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MOVIMIENTO

Y
ACCION

Ideas generales

La psicología clásica explica el movimiento y la acción voluntarios del hombre como


manifestaciones de actos de voluntad. Consideraba que los mismos eran el
resultado, o bien de un “esfuerzo de voluntad”, o de una representación
“ideomotora” que evocaban el movimiento automáticamente.

Esta concepción impedía, como es natural, abordar el estudio de los movimientos


voluntarios y hacia que estos fueran inaccesibles al análisis científico y determinista.

Este enfoque idealista, que divorciaba el estudio del movimiento voluntario humano
de la ciencia, se vio, por lo tanto, prontamente obligado a dar paso al enfoque
opuesto, el cual, aunque por algún tiempo mostró tendencias progresivas,
desembocó en el mismo callejón sin salida en el que había desembocado la idea
voluntaria de “un acto libre de la voluntad” como causa del movimiento voluntario.

Este enfoque básicamente mecanicista se basó en la idea de que los movimientos


voluntarios o acciones conscientes son solo aparentes y que en realidad no son
otra cosa que respuestas obligadas ante los estímulos externos.

Aunque este punto de vista era considerado lógico en el movimiento en que


Sechenov escribió su famoso libro “Reflejos del cerebro” y se justificaba por la
reacción en contra de la aberración psicológica y por quienes sostenían un
indeterminismo abierto, tuvo como consecuencias, no obstante, el hecho de que la
verdadera investigación en la actividad voluntaria humana se abandonase por mas
medio siglo.

La noción de que las acciones y el movimiento voluntario son en origen un reflejo,


quitó a esta causa tan importante de la actividad humana todo lo que tenían de
especifico y remplazo su estudio por enfoques que solamente podían justificarse en
relación o bien únicamente con programas de comportamiento innatos
relativamente simples, accionados por la señales más elementales que operaban
como los “mecanismos innatos de liberación” (I R M, “innate releasing
mechanisms”) de los etólogos (Lorens, 1950; tinberger, 1957), o por modelos
artificialmente elaborados tales como reflejos condicionados.

A pesar del gran éxito de este esquema, que para toda una generación de
psicólogos (los de la escuela behaviorista, por ejemplo), pareció ser el único
enfoque científico del comportamiento, el concepto de movimiento y acción
voluntarios como reflejo innato o condicionado no fue adoptado por dos
razones:

Primero, al aislar todo tipo de movimiento y acción de la influencia de la experiencia


pasada, no vienen aquellos tipos de comportamientos que se hallan controlados no
por pesado, sino por el futuro, los cuales se construyen como la puesta en marcha
de intenciones, de planes o programas y que, como puede verse claramente,
constituye la mayor parte de todas las formas específicas de actividad humana.

Segundo, la visión de que las acciones y movimientos voluntarios son simples


componentes eferentes de un arco reflejo era inaceptable porque, tal y como lo
demostró el eminente psicólogo soviético Bernstein, los movimientos humanos son
tan variables y poseen tal grado de libertad ilimitada que sería imposible encontrar
una fórmula de la cual se pudieran derivar los movimientos voluntarios humanos de
impulsos eferentes únicamente (Bernstein, 1947).

Por lo tanto, ni el concepto idealista ni el mecanicista sobre el movimiento voluntario


fue capaz de aportar ningún progreso significativo sobre las ideas dualistas de
Descartes, para quien los movimientos de los animales eran puramente mecánicos
o como un reflejo, mientras que los movimientos en el hombre están determinados
por ciertos principios mentales o por libre albedrio, los cuales liberan los mismos
mecanismos reflejos.

Era necesario hacer un cambio radical en cuanto a estas ideas básicas sobre
movimientos y acciones voluntarias a fin de conservar los caracteres distintos de
esta forma de actividad conscientes superiores, pero al mismo tiempo era necesario
hacerlos accesibles al análisis realmente científico y determinista.

El primer paso en esta dirección fue dado por Vygotsky (1956, 1960), quien
introdujo psicología al concepto de que la fuente del movimiento y acción voluntarios
no yace ni dentro del organismo ni en la influencia directa, de experiencia pasada,
sino en la historia social del hombre; en esa actividad laboriosa en sociedad que
marca el origen de la historia de la humanidad y en esa comunicación entre niño y
adulto que fue la base ontogénica del movimiento voluntario de la acción
intencionada.
Vygotsky consideraba que cualquier intento de buscar “raíces biológicas” para las
acciones voluntarias estaba condenado al fracaso.

