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2. TEOLOGÍA BÍBLICA
2.1. INTRODUCCIÓN
«Bautizar» (del griego baptizo y del latín baptizare), sumergir, meter en el agua; bañarse, lavarse,
limpiarse o purificarse con agua; elemento natural revestido de un gran simbolismo religioso. No
sólo el agua, sino todo lo relacionado con ella: lluvia, mar, fuentes, ríos, etc.
Al ser humano siempre lo fascinó el fuego y el agua, descubriendo en ellos una fuerza oculta y
misteriosa, positiva y negativa: el fuego es luz y calor, pero también quema y destruye; el agua calma
la sed y mantiene la vida, pero igualmente inunda, arrasa y ahoga. Signos del bien y del mal, de la
fuerza divina y de los demonios.
Bautizarse con agua significa, en relación con Dios, purificación y renovación de la vida, un rito
religioso de acercamiento a Dios y liberación del mal.
La experiencia religiosa se expresa en mitos, ritos y símbolos. Un mito es una narración que expresa
realidades superiores al hombre, sus experiencias más profundas. No es simplemente un cuento o
fábula; presenta una verdad que existe desde el principio y que el hombre sigue viviendo. Un rito es
una acción sagrada que acompaña a los mitos. Por ellos se pretende mantener contacto con fuerzas
y seres espirituales, aún con la misma divinidad. Un símbolo es una realidad natural o un gesto
externo que se emplean para significar una realidad interior o invisible. El lenguaje poético y el
religioso recurre a los símbolos para expresar experiencias, sentimientos y vivencias profundas.
Los «ritos bautismales» son el agua o el gesto de lavar utilizado con un sentido religioso y simbólico,
acción que quiere manifestar el contacto con Dios, perdón, purificación, renovación interior,
esperanza.
Todos los pueblos y culturas practicaron ritos de purificación, buscando limpiar la persona para
poder entrar en contacto con una divinidad. No se trataba sólo de la «pureza» física o moral, sino
también de la liberación de fuerzas peligrosas y malignas. Así, la sal en los asirios era signo del trato
agradable del hombre con Dios; las comidas de amistad de los árabes nómadas y los pueblos semitas
en general simbolizan la alianza; el fuego y el humo del incienso para muchos pueblos simboliza
liberación de malos espíritus; el aceite, medicina del alma y suavidad que acepta la acción de Dios.
En particular, y nos interesa el rito del baño es utilizado en muchos pueblos (egipcios, griegos,
germanos, persas, mayas, etc.) sobre todo en aguas del mar, de los ríos o de las fuentes. La idea
fundamental es que la impureza pueda ser lavada, como cualquier mancha física. El agua no sólo
limpiaba, sino que era un medio para entrar en comunión con los dioses.1
1
Las religiones mistéricas practicaban el «taurobolio», una especie de bautismo con sangre de un toro
degollado, que se suponía con poder de acercar a la divinidad a aquel que así era «bautizado».
de este poder maléfico (Gn 7,11; Jr 47,2). El mar es signo del mal. Relación de Jesús con el mar. Si
ponemos “mal” en vez de mar es fuerte la simbología. Pisa el mal, llama a los discípulos del mal, te
haré pescador de hombres, es como decir rescatador.
5) Signo de salvación. Yahvé domina el mar, el bien derrota al mal y la vida impera sobre la
muerte. Dios hace del mismo mar lugar de salvación para su pueblo, ahogando a sus enemigos (Ex
14).
6) Signo de purificación. La pureza física es signo de pureza moral (Sal 26,6; cf. también Mc 7).
Es importante. Visión fariseísmo solo externa. Fariseísmo es lo que salva al culto hebreo. Rabinos
actuales son herederos de los fariseos. Necesitamos también de los signos.
7) Signo del Mesías. Dios derramará abundantemente aguas purificadoras -capaces de renovar
el corazón y el espíritu-, un torrente que brota del templo y fecunda al mundo (Ez 36,25.26; 47,1).
También para la unción con aceite puede elencarse una cantidad de significados. Sabemos que
Mesías (massiah) en griego se traduce como Cristo (christos), ungido, untado o frotado con aceite.
