
de fundición y construcción de maquinas. El problema decisivo parece ser la dificultad de conseguir accionistas. En
1869 Carulla se dirige al Congreso para solicitar la suscripción de 100 acciones de dicha sociedad. Indica que su
objetivo es la fabricación de tejidos lanares y fundición de maquinas. Afirma faltarle solamente la protección del
gobierno.
Es también expuesto por Ezequiel Paz, al apoyar un proyecto de Montes de Oca destinado a proteger la fabricación de
tejidos de lana, al sostener que la crisis los obliga a elaborar en el país esa materia prima y competir con las fábricas
extranjeras.

El primer directorio de la fábrica de paños fue integrado, entre otros hacendados, por el presidente y el secretario de la
primera Comisión Directiva de la Sociedad Rural, José Martínez de Hoz y Eduardo Olivera. Las tendencias
industrialistas surgidas en la Sociedad Rural argentina son llevadas a su expresión más clara por Eduardo Olivera y
Ezequiel N. Paz. Y aunque no se pronuncien abiertamente por el proteccionismo, sus formulaciones contienen ya varios
de los objetivos principales del grupo proteccionista de Vicente F. López, entre ellos el de emancipar al país del carácter
de mero proveedor de materias primas a los mercados extranjeros. (Nuestro plan no debe ser producir más, sino
producir igual cantidad, pero mejorando la calidad y restableciendo los precios anteriores). “Hay que pensar en no
producir más y en aplicar los elemento s del capital y del trabajo a otros ramos que vayan creando poco a poco para el
país un industria, nuevos hábitos y nuevas necesidades”. Fijar la vista en algo más serio y de porvenir más sólido como
la fabrica, la industria textil. Es necesario encaminar el capital y el trabajo hacia la industria, industria que debe elaborar
materias primas nacionales y no extranjeras.

Es probable que, junto al prestigio del liberalismo, el peso de los grandes intereses del comercio exterior influyese en
esta profunda resiste ncia al proteccionism o, o, por lo menos, a aquel aspecto del mismo con que se lo identificaba: los
impuestos aduaneros.
Si en los escritos de Olivera o de Paz, el proteccionismo no es asumido claramente y hasta es rechazado, no ocurre lo
mismo en un extenso trabajo publicado en La Revista de Buenos Aires en 1870, cuyo autor era Emilio de Alvear, quien
ataca “el espíritu imprevisor y liberal de nuestra legislación mercantil e industrial”. Todas las libertades, afirm a, tienen
sus límites racionales.

“¿Sin agricultura, sin talleres, sin industrias, sin oro, sin fierro, sin carbón y sin plata, sin marina y sin ejercito propio, se
puede creer seriamente que seamos una nación verdaderamente independiente”?. El librecambio carece de sentido
para nosotros. Hemos adoptado las instituciones de Estados Unidos pero no sus principios económicos. Solo cuando
lleguemos a la altura de Inglaterra podremos adoptar el librecambio.

La protección no se limita a su forma común que es el alza de las tarifas de aduana, sino consiste tambi én en diversas
medidas que fomenten el desarrollo industrial del país.
Capítulo V: La crisis de 1873 y las tendencias industrialistas Argentinas. Chiaramonte
Quejas por nuestra dependencia de los mercados europeos, críticas a la excesiva liberalidad de nuestras leyes
económicas, elogios a la “industria fabril” como medio de salir del atolladero, se desgranan en los años de crisis y
depresión de fines de la década del 60. Pero a partir de 1873, cuando una nueva crisis vuelve a agravar la situación, la
crítica de la política económica argentina comienza otra etapa, durante la cual adquiere solidez doctrinari a, y concluye
por cristalizar en un programa de transformación económica del país.

Contribuyeron a la eclosión y al fortalecimiento de la tendencia proteccionista dos circunstancias, una interna y otra
externa: la crisis de 1873 que reactualizó las cuestiones económicas agitadas desde la crisis del ’66; y por otra parte la
reacción proteccionista europea, que comenzó alrededor de 1870. En 1873 los precios desciende n persistentemente;
los mercados se restringen y los beneficios decrecen mientras la oferta supera la demanda. Todos los intereses
afectados se vuelven hacia los Estados en demanda de protección y el proteccionismo triunfa en las naciones europeas,
con excepción de Inglaterra y los Países Bajos. En los mismos años cobra impulso en la Argentina el movimiento
proteccionista e industrialista que culminaría en los agitados debates parlamentarios de 1875 y 1876, bajo la presidencia
de Vicente F. López.