Consideraba que su verdadera fuente yacía en el periodo de comunicación entre el


niño y el adulto en que la “función era compartida entre dos personas”; cuando el
adulto daba al niño instrucciones verbales: “¡coge la raza!” o “aquí está la pelota” y
el niño obedecía a las instrucciones, cogía el objeto que se mencionaba o fijaba en
él su vista.

En las siguientes etapas de desarrollo, el niño que precisamente había obedecido


las instrucciones del adulto, ya había aprendido a hablar y era capaz el mismo de
dar instrucciones verbales (para empezar instrucciones externas y detalladas y
luego en forma interna y abreviada) y empezaba a subordinar su propia conducta a
estas instrucciones.

Es característico que esta etapa la función puramente compartida entre dos


personas se convirtió en un método para la organización de las formas superiores
del comportamiento activo, que son de origen social, su estructura depende del
lenguaje y son voluntarios en su curso.

Esto significaba que los movimientos y la acción voluntaria eran independientes de


la historia que los había rodeado tanto en las investigaciones idealistas como en las
“positivistas” biológicas, y que estas formas específicamente humanas de
comportamiento activo podrían ser objeto real de investigaciones científicas.

No me extenderé con mayor detalle en los argumentos teóricos básicos relativos a


la génesis de formas conscientes superiores de actividad humana que han sido
publicas ya por otros (Vygotsky, 1934, 1956, 1960; Vygotsky y Luria, 1930;
Leontiev, 1959), ni en un recuento detallado en la dramática historia de la formación
de la actividad voluntaria y de la función reguladora del lenguaje, sobre los cuales
se ha escrito mucho también (Luria, 1956, 1957, 1958a, 1961, 1966a, 1968a,
1969b,1970c).

Ahora me dedicaré a la segunda fuente de los modernos puntos de vista referentes


a la estructura psicofisiológica del movimiento y acción voluntarios.

Aunque los psicológicos modernos, especialmente Vygostky, han formulado los


principios básicos del análisis psicológico del movimiento y de la acción consciente,
ha sido la labor de los psicólogos contemporáneos y en especial de Bernstein (1947,
1957, 1966, 1967) la que ha hecho posible este enfoque constructivo al estudios de
sus mecanismos básicos.

Bernstein, después de demostrar la “incontrolabilidad intrínseca de los movimientos


por impulsos meramente eferentes”, se vio en la necesidad no solo de hacer un
esquema para la construcción de actos motores, sino también una teoría sobre los
niveles de construcción del movimiento que, en unión de los sinergismos innatos y
elementales incluye también las formas más complejas y específicas de las
actividades humana.

El punto de partida de la teoría de Bernstein sobre la estructura del movimiento fue


el postulado relativo al papel dominante de los sistemas eferentes que se
diferencian a cada nivel y que dan lugar a diferentes tipos de movimientos y acción.
No trataré con detalle los niveles elementales de movimientos que regulan los
procesos fundamentales de la homeostasis ni el nivel de sinergismo innatos que
ocupan un lugar primordial en los vertebrados inferiores, sino que simplemente
mencionaré los caracteres principales de construcción de las más altas formas de
conocimientos y acción específicamente humana.

Estructura psicológica

El componente inicial de las acciones y movimientos voluntarios humanos es la


intención o tarea motora que, en el hombre, casi nunca es una respuesta simple y
directa a un estímulo externo (solo las formas más simples de acciones habituales
firmemente establecida pertenecen aun a estas categorías), sino que siempre crea
“un modelo de la necesidad futura”, un esquema de lo que deberá tener lugar y de
lo que el sujeto debe alcanzar o, para usar el término de Bernstein, el “Soll-Wert”.

Esta tarea motora o modelo de la necesidad futura es constante o invariable y


requiere un resultado igualmente constante o invariable. Por ejemplo, si la labor
motora consiste en ir a un armario y coger un vaso o clavar un clavo, el llevar a cabo
estos actos es el resultado constante e invariable mediante el cual complementa la
acción.
Sin embargo, sería un error pensar que la labor motora invariable crea un programa
igualmente constante para el completamiento de la acción requerida.

Un dato de la mayor importancia es el hecho de que la labor motora invariable se


lleve a cabo no mediante un conjunto de movimientos fijos y constantes, sino por un
conjunto de movimientos variables, que sin embargo, desemboca en el efecto
constante e invariable. Esta tesis se aplica tanto a los sistemas motores simples
como a los más complejos.