El aceite servía como medicina (enfermedades de la piel y similares) y para fortalecer el cuerpo
(masajes a atletas o luchadores). Por eso es signo de bendición y fuerza de Dios. Se ungía y untaba
con aceite a personas destinadas a cumplir una misión especial: reyes (1Sam 9,16), sacerdotes (Ex
28,41), profetas (1Re 19,16). Una característica del óleo, de la unción es que es un líquido que penetra
y no se va. El Bautismo será llamado también sello.
El «ungido de Yahvé» era alguien elegido, consagrado y fortalecido por Dios para cumplir una misión
especial en favor del pueblo, un Dios - Yahvé que prefiere a pobres y sencillos (Sal 72).
La imposición de manos tiene en el AT doble significado: bendición (Gn 48,18) y transmisión de un
oficio o tarea en favor del pueblo con efusión del espíritu de sabiduría (Nm 28,18; Dt 34,9). También
en el NT tendrá este doble significado.
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Lv 11-15 y Nm 19-31 determinan las cosas impuras y causantes de la impureza: sangre (vida), sexo (misterioso y sagrado),
muerte, enfermedades (lepra), algunos animales (los que no rumian ni tienen la pezuña hendida, los reptiles), los paganos
y sus ídolos. También se señalan ritos de purificación: ablución o lavado, aspersión con sangre, contacto con el fuego,
presentación a los sacerdotes y ofrecimiento de un sacrificio. En cuanto a las abluciones, además de lavarse o lavar sus
vestidos para purificarse en ocasiones concretas (tocar un cadáver), el judío piadoso se lavaba siete veces al día: al despertar,
antes y después de las comidas, antes de cada una de las tres oraciones de la jornada y al ir a acostarse.
conciencia con la realización del rito externo. Los profetas distinguieron entre pureza ritual y pureza
moral e insistieron en la importancia de esta última (Is 1,16.17; Jr 4,14; 33,8; Ez 36,25; Sal 51,4). Ellos
anuncian una pureza más allá del rito y la simple observancia de complejas leyes. Dios pide, porque
a Él le agrada, un corazón limpio de pecado e iniquidad (Os 6,6; Am 4,4; Mi 6,6-8; Jr 7,23-24; Is 1,15-
17; 6,5-7) y que algún día el mismo Espíritu de Dios purificará a su pueblo (Ez 11,19-20; 36,25-36).
Insisten en la importancia de una purificación del corazón (Is 1,15-17).
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Mateo y Lucas añadirán además dos elementos: Jesús se bautiza para cumplir con la justicia querida por Dios
y está orando cuando el Espíritu desciende sobre él.
2.3.2. LA PRIMERA PRAXIS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
1Tes, el más antiguo escrito del NT, testimonia el proceso de iniciación cristiana desarrollado por
Pablo en la comunidad. La proclamación del evangelio de Jesucristo (1,5ss) ha sido acogida en
Tesalónica con admirable fe y gozo en el Espíritu, como verdadera palabra de Dios (1,6; 2,13). El
Apóstol se congratula del fruto de sus trabajos y fatigas (2) y exhorta a los nuevos cristianos a vivir
santamente (amor fraterno, esperanza, conducta ejemplar: 4-5). Los tesalonicenses, por la fe en el
Resucitado, han recibido su Espíritu Santo, cuyo fuego no se debe extinguir ni apagar (3,8; 5,19).
La iniciación cristiana se presenta como un proceso de conversión por la fe en Cristo resucitado, cuyo
principal protagonista es el Espíritu Santo y que debe manifestarse en una vida santa. No se
encuentra ninguna mención del bautismo identificado con el «don del Espíritu» que libera de la
impureza para vivir en santidad y como hijos de la luz (1,7-8; 5,5).
El bautismo constituyó, ya desde la primera comunidad cristiana de Jerusalén, el rito central de
iniciación cristiana. Así lo atestiguan los Hechos de los Apóstoles al relacionar el bautismo cristiano
con el de Juan (Hch 1,5) para explicar el origen de la praxis bautismal en la Iglesia primitiva. Los
discípulos de Jesús -muchos de ellos discípulos de Juan, testigos de su bautismo, y «bautistas» ellos
mismos con Jesús (Jn 1,29ss; 3,22; 4,1.2)- comenzaron después de la Pascua a bautizar a quienes
creían en el Señor resucitado dando un nuevo significado al antiguo rito: un bautismo en el Espíritu
(en el nombre del Señor Jesús) que además sustituyó a la circuncisión judía.