A López le pertenece el manifiesto inicial del movimient o proteccionista. El objetivo del discurso de López fue atacar la
libertad de comercio exterior como fuente de los principales rasgos de estancamiento y retroceso de la economia de las
provincias interiores a partir de 1810: señala que esa libertad condena a una ruina y crisis permanente; que el
librecambio conviene a países manufactureros de gran desarrollo, que así pueden obtener de otros una oferta constante
de las materias primas que necesitan, e impedir que surja en ellos una industria capaz de elaborar dicha materia prima.;
que la producción de lanas, cueros y sebo, única riqueza argentina, sufrirá constantemente las consecuencias
condenando al país a una crisis y atraso permanente; que solo desarrollar la industria nacional capaz de elaborar
materias primas permitirá que queden en el país los beneficios y ventajas que hasta el presente eran usufructo del
extranjero.

En cambio, fomentando nuestras riquezas, “seríamos independientes y ricos y habríamos llegado a la formula más alta
de la riqueza económica, que es bastarse a sí mismos”; mientras que ahora...” no somos sino agentes serviles y
pagados a limitado precio, de las plazas extranjeras”.

La Crisis de 1873
En la Argentina dicha crisis tuvo características distintas a la anterior, no solo por su mayor envergadura, sino,
especialmente, por los sectores de la economía argentina que lesionó.
En Europa, la crisis del 73 fue inicialmente una crisis austrogermana, extendida luego a otros países. Gravitó sobre su
generación la extraordinaria actividad financiera y económica condicionada por parte de Francia a Alemania y que
favoreció una especulación sin precedentes.

La crisis fue también particularmente grave en los EEUU, donde las especulaciones en empresas ferroviarias habían
dominado el auge precedente. A partir de 1869 dos nuevos protagonistas intervienen en el proceso de industrialización,
que hasta entonces se había concentrado en Inglaterra y Francia: son Estados Unidos y Alemania. En Inglaterra, las
características de la crisis son leves; este país también había conocido una extraordinaria prosperidad entre 1871 y
1874, vinculada con las inversiones en el exterior. Estas favorecieron las exportaciones inglesas hacia los países en los
cuales Inglaterra invertía. Inglaterra se encontraba en tal grado de su desarrollo industrial, que cualquier crecimiento de
las exportaciones de mercancías requería un aumento de las exportaciones de capital; los países importadores debían
ser provistos de recursos para poder venderles. En Inglaterra no hay crack. La catástrofe de Viena apenas tiene
repercusión en el mercado monetario de Londres.
La crisis en los EEUU tiene mayor eco pero no ocasiona pánico ni quiebras. En 1873, no se registra ninguna suspensión
de pagos por parte de bancos ingleses y el aumento de los quebrantos comerciales es muy leve. La depresión fue
particularmente prolongada y profunda -especialmente a partir de 1875, cuando comienzan las bancarrotas-, y se
alcanza el fondo de la misma solo en 1878-1879.

La mayor parte de las referencias de contemporáneos descuidan curiosamente el examen de la coincidencia de la crisis
argentina con la europea. La referencia a sus posibles conexiones con la europea se reduce generalmente a la mención
del papel desempeñado por la abundante entrada de capital extranjero, con motivo del empréstito de obras públicas de
1871.

La crisis del ‘73 difiere de la del ‘66, por los sectores de la economía afectados, mientras en la anterior la producción
lanera sufrió las peores dificultades, en el ciclo posterior, el comercio y las finanzas estatales fueron los más maltrechos.
Pese a esta observación, la crisis de 1873 presenta el mismo factor desencadenante que la anterior: la caída de los
precios de los productos argentinos en los mercados internacionales.

El auge anterior a la Crisis


¿Cuáles fueron las características del breve periodo de auge anterior a la crisis, prácticamente reducido al año 1872,
debido a serios perjuicios derivados de la epidemia de fiebre amarilla del año anterior? Una de ellas, fue el vuelco al
mercado crediticio de Buenos Aires, en 1871, de unos 20 millones de pesos fuertes corresp ondientes al empréstito de
obras públicas contrat ado durante el gobierno de Sarmiento. Debe merecer atención el notable repunte de los precios
de los productos argentinos en los mercados europeos. La recuperación de los productos argentinos en el exterior fue
tan rápida y satisfactoria, que hizo olvidar aquellas catastróficas predicciones de los años de depresión.

La balanza comercial reflejó el crecimiento de las exportaciones y el ascenso de los precios. El ascenso de la economía
del país se traduce en el crecimiento de los gastos y las rentas de la nación. Los gastos ocasionado s por la guerra del
Paraguay significaron un fuerte impulso al comercio y a parte de la producción del país, impulso que contribuyó a
aminorar los efectos de la depresión ‘66 e influyó en los comienzos de la reanimación. El Banco de la Provincia de
Buenos Aires efectuó anticipos al gobierno nacional para gastos de guerra. Junto con ello, deben anotarse las grandes
cantidades de oro brasilero ingresadas a Buenos Aires para atender los gastos de la proveeduría de las tropas de ese
país. Junto a los importantes ingresos de oro brasileño, debemos considerar el mencionado empréstito para obras
públicas de 1871. La aplicación de los fondos del empréstito de obras públicas nunca fue estrictamente aclarada, puesto
que gran parte del mismo se utilizó en gastos no consignados en la ley que los autorizaba