Como he dicho antes, en el acto de respirar la labor invariable, es decir el llevar el


oxígeno a los alveolos pulmonares, puede hacerse con la ayuda de gran cantidad
de métodos diferentes: movimientos de diafragma que regulan la entrada del aire,
movimiento de los músculos intercostales, mediante movimientos que conlleven la
ingestión de aire; el efecto de esta gran cantidad de métodos diferentes es siempre
el resultado invariable del problema planteado.

Esta misma situación la encontramos en la ejecución de movimientos complejos e


intencionales.

Para poder bajar un vaso de un armario, el individuo tendrá que aproximarse a


alcanzar el vaso, cogerlo con la mano derecha o izquierda, moverlo hacia si con
movimientos simples o tal vez con la ayuda de una regla, movimientos que son muy
variables y diferentes pero que, en última instancia, producen el mismo efecto
constante.

Esta variación en los métodos de ejecución del movimiento (o de la “inervación


motora”) no es accidental, pero si es esencial, en principio, para el curso normal de
un movimiento activo y para el éxito de su realización.

Como mostró Bernstei, los movimientos humanos se basan en un sistema de


articulaciones que poseen un grado infinito de libertad y en el tono constantemente
cambiante de los músculos.

Esto hace que sea absolutamente esencial tener una sucesión plástica y constante
de inervaciones que correspondan a las posiciones cambiantes de las
extremidades y a los estados cambiantes del sistema muscular en cada momento.
Este es el factor que introduce el carácter móvil y variante de las inervaciones
motoras, como condiciones básicas para la realización del resultado constante e
invariable del movimiento.

Todos estos explican completamente por qué, en la ejecución de un movimiento o


acción voluntaria, aun cuando la labor motora conserva un papel regulador, la mayor
responsabilidad se transfiere de los impulsos eferentes a los impulsos aferentes.

En otras palabras, esta responsabilidad se transfiere a aquellas síntesis aferentes


que proporcionan información sobre la posición en el espacio en el espacio del
miembro en movimiento y sobre el estado del sistema muscular, que toman en
consideración la diferencia entre el requisito futuro (“soll-Wert”) y la posición del
órgano en movimiento en ese momento (“Ist-Wert”) y que obtienen el coeficiente de
esta diferencia (sw). Según Bernstein, este es el factor básico que determina la
estructura del movimiento.

El sistema de información eferente constante que constituye la base necesaria para


realización de la parte operativa o ejecutiva del movimiento, no puede ser simple y
homogéneo; inevitablemente debe incorporar el análisis de la coordenadas viso –
espaciales dentro de las cuales se lleva a cabo el movimiento, un sistema de
señales cenestésicas que indican la posición del aparato locomotor, información
relativa al tono muscular en general, al estado de equilibrio, etc.

El acto puede seguir su curso normal solamente en el caso que este sistema de
síntesis aferente exista. Es esencial para la ejecución acertada del último
componente de todo movimiento voluntario una constante llegada de información
aferente: el cotejo de su curso y la corrección de cualquier error que se cometa.

Este cotejo del curso de una acción y corrección de cualquier error que se produzca
se realiza con la ayuda de la comparación constante entre acción a medida que se
lleva a cabo y la intención original, y con la ayuda de un circuito descrito por algunos
investigadores como “feed – black”, y por otros (Anokhin) como el “action acceptor”
(aceptante de la acción), o también (Miller, Pribram y Galenter) como el sistema
T– O – T – E (Test – Operant – Test – Exit).

Este sistema de inspección constante que analiza continuamente las señales de


“feed - black” y las compara con el plan original, es el último componente, aunque
absolutamente esencial, del movimiento voluntario sin el cual la ejecución de la labor
requerida es extremadamente improbable que obtenga éxito.

El esquema que hemos esbozado resume el enfoque psicológico y fisiológico


moderno de la estructura del movimiento y, desde luego, es solo el comienzo y una
pista que señala el camino para futuras investigaciones. Sin embargo, demuestra la
complejidad del acto motor voluntario y proporciona una importante pauta para la
investigación de su organización cerebral.

Organización cerebral

Los puntos de vista la estructura del movimiento y la acciones voluntarias que


hemos descrito, obviamente hacen que resulte superflua cualquier investigación
encaminada a la localización de los mecanismo fisiológicos del acto motor en una
determinada zona del cerebro (por ejemplo, en el giro precentral) y, como he dicho
en otros casos, los mismos exigen en examen del papel en cada zona del cerebro
en la elaboración del acto motor complejo.

