Por esas cuestiones circunstanciales de la vida, he tenido la oportunidad
de leer una de las obras aún inéditas de Tankar Rau-Rau Amaru, que se encuentra lista para su publicación, el cual me he permitido comentarla a manera de prólogo. La misma que con la venia del autor comparto con los amables lectores a través de esta tribuna. “Vientos de fuego”, la última novela de Tankar Rau-Rau Amaru que se publicará en México en los próximos meses, se circunscribe en la corriente literaria del neoindigenismo, donde el escritor ayacuchano con su particular estilo exhibe la respuesta firme y estoica del hombre andino; del grito de paz contenido en muchos de sus heridos y muertos o de quienes optaron por el éxodo. De modo que, cuando para Arguedas y Vargas Llosa los andinos son sumisos y humildes, resignados a su suerte, viviendo de rodillas o llorando su pena, Tankar retrata a los andinos como hombres que en su hábitat, bajo los preceptos de su cultura organizacional y/o cosmovisión andina, equivocados o no, pelean firmes, hasta la muerte. El estilo particular de Tankar es el manejo de hechos reales que se avivan con la ficción, para retratar en las vivencias de los pueblos de Ayacucho en los años 80 en medio de la convulsionada guerra interna. A través de Adalberto, su personaje central, nos transportará por los pueblos de Ayacucho en el recorrido del estudiante de Sociología que, cumpliendo el encargo de sistematizar las expresiones del canto vernacular, se reencuentra con el amor de su vida en medio de dos frentes con licencia para destrozar vidas, bajo el amparo del “bienestar general”: la democracia, la ley o la justicia. El relato es excepcional e impecable con el manejo escénico, cuando detalla las vivencia de Adalberto en el cautiverio, tanto en el cuartel del ejército como en el de los senderistas, donde todos son sospechosos para los unos y los otros, deslizando un paralelo con las vivencias que les tocó asumir a los comuneros, que a fuerza de los fusiles aceptaban su suerte; acribillados, degollados y apedreados, si es que no, calcinados. Miriam, el otro personaje central, representa el poder de la mujer andina, que con particular atractivo cautiva el amor puro que puede llevar desde la decepción al heroísmo. Su encanto subliminal y fidelidad por quienes ama lo elevan a los umbrales de vida y a la muerte, desde la renuncia a su propia existencia y sus ideales, con sus saltitos de gaviota o empuñando las armas exhibe su doctorado en astucia, con sus estrategias para estremecer a su paso a quienes ha fijado como su objetivo, hasta convertirse en leyenda y en obsesión de sus captores. En el ayla o sequía tusuy, así como las otras coplas kechwas se plantean como elementos clave para dominar actitudes, pasiones y emociones de los pueblos, que queda en el misterio. Tankar rompe protocolos para asegurar que en la lucha encarnizada todo vale, todos desconfían de todos, cualquiera puede ser un soplón, hasta que la organización de los pueblos del Ande, tras evaluar los muertos y heridos, ponen fin a esta matanza entre hermanos enfrentados. El relato eleva la imaginación cuando nos transporta, desde el mito del pueblo Warmillajta, hasta los caseríos de Negromayo, Cangallo, Puquio, Challwanka, Vilcashuaman, Parinacochas, Wamanga, Víctor Fajardo, hasta las fronteras de Andahuayas y Chincheros.
(*) Docente de Maestría en la Universidad San Antonio Abad del Cusco
y docente de la Universidad José María Arguedas de Andahuaylas.