La expansión del crédito adquiere una magnitud desconocida en Buenos Aires. Cubiertas las necesidades de la
producción ganadera, evitadas las inversiones en empresas industriales, la enorme masa de crédito disponible se
vuelca hacía a la especulación, especialmente en bienes raíces.
Hacía mediados de 1871 el Banco prestaba una cantidad que no alcanzaba a cubrir la suma de depósitos y capital. La
mayor parte de esa enorme expansión del crédito se ha inmovilizado en compras de tierras, materiales extranjeros y
consumos de los obreros de tranways y ferrocarriles, más otros gastos no productivos para el país. La considerada
entrada de capital ingles desde la década anterior contribuy e a que pese al estallido de la crisis en 1873, la expansión
del crédito continúe hasta que la depresión se ahonde, sacudiendo en 1875 al mundo financiero privado y oficial.
Concluida la guerra del Paraguay y superada la depresión, obraron plenamente sobre el país los efectos del rápido
crecimiento de la década del 60, a partir de la unidad nacional, con el acentuado ascenso de la producción para el
comercio exterior, entrada de inmigrantes, inversiones de capital ingles y desarrollo del gasto público.
Mientras tanto, el régimen de convertibilidad del papel moneda, implantado con la creación de la Oficina de Cambios en
1867, se desarrollaba con todo éxito, del cual da cuenta la estadística del encaje de la Oficina.

La Crisis
Se inició en marzo de 1873, cuando el Gobierno nacional empezó a retirar fuertes sumas de su depósito en el Banco de
la Provincia y el oro comenzó a exportarse “en pago de nuestros consumos por falta de productos”, en verdad, por
causa de la caída de precios del año anterior. La disminución de las reservas bancarias ocasionó una restricción del
crédito por parte de algunos bancos privados, expresada por el aumento de la tasa de descuento y el aumento de las
exigencias para el otorgamiento de los préstamos.

Con esta elevación de las tasas, hasta las firmas más sólidas tenían dificult ades para conseguir descuentos ; la tierra y
las propiedades urbanas eran invendibles por falta de compradores; las cedulas hipotecarias bajaban y no había
banquero ni particular que quisiera conceder préstamos sobre ellas; la industria y el comercio sufrían ya seriamente la
falta y “carestía” del medio circulante.
El segundo periodo de la crisis comienza inmediatamente en el mismo septiembre de 1873. El Banco Nacional no pudo
siquiera completar los 3 millones de pesos fuertes que exigía la ley de su creación para dar comienzo a las operaciones
y tuvo que solicitar auxilio financiero al Gobierno; desde septiembre comenzaron las quiebras, que llagaron a un
promedio de 8 o 10 por mes a comienzos de 1874. La elevación de la tasa de descuento, la restricción general del
crédito, la competencia con los particulares que inicia el gobierno en la demanda crediticia, urgido por la escasez de
reservas para sus compromisos financieros, caracteriza la situación. Los comerciantes malvendían sus mercaderías
importadas.

La intranquilidad política se unió al sombrío panorama y contribuyó a agravar las cosas. El mitrismo, disconforme con
los resultados de las elecciones presidenciales, conspiraba activamente. En septiembre de 1874 se produjo la rebelión
armada de Mitre y sus partidarios. Rápidamente dominada, sus efectos en lo económico fueron más prolongados,
puesto que agravó la depresión en todos los terrenos; los capitales se escondieron temerosos.
La quiebra del Banco Argentino, que inmovilizó unos 8 millones de pesos fuertes de sus depósitos, en octubre de 1874,
agudizó la penuria de medio circulante.

La repercusión de la guerra civil fue particularm ente penosa porque se manifestó en un momento en que la depresión
culminaba, acentuando sus efectos. La restricción del crédito alcanzó a comienzos de 1875 su punto culminante. El
pánico paralizó los capitulas disponibles.

El año 1875 se inició, pues, con pésimos pronósticos. Los préstamos hipotecarios gravitaban negativamente sobre la
situación, ya que fueron un recurso importante de los comerciantes y productores para obtener medios de pago y
afrontar sus obligaciones más inmediatas, esperando mejorar, cosa que no sucedió.

La “cobardía” del oro


Los prestamos e inversiones extranjeras y las importaciones de años anteriores devoraban rápidamente las reservas en
oro de un país cuya principal producción sufría la caída de los precios internacionales. Las reservas de la Oficina de
Cambios del Banco de la Provincia, a la cual competía respaldar y realizar la conversión del papel moneda por oro,
disminuyen rápidamente. En junio de 1875, la Oficina escapó milagrosamente, gracias a la cooperación de algunos
bancos que prestaron fuertes sumas; pero en mayo de 1878 cerró sus puertas, inaugurando un nuevo periodo de
inconvertibilidad que habría de durar hasta 1881.