La base para la construcción del movimientos voluntario o acción consciente es el


sistema del lóbulo frontal que, según hemos visto, no solo mantiene y controla el
tono general del córtex, sino que con la ayuda del lenguaje interno y bajo la
influencia de impulsos aferentes que le llegan de tras del córtex, formula la intención
o tarea motora, asegura su conservación y además su papel regulador, permite la
ejecución del programa de acción y mantiene una vigilancia continua de su curso.
Me he extendido ampliamente sobre los trastornos de la organización de la actividad
que surgen en los casos de lesiones en lóbulo frontal (parte II, cap. 7) y, por lo tanto,
no los trataré en este apartado.

Simplemente me limitare a recordar que la característica esencial, en el caso de


lesiones masivas en el lóbulo frontal, es la incapacidad del paciente para formular
intenciones o tareas motoras, de tal modo que permanece completamente pasiva
cuando la situación requiere un plan de acción adecuado y, en el caso de que tal
plan sea suministrado desde el exterior bajo la forma de órdenes verbales, puede
memorizar la orden pero es incapaz de traducirla en un factor que, de hecho,
controle sus movimientos.

También recordare al lector que las lesiones en el lóbulo frontal conllevan la


incapacidad para conservar y retener un programa de acción y su fácil sustitución
por cualquier tipo de reacciones directas que surgen en forma incontrolada, como
respuesta a todos los estímulos (en algunos casos adoptan el carácter de reflejos
de orientación irreprimibles y, en otros casos, de respuestas impulsivas a
impresiones directas o movimientos ‘’ ecopráxicos ‘’), o a la irrupción de estereotipos
inertes que reemplazan la acción intencional por la conservación de actos motores
previos.

Finalmente, las lesiones masivas en el lóbulo frontal perturban en alto grado el


proceso de comparar el resultado de la acción con la tarea motora original (y en
algunos casos lo impiden por completo), de modo que el paciente no se da cuenta
de sus errores y es incapaz de mantener una comprobación constante del curso de
la acción.
Una lesión del lóbulo frontal, aunque no ocasione un defecto primario en la
estructura del componente ejecutivo (operativo) del actor motor, sin embargo,
perturba la estructura de una actividad programada y orientada hacia un fin y, por lo
tanto, imposibilita la acción intencional y el movimiento voluntario.

Otras partes del cuerpo que son responsables del aspecto ejecutivo y operativo del
movimiento aportan una contribución diferente a su estructura.

Estas parte del cuerpo son muchas más variadas y una lesión en una de las áreas
perturba el curso normal del movimiento de una forma característica.

Todo movimiento se produce en un sistema de coordenadas tridimensional que, en


caso de algunos movimientos (sinergismos elementales motores), es relativamente
poco importante, mientras que en otros (locomoción, actividad constructiva, andar
en un blanco) juega un papel importante y tal vez decisivo.

El análisis de las coordenadas espaciales básicas y su conservación como los


marcos de referencia, dentro de los cuales se llevan a cabo las acciones y
movimientos voluntarios, está asociado a la función activa de las zonas parieto –
occipitales del cerebro que comprenden las estructuras centrales de los sistemas
visuales, vestibulares, cenestésicos y motores que forman los niveles más elevados
de organización espacial de los movimientos.

Una lesión de estas zonas del cerebro no altera, por tanto, la formación de
intenciones o tareas motoras, la formación de un programa de acción o la
comprobación de su curso o, en otras palabras, no conduce a la desintegración del
sistema de actividad orientada hacia un fin, sino que da lugar a importantes
alteraciones de la estructura de los movimientos en el espacio.

Ya he hablado de las alteraciones de la orientación espacial, la perdida de dirección


en el espacio y síntomas de ‘’apraxia constructiva‘’ que aparecen en pacientes con
tales lesiones.

Esta también claro que los pacientes que son incapaces de realizar una acción
elemental que requiere la realización de movimientos dentro de un sistema de
coordenadas espaciales definidas, todavía pueden llevar tipos de movimientos y
acciones que no requieren esta coordinación espacial (tales como llevar el compas)
y son claramente conscientes de sus dificultades en la ejecución de acciones
especialmente organizadas, de su forma que en un intento de compensar su
defectos introducen análisis lógicos, usan esquemas lógicos auxiliares, etc.

