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BEBÉ DE PROBETA

Por José Álvarez López.

Habíamos visto que la Biblia señala que Abraham arrendó al hitita


Memre un encinar que cubría un valle. Es en este encinar donde,
precisamente, suceden las más sorprendentes aventuras de Abraham, que lo
colocan dentro del guión de una novela de “ciencia-ficción”. Este es un tema
bíblico muy discutido y del cual se han dado las más variadas
interpretaciones. Pero los pasajes bíblicos a los que aludimos constituyen
uno de los trozos más notables de la literatura universal, por lo cual los
reproduciremos in extenso.

“Apareciósele Yahvé en el encinar de Memre, estando él


sentado a la puerta de su tienda en una siesta calurosa. Levantó los
ojos y he aquí que encontró a tres individuos parados a su vera. En
cuanto los vio acudió desde la puerta de su tienda a recibirlos y se
postró en tierra y dijo: “Señor mío, si te he caído en gracia, no paseíes
de largo delante de tu servidor. Que traigan un poco de agua y lavaos
los pies y recostaos bajo este árbol, que yo iré a traer un poco de pan
para que repongáis fuerzas. Luego pasaréis adelante, para algo habéis
pasado a la vera de este servidor vuestro”. Dijéronle ellos: “Hazlo
como has dicho”. Abraham se dirigió presuroso a la tienda, a donde
Sara y le dijo: “Apresta tres arrobas de harina de sémola, amasa y haz
unas tortas”.
Abraham, por su parte, acudió a la vacada y apartó un ternero
tierno y hermoso y se lo entregó al mozo, el cual se apresuró a
aderezarlo. Luego tomó cuajada de leche junto con el becerro que
había aderezado y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de
ellos bajo el árbol. Así que hubieron comido dijéronle: “¿Dónde está tu
mujer, Sara?” “Ahí en la tienda”, contestó. Dijo entonces aquél:
“Volveré sin falta a ti después del tiempo de un embarazo y para
entonces tu mujer Sara tendrá un hijo”. Sara lo estaba oyendo a la
entrada de su tienda y a sus espaldas. Abraham y Sara eran viejos,
entrados en años, y para entonces a Sara se le había retirado la regla
de las mujeres.
Así que Sara rió para sus adentros y dijo: “¿Ahora que estoy
pasada sentiré el placer, y además con mi marido ya viejo?” Dijo
Yahvé a Abraham: “¿Cómo así se ha reído Sara diciendo. ¡Seguro que
voy a parir ahora de vieja!”. Es que no hay nada imposible para
Yahvé?”. Volveré en el plazo fijado para un embarazo y Sara tendrá
un hijo”. Sara negó: “No me he reído, fue que tuve miedo”. Pero aquél
le dijo: “No digas eso que sí te has reído”

Hay en esta entrevista en el valle de Memre muchos aspectos


humanizantes en la figura de los ángeles y de su Jefe. No solamente está el
hecho de la invitación de Abraham a una bucólica comida campestre
compuesta por pan y carne asada, que los ángeles aceptan encantados,
participando en ella recostados bajo una encina en una siesta calurosa, sino
el detalle tan delicadamente humano del enojo del jefe de los ángeles,
cuando Sara se rió de que él pudiera hacerle nacer un hijo.
Sara se ríe porque ella es menopáusica, pero el Jefe de los ángeles se
ofende por su risa y le dice que, no teniendo en ese momento los elementos
necesarios, no puede realizar el milagro, pero en un próximo viaje le hará
tener un hijo.
Ofendido en su amor propio, el Jefe regresa provisto de los elementos
necesarios y gana la apuesta, pues Sara, ante su incredulidad, tiene un hijo.
Queda, sin embargo, una cuestión que la Biblia no aclara... ¿quién sugirió el
nombre del “bebé probeta” nacido de la apuesta? En mi opinión, fue el Jefe
de los ángeles, pues el nombre “Isaac” quiere decir “El ríe”. Sara se rió del
Jefe de los ángeles, pero éste terminó riéndose de Sara.
Hay mucho que desglosar en esta sorprendente entrevista que narra
la Biblia. Y otro de los aspectos que merecen análisis es la situación
jerárquica de Abraham, quien se presenta en el comienzo de la entrevista —
cuando sorpresivamente se le aparecen los ángeles— en un estado de
sumisión o dependencia ante personajes de indudable gran autoridad. Pero
está claro a través del texto que, para proceder al cumplimiento de la misión
que los acercó a Abraham, tienen que contar con su anuencia. Finalmente,
cuando Abraham los autoriza, proceden los extraños viajeros a la
atomización de Sodoma y Gomorra.
¿Qué pacto hay entre Abraham y el Jefe de los ángeles? Si aceptamos
la hipótesis que proponen varios autores de que trátase de viajeros
extraterrestres, en tal caso habría que pensar que Abraham, en la Tierra,
era algo así como un ministro Plenipotenciario de alguna potencia
extraterrestre.
Por otra parte, esta situación destacada de Abraham viene refrendada
por la Información de Flavio Josefo de que Abraham era un astrónomo
babilónico. Y teniendo en cuenta —como veremos más adelante en este
mismo libro— que la astronomía sumeria iba más allá que nuestra
incipiente astronomía moderna, se justifica aún más el destacado papel de
Abraham en los sucesos del Valle de Memre.

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