Es necesario señalar que la depresión se vio acentuada por una nueva y sensible caída de los precios de los productos
de exportación. Lanas y cueros descienden pronunciadamente desde 1875 hasta mediados de 1876.

Crisis en las finanzas estatales


El país esbozaba, lo que en adelante sería el clásico mecanismo de su balanza de pagos, proveniente de su
conformación como productor de materias primas y alimentos para el mercado exterior. En el periodo de auge veía
acrecer sus reservas metálicas al colocar a buenos precios sus productos en los mercados internacionales; además, la
buena situación de las plazas financieras (Londres), que favorecía los empréstitos a los gobiernos de otros países y las
inversiones en ellos, volcaba sobre Buenos Aires parte de ese excedente de capital. En los periodos de crisis y
depresión, la caída de los precios de nuestros productos mermaba aquellas reservas y los ingresos de capital extranjero
se detenían. El país vivía en un permanente déficit de su balanza de pagos, déficit que cubría con nuevos ingresos de
capital extranjero.

En tales circunstancias, el gobierno argentino tenía dos salidas posibles para afrontar la deuda externa: contraer las
importaciones, para liberar el metal necesario para el servicio de la deuda, o suspender los pagos. En 1876 el servicio
de la deuda externa llegó a su punto crítico y el presidente Avellaneda se encontró ante dicha alternativa.

Avellaneda pareció inclinars e por tal criterio al enviar al Congreso, a mediados de 1876, el proyecto de Ley de Aduana
para 1877; declaraba allí que entre establecer nuevos impuestos que retardarían el progreso del país y suspender
parcial y temporalmente las amortizaciones de las deudas existentes, elegía el último camino.

Sin embargo, ante el triunfo del sector proteccionista, cambia el criterio del Presidente, asistido ahora por un nuevo
ministro de Hacienda, Victorino de la Plaza.

El gobierno nacional logró superar el punto crítico de los pagos de septiembre de 1876; para ello debió recurrir el apoyo
financiero de la provincia de Buenos Aires. La política del gobierno para afrontar la crisis había partido de la reducción
del gasto público y el aumento de las rentas. Pese a la gravedad de la depresión, el gobierno no interrumpió el ferrocarril
de Córdoba a Tucumán, ni detuvo el avance sobre la línea de fronteras. Tampoco pudieron reducirse los gastos en
Relaciones Exteriores, dadas las complicaciones internacionales, ni en el Interior, ya que hubieran afectado al fomento
de la inmigración y a los actos de soberanía en los territorios en conflicto con naciones vecinas. La brusca reducción de
las rentas de Aduana por el descenso de las importaciones, dejó al gobierno sin recursos para afrontar los gastos de la
administración y la amortización de la deuda flotante. Se apeló entonces a diversos recursos para obtener crédito y
otras medidas complementarias.

Polémica en torno a las causas y remedios para la crisis


Como es lógico, en semejantes circunstancias la discusión en torno a las causas de la crisis y a los medios necesarios
para contrarrestarla, sacudía diariamente a la opinión pública.
Desde 1873 se trataba, según unos, de una crisis monetaria provocada por la exportación del oro; para otros, de una
crisis de crédito debida a su mismo abuso; algunos sostenían que se estaba ante una crisis mercantil y de cambios,
producida por la baja de nuestros productos en el extranjero; mientras que otros, por su lado, afirmaban que se padecía
una crisis de cedulas hipotecarias srcinada por el exceso de emisiones; por último, había quienes concebían la crisis
como una consecuencia de especulación con tierras. Los remedios esbozados eran: la crisis monetaria desaparecería si
se reforzara la circulación; la crisis de crédito, si este se normalizara; la crisis mercantil y de cambios, si la balanza
comercial fuera favorable para el país gracias a la restricción de las importaciones; como por ultimo, la llegada de oro
del extranjero por la venta anual de los productos de exportación.

Para Rufino Varela, todas son falsas en cuanto atribuyen la situación a una causa pasajera, ya que decía que existía
una causa permanente: el progreso del país. El srcen de todo fue el haber gastado para hacer progreso en poco
tiempo, el capital realizado disponible del país y haberlo exportado en parte. Para salir de la depresión propone devolver
al mercado una parte de ese capital. Encarece entonces, la necesidad de emitir y ampliar el crédito, política
enérgicamente resistida por el Directorio del Banco de la Provincia, partidario de apresurar la liquidación de la crisis.

La política del Banco de la Provincia, ante la crisis fue criticada por Varela, ya que decía que el Directorio piensa que el
mejor sistema para salir de la crisis es liquidar a los deudores a todo trance. La crisis no tiene por causa el crédito; el
mal uso que de él se hizo contribuyó a prepararla, pero la crisis misma fue producto de la restricción del credito.