No analizaré en detalle todos los métodos por los que tales pacientes intentan
compensar sus defectos en la organización espacial del movimiento, pues ya han
sido examinados en otra ocasión (Luria y Tsvetkova, 1965ª, 1965b; Tsvetkova,
1972). Me limitare a dirigir la atención hacia el carácter altamente específico de los
desórdenes motores que parecen en la base de las alteraciones del aparato central
para el análisis síntesis espaciales.

También he mencionado que la segunda condición, no importante, la realización


de su movimiento es la integridad de su aferentacion kinestésica.

Corteza sensorial primaria

Solo si llega del sistema motor un flujo constante de impulsos kinestésicos puede
obtenerse información definida sobre la posición de las articulaciones y el estado y
tono de los músculos, de modo que los impulsos eferentes puedan alcanzar su
destino correcto y se puede lograr y mantener el juego requerido de impulsos
motores.

Estas funciones caen bajo la responsabilidad de las zonas postcentrales del


cerebro, el aparato cortical para el análisis y síntesis kinestésicos y, como hemos
visto antes (parte II, capitulo 6), las lesiones de estas zonas cerebrales puede dañar
el establecimiento de los impulsos motores requeridos y alterar la praxis postural.
Homúnculo sensorial

El hecho de que, según la extensión de estas lesiones, la alteración del curso normal
del movimiento de estos pacientes pueden tomar diferentes formas que oscilian de
la ‘’paresia aferente‘’ a la ‘’ataxia y apraxia aferente motora‘’, aunque los desórdenes
motores son del mismo carácter, demuestra convincentemente la contribución de
las zonas corticales que proporcionan para la actividad motora.

La tercera condición del curso normal del movimiento es la regulación constante del
tono muscular, por una parte, y una transición suficientemente fluida y rápida desde
un sistema de inervaciones motoras otro, con la formación de melodías kinestesicas
completas en los estados finales del desarrollo del movimiento dirigido.

Vías ascendentes de la médula espinal


El control de todo movimiento coordinado requiere cambios constantes en el tono
muscular, y si este tono no cambia sino que permanece al mismo nivel o aumenta,
los movimientos coordinados serán imposibles.

Los neurólogos son muy conscientes de que un cambio patológico en la actividad


de los ganglios basales (el sistema estriopalidad) conduce normalmente a fuertes
alteraciones del tono, dando lugar al cuadro parkinsoniano y haciendo imposible el
movimiento normal.
Sin embargo, las estructuras motoras subcorticales están bajo constante influencia
inhibidora y moduladora del córtex y, en particular, de las zonas premotoras, que
pueden inhibir excitación excesivamente larga de los ganglios basales y que, por si
mismas, constituyen un importante sistema que organiza cadenas consecutivas de
movimiento que tiene lugar durante cierto tiempo.

Por estas razones, aunque el córtex premotor no participa en movimientos humanos


aislados, llega hacer un aparato esencial para la organización de series de
movimientos, haciendo posible la denervación de los componentes de la acción
motora una vez que se han realizado; de esta forma, asegurando la suave transición
al componente siguiente, las zonas premotoras constituyen un importante aparato
cerebral para las ‘’melodias kinestesicas’’ o movimientos dirigidos.

Este papel del córtex premotor en la organización del movimiento puede ser
fácilmente apreciado observando las alteraciones del movimiento en pacientes con
lesiones en estas zonas.
En tales casos hay una disociación distintiva de las funciones motoras: la ejecución
de movimientos postulares individuales situando las manos en el espacio en una
cierta posición todavía es posible, la praxis constructiva no está alterada, pero los
movimientos complejos, organizados serialmente, son afectados, pues cada
componente sucesivo de un acto motor complejo requiere su propia inervación
especial y sus propios impulsos denervantes especiales para que la ‘’melodía
kinestésica’’ o movimiento dirigido se desintegre en sus componentes.

He descrito (parte II, cap. 6) algunos de los rasgos de esta alteración de la


organización sucesiva del movimiento y he indicado las dificultades en la transición
de un componente a otra y la perseveracion superflua de elementos motores en
casos en que existe una lesión profunda del cerebro en las zonas premotoras que
altera su papel regulador de los ganglios basales; por tanto, no vamos a tratar aquí
este problema.

Me corresponde ahora mencionar otra estructura cerebral cuyo papel en la


organización del movimiento no puede ser ignorada.