- Hch 2,37-47: Los Apóstoles reciben el Espíritu Santo y, con Pedro a la cabeza, anuncian a
Jesucristo resucitado como Señor, Mesías y único Salvador. En su nombre, invitan a la conversión y
al bautismo para recibir el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo. Los que creen reciben
el bautismo y nace así la primera comunidad cristiana, cuya vida se basa en la enseñanza de los
Apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan eucarístico y la oración (Hch 2,42).
El primer proceso de iniciación cristiana era entonces: palabra-fe-conversión-bautismo- comunidad-
testimonio. La fe proviene de la predicación (Rm 10,17), de la proclamación del kerigma. A esta
proclamación corresponde la respuesta de la fe, que no es simple aceptación intelectual, sino
adhesión personal a Jesucristo. Quien cree en Él se arrepiente de sus pecados, cambia la forma de
pensar y vivir (es la conversión o metanoia). Sólo quienes creen o acogen así el testimonio apostólico
son bautizados, rito que está ligado al ingreso en la comunidad cristiana. Una comunidad, que por
su vida es testigo y misionera, su vida es atractiva para nuevos miembros con quienes se inicia el
mismo proceso.
Así, el testimonio, la iniciación cristiana y la comunidad primitiva, aparecen en el libro de los Hechos
como fruto de la acción del Espíritu Santo. Los Apóstoles como los demás creyentes se presentan
como llenos del Espíritu Santo.
- Hch 8,26.40: Primera persecución. Determinó providencialmente la salida del cristianismo del
ámbito del judaísmo ortodoxo. Felipe evangeliza Samaria y bautiza al etíope (el bautismo de agua
es precedido por el anuncio de la buena noticia de Jesús, que hace posible la fe). Felipe actúa movido
por el Espíritu, manifestado también en la alegría en Samaria y del etíope. Se prepara así, tras la
conversión de Saulo, el gran acontecimiento de la admisión de los paganos al bautismo.
- Hch 10,1-11.18: Cornelio y su familia. La apertura de la Iglesia a los paganos es voluntad de
Dios, la decisión y responsabilidad es asumida por Pedro. El Espíritu Santo desciende sobre los
paganos antes de ser bautizados con agua. El bautismo cristiano es de agua y en el Espíritu; no se
puede negar el bautismo de agua a quien por la fe ha recibido el Espíritu (10,47; 11,18).
Obediencia de la fe. Genitivo epexegético. Ciudad de Montevideo. La ciudad que es
Montevideo. La obediencia es la fe. Es decir, la fe es obedecer.
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García de Paredes, J.C., Iniciación cristiana y eucarística, Paulinas, Madrid, 1992, 34ss.
1y2 Tes Gal 1y2 Cor Rm Ef, Hb
- Predicación - Predicación - Predicación del - Predicación de - Llamada de Dios
del evangelio del evangelio evangelio y la palabra que a los que estaban
con palabras y de Jesús y exuberancia suscita la fe. lejos (Ef), por la
signos de acogida carismática. acción del Espíritu.
PUNTO DE
poder del entrañable. Acercamiento a
PARTIDA
Espíritu Santo. Dios con corazón
- Conducta sincero (Hb)
creíble del
apóstol.
- De los ídolos - De la ley y la - Del antiguo - Paso del viejo - De estar lejos a
al Dios justificación Éxodo al nuevo poder, de la ley estar cerca, de ser
verdadero. por las obras Éxodo. del pecado, de la tinieblas a ser luz.
- De la al - Un nuevo muerte y de la iluminación y
impureza a la evangelio camino, una nueva carne, de la saborear los bienes
PASO santidad del - Destrucción peregrinación. antigua alianza, del mundo futuro
Espíritu Santo. del estilo viejo de la (Hb).
de vida para circuncisión - Purificación del
ser agraciados espiritual, la corazón.
por el nueva vida.
Espíritu.
- Bautismo - Lavados, - Símbolo de - Símbolo del amor
con expresión santificados, muerte - de Cristo a su
(vestido justificados por sepultura con Iglesia, purificación
nuevo) del Dios, marcados Cristo. con el baño del
cambio por el sello del - Símbolo agua, en virtud de
BAUTISMO espiritual. Espíritu, también de la palabra (Ef).
confirmados por resurrección con - Baño del cuerpo
Él. Cristo (Col). con agua pura.
- Con la Eucaristía
símbolos del
nuevo Éxodo.