La discusión en torno a la crisis tuvo proyecciones todavía mucho más amplias, por cuanto el movimiento proteccionista
aprovechó la oportunidad para hacer un examen crítico de la conformación de la economía exportadora del país y de las
líneas generales de la política económica de los gobiernos liberales.
La crisis de 1866 y el proteccionismo argentino de la década del 70 - José Carlos Chiaramonte

La época de la lana → de 1850 a 1860 “boom lanar”

La segunda mitad del siglo XIX, hasta fines del mismo puede considerarse como la época de la lana en la economía
argentina. No significa esto que la producción de los saladeros declinase en estos años. Lejos de ello, a de seguir
creciendo hasta la penúltima década del siglo. Desde la primera introducción conocida de animales de raza para
mejorar la calidad del ovino criollo, diversas tentativas similares se sucedieron para adaptar el tipo de vellón y animal a
las exigencias del mercado europeo. El predominio de la lana en la economía agropecuaria significaba progreso técnico
y económico que ha sido destacado por el impulso que otorgó a la economía argentina. El tasajo se exportaba
principalmente a Brasil y Cuba al alimento los esclavos. La lana vinculaba el país a mercados como Bélgica, Alemania,
Inglaterra, Estados Unidos y Francia. El mestizaje, el acercamiento y luego el alambrado de los campos, y otros detalles
técnicos, eran otras tantas caracterís ticas que denotaban una intervención más asidua del hombre en el proceso de la
producción ganadera. Una mayor demanda de mano de obra y el consciente aumento de la progresión rural son indicios
del cambio. Todo ello se traduce en la formación de un nuevo tipo de estanciero, propietario reciente de campos menos
extensos que las grandes estancias.

"En 1842, en la provincia de Buenos Aires, se impulsaba el desarrollo de la ganadería de ovinos. El ejemplo de rápidas
y fáciles fortunas magnetizo a Buenos Aires. Se produjo entonces un movimiento hacia la cría del ovino que se comparó
con la fiebre del oro californiana. Estancieros que no posean ovinos vendían campos o vacunos para comprarlos.

El crecimiento de la cría de ovejas determinar el grado al desalojo de los vacunos de las mejores tierras (las más
cercanas al puerto de la capital). Además de factores internos, algunas circunstancias internacionales, como la
incidencia de la guerra de Crimea, favorecieron el auge del lanar. Se desaloja al ganado vacuno hacia el sur.

En 1852-53 las ovejas daban a la exportación un equivalente, a la cuarta parte de los productos vacunos exportados.
Diez años después (1862-63), igualaban en valor a las exportaciones vacunas. Y otros diez años tarde el lanar produce
más que el vacuno.

La cría del ganado mayor había decaído notablemente. Hacia 1865, la mayor utilidad que prestaba el ganado vacuno a
sus criadores era la de preparar los campos incultos para la explotación del ovino. Para que se dieran en ellos los

pastos
vacuno,tiernos
el cual,que
pornecesitaba la oveja,consumaba
distintos motivos era necesario, previamente, requerida.
la transformación 1 periodo de
Las25fronteras
a 30 años
se de ocupación
deseaban por el
entonces
ocupadas por ganado vacuno, destinados a sí para tal fin.

Entre 1830 y 1850 los ovinos se triplican en el país, mientras que en los otros 20 años subsiguientes, 1850-70, aumenta
casi seis veces.

La crisis de 1866
A) Perturbaciones monetarias
Distintos factores que caracterizaron el estallido y el desarrollo de la crisis están presentes desde 1864. Dado el notable
aumento de la producción se agravaron las consecuencias de su escasez, un índice lo cual lo constituyen los altos
intereses del 18 y 24 por ciento anual que llegó cobrarse por los préstamos. Las emisiones para afrontar los gastos
militares constituían un recurso obligado por parte de los gobiernos, práctica cuyo abuso llevó a generar una enorme
masa de circulante. Entre 1859 y 1862, sobre todo, se habían efectuado grandes emisiones de papel inconvertible,
hasta la cantidad de 185 millones. El total en circulación, a fines de 1861, llega a 300.370.345 pesos moneda corriente,
"suma elevadísima que excedía en mucho a la exigida por la circulación de los valores".

El peso papel estuvo a niveles récords de desvalorización, para tener una idea de lo brusco y exento de las agresiones
debo considerar que durante los primeros 15 días de noviembre el promedio fue de $ 412, para subir luego a $ 439 el
día 27 y cerrar el mes, el día 30, con $ 428,50. Según el viajero inglés Hinchliff, refiriéndose a los días anteriores a
Pavón, insiste: el barómetro político (precio onzas y su valor en pesos papel) indicaba tormenta, la onza de oro subió en
dos días de 380 a casi 400 pesos papel. Esas fluctu aciones, eran fatal es porque exponían la economí a a un continuo
agio, "desconcertando los cálculos, estorbando las empresas y desalentando los planes del porvenir". De tal manera,
así como hubo ocasiones en que la caja del Banco guardaba 100 mil onzas de oro y 100 millones de pesos papel, hubo
otras en que los vuelcos de la política producían pánicos pasajeros que motivaban al retiro de los depósitos de oro.