Los movimientos humanos muy raramente son realizado con una sola mano. Por
regla general requieren la participación coordinada de ambas manos y esta
coordinación tiene diferente grados de complejidad.

En algunos casos, lo más simples, toman la forma de movimientos iguales, afines,


en las que ambas manos realizan simultáneamente las mismas acciones.

Sin embargo, estos casos tan elementales son relativamente raros y solo ocurren
en actos tales como la natación o durante ejercicios gimnásticos.

En otros casos, la gran mayoría, los movimientos de las dos manos se coordinan
de una forma más compleja, en la que la mano maestra (derecha) realiza la acción
principal y la mano subordinada (izquierda) simplemente proporciona las
condiciones óptimas bajo las cuales puede trabajar la mano derecha, ejerciendo el
papel de suministradora de fondo motor.
Esta forma de coordinación, refiriéndonos al trabajo concertado de ambos
hemisferios, ha sido estudiada estrechamente por varios investigadores (Ananev,
1959).

Finalmente, los tipos más complejos de movimiento de las dos manos son aquellos
que se oponen mutuamente o aquellos de carácter recíprocamente coordinado,
como cuando la flexión de una mano se acompaña de la extensión simultanea de
la otra.

Todas estas formas de organización coordinada de los movimientos de ambas


manos sólo pueden ocurrir con la estrecha participación de las zonas anteriores del
cuerpo calloso, cuyas fibras conectan los puntos simétricos del córtex motor y
premotor permitiendo así que se realicen estos movimientos mutuamente
coordinados.

Debido a este papel de las zonas anteriores del cuerpo calloso en la coordinación
del movimiento (y, en particular, en la coordinación recíproca, que requiere un
estricto control cortical), en todos los pacientes que he examinado que tenían una
lesión en la parte interior del cuerpo calloso, los movimientos coordenados de cada
mano aislada estaban intactos, pero la realización fluida de movimientos
mútuamente coordinados de ambas manos estaba afectada y las formas más
complejas de coordinación recíproca eran totalmente imposibles.

Para un mejor conocimiento de este problema el lector puede recurrir a otros


trabajos (Luria, 1962, 1966a, 1966b, 1969a, 1969c).

Todo lo que he dicho sobre la organización cerebral de los movimientos voluntarios


y las acciones voluntarias es, desde luego, simplemente un primer paso hacia la
solución de este problema tan difícil.

Sin embargo, los principios generales de la organización general de los movimientos


voluntarios y de las acciones conscientes comienzan por fin a clarificarse.

Los hechos que he descrito anteriormente muestran, sin ningún género de duda,
que los movimientos voluntarios y las acciones del hombre son sistemas funcionales
complejos, llevados a cabo por una “constelación”´ dinámica igualmente compleja
de zonas del cerebro que trabajan concertadamente, cada una de las cuales aporta
su propia contribución a la estructuras de los movimientos complejos.

Por esta razón, una lesión de estas zonas, al bloquear un componente de este
sistema funcional, altera la normal organización del sistema funcional como un todo
y conduce a la aparición de defectos motores.

Sin embargo, estas alteraciones del movimiento voluntario y la acción consciente


difieren en carácter de un caso a otro, pues mientras que lesiones de algunas de
algunas zonas corticales alteran el plan motor, causan la desintegración de los
programas motores, alteran la regulación y la verificación del movimiento y causan
así el colapso de toda la estructura de la actividad, las lesiones de otras zonas
cerebrales alteran únicamente los varios mecanismos efectores de los movimientos
y acciones, dando lugar a déficits de las operaciones motoras.

Por esta razón no es suficiente señalar simplemente que los movimientos y las
acciones se alteran. En ese lugar, es absolutamente esencial, tanto para el análisis
de la patología del movimiento en lesiones cerebrales locales, como para extraer
conclusiones referentes a la organización cerebral compleja y dinámica de los actos
motores, un cuidadoso estudio de la estructura de su alteración en caso de lesiones
de las diferentes partes del cerebro.
El material descrito anteriormente muestra que el proceso de la percepción visual
es de hecho un sistema funcional complejo basado en el trabajo coordinado de todo
un grupo de zonas corticales, y que cada una de estas formas aporta su propia
contribución a la estructura de la percepción activa.

Bibliografía

Luria, Alexander R., 1996. El Cerebro en Acción, Barcelona, España, Editorial


Fontanella, 2ª edición revisada.

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