Pablo entiende la vida cristiana como una profunda comunión con Jesucristo que supone un cambio
total, obra del Espíritu que inserta al creyente en la Iglesia -Cuerpo de Cristo- y le exige una vida
nueva, expresada por la fe y la conducta. Su teología bautismal tiene cuatro dimensiones:
a) Dimensión cristológica: Bautizados en Cristo (Rm 6,1-11; Col 2, 12.3,3; Gal 3,27). Rm 6 es la
clave de toda teología bautismal de Pablo. El bautizado vive en y hacia (en, eis) Cristo para Dios, en
comunión con el Señor, participa de su misterio pascual. En Cristo, con Él, está realmente muerto al
pecado, a la carne, al hombre viejo; con Cristo y en Él ha resucitado realmente a una vida nueva, libre
de pecado. El misterio de esta relación se expresa con: crucificado, sepultado, resucitado, vivificado,
revestido, a su semejanza, el bautizado es hijo de Dios y heredero de su Espíritu, vive en Cristo y
Cristo vive en él (Gal 2,20) por la fe y a partir del bautismo.
b) Dimensión pneumatológica: Bautizados en un solo Espíritu (Tit 3, 4; 2Col 1,21-22; Ef 1,13; Hb
6,46), bautismo de regeneración y renovación en el Espíritu Santo, nos unge, nos sella y nos da las
primicias de la salvación. El Espíritu de Jesucristo es el Espíritu de Dios, obra en nosotros un nuevo
nacimiento (palingenesia: Tit 3,5) y una radical iluminación (Hb 6,4).
c) Dimensión eclesiológica: Somos cuerpo de Cristo (1Cor 12,13ss; Col 2,11-12; Ef 4,3-6. 5,2527).
Bautismo como circuncisión espiritual, nos incorpora al nuevo pueblo elegido, la Iglesia. Un solo
cuerpo, enriquecido por multiplicidad y diversidad de dones o carismas. Fruto de amor esponsal de
Cristo entregado por nosotros para unirnos y santificarnos mediante el baño bautismal.
d) Dimensión ética: Muertos al pecado (Rm 6,11-14; Gal 5,16-26; Ef 4,8-14; Col 3,1). Vivir una
vida nueva, conversión radical, expresada en la antítesis: muerte-resurrección, esclavitud-liberación,
carne-espíritu, hombre viejo-hombre nuevo, tinieblas-luz. La respuesta de fe nos reviste de Cristo
(Gal 3,26-27) y no consiste en la sola aceptación teórica o intelectual: es lucha cotidiana para tener
por su gracia los mismos criterios, sentimientos y conducta de Cristo Jesús (Fil 2,5ss.).
En el cuarto evangelio los sacramentos de iniciación ocupan un lugar central en la vida del culto
cristiano. Juan no menciona ningún mandato bautismal de Jesús y ni siquiera un relato de la
institución de la eucaristía, pero hay una catequesis bautismal implícita en los textos referidos al
agua: diálogo con la samaritana (4,1ss.); curación del paralítico de Betsaida (5,1 ss.); promesa de agua
viva (7,37-39); curación del ciego de nacimiento (9,1ss.); lavatorio de los pies (13,3ss); el agua que
mana del costado de Cristo (19,31-34).
Jesús y Nicodemo (3,1-21) es un texto clásico de la teología bautismal de Juan:
a) La necesidad de nacer de nuevo o de arriba para participar en el Reino de Dios, que es hacerse
de nuevo como niños en los sinópticos, la pobreza espiritual ante Dios.
b) El nuevo nacimiento (renacer o ser regenerado) es nacimiento del agua y del Espíritu. El nuevo
nacimiento es obra del Espíritu, opuesto a la carne y presentado como viento-Ruah.
c) Todo esto es posible por la fe en Jesús, luz que brilla en las tinieblas (3,11-21).
Esta conversación no es sólo la afirmación de la necesidad del bautismo para la salvación. Nacer «del
agua» expresa el nacimiento «de arriba» o «del Espíritu». Por la fe y el bautismo, el cristiano participa
de la vida, la luz, la filiación divina de Jesús. La dimensión pneumatológica y el sentido pascual
caracterizan toda la teología bautismal de Juan, que considera fundamental «la unción con el Espíritu
Santo» (1Jn 2,20) asociando el agua con el Espíritu (Jn 7,37-39; 1Jn 5,6-8).