El gobierno de la provincia de Buenos Aires ensayo algunas medidas para defender el papel moneda, tratando de
imponer su uso en diversas operaciones. También se solicitó a los saladeros la utilización del papel moneda en sus
operaciones comerciales.

El poder ejecutivo provincial en la ley del 27 de octubre de 1864, declaró públicamente en lo sucesivo no efectuaría más
emisiones, declaración que tendía a promover la confianza interna en el papel moneda; y resolvió en febrero de 1863
que se restablecía la convertibilidad del papel moneda a razón de un peso fuerte por cada 25 pesos papel.

Es así como comienzos de 1863 hay "síntomas de un grave pánico financiero". La onza, que en el mes de enero, se
cotizó alrededor de los 410, llegó en apenas una semana (la primera de febrero), a 440,50 pesos papel. El déficit
presupuestario, la deuda pública, la escasez de oro y plata, y los nuevos problemas del gobierno constitucional agravan
el caos monetario.

B) Valorización del peso papel


Desde comienzos de 1804, cesa la continua desvalorización del papel moneda para dar lugar, al poco tiempo, a un
proceso inverso. Conviene tener en cuenta que, mientr as después de las emisiones de 1861, la circulación no había
crecido. Mientras que la producción había continuado en fuerte y constante ascenso, especialmen te por el vuelco a la
cría de la oveja en la década anterior.

Esta valorización del papel moneda provocaba vivas reacciones de disgusto entre los ganaderos. "La apreciación de la
moneda corriente, arruinaba la fuente de riqueza del país: la campaña. Con el desnivel que se producía entre el valor de
los productos y los gastos de explotación en la agricultura y ganadería, la ruina era inevitable en poco tiempo. De allí
que se ha visto con muy buenos ojos el proye cto de creación de una ofici na de cambio". Est a es en realidad la razón

del fuerte movimiento


quejábanse producido
de los ganaderos, losen Buenos
gastos Aires a favor
de explotación de la acreación
crecían de las
la par que la Oficina
deudasde Cambios. Por
aumentaban otra en
su peso parte,
los
mismos. Los salarios pagados en papel moneda, aún manteniendo su valor nominal, representaban un aumento para el
trabajador, mientras que al vender las mercancías al extranjero se recibía una moneda desvalorizada.

Mitre, ante la crisis, intenta en 1863 usar la convertibilidad para evitar las oscilaciones del valor de la moneda
(apreciación/depreciación de la moneda), el control de cambio para evitar la fuga de divisas y la creación de la Oficina
de Cambios en 1864. Sin embargo, no lo dejan usarlo por ser liberal la medida y estando en contra la clase ganadera. Al
no poder impulsar la convertibilidad, Mitre en 1864, deja de emitir moneda, por lo que sube la tasa de interés.

En 1866 se produce un Pánico Financiero (déficit fiscal), una crisis de crecimiento y crisis monetaria. La crisis del ’66
surgió por no haber una autoridad monetaria (no hay Banco Central en la Argentina).

La baja del oro, que tendía a descapitalizar a uno de los sectores más fuertes, moviliza a los afectados, quienes
demandaban la convertibilidad
un grupo constituido del papel
por hacendados, moneda yyun
propietarios nivel fijo parapresenta
comerciantes, el cambio,
unamás el aumento
petición del circulante.
al gobierno solicitandoEnuna
1866,
ley
para dichos propósit os, que fije el cambio en 25 pesos papel = 1 peso fuerte, y el aumento del papel moneda, todo por
medio de una Oficina de Cambios. El movimiento alcanza expresiones agudas al chocar con la resistencia oficial o con
la oposición de los sectores interesados en la valorización.

C) La crisis
Por una parte, debemos considerar que la crisis del ‘66 fue mucho menos aguda en el continente europeo, que la
anterior (1857) y la inmediatamente posterior (1872). Los fenómenos monetarios inmediatamente anteriores a la crisis y
la incidencia de la guerra del Paraguay son, entonces, los dos rasgos que caracterizan a esta crisis en el Plata. El
primero de ellos tiende a acentuarla. Las perturbaciones monetarias malograron parte de los beneficios que pudieron
haber obtenido la ganadería y el comercio de exportación de la creciente demanda de lana del mercado europeo.

Los años 1853 a 1866 son años de auge para la lana, en este periodo dominado por dos hechos fundamentales: la
Guerra de Crimea en Europa del Este y la Guerra Civil norteamericana. Desde 1852 a 1873 la lana creció un 700%
mientras que el ganado vacuno un 80%.

Hacia 1867, el medio circulante había desaparecido; el papel moneda, no existía sino en una pequeña cantidad que
apenas representaba una tercera parte de lo necesario para nuestras transacciones. Al escasear la moneda y ser tan
requerida, sube la tasa de interés, crece la especulaci ón y se desacelera el crecimi ento de la economía (tasa del 24 al
30% anual).

