You are on page 1of 2

Como expresa Amelang en relación al concepto autobiografía: “Utilizo el término

autobiografía en su sentido más amplio de ego documento. Esta es una designación que engloba
toda forma literaria en primera persona que expone o revela experiencias personales”1. Esto es lo
que efectivamente realiza Carlos Perfecto Ibarguren en su obra publicada un año antes de su
muerte, La Historia que he vivido, donde recolecta y narra acontecimientos que le tocaron vivir
durante gran parte de su carrera política. El motivo principal, que deja claro en el prólogo, responde
a dejar plasmados hechos del pasado que tienen que (y que deben) ser tomados con gran
trascendencia por las generaciones políticas venideras.

Ibarguren proviene de una familia tradicionalmente liberal, por lo que es lógico que haya
sido adepto a éste durante el siglo XIX y que en La historia que he vivido efectúe un balance y una
descripción favorable y positiva de la gestión y persona del General Roca. Será quien logre
administrar y gobernar el país centralizando el gobierno en el Ejecutivo.

Es interesante cuando relata la enorme transformación de Buenos Aires que pasa de ser una
gran aldea a una metrópoli, ya que manifiesta una añoranza por la primera, la de su infancia y
juventud, despertando un gran sentimiento nacionalista por la idea de la Buenos Aires primigenia,
de antaño, única y diferente a cualquier otra ciudad del mundo. Por otro lado, también exalta que
a partir de 1880 la bonanza económica permitió el asentamiento de grandes palacetes y de mayor
inversión en obra pública, dándole otro punto a favor a los liberales, gobernantes del momento.

Durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca en 1880 no solo se vislumbra una
intención de fortalecer el estado, sino también que las aptitudes políticas del general permitieron
varios avances en materia económica y social: “Roca presidente, personalidad muy fuerte en el
fondo y suave en las formas, era un verdadero conductor de pueblos y de ejércitos, pero no tribuno,
demagogo ni caudillo de masas […]. Su primera manifestación al país como programa de gobierno
la condensó con este lema: paz y administración. Apagáronse las luchas facciosas de antaño y
caducaron en el hecho los partidos, conservándose solo los nombres”2.

A pesar de no haber adherido al roquismo, Ibarguren fue durante mucho tiempo liberal y
por eso es explicable su simpatía o al menos su entendimiento con la Unión Cívica de Alem, ya que
todos en mayor o menor medida compartían una matriz liberal. Más tarde, a partir de los sucesos
que estallan en Europa en 1914, su pensamiento girará hacia el nacionalismo, abandonando
paulatinamiente la ideología liberal individualista para convertirse en uno de los últimos precursores
del revisionismo, como afirma Miguel Scenna.

Un aspecto importante que no menciona, al menos explícitamente, es la existencia de


fraude electoral durante las dos presidencias, cuando el Partido Autonomista Nacional se encuentra
en uno de sus momentos de mayor fuerza y de control del electorado. Sí habla de un sistema
electoral fraudulento, pero no entra en detalles. Por otra parte, hace una muy pequeña mención
del aprieto que generó entre el Ejecutivo y la Iglesia la promulgación de leyes laicistas que llevó
incluso a la Santa Sede a romper relaciones con nuestro país durante el primer gobierno.

1
Citado por Becerra en El Largo Camino de la Historia (propia): de las Memorias al ego Historia.
2
Ibarguren, Carlos. (1955). La Historia que he vivido. Buenos Aires: Peuser. p.37
De todas maneras, al describir y narrar la segunda presidencia de Roca, menciona varios
problemas y cuestiones internacionales con las que tuvo que lidiar mientras gobernaba, verbigracia,
el conflicto de límites con Chile o el intento de intervención forzosa de algunas potencias europeas
en el país venezolano para efectivizar el pago de las deudas; dando origen a la muy conocida
Doctrina Drago.

Considero que el próspero juicio que Ibarguren consuma corresponde a que considera al
líder del PAN uno de los fundadores de la Argentina moderna permitiendo una construcción
nacional sólida, a pesar de que al final de su último mandato el interés cívico y político de la juventud
es muy ínfimo. En estos momentos, Pellegrini se distancia de Roca y “La juventud (…) demostraba
total desinterés y frialdad por las cuestiones de política interna, porque no encontraba en los
núcleos militantes ni fuerzas, ni caudillos, ni ideales que la atrajeran y arrastraran”3. Esta apatía
juvenil preocupa al presidente y junto con Joaquín V. González intentan estimular al electorado,
pero es un proyecto que rápidamente se ve frustrado. A decir de Ibarguren, “…no se modificaron
las condiciones de la emisión del voto, ni se establecieron los medios que aseguraran la pureza de
los comicios y la independencia del ciudadano contra la presión y el fraude (…). El voto continuó
sometido a las influencias oficiales; la venalidad, sin control alguno que la contuviera, facilitó el
predominio de los caudillejos del barrio…”4.

Todo este proceso de inacción participativa electoral es simultáneo al fortalecimiento y


aumento del grupo obrero, marxista más moderado y anarquista, sectores que en palabras de
Ezequiel Gallo “…plantearon problemas desconocidos hasta entonces y generaron demandas sobre
las cuales no había experiencias previas (…). Parece importante, entonces no descartar este factor
al evaluar la actuación de quienes tuvieron que tomar decisiones en escenarios tan inestables”5. Así,
no hay que dejar de considerar que estas demandas son nuevas e insólitas y van tomando fuerza a
medida que el PAN se atomiza y surgen nuevos partidos políticos que no están dispuestos a seguir
siendo partícipes de un sistema fraudulento y que no tiene interés por lo social.

En cierta forma, Ibarguren ven en la habilidad política de Roca algunos parecidos con la de
Juan Manuel de Rosas y es tal vez por esto que lo ensalza individualmente como líder, separándolo
de otras figuras importantes de su gabinete, e incluso distanciándolo de los manejos políticos que
hacía el PAN. Hay un interés en la última obra de Ibarguren de rastrear el derrotero histórico que
toma, durante su propia vida, el país, un proyecto que a los ojos de éste aún no está completo y en
mi opinión, tampoco.

Comprendo que en La Historia que he vivido existe un esfuerzo por comprender la psicología
de los personajes históricos más que para juzgarlos. Y sostengo que responde a una etapa de
madurez intelectual de Ibarguren en la que ya es plenamente nacionalista y que se acerca al estudio
revisionista de la Historia Argentina, como harán posteriormente los hermanos Irazusta.

3
Ibíd., p. 147.
4
Ibíd., p. 151.
5
Gallo, Exequiel. “La consolidación del Estado y la Reforma política”. (1999). En Nueva Historia de la Nación
Argentina. Buenos Aires, ANH. Tomo IV. p. 511

You might also like