En el año 1866 se agravaba la situación por la posibilidad del cierre del mercado de Estados Unidos para las lanas
argentinas.

Otros factores anteriores a la crisis misma, agravan la situación de los ganaderos. Por ley de noviembre de 1864 (Ley
de Trenes), se disponía la venta de las tierras públicas existentes dentro de la línea de fronteras. En el caso de estar
ocupadas por arrendatarios (casi todas asilo estaban) se establecía un plazo de seis meses para que se presentasen a
solicitar la compra de sus campos, vencido el cual, éstos iban a subasta. El precio fijado por la ley era imposible de ser
pagado. En medio de todo esto, la guerra del Paraguay obligaba al reclutamiento de la población rural, con lo cual la
crónica escasez de brazos, así agravada por la guerra, dificultaba aún más las tareas ganaderas y elevan los gastos de
explotación.

La serie de precios de la lana en Buenos Aires marcó el estallido de la crisis de 1867.

Un aspecto bastante significativo de la crisis fue la superproducción. El aumento fuerte en la producción no es una
prueba de que la prosperidad nacional esté en el mismo camino. Se produce una desnivelación entre la oferta y la
demanda. Los ganados se desvalorizaron en un 75%, las propiedades territoriales en un 50% y las fincas urbanas en un
33%.
La Guerra del Paraguay, lejos de agravar la crisis amortiguó sus consecuencias y estimuló la reanimación económica
(pese a que no se note en el sector de la lana). Los proveedores del ejército brasilero hicieron grandes compras de
ganado, de artículos alimenticios de toda especie, o aún de artículos manufacturados. Las tierras se valorizaron con el
repunte de los precios de la guerra, pues hubo cotizaciones hasta de $ 10 para los caballos y de seis reales por arroba
de maíz”.
Raúl Scalabrini Ortiz - Política británica en el Río de la Plata
El gobierno de Buenos Aires ha concertado un empréstito de £ 1.000.000 que gana 6% anual de interés con más de 1/2
por ciento de amortización, que se coloca, aparentemente, en la plaza londinense al 70% de su valor escrito. El
gobierno de Buenos Aires debió recibir £ 700.000 líquidas en oro contante y sonante, o sea $f 3.500.000. Pero la casa
intermediaría dice retener el servicio de dos anualidades, es decir en total £ 130.000, o sea $650.000. Entonces,
retenidas en Londres esas £ 130.000, el gobierno de Buenos Aires debió recibir el resto, o sean £ 570.000, equivalente
a $f 2.750.000.

La casa Baring dice que los fondos que el gobierno obtiene de la colocación del empréstito no serán remitidos a Buenos
Aires en oro contante y sonante. Por una sutil razón de cambio que no entramos a analizar, la casa Baring afirma que
no remitirá oro, remitirá letras. ¿Qué es una letra? Es una simple orden de pago a cargo de un tercero. En lugar de
remitir oro contante y sonante, Baring enviaba órdenes a los comerciantes ingleses radicados en Buenos Aires para que
éstos pagaran las sumas indicadas al gobierno provincial. Pero la misión de esos comerciantes británicos había
consistido hasta ese momento en exportar todo el oro posible y bailable en la plaza de Buenos Aires, y la plaza de
Buenos Aires estaba justamente ahogada por la falta de oro circulante. Es absolutamente imposible que los
comerciantes ingleses locales hayan podido, pues, abonar en oro las letras. Después de hipotecar todos los bienes, el
gobierno de Buenos Aires tenía en sus manos órdenes de pago contra los comerciantes ingleses locales, es decir
papeles de comercio, no oro efectivo.

El 20 de octubre de 1828, según la obligaci ón contraída por Baring en su nota del de julio de 1824, el 20 de octubre ya
debía haber remitido al gobierno la suma de £ 495.000. Pero sólo se había girado al gobierno menos de la tercera parte;
en total, lo girado ascendía a £ 140.000, en su inmensa mayoría en letras de cambio, de los cuales eran tan solo
£20678 en oro, es decir, un 4% de lo que debía haber recibido.

¿Qué sucedió después? Los documentos de asunto tan primordial para el país se han extraviado o han sido hurtados.
Es de suponer, sin embarg o, que la casa Baring dio cumplimi ento poco a poco a sus obligaciones y que al final remitió
al gobierno las £ 570.000 que debía girarle. No es menos razonable suponer que la inmensa mayoría de las sumas
restantes fueron saldadas con letras.

Que el oro no vino en cantidades mayores lo demuestra la angustia de metálico por que pasaba la plaza de Buenos
Aires y, ante todo, el Banco de Descuentos. En el Banco de la Provincia, parecía que alguno de los miembros del
directorio creyeron seriament e que vendría oro de Londres, como producto del empréstito y trataron de conseguir que
un poco del metálico. Se nombró al efecto una comisión de cinco miembros.

La Comisión opinó que el único remedio para la carencia de metálico era «hacer venir de Inglaterra onzas de oro». Y
proponía que el Banco tomara a su cargo una parte del empréstit o que el gobierno negociaba con Baring. La comisión
mantuvo varias entrevistas con el ministro de Hacienda, quien al final accedió a subrogar órdenes a favor del Banco por
valor de $f. 500.000. El metálico correspondient e ingresaría al Banco y esa institución serviría la alícuota proporcional
del empréstito. Causa gracia la ingenua prolijidad de los directores del Banco. ¡Quieren que Baring les remita el oro en
moneda manuable! Esto ocurría a fines de septiembre de 1824.
En la sesión del 12 de octubre de 1824 el señor Parish Robertson informó que de Londres no saldría ni una moneda de
oro para estos países elementales, cuyo dominio económico y político la diplomacia inglesa iba ajustando rápidamente;
y proponía que se trajeran de Río de Janeiro... comprándolas en la casa inglesa de Miller y Cía.

La proposición de Parish Roberbon adquiere ya el perfil de una burla. El gobierno de Buenos Aires ha comprado,
justamente, un millón de libras en Londres, pagándolas con título. Si el Banco oficial necesita oro, tiene que comprarlo
en Río de Janeiro.

La situación del Banco era y continuó siendo angustiosa, a tal punto que poco después sus billetes debieron ser
declarados inconvertibles y de circulación forzosa.

El Gobierno carecía a su vez de metálico. Y en el mes de abril de 1825 el Gobierno ya debía ser tenedor de 570.000
libras en oro sellado. Todo lo cual viene una vez más a corroborar: 1° que las remisiones de Baring no se efectuaron en
los plazos convenidos; 2 o que la afirmación del gobernador Las Heras que daba los fondos por percibido s, era falsa; 3 o
que las remisiones de Baring se efectuaron en su casi totalidad en letras contra los comerciantes ingleses locales, y 4o
que en el caso más favorable para la casa Baring, la remisión de oro no sobrepasó los £20678.

Como resultado final, tenemos que el gobierno ha hipotecado todos sus bienes y rentas, ha recibido una cantidad
máxima probable £ 85.500 en oro metálico y tiene en su poder letras contra los comerciantes ingleses, que ascienden a
$f. 2.656.464.

Condensemos las operaciones y las líneas primordiales que caracterizan a esta primera operación financiera
internacional argentina. Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia luchan por afirmar su influencia en el Río de la Plata,
para lo cual, ante todo, pretenden endeudarnos con el acuerdo de empréstitos. Gran Bretaña consigue desplazar a sus
rivales y concierta la cesión de un empréstito por un millón de libras. El metálico que debió llegar a Buenos Aires, fue
sustituido por las ganancias y el crédito local de los comerciantes ingleses establecidos en Argentina. En el mejor de los
casos, pues, el gobierno de Buenos Aires recibió papel moneda emitido por el Banco de Descuentos y comprometió sus
finanzas en una deuda a oro al extranjero. El gobierno recibió papel de circulación interna y lo transformó en una deuda
exterior de oro.

Pero según todos los indicios, las letras no fueron ni siquiera efectivamente abonadas por los comerciantes ingleses
locales, es decir que el gobierno de Buenos Aires enriqueció la economía inglesa con un millón de libras gratuitamente.

¿Habrá sido el empréstito de 1824 el precio pagado por el gobierno de Buenos Aires para obtener el reconocimiento de
la independencia por Gran Bretaña? El estado argentino iniciaba, así, su marcha hipotecado por Gran Bretaña.

Este empréstito fue empleado de inmediato como un instrumento psicológico favorable a todas las pretensiones
inglesas. El empréstito de 1824 era un arma eficaz para ahogar las industrias del interior. Otra notable utilización de este
empréstito ocurrió en 1828. La guerra con el Brasil dejó en poder del gobierno algunas flotillas de barcos mercantes
armados especialmente, que podían desarmarse y destinarse al transporte de nuestros frutos a los mercados de
ultramar. Las dos fragatas principales, Asia y Congreso, fueron entregadas a Inglaterra en pagos de servicios atrasados.
Inglaterra impedía que los argentinos tuvieran una flota mercante propia. Hoy, 188 años más tarde, se vuelve a hablar
de la posibilidad de que la Argentina posea una flota mercante, pero esta flota es altamente sospechosa.

Los servicios de este empréstito se cumplieron hasta julio de 1827 y permanecieron suspendidos hasta 1857. Para

saldar los intereses atrasados, el doctor Norberto de la Riestra como enviado (ministro de Hacienda después9, entregó
a la casa Baring, gratuitamente, un nuevo empréstito de £ 1.641.000 equivalente a $f. 8.205.000, que se llamó
Empréstito de los Bonos Diferidos. El empréstito de 1824 y el de los Bonos Diferidos, dado en pago de los intereses
atrasados del primero, se terminaron de pagar íntegramente en 1901 y exigieron al país un desembolso total de
23.734.766 pesos fuertes.

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